James Petras
04/09/2005
El postmarxismo se convirtió en una posición
intelectual de moda con el triunfo del neoliberalismo y el retroceso de la clase
trabajadora
El espacio que dejó
vacante la izquierda reformista ha sido ocupado en parte por
políticos e ideólogos capitalistas, tecnócratas e iglesias tradicionales y
fundamentalistas.
En el
pasado, este espacio lo ocupaban políticos socialistas, nacionalistas,
populistas y activistas religiosos asociados con la teología de la liberación.
El centroizquierda era muy influyente con los regímenes políticos ( en su
cúpula) o con las clases populares menos politizadas ( en sus regímenes inferiores).
Alentadas y, en muchos casos,
subsidiadas por las principales instituciones financieras y agencias
gubernamentales promotoras del neoliberalismo, ha surgido un número masivo de
organizaciones sociales cuya ideología, vínculos y prácticas están compitiendo directamente y en
conflicto con la teoría y práctica marxista. Estas organizaciones, que en su
mayoría se autodescriben como no
gubernamentales o centros
independientes de investigación, se
muestran activas en proponer ideologías y prácticas políticas compatibles y
complementarias con la agenda neoliberal de sus patrocinadores financieros.
Componentes
Los
proponentes intelectuales del marxismo son, en la mayoría de los casos,
exmarxistas cuyo punto de partida es una crítica al marxismo e intenta proveer
una teoría alternativa o al menos una línea aceptable de análisis. Es posible,
más o menos, sintetizar los diez argumentos básicos del discurso postmarxista:
1. El
socialismo fue un fracaso y todas las teorías generales de sociedades están
condenadas a repetir ese proceso. Las ideologías son falsas (salvo el
postmarxismo), porque reflejan un pensamiento dominado por un solo sistema
cultural de raza/género.
2. El
énfasis marxista sobre las clases sociales es reduccionista, porque las clases
se están disolviendo. Los principales puntos políticos de partida son
culturales y están arraigados en diversas identidades (raza, género, etnicidad,
preferencia sexual).
3. El Estado
es el enemigo de la democracia y la libertad, y un proveedor ineficaz de bienestar
social. En su lugar, la sociedad civil es el protagonista de la democracia y la
mejoría social.
4. La
planificación central crea la burocracia, un producto que también entorpece el
intercambio de bienes entre productores. Los mercados, quizá con regulaciones
limitadas, permiten un mayor consumo y una distribución más eficaz.
5. La lucha
tradicional de la izquierda por el poder del Estado es corruptora y conduce a
regímenes autoritarios, los cuales proceden a subordinar a su control a la sociedad
civil. Las luchas de asuntos sociales por parte de las organizaciones también
locales son la única forma democrática de cambio, junto con la petición/presión
sobre autoridades nacionales e internacionales.
6. Las
revoluciones siempre terminan mal o son imposibles: las transformaciones
sociales amenazan provocar reacciones autoritarias. La alternativa es luchar
por transiciones democráticas y consolidarlas para salvaguardar el proceso
electoral.
7. La
solidaridad de clases es parte de ideologías pasadas y refleja políticas y
realidades anteriores. Las clases ya no existen. Hay comunidades fragmentadas
en las que grupos específicos ( identidades) participan de labores y relaciones
recíprocas para la supervivencia basadas en cooperación con partidarios
externos. La solidaridad es un fenómeno que trasciende las clases, un gesto
humanitario.
8. La lucha
de clases y el enfrentamiento no producen resultados tangibles; provocan
derrotas y no resuelven problemas inmediatos. La cooperación gubernamental e
internacional respecto de proyectos específicos si genera incrementos en la
producción y el desarrollo.
9. El
antiimperialismo es otra expresión del pasado. En la economía globalizada no
hay posibilidades de enfrentar los centros económicos. El mundo es cada día más
interdependiente y hay una necesidad de mayor cooperación internacional en la
transferencia de capital, tecnología y conocimientos de los países ricos hacia
los países pobres.
10. Los
líderes de las organizaciones populares no deben estar orientados
exclusivamente para organizar a los pobres y compartir sus condiciones. La
movilización interna debe basarse en fondos externos. Los profesionales deben
diseñar programas y asegurar el financiamiento externo para organizar a grupos
locales. Sin ayuda externa, los grupos locales y las carreras profesionales se
desplomarían.
Crítica a
la ideología
Los
postmarxistas tienen un análisis crítico de la estrategia de desarrollo del
mundo: en una palabra, es la misma ideología general que ellos condenan al
discutir acerca del marxismo. Además, se trata de una ideología que no
identifica la crisis del capitalismo ( estancamiento prolongado, pánicos
financieros periódicos, etc) y las contradicciones ( desigualdad y polarización
social) en escala nacional e internacional que inciden en los problemas
sociales.
Los orígenes del neoliberalismo son
producto del conflicto de clases. Sectores específicos del capital aliados con el Estado y el
imperio derrotaron a las clases populares e impusieron el modelo. Los orígenes
sociológicos del postmarxismo están incrustados en el cambio de poder político
que escapó de la clase trabajadora para desplazarse hacia el capital
exportador.
¿Qué quiere
decirse con "el fracaso del socialismo"? ¿El fracaso de la URSS, de
los regímenes de Europa Oriental? Qué es lo que ha fracasado: ¿el sistema
político, el sistema socioeconómico?. Los resultados recientes de elecciones en
Rusia, Polonia, Hungría y muchas de las ex repúblicas soviéticas sugieren que
una mayoría de votantes prefieren un retorno a aspectos de política económica
de bienestar social y prácticas económicas del pasado. Si la opinión popular en
las naciones excomunistas es un indicador de "fracaso", los
resultados no son definitivos.
Si por
"fracaso del socialismo" los postmarxistas entienden la declinación
en el poder de la izquierda, debemos insistir en una distinción entre
"fracaso" pro ineficacia interna de las prácticas socialistas, y
derrotas político-militares por parte de agresores externos. Nadie diría que la
destrucción de Hitler por las democracias europeas fue un "fracaso de la
democracia". Regímenes capitalistas-terroristas-intervenciones de Estados
Unidos en Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, República Dominicana, Guatemala,
Nicaragua, El Salvador, Angola, Mozambique y Afganistán desempeñaron un papel
importante en la declinación de la izquierda revolucionaria. Las derrotas
militares no son fracasos del sistema económico, y no reflejan la eficacia de
las experiencias socialistas.
Cuando
analizamos los desempeños internos durante el periodo socialista relativamente
estable o de gobierno popular, los resultados son, según múltiples indicadores,
mucho más favorable que lo que llegó después: participación popular, salud,
educación y crecimiento igualitario bajo Allende se comparan muy favorablemente
con lo que ocurrió posteriormente bajo Pinochet. Los mismos indicadores bajo
los sandinistas se comparan favorablemente con el régimen de Chamorro en
Nicaragua. El gobierno de reformas agrarias y políticas de derechos humanos de
Arbenz se compara favorablemente con la política del gobierno instalado por la
CIA, que se caracterizó por la concentración de tierras y ciento cincuenta mil
asesinatos.
Si bien es
cierto que los neoliberales hoy gobiernan y los exmarxistas están alejados del
poder, difícilmente puede encontrarse un país en el Hemisferio Occidental donde
los movimientos de masas influídos por socialistas o marxistas no estén
encabezando manifestaciones importantes y desafiando a los políticos y regímenes
noeliberales. En Paraguay, Uruguay y Bolivia, huelgas generales exitosas; en
México, movimientos importantes de campesinos y guerrilleros indígenas; en
Brasil, el movimiento de trabajadores carentes de tierra reflejan, en todo
caso, influencia marxista.
El
socialismo fuera del bloque comunista fue esencialmente una fuerza democrática
popular, que obtuvo un gran apoyo porque representaba a los intereses populares
libremente decididos. Los postmarxistas confunden el comunismo soviético con
los movimientos socialistas democráticos populares en América Latina. En este
sentido, la perspectiva postmarxista de "el fin de las ideologías" no
sólo es insconsciente con sus propios pronunciamientos ideológicos, sino
también con la continuación del debate ideológico entre marxistas pasados y
presentes, y los debates y enfrentamientos con el neoliberalismo y su hijo
postmarxista.
La
disolución de clases y el surgimiento de identidades
Los postmarxistas atacan desde
diversas perspectivas la idea marxista del análisis de clases. Argumentan que oscurece la
igualmente o más significativa importancia de las identidades culturales
(género, etnicidad):
Acusan a los analistas de clase de
ser reduccionistas económicos y de no poder explicar las diferencias étnicas y de género
dentro de las clases Luego proceden a argumentar que estas diferencias definen
la naturaleza política.
La segunda línea contra el análisis
de clase se genera de la perspectiva que la clase es sólo una construcción
intelectual,
esencialmente un fenómeno subjetivo determinado por la cultura. En
consecuencia, no hay intereses objetivos de clase que dividan la sociedad, dado
que los "intereses" son meramente subjetivos y cada cultura define
sus preferencias.
La tercera
línea de ataque arguementa que ha habido bastas transformaciones en la economía
y en la sociedad que han borrado las viejas distinciones de clase. En la
sociedad postindustrial, argumentan los postmarxistas, la fuente de poder está
en los nuevos sistemas de información, en las nuevas tecnologías y en quienes
las manejan y las controlan. La sociedad, según este punto de vista, está
evolucionando hacia una nueva sociedad donde los trabajadores industriales
están desapareciendo en dos direcciones: hacia arriba, a la nueva clase media
de alta tecnología, y hacia abajo, hacia la subclase marginal.
Los
marxistas nunca han negado la importancia de las negaciones raciales, de género
y étnicas dentro de las clases, pero han hecho énfasis en el sistema social que
genera las diferencias y la necesidad de unir las fuerzas de clase para
eliminar las desigualdades en el trabajo, el barrio y la familia. Los marxistas
se oponen a que las desigualdades de género y raza sean analizadas y resueltas
fuera del ámbito de clase: que mujeres terratenientes con sirvientes y riqueza
tienen una identidad especial con las mujeres campesinas que están empleadas
con sueldos de hambre.
Las clases
no adquieren realidad debido a un edicto: son organizadas por la clase
capitalista para apropiarse del valor. En consecuencia, la idea de que la clase
es una noción subjetiva dependiente de tiempo, lugar y percepción está confundiendo clase con conciencia de
clase. Es obvio que hay cambios importantes en la estructura de clases,
pero no en la dirección que señalan los postmarxistas. Los cambios importantes
han reforzado las diferencias de clase y su explotación, al mismo tiempo que
han cambiado las condiciones e índole de las clases explotada y explotadora.
Hoy existen
más trabajadores temporales, muchos más empleados en el sector informal. El
tema de la explotación sin regular no describe un sistema que transciende el
capitalismo del pasado: es el regreso de las formas de explotación laboral del
siglo XIX. Quien requiere de análisis es el capitalismo después de que el
Estado populista protector ha sido demolido. Esto significa que los complejos
papeles de los Estados y partidos que mediaban entre capital y mano de obra han
sido reemplazados por instituciones estatales vinculadas evidentemente a la
clase capitalista dominante.
Cualesquiera
que hayan sido los determinantes múltiples del comportamiento del Estado y
régimen en el pasado, hoy el modelo
neoliberal depende del control estatal centralizado, vinculado a los bancos
internacionales para implantar pagos de deudas y a los sectores de exportación
para ganar divisas extranjeras. Sus vínculos verticales al ciudadano como sujeto y su
liga primaria por medio del aparato estatal represivo y organizaciones no
gubernamentales (ONG) encargadas de restar
peligro a posibles explosiones sociales.
El
desmantelamiento del Estado protector significa que la estructura social está
más polarizada: entre burócratas en los sectores de salud, educación y
seguridad social, por una parte, y profesionales bien pagados ligados a
corporaciones multinacionales, ONG y otras instituciones, financiadas
externamente y vinculadas al mercado mundial y a los centros de poder político.
La lucha
actual no es entre las clases en las fábricas, sino entre el Estado y las
clases desarraigadas en las calles y los mercados, desplazadas del empleo fijo
y obligadas a producir y vender y a soportar los costos de su reproducción
social. La integración al mercado de explotadores de élite y compradores
medianos y pequeños tiene su contrapartida en la desintegración de la economía
del interior: industria local, pequeñas granjas con su concomitante
desplazamiento de productores hacia la ciudad o al extranjero.
La
importancia de bienes de lujo para la clase media alta está basada en
utilidades remitidas por el trabajo "exportado" de los pobres. El
nexo de explotación se inicia en el empobrecimiento del interior, el
desarraigamiento de los campesinos su emigración a las ciudades y al
extranjero. Los recursos que remiten los miembros de esta mano de obra
exportada proporcionan las divisas duras para financiar importaciones y
proyectos neoliberales de infraestructura para promover los negocios de
exportación interna y externa y el turismo. La cadena de explotación es más
compleja, pero aún así reside, en última instancia, en la relación capital-
mano de obra.
En la era
del neoliberalismo, la lucha para recrear la nación, el mercado nacional, la
producción y el intercambio nacional es, una vez más, una demanda histórica. En
la misma forma, el empleo desregulado (trabajo informal o subterráneo) requiere
de una poderosa inversión pública y un centro regulatorio para generar empleo
formal con condiciones sociales vivibles. En
una palabra, el análisis de clase debe ser adaptado al imperio del capital sin
mediación en un mercado laboral no regulado con vínculos internacionales, en el
que las políticas redistributivas del pasado han sido reemplazadas por
políticas neoliberales que concentran el ingreso en la cúpula.
La
homogeneización y movilidad hacia debajo de vastos sectores de trabajadores y
campesinos que antes estaban en el mercado de trabajo crea un gran potencial
para la acción revolucionaria unificada. Hay una identidad común de clase que
abona el terreno para organizar las luchas de los pobres. En suma, en contra de
lo que argumentan los postmarxistas, la transformación del capitalismo ha hecho
más relevante que nunca el análisis de clase.
El
crecimiento de la tecnología ha exacerbado las diferencias de clase, no las ha
abolido. Los trabajadores en industria de microchips y aquellas industrias en
las que han incorporado esos nuevos chips no han eliminado la clase
trabajadora. Más bien, han desplazado las sedes de actividad y el modo de
producir dentro del continuado proceso de explotación. La nueva estructura de
clase, hasta donde es visible, combina las nuevas tecnologías con formas más
controladoras de producción.
La
automatización de algunos sectores acelera el ritmo de trabajo en la línea de
ensamblaje: cámaras de televisión aumentan la vigilancia del trabajador al
tiempo que disminuyen el personal administrativo: círculos de control de
calidad, en los que trabajadores presionan a trabajadores, incrementan la
autoexplotación sin aumento de sueldo o poder. La revolución tecnológica está
moldeada, en última instancia, por la estructura de clase de la
contrarrevolución neoliberal. Las computadoras permiten a las agroempresas
controlar el coste y el volumen de los pesticidas, pero son los trabajadores
mal pagados quienes esparcen las sustancias y se envenenan. Las redes de información
son unidades para distribuir trabajo a los talleres clandestinos de los hogares
( economía informal), para producir textiles, zapatos, etc...
Estado y
sociedad civil
Los postmarxistas pintaron la imagen
del Estado con un solo rostro. El Estado es descrito como una enorme burocracia
ineficaz que saqueó el tesoro público y dejó en la pobreza al pueblo y en la
bancarrota a la economía. En la esfera política, el Estado era la fuente del gobierno autoritario
y dictámentes arbitrarios, obstaculizando el ejercicio de la democracia y del
libre intercambio de bienes. Por otra parte, argumentan los postmarxistas, la sociedad civil era la fuente de libertad.
De una
sociedad civil activa surgiría una economía igualitaria y dinámica. Lo que es
extraño acerca de esta ideología es su peculiar capacidad para pasar por alto
50 años de historia. El sector público era necesariamente el encargado de
estimular la industrialización en ausencia de la inversión privada y debido a
las crisis económicas ( la crisis mundial de los 30, la guerra de los 40,
etc.).En segundo lugar, el crecimiento del analfabetismo y la salud pública
fue, en gran parte, una iniciativa pública.
En siglo y
medio de libre empresa (del XVIII al decenio de 1930) América Latina padeció
las siete plagas de la Biblia, mientras la mano invisible del mercado
permanecía inmóvil: genocidio, hambruna, enfermedades, tiranía, dependencia,
desarraigo y explotación. El sector público creció en respuesta a esos
problemas y se desvió de sus funciones públicas al grado de que fue apropiado
privadamente por las elites de negocio y política.
La
ineficacia del Estado está directamente relacionada con la subordinación a
intereses privados.
Los
programas amplios de salud y educación del Estado nunca han sido reemplazados
por la iniciativa privada, la Iglesia o las ONGs. Estas proporcionan atención y
educación sólo a grupos limitados, dependiendo de los caprichos e intereses de
los capitales extranjeros. Los postmarxistas han dejado que su retórica
antiestatista los ciegue a los logros positivos comparativos de lo público
sobre lo privado.
El argumento de que el Estado es
fuente de autoritarismo resulta y no verdad. Han existido y existirán Estados
dictatoriales, pero la mayoría tienen poco o nada que ver con la propiedad
pública. La mayoría de las dictaduras han sido antiestatistas y en favor del
libre mercado hoy, en el pasado y probablemente en el futuro.
Los ataques
generalizados, históricos y asociales contra el Estado no tienen razón de ser y
sólo sirven como instrumento político para evitar que ciudadanos del libre
mercado forjen una opción eficaz y racional anclada en las potencialidades
creativas de la acción pública.
La posición contraria de la sociedad
civil con relación al Estado es también una dicotomía falsa. La sociedad civil
o, más exactamente, las clases dirigentes de la sociedad civil, al tiempo que
atacan al estatismo de los pobres, se han preocupado por reforzar los vínculos
con la tesorería y los militares para promover y reforzar su posición en la
sociedad civil.
En igual
forma, las clases populares en la sociedad civil, cuando son
provocadas, han tratado de romper el monopolio de las clases gobernantes sobre
el Estado. Los pobres siempre han dirigido la mirada a los recursos del Estado
para reforzar su posición económica relativa a los ricos. El asunto es, y
siempre ha sido, la relación de las diferentes clases con el Estado.
Los
ideólogos postmarxistas, marginados del Estado por los neoliberales, han hecho
una virtud de su impotencia. Absorbiendo acríticamente la teoría antiestatal
que les llega de arriba, la transmiten hacia abajo. Los postmarxistas tratan de
justificar los vehículos organizacionales (ONG) que utilizan para lograr
movilidad hacia arriba, con el argumento de que operan fuera del Estado y en la
sociedad civil cuando, de hecho, están financiadas por gobiernos extranjeros
para trabajar con los gobiernos nacionales.
La lucha
de clases y la cooperación
Los postmarxistas
a menudo escriben de la cooperación de todos, sin profundizar mucho en el
precio y las condiciones para garantizar la cooperación de los regímenes
neoliberales y las organizaciones populares. La lucha de clases se considera un atavismo con un pasado inexistente.
Hoy se nos dice que los pobres están empeñados en construir una nueva vida,
están hartos de la política, las ideologías y los políticos tradicionales.
Hasta allí vamos bien.
Los grupos
de empresarios hacen que los postmarxistas participen en un nuevo tipo de
política similar a la de los enganchadores de un pasado no tan lejano: que
reunían a las mujeres que necesitaban capacitación y establecían microempresas
subcontratadas con productores o exportadores de mayor envergadura. La política
de los postmarxistas es de compradores: ellos no elaboran productos nacionales,
sólo relacionan a los capitalistas extranjeros con la mano de obra local para
facilitar la continuación del régimen neoliberal.
Los
postmarxistas en su papel de administradores de las ONGs son fundamentalmente
actores políticos cuyos proyectos, capacitación y talleres no producen un
impacto económico importante, ni en las ONGs ni en disminuir la pobreza. Pero sus actividades si desvían a la gente
de la lucha de clases. La perspectiva marxista de la lucha y
confrontación de clases se construye en las verdaderas divisiones sociales de
la sociedad: entre quienes obtienen beneficios, intereses, renta e impuestos y
quienes luchan por optimizar los salarios, el gasto social y las inversiones
productivas.
Los
resultados de las perspectivas marxistas son actualmente evidentes en todas
partes: la concentración del ingreso y el aumento de las desigualdades son más
grandes que nunca.
Instituciones
como el Banco Internacional de
Desarrollo (BID) financian empresas agroindustriales de exportación que
explotan y envenenan a millones de trabajadores agrícolas, y al mismo tiempo
proporcionan fondos para el financiamiento de pequeños microproyectos. El papel
de los postmarxistas en los microproyectos es neutralizar la oposición política
de la parte inferior, mientras se promueve el neoliberalismo en la parte
superior.
Su teoría de
la cooperación liga a los pobres por medio de los neoliberales.
Intelectualmente, son polícías que
definen la investigación aceptable, distribuyen los fondos para investigar y
filtran los tópicos y las perspectivas que proyectan el análisis de clases y la
perspectiva de la lucha. El control de la moda intelectual, publicaciones,
conferencias y fondos para investigar les proporcionan una base importante de
poder, pero en última instancia dependen de evitar el conflicto con sus
patrones, quienes les otorgan el financiamiento desde el extranjero.
Los
intelectuales marxistas críticos tienen su fuerza en el hecho de que sus ideas
resuenan con las realidades sociales en evolución. La polarización de clases y
los violentos enfrentamientos aumentan, tal como lo pronostican sus teorías. Es
a partir de estos hechos que los marxistas demuestran debilidad táctica, pero
fuerza estratégica en relación con los postmarxistas.
¿Murió el
antiimperialismo?
En los
últimos años el antiimperialismo desapareció del diccionario político de los
postmarxistas. Los ex guerrilleros de Centroamérica se convirtieron en
políticos electorales y los profesionales que manejan las ONGs hablan de
cooperación e interdependencia internacionales. Sin embargo, los pagos de la deuda siguen transfiriendo gigantescas
sumas de los pobres latinoamericanos a Europa, Estados Unidos y Japón. Las
propiedades públicas, los bancos y por encima de todo los recursos naturales se
van enajenando a precios muy bajos por parte de las transnacionales.
Hay más
multimillonarios de América Latina que tienen la mayor parte de sus fondos en
bancos estadounidenses y europeos que nunca antes. Entre tanto provincias
enteras se han convertido en cementerios industriales, y el campo está
despoblado. Estados Unidos tiene más asesores militares, funcionarios
antidrogas y policías federales encargados de dirigir la planeación, que en
ninguna otra etapa de la historia mundial.
No obstante,
algunos exsandinistas y exfarambundistas dicen que el
antiimperialismo/imperialismo desapareció al término de la guerra fría. El
problema-dicen- no es la inversión o ayuda extranjeras, sino la falta de ellas
y piden más ayuda imperial. La miopía política y económica que acompaña a esta
perspectiva no entiende que las condiciones políticas para los créditos son el
abaratamiento de la mano de obra, la eliminación de la legislación social y la
transformación de Latinoamérica en una gran plantación, un gran campo minero,
una gran zona de libre comercio desprovista de derechos, soberanía y riqueza.
El énfasis marxista en la
profundización de la explotación imperialista tiene su origen en las relaciones
sociales de producción y las relaciones del Estado entre el capitalismo
imperialista y el dependiente. El derrumbe de la URSS ha intensificado la explotación
imperialista. Los postmarxistas (ex marxistas) que creen que el mundo unipolar
tendrá por resultado una mayor cooperación, interpretaron mal la invasión
estadounidense en Panamá, Irak, Somalia y otros países. En forma más fundamental la dinámica del imperialismo radica en la
dinámica internacional del capital, no en la competencia externa con la URSS.
La pérdida del mercado interno y los sectores de Latioamérica es un retorno a
la fase prenacional: las economías latinoamericanas empiezan a tomar
características de su pasado colonial. La lucha actual contra el imperialismo
involucra la reconstrucción de la nación, el mercado local, la economía
productiva y una clase trabajadora ligada a la producción y al consumo
sociales.
Dos
perspectivas de la transformación social: organización de clase y ONG
Para
adelantar la lucha contra el imperialismo y sus colaboradores neocompradores
nacionales hay que pasar por un debate ideológico y cultural con los
posmarxistas que están dentro y en la periferia de los movimientos populares.
El
neoliberalismo opera actualmente en dos frentes: el económico y el cultural-
político; y en dos niveles: el régimen y las bases populares. En la parte más
alta las políticas las formulan y las implantan los personales usuales: Banco
Mundial, Fondo Monetario Internacional, en combinación con Washington, Bonn,
Tokio y en asociación con os regímenes neoliberales y los exportadores locales
y grandes conglomerados empresVerdanaes y banqueros transnacionales.
A principios
de los 80, los sectores más perceptivos de los gobernantes neoliberales vieron
que sus estrategias estaban polarizando a la sociedad y provocando descontento
a gran escala. Los políticos empezaron a financiar y a promover una estrategia
paralela desde abajo: la promoción de organizaciones de base con una ideología
antiestatista para intervenir entre las clases posiblemente conflictivas y
crear un cojín social.
Estas
organizaciones dependían económicamente de fuentes neoliberales y estaban
involucradas en una competencia con los movimientos sociopolíticos por la
lealtad de los líderes locales y las comunidades activistas. Para la década de los noventa estas
organizaciones descritas como no gubernamentales llegaban a miles y recibían en
todo el mundo cerca de 4 mil millones de dólares.
La confusión
concerniente a su carácter político se deriva de su historia anterior a los
años 70. En este período las ONGs desplegaron su actividad proporcionando apoyo
humanitario a las víctimas de las dictaduras militares y denunciando las
violaciones de los derechos humanos. Las ONGs apoyaron las cocinas de
beneficencia que permitían a las familias de las víctimas sobrevivir a la
primera oleada de tratamientos de choque.
Este período creó una imagen
favorable de las ONGs hasta en la izquierda. Se les consideraba como parte del campo progresista.
Aún entonces sus límites eran evidentes aunque atacaban las violaciones de los
derechos humanos de las dictaduras locales, raras veces denunciaban a sus patronos estadounidenses y europeos que
las financiaban y asesoraban. Tampoco había un esfuerzo serio por
relacionar las políticas económicas neoliberales y las violaciones de los
derechos humanos con el nuevo rumbo que tomaba el sistema imperialista.
Obviamente, las fuentes externas de financiamiento limitaban la esfera crítica
y acción en materia de derechos humanos.
Al crecer la
oposición al neoliberalismo a principios de los ochenta, los gobiernos
europeos, estadounidenses y el Banco Mundial aumentaron el financiamiento de
las ONG. Existe una relación directa entre el desarrollo de los movimientos que
desafiaban el modelo neoliberal y el esfuerzo por subvertirlos mediante la
creación de formas alternas de acción social por medio de las ONG. El punto básico de convergencia entre las
ONG y el Banco Mundial era su oposición común al estatismo. En su
superficie las ONG criticaban al Estado desde una perspectiva izquierdista,
defendiendo a la sociedad civil, mientras que la derecha lo hacía en nombre de
los mercados.
En realidad
el Banco Mundial, los regímenes neoliberales y la fundación occidental se
combinaron y alentaron a las ONG para hacer tambalear al Estado benefactor
proporcionando servicios sociales para compensar a las víctimas de las empresas
multinacionales. En otras palabras, conforme
los regímenes neoliberales devastaban a las comunidades al inundar al país con
importaciones baratas, pagos de la deuda externa y la abolición de las
legislaciones laborales, creando una masa cada vez más grande de trabajadores
mal pagados y desempleados las ONG recibieron financiamientos para establecer
proyectos de autoayuda, educación popular, capacitación para el trabajo, etc, y
absorben temporalmente a pequeños grupos pobres y captan a los líderes locales
para minar las luchas contrarias al
sistema.
Las ONG se
convirtieron en el rostro de la comunidad del neoliberalismo intimamente
ligadas con los poderosos y complementaron así su labor destructiva con
proyectos locales. En efecto, los neoliberales organizaron una operación de
pinza o estrategia doble. Desgraciadamente,
muchos izquierdistas sólo se enfocaron en el neoliberalismo desde arriba y
desde fuera (FMI y BM) y no en el neoliberalismo
desde abajo y desde dentro (las ONG y las microempresas).
Una razón
importante para este error de apreciación fue la conversión de muchos
neomarxistas a la fórmula y a la práctica de las ONG. El postmarxismo fue el boleto de tránsito ideológico de la política de
clases al desarrollo comunitario, del marxismo a las ONG.
Mientras los neoliberales transferían
lucrativas propiedades estatales al rico sector privado, las ONGs no formaban
parte de la resistencia de los sindicatos. Al contrario, participaban activamente en proyectos
privados para promover el discurso de la empresa privada (auto-ayuda) en las
comunidades locales enfocándose en la microempresa. Las ONGs construyeron puentes ideológicos entre los capitalistas en
pequeña escala y los monopolios que se benefician de la privatización, todo en
nombre del atiestatismo y formando sociedades civiles.
En tanto los
ricos acumulaban vastos emporios financieros a partir de la privatización, los
profesionales de la clase media de las ONGs obtuvieron pequeñas sumas para
financiar oficinas, transportes y una actividad económica en pequeña escala.
Políticamente, lo importante es que las ONGs despolitizaron a sectores de la
población, redujeron su compromiso con los empleados públicos y nombraron a
líderes potenciales para proyectos pequeños.
Las ONGs se
abstienen de participar en las luchas de los maestros de escuelas públicas y
educadores del sistema oficial contra sueldos y recortes presupuestales, porque
su presupuesto proviene de gobiernos neoliberales.
En realidad,
las ONGs no son no gubernamentales. Reciben fondos de gobiernos extranjeros o
trabajan como subcontratistas privados locales. Con frecuencia colaboran
abiertamente con dependencias gubernamentales a nivel local o transnacional. En
este sentido, las ONGs ponen en peligro
la democracia, al quitar los programas sociales de las manos de la gente local
y sus funcionarios de elección popular, y crear dependencia en funcionarios
extranjeros.
Además
desvían la atención y luchas populares del presupuesto nacional hacia la
autoexplotación,
para garantizar los servicios sociales locales. Esto les permite a los
neoliberales restringir los presupuestos sociales y transferir fondos del
Estado para subsidiar las cuentas incobrables de los bancos privados, créditos
a los exportadores, etc.
La
autoexplotación ( la autoayuda) significa que, además de pagar impuestos al
Estado y no recibir nada a cambio, los empleados tienen que trabajar horas
extras con recursos marginales, gastando sus escasas energías para obtener
servicios que los burgueses obtienen del Estado.
En la forma
más fundamental, la ideología de las ONGs de la actividad voluntaria privada
mina el sentido público, la idea de que el gobierno tiene una obligación de
velar por sus ciudadanos y proporcionarles vida, libertad y búsqueda de la
felicidad: que la responsabilidad política del Estado es esencial para el
bienestar de los ciudadanos.
Contra ese
concepto de responsabilidad pública las ONGs promueven la idea neoliberal de la
responsabilidad privada de los problemas sociales y la importancia de los
recursos privados para resolver esos problemas. En realidad imponen una carga
doble a los pobres: la de pagar impuestos para financiar al Estado neoliberal,
que sirve a los ricos, y la autoexplotación privada que se ocupe de sus propias
necesidades.
ONG y
movimientos sociopolíticos
Las ONGs
ponen énfasis en los proyectos, no en los movimientos; movilizan a la gente
para que produzca en los márgenes, no para luchar por controlar los medios
básicos de producción y riqueza: se enfocan a la asistencia técnica y
financiera de proyectos, no en las condiciones estructurales que forman la vida
cotidiana. Las ONG se apropian del
lenguaje de la izquierda: Poder popular, igualdad, desarrollo sustentable, liderazgo popular, tec.
El problema es que ese lenguaje está ligado a un ámbito de colaboración con los
donantes y las dependencias gubernamentales que subordinan la actividad
práctica a la política no conflictiva.
Las ONGs y
su personal profesional postmarxista compiten directamente con los movimientos
sociopolíticos para adquirir influencia entre los pobres, las mujeres y los
marginados, las minorías raciales, etc.
Su ideología y práctica desvía la atención de las fuentes y las soluciones de
la pobreza. Hablar de microempresas
en vez de explotación de parte de los bancos extranjeros, se basa en el
concepto de que el problema es de iniciativa individual, no de la transferencia
de los ingresos al extranjero.
La ayuda de
las ONGs afecta a pequeños sectores de la población y establece una competencia
entre comunidades por los escasos recursos, lo cual genera distinción y
rivalidades internas y externas que
perjudican la solidaridad de clase. Lo mismo sucede entre los
profesionales: cada uno establece sus ONGs para solicitar fondos del
extranjero. Compiten con propuestas "al gusto" de los donantes
extranjeros, mientras afirman hablar en nombre de más seguidores.
El efecto
real es la proliferación de las ONGs que fragmentan las comunidades pobres y
las convierten en grupos sectoriales y subsectoriales incapaces de ver de manera más amplia el cuadro social que los aflige y
menos capaces aún de unirse en la lucha contra el sistema.
Las
experiencias recientes demuestran que los donadores extranjeros financian
proyectos durante las crisis, pero una vez que los movimientos menguan, cambian
el financiamiento a colaboración del régimen, y adaptan los proyectos de las
ONG a su agenda neoliberal. La estructura y agenda de las ONG, con su postura
apolítica y su enfoque de auotayuda, despolitiza y desmoviliza a los pobres.
Además, refuerzan el proceso electoral alentado por los partidos neoliberales y
los medios de comunicación.
Las ONGs
hablan de excluidos, de los sin poder, de la pobreza extrema, de la
discriminación por sexo o raza, pero no pasan de los síntomas superficiales
para abordar el sistema social que produce estas condiciones. Incorporan a los
pobres a la economía neoliberal por medio de una acción voluntaria puramente
privada, las ONGs crean un mundo político donde la apariencia de solidaridad y
acción social disimula una conformidad conservadora con la estructura de poder
nacional e internacional. No es coincidencia que conforme las ONGs se han hecho
dominantes en ciertas regiones, la acción política independiente de clase ha
declinado, y el liberalismo no tiene freno. La línea de fondo es que el
crecimiento de las ONGs coincide cada vez más con el financiamiento del
neoliberalismo y la profundización de la pobreza en todas partes.
A pesar de
sus afirmaciones de muchos éxitos a nivel local, el poder general del
neoliberalismo no tiene rival, y las ONGs buscan cada vez más posiciones en los
intersticios de poder. El problema de formular alternativas se ha impedido en
otra forma. Muchos de los antiguos líderes de movimientos guerrilleros y
sociales, sindicatos y organizaciones femeninas han sido atraídos por las ONGs.
La oferta es tentadora: mayor salario, prestigio y reconocimiento de los
donantes extranjeros, conferencias y redes en el extranjero, personal de
oficina y relativa seguridad de no verse sujetos a represión. En cambio, los
movimientos sociopolíticos ofrecen pocos beneficios materiales, pero mayor
respeto e independencia y, lo que es más importante, la libertad de retar al
sistema político y económico.
Las ONGs y
sus patrocinadores financieros en el extranjero (BID y BM) publican boletines
con narraciones sobre el éxito de las microempresas y otros proyectos de
autoayuda, pero no mencionan los elevados índices de fracasos conforme baja el
consumo popular, importaciones baratas inundan el mercado y las tasas de
interés suben en espiral.
Hasta los
éxitos afectan sólo a una pequeña fracción del total de los pobres y sólo
afectan en el sentido de que otros no pueden ingresar en el mismo mercado. El
valor propagandístico del éxito individual de la microempresa, no obstante, es
importante para crear la ilusión de que el neoliberalismo es un fenómeno
popular. Las frecuentes explosiones populares de violencia que tienen lugar en
regiones donde existe la promoción de la microempresa, sugiere que la ideología
no es hegemónica y que las ONGs todavía no desplazan a los movimientos
independientes de clase.
Las ONGs
fomentan un nuevo tipo de colonialismo y dependencia cultural y económica. Los
proyectos se diseñan, o al menos se aprueban, según las normas de las
prioridades de los centros imperialistas o sus instituciones. Son administrados
y vendidos a las comunidades. Se hacen evaluaciones por y para las
instituciones imperialistas. Los cambios en el financiamiento de las
prioridades o las malas evaluaciones tiene como consecuencia el abandono a su
suerte de los grupos, comunidades, granjas y cooperativas.
Todo y todos
se disciplinan cada vez más para cumplir con las demandas de los donantes y los
evaluadores de sus proyectos. Los nuevos virreyes supervisan y garantizan el
cumplimiento de las metas, los valores y las ideologías del donante, así como
el uso adecuado de los fondos. Donde se registran éxitos, dependen en gran
medida del apoyo continuo del extranjero para evitar que se derrumben.
Aunque la
mayor parte de las ONGs son cada vez más instrumentos del neoliberalismo, hay una pequeña minoría que intenta desarrollar
estrategias alternas que apoyen la política de clase y el antiimperialismo.
Ninguna de ellas recibe fondos del BM o de dependencias gubernamentales
estadounidenses o europeas. Apoyan los esfuerzos para ligar el poder local con
el poder estatal. Relacionan los proyectos locales con los movimientos
nacionales que ocupan, defienden la propiedad pública y nacional contra las
multinacionales...En una palabra, no son postmarxistas.
'Excelsior',
26 de noviembre de 1996
ONGs y
movimientos populares están controlados por las elites financieras, y otros
documentos complementarios.
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