Introducción
del libro 'Para qué sirve El Capital: un balance contemporáneo de la obra
principal de Karl Marx'. Ensayos de Iñaki Gil de San Vicente, Néstor Kohan...
Publicado por Editorial
Trinchera y Escuela de Cuadros en julio de
2014. El volumen incluye ensayos de Vladimir Acosta, Iñaki Gil de San Vicente,
Néstor Kohan, Rubén Zardoya Loureda y Carlos Fernández Liria.
El 'jaggernat' –del sánscrito jagannatha, “señor del mundo”– es una
enorme carroza consagrada a Krishna, avatar del dios hindú Vishnu, que se
arrastra por las calles durante el festival anual de Ratha Yatra. En la
Inglaterra del siglo XIX se creyó erradamente que, a forma de sacrificio, los
hombres hindúes se lanzaban o empujaban a sus hijos y esposas ante las ruedas
de las carrozas. Si en su trabajo periodístico sobre la India Karl Marx se topó
con el término 'jaggernat' y lo empleó con la carga propia de su tiempo –es
decir, con el horror y el desprecio característicos en la Europa “civilizada”
hacia los usos y costumbres de los pueblos “inferiores”–, más tarde utilizaría
la imagen en 'El Capital' con un sentido completamente diferente. Así el
'jaggernat', que en su artículo sobre la Revuelta de los Cipayos de 1857 Marx
había asociado con “ritos sangrientos”, se convirtió en 'El Capital', una
década más tarde, en símbolo de la crueldad capitalista. El capitalismo se
presentó entonces como el “más mezquino y odioso de los despotismos”, cuyas
ruedas trituran la vida del obrero [1] . Lo importante es que, a pesar de su
desacierto al interpretar el rito hindú y de su contribución a la reproducción
del exotismo orientalista, Marx revirtió su error en 'El Capital', llevando su
proyección a donde debía estar: a la Europa industrializada.
Para el Marx de 'El Capital', el 'jaggernat' representa al propio
capital: el fetiche ante el cual nuestra sociedad sacrifica la vida, el
bienestar, los principios, e incluso, en nuestro siglo, el propio planeta. El
rasgo principal del 'jaggernat' es su carácter inexorable. En la actualidad, la
voracidad imparable del capital se expresa de múltiples formas. Una lista corta
y aleatoria incluiría el desprecio por los acuerdos encaminados a frenar el
calentamiento global (Kyoto y Copenhague); la negativa a eliminar armas
químicas y nucleares (cuyos principales dueños son los países imperialistas y
sus aliados); y la persistencia de la tortura (los EE.UU. se niegan a que sus
soldados sean sometidos a los acuerdos internacionales y mantienen “black
sites” para la tortura, mientras Hollywood entrega Oscars a películas que
justifican la “interrogación reforzada”). La carroza capitalista sigue su curso
contra viento y marea, y sus ruedas no sólo se ensangrientan con familias
asesinadas en “ataques quirúrgicos” realizados por drones sino que también son
salpicadas con la sangre de los once millones de niños que anualmente mueren
por desnutrición. Quizás Margaret Thatcher haya sido quien mejor entendió la
naturaleza inexorable de este monstruo moderno al declarar de forma tajante y
cínica: There is no alternative.
Es en 'El Capital: crítica de la economía política' donde Marx se propone
exponer la lógica del capital y determinar con precisión qué tipo de
inexorabilidad encierra. Su objetivo declarado es presentar “la ley económica
que rige el movimiento de la sociedad moderna” [2] , es decir, precisar en qué medida
y a través de qué mecanismos de causalidad estructural o histórica se determina
la actividad humana en una sociedad en la que domina el modo de producción
capitalista. Efectivamente, la nuestra es una sociedad que asigna roles
económicos a los individuos (cosificación que permite tanto a Marx como a
Balzac retratar a las personas en “la medida que son la personificación de
categorías económicas...”) y que coloca a las mayorías sobre un lecho de
Procusto por el rigor con que elimina lo que no engrana con la lógica
capitalista. De hecho, esta situación no es muy diferente a la de una posesión
demoníaca –nuestra sociedad está poseída por el capital–, y en última instancia
la obra de Marx propone la liberación: la emancipación de la camisa de fuerza
capitalista que, más que controlar la locura, la impone.
La
propuesta del encuentro
Escuela de Cuadros, concebida
en lo fundamental como un programa de televisión, organiza seminarios sobre
temas y textos que requieren un estudio circunstanciado. Este es el caso de una
obra tan ambiciosa y transcendental (y, por qué no, tan difícil) como 'El
Capital', que sin duda ocupa un lugar cimero en la historia del pensamiento
revolucionario y, como tal, merece un tratamiento especial. Por eso nos
planteamos un seminario con invitados nacionales e internacionales para abordar
los tres tomos de la obra.
Emprender la lectura de un libro clásico constituye siempre una empresa
dual: la de empezar de nuevo y retomar lo anterior; la de ver con los ojos de
otros y abrir los propios desde el lugar y el momento en que uno se encuentra.
Al plantearnos la lectura de 'El Capital', partimos de algunas nociones básicas
sobre la historia de la obra y su interpretación. Si bien es cierto que 'El
Capital' se ha leído de forma integral y sistemática, no cabe duda de que han
sido escasas las lecturas de este tipo. La muy citada afirmación de Lenin de
1914 –referida a que es imposible entender 'El Capital' sin estudiar toda la
Ciencia de la Lógica de Hegel– es seguida por una conclusión sorprendente:
¡ninguna generación anterior, del siglo pasado hasta el presente, había
entendido a Marx! [3] Más adelante, en el siglo XX, ni el marxismo occidental
ni el marxismo soviético hegemónico se detuvieron mucho en la lectura de 'El
Capital'. Éste último, por lo general, se mantuvo en el terreno del marxismo
vulgar de la Segunda Internacional –el marxismo que planteó ser una cosmovisión
de la clase obrera [4] y cuya crítica de la economía política se diferenciaba
poco de la economía clásica burguesa–, mientras que en gran medida el marxismo
occidental se preocupó por los temas filosóficos y culturales más que por la
crítica de la economía política [5].
Por lo tanto, a principios del siglo XXI, leer 'El Capital' es todavía un
viaje de descubrimiento, aunque por supuesto se encontrarán algunos faros en la
ruta, faros que sirven tanto para orientar como para indicar líneas de fuga.
Uno de ellos, posiblemente el esfuerzo más sistemático por leer 'El Capital' en
las últimas décadas, es el seminario que coordinaron Louis Althusser, Étienne
Balibar, Jacques Rancière y otros que culmina en Para leer 'El Capital' (1965).
Con todas sus limitaciones, que son tremendas (nos referimos, por ejemplo, al
extraño pacto entre el determinismo y la libertad, condensado en los conceptos
de “sobredeterminación” y “determinación en última instancia”, y a la división
demasiado pragmática entre ciencia y lucha ideológica), la obra constituye un
hito que no ha sido superado en términos de difusión y reconocimiento. Así lo
consignamos en la convocatoria y en el plan de trabajo del encuentro.
Con espíritu provocador, llamamos al encuentro '¿Para qué sirve El
Capital?' Habíamos observado un interés renovado en el marxismo y en 'El
Capital', que alcanzó incluso a la derecha mundial (¡hasta a Nicolas Sarkozy!).
Por ello escribimos una convocatoria al encuentro en la cual se planteaba la
importancia del “modo de empleo” revolucionario del libro. Transcurrido un año,
podemos constatar con satisfacción la amplia variedad de respuestas –plasmadas
en gran medida en este libro–, incluyendo una que implícitamente rechazó la
premisa del propio encuentro: el carácter instrumental de una obra científica
como 'El Capital'. El libro de Marx, según los ponentes Carlos Fernández Liria
y Luis Alegre Zahonero, no “sirve” para nada sino que comparte con la ciencia
normal un compromiso desinteresado con la verdad, aunque la obra no deje por
ello de tener consecuencias revolucionarias.
Desarrollo
de las jornadas
Las tres jornadas del encuentro se organizaron temáticamente [Ver vídeos
enhttp://www.lahaine.org/index.php?p=72165 ]. (Recogido
en este blog, pinchar aquí)En la
primera jornada, “Orden/Énfasis en 'El Capital'”, propusimos el tema de cómo
leer el libro y por dónde empezar. Pensando en nuestro momento, preguntamos
cuáles son los puntos de entrada más relevantes y cuáles los capítulos con
mayor actualidad. Al formular estas preguntas, recordábamos varias propuestas
sobre cómo abordar el libro, incluyendo la del propio Marx, quien sugirió la
posibilidad de empezar por el capítulo octavo sobre la jornada laboral, y la de
Althusser, quien propuso como vía de acceso el capítulo cuarto sobre la
trasformación del dinero en capital. La virtud de estas propuestas consiste en
que rompen con el carácter de 'El Capital' como códice sagrado, restaurando así
su condición de libro que puede ser útil para lectores en diferentes
circunstancias y con niveles desiguales de preparación.
Respondiendo a estas preguntas, Néstor Kohan argumentó –tras presentar
algunas ideas sobre quién fue Marx y qué es 'El Capital'– que se puede comenzar
la lectura de esta obra clásica por el final del Libro I, específicamente por
el capítulo XXIV,
dedicado a la acumulación originaria. Para Kohan, 'El Capital' encierra un fin
político –es un misil lanzado a la burguesía [6] , un arma para la revolución–
y esta finalidad, en nuestro momento, se restablece al “leer el libro al
revés”: es decir, comenzar con ese capítulo que resalta el papel de la
violencia para establecer y mantener el capitalismo. Hace muchos años el propio
Marx reconoció la dificultad de los primeros capítulos, cuya exposición a veces
genera la percepción ilusoria de que el libro está describiendo “una
construcción apriorística” [7] y la idea –también errada– de que 'El Capital'
es un tratado de economía. La propuesta de Kohan es restaurar el carácter
histórico y político del esfuerzo de Marx.
En su intervención en esta primera jornada, Iñaki Gil de San Vicente
meditó sobre la unidad de la crisis objetiva y la crisis subjetiva e hizo
hincapié en que 'El Capital' es una obra con múltiples niveles. El libro merece
un estudio sistemático y en grupo, que habrá de orientarse según se exprese la
actualidad de la revolución en un contexto específico. Las presentaciones de la
primera jornada concluyeron con comentarios de Rubén Zardoya: “'El Capital' es
un gran océano” en el que el lector puede sumergirse con objetivos diversos: en
el se puede encontrar tanto una guía para la revolución como un modo de
pensamiento teórico que sirve como referente en campos de estudio muy diversos,
incluido el estudio de la religión.
La segunda jornada, “Método de Marx/Dialéctica”, fue la más dinámica y
apasionada, ¡circunstancia que rara vez encontramos en seminarios teóricos! El
debate partió de los siguientes interrogantes: ¿La dialéctica es parte esencial
de la teoría marxista? ¿Constituye ésta un conjunto de leyes generales del
acontecer histórico? ¿La dialéctica puede convertirse en algo metafísico y
anticientífico? En el curso de las discusiones se evidenciaron posiciones y
tendencias aparentemente irreconciliables. Abriendo el panel, Néstor Kohan
realizó una contextualización histórica del debate: un recorrido que pasó por
las posiciones de Bernstein, Luxemburgo y Della Volpe. Kohan identificó el
rechazo de la dialéctica con el abandono del marxismo revolucionario –posición
que abre las puertas al eurocomunismo y al posmodernismo–. Su tesis central es
que negar la dialéctica desemboca en el planteamiento de un mundo sin
conflictos profundos, sin contradicciones.
Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, por vía de
teleconferencia, plantearon que la dialéctica es sencillamente lo contrario del
materialismo. Comenzaron su argumento con lo que consideran el “Discurso del
Método” de Marx: la introducción de 1857 a los Grundrisse, donde Marx
identifica la dialéctica de Hegel con la idea de un pensamiento que se mueve
por sí mismo. Este núcleo duro de la dialéctica no se podría mantener ni
siquiera “invertido” en el marxismo ni en el materialismo. Fernández Liria y
Alegre Zahonero también argumentaron que Marx se fue apartando del legado
hegeliano a lo largo de su trayectoria, como indicarían los toques
antidialécticos a la edición francesa de 'El Capital' de 1875. Para ellos, la
práctica teórica más definitoria de Marx consistiría en pensar no con la
historia –llevados por su corriente, como se imagina desde la óptica
dialéctica– sino pese a la historia.
Rubén Zardoya cerró la segunda jornada precisando conceptos: qué es la
dialéctica, cuál es el ámbito de su aplicación, qué es lo metafísico (en este
último caso, a través de una genealogía del concepto). Zardoya afirma que Marx
es un pensador profundamente dialéctico, mas la dialéctica, cuando se convierte
en una ciencia general con unas leyes de aplicación universal, se convierte por
necesidad en un sistema metafísico. La cualidad decisiva del modo de
pensamiento dialéctico se expresa en el principio de inmanencia del método al
contenido, razón por la cual el método de 'El Capital' se circunscribe a su
objeto de estudio: el capitalismo.
Finalmente, en la tercera y última jornada, se propuso el tema “Horizonte
histórico/Vigencia de 'El Capital'”. Vladimir Acosta abrió la sesión
defendiendo la actualidad de la obra de Marx sobre la base de la vitalidad del
propio capitalismo. A saber, 'El Capital' no es un tratado sobre animales
extintos, sobre dinosaurios o mamuts, sino sobre un modo de producción que es
hoy más dominante que nunca. Refiriéndose al estudio económico hegemónico,
Acosta argumentó que éste no sólo no ha superado la obra de Marx, sino que más
bien ha quedado rezagado, sin llegar a ser ciencia precisamente por no haber
asimilado la obra de Marx y del marxismo.
En su intervención final, Iñaki Gil de San Vicente vinculó la vigencia de
la obra de Marx con la del movimiento al que pertenece: 'El Capital' es
efectivamente consustancial con el proyecto comunista. Gil de San Vicente
resaltó que la propia obra de Marx tiene un fuerte elemento colectivo –con el
conocido aporte de Engels y la colaboración más subterránea de Jenny von Westphalen,
compañera de Marx–. 'El Capital' es una obra necesariamente inacabada –un fuego
que “nunca debe apagarse”– y es en esencia una metodología abierta que puede
aplicarse a problemas que apenas se vislumbraron en la vida de Marx.
La jornada cerró con una ponencia de Rubén Zardoya, quien concluyó que el
aparato categorial de 'El Capital' sigue vigente para el estudio del
capitalismo en la medida en que éste hace referencia a la esencia del modo de
producción y no a una u otra modalidad o circunstancia fortuita suya, pero
recalcó que son necesarias las más diversas mediaciones para llegar a
comprender la realidad actual. Zardoya explicó que un rasgo del pensamiento
vulgar es pensar a partir de los libros y no de la realidad, y recordó lo dicho
por Lenin a Bujarin: una revolución no se hace con libros viejos.
Conclusiones
y puntos de coincidencia
Nuestras discusiones en el contexto del seminario ¿Para qué sirve 'El
Capital'? –decirlo es casi tautológico– giraron alrededor de temas de
desacuerdo: la dialéctica, el estatuto de la verdad en el marxismo, las vías de
entrada a la obra y el grado de autonomía que tiene 'El Capital' en la
trayectoria teórica de Marx. Sin embargo, a pesar de las importantes
divergencias que se expresaron en el seminario sobre estos problemas de vieja
data, es necesario reconocer que también encontramos coincidencias de carácter
implícito. Hoy día, a través de una lenta deriva, los debates marxistas se
encuentran sobre un terreno marcadamente diferente al de los marxismos dominantes
del siglo anterior, un terreno en el que se ha entrado de forma inadvertida y
que abarca un conjunto de referencias comunes. Proponemos como hipótesis que
estas referencias compartidas son las que realmente hacen época, formando un
nuevo campo discursivo.
¿A qué nos referimos? Tomemos los argumentos sobre la dialéctica en dos
momentos históricos. Hasta hace sólo medio siglo, en los debates sobre el tema,
tanto los partidarios de la dialéctica como los detractores por lo general
apostaron con optimismo a que los mecanismos de la propia dialéctica (o del
progreso no dialéctico) nos conducirían determinísticamente al socialismo. En
cambio ahora, como se evidenció en el encuentro, tanto los que militan en el
campo no dialéctico como los que reivindican la dialéctica podrían decir
–parafraseando lo dicho por Engels sobre la historia– “la dialéctica y sus
categorías no hacen nada”, no constituyen un motor de la historia separado de
los sujetos humanos.
En lo que atañe específicamente a la transición entre el capitalismo y el
socialismo, en el seminario todos concurrimos en el alto grado de
discontinuidad existente entre uno y otro, hecho que nos hace desconfiar de los
lazos y vías preestablecidas entre ambos. En otros términos, tanto los
“antidialécticos” como los “prodialécticos” concuerdan hoy en la ruptura
radical entre el capitalismo y el socialismo y en la necesidad de hacer una
revolución que la dialéctica de por sí no va a hacer por nosotros. En cambio,
hace poco más de medio siglo, tanto los “dialécticos” como los
“antidialécticos” confiaron, como norma, en que los saldos del desarrollo
capitalista –como la industrialización y la centralización de la producción y
del poder político– trazarían claramente la ruta de la transición al
socialismo.
Algo similar ocurre en relación con un segundo tema de debate: la
cuestión de si 'El Capital' es ante todo una obra de “ciencia normal” (“Marx
como un Galileo de la historia”, según lo dicho por Fernández Liria) o un misil
lanzado a la burguesía (un instrumento en la lucha por el comunismo, según la
visión de Kohan y Gil de San Vicente); y paralelamente si la verdad es objetiva
y absoluta o, por el contrario, está subordinada a la práctica. Por importante
que sea esta diferencia en cuanto a cómo se concibe la racionalidad –en un caso
se apela a una racionalidad universal, en el otro se vincula la racionalidad
con la clase social–, el terreno en que se lleva a cabo este debate ha cambiado
sustancialmente. En una época no tan lejana, cualquiera de las dos partes hubiese
supuesto que 'El Capital' era una obra asimilada y hasta un tanto superada: en
el primer caso, por pertenecer a la ciencia normal del siglo XIX, en el
segundo, por el desarrollo teórico del marxismo y la teorización del
imperialismo en el siglo XX. En cambio, en nuestro contexto, coincidimos en que
'El Capital' es una obra que aún no ha llegado a su destino: es decir, ¡es
ciencia normal todavía marginalizada o arma clasista todavía por incorporar a
la praxis!
La deriva lenta e inadvertida que, según nuestra hipótesis, afecta el
terreno de los debates en el marxismo también se evidencia en otra cuestión: el
problema de lo humano y del humanismo. Este tema, que subyace en muchos de
nuestros debates sobre 'El Capital', muestra un desplazamiento notable; hoy día
cualquier apuesta sobre el carácter “humanista” o “antihumanista” del trabajo
de Marx tendría que prescindir del concepto cómodo y sustancialista de lo
humano dominante en los años 50 y 60. La explicación de este giro es sencilla.
Frente a las cotidianas tempestades sociales (brotes fascistas y guerra) y
planetarias (destrucción ambiental, brechas metabólicas), “lo humano” hoy no
puede darse por sentado. Esta innegable y profunda precariedad del ser humano
–al haber sido sacudidas profundamente las bases naturales y ontológicas de la
especie– marca nuestra época, y mientras nos aparta de cualquier proyecto
socialista que sólo prometa un mejor reparto de los bienes, también nos invita
a apostar por el socialismo como opción civilizadora, como respuesta a la
barbarie interna de nuestro presente capitalista. Es por eso que, cuando nos
acercamos a este libro que Rubén Zardoya llama “un gran océano”, junto con la
conciencia de que el socialismo lo construimos nosotros mismos, lo hacemos
fundamentalmente por su promesa de salvarnos de la barbarie capitalista y con
la esperanza de escapar de las ruedas de aquel 'jaggernat' destructivo de
nuestra propia creación.
[1] Marx, K.: El Capital: crítica de la economía política (traducción y
notas: Pedro Scaron), Siglo XXI,México, 1975, Libro I/3, pág. 805.
[2] Ibid., pág. 8.
[3] Lenin escribe: “¡En consecuencia, medio siglo más tarde, ningún
marxista ha entendido a Marx!”. Cfr.
Conspectus of Hegel’s book The Science of Logic en Lenin’s Collected Works,
Vol. 38, Progress Publishers, Moscú, 1976.
[4] Heinrich, M.: An
Introduction to Karl Marx’s Capital, Monthly Review Press, Nueva York, 2004,
págs. 24-25.
[5] Anderson, P.: Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo
XXI, Madrid, 1979, págs. 59-61, 64-67, 94-97.
[6] “Misil lanzado a la burguesía” es la exultante descripción que usa
Marx para describir su recién terminado libro. Carta de Karl Marx a Johann Philipp Becker (17/IV/1867) en Karl
Marx-Frederick Engels Collected Works, vol. 42 (1864-1868), Lawrence & Wishart,
Londres, 1975-2005, pág. 358.
[7] Marx, K.: 'El Capital': crítica de la economía política (traducción y
notas: Pedro Scaron), Siglo XXI, México, 1975, Libro I/3, pág. 19.
Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina son
productores del programa de televisión Escuela de Cuadros y profesores de
Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela.
La Haine
La Haine
"¿Para
qué sirve 'El Capital'?"
Enciclopedia del marxismo en inglés
Obras de
socialistas en diferentes ideomas
Capital
de una crítica de la economía política
Volumen
I Libro Uno: El proceso de producción del capital
1873
Epílogo a la segunda edición alemana
Epílogo a la segunda edición alemana
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