miércoles, 7 de noviembre de 2018

Daniel Bensaïd y Samy Naïr. El problema de la organización. Lenin y Rosa Luxemburgo




I. La posición leninista




Daniel Bensaïd (en google) y Samy Naïr (en google)



Este texto fue publicado originalmente en la revista de Maspero, Partisans, París, en el número de enero de 1969. Fue vertido al castellano por Lina Mari y Carlos María Gutiérrez (traducción que ha sido la utilizada en esta trascripción) en la obra antológica El desafío de Rosa Luxemburgo (Buenos Aires, Proceso, 1972), que incluía también textos de Bertram D. Wolfe, Hannah Arendt, Gilbert Badia, León Trotsky, V.I.Lenin, J.P. Nettl, John Knief, Michael Löwy y Paul M. Sweezy También se editó en otra antológica, la de Cuardernos del Pasado y del Presente, con traducción de José Aricó, (Buenos Aires, 1975) titulada Teoría Marxista del Partido Político (Problemas de Organización), y que comprendía igualmente textos de Rosa Luxemburgo, Vladimir Ilich Lenin y George Lukács.



Rosa Luxemburgo Cuestiones organizativas de la socialdemocracia rusa [¿Leninismo o marxismo?] (1904)




Georg Lukács, Historia y Conciencia de Clase, p. 335

La corriente antiestalinista que se extiende actualmente entre las nuevas vanguardias, rehabilita a Rosa Luxemburgo como intérprete teórico del movimiento obrero. La crítica a las burocracias obreras toma de sus obras citas y referencias.


En realidad, el entusiasmo luxemburguista llega a veces hasta el punto de triturar y torturar dichas obras tratando de encontrar en ellas una teoría de la organización como alternativa a la teoría leninista. La coincidencia de las preocupaciones explica esta tendencia: los trabajos de Rosa Luxemburgo están, casi todos, escritos bajo el signo de la lucha contra la socialdemocracia alemana como partido muy burocratizado; la necesidad actual de comprender el fenómeno de las burocracias obreras, de su fundamento social, de su cohesión internacional, hace que las tesis luxemburguistas sean la interpretación más clara, la teoría liberadora de la energía de las masas.


Sin embargo, no se podría encontrar en Rosa Luxemburgo más que una contraposición parcial a la posición leninista: en ella se mezclan los altibajos afectivos y las trivialidades, y de ello resulta una arlequinada confusa, quizás seductoramente fantasiosa, pero que no podría ser tomada por una teoría de la organización. En un debate en el cual las modas pasajeras perjudican a veces al rigor político, se hace necesario retornar a los textos. Así, sin quitar ningún mérito a Rosa Luxemburgo, se le podrá dar su justo valor.

                                 I. La posición leninista

1. Carácter de la formación social

Como señala Lukács, la cuestión de la organización se transforma realmente en un problema de actualidad cuando la misma revolución está a la orden del día, en el momento en que ella no es ya un simple sueño compensador sino la finalidad que engloba todas las luchas cotidianas. Así es, justamente como la concibió LeninEn sus primeros escritos, de 1894 a 1898, se dedicó a definir la naturaleza de la inmediata revolución: ¿contra qué formación social debe combatir? ¿Qué Estado debe ser destruido? ¿Qué clase debe ser vencida?

Para responder a estos interrogantes y provocar el desencadenamiento de una crisis revolucionaria, Lenin distingue cuidadosamente el nivel teórico del nivel político, la comprensión teórica de la crisis revolucionaria y su manifestación política. Si se considera el encadenamiento de las formas de producción como sistemas teóricamente elaborados que implican una variedad de formaciones sociales concretas, al pasar de una forma de producción a otra habrá una discontinuidad pero no una crisis. No pueda haber crisis en un modelo teórico, sino en una sociedad política donde están en juego fuerzas reales.

La forma de producción capitalista tal como Marx la construyó deduciendo sus leves a partir de la formación social ingles del siglo XIX no tiene existencia real. Constituye un objeto abstracto-formal con el cual no coincide absolutamente con una formación social concreta. Poulantzas considera una formación social! corno “la superposición específica de distintas formas de producción puras”, y agrega que “la formación social constituye en sí misma una unidad compleja en la cual una cierta forma de producción predomina sobre las demás” [1]. La crisis revolucionaria que estructura el horizonte de la nueva organización no es entonces la crisis de una forma de producción, si no la de una formación social determinada en la cual las contradicciones de la forma de producción se hacen vivas y se actualizan a través de las fuerzas sociales reales implicadas en ella. Esta distinción elemental no carece de consecuencias en el debate entre Lenin y Rosa Luxemburgo.


Lenin se preocupé de definir con precisión la naturaleza y las características dominantes de la formación social rusa. Hacia 1890 se consagró a su estudio metódico, hurgando con paciencia en las estadísticas de los zemstvos.


Desde sus primeros trabajos, Lenin definió el punto de referencia del cual dependerían todas las variables estratégicas y tácticas, en particular su actitud de principio sobre el problema de la organiza El desarrollo del capitalismo en Rusia  1899 (y en PDF aquí) es el testimonio de este enorme trabajo, cuyas consecuencias constituyen para el futuro el punto de referencia y el fundamento sobre el cual Lenin se basa en toda oportunidad.


En Quienes son los amigos del pueblode 1894, (en PDF aquí y aquí)) anterior a El desarrollo…, están ya firmemente enunciadas: “La explotación de los trabajadores en Rusia es en todo sentido capitalista, excepción hecha de los vestigios – en vías de desaparición – de la economía basada sobre el vasallaje”. Lenin extrae de dichas conclusiones todas sus consecuencias, en particular el hecho de que es imposible “encontrar en Rusia una industria, aún a nivel artesanal, que no esté organizada según el modelo capitalista” [2].

Obras completa de V.I. Lenin





Estas conclusiones sirven desde entonces de base a toda la estrategia política: es justamente contra una formación social predominantemente capitalista, y no feudal (aún cuando los vestigios feudales tenían cierta importancia), que luchan los revolucionarios rusos. En 1894 esto no era evidente en absoluto. Lenin se preocupó de señalarlo poniéndolo como primer punto del proyecto de programa del POSDR: “La producción de mercancías en Rusia se desarrolla aceleradamente, la forma de producción capitalista adquiere allí una posición cada vez más dominante” [3].

Es si como desde los primeros años de lucha. Lenin definió cuál era el adversario que había que enfrentar. Esta claridad teórica servirá siempre de guía a los métodos de análisis y a las decisiones tácticas. Los revolucionarios rusos combaten el capitalismo: su estrategia en lo que a las alianzas se refiere, tiene en cuenta el desarrollo desigual de las formas económicas presentes en la sociedad rusa: pero jamás olvidarán que la crisis que ellos preparan es la del capitalismo. Los análisis del joven Lenin se encuentran ya en los orígenes de su interpretación de la revolución rusa, en La revolución proletaria y el renegado Kautsky (aquí en PDF): “Todo se desarrolló exactamente como lo habíamos previsto. El curso de la revolución confirmó la exactitud de nuestro razonamiento. Primero, con todo el campesinado, contra la monarquía, contra los terratenientes, contra el feudalismo (y por esto la revolución no pasa de ser burguesa, democrática pero burguesa). Luego, con el campesinado pobre, con el semi-proletariado, con todos los explotados, contra el capitalismo, incluidos los campesinos ricos, los kulaks, los especuladores; y la revolución se transforma por ello en socialista. Querer erigir artificialmente una muralla china entre la primera y la segunda, querer distinguirlas por otro motivo que no sea el grado de preparación del proletariado, significa desnaturalizar monstruosamente el marxismo, envilecerlo, sustituirlo por el liberalismo” [4].

De esta manera resulta claro el camino seguido. Teniendo en cuenta que el objetivo definido es siempre la derrota del capitalismo, forma dominante de la estructura social rusa, los social-demócratas contraen una alianza con el campesinado, alianza temporal, con el fin de destruir el despotismo y liquidar las secuelas del feudalismo. Los distintos programas agrarios de Lenin se esfuerzan por definir el fundamento correcto de esta alianza. Pero la lucha contra el feudalismo y la autocracia no constituyen más que una etapa, no aislada, de la lucha anticapitalista, que es siempre el objetivo principal.

2. Definir el sujeto histórico

En El Cenital, Marx señala que el proceso de producción capitalista considerado en su continuidad o como proceso de reproducción, no produce sólo mercancías, ni sólo plus-valía, sino que “produce y reproduce la relación capitalista: por un lado el capitalista, por el otro el asalariado”. El sistema que se reproduce a sí mismo engendra sus propias crisis y sus propias contradicciones, y suscita puntos de ruptura que pueden manifestarse bajo la forma de crisis económicas. Pero una crisis económica no es forzosamente revolucionaria: puede ser uno de los mecanismos de autorregulación del sistema, puede tener sólo una función “purgativa”. Después de la crisis – los stocks aumentados, las empresas arcaicas eliminadas – la economía capitalista prosigue sobre una base saneada. Lukács insiste sobre este aspecto de la crisis: “sólo la conciencia del proletariado Puede mostrar cómo salir de la crisis capitalista. Mientras no se dé esta condición, la crisis permanece, vuelve a su punto de partida, repite la situación” [5].

La crisis económica de una estructura social eminentemente capitalista, abre entonces una posibilidad pero no tiene una función decisiva. Constituye el punto de apoyo desde donde se puedo bosquejar un nuevo sistema, pero participando todavía de la autorregulación del sistema inicial. Dicha crisis puede a lo sumo ser el origen de una situación revolucionaria: pero no se transforma en revolucionaria —es decir, no alcanza ese sentido— sino por medio de un sujeto que asume la responsabilidad y se encarga del proceso de transformación social. También sobre este aspecto Lukács se expresa con claridad, en su réplica a todos los fatalistas que esperan la salvación de la última crisis del capitalismo: “la diferencia cualitativa entre la última crisis capitalista, su crisis decisiva, y las crisis anteriores, no reside en una simple metamorfosis de su extensión o de su ‘profundidad, en resumen, de su cantidad o calidad. Más bien, esta metamorfosis se manifiesta en el hecho de que el proletariado deja de ser el simple objeto de la crisis y despliega abiertamente el antagonismo inherente a la sociedad capitalista” [6].

La crisis afecta entonces a una formación social determinada; pero no se transforma en una situación revolucionaria sino cuando un sujeto provoca su desenlace atacando al Estado, blanco estratégico, cerrojo que custodia las relaciones de producción, convertidas en camisa de fuerza para los sectores productivos. Una vez determinada la naturaleza de la revolución que se avecina. Lenin se dedica a definir su sujeto, para desatarla victoriosamente.

A este respecto, Lenin distingue cuidadosamente el sujeto teórico-histórico de la revolución (el proletariado como clase, que reemplaza la forma de producción) y su sujeto político-práctico (la vanguardia, que reemplaza la formación social) que representa, no ya al proletariado “en sí”, dominado económica, política e ideológicamente, sino el proletariado “para sí”, consciente del lugar que le corresponde en el proceso de producción y de sus propios intereses de clase.

Esta es una de las ideas claves de Qué Hacerdonde Lenin distingue “espontaneidad y espontaneidad”. En la espontaneidad ve “el elemento embrionario del consciente”; pero se expresa con poca habilidad sobre los grados de conciencia. Distingue una espontaneidad confusa y dominada de una espontaneidad liberada y fecundada por las luchas de la vanguardia una experiencia espontánea de masas que queda sobre el campo del sistema de una experiencia práctica que extrae su sentido de la existencia de una vanguardia, Afirma que la conciencia socialdemócrata sólo ruede llegar a los trabajadores desde afuera, desde los intelectuales revolucionarios portadores del conocimiento y de la comprensión global del proceso de producción. Por sus propios medios, la clase obrera no puede llegar sino a la conciencia “trade-unionista”.


En la crisis revolucionaria están implícitos los dos sujetos. El sujeto teórico porque representa la condición que posibilita el nuevo orden social y el sostén de la estrategia revolucionaria; el sujeto político, es decir el partido, porque es el que elabora y adopta la táctica de dicha estrategia. Lenin se obligó a la doble tarea de definir el sujeto teórico de la revolución que preparaba y de proporcionar a ésta el sujeto político capaz de encarnarla.


Definir y presentar al proletariado como la clase social investida de la misión histórica revolucionaria, es la preocupación constante de sus primeros escritos. Al mismo tiempo que caracteriza como capitalista la formación social rusa, pone en claro, la autonomía del proletariado como clase social, la única capaz de resolver las contradicciones de una sociedad de ese tipo. Jamás, en las alianzas o en los proyectos de programa olvida reafirmar el papel independiente del proletariado. Ya en 1894 dijo: “sólo los burgueses pueden olvidar que detrás de los intereses solidarios del pueblo entero contra las instituciones medievales y feudales, existe, en el seno de ese mismo pueblo, un antagonismo profundo e irreductible entre la burguesía y el proletariado”.

En la misma obra, Lenin plantea como “tesis esencial” que “Rusia es una sociedad burguesa, que su forma política es un estado clasista, y que el único medio de poner término a la explotación del trabajador es la lucha de clases del proletariado”.

Es más, agrega que “el período del desarrollo social de Rusia en que el liberalismo y el socialismo formaban una unidad indisoluble, ha concluido para siempre”  [7].


Un año más tarde, en “las tareas de los socialdemócratas rusos”, Lenin recuerda el principio según el cual “sólo son fuertes los que combaten apoyándose sobre los intereses reales, bien comprendidos, de una clase determinada”. En nombre de este principio, Lenin compromete a los socialdemócratas a tener siempre presente que el proletariado es una clase aparte, que mañana puede encontrarse en una posición opuesta a la de sus aliados de hoy. Gracias a una definición tan precisa de la revolución a realizarse y de su sujeto teórico, toda confusión queda excluida de los programas; en el proyecto de 1899 Lenin propone “sostener al campesinado…en la medida en que éste es capaz de llevar adelante una lucha revolucionaria contra los vestigios del vasallaje e general y contra el absolutismo en particular”. En el mismo proyecto, insiste: “hoy, en la campaña rusa se entremezclan dos formas esenciales de la lucha de clases:

a) la lucha de los campesinos contra los terratenientes y los vestigios del vasallaje;

b) la lucha del naciente proletariado rural contra la burguesía rural.

Para los socialdemócratas, esta segunda lucha es, evidentemente, la más importante, pero deben por fuerza librar la primera, en la medida en que no contradiga los intereses del desarrollo social”.


Es esta comprensión sólidamente adquirida, pacientemente elaborada, de la naturaleza de la formación social rusa y de las clases que en ella están en juego, la que permite a Lenin en sus Tesis de abril ( y aquí), interpretar lo que en realidad está en juego en la crisis revolucionaria de 1917 : “Lo original de la situación actual en Rusia, es la transición de la primera etapa de la revolución, que concedió el poder a la burguesía como comprensión del proletariado, a su segunda etapa, que debe conceder el poder al proletariado y a las capas más pobres de la clase campesina”.






3. Construir el sujeto político

Este repaso de la posición leninista podría parecer superfluo si no fuera que es esta posición la que sostiene toda la teoría leninista de la organización. Lenin concibe los principios de organización, refiriéndose siempre a estos análisis. Estos principios definen cómo debe ser una organización que lucha contra un aparato estatal, burgués y centralizado, con el propósito de destruirlo. En relación a estos principios, todo sistema de organización no puede sino constituir una derogación. Los principios constituyen la estrategia de la organización, cuyo sistema no es más que la aplicación táctica.


Esto no fue captado por Rosa Luxemburgo; y es debido a ello que su comprensión de la organización no se sitúa en el mismo nivel: es mucho más trivial, a veces emocional, con frecuencia infra-teórica. En varias ocasiones lo ha demostrado la naturaleza misma de las metáforas que utilizó; que revelan un vitalismo ingenuo, un concepto naturalista de la organización:


“Conteniendo las pulsaciones de un organismo sano, se debilita su cuerpo y se disminuye su resistencia... Un movimiento obrero tan pletórico de energía…” [8

Paralelamente, a la vitalidad natural del movimiento obrero, opone la opacidad académica de sus direcciones: “ninguna fórmula rígida puede bastar...; el puntero de un maestro de escuela...; el ultracentralismo de Lenin aparece como impregnado, no ya de un espíritu positivo y creador, sino del espíritu estéril de un guardián. Toda su inquietud reside en controlar la actividad del partido, pero no en fecundizarla; en restringe el movimiento más que desarrollarlo; en estrangularlo en vez de unificarlo”  [
9].

En su simplicidad entusiasta, alimentada por la polémica contra la socialdemocracia alemana, Rosa Luxemburgo llega al extremo de desnaturalizar o tergiversar los argumentos de Lenin. Como lo demuestra al decirle qusi quiere evitar la influencia perniciosa y disolvente de los intelectuales sobre el partido, con la fórmula bolchevique conseguirá lo contrario de lo que en realidad es su objetivo, pues coloca al frente del partido una “coraza burocrática” compuesta por una “élite intelectual sedienta de poder”. En realidad, jamás fueron esos los términos del razonamiento de Lenin. Él no se refirió abstractamente a la influencia nefasta de los intelectuales, sino al principio de descentralismo organizativo como principio entorpecedor Los intelectuales no intervienen giro como agentes privilegiados de esta disolución de la organización que lleva implícita el principio de descentralismo.


El problema reside en que respecto de este tema Lenin y Rosa Luxemburgo no hablen el mismo idioma; no obstante, esto no impide que ella se exprese sobre la organización de tino leninista agitando la bandera inmaculada de la “libertad” y de la “democracia” contra las posiciones “extremas” de Lenin. No cabe ninguna duda de que en efecto, la organización “blanquista” preconizada por Lenin no tendrá ninguna relación con las masas, ya que el “ultra centralismo” leninista la conducirá al conservadurismo, a la inhibición. Es más, la centralización acentúa, según Rosa la “escisión entre el empuje de las masas y las vacilaciones de la socialdemocracia” [10] y por consiguiente : “lo que realmente interesa es mantener viva en el partido la correcta apreciación política de las formas de lucha que corresponden a cada circunstancia, el sentido de la relatividad de cada fase de la lucha y de la necesidad de agravar las tensiones revolucionarias” [11].


Esta crítica la lleva a rechazar el sistema de organización propuesto por Lenin y a convenir un acuerdo sobre el principio de organización. Además de que la separación establecida por ella entre centralismo y democracia, su oposición mecánica, evidencia más un hegelianismo mal digerido que una dialéctica marxista, Rosa Luxemburgo se confunde lamentablemente al admitir el principio de organización sin aceptar el sistema. Y esto adolece de un mismo pecado; es una metafísica empedrada de buenas intenciones La teoría leninista de la organización tiene justamente la característica de que el sistema propuesto es necesariamente, lógico con relación al principio, y de este principio deriva necesariamente este sistema de organización.

Por lo tanto, es evidente que toda crítica sobre el “sistema” lleva el sello de un desacuerdo sobre el principio de organización, desacuerdo que existe entre Rosa Luxemburgo y Lenin. El hecho es que Rosa, lógica consigo misma, plantea el problema del partido en función de un análisis propio de la sociedad capitalista. Según ella, el capitalismo se dirige inevitablemente hacia la catástrofe. Las contradicciones, que se agravan sin cesar, en beneficio de “una ínfima minoría de la burguesía reinante” [12]hacen que, por una parte, el proletariado sea espontáneamente revolucionario y por otra que su partido sea “el punto de reunión organizador”  [13de todas las capas sociales que esta evolución pone en movimiento contra la burguesía.

Dentro de esta problemática – clase revolucionaria orgánicamente determinada contra clase reaccionaria –, el partido es el producto  de la crisis revolucionaria y no un elemento necesario, como lo demuestra Lenin, en el contexto de la formación social capitalista. Es así como esta imagen simple y trágica del capitalismo conduce a Rosa a sobreestimar el movimiento de masas y a subestimar la necesidad y el papel del partido en el sistema capitalista la lleva a abitar un empirismo organizativo insensato, y a relativizar la cuestión de la organización circunscribiendo las tesis leninistas al caso particular de Rusia : “en Rusia se trata de una primera tentativa ; es dudoso que un estatuto Pueda pretender la infalibilidad : es necesario que antes experimente la prueba de fuego”. Rosa no comprende que se trata de algo completamente distinto, que Lema puntualiza con claridad: “la camarada Luxemburgo dice que en mi libro se manifiesta fuerte y netamente la tendencia hacia un centralismo que no tiene nada en cuenta. La camarada Luxemburgo presume así que yo defiendo un determinado sistema de organización contra otro. Pero la realidad es otra. A lo largo de todo el libro, de la primera a la última página, yo defiendo los principios elementales de todo sistema de organización del partido, sea cual fuere. Mi libro analiza la diferencia no entre un sistema y otro de organización, sino la forma en que se debe sostener, criticar y corregir todo sistema, sin contravenir a los principios del partido”  [14].



Una vez dilucidado el problema de saber cuál es el sujeto teórico de la revolución – no ya el “pueblo” sino el proletariado – Lenin consagra toda su energía militante a proporcionarle el sujeto político indispensable. Sin cesar se esfuerza en delimitar la vanguardia y en reagruparla en el partido socialdemócrata. Dar al proletariado el papel motor en la revolución era luchar contra los populistas; esto significaba comprender la naturaleza de la revolución sin llegar, sin embargo, a darle los medios. Entre los que entonces admitieron el papel histórico del proletariado, ninguno comprendió cual era el arma que en la práctica le era necesaria para “convertirse en lo que es”: una clase.


Contra los economistas, Lenin demuestra que, espontáneamente, el proletariado no llega a superar el terreno de la lucha económica. Afirma que “la lucha de los obreros no se transforma en lucha de clases sino cuando todos los representantes de vanguardia del conjunto de la clase obrera de todo el país tienen conciencia de formar una sola clase obrera y comienzan a actuar, no ya contra tal o cual patrón, sino contra la clase capitalista en su totalidad y contra el gobierno que la sostiene”  [15].


Admite que las organizaciones socialdemócratas locales constituyen el fundamento de toda la actividad del partido, pero si no pasa de ser la actividad de “artesanos aislados”, no podrá llamarse “socialdemócrata” puesto que no organizará ni dirigirá la lucha de clase del proletariado.


Contra los mencheviques desde 1903, contra la teoría de la organización proceso desde 1905, contra los liquidadores en 1907, Lenin defiende siempre estos principios, siempre la misma idea del partido. Este es el instrumento por el cual la fracción conciente de la clase obrera tiene acceso en la lucha política y prepara el enfrentamiento con el Estado burgués centralizado, punto de apoyo de la estructura social capitalista.


La organización así concebida como sujeto político no es ya una forma pura: es el crisol de una voluntad política colectiva que se expresa por medio de una teoría en perpetua evolución y un programa de lucha. La selección de los militantes y el centralismo constituyen, en esta concepción, dos normas fundamentales. No por gusto sino por necesidad: una necesidad que no se llega a comprender sino confrontando la organización con su objetivo: la revolución.

Tomo V (1913-1916) Vladimir Ilich Lenin

La Bancarrota de la II Internacional pág. 97



“ [7] Espartaquistas : miembros de la "Liga Espartaco", que fue fundada en enero de 1916 durante la Primera Guerra Mundial bajo la dirección de C. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin, etc. Los espartaquistas realizaron propaganda revolucionaria entre las masas contra la guerra imperialista, desenmascararon la política de conquistas del imperialismo alemán y la traición de los líderes de la socialdemocracia. Pero, los espartaquistas, izquierdistas alemanes no se desembarazaron de errores de semimencheviques en cuestiones teóricas y políticas de la mayor importancia. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre el " economismo imperialista ", y otros, y por Stalin en su obra Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo (Carta a la Redacción de la revista "Proletárskaia Revolutsia "). En abril de 1917 los espartaquistas se adhirieron al Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, centrista, conservando dentro de él su independencia orgánica. Después de la revolución de noviembre de 1918 en Alemania, los espartaquistas rompieron con los "independientes" y en diciembre del mismo año fundaron el Partido Comunista de Alemania.    [pág. 19]

León Trotski: ¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!


Rosa Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia alemana. 1915




II. La prueba de la organización en la crisis revolucionaria

1. Las tentativas de definición

En repetidas oportunidades, especialmente en El fracaso de la II Internacional y en La enfermedad infantil del comunismoLenin se esforzó en definir la noción de crisis revolucionaria. Enumera los criterios descriptivos cuya apreciación no deja ser subjetiva; delimita una noción más que fundar un concepto. Estos criterios los enumera por primera vez en el fracaso; allí Lenin se empeña en definir los “indicios de una situación revolucionaria”:


a) la imposibilidad para las clases dominantes de conservar el poder bajo una forma invariable;...las bases no quieren vivir más como antes, y las clases altas ya no lo pueden hacer;

b) la agravación al máximo de las condiciones de angustia y miseria, en que viven las clases oprimidas;

c) La acentuación de la actividad de las masas”.

Lenin estimó también “el conjunto de los cambios objetivos que constituyen una situación revolucionaria”. El impresionismo no está excluido de la apreciación de una situación revolucionaria así definida, tanto menos que los criterios enunciados no deben considerarse aisladamente, sino en su interdependencia pues ellos se condicionan recíprocamente. En La enfermedad infantil, Lenin insiste más, como segundo criterio, en la adhesión de las clases medias al proletariado. Esta adhesión no debe considerarse como un fenómeno en sí, sino en su relación con otros fenómenos necesarios: la adhesión de las clases intermedias, es tanto o más resuelta cuanto más determinado se encuentra el proletariado en su lucha. La definición leninista de la situación revolucionaria hace Intervenir, por lo tanto, un juego de elementos en interacción compleja y variable, al que no se podría aplicar un análisis rigurosamente objetivo. La posición de Trotsky en La historia de la revolución rusa es análoga; allí adopta los criterios leninistas insistiendo explícitamente sobre “la reciprocidad condicional de las premisas”.

Historia de la revolución rusa.  Tomo ITomo II : Terminado el 29 de junio de 1932

Si la estimación objetiva de una situación revolucionaria no parece ofrecer demasiadas garantías, la intervención de un último factor, que unifique los otros y concrete su interacción, disminuye los riesgos. Trotsky considera esta intervención como la condición última en orden, pero no en importancia, para la conquista del poder: “el partido revolucionario corno vanguardia y participe de la clase”. Lenin, por su parte, hace de esta última condición el punto de diferenciación entre la situación revolucionaria y la crisis revolucionaria, que solo existe en el caso en que a todos los cambios objetivos enunciados se agregue un cambio subjetivo, a saber: “la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones de masa lo suficientemente ‘vigorosas como para debilitar al gobierno, cuya caída no se producirá jamás, aún en época de crisis, si no se la provoca”.


De esta, manera, la organización revolucionaria supera los tanteos de los diferentes criterios, los enlaza y unifica, constituyéndo en su punto de intersección y eliminando la yuxtaposición La debilidad de la clase dominante, la adhesión de las clases medias, y la impaciencia de las bases, representan su fuerza. La condición para el éxito de la crisis no reside ya en uno u otro de los elementos objetivos, sino en el corazón mismo del sujeto que los sintetiza absorbiéndolos. El nudo de la cuestión no está más en la diversidad imposible de medir que bosqueja la situación revolucionaria, sino en la organización que unifica esta diversidad y la supera.


Gracias a la organización, el proletariado deja de ser un dato más, cuyas variaciones prevé el cálculo burgués de las probabilidades, para convertirse en una voluntad que se expresa ; no es más un simple objeto en el campo social ; es un sujeto, un desconocido que hipoteca para siempre los planes de la clase dominante. Para jugar realmente este papel, la organización revolucionaria no debe presentarse como una acumulación fluida de individuos, sino como un cuerpo constituido, coherente, con un peso suficiente como para quedar atravesado en el camino de la burguesía. Ella deja de ser una simple pieza que ocupa una casilla vacía en el tablero político; su sola presencia modifica toda la relación de las fuerzas. Si un simple peón puede hacer esto, con mayor razón lo podrá hacer un rey.


2. La crisis revolucionaria como criterio de verdad


La crisis revolucionaria ilumina con una luz nueva la lucha de clases y vuelve a dar a sus protagonistas su justo valor. Entre los desgarramientos de la crisis, se vislumbra fugazmente la verdad: “la guerra abate y desgarra a muchos hombres, y engaña o ilumina a otros, como lo hace por otra parte toda crisis en la vida de un hombre o en la historia de un pueblo” (Lenin).


a) Para la organización


Lenin recuerda en toda ocasión que la socialdemocracia es la fusión del movimiento obrero y del socialismo. “Separado de la socialdemocracia el movimiento obrero degenera y se aburguesa. Se podría agregar que, separado de las luchas obreras, el socialismo pierde pié y también se aburguesa; él toma de ellas el “instinto” de clase revolucionaria. El partido constituye un puente entre la conciencia incipiente del proletariado y el papel que le está teóricamente asignado. Él es el intermediario necesario entre el concepto de clase obrera y su realización práctica, alienada en la sociedad capitalista. Es por esta razón que “la tarea del partido no es imaginar nuevos métodos de ayuda a los obreros, sino apoyarlos en las luchas en las que ya están empeñados (…) desarrollar su conciencia de clase”.


La tarea del partido es atender adecuadamente los dos polos entre los cuales trabaja: la comprensión teórica del proceso de producción, del papel del proletariado, es decir, de la revolución, por una parte, y el contacto directo con las luchas cotidianas de los obreros por la otra. En este doble apoyo, el partido basa su estrategia. Además de ser “la encarnación visible de la conciencia de clase del proletariado”, el partido es el testimonio vivo de la brecha que existe entre el papel teórico del proletariado y su conciencia mistificada por la ideología dominante.


Así concebida, la organización no es un diamante puro, del mismo modo que la teoría no es una ciencia pura. La organización absorbe las contradicciones del sistema en el cual está enraizada. Una prueba de ello es el fenómeno del oportunismo en la Segunda Internacional. Las tesis de Lenin y de Rosa Luxemburgo sobre el análisis de las bases sociales de este oportunismo coinciden ampliamente. Ambos insisten sobre el legalismo parlamentario de los largos períodos de paz relativa, el cual provoca la aparición de una capa de representantes profesionales de la clase obrera, con ambiciones ministeriales y sensibles a los devaneos de la burguesía. Este grupo político se apoya sobre la aristocracia obrera y la pequeña burguesía intelectual, cebadas con las migajas de los pillajes coloniales.


Pero Rosa Luxemburgo desarrolla un razonamiento mucho más sutil que hace a la existencia misma de la organización: el fenómeno del conservadorismo. Lenin había ya entrevisto este fenómeno en El fracaso, pero sin llegar a su desarrollo teórico: “Los partidos grandes y fuertes han tenido miedo de ver sus organizaciones disueltas, sus cajas saqueadas, sus dirigentes arrestados”. Rosa va mucho más lejos para captar el problema en toda su amplitud. Ella se remonta a la situación misma de la organización revolucionaria en la sociedad capitalista: la defensa de los privilegios o el contagio de las costumbres parlamentarias no bastan para explicar el oportunismo. Rebusca el origen de las transformaciones de la organización en una contradicción fundamental que expresa en varias oportunidades, por ejemplo, en Marxismo contra Dictadura “El movimiento universal del proletariado como lucha por su emancipación integral es un proceso cuya particularidad reside en que, por primera vez desde que la sociedad envilecida existe, las masas hacen valer su voluntad conscientemente, contra todas las clases gobernantes, mientras que en realidad la realización de esta voluntad no es posible sino excediendo los límites sociales en vigor. Ahora bien, las masas no pueden adquirir y fortalecer esta voluntad sino por medio de la lucha contra el orden constituido, es decir, dentro de los límites de este orden. Por una parte, la masa del pueblo, por la otra, una finalidad ubicada más allá del orden social existente; por una parte la lucha cotidiana y por otra parte la revolución, tales los términos de la contradicción”.

En Reforma y Revolución, señala los dos riesgos que corre el movimiento socialdemócrata: “…entre renunciar a la condición de masa y renunciar al propósito final, entre recaer al estado de secta y volcarse hacia el movimiento reformista burgués, entre la anarquía y el oportunismo”.


De esto resulta, en el seno de la organización, revolucionaria, la existencia de corrientes rivales, una fiel a la revolución, las otras expuestas a tentaciones sectarias u oportunistas. Es así como la organización revolucionaria no debe solamente fortificarse para el ataque —puesto que en esta perspectiva cierta forma de conservadorismo es una de las condiciones para la estabilidad necesaria—. No puede constituirse en un cuerpo absolutamente extraño al sistema. En su propio seno libra siempre una lucha permanente contra las desviaciones oportunistas, es decir, contra la “herencia del capitalismo”.


En sus luchas cotidianas, aún sus victorias son frutos amargos; cada terreno conquistado “se transforma al mismo tiempo en un bastión contra los progresos ulteriores de mayor envergadura”.


En realidad la organización no es nunca una hoja inmaculada de acero templado. Es más bien diferencial. Esta ocupa el lugar que le corresponde que es el que separa la clase, como sujeto teórico, de su espontaneidad práctica y dominada. El principio del centralismo democrático es el signo de esta posición contradictoria de la organización enraizada en el sistema que debe destruir y superar. El centralismo democrático es la expresión conciliadora y a la vez contradictoria de la adaptación de la espontaneidad revolucionaria (de los militantes’ en la red centralizada de la organización. También es evidente que jamás la cohesión de la organización revolucionaria es tal como para permitirse atravesar sin dificultad la crisis, como si se tratara de un cuerpo homogéneo. La crisis revolucionaria no afecta sólo el sistema que hace bambolear, sino también a la organización que allí se ha constituido. La crisis es para la organización la hora del gran examen y del ajuste de cuentas.

El partido bolchevique no se libró de este proceso: los artículos publicados por Zinóviev y Kamenev contra la insurrección empujan a Lenin a pedir su exclusión en el otoño de 1917: en abril Lenin era minoría contra el Comité Central. La crisis revolucionaria actúa sobre la organización como un revelador; descubre sus defectos y delimita la fracción capaz de concluir la crisis por medio de la revolución. Sirve de patrón, sobre el cual se bosqueja la organización provisoria, ajustándose a la magnitud de su tarea histórica. Es por esta razón que en 1905, Lenin abre de par en par las puertas del partido..



b) Para la teoría

Así como la organización no es de acero puro, la teoría no es una ciencia pura. En los períodos de estancamiento revolucionario aparecen, en el movimiento obrero, tendencias cientificistas. Sería riesgoso considerar que la teoría dice la verdad, claramente y excediendo los alcances de la historia. Lenin se demuestra más prudente después de la insurrección de 1905: “La práctica, corno siempre supera a la teoría”; lo cual no le impide recordar constantemente que “la teoría de Marx es poderosa porque supera a la verdadera” [16].


Entendemos entonces que en “como siempre”... debió precisar: en época de crisis.
La teoría es también el signo de una diferencia entre la ideología y una verdad hipotética. Es del orden de la “verdad relativa” que Lenin toma de Engels. Durante la crisis revolucionaria se revela la ruptura entre ideología y verdad, hasta allí intrincadamente mezclada y la teoría pasa a ser “el criterio de la práctica”.


La teoría es entonces una medida posible por esa ruptura entre verdad e ideología; pero no es la única que puede volver a ligarlas de un salto. Si bien representa un medio para contener el conservadorismo organizativo una teoría tomada demasiado seriamente, que pretende forzar a la historia a colocarse en los moldes que ella misma le destina, no deja de constituir, llevada al extremo, un peligro.

Este es el motivo por el que Lenin, aún cuando ataca a priori cualquier problema desde un enfoque teórico no deja sin embargo de recurrir al correctivo de la imaginación revolucionaria; él encuentra allí otro puente, si bien menos racional en su arquitectura que el que le proporciona la teoría. Con todo, entre la ideología y la verdad, el camino de la fantasía corre a veces paralelo al de la teoría y revela la existencia de atajos no previstos por un trazado riguroso. Esta es una imagen de Lenin muy diferente a la del pedagogo austero y frío que se complacía en desairar a Rosa Luxemburgo.


“Es necesario soñar!” “Es necesario soñar” repite Lenin, y traza en pocas líneas el cuadro burlesco de las barbitas y de los monóculo parlamentarios, agrediendo a Rosa por esta incongruencia. El evoca a los Martinov y a los Kritchevsk que lo perseguían con sus ataques: “¿tiene un marxista derecho a soñar?” Él les responde con una extensa cita sobre la dialéctica fecunda del sueño y la realidad, para concluir: “de sueños de este tipo hay desgraciadamente demasiado pocos en nuestra organización!”



Del mismo modo que la crisis revolucionaria es la hora de la verdad para la organización, así también ella es la hora de la verdad para la teoría. Queda por saber el porqué.

c) Para la formación social

Hemos indicado que la crisis revolucionaria no afecta la forma de producción sino la formación social. Las contradicciones de la estructura de la forma de producción constituyen el resorte de dicha crisis. El segundo criterio leninista de la situación revolucionaria demuestra que la crisis es en realidad la crisis de la formación social. Mediante la adhesión de las capas medias al proletariado, la estructura social reabsorbe la superposición de las formas de producción, cuya consecuencia es, justamente, la existencia de esas capas intermedias. Durante la crisis, la formación social tiende asintóticamente hacia su forma de producción dominante, que constituye su velada verdad. En La acumulación del capitalRosa Luxemburgo insiste en que el desarrollo del capitalismo entraña la desintegración de las clases y capas intermedias. Cuanto más la formación social capitalista elimina los vestigios del feudalismo, mayor es su tendencia hacia la forma de producción capitalista —modelo abstracto concebido por Marx— y más dicha desintegración toma características impetuosas. De la estructura aparentemente sólida de la sociedad burguesa, se separan capas cada vez más importantes, desencadenando movimientos que pueden acelerar, por la violencia con la cual estallan, el hundimiento de la burguesía. La crisis revolucionaria acelera el proceso, destaca las contradicciones, dejando frente a frente sólo al proletariado y a la burguesa, al capital y al asalariado, tal como Marx los había teóricamente distinguido, es decir, como los dos polos necesarios e irreductiblemente antagónicos de la forma de producción capitalista.


Este es el motivo por el cual, al desencadenarse la crisis, la formación social tiende a reducirse a su modo de producción dominante.

Una vez estudiadas con precisión las lecciones de 1905, Lenin repite constantemente que “Los Soviets constituyen un nuevo aparato de Estado”. Ataca con violencia a Martov, quien acepta los consejos como órganos de combate, pero sin reconocerles la misión de convertirse en aparato de Estado. Durante la crisis, se modifican las relaciones entre la vanguardia y los rusos. El proletariado llega violentamente a tomar con ciencia de su condición. En el curso de la crisis las masas aprenden en pocas horas más de lo que pudieron aprender en veinte años. Su espontaneidad dominada y mistificada se transforma en espontaneidad revolucionaria, fertilizada por la actividad de la vanguardia. Son los Soviets, “la formación más pujante del Frente Único Obrero” (Trotsky), y no el partido, los órganos del poder de la clase proletaria. Contrariamente a lo que creen los ultraizquierdistas, y a diferencia del partido y del sindicato, los consejos no son una organización permanente de la clase. Su concreta posibilidad de existencia supera el contexto de la sociedad burguesa, y su sola presencia significa, de por sí, la lucha por la toma del poder, es decir, la guerra civil.


La crisis revolucionaria constituye entonces el punto de ruptura donde el proletariado irrumpe realmente en la historia en su calidad de clase, donde “las masas toman en sus manos su propio destino” y comienzan a desempeñar el papel principal. Este es el motivo por el cual durante la crisis revolucionaria la formación social tiende a coincidir con su modo de producción dominante, y la organización y la teoría sufren la prueba de la práctica frente al proletariado que, por primera vez, se conmueve y se expresa como clase. Sin comprender el carácter específico de la crisis revolucionaria, la teoría de la organización se extravía y delira. No siempre Rosa Luxemburgo se sustrae a este delirio.


La crisis actúa como un catalizador por el cual se ponen de manifiesto las diferencias: “La importancia de las crisis, escribe Lenin, reside en el hecho de que manifiestan lo que hasta ese momento se mantenía latente, rechazando todo lo secundario y superficial, sacudiendo el polvo de la política, poniendo al desnudo las causas verdaderas de la lucha de clases, tal como ella se despliega en la realidad”. Basta este doble fondo, revelado por la irrupción violenta de procesos latentes, para dar razón de todas las imágenes y metáforas marxistas referentes a los trabajos ocultos, entre las cuales “el viejo topo” es la más célebre. De aquí que la percepción de la sociedad oscila entre dos alcances. El primero es descriptivo, recuenta y registra los fenómenos sociales, compara las reivindicaciones y los resultados electorales de los partidos. El segundo es de orden estratégico; no se limita a alinear las clases sino que indaga, más allá de las apariencias, en sus conflictos profundos y decisivos “La estadística, dice Glucksmann, encuentra su clave en la lucha de clases, pero no a la inversa”. Para proseguir con una expresión análoga propia de Lenin podemos decir que la política reemplaza a la aritmética por el álgebra, usa las matemáticas superiores más que las elementales. Los burócratas se obstinan en repetir que tres es más que dos, pero en su ceguera electoralista no alcanzan a ver que “en las viejas formaciones del movimiento socialista se integré una sustancia nueva ; es así como aparece un nuevo signo, el signo menos, delante de las cifras, mientras los sabios continúan persuadiéndose que menos tres es más que menos dos”  [17].

Esta algebraización en el momento de la lucha de clases que de por sí da acceso a la estrategia, es característica del campo político. La crisis revolucionaria se diferencia de la simple crisis económica purgativa del sistema, en que ella es de orden político. Es dentro de este orden que se establece sólidamente la teoría leninista de la organización.

III. La organización como vía, de acceso a la política

1. Los problemas posteriores a mayo

Las discusiones que sucedieron a los acontecimientos de mayo del 68 se refieren con frecuencia al problema del partido revolucionario. En su mayor parte para sugerir innovaciones, proponiendo “un tipo nuevo de partido”, o más simplemente para denunciar el anacronismo del Partido abandonado a la panoplia anticuada del bolcheviquismo.


En realidad, so pretexto de la novedad y de la actualidad, se trata de un viejo problema del movimiento obrero que vuelve a aparecer. ¿Qué dicen hoy los innovadores en la materia? El editorial de Temps Modernes de mayo-junio del 68 asigna como única función al aparato del partido “coordinar las actividades de los dirigentes locales por medio de una red de comunicaciones e informaciones; elaborar perspectivas generales…“ En cuanto a Glucksmann, descompuso las diversas funciones del partido (teórica política y económica). El afirma que un movimiento revolucionario “no tiene necesidad de organizarse como un segundo aparato de estado, su tarea no consiste en dirigir sino en coordinar...” La afirmación es, o bien una falacia, ya que el partido no debe erigirse jamás en aparato de estado, o bien un error, ya que la clase en lucha debe mirar a la constitución de una dualidad de poder, a la creación d sus propios órganos de poder centralizado, su propio estado. El término, mal definido, de movimiento revolucionario, conserva la ambigüedad; se llega así a una concepción de la organización en la cual son necesarios los centros, “no para hacer la revolución, sino para coordinarla”, y donde el rol de los “estados mayores” se esfuma en provecho de los “equipos de trabajo formados por los especialistas”.

Algunos grupos fundamentan esta renuncia al partido de “tipo leninista” en el hecho de que la ideología dominante, en escala mundial, no sería más la de la burguesía, sino la del proletariado. La revolución china, en particular, habría invertido la relación de fuerzas de modo tal que es el proletariado el que encierra y asedia a la burguesía  [18en resumen, la ideología proletaria es ahora la que domina, lo que hace superfluo la delimitación estricta de la vanguardia. Es la hora del intercambio entre diversas corrientes de vanguardia que comparten desde el principio una ideología marxista ambiental. En realidad, todas estas hipótesis renuevan una problemática de la cual Rossana Rossanda, en su artículo de Temps Modernes, se revela como lúcida intérprete: “El centro de gravedad se des plaza de las fuerzas políticas a las fuerzas sociales”.







Una de las sistematizaciones más rigurosas de esta problemática es debida a Arthur Rosenberg   (Historia de bolchevismo), para quien la teoría del partido es función del estado de desarrollo del proletariado. En la época en que el proletariado estaba débilmente desarrollado, un puñado de intelectuales funda organizaciones conspirativas reducidas, intérpretes de la conciencia de clase del proletariado todavía somnoliento. Así es el caso de Marx y Engels, que en algunas oportunidades consideraron que el partido se limitaba a sus propias personas físicas. Según Rosenberg, Lenin adopté para Rusia, cuyo proletariado estaba aún débilmente desarrollado, el mismo tipo de partido. En una etapa ulterior, el proletariado, desarrollado como consecuencia del auge de la gran industria, se apropia de la teoría marxista y se compenetra con ella, pero las organizaciones copian de ella la justificación de su propia existencia y de las luchas reivindicativas básicas que llevan a cabo; es la época de la II Internacional. Por último, en un tercer período, el proletariado, educado por sus luchas, se convierte en clase revolucionaria; el papel del partido se encuentra disminuido: no pudiendo más pretender la dirección, se contenta con ser el simple intérprete de las aspiraciones del proletariado.



2. Los errores del luxernburguismo

a) El pecado de hegelianismo

En resumen: debido al desarrollo histórico del proletariado, la clase en sí se transformará progresivamente en la clase para sí ; el sujeto teórico de la revolución tenderá a coincidir con su sujeto político. Esta tesis se basa sobre la problemática hegeliana del en sí y del para sí. La definición de Marx respecto de esta tesis es la que Poulantzas califica como histérico-genética: masa indiferenciada en sus comienzos, la clase social se organizará como clase en sí para llegar a clase para sí. Esta problemática comete el error de concebir la clase como sujeto práctico de la historia. El autodesarrollo histórico de la conciencia de clase anuló el papel del partido. Ahora bien, según Poulantzas, “si la clase es realmente un concepto, éste no indica una realidad que pueda ser ubicada en las estructuras”. Dicho de otra manera, la política, que es el orden al que pertenece el partido, es irreductible en lo social: la clase, como concepto, permanece como sujeto teórico y no práctico de la historia; la mediación del partido, por la cual ella tiene acceso a la política, le sigue siendo indispensable.


La posición de Rosa Luxemburgo no es clara, su vocabulario y su sintaxis traicionan con frecuencia al hegelianismo, como lo hace justamente notar Robert París en su prefacio a la Revolución Rusa. En el curso de la historia, el concepto de proletariado, inicialmente alienado, se realiza progresivamente. Por lo tanto, la revolución se plantea como un sujeto oculto, y las alternativas de la lucha de clases no son más que sus manifestaciones. Cada derrota, cada error, cada revés, se interpretan como momentos necesarios en el proceso de realización del concepto. De aquí resulta, con entera evidencia, el papel totalmente secundario que juega la organización de vanguardia: “el único sujeto al cual incumbe hoy el papel directivo es el no colectivo de la clase obrera, que reclama resueltamente el derecho de cometer ella misma los errores. . .


b) Confusión de lo teórico u lo político


Esta concepción cripto-hegeliana de la historia se manifiesta bajo otro aspecto. Rosa Luxemburgo señala en La acumulación del Capital una depuración progresiva de la formación social que hace visible la forma de producción. Y constata una polarización creciente de las clases alrededor de la burguesía y del proletariado. De esta evolución ella deduce directamente el desarrollo de la conciencia de las clases enfrentadas.


Confunde así el nivel teórico de análisis y el nivel político, al deducir el segundo del primero: es lo que Lukács llama la sobrestimación del carácter “orgánico” de las luchas de clases. Si la formación social coincide con la forma de producción, la política, se disuelve en la teoría, la táctica en las estanterías. En la época del imperialismo no hay más guerras de liberación nacional; en la época de la revolución proletaria no hay concesiones hacia el campesinado. En realidad, allí está la dimensión política que falta a Rosa Luxemburgo. Ella cree en el “refuerzo creciente de la conciencia de clase del proletariado” ; existiría una evolución gradual de la conciencia de clase, durante la cual la autonomía organizativa del partido sólo es necesaria en un momento dado dentro del proceso de desalienación del proletariado (el tiempo que este último necesita para percibir el papel histórico que encarna).

A causa de esta confusión de niveles, Rosa Luxemburgo subestima los factores políticos e ideológicos y su función. No es suficiente que las clases estén polarizadas al extremo para que sus intereses revolucionarios se expresen espontáneamente ; ellas pueden permanecer aún mucho tiempo bao el encanto de la ideología burguesa, cuya función es, precisamente, enmascarar las relaciones de producción. Sólo la crisis revolucionaria disuelve esta ideología y pone al descubierto los mecanismos. En la crisis, la ideología burguesa revela su desnudez; los intentos autojustificativos de la burguesía, y las tentativas para hipostasiar la historia terminan en el fracaso. En mayo, la burguesía francesa sólo tiene como disfraz la mediocridad de las ampulosidades académicas, y la prosa gris y brutalmente reaccionaria de un Papillón. Pero si ella consigue mantenerse en el poder después de la crisis, se presenta con una nueva fachada, y vuelve a poner en acción sus mecanismos de seducción ideológica, que actúan como un disolvente de la cohesión de la clase obrera.


Quienes hoy hacen de los sucesos de mayo un acta de nacimiento (de la espontaneidad revolucionaria del proletariado que sucede a su espontaneidad dominada), no hacen más que extrapolar un momento político preciso : el de la crisis revolucionaria Ellos teorizan su propia sorpresa y su propia maravilla, tanto más grandes porque no imaginaban la posibilidad de una crisis semejante. Al hacer esto, dejan el terreno de la política para entrar en el de la nieta política, posición que los acerca a la de Rosa Luxemburgo.

c) La teoría de la organización-proceso


La teoría luxemburguesa de la organización-proceso es la consecuencia de los residuos del hegelianismo y de la confusión de lo teórico con lo político. Rosa se obstinará, fuera de toda lógica, en plantear la organización como un producto histórico: “también en el movimiento socialdemócrata, la organización es un producto histórico de la lucha de clases en el cual la socialdemocracia simplemente introduce la conciencia política”. En otra oportunidad ella definió la socialdemocracia como “el movimiento propio de la clase obrera”. Insistiendo sobre la agresión de las contradicciones del capitalismo, y confiando en el proletariado y en su espontaneidad revolucionaria, ella sólo concibe la organización como la confirmación del estado de desarrollo de la clase, y como el agente susceptible de catalizar su condensación. En esta perspectiva, la dimensión organizativa no tiene densidad. Definir la socialdemocracia como el movimiento propio de la clase, revela una concepción mecanicista más que política. Si los bolcheviques hubieran adoptado semejante concepción, habrían tenido que esperar la autorización del Congreso de los Soviets para desencadenar la insurrección. Sin embargo, sólo la vanguardia organizada podía comprender que la fecha de la insurrección debía anticiparse al congreso y desencadenarla efectivamente.


Todos los esfuerzos de Lenin en materia de organización están, precisamente, consagrados a evitar la confusión entre el partido y la clase. En el ¿Qué Hacer? él insiste sobre el hecho de que el movimiento puramente obrero es incapaz de elaborar por sí mismo una ideología independiente, y que todo empequeñecimiento de la ideología socialista implica un fortalecimiento de la ideología burguesa ; que “el desarrollo espontáneo del movimiento obrero termina por subordinarlo a la misma”, lo que significa “la dominación ideológica de los obreros por la burguesía”. Más precisamente, en Un paso adelante, dos pasos atrás (en inglés aquí)  toda la discusión con Martov sobre el párrafo de los estatutos tiene por finalidad la distinción clara y neta entre clase y partido. La amplia difusión de la afiliación al partido “comporta una idea de desorganización,la confusión de la clase y del partido”.




Más adelante, Lenin retorna la fórmula utilizada por Martov, según la cual “el partido es el intérprete consciente de un proceso inconsciente”, para concluir : “esto está bien porque es un error querer que cada huelguista pueda titularse miembro del partido ; puesto que si cada huelga no fuera la expresión simple y espontánea de un poderoso instinto de clase, sino la expresión consciente del proceso que lleva a la revolución social., entonces nuestro partido se identifica inmediatamente de un solo golpe, con toda la clase obrera, y en consecuencia terminaría de un solo golpe con toda la sociedad burguesa”. Sólo en la crisis revolucionaria el partido y la clase tienden a fusionarse, porque en ese momento la clase toma parte en forma masiva en la lucha política. El partido es el instrumento por el cual la clase revolucionaria mantiene su presencia en el nivel político como una amenaza permanente para la burguesa y su estado. Pero la crisis revolucionaria, al abrir el campo político a la clase como tal, transforma cualitativamente la vida política. Es por ello que las organizaciones ven llegar a la crisis como su prueba de fuego, y que en la crisis, la práctica tiene prioridad sobre la teoría.

La política leninista se instaura en esta relación dialéctica entre clase y partido. Ninguno de los dos términos es reducible al otro. Los que minimizan el papel de la organización no la conciben sino en función de coyunturas precisas, del mismo modo que los que proponen normas organizativas diferentes para los períodos de legalidad e ilegalidad, Lenin la concibió de una manera diferente, determinando así una continuidad de los principios organizativos relativos a la tarea del partido : la lucha por el derrocamiento del estado burgués, punto de apoyo de la formación social capitalista Este objetivo sitúa también al partido en el orden de lo político ; es el Estado, como regulador de las relaciones de producción, lo que está fundamentalmente en juego en la lucha política, En este contexto invariante, el partido dispone de un margen de adaptación en lo que respecta a sus tareas inmediatas, pero nunca está definido en relación a estas, sino siempre en función de su tarea fundamental.


Toda revisión de los principios leninistas de la organización procede, en uno u otro aspecto, de un deslizamiento fuera del campo político, mientras que en realidad es sólo en este campo que se arman y se enfrentan los protagonista de la crisis revolucionaria y donde se encuentra su objetivo : el Estado. Rosa Luxemburgo ilustra con frecuencia su concepción de la evolución histórica del proletariado por un pasaje de la inconsciente a lo consiente; “lo inconsciente precede a lo consciente y la lógica del proceso histórico objetivo precede a la lógica subjetiva de sus protagonistas”. En realidad, más allá del esquema simplista del consciente y el inconsciente concebidos como atributos respectivos del partido y la clase, la problemática leninista alcanza la reinterpretación freudiana donde la oposición consciente-inconsciente está sustituida por la oposición “yo coherente” ”elementos rechazados”, en la que el inconsciente es un atributo común a los dos términos. De esta manera, en la problemática leninista de la organización no hay un trayecto continuo del en sí al para sí, del inconsciente al consciente.

El partido no es la clase en pie de guerra, él permanece expuesto a las incertidumbres, a los balbuceos teóricos y al inconciente. El expresa el hecho de que en una formación social capitalista, no habría clase “para sí” como realidad sino sólo como proyecto, si no fuera por la mediación del partido. Lukács lo destacaba vigorosamente en su artículo sobre Lenin: “sería forjar vanas ilusiones contrarias a la verdad histórica, imaginar que la conciencia de la clase, genuina y susceptible de conducir a ésta a la toma del poder, pueda nacer en el seno del proletariado, sin choques ni regresión, como si el proletariado pidiera ideológicamente compenetrarse poco a poco de as vocación revolucionaria según una línea clasista”. Por otra parte, esta es la razón por la cual la crisis revolucionaria, según la misma Rosa Luxemburgo, no se produce nunca demasiado pronto y siempre demasiado pronto. Nunca demasiado pronto porque las premisas económicas y la existencia del proletariado están necesariamente reunidas; siempre demasiado pronto porque las premisas políticas y la plena conciencia de sí del proletariado no está nunca cumplidas totalmente. Así resulta que el partido pueda estar armado para derrocar al estado burgués, pero esto no le basta para afrontar las responsabilidades posteriores a la crisis.

3. La especificidad de lo político

¿En qué consiste para Lenin la lucha política sobre la que insiste incesantemente? Ante todo, él se empeña en explicar qué no es: “Es inexacto afirmar que la realización de la libertad política es tan necesaria al proletariado como el aumento de los salarios... Su necesidad es de otro orden, no es la misma, es de un orden mucho más complejo”. Este es el campo del álgebra al que se refirió en un pasaje anterior. Sin cesar, Lenin lucha contra la reducción del orden político al orden económico, contra todo lo que pueda restar interés a la lucha de clases.



El corrige la Rabotchaiü Myal para quien “lo político sigue siempre a lo económico”; él fustiga el Rabotchéje Dielo que “deduce los objetivos políticos de las luchas económicas”.
Pero más allá de esta posición, Lenin, más que definirlo, habla de lo político. 


En realidad, el terreno político no se forma de golpe, sino que se constituye con la estructuración de las mismas fuerzas políticas. Es por eso que “la expresión más vigorosa, más completa, y la que mejor define la lucha de clases políticas es la lucha de los partidos”. Por medio de esta lucha cuyo objetivo es el Estado, se instaura la especificidad de lo político, que es el punto en que irrumpe la crisis revolucionaria.


Esta especificidad permite definir el sujeto político con mayor precisión excluyendo todo determinismo riguroso de la economía. Lenin permanece siempre vigilante al papel original que pueden desempeñar ciertas fuerzas políticas, sin proporción, a veces, con sus verdaderas bases sociales. Este papel no depende sólo de las raíces sociales sino también del lugar ocupado en la estructuración específica del campo político. De esta manera resulta comprensible, con total ortodoxia leninista y sin recurrir a extrapolaciones sociológicas, el papel jugado en mayo por los estudiantes. En un artículo sobre Las tareas de la juventud revolucionariaLenin ya determinaba que: “La división en clases es con toda seguridad el cimiento más profundo de la agrupación política; evidentemente es siempre esta división de clases que al fin de cuentas determina esta agrupación. Pero éste al fin de cuentas lo establece la lucha política sola”.



Así resulta que, contrariamente a todo fatalismo, la iniciativa del sujeto político contribuye al desencadenamiento de una, crisis revolucionaria cuyo desenlace aún depende en parte de él. La lección correlativa es que la riqueza de lo político mezcla las cartas: su complejidad hace que el desencadenamiento, es decir, el pretexto de la crisis, no se da casi nunca donde se lo espera “lógicamente”. Por esto el partido debe vigilar todo el horizonte social, “cultivar todos los terrenos, aún los más viejos, los más estériles, los más corrompidos en apariencia”, convencido de que “si se cierra una salida, se podrá siempre encontrar otro camino, a veces el nula imprevisible”. 


Estos vuelcos, estas explosiones repentinas, inesperadas, que pueden tomar desprevenida la organización revolucionaria víctima de sus anteojeras y prejuicios, constituye la característica política cuando la crisis revolucionaria aflora donde nadie la prevée. Los sucesos de mayo ilustraron su estructuración específica, ofreciendo una imagen desalienada y sin mutilaciones de la política, una imagen seductora para todos los que la imagina con un rostro austero. Amputada por los partidos tradicionales, truncada por la lucha sindical, política y antiimperialista, política, descuartizada y saqueada no era más que un lamentable títere. Nanterre inició la recomposición del rompecabezas y restituyó a la política su función totalizadora, por la cual la crisis puede herir y minar el conjunto de contradicciones. Cuando la política está hecha trizas, la crisis revolucionaria está dividida, cargada brecha a brecha, dominada frente tras frente.


4. Estrategia del proletariado y de la burguesía


Para la burguesía, las formas de la dominación política son secundarias en relación a su dominación económica. El poder político de la burguesía puede tomar la forma del fascismo, del bonapartismo o de la democracia parlamentaria. Pero, estratégicamente, ella se sitúa a nivel de lo económico: “la dominación económica lo es todo para la burguesía, mientras que la forma de dominación política es una cuestión de último orden”. Mantenerse sobre el terreno de la lucha económica es intentar derrotar a la burguesía en su propio campo es por esto que Lenin insiste repetidamente en el ¿Qué hacer?, que “la política tradeunionista de la clase obrera es precisamente la politica burguesa de la clase obrera.”



Por el contrario, el lugar estratégico del proletariado es el terreno político. Las estructuras políticas burguesas concentran y reproducen todas las formas de esclavitud del proletariado el cual, como lo subraya el Manifiesto, es la primera clase en la historia dominada bajo todos los aspectos (económico, ideológico y político), cuando, en la época de su evolución política, la burguesía ya poseía el poder económico. En consecuencia, las luchas estratégicas del proletariado en su condición de clase, son luchas políticas. Que es justamente lo que entrevió Rosa Luxemburgo cuando señaló en varias oportunidades que no se pueden separar artificialmente las luchas reivindicativas de las luchas políticas, y que no hay huelga de masas puramente económica. Con todo, ella no extrae de estas consideraciones todas sus consecuencias, quedando también con relación a este punto rezagada con respecto a la comprensión táctica de Lenin. Refiriéndose a su crítica de la sustitución de la Asamblea Constituyente en el invierno de 1917, Lukács sugiere que ella concibió la revolución proletaria bajo las formas estructurales de la revolución burguesa.

Conclusión

Los malentendidos entre Lenin y Rosa Luxemburgo no son simples escaramuzas aisladas sino que manifiestan la existencia de dos problemáticas diferentes donde se enfrentan la dialéctica marxista y la dialéctica hegeliana. Una es política, la otra metapolítica. Para nosotros, aún reconociendo que Rosa ha contribuido en muchos aspectos al enriquecimiento de la teoría revolucionaria, únicamente la problemática leninista permite plantear realmente los problemas de la organización. De aquí resultan para el futuro inmediato dos puntos fundamentales:


1. No se puede disociar la elaboración de una estrategia revolucionaria de la estrategia de la estructuración de una organización revolucionaria. Ambas se  condicionan recíprocamente. La estrategia revolucionaria es la condición de efectividad de la organización, pero la organización es la condición de existencia de la estrategia. Si es cierto que la validez de una consigna depende de la relación de las fuerzas que la sustentan, la existencia de la organización y su desarrollo transforma las condiciones de formulación de las consignas.

2. Todo trabajo de organización debe tender a la construcción de un partido. Esto no significa que la existencia de un partido cuidadosamente organizado deba ser una condición previa a la lucha revolucionaria. Pero, en virtud de los principios leninistas, se debe tender a la constitución de ese partido, Sí no se lo toma como un fin exterior a la práctica inmediata, sino como un horizonte que orienta y condiciona esta práctica, ningún sistema de organización quedará suspendido en el vacío sino que tenderá a adaptarse a los principios. Así como en la lucha revolucionaria, en la estructuración de la organización el movimiento no lo es todo; el fin que se le asigna vuelve a actuar sobre el carácter y la evolución del mismo movimiento.
Notes
[1N. Poulantzas, Pouvoir politique et classes sociales p. 11. Editorial Masperó (Nota : existe una versión castellana en Ed. Siglo XXI, México).
[2] Lenin : Œuvres, tomo 1, p. 324 y 257. Ed. de Moscú.
[3] Lenin : Œuvres, tomo y, p. 20, ed. de Moscú.
[4] Lenin : Œuvres, tomo 28. p. 310, ed. de Moscú.
[5] Lukács : Histoire et conscience de Classe, p. 101, Ed. de Minuit (Nota : existe una versión castellana en Grijalbo que fue traducida por Manuel Sacristán).
[6] Lukács : Ibid., p. 281.
[7] Lenin : Œuvres, t. 1, pp. 273-290-294, ed. de Moscú.
[8] Rosa Luxemburgo : Marxisme contre dictature.
[9] Rosa Luxemburgo : Ibid.
[10] Marxisme contre dictature.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] Marxiime contre dictature.
[14] Lenin : Qeuvres, tomo VII, p. 494, Ed. de Moscú.
[15] Lenin : Œuvres, tomo IV, p. i7, Ed. de Moscú.
[16] Lenin : Œuvres, tomo XI. p. 172, Ed. de Moscú.
[17] Lenin : Œuvres, tomo XXXI, p. 99, Ed. de Moscú.
[18] Cf. el artículo de los militantes de los C. A. Vincennes-Sorbona : Aprés mai, Ed. Masperó, pp. 21, 23 y 28.




I. La posición leninista




Obras completa de V.I. Lenin






Marx, Engels y la cuestión del Partido



Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional (primera parte)





Rosa Luxemburgo: Marxismo contra dictadura

Rosa Luxemburgo  Marxismo contra dictadura

Espartaco, 1946.












El marxismo contra la dictadura (Rosa Luxemburg).



El folleto de Rosa Luxemburg, que reproducimos aquí, fue publicado por el New Prometheus en 1934 y su impresión se agotó rápidamente. Nos fue imposible encontrar los originales alemanes o rusos a partir de los cuales se tradujeron los artículos que publicamos, y nos gustaría agradecer al editor W. Epstein, quien autorizó esta edición, ya Lucien Laurat, que nos permite la reproducción de Textos que recogió y prólogo. Aplazamos su deseo al publicar su prefacio de 1934, que conserva todo su valor y que aumentamos de un prefacio que subraya la evolución de los hombres y las cosas durante los acontecimientos políticos y sociales que han trastornado al mundo. En los últimos años. Sp.

Esta nueva edición, doce años después de la primera, exige un nuevo prefacio. Los eventos que hemos experimentado desde 1934, fecha de la primera edición, corroboran en conjunto la tesis central expuesta por Rosa Luxemburg, según la cual el leninismo y el reformismo [1] , tan opuestos como se parecen, Tienen esta tendencia común a tratar a los trabajadores como una masa amasadora. Ambos condujeron a la dictadura de un "líder" investido con discreción e imponiendo a la masa su voluntad absoluta, en una palabra, lo que ahora se llama totalitarismo. Rosa Luxembourg ha discernido las semillas durante más de cuarenta años, y es en nombre del marxismo que denuncia estas aberraciones tan fundamentalmente contrarias al espíritu socialista. No sabemos cómo calificar la obstinación que algunos escritores, desde M. Francois Mauriac hasta Georges Izard, identifican con el marxismo con el totalitarismo. Parecen ignorar que todos los grandes teóricos marxistas de renombre internacional: Kart Kautsky, Emile Vandervelde, Rodolphe Hilferding, Karl Renner, George Plekhanov (y pasamos por alto) denunciaron a Rosa Luxembourg la doctrina totalitaria de Lenin como absolutamente contraria a los principios de la El marxismo.


La publicación de este folleto fue necesaria en 1934 para proporcionar a los socialistas, comprometidos con la democracia, armas contra las dos corrientes totalitarias de nuestro tiempo: el revolucionario verboso infundido con un espíritu dictatorial, y el revisionismo sin principio ni restricción, que se tradujo en Época por la frase "Orden, autoridad, nación". El portavoz de la primera corriente, el Sr. Jean Zyromski, se unió hoy al pliegue del totalitarismo estalinista; el de la otra tendencia, el Sr. Marcel DATE, evolucionó hacia el totalitarismo hitleriano. Nada ilustra mejor el parentesco de estos dos extremos que la aventura de Jacques Doriot. Leninista al cien por cien hasta 1934 (recuerda el noveno ¡Febrero!) Y líder del Partido Comunista junto con Maurice Thorez, ciertamente no lo previó, rompiendo con el estalinismo y poniéndose al servicio de Hitler, que algún día encontraría un acuerdo con su ex compañero. y rival, ambos trabajando desde 1939 hasta 1941, por la derrota de la democracia y Francia, ya que sus respectivos jefes habían concluido un pacto de amistad.

Hay una magnífica continuidad de puntos de vista en el trabajo de Rosa Luxemburg. Al insistir en la absoluta necesidad de la actividad propia de las masas trabajadoras en su lucha por el socialismo y en la reversión de las relaciones entre los líderes y la masa contra lo que había sucedido en la revolución burguesa, Rosa Luxemburgo niega a los jefes el derecho de imponer sus puntos de vista a las masas por falsedad, coerción y terror. A aquellos que deseen insinuar que ella habría cambiado de opinión al final de su carrera militante, recordaremos su folleto de septiembre. 1918 sobre la revolución rusa, donde ella critica amargamente la supresión de las libertades públicas por parte del bolchevismo y el programa de Espartaco escrito por ella quince días antes de su muerte, donde encontramos este pasaje significativo:

"La revolución proletaria no necesita terror para lograr su objetivo, tiene asesinato en el odio y el horror. No necesita estos medios de lucha porque no lucha contra individuos, sino contra instituciones, porque no trae a la arena de ilusiones ingenuas cuya perla debe ser vengada en el mundo, la sangre. "

El bolchevismo hizo exactamente lo contrario. Desde la primera edición de este folleto, el terror ha empeorado en Rusia. Después mencheviques "liquidados" y eseristas, el terror estalinista ha destruido toda la vieja guardia leninista. El infame juicio que tuvo lugar a partir de agosto de 1936, costó la vida Zinoviev Kamenev, Tomsky (que logró suicidarse), Preobrazhensky, Piatakov, Bujarin, Rykov, por nombrar los principales. Y, en agosto de 1940, el propio Trotsky fue asesinado en la Ciudad de México. Ya no hay ninguno de los compañeros de Lenin en armas. El totalitarismo triunfa en todo su horror, la población de Rusia en su conjunto se reduce a la esclavitud.


No cambiemos las responsabilidades: fue el marxismo el que denunció desde el principio, ya en 1904, las semillas de este dañino desarrollo (el siguiente estudio de Rosa Luxembourg lo demuestra), y es el mayor marxista del XX. º siglo, aquellos cuyos nombres hemos citado anteriormente, que creen que el bolchevismo no tiene nada que ver con el marxismo. Se nos permitirá juzgar que en esta materia la competencia de Kautsky, Vandervelde, Hilferding, etc. es superior a la de M. Francois Mauriac y Georges Izard.


                                                          

A los ojos de Rosa Luxemburg y de todos los marxistas, es la masa organizada, ilustrada y disciplinada en sí misma en su organización política la que impulsa la lucha por el socialismo. Rosa Luxemburg, con razón, sospecha de las masas no organizadas, los seguidores, de aquellos que se contentan con depositar su papeleta cada cuatro o cinco años en la urna y que, mientras tanto, pierden interés en la vida pública [ 2] . También ella culpa a los diputados reformistas [3] por querer "emanciparse del control e influencia de las organizaciones del Partido" y "apelar a las masas electorales amorfas y no organizadas". En este punto, nuevamente, el reformismo y el bolchevismo son hermanos gemelos, cada uno de los cuales prefiere una masa de seguidores a una masa consciente: mientras que los "revolucionarios profesionales" del leninismo especulan sobre esta masa amorfa para dirigirla, a menudo por En medio de consignas engañosas, en acciones violentas, los reformistas profesionales del bernsteinismo ven en esta misma masa la materia prima ideada para sus campañas electorales, durante las cuales no declaran precisamente verdades puras y profundas.

Las reacciones ciegas de estas masas sin educación, ya sean insurreccionales o electorales, pueden poner en riesgo a la democracia y preparar el lecho del totalitarismo: hemos visto en Alemania desde 1932-1933, donde la embestida de estas masas desesperadas, liderada por los nazis y los comunistas por su acción a la vez parlamentaria y extraparlamentaria, termina siendo la razón de la República de Weimar.

Hoy en día, en Francia, sobre la cual todavía se avecina la amenaza totalitaria, y en otros países europeos, la pregunta surge bajo una luz diferente a la de Rosa Luxemburgo, que escribió los estudios que vamos a analizar. leer. El funcionamiento de nuestras instituciones desde la liberación, y en particular la ley electoral, exime a los diputados del control de los votantes y hace que las organizaciones de los partidos estén más o menos liberadas de la voluntad del electorado, a la que el sistema de listas rígidas no permite designar, él mismo sus representantes. Al observador superficial le puede parecer que las críticas hechas hoy contra este sistema expresan preocupaciones similares a las de los berninianos alemanes, los turatistas italianos y los jauressistas franceses, de que Rosa Luxemburgo lucha en este folleto. (p.39)


Pero al examinar esta pregunta más de cerca, hay diferencias significativas entre la situación de entonces y la de hoy. Los partidos que Rosa Luxemburgo tenía en mente estaban organizados democráticamente, las tendencias se enfrentaron libremente y sus miembros podían decidirse por sí mismos y decidir la política a seguir con plena libertad y con pleno conocimiento de los hechos. Estas condiciones no se dan en algunos partidos de trabajadores de la Período1944-1946. Incapaces de expresar su oposición dentro de su partido debido a su estructura totalitaria, muchos activistas organizados solo pueden expresar su reprobación en su calidad de votantes: el referéndum del 5 de mayo se ha manifestado en Francia. La libertad de decisión de la mayoría de los votantes aparece aquí como un correctivo indispensable para las inclinaciones y los métodos totalitarios de los partidos.


Por otro lado, en tiempos difíciles, especialmente después de una guerra, la llegada masiva de novatos a los partidos reduce la madurez y el nivel intelectual de los partidos: ya se había visto en el momento de la escisión en Tours (1920) y las consecuencias de mayo-junio de 1936, y ahora estamos viendo el mismo fenómeno. Los adherentes de la última hora no adquieren la madurez necesaria en el momento en que se pegan los sellos en su nueva tarjeta: incluso organizados, mantienen durante algún tiempo las reacciones ciegas e irreflexivas que caracterizan a la masa amorfa y no organizada.

Rosa Luxemburgo, con razón, sospechaba de la gran masa de seguidores no organizados, cuya ignorancia era la base, la contraparte, incluso la justificación, de las concepciones totalitarias profesadas por los leninistas y por los reformadores en cuanto a las relaciones entre las masas y los líderes. Un rebaño ciego e ignorante obviamente necesita un pastor y un perro, ya sea que se llame Guépéou o Gestapo. Esta desconfianza mostrada por Rosa Luxembourg con respecto a la masa amorfa todavía está en orden. Pero hoy hay un hecho nuevo: una gran parte de esta masa amorfa de seguidores ha dejado de estar desorganizada, se está reclutando en partidos totalitarios de obediencia fascista o bolchevique. Encerrada y encerrada, ella sigue ciegamente las consignas más estúpidas y contradictorias, disfruta de la feliz adoración de un "hijo de la gente" o de un "padre de la gente", y nunca discute instrucciones dadas.


Este nuevo hecho que Rosa Luxemburg no pudo saber desde que los precursores de los nazis lo asesinaron en enero de 1919, debería solicitar toda la atención de los militantes de nuestros días e instarlos a que lo piensen. En este breve prefacio, simplemente lo señalamos, señalando, sin embargo, que este análisis debe, ante todo, explicar por qué una fracción tan grande de las masas populares de nuestros días consienten en despojarse de toda la dignidad humana postrándose a sí mismos antes”. jefes En nuestra opinión, la explicación de este fenómeno deberá serlos cambios en la estructura social del mundo del trabajo en las últimas décadas, particularmente como resultado de la guerra de 1914, la crisis de 1929 y la última conflagración mundial.

La observación de la realidad nos obliga así a afirmar que la dialéctica de la historia ha revertido, en este punto, la posición de Rosa Luxemburgo en cuanto a las relaciones entre la masa organizada en los partidos y la masa no organizada. En la medida en que los partidos tienen una estructura totalitaria y donde sus partidarios aceptan esta estructura y se adaptan a ella, la masa organizada cae al nivel de la masa amorfa que permanece en los márgenes de la organización, y las organizaciones pierden el derecho a reclamar A la preeminencia sobre lo organizado.




                     

Francia y Europa aún no son inmunes a una nueva experiencia totalitaria. Después de la derrota del totalitarismo fascista, otro totalitarismo nos amenaza. Pero la democracia y los partidos que realmente y sinceramente afirman que no pueden resistir con éxito este otro peligro totalitario a menos que comiencen extirpando los últimos rastros del virus totalitario en su propio pecho y prohibiendo cualquier compromiso con ellos. Los enemigos de la libertad. Y si nos dicen que el Partido Comunista es "todavía" un partido de los trabajadores, responderemos que el partido nazi también se llamó a sí mismo "partido de los trabajadores" y que incluso contó con millones de trabajadores genuinos en sus filas. Trabajadores genuinos pero mal orientados, como los del Partido Comunista. Y, sin embargo, ningún partido que afirme que el socialismo hubiera pensado en considerar la unidad con los nazis. Por otro lado, el Partido Comunista Alemán ha realizado más de una vez el frente unido con los hitlerianos ... contra la democracia social en el poder. ¿Lo habríamos olvidado?

París, junio de 1946.


1.    Jump up↑ En este momento, el término "reformismo" es tan confuso que creemos que es útil definirlo. El socialismo científico llama al reformismo el sistema de ideas defendido a fines de siglo por el socialdemócrata Edward Bernstein, según el cual el capitalismo se transformará automáticamente en un nuevo régimen social y económico gracias a la acumulación gradual e insensible de reformas a fines de siglo. la pequeña semana Esta idea implica abandonar el objetivo socialista y lo que hoy llamamos "reformas estructurales". Si el movimiento socialista adopta las ideas de Bernstein, debería limitarse a enmendar y replacer el orden existente en lugar de cambiar sus fundamentos e ir más allá.


Si bien condenamos el reformismo tal como lo acabamos de definir, el socialismo científico obviamente no condena la lucha por las reformas, no importa cuán pequeñas sean, siempre que las circunstancias no permitan la promoción de reformas a mayor escala que transgredan el marco capitalista. Finalmente, debe notarse que ningún teórico socialista digno de ese nombre ha descrito nunca como "reformista" la idea de que esta transformación social no puede ocurrir de la noche a la mañana y se extenderá por un período bastante largo.


2.    Ir↑ Aquí, Rosa Luxemburgo fue menos consistente consigo misma: a veces (ver el folleto sobre la huelga de masas, que data de 1907, y su intervención en el programa Spartacus - 1 st de enero de 1919) exalta el papel de las organizaciones no organizadas y las organizaciones recién formadas, que constituyen la fracción menos ilustrada de la masa proletaria.

Rosa Luxemburgo. La Huelga de masas, partido político y los sindicatos (1906)


Rosa Luxemburg. La huelga de masas, el partido político
y los sindicatos. (1906)



Rosa Luxemburg. Nuestro Programa y la Situación Política. (Diciembre de 1918)




Rosa Luxemburgo. El Programa de Espartaco. ¿Qué quiere la Liga Espartaco? Nuestro programa y la situación política 1918


Rosa Luxemburgo. Reforma o revolución





3.    Saltar↑ Explicamos en una nota anterior lo que significa Reforma .




REFORMISMO DE MARXISMO Y LENINISMO
PREFACIO A LA PRIMERA EDICION
Hay escritos cuya relevancia aumenta a medida que envejecen. Los tres estudios de Rosa Luxembourg que hemos recopilado en este pequeño volumen son de este número.

El primerocuestiones organizativas de la socialdemocracia rusa , data de 1904la segunda , esperanzas decepcionadas  (en castellano aquí) se publicó al mismo tiempo, mientras que la tercera, Libertad de crítica y ciencia, apareció a fines de 1899, hace treinta y cinco años.




¿Por qué pensamos que era necesario presentar estas "cosas viejas" al público socialista de 1934?

En la sociedad actual, derrocada por los terremotos de los últimos veinte años, un joven ardiente y ansioso está creciendo, devorado por un "mal del siglo", que recuerda en muchos aspectos al que Alfred de Musset describió hace cien años. Evolución y síntomas. Este joven no se resigna a expiar las faltas de sus padres. No es ella quien ha hecho que nuestro mundo sea tan inhabitable, no es ella quien construyó esta sociedad que hace de su existencia una cadena ininterrumpida de privación material, decepción intelectual y sufrimiento moral. Ella quiere "eso cambia" y está a punto de enfrentarse al asalto de la fortaleza social llamada capitalismo, ya socavada, pero todavía formidable.


La fracción más consciente de esta juventud ya está agrupada bajo las banderas socialistas. Ella sabe el propósito que quiere lograr, y muchos folletos le permiten familiarizarse rápidamente con las ideas esenciales del socialismo científico. La lección de las cosas en la crisis actual le facilita la comprensión de los objetos socialistas. Así que ella sabe lo que ella Quiere, pero ella sabe mucho menos bien cómo debería quererlo. Este defecto, también lo comparte con la mayoría de los activistas adultos: las diferencias en los métodos a utilizar están lejos de ser liquidadas en la Internacional de los Trabajadores.

Las divergencias en los métodos se relacionan sobre todo con la conquista del poder, la democracia y la dictadura, la legalidad y la violencia; y estas discusiones son tan fascinantes que muchos socialistas se olvidan de pensar en un problema aparentemente secundario de un aspecto bastante sobrio y por lo tanto prohibitivo: la cuestión de la forma de la organización proletaria.


Muchos socialistas, especialmente los jóvenes, tienden a creer que no hay conexión entre la doctrina socialista y la organización socialista, que esta última depende, sin ninguna consideración de la doctrina, de las necesidades tácticas y estratégicas del momento. . Uno imagina que uno puede apretar la organización socialista hasta el punto de militarizarla bajo la égida de un comité oculto y transformar a todo el Partido en un vasto cuartel.

Los artículos de Rosa Luxembourg recopilados en este volumen disuadirán a quienes lo crean.

Al leerlos, se apreciará que la cuestión de la organización, tan remota que parece a primera vista de todas las consideraciones de la doctrina, está íntimamente conectada con la totalidad de las ideas del socialismo científico.

La famosa frase de Marx: "La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores" (y aquí) no es una fórmula simple para la agitación. Contiene la quintaesencia de lo que distingue al socialismo científico del socialismo utópico: nadie, ni filántropo ni dictador, no importa cuán excelentes sean sus intenciones, puede ofrecer el socialismo a los trabajadores en una meseta. Deben conquistarla, y para conquistarla, el coraje y la valentía no son suficientes, ni la creencia en la promesa socialista de un programa demagógico (hubo, entre los que llevaron a Hitler al poder, innumerables personas ¿Quién tomó en serio el socialismo nacional? El coraje y la valentía deben unirse, no la creencia y el misticismo. Pero el conocimiento y la educación. Mientras la gran masa no tenga este conocimiento y educación, podrán hacer tantas revoluciones como desee, estas revoluciones no serán socialistas y no conducirán al socialismo, incluso si los socialistas las dirigen.

El último "Testamento" de Lenin o Carta al Congreso del Partido Comunista de Rusia bolchevique (22 dic. 1922 - 4 enero 1923)
¿Quién tomó en serio el socialismo nacional?







Es sobre la base de estas consideraciones, que son el ABC del marxismo, que Rosa Luxembourg extrae sus conclusiones sobre lo que debe ser la organización socialista. Esta organización debe poder desarrollar lo más posible la conciencia socialista de los trabajadores y permitirles aprender de la experiencia de sus luchas. Esto implica dentro del Partido (todo esto, por supuesto, también para el movimiento sindical) un máximo de democracia.. Sin embargo, el movimiento socialista tiene que luchar; La democracia también debe coexistir con una centralización suficiente de la acción con una disciplina sin la cual no es posible una acción concertada. Pero la centralización y la disciplina solo pueden concebirse sobre la base de la democracia más amplia; sin esta democracia, el primer imbécil podría coronarse a sí mismo como "líder histórico de la revolución mundial", nombrar y destituir a los "líderes", al igual que "histórico", el proletariado de diferentes países, y estos líderes nacionales nombran a sus líderes. Recorrido por los sub-jefes regionales y locales sin preocuparse por lo que piensan las primeras partes interesadas: los trabajadores.


Podemos ver que la democracia defendida por Rosa Luxembourg descansa sobre una base mucho más sólida que las famosas "grúas metafísicas" de las que se burlaba Paul Lafargue. Es una condición no sinusoidal de la eficacia de la lucha de clases proletaria y la orientación socialista de esta lucha. Dado que esta lucha no puede volverse más efectiva y tomar una orientación socialista cada vez más consciente que proporcionalmente al desarrollo intelectual de los trabajadores, y que este desarrollo intelectual está sujeto a la libertad de crítica y la discusión más amplia, la democracia demuestra ser Ser la base indispensable de la organización socialista.

Estas ideas Rosa Luxembourg defiende contra Lenin y el ala reformista de la socialdemocracia. Así diametralmente opuestos a la concepción de Lenin y de la Reforma, ambos siguen imbuidos de la idea del socialismo utópico de querer sustituir la propia acción de los trabajadores, la omnipotencia de una elite que forma y da forma. Le gusta la masa de trabajadores como "masa para amasar". Y aquellos que lean atentamente el segundo estudio de este folleto: Masse y Chefs  (en castellano aquí) no tendrán ningún problema en reconocer, a la luz del análisis de Rosa Luxembourg, que las concepciones leninista y reformistas de las relaciones entre la masa y los líderes son Muy relacionado con la concepción burguesa.

Hemos pensado que sería útil agregar a los dos estudios citados un artículo en el que Rosa Luxemburgo define los límites de la libertad de crítica: la democracia no es sinónimo de anarquía. Aquí nuevamente, el lector encontrará poderosos argumentos hoy válidos contra el "neo" que hace treinta y cinco años contra los amigos de Edward Bernstein.

No basta con afirmar y demostrar científicamente una tesis. Hay que confrontarlo con la realidad. Desde que Rosa Luxemburg escribió estos artículos, sus puntos de vista sobre la cuestión organizativa han sido probados a prueba de fuego; Lenin tuvo la oportunidad de aplicar sus principios prácticamente en Rusia.


Después de la conquista del poder en octubre de 1917 por el bloque bolchevique de izquierda y socialista-revolucionario, los principios leninistas de organización se extendieron desde el Partido hasta los sindicatos, el movimiento cooperativo, los soviets y el aparato estatal entero. Menos de un año después de la Revolución de octubre, los izquierdistas socialistas revolucionarios, aliados del día anterior, sufrieron las mismas persecuciones que los otros partidos. Es cierto que en esta situación problemática, donde el régimen recién instalado tuvo que enfrentar las amenazas más formidables, la invasión del imperialismo alemán y el ataque de las clases privilegiadas caídas, las medidas de austeridad eran inevitables. En su folleto sobre la Revolución Rusa [1], escrito en septiembre de 1918, Rosa Luxembourg reconoce la legitimidad de las medidas de defensa tomadas por la Revolución rodeada por sus enemigos. Pero se levanta contra la supresión de la democracia, estigmatiza la confusión de ideas y actos.. Si es inevitable y necesario castigar a quienes, por sus acciones, ponen en peligro al régimen, es inconcebible y pernicioso que la causa socialista intente triunfar sobre ideas opuestas sofocándolas y encarcelando a quienes las expresan. Porque el socialismo solo puede ser el trabajo de una clase de trabajadores lúcidos e iluminados, y los trabajadores pueden adquirir estas cualidades solo en libertad, que siempre es "la libertad de quien piensa de otra manera". "No por fanatismo por" justicia ", sino porque todo lo que es instructivo, saludable y purificador en la libertad política es eso, y pierde su efectividad cuando" libertad " se convierte en un privilegio. "


A lo largo de los años, el "privilegio" de la libertad solo se otorgó a un círculo cada vez más pequeño de personas. La guerra civil había terminado, la amenaza extranjera había sido evitada, las terribles sacudidas del comunismo de guerra y la hambruna de 1921. Nada justificaba las medidas excepcionales que Rosa Luxemburgo había otorgado en su folleto de septiembre de 1918, la circunstancia atenuante de la fatalidad histórica. Pero lejos de aligerarse, la dictadura se fue reduciendo cada vez más en las clases trabajadoras. En medio de la guerra civil, las diferentes tendencias socialistas no bolcheviques todavía tenían el derecho precario pero efectivo de participar en las elecciones soviéticas; Martov, líder de los mencheviques, fue miembro del Soviet de Petrograd y de la revista The Communist International.En 1920 incluso publicó un discurso que pronunció. Desde 1927, incluso los comunistas inconformes que reclaman el "leninismo", pero que lo interpretan de otra manera que Stalin, se ven reducidos a elegir entre el exilio, la prisión, incluso la muerte, y la confesión confesada, y por lo tanto insincera sus "errores y desviaciones", que se toman en consideración solo si se trata de una dosis masiva de genuflexiones y elogios a la dirección de la persona del dictador. Incluso el derecho a guardar silencio no se concede. Deben humillarse, postrarse ante un hombre, si no quieren exponerse a las peores persecuciones.


Nadie se asombrará por el hecho de que Rosa Luxemburg, a la luz de lo que había descubierto en las ideas de Lenin desde 1904, pudo en 1918, apenas diez meses después de la Revolución de octubre, participar en la crítica despiadada de la cual Hablamos y cuyas previsiones están ahora confirmadas punto por punto.


Desde la muerte de Lenin, las tendencias corrosivas del ultra centralismo dictatorial, de las cuales Rosa Luxemburg había denunciado las semillas en su artículo de 1904 y los brotes en su folleto de 1918, florecieron por completo. La guerra de los diadoques terminó con la victoria completa de uno, que hoy reduce a todos los demás a su misericordia. Las relaciones entre la masa y los jefes, ¡el jefe! ya que solo hay uno de ellos, son los que existen entre la "arcilla blanda" y el "impresionante arquitecto social". Los trabajadores ya no tienen ningún derecho, y sus innumerables deberes se resumen en el de la obediencia absoluta. El principio según el cual se puede mentir a la misa para tratarla como a una niña "a quien se le permite ocultar la verdad" se aplica hoy en la URSS en general como en la Internacional Comunista.


Obviamente, sería un error descartar la responsabilidad de Lenin por este desagradable desarrollo en Rusia, por una desastrosa situación económica, por la aniquilación total de todas las libertades de los trabajadores y, a nivel internacional, por la quiebra de la llamada Internacional Comunista. Al no poder detallar aquí en detalle las causas de esta degeneración, nos limitaremos a observar que la concepción leniniana de la organización es solo la expresión del atrasado estado económico, social y político de Rusia. Esta concepción del centralismo dictatorial nunca podría haber encontrado ninguna aplicación práctica, y mucho menos materializarse en una dictadura tan absoluta, exclusiva y personal como la que se ha estado librando desde 1928, si no hubiera encontrado un territorio extremadamente favorable en el mundo. Circunstancias sociales rusas, especialmente en la falta de madurez de la masa de trabajadores.

Archivo de Stalin.





                       


En los antiguos países capitalistas, los rígidos principios organizativos de Lenin nunca han podido conquistar a la mayoría de los trabajadores organizados. Fue desde el momento en que se decidió imponerlos por la fuerza a los partidos comunistas occidentales (1924: "Bolchevización") que comenzó el descenso irremediable de la Internacional Bolchevique. La clase obrera organizada de estos países está demasiado interesada en su libertad y autodeterminación para aceptar el gobierno de un dictador, ya sea que se proclame a sí mismo "líder de la revolución mundial" o "más adelante "  .de una revolución nacional”. Las tendencias hacia la organización dictatorial solo se encuentran en esta fracción de las masas populares que todavía no está suficientemente penetrada por la conciencia socialista: entre los elementos recientemente proletarizados y desclasificados, entre los "no organizados" (tan queridos por la CGTU) y en algunos jóvenes, cuyo conocimiento y conciencia de su dignidad personal aún no están en el apogeo de su ardor revolucionario. Pero, ¿cuál es el valor de un ardor revolucionario que no percibe que la libertad es imposible de conquistar si las personas aceptan ciegamente las órdenes de un "líder", sometiéndose a su voluntad en lugar de considerarlo como el órgano ejecutivo de su propias aspiraciones? Con tal estado mental, uno solo puede hacer revoluciones que conduzcan a la esclavitud.


En el estudio: misa y líderes, (en castellano aquí) Rosa Luxemburgo tuvo cuidado de subrayar que la inversión de la relación entre los líderes y las masas en movimiento socialista, la formación de una masa en movimiento en sí es un proceso dialéctico, una tendencia Mucho más que una realidad. Incluso hoy, treinta años después, debemos tener cuidado de no prestar a esta masa milagrosa las cualidades que no tiene. Es una masa de humanos que no hay razón para suponer que está libre de los defectos de los que toda la humanidad es responsable. Y si los líderes, el fürher y el duci están lejos de ser superhombres, sería irracional creer que la masa está compuesta solo de genios.


En la actualidad, la mayor parte de esta masa, una elite separada, ciertamente no es capaz de lograr un socialismo integral, y aún tendrá muchas experiencias por recorrer antes de adquirir la madurez necesaria para dirigir o controlar efectivamente Una economía mixta. Sería traicionar a los trabajadores y sembrar ilusiones peligrosas para ocultarlos. Tienes que decirles que hagan algo sobre esta debilidad. Que consienten por el momento el pensamiento, la realidad de nuestros días lo demuestra bien, que la clase capitalista es todavía menos capaz que ellos de dirigir algo.

No olvidemos, sin embargo, que la masa ha hecho un inmenso progreso intelectual a lo largo de medio siglo. Seguirá formando y produciendo una élite cada vez más numerosa, a condición de que encuentre, gracias a su organización democrática, todas las posibilidades de un desarrollo fructífero de su espíritu crítico y su capacidad de juicio. Querer imponer una doctrina y tácticas determinadas con el pretexto de que aún no es importante, como lo es la práctica de los leninistas de todos los matices, es frenar, o incluso detener el proceso de su maduración, rechazarlo en la oscuridad. Del misticismo y en la abyección del culto a las personas.


Quienes lo hacen pueden imaginar que están construyendo el socialismo "para las masas". Pero como el socialismo es imposible de lograr de esta manera, demoran, por el bien de una ilusión estéril, el desarrollo real que solo puede hacer que los trabajadores sean capaces de edificar el nuevo mundo.

"Ni Dios, ni César, ni Tribuna" pueden traer, y hasta ahora han traído felicidad a la humanidad.
Lucien laurat.




CENTRALISMO Y DEMOCRACIA [1]


                                               Yo



Una tarea original y sin precedentes en la historia del socialismo ha recaído en la socialdemocracia rusa: la tarea de definir una táctica socialista, es decir, consistente con la lucha de clases del proletariado, en un país dominado por Todavía la monarquía absoluta. Cualquier comparación entre la situación rusa actual y Alemania de 1878-1890, cuando las leyes de Bismarck contra los socialistas estaban en vigor, se ve afectada por la base porque tiene en mente al régimen policial y no al régimen político, los obstáculos que la ausencia de libertades democráticas creadas por el movimiento de masas solo tiene una importancia relativamente menor: incluso en Rusia, el movimiento de masas ha logrado derribar las barreras del orden absolutista y darse a sí mismo su "constitución", Aunque precarios, "trastornos de la calle". Él podrá perseverar de esta manera hasta la victoria completa sobre el absolutismo.


La principal dificultad con que se enfrenta la lucha socialista en Rusia radica en el hecho de que la dominación de clase de la burguesía está oscurecida por la dominación de la violencia absolutista; lo que inevitablemente da a la propaganda socialista de la lucha de clases un carácter abstracto, mientras que la agitación política inmediata es principalmente de carácter democrático-revolucionario. La ley contra los socialistas en Alemania tendía a sacar la constitución de la constitución solo a la clase obrera y en una sociedad burguesa altamente desarrollada, donde los antagonismos de clase ya habían florecido por completo en las luchas parlamentarias. Así es como residía el absurdo y la locura de la empresa bismarckiana. En Rusia, lo contrario es el caso:

Esta circunstancia modifica de una manera particular, no solo la cuestión del trasplante de la doctrina socialista en suelo ruso, no solo el problema de la agitación, sino también el de la organización.


En el movimiento socialdemócrata, a diferencia de las viejas experiencias del socialismo utópico, la organización no es el producto artificial de la propaganda, sino el producto de la lucha de clases, a la que la socialdemocracia simplemente da. Conciencia política.

En condiciones normales, es decir, donde la dominación política plenamente constituida de la burguesía precedió al movimiento socialista, fue la propia burguesía la que creó en gran medida los rudimentos de la cohesión política de la clase obrera. "En esta fase, dice el Manifiesto Comunista, la unificación de las masas trabajadoras no es la consecuencia de su propia agitación por la unidad, sino el contragolpe de la unificación de la burguesía ". "En Rusia, la socialdemocracia está obligada a proporcionar a través de su intervención consciente todo un período del proceso histórico y dirigir al proletariado, como una clase consciente de sus objetivos y decidió retirarlos de la lucha del estado" “atomizado ", que es la base del régimen absolutista hacia la forma superior de organización. Esto hace que el problema de la organización sea particularmente difícil, no tanto por el hecho de que la socialdemocracia debe proceder a esta organización sin poder expresar las garantías formales ofrecidas por la democracia burguesa, que debido a que es necesario Como Dios el Padre, saca esta organización del vacío.


La tarea por la cual la socialdemocracia rusa ha estado luchando durante varios años consiste en la transición desde el tipo de organización de la fase preparatoria, donde la propaganda es la principal forma de actividad, los grupos locales y los pequeños círculos no están relacionados entre sí, la unidad de una organización más grande, como lo requiere la acción política concertada en todo el territorio del Estado. Pero como la perfecta autonomía y el aislamiento habían sido las características más marcadas de la forma ahora obsoleta de organización, era natural que el lema de la nueva tendencia que abogaba por una vasta unión fuera el centralismo. La idea del centralismo fue el motivo dominante detrás de la brillante campaña de tres años de Iskra .Para culminar en el congreso de agosto de 1903 que, aunque cuenta como el segundo congreso del Partido Socialdemócrata, fue efectivamente la asamblea constituyente. La misma idea se había apoderado de la joven elite de la socialdemocracia en Rusia.


Pero pronto, en el propio congreso y aún más después del congreso, tuvimos que convencernos de que la fórmula del centralismo era lejos de abarcar todo el contenido histórico y la originalidad del tipo de organización que necesita la socialdemocracia. Una vez más, se ha demostrado que ninguna fórmula rígida puede ser suficiente cuando se trata de interpretar desde un punto de vista marxista un problema del socialismo, aunque sea un problema relacionado con la organización del partido. .


El libro del camarada Lenin, uno de los líderes y activistas más destacados de Iskra: un paso adelante, dos pasos atrás, es la exposición sistemática de los puntos de vista de la tendencia ultra centralista del partido ruso. Este punto de vista, que se expresa con un vigor y espíritu de consecuencias sin paralelo, es el de un centralismo despiadado que establece como un principio: por un lado, la selección y la constitución en un cuerpo separado de revolucionarios activos y en perspectiva frente a la masa no organizada, aunque revolucionaria que los rodea, y, por otra parte, una disciplina severa, en cuyo nombre los centros gobernantes del Partido están directa y resueltamente involucrados en todos los asuntos de las organizaciones locales del Partido. Basta con decir que, según la tesis de Lenin, el Comité Central, por ejemplo, tiene el derecho de organizar todos los comités locales del Partido y, en consecuencia, de nombrar a los miembros efectivos de todas las organizaciones locales. Ginebra a Lieja y Tomsk a Irkutsk.


Es precisamente en esta unión del centralismo más riguroso de la organización y el movimiento socialista de masas que Lenin ve un principio del marxismo revolucionario, y aporta varios argumentos en apoyo de esta tesis. Pero tratemos de mirarlo más de cerca.

No se puede dudar de que, en general, una fuerte tendencia hacia la centralización es inherente a la democracia social. Al crecer en el terreno económico del capitalismo, que es centralista en su esencia y que lucha en el marco político de la gran ciudad burguesa, centralizada, la democracia social es fundamentalmente hostil a cualquier manifestación de particularismo o federalismo nacionalSu misión es representar, dentro de las fronteras de un Estado, los intereses comunes del proletariado, como clase, y oponerse a estos intereses generales a todos los intereses individuales o grupales. La democracia social tiene la tendencia natural a para unir a todos los grupos de trabajadores en un solo partido, independientemente de las diferencias nacionales, religiosas o profesionales entre estos miembros de la misma clase. Ejemplo, el caso en la monarquía austrohúngara. Desde este punto de vista, no cabe duda de que la socialdemocracia rusa no debe constituir un conglomerado federado de innumerables nacionalidades y particularismos locales, sino un partido único para todo el imperio. Pero es otra cuestión que surge, la del grado de centralización que puede ser apropiado, teniendo en cuenta las condiciones actuales dentro de la democracia social unificada y una rusa.


Desde el punto de vista de las tareas formales de la socialdemocracia como partido de lucha, el centralismo en su organización aparece a primera vista como una condición de cumplimiento de la cual el poder de combate y la energía del Partido dependen directamente.

Sin embargo, estas consideraciones de carácter formal, que se aplican a cualquier partido de acción, son mucho menos importantes que las condiciones históricas de la lucha proletaria.


En la historia de las sociedades basadas en el antagonismo de las clases, el movimiento socialista es el primero en explicar, en todas sus fases y en todo su curso, la organización y la acción directa y autónoma de las masas.


En este sentido, la democracia socialista crea un tipo de organización totalmente diferente a la de los movimientos socialistas anteriores, por ejemplo, los movimientos del tipo jacobino-blanquista.

F. Engels. El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna
Escrito: Por Engels en junio de 1874


Marx, Engels y la cuestión del Partido




Lenin parece subestimar este hecho cuando, en el libro citado (página 140), expresa la opinión de que el socialdemócrata revolucionario no sería más que un jacobino indisolublemente vinculado a la organización del proletariado que asumió conciencia de sus intereses de clase. Para Lenin, la diferencia entre el socialismo democrático y el blanquismo se reduce al hecho de que hay un proletariado organizado y con conciencia de clase en lugar de un puñado de conspiradores. Olvida que esto implica una revisión completa de las ideas sobre organización y, en consecuencia, una concepción completamente diferente de la idea del centralismo, así como las relaciones recíprocas entre la organización y la lucha.


El blanquismo no tenía en mente la acción inmediata de la clase obrera y, por lo tanto, podía prescindir de la organización de las masas. Al contrario: como las masas populares no debían entrar en escena en el momento de la revolución, mientras que el trabajo de preparación se refería solo al pequeño grupo armado para el golpe, el éxito mismo de la trama requería que los iniciados se inclinaran a Distancia de la misa popular. Pero esto también era posible y factible porque no existía un contacto íntimo entre la actividad conspirativa de una organización blanquista y la vida cotidiana de las masas populares.


Al mismo tiempo, las tácticas, así como las tareas concretas de la acción, se improvisan libremente por inspiración y sin El contacto con el terreno de la lucha de clases elemental, se pudo arreglar en sus detalles más minuciosos y tomó la forma de un plan determinado de antemano. Por supuesto, se dedujo que los miembros activos de la organización se transformaron en simples órganos ejecutivos de las órdenes de una voluntad fijada por adelantado fuera de su propio campo de actividad, en instrumentos de un Comité Central. De ahí esta segunda particularidad del centralismo conspirativo: la sumisión absoluta y ciega de las secciones de la Parte a la autoridad central y la extensión de la autoridad de esta última a la periferia extrema de la organización.

Radicalmente diferentes son las condiciones de la actividad de la socialdemocracia. Surge históricamente de la lucha de clases elemental. Y se mueve en esta contradicción dialéctica que es solo durante la lucha que el ejército del proletariado es reclutado y que se da cuenta de los objetivos de esta lucha. La organización, el progreso de la conciencia y la lucha no son fases particulares, separadas en el tiempo y mecánicamente, como en el movimiento blanquista, sino en los aspectos contrarios de un mismo proceso. Por un lado, aparte de los principios generales de la lucha, no hay una táctica ya elaborada en todos sus detalles y un Comité Central podría enseñar a sus tropas como en un cuartel. Por otro lado, los altibajos de la lucha, durante la cual se crea la organización.


Como resultado, el centralismo socialdemócrata no puede basarse en la obediencia ciega o la subordinación mecánica de los militantes al centro del Partido. Por otro lado, no puede haber particiones herméticas entre el núcleo proletario consciente, enmarcado sólidamente en el Partido, y las capas ambientales del proletariado, ya arrastradas a la lucha de clases y en las que la conciencia de clase aumenta cada vez día mas El establecimiento del centralismo sobre estos dos principios; la ciega subordinación de todas las organizaciones hasta el más mínimo detalle, en relación con el centro, que solo piensa, trabaja y decide para todos, y la estricta separación del núcleo organizado del ambiente revolucionario, como lo entiende Lenin, nos parece una transposición mecánica de los principios organizativos blanquistas de los círculos conspirativos al movimiento socialista de las masas trabajadoras. Y nos parece que Lenin define su punto de vista de una manera más sorprendente de lo que cualquiera de sus oponentes se hubiera atrevido a hacer, cuando define a su "socialdemócrata-revolucionario" como un "jacobino" vinculado a la organización del proletariado que ha tomado conciencia de sus intereses de clase ". En verdad, la democracia social no está vinculada a la organización de la clase obrera, es el movimiento propio de la clase obrera. El centralismo de la socialdemocracia debe por tanto ser Una naturaleza esencialmente diferente del centralismo blanquista. Solo puede ser la concentración imperativa de la voluntad de la vanguardia consciente y militante de la clase obrera con respecto a sus grupos e individuos. Es, por así decirlo, un "autocentralismo" de la clase dominante del proletariado, es el gobierno de la mayoría dentro de su propio Partido.


Este análisis del contenido real del centralismo socialdemócrata ya muestra que las condiciones indispensables para su realización no existen plenamente en la Rusia actual: la existencia de un contingente bastante grande de trabajadores ya educados por la lucha política, y el Posibilidad de que desarrollen su propia acción por influencia directa en la vida pública (en la prensa del Partido, en congresos públicos, etc.).


Esta última condición no puede realizarse solo en la libertad política; en cuanto a lo primero, la formación de una vanguardia proletaria consciente de sus intereses de clase y capaz de orientarse en la lucha política, es solo en el proceso de eclosión y para acelerarla. Lo que debe hacerse con todo el trabajo de agitación y organización socialista.

Es aún más sorprendente ver a Lenin profesar la opinión contraria: está convencido de que todas las condiciones previas para la constitución de un partido obrero poderoso y fuertemente centralizado ya existen en Rusia. Y si, en un estallido de optimismo, proclama que ahora "esto ya no es el proletariado, sino algunos intelectuales de nuestro Partido, que carecen de autoeducación en el espíritu de organización y disciplina. "(P.145), y si glorifica la acción educativa de la fábrica, que acostumbra al proletariado a" disciplina y organización "(p.147), todo esto prueba una vez más. Es una concepción demasiado mecánica de la organización socialista.


La disciplina que Lenin tiene en vista está inculcada en el proletariado no solo por la fábrica, sino también por los cuarteles y el burocratismo actual, en resumen, por todo el mecanismo del estado burgués centralizado.

Es abusar de las palabras y engañarse a uno mismo para designar con el mismo término "disciplina" dos nociones tan diferentes como, por un lado, la ausencia de pensamiento y voluntad en un cuerpo con mil manos y mil piernas,  realizar movimientos automáticos y, por otro lado, la coordinación espontánea de las acciones políticas conscientes de una comunidad. ¿Qué pueden tener en común la docilidad bien ordenada de una clase oprimida y el levantamiento organizado de una clase que lucha por su completa emancipación?

No es a partir de la disciplina impuesta por el estado capitalista al proletariado (después de haber sustituido simplemente por la autoridad de la burguesía la de un comité central socialista), es solo por extirpación. La última raíz de estos hábitos de obediencia y servilismo que la clase obrera puede adquirir el sentido de una nueva disciplina, de la autodisciplina libremente consentida por la socialdemocracia.

Se sigue además que el centralismo, en el sentido socialista, no puede ser una concepción absoluta, aplicable a cualquier fase del movimiento obrero; más bien, debe considerarse como una tendencia que se convierte en una realidad a medida que las masas trabajadoras desarrollan y educan a las masas durante su lucha.

Por supuesto, la ausencia de las condiciones más necesarias para la completa realización del centralismo en el movimiento ruso puede representar un gran obstáculo.
Nos parece, sin embargo, que sería un gran error pensar que se podría sustituir "provisionalmente" el poder absoluto del Comité Central actuando de alguna manera por "delegación" tácita a la dominación, aún inalcanzable, de la mayoría de los trabajadores consciente en el Partido, y reemplazar el control público ejercido por las masas trabajadoras sobre los órganos del Partido por el control invertido del Comité Central sobre la actividad del proletariado revolucionario.
La historia misma del movimiento obrero en Rusia nos ofrece muchas pruebas del valor problemático de un centralismo similar. Un centro todopoderoso, dotado de un derecho ilimitado de control e interferencia, según el ideal de Lenin, caería en el absurdo si su competencia se redujera a funciones puramente técnicas .Como la administración del fondo, la distribución del trabajo entre propagandistas y agitadores, el transporte clandestino de material impreso, la circulación de publicaciones periódicas, carteles circulares. Uno entendería el propósito político de una institución con tales poderes solo si sus fuerzas estuvieran dedicadas al desarrollo de una táctica de combate uniforme y si asumiera la iniciativa de una gran acción revolucionaria. Pero, ¿qué aprendemos de las vicisitudes a través de las cuales el movimiento socialista en Rusia ha llegado tan lejos? Las inversiones tácticas más importantes y fructíferas de los últimos diez años no han sido la invención de algunos líderes y menos órganos centrales, pero siempre han sido el producto espontáneo del movimiento efervescente.


Así sucedió con la primera etapa del movimiento verdaderamente proletario en Rusia, que puede datarse de la huelga general espontánea de San Petersburgo en 1896, que marca el comienzo de una era de luchas económicas de las masas trabajadoras. Así fue de nuevo para la segunda fase de la lucha: las manifestaciones callejeras, cuya señal fue dada por la agitación espontánea de los estudiantes de San Petersburgo en marzo de 1901. El siguiente punto de inflexión en las tácticas que se abrieron fondos Fue marcado en 1903 por la huelga general en Rostov-on-Don: otra explosión espontánea, porque la huelga se transformó "de sí misma" en manifestaciones políticas con la agitación en la calle de las grandes reuniones. Populares al aire libre y discursos públicos, que los revolucionarios más entusiastas se habrían atrevido a soñar unos años antes.


En todos estos casos, nuestra causa ha hecho un tremendo progreso. Sin embargo, la iniciativa y la dirección consciente de las organizaciones socialdemócratas desempeñaron un papel insignificante. Esto no puede explicarse por el hecho de que estas organizaciones no estaban especialmente preparadas para tales eventos (aunque esta circunstancia también podría contar para algo); y menos aún por la ausencia de un aparato central todopoderoso como defiende Lenin. Por el contrario, es altamente probable que la existencia de un centro de administración similar solo pueda aumentar el desorden de los comités locales al acentuar el contraste entre el ataque impetuoso de la masa y la posición cautelosa de la comunidad social democracia. Se puede decir, además, que este mismo fenómeno, el papel insignificante de la iniciativa consciente de los órganos centrales en la elaboración de tácticas, se observa en Alemania y en todas partes. En líneas generales, las tácticas de lucha de la socialdemocracia no son, en general, "inventar"; es el resultado de una serie ininterrumpida de grandes actos creativos de la lucha de clases, a menudo espontánea, que busca su camino.

Lo inconsciente precede a lo consciente y la lógica del proceso histórico objetivo precede a la lógica subjetiva de sus protagonistas. El papel de los órganos de gobierno del Partido Socialista es en gran medida conservador: como lo demuestra la experiencia, cada vez que el movimiento obrero conquista un nuevo territorio, estos órganos lo harán a sus límites más extremos; pero al mismo tiempo, transformarlo en un bastión contra el progreso posterior de mayor escala.


La táctica actual de la socialdemocracia alemana se estima universalmente por su flexibilidad y, al mismo tiempo, por su firmeza. Pero esta táctica solo denota una admirable adaptación del Partido, en los detalles más minuciosos de la acción diaria, a las condiciones del sistema parlamentario: el Partido ha estudiado metódicamente todos los recursos de este campo y sabe cómo aprovecharla, sin derogar sus principios. Y, sin embargo, la perfección de esta adaptación ya cierra horizontes más amplios, uno tiende a considerar las tácticas parlamentarias como inmutables, como las tácticas específicas de la lucha socialista. Por ejemplo, nos negamos a examinar la cuestión planteada por Parvus sobre los cambios de tácticas que deben considerarse en el caso de la abrogación del sufragio universal en Alemania; la socialdemocracia. Esta inercia se debe, en gran parte, al hecho de que es muy difícil definir, en el vacío de la especulación abstracta, los contornos y las formas concretas de las conjunciones políticas que aún no existen y, en consecuencia, las imaginarias. Lo que importa para la socialdemocracia obviamente no es la preparación de una orden lista para futuras tácticas, lo importante es mantener la evaluación histórica correcta de las formas de lucha correspondientes a cada una. Dado el momento de la lucha y la inevitabilidad del agravamiento de las tensiones revolucionarias desde el ángulo del objetivo final de la lucha de clases.


Pero al otorgarle al cuerpo gobernante del partido poderes absolutos de naturaleza negativa, como Lenin lo quiere, solo refuerza en grado muy peligroso el conservadurismo naturalmente inherente a este órgano. Si la táctica del Partido no es el Comité Central, sino todo el Partido donde, aún mejor, todo el movimiento obrero. Está claro que las secciones y las federaciones necesitan esta libertad de acción que, por sí sola, permitirá utilizar todos los recursos de una situación y desarrollar su iniciativa revolucionaria. El ultra centralismo defendido por Lenin nos parece impregnado, no con un espíritu positivo y creativo, sino con la mente estéril del vigilante nocturno. Toda su preocupación tiende a controlar la actividad del partido, no impregnarla; reducir el movimiento en lugar de desarrollarlo; para contenerlo, no para unificarlo.


Una experiencia similar sería doblemente arriesgada para la socialdemocracia rusa en las circunstancias actuales. Es en la víspera de las batallas decisivas que la revolución entregará al zarismo; se comprometerá, o más bien: ya está involucrado en una fase de actividad creativa intensificada en términos de tácticas y, lo cual es evidente en un período revolucionario, en una fase donde su esfera de influencia es se expandirá y se moverá espontáneamente y a pasos agigantados. Intentar en un momento así encadenar la iniciativa del Partido y rodearlo con una red de alambre de púas es hacer que no pueda realizar las formidables tareas del día.


Todas las consideraciones generales que acabamos de exponer sobre la esencia del centralismo socialista no son suficientes para elaborar un proyecto de estatuto apropiado para la organización del Partido Ruso. En última instancia, un estado de este tipo solo puede ser determinado por las condiciones bajo las cuales la acción de la Parte tiene lugar en un período determinado. Y, como en Rusia, es un primer intento de establecer una gran organización del proletariado, es dudoso que un estado, cualquiera que sea, pueda pretender de antemano la infalibilidad; Primero debe someterse a la prueba de fuego.


Pero lo que tenemos derecho a deducir de la idea general que hemos hecho de la organización de la socialdemocracia es que el espíritu de esta organización incluye, especialmente al comienzo del movimiento de masas, La coordinación, la unificación del movimiento, pero de ninguna manera su sumisión a un reglamento rígido. Y, siempre que el Partido sea penetrado por este espíritu de movilidad política que debe complementarse con una estricta fidelidad a los principios y al deseo de unidad, podemos estar seguros de que la experiencia práctica corregirá las incongruencias de estatus, por muy desafortunada que sea. su escritura Porque no es la letra, sino el espíritu vivo del que los militantes activos lo penetran, lo que decide el valor de esta o aquella forma de organización.




                                            II


Hasta ahora hemos examinado el problema del centralismo desde el punto de vista de los principios generales de la socialdemocracia y, en parte, desde el punto de vista de las condiciones particulares de Rusia. Pero el espíritu de cuartel del ultra centralismo defendido por Lenin y sus amigos no es producto de errores fortuitos: está vinculado a la lucha contra el oportunismo, impulsado por Lenin incluso en el terreno más meticuloso. Detalles de la organización.


Es una pregunta, dice Lenin (p.52), de forzar un arma más o menos afilada contra el oportunismo. Y el arma debe ser tanto más efectiva como las raíces del oportunismo son más profundas”.


De la misma manera, Lenin ve en los poderes absolutos que atribuye al Comité Central y en el muro que erige alrededor del Partido, un dique contra el oportunismo cuyas manifestaciones específicas, en su opinión, provienen de la inclinación innata de la Intelectual hacia el autonomismo y la desorganización, de su aversión a la disciplina estricta y de todo el necesario "burocratismo" en la vida del Partido.

Según Lenin, no es con el intelectual, permaneció individualista e inclinado a la anarquía, incluso cuando se ha adherido al socialismo, con quien se encuentra esta renuencia a someterse a la autoridad absoluta de un comité central, mientras que el auténtico proletario recurre a su instinto de clase, una especie de placer con el que se abandona a las garras de una dirección firme y a todos los rigores de la disciplina despiadada. "El burocratismo opuesto a la democracia", dice Lenin, "no significa nada más que el principio organizador de la socialdemocracia revolucionaria opuesta a los métodos organizacionales oportunistas" (151). Insiste en que el mismo conflicto entre las tendencias centralizadoras y las tendencias autonomistas es evidente en todos los países donde el socialismo revolucionario y el reformismo se oponen. Desde Alemania la cuestión de la autonomía que se otorgará a los colegios electorales. Esto nos lleva a verificar los paralelos que establece Lenin.


Comencemos observando que la exaltación de las facultades innatas a las que se ofrecerían los proletarios con respecto a la organización socialista y la desconfianza de los intelectuales, no son en sí mismas la expresión de una mentalidad "marxista revolucionaria". »; Por el contrario, podría demostrarse fácilmente que estos argumentos son similares al oportunismo.


El antagonismo entre los elementos puramente proletarios y los intelectuales no proletarios es el emblema ideológico bajo el cual se unen: el semi-anarquismo de sindicalistas puros en Francia con su antiguo eslogan: "Cuidado con los políticos". el sindicalismo Inglés llena de desconfianza de los "soñadores socialistas", y por último, si nuestra información es correcta, este "economicismo puro" que predicó una vez en las filas de la socialdemocracia rusa, el grupo que imprimió Contrabandea en San Petersburgo la revista Pensée ouvrière .


Sin lugar a dudas, no se puede negar que en la mayoría de los partidos socialistas en Europa occidental existe un vínculo entre el oportunismo y los intelectuales, y entre el oportunismo y las tendencias descentralizadoras.

Pero nada es más contrario al espíritu del marxismo, a su método de pensamiento histórico-dialéctico, que a separar los fenómenos de la base histórica de la que surgen y hacer esquemas abstractos de alcance absoluto general.

Al razonar de manera abstracta, solo podemos reconocer que el "intelectual", al ser un elemento social que proviene de la burguesía y ajeno al proletariado, puede adherirse al socialismo no en virtud, sino a pesar de su sentimiento de clase. Es por eso que está más expuesto a las oscilaciones oportunistas que el proletario que encuentra en su instinto de clase un punto de apoyo revolucionario muy confiable, siempre que mantenga la conexión con su entorno de origen, la clase obrera. Sin embargo, la forma concreta asumida por la inclinación del intelectual hacia el oportunismo, y especialmente la manera en que esta inclinación se manifiesta en cuestiones relacionadas con la organización, depende en cada caso del entorno social concreto.


Los fenómenos observados en la vida del socialismo alemán, francés o italiano, a los que se refiere Lenin, se derivan de una base social claramente determinada, del parlamentarismo burgués. Y como este parlamentarismo es, en general, el vivero específico de todas las tendencias oportunistas actuales del socialismo de Europa occidental, también engendra en particular las tendencias desorganizadoras del oportunismo.


El parlamentarismo, como lo tenemos en Francia, Italia y Alemania, no solo hace ilusiones. Conocido del oportunismo actual: la sobrevaloración de la importancia del trabajo de reforma, la colaboración de clases y partidos, el desarrollo pacífico, etc. Pero aún así, al separar a los intelectuales de los trabajadores de las filas del Partido Socialista y al colocarlos, como parlamentarios, en cierta medida por encima de los trabajadores, el parlamentarismo crea un terreno fértil para el desarrollo práctico de estas ilusiones. Por último, el progreso del movimiento obrero hace del parlamentarismo un trampolín para la carrera política, y es por eso que muchos fracasos ambiciosos y numerosos del mundo burgués se ven bajo la bandera del Partido Socialista.


Es a todas estas circunstancias que debe atribuirse la tendencia conocida del intelectual oportunista de los partidos socialistas de Europa occidental a desorganizar e indisciplina.

Otra fuente bien definida de oportunismo contemporáneo es la existencia de un movimiento socialista altamente desarrollado y, en consecuencia, una organización con medios e influencia considerables. Esta organización constituye un baluarte que protege el movimiento de clase contra las desviaciones en el sentido del parlamentarismo burgués, el cual, para triunfar, debe tender a destruir este baluarte y ahogar a la elite activa y consciente del proletariado en la masa amorfa del "cuerpo electoral". ".

Así nacen las tendencias "autonomistas" y descentralizadoras, perfectamente adaptadas a ciertos fines políticos; Por lo tanto, es necesario explicarlos no, como lo hace Lenin, por el carácter distorsionado del "intelectual", sino por las necesidades del político parlamentario burgués, no por la psicología del "intelectual", sino por la política oportunista. .


La situación es bastante diferente en Rusia, bajo el régimen de la monarquía absoluta, donde el oportunismo en el movimiento obrero es, en general, el producto, no de la fuerza de la democracia social o de la desintegración de la sociedad. Burgueses, pero por el contrario el estado político atrasado de esta sociedad.


El medio en el que se reclutan los intelectuales socialistas en Rusia es mucho menos burgués y mucho más degradado, en el sentido exacto de este término, que en Europa occidental. Esta circunstancia, junto con la inmadurez del movimiento proletario en Rusia, ofrece, es verdad, un campo mucho más amplio de errores teóricos y oscilaciones oportunistas que van, por un lado, a la completa negación del La política de las luchas obreras y, por otra parte, incluso la fe absoluta en la efectividad de los ataques aislados, o incluso el silencio político, los pantanos del liberalismo y el idealismo kantiano.
Sin embargo, nos parece que el intelectual ruso, un miembro del Partido Socialdemócrata, difícilmente puede sentirse atraído por el trabajo de desorganización, ya que no se favorece tal inclinación, ni por la existencia de un Parlamento burgués, ni por el estado de ánimo del medio social. El intelectual occidental a quien vemos ahora profesando el "culto del yo  " y cosquilleando con la moralidad aristocrática a sus inclinaciones socialistas, es el tipo, no de "intelectualidad burguesa" en general, sino sólo de una Fase determinada de su desarrollo: el producto de la decadencia burguesa. Por el contrario, los ensueños utópicos u oportunistas de los intelectuales rusos, conquistados por la causa socialista, tienden a extenderse mediante fórmulas teóricas en las que el ego no es exaltado sino humillado, y la moralidad de la renuncia a la expiación es el principio dominante. Como la narodniki (o "populistas") de 1875 predicaron la absorción de intelectuales por parte de la masa campesina, y que los seguidores de Tolstoy practican el escape de los civilizados hacia la vida de la "gente simple", los partidarios del "puro economismo" en Las filas de la socialdemocracia querían que nos inclináramos ante la "mano cruel" del trabajador.


Se obtiene un resultado completamente diferente cuando, en lugar de aplicar mecánicamente los esquemas desarrollados en Europa occidental a Rusia, se realizan esfuerzos para estudiar el problema de la organización en relación con las condiciones específicas del estado social ruso.


En cualquier caso, es ignorar la naturaleza íntima del oportunismo para atribuirle, como hace Lenin, una preferencia invariable por una forma particular de organización, y especialmente por la descentralización.


Ya sea una organización o algo más, el oportunismo conoce solo un principio: la ausencia de cualquier principio. Elige sus medios de acción según las circunstancias, siempre que estos medios parezcan capaces de guiarlo hacia los objetivos que persigue.


Si, con Lenin, definimos el oportunismo como la tendencia a paralizar el movimiento revolucionario autónomo de la clase obrera y transformarlo en un instrumento de las ambiciones de los intelectuales burgueses, debemos reconocer que, en las etapas iniciales del movimiento obrero, este fin se puede lograr más fácilmente no a través de la descentralización, sino a través de la centralización riguroso, que entregaría este movimiento de proletarios aún sin educación a los líderes intelectuales del Comité Central. En los albores del movimiento socialdemócrata en Alemania, cuando todavía no había un núcleo sólido de proletarios conscientes o una táctica basada en la experiencia, hemos visto a los partidarios de los dos tipos opuestos de organización enfrentarse. : centralismo excesivo que se afirma en la "Unión General de Trabajadores Alemanes" fundada por Lassalle, y autonomía en el partido constituido en el Congreso de Eisenach con la participación de W. Liebknecht y A. Bebel. Aunque las tácticas de los "Eisenachois" eran muy confusas, desde el punto de vista de los principios, contribuyeron, infinitamente mejor que la acción de los Lassalianos, a despertar en las masas trabajadoras el despertar de una nueva conciencia rápida multiplicación de publicaciones periódicas publicadas en las provincias), el movimiento progresó rápidamente en extensión, mientras que los Lassallianos, a pesar de todas sus experiencias con los "dictadores", llevaron a sus fieles de una desventura a otra.


En general, se puede demostrar fácilmente que cuando la cohesión sigue siendo débil entre los elementos revolucionarios de la clase trabajadora y que el movimiento en sí todavía está a tientas, es decir, cuando estamos en presencia de condiciones tales como aquellas en las que Rusia es ahora (1904), es precisamente el centralismo despótico y riguroso que caracteriza a los intelectuales oportunistas. Mientras que en una fase posterior, bajo el régimen parlamentario y en relación con un partido obrero fuertemente constituido, las tendencias oportunistas de los intelectuales se expresan por una inclinación hacia la "descentralización".


Si, desde el punto de vista de Lenin, tememos sobre todo la influencia de los intelectuales en el movimiento proletario, no podemos concebir ningún peligro mayor para el Partido Socialista Ruso que los planes organizativos propuestos por Lenin. Nada podría esclavizar más seguramente un movimiento obrero, aún tan joven, a una élite intelectual, sedienta de poder, que esta armadura burocrática donde está inmovilizado para hacer que el autómata sea maniobrado por un "comité".


Y, por el contrario, no existe una garantía más efectiva contra las actividades oportunistas y las ambiciones personales que la actividad revolucionaria autónoma del proletariado, gracias a la cual adquiere un sentido de responsabilidad política.


De hecho, lo que hoy es solo un fantasma, acechando la imaginación de Lenin, podría convertirse en una realidad mañana.


No olvidemos que la revolución, de la que estamos seguros de que no puede durar mucho tiempo en Rusia, no es una revolución proletaria, sino una revolución burguesa que modifica radicalmente todas las condiciones de la lucha socialista. Luego, los intelectuales rusos también se impregnarán rápidamente de la ideología burguesa. Si, en la actualidad, la socialdemocracia es la única guía de las masas trabajadoras, después de la revolución veremos, naturalmente, a la burguesía y, en primer lugar, a los intelectuales burgueses, que buscan hacer del pilar su dominación parlamentaria. .


El juego de los demagogos burgueses será más fácil, ya que, en la fase actual de la lucha, la acción espontánea, la iniciativa, el sentido político de la vanguardia de la clase trabajadora estarán menos desarrollados y más restringidos por la tutela. Un comité central autoritario.

Y sobre todo, la idea que está en la raíz del excesivo centralismo: el deseo de bloquear el oportunismo por los artículos de un estatuto, es radicalmente falsa.


Bajo la impresión de los acontecimientos recientes en los partidos socialistas de Francia, Italia y Alemania, los socialdemócratas rusos tienden a ver el oportunismo en general como un Ingrediente extranjero introducido en el movimiento obrero por representantes del democratismo burgués. Incluso si así fuera, las sanciones de un estatuto serían impotentes contra esta intrusión tan oportunista. Dado que el influjo de reclutas proletarios en el partido de los trabajadores es el resultado de profundas causas sociales, como el declive económico de la pequeña burguesía, el colapso del liberalismo burgués, el cese de la democracia burguesa, sería una ilusión ingenua que detener este flujo tumultuoso por el dique de una fórmula inscrita en el estatuto.


Los artículos de un reglamento pueden controlar la vida de pequeñas sectas y cenáculos privados, pero una corriente histórica pasa por las mallas de los párrafos más sutiles. Además, es un gran error creer que los intereses de la clase obrera se defienden rechazando los elementos que la desintegración de las clases burguesas está empujando masivamente hacia el socialismo. La socialdemocracia siempre ha afirmado que representa, junto con los intereses de clase del proletariado, la totalidad de las inspiraciones progresivas de la sociedad contemporánea y los intereses de todos los oprimidos por la dominación burguesa. Esto no debe entenderse en este sentido solamente que este conjunto de intereses está incluido idealmente en el programa socialista. El mismo postulado se traduce en realidad por la evolución histórica, partido político, el refugio natural de todos los elementos insatisfechos, y por lo tanto el partido de todo el pueblo contra la minúscula minoría burguesa que tiene el poder.


Solo que, es necesario que los socialistas siempre sepan cómo subordinar a los fines supremos de la clase trabajadora todas las angustias, los rencores, las esperanzas de la multitud abigarrada que les llega. La socialdemocracia debe abrazar el tumulto de la oposición no proletaria en el marco de la acción revolucionaria del proletariado y, en una palabra, asimilar los elementos que vienen a ella.


Esto solo es posible si la socialdemocracia ya es un núcleo proletario fuerte y políticamente educado, lo suficientemente consciente como para poder, en lo que va de Alemania, capacitar a los contingentes de superados y pequeñoburgueses del partido. En este caso, un mayor rigor en la aplicación del principio de centralización y una disciplina más severa, formulados explícitamente en los Artículos del Estatuto, pueden ser una salvaguardia efectiva contra las diferencias oportunistas. Luego, existen todas las razones para considerar la forma de organización prevista por el Estatuto como un sistema de defensa dirigido contra el asalto oportunista; Es así como el socialismo revolucionario francés se defendió contra la confusión jaurista; y una enmienda similar al estado de la socialdemocracia alemana sería un paso muy oportuno. Pero incluso en este caso, uno no debe considerar el estatus como un arma que, de alguna manera, sería suficiente para sí misma: es solo un medio supremo de coerción para hacer que la voluntad de la mayoría proletaria sea exigible. Que en realidad predomina en el partido. Si faltara esta mayoría, las sanciones más terribles sobre el papel serían ineficaces.


Sin embargo, esta afluencia de elementos burgueses está lejos de ser la única causa de las corrientes oportunistas que se manifiestan dentro de la democracia social. Otra fuente se revela en la esencia misma de la lucha socialista y en las contradicciones inherentes a ella. El movimiento universal del proletariado hacia su emancipación integral es un proceso cuya peculiaridad radica en el hecho de que, por primera vez desde que existe la sociedad civilizada, las masas populares afirman su voluntad conscientemente y contra todas las clases dominantes, mientras que la realización de esta voluntad es posible solo más allá de los límites del sistema social en vigor. Pero las masas pueden adquirir y fortalecer en sí mismas esto solo en la lucha diaria con el orden constituido, es decir, dentro de los límites de este orden. Por un lado, las masas populares, por otro lado, una meta colocada más allá del orden social existente; Por un lado, la lucha diaria, y por el otro, la revolución, estos son los términos de la contradicción dialéctica en la que se mueve el movimiento socialista. De ello se deduce que debe proceder entrelazando constantemente entre dos escollos: uno es la pérdida de su carácter de masa, y el otro, la renuncia al objetivo final; la recaída al estado de una secta y la transformación en un movimiento de reformas burguesas. 
Por eso es una ilusión contraria a las enseñanzas de la historia querer arreglar de una vez por todas la dirección revolucionaria de la lucha socialista y garantizar para siempre al movimiento obrero cualquier desviación oportunista. Sin duda, la doctrina de Marx nos proporciona medios infalibles para denunciar y combatir las manifestaciones típicas del oportunismo.


Pero el movimiento socialista es un movimiento de masas y los escollos que aguardan, ya que se trata de productos, no de artificios insidiosos, sino de condiciones sociales inevitables, es imposible evitar la posibilidad de oscilaciones oportunistas de antemano. Es solo por el mismo movimiento que podemos superarlos sin la ayuda, por supuesto, de los recursos ofrecidos por la doctrina marxista, y solo después de que las diferencias en cuestión hayan tomado una forma tangible en la acción práctica.

Karl Marx: El 18 Brumario De Luis Bonaparte (Escrito: Diciembre de 1851 - marzo de 1852)

Considerado desde este punto de vista, el oportunismo aparece como un producto del movimiento obrero y como una fase inevitable de su desarrollo histórico. En particular, en Rusia, donde ayer nació la socialdemocracia y donde las condiciones políticas en las que se forma el movimiento obrero son extremadamente anormales, el oportunismo es, en gran medida, el resultado del inevitable ensayo y error y los intentos de experimentos. En medio de lo cual la acción socialista se abre paso en un terreno diferente a cualquier otro.



Si esto es así, solo podemos encontrar aún más. Sorprendentemente, la pretensión de excluir la posibilidad misma de cualquier forma de oportunismo inscribiendo ciertas palabras en lugar de otras en el estado de la Parte. Tal intento de exorcizar el oportunismo mediante un trapo de papel puede ser perjudicial para el punto más alto, no para el oportunismo, sino para el movimiento socialista como tal. Al detener las pulsaciones de una vida orgánica saludable, el cuerpo se debilita y se reduce su resistencia, así como su espíritu combativo, no solo contra el oportunismo, sino también, lo que también debería tener cierta importancia, contra el orden social existente Los medios propuestos se vuelven contra la portería.


En este deseo temeroso de establecer la administración fiduciaria de un Comité Central omnisciente y omnipotente, de preservar un movimiento obrero, tan prometedor y lleno de savia, de algunos errores, creemos que podemos discernir los síntomas de este mismo subjetivismo que ya ha ocurrido. Jugó más de un truco al pensamiento socialista en Rusia [2] . Es realmente divertido ver las extrañas piruetas que la historia ha hecho al respetable "sujeto" humano en su propia actividad histórica. Aplastado y casi reducido a polvo por el absolutismo ruso, el yo se venga en que, en su pensamiento revolucionario, se sienta en el trono y se proclama todopoderoso, en forma de un comité de conspiradores, en nombre de una "Voluntad del Pueblo" inexistente [3]Pero el "objeto" resulta ser el más fuerte y el nudo pronto triunfa porque es él quien representa la expresión "legítima" de esta fase del proceso histórico.




Finalmente, vemos en el escenario un hijo aún más legítimo del proceso histórico: el movimiento obrero ruso; Por primera vez, en la historia rusa, sienta las bases para la formación de una verdadera voluntad popular. Pero aquí está el ego. El revolucionario ruso se apresura a hacer piruetas en su cabeza y, una vez más, se proclama a sí mismo el líder todopoderoso de la historia, esta vez en la persona de su alteza el Comité Central del Movimiento Socialdemócrata del Trabajo. El hábil acróbata ni siquiera se da cuenta de que el único "tema" al que hoy pertenece el papel del líder es el "yo" colectivo de la clase trabajadora, que reclama resueltamente el derecho a cometer errores y Aprender a sí mismo, la dialéctica de la historia. Y finalmente, digámoslo sin rodeos: los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son históricamente infinitamente más fructíferos y más valiosos que la infalibilidad del mejor "Comité Central".




1.    Ir↑ artículo publicado en 1904 en la Iska , órgano de la socialdemocracia rusa, y la Neue Zeit , la revista teórica de la socialdemocracia alemana con el título: "Temas de organización de la socialdemocracia rusa".
2.    Saltar arriba↑ El "método subjetivo" está en la base de las doctrinas socialistas desarrolladas por Pierre Lavrov y Nicolas Mikhailovsky, maestros altamente respetados del Partido Socialista Revolucionario.
3.    Jump up↑ Sabemos que el pequeño grupo de conspiradores que, desde 1879 hasta 1883, lucharon contra el zarismo mediante una serie de ataques y lograron matar a Alejandro II (en marzo de 1881) fue llamado: el partido de la Voluntad del pueblo "



MASA Y CHEFS [1]


Una vez más, la actitud de la prensa burguesa en su conjunto ante lo que está sucediendo en nuestro Partido nos muestra cómo el instinto de clase triunfa infaliblemente sobre todas las diferencias en la superficie de los partidos burgueses. Una vez más, los liberales nacionales y el centro católico, monseñor Oertel, que glorifica el nudo en su Deutsche Tageszeitung y la Gazette de Voss, están de acuerdo con él. ; Todos derramaron sus lágrimas de júbilo por las desgracias de la socialdemocracia. Algunos se regocijan al ver que los socialistas se "separan"; ¿No se había predicho siempre que la democracia social, contra la cual todos los remedios de la farmacia burguesa habían resultado impotentes, terminaría "devorándose a sí misma"? Los otros están satisfechos con las desventuras experimentadas por algunos "académicos", miembros del Partido Socialista; Prueba definitiva (según ellos) del abismo que separa al "hombre cultivado" de la "masa ciega" y la imposibilidad de cruzar este abismo sin "romperle el cuello". Y otros no están contentos, porque al final los socialistas ya no podrán mirar magníficamente el mundo burgués, ya que la corrupción se ha asentado en el país "como lo hace en el país". Y con una sola voz, retomamos el coro: ¡es sobre el halo, la fascinante radiación que rodea al Partido Socialista! Terminado para siempre.


La comedia de este júbilo está bien interpretada. Tanto que un periódico del Partido fue capturado y, con un gran suspiro patético, comenzó a implorar al Partido que se recuperara, aunque solo fuera para dejar de ofrecerle al adversario. Temas de satisfacción.


Y, sin embargo, es suficiente no ser muy sordo para distinguir en este concierto estridente y ostensiblemente feliz las notas de una amarga decepción, una rabia contenida. Precisamente la simpatía que la prensa burguesa nunca deja de prodigar a los dos o tres "hombres cultos" abusados ​​por una horda bárbara, y sus indignadas invectivas contra la "misa ciega" que se atrevió”.  El levantamiento contra los académicos ", nos muestra claramente la herida que el Partido no temía desatar.


Sin duda, los círculos burgueses de hoy pueden considerar como ridículo y bárbaro exageración el gran ruido que surgió entre los socialistas acerca de las "insignificancias" que en cualquier partido burgués habríamos liquidado con un encogimiento de hombros y una mirada. augur. Para estos círculos, es sin duda grotesco ver a un grupo de tres millones de hombres adultos moviéndose sobre algunas "faltas de sinceridad", cuyo total representa, en comparación con la suma de mentiras que un conservador debita en uno de sus discursos electorales, casi lo que representa la luz de una rata de bodega en comparación con el sol del mediodía.


¡El conflicto con el revisionismo ahora ha resultado en preguntas de personas, preguntas humillantes de personas! No podemos negarlo, nos vemos obligados a admitirlo con profunda contrición. Aquí estamos: no estamos en la misma situación conveniente que los liberales nacionales o el centro, los escuderos prusianos o los demócratas, para quienes la corrupción política y el arte de engañar a las masas son los fundamentos mismos de su La existencia política, gracias a la cual las pequeñas infamias individuales desaparecen en la acción general como una gota de agua en el océano.


Además, un instinto de clase muy seguro se revela en la gran ira de la burguesía. Este levantamiento de la masa proletaria contra casos aislados de corrupción entre los "académicos" irrita extremadamente a la burguesía porque percibe el aspecto más pernicioso, para ellos, del movimiento obrero moderno, a saber, el cambio radical que el social La democracia ha traído durante medio siglo la relación entre la "masa" y los "líderes".


La palabra de Goethe sobre "la odiosa mayoría", que estaría formada por unos pocos impulsores vigorosos, un buen número de bribones que se adaptan, los débiles que se dejan asimilar y la "masa" que "trota" sin saber en lo más mínimo, lo que ella quiere, "esta palabra por la cual los burgueses desearían caracterizar a la masa socialista, es solo el esquema clásico de las" mayorías "en los partidos burgueses. En todas las luchas de clase pasadas que se llevaron a cabo en beneficio de las minorías, y donde, para hablar con Marx, "todo el desarrollo tuvo lugar en oposición a la gran masa popular", una de las condiciones esenciales de La acción fue la inconsciencia de la masa en cuanto a los verdaderos objetivos, el contenido material y los límites de este movimiento.


Pero, como Marx ya escribió en 1845, "con la La profundidad de la acción histórica aumentará el volumen de la masa involucrada en esta acción. La lucha de clases del proletariado es la más "profunda" de todas las acciones históricas que han tenido lugar hasta ahora, abarca todos los estratos inferiores de la gente, y como existe una sociedad dividida en clases, es La primera acción que corresponde al interés de la masa.


Esta es la razón por la cual la inteligencia propia de la masa en cuanto a sus tareas y medios es para la acción socialista una condición histórica indispensable, al igual que la inconsciencia de la masa fue anteriormente la condición de las acciones de las clases dominantes.


Por esto, se suprime la oposición entre los "líderes" y la mayoría que "trota en su estela", se revierte la relación entre la masa y los líderes. El único papel de los llamados "líderes" de la socialdemocracia es iluminar a las masas sobre su misión histórica. La autoridad y la influencia de los "líderes" en la democracia socialista solo aumentan en proporción al trabajo educativo que realizan en esta dirección. En otras palabras, su prestigio e influencia aumentan solo en la medida en que los líderes destruyen lo que hasta ahora ha sido la base de cualquier función de los gobernantes: la ceguera de la masa, en la medida en que se despojan de ellos, su calidad de líderes, en la medida en que hacen de la masa el líder, y de ellos mismos los órganos ejecutivos, de la acción consciente de la masa. La "dictadura" de un Bebel, es decir, su inmenso prestigio e influencia, se basa únicamente en el inmenso esfuerzo que ha hecho para que la masa sea políticamente importante. Y Bebel recoge los frutos de este largo esfuerzo hoy que la masa sigue con entusiasmo, en la medida en que expresa, como hoy, la voluntad y el pensamiento de esta masa. Sin duda, la transformación de la masa en un "líder" seguro, consciente y lúcido, la fusión de sueños de Lassalle de la ciencia con la clase trabajadora, es y puede ser solo un proceso dialéctico, ya que El movimiento obrero absorbe continuamente nuevos elementos proletarios, así como desertores de otros estratos sociales. Sin embargo, tales y tales seguirán siendo él se basa únicamente en el inmenso esfuerzo que ha hecho para que la masa sea políticamente importante. Y Bebel recoge los frutos de este largo esfuerzo hoy que la masa sigue con entusiasmo, en la medida en que expresa, como hoy, la voluntad y el pensamiento de esta masa.


 Sin embargo, tales y tales seguirán siendo él es y puede ser solo un proceso dialéctico, ya que el movimiento obrero absorbe nuevos elementos proletarios ininterrumpidos, así como desertores de otros estratos sociales. Sin embargo, tales y tales seguirán siendo el Tendencia dominante del movimiento socialista: la abolición de los "líderes" y la masa "dirigida" en el sentido burgués, la abolición de este fundamento histórico de toda dominación de clase.


Sin embargo, sería un insulto para las criaturas de los antiguos campeones de la libertad burgueses querer asimilarlos a los "líderes" de los partidos burgueses de hoy.

El desarrollo de la socialdemocracia ha tenido profundas repercusiones en las relaciones entre masas y líderes también fuera de la lucha de clases proletaria, en los propios círculos burgueses. El movimiento de clase de la burguesía ascendente se basó no solo en la inconsciencia de las masas populares en cuanto a los verdaderos objetivos de la acción emprendida, sino todavía, en gran medida, sobre la confusión de los jefes mismos. Ahora que los verdaderos intereses de las masas han quedado al descubierto, la burguesía solo puede retener los votos de las personas al ocultar deliberadamente sus propias aspiraciones de clase y los intereses de las personas que se oponen a ellas. Los tribunos de las revoluciones burguesas de antaño eran líderes del pueblo en virtud de una auto-ilusión histórica. Karl Bachem ("líder" de los católicos), Ernst Bassermann (líder de los liberales nacionales), Eugene Richter (líder de los demócratas), cuyas estipendias no cesan de trueno contra la "dictadura" de Bebel, son representantes del pueblo en virtud de una estafa política.


Ahora, si notamos que, entre todos estos partidos fundados en la mistificación metódica de la masa, los liberales superan a los demás por la vehemencia de sus diatribas sobre la "masa ciega" del partido socialista y sobre la rebelión de la "mano insensible". Contra el "Espíritu Santo de la Educación Superior", esto nos ofrece una prueba sorprendente del cambio que ha ocurrido durante medio siglo y en el contexto histórico y el estado de ánimo de estos caballeros.


Anteriormente, el hegeliano Bruno Bauer, que había roto con el movimiento radical de 1840, argumentaba contra los "portavoces liberales de la misa popular" de que el "verdadero enemigo del espíritu" residía "en la misa y no en otra parte”. Los "portavoces del liberalismo" de esa época vieron "al verdadero enemigo del espíritu", no en la misa, que tomó en serio su fraseología liberal, pero "en otros lugares" y precisamente en el reaccionario estado prusiano. Hoy, durante mucho tiempo, aliados a la reacción prusiana contra la masa popular, los "portavoces del liberalismo" ven en esta masa al "verdadero enemigo del espíritu". Sí, en esta masa que se ha apartado de ellos con desprecio y que conduce por su propia cuenta la lucha y contra la reacción prusiana y contra el liberalismo burgués.


¡Son demasiado verdes, las uvas! Desde que la burguesía fue liberada por sus votantes de las clases populares, que pasaban cada día en mayor número, bajo la bandera del socialismo, solo alimenta esta esperanza de impulsar a la clase obrera socialista, a través de El revisionismo, en los surcos de la política burguesa, para romper la columna vertebral de la lucha de clases y, por lo tanto, tomar un pequeño desvío para vengarse de las derrotas sufridas en el teatro de la historia.


Mientras duró esta esperanza, la masa socialista se apareció a la burguesía, capaz de adquirir "cultura" e "construcción" y gradualmente transformarse en una fuerza "civilizada". Y ahora esta misa ha demostrado ser salvaje y brutal hasta el punto de hacer una tortilla de todos los huevos puestos con tanta precaución por el cuco burgués en el nido socialista. Sin duda !Este desafortunado "rebaño ciego" ha sido dirigido por sus líderes y dictadores para cometer este acto indigno de seres civilizados.

Un toque de comedia no deja de iluminar esta imagen, pero admitimos fácilmente que el dolor experimentado por los gaiteros entubados esta vez, razones particularmente serias. Aunque los congresos anteriores han condenado solo manifestaciones aisladas de revisionismo teórico y práctico en Dresde y después de Dresde, el Partido no solo ha repetido y reforzado las convicciones anteriores, sino que ha puesto en evidencia otro aspecto del revisionismo: examinó su moral política y los vínculos personales con ciertos círculos burgueses que fluían de esta moral.


Puede ser que el artículo sobre "la moralidad del partido" (publicado por Georg Bernhard en el Zukunft)de Mr. Harden) es el resultado de circunstancias fortuitas y de ninguna manera caracteriza la conducta efectiva de todos los camaradas revisionistas. Pero quien haya reflexionado sobre los acontecimientos de estos últimos días, no podrá abstenerse de encontrar en este artículo la expresión adecuada de la moralidad del revisionismo, como corresponde a sus ideas con una lógica irresistible. Uno considera a la misa como un niño educado, a quien no se puede decir todo, a lo que, en su propio interés, incluso tiene derecho a ocultar la verdad, mientras que los "jefes", hombres de estado consumados Amasar esta arcilla suave para erigir el templo del futuro según sus propios grandes proyectos. Todo esto constituye la ética de los partidos burgueses y del socialismo reformista.


La aplicación práctica de esta forma de considerar las relaciones entre la masa y sus "líderes" es proporcionada por el jauressism en Francia y por las fantasías de la facción de Turati en Italia. Las "federaciones" autónomas y heterogéneas del partido Jauressist, la moción de Turati en el congreso de Imola, proponiendo abolir el Comité Central del Partido, todo esto no significa nada más que la disolución de la masa fuertemente organizada del Partido, por lo que, de director autónomo, esta masa se transforma en un instrumento dócil de los parlamentarios y se degrada hasta el estado de esta "masa ciega" que "trota detrás del jefe", "sin saber en lo más pequeño del mundo lo que quiere". O quién, si lo sabe, como en el Congreso de Burdeos, no tiene la fuerza para hacer que triunfe. Los diputados jauresistas incluso tienden a emanciparse del control y la influencia de las organizaciones del Partido, a las que están endeudados por sus escaños en el Parlamento y de apelar a las masas electorales amorfas y desorganizadas. Estas son las condiciones de organización de las relaciones entre la masa y los jefes, como el artículo de la Zukunft los defiende como una necesidad psicológica y como un estándar para cualquier movimiento popular.


El borrado de cualquier línea de demarcación en la base, entre la elite de los proletarios conscientes de la meta y la masa de personas no organizadas, corresponde, en la cumbre, a la supresión de las particiones entre los "líderes" del Partido y el medio burgués. El acercamiento entre parlamentarios socialistas y hombres de letras burguesas en el campo de las "humanidades".


Bajo los auspicios de la llamada "cultura" o "humanidades", estos diputados socialdemócratas se reunieron en agradables noches de invierno con periodistas burgueses para distraerse un poco de los "problemas profesionales" y la "vulgaridad" del juego político ". Al igual que en Pericles, todo lo que Atenas cuenta como eminente en política, arte, filosofía y literatura, para ascender, en perfecta libertad de espíritu, a los picos supremos de en una cervecería de Berlín, se ha pensado y refinado el hecho de que los estadistas de la socialdemocracia se mezclaran con mujeres elegantes y novelistas espirituales para rodear el moderno Pericles de Maximilian Harden. Durante unas horas exquisitas, nos olvidamos de la lucha bárbara de la lucha de clases y el fuerte olor de la plebe, intercambiando palabras sutiles sobre los hechos del día y las obras de arte. Las cabezas no fueron coronadas con coronas de rosas, y los vinos Samos y Mytilene fueron reemplazados por la cerveza común de Munich, pero el verdadero espíritu de la antigua amistad y la cultura más refinada no flotaron, menos como un halo ligero alrededor de este cenáculo elegido. Y es con una tolerancia, ya que solo los espíritus superiores saben cómo degustar y practicar, uno confió opiniones muy independientes y, a veces, también "información de detectives" sobre compañeros indeseables. "Todo estaba sucediendo como es costumbre entre las personas cultivadas", dijo el camarada Heine.[2] .


Y aquí viene el crudo puño del proletario, que carece por completo de comprensión de la cultura refinada y la era periclástica, para romper brutalmente todos estos "tiernos lazos de una humanidad sublime". Dolorosamente arrugados y horrorizados, las antenas que la sociedad burguesa había avanzado hasta el corazón mismo de nuestro Partido están obligadas a retirarse apresuradamente. Jastrow, el eminente economista, lo convierte en una enfermedad, la Gazette de Voss. Los liberales al servicio de Rudolf Mosse derraman oleadas de insultos; Tantas formas de confesar la pérdida de queridas esperanzas. La niebla revisionista se ha disipado, y ante los ojos de la burguesía, llena de rencor y odio, se levanta, tan inexpugnable y tan sólida como antes, la roca abrupta de los baluartes proletarios. El enorme abismo se reabrió entre ellos y el mundo burgués, y en lugar de una penetración pacífica, que los camioneros de una política traicionera esperaban, es a un asalto muy aleatorio y peligroso que es necesario pensar.

Ahora la conexión es clara entre los "eventos morales" de los últimos días y los métodos del reformismo. La alegría de un lado a otro sobre la brecha que separa el campo del proletariado de la de sus enemigos, el comercio amistoso establecido por la "crítica libre", las "efusiones libres" y la "colaboración libre" de los revisionistas para La prensa burguesa preparó el terreno, desde donde hemos visto, entre otras curiosas eflorescencias, la conspiración contra Mehring [3] . Se había establecido una endosmosis intelectual entre la socialdemocracia y el mundo burgués, y los jugos venenosos de la descomposición burguesa podían penetrar libremente en la circulación del cuerpo del partido proletario.


Hinc illæ lacrimæ . Aquí es de donde provienen las contorsiones de la prensa burguesa, que predice que de ahora en adelante la democracia social secará la afluencia de las simpatías "académicas" y "ilustradas". Un periódico liberal espera que el compañero Göhre (anteriormente pastor protestante) ahora entienda que se ve obligado a renunciar a su mandato como diputado, "la falta que cometió" al unirse a la democracia social [4] .


La mentalidad generosa de los liberales evidentemente concibe que uno puede "equivocarse" al adherirse al socialismo, ya que uno se equivoca en la Bolsa de Valores al especular con el café en lugar de especular con el algodón. Estas personas ni siquiera sospechan que, según este criterio de experto, admiten su hábito de poner la política al mismo nivel que la prostitución.


Pero si los académicos que vinieron a nosotros con esta mentalidad ahora decidieron abandonar nuestras filas, podríamos, con toda serenidad, verlos unirse a las sirenas liberales. Que los que son iguales se unan. Solo tememos que al querer aprovechar los equilibrios de la "casa rival" el pobre partido literal no tenga éxito en hacer negocios brillantes, sería sorprendente que los "académicos" dotados con el espíritu práctico que presupone nuestro liberal, Ir a prometer una fiesta en bancarrota.


En cuanto a nuestra misión intelectual, que los junkers tiemblan al vernos incapaces de llenarnos después de que la "mano insensible" tiene "insurgentes contra los académicos", podemos tranquilizar a estos hobereaux amantes de la cultura: pronto, y sinSi no les complace, la acción del socialismo para salvar a la civilización de las garras feudales prusianas se desarrollará con un vigor reforzado precisamente por la liquidación del revisionismo. La conexión íntima del movimiento socialista con el crecimiento intelectual se realiza no gracias a los desertores que vienen de la burguesía, sino a la elevación de la masa proletaria. Esta conexión no se basa en ninguna afinidad de nuestro movimiento con la sociedad burguesa, sino en su oposición a esta sociedad. Su finalidad es el objetivo final Del socialismo, la restitución de todos los valores de la civilización a la totalidad de la raza humana. Y cuanto más aumenta el carácter proletario de la socialdemocracia, más probable es que la civilización alemana se salve del abrazo de sus fanáticos feudales y que incluso Alemania se escape del tipo de anquilosis china donde mantenlo conservador.


Cuanto más urgente es la purga del Partido: es necesario suprimir los fenómenos de descomposición que se manifestaron durante el último brillo. Porque "con la profundidad" de esta "acción histórica", y en cierto sentido, esta es una acción histórica, veremos crecer el "volumen de la masa", que nos seguirá con confianza porque nuestra El campamento es el único que lucha por los verdaderos intereses de la clase obrera bajo un signo impecable.


1.    Volver arriba↑ Extracto de Obras completas de Rosa Luxembourg, vol.III, pp. 199-206. Este artículo apareció en el Neue Zeit , año XII (1903-1904), n ° 2, bajo el título: "esperanzas decepcionadas".
2.    Ir↑ Wolfgang Heine, que se convirtió en Ministro de Justicia en 1919.
3.    Jump up↑ Franz Mehring (1846-1919), el brillante y ferviente codirector del revolucionario Neue Zeit (y, durante la guerra, Espartacista) se unió al socialismo solo después de una larga carrera como periodista en las filas del nacionalismo. Recopilando citas de sus escritos antiguos y sazonándolos con cuentos escandalosos, los revisionistas intentaron retratar la mejor pluma del socialismo alemán como un aventurero corrupto.
4.    Ir↑ Paul Göhre se convirtió en Ministro de Cultos en Prusia, en 1919.

Friedrich Engels Carta a Franz Mehring (14 de julio de 1893)


[Libro] Carlos Marx Historia de su vida por Franz Mehring





LIBERTAD DE CRÍTICA Y CIENCIA [1]


En el conflicto con el oportunismo, está en juego la existencia misma de la socialdemocracia. "Esas tácticas (la del oportunismo)", dijo Bebel en Erfurt, "significarían para nuestro Partido exactamente lo mismo que romper la columna vertebral de un organismo vivo y pedirle que haga el mismo esfuerzo que 'antes. No toleraré romper la columna vertebral de la socialdemocracia, reemplazando su principio: la lucha de clases contra las clases ricas y contra el poder estatal, por una táctica aburrida y la búsqueda exclusiva de la socialdemocracia los llamados objetivos prácticos”.




Nada debería parecer más justificado que esta resistencia y este contraataque en respuesta a las pretensiones de oportunismo. Sin embargo, en los últimos tiempos se han hecho intentos de diversas maneras para desafiar el derecho del Partido a recurrir a la legítima defensa, y nos gustaría mostrar cualquier impropiedad con el oportunismo como impropiedad. Y esto sobre todo en nombre de la libertad de crítica, nos gustaría convencernos de que debemos dar a todos la libertad de criticar el programa y las tácticas de nuestro partido; incluso debemos agradecer a quienes, a través de sus críticas, traen un respiro de renovación a la vida del Partido.


Esta antífona, por la cual ahora intentamos defender a Bernstein, ya la hemos escuchado hace nueve años.


"¿Dónde está la libertad de opinión de la que te gusta hablar? Exclamó Georges Vollmar en el congreso de Erfurt, al verse combatido por Bebel. La independencia de pensamiento es para nosotros de la mayor importancia. Ahora, solo será posible si, aparte de cualquier calumnia, cada mentira, cada insulto, recibimos con gratitud y sin distinción de tendencia, opiniones expresadas por personas que pueden estar equivocadas, pero que solo tienen en mente la salvación de nuestro Partido. No hablo por mí mismo, pero de una manera general: es con alegría que debemos dar la bienvenida a nuevas ideas, ya que refrescan un poco del repertorio anticuado, la rutina de nuestra propaganda. "


Probablemente no haya otro partido para el cual la crítica libre e inquebrantable de sus propias fallas sea, tanto como para la socialdemocracia, una condición de existencia. A medida que debemos avanzar a medida que avanza la evolución social, la continua modificación de nuestros métodos, de la lucha y, en consecuencia, la crítica incesante de nuestra herencia teórica, son las condiciones de nuestro crecimiento. Sin embargo, no hace falta decir que la autocrítica en nuestro Partido no alcanza su objetivo de servir al progreso, y solo podemos felicitarnos por ello si se dirige hacia nuestra lucha. Cualquier crítica que contribuya a hacer que nuestra lucha de clases sea más vigorosa y consciente para lograr nuestro objetivo final merece nuestra gratitud. Pero una crítica tendiente a degradar nuestro movimiento.


¿Qué diríamos si nos ofrecieran "refrescar nuestro repertorio envejecido" con un toque de agitación antisemita? No es por expresiones de reconocimiento, sino por "hola! Indignados de que nuestros compañeros agradecerían tal variación. ¿Pero es el militarismo defendido por Schippel [2] menos en flagrante contradicción con nuestro programa que el antisemitismo?


Si damos la bienvenida con igual benevolencia a todas las "críticas", tanto la que nos mueve hacia nuestra meta como la que nos aleja de ella, no seríamos un partido de combate, sino una asociación de personas comunicativas, que, después de haber Embárcate con mucho ruido para una caminata grandiosa, descubre que no tiene una ruta precisa y que al final podría acercarse a cualquier parte, e incluso ceder ante los sabios "consejos" para abandonar la aventura.


Esto es lo que es. Por muy grande que sea nuestra necesidad de autocrítica, y no importa cuán amplios seamos, debe haber un mínimo de principios que constituyan nuestra esencia y nuestra propia existencia, la base de nuestra cooperación como miembros de nuestra sociedad, un partido. En nuestras propias filas, la "libertad de crítica" no puede aplicarse a estos principios, pocos y muy generales, precisamente porque son la condición previa para toda actividad en el Partido y, por consiguiente, también de cualquier crítica ejercida sobre el lugar de esta actividad. No tenemos que bloquear nuestros oídos cuando estos mismos principios son criticados por alguien ajeno a nuestro Partido. Pero mientras los consideremos como el fundamento de nuestra existencia como partido, debemos permanecer apegados a él y no dejar que nuestros miembros lo vean afectado. En este sentido, solo podemos otorgar una libertad: pertenecer o no a nuestro Partido.


No obligamos a nadie a caminar en nuestras filas, pero si alguien lo hace voluntariamente, debemos asumir que ha aceptado nuestros principios.


De lo contrario, si cuestionamos todos los días los fundamentos de nuestro programa y nuestras tácticas, no veríamos por qué los anarquistas, los "nacional-sociales" (del pastor Naumann), los defensores de la "reforma moral" no serían admitido en el Partido en nombre de "libre crítica", ya que no habría nada sólido, intangible o delimitado en nuestra constitución. Es cierto que entonces dejaríamos de ser un partido político distinto de los demás partidos por ciertos principios.

Así, la libertad de crítica encuentra sus límites prácticos en nuestra esencia misma como partido político. Lo que constituye el más limpio de nosotros: la lucha de clases, no puede ser objeto de una "crítica libre" en el Partido. No podemos suicidarnos en nombre de la "libertad de crítica". Pero el oportunismo, como bien dijo Bebel, tiende a romper nuestra columna vertebral; Por eso destruirnos como partido de la lucha de clases.


Finalmente, la maniobra suprema de los partidarios de Bernstein consiste en presentar los problemas en discusión como si fueran "científicos", complicados y difíciles, que si los compañeros comunes los juzgaran, o incluso decidieran, demostraría Una presunción increíble. Pero los diseños que están ocultos bajo esta evocación especiosa de "pobreza mental" son tan transparentes que no es necesario ser "aprendido" para descubrir la trama.


Un congreso socialista no tiene que deliberar sobre los problemas puros de la ciencia y la teoría, sino sobre una serie de cuestiones puramente prácticas relacionadas con los principios y las tácticas del Partido.

El próximo congreso tendrá que abordar el tema del militarismo y la milicia [3] . Realmente tomaría un montón de insolencia para decirles a los trabajadores que en la discusión de esta pregunta es la "investigación científica" del camarada Schippel sobre el militarismo.


Si él estuviera en la Fiesta de los ingenuos para aceptar esta forma de ver las cosas, solo podríamos decir: ¡pobre Stegmuller! (Miembro del Partido Socialdemócrata de la Dieta de Baden, Stegmuller votó por fondos para la construcción de iglesias y fue condenado por el Partido). Por lo tanto, todavía estaría aquí hoy, callado y honrado, si hubiera tenido el ¿La idea de apoyar sus acciones por un artículo aprendido en el Sozialistische Monatshefte? ¿Quién se atrevería a ofenderse ante una disertación científica sobre la utilidad de la arquitectura religiosa? "

De hecho, la campaña de Schippel contra nuestra afirmación de la milicia no puede ser tratada más desde un punto de vista científico que los votos de Stegmuller. En su artículo (en "Federico Engels y el sistema de la milicia" en el Neue Zeit , 1898-1899 año n huesos19 y 20), Schippel simplemente trató de mostrarnos que la milicia popular, cuya institución siempre ha sido uno de los puntos más importantes de nuestro programa político, es técnicamente inviable, indeseable por razones políticas, económicamente costoso, mientras que el militarismo actual es tan indispensable como beneficioso para el bienestar de la nación. Es un rechazo brutal de toda acción parlamentaria e incluso de toda la agitación del Partido, que hasta ahora se ha centrado en la lucha contra el militarismo. Si, bajo el pretexto de la libertad de la ciencia, se negara al Partido el derecho a pronunciarse sobre un ataque de este tipo sobre sus principios fundamentales, sería el abuso más descarado que se haya hecho jamás del nombre de "ciencia". Para "rellenar los cráneos".


Igual de práctico, y no "científico", son las preguntas enumeradas en el punto 5 de la agenda del próximo congreso y que se refieren a las tácticas del Partido.


Es de esperar que las tácticas practicadas en las elecciones a la dieta bávara no se presenten como una cuestión científica, inaccesible para el juicio de los delegados. También en la obra de Bernstein, hay dos partes: una, teórica, donde Bernstein expone su opinión crítica sobre la teoría del valor, las crisis, la concepción materialista de la historia; y el otro, práctico, donde trata con sindicatos, cooperativas, políticas coloniales y actitud hacia el estado actual, así como hacia los partidos burgueses.


La primera parte, obviamente, no es competencia del Congreso del Partido; nadie ha pensado nunca que el Congreso vote sobre la teoría del valor o la de las crisis. Pero la segunda parte, las manifestaciones prácticas de la teoría de Bernstein, desarrolladas en palabra y obra por Vollmar, Schippel,Heine, etc., esta segunda parte debe ser objeto de una votación del congreso. La masa del Partido tiene el derecho y el deber de decidir las tácticas que el Partido debe seguir con respecto al Estado y la burguesía. Cualquiera que le niegue este derecho afirmaría que le asigna el papel humillante de un rebaño inconsciente.


De vez en cuando, en nuestro Partido sucede que los militantes de la base, poco conocidos, son severamente falsificados, incluso excluidos del Partido, por fallas de las cuales se les hace culpables solo por su educación insuficiente. ¿Las fallas más serias de camaradas distinguidos deben quedar impunes porque estos compañeros saben cómo sazonarlos con una salsa "teórica"? Si fuera así, ¿no se diría que en nuestro Partido también, los grandes ladrones ahorran a los pequeños?


La libertad de crítica y la santidad de la "investigación científica" deben permanecer intangibles. Pero precisamente porque la crítica del grupo de Bernstein ha tenido todo el tiempo y la latitud para practicar hasta el punto en que su verdadero carácter y tendencias ya no son un misterio para nadie, ha llegado el momento del Partido, en como cuerpo político, para tomar una posición en contra de los resultados de esta crítica y para declarar: esta crítica es una teoría del estancamiento, para la cual no hay espacio, en nuestras filas.


1.    Saltar↑ Extracto del vol. III de las Obras completas de Rosa Luxemburg (editadas por Clara Aetkin y Adolph Warski), pp. 173-177. El artículo forma parte de una serie publicada en el periódico Leipziger Volkszeitung , en septiembre de 1899.
2.    Ir↑ Max Schippel (nacido en 1853), uno de los teóricos de la "revisonnisme" enSozialistische Monatshelle , apoyó el Congreso de Hamburgo (1897) la tesis de que el sistema militar prusiano era preferible a la de la "milicia", incluido en el programa de la fiesta.
3.    Jump up↑ Este fue el congreso anual del Partido Socialdemócrata Alemán que se iba a celebrar en Hanover en octubre de 1899, y en la agenda del cual apareció (tema 6) la cuestión de los militares y la sustitución de un Milicia popular en el ejército permanente.
























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