Aportación
a la Asamblea Programática sobre Europa, de Izquierda Unida
"Quien a los 20 años no sea revolucionario no tiene corazón, y quien a los 40 lo siga siendo, no tiene cabeza", decía el conservador Winston Churchill. Sin embargo, aunque nos acusen de haber perdido la cabeza, cuando hablamos de una alternativa para Europa, no hay propuesta más cuerda, más sensata, más racional, que el socialismo. La izquierda revolucionaria no necesita explicar a la clase trabajadora europea cuáles son las consecuencias del capitalismo, ya las conoce porque las sufre todos los días. Nuestro reto es levantar una alternativa, demostrar que es posible una sociedad que garantice el pleno empleo digno, la sanidad y la educación públicas, la atención a los dependientes, los derechos democráticos y el respeto a la naturaleza. Y nuestra respuesta a la bancarrota del capitalismo es unir la pelea por nuestros derechos a la lucha por el socialismo.
Cuando
empezó la crisis, asustados ante sus posibles consecuencias sociales, el
también conservador Nicolás Sarkozy llegó a hablar de la necesidad de reformar
el capitalismo [2]. Al ver que la revolución no asomaba por ningún lado,
se aprestaron a seguir haciendo lo mismo de siempre. No es de extrañar, pues,
enfrentados a la crisis, los grandes partidos socialistas demostraron carecer
de alternativa al capitalismo, y ellos mismos se pusieron a aplicar una política
de recortes en toda línea. Pero no se debería confundir a estos dirigentes con
la propia clase trabajadora. La falta de alternativa puede retrasar la
revolución social, pero no la evitará.
Por eso, la
prioridad de IU y de toda la izquierda transformadora, es levantar una
alternativa audaz. No para coger en nuestras manos la tarea que proponía
“Sarko”, reformar el capitalismo, sino para defender la necesidad de superarlo,
de acabar con él.
Las
elecciones europeas suponen una ocasión de oro para explicar qué política
debería aplicar un gobierno de izquierdas mañana mismo, si tuviera el apoyo
suficiente. Debemos perder el miedo a hablar de socialismo, pues sólo si lo
defendemos puede conquistar ese apoyo en la sociedad.
No vamos
a aplicar las políticas ajuste de la UE
Nuestro
programa para Europa es la prolongación lógica de nuestro programa de Gobierno
en el Estado español, es una parte inseparable. Nuestra propuesta es europea e
internacionalista, porque sólo a escala europea y mundial es posible dar una
salida definitiva a los problemas que se plantea la clase trabajadora. Sin
embargo, no podemos esperar sentados a que todo el mundo se transforme, sino
que debemos empezar por nuestra propia casa, para impulsar con nuestro ejemplo
el cambio en Europa y a escala internacional.
Estas
elecciones deberían ser la antesala de la derrota del PP, en el caso del Estado
español, y del inicio de la creación de una verdadera alternativa de izquierdas
transformadora, capaz de evitar que se repita lo sucedido con Felipe González y
Rodríguez Zapatero, quienes por su falta de alternativa real, decepcionaron las
ilusiones de millones de trabajadores y abrieron la puerta a la victoria de la
derecha.
Hoy, en
mitad de una crisis histórica del capitalismo, no está de más recordar aquellas
palabras de González, haciendo suya otra cita de Churchill: “el capitalismo es
el menos malo de todos los sistemas posibles”. Al abandonar formalmente el
socialismo, González sin duda fue razonable a los ojos de la clase dominante,
pero allanó el camino del PP e integró a su partido en el sistema. Así, hemos
podido ver al PP y al PSOE de la mano reformando la Constitución, para
garantizar el pago a los bancos a costa del gasto social. Aquellos polvos,
trajeron estos lodos.
IU defiende
en Europa la supresión de todas las medidas de recorte del gasto social y de
los derechos laborales promovidas por la Comisión Europea, y que con tanto
entusiasmo están aplicando todos los gobiernos. Reclamamos la derogación del
Tratado de Lisboa, así como del Pacto del Euro. Pero eso implica nuestro
compromiso de que, si la clase trabajadora nos da el apoyo suficiente en las
próximas elecciones generales, IU derogará en el Estado español todas las
medidas de recorte aplicadas por el PP a instancias del Memorándum de
acompañamiento al rescate bancario y del Pacto del Euro.
Igualmente,
debemos dejar meridianamente claro, que no formaremos parte de ningún gobierno
que acepte dichos corsés y que mantenga una política de recortes aunque sean
“suavizados”. No podemos colaborar con la política “del mal menor” porque sí
hay alternativa.
Frente a la
actual Unión Europea, abogamos por una verdadera Europa de los Pueblos. La
derrota de la derecha en todo el continente, en las urnas y en la movilización,
debe abrir un proceso constituyente que sustituya a la actual Unión, hoy al
servicio de las multinacionales y la banca, por una verdadera unión de carácter
federal, democrático y socialista, una unión voluntaria de los pueblos de
Europa, que reconozca el derecho de autodeterminación. Nuestra propuesta
europea está en consonancia con la que hacemos para el Estado español: derrotar
a la derecha para abrir un proceso constituyente, que sancione un cambio social
y garantice nuestros derechos sociales y libertades democráticas, algo que sólo
es posible con un Estado federal, republicano, democrático y socialista.
Ofensiva
por los derechos de los trabajadores en toda Europa
Hasta ahora
Europa ha sido un proyecto de las élites. Las élites económicas y políticas son
quienes han ganado con la Europa que nos han impuesto, mientras que la clase
trabajadora ha sido la gran perdedora de la integración europea.
Es
imprescindible impulsar con nuestras propuestas la lucha del movimiento obrero
en toda Europa. Para ello es fundamental que los principales sindicatos de
clase abandonen la política del Pacto Social trabajadores-capital y unan la
lucha por los derechos laborales a la lucha por la transformación socialista de
la sociedad. Es la única forma de romper con la política del “mal menor”, que
se está revelando como la política de la desmovilización por falta de
alternativa. La época dorada del pacto social no volverá.
Como decía
Rosa Luxemburgo: “No existen dos luchas distintas de la clase obrera,
económica una y política la otra, sino una única lucha de clases, que tiende
simultáneamente a la disminución de la explotación capitalista dentro de la
sociedad burguesa y a la abolición de la explotación junto con la sociedad
burguesa.” [3]
No es
posible hacer una política que beneficie por igual a la clase capitalista y a
los trabajadores. Sus intereses son antagónicos por la sencilla razón de que el
capitalismo obtiene sus ganancias mediante la explotación de los trabajadores y
a la Naturaleza. De ahí, el trasvase brutal de renta que se está produciendo de
los asalariados a la burguesía y el creciente expolio de los recursos
naturales. Una política de izquierdas implica invertir ese proceso y encontrará
siempre la oposición frontal del capital, de las grandes empresas en
particular.
Europa es un
paraíso para la explotación de los trabajadores por las multinacionales. No
solo de los trabajadores directos, sino de los millones de trabajadores de la
industria auxiliar que trabaja para éstas. Dado el amplísimo abanico de costes
salariales, y la variedad de legislaciones laborales existentes, las
multinacionales pueden diversificar sus producciones por países estableciendo
un competencia a la baja en las condiciones laborales.
En el
lenguaje de los directivos de estas multinacionales es común hablar de países
de alto o bajo coste, y determinar las inversiones en función de ello. Por
ejemplo, los aspectos más relacionados con la investigación y desarrollo se
mantienen en los países más industrializados, mientras que las producciones más
intensivas en mano de obra se trasladan a países con salarios bajos.
Frente a
esta realidad, el internacionalismo es más importante que nunca, empezando por
la unidad en la lucha de los trabajadores europeos. Si los trabajadores
alemanes permiten la explotación de los trabajadores españoles, están tirando
piedras sobre su propio tejado y viceversa. Las multinacionales chantajean a
los empleados de sus propias factorías en diferentes países, enfrentándolos
unos a otros. Ford cierra una factoría en Bélgica con 4.300 trabajadores y
traslada la producción a la de Almussafes, en Valencia, después de imponer unas
condiciones de explotación más intensas a su plantilla, con una reducción de
los “costes salariales” gracias a medidas como que los nuevos contratados ganen
un 25% menos que el resto de la plantilla. El director de Fabricación de Ford
España, Antonio Adés, había declarado en marzo del año 2012 que habría que
reducir las vacaciones de los trabajadores ya que, en su opinión, "son
excesivas" y añadió: "Habrá que trabajar más por menos".
No debemos
aceptar el “sálvese quien pueda” y por eso la lucha, para ser efectiva, también
tiene que coordinarse a escala internacional. Si no, los trabajadores acaban
enfrentados entre ellos por las migajas, a ver quién acepta más sacrificios, en
un círculo vicioso.
Al fin y al
cabo, los trabajadores de todas las naciones de la Unión tenemos mucho más en
común entre nosotros que con nuestras respectivas clases dominantes. En todos
los países crecen las luchas y movilizaciones contra las políticas de ajuste.
Es imprescindible plantearse la movilización a escala europea, incluida la
convocatoria de huelgas generales continentales. Pero para que exista una
unidad sindical y política en la lucha es imprescindible un programa común,
cuyas líneas generales serían:
1) Una
jornada laboral máxima europea de 35 horas semanales, como primer paso para una
política de reducción general de la jornada laboral, sin reducción salarial.
2) Un
salario mínimo europeo equivalente al 60% del Salario medio de cada Estado,
como establece la Carta Social Europea.
3) La
jubilación a los 60 años, como máximo en todos los Estados europeos, con
pensiones como mínimo equivalentes al SMI que reclamamos.
4) Una Renta
Básica Europea para todos aquellos trabajadores que carezcan de empleo y hayan
agotado sus prestaciones por desempleo.
5) La
Sanidad, la Educación y la Dependencia, deben ser públicas, gratuitas e
universales en toda Europa.
6) Hay que
luchar por que los representantes de los trabajadores en las multinacionales
puedan participar en los procesos de reconversión industrial y deslocalización,
con un poder efectivo de negociación. Actualmente la legislación europea
reconoce formalmente la existencia de Comités Europeos pero estos sólo pueden
recibir la información sobre las decisiones consumadas de las multinacionales.
7) Libre
acceso y medios para visitar todos los centros de trabajo por parte de los
miembros de los comités europeos. Posibilidad de reuniones entre los
representantes de los trabajadores en las empresas afectadas por
reconversiones.
8) Capacidad
de bloquear deslocalizaciones en multinacionales con beneficios.
9) Un
accidente laboral o enfermedad profesional es igual se sea español, alemán,
rumano o polaco. Una única legislación sobre salud laboral y prevención de
riesgo para todos los países europeos.
10)
Reconocimiento pleno del derecho a huelga, incluidas las de carácter político y
de solidaridad en todos los países de Europa, y también el derecho a convocar
huelgas de carácter europeo.
La deuda
no se puede pagar
Estas
reivindicaciones van indisolublemente unidas a una propuesta de transformación
socialista de la sociedad, que brinde los recursos necesarios para hacerlas realidad.
Lo primero que debemos plantear es que no es posible desarrollar políticas de
izquierdas en Europa, ni en el Estado español, si no se corta radicalmente con
la enorme deuda generada durante las últimas décadas y, en especial, con la
enorme deuda pública acrecentada durante la crisis. Las finanzas de los países
de la UE están todas hipotecadas, en mayor o menor medida, a consecuencia de
las ingentes ayudas millonarias a los bancos para evitar su quiebra. El propio
Banco Central Europeo ha prestado una enorme suma de dinero a bajísimo interés
a los bancos, sin la cual, se habrían visto abocados a la quiebra [4]. De
ese dinero responden todos los Estados. Es decir, si los bancos privados no
pudieran pagar esas sumas, las consecuencias recaerían sobre el erario público [5].
Mientras las
entidades bancarias son rescatadas con dinero público, a los Gobiernos les está
prohibido recurrir al Banco Central, con lo que los grandes beneficiados son
las entidades financieras privadas que reciben dinero a bajísimo interés y
luego se lo prestan a los gobiernos [6]. Una parte sustancial de los
beneficios de la banca española provienen ya de los diferentes títulos de deuda
soberana que tiene. En el período 2000-2013, las Administraciones Públicas han
pagado 141 mil millones de euros más de gastos financieros que los que hubieran
pagado financiándose directamente desde el BCE. En concreto, desde 2008 el
sobrecoste supera los 100 mil millones de euros. En 2013 hemos pagado de más,
una cifra similar a la que el Estado ha dedicado a prestaciones por desempleo
(29.000 millones de euros).
Cuanto más
se endeuda el Estado, más ganan los bancos y más se recorta el gasto social. La
única forma de romper este círculo vicioso es la declaración de una moratoria
inmediata del pago de la deuda, para realizar una auditoría que establezca qué
deuda es ilegítima y, por tanto, no se paga forzando una quita de la misma.
Pero eso no
sería suficiente. Además, es necesario sanear la situación del sistema
financiero, realizando una auditoría pública del mismo que permita conocer su
situación real y que la factura la paguen accionistas y acreedores, y sólo en
último lugar, el erario público y los depositantes.
Hay que
nacionalizar la banca
Pero no se
trata de “sanear” los bancos hoy para que dentro de unos años nos encontremos
en la misma situación. Una de las principales lecciones de esta crisis es que
la gestión de los ahorros de la sociedad no puede dejarse en manos privadas. Su
peso económico es tan grande que, si están en manos privadas, son ellos los que
acaban determinando las políticas de los Estados [7]. La competencia por
el máximo beneficio, independientemente de cuantos controles públicos podamos
poner, conllevará nuevas crisis y desastres sociales.
Por todo
eso, es necesaria la nacionalización de las principales entidades bancarias,
todas ellas dependientes para su funcionamiento del apoyo del erario público.
Eso permitiría tanto la reducción ordenada de un sistema financiero
hipertrofiado, así como convertirlo en un pilar fundamental de una
planificación democrática de la economía. Eso iría unido a la refundación del
Banco Central Europeo en una entidad sometida al control democrático y cuya
actuación sería presidida por el interés social general.
IU debe
defender esa medida a escala europea, pero además, debe comprometerse a ponerla
en práctica si tiene oportunidad de formar gobierno en el Estado español. No
sería posible una política de izquierdas con la banca en manos privadas, pues
el erario público estaría hipotecado por las mismas.
No debemos
temer plantear la nacionalización de la banca, pues nunca habíamos contado con
un ambiente social más favorable a estas ideas. La expresión en el sector
financiero de la grave crisis de sobreproducción capitalista, ha puesto al
descubierto ante millones de personas el verdadero carácter de la clase
dominante capitalista, una pandilla de parásitos inútiles que roban a manos
llenas el fruto del esfuerzo de las familias trabajadoras. Quizá el concepto de
plusvalía queda fuera del alcance de las masas del pueblo, pero todo el mundo
entiende que los banqueros son sanguijuelas que viven de la sangre del pueblo
trabajador.
El sector
financiero no puede estar en manos privadas, la solución de nuestros problemas
es incompatible con la existencia de un sector financiero privado, el sector
bancario debe ser público. Es la única forma de evitar las devastadoras
consecuencias del gigantismo al que tiende el sistema financiero y de la
canibalización que el mismo realiza de la economía real.
El
problema es el capitalismo
Con la intervención
del sector financiero, pondríamos en manos públicas la mayor parte de las
grandes empresas. Si a eso unimos la nacionalización de sectores estratégicos,
como la energía y el transporte, los latifundios y el suelo urbano, entonces sí
tendríamos los recursos para una planificación democrática de la economía en
función de las necesidades sociales, y de forma respetuosa con la Naturaleza.
Basta esgrimir los mismos argumentos que hemos empleado para reclamar la
nacionalización de las compañías energéticas: “preservar el interés general
frente a los oligopolios privados”.
A partir de
ahí, un gobierno Europeo o en el Estado español, estaría en condiciones de
satisfacer el derecho a una vivienda digna, a un empleo en condiciones, una
sanidad y una educación públicas decentes…
Un gobierno
de izquierdas que no parta de dichas medidas políticas, estará condenado a
administrar el reparto de la miseria. No existe una “tercera vía” entre el
capitalismo y el socialismo. Durante décadas lo han intentado los partidos
socialdemócratas para acabar aplicando similares políticas económicas que la
derecha, como atestiguan las experiencias de Schroeder en Alemania o la de
Rodríguez Zapatero en el Estado español.
La crisis es
el resultado de una determinada forma de sociedad, la capitalista, no de un
determinado modelo productivo de desarrollo capitalista, sino del modo de
producción, de las relaciones de producción. O dicho en su forma jurídica, las
relaciones de propiedad, mediante las cuales una minoría ridícula de personas
controla la mayoría de los recursos y determina la producción, el consumo y la
distribución.
Ni los
recursos productivos ni las personas son capital, éste es una relación social
determinada que se caracteriza porque dichos medios son propiedad de una minoría,
lo que le permite explotar a la mayoría, la cual no tiene otra opción que
vender su fuerza de trabajo, física e intelectual, para poder vivir. Por tanto,
la economía puede funcionar de forma muy distinta si cambiamos esas relaciones
de propiedad y el correspondiente modo de producción que domina nuestra
sociedad. La experiencia ha demostrado que suministrar agua o atender la salud
se hace desde el sector público mejor que desde el privado. Pero eso es
extensible a todos los grandes sectores económicos. Hay recursos más que
suficientes para que todas las personas tengan derecho a una existencia digna,
el único obstáculo que lo impide se llama capitalismo.
Es imposible
lograr una cooperación en beneficio mutuo entre los Estados en una Europa
capitalista, que necesariamente conlleva el crecimiento de las desigualdades
entre las clases y la competencia entre países, con el consiguiente aumento de
los desequilibrios. Sólo en un sistema basado en la propiedad pública de los
grandes medios de producción y en una planificación democrática de la economía,
es posible hacer realidad esa cooperación entre los pueblos de Europa. En otras
palabras, debemos defender una Europa socialista y democrática si queremos
resolver los problemas que se plantea nuestra sociedad.
No estamos
ante una lucha por “reequilibrar la renta”, se trata de ellos o de nosotros.
Incluso la supervivencia de la Tierra como planeta habitable es incompatible
con el capitalismo. La Historia brinda oportunidades excepcionales, pues sólo
una situación que permite el cambio en la conciencia de millones de seres
humanos, tal como se está produciendo ante nuestros ojos, permite la
oportunidad de cambiar su rumbo. Esa es nuestra lucha, para esa gigantesca
tarea socialista hemos construido Izquierda Unida.
Notas
[1] Alberto
es miembro de la Presidencia Federal de IU, Laura Ruiz y Jordi Escuer
pertenecen a la Presidencia Regional de IUCM, Javier Jimeno es miembro del
Consejo Político de IU Navarra/NEB y Carlos Sánchez Mato es Presidente de ATTAC
Madrid y afiliado de IUCM.
[2] “Sarkozy
defiende una reforma "urgente" del capitalismo”. El expresidentes
francés decía: “La crisis no es el del capitalismo sino de un sistema que fue
progresivamente dando prioridad al especulador sobre el emprendedor". http://www.publico.es/dinero/185297/sarkozy-defiende-una-reforma-urgente-del-capitalismo.
[4] El
Banco Central Europeo ha facilitado ingentes cantidades de dinero a las
entidades bancarias europeas para proveer de liquidez a las mismas con
operaciones de préstamo (LTRO) ya que eran incapaces de obtener financiación
por sus propios medios. En el momento más crítico para el sistema bancario
europeo, julio de 2012, el BCE llegó a prestar 1,23 billones de euros (402 mil
millones de euros a las entidades bancarias españolas). Aunque el recurso a
esta ventanilla blanda se ha reducido, en diciembre de 2013 todavía el sistema
bancario adeuda 718.407 millones de euros al BCE (206.760 millones de euros las
entidades españolas).
[5] De
hecho, las entidades bancarias españolas adeudan los fondos prestados al Banco
de España que es quien figura como deudor frente al BCE. Así figura en las
estadísticas de la deuda externa de la economía española publicadas por el
Banco de España.
[6] El
sobrecoste soportado en 2012 por las Administraciones Públicas superó los
25.000 millones de euros, es decir, la tercera parte del déficit excluido el
coste del rescate bancario.
[7] El
sector bancario europeo en su conjunto es “demasiado grande para quebrar”. Los
activos de los bancos superan el 350% del PIB de la Unión Europea. Únicamente
con la quiebra de uno de las 30 entidades de mayor tamaño causaría el colapso
del conjunto del sistema financiero. Hasta septiembre de 2011 (últimos datos publicados
por la Comisión Europea) los gobiernos de la UE habían aprobado ayudas públicas
para el sistema bancario por un importe de 4,5 billones de euros entre
inyecciones de capital, garantías, adquisición de activos y medidas de
liquidez. A esto hay que añadir los préstamos del Banco Central Europeo lo que
situaría los auxilios aprobados en más del 45% del PIB de la UE.
Reforma o revolución de Rosa Luxemburgo