Diferentes fuentes del segundo libro
de El Capital de Karl Marx.
La edición
del Fondo de Cultura Económica traducida por Wenceslao Roces, en un archivo que
agrupa los tres Libros de El Capital:
El Capital –
Libro II desde la pág. 514
En un solo libro
Karl Marx El
Capital tomo II: El proceso de circulación del Capital
El Capital
tomo II Karl Marx
No tiene
introducción de Engels, en el tomo II de El Capital
Traducción
de Pedro Scaron para la Editorial Siglo XXI
(Argentina y España año 1975):
El Capital –
tomo II: EL PROCESO DE CIRCULACION DEL CAPITAL
Karl Marx
“El Capital” editorial siglo XXI
Traducción
que hizo Manuel Sacristán para la Editorial Grijalbo.
El Capital –
Libro II
Prólogo
No era
empresa fácil preparar para la imprenta el segundo libro de El Capital,
consiguiendo, de una parte, que apareciese como una obra coherente y lo más
acabada posible y, de otra, como obra exclusiva del autor y no del encargado de
editarla. El gran número de versiones manuscritas existentes, fragmentarías la
mayoría de ellas, acumulaba nuevas dificultades. Solamente una, a lo sumo (el
manuscrito IV), ofrecía, hasta donde alcanzaba, una redacción lista para ser
entregada a la imprenta; pero la mayor parte de ella había quedado anticuada,
en cambio, por refundiciones de una época posterior. La gran masa de los
materiales, aun cuando elaborada y acabada en cuanto al fondo, no lo estaba con
respecto a la forma; aparecía redactada en ese lenguaje en que Marx solía
componer sus notas: en un estilo descuidado, familiar, salpicado de expresiones
y giros de crudo humorismo, de términos técnicos ingleses y franceses, y a
ratos con frases y hasta con páginas enteras en inglés: eran las ideas del
autor estampadas sobre el papel, en la forma en que se iban desarrollando en su
cabeza. Junto a partes expuestas en todo detalle, otras, no menos importantes,
apenas esbozadas: el material de hechos que había de documentar las
afirmaciones, reunido, pero apenas ordenado, y mucho menos elaborado; muchas
veces, al final de un capítulo, en la impaciencia por pasar al siguiente, un
par de frases nada más, simplemente esbozadas, como jalón del desarrollo
truncado del pensamiento; por último, la consabida letra, que a veces ni el
propio autor era capaz de descifrar.
Yo me he
limitado a reproducir lo más textualmente posible los manuscritos, variando el
estilo tan sólo en aquellos casos en que estaba seguro de que el propio Marx lo
habría hecho, e interpolando frases explicativas de nexo y de transición
exclusivamente en los casos en que ello era de todo punto necesario y en que,
además el sentido estaba perfectamente claro. Las frases cuya interpretación
sólo ofrecía una duda muy remota, he preferido reproducirlas al pie de la
letra. Las refundiciones e interpolaciones introducidas por mí no llegarán, en
total, a más de diez páginas impresas, y tienen siempre un carácter puramente
formal.
La mera
enumeración de los materiales manuscritos legados por Marx para el libro II demuestra con qué tremendo rigor
con que severa actitud crítica para consigo mismo se esforzaba aquel hombre en
ahondar hasta la última perfección sus grandes descubrimientos económicos,
antes de darlos a la publicidad; esta actitud crítica para consigo mismo rara
vez le permitía adaptar la exposición, por su contenido y su forma, a su
horizonte visual, que los nuevos estudios iban ampliando constantemente. Veamos
ahora cuáles son estos materiales:
En primer
lugar, un manuscrito titulado "Contribución a la crítica
de la economía política", 1,472 cuartillas en cuarto en 23 cuadernos, escrito de agosto de
1861 a junio de 1863. Es la continuación del primer cuaderno del mismo título
publicado en Berlín en 1859. Trata hasta agotarlos, en las cuartillas 1–220
(cuadernos I–V) y luego en las páginas 1,159–1,472 (cuadernos XIX–XXIII); los
temas de la conversión del dinero en capital que se
investigan en el libro I de la obra y es la primera versión
con que contamos acerca de estos temas. Las páginas 973–1,158 (cuadernos
XVI–XVIII) se ocupan del capital y la ganancia, de la cuota de ganancia, del
capital comercial y del capital–dinero; es decir, de temas que luego habrán de
desarrollarse en el manuscrito del libro III. En cambio, los temas tratados en el
libro II, al igual que muchos de los que se tratarán más tarde en el libro III,
no aparecen todavía agrupados de un modo especial. Estos temas son tratados de
pasada, sobre todo en la sección que forma el cuerpo principal del manuscrito:
páginas 220–972 (cuadernos VI–XV): "Teorías sobre la plusvalía." En
esta sección se contiene una historia crítica detallada de lo que constituye el
punto cardinal de la economía política: la teoría de la plusvalía, y junto a
ella desarrolla el autor, polemizando con sus antecesores, la mayoría de los
puntos que más tarde habrán de investigarse, de un modo especial y en su
concatenación lógica, en los manuscritos de los libros II y III. Es mi
propósito editar como libro IV de El Capital la parte critica de este manuscrito,
después de eliminar de él los numerosos pasajes incluidos ya en los libros II y
III. Este manuscrito es algo verdaderamente precioso, pero inutilizable para la
presente edición del libro II.
Viene luego,
por su fecha el manuscrito del libro III, escrito, por lo menos en su mayor
parte, en 1864 y 1865. Hasta que no hubo terminado, en lo esencial, este
manuscrito, Marx no acometió la redacción del libro I. del volumen primero de
la obra, publicado en 1867. Este manuscrito del libro III es el que me ocupo en
la actualidad de preparar para la imprenta.
Del período
siguiente –el posterior a la publicación del libro I–, tenemos, para el libro
II, una colección de cuatro manuscritos en folio, señalados por el propio Marx
con los números 1 al IV. El manuscrito 1 (150 páginas), que data probablemente
de 1865 ó 67, es la primera redacción independiente, aunque más o menos
fragmentaria, del libro II, en su orden actual. Tampoco de este manuscrito era
posible utilizar nada. El manuscrito III está formado, en parte por un conjunto
de citas y referencias a los cuadernos de extractos de Marx –la mayoría de
ellas relativas a la primera sección del libro II– y en parte por el estudio de
algunos puntos concretos y principalmente por la crítica de las tesis de A.
Smith sobre el capital fijo y el capital circulante y sobre la fuente de la ganancia;
figura en él, además, un estudio de la relación entre la cuota de plusvalía y
la cuota de ganancia, que pertenece al libro III. Las referencias han
suministrado pocos hallazgos nuevos, y las versiones, tanto las del libro II como las del III, habían quedado
ya superadas por redacciones posteriores, razón por la cual hubieron de dejarse
a un lado, en su mayoría. El manuscrito IV es una elaboración, lista para ser
entregada a la imprenta, de la sección primera y de los primeros capítulos de
la sección segunda del libro II, y lo hemos utilizado también cuando le ha
llegado el turno. Aunque se comprobó que había sido redactado antes que el
manuscrito II, se le podía utilizar con ventaja para la parte correspondiente
de dicho libro, por ser más acabado de forma; bastaba con incorporarle algunas
adiciones del manuscrito II. Este último manuscrito es la única versión más o
menos acabada del libro II y data del 1870. Las notas para la redacción final,
a que enseguida nos referimos, dicen expresamente: "Debe tomarse como base
la segunda versión."
Después de
1870, sobrevino una nueva pausa, debida principalmente a enfermedades. Como de
costumbre, Marx ocupó este tiempo en estudios: agronomía, el régimen rural
norteamericano y principalmente ruso, el mercado de dinero y el sistema
bancario, y por último las ciencias naturales, la geología y la fisiología, y
sobre todo ciertos trabajos matemáticos emprendidos por cuenta propia, forman
el contenido de los numerosos cuadernos de extractos de esta época. A comienzos
de 1877, Marx sintióse ya lo suficientemente repuesto para acometer de nuevo su
trabajo más importante. Algunas referencias y notas de los cuatro manuscritos
ya mencionados como base para una refundición del libro II, cuyo comienzo se
contiene en el manuscrito V (56 páginas en folio), datan de fines de marzo de
1877. Este manuscrito contiene los primeros cuatro capítulos y aparece todavía
poco desarrollado; algunos puntos esenciales se tratan en notas al pie del
texto; la materia está reunida más bien que ordenada, pero es la última
exposición completa de esta parte, la más importante de la sección primera. Un
primer intento de sacar de aquí una redacción apta para ser entregada a la
imprenta lo tenemos en el manuscrito VI (posterior a octubre de 1877 y anterior
a julio del 78); solamente 17 páginas en cuarto, que abarcan la mayor parte del
primer capítulo, y un segundo ensayo –el último– en el manuscrito VII, "2
de julio de l878", 7 páginas en folio solamente.
Por aquel
entonces, Marx parecía haberse dado ya cuenta de que no alcanzaría a elaborar
de un modo capaz de satisfacerle plenamente los libros II y III, si no se
operaba un cambio completo en su estado de salud. En efecto, los manuscritos V
a VII presentan con harta frecuencia las huellas de una lucha violenta contra
las enfermedades que le atenazaban. El fragmento más difícil de la sección
primera aparece redactado de nuevo en el manuscrito V; el resto de la sección
primera y toda la sección segunda (con excepción del capítulo XVII) no presentaban grandes dificultades
teóricas: en cambio, el autor consideraba la sección
tercera, la reproducción y circulación del capital
social, apremiantemente necesitada de
una nueva elaboración. En efecto, en el manuscrito II se estudiaba la
reproducción, primero sin tener en cuenta la circulación en dinero que le sirve
de vehículo y luego tomando ésta en consideración. Era necesario eliminar esto
y, en general, reelaborar toda la sección de modo que se ajustase al horizonte
visual ampliado del autor. De este modo, surgió el manuscrito VIII, un cuaderno
de 70 páginas en cuarto solamente; pero basta confrontar la sección III, en el
texto impreso, después de dejar a un lado los fragmentos interpolados del
manuscrito II, para darse cuenta de todo lo que Marx fue capaz de condensar en
tan poco espacio.
Tampoco este
manuscrito es más que un estudio previo del tema, con la finalidad primordial
de fijar y desarrollar los nuevos puntos de vista logrados en relación con el
manuscrito II y omitiendo los puntos acerca de los cuales no había nada nuevo
que decir. También aquí se incorpora y amplía un fragmento esencial
correspondiente al capítulo XVII de la sección segunda y que,
en cierto modo, entra ya en la sección tercera. La ilación lógica se interrumpe
con frecuencia y la exposición aparece a ratos llena de lagunas y es, sobre
todo al final, absolutamente fragmentaria. Pero lo que Marx se propuso decir
aparece dicho, de un modo o de otro.
Tales son
los materiales con que contamos para la composición del libro II y de los
cuales, según una frase de Marx a su hija Eleonor Marx poco antes de morir, yo debía "sacar algo". He asumido este
encargo dentro de los límites más estrictos; siempre que ello me ha sido
posible, he limitado mi intervención simplemente a elegir entre las diversas redacciones.
Para esto, he seguido siempre la norma de tomar como base la última redacción
existente, cotejándola con las anteriores. Sólo la sección primera y la tercera- sobre todo ésta–
opusieron verdaderas dificultades, es decir, dificultades no meramente
técnicas, a la aplicación de este criterio. He procurado resolverlas,
ateniéndome exclusivamente al espíritu del autor.
He traducido
la mayoría de las citas que figuran en el texto, cuando se trata de
documentación de hechos o en aquellos casos en que, como sucede tratándose de
pasajes de A. Smith, el original se halla al alcance de todo el que quiera
molestarse en investigar la cosa a fondo. Solamente en el capítulo X hube de
renunciar a ello, ya que aquí el autor critica directamente el texto inglés.
Las referencias al libro I tornan como base la paginación de la segunda
edición, la última publicada en vida de Marx.
Para el
libro III, sólo he contado –aparte de la primera versión contenida en el
manuscrito titulado "Contribución, etc.", de los fragmentos ya
mencionados que figuran en el manuscrito III y de algunas notas breves que de
vez en cuando se insertan en los cuadernos de extractos– con los siguientes
materiales: el citado manuscrito en folio de 1864–65, elaborado en el mismo
grado de perfección aproximadamente que el manuscrito II del libro II, y
finalmente un cuaderno del año 1875: la relación entre la cuota de plusvalía y
la cuota de ganancia, desarrollada matemáticamente (en ecuaciones). La
preparación de este libro para la imprenta avanza rápidamente. En la medida en
que puedo emitir ya un juicio, creo que, sí se exceptúan algunas secciones,
ciertamente muy importantes, sólo habré de tropezar, para dar cima a la obra,
con dificultades de carácter técnico.
Creemos que
es éste el lugar indicado para rebatir una acusación que se ha formulado contra
Marx; acusación que al principio sólo se apuntaba en voz baja y por contadas
personas, y que hoy, después de muerto Marx, los socialistas de cátedra y de Estado* y sus seguidores hacen
circular por ahí como un hecho establecido: la acusación de que Marx se limitó
a plagiar a Rodbertus. Acerca de esto ya he tenido ocasión de decir en otro
lugar1 lo que más urgía decir, pero
es ahora cuando podré aportar las pruebas documentales decisivas.
* >Socialismo de
cátedra> o >socialismo de estado> son denominaciones que se aplican a varios
intelectuales reformistas alemanes de la segunda mitad del siglo pasado (Lujo Brentano,
Gustav Kohn, Adolf Held, Heinrich Kerner, etc) entre los no faltaron
científicos importantes (Adolph Wagnere, Gustavar Shmolter, Werner Sombart). Algunos
de estos autores destacados y un número considerable de seguidores fundaron en
1872 la Asociación de Política Social (Verein fur Sozialpotitik). La
denominación, en alguna medida irónica, de> socialismo de cátedra>
a la profesión académica de todos sus miembros influyentes, y también a la
distanciación del socialismo obrero militante. El nombre >socialismo de
estado> se refiere a la concepción de varios de estos autores según la
cual en un estado tradicional (en el caso alemán, el estado del Kaiser y
Bismarch) el que tiene que realizar las estatizaciones que para ellos son
sinóminos de socialismo. El recocimiento del estado tradicional como dirigente
de la evolución hacia el socialismo así entendido, por medio de reformas,
excluía todo protoganismo de los trabajadores e implicaba el freno a la lucha
de clase de estos.
Esta
acusación a que nos referimos aparece formulada por vez primera, que yo sepa,
por R. Meyer, Emanzipationshampf des vierten Standes, p. 43: "De estas publicaciones
(es decir, de !as publicaciones de Rodbertus, que se remontan a la segunda
mitad de la década del treinta) ha tomado Marx, como puede probarse, la mayor
parte de su crítica." Mientras no se me presenten otras pruebas, tengo que
suponer que toda la "fuerza probatoria" de esta afirmación consiste
en que así se lo ha asegurado Rodbertus al señor Meyer. En 1879 aparece en
escena el propio Rodbertus y escribe a J. Zeller (Zeitschrift für die gesammte
Staatswissenschaft, Tubinga, 1879, p. 219), refiriéndose a su obra Zur
Erkenntnis urserer staatswirtschaftlichen Zustände (1842), en los términos
siguientes: "Se dará usted cuenta de que ella (la argumentación
desarrollada allí) ha sido utilizada ya... muy bonitamente por Marx,
naturalmente sin citarme." Su editor póstumo, T. Kozak, repite, sin
pararse en averiguaciones, esta cháchara de Rodbertus (Das Kapital, por
Rodbertus, Berlín, 1884. Introducción, p. XV). Finalmente, en las Briefe und
sozialpolitische Aufsätze del Dr. Rodbertus–Jagetzow, editados por R. Meyer en
1881, Rodbertus dice, sin andar con rodeos: "Hoy, me veo saqueado por
Schäffle y Marx, sin que ni siquiera me mencionen" (carta núm. 60, p.
134). Y en otro pasaje, la pretensión de Rodbertus cobra contornos aún más
rotundos: "En mí tercera carta social, he puesto de manifiesto,
sustancialmente lo mismo que Marx, sólo que de un modo mucho más breve y más
claro, de dónde nace la plusvalía del capitalista" (carta núm. 48, p. 111
).
Marx no se
enteró jamás de estas acusaciones de plagio que se le hacían. En su ejemplar
del libro Der Emanzipationskampf sólo estaban cortadas por la plegadera las
páginas referentes a la Internacional; el resto de la obra hube de abrirlo yo
mismo después de su muerte. La revista de Tubinga, ni siquiera llegó a verla. Las
Briefe, etc., a R. Meyer las ignoraba igualmente, y cuando yo paré la atención
en el pasaje relativo al "saqueo" fue ya en el año 1884 y gracias al
propio señor Dr. Meyer. En cambio, Marx conocía la carta núm. 48, porque el
señor Meyer había tenido la gentileza de regalarle el original a su hija menor.
Marx, a cuyos oídos habían llegado, indudablemente, algunos rumores misteriosos
acerca de la pretendida fuente secreta de su crítica, es decir, de Rodbertus,
me la enseñó diciéndome que, por fin, esta carta le brindaba un testimonio
auténtico acerca de las pretensiones de Rodbertus; que si no pretendía más,
esto a él, a Marx, no le preocupaba gran cosa, y que no había tampoco
inconveniente en dejarle a Rodbertus la satisfacción de pensar que su
exposición era la más breve y la más clara. En realidad, Marx entendía que con
esta carta de Rodbertus quedaba liquidado el asunto.
Y tenía
perfecta razón para entenderlo así; tanto más cuanto que, según me consta
positivamente, Marx ignoró toda la obra literaria de Rodbertus hasta el año
1859 aproximadamente, en que su propia crítica de la economía política estaba
ya perfilada, no sólo en líneas generales, sino incluso en cuanto a sus más
importantes pormenores. Marx comenzó sus estudios económicos en París, en 1843,
por los grandes ingleses; de los alemanes, sólo conocía a Rau y a List, y con
ellos tenía de sobra. Ni Marx ni yo supimos una palabra de la existencia de
Rodbertus hasta que en 1848 nos vimos en la necesidad de criticar, en la Neue
Rheinische Zeitung, sus discursos como diputado renano y sus actos como
ministro. Tan ignorantes estábamos de su persona, que hubimos de preguntar a
los diputados renanos quién era aquel señor Rodbertus que aparecía convertido
en ministro de la noche a la mañana. Pero tampoco ellos supieron revelarnos
nada de sus trabajos económicos. En cambio, la Misére de la Philosophie, 1847, y las
conferencias sobre Trabajo asalariado y capital pronunciadas
en Bruselas en 1847 y publicadas en 1849 en los números 264–69 de la Neue
Rheinische Zeitung, demuestran que Marx sabía ya perfectamente, por aquel
entonces, sin necesidad de la ayuda de Rodbertus, no sólo de dónde proviene,
sino también cómo "nace la plusvalía del capitalista". Fue allá por
el año 1859 cuando Marx se enteró, por Lassalle, de que existía también un
Rodbertus economista y cuando descubrió en el Museo Británico su "Tercera
carta social".
Tales son
los hechos. Veamos ahora qué hay de cierto en lo tocante a las ideas que Marx,
según se dice, ha "saqueado" a Rodbertus. "En mi tercera carta
social –dice Rodbertus–, he puesto de manifiesto sustancialmente lo mismo que
Marx, sólo que de un modo más breve y más claro, de dónde nace la plusvalía del
capitalista." El punto cardinal es, por tanto, la teoría de la plusvalía;
y, en realidad, nadie sería capaz de decir qué otra cosa podría Rodbertus
reivindicar de Marx como propiedad suya. Rodbertus se hace aparecer, pues, aquí
como el verdadero autor de la teoría de la plusvalía, pretendiendo que Marx se
la ha saqueado.
Pues bien;
¿qué nos dice la tercera carta social [p. 87] respecto al nacimiento de la
plusvalía? Nos dice, sencillamente, que la "renta", término en el que
el autor sintetiza la renta del suelo y la ganancia no nace de un "recargo
de valor" sobre el valor de la mercancía, sino "como consecuencia de
una deducción de valor que se le impone al salario; en otros términos, porque
el salario sólo representa una parte del valor del producto del trabajo" y
porque allí donde la productividad del trabajo es suficiente, "no necesita
ser igual al valor natural de cambio de su producto, con objeto de que quede un
remanente para la reposición del capital (!) y para la renta". Sin que se
nos diga qué "valor natural de cambio" del producto es ése en el que
no queda ningún remanente para la "reposición del capital", es decir,
para la reposición de las materias primas y del desgaste de las herramientas.
Afortunadamente,
tenemos la posibilidad de comprobar la impresión que este sensacional
descubrimiento de Rodbertus causó a Marx. En el cuaderno X, pp. 445 ss., del
manuscrito titulado "Contribución a la crítica, etc.", nos
encontramos con una "digresión" titulada "El señor Rodbertus.
Una nueva teoría de la renta del suelo". Es el único punto de vista desde
el cual se examina aquí la tercera carta social. Marx liquida la teoría
rodbertiana de la plusvalía en general con esta observación irónica: "El
señor Rodbertus empieza investigando el aspecto que presenta un país en que la
posesión de la tierra y la del capital no se hallan separadas, para llegar
luego al resultado importante de que la renta (por la cual entiende toda la
plusvalía) equivale simplemente al trabajo no retribuido o a la cantidad de
productos en que toma cuerpo."
Ahora bien,
la humanidad capitalista se ha pasado varios siglos produciendo plusvalía y,
poco a poco ha ido formándose, además, una idea acerca del nacimiento de ésta.
La primera noción fue la que brotó de la práctica mercantil inmediata: la de
que la plusvalía nacía de un recargo sobre el valor del producto. Esta idea predominaba
entre los mercantilistas, pero ya James Steuart se dio cuenta de que, si fuese
así, lo que unos ganaban tenían necesariamente que perderlo otros. A pesar de
eso, esta idea siguió apuntando todavía durante mucho tiempo, sobre todo entre
los socialistas; fue A. Smith quien la desplazó de la ciencia clásica.
En su
Riqueza de las Naciones, libro 1, cap. VI, se dice: "Tan pronto como el
capital se acumula en poder de personas determinadas, algunas de ellas procuran
regularmente emplearlo en dar trabajo a gentes laboriosas, suministrándoles
materiales y alimentos, para sacar provecho de la venta de su producto o del
valor que el trabajador añade a los materiales." Este "se resuelve en
dos partes; una de ellas paga el salario de los obreros, y la otra las ganancias
del empresario, sobre el fondo entero de materiales y salarios que
adelanta." Y un poco más adelante: "Desde el momento en que las
tierras de un país se convierten en propiedad privada de los terratenientes,
éstos, como los demás hombres, desean cosechar donde nunca sembraron, y exigen
una renta hasta por el producto natural del suelo..." El obrero "ha
de pagar al terrateniente una parte de lo que su trabajo produce o recolecta.
Esta porción, o lo que es lo mismo, el precio de ella, constituye la renta de
la tierra".
En el citado
manuscrito "Contribución a la crítica, etc.", p. 253; Marx comenta
así este pasaje: "Para A. Smith, la plusvalía, es decir, el trabajo
sobrante, el remanente de trabajo invertido y materializado en la mercancía
después de cubrir el trabajo retribuido, cuyo equivalente es el salario,
constituye por tanto la categoría general de que la ganancia propiamente dicha
y la renta del suelo no son más que modalidades."
Más
adelante, libro 1, cap. VIII, dice también A. Smith:
"Tan
pronto como la tierra se convierte en propiedad privada, el propietario exige
una parte de todo cuanto producto obtiene o recolecta en ella el trabajador. Su
renta es la primera deducción que se hace del producto del trabajo aplicado a
la tierra. Rara vez ocurre que la persona que cultiva la tierra disponga de lo
necesario para mantenerse hasta la recolección. La subsistencia que se le
adelanta procede generalmente del capital de un amo, el granjero que lo emplea,
y que no tendría interés en ocuparlo sino participando en el producto del
trabajador... este beneficio viene a ser la segunda deducción que se hace del
producto del trabajo empleado en la tierra. El producto de cualquier otro
trabajo está casi siempre sujeto a la misma deducción de un beneficio. En todas
las artes y manufacturas, la mayor parte de los operarios necesitan de un
patrón que les adelante los materiales de su obra, los salarios y el sustento
hasta que la obra se termina. El patrón participa en el producto del trabajo de
sus operarios, o en el valor que el trabajo incorpora a los materiales, y en
esta participación consiste su beneficio."
Glosa de
Marx (manuscrito p. 256): "En este pasaje, A. Smith presenta lisa y
llanamente la renta del suelo y la ganancia del capital como simples deducciones
hechas sobre el producto del obrero o sobre el valor de su producto, e iguales
a la cantidad de trabajo añadida por él a las materias primas. Pero esta
deducción sólo puede consistir, como el propio A. Smith pone en claro con
anterioridad, en la parte del trabajo que el obrero añade a las materias primas
después de cubrir la cantidad de trabajo que su salario se limita a resarcir o
arroja un equivalente de éste; dicho en otros términos, no puede consistir más
que en plusvalía, en trabajo no retribuido."
Como vemos,
ya A. Smith sabía "de dónde nace la plusvalía del capitalista" y,
además, la del terrateniente; Marx lo reconoce sinceramente ya en 1861,
mientras Rodbertus y todo el tropel de sus admiradores, que brotan como las
setas bajo la lluvia caliente de estío del socialismo
de Estado, parecen haberlo olvidado en absoluto.
"Sin
embargo –prosigue Marx–, A. Smith no diferencia la plusvalía de por sí, como
categoría propia, de las formas específicas bajo las que se presenta como
ganancia y renta del suelo. De aquí todos los errores y los defectos de que
adolece su investigación, y más aún la de Ricardo." Frase ésta que podría
ser aplicada literalmente a Rodbertus. Su "renta" es, sencillamente,
la suma de la renta del suelo + la ganancia; de la renta del suelo se forma una
teoría totalmente falsa, y la ganancia la toma, sin molestarse en lo más
mínimo, tal y como la encuentra en sus predecesores. En cambio, la plusvalía de Marx es la forma general de
la suma de valor que se apropian sin equivalencia los poseedores de los medios
de producción, suma que se descompone
en las formas específicas, transformadas, de ganancia y renta del suelo, con
arreglo a leyes muy peculiares, que Marx fue el primero en descubrir. Estas
leyes se desarrollan en el libro III, donde se verá por vez primera
cuántos eslabones son necesarios para llegar de la comprensión de la plusvalía en general a la de su transformación en
ganancia y renta del suelo, es decir, a la comprensión de las leyes que rigen
el reparto de la plusvalía en el seno de la clase capitalista.
Ricardo va
ya bastante más allá que A. Smith. Basa su concepción de la plusvalía en una
nueva teoría del valor, que aunque aparecía ya como un conato en A. Smith se
perdía nuevamente entre los desenvolvimientos de este autor y que habría de
constituir, el punto de partida de toda la ciencia económica posterior. De la determinación del valor de la
mercancía por la cantidad de trabajo materializado en ella, deriva Ricardo
la distribución entre obrero y capitalista de la cantidad de valor añadida a
las matearías primas por el trabajo, su división en salario y ganancia (es
decir, aquí, plusvalía). Demuestra que el valor de las mercancías es siempre el
mismo, por mucho que cambie la proporción entre estas dos partes; ley a la que
sólo admite excepciones aisladas. Establece, incluso, algunas leyes
fundamentales acerca de la proporción inversa entre el salario y la plusvalía
(concebida bajo la forma de ganancia), aunque en una formulación demasiado
general (Marx, El Capital, I, cap. XV, I) [435–438], y demuestra la renta
del suelo como un remanente que en determinadas circunstancias se desprende de
la ganancia. Rodbertus no se remonta por encima de Ricardo en ninguno de estos
dos puntos. Las contradicciones internas de la teoría de Ricardo, que
condujeron al fracaso a su escuela, pasaron completamente inadvertidas para
Rodbertus o sólo sirvieron para inducirle (Zur Erkenntniss, etc., p. 130), a
reivindicaciones utópicas, y no a soluciones económicas.
Pero la
teoría ricardiana del valor y de la plusvalía no necesité esperar a que
apareciese la obra Zur Erkenntniss, etc., de Rodbertus para ser utilizada en un
sentido socialista. En la p. 495 del primer tomo de El Capital encontramos
citado el estudio "The possessors of surplus produce or capital",
tomado de una obra titulada The Source and Remedy of the National Difficulties.
A letter to Lord John Rusell, Londres, 1821. En esta obra, hacia cuya importancia
hubiera debido llamar la atención, por si sola, la expresión de "surplus
produce or capital" y que es un folleto de 40 páginas, arrancado por Marx
al olvido, se dice:
"Cualquiera
que sea lo que al capitalista le corresponda (desde el punto de vista del
capitalista), sólo puede apropiarse el trabajo excedente (surplus labour) del
obrero, pues el obrero necesita vivir" (p. 23). Pero, cómo viva el obrero
y cuán grande pueda ser, por tanto, el trabajo excedente apropiado por el
capitalista, es una cosa muy relativa. "Si el capital no disminuye de valor en la proporción en que aumenta de
volumen, el capitalista estrujará al obrero el producto de cada hora de trabajo
por encima del mínimo que el obrero necesita para vivir... El capitalista
puede, en último término, decirle al obrero: no comas pan, pues puedes vivir
comiendo nabos y patatas; hasta este punto hemos llegado" (p. 24).
"Si se puede hacer que el obrero se alimente de patatas en vez de pan, es
indiscutible que se podrá arrancar un producto mayor a su trabajo; es decir, sí
el obrero para vivir de pan, necesita retener para su sustento y el de su
familia el trabajo del lunes y del martes, alimentándose de patatas sólo
retendrá para si la mitad del lunes, con lo cual el resto del lunes y todo el
martes quedarán libres en provecho del Estado o para el capitalista"(p.
26). "Todos están de acuerdo (it is admited) en que los intereses abonados
a los capitalistas, sea en forma de renta o en forma de réditos o de ganancia
comercial o industrial, se pagan a costa del trabajo de otros" (p. 23). He
aquí, pues, toda la "renta" de Rodbertus, con la diferencia de que en
vez de "renta", aquí se dice intereses.
Glosa de
Marx (manuscrito "Contribución a la crítica, etc.", p. 852):
"Este folleto casi desconocido –que apareció por la época en que empezaba
a hacerse célebre el `increíble chapucero' MacCulloch– representa un progreso
muy notable con respecto a Ricardo.
Define directamente la plusvalía o 'ganancia', como Ricardo la llama
(y también, con frecuencia, producto
excedente, surplus product) o interest, como lo llama el autor del
folleto, como surplus labour, trabajo excedente, como el trabajo que el obrero
rinde gratis, después de cubrir la cantidad de trabajo que sirve para reponer
el valor de su fuerza de trabajo y que, por tanto, produce un equivalente para
su salario. Tan importante como era reducir el valor al trabajo, era reducir la
plusvalía (surplus value) materializada en un producto excedente (surplus
product) a trabajo excedente (surplus labour).
Esto aparece
ya dicho, en efecto, en Adam Smith y constituye una fase fundamental en la
evolución de Ricardo. Pero no aparece nunca expresado y plasmado en ellos en
forma absoluta." Y más adelante, en la p. 859 del manuscrito, se dice:
"Por lo demás, el autor sigue aferrado a las categorías económicas
anteriores a él. En Ricardo la confusión de plusvalía y ganancia conduce a
contradicciones desagradables. Exactamente lo mismo le ocurre a él, que bautiza
la plusvalía con el nombre de interés del capital. Es cierto que le lleva a
Ricardo la ventaja de que, en primer lugar, reduce toda la plusvalía a trabajo
excedente, y de que, además, aunque llame a la plusvalía interés del capital,
hace resaltar, al mismo tiempo, que entiende por interest of capital la forma
general de la plusvalía, a diferencia de sus formas específicas, renta, interés
y ganancia comercial e industrial. Pero vuelve a tomar el nombre de una de
estas formas específicas, el interest, como el nombre de la forma general. Y
esto basta para que vuelva a reincidir en la vieja jerga [slang, dice el
manuscrito] económica."
Este último
pasaje le viene a nuestro Rodbertus como anillo al dedo. También él se aferra a
las categorías económicas anteriores. Y bautiza a la plusvalía con el nombre de
una de sus modalidades transformadas, a la que, además, da una gran vaguedad:
la renta. El resultado de estas dos pifias es que reincida en la vieja jerga
económica, que no lleve adelante de un modo crítico su progreso respecto a
Ricardo y que, en vez de eso, se deje inducir a hacer de su conato de teoría,
antes de que ésta se haya desprendido del cascarón, la base de una utopía, que,
como siempre, llega tarde. El folleto de referencia se publicó en 1821 y se
adelanta ya plenamente a la "renta" rodbertiana de 1842.
El folleto
comentado por Marx no es más que la avanzada extrema de toda una literatura que
en la década del veinte endereza la teoría ricardiana del valor y de la
plusvalía, en interés del proletariado contra la producción capitalista,
combatiendo a la burguesía con sus propias armas. Todo el comunismo de Owen, en
la medida en que reviste una forma económico–polémica, se basa en Ricardo. Y
junto a él encontramos toda una serie de escritores, entre los cuales Marx se
limita, ya en 1847, a citar unos cuantos en contra de Proudhon (Misére de la Philosophie, p. 49): Edmonds,
Thompson, Hodgskin, etc., etc., "y cuatro páginas más de etcéteras". Entre
este sin número de obras, citaré una, tomada al azar: An Inquiry into the
Principles of the Distribution of Wealth, most conducive to Human Happiness,
por William Thompson; nueva edición, Londres, 1850. La primera edición de esta obra,
escrita en 1822, se publicó por vez primera en 1824. También aquí se define
constantemente, y con palabras bastantes contundentes, la riqueza apropiada por
las clases no productoras como deducción del producto del obrero. "La
aspiración constante de lo que llamamos sociedad ha consistido en mover al
obrero productivo, por el engaño o la persuasión, por la coacción o el terror,
a trabajar percibiendo la parte más pequeña posible del producto de su propio
trabajo" (p. 28). "¿Por qué el obrero no ha de percibir todo el
producto absoluto de su trabajo?" (p. 32). "Esta compensación que los
capitalistas le arrancan al obrero productivo bajo el nombre de renta del
suelo, o de ganancia, se le reclama por el uso de la tierra o de otros
objetos... Puesto que todas las materias físicas sobre las cuales o por medio
de las cuales puede poner en práctica su capacidad de producción el obrero
productivo desposeído, al que no se le deja más que su capacidad de producir,
se hallan en posesión de otros cuyos intereses son antagónicos a los suyos y
cuyo consentimiento es condición previa para su trabajo, ¿no depende y no tiene
necesariamente que depender de la buena voluntad de estos capitalistas la parte
de los frutos de su propio trabajo que se le deje como remuneración de éste (p.
125)... en proporción a la magnitud del producto retenido, ya se dé... a estos
desfalcos el nombre de impuestos, el de ganancia o el de robo?" (p. 126).
Etcétera
Confieso que
siento, al escribir estas líneas, un poco de vergüenza. Pase el que la literatura
inglesa anticapitalista de las décadas del veinte y del treinta sea tan
absolutamente ignorada en Alemania, a pesar de que ya en la Misére de la Philosophie, Marx alude
directamente a ella y de que en el primer tomo de El Capital cita repetidas veces
algunas de estas publicaciones: el folleto de 1821, a Ravenstone, a Hodgskin,
etc. Pero el hecho de que no sólo el literatus vulgaris que se agarra
desesperadamente a los faldones de la levita de Rodbertus, ese literato
"que no ha aprendido realmente nada", sino incluso el profesor de
oficio que "se jacta de erudición" haya olvidado su economía clásica
hasta el punto de poder acusar seriamente a Marx de copiar de Rodbertus, cosas
que pueden leerse ya en A. Smith y en Ricardo, demuestra cuán bajo ha caído
hoy, en Alemania, la economía oficial.
¿Qué es,
entonces, lo que Marx dice de nuevo acerca de la plusvalía? ¿Cómo se explica
que la teoría de la plusvalía de Marx haya desencadenado una tormenta
repentina, y además en todos los países civilizados, mientras que las teorías
de todos sus predecesores socialistas, incluyendo a Rodbertus, se esfumaron sin
dejar rastro?
Podríamos
explicar esto a la luz de un ejemplo sacado de la historia de la química.
A fines del
siglo pasado, imperaba todavía en la química, como es sabido, la teoría
flogística, la cual explicaba el proceso de toda combustión, a base de un
cuerpo, hipotético, un combustible absoluto que según ella se desprendía en ese
proceso y al que se daba el nombre de flogisto. Esta teoría bastaba para
explicar la mayoría de los fenómenos conocidos por aquel entonces, aunque para
ello, en ciertos casos, fuera necesario violentar un poco la cosa. En 1774,
Priestley descubrió una clase de aire "tan puro o tan exento de flogisto
que, a su lado, el aire corriente parecía estar ya corrompido". Y le dio
el nombre de aire desflogistizado. Poco después, Scheele encontró en Suecia la
misma clase de aire y demostró su existencia en la atmósfera. Descubrió,
además, que desaparecía al quemar un cuerpo en él o en aire corriente, razón
por la cual le dio nombre de "aire ígneo". "Estos resultados le
llevaron a la conclusión de que la combinación que se produce por la unión del
flogisto con una de las partes integrantes del aire (es decir, en el proceso de
combustión) no es otra cosa que fuego o calor, que se escapa por el
vidrio."2
Tanto
Priestley como Scheele habían descubierto el oxígeno, pero no sabían lo que
tenían en la mano. Seguían aferrados a las categorías "flogísticas"
anteriores a ellos. En sus manos, el elemento llamado a echar por tierra toda
la concepción flogística y a revolucionar la química, estaba condenado a la
esterilidad. Pero Priestley comunicó enseguida su descubrimiento a Lavoisier,
en París, y Lavoisier se puso a investigar, a la luz de este nuevo hecho, toda
la química flogística, hasta que descubrió que la nueva clase de aire era, en
realidad, un nuevo elemento químico; que en la combustión no interviene ningún
misterioso flogisto que se escape del cuerpo en ignición, sino que es el nuevo
elemento el que se combina con el cuerpo que arde, y de este modo puso de pie
toda la química, que bajo su forma flogística estaba de cabeza. Y aunque, como
él mismo lo afirma, no presentó el oxígeno al mismo tiempo que los otros e
independientemente de ellos, Lavoisier es, a pesar de ello, con respecto a los
otros dos, el verdadero descubridor del oxígeno, ya que aquéllos no hicieron
más que tropezar con el nuevo elemento sin sospechar siquiera qué era aquello
en que tropezaban.
Pues bien;
la relación que medía entre Lavoisier y Priestley y Scheele es la misma que
media, en lo tocante a la teoría de la plusvalía, entre Marx y sus
predecesores. La existencia de esa parte de valor del producto a que hoy damos
el nombre de plusvalía, habíase comprobado mucho antes de Marx; y asimismo se
había expresado, con mayor o menor claridad, en lo que consiste, a saber: en el
producto del trabajo por el que quien se lo apropia no paga equivalente alguno.
Pero no se pasaba de ahí. Los unos –los economistas burgueses clásicos–
investigaban, a lo sumo, la proporción en que el producto del trabajo se
repartía entre el obrero y el poseedor de los medios de producción. Los otros
–los socialistas– encontraban este reparto injusto y buscaban medios utópicos
para corregir la injusticia. Pero, tanto unos como otros seguían aferrados a
las categorías económicas anteriores a ellos.
Fue entonces
cuando apareció Marx. Y apareció en directa contraposición con todos sus
predecesores. Allí donde éstos veían una solución, Marx vio solamente un
problema. Vio que aquí no se trataba ni de aire desflogistizado ni de aire
ígneo, sino de oxígeno; que no se trataba ni de la simple comprobación de un
hecho económico corriente, ni del conflicto de este hecho con la eterna
justicia y la verdadera moral, sino de un hecho que estaba llamado a revolucionar
toda la economía y que daba –a quien supiera interpretarlo– la clave para
comprender toda la producción capitalista. A la luz de este hecho, investigó
todas las categorías anteriores a él, lo mismo que Lavoisier había investigado
a la luz del oxígeno todas las anteriores categorías de la química flogistica. Para saber qué era la plusvalía, tenía que saber qué era el valor. Y el
único camino que se podía seguir, para ello, era el de someter a crítica, ante
todo, la propia teoría del valor de Ricardo. Y así, Marx investigó el trabajo
en su función creadora de valor y puso en claro por vez primera qué trabajo y
por qué y cómo crea valor, descubriendo
que el valor no es otra cosa que trabajo de esta clase cristalizado, punto
éste que Rodbertus no llegó jamás a comprender. Luego, Marx investigó la relación entre la mercancía y el dinero y demostró
cómo y por qué, gracias a la cualidad de valor inherente a ella, la mercancía y
el cambio de mercancías tienen necesariamente que engendrar la antítesis de
mercancía y dinero; su teoría del dinero cimentada sobre esta base, es la
primera teoría completa, hoy tácitamente aceptada por todo el mundo. Investigó la conversión del dinero en
capital y demostró que este proceso descansa en la compra y venta de la fuerza
de trabajo. Y, sustituyendo el trabajo por la fuerza de trabajo, por la
cualidad creadora de valor, resolvió de golpe una de las dificultades contra
las que se había estrellado la escuela de Ricardo: la imposibilidad de poner
intercambio de capital y trabajo en consonancia con la ley ricardiana de la
determinación del valor por el trabajo. Sentando la distinción del capital en
constante y variable, consiguió por vez primera exponer hasta en sus más
pequeños detalles y, por tanto, explicarlo, el proceso de la formación de
plusvalía en su verdadero desarrollo, cosa que ninguno de sus predecesores
había logrado: estableció, por este camino, una distinción entre dos clases de
capital de la que ni Rodbertus ni los economistas burgueses habían sido capaces
de sacar nada en limpio y que, sin embargo, nos da la clave para resolver los
problemas económicos más intrincados, como lo demuestra palmariamente, una vez
más, este libro II y lo demostrará más aún, según se verá en su día, el libro
III. Siguió investigando la misma plusvalía y descubrió sus dos formas: la plusvalía
absoluta y la relativa, señalando el papel distinto, pero decisivo en ambos casos, que la plusvalía desempeña en el desarrollo
histórico de la producción capitalista. Y, sobre la base de la plusvalía,
desarrolló la primera teoría racional del
salario que poseemos y trazó por vez primera las líneas generales para una historia de la acumulación capitalista y para una exposición de su tendencia histórica.
¿Y
Rodbertus? Después de leer todo esto, ve en ello –economista de tendencia, como
siempre– un "asalto a la sociedad", le parece que él ha dicho de un
modo mucho más breve y más claro de dónde nace la plusvalía y encuentra,
finalmente, que todo esto se amolda, indudablemente, a "la actual forma de
capital", es decir, al capital tal como existe históricamente, pero no al
"concepto del capital", es decir, a la idea utópica que del capital
se ha formado el señor Rodbertus. Exactamente lo mismo que sucedía al vejo
Priestley, que hasta su muerte ponía la mano en el fuego por el flogismo, sin
querer saber absolutamente nada del oxígeno. Con la diferencia de que Priestley
fue realmente el primero que tropezó con el oxígeno, mientras que Rodbertus,
con su plusvalía, o mejor dicho con su "renta", no hizo más que
volver a descubrir un lugar común, y de que Marx, al contrario que los
predecesores de Lavoisier, jamás afirmó haber sido el primero en descubrir el
hecho de la existencia de la plusvalía.
Las demás
aportaciones de Rodbertus en materia de economía. se hallan al mismo nivel de
ésta. Su elaboración de la plusvalía hasta convertirla en un concepto utópico,
fue criticada ya por Marx, sin proponérselo, en la Misére de la Philosophie; y cuanto restaba por decir acerca
de esto, ha sido dicho por mí en el prólogo a la traducción alemana de la
citada obra. La tendencia a las crisis comerciales por el déficit de consumo de
la clase obrera la encontramos ya en los Nouveaux Principes de l'Économie
Politique de Sismondi, libro IV, capítulo IV.3 Sólo que Sismondi no pierde
de vista nunca el mercado mundial, mientras que el horizonte de Rodbertus queda
encerrado dentro de las fronteras prusianas. Sus especulaciones sobre si el
salario proviene del capital o de la renta son puro escolasticismo y quedan
definitivamente liquidadas con la sección
tercera de este libro II de El Capital. Su teoría de la renta es
propiedad exclusiva suya y podrá seguir sesteando tranquilamente hasta que vea
la luz el manuscrito de Marx en que se hace la crítica de ella. Finalmente, sus
proposiciones encaminadas a emancipar la propiedad territorial de la vieja
Prusia de la opresión del capital son también completamente utópicas; en ellas
se elude, en efecto, la única cuestión práctica que aquí se ventila: la
cuestión de saber cómo el terrateniente de la vieja Prusia puede ingresar,
digamos, 20,000 marcos un año con otro y gastar, por ejemplo, 30,000, sin
contraer deudas.
La escuela
ricardiana fracasó hacía 1830 por culpa de la plusvalía. El problema que ella
no fue capaz de resolver siguió siendo un problema sin solución, con harta
mayor razón, para su sucesora, la economía vulgar. He aquí los dos puntos
contra los cuales Ricardo y su escuela se estrellaron:
Primero. El
trabajo es la medida del valor. Sin embargo, el trabajo vivo, al ser
cambiado por capital, presenta un valor inferior al del trabajo materializado
por el que se cambia. El salario, el valor de una determinada cantidad de
trabajo vivo, es siempre inferior al valor del producto creado por esta misma
cantidad de trabajo vivo o en que ésta toma cuerpo. Así formulado, el problema
es, en efecto, insoluble. Marx lo plantea en sus verdaderos términos y, al
plantearlo así, lo resuelve. No es el
trabajo el que tiene un valor. Como actividad creadora de valor que es, el
trabajo no puede tener un valor especial, lo mismo que la gravedad no puede
tener un peso especial, ni el calor una temperatura especial, ni la
electricidad un voltaje especial. Lo que
se compra y se vende como mercancía no es el trabajo, sino la fuerza de
trabajo. Al convertirse en mercancía, su valor se rige por el trabajo
encarnado en ella como producto social y equivale al trabajo socialmente
necesario para su producción y reproducción. La compra y venta de la fuerza
de trabajo sobre la base de este valor suyo no contradice, por tanto, en modo
alguno, a la ley económica del valor.
Segundo. Según la ley ricardiana del valor,
dos capitales que emplean la misma cantidad de trabajo vivo y con la misma
remuneración, producen en tiempos iguales – suponiendo que todas las demás
circunstancias sean idénticas– productos de igual valor y plusvalía o ganancia
en cantidad también igual. Pero sí emplean cantidades desiguales de trabajo
vivo, no pueden producir una plusvalía, o, como dicen los ricardianos, una
ganancia de tipo igual. Pues bien, lo que ocurre es precisamente lo contrario.
En realidad, capitales iguales, cualquiera que sea la cantidad, pequeña o
grande, de trabajo vivo que empleen, producen en tiempos iguales por término
medio, ganancias iguales. Se encierra aquí, por tanto, una contradicción a la
ley del valor, contradicción descubierta ya por Ricardo, y que su escuela fue
también incapaz de resolver. Rodbertus vio también esta contradicción; pero, en
vez de resolverla, la convirtió en uno de los puntos de partida de su utopía
(Zur Erkenntnis, etc., p. 131). La tal contradicción había sido ya resuelta por
Marx en el manuscrito titulado "Contribución a la crítica, etc."; la
solución se encuentra, con arreglo al plan de El Capital, en el libro III. Aún
habrán de pasar varios meses antes de su publicación. Por tanto, los
economistas que pretenden descubrirnos en Rodbertus la fuente secreta de Marx y
un precursor aventajado de éste, tienen aquí una ocasión de demostrarnos lo que
puede dar de sí la economía rodbertiana. Si son capaces de explicarnos cómo, no
ya sin infringir la ley del valor, sino sobre la base precisamente de esta ley,
puede y debe formarse una cuota medía de ganancia igual, entonces discutiremos
mano a mano con ellos. Pero, tienen que darse prisa. Las brillantes
investigaciones contenidas en este libro II de El Capital y los novísimos
resultados a que llegan en terrenos que hasta aquí apenas había pisado nadie, no
son más que las premisas para el contenido del libro III, en el que se
desarrollan los resultados finales de la exposición marxista del proceso social
de reproducción, sobre la base capitalista. Cuando este libro III vea la luz,
ya casi nadie se acordará de que existió un economista llamado Rodbertus.
Marx tenía
el propósito, que repetidas veces me expuso, de dedicar a su esposa los libros II y III de El Capital.
FEDERICO
ENGELS
Londres, 5 de mayo de 1885, cumpleaños de
Marx.
Esta segunda
edición es, substancialmente, una reproducción literal de la primera. Me he
limitado a corregir las erratas de imprenta, a subsanar algunos descuidos de
estilo y a suprimir algunos párrafos breves que no contenían más que
repeticiones. La labor de preparación del manuscrito del tercer libro, en la
que he tropezado con dificultades completamente inesperadas, está a punto de
terminar. Si gozo de salud, este volumen podrá ser entregado a la imprenta en
el próximo otoño.
F. ENGELS
Londres. 15
de julio de 1893.
C. Marx.
Salario, precio y ganancia. (Resume las principales categorías desarrolladas en
detalle en El Capital) 1865
SECCION
TERCERA
LA
REPRODUCCION Y CIRCULACION DEL CAPITAL SOCIAL GLOBAL
Karl Marx. El Capital. Tomo I .El Proceso de Producción del Capital. Sección7: El Proceso de Acumulación del Capital. Capítulo XXI. Reproducción Simple.
Karl Marx.
El Capital. Tomo I .El Proceso de Producción del Capital. Capítulo XXII: Transformación
de Plusvalor en Capital
Karl Marx. El Capital. Tomo I .El Proceso de Producción del Capital. Capítulo
XXIII: La Ley General de la Acumulación Capitalista (1867)
La acumulación
originaria, acumulación previa o acumulación
primitiva
El Capital
Tomo I. Capítulo XXIV. La llamada acumulación originaria
El Capital
Tomo I. Capítulo XXV. La teoría moderna de la colonización
"El Capital", Karl Marx. Traducciones en castellano descargables, on-line y en papel. Cuestiones básicas sobre el marxismo: El capital y la ley del valor
Karl
Marx: El Capital, El Capital (libro I- Capítulo VI inédito) Resultados del
proceso inmediato de producción, Los Grundrisse, Teorías sobre plusvalía (Tomo
IV de El Capital) y bibliografía complementaria.
Karl
Marx. El Capital. Tomo I .El Proceso de Producción del Capital. Prólogo 1867
Karl Marx Cartas a Kugelmann
Karl
Marx: Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política. 1859
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