Hoy parece que la Constitución española está
más cuestionada que nunca, hasta el punto de que los mismos que hicieron
campaña en su favor, ahora dicen querer "refundarla".
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Suscribo cada una de las palabras de su
autor. Lo que no suscribo es su ausencia de crítica a lo que el 25-S
representa, precisamente como quinta columna que impida el avance de la lucha
de clases, de la defensa de los intereses de la clase trabajadora y de la
definición de un proyecto de construcción hacia el socialismo.
Tampoco comparto la ausencia de crítica
al modo en que el partido del autor- Iniciativa Comunista- y otros
autoproclamados comunistas engordaron la llamada indignación que ha dado lugar
a subproductos sólo institucionalistas y rechazadores de tocar el tema central
en esta crisis del capitalismo, que es el de la propiedad.
En todo caso, va siendo hora de ser
valientes y denunciar como intento de timo del tocomocho este segundo proyecto
de reforma o transición que impida la auténtica ruptura con el sistema. El
sistema no es otro que el capitalismo y no esas vaguedades indiferenciadas que
utilizan los pseudoprogres cuando emplean el término en sentido genérico.
Es necesario combatir de forma decidida
el intento de los “constituyentes” de dejar a la clase trabajadora, la mayoría
social, fuera de la batalla. La batalla tiene que unir cambio político, con
cambio económico y social o será una trampa como la de 1978. De hecho, ya se
están produciendo movimientos tácticos de pacto social silencioso entre nuevos
constituyentes y poderes fácticos. Es la idea gatopardiana de cambiar un
régimen de partidos por otro régimen de partidos para que, de lo sustancial, no
cambie nada.
Sin más, les dejo con el artículo aludido.
EL NECESARIO PROCESO CONSTITUYENTE DEL
QUE TODO EL MUNDO HABLA
F. Pianiski, militante de Iniciativa
Comunista. La Haine
Desde el punto de vista político, los años 70 debieron ser muy duros en el Estado español. Yo no me acuerdo de nada porque era muy pequeño, pero he visto la serie "Cuéntame" y además, los camaradas menos jóvenes me han contado mil y una batallas.
Desde el punto de vista político, los años 70 debieron ser muy duros en el Estado español. Yo no me acuerdo de nada porque era muy pequeño, pero he visto la serie "Cuéntame" y además, los camaradas menos jóvenes me han contado mil y una batallas.
Eran tiempos de militancia clandestina y
las organizaciones revolucionarias, a pesar de haber sufrido cuarenta años de
dictadura, se encontraban en plena efervescencia tras la muerte del dictador en
el año 75.
Supongo que nadie pondrá en duda el
hecho de que, en aquellos tiempos, las organizaciones revolucionarias se
encontraban, desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, en mejores
condiciones que en las que se encuentran ahora. Y sin embargo, a pesar de esa
cultura política entre las masas, a pesar de esa efervescencia revolucionaria,
a pesar de la relativa fortaleza de las organizaciones obreras, en el año 78
consiguieron colarnos una Constitución, diseñada por y para los intereses de la
misma burguesía franquista que cuarenta años atrás había conquistado el poder.
Hoy parece que la Constitución española
está más cuestionada que nunca, hasta el punto de que los mismos que hicieron
campaña en su favor, ahora dicen querer "refundarla".
Se nota, se siente, somos constituyentes Incluso desde Izquierda Unida se lo están tomando en serio. La coalición,
que hasta hace cuatro días ha exaltado y defendido la Constitución española
como si de la piedra filosofal se tratara, y cuyo Coordinador Federal aseguraba
no hace mucho, que el planteamiento estratégico de IU es llegar al
"socialismo o casi al socialismo" a través de la Carta Magna, ahora
clama, junto a otros grupos parlamentarios, por el necesario proceso
constituyente.
Más que proceso constituyente, lo que IU
plantea es una reforma constitucional, coincidiendo en algunos puntos con la
ultraderecha encarnada en UPyD, que también pretende "refundar el
Estado" a golpe de proceso constituyente.
Este proceso constituyente se ha venido
reclamando con mayor intensidad en los últimos meses, desde que la Coordinadora
del 25-S lo planteó como principal objetivo político. Ahora son decenas de
grupos y plataformas ciudadanas de reciente creación, las que se suben a la ola
del proceso constituyente por todo el Estado. No obstante, lejos de hacerme
demasiadas ilusiones y después de analizar los diferentes "manifiestos
constituyentes" publicados en internet, la hipotética creación de una
nueva Constitución en el contexto actual se me presenta desalentadora.
En ninguno de estos manifiestos se
menciona una sola vez la palabra capitalismo, la crítica al "sistema"
no señala con claridad a la estructura económica del mismo, sino a las
"taras" de la estructura política del Estado. Tampoco encontramos una
sola referencia a la clase trabajadora. No se plantea abiertamente la lucha de
clases, la defensa de los intereses de clase, la organización de los
trabajadores o la conquista del socialismo. El sujeto llamado a desarrollar
este proceso constituyente es el ciudadano, que se organiza en torno a lo que
se ha definido, en algunas ocasiones como poder constituyente, en otras como
mayoría social, poder popular, poder destituyente o incluso contrapoder.
Algunos plantean la opción de constituirse
como partido político para la consecución de este objetivo, pero lo que de
forma inmediata están planteando estos movimientos, no es otra cosa que la
convocatoria de unas elecciones libres ad hoc y la ratificación del proceso por
referéndum, es decir, lo que se pretende es que los ciudadanos presionen al
Estado con la suficiente contundencia para que éste acceda, con la cabeza
gacha, a poner en marcha un proceso constituyente con todas las de la Ley. Esto
es lo que algunos “constituyentes” han descrito como la “única forma pacífica
de hacer una revolución”.
Todos los manifiestos que he leído hasta
ahora coinciden en ese carácter pacifista, argumentando que el proceso
constituyente ha de realizarse sin ningún tipo de violencia o imposición por la
fuerza, ya que este carácter pacífico es el que determina la legitimidad del
proceso. ¿Qué significa todo esto? sencillamente, que los revolucionarios no
tienen la hegemonía en ninguno de estos autoproclamados frentes constituyentes.
¿Cuál debe ser la postura de los revolucionarios? Ni los comunistas, ni las organizaciones de clase en general, podemos caer
en esta ilusión antidialéctica. No podemos confiar en que el Estado burgués
vaya a entregar el poder a las masas, ni tan siquiera que garantice la más
mínima reforma democrática en sus estructuras sin la imposición por la fuerza
de la clase trabajadora.
Desterrar de nuestro discurso los
conceptos de clase, revolución o socialismo, significa debilitarnos
ideológicamente frente a la burguesía, y en definitiva, abandonar las
herramientas de análisis científico con las cuales se ha dotado el
proletariado, haciéndolo avanzar en los últimos 130 años. Renunciar al uso de
la fuerza significa renunciar a cualquier posibilidad de victoria e invitar al
enemigo a que nos aplaste sin miramientos.
La lucha de clases sigue siendo el motor
de la historia, y la clase trabajadora sigue siendo, en el contexto del
capitalismo desarrollado, el principal sujeto revolucionario. Eso es lo que las
organizaciones de clase deben tener claro. La principal tarea es organizar a la
clase trabajadora, educarla y fortalecerla ideológicamente, y en ese sentido,
estos discursos no hacen sino desarmarla y debilitarla más de lo que ya está.
Sin una organización de clase fortalecida, sin la hegemonía de los
revolucionarios en los frentes de masas ¿qué nueva Constitución favorable a
nuestros intereses de clase vamos a conseguir? Ninguna.
Ya nos colaron una Constitución burguesa
en 1978, en un contexto mucho más favorable para los revolucionarios desde el
punto de vista de la organización y la lucha ideológica. No debemos caer
nuevamente en esa trampa. Bajo los mínimos que plantean estos manifiestos, las
posibilidades no apunta ni tan siquiera a una reforma constitucional que nos
haga avanzar un sólo paso en la lucha de clases.
No es el
momento de alianzas tácticas con la socialdemocracia. No bajo estas condiciones
de debilidad absoluta. Es el momento, aquí y ahora, de la unidad y la
consolidación de un proyecto revolucionario, que apunte directamente a la
construcción del socialismo en nuestros pueblos y enfrente a los verdaderos
enemigos de clase. Un proyecto que parta de la acción conjunta y cotidiana, con
trabajo concreto, con unidad verdadera más allá de resoluciones en el papel.
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