miércoles, 13 de agosto de 2014

“Los empresarios dignos y decentes”, la orientación de Podemos





Escrito por  Antonio Liz

Madrid, 11 de agosto, 2014


Lo que viene es una pequeña reflexión sobre algunos planteamientos ideológico-políticos salidos de la dirección de Podemos, liderada por Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón.


El millón doscientos mil votos que sacó Podemos en las pasadas elecciones europeas y las encuestas actuales hace necesario que las trabajadoras y trabajadores le pongamos un ojo crítico encima, que leamos sus formulaciones políticas. Por mi parte, ya lo hice antes de que se convirtiese en un bombazo electoral lo que me aleja totalmente de una crítica oportunista ya que sólo continúo con mi proceder anterior. En líneas generales, veo a Podemos aún más escorado a la derecha que cuando empezaba a nacer pero la diferencia es que ahora tiene un cuantioso apoyo y levanta grandes expectativas entre sectores de la clase trabajadora, motivo por el que la crítica se vuelve todavía más necesaria que antes.


Los portavoces de Podemos utilizan frases que son todo un aviso para navegantes experimentados, por eso El País y el PSOE han pasado rápidamente de enfrentarlo a considerarlo una aportación democrática al sistema. Una de esas frases centrales y tan aparentemente genial es “no somos ni de izquierdas ni de derechas”. Realmente, esto es muy viejo. Cuando yo era joven a las trabajadoras y trabajadores ya nos decían los políticos de turno que había que ser de “centro” porque así se era felizmente equidistante con la derecha y con la izquierda. Ahora desde la dirección de Podemos nos dicen que no hay que ser “ni de izquierdas ni de derechas”, simplemente es un grado de inconcreción mayor. Con este decir deforman de una manera rápida la realidad ya que niegan que existan clases sociales o que su existencia no tenga la más mínima importancia. De esta forma, se sitúan por encima de las clases con el objetivo de decirnos que ellos “sí pueden” presidir esta sociedad porque no pertenecen ni a uno ni a otro bando. Por lo tanto, ellos nos podrán gobernar a todas y a todos. Fantástico, es lo que esperábamos, para que nos vamos a estar fatigando las trabajadoras y trabajadores en analizar las causas de nuestras penurias actuales y cómo enfrentarlas si la dirección de Podemos tiene la varita mágica que nos sacará de toda opresión. Y ya que no piensan ni nacionalizar la banca ni las grandes empresas ni socializar el Estado esto lo harán no se sabe cómo, quizá a los empresarios les digan que hasta ahora han sido unos chicos malos y lo que tienen que hacer de ahora en adelante es portarse bien: no despedir a los trabajadores, repartir beneficios con ellos y no participar en ejercicios corruptos porque eso es de niños malos. En realidad, todo este decir no es más que un viejo mensaje renovado para que las trabajadoras y trabajadores no seamos “radicales”, pero ahora con más dosis de metafísica.


La dirección de Podemos habla de efectos del sistema como si fueran sus causas. Así, un eje discursivo suyo es acabar con la corrupción. Lo que no quieren contar es que la corrupción es una enfermedad social propia del capitalismo, un efecto nocivo que le da pingues beneficios a los intermediarios del Capital pero que no es la base del sistema ya que este se sustenta en la explotación de la clase trabajadora. Ahora bien, es imposible acabar con las enfermedades del sistema capitalista si no se acaba con el propio capitalismo. Otro eje discursivo de la dirección de Podemos es la crítica de la “casta” política. Hacen mucho hincapié en este concepto y tiene mucha aceptación ya que la mayoría social está hasta las mismísimas narices de los políticos, llenos de privilegios y con una jeta más dura que la piedra ya que todo mal social lo justifican porque redunda en su beneficio. Ahora bien, además de que ese concepto lo han recogido del marxismo –no van a decirlo, claro-, que los marxistas vienen utilizando por extenso desde finales de los años veinte del siglo pasado para caracterizar a la capa burocrática soviética que se apropiaba de la riqueza del Estado en nombre del socialismo, la dirección de Podemos lo utiliza para presentar otro efecto del capitalismo y esconder lo trascendente: que los “castosos” –permítaseme la innovación- son tan solo los lacayos de las grandes empresas y de los bancos por lo que hacen las leyes que estos estiman convenientes para incrementar sus beneficios. Así, no se trata de eliminar a estos políticos y poner otros sino terminar con el sistema que necesita de estos políticos. Anotemos, que la dirección de Podemos no desconoce la diferencia entre la base que sustenta el capitalismo y los nocivos efectos que este produce, simplemente lo ocultan para generar una inmediata esperanza que se diluirá como el azúcar una vez toquen moqueta.


La dirección de Podemos se llena la boca con la palabra “democracia” afirmando que ellos la van a ejecutar a tope en su no-partido. Por supuesto, no aclaran que para que se pueda dar la democracia dentro de una organización cada integrante de ella tiene que tener una buena cultura histórica para saber tanto las causas de los fenómenos sociales como para saber lo que han hecho las diferentes clases sociales y así poder explicarse el pasado y el presente y enfrentar el porvenir. Esta cultura, enriquecida con el debate, es la que permite tomar partido en todas y cada una de las cuestiones. No obstante, la dirección de Podemos no está por la labor de implementar los mecanismos para que su futura militancia consolide su cultura política sino que simplemente no quieren militancia, sólo “ciudadanos” que se apunten a su no-partido. Podrá votar cualquiera, activista o no activista, lo que es lo mismo que decir, no os preocupéis queridos ciudadanos que de la política nos encargamos nosotros, que para eso somos profesores universitarios y sabemos de las cosas. Tú tranquilo, confía en nosotros. Si no tienes tiempo para tu actividad política porque te explotan, perdón, porque tus actividades te lo impiden, nosotros resolveremos por ti con tu propia aprobación. Así, en su no-partido la militancia no tendrá ninguna importancia ya que los “círculos” no pincharán ni poco ni mucho ya que todos los “ciudadanos” que se apunten al no-partido decidirán la línea política. Por lo tanto, todo el mundo puede ayudar a marcar la línea del no-partido, da igual que sea un explotador o un explotado, un recalcitrante machista o un activista social, un racista empedernido o un militante de izquierda. Lo mismo da ya que podrá votar apuntándose a Podemos a través de poner en una lista por internet el nombre que le dé la gana y el número de teléfono que estime útil para ese menester. Lo único importante es que un gran número de personas voten al “líder”, que conocen por los medios de comunicación, y que con ese ejercicio le indiquen sus preferencias para las elecciones ya que obtener votos es lo que importa. ¡Santa democracia!


No vamos a hablar de su programa político que lo están rebajando desde el comienzo, empezaron por “Mover ficha” –que lo criticamos en su momento- y ahora lo van llevando más y más a la inconcreción. En su programa no entra ni el referendo Monarquía o República, ni la nacionalización de la banca y de las grandes corporaciones, ni el no pago de la deuda, ni la eliminación del artículo 135, ni eliminar la contrarreforma laboral… En fin, por no mojarse ni tan siquiera defienden claramente el aborto libre y gratuito. Tampoco defienden con claridad el derecho a decidir de Catalunya -que a su vez implica el derecho a decidir de Galiza y Euskadi-, lo que es coherente si no olvidamos que Pablo Iglesias saca pecho como “patriota español”. En fin, si a estas líneas tan programáticas le añadimos la estrategia que Pablo Iglesias tiene para el parlamento europeo: “este parlamento está llamado a representar la soberanía de Europa”, como dijo en su primer discurso en Bruselas, ya uno se puede hacer la idea de la gran transformación democrática que nos espera.


Hay un empeño político al que se ha sumado la dirección de Podemos, y es etiquetarnos a las trabajadoras y trabajadores como “ciudadanos”. Esto empieza por el rey Felipe VI que en su proclamación nos endiñó la frasecita “la Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza”, con la misma sinfonía nos habla Rajoy cuando nos aplica el hierro, en la misma cantinela andan todos los políticos “democráticos” y ahora insiste en esa música la dirección de Podemos. No voy repetir aquí la enumeración que hice en un artículo anterior sobre algunas de las infinitas categorías de “ciudadanos” que se pueden hacer, sólo recordar que si entendemos por “ciudadanos” personas con los mismos derechos políticos y económicos en nuestra sociedad no existe esta figura social –no hablo de su formalidad jurídica sino de su realidad práctica. Las trabajadoras y trabajadores no somos propietarios de las empresas, ni de los bancos, ni de los mass media, ni del Estado por lo que no tenemos los mismos haberes económicos y políticos que sus propietarios, aunque sí somos sus iguales en la formalidad jurídica pero en la práctica no tenemos capitales para pleitear a su altura. El “ciudadanismo” le puede parecer muy bien a aquellos que nos gobiernan o que nos quieren gobernar pero nada tiene que ver con presentarle batalla a la burguesía y a sus políticos. Si las trabajadoras y los trabajadores no conquistamos el poder estatal y no hacemos de la propiedad de los bancos y de las empresas algo absolutamente social no podremos construir una sociedad democrática porque sólo una sociedad donde esté socializada la economía y la política puede generar una auténtica democracia, lo demás pertenece al reino de la metafísica o de los cuentos infantiles.


Si la ambigüedad calculada está hecha para despistar a la clase trabajadora de sus objetivos políticos, conquistar el Estado y transformar la sociedad socializándola, la dirección de Podemos también se despista a veces y pone en boca de sus dirigentes frases no ambiguas que indican donde realmente se posicionan. Así, la ciudadana Carolina Bescansa, de la dirección de Podemos, afirmó que hay una mayoría de “empresarios dignos y decentes. Además de la obviedad de su orientación clasista, no tengo más remedio que indicarle a la estimada ciudadana que su conocimiento de campo es muy inferior al de cualquier trabajador o trabajadora por lo que no sabe realmente lo que está diciendo en el sentido social ya que todo empresario en nuestra sociedad vive de la explotación a la que somete a sus trabajadores por lo que no puede ser ni digno ni decente sino, sencillamente, un explotador y todo lo que eso conlleva: un cínico, un cabrón, etc., etc. En lo que estoy totalmente de acuerdo con ella es cuando dice que “no sorprende que nos respalden los empresarios”.


Hablar sin concreción clasista es un ejercicio político que sólo favorece en la sociedad en la que vivimos al explotador y a sus agentes políticos. La ambigüedad calculada es un fruto político muy amargo para la clase trabajadora porque le obstaculiza la toma de conciencia, por lo que no puede venir de su propio campo, es decir, de aquellas organizaciones y militantes que la ven como el sujeto histórico y quieren construir su sujeto político. Hoy la clase trabajadora en el Estado español está generando su toma de conciencia, pero lo está haciendo de forma contradictoria dadas las brutales derrotas de las que viene, cuya guinda fue el derrumbe de la URSS. En el millón doscientos mil votantes de Podemos hay miles de “indignados” pero aún más miles de trabajadoras y trabajadores cabreados. Jugar con sus esperanzas no tiene nada de ejercicio democrático ni de quehacer generoso. Hoy Podemos es una esperanza porque miles de trabajadoras y trabajadores piensan que es una alternativa para enfrentar al Capital. Pero ojo, la misma dirección de Podemos nos advierte que su inmaculado proceder institucional por no tener poder será “difícil de mantener en el tiempo cuando nuestra política no sea sólo de construcción de voluntad de cambio sino que se enrede en la gestión, sus necesarias transacciones y compromisos”. Hablando en plata, que en cuanto toquen moqueta harán lo mismo que hace la “casta”, de la que pasarán a formar parte. Tomemos nota y vayamos construyendo los mimbres de un Frente de Izquierda con un programa que aúne la defensa de los derechos inmediatos de la clase trabajadora con la superación de lo existente, que fusione las luchas defensivas de la clase trabajadora con las mareas y con una estrategia de romper con el capitalismo. Es un camino sin atajos que sólo se puede hacer con paciencia activa, cultura política y visión estratégica. Si bien hoy se puede ver muy difícil este trabajo, en realidad las posibilidades para crear una alternativa de izquierda que enfrente al Capital se va a dar en breve tiempo, en cuanto Podemos mate por sí mismo las esperanzas que en él han depositando miles de trabajadores y trabajadoras e indignados.






El manifiesto Mover ficha y su candidatura Pablo Iglesias no sirven para la lucha social
Escrito por  Antonio Liz
Madrid, 19, enero, 2014

Ha salido a la palestra pública un nuevo Manifiesto, en esta ocasión se titula “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político”.


Su vocabulario interclasista no es ninguna novedad, no hay diferencias fundamentales con lo que propone el manifiesto del Proces ni el manifiesto de Garzón y Mayor Zaragoza. La novedad estriba en que alrededor de él se pretende organizar una candidatura para las elecciones europeas con un personaje mediático a su frente.


Como es habitual en este tipo de manifiestos interclasistas, las buenas intenciones recorren todo el texto pero nada se dice de las causas de la crisis del sistema ni cómo enfrentarlo para acabar con él y traer una sociedad alternativa. Su programa es un recital de sanas intenciones que van desde “la recuperación de la soberanía popular”, la “democracia real” y “un cambio de modelo productivo que esté al servicio de las personas”. Estos deseos los compartimos millones pero solamente con los buenos deseos no va a avanzar social y políticamente la clase trabajadora, la mayoría de la mayoría social.


Este manifiesto no explica las causas de la crisis y sólo se limita a manifestar algunos de sus efectos. Al no explicar las causas de la crisis del sistema no puede dar una alternativa sino un rosario de buenos deseos. Así, no explica que estamos ante una crisis estructural del sistema capitalista lo que hace que la burguesía como clase dominante se vea objetivamente obligada a incrementar la tasa de explotación de la clase trabajadora y a destruir las fuerzas productivas para recuperar la tasa de beneficio. Como destruir las fuerzas productivas no se puede hacer hoy a la antigua, es decir, con la III Guerra Mundial, porque la capacidad de destrucción atómica de varios Estados imperialistas lo impide porque simplemente desaparecería la especie humana, la burguesía se ve en la obligación de recuperar sus beneficios rebajando brutalmente los salarios, destruyendo las prestaciones sociales para disminuir los salarios indirectos y congelando las pensiones para rebajar el salario diferido. Así, no estamos simplemente ante una crisis política sino ante una crisis económica estructural del sistema capitalista y su crisis política es su obligada manifestación.


La explicación causal de la crisis que vivimos nos lleva a ver que hay que proponer una alternativa económica y política a este sistema, alternativa que no se puede basar en genéricos buenos deseos sino en un plan de lucha contra el Capital. En el Manifiesto los puntos programáticos centrales dicen cosas que son necesarias pero están mal formuladas y no desarrolladas. Veamos. En el punto 1 se dice que se quiere “una candidatura por la recuperación de la soberanía popular”. Esto dicho así es inducir a un gran equívoco político porque la clase trabajadora nunca ha gobernado por lo que no ha habido soberanía popular y por lo tanto no se puede recuperar lo que no se ha tenido. La soberanía popular, si se entiende como el gobierno del pueblo trabajador, sólo se puede dar en un Estado gobernado por la clase trabajadora, con un gobierno de la clase trabajadora –y no se apunta nada de eso en el Manifiesto. En el punto 2 se reivindica una “democracia real basada en la soberanía de los pueblos y en su derecho a decidir”. Esto queda muy bonito pero es de una ambigüedad absoluta, no explica que la “democracia real”, es decir, la socialización de la economía, de la política, de la cultura, de los derechos y deberes, es imposible conquistarla en el capitalismo. Por lo tanto, una “democracia real” ni la teníamos en el Estado español antes del comienzo de la crisis ni la podremos tener aunque esta remitiera, aunque se diera un repunte económico. Es decir, la “democracia real” es una imposibilidad en el capitalismo, incluso en el seno del Estado de Bienestar. En el punto 7 se habla de “un cambio de modelo productivo que esté al servicio de las personas”. Aquí está el quid de la cuestión ya que la economía es la base de cualquier sociedad y dependiendo de su base económica así será su modelo político. Pero en el Manifiesto una vez más se apela a la frase bonita sin contenido. A ver, si estamos en un sistema capitalista donde las empresas y los bancos están en manos de una minoría social, la gran burguesía, habrá que construir una sociedad donde esto no ocurra y para esto no hay otro remedio que construir una sociedad donde las empresas y los bancos estén socializados, es decir, en manos de los que trabajan y esto no es otra cosa que la base económica del socialismo, del Estado socialista. Vamos, que en el Manifiesto con frases ambiguas se quiere rodear la cuestión fundamental, ¿socialismo o capitalismo?


Para dar “un paso adelante”, que es lo que dicen proponerse los firmantes del Manifiesto, lo que hay que hacer es identificar las causas de la crisis para acabar con ella. Si las causas de la crisis están en el modelo económico capitalista lo que tenemos que hacer es terminar con él. Y llegados aquí es cuando tenemos que preguntarnos cómo podemos derribar al capitalismo. No es difícil concluir que con buenas palabras no basta, que harán falta mucho más que frases bonitas. Pero los firmantes del Manifiesto prefieren la ambigüedad porque en vez de decirnos que la sociedad alternativa sólo podrá venir de la emancipación de la clase explotada y de los sectores populares subordinados al capital nos dicen que “sólo de la ciudadanía puede venir la solución”. Se han olvidado que hay ciudadanos de primera categoría (los grandes burgueses) ciudadanos de segunda (medianos y pequeños empresarios), ciudadanos de tercera (trabajadores con empleo y salario digno), ciudadanos de cuarta (trabajadores con empleo y salario indigno), ciudadanos de quinta (trabajadores en paro cobrando la prestación de desempleo), ciudadanos de sexta (trabajadores sin empleo y sin paro), ciudadanos de séptima (trabajadores inmigrantes sin papeles) … En fin, no todas y todos somos propietarios de las empresas, de los bancos y de los grandes medios de comunicación y no todas y todos gobernamos el Estado. Si esto es así significa que los ciudadanos no existen en nuestra sociedad si entendemos como tales hombres y mujeres equiparados en derechos económicos y políticos. Vamos, que lo que hay son clases sociales y, por lo tanto, lucha de clases.


Pero siendo lo que hay una pura lucha de clases el concepto clase trabajadora no aparece por ninguna parte, se habla de “ciudadanía” y “gente” y, por supuesto, no se mencionan las huelgas de resistencia que ha habido en fechas bien recientes, como es el caso de los barrenderos de Madrid –que a pesar del papel nefasto de la burocracia sindical en pactar el fin de la huelga cuando las trabajadoras y trabajadores estaban en una clara dinámica de lucha ascendente, marca el inicio de un cambio en la subjetividad de la clase trabajadora-, ni de las existentes en la actualidad y, mucho menos, de la huelga de Panrico que está haciendo Historia y puede terminar por convertirse en todo un referente para la clase trabajadora, no sea que les dé por tomar la fábrica en sus manos si la empresa la cierra.


Pero a las frases del Manifiesto de una ambigüedad calculada, no al capitalismo pero el socialismo tampoco, le sigue una candidatura liderada por un personaje mediático, Pablo Iglesias. Aquí nos vemos en la obligación de recordar que un programa de la izquierda social debe tener como único objetivo reforzar las luchas sociales y elevar la conciencia política de la clase trabajadora para que pueda liderar a toda la nación para enfrentar social y políticamente al Capital y luchar por el socialismo. Con la candidatura Pablo Iglesias esto no ocurrirá porque Pablo Iglesias es un personaje mediático y no un líder de las luchas sociales. Y esta diferencia es capital porque un personaje políticamente mediático sólo puede estar en el capitalismo al servicio de los intereses de la burguesía ya que ser mediático en esta sociedad supone contar con el permiso de los consejos de administración de las grandes empresas y de los bancos que son los propietarios de los grandes medios de comunicación de masas. Por supuesto, para ser un personaje “democrático” políticamente mediático hay que tener capacidades personales adecuadas, ser un ambiguo comunicador que sea capaz de convertir la crítica aparente del sistema con su no superación. Así, el papel que la burguesía le reserva a sus personajes políticos mediáticos “democráticos” en tiempos de crisis es la crítica aparente del sistema para dificultar la toma de conciencia política de la clase trabajadora. Por lo tanto, Pablo Iglesias, independientemente de lo que se diga en el programa, será un defensor de la gestión del capitalismo, propondrá siempre la cara amable del capitalismo como la máxima aspiración a conquistar. Como en nuestra realidad política se da la circunstancia que la organización de masas que aparece a la izquierda del PSOE es IU y que esta tiene como fin supremo la gestión del capitalismo no es difícil deducir que Pablo Iglesias terminará en sus listas electorales. Esto nos lo dice el propio Pablo Iglesias, que como proviene de esta familia política se pone a sus órdenes, lo que ocurrió es que en IU no le han dado hasta ahora la importancia que el joven comunicador tiene y él ha sabido reivindicarla con la puesta en marcha de una candidatura que gira en torno a su persona. Esto dice mucho de su capacidad de iniciativa para conseguir lo que desea pero esto no es lo que necesita la clase trabajadora, ya que un “mesías mediático” no es una herramienta política para ella porque “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos”, tal y como nos dicen los estatutos de la Primera Internacional, la AIT. Pablo Iglesias no sólo no va ayudar en esta dirección sino que será un obstáculo político ya que dificultará con su aparente fraseología democrática la toma de conciencia política de las masas trabajadoras.


Lo que se necesita hoy es una alianza social y política entre la izquierda social, el sindicalismo de clase y las “mareas” para enfrentar el capitalismo y levantar una alternativa. No es una tarea fácil porque la subjetividad política de la clase trabajadora está por reconstruir. Para hacerlo el único camino es un frente de lucha por abajo que después tenga una manifestación política, un Frente de Izquierda donde el programa aúne la defensa de las necesidades inmediatas con la superación del capitalismo.


El Manifiesto y Pablo Iglesias van a reforzar por breve tiempo la ilusión entre el pueblo trabajador (la “ciudadanía”) de que es posible construir una sociedad democrática en el seno del capitalismo. Pero este no es el camino, “así no podemos” superar el capitalismo.






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