Madrid, 11
de agosto, 2014
Lo que
viene es una pequeña reflexión sobre algunos planteamientos ideológico-políticos
salidos de la dirección de Podemos, liderada por Pablo Iglesias, Juan Carlos
Monedero e Iñigo Errejón.
El millón
doscientos mil votos que sacó Podemos en las pasadas elecciones europeas y las
encuestas actuales hace necesario que las trabajadoras y trabajadores le
pongamos un ojo crítico encima, que leamos sus formulaciones políticas. Por mi
parte, ya lo hice antes de que se convirtiese en un bombazo electoral lo que me
aleja totalmente de una crítica oportunista ya que sólo continúo con mi proceder
anterior. En líneas generales, veo a Podemos aún más escorado a la derecha que
cuando empezaba a nacer pero la diferencia es que ahora tiene un cuantioso
apoyo y levanta grandes expectativas entre sectores de la clase trabajadora,
motivo por el que la crítica se vuelve todavía más necesaria que antes.
Los
portavoces de Podemos utilizan frases que son todo un aviso para navegantes
experimentados, por eso El País y el PSOE han pasado rápidamente de enfrentarlo
a considerarlo una aportación democrática al sistema. Una de esas frases
centrales y tan aparentemente genial es “no somos ni de izquierdas ni de
derechas”. Realmente, esto es muy viejo. Cuando yo era joven a las trabajadoras
y trabajadores ya nos decían los políticos de turno que había que ser de “centro”
porque así se era felizmente equidistante con la derecha y con la izquierda.
Ahora desde la dirección de Podemos nos dicen que no hay que ser “ni de
izquierdas ni de derechas”, simplemente es un grado de inconcreción mayor. Con
este decir deforman de una manera rápida la realidad ya que niegan que existan
clases sociales o que su existencia no tenga la más mínima importancia. De esta
forma, se sitúan por encima de las clases con el objetivo de decirnos que ellos
“sí pueden” presidir esta sociedad porque no pertenecen ni a uno ni a otro
bando. Por lo tanto, ellos nos podrán gobernar a todas y a todos. Fantástico,
es lo que esperábamos, para que nos vamos a estar fatigando las trabajadoras y
trabajadores en analizar las causas de nuestras penurias actuales y cómo
enfrentarlas si la dirección de Podemos tiene la varita mágica que nos sacará
de toda opresión. Y ya que no piensan ni nacionalizar la banca ni las grandes
empresas ni socializar el Estado esto lo harán no se sabe cómo, quizá a los
empresarios les digan que hasta ahora han sido unos chicos malos y lo que
tienen que hacer de ahora en adelante es portarse bien: no despedir a los
trabajadores, repartir beneficios con ellos y no participar en ejercicios
corruptos porque eso es de niños malos. En realidad, todo este decir no es más
que un viejo mensaje renovado para que las trabajadoras y trabajadores no
seamos “radicales”, pero ahora con más dosis de metafísica.
La dirección
de Podemos habla de efectos del sistema como si fueran sus causas. Así, un eje
discursivo suyo es acabar con la corrupción. Lo que no quieren contar es que la
corrupción es una enfermedad social propia del capitalismo, un efecto nocivo
que le da pingues beneficios a los intermediarios del Capital pero que no es la
base del sistema ya que este se sustenta en la explotación de la clase
trabajadora. Ahora bien, es imposible acabar con las enfermedades del sistema
capitalista si no se acaba con el propio capitalismo. Otro eje discursivo de la
dirección de Podemos es la crítica de la “casta” política. Hacen mucho hincapié
en este concepto y tiene mucha aceptación ya que la mayoría social está hasta
las mismísimas narices de los políticos, llenos de privilegios y con una jeta
más dura que la piedra ya que todo mal social lo justifican porque redunda en
su beneficio. Ahora bien, además de que ese concepto lo han recogido del
marxismo –no van a decirlo, claro-, que los marxistas vienen utilizando por
extenso desde finales de los años veinte del siglo pasado para caracterizar a
la capa burocrática soviética que se apropiaba de la riqueza del Estado en
nombre del socialismo, la dirección de Podemos lo utiliza para presentar otro
efecto del capitalismo y esconder lo trascendente: que los “castosos”
–permítaseme la innovación- son tan solo los lacayos de las grandes empresas y
de los bancos por lo que hacen las leyes que estos estiman convenientes para
incrementar sus beneficios. Así, no se trata de eliminar a estos políticos y
poner otros sino terminar con el sistema que necesita de estos políticos. Anotemos,
que la dirección de Podemos no desconoce la diferencia entre la base que
sustenta el capitalismo y los nocivos efectos que este produce, simplemente lo
ocultan para generar una inmediata esperanza que se diluirá como el azúcar una
vez toquen moqueta.
La dirección
de Podemos se llena la boca con la palabra “democracia” afirmando que ellos la
van a ejecutar a tope en su no-partido. Por supuesto, no aclaran que para que
se pueda dar la democracia dentro de una organización cada integrante de ella
tiene que tener una buena cultura histórica para saber tanto las causas de los
fenómenos sociales como para saber lo que han hecho las diferentes clases
sociales y así poder explicarse el pasado y el presente y enfrentar el
porvenir. Esta cultura, enriquecida con el debate, es la que permite tomar
partido en todas y cada una de las cuestiones. No obstante, la dirección de
Podemos no está por la labor de implementar los mecanismos para que su futura
militancia consolide su cultura política sino que simplemente no quieren
militancia, sólo “ciudadanos” que se apunten a su no-partido. Podrá votar
cualquiera, activista o no activista, lo que es lo mismo que decir, no os
preocupéis queridos ciudadanos que de la política nos encargamos nosotros, que
para eso somos profesores universitarios y sabemos de las cosas. Tú tranquilo,
confía en nosotros. Si no tienes tiempo para tu actividad política porque te
explotan, perdón, porque tus actividades te lo impiden, nosotros resolveremos
por ti con tu propia aprobación. Así, en su no-partido la militancia no tendrá
ninguna importancia ya que los “círculos” no pincharán ni poco ni mucho ya que
todos los “ciudadanos” que se apunten al no-partido decidirán la línea
política. Por lo tanto, todo el mundo puede ayudar a marcar la línea del
no-partido, da igual que sea un explotador o un explotado, un recalcitrante
machista o un activista social, un racista empedernido o un militante de
izquierda. Lo mismo da ya que podrá votar apuntándose a Podemos a través de
poner en una lista por internet el nombre que le dé la gana y el número de
teléfono que estime útil para ese menester. Lo único importante es que un gran
número de personas voten al “líder”, que conocen por los medios de
comunicación, y que con ese ejercicio le indiquen sus preferencias para las
elecciones ya que obtener votos es lo que importa. ¡Santa democracia!
No vamos a
hablar de su programa político que lo están rebajando desde el comienzo,
empezaron por “Mover ficha” –que lo criticamos en su momento- y ahora lo van
llevando más y más a la inconcreción. En su programa no entra ni el referendo
Monarquía o República, ni la nacionalización de la banca y de las grandes
corporaciones, ni el no pago de la deuda, ni la eliminación del artículo 135,
ni eliminar la contrarreforma laboral… En fin, por no mojarse ni tan siquiera
defienden claramente el aborto libre y gratuito. Tampoco defienden con claridad
el derecho a decidir de Catalunya -que a su vez implica el derecho a decidir de
Galiza y Euskadi-, lo que es coherente si no olvidamos que Pablo Iglesias saca
pecho como “patriota español”. En fin, si a estas líneas tan programáticas le
añadimos la estrategia que Pablo Iglesias tiene para el parlamento europeo:
“este parlamento está llamado a representar la soberanía de Europa”, como dijo
en su primer discurso en Bruselas, ya uno se puede hacer la idea de la gran
transformación democrática que nos espera.
Hay un
empeño político al que se ha sumado la dirección de Podemos, y es etiquetarnos
a las trabajadoras y trabajadores como “ciudadanos”. Esto empieza por el rey
Felipe VI que en su proclamación nos endiñó la frasecita “la Corona debe buscar
la cercanía con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su
respeto y su confianza”, con la misma sinfonía nos habla Rajoy cuando nos
aplica el hierro, en la misma cantinela andan todos los políticos
“democráticos” y ahora insiste en esa música la dirección de Podemos. No voy
repetir aquí la enumeración que hice en un artículo anterior sobre algunas de
las infinitas categorías de “ciudadanos” que se pueden hacer, sólo recordar que
si entendemos por “ciudadanos” personas con los mismos derechos políticos y
económicos en nuestra sociedad no existe esta figura social –no hablo de su
formalidad jurídica sino de su realidad práctica. Las trabajadoras y
trabajadores no somos propietarios de las empresas, ni de los bancos, ni de los
mass media, ni del Estado por lo que no tenemos los mismos haberes económicos y
políticos que sus propietarios, aunque sí somos sus iguales en la formalidad
jurídica pero en la práctica no tenemos capitales para pleitear a su altura. El
“ciudadanismo” le puede parecer muy bien a aquellos que nos gobiernan o que nos
quieren gobernar pero nada tiene que ver con presentarle batalla a la burguesía
y a sus políticos. Si las trabajadoras y los trabajadores no conquistamos el
poder estatal y no hacemos de la propiedad de los bancos y de las empresas algo
absolutamente social no podremos construir una sociedad democrática porque sólo
una sociedad donde esté socializada la economía y la política puede generar una
auténtica democracia, lo demás pertenece al reino de la metafísica o de los
cuentos infantiles.
Si la
ambigüedad calculada está hecha para despistar a la clase trabajadora de sus
objetivos políticos, conquistar el Estado y transformar la sociedad
socializándola, la dirección de Podemos también se despista a veces y pone en
boca de sus dirigentes frases no ambiguas que indican donde realmente se
posicionan. Así, la ciudadana Carolina Bescansa, de la dirección de Podemos, afirmó
que hay una mayoría de “empresarios dignos y decentes”. Además de la
obviedad de su orientación clasista, no tengo más remedio que indicarle a la
estimada ciudadana que su conocimiento de campo es muy inferior al de cualquier
trabajador o trabajadora por lo que no sabe realmente lo que está diciendo en
el sentido social ya que todo empresario en nuestra sociedad vive de la
explotación a la que somete a sus trabajadores por lo que no puede ser ni digno
ni decente sino, sencillamente, un explotador y todo lo que eso conlleva: un
cínico, un cabrón, etc., etc. En lo que estoy totalmente de acuerdo con ella es
cuando dice que “no sorprende que nos respalden los empresarios”.
Hablar sin
concreción clasista es un ejercicio político que sólo favorece en la sociedad
en la que vivimos al explotador y a sus agentes políticos. La ambigüedad
calculada es un fruto político muy amargo para la clase trabajadora porque le
obstaculiza la toma de conciencia, por lo que no puede venir de su propio
campo, es decir, de aquellas organizaciones y militantes que la ven como el
sujeto histórico y quieren construir su sujeto político. Hoy la clase
trabajadora en el Estado español está generando su toma de conciencia, pero lo
está haciendo de forma contradictoria dadas las brutales derrotas de las que
viene, cuya guinda fue el derrumbe de la URSS. En el millón doscientos mil
votantes de Podemos hay miles de “indignados” pero aún más miles de
trabajadoras y trabajadores cabreados. Jugar con sus esperanzas no tiene nada
de ejercicio democrático ni de quehacer generoso. Hoy Podemos es una esperanza
porque miles de trabajadoras y trabajadores piensan que es una alternativa para
enfrentar al Capital. Pero ojo, la misma dirección de Podemos nos advierte que
su inmaculado proceder institucional por no tener poder será “difícil de
mantener en el tiempo cuando nuestra política no sea sólo de construcción de
voluntad de cambio sino que se enrede en la gestión, sus necesarias
transacciones y compromisos”. Hablando en plata, que en cuanto toquen moqueta
harán lo mismo que hace la “casta”, de la que pasarán a formar parte. Tomemos
nota y vayamos construyendo los mimbres de un Frente de Izquierda con un
programa que aúne la defensa de los derechos inmediatos de la clase trabajadora
con la superación de lo existente, que fusione las luchas defensivas de la
clase trabajadora con las mareas y con una estrategia de romper con el
capitalismo. Es un camino sin atajos que sólo se puede hacer con paciencia
activa, cultura política y visión estratégica. Si bien hoy se puede ver muy
difícil este trabajo, en realidad las posibilidades para crear una alternativa
de izquierda que enfrente al Capital se va a dar en breve tiempo, en cuanto
Podemos mate por sí mismo las esperanzas que en él han depositando miles de trabajadores
y trabajadoras e indignados.
El
manifiesto Mover ficha y su candidatura Pablo Iglesias no sirven para la lucha
social
Escrito
por Antonio Liz
Madrid, 19, enero, 2014
Ha salido
a la palestra pública un nuevo Manifiesto, en esta ocasión se titula “Mover
ficha: convertir la indignación en cambio político”.
Su vocabulario interclasista no es ninguna novedad, no hay diferencias
fundamentales con lo que propone el manifiesto del Proces ni el manifiesto de
Garzón y Mayor Zaragoza. La novedad estriba en que alrededor de él se pretende
organizar una candidatura para las elecciones europeas con un personaje
mediático a su frente.
Como es habitual en este tipo de manifiestos interclasistas, las buenas
intenciones recorren todo el texto pero nada se dice de las causas de la crisis
del sistema ni cómo enfrentarlo para acabar con él y traer una sociedad
alternativa. Su programa es un recital de sanas intenciones que van desde “la
recuperación de la soberanía popular”, la “democracia real” y “un cambio de
modelo productivo que esté al servicio de las personas”. Estos deseos los
compartimos millones pero solamente con los buenos deseos no va a avanzar
social y políticamente la clase trabajadora, la mayoría de la mayoría social.
Este manifiesto no explica las causas de la crisis y sólo se limita a
manifestar algunos de sus efectos. Al no explicar las causas de la crisis del
sistema no puede dar una alternativa sino un rosario de buenos deseos. Así, no
explica que estamos ante una crisis estructural del sistema capitalista lo que
hace que la burguesía como clase dominante se vea objetivamente obligada a
incrementar la tasa de explotación de la clase trabajadora y a destruir las
fuerzas productivas para recuperar la tasa de beneficio. Como destruir las
fuerzas productivas no se puede hacer hoy a la antigua, es decir, con la III Guerra
Mundial, porque la capacidad de destrucción atómica de varios Estados
imperialistas lo impide porque simplemente desaparecería la especie humana, la
burguesía se ve en la obligación de recuperar sus beneficios rebajando
brutalmente los salarios, destruyendo las prestaciones sociales para disminuir
los salarios indirectos y congelando las pensiones para rebajar el salario
diferido. Así, no estamos simplemente ante una crisis política sino ante una
crisis económica estructural del sistema capitalista y su crisis política es su
obligada manifestación.
La explicación causal de la crisis que vivimos nos lleva a ver que hay
que proponer una alternativa económica y política a este sistema, alternativa
que no se puede basar en genéricos buenos deseos sino en un plan de lucha
contra el Capital. En el Manifiesto los puntos programáticos centrales dicen
cosas que son necesarias pero están mal formuladas y no desarrolladas. Veamos.
En el punto 1 se dice que se quiere “una candidatura por la recuperación de la
soberanía popular”. Esto dicho así es inducir a un gran equívoco político
porque la clase trabajadora nunca ha gobernado por lo que no ha habido
soberanía popular y por lo tanto no se puede recuperar lo que no se ha tenido.
La soberanía popular, si se entiende como el gobierno del pueblo trabajador,
sólo se puede dar en un Estado gobernado por la clase trabajadora, con un
gobierno de la clase trabajadora –y no se apunta nada de eso en el Manifiesto.
En el punto 2 se reivindica una “democracia real basada en la soberanía de los
pueblos y en su derecho a decidir”. Esto queda muy bonito pero es de una
ambigüedad absoluta, no explica que la “democracia real”, es decir, la
socialización de la economía, de la política, de la cultura, de los derechos y
deberes, es imposible conquistarla en el capitalismo. Por lo tanto, una
“democracia real” ni la teníamos en el Estado español antes del comienzo de la
crisis ni la podremos tener aunque esta remitiera, aunque se diera un repunte
económico. Es decir, la “democracia real” es una imposibilidad en el
capitalismo, incluso en el seno del Estado de Bienestar. En el punto 7 se habla
de “un cambio de modelo productivo que esté al servicio de las personas”. Aquí
está el quid de la cuestión ya que la economía es la base de cualquier sociedad
y dependiendo de su base económica así será su modelo político. Pero en el
Manifiesto una vez más se apela a la frase bonita sin contenido. A ver, si
estamos en un sistema capitalista donde las empresas y los bancos están en
manos de una minoría social, la gran burguesía, habrá que construir una
sociedad donde esto no ocurra y para esto no hay otro remedio que construir una
sociedad donde las empresas y los bancos estén socializados, es decir, en manos
de los que trabajan y esto no es otra cosa que la base económica del
socialismo, del Estado socialista. Vamos, que en el Manifiesto con frases
ambiguas se quiere rodear la cuestión fundamental, ¿socialismo o capitalismo?
Para dar “un paso adelante”, que es lo que dicen proponerse los firmantes
del Manifiesto, lo que hay que hacer es identificar las causas de la crisis
para acabar con ella. Si las causas de la crisis están en el modelo económico
capitalista lo que tenemos que hacer es terminar con él. Y llegados aquí es
cuando tenemos que preguntarnos cómo podemos derribar al capitalismo. No es
difícil concluir que con buenas palabras no basta, que harán falta mucho más
que frases bonitas. Pero los firmantes del Manifiesto prefieren la ambigüedad
porque en vez de decirnos que la sociedad alternativa sólo podrá venir de la
emancipación de la clase explotada y de los sectores populares subordinados al
capital nos dicen que “sólo de la ciudadanía puede venir la solución”. Se han
olvidado que hay ciudadanos de primera categoría (los grandes burgueses) ciudadanos
de segunda (medianos y pequeños empresarios), ciudadanos de tercera
(trabajadores con empleo y salario digno), ciudadanos de cuarta (trabajadores
con empleo y salario indigno), ciudadanos de quinta (trabajadores en paro
cobrando la prestación de desempleo), ciudadanos de sexta (trabajadores sin
empleo y sin paro), ciudadanos de séptima (trabajadores inmigrantes sin
papeles) … En fin, no todas y todos somos propietarios de las empresas, de los
bancos y de los grandes medios de comunicación y no todas y todos gobernamos el
Estado. Si esto es así significa que los ciudadanos no existen en nuestra
sociedad si entendemos como tales hombres y mujeres equiparados en derechos
económicos y políticos. Vamos, que lo que hay son clases sociales y, por lo
tanto, lucha de clases.
Pero siendo lo que hay una pura
lucha de clases el concepto clase trabajadora no aparece por ninguna parte, se
habla de “ciudadanía” y “gente” y, por supuesto, no se mencionan las huelgas de
resistencia que ha habido en fechas bien recientes, como es el caso de los
barrenderos de Madrid –que a pesar del papel nefasto de la burocracia sindical
en pactar el fin de la huelga cuando las trabajadoras y trabajadores estaban en
una clara dinámica de lucha ascendente, marca el inicio de un cambio en la
subjetividad de la clase trabajadora-, ni de las existentes en la actualidad y,
mucho menos, de la huelga de Panrico que está haciendo Historia y puede
terminar por convertirse en todo un referente para la clase trabajadora, no sea
que les dé por tomar la fábrica en sus manos si la empresa la cierra.
Pero a las frases del Manifiesto de una ambigüedad calculada, no al
capitalismo pero el socialismo tampoco, le sigue una candidatura liderada por
un personaje mediático, Pablo Iglesias. Aquí nos vemos en la obligación de
recordar que un programa de la izquierda social debe tener como único objetivo
reforzar las luchas sociales y elevar la conciencia política de la clase
trabajadora para que pueda liderar a toda la nación para enfrentar social y
políticamente al Capital y luchar por el socialismo. Con la candidatura Pablo
Iglesias esto no ocurrirá porque Pablo Iglesias es un personaje mediático y no
un líder de las luchas sociales. Y esta diferencia es capital porque un
personaje políticamente mediático sólo puede estar en el capitalismo al
servicio de los intereses de la burguesía ya que ser mediático en esta sociedad
supone contar con el permiso de los consejos de administración de las grandes
empresas y de los bancos que son los propietarios de los grandes medios de
comunicación de masas. Por supuesto, para ser un personaje “democrático”
políticamente mediático hay que tener capacidades personales adecuadas, ser un
ambiguo comunicador que sea capaz de convertir la crítica aparente del sistema
con su no superación. Así, el papel que la burguesía le reserva a sus
personajes políticos mediáticos “democráticos” en tiempos de crisis es la
crítica aparente del sistema para dificultar la toma de conciencia política de
la clase trabajadora. Por lo tanto, Pablo Iglesias, independientemente de lo
que se diga en el programa, será un defensor de la gestión del capitalismo,
propondrá siempre la cara amable del capitalismo como la máxima aspiración a
conquistar. Como en nuestra realidad política se da la circunstancia que la organización
de masas que aparece a la izquierda del PSOE es IU y que esta tiene como fin
supremo la gestión del capitalismo no es difícil deducir que Pablo Iglesias
terminará en sus listas electorales. Esto nos lo dice el propio Pablo Iglesias,
que como proviene de esta familia política se pone a sus órdenes, lo que
ocurrió es que en IU no le han dado hasta ahora la importancia que el joven
comunicador tiene y él ha sabido reivindicarla con la puesta en marcha de una
candidatura que gira en torno a su persona. Esto dice mucho de su capacidad de
iniciativa para conseguir lo que desea pero esto no es lo que necesita la clase
trabajadora, ya que un “mesías mediático” no es una herramienta política para
ella porque “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros
mismos”, tal y como nos dicen los estatutos de la Primera Internacional, la
AIT. Pablo Iglesias no sólo no va ayudar en esta dirección sino que será un
obstáculo político ya que dificultará con su aparente fraseología democrática
la toma de conciencia política de las masas trabajadoras.
Lo que se necesita hoy es una alianza social y política entre la
izquierda social, el sindicalismo de clase y las “mareas” para enfrentar el
capitalismo y levantar una alternativa. No es una tarea fácil porque la
subjetividad política de la clase trabajadora está por reconstruir. Para
hacerlo el único camino es un frente de lucha por abajo que después tenga una
manifestación política, un Frente de Izquierda donde el programa aúne la
defensa de las necesidades inmediatas con la superación del capitalismo.
El Manifiesto y Pablo Iglesias van a reforzar por breve tiempo la ilusión
entre el pueblo trabajador (la “ciudadanía”) de que es posible construir una
sociedad democrática en el seno del capitalismo. Pero este no es el camino,
“así no podemos” superar el capitalismo.
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