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Escrito: En julio-agosto de 1915[1].
Primera publicación: En forma de libro a fines de 1915 por la Redacción del periódico Sotsial-Demokrat, Ginebra.
Fuente: V. I. Lenin, Tres artículos de Lenin sobre la guerra y la paz. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1976.
Preparado para el MIA: Por Juan Fajardo, diciembre de 2000.
I N D I C E
La actitud de los socialistas ante la guerra | Tipos históricos te guerras modernas | Diferencia entre guerra ofensiva y guerra defensiva | La guerra actual es una guerra imperialista | La guerra entre los más grandes esclavistas por el mantenimiento y fortalecimiento de la esclavitud | "La guerra es la prolongación de la política por otros medios" (a saber: por la violencia) | El ejemplo de Bélgica | ¿Por qué combate Rusia? | ¿Que es el socialchovinismo? | El manifiesto de Basilea | Las falsas referencias a Marx y a Engels | La bancarrota de la II Internacional | El socialchovinismo es el oportunismo más acabado | La unidad con los oportunistas es la alianza de los obreros con "su" burguesía nacional y la escisión de la clase obrera revolucionaria internacional | El "kautskismo" | La consigna de los marxistas es la consigna de la socialdemocracia revolucionaria | El ejemplo de la fraternización en las trincheras | Importancia de la organización ilegal | Sobre la derrota del "propio" gobierno en la guerra imperialista | Sobre el pacifismo y la consigna de la paz | Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación
La burguesía y la guerra | La clase obrera y la guerra | La fracción obrera socialdemócrata de Rusia en la Duma del Estado y la guerra
El método de los socialchovinistas y del "centro" | La situación en la oposición | El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y la III Internacional
Los "economistas" y la vieja Iskra (1894-1903) | El menchevismo y el bolchevismo (1903-1908) | El marxismo y el liquidacionismo (1908-1914) | Marxismo y socialchovinismo (1914-1915) | La situación actual en la socialdemocracia rusa | Las tareas de nuestro Partido
PROLOGO A
LA PRIMERA EDICION (PUBLICADA EN EL EXTRANJERO)
La guerra
dura ya un año. Nuestro Partido fijó su actitud ante ella,
en su comienzo mismo, en el manifiesto del Comité Central, redactado en
setiembre de 1914 y publicado (después de ser distribuido a los miembros del
Comité Central y a los representantes responsables de nuestro Partido en Rusia,
y de recibir su conformidad) el 1 de noviembre de 1914 en el núm. 33 de
Sotsial-Demokrat, órgano del Comité Central de nuestro Partido*. Más
tarde, en el número 40 (29 de marzo de 1915), aparecieron las resoluciones de
la Conferencia
de Berna
**, que
ofrecen una exposición más precisa de nuestros principios y de nuestra táctica.
En el
momento actual, el estado de ánimo revolucionario de las masas crece
evidentemente en Rusia. Sintomas del mismo fenómeno se observan por doquier en
otros países, pese a que las aspiraciones revolucionarias del proletariado se
ven ahogadas por la mayoría de los partidos socialdemócratas oficiales, que se
han puesto del lado de sus gobiernos y de su burguesía. En virtud de tal estado
de cosas, es muy necesaria la publicación de un folleto que haga un balance de
la táctica socialdemócrata respecto de la guerra. Reeditamos íntegramente los
documentos del Partido antes citados, acompañándolos de breves explicaciones en
las que tratamos de tomar en cuenta los principales argumentos que, en favor de
la táctica burguesa y la táctica proletaria, han sido expuestos en las
publicaciones y en las reuniones del Partido.
El presente
folleto fue escrito en el verano de 1915, en la vispera de la Conferencia de
Zimmerwald. Apareció también en alemán y francés, y ha sido reimpreso en
noruego en su totalidad en el órgano de la Juventud Socialdemócrata Noruega. La
edición alemana del folleto fue introducida clandestinamente en Alemania -- en
Berlín, Leipzig, Bremen y otras ciudades --, y difundida ilegalmente por los
partidarios de la izquierda de Zimmerwald y por el grupo de Karl Liebknecht. La
edición francesa, impresa clandestinamente en París, fue difundida allí por los
zimmenvaldianos franceses. De la edición rusa llegaron al país muy contados
ejemplares, y en Moscú fue copiada a mano por los obreros.
Ahora
reimprimimos íntegramente este folleto, a título de documento. El lector debe
recordar siempre que fue escrito en agosto de 1915. Hay que recordarlo sobre
todo en los pasajes en que se habla de Rusia: Rusia era todavía la Rusia
zarista, la Rusia de los Románov. . .
Editado en
forma de libro en 1918.
EL
SOCIALISMO Y LA GUERRA
(La actitud del P. O. S. D. R. ante la guerra)
LOS PRINCIPIOS DEL SQCIALISMO Y LA GUERRA DE 1914-1915
La
actitud de los socialistas ante la guerra
Los
socialistas han condenado siempre las guerras entre los pueblos como algo
bárbaro y feroz. Pero nuestra actitud ante la guerra es distinta, por
principio, de la que asumen los pacifistas burgueses (partidarios y
propagandistas de la paz) y los anarquistas. Nos distinguimos de los primeros
en que comprendemos el lazo inevitable que une las guerras con la lucha de
clases en el interior del país, y en que comprendemos que no se puede suprimir
las guerras sin suprimir antes las clases y sin instaurar el socialismo;
también en que reconocemos plenamente la legitimidad, el carácter progresista y
la necesidad de las guerras civiles, es decir, de las guerras de la clase
oprimida contra la clase opresora, de los esclavos contra los esclavistas, de
los campesinos siervos contra los terratenientes y de los obreros asalariados
contra la burguesía. Nosotros, los marxistas, diferimos tanto de los pacifistas
como de los anarquistas en que reconocemos la necesidad de estudiar
históricamente (desde el punto de vista del materialismo dialéctico de Marx)
cada guerra en particular. La historia ha conocido muchas guerras que, pese a
los horrores, las ferocidades, las calamidades y los sufrimientos que toda
guerra acarrea inevitablemente, fueron progresistas, es decir, útiles para el
progreso de la humanidad, contribuyendo a destruir instituciones
particularmente nocivas y reaccionarias (como, por ejemplo, la autocracia o la
servidumbre), y las formas más bárbaras del despotismo en Europa (la turca y la
rusa). Por esta razón, hay que examinar las peculiaridades históricas de la
guerra actual.
Tipos históricos de guerras modernas
La Gran Revolución
Francesa inauguro una nueva época en la historia de la humanidad. Desde
entonces hasta la Comuna de Paris, es decir, desde 1789 a 1871, las guerras de
liberación nacional, de carácter progresista burgués, constituían uno de los
tipos de guerra. Dicho en otros términos: el contenido principal y la
significación histórica de estas guerras eran el derrocamiento del absolutismo
y del régimen feudal, su quebrantamiento y la supresión del yugo nacional
extranjero. Eran, por ello, guerras progresistas, y todos los demócratas honrados
y revolucionarios, así como todos los socialistas, simpatizaban siempre, en
esas guerras con el triunfo del país (es decir, de la burguesía) que contribuía
a derrumbar o a minar los pilares más peligrosos del régimen feudal, del
absolutismo y de la opresión ejercida sobre otros pueblos. Así, por ejemplo, en
las guerras revolucionarias de Francia hubo un elemento de saqueo y de
conquista de tierras ajenas por los franceses, sin embargo, ello no cambia en
nada la significación histórica fundamental de esas guerras, que demolían y que
abarataban el régimen feudal y el absolutismo de toda la vieja Europa, de la
Europa feudal. Durante la guerra franco-prusiana, Alemania expolió a Francia,
pero ello no altera la significación histórica fundamental de esta guerra, que
liberó a decenas de millones de alemanes del desmembramiento feudal y de la
opresión de dos déspotas: el zar ruso y Napoleón III.
Diferencia entre guerra ofensiva y
guerra defensiva
La época de
1789 a 1871 ha dejado huellas profundas y recuerdos revolucionarios. Antes de
que fueran destruidos el régimen feudal, el absolutismo y el yugo nacional
extranjero, no cabía hablar siquiera del desarrollo de la lucha proletaria por
el socialismo. Cuando los socialistas hablaban del carácter legítimo de la
guerra "defensiva", refiriéndose a las guerras de esa época, siempre
tenían en cuenta precisamente esos fines, que se reducían a la revolución
contra el régimen medieval y la servidumbre. Los socialistas entendieron
siempre por guerra "defensiva" una guerra "justa " en este
sentido (expresión empleada en cierta ocasión por W. Liebknecht). Sólo en ese sentido, los socialistas
admitían y siguen admitiendo el carácter legítimo, progresista y justo de la
"defensa de la patria" o de una guerra "defensiva". Si, por
ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra,
Persia o China a Rusia, etcétera, esas guerras serían guerras
"justas", "defensivas", independientemente de quien atacara
primero, y todo socialista simpatizaría con la victoria de los Estados
oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, sobre las
"grandes" potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras.
Pero imagínese
que un propietario de cien esclavos hace la guerra a otro que posee doscientos
por llegar a una distribución más "equitativa" de los esclavos. Es
evidente que emplear en este caso el concepto de guerra "defensiva" o
de "defensa de la patria" sería falsificar la historia y, en la práctica,
equivaldría pura y simplemente a un engaño de la gente sencilla, de los
pequeños burgueses y de los ignorantes por hábiles esclavistas. Pues bien,
precisamente así engaña hoy la burguesía imperialista a los pueblos, valiéndose
de la ideología "nacional" y de la idea de defensa de la patria, en
la guerra actual que los esclavistas libran entre sí para consolidar y reforzar
la esclavitud.
La guerra actual es una guerra
imperialista
Casi todo el
mundo reconoce que la guerra actual es una guerra imperialista, pero en la
mayor parte de los casos se tergiversa esta idea, ya sea aplicándola a una de
las partes o bien dando a entender que, pese a todo, esta guerra podría tener
un carácter burgués progresista, de liberación nacional. El imperialismo es la
fase superior del desarrollo del capitalismo, fase a la que sólo ha llegado en
el siglo XX. El capitalismo comenzó a sentirse limitado dentro del marco de los
viejos Estados nacionales, sin la formación de los cuales no habría podido
derrocar al feudalismo. El capitalismo ha llevado la concentración a tal punto,
que ramas enteras de la industria se encuentran en manos de asociaciones
patronales, trusts, corporaciones de capitalistas multimillonarios, y casi todo
el globo terrestre está repartido entre estos "potentados del
capital", bien en forma de colonias o bien envolviendo a los países
extranjeros en las tupidas redes de la explotación financiera. La libertad de
comercio y la libre competencia han sido sustituidas por la tendencia al
monopolio, a la conquista de tierras para realizar en ellas inversiones de
capital y llevarse sus materias primas, etc. De liberador de naciones, como lo
fue en su lucha contra el feudalismo, el capitalismo se ha convertido, en su
fase imperialista, en el más grande opresor de naciones. El capitalismo,
progresista en otros tiempos, se ha vuelto reaccionario; ha desarrollado las
fuerzas productivas a tal extremo, que a la humanidad no le queda otro camino
que pasar al socialismo, o bien sufrir durante años, e incluso durante
decenios, la lucha armada de las "grandes" potencias por el
mantenimiento artificial del capitalismo mediante las colonias, los monopolios,
los privilegios y todo género de la opresión nacional.
La guerra
entre los más grandes esclavistas por el mantenimiento y fortalecimiento de la
esclavitud
A fin de
mostrar con claridad la significación del imperialismo, citamos a continuación
datos precisos sobre el reparto del mundo entre las llamadas
"grandes" potencias (es decir, las que han tenido éxito en el gran
saqueo):
Pinchar sobre el cartel, para verlo mejor
Reparto
del mundo entre las " grandes" potencias esclavistas
"Grandes" potencias |
Colonias |
Metrópolis |
Total |
|||||
1876
|
1914
|
1914
|
||||||
Kms.2
(en mill- ones) |
Habi- tantes (en mill- ones) |
Kms.2
(en mill- ones) |
Habi- tantes (en mill- ones) |
Kms.2
(en mill- ones) |
Habi- tantes (en mill- ones) |
Kms.2
(en mill- ones) |
Habi- tantes (en mill- ones) |
|
Inglaterra Rusia Francia Alemania Japón Estados Unidos |
22,5 17,0 0,9 --- --- --- |
251,9 15,9 6,0 --- --- --- |
33,5 17,4 10,6 2,9 0,3 0,3 |
393,5 33,2 55,5 12,3 19,2 9,7 |
0,3 5,4 0,5 0,5 0,4 9,4 |
46,5 136,2 39,6 64,9 53,0 97,0 |
33,8 22,8 11,1 3,4 0,7 9,7 |
440,0 169,4 95,1 77,2 72,2 106,7 |
|
||||||||
Todos de las seis "grandes" potencias |
40,4 |
273,8 |
65,0 |
523,4 |
16,5 |
437,2 |
81,5 |
960,6 |
|
||||||||
Colonias que no
pertenecen a las grandes potencias (sino a Belgica, Ho- landa y otros Estados . . . ) Tres pases "se- micolonias" (Turquia, Chi- na y Persia) |
9,9 |
45,3 |
|
9,9 14,5 |
45,3 361,2 |
|||
T o t a l . . .
|
105,9
|
1.367,1 |
||||||
|
||||||||
Demás Estados y pa&oicute;ses . .
. . . . . . . . .
. .
|
28,0
|
289,9
|
||||||
Todo el globo (excepto las regiones polares) .
. . .
|
133,9
|
1.657,0 |
Este cuadro
nos permite ver cómo los pueblos que de 1789 a 1871 lucharon, en la mayoría de
los casos al frente de los otros, por la libertad, se han convertido en nuestra
época, después de 1876 y gracias a un capitalismo altamente desarrollado y
"pasado de maduro", en los opresores y explotadores de la mayoría de
la población y de las naciones del globo. Entre 1876 y 1914, seis
"grandes" potencias se apoderaron de 25 millones de kilómetros
cuadrados, ¡es decir, una superficie dos veces y media más grande que la de
toda Europa! Seis potencias subyugan a una población de más de quinientos
millones (523) de habitantes en las colonias. Por cada cuatro habitantes de las
"grandes" potencias hay cinco habitantes de "sus" colonias.
Y todo el mundo sabe que las colonias han sido con quistadas a sangre y fuego,
que sus pobladores son tratados bárbaramente y explotados de mil maneras
(mediante la exportación de capitales, concesiones, etc., el engaño en la venta
de mercancías, el sometimiento a las "autoridades" de la nación
"dominante", etc., y con otras cosas por el estilo). La burguesía
anglo-francesa engaña a los pueblos al decir que hace la guerra en aras de la
libertad de los pueblos y de Bélgica, cuando en realidad la hace para conservar
los inmensos territorios coloniales de los que se ha apoderado. Los
imperialistas alemanes evacuarían de inmediato Bélgica y otros países si los
ingleses y franceses se repartiesen "amistosamente" con ellos sus
colonias. Lo peculiar de la situación actual consiste en que la suerte de las
colonias se decide con la guerra que se libra en el continente. Desde el punto
de vista de la justicia burguesa y de la libertad nacional (o del derecho de
las naciones a la existencia), Alemania tendría sin duda alguna razón contra
Inglaterra y Francia, ya que ha sido "defraudada" en el reparto de
las colonias, y sus enemigos oprimen a muchísimas más naciones que ella; en
cuanto a su aliada, Austria, los eslavos por ella oprimidos gozan sin duda de
más libertad que en la Rusia zarista, verdadera "cárcel de pueblos".
Pero la propia Alemania no lucha por liberar a los pueblos, sino por
sojuzgarlos. Y no corresponde a los socialistas ayudar a un bandido más joven y
más vigoroso (Alemania) a desvalijar a otros bandidos más viejos y más cebados.
Lo que deben hacer los socialistas es aprovechar la guerra que se hacen los
bandidos para derrocar a todos ellos. Para esto, es preciso ante todo que los
socialistas digan al pueblo la verdad, a saber, que esta guerra es, en un
triple sentido, una guerra entre esclavistas para reforzar la esclavitud. En
primer lugar, es una guerra que tiende a consolidar la esclavitud de las colonias
mediante un reparto más "equitativo" y una explotación ulterior más
"coordinada" de las mismas; en segundo lugar, es una guerra que
persigue el reforzamiento del yugo que pesa sobre las naciones extrañas en el
seno mismo de las "grandes" potencias, pues tanto Austria como Rusia
(y está mucho más y mucho peor que aquélla) sólo se mantienen gracias a ese
yugo que refuerzan con la guerra; en tercer lugar, es una guerra con vistas a
intensificar y prolongar la esclavitud asalariada, pues el proletariado está
dividido y aplastado, mientras que los capitalistas salen ganando,
enriqueciéndose con la guerra, avivando los prejuicios nacionales e
intensificando la reacción, que ha levantado la cabeza en todos los países, aun
en los más libres y republicanos.
"La
guerra es la prolongación de la política por otros medios" (a saber: por
la violencia)[2]
[2]
Véase Clausewitz, Sobre la guerra,
t. I, art. I, cap. I, sec. XXIV.
Esta famosa
sentencia pertenece a Clausewitz, uno de los más profundos escritores sobre
temas militares. Los marxistas siempre han considerado esta tesis, con toda
razón, como la base teórica de las ideas sobre la significación de cada guerra
en particular. Justamente desde este punto de vista examinaron siempre Marx y
Engels las diferentes guerras.
Aplíquese
esta tesis a la guerra actual. Se verá que durante decenios, casi desde hace
medio siglo, los gobiernos y las clases dominantes de Inglaterra, Francia, Alemania,
Italia, Austria y Rusia practicaron una política de saqueo de las colonias, de
opresión de otras naciones y de aplastamiento del movimiento obrero. Y esta
política precisamente, y sólo ésta, es la que se prolonga en la guerra actual.
En especial, tanto en Austria como en Rusia, la política de tiempos de paz, al
igual que la de tiempos de guerra, ha consistido en esclavizar a las naciones y
no en liberarlas. Por el contrario, en China, en Persia, en la India y otros
países dependientes vemos en los últimos decenios la política del despertar de
decenas y centenas de millones de hombres a la vida nacional, una política que
tiende a liberarlos del yugo de las "grandes" potencias
reaccionarias. Sobre este terreno histórico concreto, una guerra puede tener
también hoy un carácter progresista burgués, puede ser una guerra de liberación
nacional. Basta considerar la guerra actual como una prolongación de la
política de las "grandes" potencias y de las clases fundamentales de
las mismas para ver de inmediato el carácter antihistórico, la falsedad y la
hipocresía de la opinión según la cual puede justificarse, en la guerra actual,
la idea de la "defensa de la patria".
El ejemplo de
Bélgica
Los
socialchovinistas de la Triple (hoy Cuádruple) Entente (en Rusia, Plejánov y
Cía.) gustan sobre todo de invocar el ejemplo de Bélgica. Pero este ejemplo se
vuelve contra ellos. Los imperialistas alemanes han violado desvergonzadamente
la neutralidad de Bélgica, como han hecho siempre y por doquier los Estados
beligerantes que, cuando les conviene, pisotean todos los tratados y todas las
obligaciones. Admitamos que todos los Estados que tienen interés en respetar
los tratados internacionales hubieran declarado la guerra a Alemania para exigir
que este país evacuase a Bélgica y le pagara una indemnización. En este caso,
la simpatía de los socialistas estaría, como es natural, del lado de los
enemigos de Alemania. Ahora bien, la cuestión estriba precisamente en que la
"Triple (y Cuádruple) Entente" no hace la guerra por Bélgica. Esto lo
sabe muy bien todo el mundo, y solo los hipócritas lo disimulan. Inglaterra
saquea las colonias de Alemania y Turquía; Rusia hace lo propio con Galitzia y
Turquía; Francia procura conseguir la Alsacia-Lorena e incluso la orilla
izquierda del Rin; con Italia se ha firmado un tratado para repartir el botín
(Albania y el Asia menor), y con Bulgaria y Rumania se regatea también por el
reparto del botín. En la guerra que hoy libran los gobiernos actuales ¡no se
puede ayudar a Bélgica más que ayudando a estrangular a Austria o a Turquía,
etc.! ¿¿A qué viene aquí la "defensa de la patria"?? Justamente en
esto reside el carácter peculiar de la guerra imperialista, guerra entre
gobiernos burgueses reaccionarios, que se han sobrevivido históricamente,
destinada a sojuzgar a otras naciones. Quien justifica la participación en esta
guerra, contribuye a perpetuar la opresión imperialista de las naciones. Quien
preconiza la explotación de las dificultades actuales de los gobiernos para
luchar en favor de la revolución social, defiende la libertad real de todas las
naciones sin excepción, que sólo puede ser alcanzada con el socialismo.
¿Por qué
combate Rusia?
En Rusia, el
imperialismo capitalista de novísimo tipo se ha revelado plenamente en la
política del zarismo con respecto a Persia, Manchuria y Mongolia; pero lo que
predomina, en general, en Rusia, es el imperialismo militar y feudal. En
ninguna parte del mundo está tan oprimida la mayoría de la población como en
Rusia: los rusos sólo constituyen el 43% de la población, es decir, menos de la
mitad, y el resto de los habitantes, por no ser rusos, carecen de derechos. De
los 170 millones de habitantes que tiene Rusia, cerca de 100 millones están
oprimidos y carecen de derechos. El zarismo hace la guerra para apoderarse de
Galitzia y estrangular definitivamente la libertad de los ucranianos, para
apoderarse de Armenia, de Constantinopla, etc. El zarismo ve en la guerra un
medio para distraer la atención del descontento que aumenta en el interior del
país y aplastar el movimiento revolucionario que va en ascenso. Hoy por cada
dos gran rusos hay en Rusia de dos a tres "alógenos" privados de
derechos. El zarismo pretende, por medio de la guerra, aumentar el número de
naciones oprimidas, intensificar su opresión y, de este modo, minar la lucha
por la libertad que libran los rusos
mismos. La posibilidad de oprimir y desvalijar a otros pueblos agrava el
estancamiento económico, pues en vez de desarrollarse las fuerzas productivas,
se busca la fuente de los ingresos en la explotación semifeudal de los pueblos
"alógenos". Por tanto, por parte de Rusia, esta guerra tiene un
carácter sumamente reaccionario y opuesto a toda libertad.
¿Qué es el socialchovinismo?
El socialchovinismo es la
sustentación de la idea de "defensa de la patria" en la guerra
actual. De esta posición derivan, como consecuencia, la renuncia a la lucha de
clases, la votación de los créditos de guerra, etc. Los socialchovinistas aplican, de
hecho, una política antiproletaria, burguesa, pues lo que propugnan en realidad
no es la "defensa de la patria" en el sentido de la lucha contra el
yugo extranjero, sino el "derecho" de tales o cuales
"grandes" potencias a saquear las colonias y oprimir a otros pueblos.
Los socialchovinistas repiten el engaño burgués de que la guerra se hace en
defensa de la libertad y de la existencia de las naciones, con lo cual se ponen
del lado de la burguesía contra el proletariado. Entre los socialchovinistas
figuran tanto los que justifican y exaltan a los gobiernos y a la burguesía de
uno de los grupos de potencias beligerantes como los que, a semejanza de
Kautsky, reconocen a los socialistas de todas las potencias beligerantes el mismo
derecho a "defender la patria". El socialchovinismo, que defiende de
hecho los privilegios, las ventajas, el saqueo y la violencia de "su"
burguesía imperialista (o de toda burguesía en general), constituye una
traición absoluta a todas las ideas socialistas y a la resolución del Congreso
Socialista Internacional de Basilea.
El manifiesto de Basilea
El
manifiesto sobre la guerra, aprobado por unanimidad en Basilea en 1912, tenía
en cuenta precisamente la guerra entre Inglaterra y Alemania, con sus aliados
actuales, que estallo en 1914. El manifiesto declara abiertamente que ningún
interés popular puede justificar una guerra semejante, que se libra en áras de
los "beneficios de los capitalistas y por conveniencias dinásticas",
sobre la base de la política imperialista, expoliadora, de las grandes
potencias. El manifiesto declara en forma expresa que la guerra es peligrosa
"para los gobiernos" (para todos sin excepción), hace notar que
sienten el temor a la "revolución proletaria" y señala con toda
precisión el ejemplo de la Comuna de 1871 y el de octubre-diciembre de 1905, es
decir, el ejemplo de la revolución y de la guerra civil. Así, pues, el
manifiesto de Basilea establecía, justamente para la guerra actual, la táctica
de la lucha revolucionaria de los trabajadores contra sus gobiernos en escala
internacional, la táctica de la revolución proletaria. El manifiesto de Basilea
repite las palabras de la resolución de Stuttgart de que en caso de estallar la
guerra, los socialistas deben aprovechar la "crisis económica y
política" creada por ella para "precipitar el hundimiento del
capitalismo", es decir, aprovechar en beneficio de la revolución
socialista las dificultades que la guerra causa a los gobiernos, así como la indignación
de las masas.
La política
de los socialchovinistas, que justifican la guerra desde el punto de vista
burgués sobre los movimientos de liberación, que admiten la "defensa de la
patria", que votan en favor de los créditos de guerra y participan en los
ministerios, etcétera, es una traición abierta al socialismo, que sólo puede
explicarse, como veremos más adelante, por el triunfo del oportunismo y de la
política obrera nacional-liberal en el seno de la mayoría de los partidos
europeos.
Las falsas referencias a Marx y a
Engels
Los
socialchovinistas rusos (con Plejánov a la cabeza) se remiten a la táctica de
Marx con respecto a la guerra de 1870; los alemanes (por el estilo de Lensch,
David y Cía.) invocan la declaración de Engels en 1891, sobre el deber de los
socialistas alemanes de defender la patria en caso de guerra contra Rusia y
Francia coaligadas; finalmente, los socialchovinistas del tipo de Kautsky,
deseosos de transigir con el chovinismo internacional y de legitimarlo, se
remiten al hecho de que Marx y Engels, aun condenando como condenaban la
guerra, se pusieron constantemente, desde 1854-1855 hasta 1870-1871 y en
1876-1877, de parte de tal o cual Estado beligerante, una vez que la guerra,
pese a todo, había estallado.
Todas estas
referencias constituyen una indignante desnaturalización de las ideas de Marx y
Engels para complacer a la burguesía y a los oportunistas, de la misma manera
que los escritos de los anarquistas Guillaume y Cía. tergiversan las ideas de Marx
y Engels para justificar el anarquismo. La guerra de 1870-1871 fue, por parte
de Alemania, una guerra históricamente progresista hasta la derrota de Napoleón
III, pues él, de acuerdo con el zar, había oprimido a Alemania durante largos
años, manteniendo en ella el fraccionamiento feudal. Pero en cuanto la guerra
se trasformó en un saqueo de Francia (con la anexión de Alsacia-Lorena), Marx y
Engels condenaron resueltamente a los alemanes. E incluso al comienzo mismo de
la guerra, Marx y Engels aprobaron la negativa de Bebel y Liebknecht a votar
los créditos y aconsejaron a los socialdemócratas no mezclarse con la
burguesía, sino defender los intereses independientes, de clase, del
proletariado. Extender esta apreciación sobre una guerra progresista burguesa y
de liberación nacional a la guerra imperialista actual, es mofarse de la
verdad. Lo mismo puede decirse -- y con mayor razón -- de la guerra de
1854-1855 y de todas las guerras del siglo XIX, cuando no existían ni el
imperialismo actual, ni las condiciones objetivas ya maduras para el
socialismo, ni partidos socialistas de masas en todos los países beligerantes
es decir, en una época en que no se daban precisamente las condiciones en que
se basaba el manifiesto de Basilea para trazar la táctica de la "revolución
proletaria" en relación con la guerra entre las grandes potencias.
Quienes
invocan hoy la actitud de Marx ante las guerras de la época de la burguesía
progresista y olvidan las palabras de Marx, de que "los obreros no tienen
patria" -- palabras que se refieren precisamente a la época de la
burguesía reaccionaria y caduca, a la época de la revolución socialista --,
tergiversan desvergonzadamente a Marx y sustituyen el punto de vista socialista
por un punto de vista burgués.
La bancarrota de la II Internacional
Los
socialistas del mundo entero declararon solemnemente en 1912, en Basilea, que
consideraban la guerra europea que se avecinaba como una empresa
"criminal" y archirreaccionaria de todos los gobiernos, que debía precipitar
el hundimiento del capitalismo engendrando inevitablemente la revolución contra
él. Llegó la guerra y estalló la crisis. En vez de aplicar una táctica
revolucionaria, la mayoría de los partidos social-demócratas aplicó una táctica
reaccionaria, poniéndose del lado de sus gobiernos y de su burguesía. Esta
traición al socialismo marca la bancarrota de la II Internacional (1889-1914),
y nosotros debemos tener una clara idea de qué es lo que ha provocado esta
bancarrota, qué ha engendrado el socialchovinismo y qué le ha dado fuerza.
El socialchovinismo es el oportunismo
más acabado
Durante toda
la época de la II Internacional se libró en todas partes una lucha en el seno
de los partidos socialdemócratas entre el ala revolucionaria y el ala oportunista.
En varios países (Inglaterra, Italia, Holanda y Bulgaria) se llegó, con este
motivo, a la escisión. Ningún marxista dudaba de que el oportunismo expresa la
política burguesa en el movimiento obrero, los intereses de la pequeña
burguesía y de la alianza de una ínfima porción de obreros aburguesados con
"su" burguesía, contra los intereses de las masas proletarias,
oprimidas.
Las
condiciones objetivas de fines del siglo XIX reforzaron especialmente el
oportunismo, trasformando la utilización de la legalidad burguesa en servilismo
ante ella, creando una pequeña capa burocrática y aristocrática de la clase
obrera e incorporando a las filas de los partidos socialdemócratas a muchos
"compañeros de ruta" pequeñoburgueses.
La guerra
aceleró este desarrollo, convirtiendo el oportunismo en socialchovinismo, y la
alianza secreta de los oportunistas con la burguesía en una alianza abierta.
Además, las autoridades militares han declarado en todas partes el estado de
guerra y amordazado a las masas obreras, cuyos viejos jefes se han pasado, casi
en su totalidad, al campo de la burguesía.
La base
económica del oportunismo y del socialchovinismo es la misma: los intereses de
una capa ínfima de obreros privilegiados y de la pequeña burguesía, que
defienden su situación excepcional y su "derecho" a recibir unas
migajas de los beneficios que obtiene "su" burguesía nacional del
saqueo de otras naciones, de las ventajas que le da su situación de gran
potencia, etc.
El contenido
ideológico y político del oportunismo y del socialchovinismo es el mismo: la colaboración de las clases en vez de la
lucha entre ellas, la renuncia a los medios revolucionarios de lucha y la ayuda
a "su" gobierno en su difícil situación, en lugar de aprovechar sus
dificultades en favor de la revolución. Si consideramos todos los países
europeos en su conjunto, sin detenernos en personalidades aisladas (aunque se
trate de las más prestigiosas), veremos que precisamente la corriente
oportunista ha sido el principal sostén del socialchovinismo, y que del campo
revolucionario se alza, casi en todas partes, una protesta más o menos
consecuente contra esa corriente. Y si examinamos, por ejemplo, la manera cómo
se agruparon las diversas corrientes en el Congreso Socialista Internacional de
Stuttgart, en 1907, veremos que el marxismo internacional se pronunció contra
el imperialismo, mientras que el oportunismo internacional se manifestó ya
entonces en su favor.
La unidad
con los oportunistas es la alianza de los obreros con "su" burguesía
nacional y la escisión de la clase obrera revolucionaria internacional
En el
pasado, antes de la guerra, el oportunismo fue considerado a menudo como un
componente legítimo, aunque "divisionista" y "extremista",
del Partido Socialdemócrata. La guerra ha demostrado que esto ya no será
posible en el futuro. El oportunismo "ha llegado a su plena madurez"
y desempeñado hasta el fin su papel de emisario de la burguesía en el
movimiento obrero. La unidad con los oportunistas se ha vuelto pura hipocresía,
de la que vemos un ejemplo en el Partido Socialdemócrata Alemán. En todas las
grandes ocasiones (como por ejemplo en la votación del 4 de agosto), los
oportunistas presentan su ultimátum y logran imponerlo gracias a sus múltiples
vínculos con la burguesía, al hecho de tener la mayoría en las direcciones de
los sindicatos, etc. Hoy, la unidad con los oportunistas significa de hecho la
subordinación de la clase obrera a "su" burguesía nacional y la
alianza con ella para oprimir a otras naciones y luchar por los privilegios de
toda gran potencia, lo cual representa la escisión del proletariado
revolucionario de todos los países. Por dura que sea, en algunos casos, la
lucha contra los oportunistas, que dominan en muchas organizaciones, y sean
cuales fueren en los distintos países las peculiaridades que adopte el proceso
de depuración de los partidos obreros para desembarazarse de los oportunistas,
este proceso es inevitable y fecundo. El
socialismo reformista agoniza; el socialismo que renace "será revolucionario, intransigente e
insurreccional", según la acertada expresión del socialista
francés Paul Golay
El "kautskismo"
Kautsky, la
más alta autoridad de la II Internacional, es el ejemplo más típico y claro de
cómo el reconocimiento verbal del marxismo ha llevado en la práctica a transformarlo
en "struvismo" o en "brentanismo"[3]. Plejánov
nos of rece otro ejemplo de ello. Mediante sofismas evidentes, se extirpa del
marxismo su espíritu vivo y revolucionario, y se admite en él todo, excepto los
medios revolucionarios de lucha y la propaganda y preparación de los mismos,
así como la educación de las masas en ese sentido. Despreciando todo principio,
Kautsky "concilia" la idea fundamental del socialchovinismo, la aceptación
de la defensa de la patria en la guerra actual, con concesiones diplomáticas y
ostensibles a la izquierda, tales como la abstención en la votación de los
créditos de guerra, la actitud verbal en favor de la oposición, etc. Kautsky,
que en 1909 escribió todo un libro sobre la inminencia de una época de
revoluciones y sobre las relaciones entre la guerra y la revolución ¡ Kautsky,
que en 1912 firmó el manifiesto de Basilea sobre la utilización revolucionaria
de la guerra que se avecinaba, ahora justifica y exalta el socialchovinismo por
todos los medios y, como Plejánov, se une a la burguesía para ridiculizar toda
idea de revolución, toda iniciativa en el sentido de una lucha revolucionaria
directa.
La clase
obrera no puede cumplir su misión revolucionaria universal sin librar una
guerra implacable contra esa actitud de renegados, contra esa falta de
principios, contra esa actitud servil hacia el oportunismo y contra ese
increíble envilecimiento teórico del marxismo. El kautskismo no es fruto del
azar, sino el producto social de las contradicciones de la II Internacional, de
la combinación de la fidelidad verbal al marxismo con la sumisión, de hecho, al
oportunismo.
Esta
falsedad esencial del "kautskismo" se manifiesta de distintas formas
en diferentes países. En Holanda, Roland Holst, a la vez que rechaza la idea de
la defensa de la patria, aboga por la unidad con el partido de los
oportunistas. En Rusia, Trotski, que también rechaza esa idea, defiende asimismo
la unidad con el grupo oportunista y chovinista de Nasha Zariá. En Rumania,
Rakovski declara la guerra al oportunismo por considerarlo culpable de la
bancarrota de la II Internacional, pero al mismo tiempo está dispuesto a
admitir la legitimidad de la idea de la defensa de la patria. Todas estas no
son más que manifestaciones del mal que los marxistas holandeses (Gorter y
Pannekoek) han llamado el "radicalismo pasivo" y que se reduce a la
suplantación del marxismo revolucionario por un eclecticismo en teoría, y por
el servilismo o la impotencia ante el oportunismo en la práctica.
La
consigna de los marxistas es la consigna de la socialdemocracia revolucionaria
Es indudable
que la guerra ha creado la más grave de las crisis y acentuado increíblemente
las calamidades de las masas. El carácter reaccionario de esta guerra, las
mentiras desvergonzadas de la burguesía de todos los países, que disimula sus
objetivos de rapiña con una ideología "nacional", suscitan
ineludiblemente, en la situación revolucionaria objetiva que se ha creado, un
espíritu revolucionario entre las masas. Nuestro deber es ayudar a que las
masas adquieran conciencia de ese espíritu, profundizarlo y darle forma. Esta
tarea sólo la expresa certeramente la
consigna de la trasformación de la guerra imperialista en guerra civil, y
toda lucha consecuente de clase durante la guerra, toda táctica de
"acciones de masas", aplicada en serio, conduce de modo inevitable a
dicha trasformación. No podemos saber si un fuerte movimiento revolucionario
estallará con motivo de la primera o de la segunda guerra imperialista de las
grandes potencias, o si estallará en el curso de esta guerra o después de ella,
pero de todos modos nuestro deber ineludible es trabajar de un modo sistemático
y firme en esa dirección.
El
manifiesto de Basilea se refiere directamente al ejemplo de la Comuna de París,
es decir, a la trasformación de una guerra entre gobiernos en guerra civil.
Hace medio siglo el proletariado era demasiado débil; las condiciones objetivas
del socialismo no estaban aún maduras; entre los movimientos revolucionarios de
todos los países beligerantes no podía haber coordinación ni cooperación; el
entusiasmo de una parte de los obreros de París por la "ideología
nacional" (la tradición de 1792) fue manifestación de su debilidad
pequeñoburguesa, como señaló Marx en su oportunidad, y fue una de las causas
del fracaso de la Comuna. Medio siglo después de ésta han desaparecido las
condiciones que debilitaban entonces a la revolución, y hoy sería imperdonable
en un socialista admitir la renuncia a actuar precisamente en el espíritu de
los comuneros de París.
El ejemplo de la fraternización en
las trincheras
Los
periódicos burgueses de todos los países beligerantes han citado ejemplos de
fraternización entre los soldados de las naciones en guerra, incluso en las
trincheras mismas. Y los decretos draconianos dictados por las autoridades
militares (de Alemania y de Inglaterra) contra dicha fraternización demuestran
que los gobiernos y la burguesía le conceden una gran importancia. Si pudieron
producirse casos de fraternización, pese al dominio total del oportunismo en la
dirección de los partidos socialdemócratas de la Europa occidental y pese al
apoyo que el socialchovinismo recibe de toda la prensa socialdemócrata y de
todas las autoridades de la II Internacional, ello viene a demostrar hasta qué
punto sería posible acortar la duración de la guerra criminal, reaccionaria y
esclavista que se hace en la actualidad y organizar el movimiento
revolucionario internacional, si se realizara un trabajo sistemático en este
sentido, aunque sólo fuera por los socialistas de izquierda de los países
beligerantes.
Importancia de la
organización ilegal
Los
anarquistas más notables de todo el mundo se han deshonrado en esta guerra no
menos que los oportunistas por su socialchovinismo (en el espíritu de Plejánov
o de Kautsky). Uno de los resultados útiles de esta contienda será,
indudablemente, acabar, a la vez, con el oportunismo y el anarquismo.
Sin
renunciar en ningún caso, y cualesquiera sean las circunstancias, a aprovechar la
menor posibilidad legal para organizar las masas y propagar el socialismo, los
partidos socialdemócratas deben romper con toda actitud servil ante la
legalidad. "Disparad vosotros primero, señores burgueses"[4],
escribía Engels, aludiendo precisamente a la guerra civil y a nuestra necesidad
de violar la legalidad burguesa después que la burguesía la haya violado. La
crisis ha demostrado que la burguesía la viola en todos los países, incluso en
los más libres, y que no se puede llevar a las masas a la revolución sin crear
una organización clandestina que propague, discuta, aprecie y prepare los
medios revolucionarios de lucha. Así, en Alemania, todo lo que se hace de honesto
por los socialistas, se hace contra el vil oportunismo y el hipócrita
"kautskismo", y se hace precisamente en la clandestinidad. En
Inglaterra envían a presidio a los que distribuyen llamamientos impresos
invitando al pueblo a no presentarse a filas.
Considerar
que el repudio de los métodos ilegales de propaganda y la mofa de ellos en la
prensa legal es compatible con la pertenencia al partido socialdemócrata, es
traicionar al socialismo.
Sobre la
derrota del "propio" gobierno en la guerra imperialista
Tanto los
partidarios de la victoria de su propio gobierno en la guerra actual, como los
defensores de la consigna de "ni victoria ni derrota", adoptan
igualmente el punto de vista del socialchovinismo. En una guerra reaccionaria,
la clase revolucionaria no puede dejar de desear la derrota de su gobierno; no
puede dejar de ver que existe una relación entre los reveses militares de este
gobierno y las facilidades que éstos crean para su derrocamiento. Sólo el
burgués que piense que la guerra iniciada por los gobiernos terminará
indefectiblemente como una guerra entre gobiernos, y que además así lo desea,
encuentra "ridícula" o "absurda" la idea de que los
socialistas de todas las naciones beligerantes expresen el deseo de que todos
"sus" gobiernos sean derrotados. Por el contrario, justamente esa
posición respondería al pensamiento más íntimo de todo obrero consciente y se
situaría en el marco de nuestra actividad encaminada a la trasformación de la
guerra imperialista en guerra civil. Es indudable que la importante labor de
agitación contra la guerra, efectuada por una parte de los socialistas
ingleses, alemanes y rusos, "debilitó la potencia militar" de sus
respectivos gobiernos, pero tal agitación fue un mérito de los socialistas.
Estos deben explicar a las masas que para ellas no hay salvación fuera del
derrocamiento revolucionario de "sus" gobiernos y que las
dificultades con que tropiezan estos gobiernos en la guerra actual deben ser
aprovechadas con ese fin.
Sobre el pacifismo y la consigna de
la paz
El estado de
ánimo de las masas en favor de la paz expresa con frecuencia un comienzo de
protesta, de indignación y de toma de conciencia del carácter reaccionario de
la guerra. Aprovechar ese estado de ánimo es un deber de todos los
socialdemócratas. Ellos participarán con el mayor entusiasmo en todo movimiento
y en toda manifestación en ese sentido, pero no engañarán al pueblo dejándole
creer que sin un movimiento revolucionario se puede alcanzar una paz sin
anexiones, sin opresión de las naciones y sin saqueos, una paz sin gérmenes de
nuevas guerras entre los gobiernos de hoy y las clases dominantes en la
actualidad. Semejante engaño sólo haría el juego a la diplomacia secreta de los
gobiernos beligerantes y a sus planes contrarrevolucionarios. Quien desee una paz firme y democrática,
debe pronunciarse en favor de la guerra civil contra los gobiernos y la
burguesía.
Sobre el derecho de las naciones a la
autodeterminación
El medio
empleado con más amplitud en la guerra actual por la burguesía para engañar al
pueblo es el de ocultar los fines de rapiña con la ideología de la
"liberación nacional". Los ingleses prometen la libertad a Bélgica,
los alemanes, a Polonia, etc. Pero en realidad, como ya hemos visto, se trata
de una guerra entre los opresores de la mayoría de las naciones del mundo para
afianzar y extender su opresión.
Los
socialistas no pueden alcanzar su elevado objetivo sin luchar contra toda
opresión de las naciones. Por ello deben exigir absolutamente que los partidos
socialdemócratas de los países opresores (sobre todo de las llamadas
"grandes" potencias) reconozcan y defiendan el derecho de las
naciones oprimidas a la autodeterminación, y justamente en el sentido político
de esta palabra, es decir, el derecho a la separación política. El socialista
de una gran potencia o de una nación poseedora de colonias, que no defiende
este derecho, es un chovinista.
La defensa
de este derecho no solamente no estimula la formación de pequeños Estados, sino
que, por el contrario, conduce a que se constituyan, del modo más libre, más
decidido y por lo tanto más amplio y universal, grandes Estados o federaciones
de Estados que son más ventajosos para las masas y más adecuados para el
desarrollo económico.
A su vez,
los socialistas de las naciones oprimidas deben luchar absolutamente por la
unidad plena (incluida la unidad orgánica) de los obreros de las naciones
oprimidas y opresoras. La idea de una separación jurídica entre una y otra
nación (la llamada "autonomía cultural nacional" propugnada por Bauer
y Renner) es una idea reaccionaria.
El
imperialismo es la época de la opresión creciente de las naciones del mundo
entero por un puñado de "grandes" potencias, razón por la cual la
lucha por la revolución socialista internacional contra el imperialismo es
imposible sin el reconocimiento del derecho de las naciones a la
autodeterminación. "Un pueblo que
oprime a otros pueblos no puede ser libre" (Marx y Engels). Un
proletariado que acepte que su nación ejerza la menor violencia sobre otras
naciones no puede ser socialista.
LAS CLASES Y LOS PARTIDOS EN RUSIA
La burguesía y la guerra
Hay un aspecto en el que el gobierno ruso no ha
quedado a la zaga de sus cofrades europeos: como ellos, ha sabido engañar a
"su" pueblo en una escala grandiosa. También en Rusia se ha puesto en
juego un inmenso y monstruoso aparato de falsedades y argucias para inocular el
chovinismo a las masas, para dar la impresión de que el gobierno zarista libra
una guerra "justa", que defiende desinteresadamente a sus
"hermanos eslavos", etc.
La clase de los terratenientes y las capas superiores
de la burguesía comercial e industrial apoyan enérgicamente la política
belicista del gobierno del zar. Esperan, con toda razón, inmensos beneficios
materiales y privilegios del reparto de la herencia turca y austríaca. En toda
una serie de sus congresos han saboreado ya por anticipado los beneficios que
afluirían a sus bolsillos si triunfase el ejército zarista. Además, los
reaccionarios comprenden muy bien que si hay algo que todavía puede aplazar la
caída de la monarquía de los Románov y detener una nueva revolución en Rusia es
una guerra exterior victoriosa para el zar.
Amplias capas de la burguesía urbana
"media", de la intelectualidad burguesa, de las profesiones
liberales, etc., estaban también contaminadas -- por lo menos al principio de
la guerra -- por el chovinismo. El partido de la burguesía liberal de Rusia --
los kadetes -- apoyó íntegra e incondicionalmente al gobierno zarista. En
materia de política exterior, hace ya tiempo que los kadetes son un partido
gubernamental. El paneslavismo, mediante el cual la diplomacia zarista realizó
más de una vez sus grandiosos fraudes políticos, se ha convertido en la
ideología oficial de los kadetes. El liberalismo ruso ha degenerado en nacional
-liberalismo. Rivaliza en "patriotismo" con las centurias negras,
vota siempre de buen grado por el militarismo, la hegemonía naval, etc. En el
campo del liberalismo ruso se observa, aproximadamente, el mismo fenómeno que
en Alemania en la década del 70, cuando el liberalismo
"librepensador" se desintegró y dio nacimiento al partido
nacional-liberal. La burguesía liberal rusa ha emprendido definitivamente el
camino de la contrarrevolución. El punto de vista del P.O.S.D.R. en esta
cuestión se ha confirmado en su plenitud. La realidad echó por tierra la idea
de nuestros oportunistas, según la cual el liberalismo ruso es aún la fuerza
motriz de la revolución en Rusia.
La camarilla gobernante ha logrado también, con ayuda
de la prensa burguesa, del clero, etc., provocar un estado de ánimo chovinista
entre los campesinos. Pero a medida que los soldados vayan volviendo del campo
de batalla, el estado de ánimo en el campo cambiará, indudablemente, y no a
favor de la monarquía zarista. Los partidos democrático-burgueses que tienen
puntos de contacto con los campesinos tampoco han resistido la ola de
chovinismo. El partido de los trudoviques se negó en la Duma del Estado a votar
por los créditos de guerra. Pero por boca de su jefe Kerenski dio a conocer una
declaración "patriótica" que hace perfectamente el juego a la
monarquía. Toda la prensa legal de los "populistas" ha seguido, en
general, los pasos de los liberales. Incluso el ala izquierda de la democracia
burguesa, el llamado partido socialista-revolucionario, afiliado al Buró
Socialista Internacional, ha seguido esta corriente. El señor Rubánovich,
representante de este partido en el B.S.I., se manifiesta abiertamente como un
socialchovinista. La mitad de los delegados de este partido en la conferencia
de los socialistas de la "Entente", celebrada en Londres, votó una
resolución chovinista (la otra mitad se abstuvo). En la prensa ilegal de los
socialistas-revolucionarios (en el periódico Nóvosti [5] y otros) predominan los
chovinistas. Los revolucionarios "salidos de un medio burgués", es
decir, los revolucionarios burgueses que no están ligados a la clase obrera,
han sufrido un terrible descalabro en esta guerra. La triste suerte de
Kropotkin, Búrtziev y Rubanóvich es suma mentesignificativa.
La clase obrera y la guerra
El proletariado es la única clase en Rusia a la que no
se ha logrado inocular el virus del chovinismo. Algunos excesos cometidos al
comienzo de la guerra no afectaron sino a las capas más atrasadas de la clase
obrera. La participación de los obreros en los escandalosos actos de Moscú
contra los alemanes ha sido muy exagerada. En general, la clase obrera en Rusia
se ha mostrado inmune al chovinismo.
Esto se explica por la situación revolucionaria
existente en el país y por las condiciones generales de vida del proletariado
ruso.
Los años de 1912 a 1914 marcaron el comienzo de un
nuevo y grandioso auge revolucionario en Rusia. Nuevamente fuimos testigos de
un vasto movimiento huelguístico, sin precedentes en el mundo. Según los
cálculos más modestos, las huelgas revolucionarias de masas abarcaron en 1913 a
un millón y medio de participantes, para pasar en 1914 los dos millones y
aproximarse al nivel de 1905. En vísperas de la guerra, en Petersburgo los
acontecimientos llevaron ya a los primeros combates de barricadas.
El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, partido
ilegal, ha cumplido su deber ante la Internacional. La bandera del
internacionalismo no tembló en sus manos. Nuestro Partido ha roto
orgánicamente, desde hace ya tiempo, con los grupos y elementos oportunistas.
Los grilletes del oportunismo y del "legalismo a toda costa" no
ataron de pies y manos a nuestro Partido. Y esta circunstancia le permitió
cumplir su deber revolucionario, de la misma manera que la escisión con el
partido oportunista de Bissolati ayudó también a los camaradas italianos.
La situación general de nuestro país es hostil al
florecimiento del oportunismo "socialista" entre las masas obreras.
En Rusia vemos toda una serie de matices del oportunismo y del reformismo entre
los intelectuales, en la pequeña burguesía, etc. Pero ello sólo cuenta con una
ínfima minoría de partidarios en las capas obreras políticamente activas. El
sector de obreros y empleados privilegiados es muy débil en nuestro país. El
fetichismo de la legalidad no ha podido surgir entre nosotros. Los liquidadores
(el partido de los oportunistas, dirigido por Axelrod, Potrésov, Cherevanin,
Máslov y otros) no contaban con ningún apoyo serio, antes de la guerra, entre
las masas obreras. A la IV Duma del Estado fueron elegidos seis diputados obreros,
todos adversarios del liquidacionismo. La tirada de la prensa obrera legal de
Petrogrado y Moscú, así como las colectas de fondos para ella, demostraron
irrefutablemente que las cuatro quintas partes de los obreros conscientes están
contra el oportunismo y la corriente liquidacionista.
Al comenzar la guerra, el gobierno zarista detuvo y
deportó a miles y miles de obreros avanzados, miembros de nuestro P.O.S.D.R.
ilegal. Este hecho, unido a la declaración del estado de guerra en el país y a
la clausura de nuestros periódicos etc., logró frenar nuestro movimiento. Sin
embargo, la actividad revolucionaria clandestina de nuestro Partido continúa a
pesar de todo. En Petrogrado, el Comité de nuestro Partido publica un periódico
ilegal, Proletarski Golosfi.[6]
Los artículos del órgano central Sotsial-Demokrat, que
se edita en el extranjero, se reimprimen en Petrogrado y se envían a las
provincias. Se publican proclamas ilegales que se difunden incluso en los
cuarteles. Fuera de la ciudad, en lugares apartados, se celebran reuniones
obreras clandestinas. Últimamente, estallaron en Petrogrado grandes huelgas de
obreros metalúrgicos. Con este motivo, nuestro Comité de Petrogrado lanzó
varios manifiestos dirigidos a los obreros.
La fracción obrera socialdemócrata de Rusia en la Duma
del Estado y la guerra
En 1913 se produjo una escisión entre los diputados
social-demócratas de la Duma del Estado. De un lado quedaron siete partidarios
del oportunismo, dirigidos por Chjeídze, que habían sido elegidos por siete
provincias no proletarias, donde el número de obreros era de 214.000. De otro
lado quedaron seis diputados, todos ellos de la curia obrera, elegidos en los
centros más industriales de Rusia, que contaban en total con 1.008.000 obreros.
La cuestión principal de divergencia era esta: táctica
del marxismo revolucionario o táctica del reformismo oportunista. En la
práctica, la divergencia se manifestaba, sobre todo, en la actividad extra
parlamentaria en el seno de las masas. Esta actividad debía desplegarse en
Rusia clandestinamente, si los que la llevaban a cabo querían mantenerse en un
plano revolucionario. La fracción de Chjeídze siguió siendo la aliada más fiel
de los liquidadores, que rechazaban el trabajo clandestino, y los defendía en
todas las charlas con los obreros, en todas las reuniones. De ahí la escisión.
Los seis diputados formaron la fracción O.S.D.R. Un año de trabajo demostró de
modo irrefutable que con ella precisamente estaba la inmensa mayoría de los
obreros rusos.
Al comenzar la guerra, la divergencia alcanzó gran
relieve. La fracción de Chjeídze se limitó al terreno estrictamente
parlamentario. No votó en favor de los créditos, porque si hubiera procedido de
otro modo habría suscitado una tempestad de indignación contra ella entre los
obreros. (Hemos visto que en Rusia ni siquiera los trudoviques,
pequeñoburgueses, han votado en pro de los créditos.) Pero tampoco alzó su protesta
contra el socialchovinismo.
De otro modo procedió la fracción O.S.D.R., que
expresaba la línea política de nuestro Partido. Llevó la protesta contra la
guerra a lo más profundo de la clase obrera y extendió la propaganda contra el
imperialismo a las amplias masas de proletarios rusos.
Y los obreros acogieron con gran simpatía a esta
fracción, lo que asustó al gobierno y le obligó, violando flagrantemente sus
propias leyes, a detener a nuestros camaradas diputados y condenarlos a
deportación perpetua a Siberia. Ya en su primer comunicado oficial sobre la
detención de nuestros camaradas, el gobierno zarista escribía:
"Algunos miembros de las sociedades
socialdemócratas, que se han planteado como fin de su actividad quebrantar la
potencia militar de Rusia realizando una agitación contra la guerra, por medio
de proclamas clandestinas y de una propaganda oral, han adoptado a este
respecto una posición muy especial."
Al famoso llamamiento de Vandetvelde pidiendo que se
suspendiera "temporalmente" la lucha contra el zarismo -- ahora se
sabe por las declaraciones del emisario del zar en Bélgica, príncipe Kudashiev,
que Vandervelde no redactó él solo dicho llamamiento, sino en colaboración con
el mencionado enviado zarista --, sólo nuestro Partido dio una respuesta
negativa, por boca de su Comité Central. El centro dirigente de los
liquidadores se mostró de acuerdo con Vandervelde y declaró oficialmente en la
prensa que "con su actividad no se
opondría a la guerra”.
El gobierno zarista acusó, ante todo, a nuestros camaradas
diputados de haber difundido entre los obreros esta respuesta negativa a
Vandervelde.
Durante el proceso, el procurador zarista, señor
Nenarókomov, puso de ejemplo a nuestros camaradas los socialistas alemanes y
franceses. "Los socialdemócratas alemanes -- dijo -- han votado los
créditos de guerra y se han mostrado amigos del gobierno. Así procedieron los
socialdemócratas alemanes, mientras que los tristes caballeros de la
socialdemocracia rusa no han actuado así [. . .]. Los socialistas de Bélgica y
Francia, como un solo hombre, olvidaron sus discordias con otras clases, sus
querellas de partidos, y se colocaron sin vacilación bajo la bandera." Sin
embargo, los miembros de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, que se
subordinaron a las directivas del Comité Central del Partido, no obraron de ese
modo. . .
En el proceso se desplegó el imponente cuadro del
amplio trabajo ilegal de agitación contra la guerra, realizado por nuestro
Partido entre las masas proletarias. Como es natural, el tribunal zarista no
logró, ni con mucho, "descubrir" toda la actividad de nuestros
camaradas en este dominio. Pero lo que se reveló demostró cuánto se había hecho
en el breve lapso de unos meses.
Durante el juicio se dio lectura a los manifiestos clandestinos
de nuestros grupos y comités contra la guerra y en favor de una táctica
internacionalista. Los obreros conscientes de toda Rusia estaban en relación
con los miembros de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, que se
esforzaba, en la medida de sus posibilidades, por ayudarlos a enjuiciar la
guerra desde el punto de vista del marxismo.
El camarada Muránov, diputado de los obreros de la
provincia de Járkov, declaró ante el tribunal:
"Comprendiendo que el pueblo no me había enviado
a la Duma del Estado para apoltronarme en mi escaño, iba a las localidades para
conocer el estado de ánimo de la clase obrera." Muránov reconoció también
en el juicio que había asumido las funciones de agitador ilegal de nuestro
Partido y organizado un comité obrero en los Urales, en la fábrica de
Verjneisetsk, y en otros lugares. El proceso demostró que, desde el comienzo de
la guerra, los miembros de la fracción O.S.D.R. había recorrido, con fines de
propaganda, casi toda Rusia, que Muránov, Petrovski, Badáiev y otros habían
organizado numerosas asambleas obreras en las cuales se adoptaron resoluciones contra
la guerra, etc.
El gobierno zarista amenazó a los acusados con la pena
de muerte. Esto hizo que no todos se mostraran en el curso mismo del proceso
tan valientes como el camarada Muránov. Trataron de dificultar a los
procuradores zaristas su condena. De ello se aprovechan hoy, indignamente, los
socialchovinistas rusos para velar el fondo de la cuestión, a saber: ¿cuál es
el parlamentarismo que necesita la clase obrera?
Aceptan el parlamentarismo Sudekum y Heine, Sembat y
Vaillant, Bissolati y Mussolini, Chjeídze y Plejánov. También lo aceptan
nuestros camaradas de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, así como los
camaradas búlgaros e italianos que han roto con los chovinistas Pero hay
parlamentarismo y parlamentarismo. Unos utilizan la tribuna parlamentaria para
hacer méritos ante sus gobiernos, o, en el mejor de los casos, para lavarse las
manos, como la fracción de Chjeídze. Otros utilizan el parlamentarismo para ser
revolucionarios hasta el fin, para cumplir su deber como socialistas e
internacionalistas, incluso en las circunstancias más difíciles. La actividad
parlamentaria de los unos conduce a los sillones ministeriales; la de los otros
conduce a la cárcel, a la deportación, al presidio. Los unos sirven a la
burguesía; los otros, al proletariado. Los unos son socialimperialistas, los
otros marxistas revolucionarios.
LA RECONSTRUCCION DE LA INTERNACIONAL
¿Cómo reconstruir la Internacional? Antes digamos algunas palabras sobre cómo no debe ser reconstruida.
El método de los
socialchovinistas y del "centro"
¡Oh, los
socialchovinistas de todos los países son grandes
"internacionalistas"! Desde que estalló la guerra están abrumados de
preocupación por la Internacional. Por un lado, afirman que los rumores acerca
de la bancarrota de la Internacional son "exagerados". Pues en realidad
no ha pasado nada extraordinario. Escuchen a Kautsky: la Internacional es,
simplemente, "un instrumento de tiempos de paz", y es natural que, en
tiempos de guerra, no haya estado a la altura de las circunstancias. Por otro
lado, los socialchovinistas de todos los países han encontrado un medio muy
sencillo -- y lo que es más importante, un medio internacional -- para salir de
la situación creada. Ese medio no es complicado: basta esperar el final de la guerra. Y mientras llega su fin, los socialistas
de todos los países deben defender su "patria" y apoyar a
"sus" gobiernos. Una vez acabada la guerra, se
"amnistiarán" unos a otros, reconocerán que todos tenían razón, que
en tiempos de paz vivimos como hermanos, pero que en tiempos de guerra -- y
sobre la base concreta de tal o cual resolución -- exhortamos a los obreros
alemanes a exterminar a sus hermanos franceses y viceversa.
En este
punto están igualmente de acuerdo: Kautsky, Plejánov, Víctor Adler y Heine.
Víctor Adler escribe: "Cuando hayamos pasado estos tiempos difíciles,
nuestro primer deber será no reprocharnos mutuamente cada menudencia."
Kautsky afirma: "Hasta ahora, en ninguna parte se alzaron voces de
socialistas serios que puedan hacernos temer" por la suerte de la Internacional.
Plejánov dice: "Es desagradable estrechar la mano (de los socialdemócratas
alemanes), tinta en sangre de inocentes asesinados." Pero de inmediato
propone una "amnistía": "Será muy conveniente en este caso --
escribe -- someter el corazón a la cabeza. En nombre de su gran causa, la
Internacional deberá tomar en cuenta incluso las lamentaciones tardías."
En Sozialistische Monatshefte, Heine califica de "viril y orgullosa"
la conducta de Vandervelde, y la pone de ejemplo a los izquierdistas alemanes.
En una
palabra, cuando la guerra haya terminado, habrá que nombrar una comisión
formada por Kautsky y Plejánov, Vandervelde y Adler, y en un abrir y cerrar de
ojos redactarán una resolución "unánime" en un espíritu de amnistía
mutua. La controversia se esfumará felizmente. En vez de ayudar a los obreros a
comprender lo que ha pasado, se los engañará con una aparente
"unidad" en el papel. La unión de los socialchovinistas y de los
hipócritas de todos los países será bautizada con el nombre de reconstrucción
de la Internacional. No hay por qué ocultarlo: el peligro de semejante
"reconstrucción" es muy grande. Los socialchovinistas de todos los
países están igualmente interesados en ella. Ninguno quiere que las propias
masas obreras de sus países se orienten en esta cuestión: socialismo o nacionalismo. Todos se hallan interesados por igual en
disimular mutuamente sus pecados. Ninguno de ellos puede proponer otra cosa que
no sea la que propone Kautsky, el virtuoso de la hipocresía
"internacionalista".
Sin embargo,
este peligro no se comprende de la manera debida. En el curso de un año de
guerra hemos presenciado varias tentativas de restablecimiento de las
relaciones internacionales. No hablemos de las conferencias de Londres y de
Viena a las que asistieron determinados chovinistas con el propósito de ayudar
a los Estados Mayores Generales y a la burguesía de "sus" patrias.
Nos referimos a las conferencias de Lugano y de Copenhague, a la Conferencia
Internacional de Mujeres y a la Conferencia Internacional de la Juventud[7]. Estas
reuniones estuvieron animadas por los mejores deseos, pero no vieron en
absoluto el peligro señalado. No trazaron la línea de combate de los
internacionalistas. No mostraron al proletariado el peligro al que lo exponía
el método socialchovinista de "reconstrucción" de la Internacional.
En el mejor de los casos, se limitaron a repetir las viejas resoluciones, sin
indicar a los obreros que, si no luchan contra los socialchovinistas, la causa
del socialismo es una causa desesperada. En el mejor de los casos, no hicieron
más que marcar el paso sin moverse del sitio.
La situación en la oposición
No cabe la
menor duda de que la situación en la oposición socialdemócrata alemana reviste
el mayor interés para todos los internacionalistas. La socialdemocracia alemana
oficial, que era el partido más fuerte, el partido dirigente, en el seno de la
II Internacional, asestó el golpe más sensible a la organización internacional
de los obreros. Pero también en la socialdemocracia alemana resultó más
poderosa la oposición. Es el primero de los grandes partidos europeos en el que
alzaron su vigorosa voz de protesta los camaradas que permanecen fieles a la
bandera del socialismo. Hemos leído con alegría las revistas Lichtstrahlen y
Die Internationale. Y con mayor alegría aún nos hemos enterado de la difusión
en Alemania de llamamientos revolucionarios ilegales, como por ejemplo el
titulado "El enemigo principal está dentro del propio país". Esto
demuestra que el espíritu del socialismo vive entre los obreros alemanes, que
en Alemania hay todavía hombres capaces de defender el marxismo revolucionario.
En el seno
de la socialdemocracia alemana se ha perfilado con el mayor relieve la escisión
del socialismo contemporáneo. Aquí vemos con toda nitidez tres tendencias: los
oportunistas chovinistas, que en ninguna parte han llegado a tal degradación y
apostasía como en Alemania; el "centro" kautskista, que demostró una
incapacidad absoluta para desempeñar otro papel que no sea el de lacayo de los
oportunistas, y la izquierda, que representa a los únicos socialdemócratas de
Alemania.
Como es
natural, lo que más nos interesa es la situación en la izquierda alemana. En
ella vemos a nuestros camaradas que son la esperanza de todos los elementos
internacionalistas.
¿Cuál es,
pues, esta situación?
La revista
Die Internationale tenía toda la razón al afirmar que en la izquierda alemana
todo se halla todavía en un proceso de fermentación, que deben producirse aún
grandes reagrupamientos y que en el seno de ella hay elementos más decididos y
menos decididos.
Nosotros,
los internacionalistas rusos, no pretendemos, de ninguna manera, inmiscuirnos
en los asuntos internos de nuestros camaradas de la izquierda alemana.
Comprendemos que sólo ellos son verdaderamente competentes para definir sus
métodos de lucha contra los oportunistas, de acuerdo con las condiciones de
lugar y tiempo. Sólo estimamos que tenemos el derecho y el deber de expresar
con franqueza nuestra opinión sobre la situación.
Estamos
convencidos de que el autor del artículo editorial de la revista Die
Internationale tenía toda la razón al afirmar que el "centro"
kautskista causa más daño al marxismo que el socialchovinismo descarado.
Quienes velan ahora las divergencias y predican a los obreros, bajo una
apariencia de marxismo, lo mismo que predica el kautskismo, adormecen a los
obreros y son más nocivos que los Sudekum y los Heine, los cuales plantean el
problema de frente y obligan a los obreros a analizarlo.
La fronda
contra las "instancias superiores", que Kautsky y Haase se permiten
en los últimos tiempos, no debe engañar a nadie. Las divergencias entre ellos y
los Scheidemann no son divergencias de principio. Los unos consideran que
Hindenburg y Mackensen han vencido ya y que ahora pueden permitirse el lujo de
protestar contra las anexiones. Los otros estiman que Hindenburg y Mackensen no
han vencido aún, y que por lo tanto hay que "mantenerse firmes hasta el
fin".
El
kautskismo sólo lucha en apariencia contra las "instancias
superiores", precisamente con el propósito de esfumar, después de la
guerra, a los ojos de los obreros, la discusión sobre una base de principios y
escamotear el asunto con una amplia resolución -- la mil y tantas -- redactada
en un estilo vagamente izquierdista, en lo que son verdaderos maestros los
diplomáticos de la II Internacional.
Es
perfectamente comprensible que, en su difícil lucha contra las "instancias
superiores", la oposición alemana deba aprovechar también esta fronda sin
principios del kautskismo. Ahora bien, para todo internacionalista, la piedra
de toque debe seguir siendo la actitud negativa hacia el neokautskismo. Sólo es
verdadero internacionalista quien combate el kautskismo y comprende que el
"centro" sigue siendo, desde el punto de vista de los principios,
incluso después del aparente viraje de sus jefes, el aliado de los chovinistas
y de los oportunistas.
Nuestra
actitud hacia los elementos vacilantes de la Internacional tiene, en general,
una inmensa importancia. Estos elementos -- en su mayoría socialistas de matiz
pacifista -- existen tanto en los países neutrales como en algunos países
beligerantes (por ejemplo, en Inglaterra, el Partido Laborista Independiente).
Estos elementos pueden ser nuestros compañeros de ruta. Es indispensable un
acercamiento a ellos, contra los socialchovinistas. Pero no hay que olvidar que
son únicamente compañeros de ruta y que en lo principal, en lo esencial, cuando
se trate de reconstruir la Internacional, no estarán con nosotros, sino contra
nosotros, y seguirán a Kautsky, Scheidemann, Vandervelde y Sembat. En las
conferencias internacionales no podemos limitar nuestro programa a lo que es
aceptable para estos elementos, pues de otro modo nosotros mismos seríamos
prisioneros de esos pacifistas vacilantes. Así sucedió, por ejemplo, en la
Conferencia Internacional de Mujeres, celebrada en Berna. En ella, la
delegación alemana, que sostenía el punto de vista de la camarada Clara Zetkin,
desempeñó de hecho el papel de "centro". La conferencia de mujeres
sólo dijo lo que era aceptable para las delegadas del partido oportunista
holandés de Troelstra y para las del I.L.P. (Partido Laborista Independiente)[8]. Este
último -- no lo olvidemos -- votó a favor de la resolución de Vandervelde en la
conferencia de chovinistas de la "Entente", que tuvo lugar en
Londres. Respetamos altamente al I.L.P. por su valiente lucha contra el
gobierno inglés durante la guerra. Pero sabemos que este partido no se ha
situado ni se sitúa hoy en el terreno del marxismo. Y consideramos que la tarea
principal de la oposición socialdemócrata es, en el momento actual, alzar la bandera del marxismo
revolucionario, decir a los obreros con firmeza y precisión qué pensamos acerca
de las guerras imperialistas y lanzar la consigna de acciones revolucionarias
de masas, o sea, la consigna de la trasformación de la época de las guerras imperialistas
en el comienzo de una época de guerras civiles.
A pesar de
todo, en muchos países hay elementos socialdemócratas revolucionarios. Los hay
en Alemania, en Rusia, en Escandinavia (la influyente tendencia que representa
el camarada Hoglund), en los Balcanes (el partido de los "tesnia kí"
búlgaros), en Italia, en Inglaterra (una parte del Partido Socialista
Británico), en Francia (el propio Vaillant reconoció en L'Humanité que había
recibido cartas de protesta de los internacionalistas, pero no publicó
íntegramente ninguna de ellas), en Holanda (los tribunistas[9]), etc. Y la tarea del día consiste en unir a estos
elementos marxistas -- por poco numerosos que sean al principio --, en recordar
en su nombre las hoy olvidadas palabras del verdadero socialismo y exhortar a
los obreros de todos los países a que rompan con los chovinistas y se agrupen
bajo la vieja bandera del marxismo.
Las
conferencias en torno a los llamados programas de "acción" se
limitaban hasta ahora a proclamar más o menos integramente un programa de
pacifismo a secas. El marxismo no es
pacifismo. Es indispensable luchar
por el cese más rápido de la guerra. Pero la reivindicación de la "paz" sólo adquiere un sentido
proletario cuando se llama a la lucha revolucionaria. Sin una serie de
revoluciones, la pretendida paz democrática no es más que una utopía
pequeñoburguesa. El único programa verdadero de acción sería un programa
marxista que dé a las masas una respuesta completa y clara sobre lo que ha
pasado, que explique qué es el imperialismo y cómo se debe luchar contra él,
que declare abiertamente que el oportunismo ha llevado la II Internacional a la
bancarrota y que llame abiertamente a fundar una Internacional marxista sin los
oportunistas y contra ellos. Sólo un programa así, que demuestre que tenemos fe
en nosotros mismos y en el marxismo, y que declaramos al oportunismo una guerra
a vida o muerte, podrá asegurarnos, tarde o temprano, la simpatía de las masas
proletarias de verdad.
El
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y la III Internacional
El
P.O.S.D.R. se separó, hace ya tiempo, de sus oportunistas. Ahora los
oportunistas rusos se han vuelto, además, chovinistas. Esto no hace más que
reafirmarnos en la opinión de que la escisión con ellos era necesaria por el
bien del socialismo. Estamos convencidos de que las divergencias actuales entre
los socialdemócratas y los socialchovinistas no son menores, en modo alguno,
que las que existían entre socialistas y anarquistas al separarse los
socialdemócratas de los segundos. El oportunista Monitor tiene razón cuando
dice, en preussische Jahrbücher, que la unidad actual es ventajosa para los
oportunistas y para la burguesía, ya que obliga a los elementos de izquierda a
someterse a los chovinistas e impide que los obreros vean claro en las disputas
y creen su propio partido realmente obrero y verdaderamente socialista. Tenemos
la profunda convicción de que, en el estado actual de cosas, la escisión con
los oportunistas y los chovinistas es el primer deber de un revolucionario, de
la misma manera que la escisión con los amarillos, los antisemitas, los
sindicatos obreros liberales, etc., era necesaria para educar con mayor rapidez
a los obreros atrasados y atraerlos a las filas del partido socialdemócrata.
A nuestro
juicio, la III Internacional debiera fundarse precisamente sobre esta base
revolucionaria. Para nuestro Partido no existe el problema de si es oportuno o
no romper con los socialchovinistas. Este problema ya lo ha resuelto de manera
irrevocable. Para él sólo existe ahora la cuestión de realizar esa ruptura en
un futuro inmediato, a escala internacional.
Se comprende
muy bien que para crear una organización marxista internacional es indispensable
que en los distintos países exista la disposición a crear partidos marxistas
independientes. Alemania, país del movimiento obrero más antiguo y poderoso,
tiene una importancia decisiva. El futuro inmediato dirá si ya han madurado las
condiciones para crear la nueva Internacional marxista. Si es así, nuestro
Partido ingresará con alegría en esa III Internacional, depurada del
oportunismo y del chovinismo. Si no es así, ello querrá decir que esa
depuración exige todavía una evolución más o menos larga. Y entonces nuestro
Partido formará la oposición extrema en el seno de la antigua Internacional,
hasta que se cree en los diferentes países la base para una asociación
internacional obrera que se sitúe en el terreno del marxismo revolucionario.
No sabemos
ni podemos saber cómo se desarrollarán las cosas en los próximos años sobre el
plano internacional. Pero lo que sabemos a ciencia cierta, y estamos firmemente
convencidos de ello, es que nuestro Partido, en nuestro país, entre nuestro
proletariado, trabajará sin descanso en esa dirección y, con toda su actividad
cotidiana, creará la sección rusa de la Internacional marxista.
En Rusia no
faltan tampoco socialchovinistas declarados ni grupos del "centro".
Esa gente luchará contra la creación de una Internacional marxista. Sabemos que
Plejánov está en la misma posición de principio que Südekum al que, desde
ahora, ya tiende la mano. Sabemos que el llamado "Comité de
Organización", dirigido por Axelrod, predica el kautskismo sobre el
terreno ruso. Escudándose en la unidad de la clase obrera, esa gente preconiza
la unidad con los oportunistas y, por conducto de ellos, con la burguesía. Pero
todo lo que sabemos acerca del movimiento obrero actual en Rusia nos permite
abrigar la plena seguridad de que el proletariado consciente de Rusia seguirá
estando, como hasta ahora, con nuestro Partido.
HISTORIA DE LA ESCISION Y SITUACION ACTUAL DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN RUSIA
La táctica
del P.O.S.D.R con respecto a la guerra, que hemos expuesto anteriormente, es el
fruto inevitable del desarrollo de la socialdemocracia en Rusia en el curso de
treinta años. No se puede comprender bien esta táctica, como tampoco la
situación actual de la socialdemocracia en nuestro país, sin reflexionar sobre
la historia de nuestro Partido. Por ello, debemos recordar ahora al lector los
hechos fundamentales de esa historia. La socialdemocracia surgió, como
corriente ideológica, en 1883, cuando el grupo "Emancipación del
Trabajo" expuso por primera vez en forma sistemática, en el extranjero,
las ideas socialdemócratas aplicadas a Rusia. Hasta el comienzo de la década
del 90, la socialdemocracia siguió siendo en Rusia una corriente ideológica,
sin nexos con el movimiento obrero de masas. A principios de la década
mencionada, el ascenso social, la efervescencia y el movimiento huelguístico de
los obreros hicieron de la socialdemocracia una fuerza política activa, ligada
indisolublemente a la lucha (tanto económica como política) de la clase obrera.
Y de esa misma época arranca la escisión de la socialdemocracia en
"economistas" e "iskristas".
Los "economistas" y la
vieja Iskra (1894-1903)
El
"economismo" fue una corriente oportunista en el seno de la socialdemoctacia
rusa. Su esencia política se reducía al programa siguiente: "A los obreros, la lucha económica; a los
liberales, la lucha política". Su principal apoyo teórico fue el
llamado "marxismo legal" o "struvismo", que
"admitía" un "marxismo" vaciado por completo de todo
espíritu revolucionario y adaptado a las necesidades de la burguesía liberal.
Arguyendo el estado atrasado de las masas obreras rusas, y deseosos de "ir
con las masas", los "economistas" limitaban las tareas y el
alcance del movimiento obrero a la lucha económica y al apoyo político del
liberalismo, sin plantearse tareas políticas independientes, ni tarea
revolucionaria alguna.
La vieja
Iskra (1900-1903) luchó victoriosamente contra el "economismo" en
nombre de los principios de la socialdemocracia revolucionaria. Toda la flor
del proletariado consciente estaba al lado de Iskra. Años antes de la
revolución, la social democracia presentó el programa más consecuente e
intransigente. Y la lucha de clases y la acción de las masas en el curso de la
revolución de 1905 confirmaron ese programa. Los "economistas" se
adaptaban al atraso de las masas. Iskra educaba a la vanguardia obrera capaz de
llevar a las masas hacia adelante. Los argumentos actuales de los
socialchovinistas (sobre la necesidad de contar con las masas, sobre el
carácter progresista del imperialismo, sobre las "ilusiones" de los
revolucionarios, etc.) fueron ya utilizados todos por los economistas. La Rusia
socialdemócrata conoció hace veinte años una revisión oportunista del marxismo
en el espíritu del "struvismo".
El menchevismo y el bolchevismo
(1903-1908)
La época de
la revolución democrático-burguesa provoco en la socialdemocracia una nueva
lucha de tendencias que fue una prolongación directa de la anterior. El
"economismo" se trasformó en "menchevismo", y la defensa de
la táctica revolucionaria de la vieja Iskra dio origen al
"bolchevismo".
En los
turbulentos años de 1905 a 1907, el menchevismo era una corriente oportunista,
apoyada por los burgueses liberales, que llevaba las tendencias de la burguesía
liberal al movimiento obrero. Adaptar la lucha de la clase obrera al
liberalismo: esta y no otra era la esencia del menchevismo. Por el contrario,
el bolchevismo planteaba como tarea de los obreros socialdemócratas incorporar
106 campesinos democráticos a la lucha revolucionaria, pese a las vacilaciones
y traiciones del liberalismo. Y las masas obreras, como lo reconocieron más de
una vez los propios mencheviques, siguieron a los bolcheviques, durante la revolución,
en todas las acciones importantes.
La
revolución de 1905 comprobó, robusteció, profundizó y templó la táctica
socialdemócrata intransigentemente revolucionaria en Rusia. La intervención
abierta de las clases y de los partidos puso de manifiesto, reiteradas veces,
los nexos que unían el oportunismo socialdemócrata (el "menchevismo")
con el liberalismo.
El marxismo y el liquidacionismo
(1908-1914)
La época
contrarrevolucionaria puso otra vez a la orden del día, y en forma absolutamente
nueva, el problema de la táctica oportunista y la táctica revolucionaria de la
socialdemocracia. Del cauce principal del menchevismo salió, pese a las
protestas de sus mejores representantes, la corriente liquidacionista, es
decir, la renuncia a la lucha por una nueva revolución en Rusia, el abandono de
la organización y de la actividad ilegales, las burlas despectivas a propósito
de la "clandestinidad", de la consigna de la república, etc. El grupo
de publicistas legales de la revista Nasha Zariá (señores Potrésov, Cherevanin,
etc.) constituyó un núcleo independiente del viejo partido socialdemócrata,
núcleo al que la burguesía liberal rusa, deseosa de apartar a los obreros de la
lucha revolucionaria, sostenía, ensalzaba y mimaba de mil maneras.
Este grupo
de oportunistas fue expulsado del Partido por la Conferencia del P.O.S.D.R. de
Enero de 1912, que reconstruyó el partido pese a la feroz resistencia de toda
una serie de grupos y grupitos del extranjero. Durante más de dos años (desde
comienzos de 1912 hasta mediados de 1914) se desarrolló una lucha tenaz entre
los dos partidos socialdemócratas: el Comité Central, elegido en enero de 1912,
y el "Comité de Organización", que no reconocía la Conferencia de
Enero y quería reconstruir el Partido de otro modo, manteniendo la unidad con
el grupo de Nasha Zariá. Una porfiada lucha se entabló entre los dos diarios
obreros (Pravda y Luch [10], y sus sucesores) y las dos fracciones
socialdemócratas en la IV Duma del Estado (la "fracción obrera
socialdemócrata de Rusia" de los pravdistas o marxistas, y la
"fracción socialdemócrata" de los liquidadores, con Chjeídze a la
cabeza).
Defendiendo
la fidelidad a los legados revolucionarios del Partido, apoyando el auge del
movimiento obrero que se iniciaba en esa época (sobre todo después de la
primavera de 1912), combinando la organización legal y la ilegal, la prensa y
la agitación, los "pravdistas" unieron en torno suyo a la inmensa mayoría
de la clase obrera consciente, mientras que los liquidadores, que actuaban como
fuerza política sólo por medio del grupo de Nasha Zariá, se apoyaban en el
pródigo respaldo de los elementos liberales burgueses.
Las
aportaciones de fondos hechas abiertamente por los grupos obreros a los
periódicos de ambos partidos, que eran en aquella época la forma de cotización
de los socialdemócratas al Partido, tomando en cuenta las condiciones del país
(la única forma legal posible, y que todos podían controlar libremente),
confirmaron con claridad que la fuente de la fuerza y de la influencia de los
"pravdistas" (marxistas) era proletaria, mientras que la de los
liquidadores (y de su "Comité de Organización") era liberal burguesa.
Veamos a continuación unos breves datos sobre estas aportaciones, de las que
informa en detalle el libro Marxismo y liquidacionismo [11], y,
en forma abreviada, el periódico socialdemócrata alemán Leipziger Volkszeitung
[12] del
21 de julio de 1914.
Número y
cantidades de las aportaciones a los diarios socialdemócratas de Petersburgo --
marxistas (pravdistas) y liquidadores -- del 1 de enero al 13 de mayo de 1914:
PRAVDISTAS
|
LIQUIDADORES
|
|||
Núm. de
aportaciones |
Total en
rublos |
Núm. de
aportaciones |
Total en
rublos |
|
De grupos obreros . . . .
. .
De grupos no obreros . . . . . . |
2.873
713 |
18.934
2.650 |
671
453 |
5.296
6.760 |
Así, pues, nuestro
Partido agrupó en 1914 a las cuatro quintas partes de los obreros conscientes
de Rusia en torno a la táctica socialdemócrata revolucionaria. Durante todo el
año 1913, el número de aportaciones hechas por los grupos obreros fue de 2.181
para los pravdistas y de 661 para los liquidadores. Desde el primero de enero
de 1913 al 13 de mayo de 1914 se obtuvieron los totales siguientes: 5.054
aportaciones de grupos obreros para los "pravdistas" (es decir, para
nuestro Partido) y 1.332, o sea, el 20,8% para los liquidadores.
Marxismo y socialchovinismo
(1914-1915)
La gran
guerra europea de 1914-1915 ha permitido a todos los socialdemócratas europeos,
entre ellos los rusos, comprobar su táctica en función de una crisis de
proporciones mundiales. El carácter reaccionario, expoliador y esclavista de la
guerra es infinitamente más evidente del lado del zarismo que del lado de los
demás gobiernos. ¡Y sin embargo, el grupo fundamental de los liquidadores (el
único que, fuera de nosotros y gracias a sus relaciones con los liberales,
ejerce una influencia importante en Rusia) ha virado hacia el socialchovinismo!
Como poseía desde hace bastante tiempo el monopolio de la legalidad, este grupo
de Nasha Zariá predicó a las masas la "no resistencia a la guerra",
hizo votos por la victoria de la Triple (hoy Cuádruple) Entente y acusó al
imperialismo germano de cometer "pecados supernumerarios", etc. Plejánov, que desde 1903 había dado múltiples
pruebas de su extrema incoherencia política y de su paso a las posiciones
oportunistas, adoptó en forma aún más tajante esa misma actitud, lo que le
valió ser ensalzado por toda la prensa burguesa de Rusia. Plejánov descendió
hasta el punto de declarar que la guerra que libraba el zarismo era una guerra
justa, ¡¡y en los periódicos gubernamentales de Italia llegó a publicar una
entrevista en la que invitaba a este país a entrar en la guerra!!
La justeza
de nuestra apreciación sobre la corriente liquidacionista y sobre la expulsión
del principal grupo de liquidadores de las filas de nuestro Partido, se ha
visto, de este modo, plenamente confirmada. El programa real de los liquidadores
y el verdadero significado de su orientación no consisten hoy simplemente en el
oportunismo en general, sino en la defensa de los privilegios y de las ventajas
que la gran potencia concede a los terratenientes y a la burguesía gran rusos.
Es la orientación de la política obrera
nacional-liberal. Se trata de la alianza de una parte de los
pequeños burgueses radicales y de una ínfima fracción de obreros privilegiados
con "su" burguesía nacional y contra la masa del proletariado.
La situación actual en la
socialdemocracia rusa
Como ya
hemos dicho, ni los liquidadores, ni toda
una serie de grupos del extranjero (Plejánov, Alexinski, Trotski, etc.), ni los
llamados socialdemócratas "nacionales" (es decir, no gran rusos)
reconocieron nuestra Conferencia de Enero de 1912. Entre las innumerables
injurias que nos prodigaron, la que repetían con más frecuencia era la que nos
acusaba de "usurpación" y de "escisionismo". Nuestra
respuesta a ella era citar cifras exactas y susceptibles de ser comprobadas
objetivamente, que demostraban que nuestro Partido agrupaba a las cuatro
quintas partes de los obreros conscientes de Rusia. Y esto no era poco, tomando
en cuenta las dificultades del trabajo ilegal en una época de
contrarrevolución.
Si la
"unidad" era posible en Rusia sobre la base de la táctica
socialdemócrata, sin excluir al grupo de Nasha Zariá, ¿por qué no la realizaban
nuestros numerosos adversarios, al menos entre ellos? Desde enero de 1912 han
pasado tres años y medio, y durante este período nuestros adversarios no
pudieron crear, pese a todos sus deseos, un partido socialdemócrata dirigido
contra nosotros. Este hecho es la mejor defensa de nuestro Partido.
Toda la
historia de los grupos socialdemócratas que luchan contra nuestro Partido es
una historia de desmoronamiento y disgregación. En marzo de 1912, todos sin
excepción se "unificaron" para colmarnos de injurias. Pero ya en
agosto de ese mismo año, en que se constituyó contra nosotros el llamado
"bloque de agosto", comenzó la disgregación entre ellos. Una parte de
los grupos se separó, pero no pudieron crear un partido ni un Comité Central.
Formaron únicamente un Comité de Organización "para restablecer la
unidad". Pero en realidad este C.O. resultó un frágil biombo del grupo liquidacionista
en Rusia. Durante todo el período de inmenso auge del movimiento obrero en
Rusia y de las huelgas de masas de 1912-1914, el único grupo de todo el bloque
de agosto que trabajó entre las masas fue el grupo de Nasha Zariá, cuya fuerza
estribaba en sus relaciones con los liberales. Y a principios de 1914, del
"bloque de agosto" se retiraron formalmente los socialdemócratas
letones (los socialdemócratas polacos no formaban parte de él), mientras que
Trotski, uno de los jefes del bloque, lo abandonó, aunque no formalmente, y
creó una vez más su grupo aparte. En julio de 1914, en la Conferencia de
Bruselas, en la que participaron el Comité Ejecutivo del Buró Socialista
Internacional, Kautsky y Vandervelde, se creó contra nosotros el llamado
"bloque de Bruselas", en el que no entraron los letones y del que se
separaron de inmediato los socialdemócratas polacos, la oposición. Después de
estallar la guerra, este bloque se desintegró. Nasha Zariá, Plejánov, Alexinski
y el jefe de los socialdemócratas del Cáucaso, An[13], se
han convertido en socialchovinistas declarados, que hacen votos por que
Alemania sea derrotada. El Comité de Organización y el Bund han asumido la
defensa de los socialchovinistas y de los principios del socialchovinismo. La
fracción de Chjeídze, aunque votó contra los créditos de guerra (en Rusia,
incluso los demócratas burgueses, los trudoviques, han votado contra ellos),
sigue siendo una fiel aliada de Nasha Zariá. Nuestros furiosos
socialchovinistas, Plejánov, Alexinski y Cía., están totalmente satisfechos con
la fracción de Chjeídze. En París se ha fundado el periódico Nashe Slovo (antes
Golos ), con el concurso, sobre todo, de Mártov y Trotski, que desean conjugar
la defensa platónica del internacionalismo con la reivindicación absoluta de la
unidad con Nasha Zariá, el Comité de Organización o la fracción de Chjeídze.
Después de 250 números, este periódico se ha visto obligado a reconocer su
propia desintegración: una parte de su Redacción se inclina hacia nuestro
Partido; Mártov permanece fiel al Comité de Organización, que censura
públicamente a Nashe Slovo por su "anarquismo" (de la misma manera
que los oportunistas en Alemania, David y Cía., Internationale Korrespondenz [14], Legien
y Cía., acusan de anarquismo al camarada Liebknecht) Trotski anuncia su ruptura
con el Comité de Organización, pero desea marchar junto con la fracción de
Chjeídze. Veamos ahora el programa y la táctica de la fracción de Chjeídze,
expuestos por uno de sus jefes. En el número 5 de 1915 de Sovremienni Mir [15],
revista que sigue la orientación de Plejánov y de Alexinski, escribe Chjenkeli:
"Decir que la socialdemocracia alemana se hallaba en condiciones de
impedir que su país entrara en la guerra y que no lo ha hecho, significaría
desear ocultamente que no sólo ella, sino también su patria, lancen su último
suspiro en las barricadas, o mirar los objetos que nos rodean a través del
telescopio anarquista ."***
Nikolái Chjeidze
En estas
brevas líneas se expresa toda la esencia del socialchovinismo: la justificación
por principio de la idea de la "defensa de la patria" en la guerra
actual y las burlas -- con permiso de los censores militares -- a costa de la
propaganda en favor de la revolución y de su preparación. El problema no
consiste en absoluto en saber si la socialdemocracia alemana se hallaba en condiciones
de impedir que su país entrara en la guerra, ni tampoco en saber si los
revolucionarios pueden garantizar, en general, el triunfo de la revolución. El problema es saber si debemos proceder
como socialistas o "agonizar" efectivamente en los brazos de la
burguesía imperialista. Las tareas de nuestro Partido.
La
socialdemocracia de Rusia surgió antes de la revolución democrático-burguesa
(1905) en nuestro país y se fortaleció en la época de la revolución y de la
contrarrevolución. El atraso de Rusia explica la extraordinaria abundancia de
corrientes y matices del oportunismo pequeñoburgués entre nosotros, en tanto
que la influencia del marxismo en Europa, así como la solidez de los partidos
socialdemócratas legales antes de la guerra, hicieron de nuestros ejemplares
liberales casi admiradores de la teoría y de la socialdemocracia
"razonables" "europeas" (no revolucionarias),
"marxistas" "legales". La clase obrera en Rusia no podía
constituir su partido más que en una lucha resuelta, durante treinta años,
contra todas las variedades del oportunismo. La experiencia de la guerra
mundial, que ha traído la vergonzosa bancarrota del oportunismo europeo y
reforzado la alianza de nuestros nacional-liberales con el liquidacionismo
socialchovinista, nos reafirma aún más en el convencimiento de que nuestro
Partido debe continuar en el futuro la misma vía consecuentemente
revolucionaria.
* Véase "La guerra y la
socialdemocracia de Rusia", Obras Completas de V. I. Lenin, t. XXI. (N. de
la Red.)
**Véase "La Conferencia de las
secciones del P.O.S.D.R. en el extranjero", Obras Completas de V. I.
Lenin, t. XXI. (N. de la Red.)
*** S. M., núm. 5, 1915, . Trotski
ha declarado recientemente que considera su deber realzar la autoridad de la
fracción de Chjeídze en la Internacional. Es indudable que Chjenkeli, por su
parte, se dedicará con la misma energia a realzar, en la Internacional la
autoridad de Trotski. . .
[1] El folleto El socialismo y la guerra fue
publicado, en alemán, en septiembre de 1915, y distribuido a los delegsdos a la
Conferencia de Zimmerwald de los socialistas; se editó en francés en 1916.
[2] Véase
Clausewitz, Sobre la
guerra, t. I, art. I, cap. I, sec. XXIV.
[3] El "brentanismo" es una
"doctrina liberal burguesa que admito una lucha de 'clase' no
revolucionaria del proletariado" (véase V. I. Lenin, La revolución proletaria y el renegado
Kautsky, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1972, ),
que debe su nombre a L. Brentano, economista burgués alemán, partidario del
llamado "socialismo de Estado", quien pretendía demostrar que se
podía realizar la igualdad social dentro del capitalismo mediante reformas y
conciliaciones de intereses de los capitalistas y obreros. Con un vocabulario
marxista como rótulo, L. Brentano y sus seguidores trataron de subordinar el
movimiento obrero a los intereses de la burguesía. [pág. 24]
[4] Véase F. Engels, El socialismo en Alemania (C.
Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXII).
[5] Nóvosti, diario del partido
socialrevolucionario, publicado en París de agosto de 1914 a mayo de 1915.
[6] Proletarski Golos (Voz Proletaria ), órgano
ilegal del Comité de Petersburgo del P.O.S.D.R.; se publicó de febrero de 1915
a diciembre de 1916, en total cuatro números. En su primer número se insertó el
Manifiesto del Comité Central del P.O.S.D.R. "La guerra y la social
democracia de Rusia".
[7] La Conferencia Socialista Internacional de la
Juventud sobre la actitud ante la guerra se celebró del 4 al 6 de abril de 1915
en Berna (Suiza). Asistieron representantes de las organizaciones juveniles de
o países: Rusia, Noruega, Holanda, Suiza, Bulgaria, Alemania, Polonia, Italia,
Dinamarca y Suecia. La Conferencia decidió celebrar cada año el Día
Internacional de la Juventud, eligió un Buró Internacional de la Juventud
Socialista, y organizó, de acuerdo con la resolución de la Conferencia, la
revista Jugend-Intetnationale (La Internacional de la Juventud), en cuyo
trabajo tomaron parte Lenin y K. Liebknecht.
[8] El Partido Laborista Independiente (I.L.P. --
Independent Labour Party) fue fundado en 1893. Lo encabezaban James Keir
Hardie, R. MacDonald y otros. El Partido Laborista Independiente era de hecho
"independiente del socialismo, pero dependiente del liberalismo"
(véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XVIII). Durante la Primera Guerra
Mundial, el Partido Laborista Independiente publicó al comienzo un manifiesto
contra la guerra (el 13 de agosto de 1914). Después, en febrero de 1915, en la
Conferencia de los Socialistas de los países de la Entente, celebrada en
Londres, los independentistas se adhirieron a la resolución socialchovinista
aprobada en la Conferencia. A partir de entonces, los líderes del Partido
Laborista Independiente, encubriéndose con frases pacifistas, mantuvieron una
posición socialchovinista. En 1919, después de la fundación de la Internacional
Comunista, los líderes del Partido Laborista Independiente, bajo la presión de
los miembros de la izquierda del Partido, aprobaron una resolución para
retirarse de la II Internacional. En 1921, los independentistas se adhirieron a
la llamada segunda y media internacional, y en 1923 se reintegraron a la II
Internacional.
[9] Los tribunistas eran miembros de la fracción
izquierdista del Partido Obrero Socialdemócrata Holandés, unidos en torno del
periódico Tribuna. En 1909 fueron expulsados del P.O.S.D.H. y formaron un
partido independiente (el Partido Socialdemócrata Holandés). Los tribunistas
fueron el ala izquierda del movimiento obrero holandes, pero no un partido
revolucionario consecuente. En 1918 tomaron parte en el trabajo de fundación
del Partido Comunista de Holanda. Tribuna, periodico del ala izquierda del
P.O.S.D.H., fundado en 1907 en Amsterdam. Desde 1909 fue órgano del P.O.S.D.H.
y desde 1918, órgano del Partido Comunista de Holanda.
[10] Luch (El Rayo ), diario legal de los
liquidadores mencheviques; se publico en Petersburgo de septiembre de 1912 a
julio de 1913 y su Sostenimiento "dependía del dinero de amigos ricos
burgueses" (Lenin).
[11] "Marxismo y liquidacionismo.
Recopilación de artículos sobre los problemas fundamentales del movimiento
obrero contemporáneo. Parte II" publicada en julio de 1914 por la
Editorial del Partido Pribói. Esta recopilación comprendía artículos de Lenin
contra el liquidacionismo de los cuales "La clase obrera y la prensa
obrera" y "Respuesta de los obreros a la formación de la fracción
obrera socialdemocrata rusa en la Duma del Estado" contaban con datos
detallados acerca de las aportaciones. (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t.
XX)
[12] Leipziger Volkszeitung. (La Gaceta Popular de
Leipzig ), órgano de la izquierda socialdemócrata alemana, publicado diariamente
desde 1894 hasta 1933, en cuya redacción participaron durante muchos años F.
Mehring y R. Luxemburg. De 1917 a 1922, el periódico fue órgano de los
"independientes" alemanes, y a partir de 1922, órgano de la de recha
socialdemócrata.
[13] An: N. N. Zhordania, jefe de los mencheviques
del Caucaso.
[14] Internationale Korrespondenz, semanario
socialchovinista alemán dedicado a los problemas de la política internacional y
del movimiento obrero, publicado en Berlín desde 1914 hasta 1917.
[15] Sovremienni Mir (Mundo Contemporáneo),
revista mensual literaria, científica y política; se publicó en Petersburgo
desde 1906 hasta 1918. Tomaban parte directa en la revista los mencheviques,
incluido Plejanov. En el periodo del bloque con el grupo de mencheviques
defensores del Partido, encabezado por Plejánov, y a principios de 1914,
colaboraron en la revista los bolcheviques. En marzo de 1914 se publicó en
Sovremienni Mir el artículo de Lenin "Una nueva destrucción del
socialismo". Durante la Primera Guerra Mundial la revista pasó a ser una
publicación de los socialchovinistas.
El fascismo
y el papel de la Internacional Comunista y el PCE durante la Guerra Civil
española
EL PROCESO
CONTRA EL POUM. (Un episodio de la revolución española)
Andreu Nin.
Los movimientos de emancipación nacional (1935)
Verdades
elementales. Andreu Nin Por la unificación marxista
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