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El
triunfo global del neoliberalismo no sólo acaba con lo poco que queda del
Estado de bienestar, sino que también sienta las bases para impedir procesos
políticos y sociales emancipadores.
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Qué
proyectos considerados como transformadores rechacen las categorías políticas
de izquierda y derecha es un éxito más de ese imperante neoliberalismo.
18/09/2014
El
neoliberalismo echa raíces. Durante los años setenta del siglo pasado, las
tendencias del capitalismo dieron un vuelco de 180 grados. Los principios que
regían las relaciones entre las clases sociales, los mecanismos de consenso y
las maneras de enfrentar los conflictos y crisis entre capital y trabajo se
fueron al traste. De la noche a la mañana, la propuesta keynesiana de posguerra
-que unía democracia, desarrollo e integración social- fue cuestionada. La
movilidad social ascendente se transformó en un nuevo proceso de pauperización.
Las desigualdades -otrora combatidas como lacras del subdesarrollo- fueron
reivindicadas, en los países de capitalismo central, como motor de la
competitividad. Una nueva teoría de la justicia, fundada en la competencia y
anclada en la igualdad de oportunidades para fracasar o triunfar, sirvió como
pretexto para declarar la supremacía del liberalismo político y reivindicar una
reforma del Estado del bienestar que pusiese las bases de un orden social
despolitizado, descentralizado y desregulado.
Los
principios de la desigualdad "natural" se consideraron un aliciente
para el advenimiento de una sociedad ordenada, equitativa y justa asentada en
la economía de mercado. En ella, los emprendedores serían recompensados con el
triunfo y los timoratos, acostumbrados a vivir de las ayudas de "papá
Estado", penalizados con el fracaso y la marginación. La economía de
mercado pondría a cada quien en su sitio, sin otro baremo que las habilidades,
imaginación y capacidades de cada cual para forjarse un futuro. Eficiencia,
racionalidad y gobernabilidad. El tópico "enseñarles a pescar y no darles
el pescado" se extendió como la peste. Los colegios cambian las
asignaturas de ética y filosofía. Las prioridades las marca la economía de
mercado. Los estudiantes deben conocer las prácticas bursátiles, las dinámicas
de la inversión financiera y las leyes de "la oferta y la demanda" en
la empresa. Alumnos de bachillerato con edades entre 15 y 17 años son sometidos
a un reciclaje. Entre sus deberes está comprar acciones, realizar transacciones
bancarias, simular inversiones, buscar dinero semilla y ser competitivos. Una
nueva mentalidad capitalista se impone lentamente. Sálvese el que pueda, pero
yo el primero.
El Estado
del bienestar, uno de los éxitos del capitalismo con rostro humano, creado para
frenar el desarrollo del socialismo-marxista en Europa occidental, ha cumplido
su función: desactivar las luchas sociales. Los trabajadores vivían felices y
se conformaban con una parte proporcional a su aporte a la creación de la
riqueza social. En otros términos, sus salarios los consideraban justos en
relación a los beneficios del capital. Además, disfrutaban de un contrato
laboral indefinido que les brindaba acceso al crédito, la vivienda, la
educación superior, ascenso social y sobre todo al consumo. No querían más.
Vacaciones pagadas, seguros sociales y una pensión de jubilación. La lucha de
clases, la alienación política y la enajenación económica se convertía en un
mito atizado por partidos de izquierda para generar odio, violencia y
desestabilizar el sistema democrático. No querían aceptar su derrota a manos de
un capitalismo con rostro humano.
Los cambios
afectaron de manera diferente a los sectores medios y al proletariado
industrial de post-guerra. Sin embargo, ambos verían esfumarse sus expectativas
y sus sueños se transformaron en pesadillas. A los sectores medios, educados en
la meritocracia, la ideología del progreso y el consumo, el neoliberalismo les
aguó la fiesta. Las políticas de austeridad dieron en la diana, afectando al
bolsillo y restringiendo el consumo suntuario. Los sectores medios se
empobrecen. Mientras tanto, a las clases trabajadoras, sobre todo al
proletariado industrial, se les condena a la pauperización, exclusión y
marginalidad. Del trabajo estable y duradero al mercado laboral flexible y de
mala calidad. Se impone el contrato a tiempo parcial y los llamados trabajos
basura o "minijobs". La economía del bienestar muta en economía del
malestar. La cultura del capitalismo, su lenguaje, sus formas de explotación,
dominio y hegemonía se reciclan. A decir de Richard Sennett, la necesidad de
amoldarse a un trabajo inestable, sin residencia fija, intercambiable, ni
formación específica, da lugar al carácter flexible. Una personalidad
gelatinosa, con principios mutables, dispuesta a todo para obtener sus
objetivos.
Una visión
apocalíptica se adueña del discurso político de los hacedores del capital. Se
acabó lo que se daba. El popular "café para todos" es sustituido por
un "ajustarse el cinturón". El Estado es considerado culpable,
ineficiente, corrupto y un lastre para la competitividad del mercado y sus
leyes de la oferta y demanda. Nuevos valores entran en liza. Cambian los
referentes, los imaginarios y las palabras. El capitalismo se reinventa. Todo se
modifica para dar cabida a un ser despolitizado, social-conformista. Un
perfecto idiota social. Las viejas estructuras ceden paso a un orden social
cuyas reformas exacerban los valores individualistas, el yo por encima del
nosotros y el otro es considerado un obstáculo, un competidor al cual destruir.
La crisis de los países del Este aceleró el proceso.
La
revolución tecnológica apuntaló los cambios, al entrar de lleno en los hogares,
como anteriormente lo hizo la radio y el televisor. Los video-juegos, los
ordenadores personales o el uso "masivo" de internet provocan un
vuelco en las relaciones sociales. Para los más optimistas era el nacimiento de
la "sociedad de la información". Las redes, los nodos, los chats y la
realidad virtual sustituyen a las charlas entre amigos. Se puede estar en mil
sitios a la vez y en ninguno al mismo tiempo. Las tecnociencias facilitan el
control y el dominio social bajo fórmulas que provocan un autismo social. Hoy,
jóvenes y no tan jóvenes están inmersos -por no decir absortos- en el mundo de
WhatsApp, Twitter, Facebook. No hay espacio público donde se rompa la
comunicación dialogal, especificas del ser humano y el proyecto de vida
democrático. En restaurantes, aulas de clase, cines, autobuses, metro,
tertulias, etc. se dan a la tarea de vivir su propio mundo. No se hablan,
abducidos por sus aparatos electrónicos, mientras una comunicación virtual
esfuma la sociabilidad que hace de la vida en común un espacio relacional.
Hasta la
democracia se torna en democracia 2.0, confundiendo un proyecto político
fundado en el diálogo, la mediación y la negociación cara a cara, con un
mensaje de texto que los pone en línea. Permite votar y sentirse partícipes de
la nada. El éxito cultural del neoliberalismo consiste en desvirtuar los proyectos
sociales democráticos, emancipadores y de izquierda en una opción dependiente
del mercado, los medios de disuasión y desinformación social y la telefonía
móvil. Un mundo despolitizado y desideologizado es la mejor garantía para el
gobierno de la derecha, que hace posible que proyectos considerados
transformadores puedan declamar, como un dogma de fe,
no ser ni de derecha ni de izquierda. Todo un éxito del neoliberalismo
cultural.
“NI DE
DERECHAS NI DE IZQUIERDAS”. O SEA, DE DERECHAS
La
peligrosa y banal existencia del ni-ni político. De semejanzas curiosas y
agujeros negros ideológicos (1 de 2).
Los
cariñitos del facherío a Podemos. Al hilo de los piropos de Enrique de Diego.
Pablo
Iglesias: “La clave no es un eje derecha-izquierda, sino democracia-dictadura”
Entrevista
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democracia"
Anguita,
como ha hecho Pablo Iglesias, líder de Podemos, ya no habla de izquierdas y
derechas.
Julio
Anguita: "Pablo Iglesias también es mi referente"
“Lo único
que os pido es que midáis a los políticos por lo que hacen, por el ejemplo y
aunque sean de la extrema derecha. Pero eso me lo manda a mí mandamiento, mi
inteligencia de hombres de izquierda. Votad al honrado, al ladrón no lo votéis,
aunque tenga la hoz y el martillo. Esta es la diferencia de un pueblo
inteligente. Es que es lo único que podéis hacer”
Julio
Anguita en Coín - Parte 7
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