miércoles, 3 de abril de 2019

El 8 de marzo: un día que no puede ser de todas las mujeres






20/03/2019    Tita Barahona




"El 8M no necesita ser transversal porque es internacionalista; la solidaridad de clase es su principal motor"

En las manifestaciones del pasado 8 de Marzo, que, como se sabe, fueron de nuevo organizadas, junto a la huelga feminista, por la Comisión 8-M, se vio a algunas manifestantes increpando a otras que portaban banderas rojas: "¿Qué hacéis vosotras aquí?", "Esto es transversal".




Esa misma pregunta podríamos hacérsela, esta vez con fundamento, a las empresarias que la alcaldesa de Madrid sentó a su mesa en ese día tan señalado "para todas las mujeres", que recuerda mucho a los saraos que montaba la Junta de Damas de Honor y Mérito en siglos pasados. Se la haríamos igualmente a las ejecutivas y banqueras, a las Anasrrosas y las profesionales de elite, a la reina y a las mismas que espetaron "¿Qué hacéis vosotras aquí?". No al resto, que seguramente tenían legítimos motivos para manifestarse y conocimiento de lo que ello representa.

El 8 de Marzo existe porque en 1910 la Conferencia de Mujeres Socialistas, sección de la Internacional, la propuso como fecha conmemorativa de la lucha de las trabajadoras por el socialismo (la bandera roja es su símbolo, por si alguien no lo sabe). El 8 de Marzo nació como fiesta del trabajo -como el 1 de Mayo-, para ser liderada por las mujeres de clase trabajadora, el "batallón de modistillas", no por la elite de las empresarias de la moda que las explotan y no están en absoluto interesadas en acabar con esta situación. Históricamente, han sido las organizaciones de clase trabajadora -socialistas, comunistas y anarquistas- las que más han contribuido al avance de la lucha por la emancipación femenina. De ello hay montones de evidencia.


Llevan, sin embargo, varias décadas intentando borrar nuestra historia -o, peor, cooptarla- como parte de una ofensiva generalizada contra la clase trabajadora y sus tradiciones, que tomó impulso durante la década de los 70 en los países del centro capitalista. Así, mientras en los despachos de políticos, patronal y sindicatos se concertaba ir limando derechos adquiridos a la masa laboral, en los círculos intelectuales se creaban herramientas ideológicas para ir limando, a su vez, el concepto y la conciencia de clase, incluso la propia idea de sociedad -no digamos de socialismo. Se trataba de fragmentar a la sociedad y en particular a la clase trabajadora en un crisol de identidades individuales. Se trataba de cambiar el lenguaje para que cambiara nuestra forma de pensar, mientras todo seguía igual e iba a peor. En este contexto, no puede sorprender que, en 1975, la ONU proclamara conmemoración oficial el 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer. A la trabajadora la arrojaban del pedestal, aunque por un tiempo hizo resistencia en las capas populares.









Dos años después, en 1977, se celebraron en Madrid las Primeras Jornadas de la Mujer Trabajadora, cuyas actas se editaron. No vendría mal a muchas y muchos la lectura de lo que constituye un importante testimonio de nuestra historia reciente. Estuvieron organizadas por el Movimiento Democrático de Mujeres/Movimiento de Liberación de la Mujer, asociado al PCE. Hubo un partido político detrás, en efecto. En la actualidad también los hay, no uno sino varios, en la Huelga de Mujeres del 8-M y su Comisión organizadora, todos en la órbita de la socialdemocracia transmutada en social-liberalismo. No sacan sus banderas, no les hace falta, ya tienen el color morado y hasta el nombre de la marca electoral en femenino (que equiparan a feminista).



No ha habido Segundas Jornadas de la Mujer Trabajadora. El motivo, aunque no puede llamar a extrañeza, sería largo de explicar. Pero hay y habrá organización de trabajadoras que las convocará, a pesar de que, con toda probabilidad, no se anunciará en la prensa ni saldrá en los telediarios.


En los años 90 todavía coleaba la confusión entre Día de la Mujer y Día de la Mujer Trabajadora. A una consejera de la Comunidad de Madrid, del PP, se le preguntó al respecto en una entrevista televisada, y respondió que eso de trabajadora venía a ser una redundancia, porque "todas las mujeres somos trabajadoras". Lo decía una señora de la alta burguesía, con chófer y un nutrido servicio doméstico en su casa. Esa apropiación del adjetivo "trabajadora" por parte de quienes nunca han tenido que vender su fuerza de trabajo para subsistir, ni se han ocupado personalmente del trabajo reproductivo, posee la finalidad de uniformar a las mujeres, borrando las diferencias de clase que nos atraviesan.


Ahora, una vez hecho el milagro mediático de convertir "el feminismo" en un fenómeno de masas, vaciado de contenido crítico y puesto a la venta en baratillos de lujo (como los que organizan las damas del madrileño barrio de Salamanca por Navidad), políticas de altos vuelos del PP y, sobre todo, Ciudadanos, se apuntan sin problema a versiones propias de la ola violeta "transversal" -es decir, interclasista-, que parece puede dar réditos electorales. El PSOE no podía faltar a la fiesta. Su secretario general, Pedro Sánchez, ha dicho que las políticas sociales del actual gobierno -que sólo él sabe dónde están- son "la opción política que mejor se identifica con movimientos transversales como el que este 8 de marzo sacó a cientos de miles de españoles a la calle" (1). Y más supuestamente a la izquierda, se celebra que esta haya sido "la segunda huelga general completa en España"; una huelga, de la que no se dan cifras, que ni ha sido completa ni general; y un discurso, el de que "el feminismo puede construir un mundo en el que las vidas se sitúen en el centro de la acción política", absolutamente vacío (2). Si este es el movimiento revolucionario, la clase capitalista puede dormir tranquila.


Pero es el protagonismo que "la derecha" ha asumido en esta última edición del 8-M lo que disgusta realmente al bando de la autoproclamada izquierda, que ahora diferencia entre ese que llama "feminismo liberal" -que, por otro lado, siempre ha existido- del suyo, que es alegadamente "revolucionario" y está al lado de las que sufren. Aunque con mucho más de liberal que de feminista, ese "feminismo liberal" o "neoliberal", que tanto critican Irene Montero y epígonas, tiene largo recorrido en los Estados Unidos y un claro referente, Hillary Clinton. También llamado "corporate" o "leaning in feminism", cuenta asimismo con una oposición que está tomando fuerza, ahora que el feminismo de elite está cada vez más desprestigiado y que figuras de corte fascistoide llegan a las presidencias. Esta oposición se llama Feminismo del 99%, del que trataré en otro lugar. Pero adelanto que ya tiene versiones españolas en artículos y libros, así como adhesiones públicas entre las que figuran cabezas de la Comisión 8-M. Parece, por tanto, que por ahí discurrirán los raíles en adelante (3).


Es reseñable y no casual que, paralelamente, aquí y en otras latitudes, los mismos partidos que aúpan la Huelga Feminista estén difundiendo la consigna de que "el feminismo es actualmente la única fuerza organizativa capaz de parar al fascismo". El fascismo que siempre ha estado ahí, por cierto, y al que ahora los medios corporativos han puesto cara, subido a un caballo y paseado por los platós, agitándolo como espantajo con el que asustar y dirigir al electorado hacia el "mal menor". Ya hay también un libro en el mercado sobre el tema, debidamente publicitado en los medios (4). Y gente haciendo caja no falta. La ola violeta no es sólo un caladero electoral, sino también fuente de beneficio para la constelación de empresas multi-media y académicas que engrasan la maquinaria del 8-M.

Los partidos social-liberales necesitaban un Trump y un Bolsonaro para desviar la atención del que es nuestro principal enemigo: la clase capitalista, que hoy se viste de demócrata y mañana de fascista, lo que convenga en cada coyuntura para su único fin: acumular. Para frenar esto y darle la vuelta no podemos contar, obviamente, con las fascistas, que no son pocas, ni con la parte femenina de la patronal, ni con esas clases medias profesionales y gerencialistas que viven muy bien en este sistema. Únicamente la clase trabajadora organizada -mujeres y hombres- podría parar los pies a la explotación y las múltiples opresiones que sólo una parte padece. Por eso es importante defender el 8 de Marzo como Día de la Mujer Trabajadora, como jornada reivindicativa y de lucha que no necesita ser transversal porque es internacionalista; la solidaridad de clase es su principal motor, sin distinción de colores, procedencias, géneros o preferencias sexuales. Y en este día las banderas rojas pueden ondear junto a las moradas, arcoiris y todas las que no representan los intereses de la burguesía.
Marzo de 2019.
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Notas:

(2) https://www.elsaltodiario.com/huelga-feminista/8-de-marzo-de-2019-el-feminismo-es-imparable Este triunfalista editorial incluye algunas afirmaciones demenciales, como que la movilización feminista va contra "un esencialismo que nunca existió realmente, basado en el sujeto del hombre revolucionario de pelo en pecho".

(3) En este 8 de marzo se ha publicado simultáneamente en varios países y en 13 idiomas el Manifiesto para un feminismo del 99%, escrito por Cinzia Arruza, Nancy Fraser y Tithi Bhattacharya. Pero parece que hay otra versión española que presentó Clara Serra en las pasadas Jornadas Feministas organizadas por la revista CTXT, en la que ella misma aporta un capítulo.

(4) María Eugenia Rodríguez Palop, Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha, libro que se presentó el 11 de marzo, junto a la directora de Público, Ana Pardo Vera, y Cristina Fallarás, en el Espacio Eco Centro de Madrid: https://www.publico.es/sociedad/maria-eugenia-r-palop-comun-feminismo-extrema-derecha.html







Juan Andrade. El antifascismo genérico encubre la confusión política


Juan Andrade. Alianza Revolucionaria


Rosa Luxemburgo: Sufragio femenino y lucha de clases (1912), La mujer proletaria (1914). Cuestión de táctica [Sobre Bélgica] 4 de abril 1902



Feminismo emancipador o revolucionario. Las mujeres revolucionarias de la clase trabajadora contra el feminismo burgués. El origen del 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora.
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