NOTA DEL
EDITOR DE ESTE BLOG: Le he añadido las obras que hace referencia
9/8/2014
Aceptar
los términos (aunque solo sea formalmente) de la burguesía, nos aleja de la
lucha revolucionaria de organización y concienciación de la clase obrera
Kautsky no comprende esta verdad, inteligible y evidente para
todo trabajador, porque "ha olvidado", "ha perdido la
costumbre" de preguntar: ¿democracia para qué clase? Él razona desde el
punto de vista de la democracia "pura" (¿es decir, sin clases? ¿o por
encima de las clases?) (Lenin, “La Revolución proletaria y el renegado Kaustky”
en inglés) pg 17, edición digital pg web
CJC (old.cjc.es)
1. La
dictadura del proletariado y el autoritarismo implícito de las revoluciones.
La ideología
dominante es la de la clase dominante. Los valores morales que imperan en la
actualidad defienden, en última instancia, a la burguesía. El pseudo-humanismo
negador de todo tipo de violencia o autoridad (ajena al poder establecido, por
supuesto) es imperante en la clase trabajadora. No obstante, el Estado SÍ puede
ser violento y autoritario, ya que vela por valores abstractos como “el bien
común”, “el país”, “la patria” o “la constitución”, y que indefectiblemente se
reducen a la defensa de los intereses de la burguesía (banqueros y grandes
empresarios). No obstante, una revolución obrera, hecha por trabajadores y para
trabajadores, violenta y autoritaria (porque la burguesía no permite otro
camino) resulta totalmente inaceptable desde el punto de vista de esos valores
morales “abstractos”.
Karl Johann Kautsky (Praga, 18 de octubre de 1854-Ámsterdam, 17 de
octubre de 1938), jefe ideológico de la II Internacional, eminente marxista que
acabó sus días al servicio de la burguesía debido a la incomprensión de la
situación concreta, escribió en 1918 el folleto “La dictadura del proletariado”
realizando una crítica oportunista y destructiva a la dictadura del
proletariado impuesta a la burguesía y a los terratenientes rusos por los
sóviets de obreros, campesinos y soldados de Rusia. En ese folleto, Kautsky
clama por la democracia, por la constitución, por la defensa de las minorías,
por la legalidad de los parlamentos, por los derechos de la clase burguesa. En
definitiva, Kautsky ataca de manera directa a la primera revolución proletaria
triunfante de la historia de la humanidad. La respuesta de Lenin no se hizo
esperar. Ése es el objeto de su obra “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”.
Otro formato aquí en pdf y en ingés aquí
Para
empezar, Kautsky “olvidó” la famosa cita de Engels sobre el autoritarismo en
las revoluciones (grave fallo en alguien que se considera marxista):
“Todos los
socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con él la autoridad
política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es
decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocándose en
simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses
sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político autoritario
sea abolido de un plumazo, aun antes de haber sido destruidas las condiciones
sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución
social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución
estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que
existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su
voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios
autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en
vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas
inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día,
de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses?
¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de
ella? Así pues, una de dos: o los antiautoritarios no saben lo que dicen, y en
este caso no hacen más que sembrar la confusión; o lo saben, y en este caso
traicionan el movimiento del proletariado. En uno y otro caso, sirven a la
reacción.” (Federico Engels, “De la autoridad” en
inglés y en castellano aquí) edición
digital www.marxists.org)
2. No
existe la “democracia pura”: existe la democracia de la clase burguesa.
Bajo el
sistema capitalista, no existe la democracia verdadera, y bajo las reglas
burguesas, es imposible alcanzar una verdadera democracia, ya que tales reglas
están creadas para el mantenimiento en el poder de una clase social determinada.
Y volvemos al debate eterno: reforma o revolución. El capitalismo no puede
reformarse, no se le puede dotar de reglas para hacerlo más humano y más justo.
La esencia del capitalismo es la apropiación de la plusvalía y el carácter
privado de los medios de producción. En períodos revolucionarios, banqueros y
grandes empresarios podrán abrir la mano ante el miedo de la pérdida total del
control, y podrán hacer concesiones limitadas con el objetivo de retomar el
control de la situación cuando las condiciones objetivas les sean propicias.
Por eso,
alcanzar la verdadera democracia conlleva luchar contra la “democracia” del
sistema capitalista, la “democracia” de banqueros y grandes empresarios.
Desgraciadamente, cuando la persona que quiere un mundo mejor acepta, explícita
o tácitamente, las reglas del sistema capitalista (y sus propios códigos
morales, que son los de la clase dominante) estableciendo como propio un campo
de batalla, un lenguaje y una táctica que no es la de su clase social, ya ha
sido derrotado de antemano.
“Kautsky
toma del marxismo lo que los liberales admiten, lo que admite la burguesía (la
crítica del medievo, el papel progresivo que desempeñan en la historia el
capitalismo en general y la democracia capitalista en particular) y arroja por
la borda, calla y oculta en el marxismo lo que es inadmisible para la burguesía
(la violencia revolucionaria del proletariado contra la burguesía para
aniquilar a ésta). Por ello, dada su posición objetiva, sea cual fuere su
convicción subjetiva, Kautsky resulta ser inevitablemente un lacayo de la
burguesía. La democracia burguesa, que constituye un gran progreso histórico en
comparación con el medievo, sigue siendo siempre -- y no puede dejar de serlo
bajo el capitalismo -- estrecha, amputada, falsa, hipócrita, paraíso para los
ricos y trampa y engaño para los explotados, para los pobres. Esta verdad, que
figura entre lo más esencial de la doctrina marxista, no la ha comprendido el
"marxista" Kautsky. En este problema -- fundamental -- Kautsky ofrece
"cosas del gusto" de la burguesía, en lugar de una crítica científica
de las condiciones que hacen de toda democracia burguesa una democracia para
los ricos.” (Lenin, op. cit., pg 12)
El
parlamentarismo burgués no es la representación de la voluntad popular, sino
una mera herramienta de la clase explotadora que proyecta una ilusión de
democracia e igualdad. La lucha no es dominar la herramienta de dominación de
la burguesía bajo el sistema capitalista, sino denunciar su falsedad, su
hipocresía y su inutilidad. Defender el parlamentarismo burgués como
herramienta de la destrucción del sistema capitalista, es mantener esa ilusión,
falsedad e hipocresía, que sirve única y exclusivamente a la clase dominante.
"Considerad
el parlamento burgués. ¿Puede admitirse que el sabio Kautsky no haya oído decir
nunca que los parlamentos burgueses están tanto más sometidos a la Bolsa y a
los banqueros cuanto más desarrollada está la democracia? Esto no quiere decir
que no deba utilizarse el parlamentarismo burgués (y los bolcheviques lo han
utilizado quizá con mayor éxito que ningún otro partido del mundo, porque en
1912- 1914 habíamos conquistado toda la curia obrera de la cuarta Duma). Pero
sí quiere decir que sólo un liberal puede olvidar, como lo hace Kautsky, el
carácter históricamente limitado y condicional que tiene el parlamentarismo
burgués. En el más democrático Estado burgués, las masas oprimidas tropiezan a
cada paso con una contradicción flagrante entre la igualdad formal, proclamada
por la "democracia" de los capitalistas, y las mil limitaciones y
tretas reales que convierten a los proletarios en esclavos asalariados. Esta
contradicción es lo que abre a las masas los ojos ante la podredumbre, la
falsedad y la hipocresía del capitalismo. ¡Esta contradicción es la que los
agitadores y los propagandistas del socialismo denuncian siempre ante las masas
a fin de prepararlas para la revolución! Y cuando ha comenzado una era de
revoluciones, Kautsky le vuelve la espalda y se dedica a ensalzar los encantos
de la democracia burguesa agonizante.” (Ibíd., pg 14 y 15)
Aceptar los
términos (aunque solo sea formalmente) de la burguesía, nos aleja de la lucha
revolucionaria de organización y concienciación de la clase obrera.
“Si
argumentamos en liberal, tendremos que decir: la mayoría decide y la minoría se
somete. Los desobedientes son castigados. Y nada más. No hay por qué hablar del
carácter de clase del Estado en general ni de la "democracia pura" en
particular; no tiene nada que ver con la cuestión, porque la mayoría es la
mayoría y la minoría es la minoría. Una libra de carne es una libra de carne, y
nada más.” (Ibíd., pg 18)
¿Se puede
despojar del poder de los capitalistas a través de las leyes aprobadas por un
parlamento burgués por los más magníficos y bienintencionados prohombres y
mujeres que haya dado la clase obrera? Lenin va más allá: incluso tras una
revolución proletaria triunfante, con la burguesía, de derecho, defenestrada,
el peligro de la restauración capitalista está siempre presente y solo se pude
hacer desaparecer con, oh, autoridad y violencia, despojando a la burguesía de
sus derechos, es decir, con la dictadura del proletariado.
“Se puede
derrotar de golpe a los explotadores con una insurrección victoriosa en la
capital o una rebelión de las tropas. Pero, descontando casos muy raros y
excepcionales, no se puede hacer desaparecer de golpe a los explotadores. No se
puede expropiar de golpe a todos los terratenientes y capitalistas de un país
de cierta extensión. Además, la expropiación por sí sola, como acto jurídico o
político, no decide, ni mucho menos, el problema, porque es necesario desplazar
de hecho a los terratenientes y capitalistas, reemplazarlos de hecho en
fábricas y fincas por otra administración, la obrera. No puede haber igualdad
entre los explotadores, a los que durante muchas generaciones han distinguido
la instrucción, las condiciones de la vida rica y los hábitos adquiridos, y los
explotados, que, incluso en las repúblicas burguesas más avanzadas y
democráticas, son una masa embrutecida, inculta, ignorante, atemorizada y falta
de cohesión. Durante mucho tiempo después de la revolución, los explotadores
siguen conservando de hecho, inevitablemente, tremendas ventajas: conservan el
dinero (no es posible suprimir el dinero de golpe), algunos que otros bienes
muebles, con frecuencia considerables; conservan las relaciones, los hábitos de
organización y administración, el conocimiento de todos los
"secretos" (costumbres, procedimientos, medios, posibilidades) de la
administración; conservan una instrucción más elevada, sus estrechos lazos con
el alto personal técnico (que vive y piensa en burgués); conservan (y esto es
muy importante) una experiencia infinitamente superior en lo que respecta al
arte militar, etc., etc. Si los explotadores son derrotados solamente en un
país -- y éste es, naturalmente, el caso típico, pues la revolución simultánea
en varios países constituye una rara excepción -- seguirán siendo, no obstante,
más fuertes que los explotados, porque sus relaciones internacionales son
poderosas. Además, una parte de los explotados, pertenecientes a las masas
menos desarrolladas de campesinos medios, artesanos, etc., sigue y puede seguir
a los explotadores, como lo han probado hasta ahora todas las revoluciones,
incluso la Comuna (porque entre las fuerzas de Versalles había también
proletarios, cosa que "ha olvidado" el doctísimo Kautsky). Por tanto,
suponer que en una revolución más o menos seria y profunda la solución del
problema depende sencillamente de la relación entre la mayoría y la minoría, es
el colmo de la estupidez, el más necio prejuicio de un liberal adocenado, es
engañar a las masas, ocultarles una verdad histórica bien establecida. Esta
verdad histórica es la siguiente: en toda revolución profunda, lo normal es que
los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho sobre los
explotados grandes ventajas, opongan una resistencia larga, porfiada y
desesperada. Nunca -- a no ser en la fantasía dulzona del melifluo tontaina de
Kautsky -- se someten los explotadores a la decisión de la mayoría de los
explotados antes de haber puesto a prueba su superioridad en una desesperada
batalla final, en una serie de batallas. El paso del capitalismo al comunismo
llena toda una época histórica. Mientras esta época histórica no finalice, los
explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración,
esperanzas que se convierten en tentativas de restauración. Después de la
primera derrota seria, los explotadores derrocados, que no esperaban su
derrocamiento ni creían en él, que no aceptaban ni siquiera la idea de él, se
lanzan con energía decuplicada, con pasión furiosa y odio centuplicado a la
lucha por la restitución del "paraíso" que les ha sido arrebatado, en
defensa de sus familias, que antes disfrutaban de una vida tan dulce y a
quienes la "chusma del populacho vil" condena a la ruina y a la
miseria (o al "simple" trabajo. . .). Y detrás de los capitalistas
explotadores viene arrastrándose una gran masa de pequeña burguesía, de la que
decenios de experiencia histórica en todos los países nos dicen que titubea y
vacila, que hoy sigue al proletariado y mañana se asusta de las dificultades de
la revolución, se deja llevar del pánico ante la primera derrota o semiderrota
de los obreros, se pone nerviosa, se agita, lloriquea, se pasa de un campo a
otro. . . lo mismo que nuestros mencheviques y eseristas. “(Ibíd., pgs 20 y 21)
Aceptar la
lucha de clases es asumir que la lucha entre la burguesía y la clase obrera es
a muerte, es decir, la burguesía debe desaparecer para alcanzar el comunismo
(esto es, la desaparición del estado y de las clases sociales, de los opresores
y de los oprimidos).
"¿Puede
mantenerse la democracia para los ricos y los explotadores en un período
histórico en que se derriba a los explotadores y su Estado es sustituido por el
Estado de los explotados? (…) Lo que es rasgo indispensable, condición
imprescindible de la dictadura, es la represión por la fuerza a los
explotadores como clase, y, por consiguiente, la violación de la
"democracia pura", es decir, de la igualdad y de la libertad en
relación con esa clase. (Ibíd., pgs 22)
La cuestión
no es controlar simplemente la herramienta de la burguesía, sino controlarla y
destruirla progresivamente, sustituyéndola por las herramientas enteramente
obreras.
“Decir a los
Soviets que luchen, pero que no tomen todo el Poder del Estado en sus manos,
que no se transformen en organizaciones de Estado, equivale a predicar la
colaboración de clases y la "paz social" entre el proletariado y la
burguesía. Es ridículo pensar siquiera que, en una lucha encarnizada, semejante
posición pueda conducir a algo que no sea una vergonzosa derrota. El eterno
destino de Kautsky es nadar entre dos aguas. Hace como si en teoría no
estuviera de acuerdo en nada con los oportunistas, pero de hecho está de
acuerdo con ellos, en todo lo esencial (o sea, en todo lo que concierne a la
revolución), en la práctica”. (Ibíd., pg 28)
3. La
violencia y la guerra: una cuestión de clase.
Las
herramientas de control de la burguesía son varias: el Estado, la administración,
los cuerpos de seguridad, los cuerpos de espionaje y, por supuesto, la fuerza
represora más implacable y brutal, la defensora en última instancia del sistema
capitalista: el ejército.
“Sin
"desorganización" del ejército no se ha producido ni puede producirse
ninguna gran revolución. Porque el ejército es el instrumento más fosilizado en
que se apoya el viejo régimen, el baluarte más pétreo de la disciplina burguesa
y de la dominación del capital, del mantenimiento y la formación de la mansedumbre
servil y la sumisión de los trabajadores ante el capital. La contrarrevolución
no ha tolerado ni pudo tolerar jamás que junto al ejército existieran obreros
armados. En Francia -- escribía Engels --, después de cada revolución estaban
aún armados los obreros "por eso, el desarme de los obreros era el primer
mandamiento de los burgueses que se hallaban al frente del Estado". Los
obreros armados eran germen de un ejército nuevo, la célula orgánica de un
nuevo régimen social. Aplastar esta célula, impedir su crecimiento, era el
primer mandamiento de la burguesía. El primer mandamiento de toda revolución
triunfante -- Marx y Engels lo han subrayado muchas veces -- ha sido deshacer
el viejo ejército, disolverlo y reemplazarlo por un ejército nuevo. La clase social
nueva que se alza a la conquista del Poder, no ha podido nunca ni ahora puede
conseguir ese Poder ni afianzarse en él sin destrozar por completo el antiguo
ejército” (Ibíd., pg 44)
Y
volvemos al espinoso tema de la violencia: ¿los socialistas deben oponerse a la
violencia "en general"?
“El
socialismo se opone a la violencia ejercida contra las naciones. Esto es
indiscutible. Y el socialismo se opone en general a la violencia ejercida
contra los hombres. Sin embargo, exceptuando a los anarquistas cristianos y a
los discípulos de Tolstói, nadie ha deducido todavía de ello que el socialismo
se oponga a la violencia revolucionaria. Por tanto, hablar de
"violencia" en general, sin distinguir las condiciones que
diferencian la violencia reaccionaria de la revolucionaria, es equipararse a un
filisteo que reniega de la revolución, o bien, sencillamente, engañarse uno
mismo y engañar a los demás con sofismas. Lo mismo puede decirse de la
violencia ejercida contra las naciones (…) El carácter de clase de una guerra
es lo fundamental que se plantea un socialista (si no es un renegado). La
guerra imperialista de 1914-1918 es una guerra entre dos grupos de la burguesía
imperialista que se disputan el reparto del mundo y del botín, que quieren
expoliar y ahogar a las naciones pequeñas y débiles. Así es como definió la
guerra el Manifiesto de Basilea en 1912, y los hechos han confirmado su
apreciación. El que se aparte de este punto de vista sobre la guerra no es
socialista.(…) El socialista, el proletario revolucionario, el
internacionalista razona de otra manera: el carácter de la guerra (la guerra es
reaccionaria o revolucionaria) no depende de quién haya atacado ni del
territorio en que esté el "enemigo", sino de la clase que sostiene la
guerra y de la política de la cual es continuación esa guerra. Si se trata de
una guerra imperialista reaccionaria, es decir, de una guerra entre dos grupos
mundiales de la burguesía reaccionaria imperialista, despótica y expoliadora,
toda burguesía (incluso la de un pequeño país) se hace cómplice de la rapiña, y
yo, representante del proletariado revolucionario, tengo el deber de preparar
la revolución proletaria mundial como única salvación de los horrores de la
guerra mundial. No debo razonar desde el punto de vista de "mi" país
(porque ésta es la manera de razonar del mesócrata nacionalista, desgraciado
cretino que no comprende que es un juguete en manos de la burguesía
imperialista), sino desde el punto de vista de mi participación en la
preparación, en la propaganda, en el acercamiento de la revolución proletaria
mundial.” (Ibíd., pgs 45 y 46)
4.
Conclusión.
La reforma
se define a sí misma, y ése no es nuestro camino, porque no queremos darle un
rostro humano a un sistema económico incapaz de humanizarse (ya que su esencia
está en el latrocinio y la explotación de los trabajadores y trabajadoras).
Queremos una revolución que destruya el sistema. Por desgracia, no hay
revoluciones limpias, a golpe de tecla o a golpe de decreto-ley.
Por un lado,
no podemos ser dogmáticos, negar diferentes formas de llegar a ese fin. Pero
tampoco podemos ser ingenuos: llegará un punto de inflexión, un punto de no
retorno, un punto en el que la burguesía defenderá sus intereses hasta las
últimas consecuencias. Negar nuestro derecho a, no solo defendernos, sino a
contraatacar para acabar con el sistema, es un acto suicida. La moral imperante
es la de nuestros verdugos y la de su sistema explotador. Ese debe ser el
mensaje. Nuestro único camino de triunfo es despojar a esa minoría de
explotadores de sus derechos. Es un paso imprescindible para el triunfo de
nuestra clase. Dejémonos de prejuicios pequeñoburgueses.
No podemos
convivir con la burguesía, ya que su existencia supone nuestra explotación.
Lenin sobre
el Parlentarismo y los Izquierdistas
Enciclopedia del marxismo en inglés
Obras
de socialistas en diferentes ideomas
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