En
inglés
Vladimir
Lenin. El comunismo de "izquierda": un desorden infantil
Escrito: abril-mayo
1920
V. I.
Lenin. Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu
pequeñoburgués. 1918
NOTA DEL
EDITOR
Se ha tomado
como base de la presente edición de La enfermedad infantil del
izquierdismo" en el comunismo el texto de la edición española de
las Obras Escogidas de Lenin en dos tomos, publicadas por
ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948. Este folleto ha sido
editado después de haber sido confrontado con la versión china, publicada por
la editorial del Pueblo, Pekín, en septiembre de 1964, y consultado el original
ruso de las Obras Completas de Lenin, t. XXXI.
Las notas incluidas al final del folleto han sido redacta das y
traducidas según las de la edición china, publicada por la Editorial del
Pueblo, Pekín.
V. I. Lenin. Obras escogidas
Tomo III
La
enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo
Pág. 190- 232
V.I.
Lenin. Tomo XI (1920-1921)
La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo pág.3
La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo; Lenin, 1920
I N D I C E
IV. ¿EN LUCHA CON QUE ENEMIGOS EN EL
SENO DEL MOVI-
MIENTO OBRERO HA PODIDO CRECER, FORTALECERSE Y
TEMPLARSE EL BOLCHEVISMO? 15
MIENTO OBRERO HA PODIDO CRECER, FORTALECERSE Y
TEMPLARSE EL BOLCHEVISMO? 15
V.
EL COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN ALEMANIA. JEFES,
PARTIDO, CLASE, MASA 26
PARTIDO, CLASE, MASA 26
VI. ¿DEBEN ACTUAR LOS
REVOLUCIONARIOS EN LOS SIN-
DICATOS REACCIONARIOS? 36
DICATOS REACCIONARIOS? 36
IX. EL COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN INGLATERRA 77
X.
ALGUNAS CONCLUSIONES 95
II. COMUNISTAS E INDEPENDIENTES EN
ALEMANIA 118
IV. CONCLUSIONES FALSAS DE PREMISAS
JUSTAS 123
V.
129
[1] El libro La enfermedad infantil del
"izquierdismo" en el comunismo fue escrito por Lenin en abril de 1920 y el Apéndice, el 12 de mayo
del mismo año. Fue publicado el 8-10 de junio en ruso y, casi al mismo
tiempo, en julio, en alemán, francés e inglés. Lenin controló personalmente los
plazos de composición e impresión del libro, a fin de que apareciera antes de
que iniciara sus labores el II Congreso
de la Internacional Comunista. El libro fue distribuido entre todos los
delegados al II Congreso. De julio a noviembre de 1920 fue reeditado en alemán
en Leipzig, en francés en París y en inglés en Londres.
En el manuscrito de La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo existe un subtítulo: "(Ensayo de charla popular acerca de la estrategia y la táctica marxistas)". En todas las ediciones del libro aparecidas en vida de Lenin este subtítulo fue suprimido. En la 4a edición de las Obras de V. I. Lenin, "La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el comunismo" se publica de acuerdo con la primera edición del libro, cuya corrección hizo Lenin
Internacional
Comunista
II Congreso de la Internacional
Comunista
I
¿EN QUE
SENTIDO SE PUEDE HABLAR DE LA SIGNIFICACION INTERNACIONAL DE LA REVOLUCION
RUSA?
En los
primeros meses que siguieron a la conquista del Poder político por el
proletariado en Rusia (25. X.-7. XI. 1917), podía parecer que, a consecuencia
de las enormes diferencias existentes entre la Rusia atrasada y los países
avanzados de la Europa occidental, la revolución del proletariado en estos
últimos se parecería muy poco a la nuestra. En la actualidad contamos ya con
una experiencia internacional más que regular, que demuestra con absoluta
claridad que algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución tienen
una significación no solamente local, particularmente nacional, rusa, sino
también internacional. Y hablo de la significación internacional no en el
sentido amplio de la palabra: no son sólo algunos, sino todos los rasgos
fundamentales, y muchos secundarios, de nuestra revolución, los que tienen una
significación internacional, desde el punto de vista de la influencia de dicha
revolución sobre todos los países. No, hablo en el sentido más estrecho de la
palabra, es decir, entendiendo por significación internacional su importancia internacional
o la inevitabilidad histórica de la repetición en escala internacional de lo
que ocurrió en nuestro país, esta significación debe ser reconocida en algunos
de los rasgos fundamentales de nuestra revolución.
Naturalmente, sería un tremendo error exagerar esta verdad extendiéndola
más allá de algunos rasgos fundamentales de nuestra revolución. Asimismo, sería
un error perder de vista que después de la victoria de la revolución
proletaria, aunque no sea más que en uno de los países avanzados, se producirá
seguramente un cambio radical, es decir: Rusia será, poco después de esto, no
un país modelo, sino de nuevo un país atrasado (en el sentido
"soviético" y socialista).
Pero en este momento histórico se trata precisamente de que el ejemplo
ruso muestra a todos los países algo, y algo muy sustancial,
de su futuro próximo e inevitable. Los obreros avanzados de todos los países
hace ya tiempo que lo han comprendido y, más que comprenderlo, lo han
percibido, lo han sentido con su instinto revolucionario de clase.
De aquí la "significación" internacional (en el sentido
estrecho de la palabra) del Poder soviético y de los fundamentos de la teoría y
de la táctica bolchevique. Esto no lo han comprendido los jefes
"revolucionarios" de la II Internacional, como Karl Kautsky (y aquí en inglés) en Alemania, Otto Bauer ( y aquí) y Federico Adler en Austria, que se convirtieron por
esto en reaccionarios, en defensores del peor de los oportunismos y de la social-traición. Digamos de paso que el folleto-anónimo "La
Revolución Mundial" ["Weltrevolution"], aparecido en 1919 en
Viena (Sozialistische Bucherei, Heft 11; Ignaz Brand[2]) muestra con una elocuencia particular
toda la contextura ideológica y todo el circulo de ideas, más exactamente, todo
el abismo de incomprensión, pedanteria, vileza y traición a los intereses de la
clase obrera, sazonado, además, con la "defensa" de la idea de la
"revolución mundial".
¿Se
referirá Lenin, a este folleto?
Herman
gorter. La revolución mundial 1918
Pero nos detendremos detalladamente en este folleto en otra ocasión.
Consignemos aquí únicamente lo siguiente: en los tiempos, ya bien lejanos, en
que Kautsky era todavía un marxista y no un renegado, al examinar la cuestión
como historiador, preveía la posibilidad del advenimiento de una situación,
como consecuencia de la cual el revolucionarismo del proletariado ruso se
convertiría en un modelo para la Europa occidental. Esto era en 1902, cuando Karl Kautsky (y aquí) escribió en la "Iskra"
revolucionaria el artículo "Los eslavos y la revolución". He aquí lo
que decía en este artículo:
"En la actualidad" (al contrario que en 1848) "se puede creer
que no sólo se han incorporado los eslavos a las filas de los pueblos
revolucionarios, sino que el centro de gravedad del pensamiento y de la obra
revolucionarios se desplaza cada día más hacia los eslavos. El centro
revolucionario va desplazándose del Occidente al Oriente. En la primera mitad
del siglo XIX se hallaba en Francia, en algunos momentos en Inglaterra En 1848,
Alemania entró en las filas de las naciones revolucionarias. . . El nuevo siglo
empieza con acontecimientos que sugieren la idea de que nos hallamos en
presencia de un nuevo desplazamiento del centro revolucionario, concretamente:
de su traslado a Rusia. . . Rusia, que se ha asimilado tanta iniciativa
revolucionaria de Occidente, es posible que en la actualidad se halle presta,
ella misma, a servir de fuente de energía revolucionaria para este último. El
movimiento revolucionario ruso, cada día más encendido, resultará acaso el
medio más poderoso para sacudir ese espíritu de filisteísmo fofo y de
politiquería moderada que empieza a difundirse en nuestras filas y hará surgir
de nuevo la llama viva del anhelo de lucha y de fidelidad apasionada a nuestros
grandes ideales. Rusia hace ya tiempo que ha dejado de ser, para la Europa
occidental, un simple reducto de la reacción y del absolutismo. En la actualidad,
ocurre quizás todo lo contrario. La Europa occidental se convierte en el
reducto de la reacción y del absolutismo de Rusia. . . Los revolucionarios
rusos, es posible, se hubieran librado hace ya mucho tiempo del zar, si no
tuviesen que luchar al mismo tiempo contra el aliado de este último, el capital
europeo. Esperemos que esta vez conseguirán librarse de ambos enemigos y que la
nueva "santa alianza" se derrumbará más pronto aún que sus
predecesoras. Pero sea cual fuere el resultado de la lucha actual en Rusia, la
sangre y los sufrimientos de los mártires, que esta lucha engendra por
desgracia más de lo necesario, no serán vanos, sino que fertilizarán el terreno
para la revolución social en todo el mundo civilizado e impulsarán de un modo
más esplendoroso y rápido su florecimiento. En 1848, eran los eslavos helada
horrible que mataba las flores de la primavera popular. Es posible que ahora
estén llamados a ser la tormenta que romperá el hielo de la reacción y que
traerá irresistiblemente consigo una nueva y feliz primavera para los
pueblos" (C. Kautsky, "Los eslavos y la revolución",
artículo en la "Iskra", periódico revolucionario de la
socialdemocracia rusa, núm. 18, 10 de marzo de 1902).
¡No
escribía mal Carlos Kautsky hace 18 años!
UNA DE
LAS CONDICIONES FUNDAMENTALES DEL EXITO DE LOS BOLCHEVIQUES
Seguramente
que hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se hubieran mantenido
en el Poder, no dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la
disciplina severísima, verdaderamente férrea, dentro de nuestro Partido, sin el
apoyo más completo y abnegado prestado a éste por toda la masa de la clase
obrera, esto es, por todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado,
influyente y capaz de conducir consigo o de atraerse a las capas atrasadas.
La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable
de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la
burguesía, cuya resistencia se halla decuplicada por su
derrocamiento (aunque no sea más que en un solo país) y cuya potencia consiste,
no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de
las relaciones internacionales de la burguesía, sino, además, en la
fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Pues,
por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha y mucha pequeña producción
y ésta engendra al capitalismo y a la burguesía
constantemente, cada día, cada hora, por un proceso espontáneo y en masa. Por
todos estos motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria
sobre la burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a
muerte, una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y
una voluntad única.
Lo repito, la experiencia de la dictadura triunfante del proletariado en
Rusia ha mostrado de un modo palpable al que no sabe pensar o al que no ha
tenido la ocasión de reflexionar sobre esta cuestión, que la centralización
incondicional y la disciplina más severa del proletariado constituyen una de
las condiciones fundamentales de la victoria sobre la burguesía.
De esto se habla a menudo. Pero no se reflexiona suficientemente sobre
lo que esto significa, en qué condiciones es posible ¿No convendría que las
salutaciones entusiastas al Poder de los Soviets y a los bolcheviques se vieran
acompañadas con más frecuencia de un análisis serio de las
causas que han permitido a los bolcheviques forjar la
disciplina necesaria para el proletariado revolucionario?
El bolchevismo existe, como corriente del pensamiento político y como
partido político, desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo, en todo el
periodo de su existencia, puede explicar de un modo satisfactorio por qué el
bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la
disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado.
La primera pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo se mantiene la
disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se controla?
¿Cómo se refuerza? Primero por la conciencia de la vanguardia proletaria y por
su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio,
por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de vincularse, aproximarse y hasta
cierto punto, si queréis, fundirse con las más grandes masas trabajadoras, en
primer término con la masa proletaria, pero también con la masa
trabajadora no proletaria. Tercero, por lo acertado de la dirección política
que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de sus
tácticas políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de
ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es
posible la disciplina en un partido revolucionario, verdaderamente apto para
ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a
transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar
una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en
gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de
golpe. Van formándose solamente á través de una labor prolongada, a través de
una dura experiencia; su formación se facilita a través de una acertada teoría
revolucionaria, que, a su vez, no es ningún dogma, sino que sólo se forma
definitivamente en estrecha relación con la práctica de un movimiento que sea
verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario.
Si el bolchevismo pudo elaborar y llevar a la práctica con éxito en los
años 1917-1920, en condiciones de una gravedad inaudita, la centralización más
severa y una disciplina férrea, se debe sencillamente a una serie de
particularidades históricas de Rusia.
De una parte, el bolchevismo surgió en 1903, sobre la más sólida base de
la teoría del marxismo. Y que esta teoría revolucionaria es justa -- y que es
la única justa -- ha sido demostrado, no sólo por la experiencia internacional
de todo el siglo XIX, sino también, en particular, por la experiencia de las
desviaciones, los titubeos, los errores y los desengaños del pensamiento
revolucionario en Rusia. En el transcurso de casi medio siglo, aproximadamente
de 1840 a 1890, el pensamiento avanzado en Rusia, bajo el yugo del despotismo
inaudito del zarismo salvaje y reaccionario, buscaba ávidamente una teoría
revolucionaria justa, siguiendo con un celo y una atención admirables cada
"última palabra" de Europa y América en este terreno. Rusia hizo
suya la única teoría revolucionaria justa, el marxismo, en medio siglo
de torturas y de sacrificios inauditos, de heroísmo revolucionario nunca visto,
de energía increíble y de investigadón abnegada, de estudio, de experimentación
en la práctica, de desengaños, de comprobación, de comparación con la
experiencia de Europa. Gracias a la emigración provocada por el zarismo, la Rusia
revolucionaria de la segunda mitad del siglo XIX contaba con una riqueza de
relaciones internacionales, con un conocimiento tan excelente de todas las
formas y teorías del movimiento revolucionario mundial como ningún otro país
del mundo.
De otra parte, el bolchevismo, surgido sobre esta base teórica
granítica, tuvo una historia práctica de quince años (1903-1917) que, por la
riqueza de la experiencia que representa, no puede ser comparada a ninguna otra
en el mundo. Pues ningún país, en el transcurso de estos quince años, pasó ni
aproximadamente por una experiencia revolucionaria tan Aca, por una rapidez y
una variedad tales de la sucesión de las distintas formas del movimiento, legal
e ilegal, pacífico y tormentoso, clandestino y abierto, de propaganda en los
círculos y de propaganda entre las masas, parlamentario y terrorista En ningún
país estuvo concentrada en un período de tiempo tan breve una tal riqueza de
formas, de matices, de métodos de lucha de todas las clases de
la sociedad con temporánea, lucha que, además, como consecuencia del atraso del
país y del peso del yugo del zarismo, maduraba con particular rapidez y
asimilaba con particular avidez y eficacia la "última palabra"
correspondiente de la experiencia política americana y europea.
LAS PRINCIPALES
ETAPAS EN LA HISTORIA DEL BOLCHEVISMO
Años de
preparación de la revolución (1903-1905). Presagios de gran tormenta por
todas partes, fermentación y preparación en todas las clases. En el extranjero,
la prensa de la emigración plantea teóricamente todas las
cuestiones esenciales de la revolución. Los representantes de las tres clases
fundamentales, de las tres tendencias políticas principales: la
liberal-burguesa, la democrático-pequeñoburguesa (cubierta bajo la etiqueta de
las corrientes ("socialdemócrata" y "socialrevolucionaria") y la proletaria revolucionaria, mediante una
lucha encarnizada de concepciones programáticas y tácticas, anuncian y preparan
la futura lucha abierta de clases. Todas las cuestiones por
las cuales las masas tomaron las armas en 1905-1907 y en 1917-1920, pueden (y
deben) verse, en forma embrionaria, en la prensa de aquella época.
Naturalmente, entre estas tres tendencias principales hay todas las formaciones
intermedias, transitorias, híbridas, que se quiera. Más exactamente: en la
lucha entre los órganos de prensa, los partidos, las fracciones, los grupos,
van cristalizándose las tendencias ideológicas y políticas realmente de clase;
las clases se forjan un arma ideológico-política adecuada para los combates
futuros.
Años de revolución (1905-1907). Todas las clases entran
abiertamente en acción. Todas las concepciones programáticas y tácticas son
comprobadas por medio de la acción de las masas. Lucha huelguística nunca vista
en el mundo, por su amplitud y su carácter agudo. Transformación de la huelga
económica en política y de la huelga política en insurrección. Comprobación
práctica de las relaciones existentes entre el proletariado dirigente y los
campesinos dirigidos, vacilantes, dudosos.
Nacimiento,
en el desarrollo espontáneo de la lucha, de la forma soviética de organización.
Los debates de aquel entonces sobre el papel de los Soviets son una
anticipación de la gran lucha de 1917-1920. La sucesión de los métodos de lucha
parlamentarios y no parlamentarios, de la táctica de boicot del parlamento y de
participación en el mismo, de las formas legales e ilegales de lucha, así como
sus relaciones recíprocas y los vínculos existentes entre ellos, todo esto se
distingue por una asombrosa riqueza de contenido. Cada mes de este período
vale, desde el punto de vista del aprendizaje de los fundamentos de la ciencia
política -- para las masas y los jefes, para las clases y los partidos --, por
un año de desenvolvimiento "pacífico" y "constitucional".
Sin el "ensayo general" de 1905, la victoria de la Revolución de
Octubre en 1917 hubiera sido imposible.
Vladímir
Ilich Uliánov Lenin. Informe sobre la revolución de 1905
El "Informe sobre la revolución de 1905”, fue pronunciado por V.
I. Lenin en alemán el 9 (22) de enero de 1917.
Sobre el concepto de pueblo.
Años de reacción (1907-1910). El zarismo ha triunfado. Han sido
aplastados todos los partidos revolucionarios y de oposición. Desaliento,
desmoralización, escisiones, dispersión, traiciones, pornografía en vez de
política. Reforzamiento de las tendencias al idealismo filosófico; misticismo,
como disfraz de un estado de espíritu contrarrevolucionario. Pero al mismo
tiempo esta gran derrota da a los partidos revolucionarios y a la clase
revolucionaria una verdadera lección sumamente saludable, una lección de
dialéctica histórica, una lección de inteligencia, de destreza y arte para
conducir la lucha política. Los amigos
se conocen en la desgracia. Los ejércitos derrotados se instruyen celosamente.
El zarismo victorioso se ve obligado a destruir precipitadamente los
residuos del régimen de vida preburgués, patriarcal en Rusia. El desenvolvimiento
burgués del país progresa con rapidez notable. Las ilusiones situadas al margen
de las clases, por encima de ellas, ilusiones sobre la posibilidad de evitar el
capitalismo, caen hechas polvo. Entra en escena la lucha de clases de un modo
absolutamente nuevo y con mayor relieve.
Los partidos revolucionarios deben completar su instrucción Han
aprendido a atacar. Ahora, deben comprender que esta ciencia tiene que estar
completada por la de saber replegarse con el mayor acierto. Hay que comprender
-- y la clase revolucionaria aprende a comprenderlo por su propia y amarga
experiencia -- que no se puede triunfar sin aprender a tomar la ofensiva y a
llevar a cabo la retirada con acierto. De todos los partidos revolucionarios y
de oposición derrotados, fueron los bolcheviques quienes retrocedieron con más
orden, con menos quebranto de su "ejército"; con una conservación
mejor de su núcleo central, con las escisiones menos profundas e irreparables,
con menos desmoralización, con más capacidad para reanudar la acción de un modo
más amplio, acertado y enérgico. Y si los bolcheviques obtuvieron este
resultado, fue exclusivamente porque desenmascararon y expulsaron sin piedad a
los revolucionarios de palabra, obstinados en no comprender que hay que retroceder,
que hay que saber retroceder, que es obligatorio aprender a actuar legalmente
en los parlamentos más reaccionarios, en las organizaciones sindicales, en las
cooperativas, en las mutualidades y otras organizaciones semejantes, por más
reaccionarias que sean.
Años de ascenso (1910-1914). Al principio, el ascenso fue de una
lentitud inverosímil; luego, después de los sucesos del Lena, en 1912, un poco
más rápido. Venciendo dificultades enormes, los bolcheviques eliminaron a los
mencheviques, cuyo papel, como agentes burgueses en el movimiento obrero, fue
admirablemente comprendido por toda la burguesía después de 1905 y a los
cuales, por este motivo, esta última sostenía de mil maneras contra los
bolcheviques. Pero éstos no hubieran llegado nunca a semejante resultado, si no
hubiesen aplicado una táctica acertada, combinando la actuación ilegal con la
utilización obligatoria de las "posibilidades legales" En la más
reaccionaria de las Dumas, los bolcheviques conquistaron toda la curia obrera.
Rosa
Luxemburgo. Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia de la
socialdemocracia internacional (1916)
Está el documento (Rosa
Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia alemana. 1915)
Primera guerra imperialista mundial (1914-1917). El parlamentarismo
legal, con un "parlamento" ultrarreaccionario, presta los más grandes
servicios al partido del proletariado revolucionario, a los bolcheviques. Los
diputados bolcheviques van a Siberia. En la prensa de la emigración hallan
plena expresión todos los matices del socialimperialismo, del socialchovinismo,
del socialpatriotismo, del internacionalismo inconsecuente y consecuente, del
pacifismo y de la negación revolucionaria de las ilusiones pacifistas. Las
eminencias estúpidas y los vejestorios de la II Internacional, que fruncían el
ceño con desdén y soberbia ante la abundancia de "fracciones" del
socialismo ruso y la lucha encarnizada de éstas entre sí, fueron incapaces, en
el momento en que la guerra suprimió en todos los países
adelantados la cacareada "legalidad", de organizar, aunque no fuera
más que aproximadamente, un libre (ilegal) intercambio de ideas y una libre
(ilegal) elaboración de concepciones justas, semejantes a las que los
revolucionarios rusos organizaron en Suiza y otros países. Ha sido precisamente
por esto por lo que los socialpatriotas descarados y los
"kautskistas" de todos los países han resultado los peores traidores
del proletariado. Y si el bolchevismo pudo triunfar en 1917-1920, una de las
causas fundamentales de semejante victoria se debe a que desde finales de 1914
desenmascaró sin piedad la villanía, la infamia, la abyección del
socialchovinismo y del "kautskismo" (al cual corresponde
el longuetismo[3] en Francia, las ideas de los jefes
del Partido Obrero Independiente[4] y de los fabianos[5] en Inglaterra, de Turati en Italia,
etc.) y a que las masas se han convencido más y más, por experiencia propia, de
que las concepciones de los bolcheviques eran justas.
[3] Longuetismo: corriente
centrista en el Partido Socialista Francés, al frente de la cual figuraba Jean Longuet.
Durante la Primera Guerra Mundial, los longuetistas mantuvieron una posición socialpacifista. Después del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia se declararon de palabra partidarios de la dictadura del proletariado, pero, de hecho, eran enemigos suyos. Prosiguieron la política de reconciliación con los socialchovinistas y apoyaron el rapaz Tratado de Versalles. En diciembre de 1920, los longuetistas, junto con los reformistas descarados, se separaron del partido, se adhirieron a la llamada Internacional Segunda y media y, después de su desmoronamiento, volvieron a la II Internacional.
[4] El
Partido Obrero
Independiente de Inglaterra (Independent Labour Party) fue fundado en 1893. A su cabeza
figuraban James Keir Hardie, R. MacDonald y otros. Aunque decía mantener su
independencia política respecto a los partidos burgueses, en realidad, el
Partido Obrero Independiente sólo era "independiente del socialismo, pero
muy dependiente del liberalismo" (Lenin
[5] Fabianos: miembros
de la "Sociedad Fabiana", organización reformista
inglesa y extremadamente oportunista, fundada en 1884 por un grupo de
intelectuales burgueses de Inglaterra. La característica de los fabianos véase
en los trabajos de V. I. Lenin: Prefacio a la traducción rusa de la
"Correspondencia de J. F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C.
Marx y otros con F. A. Sorge y otros ", El programa
agrario de la socialdemocracia en la revolución rusa, El pacifismo
inglés y la fobia inglesa respecto a la teoría y otros.
Segunda revolución rusa (febrero-octubre, 1917). El grado de
decrepitud inverosímil y de caducidad del zarismo (con ayuda de los reveses y
sufrimientos de una guerra infinitamente penosa) suscitaron contra él una
fuerza extraordinaria de destrucción. En pocos días Rusia se vio convertida en
una república democrático-burguesa más libre, en las condiciones de la guerra,
que cualquier otro país del mundo. El gobierno fue constituido por los jefes de
los partidos de oposición y revolucionarios, como en las repúblicas del más
"puro parlamentarismo", pues el título de jefe de un partido de oposición
en el parlamento, hasta en el más reaccionario, ha facilitado siempre
el papel futuro de este jefe en la revolución.
En pocas semanas los mencheviques y los "socialrevolucionarios" se asimilaron perfectamente
todos los procedimientos y modales, argumentos y sofismas de los héroes
europeos de la II Internacional, de los ministerialistas y de toda la canalla
oportunista. Todo lo que leemos hoy sobre los Scheidemann y Noske, sobre
Kautsky y Hilferding, Renner y Austerlitz, Otto Bauer y Fritz Adler, Turati y
Longuet, sobre los fabianos y los jefes del Partido Obrero Independiente de
Inglaterra, todo nos parece (y lo es en realidad) una aburrida repetición de un
motivo antiguo y conocido. Todo ello lo habíamos visto ya en los mencheviques.
La historia les ha hecho una mala jugada, obligando a los oportunistas de un
país atrasado a adelantarse a los oportunistas de una serie de países
avanzados.
KARL
MARX: EL DIECIOCHO BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE
Escrito: Diciembre de 1851 - marzo de
1852.
Si todos los héroes de la II Internacional han fracasado, si se han cubierto de
oprobio en la cuestión de la función y la importancia de los Soviets y del
Poder soviético, si se han cubierto de ignominia de un modo particularmente
"relevante" y han incurrido en toda clase de contradicciones en esta
cuestión los jefes de los tres grandes partidos que se han
separado actualmente de la II Internacional (el Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania[6], el Partido longuetista de Francia y el
Partido Obrero Independiente de Inglaterra), si todos han resultado esclavos de
los prejuicios de la democracia pequeñoburguesa (exactamente al modo de los pequeños burgueses de 1848, que se llamaban
"socialdemócratas"), también es cierto que ya hemos
visto todo esto en el ejemplo de los mencheviques. La historia
ha hecho esta jugarreta: los Soviets nacieron en Rusia en 1905, fueron
falsificados en febrero-octubre de 1917 por los mencheviques, quienes
fracasaron por no haber comprendido su papel y su importancia, y hoy ha
surgido en el mundo entero la idea del Poder soviético, idea
que se extiende con rapidez inusitada entre el proletariado de todos los
países, mientras fracasan en todas partes, a su vez, los viejos
héroes de la II Internacional, por no haber sabido comprender, del mismo modo
que nuestros mencheviques, el papel y la importancia de los Soviets. La
experiencia ha demostrado que en algunas cuestiones esenciales de la revolución
proletaria todos los países
pasarán inevitablemente por lo mismo que ha pasado Rusia.
Los bolcheviques empezaron su lucha victoriosa contra la república
parlamentaria (burguesa de hecho) y contra los mencheviques con suma prudencia
y no la prepararon, ni mucho menos, tan sencillamente como hoy piensan muchos
en Europa y América. En el principio del período mencionado no incitamos
a derribar el gobierno, sino que explicamos la imposibilidad de hacerlo sin modificar
previamente la composición y el estado de espíritu de los Soviets. No declaramos
el boicot al parlamento burgués, a la Asamblea Constituyente, sino que dijimos,
a partir de la Conferencia de nuestro Partido, celebrada en abril de 1917,
dijimos oficialmente, en nombre del Partido, que una república burguesa, con
una Asamblea Constituyente, era preferible a la misma república sin
Constituyente, pero que la república "obrera y campesina" soviética
es mejor que cualquier república democráticoburguesa, parlamentaria. Sin esta
preparación prudente, minuciosa, circunspecta y prolongada, no hubiésemos
podido alcanzar ni consolidar la victoria en octubre de 1917.
¿EN LUCHA
CON QUE ENEMIGOS EN EL SENO DEL MOVIMIENTO OBRERO HA PODIDO CRECER, FORTALECERSE
Y TEMPLARSE EL BOLCHEVISMO?
En
primer lugar y sobre todo, en la lucha contra el oportunismo, que en 1914 se transformó
definitivamente en socialchovinismo y que se ha pasado definitivamente al lado
de la burguesía, contra el proletariado. Este era, naturalmente, el principal
enemigo del bolchevismo en el seno del movimiento obrero y sigue siéndolo en
escala mundial. El bolchevismo le ha prestado y le presta a este enemigo la
mayor atención. Este aspecto de la actividad de los bolcheviques es ya bastante
bien conocido también en el extranjero.
Otra cosa hay que decir de otro enemigo del bolchevismo en el seno del
movimiento obrero. En el extranjero se sabe todavía de un modo muy insuficiente
que el bolchevismo ha crecido, se ha ido formando y se ha templado en largos
años de lucha contra ese revolucionarismo pequeñoburgués que
se parece al anarquismo o que ha tomado algo de él y que se aparta en todo lo
esencial de las condiciones y exigencias de una firme lucha de clases del
proletariado. Para los marxistas está plenamente establecido desde el punto de
vista teórico -- y la experiencia de todas las revoluciones y los movimientos
revolucionarios de Europa lo han confirmado enteramente -- que el pequeño
propietario, el pequeño patrón (tipo social que en muchos países europeos está
muy difundido, que abarca masas), que sufre bajo el capitalismo una presión
continua y muy a menudo un empeoramiento increíblemente brusco y rápido de sus
condiciones de existencia y la ruina, adquiere fácilmente una mentalidad
ultrarrevolucionaria, pero que es incapaz de manifestar serenidad, espíritu de
organización, disciplina, firmeza. El pequeñoburgués "enfurecido" por
los horrores del capitalismo es un fenómeno social propio, como el anarquismo,
de todos los países capitalistas. La inconstancia de estas veleidades
revolucionarias, su esterilidad, su facilidad de cambiarse rápidamente en
sumisión, en apatía, en imaginaciones fantásticas, hasta en un entusiasmo
"furioso", por tal o cual tendencia burguesa "de moda", son
universalmente conocidas. Pero a un partido revolucionario no le basta en modo
alguno con reconocer teórica, abstractamente, semejantes verdades, para estar
al abrigo de los viejos errores que se producen siempre en ocasiones
inesperadas, con una ligera variación de forma, con una apariencia o un
contorno no vistos antes, en una situación original (más o menos original).
El anarquismo ha sido a menudo una especie de expiación de los pecados
oportunistas del movimiento obrero. Estas dos aberraciones se completaban
mutuamente. Y si el anarquismo no ejerció en Rusia, en las dos revoluciones de
1905 y 1917 y durante su preparación, a pesar de que la población
pequeñoburguesa era aquí más numerosa que en los países europeos, sino una
influencia relativamente insignificante, se debe en parte, indudablemente, al
bolchevismo, que siempre luchó del modo más despiadado e irreconciliable contra
el oportunismo. Y digo "en parte" porque lo que más contribuyó a
debilitar el anarquismo en Rusia fue la posibilidad que tuvo en el pasado (en
los años del 70 del siglo XIX) de adquirir un desarrollo extraordinario y de
revelar hasta el fondo su carácter quimérico, su incapacidad de servir como
teoría dirigente de la clase revolucionaria.
El bolchevismo heredó, al surgir en 1903, la tradición de guerra
despiadada al revolucionarismo pequeñoburgués, semianarquista (o capaz de
coquetear con el anarquismo), tradición que había existido siempre en la
socialdemocracia revolucionaria y que se consolidó particularmente en nuestro
país en 1900-1903, cuando se sentaban los fundamentos del partido de masas del
proletariado revolucionario de Rusia. El bolchevismo asimiló y continuó la
lucha contra el partido que más fielmente expresaba las tendencias del
revolucionarismo pequeñoburgués, es decir, el partido
"socialrevolucionario", en tres puntos principales. En primer lugar, este partido, que
rechazaba el marxismo, se obstinaba en no querer comprender (tal vez fuera más
justo decir en no poder comprender) la necesidad de tener en cuenta con
estricta objetividad, antes de emprender una acción política, las fuerzas de
clase y sus relaciones mutuas. En segundo término, este partido veía un signo
particular de su "revolucionarismo" o de su "izquierdismo"
en el reconocimiento del terror individual, de los atentados, que nosotros, los
marxistas, rechazábamos categóricamente. Claro es que nosotros condenábamos el
terror individual únicamente por motivos de conveniencia; pero las gentes
capaces de condenar "en principio" el terror de la Gran Revolución
Francesa, o, en general, el terror ejercido por un partido revolucionario
victorioso, asediado por la burguesía de todo el mundo, esas gentes fueron ya
condenadas para siempre al ridículo y al oprobio en 1900-1903 por Plejánov,
cuando éste era marxista y revolucionario. En tercer lugar, para los
"socialrevolucionarios" ser "izquierdista", consistía en
reirse de los pecados oportunistas, relativamente leves, de la socialdemocracia
alemana, mientras imitaban a los ultraoportunistas de ese mismo partido en
cuestiones tales como la agraria o la de la dictadura del proletariado.
La historia, dicho sea de paso, ha confirmado hoy en gran escala,
histórico-mundial, la opinión que hemos defendido siempre, a saber: que la socialdemocracia revolucionaria alemana
(y téngase en cuenta que ya en 1900-1903 Plejánov reclamaba la expulsión de
Bernstein del Partido y que los bolcheviques, siguiendo siempre esta tradición,
desenmascaraban en 1913 toda la villanía, la bajeza y la traición de Legien),
que la socialdemocracia revolucionaria alemana estaba más cerca que
nadie del partido que necesitaba el proletariado revolucionario para triunfar.
Ahora, en
1920, después de todas las quiebras y crisis ignominiosas de la época de la
guerra y de los primeros años que la siguieron, aparece con evidencia que, de
todos los partidos de Occidente, la socialdemocracia revolucionaria alemana es
precisamente la que ha dado los mejores jefes, la que se ha
repuesto, se ha curado y ha recobrado sus fuerzas más rápidamente. Se advierte
esto también en el Partido de los espartaquistas[7] y en el ala izquierda proletaria
del "Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania", que
sostienen una firme lucha contra el oportunismo y la falta de carácter de los
Kautsky, Hilferding, Ledebour y Gispien. Si lanzamos ahora una ojeada al
período histórico que ha llegado a su completo término, que va desde la Comuna
de París a la primera República Socialista Soviética, veremos dibujarse con
relieve absolutamente marcado e indiscutible la posición del marxismo con
respecto al anarquismo. El marxismo ha demostrado al fin tener razón, y si los
anarquistas indicaban con justicia el carácter oportunista de las concepciones
sobre el Estado que imperaban en la mayoría de los partidos socialistas, hay
que advertir, en primer término, que este carácter oportunista obedecía a una
deformación y hasta a una ocultación consciente de las ideas de Marx sobre el
Estado (en mi libro "El Estado y la Revolución" he hecho notar que Bebel
mantuvo en el fondo de un cajón durante 36 años, de 1875 a 1911, la carta en
que Engels denunciaba con un relieve, con un vigor, con una franqueza y
claridad admirables el oportunismo de las concepciones socialdemócratas en boga
sobre el Estado); en segundo lugar, la rectificación de estas ideas
oportunistas, el reconocimiento del Poder soviético y de su superioridad sobre
la democracia parlamentaria burguesa, han partido, con mayor amplitud y
rapidez, precisamente de las tendencias más marxistas existentes en el seno de
los partidos socialistas de Europa y América.
[7] Espartaquistas : miembros
de la "Liga Espartaco", que fue fundada en enero de 1916 durante la
Primera Guerra Mundial bajo la dirección de C. Liebknecht, R. Luxemburgo, F.
Mehring, C. Zetkin, etc. Los espartaquistas realizaron propaganda revolucionaria
entre las masas contra la guerra imperialista, desenmascararon la política de
conquistas del imperialismo alemán y la traición de los líderes de la
socialdemocracia. Pero, los espartaquistas, izquierdistas
alemanes no se desembarazaron de errores de semimencheviques en cuestiones
teóricas y políticas de la mayor importancia. La crítica de los errores de
los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre
el " economismo imperialista ", y otros, y por
Stalin en su obra Sobre algunas
cuestiones de la historia del bolchevismo (Carta a la
Redacción de la revista "Proletárskaia Revolutsia "). En
abril de 1917 los espartaquistas se adhirieron al Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania, centrista, conservando dentro de él su independencia orgánica. Después de
la revolución de noviembre de 1918 en Alemania, los espartaquistas rompieron
con los "independientes" y en diciembre del mismo año fundaron el Partido
Comunista de Alemania.
Rosa Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia
alemana. 1915
V.I, Lenin. Apéndice
A. Acerca del Folleto Junius
Lenin
escribió esta crítica del Folleto Junius en julio de 1916
J.
Stalin. Escribió esta crítica del Folleto Junius
J. Stalin.
Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo
Escrito: 1931
León Trotski: ¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!
Rosa Luxemburgo. Discurso ante el
congreso de formación del Partido Comunista Alemán
“[El
congreso de fundación del PC A se celebró entre el 30 y el 31 de diciembre de
1918 y el 1º de enero de 1919, y fue en ese congreso que Rosa Luxemburgo pronunció el que iba a ser
su último discurso. En nombre del comité ejecutivo presentó el proyecto de
programa que el congreso aprobó. Paul Frölich, integrante también de la
dirección de la Liga Espartaco, describe su discurso:”
Sigan con el
texto…
Ha habido dos momentos en los cuales la lucha de los bolcheviques contra
las desviaciones de "izquierda" de su propio partido ha adquirido una
magnitud particularmente considerable: en 1908, sobre la cuestión de la
participación en un "parlamento" ultrarreaccionario y en las
sociedades obreras legales que la más reaccionaria de las legislaciones había
dejado en pie, y en 1918 (paz de Brest), sobre la cuestión de la admisibilidad
de tal o cual "compromiso".
En este
documento Rosa Luxemburgo, se posiciona contra el Tratado de Brest-Litovsk, y sobre las consecuencias para
revolución rusa.
Sigan
leyendo el texto…
En 1908, los bolcheviques "de izquierda" fueron expulsados de
nuestro Partido, por su obstinado empeño en no comprender la necesidad de la
participación en un "parlamento" ultrarreaccionario: los
"izquierdistas", entre los que había muchos excelentes
revolucionarios que fueron después (y siguen siendo), honrosamente, miembros
del Partido Comunista, se apoyaban sobre todo en la experiencia favorable del
boicot de 1905. Cuando el zar, en agosto de 1905, anunció la convocatoria de un
"parlamento" consultivo, los bolcheviques, contra todos los partidos
de oposición y contra los mencheviques, declararon el boicot a semejante
parlamento, y la revolución de octubre de 1905 lo barrió en efecto. Entonces el
boicot fue justo, no porque esté bien no participar en general en los parlamentos
reaccionarios, sino porque fue acertadamente tomada en consideración la
situación objetiva, que conducía a la rápida transformación de las huelgas de
masas en huelga política y, sucesivamente, en huelga revolucionaria y en
insurrección. Además, el objeto del debate era, a la sazón, saber si había que
dejar en manos del zar la convocatoria de la primera institución
representativa, o si debía intentarse arrancársela de las manos al antiguo régimen.
Por cuanto no había ni podía haber la certeza plena de que la situación
objetiva era análoga y de que su desenvolvimiento se había de realizar en el
mismo sentido y con igual rapidez, el boicot dejaba de ser justo.
El boicot de los bolcheviques contra el "parlamento" en el año
1905 enriqueció al proletariado revolucionario con una experiencia política
extraordinariamente preciosa, haciéndole ver que, en la combinación de las
formas legales e ilegales, de las formas parlamentarias y extraparlamentarias
de lucha, es, a veces, conveniente y hasta obligado saber renunciar a las
formas parlamentarias. Pero transportar ciegamente, por simple imitación, sin
discernimiento, esta experiencia a otras condiciones, a otras coyunturas,
es el mayor de los errores. Lo que constituyó ya un error, aunque no grande y
fácilmente corregible*, fue el boicot de la "Duma" por los
bolcheviques en 1906. Fueron errores más serios y difícilmente reparables los
boicots de 1907, 1908 y los años siguientes, pues, por una parte, no había que
esperar que se levantara de nuevo rápidamente la ola revolucionaria, ni la
transformación de la misma en insurrección y, por otra, la necesidad de
combinar el trabajo legal con el ilegal nacía del conjunto de la situación
histórica ligada a la renovación de la monarquía burguesa. Hoy, cuando se
considera retrospectivamente este período histórico, que ha llegado a su
completo término y cuyo enlace con los períodos ulteriores se ha manifestado ya
plenamente, se comprende con singular claridad que los bolcheviques no
habrian podido conservar (y no digo ya
* De la política y de los partidos se puede decir -- con las variantes
correspondientes -- lo mismo que de los individuos. No es inteligente quien no
comete errores. Hombres que no cometan errores, no los hay ni puede haberlos.
Inteligente es quien comete errores que no son muy graves y sabe corregirlos
bien y pronto. Afianzar, desarrollar y fortalecer) el núcleo sólido del partido
revolucionario del proletariado durante los años 1908-1914, si no hubiesen
defendido en la lucha más dura la combinación obligatoria de
las formas legales de lucha con las formas ilegales, la participación obligatoria en
un parlamento ultrarreaccionario y en una serie de otras instituciones
permitidas por una legislación reaccionaria (sociedades de socorros mutuos,
etc.).
En 1918, las cosas no llegaron hasta la escisión. Los comunistas
"de izquierda" sólo constituyeron entonces un grupo especial o
"fracción" en el interior de nuestro Partido, y no por mucho tiempo.
En el mismo 1918, los representantes más señalados del "comunismo de
izquierda", Karl Radek (y aquí en inglés) y Nikolái Bujarin, por ejemplo, reconocieron
abiertamente su error. Les parecía que la paz de Brest era un compromiso con
los imperialistas, inaceptable en principio y funesto para el partido del
proletariado revolucionario. Se trataba, en efecto, de un compromiso con los
imperialistas; pero precisamente un compromiso tal y en unas circunstancias
tales, que era obligatorio.
Actualmente, cuando oigo, por ejemplo, a los
"socialrevolucionarios" atacar la táctica seguida por nosotros al
firmar la paz de Brest, o una advertencia como la que me hizo el camarada
Landsbury en el curso de una conversación: "Los jefes de nuestras
tradeuniones inglesas dicen que también pueden permitirse un compromiso, puesto
que los bolcheviques se lo han permitido", respondo habitualmente ante todo
con una comparación sencilla y "popular":
Figuraos que el automóvil en que vais es detenido por unos bandidos
armados. Les dais el dinero, el pasaporte, el revólver, el automóvil, mas, a
cambio de esto, os veis desembarazados de la agradable vecindad de los
bandidos. Se trata, evidentemente, de un compromiso. Do ut des ("te
doy" mi dinero, mis armas, mi automóvil, "para que me des" la
posibilidad de marcharme en paz). Pero difícilmente se encontraría un hombre
que no esté loco y que declarase que semejante compromiso es "inadmisible
en principio" y denunciase al que lo ha concertado como cómplice de los
bandidos (aunque éstos, una vez dueños del auto y de las armas, los utilicen
para nuevos pillajes). Nuestro compromiso con los bandidos del imperialismo
alemán fue análogo a éste.
Pero cuando los mencheviques y los socialrevolucionarios en Rusia, los
partidarios de Scheidemann (y, en gran parte, los kautskianos) en Alemania,
Otto Bauer y Friedrich Adler (sin hablar de los señores Karl Renner y compañía) en Austria, los Renaudel,
Longuet y compañía en Francia, los fabianos, "independientes" y
"laboristas"[8] en Inglaterra concertaron, en 1914-1918 y en 1918-1920, con
los bandidos de su propia burguesía y a veces de la burguesía
"aliada", compromisos dirigidos contra el
proletariado revolucionario de su propio país, entonces esos señores obraron
como cómplices de los bandidos.
La conclusión es clara: rechazar los compromisos "en
principio", negar la legitimidad de todo compromiso en general, es una
puerilidad que es difícil tomar en serio. Un hombre político que quiera ser
útil al proletariado revolucionario, debe saber distinguir los casos concretos de
compromiso que son precisamente inadmisibles, que son una expresión de
oportunismo y de traición, y dirigir contra tales compromisos concretos toda
la fuerza de su crítica, todo el filo de un desenmascaramiento implacable y de
una guerra sin cuartel, no permitiendo a los socialistas, con su gran
experiencia de "maniobreros", y a los jesuítas parlamentarios
escurrir el bulto, eludir la responsabilidad, por medio de disquisiciones sobre
los "compromisos en general". Los señores "jefes" de las
tradeuniones inglesas, lo mismo que los de la Sociedad Fabiana y del Partido
Obrero "Independiente", pretenden eludir precisamente así la
responsabilidad por la traición que han cometido, por haber
concertado semejante compromiso que no es en realidad más que
oportunismo, defección y traición de la peor especie.
Hay compromisos y compromisos. Es preciso saber analizar la situación y
las circunstancias concretas de cada compromiso o de cada variedad de
compromiso. Debe aprenderse a distinguir al hombre que ha entregado a los
bandidos su bolsa y sus armas, con el fin de disminuir el mal causado por ellos
y facilitar su captura y ejecución, del que da a los bandidos su bolsa y sus
armas para participar en el reparto del botín. En política esto dista mucho de
ser tan fácil como en este ejemplito de una simplicidad infantil. Pero el que
pretendiera imaginar una receta para los obreros, que señalase por adelantado
soluciones adecuadas para todas las circunstancias de la vida o prometiera que
en la política del proletariado revolucionario no se encontrarán nunca
dificultades ni situaciones embrolladas, sería sencillamente un charlatán.
Para no dejar lugar a ninguna interpretación falsa, intentaré esbozar,
aunque sólo sea brevemente, algunas tesis fundamentales para el análisis de los
casos concretos de compromiso.
El partido que concertó con el imperialismo alemán el compromiso
consistente en firmar la paz de Brest, había empezado a elaborar prácticamente
su internacionalismo a fines de 1914. Dicho partido no temía proclamar la
derrota de la monarquía zarista y estigmatizar la "defensa de la
patria" en la guerra entre dos imperialismos voraces. Los diputados de dicho
partido en el parlamento fueron a Siberia, en vez de seguir el fácil camino que
conduce a las carteras ministeriales en un gobierno burgués. La revolución, al
derribar el zarismo y crear la república democrática, sometió a este partido a
una nueva y gran prueba: no contrajo ningún compromiso con los imperialistas de
"su" país, sino que preparó su derrumbamiento y los derrumbó. Este
mismo partido, una vez dueño del Poder político, no ha dejado piedra sobre
piedra ni de la propiedad agraria de la nobleza ni de la propiedad capitalista.
Después de haber publicado y hecho añicos los tratados secretos de los
imperialistas, propuso la paz a todos los pueblos y sólo cedió
ante la violencia de los bandidos de Brest, cuando los imperialistas anglo-franceses
hicieron fracasar sus proposiciones de paz y después que los bolcheviques
hubieron hecho todo lo humanamente posible para acelerar la revolución en
Alemania y en otros países. La plena legitimidad de semejante compromiso,
contraído por tal partido en tales circunstancias, se hace cada día más clara y
evidente para todos.
Los mencheviques y socialrevolucionarios de Rusia (como todos los jefes
de la II Internacional en el mundo entero, en 1914-1920) empezaron por la
traición, justificando, directa o indirectamente, la "defensa de la patria", es decir, la defensa de su burguesía
ávida de conquistas, y persistieron en su traición coligándose con la burguesía
de su país y luchando a su lado contra el
proletariado revolucionario de su propio país. Su bloque con Kerenski y los
kadetes primero, con Kolchak y Denikin después, en Rusia, así como el bloque de
sus correligionarios extranjeros con la burguesía de sus propios
países fue una deserción al campo de la burguesía contra el proletariado. Su compromiso
con los bandidos del imperialismo consistió desde el principio hasta el fin en
hacerse los cómplices del bandolerismo imperialista.
Comunismo de
izquierda
Comunismo
de izquierda, anti-bolchevique y del Consejo
Índice de
las obras de los "comunistas de izquierda" (también conocidos como
"comunistas del Consejo" o "comunistas anti-bolcheviques")
y otras corrientes comunistas ultraizquierdistas y los debates entre los
comunistas de izquierda y los líderes de la Comintern y entre ellos.
EL
COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN ALEMANIA. JEFES, PARTIDO, CLASE,
MASA
Los
comunistas alemanes, de quienes debemos hablar ahora, no se llaman
"izquierdistas", sino "oposición de principio", si no me
equivoco. Pero que tienen todos los síntomas de la "enfermedad infantil
del izquierdismo", se verá por lo que sigue.
El folleto titulado "Una escisión en el Partido Comunista de
Alemania (Liga de los espartaquistas)", que refleja e] punto de vista de
esta oposición y ha sido editado por el "Grupo local de Francfort del
Meno", expone con sumo relieve, exactitud, claridad y concisión la esencia
de los puntos de vista de esta oposición. Algunas citas serán suficientes para
dar a conocer al lector dicha esencia:
"El Partido Comunista es el partido de la lucha de clases más
decidida. . ."
". . . Desde el punto de vista político este período de transición" (entre el capitalismo y el socialismo) "es el período de la dictadura del proletariado. . ."
". . . Se plantea la cuestión: ¿quién debe ejercer la dicta dura, el Partido Comunista o la clase propietaria? . . . En principio ¿debe tenderse a la dictadura del Partido Comunista o a la dictadura de la clase proletaria?!!" (Las palabras subrayadas lo están también en el original).
". . . Desde el punto de vista político este período de transición" (entre el capitalismo y el socialismo) "es el período de la dictadura del proletariado. . ."
". . . Se plantea la cuestión: ¿quién debe ejercer la dicta dura, el Partido Comunista o la clase propietaria? . . . En principio ¿debe tenderse a la dictadura del Partido Comunista o a la dictadura de la clase proletaria?!!" (Las palabras subrayadas lo están también en el original).
Más adelante, el Comité Central del Partido Comunista de Alemania es
acusado por el autor del folleto de buscar una coalición con el Partido
Socialdemócrata Independiente de Alemania, de que "la cuestión del
reconocimiento, en principio, de todos los medios
políticos " de lucha, entre ellos el parlamentarismo, ha sido
planteada por este Comité Central sólo para ocultar sus intenciones verdaderas
y esenciales de realizar una coalición con los independientes. Y el folleto
continúa:
"La oposición ha elegido otra senda. Sostiene la opinión de que la
cuestión de la hegemonía del Partido Comunista y de la dictadura del mismo no
es más que una cuestión de táctica. En todo caso, la hegemonia del Partido
Comunista es la forma última de toda hegemonía de partido. En principio,
debe tenderse a la dictadura de la clase proletaria. Y todas las medidas del
Partido, su organización, sus formas de lucha, su estrategia y su táctica deben
ser adaptadas a este fin. Hay que rechazar, por consiguiente, del modo más
categórico, todo compromiso con los demás partidos, todo retorno a los métodos
de lucha parlamentarios, los cuales han caducado ya histórica y políticamente,
toda política de maniobra y conciliación". "Los métodos
especificamente proletarios de lucha revolucionaria deben ser subrayados
enérgicamente. Y para abarcar a los más amplios círculos y capas proletarias,
que deben emprender la lucha revolucionaria bajo la dirección del Partido
Comunista, hay que crear nuevas formas de organización sobre la base más amplia
y con los más amplios marcos. Este lugar de agrupamiento de todos los elementos
revolucionarios es la Unión Obrera constituida sobre la base
de las organizaciones de fábrica. La Unión debe agrupar a todos los obreros
fieles al lema: ifuera de los sindicatos! Es ahí donde se forma el proletariado
militante en las más vastas filas combativas. Para ser admitido basta el
reconocimiento de la lucha de clases, el sistema de los Soviets y la dictadura.
La educación política ulterior de las masas militantes y la orientación
política de las mismas en la lucha es misión del Partido Comunista, que se
halla fuera de la Unión Obrera. . ."
". . . Hay, por consiguiente, ahora, dos partidos comunistas, uno enfrente de otro:
"Uno, el partido de los jefes, que quiere organizar y dirigir la lucha revolucionaria desde arriba aceptando los compromisos y el parlamentarismo, con el fin de crear situaciones que permitan a estos jefes entrar en un gobierno de coalición en cuyas manos se halle la dictadura.
"Otro, el partido de las masas, que espera de abajo el impulso de la lucha revolucionaria, y no conoce ni aplica para esta lucha otro método que el que conduce claramente al fin, rechazando todos los procedimientos parlamentarios y oportunistas; ese método único es el derrocamiento incondicional de la burguesía para implantar después la dictadura de ciase del proletariado con el fin de instaurar el socialismo. . ."
". . . ¡De un lado la dictadura de los jefes, de otro la dictadura de las masas! Tal es nuestra consigna".
Tales son las tesis esenciales que caracterizan el punto de
vista de la oposición en el Partido Comunista Alemán.
Todo bolchevique que haya contribuido conscientemente al desarrollo del
bolchevismo desde 1903 o lo haya observado de cerca, no podrá menos de
exclamar, inmediatamente después de haber leído estos razonamientos: "¡Qué
antiguallas tan conocidas! ¡Qué infantilismo de 'izquierda'!"
Pero examinemos más de cerca estos razonamientos.
El solo hecho de preguntar: "¿dictadura del partido o bien dictadura
de clase?, ¿dictadura (partido) de los jefes o b i e n dictadura
(partido) de las masas?" acredita la más increíble e irremediable
confusión de ideas. Hay gentes que se esfuerzan por inventar algo
enteramente original y no consiguen más, en su afán de sabiduría, que caer en
el ridículo. De todos es sabido que las masas se dividen en clases, que oponer
las masas a las clases no puede permitirse más que en un sentido, si se opone
una mayoría aplastante, en su totalidad, sin distinguirse las posiciones
ocupadas con relación al régimen social de la producción, a categorías que
ocupan una posición especial en este régimen; que las clases están
generalmente, en la mayoría de los casos, por lo menos en los países civilizados
modernos, dirigidas por partidos políticos; que los partidos políticos están
dirigidos, por regla general, por grupos más o menos estables de las personas
más autorizadas, influyentes, expertas, elegidas para los cargos más
responsables y que se llaman jefes. Todo esto es el abecé, todo esto es
sencillo y claro. ¿Qué necesidad había de poner en su lugar no
sé qué galimatías, no sé qué nuevo "volapuk"[9]? Por un lado, estas gentes, por lo
visto, se han desorientado, cayendo en una situación difícil, cuando la
sucesión rápida de la vida legal e ilegal del partido altera las relaciones
ordinarias, normales y simples entre los jefes, los partidos y las clases. En
Alemania, como en los demás países europeos, se está excesivamente habituado a
la legalidad, a la elección libre y regular de los "jefes" por los
congresos reglamentarios del Partido, a la comprobación cómoda de la
composición de clase de este último por medio de elecciones al parlamento, los
mítines, la prensa, el estado de espíritu de los sindicatos y otras
asociaciones, etc. Cuando ha sido preciso, en virtud de la marcha borrascosa de
la revolución y el desenvolvimiento de la guerra civil, pasar rápidamente de esta
rutina a la sucesión, a la combinación de la legalidad y la ilegalidad, a los
procedimientos "poco cómodos", "no democráticos", para
designar, formar o conservar los "grupos de dirigentes", la
gente ha perdido la cabeza y ha empezado a inventar un monstruoso absurdo. Por
lo visto, los "tribunistas" holandeses[10], que han tenido la desgracia de nacer
en un país pequeño con una tradición de situación legal privilegiada y particularmente
estable y que jamás han visto la sucesión de las situaciones legales e
ilegales, se han embrollado y han perdido la cabeza, favoreciendo las
invenciones más absurdas.
Por otra parte, salta a la vista el uso irreflexivo y arbitrario de
algunas palabras "de moda" en nuestra época, como "la masa", "los jefes". La gente ha oído
muchos ataques contra los "jefes" y se los ha aprendido de memoria,
ha oído cómo les oponían a la "masa", pero no se ha tomado el trabajo
de reflexionar acerca del sentido de todo esto.
Al final de la guerra imperialista y después de ella, es cuando con más
vivacidad y relieve se ha manifestado el divorcio entre "los jefes" y
"la masa" en todos los países. La causa principal de este fenómeno ha
sido explicada muchas veces por Marx y Engels, de 1852 a 1892, tomando el
ejemplo de Inglaterra. La situación monopolista de dicho país dio origen al
nacimiento de una "aristocracia obrera" oportunista,
semipequeñoburguesa, salida de la "masa". Los jefes de esta
aristocracia obrera se pasaban constantemente al campo de la burguesía y eran
mantenidos por ella directa o indirectamente. Marx mereció el odio, que le
honra, de estos canallas, porque les tildó públicamente de traidores. El
imperialismo moderno (del siglo XX) ha creado también en favor de algunos
países adelantados una situación privilegiada, monopolista, y sobre este
terreno ha surgido en todas partes, dentro de la II Internacional, ese tipo de
jefes traidores, oportunistas, socialchovinistas, que defienden los intereses
de su corporación, de su reducida capa de aristocracia obrera. Estos partidos
oportunistas se han separado de las "masas", es decir, de los
sectores más vastos de trabajadores, de la mayoría de los mismos, de los
obreros peor retribuidos. La victoria del proletariado revolucionario es
imposible si no se lucha contra semejante mal, si no se desenmascara, si no se
afrenta, si no se expulsa a los jefes oportunistas socialtraidores; tal es la
política que ha llevado a la práctica la III Internacional.
Pero llegar con este pretexto a contraponer, en términos
generales, la dictadura de las masas a la dictadura de los jefes, es un
absurdo ridículo y una imbecilidad. Lo más divertido es que, de hecho, en el
lugar de los antiguos jefes que se atenían a las ideas comunes sobre las cosas
simples, se destacan (encubriéndolo con la consigna de "abajo los
jefes") jefes nuevos que dicen tonterias
y disparates que escapan a todo calificativo. Tales son, en Alemania: Laufenberg, Wolf Heim,
Horner [11],
Karl Schroder, Friedrich Wendell, Karl Erler[*].
Las tentativas de este
último para "profundizar" la cuestión y proclamar de un modo general
la inutilidad y el "burguesismo" de los partidos políticos son tales
columnas de Hércules de la estupidez, que le dejan a uno patidifuso. Cuán
cierto es que de un pequeño error se puede siempre hacer uno monstruosamente
grande, si se insiste sobre él, si se profundiza para encontrarle razones y si
se quiere "llevarlo hasta las últimas consecuencias".
Archivo Anton Pannekoek 1873-1960
Negar la necesidad del partido y de la disciplina del partido, he aquí
el resultado a que ha llegado la oposición. Y esto equivale a
desarmar completamente al proletariado en provecho de la burguesía. Esto
da por resultado los vicios pequeñoburgueses: dispersión, inconstancia, falta de
capacidad para el dominio de sí mismo, para la unión de los esfuerzos, para la
acción organizada que producen inevitablemente, si se es indulgente con ellos,
la ruina de todo movimiento revolucionario del proletariado. Negar, desde el
punto de vista comunista, la necesidad del partido, es dar un salto desde la
víspera de la quiebra del capitalismo (en Alemania), no hasta la fase inferior
o media, sino hasta la fase superior
* En el Diario Obrero
Comunista [12] (N.ƒ 32, Hamburgo, 7 de febrero de 1920), Karl Erler dice en un artículo titulado La
disolución del Partido: "La dase obrera no puede destruir el Estado
burgués sin aniquilar la democracia burguesa, y no puede aniquilar la
democracia burguesa sin destruir los partidos".
Las cabezas más confusas de los sindicalistas y anarquistas latinos pueden sentirse "satisfechas": algunos alemanes de peso que, por lo visto, se consideran marxistas (con sus artículos en el citado periódico, K. Erler y K. Horner demuestran con aplomo que se consideran marxistas sólidos, aunque dicen de un modo singularmente ridículo tonterías inverosímiles, manifestando así no comprender el abecé del marxismo) llegan a afirmar cosas absurdas por completo. El reconocimiento del marxismo no preserva por sí solo de los errores. Los rusos saben bien esto, porque el marxismo ha estado "de moda" con harta frecuencia en nuestro país del comunismo. En Rusia (tres años después de haber derribado a la burguesía) estamos dando todavía los primeros pasos desde el capitalismo al socialismo, o fase inferior del comunismo. Las clases han quedado y subsistirán en todas partes durante años después de la conquista del Poder por el proletariado. Es posible que en Inglaterra, donde no hay campesinos (¡aunque, en cambio, no faltan los pequeños patronos!) este plazo sea más breve. Suprimir las clases no consiste únicamente en expulsar a los terratenientes y a los capitalistas -- esto lo hemos hecho nosotros con relativa facilidad --, sino también en suprimir los pequeños productores de mercancías. Pero a éstos es imposible expulsarlos, es imposible aplastarlos; hay que entenderse con ellos, se les puede (y se les debe) transformar, reeducar tan sólo mediante una labor de organización muy larga, lenta y cautelosa. Estos pequeños productores cercan al proletariado por todas partes del elemento pequeñoburgués, lo impregnan de este elemento, lo desmoralizan con él, provocan constantemente en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de oscilaciones entre la exaltación y el abatimiento. Son necesarias una centralización y una disciplina severísimas en el partido político del proletariado para hacer frente a eso, para permitir que el proletariado ejerza acertada, eficaz y victoriosamente su función organizadora (que es su función principal --). La dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa, contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de hombres, es la fuerza más terrible. Sin un partido férreo y templado en la lucha, sin un partido que goce de la confianza de todo lo que haya de honrado dentro de la clase, sin un partido que sepa pulsar el estado de espíritu de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo con éxito esta lucha. Es mil veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada, que "vencer" a millones y millones de pequeños patronos, estos últimos, con su actividad corruptora invisible, inaprehensible, de todos los días, producen los mismos resultados que la burguesía necesita, que determinan la restauración de la misma. El que debilita, por poco que sea, la disciplina férrea del partido del proletariado (sobre todo en la época de su dictadura) ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado.
Al lado de la cuestión sobre los jefes, el partido, la clase, la masa,
hay que plantear la cuestión sobre los sindicatos "reaccionarios".
Pero antes me permitiré hacer, a modo de conclusión, algunas advertencias
fundadas en la experiencia de nuestro Partido. En éste siempre han
existido los ataques contra la "dictadura de los jefes". La
primera vez, que yo recuerde, fue en 1895, época en que nuestro Partido no
existía aún formalmente, pero en que ya empezaba a constituirse en Petersburgo
el grupo central que debía hacerse cargo de la dirección de los grupos
regionales. En el IX Congreso de nuestro Partido (en abril de 1920), hubo una
pequeña oposición, que se declaró asimismo contra la "dictadura de los
jefes", la "oligarquía", etc. No hay, pues, nada de sorprendente,
nada nuevo, nada alarmante en la "enfermedad infantil" del "comunismo de izquierda" de los alemanes. Esta
enfermedad transcurre sin consecuencias y hasta, una vez pasada, deja más
vigoroso el organismo. Por otra parte, la rápida sucesión del trabajo legal e
ilegal, con la necesidad de "ocultar", de rodear sobre todo de
secreto precisamente al Estado Mayor, a los jefes, motivó, en nuestro país,
fenómenos profundamente peligrosos. El peor fue la entrada en el Comité Central
de los bolcheviques, en 1912, de un agente provocador, Román Malinovski
. Este causó la pérdida de
decenas y decenas de los más excelentes y abnegados camaradas, llevándoles a
los trabajos forzados y acelerando la muerte de muchos de ellos. Si no causó
más daño fue porque habíamos establecido adecuadamente la relación entre el
trabajo legal y el ilegal. Para ganar nuestra confianza, Malinovski, como
miembro del Comité Central del Partido y diputado en la Duma, tuvo que
ayudarnos a organizar la publicación de periódicos diarios legales, que
supieron, aun bajo el zarismo, llevar a cabo la lucha contra el oportunismo de
los mencheviques y predicar los principios fundamentales del bolchevismo, con
el necesario disimulo. Con una mano Malinovski mandaba al presidio y a la
muerte a decenas de los mejores combatientes del bolchevismo, pero con la otra
se veía obligado a contribuir a la educación de decenas y decenas de millares
de nuevos bolcheviques por medio de la prensa legal. Este es un hecho en el que
deberían reflexionar detenidamente los camaraclas alemanes (y también los
ingleses, los americanos, los franceses y los italianos), ante los cuales se presenta
el problema de aprender a realizar una labor revolucionaria en los sindicatos
reaccionarios*.
*
Román Malinovski estuvo prisionero en Alemania. Cuando
regresó a Rusia, ya bajo el gobierno bolchevique, fue inmediatamente entregado
a los tribunales y fusilado por nuestros obreros. Los mencheviques nos han
reprochado con especial acritud nuestro error, consistente en haber tenido un
provocador en el Comité Central de nuestro Partido Pero cuando bajo Kerenski
exigimos que fuera detenido y juzgado el Presidente de la Duma, Rodzianko, que
desde antes de la guerra sabía que Malinovski era un provocador y no lo había comunicado a
los diputados de los grupos de "trudoviques" [laboristas] y obreros
en la Duma, ni los mencheviques ni los socialrevolucionarios, que formaban
parte del gobierno junto con Kerenski, apoyaron nuestra demanda, y Rodzianko
quedó en libertad y pudo largarse libremente a la zona ocupada por Denikin.
En muchos países, incluso en los más adelantados, la burguesía, sin duda
alguna, envía y seguirá enviando provocadores a los partidos comunistas. Uno de
los medios de luchar contra este peligro, es el de saber combinar como es
debido el trabajo ilegal con el legal.
¿DEBEN
ACTUAR LOS REVOLUCIONARTOS EN LOS SINDICATOS REACCIONARIOS?
Los
comunistas "de izquierda" alemanes creen que pueden responder
resueltamente a esta cuestión con la negativa. En su opinión el vocerío y los
gritos de cólera contra los sindicatos "reaccionarios" y
"contrarrevolucionarios" (esto lo hace K. Horner con un
"aplomo" y una necedad especialísimos) bastan para
"demostrar" la inutilidad y hasta la inadmisibilidad de la labor de
los revolucionarios, de los comunistas, en los sindicatos amarillos,
socialchovinistas, conciliadores, en los sindicatos contrarrevolucionarios de
los Legien.
Pero por convencidos que estén los comunistas "de
izquierda"
alemanes del carácter revolucionario de semejante táctica, ésta es radicalmente
errónea y no contiene más que frases vacías.
Para aclararlo, partiré de nuestra propia experiencia conforme al plan
general del presente folleto, que tiene por objeto aplicar a la Europa
occidental lo que la historia y la táctica actual del bolchevismo contienen de
aplicable, importante y obligatorio en
todas partes.
La relación entre jefes, partido, clase y masas, y, al mismo tiempo, la
de la dictadura del proletariado y su partido con respecto a los sindicatos, se
presenta actualmente entre nosotros en la forma concreta siguiente: la
dictadura la lleva a cabo el proletariado organizado en Soviets, dirigido por
el Partido Comunista bolchevique, que, según los datos del último Congreso
(abril de 1920), cuenta con 611.000 miembros. El número de sus afiliados
ha oscilado mucho tanto antes como después de la Revolución de Octubre, e
incluso en 1918-1919[13] fue mucho menos considerable.
Tememos ensanchar excesivamente el Partido, porque los arribistas y caballeros
de industria, que no merecen más que ser fusilados, tienden inevitablemente a
infiltrarse en un partido que se halla en el Poder. Últimamente abrimos de par
en par las puertas del Partido -- sólo para los obreros y campesinos --, en los
días (invierno de 1919) en que Yudénich estaba a algunas verstas de Petrogrado
y Denikin en Orel (a unas trescientas cincuenta verstas de Moscú), es decir,
cuando la República Soviética se veía ante un peligro terrible, ante un peligro
mortal, y los aventureros, los arrivistas, los caballeros de industria y, en
general, los cobardes, no podían contar con hacer una carrera ventajosa (sino
más bien con la horca y las torturas) de adherirse a los comunistas. Un Comité
Central de 19 miembros, elegido en el Congreso, dirige el Partido, que reúne
congresos anuales (en el último, la representación era de un delegado por cada
mil miembros) y la gestión de los asuntos corrientes la llevan en Moscú dos
burós, aun más restringidos, denominados "Buró de Organización" y
"Buró Político", elegidos en asambleas plenarias del Comité Central y
compuestos cada uno de ellos por cinco miembros del C.C. Nos hallamos, por
consiguiente, en presencia de una verdadera "oligarquía". No hay cuestión
importante, política o de organización, que sea resuelta por cualquier
institución estatal de nuestra República, sin que el Comité Central del Partido
haya dado sus normas directivas.
El Partido se apoya directamente, para su labor, en los
sindicatos, que cuentan ahora, según los datos del último Congreso (abril
de 1920), más de cuatro millones de afiliados, y que en el aspecto formal
son sin partido. De hecho, todas las instituciones directoras
de la enorme mayoría de los sindicatos, y sobre todo, naturalmente, la central
o Buró sindical (Consejo Central de los Sindicatos de Rusia) se componen de
comunistas y aplican todas las directivas del Partido. Se obtiene, en conjunto,
un aparato proletario, formalmente no comunista, flexible y relativamente
amplio, potentísimo, por medio del cual el Partido está estrechamente vinculado
a la clase y a la masa y por medio del cual
se lleva a cabo la dictadura de clase, bajo la dirección del
Partido. Nos hubiera sido naturalmente imposible, no ya dos años, ni siquiera
dos meses gobernar el país y sostener la dictadura, sin la más estrecha unión
con los sindicatos, sin su apoyo entusiasta, sin su colaboración abnegada, no
sólo en el terreno de la construcción económica, sino también en el
militar. Se comprende que esta estrecha unión significa, en la
práctica, una labor de propaganda, de agitación complejísima y variada, oportunas
y frecuentes conferencias, no sólo con los dirigentes, sino con los militantes
que, en general, tienen influencia en los sindicatos, una lucha decidida contra
los mencheviques, que han conservado hasta hoy cierto número de partidarios --
muy pequeño en verdad --, a los que inician en todas las malas artes de la
contrarrevolución, que, empezando por la defensa ideológica de la democracia (burguesa )
y pasando por la prédica de la "independencia" de los sindicatos
(independencia. . . ¡del Poder gubernamental proletario!), llegan hasta el
sabotaje de la disciplina proletaria, etc., etc.
Reconocemos que para el mantenimiento del contacto con las
"masas" son insuficientes los sindicatos. En el curso de la
revolución se ha creado en Rusia una práctica que procuramos por todos los
medios mantener, desarrollar, extender: las conferencias de obreros y
campesinos sin partido, que nos permiten observar el estado de espíritu de
las masas, acercarnos a ellas, responder a sus anhelos, elevar a los puestos gubernamentales
a sus mejores elementos, etc. Por un decreto reciente sobre la organización del
Comisariado del Pueblo de Control del Estado, que se convierte en
"Inspección Obrera y Campesina", se concede a estas conferencias sin
partido el derecho a elegir miembros del Control del Estado encargados de las
funciones más diversas de revisión, etc.
Naturalmente, toda la labor del Partido se realiza, además, a través de
los Soviets, que unifican a las masas trabajadoras, sin distinción de oficios.
Los congresos de distrito de los Soviets representan una institución democrática,
como jamás se ha visto en las mejores repúblicas democráticas del mundo
burgués, y por medio de estos congresos (cuya labor sigue el Partido con toda
la atención posible), así como por la designación constante de los obreros más
conscientes para los cargos en las poblaciones rurales, el proletariado
desempeña su función directora con respecto a la clase campesina, se realiza la
dictadura del proletariado de las ciudades, la lucha sistemática contra los
campesinos ricos, burgueses, explotadores y especuladores, etc.
Tal es el mecanismo general del Poder estatal proletario examinado
"desde arriba", desde el punto de vista de la realización práctica de
la dictadura. Es de esperar que el lector comprenderá por qué el bolchevique
ruso, que conoce de cerca este mecanismo y lo ha visto nacer de los pequeños
círculos ilegales y clandestinos en el curso de 25 años, no puede por menos de
hallar ridículas, pueriles y absurdas todas las discusiones sobre la dictadura
"desde arriba" o "desde abajo", la
dictadura de los jefes o la dictadura de las masas, etc., como
lo sería una disputa acerca de la utilidad mayor o menor para el hombre de la
pierna izquierda o del brazo derecho.
Tampoco pueden no parecernos ridículas, pueriles y absurdas las muy
sabias, importantes y terriblemente revolucionarias disquisiciones de los comunistas de izquierda alemanes sobre este tema, a saber: que los comunistas
no pueden ni deben militar en los sindicatos reaccionarios, que es lícito
renunciar a semejante acción, que hay que salir de los sindicatos y organizar
sin falta "uniones obreras" nuevecitas, completamente puras, inventadas
por comunistas muy simpáticos (y en la mayoría de los casos, probablemente muy
jóvenes), etc., etc.
El capitalismo lega inevitablemente al socialismo, de una parte, las
viejas distinciones profesionales y corporativas que se han formado en el
transcurso de los siglos entre los obreros, y, de otra, los sindicatos, que no
pueden desarrollarse sino muy lentamente en el curso de los años y que se
transformarán con el tiempo en sindicatos de industria más amplios, menos
corporativos (que engloban a industrias enteras, y no sólo a corporaciones,
oficios y profesiones). Después, por mediación de estos sindicatos de
industria, se pasará a la supresión de la división del trabajo entre los
hombres, a la educación, la instrucción y la formación de hombres universalmente
desarrollados y universalmente preparados, hombres que lo
sabrán hacer todo. En este sentido se orienta, debe orientarse y a
esto llegará el comunismo aunque dentro de muchos años.
Intentar llevar actualmente a la práctica ese resultado futuro de un comunismo
llegado al término de su completo desarrollo, solidez y formación, de su
íntegra realización y de su madurez, es lo mismo que querer enseñar matemáticas
superiores a un niño de cuatro años.
Podemos (y debemos) emprender la construcción del socialismo, no con un
material humano fantástico, especialmente creado por nosotros, sino con el que
nos ha dejado como herencia el capitalismo. Ni que decir tiene que esto es muy
"difícil", pero cualquier otro modo de abordar el problema es tan poco
serio, que ni siquiera merece ser mencionado.
Los sindicatos representaban un progreso gigantesco de la clase obrera
en los primeros tiempos del desarrollo del capitalismo, por cuanto significaban
el paso de la división y de la impotencia de los obreros a los
embriones de unión de clase. Cuando empezó a desarrollarse la
forma superior de unión de clase de los proletarios, el
partido revolucionario del proletariado (que no merecerá este nombre
mientras no sepa ligar a los líderes con la clase y las masas en un todo único,
indisoluble), los sindicatos empezaron a manifestar fatalmente ciertos rasgos
reaccionarios, cierta estrechez corporativa, cierta tendencia al apoliticismo,
cierto espíritu rutinario, etc. Pero el desarrollo del proletariado no se ha
efectuado ni ha podido efectuarse en ningún país de otro modo que por los
sindicatos y por su acción concertada con el partido de la clase obrera. La
conquista del Poder político por el proletariado es un progreso gigantesco de
este último considerado como clase; y el partido se encuentra en la obligación
de consagrarse más, y de un modo nuevo y no por los procedimientos antiguos, a
la educación de los sindicatos, a dirigirlos, sin olvidar al mismo tiempo que
éstos son y serán todavía bastante tiempo una "escuela de comunismo" necesaria, la escuela preparatoria de
los proletarios para la realización de su dictadura, la asociación
indispensable de los obreros para el paso progresivo de la dirección de toda la
economía del país, primero a manos de la clase obrera (y no de
profesiones aisladas) y después a manos de todos los trabajadores.
Bajo la dictadura del proletariado, es inevitable cierto "espíritu
reaccionario" de los sindicatos en el sentido indicado. No comprenderlo
significa dar pruebas de una incomprensión total de las condiciones
fundamentales de la transición del capitalismo al socialismo.
Temer este "espíritu reaccionario", esforzarse
por prescindir de él, por saltar por encima de él, es una
inmensa tontería, pues equivale a temer el papel de vanguardia del
proletariado, que consiste en educar, instruir, preparar, traer a una vida
nueva a los sectores más atrasados de las masas obreras y campesinas. Por otro
lado, aplazar la dictadura del proletariado hasta que no quedase ni un solo
obrero de estrecho espíritu sindical, un solo obrero que tuviese prejuicios
tradeunionistas y corporativos, sería un error todavía más profundo. El arte del político (y la comprensión acertada de sus deberes en
el comunista) consiste precisamente en saber apreciar con exactitud las condiciones y el momento en que la
vanguardia del proletariado puede tomar victoriosamente el Poder, en que
puede, durante la toma del Poder y después de ella, obtener un apoyo suficiente
de sectores suficientemente amplios de la clase obrera y de las masas
laboriosas no proletarias, en que puede, después de la toma del Poder,
mantener, afianzar, ensanchar su dominio, educando, instruyendo, atrayéndose a
masas cada vez más amplias de trabajadores.
Más aún. En los países más adelantados que Rusia, se ha hecho sentir y
debía hacerse sentir un cierto espíritu reaccionario de los sindicatos,
indudablemente más acentuado que en nuestro país. Aquí los mencheviques
hallaban (y en parte hallan todavía en un pequeño número de sindicatos) un
apoyo entre los sindicatos, precisamente gracias a esa estrechez corporativa, a
ese egoísmo profesional y al oportunismo. Los mencheviques de Occidente se han
"fortificado" mucho más sólidamente en los sindicatos, allí ha
surgido una capa mucho más fuerte de "aristocracia obrera "
profesional, mezquina, egoísta, desalmada, ávida, pequeñoburguesa, de
espíritu imperialista, comprada y corrompida por el imperialismo. Esto
es indiscutible. La lucha contra los Gompers, contra los señores Jouhaux, los
Henderson, Merrheim, Legien y Cía. en la Europa occidental, es mucho más
difícil que la lucha contra nuestros mencheviques, que representan un tipo
social y político completamente homogéneo. Es preciso sostener
esta lucha implacablemente y continuarla como hemos hecho nosotros hasta cubrir
de oprobio y arrojar de los sindicatos a todos los jefes incorregibles del
oportunismo y del socialchovinismo. Es imposible conquistar el Poder político
(y no debe intentarse tomar el Poder político) mientras esta lucha no haya
alcanzado cierto grado; este "cierto grado" no
es idéntico en todos los países y en todas condiciones, y sólo dirigentes políticos reflexivos,
experimentados y competentes del proletariado pueden determinarlo con acierto
en cada país. (En Rusia nos dieron la medida del éxito en nuestra lucha,
entre otras cosas, las elecciones a la Asamblea Constituyente en noviembre de 1917, unos días
después de la revolución proletaria del 25 de octubre de 1917. En dichas
elecciones, los mencheviques fueron literalmente aplastados, obteniendo 0,7
millones de votos -- 1,4 millones, contando los de Transcaucasia -- contra
nueve millones alcanzados por los bolcheviques. Véase mi artículo "Las elecciones a la Asamblea Constituyente y
la dictadura del proletariado", en el número 7-8 de "La
Internacional Comunista".)
V. I. Lenin
Tomo X (1919-1920)
Las
elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado. Pág 140
Pero la lucha contraía "aristocracia obrera" la sostenemos en nombre de la
masa obrera y para ponerla de nuestra parte; la lucha contra los jefes
oportunistas y socialchovinistas la llevamos a cabo para conquistar a la clase
obrera. Sería necio olvidar esta verdad elementalísima y más que evidente. Y tal
es precisamente la necedad que cometen los comunistas alemanes "de
izquierda", los cuales deducen del carácter reaccionario
y contrarrevolucionario de los cabecillas de los sindicatos la
conclusión de la necesidad de. . . ¡¡salir de los sindicatos!!, de ¡¡renunciar
a trabajar en los mismos!! y de ¡¡crear nuevas formas de organización obrera
inventadas por ellos!! Es ésta una estupidez tan imperdonable que equivale al
mejor servicio prestado a la burguesía por los comunistas. Porque nuestros
mencheviques, como todos los líderes sindicales oportunistas, socialchovinistas
y kautskianos, no son más que "agentes de la burguesía en el movimiento
obrero" (como hemos dicho siempre refiriéndonos a los mencheviques) o
en otros términos, los "lugartenientes obreros de la clase de los
capitalistas" [labor lieutenants of the capitalist class], según la
magnífica expresión, profundamente exacta, de los discípulos de Daniel de León
en los Estados Unidos. No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios,
significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o
atrasadas, a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la
burguesía, de los obreros aristócratas u "obreros aburguesados"
(sobre este punto véase la carta de 1858 de Engels a Marx acerca de
los obreros ingleses).
Precisamente la absurda "teoría" de la no participación de los
comunistas en los sindicatos reaccionarios demuestra con la mayor evidencia con
qué ligereza estos comunistas "de izquierda" consideran la cuestión
de la influencia sobre las "masas" y de qué modo abusan de su
griterío acerca de las "masas". Para saber ayudar a la
"masa", para adquirir su simpatía, su adhesión y su apoyo, no hay que
temer las dificultades, las zancadillas, los insultos, los ataques, las
persecuciones de los "jefes" (que, siendo oportunistas y
socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos en relación directa o
indirecta con la burguesía y la policía) y trabajar sin
falta allí donde estén las masas. Hay que saber hacer toda
clase de sacrificios, vencer los mayores obstáculos para entregarse a una
propaganda y agitación sistemática, tenaz, perseverante, paciente, precisamente
en las instituciones, sociedades, sindicatos, por reaccionarios que sean, donde
se halle la masa proletaria o semiproletaria. Y los sindicatos y las
cooperativas obreras (estas últimas, por lo menos, en algunos casos) son
precisamente las organizaciones donde están las masas. En
Inglaterra, según los datos publicados por el periódico sueco "Folkets
Dagblad Politiken"[14] del 10 de marzo de 1920, el número
de miembros de las tradeuniones se ha elevado, desde fines de 1917 a últimos de
1918, de 5,5 millones a 6,6 millones, es decir que ha aumentado en el 19 por
ciento. A fines de 1919, los efectivos ascendían a 7 millones y medio. No tengo
a mano las cifras correspondientes a Francia y Alemania, pero algunos hechos, enteramente
indiscutibles y conocidos de todo el mundo, atestiguan el considerable
crecimiento del número de miembros de los sindicatos también en estos países.
Estos hechos manifiestan con entera claridad lo que otros mil síntomas
confirman: los progresos de la conciencia y de los anhelos de organización
precisamente en las masas proletarias, en los sectores más "bajos" de
ellas, en los más atrasados. Millones de obreros en Inglaterra, en Francia, en
Alemania pasan por primera vez de la inorganización completa a la forma más
elemental y rudimentaria, más simple y más accesible (para los que se hallan
todavía de lleno impregnados de prejuicios democrático burgueses) de
organización: precisamente los sindicatos; y los comunistas de izquierda,
revolucionarios, pero irreflexivos, quedan al lado y gritan:
"¡Masa!", "¡Masa!" y ¡¡se niegan a trabajar en los
sindicatos!! ¡¡so pretexto de su "espíritu reaccionario"!! e
inventan una "Unión Obrera" nuevecita, pura, limpia de todo prejuicio
democrático burgués y de todo pecado de estrechez corporativa y profesional,
"Unión Obrera" que será (¡que será!) -- dicen -- muy amplia y para la
admisión en la cual se exige solamente (¡solamente!) ¡¡el "reconocimiento
del sistema de los Soviets y de la dictadura" (sobre esto véase la cita
transcrita más arriba)!!
No se puede concebir mayor insensatez, un daño mayor causado a la
revolución por los revolucionarios "de izquierda". Si hoy en Rusia,
después de dos años y medio de triunfos sin precedentes sobre la burguesía rusa
y la de la Entente, estableciéramos como condición precisa para el ingreso en
los sindicatos el "reconocimiento de la dictadura", cometeríamos una
tontería, quebrantaríamos nuestra influencia sobre las masas, ayudaríamos a los
mencheviques. Porque toda la tarea de los comunistas consiste en saber convencer a
los elementos atrasados, en saber trabajar entre ellos y no
en aislarse de ellos mediante fantásticas consignas
infantilmente "izquierdistas".
Es indudable que los señores Gompers, Henderson, Jouhaux, Legien están
muy reconocidos a esos revolucionarios "de izquierda" que, como los
de la oposición "de principio" alemana (¡el cielo
nos preserve de semejantes "principios"!) o de algunos
revolucionarios de "Los Trabajadores Industriales del Mundo"[15] en los Estados Unidos, predican la
salida de los sindicatos reaccionarios y la renuncia a trabajar en los mismos.
No dudamos
de que los señores "jefes" del oportunismo recurrirán a todos los
procedimientos de la diplomacia burguesa, al concurso de los gobiernos
burgueses, de los curas, de la policía, de los tribunales, para impedir la
entrada de los comunistas en los sindicatos, para expulsarles de ellos por
todos los medios posibles, para hacer su labor en los sindicatos lo más
desagradable posible, para ofenderles, acosarles y perseguirles. Hay que saber
resistir a todo esto, disponerse a todos los sacrificios, emplear incluso, en
caso de necesidad, todas las estratagemas, todas las astucias, los
procedimientos ilegales, silenciar y ocultar la verdad con objeto de penetrar
en los sindicatos, permanecer en ellos y realizar allí, cueste lo que cueste,
una labor comunista. Bajo el régimen zarista, hasta 1905, no tuvimos ninguna
"posibilidad legal", pero cuando el policía Subátov organizó sus
asambleas, sus asociaciones obreras reaccionarias, con objeto de cazar a los
revolucionarios y luchar con ellos, enviamos allí miembros de nuestro Partido
(recuerdo entre ellos al camarada Bábushkin, un destacado obrero petersburgués,
fusilado en 1906 por los generales zaristas), los cuales establecieron el
contacto con la masa, consiguieron realizar su agitación y sustraer a los
obreros a la influencia de las gentes de Subátov[*]. Actuar así, naturalmente, es más
difícil en los países de la Europa occidental, especialmente impregnados de
prejuicios legalistas, constitucionales, democrático-burgueses, particularmente
arraigados. Pero se puede y se debe hacer, procediendo sistemáticamente.
El Comité Ejecutivo de la III Internacional debe, a mi juicio, condenar
abiertamente y proponer al próximo Congreso de la Internacional Comunista que
condene tanto la política de no participación en los sindicatos reaccionarios
(motivando detalladamente la insensatez de esta no participación y el grave
daño que se hace a la causa de la revolución proletaria con semejante actitud)
y, de un modo particular, la línea de conducta de algunos miembros del Partido Comunista Holandés, los cuales (directa o
indirectamente, abierta o encubiertamente, general o parcialmente, lo mismo
da), han sostenido esta política errónea. La III Internacional debe romper con
la táctica de la Segunda y no eludir las cuestiones escabrosas, no ocultarlas,
sino plantearlas a rajatabla. Hemos dicho cara a cara la verdad a los
"independientes" (Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania);
del mismo modo hay que decir toda la verdad cara a cara a los comunistas
"de izquierda".
* Los Gompers, Henderson, Jouhaux,
Legien, no son otra cosa que los Subátov, que se distinguen del nuestro por su
traje europeo, por su porte elegante, por los refinados medios aparentemente
democráticos y civilizados de realización de su canallesca política.
Herman Gorter.
Carta abierta al camarada Lenin 1920
Respuesta al folleto de Lenin "El izquierdismo, enfermedad infantil
del comunismo"
En
inglés
Herman Gorter 1864-1927
Comunismo de izquierda, anti-bolchevique y del Consejo
Índice de las obras de los "comunistas de izquierda" (también
conocidos como "comunistas del Consejo" o "comunistas
anti-bolcheviques") y otras corrientes comunistas ultraizquierdistas y los
debates entre los comunistas de izquierda y los líderes de la Comintern y entre
ellos.
¿DEBE PARTICIPARSE
EN LOS PARLAMENTOS BURGUESES?
Los
comunistas "de izquierda" alemanes, con el mayor desprecio -- y la
mayor ligereza --, responden a esta pregunta negativamente. ¿Sus argumentos? En
la cita que hemos reproducido más arriba leemos:
". . . rechazar del modo más categórico todo retorno a los métodos
de lucha parlamentarios, los cuales han caducado ya histórica y políticamente.
. ."
Esto está dicho en un tono ridículo, de puro presuntuoso, y es una
falsedad evidente. ¡"Retorno" al parlamentarismo! ¿Existe ya acaso en
Alemania una República Soviética? Parece ser que no. ¿Cómo puede hablarse
entonces de "retorno"? ¿No es esto una frase vacía?
El parlamentarismo "ha caducado históricamente". Esto es
cierto desde el punto de vista de la propaganda. Pero nadie ignora que de ahí a
su superación práctica hay una distancia inmensa. Hace ya
algunas décadas que podía decirse, con entera justicia, que el capitalismo
había "caducado históricamente", lo cual no impide, ni mucho menos,
que nos veamos precisados a sostener una lucha muy prolongada y muy tenaz sobre
el terreno del capitalismo. El parlamentarismo "ha caducado
históricamente" desde un punto de vista histórico universal, es
decir, la época del parlamentarismo burgués ha terminado, la
época de la dictadura del proletariado ha empezado. Esto
es indiscutible, pero en la historia universal se cuenta por décadas. Aquí diez
o veinte años más o menos no tienen importancia, desde el punto de vista de la
historia universal son una pequeñez, imposible de apreciar ni aproximadamente.
Pero, precisamente por eso, remitirse en una cuestión de política práctica a la
escala de la historia universal, es la aberración teórica más escandalosa.
¿Ha "caducado políticamente" el parlamentarismo? Esto es ya
otra cuestión. Si fuese cierto, la posición de los "izquierdistas"
sería sólida. Pero hay que probarlo por medio de un análisis serio, y los
"izquierdistas" ni siquiera saben abordarlo. El análisis contenido en
las "Tesis sobre el parlamentarismo", publicadas en el número 1 del
"Boletín de la Oficina Provisional de Amsterdam de la
Internacional Comunista" ("Bulletin of the Provisional Bureau in
Amsterdam of the Communist International", February[16] 1920), y que expresan claramente
las tendencias específicamente izquierdistas de los holandeses o las tendencias
de izquierda específicamente holandesas, como veremos, no vale tampoco un
comino.
En primer lugar, los comunistas "de izquierda" alemanes, como
se sabe, ya en enero de 1919 consideraban el parlamentarismo como
"políticamente caduco", contra la opinión de dirigentes políticos tan
eminentes como Rosa Luxemburgo (en inglés aquí) y Carlos Liebknecht (en inglés aquí). Como es sabido, los
"izquierdistas" se equivocaron. Este hecho basta para destruir de
golpe y radicalmente la tesis según la cual el parlamentarismo "ha
caducado políticamente". Los "izquierdistas" tienen el deber de
demostrar por qué ese error indiscutible de entonces ha dejado de serlo hoy. Pero
no aportan la menor sombra de prueba, ni pueden aportarla. La actitud de un
partido político ante sus errores es una de las pruebas más importantes y más
fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de
sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras.
Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar
la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos:
esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es en lo que consiste el
cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la clase,
primero, y, después, a las masas. Como no cumplen esa
obligación suya, como no ponen toda la atención, todo el celo y cuidados
necesarios para estudiar su error manifiesto, los "izquierdistas" de
Alemania (y de Holanda) muestran que no son el partido de una clase,
sino un círculo, que no son el partido de las masas, sino un grupo
de intelectuales y un reducido número de obreros que imitan los peores rasgos
de los intelectualoides.
En segundo lugar, en el mismo folleto del grupo "de izquierda"
de Francfort, del que hemos dado citas detalladas más arriba, leemos:
". . . los millones de obreros que siguen todavía la política del
centro" (del Partido Católico del "Centro") "son
contrarrevolucionarios. Los proletarios del campo forman las legiones de los
ejércitos contrarrevolucionarios" (pág. 3 del folleto citado).
Como se ve, todo esto está dicho con un énfasis y una exageración
excesivos. Pero el hecho fundamental aquí referido es indiscutible, y su
reconocimiento por los "izquierdistas" atestigua con particular
evidencia su error. En efecto, ¡¿cómo se puede decir que el
"parlamentarismo ha caducado políticamente", si "millones"
y "legiones" de proletarios son todavía, no sólo
partidarios del parlamentarismo en general, sino hasta francamente
"contrarrevolucionarios"?!
Es evidente
que el parlamentarismo en Alemania no ha caducado aún políticamente.
Es evidente que los "izquierdistas" de Alemania han tomado su
deseo, su ideal político por una realidad objetiva. Este es el más
peligroso de los errores para los revolucionarios. En Rusia, donde el yugo
profundamente salvaje y cruel del zarismo engendró, durante un período
sumamente prolongado y en formas particularmente variadas, revolucionarios de
todos los matices, revolucionarios de una abnegación, de un entusiasmo, de un
heroísmo, de una fuerza de voluntad asombrosos, en Rusia, hemos podido observar
muy de cerca, estudiar con mucha atención, conocer a la perfección este error
de los revolucionarios, y por esto lo apreciamos con especial claridad en los
demás. Naturalmente, para los comunistas de Alemania el parlamentarismo
"ha caducado políticamente", pero se trata precisamente de no creer
que lo que ha caducado para nosotros haya caducado para
la clase, para la masa. Una vez más, vemos aquí que los
"izquierdistas" no saben razonar, no saben conducirse como
partido de clase, como partido de masas. Vuestro
deber consiste en no descender hasta el nivel de las masas, hasta el nivel de
los sectores atrasados de la clase. Esto es indiscutible. Tenéis el deber de decirles
la amarga verdad, de decirles que sus prejuicios democrático-burgueses y
parlamentarios son eso, prejuicios, pero al mismo tiempo, debéis observar serenamente el
estado real de conciencia y de preparación de la clase entera
(y no sólo de su vanguardia comunista), de toda la masa trabajadora
entera (y no sólo de sus individuos avanzados).
Aunque no fuesen "millones" y "legiones", sino una
simple minoría bastante importante de obreros industriales, la
que siguiese a los curas católicos, y de obreros agrícolas, la que siguiera a
los terratenientes y campesinos ricos (Grossbauern ), podría
asegurarse ya sin dudar que el parlamentarismo en
Alemania no había caducado todavía políticamente,
que la participación en las elecciones parlamentarias y la lucha en la tribuna
parlamentaria es obligatoria para el partido del proletariado
revolucionario, precisamente para educar a los elementos
atrasados de su clase, precisamente para despertar e ilustrar a
la masa aldeana analfabeta, ignorante y embrutecida. Mientras
no tengáis fuerza para disolver el parlamento burgués y cualquiera otra
institución reaccionaria, estáis obligados a trabajar en el
interior de dichas instituciones, precisamente porque hay
todavía en ellas obreros idiotizados por el clero y por la vida en los rincones
más perdidos del campo. De lo contrario, corréis el riesgo de convertiros en
simples charlatanes.
En tercer lugar, los comunistas
"de izquierda" nos colman de elogios a nosotros, los bolcheviques. A
veces dan ganas de decirles: ¡alabadnos menos, pero compenetraos más con
nuestra táctica, familiarizaos más con ella! Participamos, de septiembre a
noviembre de 1917, en las elecciones al parlamento burgués de Rusia, a la
Asamblea Constituyente. ¿Era acertada nuestra táctica o no? Si no lo era, hay
que decirlo claramente y demostrarlo: es indispensable para elaborar la táctica
justa del comunismo internacional. Si lo era, deben sacarse de ello las conclusiones
que se imponen. Naturalmente, no se trata, ni mucho menos, de equiparar las
condiciones de Rusia a las de la Europa occidental. Pero especialmente con
respecto al significado de la idea de que el "parlamentarismo ha caducado
políticamente", hay que tener cuidadosamente en cuenta nuestra
experiencia, pues si no se toma en consideración una experiencia concreta,
estas ideas se convierten con excesiva facilidad en frases vacías. ¿Acaso no
teníamos nosotros, los bolcheviques rusos, en aquel período, de septiembre a
noviembre de 1917, más derecho que cualesquiera otros
comunistas de Occidente a considerar que el parlamentarismo había caducado
políticamente en Rusia? Lo teníamos, naturalmente, pues no se trata de si los
parlamentos burgueses llevan mucho tiempo de existencia o existen desde hace
poco, sino del grado de preparación (ideológica, política,
práctica) de las grandes masas trabajadoras para aceptar el régimen soviético y
disolver o admitir la disolución del parlamento democrático burgués. Que en
Rusia, de septiembre a noviembre de 1917, la clase obrera de las ciudades, los
soldados y los campesinos estaban, en virtud de una serie de condiciones
específicas, excepcionalmente dispuestos a aceptar el régimen soviético y a
disolver el parlamento burgués más democrático, es un hecho histórico
absolutamente indiscutible y plenamente demostrado. Y no obstante, los
bolcheviques no boicotearon la Asamblea Constituyente, sino
que participaron en las elecciones tanto antes como después de la
conquista del Poder político por el proletariado. Que dichas elecciones han
dado resultados políticos extraordinariamente valiosos (y excepcionalmente
útiles para el proletariado), es un hecho que creo haber demostrado en el
artículo citado más arriba, donde analizo detalladamente los resultados de las
elecciones a la Asamblea Constituyente de Rusia.
La conclusión que de ello se deriva es absolutamente indiscutible: está
probado que, aun unas semanas antes del triunfo de la República Soviética,
aun después de este triunfo, la participación en un parlamento
democrático burgués, no sólo no perjudica al proletariado revolucionario, sino
que le facilita la posibilidad de hacer ver a las masas
atrasadas por qué semejantes parlamentos merecen ser disueltos, facilita el
éxito de su disolución, facilita la "eliminación
política" del parlamentarismo burgués. No tener en cuenta esta experiencia
y pretender al mismo tiempo pertenecer a la Internacional Comunista,
que debe elaborar internacionalmente su táctica (no una
táctica estrecha o exclusivamente nacional, sino precisamente una táctica
internacional), significa incurrir en el más profundo de los errores y
precisamente apartarse de hecho del internacionalismo, aunque éste sea
proclamado de palabra.
Consideremos ahora los argumentos "izquierdistas específicamente
holandeses" en favor de la no participación en los parlamentos. He aquí la
tesis 4, una de las más importantes tesis "holandesas" citadas más
arriba, traducida del inglés:
"Cuando el sistema capitalista de producción es destrozado y la
sociedad atraviesa un período revolucionario, la acción parlamentaria pierde
poco a poco su valor, en comparación con la acción de las propias masas. Cuando
en estas condiciones el parlamento se convierte en el centro y el órgano de la
contrarrevolución, y, por otra parte, la clase obrera crea los instrumentos de
su Poder en forma de Soviets, puede resultar incluso necesario renunciar a toda
participación en la acción parlamentaria".
La primera frase es evidentemente falsa, pues la acción de las masas,
por ejemplo, una gran huelga, es siempre más importante que la
acción parlamentaria, y no sólo durante la revolución o en una situación
revolucionaria. Este argumento, de indudable inconsistencia histórica y
políticamente falso, muestra sólo, con particular evidencia, que los autores no
tienen para nada en cuenta ni la experiencia de toda Europa (de Francia en
vísperas de las revoluciones de 1848 y 1870, de Alemania entre 1878 y 1890,
etc.) ni de Rusia (véase más arriba) sobre la importancia de la combinación de
la lucha legal con la ilegal. Esta cuestión tiene una importancia inmensa,
tanto de un modo general como de un modo especial, porque en todos los
países civilizados y adelantados se acerca a grandes pasos la época en que
dicha combinación será -- y lo es ya en parte -- cada vez más obligatoria para
el partido del proletariado revolucionario, a consecuencia de la maduración y
de la proximidad de la guerra civil del proletariado con la burguesía, a
consecuencia de las feroces persecuciones de los comunistas por los gobiernos
republicanos y, en general, por los gobiernos burgueses, que violan
constantemente la legalidad (como ejemplo de ello basta citar a los Estados
Unidos), etc. Esta cuestión esencial es absolutamente incomprendida por los
holandeses y los izquierdistas en general.
La segunda frase es, en primer término, falsa históricamente. Los
bolcheviques hemos actuado en los parlamentos más contrarrevolucionarios, y la
experiencia ha demostrado que semejante participación ha sido, no sólo útil,
sino necesaria para el partido del proletariado revolucionario, precisamente después
de la primera revolución burguesa en Rusia (1905) para preparar la segunda
revolución burguesa (febrero de 1917) y luego la revolución socialista (octubre
de 1917). En segundo lugar, dicha frase es de un ilogismo sorprendente. De
que el parlamento se convierta en el órgano y "centro" (aunque dicho
sea de paso, no ha sido nunca ni ha podido ser en realidad el
"centro") de la contrarrevolución y de que los obreros creen los
instrumentos de su Poder en forma de Soviets, se sigue que los trabajadores
deben prepararse ideológica, política y técnicamente para la lucha de los
Soviets contra el parlamento, para la disolución del parlamento por los
Soviets. Pero de esto no se deduce en modo alguno que semejante disolución sea
obstaculizada, o no sea facilitada por la presencia de una oposición
sovietista en el interior de un parlamento
contrarrevolucionario. Jamás hemos notado durante nuestra lucha victoriosa
contra Denikin y Kolchak que la existencia de una oposición proletaria,
sovietista, en sus dominios, haya sido indiferente para nuestros triunfos.
Sabemos perfectamente que la disolución de la Constituyente, llevada a cabo por
nosotros el 5 de enero de 1918, lejos de ser dificultada, fue facilitada por la
presencia dentro de la Constituyente contrarrevolucionaria que disolvíamos,
tanto de una oposición sovietista consecuente, la bolchevique, como también de
una oposición sovietista inconsecuente, la de los socialrevolucionarios de izquierda. Los autores de la
tesis se han embrollado completamente y han olvidado la experiencia de una
serie de revoluciones, si no de todas, experiencia que acredita los servicios
especiales prestados, en tiempo de revolución, por la combinación de
la acción de masas fuera del parlamento reaccionario y de una oposición
simpatizante de la revolución (o mejor aun, que la defienda francamente) dentro
del parlamento. Los holandeses y los "izquierdistas" en general
razonan aquí como unos doctrinarios de la revolución que nunca han tomado parte
en una revolución verdadera, o que jamás han reflexionado sobre la historia de
las revoluciones o que toman ingenuamente la "negación" subjetiva de
una cierta institución reaccionaria, por su destrucción efectiva mediante el
conjunto de fuerzas de una serie de factores objetivos.
El medio más seguro de desacreditar una nueva idea política (y no
solamente política) y perjudicarla, consiste en llevarla hasta el absurdo, so
pretexto de defenderla. Pues toda verdad, si se la obliga a "sobrepasar
los límites" (como decía Dietzgen padre), si se exagera, si se extiende más
allá de los limites dentro de los cuales es realmente aplicable, puede ser
llevada al absurdo, y, en las condiciones señaladas, se convierte
infaliblemente en absurdo. Tal es el mal servicio que prestan los izquierdistas
de Holanda y Alemania a la nueva verdad de la superioridad del Poder soviético
sobre los parlamentos democrático burgueses. Indudablemente, quien de un modo
general siguiera sosteniendo la vieja afirmación de que abstenerse de
participar en los parlamentos burgueses es inadmisible en todas las
circunstancias, estaría en un error. No puedo intentar formular aquí las
condiciones en que es útil el boicot, porque el objeto de este artículo es más
modesto: se reduce sólo a analizar la experiencia rusa en relación con algunas
cuestiones actuales de táctica comunista internacional. La experiencia rusa nos
da una aplicación feliz y acertada (1905) y otra equivocada (1906) del boicot
por los bolcheviques. Analizando el primer caso, vemos: los bolcheviques
consiguieron impedir la convocatoria del parlamento
reaccionario por el Poder reaccionario, en un momento en que la acción
revolucionaria extraparlamentaria de las masas (particularmente las huelgas)
crecía con excepcional rapidez, en que no había ni un solo sector del
proletariado y de la clase campesina que pudiera sostener de ningún modo el
Poder reaccionario, en que la influencia del proletariado revolucionario sobre
la masa atrasada estaba asegurada por la lucha huelguistica y el movimiento
agrario. Es por completo evidente que esta experiencia es
inaplicable a las condiciones actuales europeas. Y es también evidente -- en
virtud de los argumentos expuestos más arriba -- que la defensa, aunque
condicional, de la renuncia a participar en los parlamentos, hecha por los
holandeses y los "izquierdistas", es radicalmente falsa y nociva para
la causa del proletariado revolucionario.
En Europa occidental y América, el parlamento se ha hecho
extraordinariamente odioso a la vanguardia revolucionaria de la clase obrera.
Es indiscutible. Y se comprende perfectamente, pues es difícil imaginarse algo
más vil, más abyecto, más traidor que la conducta de la inmensa mayoría de los
diputados socialistas y socialdemócratas en el parlamento durante la guerra y
después de la misma. Pero sería no sólo irrazonable, sino francamente criminal
dejarse llevar por estos sentimientos al decidir la cuestión de cómo se
debe luchar contra el mal universalmente reconocido. En muchos países de la
Europa occidental el sentimiento revolucionario puede decirse que es todavía
una "novedad", una "rareza" esperada demasiado tiempo, en
vano, con impaciencia, y por esto se deja con tanta facilidad que este
sentimiento predomine. Naturalmente, sin un estado de espíritu revolucionario
de las masas, sin condiciones favorables para el desarrollo de dicho estado de
espíritu, la táctica revolucionaria no se trocará en acción; pero a nosotros,
en Rusia, una larga, dura y sangrienta experiencia nos ha convencido de que con
el sentimiento revolucionario solo, es imposible crear una táctica
revolucionaria. La táctica debe ser elaborada teniendo en cuenta, serenamente,
y de un modo estrictamente objetivo, todas las fuerzas de
clase del Estado de que se trate (y de los Estados que le rodean y de todos los
Estados en escala mundial), así como la experiencia de los movimientos
revolucionarios. Manifestar el "espíritu revolucionario" sólo con
injurias al oportunismo parlamentario, únicamente condenando la participación
en los parlamentos, resulta facilísimo; pero precisamente porque es facilísimo
no es la solución de un problema difícil, de un problema dificilísimo. Es mucho
más difícil en los parlamentos occidentales que en Rusia crear una fracción
parlamentaria verdaderamente revolucionaria.
Desde luego.
Pero esto no es sino un reflejo parcial de la verdad general de que a Rusia, en
la situación histórica concreta, extraordinariamente original del año 1917, le
fue fácil comenzar la revolución socialista; en cambio, continuarla y
llevarla a término, le será a Rusia más difícil que a los países europeos. Ya a
comienzos de 1918 hube de indicar esta circunstancia, y la experiencia de los
dos años transcurridos desde entonces ha venido a confirmar la exactitud de
aquella indicación. Condiciones específicas como fueron: 1) la posibilidad de
hacer coincidir la revolución soviética con la terminación, gracias a ella, de
la guerra imperialista, que había extenuado hasta lo indecible a los obreros y
campesinos; 2) la posibilidad de aprovechar durante cierto tiempo la lucha a
muerte en que estaban enzarzados los dos grupos mundiales más poderosos de tiburones
imperialistas, grupos que no podían unirse contra el enemigo soviético; 3) la
posibilidad de soportar una guerra civil relativamente larga, en parte por la
gigantesca extensión del país y sus exiguos medios de comunicación; 4) la
existencia de un movimiento revolucionario democrático burgués de los
campesinos, tan profundo, que el partido del proletariado hizo suyas las
reivindicaciones revolucionarias del partido de los campesinos (del partido
socialrevolucionario,
profundamente hostil, en su mayoría, al bolchevismo), realizándolas
inmediatamente, gracias a la conquista del Poder político por el proletariado;
condiciones específicas como éstas no existen ahora en la Europa occidental, y
la repetición de estas condiciones o de condiciones análogas no es muy fácil.
He aquí por qué, entre otras cosas -- pasando por alto una serie de otros
motivos --, le es más difícil a la Europa occidental que a nosotros comenzar la
revolución socialista. Tratar de "esquivar" esta dificultad,
"saltando" por encima del arduo problema de utilizar los parlamentos
reaccionarios para fines revolucionarios, es puro infantilismo. ¿Queréis crear
una sociedad nueva? ¡Y teméis la dificultad de crear una buena fracción
parlamentaria de comunistas convencidos, abnegados, heroicos, en un parlamento
reaccionario! ¿Acaso no es esto infantilismo? Si C. Liebknecht en Alemania y Z.
Höglund en Suecia han sabido hasta sin el apoyo de la masa desde abajo, dar un
ejemplo de la utilización realmente revolucionaria de los parlamentos
reaccionarios, ¡¿cómo un partido revolucionario de masas, que crece rápidamente
con las desilusiones y la irritación de estas últimas, características de la
postguerra, no puede forjar una fracción comunista en los
peores parlamentos?! Precisamente porque las masas atrasadas de obreros, y más
aún las de pequeños agricultores, están más imbuidas en Europa occidental que
en Rusia de prejuicios democráticoburgueses y parlamentarios, precisamente por
esto únicamente en el seno de instituciones como los
parlamentos burgueses pueden (y deben) los comunistas sostener una lucha
prolongada, tenaz, sin retroceder ante ninguna dificultad para denunciar,
desvanecer y superar dichos prejuicios.
Los comunistas "de izquierda" de Alemania se quejan de los
malos "jefes" de su partido y caen en la desesperación, llegando
hasta incurrir en la ridiculez de "negar" a los " jefes".
Pero en circunstancias que obligan a menudo a mantener a estos últimos en la
clandestinidad, la formación de "jefes" buenos, seguros,
probados, con autoridad, es particularmente difícil y triunfar de semejantes
dificultades es imposible sin la combinación del trabajo legal
con el ilegal, sin hacer pasar a los " jefes ", entre
otras pruebas, también por la del parlamento. La crítica
-- la más violenta, más implacable, más intransigente -- debe dirigirse no
contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que
no saben y aún más contra los que no quieren -- utilizar las
elecciones parlamentarias y la tribuna parlamentaria a la manera
revolucionaria, a la manera comunista. Sólo esta crítica -- unida,
naturalmente, a la expulsión de los jefes incapaces y a su sustitución por
otros más capaces -- constituirá un trabajo revolucionario útil y fecundo que
educará a la vez a los "jefes" para que sean dignos de la clase
obrera y de las masas trabajadoras, y a las masas para que aprendan a
orientarse como es debido en la situación política y a comprender los problemas,
a menudo sumamente complejos y embrollados, que resultan de semejante
situación*.
* He tenido demasiado pocas posibilidades de conocer el comunismo
"de izquierda" de Italia. Indudablemente el camarada Amadeo Bordiga (en inglés aquí) y su fracción de "comunistas
abstencionistas" cometen un error al defender la no participación en el
parlamento. Pero hay un punto en que me parece que tiene razón, por lo que yo
puedo juzgar ateniéndome a dos números de su periódico "Il Soviet"
(núms. 3 y 4 del 18. I. y del 1. II. 1920), a cuatro números de la excelente
revista del camarada Serrati "Comunismo" (núms. 1-4. 1. X. 30. XI.
1919) y a distintos números de periódicos burgueses italianos que he podido
ver. Precisamente el caramada Bordiga y su fracción tienen razón cuando atacan
a Turad y sus partidarios, que están en un partido que reconoce el Poder de los
Soviets y la dictadura del proletariado, que siguen siendo miembros del
parlamento y prosiguen su vieja y perjudicial política
oportunista. En efecto, al consentir esto, el camarada Serrati y todo el
Partido Socialista Italiano [17] incurren en un error tan preñado
de amenazas y peligros como en Hungría, donde los señores Turati húngaros
sabotearon desde el interior el Partido y el Poder de los Soviets. Esa actitud
errónea inconsecuente, que se distingue por su falta de carácter, con respecto
a los parlamentarios oportunistas, de una parte, engendra el comunismo "de
izquierda", y de otra, justifica basta cierto punto su
existencia. El camarada Serrati es evidente que no tiene razón al acusar de
"inconsecuencia" al diputado Turati ("Comunismo", núm. 3),
porque el único inconsecuente es el Partido Socialista Italiano, que tolera en
su seno a oportunistas parlamentarios como Turati y compañía
¿NINGUN COMPROMISO?
Hemos visto
en la cita del folleto de Francfort el tono decidido con que los
"izquierdistas" plantean esta consigna. Es triste ver cómo gentes que
evidentemente se consideran como marxistas y quieren serlo, han olvidado las
verdades fundamentales del marxismo. He aquí lo que en 1874 decía Engels --
que, como Marx, pertenece a esa rarísima categoría de escritores cada una de
cuyas frases de cada uno de sus grandes trabajos tiene una asombrosa
profundidad de contenido --, contra el Manifiesto de los 33 comuneros
blanquistas :
"'. . . Somos comunistas' (decían en su manifiesto los comuneros
blanquistas) 'porque queremos alcanzar nuestro fin, sin detenernos en etapas
intermedias y sin compromisos, que no hacen más que alejar el día de la victoria
y prolongar el periodo de esclavitud'.
Los comunistas alemanes son comunistas porque, a través de todas las etapas intermedias y de todos los compromisos creados no por ellos, sino por la marcha del desarrollo histórico, ven claramente y persiguen constantemente su objetivo final: la supresión de las clases y la creación de un régimen social en el cual no habrá ya sitio para la propiedad privada de la tierra y de todos los medios de producción. Los 33 blanquistas son comunistas por cuanto se figuran que basta su buen deseo de saltar las etapas intermedias y los compromisos para que la cosa quede ya arreglada, y que si -- ellos lo creen firmemente -- 'se arma' uno de estos días y el Poder cae en sus manos, el 'comunismo estará implantado' al día siguiente. Por consiguiente, si no pueden hacer esto inmediatamente, no son comunistas.
¡Qué ingenua puerilidad la de presentar la propia impaciencia como argumento teórico!" (F. Engels, "Programa de los comuneros blanquistas", en el periódico socialdemócrata alemán "Volksstaat"[18], 1874, núm. 73).
F.
Engels. EL PROGRAMA DE LOS EMIGRADOS BLANQUISTAS DE LA COMUNA
Escrito: Por
Engels en junio de 1874.
Engels expresa, en ese mismo artículo, su profundo respeto por Vaillant,
habla de los "méritos indiscutibles" de este último (que fue, como
Guesde, uno de los jefes más eminentes del socialismo internacional, antes de
su traición al socialismo en agosto de 1914). Pero Engels no deja de analizar
minuciosamente su manifiesto error. Naturalmente, los revolucionarios muy
jóvenes e inexperimentados, así como los revolucionarios pequeñoburgueses aun
de edad ya provecta y muy experimentados, consideran extraordinariamente
"peligroso", incomprensible, erróneo, el "autorizar los
compromisos". Y muchos sofistas (que son politicastros ultra o
excesivamente "experimentados") razonan del mismo modo que los jefes
del oportunismo inglés mencionados por el camarada Lansbury: "Si los
bolcheviques se permiten tal o cual compromiso, ¿por qué no hemos de
permitirnos nosotros cualquier compromiso?" Pero los proletarios educados
por huelgas múltiples (para no considerar más que esta manifestación de la
lucha de clases) se asimilan habitualmente de un modo admirable la profundísima
verdad (filosófica, histórica, política, psicológica) enunciada por Engels.
Todo proletario conoce huelgas, conoce "compromisos" con los
opresores y explotadores odiados, después de los cuales, los obreros han tenido
que volver al trabajo sin haber obtenido nada o contentándose con una satisfacción
parcial de sus demandas. Todo proletario, gracias al ambiente de lucha de masas
y de acentuada agudización de los antagonismos de clase en que vive, observa la
diferencia que hay entre un compromiso impuesto por condiciones objetivas (los
huelguistas no tienen dinero en su caja, ni cuentan con apoyo alguno, padecen
hambre, están agotados indeciblemente) -- compromiso que en nada disminuye la
abnegación revolucionaria ni el ardor para continuar la lucha de los obreros
que lo han contraído -- y por otro lado un compromiso de traidores que achacan
a causas objetivas su vil egoísmo (¡los rompehuelgas también contraen
"compromisos"!), su cobardía, su deseo de servir a los capitalistas,
su falta de firmeza ante las amenazas, a veces ante las exhortaciones, a veces
ante las limosnas o los halagos de los capitalistas (estos compromisos de
traidores son numerosísimos, particularmente en la historia del movimiento
obrero inglés por parte de los jefes de las tradeuniones, pero, en una u otra
forma, casi todos los obreros de todos los países han podido observar fenómenos
análogos).
Evidentemente, se dan casos aislados extraordinariamente difíciles y
complejos, en que sólo mediante los más grandes esfuerzos cabe determinar
exactamente el verdadero carácter de tal o cual "compromiso", del
mismo modo que hay casos de homicidio en que no es fácil decidir si éste era
absolutamente justo, e incluso obligatorio (como, por ejemplo, en caso de
legítima defensa) o bien efecto de un descuido imperdonable o incluso el
resultado de un plan perverso. Es indudable que en política, donde se trata a
veces de relaciones nacionales e internacionales muy complejas entre las clases
y los partidos, se hallarán numerosos casos mucho más difíciles que la cuestión
de saber si un "compromiso" contraído con ocasión de una huelga es
legítimo, o si es más bien la obra traidora de un rompehuelgas, de un jefe
traidor, etc.
Preparar una
receta o una regla general (¡"ningún compromiso"!) para todos los
casos, es absurdo. Es preciso contar con la propia cabeza para saber orientarse
en cada caso particular. La importancia de poseer una organización de partido y
jefes dignos de este nombre, consiste precisamente, entre otras cosas, en
llegar por medio de un trabajo prolongado, tenaz, múltiple y variado, de todos
los representantes de la clase capaces de pensar[*], a elaborar los conocimientos
necesarios, la experiencia necesaria y además de los conocimientos y la
experiencia, el sentido político preciso para resolver pronto y bien las
cuestiones políticas complejas.
Las gentes ingenuas y totalmente faltas de experiencia se figuran que
basta admitir los compromisos en general, para que desaparezca todo
límite entre el oportunismo, contra el que sostenemos y debemos sostener una
lucha intransigente, y el marxismo revolucionario o comunismo. Pero esas gentes
si todavía no saben que todos los límites, en la naturaleza y
en la sociedad, son variables y hasta cierto punto convencionales, no tienen
cura posible, como no sea mediante un estudio prolongado, la educación, la
ilustración y la experiencia política y práctica. En las cuestiones de política
práctica que surgen en cada momento particular o específico de la historia, es
importante saber distinguir aquellas en que se manifiestan los compromisos de
la especie más inadmisible,
* Toda clase, aun en el Pals
más culto, aun la más adelantada, aunque las circunstancias del momento hayan
suscitado en ella un florecimiento excepcional de todas las fuerzas de
espíritu, cuenta y contará, inevitablemente, mientras las clases
subsistan y la sociedad sin clases no esté completamente afianzada, consolidada
y desarrollada sobre sus propios fundamentos, con representantes de clase que
no piensan y que son incapaces de pensar. El capitalismo no sería el
capitalismo opresor de las masas, si no ocurriese así.
los compromisos de traición, que encarnan un
oportunismo funesto para la clase revolucionaria, y consagrar todos los
esfuerzos a descubrir su sentido y a luchar contra ellos. Durante la guerra
imperialista de 1914-1918 entre dos grupos de países igualmente bandidescos y
voraces, el principal y fundamental de los oportunismos ha sido el que adoptó
la forma de socialchovinismo, esto es, el apoyo de la "defensa de la
patria", lo que equivalía de hecho, en aquella guerra, a
la defensa de los intereses de rapiña de la burguesía del "propio"
país; después de la guerra, la defensa de
la sociedad de bandidos llamada "Sociedad de Naciones"; defensa de las
alianzas francas o indirectas con la burguesía del propio país, contra el
proletariado revolucionario y el movimiento "soviético"; defensa de
la democracia y del parlamentarismo burgueses contra el "Poder de los
Soviets". Estas fueron las manifestaciones principales de estos
compromisos inadmisibles y traidores que, en último resultado, han terminado en
un oportunismo funesto para el proletariado revolucionario y para su causa.
". . . Rechazar del modo más
categórico todo compromiso con los demás partidos. . . toda política de
maniobra y conciliación", dicen los izquierdistas de Alemania en el
folleto de Francfort.
Es sorprendente que, con semejantes
ideas, esos izquierdistas no condenen categóricamente el bolchevismo. No es
posible que los izquierdistas alemanes ignoren que toda la historia del
bolchevismo, antes y después de la Revolución de Octubre, está llena de
casos de maniobra, de acuerdos, de compromisos con otros partidos, ¡sin exceptuar
los partidos burgueses!
Hacer la guerra para derrumbar a la
burguesía internacional, una guerra cien veces más difícil, prolongada y
compleja que la más encarnizada de las guerras corrientes entre Estados, y
renunciar de antemano a toda maniobra, a toda utilización (aunque no sea más
que temporal) del antagonismo de intereses existente entre los enemigos, a los
acuerdos y compromisos con posibles aliados (aunque sean provisionales,
inconsistentes, vacilantes, condicionales), ¿no es esto acaso algo
infinitamente ridículo? ¿No se parece esto al caso del que en una ascensión
difícil a una montaña inexplorada, en la que nadie hubiera puesto la planta
todavía, renunciase de antemano a hacer zigzags, a volver a veces sobre sus
pasos, a prescindir de la dirección elegida al principio y a probar diferentes
direcciones? ¡¡Y gentes tan poco conscientes, tan inexperimentadas (menos mal
aun si la causa de ello es la juventud, porque ésta está autorizada por la
providencia a decir semejantes tonterías durante cierto tiempo) han podido ser
sostenidas directa o indirectamente, franca o encubiertamente, íntegra o
parcialmente, poco importa, por algunos miembros del Partido Comunista
Holandés!!
Partido Comunista Obrero de los Países Bajos
Partido Comunista de los Países Bajos
Después de la primera revolución
socialista del proletariado, después del derrumbamiento de la burguesía en un
país, el proletariado de este último sigue siendo durante mucho tiempo
aún más débil que la burguesía, debido simplemente a las inmensas
relaciones internacionales de ésta y en virtud de la restauración espontánea y
continua, del renacimiento del capitalismo y de la burguesía por los pequeños
productores de mercancías del país que ha derrumbado a la burguesía. Obtener la
victoria sobre un adversario más poderoso únicamente es posible poniendo en
tensión todas las fuerzas y utilizando obligatoriamente con
solicitud, minucia, prudencia y habilidad, la menor "grieta" entre
los enemigos, toda contradicción de intereses entre la burguesía de los
distintos países, entre los diferentes grupos o diferentes categorías burguesas
en el interior de cada país; hay que aprovechar igualmente las menores posibilidades
de obtener un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco
seguro, condicional. El que no comprenda esto no comprende ni una palabra de
marxismo ni de socialismo científico contemporáneo, en general. El
que no ha demostrado en la práctica, durante un intervalo de tiempo
bastante considerable y en situaciones políticas bastante variadas, su
habilidad para aplicar esta verdad en la vida, no ha aprendido todavía a ayudar
a la clase revolucionaria en su lucha por librar de la explotación a toda la
humanidad trabajadora. Y lo dicho se aplica tanto al período a n t e r
i o r a la conquista del Poder político por el proletariado,
como al p o s t e r i o r.
Nuestra teoría no es un dogma, sino una guía
para la acción,[19] han dicho Marx y Engels, y el gran error, el inmenso crimen
de algunos marxistas "patentados" como Carlos Kautsky, Otto Bauer y
otros, consiste en no haber comprendido esto, en no haber sabido aplicarlo en
los momentos más importantes de la revolución proletaria. "La acción
política no se parece en nada a la acera de la avenida Nevski" (la acera
limpia, ancha y lisa de la calle principal, absolutamente recta, de
Petersburgo), decía ya N. G. Chernishevski, el gran socialista ruso del período
premarxista. Los revolucionarios rusos, desde la época de Chernishevski acá,
han pagado con innumerables víctimas su ignorancia u olvido de esta verdad. Hay
que conseguir a toda costa que los comunistas de izquierda y los
revolucionarios de Europa occidental y América fieles a la clase obrera
paguen menos cara que los atrasados rusos la asimilación de
esta verdad.
Los socialdemócratas revolucionarios de Rusia aprovecharon antes de la
caída del zarismo frecuentemente la ayuda de los liberales burgueses, es decir,
contrajeron con ellos innumerables compromisos prácticos, y en 1901-1902, aun
antes del nacimiento del bolchevismo, la antigua redacción de "Iskra"
(en la que estábamos Plejánov, Axelrod, Sasúlich Mártov, Pótresov y yo)
concertó (no por mucho tiempo, es verdad) una alianza política formal con
Struve, jefe político del liberalismo burgués, sin dejar de sostener al mismo
tiempo la lucha ideológica y política más implacable contra el liberalismo
burgués y las menores manifestaciones de su influencia en el interior del
movimiento obrero. Los bolcheviques siguieron practicando siempre esa misma
política. Desde 1905 defendieron sistemáticamente la alianza de la clase obrera
con los campesinos, contra la burguesía liberal y el zarismo, no negándose
nunca, al mismo tiempo, a apoyar a la burguesía contra el zarismo (en los
empates electorales, por ejemplo); y prosiguiendo asimismo la lucha ideológica
y política más intransigente contra el partido campesino revolucionario burgués
de los "socialrevolucionarios", a los cuales denunciaban como
demócratas pequeñoburgueses que se presentaban solamente como socialistas. En
1907, los bolcheviques constituyeron, por poco tiempo, un bloque político
formal con los "socialrevolucionarios" para las elecciones a la Duma.
Con los mencheviques hemos estado muchos años formalmente, desde 1903 a 1912,
en un partido socialdemócrata unido, sin interrumpir nunca la
lucha ideológica y política contra ellos, como contra agentes de la influencia
burguesa en el seno del proletariado y oportunistas. Durante la guerra
concertamos una especie de compromiso con los "kautskianos", los
mencheviques de izquierda (Víctor Mártov) y una parte de los "socialrevolucionarios" (Chernov, Natanson).
Asistimos
con ellos a las Conferencias de Zimmerwald y Kienthal, lanzamos manifiestos
comunes, pero nunca interrumpimos ni atenuamos] a lucha política e ideológica
contra los "kautskianos", contra Mártov y Victor Chernov. (Natanson murió en 1919 siendo un
"comunista revolucionario", populista muy afín a nosotros y casi
solidario nuestro). En el mismo momento de la Revolución de Octubre concertamos
una alianza política, no formal, pero muy importante (y muy eficaz), con la
clase campesina pequeñoburguesa, aceptando enteramente, sin la
menor modificación, el programa agrario
de los socialrevolucionarios,
es decir, contrajimos indudablemente un compromiso con el fin de probar a los
campesinos que no queríamos imponernos a ellos, sino ir a un acuerdo. Al mismo
tiempo, propusimos (y poco después lo realizábamos) un bloque político formal
con la participación de los "socialrevolucionarios de izquierda" en
el gobierno, bloque que ellos rompieron después de la paz de Brest, llegando en julio de 1918 a la
insurrección armada y más tarde a la lucha armada contra nosotros.
Fácil es concebir, por consiguiente, por qué los ataques de los
izquierdistas alemanes contra el Comité Central del Partido Comunista en
Alemania por admitir este Comité la idea de un bloque con los
"independientes" ("Partido Socialdemócrata Independiente de
Alemania", los kautskianos) nos parecen desprovistos de seriedad y una
demostración evidente de la posición errónea de los
"izquierdistas". En Rusia había también mencheviques de derecha (que
entraron en el gobierno de Kerenski), correspondientes a los Philipp Scheidemann de Alemania, y mencheviques de izquierda (Mártov),
que se hallaban en oposición con los mencheviques de derecha y correspondían a
los kautskianos alemanes. En 1917 hemos observado muy claramente cómo las masas
obreras pasaban gradualmente de los mencheviques a los bolcheviques. En el I Congreso de los Soviets de
toda Rusia,
celebrado en junio de dicho año, teníamos sólo el 13 por ciento de los votos.
La mayoría pertenecía a los socialrevolucionarios y a los mencheviques. En el II Congreso de los Soviets (25 de octubre de 1917, según el
antiguo calendario,) teníamos el 51 por ciento de los sufragios. ¿Por qué en Alemania
una tendencia igual, absolutamente idéntica de los
obreros a pasar de la derecha a la izquierda ha conducido, no al
fortalecimiento inmediato de los comunistas, sino, en un comienzo, al del
partido intermedio de los "independientes", aunque este partido no
haya tenido nunca ninguna idea política independiente y ninguna política
independiente, ni haya hecho jamás otra cosa que vacilar entre Scheidemann y
los comunistas?
Social-Revolucionarios
de izquierda
Partido Socialrevolucionario de Izquierda, SR de
izquierda o eseristas
de izquierda
Es indudable que una de las causas ha sido la táctica errónea de
los comunistas alemanes, los cuales deben honradamente y sin temor reconocer su
error y aprender a corregirlo. La equivocación ha consistido en negarse a ir al
parlamento burgués reaccionario y a los sindicatos reaccionarios, el error ha
consistido en múltiples manifestaciones de esta enfermedad infantil del
"izquierdismo" que ahora ha hecho erupción y que gracias a ello será
curada mejor y más pronto, con más provecho para el organismo.
El "Partido Socialdemócrata Independiente" alemán carece
visiblemente de homogeneidad interior: al lado de los antiguos jefes
oportunistas (Kautsky, Hilferding y, por lo que se ve, en gran parte Crispien,
Ledebour y otros), que han dado pruebas de su incapacidad para comprender la
significación del Poder de los Soviets y de la dictadura del proletariado, así
como para dirigir la lucha revolucionaria de este último, se ha formado y crece
rápidamente, en dicho partido, un ala izquierda proletaria. Cientos de miles de
miembros del partido, que, al parecer, cuenta en total unos 750.000, son
proletarios que se alejan de Scheidemann y caminan a grandes pasos hacia el
comunismo. Esta ala proletaria propuso ya en el Congreso de los independientes,
celebrado en Leipzig (en 1919), la adhesión inmediata e incondicional a la III
Internacional. Temer un "compromiso" con esa ala del partido, es
sencillamente ridículo. Al contrario, es un deber de los
comunistas buscar y encontrar una forma adecuada de compromiso
con ella, compromiso que permita, por una parte, facilitar y apresurar la
fusión completa y necesaria con ella, y, por otra, que no cohiba en nada a los
comunistas en su lucha ideológica y política contra el ala derecha oportunista
de los "independientes". Es probable que no sea fácil elaborar una
forma adecuada de compromiso, pero sólo un charlatán podría prometer a los
obreros y a los comunistas alemanes un camino "fácil" para alcanzar
la victoria.
El capitalismo dejaría de ser capitalismo, si el proletariado
"puro" no estuviese rodeado de una masa abigarradísima de tipos que
señalan la transición del proletario al semiproletario (el que obtiene en gran
parte sus medios de existencia vendiendo su fuerza de trabajo), del
semiproletario al pequeño campesino (y al pequeño productor, al artesano, al
pequeño patrono en general), del pequeño campesino al campesino medio, etc., y si
en el interior mismo del proletariado no hubiera sectores de un desarrollo
mayor o menor, divisiones según el origen territorial, la profesión, la
religión a veces, etc. De todo esto se desprende imperiosamente la necesidad --
una necesidad absoluta -- para la vanguardia del proletariado, para su parte
consciente, para el Partido Comunista, de recurrir a la maniobra, a los
acuerdos, a los compromisos con los diversos grupos de proletarios, con los
diversos partidos de los obreros y pequeños patronos. Toda la cuestión consiste
en saber aplicar esta táctica para elevar y
no para rebajar el nivel general de conciencia, de espíritu
revolucionario, de capacidad de lucha y de victoria del proletariado. Es
preciso anotar, entre otras cosas, que la victoria de los bolcheviques sobre
los mencheviques exigió, no sólo antes de la Revolución de Octubre de
1917, sino aun después de ella la aplicación de una táctica de
maniobras, de acuerdos, de compromisos, aunque de tal naturaleza, claro es, que
facilitaban y apresuraban la victoria de los bolcheviques, los consolidaba y
fortalecía a costa de los mencheviques. Los demócratas pequeñoburgueses (los
mencheviques inclusive) oscilan inevitablemente entre la burguesía y el
proletariado, entre la democracia burguesa y el régimen soviético, entre el
reformismo y el revolucionarismo, entre el amor a los obreros y el miedo a la
dictadura del proletariado, etc. La táctica acertada de los comunistas debe
consistir en utilizar estas vacilaciones y no, en modo alguno,
en ignorarlas; esta utilización exige concesiones a los elementos que se
inclinan hacia el proletariado -- en el caso y en la medida exacta en que lo
hacen -- y al mismo tiempo la lucha contra los elementos que se inclinan hacia
la burguesía. Gracias a la aplicación por nuestra parte de una táctica
acertada, el menchevismo se ha ido descomponiendo cada vez más y sigue
descomponiéndose en nuestro país; dicha táctica ha ido aislando a los jefes
obstinados en el oportunismo y trayendo a nuestro campo a los mejores obreros,
a los mejores elementos de la democracia pequeñoburguesa. Es esto un proceso
lento, y las "soluciones" fulminantes tales como "ningún
compromiso, ninguna maniobra" no hacen más que perjudicar la causa del
acrecimiento de la influencia y el aumento de las fuerzas del proletariado
revolucionario.
En fin, uno de los errores indudables de los "izquierdistas"
de Alemania consiste en su intransigencia rectilínea a no reconocer el Tratado de Versalles. Cuanto más grande es "el
aplomo" y "la importancia", cuanto más "categórico" y
sin apelación el tono con que formula este punto de vista, por ejemplo, K.
Horner, menos inteligente resulta. No basta con renegar de las necedades
evidentes del "bolchevismo nacional" (Heinrich Laufenberg y Fritz Wolffheim [ teóricos del bolchevismo nacional] otros), el
cual ha llegado hasta el extremo de hablar de la formación de un bloque con la
burguesía alemana para la guerra contra la Entente en las condiciones actuales
de la revolución proletaria internacional. Hay que comprender asimismo que es
radicalmente errónea la táctica que niega la obligación para la Alemania
Soviética (si surgiese pronto una República Soviética alemana) de reconocer por
algún tiempo el Tratado de Versalles y someterse a él. De esto no se deduce que
los "independientes" tuvieran razón cuando, estando los Philipp Scheidemann en el gobierno, cuando no había sido
todavía derribado el Poder soviético en Hungría, cuando todavía no estaba
excluida la posibilidad de una ayuda de la revolución soviética en Viena para
apoyar a la Hungría Soviética, cuando, en esas condiciones,
reclamaban la firma del Tratado de Versalles. En aquel momento, los
"independientes" maniobraban muy mal, pues tomaban sobre sí una
responsabilidad mayor o menor por los traidores tipo Scheidemann y se desviaban
más o menos del punto de vista de la guerra de clases implacable (y fríamente
razonada) contra los Scheidemann, para colocarse "fuera" o "por
encima" de esta lucha de clases.
Pero la situación actual es de tal naturaleza, que los comunistas
alemanes no deben atarse las manos y prometer la renuncia obligatoria e
indispensable del Tratado de Versalles en caso de triunfo del comunismo. Esto
sería una tontería. Hay que decir: los Scheidemann y los kautskianos han
cometido una serie de traiciones que han dificultado (y en parte han hecho
fracasar) la alianza con la Rusia Soviética, con la Hungría Soviética.
Nosotros, los comunistas, procuraremos por todos los medios facilitar y preparar esa
alianza, y, en cuanto a la paz de Versalles, no estamos obligados a rechazarla
a toda costa y además de un modo inmediato. La posibilidad de rechazarla eficazmente
depende no sólo de los éxitos del movimiento soviético en Alemania, sino
también de sus éxitos internacionales. Este movimiento ha sido obstaculizado
por los Scheidemann y los Kautsky; nosotros lo favorecemos. Ved dónde está el
fondo de la cuestión, en qué consiste la diferencia radical. Y si nuestros
enemigos de clase, los explotadores y sus lacayos, los Scheidemann y los
kautskianos, han dejado escapar una serie de ocasiones propicias para
fortalecer el movimiento soviético alemán e internacional, a la vez que la
revolución soviética alemana e internacional, la culpa es de ellos. La
revolución soviética en Alemania reforzará el movimiento soviético
internacional, que es el reducto más fuerte (y el único seguro e invencible, de
una potencia universal) contra el Tratado de Versalles, contra el imperialismo
internacional en general. Poner obligatoriamente, a toda costa y en seguida, la
liberación del Tratado de Versalles en el primer plano, antes que le
cuestión de la liberación del yugo imperialista de los demás países
oprimidos por el imperialismo, es una manifestación de nacionalismo
pequeñoburgués (digno de los Kautsky, Hilferding, Otto Bauer y compañía), pero
no de internacionalismo revolucionario. El derrumbamiento de la burguesía en
cualquiera de los grandes países europeos, Alemania inclusive, es un
acontecimiento tan favorable para la revolución internacional, que, para que
esto ocurra, se puede y se debe dejar vivir por algún tiempo más el
Tratado de Versalles, si ser, necesario. Si Rusia por sí sola ha podido
resistir durante algunos meses con provecho para la revolución el Tratado de
Brest, no es ningún imposible el que la Alemania Soviética, aliada con la Rusia
Soviética, pueda soportar más tiempo, con provecho para la revolución, el Tratado
de Versalles.
Los imperialistas de Francia, Inglaterra, etc., quieren provocar a los
comunistas alemanes, tendiéndoles este lazo: "decid que no firmaréis el
Tratado de Versalles". Y los comunistas "de izquierda" se dejan
coger como niños en el lazo que les han tendido, en vez de maniobrar con
destreza contra un enemigo pérfido, y en el momento actual más
fuerte, en vez de decirle: "ahora firmaremos el Tratado de
Versalles". Atarnos de antemano las manos, declarar francamente al
enemigo, actualmente mejor armado que nosotros, si vamos a luchar con él y en
qué momento, es una tontería y no tiene nada de revolucionario. Aceptar el
combate a sabiendas de que ofrece ventaja al enemigo y no a nosotros, es un
crimen, y no sirven para nada los políticos de la clase revolucionaria que no
saben "maniobrar", que no saben proceder "por acuerdos y
compromisos" con el fin de evitar un combate que es desfavorable de
antemano.
Comunismo
de izquierda, anti-bolchevique y del Consejo
Partido
Comunista de Gran Bretaña
EL
COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN INGLATERRA
En
Inglaterra no existe todavía Partido Comunista, pero entre los obreros se
advierte un movimiento comunista joven, pero extenso, poderoso, que crece
rápidamente y autoriza las más radiantes esperanzas. Hay algunos partidos y
organizaciones políticas ("Partido Socialista
Británico"[20], "Partido Socialista Obrero",
"Sociedad Socialista del Sur de Gales", "Federación Socialista
Obrera"[21]) que desean crear el Partido Comunista
y llevan ya a cabo negociaciones entre sí con este objeto. En el periódico
"El Dreadnought de los obreros" (t. VI, núm. 48 del 21. II. 1920),
órgano semanal de la última de las organizaciones mencionadas, dirigido por la
camarada Sylvia Pankhurst (y aquí), aparece un artículo de esta última titulado: "Hacia el Partido Comunista". Se expone en él la marcha de
las negociaciones entre las cuatro organizaciones citadas para la formación de
un Partido Comunista unificado, sobre la base de la adhesión a la III
Internacional, del reconocimiento del sistema soviético en vez del
parlamentarismo y del reconocimiento de la dictadura del proletariado. Resulta
que uno de los principales obstáculos para la formación inmediata de un Partido
Comunista único, es la falta de unanimidad sobre la cuestión de la
participación en el parlamento y de la adhesión del nuevo Partido Comunista al
viejo "Partido Laborista" oportunista, socialchovinista,
profesionalista y compuesto predominantemente por tradeuniones. La
"Federación Socialista Obrera" y el "Partido Socialista
Obrero"* se pronuncian contra la participación en las elecciones y en el
parlamento, contra la adhesión al "Partido Laborista", y sobre este
punto están en desacuerdo con todos o la mayoría de los miembros del Partido
Socialista Británico, que constituye a sus ojos "la
* Parece que este partido es opuesto a la adhesión al "Partido
Laborista", pero que no todos sus miembros son contrarios a la participación
en el parlamento derecha de los Partidos Comunistas" en Inglaterra (pág. 5
del mencionado artículo de Sylvia Pankhurst).
Pankhurst, E. Sylvia (1882-1960)
E. Sylvia Pankhurst. Memoria de los trabajadores
“El acorazado de los trabajadores”:
“El Partido Comunista: Resoluciones provisionales hacia un programa”
“El Partido Comunista: Resoluciones provisionales hacia un programa”
1920
Rosa
Luxemburgo. Una cuestión de táctica. Escrito: julio de 1899 (La
participación activa de los socialistas con un gobierno burgués. La clase
obrera no puede aliarse con el enemigo de clase para defender sus conquistas
democráticas)
Rosa Luxemburgo
LA ASAMBLEA NACIONAL (20 de noviembre 1918
VI Lenin.
Carta a Sylvia Pankhurst [1]
Escrito: 28 de agosto de 1919.
[2] Se refiere al Congreso Inaugural del Partido Comunista de
Alemania, celebrado
en Berlín del 30 de diciembre de 1918 al 1 de enero de 1919. A pesar de los
discursos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg que proponen participar en las
elecciones a la Asamblea Nacional, El Congreso, por mayoría de votos (62 contra
23) adoptó la decisión de no participar en la campaña electoral.
La división fundamental, pues, es la misma que en Alemania, a pesar de
las enormes diferencias de forma en que se manifiesta la divergencia (en
Alemania esta forma es mucho más parecida "a la rusa" que en
Inglaterra) y de otras muchas circunstancias. Examinemos los argumentos de los
"izquierdistas".
Sobre la cuestión de la participación en el parlamento, la camarada
Sylvia Pankhurst alude a una carta a la redacción, del camarada W. Gallacher,
que escribe en nombre del "Soviet Obrero de Escocia", de Glasgow,
publicada en el mismo número:
"Este Soviet -- dice dicho camarada -- es firmemente
antiparlamentario y se halla sostenido por el ala izquierda de varias organizaciones
políticas. Representamos el movimiento revolucionario en Escocia, que aspira a
crear una organización revolucionaria en las industrias (en las diversas ramas
de la producción) y un Partido Comunista, apoyado en Comités sociales en todo
el país. Durante mucho tiempo hemos regañado con los parlamentarios oficiales.
No hemos juzgado necesario declararles abiertamente la guerra, y ellos temen iniciar
el ataque contra nosotros.
"Pero semejante situación no puede prolongarse mucho. Nosotros triunfamos en toda la línea.
"Los miembros de filas del Partido Obrero Independiente de Escocia sienten una repugnancia cada vez mayor por la idea del parlamento, y casi todos los grupos locales son partidarios de los Soviets [en la transcripción inglesa se emplea el término ruso] o Consejos obreros.
Indudablemente
esto tiene una importancia enorme para los señores que consideran la política
como un medio de vida (como una profesión) y ponen en juego todos los
procedimientos para persuadir a sus miembros de que vuelvan atrás, al seno del
parlamentarismo. Los camaradas revolucionarios no deben [lo
subrayado es en todas partes del autor] sostener a esta banda. Nuestra lucha
será en este sentido muy difícil. Uno de sus rasgos peores consistirá en la traición
de aquéllos para quienes el interés personal es un motivo de más fuerza que su
interés por la revolución. Defender el parlamentarismo, de cualquier manera que
sea, equivale a preparar la caída del Poder en manos de nuestros Scheidemann y
Noske británicos. Henderson, Clynes y compañía son unos reaccionarios
incurables. El Partido Obrero Independiente oficial cae, cada vez más, bajo el
dominio de los liberales burgueses que han hallado un refugio espiritual en el
campo de los señores MacDonald, Snowden y compañía. El Partido Obrero
independiente oficial es violentamente hostil a la III Internacional, pero la
masa es partidaria de ella. Sostener, sea como sea, a los parlamentarios
oportunistas, significa simplemente hacer el juego a esos señores.
"El Partido Socialista Británico no significa nada. . . Lo que se
necesita es una buena organización revolucionaria industrial y un Partido
Comunista que actúe sobre bases claras, bien definidas, científicas. Si
nuestros camaradas pueden ayudarnos a crear una y otro, aceptaremos gustosos su
concurso; si no pueden, por Dios, que no se mezclen en ello, si no quieren
traicionar la revolución sosteniendo a los reaccionarios que con tanto celo
tratan de adquirir el 'honorable' (?) [la interrogación es del autor] título de
parlamentario y que arden en deseos de demostrar que son capaces de
gobernar tan bien como los mismos 'amos', los políticos de
clase".
Esta carta a la redacción expresa admirablemente, en mi opinión, el
estado de espíritu y el punto de vista de los comunistas jóvenes o de los
obreros ligados a las masas, que acaban de llegar al comunismo. Este estado de
espíritu es altamente consolador y valioso; es preciso saber apreciarlo y
sostenerlo, porque sin él habría que desesperar de la victoria de la revolución
proletaria en Inglaterra o en cualquier otro país. Hay que conservar
cuidadosamente y ayudar con toda clase de solicitud a los hombres que saben
reflejar ese estado de espíritu de las masas y suscitarlo (pues muy a menudo
yace oculto, inconsciente, sin despertarse). Pero, al mismo tiempo, es menester
decirles clara y sinceramente que ese espíritu por sí solo es
insuficiente para dirigir a las masas en la gran lucha revolucionaria, y que
estos o los otros errores en que pueden incurrir o en que incurren los hombres
más fieles a la causa revolucionaria, son susceptibles de perjudicarla. La
carta dirigida a la redacción por el camarada Gallacher muestra, en germen, de
un modo indudable todos los errores que cometen los comunistas
"de izquierda" alemanes y en que incurrieron los bolcheviques
"de izquierda" rusos en 1908 y 1918.
El autor de la carta está imbuido del más noble odio proletario contra
los "políticos de clase" de la burguesía (odio comprensible y
simpático, por otra parte, no sólo a los proletarios, sino también a todos los
trabajadores, a todas las "pequeñas gentes", para emplear la
expresión alemana). Este odio de un representante de las masas oprimidas y
explotadas es, a decir verdad, el "principio de toda sabiduría", la
base de todo movimiento socialista y comunista y de su éxito. Pero el autor no
tiene en cuenta, por lo visto, que la
política es una ciencia y un arte que no cae del cielo, que no se obtiene
gratis, y que si el proletariado quiere vencer a la burguesía, debe formar sus
"políticos de clase", proletarios, y de tal altura, que no sean
inferiores a los políticos burgueses.
El autor ha comprendido admirablemente que no es el parlamento, sino
sólo los Soviets obreros, los que pueden proporcionar al proletariado el instrumento
necesario para conseguir sus objetivos, y, naturalmente, el que hasta ahora no
haya comprendido esto, es el peor de los reaccionarios, aunque sea el hombre
más ilustrado, el más experimentado político, el socialista más sincero, el
marxista más erudito, el ciudadano y padre de familia más honrado. Pero hay una
cuestión que el autor no plantea, que ni siquiera considera necesario plantear:
la de si se puede conducir a los Soviets a la victoria sobre el parlamento sin
hacer que los políticos "soviéticos" entren en este
último, sin descomponer el parlamento desde dentro, sin preparar en
el interior del parlamento el éxito de los Soviets, en el cumplimiento de la
tarea que ante ellos se plantea de acabar con el parlamento. Sin embargo, el
autor expresa una idea absolutamente exacta al decir que el Partido Comunista
inglés debe actuar sobre bases científicas. La ciencia exige,
en primer lugar, que se tenga en cuenta la experiencia de los demás países,
sobre todo si estos países, también capitalistas, pasan o han pasado
recientemente por una experiencia muy parecida; en segundo término, exige que
se tengan en cuenta todas las fuerzas, todos los
grupos, partidos, clases y masas, que actúan en el interior de dichos países,
en vez de determinar la política únicamente conforme a los deseos y opiniones,
el grado de conciencia y preparación para la lucha, de un solo grupo o de un
solo partido.
Que los Henderson, Clynes, Ramsay MacDonald, Snowcden son unos reaccionarios
incurables, es cierto. Y no lo es menos que quieren tomar el Poder en sus manos
(prefiriendo, dicho sea de paso, la coalición con la burguesía), que quieren
"gobernar" con las reglas burguesas del buen tiempo viejo y que, una
vez en el Poder, se conducirán inevitablemente como Scheidemann y Noske. Todo
ello es verdad, pero de esto no se deduce, ni mucho menos, que apoyarles
equivalga a traicionar la revolución, sino que, en interés de ésta, los
revolucionarios de la clase obrera deben conceder a estos señores un cierto
apoyo parlamentario. Para aclarar esta idea tomaré dos documentos políticos
ingleses de actualidad: 1) el discurso del primer ministro Lloyd George, del 18 de marzo de 1920 (según el
texto del "The Manchester Guardian" del 19 del mismo mes) y 2) los
razonamientos de una comunista "de izquierda", la camarada Sylvia
Pankhurst, en el artículo más arriba citado.
Lloyd George polemiza en su discurso con Asquith (que había sido
invitado especialmente a la reunión, pero que se negó a asistir) y con los
liberales que quieren una aproximación al Partido Laborista y no la coalición
con los conservadores. (En la carta dirigida a la redacción por el camarada Gallacher
hemos visto ya citar el hecho de la entrada de algunos liberales en el Partido
Obrero Independiente). Lloyd George demuestra que es necesaria una coalición de
los liberales con los conservadores, e incluso una coalición estrecha,
pues de otro modo podría alcanzar la victoria el Partido Laborista, que Lloyd
George prefiere llamar "socialista" y que aspira a "la propiedad
colectiva" de los medios de producción. "En Francia esto se llamaba
comunismo explicaba el jefe de la burguesía inglesa a sus auditores, miembros
del Partido Liberal parlamentario que, seguramente, hasta entonces lo ignoraban
--, en Alemania esto se llamaba socialismo; en Rusia esto se llama
bolchevismo". Para los liberales esto es inadmisible en principio --
explicaba Lloyd George --, pues los liberales son por principio defensores de
la propiedad privada. "La civilización está en peligro" -- declaraba
el orador -- y por eso los liberales y conservadores deben unirse. . .
". . . Si vais a los distritos agrícolas -- decía Lloyd George --
veréis, lo reconozco, conservadas como antes las antiguas divisiones de
partido; allí está lejos el peligro, allí no existe el peligro. Pero, cuando
llegue allí, será tan grande como lo es hoy en algunos distritos industriales.
Las cuatro quintas partes de nuestro país se ocupan en la industria y el
comercio; sólo una quinta parte escasa vive de la agricultura. He aquí una de
las circunstancias que tengo siempre presente cuando reflexiono en los peligros
con que nos amenaza el porvenir. En Francia, la población es agrícola y
constituye por eso una base sólida de determinados puntos de vista, base que no
cambia tan rápidamente y que no es sencillo remover por el movimiento
revolucionario. En nuestro país, la cosa es muy distinta. Nuestro país es más fácil
de transformar que ningún otro en el mundo, y si empieza a vacilar, la
catástrofe será aquí, en virtud de las razones indicadas, más fuerte que en los
demás países".
El lector puede apreciar por estas citas que el señor Lloyd George, no
sólo es un hombre muy inteligente, sino que además ha aprendido mucho de los
marxistas. Tampoco nosotros haríamos mal en aprender de Lloyd George.
Es también interesante hacer notar el siguiente episodio de la
discusión, que tuvo lugar después del discurso de Lloyd George:
"G. Wallace : Quisiera preguntar cómo considera el
primer ministro los resultados de su política en los distritos industriales,
por lo que se refiere a los obreros industriales, muchos de los cuales son
actualmente liberales y nos prestan un apoyo tan grande. ¿No se puede prever un
resultado que provoque un aumento enorme de la fuerza del Partido Laborista por
parte de estos mismos obreros que nos apoyan hoy sinceramente?
El primer ministro: Tengo una opinión completamente distinta. El hecho de que los liberales luchen entre sí empuja indudablemente a un buen número de los mismos, llevados por la desesperación, hacia las filas del Partido Laborista, donde hay ya un número considerable de liberales muy capaces que se ocupan actualmente de desacreditar al gobierno. El resultado, evidentemente, es un movimiento importante de la opinión pública en favor del Partido Laborista. La opinión pública se inclina, no a los liberales que están fuera del Partido Laborista, sino a éste, como lo muestran las elecciones parciales".
Digamos de paso que estos razonamientos prueban sobre todo hasta qué
punto están desorientados y no pueden dejar de cometer irreparables desatinos
los hombres más inteligentes de la burguesía. Esto es lo que la hará perecer.
Los nuestros pueden incluso cometer necedades (es verdad, a condición de que no
sean muy considerables y sean reparadas a tiempo), y, sin embargo, acabarán por
triunfar.
El segundo documento político son las siguientes consideraciones de la
comunista "de izquierda", camarada Sylvia Pankhurst:
". . . El camarada Inkpin (secretario del Partido Socialista
Británico) llama al Partido Laborista 'la organización principal del movimiento
de la clase obrera'. Otro camarada del Partido Socialista Británico ha
expresado todavía con más relieve este punto de vista, en la Conferencia de la
III Internacional: 'Consideramos al Partido Laborista -- ha dicho -- como la
clase obrera organizada'.
"No compartimos esta opinión sobre el Partido Laborista. Este es muy importante numéricamente, aunque sus miembros son considerablemente inertes y apáticos; se trata de obreros y obreras que han entrado en las tradeuniones, porque sus compañeros de taller son tradeunionistas y porque desean recibir subsidios.
"Pero reconocemos que la importancia numérica del Partido Laborista obedece también al hecho de que éste representa una manera de pensar cuyos límites aún no ha sobrepasado la mayoría de la clase obrera británica, aunque se preparan grandes cambios en el espíritu del pueblo que modificarán muy pronto semejante situación. . ."
". . . El Partido Laborista Británico, como las organizaciones socialpatriotas de los demás países, llegará inevitablemente al Poder por el curso natural del desenvolvimiento social. El deber de los comunistas consiste en organizar las fuerzas que derribarán a los socialpatriotas, y en nuestro país no debemos retardar esta acción, ni vacilar.
"No debemos gastar nuestra energía en aumentar las fuerzas del Partido Laborista; su advenimiento al Poder es inevitable. Debemos concentrar nuestras fuerzas en la creación de un movimiento comunista que venza a ese partido. Dentro de poco, el Partido Laborista será gobierno; la oposición revolucionaria debe estar preparada para emprender el ataque contra él. . ."
Así, pues, la burguesía liberal renuncia al sistema histórico,
consagrado por una experiencia secular y extraordinariamente ventajosa para los
explotadores, el sistema de los "dos partidos" (de los explotadores)
por considerar necesaria la unión de sus fuerzas con objeto de luchar contra el
Partido Laborista. Una parte de los liberales, como ratas de un navío que se va
a pique, corren hacia el Partido Laborista. Los comunistas de izquierda
consideran inevitable el paso del Poder a manos del Partido Laborista, y
reconocen que hoy la mayor parte de los trabajadores está en favor de dicho
partido. De todo esto sacan la extraña conclusión que la camarada Sylvia
Pankhurst formula del siguiente modo:
"El Partido Comunista no debe contraer compromisos. . . Debe
conservar pura su doctrina e inmaculada su independencia frente al reformismo;
su misión es ir adelante, sin detenerse ni desviarse de su camino, avanzar en
línea recta hacia la Revolución Comunista".
Al contrario, del hecho de que la mayoría de los obreros en Inglaterra
siga todavía a los Kerenski o Scheidemann ingleses, de que no haya pasado
todavía por la experiencia de un gobierno formado por esos hombres, experiencia
que ha sido necesaria tanto en Rusia como en Alemania para que los obreros
pasaran en masa al comunismo, se deduce de un modo indudable que los comunistas
ingleses deben participar en el parlamentarismo, deben desde
el interior del parlamento ayudar a la masa obrera a ver en la
práctica los resultados del gobierno de los Henderson y los Snowden, deben
ayudar a los Henderson y a los Snowden a vencer a la coalición de los Lloyd
George y Churchill. Proceder de otro modo significa obstaculizar la obra
de la revolución, pues si no se produce un cambio en las opiniones de la
mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible, y ese cambio se
consigue a través de la experiencia política de las masas, nunca de la
propaganda sola. El lema "¡Adelante sin compromisos, sin apartarse del
camino!", es manifiestamente erróneo, si quien habla así es una minoría
evidentemente impotente de obreros que saben (o por lo menos deben saber) que
la mayoría, dentro de poco tiempo, en caso de que los Henderson y Snowden
triunfen sobre Lloyd George y Churchill, perderá la fe en sus jefes y apoyará
al comunismo (o, en todo caso, adoptará una actitud de neutralidad y en la
mayoría de los casos de neutralidad favorable con respecto a los comunistas). Es
lo mismo que si 10.000 soldados se lanzaran al combate contra 50.000 enemigos
en el momento en que es preciso "detenerse", "apartarse del
camino" y hasta concertar un "compromiso" aunque no sea más que
para esperar la llegada de un refuerzo prometido de loo.ooo hombres, que no
pueden entrar inmediatamente en acción. Es una puerilidad propia de
intelectuales y no una táctica seria de la clase revolucionaria.
La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas ellas, y en
particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo
siguiente: para la revolución no basta con que las masas explotadas y oprimidas
tengan conciencia de la imposibilidad de vivir como antes y reclamen cambios,
para la revolución es necesario que los explotadores no puedan vivir ni
gobernar como antes. Sólo cuando las "capas bajas" no quieren lo
viejo y las "capas altas" no pueden sostenerlo al modo
antiguo, sólo entonces puede triunfar la revolución. En otros términos,
esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una
crisis nacional general (que afecte a explotados y explotadores). Por
consiguiente, para la revolución hay que lograr, primero, que la mayoría de los
obreros (o en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos,
políticamente activos) comprenda profundamente la necesidad de la revolución y
esté dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que
las clases gobernantes atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la
política hasta a las masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución
verdadera es la duplicación o centuplicación del número de hombres aptos para
la lucha política, representantes de la masa trabajadora y oprimida, antes
apática), que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su
derrumbamiento rápido por los revolucionarios.
En Inglaterra vemos desarrollarse a ojos vistas, y precisamente el
discurso de Lloyd George lo demuestra, los dos factores de una revolución
proletaria victoriosa. Y los errores de los comunistas de izquierda son
especialmente peligrosos en la actualidad, precisamente porque observamos una
actitud poco razonada, poco atenta, poco consciente, poco reflexiva con
respecto a cada uno de estos factores, por parte de algunos revolucionarios. Si
somos el partido de la clase revolucionaria, y no un grupo
revolucionario, si queremos arrastrar a las masas (sin lo cual
corremos el riesgo de no pasar de simples charlatanes) debemos: primero, ayudar
a Henderson o a Snowden a vencer a Lloyd George y Churchill (más exactamente:
debemos obligar a los primeros a vencer a los segundos, ¡pues los
primeros tienen miedo de su propia victoria !); segundo,
ayudar a la mayoría de la clase obrera a convencerse por experiencia propia de
la razón que nos asiste, es decir, de la incapacidad completa de los Henderson
y Snowden, de su naturaleza pequeñoburguesa y traidora, de la inevitabilidad de
su bancarrota; y tercero, acercar el momento en que, sobre la base del
desencanto producido por los Henderson en la mayoría de los obreros, se pueda,
con grandes probabilidades de éxito, derribar de un solo golpe el gobierno de
los Henderson, que perderá la cabeza con tanto mayor motivo si incluso Lloyd
George, ese político inteligentísimo y solvente, no pequeño, sino gran burgués,
la pierde también y se debilita (con toda la burguesía) cada día más, ayer con
su "tirantez" con Churchill, hoy con su "tirantez" con Asquith.
Hablaré de un modo más concreto. Los comunistas ingleses deben, a mi
juicio, reunir sus cuatro partidos y grupos (todos muy débiles y algunos
extraordinariamente débiles) en un Partido Comunista único, sobre la base de
los principios de la III Internacional y la participación obligatoria en
el parlamento. El Partido Comunista propone a los Henderson y Snowden un
"compromiso", una alianza electoral: marchemos juntos contra la
coalición de Lloyd George y los conservadores, repartámonos los puestos en el
parlamento en proporción al número de votos dados por los trabajadores al
Partido Laborista o a los comunistas (no en las elecciones generales, sino en
una votación especial), conservemos la libertad más completa de
agitación, de propaganda, de acción política. Sin esta última condición,
naturalmente, es imposible hacer el bloque, pues sería una traición: los
comunistas ingleses deben reivindicar para ellos y conservar una libertad
completa para desenmascarar a los Henderson y los Snowden, de un modo tan
absoluto como lo hicieron (durante 15 años, de 1903 a 1917) los
bolcheviques rusos con respecto a los Henderson y Snowden de Rusia, esto es los
mencheviques.
Si los Henderson y Snowden aceptan el bloque en estas condiciones,
habremos ganado, pues lo que nos importa no es ni mucho menos el número de
actas, no es esto lo que perseguimos; en este punto seremos transigentes
(mientras que los Henderson y sobre todo sus nuevos amigos -- o sus nuevos
dueños -- los liberales que han ingresado en el Partido Obrero Independiente
corren más que nada a la caza de actas). Habremos ganado, porque
llevaremos nuestra agitación a las masas en
el momento en que las habrá "irritado" Lloyd George en
persona y no sólo contribuiremos a que el Partido Laborista forme más
de prisa su gobierno, sino que ayudaremos a las masas a comprender mejor toda
nuestra propaganda comunista, que realizaremos contra los Henderson sin ninguna
limitación, sin silenciar nada.
Si los Henderson y los Snowden rechazan el bloque con nosotros en estas
condiciones, habremos ganado todavía más, pues habremos mostrado de un solo
golpe a las masas (tened en cuenta que aun en el interior del
Partido Obrero Independiente, puramente menchevique, completamente
oportunista, las masas son partidarias de los Soviets) que los
Henderson prefieren su intimidad con los capitalistas, a la
unión de todos los trabajadores. Habremos ganado inmediatamente ante la
masa, la cual, sobre todo después de las explicaciones brillantísimas,
extremadamente acertadas y útiles (para el comunismo) dadas por Lloyd George,
simpatizará con la idea de la unión de todos los obreros contra la coalición de
Lloyd George con los conservadores. Habremos ganado desde el primer momento,
pues habremos demostrado a las masas que los Henderson y Snowden tienen miedo
de vencer a los Lloyd George, temen tomar el Poder solos y aspiran a
obtener en secreto el apoyo de Lloyd George, el cual
tiende abiertamente la mano a los conservadores contra el
Partido Laborista. Hay que advertir que en Rusia, después de la revolución del
27 de febrero de 1917 (antiguo calendario), el éxito de la propaganda de los
bolcheviques contra los mencheviques y socialrevolucionarios (es decir, los
Henderson y Snowden rusos) se debió precisamente a las mismas circunstancias.
Nosotros decíamos a los mencheviques y a los socialrevolucionarios: tomad todo
el Poder sin la burguesía, puesto que tenéis la mayoría en los Soviets (en el I
Congreso de los Soviets de toda Rusia, celebrado en junio de 1917, los
bolcheviques no tenían más que el 13 por ciento de los votos). Pero los
Henderson y Snowden rusos tenían miedo de tomar el Poder sin la burguesía, y
cuando ésta aplazaba las elecciones a la Asamblea Constituyente, porque sabía
perfectamente que los socialrevolucionarios y los mencheviques tendrían la
mayoría* (unos y otros formaban un bloque político muy estrecho, representaban
prácticamente a la democracia pequeñoburguesa unida ), los
socialrevolucionarios y los mencheviques no tuvieron fuerza bastante para
luchar enérgicamente y hasta el fin contra estos aplazamientos.
* Las elecciones a la
Constituyente rusa, en
noviembre de 1917, según informes que se refieren a más de 36 millones de
electores, dieron el 25 por ciento de los votos a los bolcheviques, el 13 por
ciento a los distintos partidos de los terratenientes y de la burguesía, el 62
por ciento a la democracia pequeñoburguesa, es decir, a los
socialrevolucionarios y mencheviques junto con los pequeños grupos afines a
ellos.
Asamblea
Constituyente Rusa
Congreso de
los Sóviets de Todas Las Rusias
Partido
Laborista (Reino Unido)
Partido
Laborista Independiente
En caso de que los Henderson (en inglés aquí) y Philip Snowden se negaran a formar un bloque con
los comunistas, éstos saldrían ganando desde el punto de vista de la conquista
de la simpatía de las masas y el descrédito de los Henderson y Snowden. Poco
importaría entonces perder algunas actas por dicha causa. No presentaríamos
candidatos sino en una ínfima minoría de distritos absolutamente seguros; es
decir, donde la presentación de nuestros candidatos no diera la victoria a un
liberal contra un laborista. Realizaríamos nuestra campaña electoral
distribuyendo hojas en favor del comunismo e invitando en todos los
distritos en que no presentáramos candidato a que se votara por el
laborista contra el burgués. Se equivocan los camaradas Sylvia
Pankhurst y Gallacher si ven en esto una traición al comunismo o una renunciación
a la lucha contra los socialtraidores. Al contrario, es indudable que la causa
del comunismo saldría ganando con ello.
A los comunistas ingleses les es hoy frecuentemente muy difícil incluso
acercarse a las masas, hacer que éstas les escuchen. Pero si yo me presento
como comunista, y al mismo tiempo invito a que se vote por Henderson contra
Lloyd George, seguramente se me escuchará. Y podré explicar de modo accesible a
todos, no sólo por qué los Soviets son mejores que el parlamento y la dictadura
del proletariado mejor que la dictadura de Churchill (cubierta por el pabellón
de la "democracia" burguesa), sino también que yo querría apoyar a
Henderson con mi voto del mismo modo que la soga sostiene al ahorcado; que la
aproximación de los Henderson a los puestos de su propio gobierno justificará
mis ideas, atraerá a las masas a mi lado, acelerará la muerte política de los
Henderson y Snowden, tal como sucedió con sus correligionarios en Rusia y en
Alemania.
Y si se me objeta que esta táctica es demasiado "astuta" o
complicada, que no la comprenderán las masas, que dispersará y disgregará
nuestras fuerzas impidiendo concentrarlas en la revolución soviética, etc.,
responderé a mis contradictores "de izquierda": ¡no hagáis recaer
sobre las masas vuestro propio doctrinarismo! Es de suponer que en Rusia las
masas no son más cultas, sino, por el contrario, menos cultas que en Inglaterra
y, sin embargo, comprendieron a los bolcheviques; y a éstos, lejos de
perjudicarles, les favoreció el hecho de que en vísperas de la
revolución soviética en septiembre de 1917, hubieran compuesto listas de
candidatos suyos al parlamento burgués (a la Asamblea Constituyente) y de que al día siguiente de
la revolución soviética en noviembre de 1917, tomaran parte en las elecciones a
esa misma Constituyente, que fue disuelta por ellos el 5 de enero de 1918.
No puedo detenerme sobre la segunda divergencia entre los comunistas
ingleses, consistente en si deben o no adherirse al Partido Laborista. Poseo
pocos materiales sobre esta cuestión, sumamente compleja, dada la
extraordinaria originalidad del "Partido Laborista" Británico, muy
poco parecido, por su estructura, a los partidos políticos ordinarios del
continente europeo. Pero es indudable, primero, que comete también un error el
que deduce la táctica del proletariado revolucionario de principios como:
"el Partido Comunista debe conservar pura su doctrina e inmaculada su
independencia frente al reformismo, su misión es ir adelante sin detenerse ni
desviarse de su camino, avanzar en línea recta hacia la revolución
comunista". Pues semejantes principios no hacen más que repetir el error
de los comuneros blanquistas franceses, que en 1874 propagaban la
"negación" de todo compromiso y toda etapa intermedia. Segundo, en
este punto la tarea consiste, indudablemente, como siempre, en saber aplicar
los principios generales y fundamentales del comunismo a las
peculiaridades de las relaciones entre las clases y los
partidos, a las peculiaridades en el desarrollo objetivo hacia
el comunismo, propias de cada país y que hay que saber estudiar, descubrir y
adivinar.
Pero hay que hablar de esto, no sólo en relación con el comunismo
inglés, sino con las conclusiones generales que se refieren al desenvolvimiento
del comunismo en todos los países capitalistas. Este es el tema que vamos a
abordar ahora.
ALGUNAS CONCLUSIONES
La
revolución burguesa rusa de 1905 puso de manifiesto un viraje
extraordinariamente original de la historia universal: en uno de los países
capitalistas más atrasados se desarrollaba, por primera vez en el mundo, un
movimiento huelguístico de una fuerza y amplitud inusitadas. Sólo en el
mes de enero de 1905 el número de huelguistas fue diez veces mayor que
el número anual medio de huelguistas durante los diez años
precedentes (1895-1904), y de enero a octubre de 1905 las huelgas aumentaron constantemente
y en proporciones colosales. La Rusia atrasada, bajo la influencia de una serie
de factores históricos completamente originales, dio al mundo el primer
ejemplo, no sólo de un salto brusco de la actividad espontánea en época de
revolución de las masas oprimidas (cosa que ocurrió en todas las grandes
revoluciones), sino también de la significación de un proletariado que
desempeñaba un papel infinitamente superior a su importancia numérica en la
población; mostró por vez primera la combinación de la huelga económica y la
huelga política, con la transformación de ésta en insurrección armada, el
nacimiento de una nueva forma de lucha de masas y organización de las masas de
las clases oprimidas por el capitalismo, los Soviets.
Las revoluciones de febrero y octubre de 1917 determinaron el
desenvolvimiento de los Soviets hasta el punto de extenderse a todo el país, y,
después, su victoria en la revolución proletaria socialista. Menos de dos años
más tarde, se puso de manifiesto el carácter internacional de los Soviets, la
extensión de esta forma de lucha y organización al movimiento obrero mundial,
el destino histórico de los Soviets consistente en ser los sepultureros, los
herederos, los sucesores del parlamentarismo burgués, de la democracia burguesa
en general.
Aún más. La historia del movimiento obrero muestra hoy que éste está
llamado a atravesar en todos los países (y ha comenzado ya a atravesarlo) un
período de lucha del comunismo naciente, cada día más fuerte, que camina hacia
la victoria, ante todo y principalmente contra el "menchevismo" propio de
cada país, es decir, contra el oportunismo y el socialchovinismo, y, de otra
parte, como complemento, por decirlo así, contra el comunismo "de
izquierda". La primera de estas luchas se ha desarrollado en todos los
países, sin excepción al parecer, en forma de lucha entre la II Internacional
(hoy prácticamente muerta) y la Tercera. La segunda lucha se observa tanto en
Alemania, como en Inglaterra, en Italia, en los Estados Unidos (donde una
parte al menos de "Los Trabajadores Industriales del Mundo"
y las tendencias anarcosindicalistas sostienen los érrores del comunismo de
izquierda a la vez que reconocen de manera casi general, casi incondicional, el
sistema soviético) y en Francia (actitud de una parte de los ex-sindicalistas
con respecto al partido político y al parlamentarismo, paralelamente también al
reconocimiento del sistema de los Soviets), es decir, que se observa,
indudablemente, en una escala no sólo internacional, sino universal.
Pero aunque la escuela preparatoria que conduce al movimiento obrero a
la victoria sobre la burguesía sea en todas partes idéntica en el fondo, su
desarrollo se realiza en cada país de un modo original. Los
grandes países capitalistas adelantados avanzan en este camino mucho
más rápidamente que el bolchevismo, el cual obtuvo en la historia un
plazo de quince años para prepararse, como tendencia política organizada, para
la victoria. La III Internacional, en un plazo tan breve como es un año, ha
alcanzado un triunfo decisivo, deshaciendo a la II Internacional, a la
Internacional amarilla, sociakhovinista, que hace unos meses era
incomparablemente más fuerte que la Tercera, parecía sólida y poderosa, y
gozaba en todas las formas, directas e indirectas, materiales (puestos
ministeriales, pasaportes, prensa) y morales, del apoyo de la burguesía
mundial.
Lo que importa ahora es que los comunistas de cada país adquieran
completa conciencia, tanto de los principios fundamentales de la lucha contra
el oportunismo y el doctrinarismo "de izquierda", como de las particularidades
concretas que esta lucha toma y debe tomar inevitablemente en cada
país aislado, conforme a los rasgos originales de su economía, de su política,
de su cultura, de su composición nacional (Irlanda, etc.), de sus colonias, de
sus divisiones religiosas, etc., etc. Por todas partes se siente extenderse y crecer
el descontento contra la II Internacional por su oportunismo a la par que por
su inhabilidad e incapacidad para crear un núcleo realmente centralizado y
dirigente, apto para orientar la táctica internacional del proletariado
revolucionario, en su lucha por la República soviética universal. Hay que darse
perfectamente cuenta de que dicho centro dirigente no puede, en ningún caso,
ser formado con arreglo a un modelo establecido de una vez para siempre, por
medio de la igualación mecánica o uniformidad de las diversas reglas tácticas
de lucha. Mientras subsistan diferencias nacionales y estatales entre los
pueblos y los países -- y estas diferencias subsistirán incluso mucho tiempo
después de la instauración universal de la dictadura del proletariado --, la
unidad de la táctica internacional del movimiento obrero comunista de todos los
países exige, no la supresión de la variedad, no la supresión de las
particularidades nacionales (lo cual constituye en la actualidad un sueño
absurdo), sino una aplicación tal de los principios fundamentales del
comunismo (Poder de los Soviets y dictadura del proletariado) que baga
variar como es debido estos principios en sus aplicaciones
parciales, que los adapte, que los aplique acertadamente a las
particularidades nacionales y políticas de cada Estado. Investigar, estudiar,
descubrir, adivinar, comprender lo que hay de nacionalmente particular,
nacionalmente específico en la manera como cada país aborda
concretamente la solución de un mismo problema internacional: el
triunfo sobre el oportunismo y el doctrinarismo de izquierda en el seno del
movimiento obrero, el derrocamiento de la burguesía, la instauración de la
República Soviética y la dictadura del proletariado, es el principal problema
del período histórico que atraviesan actualmente todos los países adelantados
(y no sólo los adelantados). Lo principal naturalmente que no todo ni mucho
menos, pero sí lo principal -- ya se ha hecho para atraer a la vanguardia de la
clase obrera, para ponerla al lado del Poder de los Soviets contra el
parlamentarismo, al lado de la dictadura del proletariado contra la democracia
burguesa. Ahora hay que concentrar todas las fuerzas, toda la atención, en la
acción inmediata, que parece ser y es realmente, hasta cierto
punto, menos fundamental, pero que, en cambio, está prácticamente más cerca de
la solución efectiva del problema, a saber: el descubrimiento de las formas
de abordar la revolución proletaria o de pasar a
la misma.
La vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo
principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el
triunfo. Pero de esto al triunfo dista todavía bastante. Con sólo la
vanguardia, es imposible triunfar. Lanzar sólo a la vanguardia a la batalla
decisiva, cuando toda la clase, cuando las grandes masas no han adoptado aún
una posición de apoyo directo a esta vanguardia, o al menos de neutralidad
benévola con respecto a ella, que la incapacite por completo para defender al
adversario, sería no sólo una estupidez, sino además un crimen. Y para que en
realidad toda la clase, las grandes masas de los trabajadores y de los
oprimidos por el capital lleguen a ocupar semejante posición, son insuficientes
la propaganda y la agitación solas. Para ello es necesaria la propia
experiencia política de estas masas. Tal es la ley fundamental de todas las
grandes revoluciones, confirmada hoy, con una fuerza y un relieve
sorprendentes, no sólo en Rusia, sino también en Alemania. No sólo las masas
incultas de Rusia, frecuentemente analfabetas, sino también las masas muy
cultas, sin analfabetos, de Alemania, necesitaron experimentar en su propia
pelleja toda la impotencia, toda la falta de carácter, toda la debilidad, todo
el servilismo ante la burguesía, toda la infamia del gobierno de los caballeros
de la II Internacional, toda la ineluctabilidad de la dictadura de los
ultrarreaccionarios (Kornílov en Rusia; von Kapp y compañía en Alemania) como
única alternativa frente a la dictadura del proletariado, para orientarse
decididamente hacia el comunismo.
La tarea inmediata de la vanguardia consciente del movimiento obrero
internacional, es decir, de los partidos, grupos y tendencias comunistas,
consiste en saber llevar a las amplias masas (hoy todavía, en
su mayor parte, soñolientas, apáticas, rutinarias, inertes, adormecidas) a esta
nueva posición suya, o, mejor dicho, en saber dirigir no sólo el
propio partido, sino también a estas masas, en la marcha encaminada a ocupar
esa nueva posición. Si la primera tarea histórica (atraer a la vanguardia
consciente del proletariado al Poder soviético y a la dictadura de la clase
obrera) no podía ser resuelta sin una victoria ideológica y política completa
sobre el oportunismo y el socialchovinismo, la segunda tarea que resulta ahora
de actualidad y que consiste en saber llevar a las masas a esa
nueva posición capaz de asegurar el triunfo de la vanguardia en la revolución,
esta segunda tarea no puede ser resuelta sin liquidar el doctrinarismo de
izquierda, sin enmendar por completo sus errores, sin desembarazarse de ellos.
Mientras se trate (como se trata aún ahora) de atraerse al comunismo a
la vanguardia del proletariado, la propaganda debe ocupar el primer término;
incluso los círculos, con todas las debilidades de la estrechez inherente a los
mismos, son útiles y dan resultados fecundos en este caso. Pero cuando se trata
de la acción práctica de las masas, de poner en orden de batalla -- si es
permitido expresarse así -- al ejército de millones de hombres, de la disposición
de todas las fuerzas de clase de una sociedad para la
lucha final y decisiva, no conseguiréis nada con sólo las artes de
propagandista, con la repetición escueta de las verdades del comunismo
"puro". Y es que en este terreno, la cuenta no se efectúa por miles,
como hace en sustancia el propagandista miembro de un grupo reducido y que no
dirige todavía masas, sino por millones y decenas de millones. En este caso
tenéis que preguntaros no sólo si habéis convencido a la vanguardia de la clase
revolucionaria, sino también si están dispuestas las fuerzas históricamente activas
de todas las clases, obligatoriamente de todas las clases de
la sociedad sin excepción, de manera que la batalla decisiva se halle
completamente en sazón, de manera que 1) todas las fuerzas de clase que nos son
adversas estén suficientemente sumidas en la confusión, suficientemente
enfrentadas entre sí, suficientemente debilitadas por una lucha superior a sus
fuerzas; 2) que todos los elementos vacilantes, versátiles, inconsistentes,
intermedios -- es decir, la pequeña burguesía, la democracia pequeñoburguesa, a
diferencia de la burguesía -- , se hayan puesto bastante al desnudo ante el
pueblo, se hayan cubierto de ignominia por su bancarrota práctica; 3) que en el
proletariado empiece a formarse y a extenderse con poderoso impulso un estado
de espíritu de masas favorable a apoyar las acciones revolucionarias más
resueltas, más valientes y abnegadas contra la burguesía. He aquí en qué
momento está madura la revolución, he aquí en qué momento nuestra victoria está
segura, si hemos calculado bien todas las condiciones indicadas y esbozadas
brevemente más arriba y hemos elegido acertadamente el momento.
Las divergencias entre los Churchill y los Lloyd George de una parte --
tipos políticos que existen en todos los países, con
particularidades nacionales ínfimas -- y entre los Henderson y los Lloyd George
de otra, no tienen absolutamente ninguna importancia, son insignificantes desde
el punto de vista del comunismo puro, esto es, abstracto, incapaz todavía de
acción política práctica, de masas. Pero desde el punto de vista de esta acción
práctica de las masas, estas divergencias son de una importancia
extraordinaria. Saber estimarlas, saber determinar el momento en que están
plenamente en sazón los conflictos inevitables entre esos "amigos",
conflictos que debilitan y hasta desarman a todos los
"amigos" tomados en conjunto, es la obra, es la misión del
comunista que desee ser no sólo un propagandista consciente, convencido e
ideológico, sino un dirigente práctico de las masas en la
revolución. Es necesario unir la fidelidad más abnegada a las ideas comunistas
con el arte de admitir todos los compromisos prácticos necesarios, las
maniobras, los acuerdos, los zigzags, las retiradas, etc., susceptibles de
precipitar primero la subida al Poder de los Henderson (de los héroes de la II
Internacional para no citar individuos, de los representantes de la democracia
pequeñoburguesa que se llaman socialistas) y su bancarrota en el mismo, para
acelerar su quiebra inevitable en la práctica, bancarrota que ilustrará a las
masas precisamente en nuestro espíritu y las orientará precisamente hacia el
comunismo; para acelerar la tirantez, las disputas, los conflictos, la escisión
completa inevitables entre los Henderson-Lloyd George-Churchill (entre los
mencheviques y los socialrevolucionarios -- los kadetes -- los monárquicos ¡
entre Scheidemann -- la burguesía -- los partidarios de von Kapp; etc.) y para
elegir acertadamente el momento en que llega a su grado máximo la disensión
entre todos esos "pilares de la sacrosanta propiedad privada", a fin
de deshacerlos de un golpe, por medio de una ofensiva resuelta del
proletariado, y conquistar el Poder político.
La historia en general, la de las revoluciones en particular, es siempre
más rica de contenido, más variada de formas y aspectos, más viva, más
"astuta" de lo que se imaginan los mejores partidos, las vanguardias
más conscientes de las clases más adelantadas. Se comprende fácilmente, pues
las mejores vanguardias expresan la conciencia, la voluntad, la pasión, la
imaginación de decenas de miles de hombres, mientras que la revolución la
hacen, en momentos de tensión y excitación especiales de todas las facultades
humanas, la conciencia, la voluntad, la pasión, la imaginación de decenas de
millones de hombres aguijados por la lucha de clases más aguda. De aquí se
derivan dos conclusiones prácticas muy importantes: la primera es que la clase
revolucionaria, para realizar su misión, debe saber utilizar todas las
formas y los aspectos, sin la más mínima excepción, de la actividad social
(dispuesta a completar después de la conquista del Poder político, a veces con
gran riesgo e inmenso peligro, lo que no ha terminado antes de esta conquista);
la segunda es que la clase revolucionaria debe hallarse dispuesta a reemplazar
de un modo rápido e inesperado una forma por otra.
Todo el mundo convendrá que sería insensata y hasta criminal la conducta
de un ejército que no se dispusiera a utilizar toda clase de armas, todos los
medios y procedimientos de lucha que posee o puede poseer el enemigo. Pero esta
verdad es todavía más aplicable a la política que al arte militar. En política
se puede aún menos saber de antemano qué método de lucha será aplicable y
ventajoso para nosotros en tales o cuales circunstancias futuras. Sin dominar todos
los medios de lucha, podemos correr el riesgo de sufrir una enorme derrota, a
veces decisiva, si cambios independientes de nuestra voluntad en la situación
de las otras clases ponen a la orden del día una forma de acción en la cual
somos particularmente débiles. Si dominamos todos los medios de lucha, nuestro
triunfo es seguro, puesto que representamos los intereses de la clase realmente
avanzada, realmente revolucionaria, aun en el caso de que las circunstancias no
nos permitan hacer uso del arma más peligrosa para el enemigo, del arma
susceptible de asestar con la mayor rapidez golpes mortales. Los
revolucionarios inexperimentados se imaginan a menudo que los medios legales de
lucha son oportunistas, porque en este terreno (sobre todo en los períodos llamados
"pacíficos", en los períodos no revolucionarios) la burguesía
engañaba y embaucaba con una frecuencia particular a los obreros, y que los
procedimientos ilegales son revolucionarios. Tal afirmación, sin embargo, no es
justa. Lo justo es que los oportunistas y traidores a la clase obrera, son los
partidos y jefes que no saben o no quieren (no digáis nunca: no puedo, sino: no
quiero) aplicar los procedimientos ilegales en una situación como la guerra
imperialista de 1914-1918 por ejemplo, en que la burguesía de los países
democráticos más libres engañaba a los obreros con una insolencia y crueldad
nunca vistas, prohibiendo que se dijese la verdad sobre el carácter de rapiña
de la guerra. Pero los revolucionarios que no saben combinar las formas ilegales
de lucha con todas las formas legales son unos malos
revolucionarios. No es difícil ser revolucionario cuando la revolución ha
estallado ya y se halla en su apogeo, cuando todos y cada uno se adhieren a la
revolución simplemente por entusiasmo, por moda y a veces por interés personal
de hacer carrera. Al proletariado le cuesta mucho, le produce duras
penalidades, le origina verdaderos tormentos "deshacerse", después de
su triunfo, de estos "revolucionarios". Es infinitamente más
difícil y muchísimo más meritorio --
saber ser revolucionario cuando todavía no se dan las
condiciones para la lucha directa, franca, la verdadera lucha de masas, la
verdadera lucha revolucionaria, saber defender los intereses de la revolución
(mediante la propaganda, la agitación, la organización) en instituciones no
revolucionarias y a menudo sencillamente reaccionarias, en la situación no
revolucionaria entre unas masas incapaces de comprender de un modo inmediato la
necesidad de un método revolucionario de acción. Saber encontrar, percibir,
determinar exactamente la marcha concreta o el cambio brusco de los
acontecimientos susceptibles de conducir a las masas a la
grande y verdadera lucha revolucionaria final y decisiva, es en lo que consiste
la misión principal del comunismo contemporáneo en la Europa occidental y en
América.
Ejemplo: Inglaterra. No podemos saber -- ni nadie se halla en
estado de determinarlo por anticipado -- cuándo estallará allí la verdadera
revolución proletaria y cuál será el motivo principal que despertará,
inflamará, lanzará a la lucha a las grandes masas, hoy aun adormecidas. Tenemos
el deber, por consiguiente, de realizar todo nuestro trabajo preparatorio
teniendo herradas las cuatro patas (según la expresión favorita del difunto
Plejánov cuando todavía era marxista y revolucionario). Quizá sea una crisis
parlamentaria la que "abra el paso", la que "rompa el
hielo"; acaso una crisis que derive de las contradicciones coloniales e
imperialistas irremediablemente complicadas, cada vez más inextricables y
exasperadas; son posibles otras causas. No hablamos del género de lucha
que decidirá la suerte de la revolución proletaria en
Inglaterra (esta cuestión no sugiere duda alguna para ningún comunista, pues
para todos nosotros está firmemente resuelta), pero sí del motivo que
despertará a las masas proletarias adormecidas hoy todavía, las pondrá en
movimiento y las conducirá a la revolución. No olvidemos que, por ejemplo, en
la república burguesa de Francia, en una situación que, tanto desde el punto de
vista internacional como del interior, era cien veces menos revolucionaria que
la actual, bastó una circunstancia tan "inesperada" y tan
"mezquina" como el asunto Dreyfus -- una de las mil hazañas
deshonrosas de la banda militarista reaccionaria -- para conducir al pueblo a
dos dedos de la guerra civil.
En Inglaterra, los comunistas deben utilizar constantemente, sin
descanso ni vacilación, las elecciones parlamentarias y todas las peripecias de
la política irlandesa, colonial e imperialista mundial del gobierno británico,
como todos los demás campos, esferas y aspectos de la vida social, trabajando
en ellos con un espíritu nuevo, con el espíritu del comunismo, con el espíritu
de la Tercera, no de la Segunda Internacional. No dispongo de tiempo y espacio para
describir aquí los procedimientos "rusos", "bolcheviques"
de participación en las elecciones y en la lucha parlamentaria; pero puedo
asegurar a los comunistas de los demás países que no se parecían en nada a las
campañas parlamentarias corrientes en la Europa occidental. De aquí se saca a
menudo la siguiente conclusión: "Es que vuestro parlamentarismo no era lo
mismo que el nuestro". La conclusión es falsa. Para ello existen en el
mundo comunistas y partidarios de la III Internacional en todos los países,
para transformar en toda la línea, en todos los dominios de la
vida, la vieja labor socialista, tradeunionista, sindicalista y parlamentaria,
en una labor nueva, comunista. En nuestras elecciones hemos visto
también, de sobra, rasgos puramente burgueses, rasgos de oportunismo, de
practicismo vulgar, de engaño capitalista. Los comunistas de Europa occidental
y de América deben aprender a crear un parlamentarismo nuevo, poco común, no
oportunista, que no tenga nada de arribista; es necesario que el Partido
Comunista lance sus consignas, que los verdaderos proletarios, con ayuda de la
masa de la gente pobre, inorganizada y aplastada, extiendan y distribuyan
octavillas, recorran las viviendas de los obreros, las chozas de los
proletarios del campo y de los campesinos que viven en los sitios más
recónditos (por ventura, en Europa los hay mucho menos que en Rusia, y en
Inglaterra apenas si existen), penetren en las tabernas más concurridas, se
introduzcan en las asociaciones, en las sociedades, en las reuniones fortuitas
de los elementos pobres, que hablen al pueblo con un lenguaje sencillo (y no de
un modo muy parlamentario), no corran, por nada en el mundo, tras un
"lugarcito" en los escaños del parlamento, despierten en todas partes
el pensamiento, arrastren a la masa, cojan a la burguesía por la palabra,
utilicen el aparato creado por ella, las elecciones convocadas por ella, el
llamamiento hecho por ella a todo el pueblo, den a conocer a este último el
bolchevismo como nunca habían tenido ocasión de hacerlo (bajo el dominio
burgués), fuera del período electoral (sin contar, naturalmente, con los
momentos de grandes huelgas, cuando ese mismo aparato de
agitación popular funcionaba en nuestro país con más intensidad aún). Hacer
esto en la Europa occidental y en América es muy difícil, dificilísimo, pero
puede y debe hacerse, pues las tareas del comunismo no pueden cumplirse, en
general, sin trabajo, y hay que esforzarse para resolver los problemas prácticos cada
vez más variados, cada vez más ligados a todos los aspectos de la vida social y
que van arrebatándole cada vez más a la burguesía un
sector, un campo de la vida social tras otro.
En esa misma Inglaterra es asimismo necesario organizar de un modo nuevo
(no de un modo socialista, sino de un modo comunista; no de un modo reformista,
sino de un modo revolucionario) la labor de propaganda, de agitación y de
organización en el ejército y entre las naciones oprimidas y las que no gozan
de la plenitud de derechos en "su " Estado (Irlanda, las
colonias). Pues todos estos sectores de la vida social, en la época del
imperialismo en general y sobre todo ahora, después de esta guerra que ha
atormentado a los pueblos y que les ha abierto rápidamente los ojos a la verdad
(la verdad de que decenas de millones de hombres han muerto o han sido
mutilados únicamente para decidir si serían los bandidos ingleses o los
bandidos alemanes los que saquearían más países), todos estos sectores de la
vida social se saturan particularmente de materias inflamables y dan origen a muchos
conflictos, a muchas crisis y a la exacerbación de la lucha de clases. No
sabemos ni podemos saber cuál de las chispas que, en enjambre, surgen ahora por
doquier en todos los países bajo la influencia de la crisis económica y política
mundial, podrá originar el incendio, es decir, despertar de una manera especial
a las masas, y por lo tanto debemos, con nuestros nuevos principios, nuestros
principios comunistas, emprender la "preparación" de todos los
campos, sean de la naturaleza que sean, hasta los más viejos, los más vetustos,
y en apariencia los más estériles, pues en caso contrario no estaremos a la
altura de nuestra misión, faltaremos en algo, no dominaremos todas las clases
de armas, no nos prepararemos ni para la victoria sobre la burguesía (la cual
ha organizado la vida social en todos sus aspectos a la manera burguesa y ahora
la ha desorganizado de ese mismo modo) ni para la reorganización comunista de
toda la vida, que deberemos realizar una vez obtenida la victoria.
Después de la revolución proletaria en Rusia, de las victorias de dicha
revolución en el terreno internacional, inesperadas para la burguesía y los
filisteos, el mundo entero se ha transformado y la burguesía es también en
todas partes otra. La burguesía está asustada por el "bolchevismo",
está irritada contra él casi hasta perder la razón, y precisamente por eso
acelera, por una parte, el desarrollo de los acontecimientos y, por otra,
concentra la atención en el aplastamiento del bolchevismo por la fuerza,
debilitando con ello su posición en otros muchos terrenos. Los comunistas de
todos los países adelantados deben tener en cuenta estas dos circunstancias
para su táctica.
Cuando los kadetes rusos y Kerenski emprendieron una persecución furiosa
contra los bolcheviques -- sobre todo después de abril de 1917, y más aún en
junio y julio del mismo año --, "rebasaron los límites". Los millones
de ejemplares de los periódicos burgueses que gritaban en todos los tonos
contra los bolcheviques, nos ayudaron a conseguir que las masas valorasen el
bolchevismo y, aun sin contar con la prensa, toda la vida social, gracias al
"celo" de la burguesía, se impregnó de discusiones sobre el
bolchevismo. En el momento actual, los millonarios de todos los países se
conducen de tal modo en la escala internacional, que debemos estarles
reconocidos de todo corazón. Persiguen al bolchevismo con el mismo celo que lo
perseguían antes Kerenski y compañía, y, como éstos, "rebasan también los
límites" y nos ayudan. Cuando la burguesía francesa
convierte al bolchevismo en el punto central de la campaña electoral,
injuriando por su bolchevismo a socialistas relativamente moderados o
vacilantes; cuando la burguesía norteamericana, perdiendo completamente la
cabeza, detiene a miles y miles de individuos sospechosos de bolchevismo y crea
un ambiente de pánico propagando por doquier la nueva de conjuraciones
bolcheviques; cuando la burguesía inglesa, la más "sólida" de todas
las burguesías del mundo, con todo su talento y su experiencia, comete
inverosímiles tonterías, funda riquísimas "sociedades para la lucha contra
el bolchevismo", crea una literatura especial sobre este último, toma a su
servicio, para la lucha contra el bolchevismo, a un personal suplementario de
sabios, de agitadores, de curas, debemos inclinarnos y dar las gracias a los
señores capitalistas. Estos trabajan para nosotros, nos ayudan a interesar a
las masas en la cuestión de la naturaleza y la significación del bolchevismo. Y
no pueden obrar de otro modo, porque ya han fracasado en sus
intentos de "hacer el silencio" alrededor del bolchevismo y ahogarlo.
Pero, al mismo tiempo, la burguesía ve en el bolchevismo casi únicamente
uno de los aspectos de este último: la insurrección, la violencia, el terror;
por esto se prepara particularmente para resistir y rechazar al bolchevismo
en este terreno Es posible que en casos aislados, en algunos
países, en tales o cuales períodos breves lo consiga; hay que contar con esa
posibilidad, que no tiene para nosotros nada de temible. El comunismo
"brota", literalmente, en todos los aspectos de la vida social, se
manifiesta decididamente por doquier, el "contagio" (para emplear la
comparación preferida de la burguesía y de la policía burguesa, y la más
"agradable" para ella) ha penetrado muy profundamente en todos los
poros del organismo y lo ha impregnado por completo. Si se "obtura"
con celo particular una de las salidas, el "contagio" encontrará
otra, a veces completamente inesperada; la vida triunfa por encima de todo. Que
la burguesía se sobresalte, se irrite hasta perder la cabeza, que rebase los
límites, que cometa necedades, que se vengue de antemano de los bolcheviques y
se esfuerce en aniquilar (en la India, en Hungría, en Alemania, etc.) a
centenares, a miles, a centenares de miles de bolcheviques de mañana o de ayer
¡ al obrar así procede como han obrado todas las clases condenadas por la
historia a desaparecer. Los comunistas deben saber que, en todo caso, el
porvenir les pertenece, y por esto podemos (y debemos) unir el máximo de pasión
en la gran lucha revolucionaria con la consideración más fría y serena de las
furiosas sacudidas de la burguesía. La revolución rusa fue cruelmente derrotada
en 1905; los bolcheviques rusos fueron aplastados en julio de 1917; más de
15.000 comunistas alemanes fueron aniquilados por medio de la provocación
artera y de las maniobras hábiles de Scheidemann y Noske, aliados a la
burguesía y los generales monárquicos; en Finlandia y en Hungría hace estragos
el terror blanco, pero en todos los casos y en todos los países, el comunismo
se está templando y crece; sus raíces son tan profundas que las persecuciones
no lo debilitan, no lo desarman, sino que lo refuerzan. Lo único que hace falta
para que marchemos hacia la victoria más firmemente y más seguros, es que los
comunistas de todos los países actuemos en todas partes y hasta el fin, guiados
por la convicción de la necesidad de una flexibilidad máxima
en nuestra táctica. Lo que actualmente hace falta al comunismo, que crece
magníficamente, sobre todo en los países adelantados, es esta conciencia y el
acierto para aplicarla en la práctica.
Podría (y debería) ser una lección útil lo ocurrido con unos eruditos
marxistas y unos jefes de la II Internacional tan fieles al socialismo como
Kautsky, Otto Bauer y otros. Estos tenían perfecta conciencia de la necesidad
de una táctica flexible, habían aprendido y enseñaban a los demás la dialéctica
marxista (y mucho de lo hecho por ellos en este campo, será considerado siempre
como una valiosa adquisición de la literatura socialista); pero al aplicar esta
dialéctica, han incurrido en un error de tal naturaleza, se han mostrado en la
práctica tan apartados de la dialéctica, tan incapaces de
tener en cuenta los rápidos cambios de forma y la rápida entrada de un contenido
nuevo en las antiguas formas, que su suerte no es más envidiable que la de
Hyndman, Guesde y Plejánov.
La causa fundamental de su bancarrota consiste en que se han dejado
"encandilar" por una forma determinada de crecimiento del movimiento
obrero y del socialismo, olvidándose de su unilateralidad; han tenido miedo a
ver la brusca ruptura, inevitable por las circunstancias objetivas, y han
seguido repitiendo las simples verdades aprendidas de memoria y a primera vista
indiscutibles: tres son más que dos. Pero la política se parece más al álgebra
que a la aritmética y todavía más a las matemáticas superiores que a las
matemáticas simples. En realidad, todas las formas antiguas del movimiento
socialista se han llenado de un contenido nuevo y un nuevo signo ha aparecido
por lo tanto delante de las cifras, el signo "menos", mientras
nuestros sabios seguían (y siguen) afirmando tenazmente a todo el mundo que
"menos tres" es mayor que "menos dos".
Hay que procurar que los comunistas no repitan el mismo error en el otro
sentido, o mejor dicho, que ese mismo error, cometido, aunque en un
sentido contrario, por los comunistas "de izquierda" sea corregido y
curado con el máximo de rapidez y el mínimo de dolor para el organismo. No sólo
el doctrinarismo de derecha constituye un error, también lo constituye el
doctrinarismo de izquierda. Naturalmente, el error del doctrinarismo de
izquierda en el comunismo es en el momento actual mil veces menos peligroso y
grave que el de derecha (esto es, del socialchovinismo y de los kautskianos);
pero esto se debe únicamente a que el comunismo de izquierda es una tendencia
novísima, que acaba de nacer. Sólo por esto, la enfermedad puede ser, en
ciertas condiciones, fácilmente vencida y es necesario emprender su tratamiento
con el máximo de energía.
Las antiguas formas se han roto, pues ha resultado que su nuevo
contenido -- antiproletario, reaccionario -- ha adquirido un desarrollo
inconmensurable. Desde el punto de vista del desenvolvimiento del comunismo
internacional, poseemos hoy un contenido tan sólido, tan fuerte, tan potente,
de nuestra actividad (por el Poder de los Soviets por la dictadura del
proletariado) que puede y debe manifestarse en cualquier forma
tanto antigua como nueva, que puede y debe transformar, vencer, someter a todas
las demás formas, no sólo nuevas, sino también antiguas, no para conciliarse
con ellas, sino a fin de saber convertirlas todas, las nuevas y las viejas, en
un arma para la victoria completa y definitiva, decisiva e irremisible del
comunismo.
Los comunistas deben consagrar todos sus esfuerzos a dirigir el
movimiento obrero y el desarrollo social en general por el camino más recto y
rápido hacia la victoria mundial del Poder soviético y de la dictadura del
proletariado. Es una verdad indiscutible. Pero basta dar un pequeño paso más
allá -- aunque parezca efectuado en la misma dirección --, para que esta verdad
se cambie en error. Basta con que digamos, como hacen los comunistas de
izquierda alemanes e ingleses, que no aceptamos más que un camino, el camino
recto, que no admitimos las maniobras, los acuerdos, los compromisos, para que
sea un error que puede causar, y que ha causado ya en parte y sigue causando,
los más serios perjuicios al comunismo. Los doctrinarios de derecha se han obstinado
en no admitir más que las formas antiguas, y han fracasado del modo más
completo por no haberse dado cuenta del nuevo contenido. Los doctrinarios de
izquierda se obstinan en rechazar incondicionalmente determinadas formas
antiguas, sin ver que el contenido nuevo se abre paso a través de toda clase de
formas y que nuestro deber de comunistas consiste en adueñarnos de todas ellas,
en aprender a completar con el máximo de rapidez unas con otras, en
sustituirlas unas por otras, en adaptar nuestra táctica a todo cambio de este
género, suscitado por una clase que no sea la nuestra o por unos esfuerzos que
no sean los nuestros.
La revolución mundial, que ha recibido un impulso tan poderoso y ha sido
tan intensamente acelerada por los horrores, las villanías y las abominaciones
de la guerra imperialista mundial, de la situación sin salida creada por la
misma, esa revolución se extiende y se ahonda con una rapidez tan
extraordinaria, con una riqueza tan magnífica de formas sucesivas, con una
refutación práctica tan edificante de todo doctrinarismo, que tenemos todos los
motivos para creer en una curación rápida y completa del
"izquierdismo", enfermedad infantil en el movimiento comunista
internacional.
27 de abril de 1920.
Mientras las imprentas de nuestro país -- saqueado por los imperialistas de
todo el mundo en venganza por la revolución proletaria y al que siguen
saqueando y blogueando a pesar de todas las promesas dadas a sus obreros --
preparaban la edición de mi libro, han llegado del extranjero materiales
complementarios. Sin otra pretensión que la de trazar unas notas fugitivas de
publicista, trataré brevemente algunos puntos.
Rosa Luxemburgo. Discurso ante el
congreso de formación del Partido Comunista Alemán
“[El
congreso de fundación del PC A se celebró entre el 30 y el 31 de diciembre de
1918 y el 1º de enero de 1919, y fue en ese congreso que Rosa Luxemburgo pronunció el que iba a ser
su último discurso. En nombre del comité ejecutivo presentó el proyecto de
programa que el congreso aprobó. Paul Frölich, integrante también de la
dirección de la Liga Espartaco, describe su discurso:”
I
LA ESCISION DE LOS COMUNISTAS ALEMANES
La escisión
de los comunistas en Alemania es un hecho consumado. Los
"izquierdistas" u "oposición de principio" han constituido
un "Partido Comunista Obrero" (Programa del KAPD) aparte, opuesto al
"Partido Comunista". En Italia, las
cosas conducen también, al parecer, a la escisión; y digo al parecer porque no
poseo más que dos números complementarios (los números 7 y 8) del periódico de
izquierda "Il Soviet", en el cual se discute abiertamente la
posibilidad y la necesidad de la escisión y se habla también de un congreso de
la fracción de los "abstencionistas" (o boicotistas, es decir
adversarios de la participación en el parlamento), fracción que hasta ahora
forma parte del Partido Socialista Italiano.
Puede temerse que la escisión de los "izquierdistas", de los
antiparlamentarios (en parte también antipolíticos, adversarios de un partido
político y de la acción en los sindicatos) se convierta en un fenómeno
internacional, como la escisión de los "centralistas" (o kautskianos,
longuetistas, "independientes", etc.). Admitamos que sea así. Siempre
es preferible una escisión a una situación confusa que obstaculice el
desenvolvimiento ideológico, teórico y revolucionario del Partido, su
maduración y su trabajo práctico, armónico y realmente organizado, que prepara
realmente la dictadura del proletariado.
Dejemos a los "izquierdistas" que se pongan a prueba
prácticamente en el terreno nacional e internacional, dejémosles en libertad de
preparar (y después realizar) la dictadura del proletariado, sin un partido
estrictamente centralizado que tenga una disciplina férrea, sin saber dominar
todos los sectores, ramos y variedades de la actividad política y cultural. La
experiencia práctica les enseñará rápidamente.
Lo único que hay que hacer es consagrar todos los esfuerzos a que la
escisión de los "izquierdistas" no dificulte, o dificulte lo menos
posible, la fusión necesaria inevitable, en un futuro próximo, en un solo
partido de todos los que toman parte en el movimiento obrero y son partidarios
sinceros y de buena fe del Poder de los Soviets y de la dictadura del
proletariado. En Rusia ha sido una gran dicha para los bolcheviques el que
hayan podido disponer de quince años de lucha sistemática y acabada contra los
mencheviques (es decir, los oportunistas y "centristas") y contra los
"izquierdistas" mucho antes de la lucha directa de las masas por la
dictadura del proletariado. En Europa y América este trabajo hay que efectuarlo
ahora "a marchas forzadas". Algunos individuos, sobre todo entre los
pretendientes derrotados al papel de caudillos, pueden (si no tienen bastante
espíritu de disciplina proletaria y "franqueza consigo mismos")
obstinarse largo tiempo en sus errores; pero las masas obreras, cuando llegue
el momento, se unirán fácil y rápidamente y se agruparán con todos los
comunistas sinceros en un partido único, capaz de implantar el régimen de los
Soviets y la dictadura del proletariado*.
*
Sobre la cuestión de la fusión futura de los comunistas "de
izquierda", de los antiparlamentarios, con los comunistas en general, haré
notar lo que sigue: En la medida en que me ha sido posible leer los periódicos
de los comunistas "de izquierda" y de los comunistas en general en
Alemania, los primeros tienen la ventaja de que saben realizar la agitación
entre las masas mejor que los segundos. Había observado algo análogo -- aunque
en menores proporciones y en algunas organizaciones locales aisladas, y no en
todo el país -- en la historia del Partido bolchevique. Por ejemplo, en 1907-1908
los bolcheviques "de izquierda" en algunos sitios, a veces, llevaron
a cabo su agitación entre las masas con más éxito que nosotros. Esto se explica
en parte porque con una táctica de "simple" negación es más fácil
abordar a las masas en un momento revolucionario o cuando está todavía vivo el
recuerdo de la revolución. Sin embargo, esto no prueba la justeza de tal
táctica. En todo caso, es indudable que el partido comunista
que quiera ser realmente el destacamento avanzado, la vanguardia de la
clase revolucionaria del proletariado, y que quiera además aprender a
dirigir a las amplias masas, no sólo proletarias sino también no
proletarias, a las masas de trabajadores y explotados, debe saber realizar la
propaganda y efectuar la organización y la agitación del modo más accesible,
más comprensible, más claro y vivo, tanto en las barriadas obreras de las
ciudades como en el campo
COMUNISTAS
E INDEPENDIENTES EN ALEMANIA
He expresado en mi folleto la opinión de que un compromiso entre los comunistas
y el ala izquierda de los independientes es indispensable y útil para el
comunismo, pero que su realización no será fácil. Los periódicos que he
recibido después me han confirmado en estas dos opiniones. El número 32 de
"Bandera Roja", órgano del Comité Central del Partido Comunista
de Alemania ("Die Rote Fahne", Zentralorgan der Kommun. Partei
Deutschlands, Spartacusbund,[22] del
26. III. 1920), contiene una "declaración" de dicho Comité Central
sobre la cuestión del "putch" (complot, aventura) militar
Kapp-Luttwitz y sobre el "gobierno socialista" La declaración es
completamente justa, tanto en lo que se refiere a las premisas fundamentales
como desde el punto de vista de las conclusiones prácticas. Las premisas
fundamentales se reducen a afirmar que, en el momento actual, no existe la
"base objetiva" para la dictadura del proletariado, pues la
"mayoría de los obreros urbanos" está por los independientes.
Conclusión: promesa de una "oposición leal" (es decir, renuncia a la
preparación del "derrocamiento por la fuerza") al gobierno
"socialista, con exclusión de los partidos capitalistas burgueses".
Esta táctica indudablemente es justa en el fondo. Pero si no hay por qué
detenerse en menudas imprecisiones de fórmula, es imposible, no obstante, pasar
en silencio que no se puede llamar "socialista" (en una declaración
oficial del Partido Comunista) a un gobierno de socialtraidores, que no se puede
hablar de la exclusión "de los partidos capitalistas burgueses",
cuando los partidos de los Scheidemann y los Kautsky-Crispien son partidos
democráticos pequeñoburgueses, y en fin, que no hay derecho a escribir cosas
como las que se dicen en el párrafo IV de la declaración mencionada, donde
leemos:
". . . Para conseguir que las masas proletarias se adhieran a la
causa del comunismo es un elemento de importancia inmensa, desde el punto de
vista del desenvolvimiento de la dictadura del proletariado, que pueda ser
utilizado ilimitadamente el estado de cosas creado por la libertad política y
que la democracia burguesa no pueda manifestarse como dictadura del capital. .
."
Semejante estado de cosas es imposible. Los caudillos pequeñoburgueses,
los Henderson (los Scheidemann) y los Snowden (los Crispien) alemanes no salen
ni pueden salirse del marco de la democracia burguesa, la cual, a su vez, no
puede dejar de ser la dictadura del capital. De estas cosas, falsas en
principio y perjudiciales políticamente, no había por qué hablar desde el punto
de vista del resultado práctico que perseguía con toda justeza el Comité
Central del Partido Comunista. Para ello bastaba decir (si se quería emplear la
cortesía parlamentaria): mientras la mayoría de los obreros de las ciudades
siga a los independientes, nosotros, los comunistas, no podemos impedir que
estos obreros se libren de sus últimas ilusiones democráticas y
pequeñoburguesas (es decir, "burguesas-capitalistas" también) a base
de la experiencia de "su" gobierno. Esto es suficiente para
justificar el compromiso, que es realmente necesario y que debe consistir en
renunciar por cierto tiempo a toda tentativa de derribar por la fuerza a un
gobierno que goza de la confianza de la mayoría de los obreros de las ciudades.
Pero en la agitación cotidiana entre las masas, que no tiene por qué hacerse
con la cortesía parlamentaria oficial, se podría, naturalmente, añadir: dejemos
que esos canallas como Scheidemann, esos filisteos como los Kautsky-Crispien
pongan de manifiesto con sus obras hasta qué punto están ellos mismos engañados
y engañan a los obreros; su gobierno "puro" efectuará "mejor que
nadie" el trabajo de "limpiar" los establos de Augias del
socialismo, del socialdemocratismo y demás formas de la socialtraición.
La verdadera naturaleza de los jefes actuales del "Partido
Socialista Independiente de Alemania" (de esos jefes de quienes se dice
equivocadamente que han perdido ya toda influencia, cuando en realidad son aún
más peligrosos para el proletariado que los socialdemócratas húngaros, que
habían tomado el nombre de comunistas y prometido "sostener" la
dictadura del proletariado) se ha puesto de manifiesto una vez más con ocasión
de la aventura de los Kornílov de Alemania, esto es, del golpe de Estado de von
Kapp y Luttwitz*. Y tenemos también una pequeña pero clara prueba de esto en
los artículos de C. Kautsky "Horas decisivas" ["Entscheidende
Stunden"] en la "Freiheit" ["La Libertad", órgano de
los independientes] del 30 de marzo de 1920 y de Arturo Crispien: "Sobre
la situación política" (en el mismo periódico del 14 de abril de 1920).
Estos señores no saben en absoluto pensar y razonar como revolucionarios.
* Con
extraordinaria claridad, concisión y exactitud, a la manera marxista, se
explica esto en el excelente periódico del Partido Comunista Austríaco,
"Bandera Roja", del 28 y 30 de marzo de 1920. ("Die
Rote Fahne", Wien, 1920, núms. 266 y 267; L. L.: "Ein neuer Abschnitt
der deutschen Revolution". ["Una nueva etapa de la revolución alemana"
-- N. del R.]).
¡Son unos
demócratas pequeñoburgueses llorones, mil veces más peligrosos para el
proletariado si se declaran partidarios del Poder de los Soviets y de la
dictadura del proletariado, pues, en realidad, en cada instante difícil y
peligroso cometerán inevitablemente una traición. . . quedando convencidos con
la "mayor sinceridad" de que ayudan al proletariado! Los
socialdemócratas de Hungría, que se bautizaron de comunistas, querían también
"ayudar" al proletariado, cuando, gracias a su cobardía y a su falta
de carácter, juzgaron desesperada la situación del Poder soviético en Hungría y
empezaron a lloriquear ante los agentes de los capitalistas y verdugos de la
Entente.
TURATI Y COMPAÑIA EN ITALIA
Los
números del periódico italiano "Il Soviet", que he indicado más
arriba, confirman plenamente lo que he dicho en mi folleto sobre el error del
Partido Socialista Italiano al tolerar en sus filas miembros semejantes y hasta
a un grupo parlamentario compuesto de esa gente. Pero confirma todavía más eso
un testigo tan desinteresado como el corresponsal en Roma del periódico liberal
burgués inglés "The Manchester Guardian", el cual, en el número del
12 de marzo de 1920, publica una interviú con Turati.
". . . El señor Turati -- dice dicho corresponsal -- estima que el peligro
revolucionario en Italia no es tal que pueda suscitar temores, que carecen de
todo fundamento. Los maximalistas juegan con el fuego de las teorías
soviéticas, sólo para conservar a las masas en un estado de agitación y
excitación. En realidad, sin embargo, dichas teorías son concepciones puramente
legendarias, programas no maduros, que no valen para ser aplicados
prácticamente y que no sirven más que para mantener a las clases trabajadoras
en situación expectante. Esos mismos hombres que las emplean como atractivo
para deslumbrar al proletariado, se ven obligados a sostener una lucha diaria
para conquistar algunas mejoras económicas, a menudo insignificantes, a fin de
retardar el momento en que las clases trabajadoras pierdan su fe y sus
ilusiones en sus mitos favoritos. De aquí una larga etapa de huelgas de las más
diversas proporciones, provocadas por los motivos más diversos, hasta llegar a
las últimas de los empleados de correos y ferrocarriles, huelgas que hacen aún
más penosa la situación ya difícil del país. El país está irritado a
consecuencia de las dificultades relacionadas con el problema del Adriático,
esta aplastado por su deuda exterior, por su emisión fiduciaria
desproporcionada, y, a pesar de todo, no tiene todavía conciencia ni mucho
menos, de la necesidad de asimilarse esa discipiina en el trabajo, que es la
única que puede restablecer el orden y la prosperidad. . ."
Es claro
como la luz del día que el corresponsal inglés ha dejado escapar la verdad que
Turati y sus defensores, cómplices e inspiradores burgueses en Italia,
probablemente ocultan y disfrazan la verdad que afirma que las ideas y la
actuación política de los señores Turati, Treves, Modigliani, Dugoni y compañía
son precisamente las que describe el corresponsal inglés. Esto no es más que
una socialtraición completa. ¡Qué me diréis de esta defensa del orden y de la
disciplina de los obreros que sufren la esclavitud del asalariado, que trabajan
en beneficio de los capitalistas!
¡Qué bien
conocemos nosotros, los rusos, todos estos discursos mencheviques! ¡Qué
preciosa confesión la de que las masas son partidarias del
Poder de los Soviets! ¡Qué incomprensión obtusa y bajamente burguesa del papel
revolucionario de las huelgas que van creciendo espontáneamente! Sí, el
corresponsal del periódico liberal burgués de Inglaterra ha prestado un mal
servicio a los señores Turati y compañía y ha confirmado de un modo excelente
la razón del camarada Bordiga y de sus amigos del periódico "Il
Soviet", cuando exigen que el Partido Socialista Italiano, si quiere
efectivamente estar por la III Internacional, expulse de sus
filas, cubriéndolos de oprobio, a los señores Turati y compañía y se convierta
en Partido Comunista tanto por su nombre como por sus hechos.
CONCLUSIONES FALSAS DE PREMISAS JUSTAS
Pero
el camarada Bordiga y sus amigos "de izquierda" sacan de su justa
crítica de los señores Turati y compañía la conclusión falsa de que es
perjudicial, en términos generales, la participación en el parlamento. Los
"izquierdistas" italianos no pueden aducir ni un solo argumento serio
en defensa de este punto de vista. Ignoran simplemente (o se esfuerzan en
olvidar) los ejemplos internacionales de utilización realmente revolucionaria y
comunista, indiscutiblemente útil para la preparación de la revolución
proletaria, de los parlamentos burgueses. No se imaginan simplemente un modo "nuevo"
de utilizar el parlamentarismo y, repitiéndose constantemente, vociferan contra
el "viejo" modo, no bolchevique, de utilizarlo
En esto consiste precisamente su error radical. No sólo en el terreno
parlamentario, sino en todos los campos de actividad, debe el
comunismo introducir (y sin un trabajo prolongado, constante,
tenaz, será incapaz de hacerlo) algo principalmente nuevo, que
rompa radicalmente con las tradiciones de la II Internacional (conservando y
desarrollando al mismo tiempo lo que ésta ha dejado de bueno).
Tomemos como ejemplo la labor periodística. Los periódicos, folletos,
proclamas, llenan una función necesaria de propaganda, de agitación, de
organización. Ningún movimiento de masas en un país, por poco civilizado que
sea, puede pasarse sin un aparato periodístico. Y ni las vociferaciones contra
los "jefes" ni el juramento solemne de conservar la pureza de las
masas contra la influencia de los jefes nos librarán de la necesidad de
utilizar para este trabajo a hombres procedentes del medio intelectual burgués
nos librarán de la atmósfera democráticoburguesa, del ambiente de
"propiedad privada" en que se efectúa este trabajo bajo el
capitalismo. Incluso al cabo de dos años y medio del derrocamiento de la
burguesía y de la conquista del Poder político por el proletariado, vemos a
nuestro alrededor esa atmósfera, ese ambiente de relaciones
democráticoburguesas y de propiedad en masa (campesina, artesana).
El parlamentarismo es una forma de acción, el periodismo otra. En ambas
el contenido puede y debe ser comunista, si los que trabajan en uno y otro
terreno son realmente comunistas, realmente miembros del partido de las masas
proletarias. Pero en una y otra -- y en todo campo de acción bajo
el capitalismo y en el período de transición de éste al socialismo -- es
imposible evitar las dificultades, los problemas especiales que debe vencer y
resolver el proletariado, para utilizar en provecho propio a los hombres procedentes
del medio burgués, para triunfar de los prejuicios y de las influencias
intelectuales burguesas, para debilitar la resistencia del ambiente
pequeñoburgués (y para transformarlo después por completo).
¿Es que acaso antes de la guerra de 1914-1918 no vimos en todos los
países infinidad de casos de anarquistas, sindicalistas y otras gentes muy
"de izquierda" que fulminaban contra el parlamentarismo, se burlaban
de los socialistas parlamentarios bajamente aburguesados, fustigaban su
arrivismo, etc., etc. y se servían ellos mismos del periodismo, de
la labor en los sindicatos, para hacer exactamente la misma carrera
burguesa? ¿Es que los ejemplos de los señores Jouhaux y Merrheim, si nos
limitamos a Francia, no son típicos?
La puerilidad de "rechazar" la participación en el parlamento
consiste precisamente en que se cree "resolver " con este
medio "simple", "fácil", que se pretende revolucionario, el
difícil problema de la lucha contra las influencias democráticoburguesas en
el seno del movimiento obrero, cuando, en realidad, no se hace otra
cosa que huir de la propia sombra, cerrar los ojos ante la dificultad, librarse
de ella con palabras. El arrivismo desvergonzado, la explotación burguesa de
las actas parlamentarias, la escandalosa deformación reformista de la actividad
parlamentaria, la rutina pequeñoburguesa vulgar, son sin duda los rasgos
característicos, frecuentes y dominantes que engendra el capitalismo por
doquier y tanto fuera como en el interior del movimiento obrero. Pero este
mismo capitalismo y el ambiente burgués por él creado (que desaparece muy
lentamente aun después del derrocamiento de la burguesía, pues la clase
campesina engendra la burguesía de continuo) dan origen decididamente, en todas
las esferas de la actividad y de la vida, a un arrivismo burgués, a un
chovinismo nacional, a una vulgaridad pequeñoburguesa, que son, en el fondo,
con variantes insignificantes, exactamente los mismos.
Vosotros, queridos boicotistas y antiparlamentarios, os creéis
"terriblemente revolucionarios", cuando en realidad estáis
asustados de las dificultades relativamente pequeñas de la lucha
contra las influencias burguesas en el interior del movimiento obrero, cuando
vuestra victoria, es decir, el derrocamiento de la burguesía y la conquista del
Poder político por el proletariado, creará estas mismas dificultades
en una medida aun más grande, incomparablemente más grande. Os habéis asustado
como niños ante la pequeña dificultad que se os presenta hoy, sin comprender
que mañana y pasado mañana os veréis obligados, a pesar de todo, a aprender, y
aprender bien, a vencer esas dificultades en proporciones incomparablemente
mayores.
Bajo el Poder de los Soviets tratarán de penetrar en el partido del
proletariado, en el vuestro y en el nuestro, todavía más elementos procedentes
de la intelectualidad burguesa. Se deslizarán asimismo en los Soviets, en los
tribunales, en las administraciones, pues es imposible construir el comunismo
de otro modo que con los materiales humanos creados por el capitalismo, pues no
hay otros materiales para ello; es imposible expulsar y aniquilar a los
intelectuales burgueses, hay que vencerlos, transformarlos, asimilárselos,
reeducarlos, como hay que reeducar, con una lucha prolongada, sobre la base de
la dictadura del proletariado, a los proletarios mismos, que no se desembarazan
de sus prejuicios pequeñoburgueses de golpe, por un milagro, por gracia del
Espíritu Santo o por el efecto mágico de una consigna, de una resolución, de un
decreto, sino únicamente por medio de una lucha de masas prolongada y difícil
contra las influencias pequenoburguesas que existen entre las masas. Bajo el
Poder de los Soviets estos mismos problemas, de los cuales hoy el
antiparlamentario con un solo gesto se desembaraza de un modo tan orgulloso,
tan altanero, con tanta ligereza y tanta puerilidad, estos mismos problemas
volverán a surgir en el interior de los Soviets, en la
administración soviética, en el "foro" soviético (en Rusia hemos suprimido, y con razón, el foro burgués, pero éste
resucita entre nosotros bajo la cubierta de los "abogados"
"soviéticos"[23]).
Entre los ingenieros, entre los maestros soviéticos, entre los obreros privilegiados,
es decir, los más calificados y colocados en mejores condiciones, en las
fábricas soviéticas, advertimos un renacimiento continuo de todos,
absolutamente de todos los rasgos negativos propios del parlamentarismo
burgués, y sólo mediante una lucha repetida, incansable, prolongada y tenaz del
espíritu de organización y disciplina del proletariado, vamos triunfando poco a
poco de ese mal.
Naturalmente, bajo la dominación de la burguesía es muy
"difícil" vencer los hábitos burgueses en el propio partido, es
decir, en el partido obrero, es "difícil" arrojar del partido a los
jefes parlamentarios acostumbrados a los prejuicios burgueses y corrompidos sin
remedio por los mismos, es "difícil" someter a la disciplina
proletaria al número estrictamente necesario de hombres procedentes de la
burguesía (aunque sea en número muy limitado), es "difícil" crear en
el parlamento burgués una fracción comunista plenamente digna de la clase
obrera, es "difícil" conseguir que los diputados comunistas no se
dejen llevar por el juego del parlamentarismo burgués, sino que se ocupen de una labor sustancial de propaganda, agitación y
organización entre las masas. Todo esto, ni que decir tiene, es
"difícil", lo era en Rusia, lo es incomparablemente más en la Europa
occidental y en América, donde la burguesía, las tradiciones
democráticoburguesas, etc., son mucho más fuertes.
Pero estas "dificultades" son un juego de niños en comparación
con los problemas absolutamente de la misma naturaleza que el
proletariado tendrá que resolver inevitablemente, tanto para conseguir la victoria,
como durante la revolución proletaria y después que haya conquistado el Poder.
En comparación con estos problemas, verdaderamente gigantescos, que se
plantearán cuando bajo la dictadura del proletariado sea preciso reeducar a
millones de campesinos y pequeños propietarios, a centenares de miles de
empleados, funcionarios, intelectuales burgueses, subordinando a todos al
Estado proletario y a la dirección proletaria, y vencer en ellos sus hábitos y
tradiciones burgueses, en comparación con estos problemas gigantescos, es una
labor de una facilidad pueril formar, bajo el dominio burgués, en un parlamento
burgués, una fracción realmente comunista de un verdadero partido proletario.
Si los camaradas "izquierdistas" y antiparlamentarios no
aprenden a vencer ahora una dificultad tan pequeña, se puede afirmar con
seguridad que, o no se hallarán en estado de instaurar la dictadura del
proletariado, no podrán subordinarse en gran escala y transformar a los
intelectuales y a las instituciones burguesas, o se verán obligados a
completar precipitadamente su instrucción, prisa que ocasionará un
perjuicio inmenso a la causa del proletariado, les hará incurrir en más errores
que de ordinario, pondrá al descubierto su debilidad e inhabilidad más que
medianas, etc., etc.
Mientras la burguesia no sea derribada y, después de su derrocamiento,
mientras no haya desaparecido por completo la pequeña explotación y la pequeña
producción mercantil, el ambiente burgués, los hábitos de propietario, las
tradiciones pequeñoburguesas corromperán la labor del proletariado no sólo
desde fuera, sino en el seno mismo del movimiento obrero, no sólo en la esfera
de acción parlamentaria, sino inevitablemente en todos y cada uno de los
aspectos de la actividad pública, en todos los aspectos, sin excepción, de la
actividad cultural y política. Constituye un error profundisimo, que
inevitablemente se pagará más tarde, el tratar de desembarazarse, de
preservarse de uno de los problemas "desagradables"
o de las dificultades que se presentan en una de las esferas del trabajo. Hay
que estudiar y aprender a dominar todos los aspectos de actividad y trabajo sin
excepción, a vencer todas las dificultades, costumbres, tradiciones y rutinas
burguesas siempre y en todas partes. Cualquier otra manera de plantear la
cuestión no es seria; no es más que una puerilidad.
12 de mayo de 1920.
En la
edición rusa de este libro he expuesto con cierta inexactitud la conducta del
Partido Comunista Holandés en su conjunto en el terreno de la política
revolucionaria mundial. Por eso aprovecho la ocasión para publicar la carta,
que se reproduce más abajo, de nuestros camaradas holandeses sobre este
problema y, además, para corregir la expresión "tribunistas
holandeses" empleada por mí en el texto ruso, sustituyéndola por las
palabras "algunos miembros del Partido Comunista Holandés".
I. LENIN
Moscú, 30 de
junio de 1920.
Querido
camarada Lenin:
Gracias a su amabilidad, los miembros de la delegación holandesa al II
Congreso de la Internacional Comunista hemos tenido la posibilidad de leer su
libro La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el
comunismo antes de que apareciera traducido a los idiomas de Europa
occidental. En este libro subraya Ud. varias veces su desaprobación del papel
que han desempeñado algunos miembros del Partido Comunista Holandés en la política
internacional.
Debemos protestar, sin embargo, contra el hecho de que atribuya Ud. al
Partido Comunista la responsabilidad por los actos de esos miembros. Esto es
inexacto en extremo. Más aún, es injusto, pues esos miembros del Partido
Comunista Holandés participan muy poco o no participan en absoluto en la labor
cotidiana del Partido; intentan también directa o indirectamente, aplicar en el
Partido Comunista las consignas oposicionistas contra las que el Partido
Comunista Holandés y todos sus órganos han librado y libran hasta el día de hoy
la lucha más enérgica.
Con un
saludo fraternal,
(en nombre de la delegación holandesa)
D. I. WIJNKOOP
(en nombre de la delegación holandesa)
D. I. WIJNKOOP
Escrito en
abril-mayo de 1920.
Publicado en folleto en junio de 1920. Se imprimió en base al texto del folleto el cual había sido confrontado con el manuscrito. |
NOTAS
[1] El
libro La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el
comunismo fue escrito por Lenin en abril de 1920 y el Apéndice, el 12
de mayo del mismo año. Fue publicado el 8-10 de junio en ruso y, casi al mismo
tiempo, en julio, en alemán, francés e inglés. Lenin controló personalmente los
plazos de composición e impresión del libro, a fin de que apareciera antes de
que iniciara sus labores el II Congreso de la Internacional Comunista. El libro
fue distribuido entre todos los delegados al II Congreso. De julio a noviembre
de 1920 fue reeditado en alemán en Leipzig, en francés en París y en inglés en
Londres.
En el manuscrito de La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo existe un subtítulo: "(Ensayo de charla popular acerca de la estrategia y la táctica marxistas)". En todas las ediciones del libro aparecidas en vida de Lenin este subtítulo fue suprimido. En la 4a edición de las Obras de V. I. Lenin, "La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el comunismo" se publica de acuerdo con la primera edición del libro, cuya corrección hizo Lenin. [pág. 1]
[3] Longuetismo : corriente
centrista en el Partido Socialista Francés, al frente de la cual figuraba Jean
Longuet.
Durante la Primera Guerra Mundial, los longuetistas mantuvieron una posición socialpacifista. Después del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia se declararon de palabra partidarios de la dictadura del proletariado, pero, de hecho, eran enemigos suyos. Prosiguieron la política de reconciliación con los socialchovinistas y apoyaron el rapaz Tratado de Versalles. En diciembre de 1920, los longuetistas, junto con los reformistas descarados, se separaron del partido, se adhirieron a la llamada Internacional Segunda y media y, después de su desmoronamiento, volvieron a la II Internacional. [pág. 13]
Durante la Primera Guerra Mundial, los longuetistas mantuvieron una posición socialpacifista. Después del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia se declararon de palabra partidarios de la dictadura del proletariado, pero, de hecho, eran enemigos suyos. Prosiguieron la política de reconciliación con los socialchovinistas y apoyaron el rapaz Tratado de Versalles. En diciembre de 1920, los longuetistas, junto con los reformistas descarados, se separaron del partido, se adhirieron a la llamada Internacional Segunda y media y, después de su desmoronamiento, volvieron a la II Internacional. [pág. 13]
Partido
Laborista (Reino Unido)
Partido
Laborista Independiente
[4] El Partido Obrero Independiente de
Inglaterra (Independent Labour Party) fue fundado en 1893. A su cabeza
figuraban James Keir Hardie, R. MacDonald y otros. Aunque decía mantener su
independencia política respecto a los partidos burgueses, en realidad, el
Partido Obrero Independiente sólo era "independiente del socialismo, pero
muy dependiente del liberalismo" (Lenin). [pág. 13]
[5] Fabianos : miembros de la
"Sociedad
Fabiana", organización reformista inglesa y
extremadamente oportunista, fundada en 1884 por un grupo de intelectuales
burgueses de Inglaterra. La característica de los fabianos véase en los
trabajos de V. I. Lenin: Prefacio a la traducción rusa de la
"Correspondencia de J. F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C.
Marx y otros con F. A. Sorge y otros ", El programa
agrario de la socialdemocracia en la revolución rusa, El pacifismo
inglés y la fobia inglesa respecto a la teoría y otros.
[pág. 13]
[6] El Partido Socialdemócrata Independiente de
Alemania : partido centrista fundado en abril de 1917.
Se escindió en octubre de 1920 en su Congreso de Halle. Una parte considerable del partido se fusionó en diciembre del mismo año con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos derechistas formaron un partido aparte, adoptando la vieja denominación de Partido Socialdemócrata Independiente. En 1922, los "independientes" volvieron a ingresar en el Partido Socialdemócrata Alemán. [pág. 14]
Se escindió en octubre de 1920 en su Congreso de Halle. Una parte considerable del partido se fusionó en diciembre del mismo año con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos derechistas formaron un partido aparte, adoptando la vieja denominación de Partido Socialdemócrata Independiente. En 1922, los "independientes" volvieron a ingresar en el Partido Socialdemócrata Alemán. [pág. 14]
[7] Espartaquistas : miembros
de la "Liga Espartaco", que fue fundada en enero de 1916 durante la
Primera Guerra Mundial bajo la dirección de C. Liebknecht, R. Luxemburgo, F.
Mehring, C. Zetkin, etc. Los espartaquistas realizaron propaganda
revolucionaria entre las masas contra la guerra imperialista, desenmascararon
la política de conquistas del imperialismo alemán y la traición de los líderes
de la socialdemocracia. Pero, los espartaquistas, izquierdistas alemanes no se
desembarazaron de errores de semimencheviques en cuestiones teóricas y
políticas de la mayor importancia. La crítica de los errores de los
izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre
el " economismo imperialista ", y otros, y por
Stalin en su obra Sobre algunas
cuestiones de la historia del bolchevismo (Carta a la Redacción
de la revista "Proletárskaia Revolutsia "). En abril de 1917
los espartaquistas se adhirieron al Partido Socialdemócrata Independiente de
Alemania, centrista, conservando dentro de él su independencia orgánica.
Después de la revolución de noviembre de 1918 en Alemania, los espartaquistas
rompieron con los "independientes" y en diciembre del mismo año
fundaron el Partido Comunista de Alemania. [pág. 19]
[8] "Laboristas ": Lenin
llama a los miembros del Partido Obrero de Inglaterra (Labour Party).
[pág. 23]
[9] Volapuk : idioma
internacional artificial, inventado en 1879 por el alemán Schleyer, que no
alcanzó a popularizarse. [pág. 29]
[10] "Tribunistas" bolandeses : Lenin
llama a los miembros del Partido Comunista Holandés. Los tribunistas,
primeramente, se presentaron como un grupo de izquierda del Partido Obrero
Socialdemócrata Holandés, que editó en 1907 el periódico "Tribuna" (De
Tribune ). En 1909, los tribunistas fueron excluidos del Partido
Obrero Socialdemócrata y organizaron un partido independiente (el Partido
Socialdemócrata de Holanda). Los tribunistas representaron el ala izquierda del
movimiento obrero de Holanda, pero no formaron un partido consecuentemente
revolucionario. En 1918, los tribunistas participaron en la creación del
Partido Comunista de Holanda. [pág. 30]
[12] Diario Obrero Comunista (Kommunistische
Arbeiterzeitung ): órgano del grupo pequeñoburgués anarcosindicalista,
de comunistas de "izquierda", que se escindió en 1919 de; Partido
Comunista de Alemania (espartaquistas). El periódico se publicó desde 1919 hasta
1927. Los comunistas de "izquierda" alemanes no cumplieron el acuerdo
del III Congreso de la Internacional Comunista, el cual exigió de ellos que
renunciaran a la táctica sectaria y se adhirieran al Partido Comunista de
Alemania, siendo excluidos de la Internacional Comunista. Los dirigentes de los
comunistas de "izquierda" rodaron al campo de la contrarrevolución.
[pág. 32]
[13] Después de la revolución de febrero de 1917
y hasta 1919, inclusive, el número de miembros del Partido cambió del modo
siguiente: cuando se celebró la VII Conferencia Nacional del P.O.S.D.R.
(bolchevique) (Conferencia de Abril) en 1917, el Partido tenía 80.000 miembros;
al celebrarse el VI Congreso del P.O.S.D.R. (b), en julio-agosto de 1917, cerca
de 240.000; al empezar el VII Congreso del P.C.R. (b), en marzo de 1918, no
menos de 270.000, y en el VIII Congreso del P.C.R. (b), en marzo de 1919,
313.766. [pág. 37]
[15] "Los Trabajadores Industriales del
Mundo " ("Industrial Workers of the World". I.W.W.):
organización de los obreros norteamericanos, fundada en 1905. En la actividad
de la organización se maniíestaron acentuados rasgos anarcosindicalistas: no reconocía
la lucha política del proletariado, negaba el papel dirigente del Partido, la
necesidad del levantamiento armado para derrocar el capitalismo y la lucha por
la dictadura del proletariado; y rechazaba trabajar en los sindicatos afiliados
a la Federación Norteamericana del Trabajo. Más tarde, "Los Trabajadores
Industriales del Mundo" se convirtieron en un grupo sectario
anarcosindicalista que perdió toda influencia en los obreros.
[pág. 47]
[17] El Partido Socialista Italiano fue
fundado en 1892 como "Partido de los Obreros Italianos"; en 1893 tomó
el nombre "Partido Socialista Italiano". Después del triunfo de la
Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia, se fortaleció el ala izquierda
en el Partido Socialista Italiano. En enero de 1921, en el XVII Congreso del
Partido, celebrado en Livorno los izquierdistas rompieron con el Partido
Socialista, organizaron su propio Congreso y fundaron el Partido Comunista
Italiano.
En el período de la dictadura fascista en Italia, se formó de nuevo una fracción influyente en el Partido Socialista Italiano. En 1934 el Partido Socialista Italiano concertó el acuerdo de la unidad de acción con el Partido Comunista Italiano. Este acuerdo sirvió como base de la colaboración de ambos Partidos durante la Segunda Guerra Mundial y la postguerra. En enero de 1947 abandonó el Partido Socialista Italiano un grupo de derechistas encabezado por el agente del imperialismo norteamericano Saracat y formó el llamado "Partido Socialista de los Trabajadores Italianos". [pág. 62]
[19] Lenin alude al pasaje de la carta de F.
Engels a F. Sorge fechada el 29 de noviembre de 1886, en la que Engels,
criticando a los emigrados socialdemócratas alemanes residentes en Norteamérica,
dice que, para ellos, la teoría "es un dogma y no una gula para la
acción". [pág. 69]
[20] "EI Partido Socialista
Británico " (British Socialist Party) fue fundado en 1911, en
Manchester. El P.S.B hizo agitación y propaganda en el espíritu marxista y era
un partido "no oportunista, verdaderamente independiente
respecto a los liberales" (Lenin ). El escaso número de
militantes y sus débiles vínculos con las masas le daban un carácter algo
sectario.
En el periodo de la Primera Guerra Mundial, en el partido aparecieron dos corrientes: una abierta del socialchovinismo, encabezada por Hyndman y otra internacionalista encabezada por A. Inkpin y otros. En abril de 1916 sucedió la escisión en el partido. Hyndman y sus correligionarios representaron la minoría, y salieron del partido. Desde entonces frente al Partido Socialista Británico figuraban los elementos internacionalistas. El Partido Socialista Británico fue iniciador de la creación del Partido Comunista de Gran Bretaña, que se fundó en 1920. [pág. 78]
[21] "El Partido Socialista Obrero "
fue fundado en 1903 por un grupo de socialdemócratas de izquierda escindido de
la Federación Socialdemocrata. La "Sociedad Socialista del Sur de
Gales " era un pequeño grupo, integrado primordialmente por
obreros mineros de Gales. La "Federación Socialista Obrera "
era una organización poco numerosa, surgida de la "Sociedad de defensa de
los derechos electorales de la mujer" e integrada principalmente por
mujeres.
Al fundarse el Partido Comunista de Gran Bretaña (el Congreso de constitución se celebró del 31 de julio al 1ƒ de agosto de 1920), que incluyó en su programa un punto sobre la participación del Partido en las elecciones parlamentarias y sobre la afiliación al Partido Laborista, todas las organizaciones "izquierdistas" se negaron a ingresar en el Partido Comunista. En el Congreso de este Partido celebrado en enero de 1921, la "Sociedad Socialista del Sur de Gales" y la "Federación Socialista Obrera" (que habían adoptado a la sazón las denominaciones de "Partido Comunista Obrero" y "Partido Comunista") se fusionaron con el Partido Comunista de Gran Bretaña, que tomó el nombre de "Partido Comunista Unificado de Gran Bretaña". La dirección del "Partido Socialista Obrero" se negó a la unificacion. [pág. 78]
[23] "Soviéticos " "abogados ": colegios
de abogados creados en febrero de 1918 adjuntos a los Soviets de diputados
obreros, soldados, campesinos y cosacos. En octubre de 1920, estos colegios
fueron suprimidos. [pág. 127]
V. I.
Lenin. Discurso sobre el papel del Partido Comunista
23 de
julio de 1920
Primera
edición: Publicado
el 5 de agosto de 1920 en el núm. 5 del "Boletín del II Congreso de la
Internacional Comunista"
Partido
Comunista de Gran Bretaña
Internacional
Comunista
El II
Congreso Mundial de la Internacional Comunista se reunió en Moscú entre el 19 de julio y el 7 de agosto de 1920, cuando estaba por terminar la Guerra Civil Rusa con el triunfo definitivo del
bando bolchevique, pero cuando la agitación
revolucionaria comunista en el resto de Europa se extinguía sin remedio: las
revueltas comunistas de Alemania habían sido vencidas y el
régimen de Béla Kun en Hungría había sido suprimido, mientras que la instauración
del comunismo en Polonia dependía aún de un enfrentamiento bélico. Asimismo, en los demás
países industrializados (como Francia o Gran Bretaña) había desaparecido la indignación
contra el intervencionismo en Rusia y faltaban las condiciones para
la agitación proletaria, por lo cual era muy remota la opción de organizar una
revuelta comunista con posibilidades de éxito.
En este
congreso se insistió en la necesidad de propagar el sistema de soviets entre el proletariado y así formar grupos de
militantes aptos para tomar el poder y ejercer funciones administrativas,
dejando de lado la sola política partidaria. Debido a las numerosas
organizaciones socialdemócratas que solicitaban el ingreso a la Internacional,
se acordaron las 21 condiciones previas que debía cumplir todo
partido político para la adhesión a la Internacional, y se aprobaron los
primeros estatutos
Condiciones
para la admisión a la Internacional Comunista
Textos
completos
II
Congreso de la Internacional Comunista pág. 56 – 108
Estatutos de
la Internacional Comunista 56
Condiciones
de admisión de los partidos en la Internacional Comunista 59
1. Informe sobre la situación
internacional y las tareas fundamentales de la Internacional Comunista (19 de julio)
Las tareas
fundamentales de la Internacional Comunista 62
1. La
esencia de la dictadura del proletariado y del poder de los soviets 63
2. En qué
debe consistir la preparación inmediata de la dictadura proletaria 64
3.
Modificación de la línea de conducta y, parcialmente, de la composición social
de los partidos adheridos o que deseen adherirse a la Internacional Comunista 68
Resolución
sobre el papel del partido comunista en la revolución proletaria 71
El
movimiento sindical, los comités de fábrica de empresas 76
I 76
II 78
III 80
Tesis y
adiciones sobre las cuestiones nacional y colonial 80
A. Tesis 80
B. Tesis
suplementarias 84
Tesis sobre
la cuestión agraria 86
El partido
comunista y el parlamentarismo 91
I.- La nueva época y el nuevo
parlamentarismo 91
II.- El comunismo la lucha por la dictadura
del proletariado y “por la utilización” del parlamento burgués 93
III.- La táctica revolucionaria 95
Manifiesto
del Congreso. El mundo capitalista y la Internacional Comunista 97
I.- Las
relaciones internacionales posteriores a Versalles 97
II.- La
situación económica 100
III.- El
régimen burgués después de la guerra 103
IV.- La Rusia soviética 107
V.- La
revolución proletaria y la Internacional Comunista 108
V. I.
Lenin. Discursos pronunciados en el II Congreso de la III Internacional
Realizado en el Palacio Taurichesky, Petrogrado 19 de julio al 7 de
agosto de 1920
- 1. Informe sobre la
situación internacional y las tareas fundamentales de la Internacional
Comunista (19
de julio)
- 2. Discurso sobre el
papel del Partido Comunista (23 de julio)
- 3. Informe de la comisión
para los problemas nacional y colonial (26 de julio)
- 4. Discurso sobre las
condiciones de ingreso en la Internacional Comunista (30 de julio)
- 5. Discurso acerca del
parlamentarismo (2 de agosto)
- 6. Discurso acerca del ingreso
en el Partido Laborista Británico (6 de agosto)
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