9 de noviembre de 2013
Por Marat
1.-Nosotros:
En la Plataforma en Defensa de las
Libertades Democráticas (PDLD) hemos sostenido desde el principio de
nuestro origen que “recortes sociales y recortes de las libertades son dos
caras de la misma moneda”
En la PDLD hemos defendido desde
el primer momento la necesidad de un decantamiento ideológico en la lucha que
supere la indignación para pronunciarse en términos de clase trabajadora, de
lucha de clases y de elevación del horizonte de las protestas más allá de la
defensa de lo público, porque creemos que cuando el Estado del Bienestar haya
desaparecido será necesario elevar el objetivo de la reivindicación: la lucha
por la construcción del socialismo.
A los de la PDLD no nos busquéis
en el ciudadanismo que oculta la existencia de clases sociales, disuelve sus
contradicciones y busca sólo una pelea contra los políticos sin distinción de
partidos o ideologías (éstas siguen existiendo y su negación es una ideología,
la del poder del capital), sin pretender otra cosa que “reiniciar el sistema”,
es decir, hacerlo de nuevo apetecible para quienes antes de indignarse hoy no
lo hicieron antes.
Allá donde participamos, en espacios más
amplios que el nuestro, defendemos esas posiciones y en alguno de ellos hemos
abierto camino con un lenguaje de clase que vincula la resistencia de la clase
trabajadora a los dictados del capital con la necesidad de proteger las
libertades para nuestra clase. Algunos de nuestros socios son ahora
especialmente débiles como para impedir ese discurso y otros ya no encuentran
en el ámbito antipartido posibles socios con los que entenderse desde el
respeto mutuo.
Tenemos aliados que nos ayudan a mantener esa posición y hemos hecho lo posible para contar con otros que hubieran podido reforzarla pero no siempre quienes son llamados a cambiar correlaciones de fuerzas están a la altura de las circunstancias que les permitan asumir el riesgo de perder cierto grado de “virginidad”.
Tenemos aliados que nos ayudan a mantener esa posición y hemos hecho lo posible para contar con otros que hubieran podido reforzarla pero no siempre quienes son llamados a cambiar correlaciones de fuerzas están a la altura de las circunstancias que les permitan asumir el riesgo de perder cierto grado de “virginidad”.
2.-El momento:
La rabia social está siendo canalizada
en España por el populismo, que en gran medida refuerza los objetivos del
neoliberalismo (baste ver el discurso de gran parte de los “economistas
críticos” con el estado de las cosas que mejor penetran en amplias mayorías,
los Gay de Liébana o los Niño Becerra, entre otros), y por partidarios de
cualquier formulación anti-partidos/sindicatos de clase que den una salida
positiva para las aspiraciones de la clase trabajadora. Y las izquierdas se han
convertido en comparsas de ese despropósito que sólo puede acabar con ellas. El
fascismo ya se perfila como oferta política y se envalentona en las calles.
En Europa ese fascismo capitaliza la ira,
se presenta como alternativa, cuando no gobierna en coalición en algunos
países, y sustituye en capacidad de conectar con las masas de desheredados,
precarios, infraclases, lumpemproletariado, parados y clases medias que ven
amenazada la comodidad de la que en la pasado habían gozado, que tuvieron en el
pasado los partidos comunistas.
Este tiempo no está siendo, pese a las
esperanzas que teníamos los revolucionarios en un asalto al poder del capital,
el de los trabajadores como clase social ascendente que da un sentido
progresivo a la historia. Los partidos revolucionarios, llamados a ser la
vanguardia del proceso transformador no aparecen en el horizonte. Muchos han
dejado de llamarse comunistas, si el nombre no es sólo un residuo del pasado.
Algunos prefieren el indeterminado anticapitalista, que no es nada sin
objetivo, o se limitan a una vida zombi.
La socialdemocracia está representada hoy, y desde antes de la crisis, por muchos PCs. La que lo fue en origen pasó a ser social-liberal hace tiempo y hoy es derecha democrática, mientras no se vea en la obligación de dejar de serlo. En la Alemania de 1919, durante la revolución espartaquista, ya demostró hasta dónde podía llegar.
Tanto en los países centrales del
capitalismo (Europa, USA, Japón,…) como en buena parte de los periféricos
(algunos países de Latinoamérica) la tentación más recurrente de los Estados es
el avance hacia modelos totalitarios de “derecho”; es decir, hacia
sistemas que cambien su marco jurídico democrático por vías
parlamentarias y legales y lo sustituyan por dictaduras legales. Es lo que
defino como golpe de Estado silencioso.
El Código Penal que pretende reformar en
España el Partido Popular va a ser el mayor golpe recibido en todo el tiempo
transcurrido desde el inicio de la transición contra los derechos de
manifestación, reunión, expresión y opinión. Hasta donde tenemos memoria los
que rozamos por arriba o por abajo los 50 años no habíamos vivido antes tal
agresión al derecho a la protesta social.
La clase trabajadora necesita de esos
derechos para expresar su protesta y movilizarse con el fin de defender los
derechos que nos están siendo arrebatados. No olvidemos que estos tiempos de
combate lo son de resistencia y que bastante sacrificio es resistir como para
exigir el heroísmo de la lucha clandestina.
3.-Las alianzas:
En ese objetivo de defender el derecho a
la protesta social de nuestra clase, la Plataforma en Defensa de las Libertades
Democráticas llamó a la socialdemocracia real actual, no a la que se reclama
tal (aunque haya venido y nos alegremos de que esté formalmente de este lado y
no del contrario) y a las organizaciones revolucionarias, a los sindicatos
mayoritarios y domesticados y a los alternativos.
No encontramos respuesta alguna por
parte de quienes se reclaman auténticos. Para muchos de ellos, en el fondo,
defender las libertades es un asunto burgués porque conciben a éstas como
meramente formales y despreciables frente a los derechos que consideran más
sustantivos y porque ven en la defensa de los primeros una trampa que puede dar
al traste con su pureza revolucionaria. Es como si temieran convertirse en
liberales por defender derechos como los de manifestación, reunión, expresión y
opinión.
Ser antirrepresivos les parece más auténtico. No estaría de más que dieran un repaso a los textos sobre libertad de expresión y de opinión escritos por el periodista y jurista, además de filósofo, sociológico y economista, Karl Marx. Quizá, cuando derechos tan “burgueses” y reformistas como estos desaparezcan, puedan explicarnos cómo ejercer la protesta contra la represión. Algunas posturas no se entienden si no es desde el principio del cuanto peor mejor. Así nos ha ido durante tanto tiempo de la noche oscura con estos planteamientos.
En ese marco de respuestas la PDLD no ha
podido elegir la mejor opción ni la ideal. Ha actuado a partir del principio
del mal el menor. Y el gobierno del PP hoy es el mayor para la clase
trabajadora -sencillamente porque es el que está gobernando-, y para su
libertad de desenvolvimiento en la protesta social. Aunque algunos siempre
encontrarán otro destino distinto al de la ultraderecha para sus odios.
En ocasiones la mejor opción es enemiga
de la posible y la decisión se establece entre lo disponible y lo ideal.
A los comunistas fetén convendría
recordarles que Lenin llegó a establecer, en su momento, alianzas ya no con los
mencheviques sino con los propios liberales, del mismo modo que Stalin, después
de sostener la lamentable teoría del socialfascismo, estableció los Frentes
Populares, no ya con aquellos a los que antes había denominado así sino con lo
que definió la Komintern como las burguesías democráticas susceptibles de
incorporarse a la lucha antifascista. Y el fascismo hoy asoma las orejas con
fuerza imperiosa.
A los anticapitalistas y trotskistas
tampoco estará de más recordarles que fue Trotsky quien planteó la necesidad de
la alianza entre socialdemócratas y comunistas en la lucha contra el nazismo en
auge en Alemania.
En unos casos, esas alianzas se
plantearon en procesos de avance de las fuerzas revolucionarias y en otros en
situaciones de riesgo frente a los fascismos ¿porqué lo que entonces fue
correcto hoy sería una “traición”?. Y sobre todo, ¿cuándo sería el preciso
momento para parar el avance hacia un golpe de Estado silencioso y legal
que se está consumando en la mayoría de los países?
4.-Línea política:
La PDLD no se ha visto obligada a hacer
concesiones en su posición de clase dentro de la Coordinadora Paremos la
Criminalización de la Protesta Social sino que ha impuesto en ella lo que
otros, pretendidamente más revolucionarios, han cedido en otros marcos: el
discurso de clase, la vinculación entre una protesta social, que es ante todo
de la clase trabajadora, y el atentado contra los derechos de manifestación,
reunión, expresión y opinión. Ni nos han colado un discurso ciudadanista ni
hemos permitido que los “reiniciadores del sistema” y los sólo indignados con
los políticos y mucho menos con el capital nos vendan su mercancía caducada.
Como tampoco hemos admitido que ningún juez ni partido nos impidiera hablar con
cualquier fuerza parlamentaria con la que considerásemos que debíamos hacerlo,
entre otras Amaiur, por muy incómodo que a ellos les resultase.
Somos muy conscientes, y no nos
engañamos sobre el hecho de que si hoy la Plataforma en Defensa de las
Libertades Democráticas lidera la lucha contra la criminalización de la
protesta social, y se admite ese liderazgo dentro de los ámbitos en los que
participamos, es debido no sólo a nuestra capacidad de iniciativa sino también
a debilidades ajenas y a dificultades de establecer alianzas por algunos de
nuestros socios con otros colectivos desclasados y antipartidos. No negamos que
de ello nos aprovechamos para intentar que nuestras posiciones sean hegemónicas.
Ello es parte de la lucha de clases y por la hegemonía, un concepto gramsciano
del que tanto abusan los antimarxistas últimamente. El día en que consideremos
que nuestras posiciones como organización de la clase trabajadora son
rechazadas por nuestros aliados nos replantearemos nuestra política de
alianzas, pero no antes, porque de lo que se trata es de hacer avanzar una
concepción de la lucha social y de los derechos humanos distinta a la neutra y
aséptica que desde diferentes ámbitos reproductores del poder del capital se
intenta imponer.
Nadie, y entre ese nadie, ninguna
organización “antirrepresiva” puede darnos lecciones sobre nuestra coherencia
ni admitimos que nos cuente que no le basta con que vayamos contra este nuevo
Código Penal sin ir contra el anterior porque el que se discute ahora y el que
en este preciso momento toca parar es el que se nos viene encima, salvo que la
respuesta sea siempre la del órdago a la grande y el “y dos huevos duros” de
los hermanos Marx. Cada cosa a su tiempo y por su orden. Hay quienes no
reclamarán eliminar ni uno ni otro porque les parece reformista todo lo que no
sea el no a todo.
Nosotros
estamos en el pragmatismo de que no nos repriman aún más de lo que ya lo hacen.
Paso a paso se va dando vuelta a la tortilla y contribuyendo a hacer que el
miedo cambie de bando.
Cita:
Ser antirrepresivos les parece más
auténtico. No estaría de más que dieran un repaso a los textos sobre libertad
de expresión y de opinión escritos por el periodista y jurista, además de
filósofo, sociológico y economista, Karl Marx. Quizá, cuando derechos tan
“burgueses” y reformistas como estos desaparezcan, puedan explicarnos cómo
ejercer la protesta contra la represión. Algunas posturas no se entienden si no
es desde el principio del cuanto peor mejor. Así nos ha ido durante tanto
tiempo de la noche oscura con estos planteamientos.
Otra cita:
A
los comunistas fetén convendría recordarles….. y A los anticapitalistas y
trotskistas..
Documentos
complementarios:
Manifiesto
del partido comunista
Cita:
IV
ACTITUD DE LOS COMUNISTAS ANTE LOS
OTROS PARTIDOS DE LA OPOSICION
Después de lo que dejamos dicho en el capítulo II, fácil es comprender la relación que guardan los comunistas con los demás partidos obreros ya existentes, con los cartistas ingleses y con los reformadores agrarios de Norteamérica.
Los comunistas, aunque luchando siempre por alcanzar los objetivos inmediatos y defender los intereses cotidianos de la clase obrera, representan a la par, dentro del movimiento actual, su porvenir. En Francia se alían al partido democrático-socialista contra la burguesía conservadora y radical, más sin renunciar por esto a su derecho de crítica frente a los tópicos y las ilusiones procedentes de la tradición revolucionaria.
En Suiza apoyan a los radicales, sin ignorar que este partido es una mezcla de elementos contradictorios: de demócratas socialistas, a la manera francesa, y de burgueses radicales.
En Polonia, los comunistas apoyan al partido que sostiene la revolución agraria, como condición previa para la emancipación nacional del país, al partido que provocó la insurrección de Cracovia en 1846.
En Alemania, el partido comunista luchará al lado de la burguesía, mientras ésta actúe revolucionariamente, dando con ella la batalla a la monarquía absoluta, a la gran propiedad feudal y a la pequeña burguesía.
Pero todo esto sin dejar un solo instante de laborar entre los obreros, hasta afirmar en ellos con la mayor claridad posible la conciencia del antagonismo hostil que separa a la burguesía del proletariado, para que, llegado el momento, los obreros alemanes se encuentren preparados para volverse contra la burguesía, como otras tantas armas, esas mismas condiciones políticas y sociales que la burguesía, una vez que triunfe, no tendrá más remedio que implantar; para que en el instante mismo en que sean derrocadas las clases reaccionarias comience, automáticamente, la lucha contra la burguesía.
Las miradas de los comunistas convergen con un especial interés sobre Alemania, pues no desconocen que este país está en vísperas de una revolución burguesa y que esa sacudida revolucionaria se va a desarrollar bajo las propicias condiciones de la civilización europea y con un proletariado mucho más potente que el de Inglaterra en el siglo XVII y el de Francia en el XVIII, razones todas para que la revolución alemana burguesa que se avecina no sea más que el preludio inmediato de una revolución proletaria.
Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante.
En todos estos movimientos se ponen de relieve el régimen de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o menos progresiva que revista, como la cuestión fundamental que se ventila.
Finalmente, los comunistas laboran por llegar a la unión y la inteligencia de los partidos democráticos de todos los países.
Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.
¡Proletarios de todos los Países, uníos! .
Reforma o revolución Rora Luxemburgo
Cita:
Revolución social: es la transformación del orden
existente, última meta a la aspiramos.
La lucha diaria por las reformas, por el mejoramiento de las
condiciones de los trabajadores dentro del sistema social y por las
instituciones democráticas, ofrece el único medio de tomar parte activa en la
lucha de clases al lado del proletariado y trabajar en dirección a su objetivo
final.
La conquista del poder político y la supresión del trabajo
asalariado.
(La lucha por las reformas sociales es su medio, la
revolución social, su fin)
Bernstein renuncia a la transformación social. Las reformas
sociales (los medios de lucha de clases) su fin.
“La meta final, no importa cuál sea, no significa nada; el
movimiento lo es todo”
La meta final del socialismo constituye el factor decisivo
que distingue un partido revolucionario de la democracia burguesa y del
radicalismo burgués el factor que transformar todo el movimiento obrero de vano
esfuerzo para “apuntalar” el capitalismo, en una lucha de clases contra el
sistema, para suprimirlas la democracia
se ha vuelto, a los ojos de la burguesía, superflua y molesta, resulta, por
el contrario, tanto más indispensables y necesaria para la clase obrera. Es
necesaria para la clase obrera porque crea las formas políticas (administración
autónoma, derechos electorales, etcétera) que le servirán al proletariado de
puntos de apoyo para la tarea de transformación la sociedad burguesa. La
democracia es indispensable para la clase obrera, porque solo mediante el ejercicio de sus derechos
democráticos, en la lucha por la democracia, puede el proletariado adquirir
conciencia de sus intereses de clase y de su tarea histórica. En síntesis, la
democracia no es indispensable porque hace superflua la conquista del poder
político por el proletariado, sino porque hace a esta conquista necesaria y
posible.
La democracia
socialista: comienza
junto con la demolición del dominio de clase y la construcción del Socialismo. Comienza en el
momento mismo de la toma del poder por el partido socialista no es otra cosa que la dictadura del
proletariado.
Pero esta dictadura consiste en el sistema de democracia, no
en su abolición.
La dictadura como un momento de transición político en el
pasaje del modo de producción capitalista al socialista, en el cual el
proletariado se adueñará del poder político, expropiará a los expropiadores,
para comenzar la construcción del socialismo.
Esta dictadura debe ser obra de la clase y no de una pequeña
minoría de dirigente en nombre de la clase.
La misión histórica del proletariado, una vez llegado al
poder, es crear en lugar de una democracia burguesa una democracia socialista y
no abolir toda democracia.
Cuando se utiliza la palabra “ciudadano” sin distinción para referirse tanto al burgués como al
proletariado, queriendo, con ello, referirse al hombre en general, identifica
al hombre en general con el burgués, y la sociedad humana con la sociedad
burguesa.
“El pueblo trabajador” está compuesto por campesinos, y no
por proletariados.
Es una calumnia incalificable, en contra de los trabajadores “Las controversias teórica son reto para los académicos”.
Solo cuando la ciencia y los trabajadores, polos opuestos de
la sociedad, lleguen a ser obstáculos de la cultura; .La fuerza del movimiento
obrero moderno descanse sobre el conocimiento teórico.
Pero, por hoy, tiene doble importancia dicho movimiento para
los trabajadores; porque son precisamente ellos y su influencia en el
movimiento lo que se ha puesto sobre la balanza. Es su propia piel la que se
lleva al mercado.
La teoría de Eduardo Bernstein consiste en fundamentar el
socialismo sobre la noción moral de la justicia, sobre una lucha contra el modo
de distribución, en lugar de cimentar sobre una lucha contra el modo de la
producción, la concepción del antagonismo de clases como un antagonismo entre
el pobre y el rico, el esfuerzo para injertar el “principio cooperativo” en la
economía capitalista.
Rosa Luxemburgo y la democracia Juan Manuel
Vera
La
Revolución Rusa
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