Presentación
de la introducción al debate y al estudio sobre la economía en el comunismo
La
pertinencia del debate
La actividad habitual en una reunión de formación o en un grupo de lectura
marxista está encaminada en gran medida a que los participantes lleguen a
conocer cuáles son las reglas con las que funciona el modo de producción
capitalista y cuáles son las limitaciones y desequilibrios con los que
inevitablemente nos topamos en las sociedades que -como la nuestra- se rigen
por él. Cuando en estas reuniones un o una camarada, quizás el más nuevo o la
más sincera, expresa su incapacidad para imaginar cómo se podría llevar a cabo
determinada cosa de otra manera o pregunta inocentemente cuál sería la manera
comunista de hacerlo, las respuestas más usuales suelen ser generalidades o
evasivas.
Desde que se publicó El capital los marxistas disponemos de un
fino marco de comprensión y crítica del modo de producción capitalista, podemos
explicar sus crisis y tendencias de forma más satisfactoria que cualquier otra
teoría económica, hemos desarrollado una teoría del estado burgués, incluso nos
hemos dotado de una completa teoría revolucionaria. Sin embargo, no es nada
habitual oír hablar hoy día en cualquier ámbito marxista de posibles modelos
alternativos propios.
En alguno de los textos de la bibliografía se valoran posibles motivos para que
esto sea así (Kliman, 2006). Podemos subrayar la importancia de dos de ellos.
Por un lado, para determinado grupo de edad, la convivencia durante décadas con
países que eran identificados -empezando por sí mismos- como comunistas,
derivaba en que hubiera pocas dudas de que el comunismo debía ser lo que quiera
que esos países hicieran, incluso sin tener una conciencia muy profunda de cómo
o con qué éxito hacían esos países para planear, producir y distribuir el
producto social. Esto trajo como consecuencia que el deslizamiento en pocos
años de esos países hacia un capitalismo salvaje convirtiera para mucha gente
la confianza más despreocupada en el desconcierto y el desaliento más
absolutos. Por supuesto, a las generaciones posteriores, las que formaron su
conciencia tras la caída de la Unión Soviética, la historia les había dejado
escrito que no había alternativas viables al capitalismo.
El otro gran
motivo para que no se discuta de modelos alternativos al capitalismo hunde sus
raíces en las prácticas históricas de organizaciones y pensadores marxistas. Es
muy probable que estas prácticas hayan estado relacionadas en algunos casos con
el motivo anterior: no se podía hablar de un comunismo mejor porque eso podría
ser interpretado como una crítica debilitadora de los regímenes realmente
existentes. Pero el tiempo transcurrido desde la caída de la Unión Soviética ha
sido suficiente para que podamos pensar que debe haber algo más. Quizás Andrew
Kliman dé con la clave cuando señala que este silencio tiene un fuerte anclaje
en la interpretación que se ha hecho de la prevención de Marx hacia los modelos
de futuro. Si es así, el propio Kliman se encarga de intentar relajar esta
postura.
Es cierto que Marx cargó durante toda su vida
contra las respuestas fáciles, las propuestas utópicas, las propuestas que no
eran más que capitalismo maquillado o las que pretendían imponer a la clase
trabajadora desde fuera la solución trazada por una vanguardia. Su trabajo se
centraba en la tarea invalorable y rigurosa de analizar científicamente el
capitalismo, identificar sus limitaciones intrínsecas y dejar en evidencia la
necesidad de su superación. Esta certeza debía ser un detonante en manos de una
clase obrera que cobraba conciencia de sí misma y confiaba en sus fuerzas
crecientes y en el poder de la ciencia y la razón.
Pero si debemos adaptar nuestros métodos de
lucha a la realidad cambiante del momento, la situación en el siglo XXI ha
cambiado en un aspecto muy relevante respecto a la del siglo XIX: los
trabajadores de hoy día piensan que la alternativa al capitalismo ya se ha
probado y no ha funcionado. En estos momentos no hay en la mente de estos trabajadores
un horizonte de lucha que desemboque en una sociedad no capitalista, están
convencidos de que el límite son las reformas. Para volver a colocar al
comunismo en el horizonte de alternativas posibles no basta con demostrar el
carácter explotador e inestable del capitalismo, hay que demostrar que existe
una alternativa y que es creíble. Para ello hay que dar un primer paso: volver
a abrir el debate entre los propios comunistas; construir o confrontar opciones
y variantes, de manera distendida pero seria, siendo sinceros con la
complejidad de la tarea y tajantes con su necesidad, sacando provecho de los
errores aprendidos y de las nuevas posibilidades técnicas. Exigirnos el rigor
que Marx aplicaba no es ningún impedimento para pensar y debatir.
En cualquier
caso, y dado el criterio de reserva que siguió Marx, surge la duda de si existe
apoyo para vislumbrar algo así como su lectura del comunismo. Sus citas
explícitas más famosas, en especial el famoso pasaje de la Crítica al
Programa de Gotha tienen bastante trasfondo -como veremos luego-, pero
son textos muy breves. Sin embargo, frente a esta ausencia de textos
explícitos, dos de los autores coinciden en señalar abiertamente que es posible
encontrar destellos de la idea de Marx sobre el comunismo a partir de sus
escritos sobre el capitalismo. Veámoslo con sus palabras:
“Todo el mundo sabe que Marx escribió poco
sobre la sociedad socialista, mucho menos que sobre la capitalista; pero cuando
lo hizo, no lo hizo tanto en el texto al que todo el mundo se refiere al tratar
este tema, y que no era sino un corto escrito donde en realidad se debatía el
programa político de un determinado partido socialista [N. del E.: Crítica
del Programa de Gotha], sino en el interior de sus trabajos teóricos
fundamentales, donde la reflexión básica versaba sobre la sociedad capitalista.
Todas las ideas de Marx sobre el comunismo y el socialismo deben entenderse en
ese contexto y analizarse sobre la base de su teoría de la sociedad
capitalista, que él expuso sobre todo en El capital (1867, 1885, 1894, incluido
su volumen cuarto, que es la historia de las Teorías de la plusvalía: Marx,
1862-3), y en los trabajos preparatorios que condujeron a él, en especial la
Contribución a la crítica de la economía política (Marx, 1859) y los Grundrisse
(1857-58)” (Guerrero, 2007)
“Incluso más importante que las afirmaciones
explícitas de Marx sobre la nueva sociedad lo es la fuerza global de su crítica
de la economía política. Aún siendo cierto que dedicó su energía teórica a ‘el
análisis crítico de los hechos presentes, en lugar de escribir recetas … para
las cocinas del futuro’ (epílogo a la segunda edición de El Capital), la
crítica que él practicaba no era la mera crítica social negativa. Era un camino
hacia lo positivo. Él ayudó a clarificar lo que es el capital y cómo opera, y
mostró que las alternativas de izquierdas fallarían mientras se limitaran a
combatir las manifestaciones exteriores en lugar de al capital mismo. Al hacer
esto, ayudó a clarificar lo que la nueva sociedad no debe y no puede ser – lo
que ya es tanto como decirnos bastante sobre lo que debe ser y será. ‘Toda
negación es determinación’ (Marx, borrador del Vol. II de El Capital).”
(Kliman, 2004)
Así, con más posibilidades en nuestras manos, presentamos una modesta relación
de textos, actuales y en castellano, que tratan de aportar reflexiones,
destellos, técnicas o modelos sobre el comunismo en Marx. Y decir el comunismo
en Marx no es una redundancia, pues deja fuera falsas propuestas no marxistas
como el socialismo de mercado, la mera propiedad estatal de los medios de
producción (necesaria pero no suficiente) (Nieto, Catalá, 2016) o la ausencia
de control efectivo de los trabajadores. En cualquier caso, creemos que sería
de aplicación general la advertencia que el propio Guerrero realiza sobre su
trabajo: “el enfoque que utilizaremos en nuestro análisis se inspira en la
teoría de Marx, pero lo hace de la única manera legítima en que creemos que es
posible hacer esto, es decir, presentándolo al mismo tiempo como una
determinada interpretación personal que el autor ofrece de esa teoría, sin
pretender que sea la única posible”. Es decir, las propuestas que nos hacen
estos autores son una invitación a empezar el trabajo y la discusión, algo que
se pone de manifiesto en determinadas discrepancias entre ellos; en ningún caso
hay que considerarlo una propuesta cerrada para adoptar ciegamente.
Manos a la obra
La idea de hacer el monográfico de formación sobre este tema surgió tal y como
se cuenta al principio de este documento. Una de estas veces en la que alguien
plantea, al estudiar un aspecto del capitalismo, que no ve muy claro cómo se
podría hacer de otra manera, un par de camaradas recordaron haber leído un
libro reciente que dedicaba su último capítulo a presentar para el debate
ciertas propuestas para una sociedad comunista basada en criterios marxistas
(Nieto, 2015). Uno de ellos se comprometió a preparar una exposición sobre el
tema y, tras recopilar material más variado, la sesión inicialmente planeada se
convirtió unos meses más tarde en un monográfico de seis sesiones con un debate
muy participativo. En esta sección os presentamos alguno de los puntos clave de
estas reuniones por si os pueden ser de ayuda para organizarlas en vuestro
grupo o para abordar la lectura en solitario.
Lo primero que hay que aclarar es que una sesión de este tipo abre las puertas
a muchos aprendizajes colaterales. Y afrontarlos desde un punto de vista
constructivo (con el interés de estar planeando la economía que a ti te
interesa) hace a los participantes más receptivos a captar determinados
conceptos generales que cuando se hace a partir de la crítica al capitalismo.
Por ejemplo, el objetivo de la ciencia económica -resolver cómo la sociedad
produce y distribuye los medios con los que se regenera-, o la idea del
excedente -que no es exclusivo del capitalismo si queremos que esa sociedad
tenga más comodidades o trabaje menos en el futuro-, son conceptos que se fijan
solos si los asimilas como un objetivo del modelo de economía que tú mismo
estas construyendo.
El texto de Nieto es muy didáctico en este sentido al relacionar todas estas
categorías con decisiones que la sociedad comunista debe resolver
democráticamente. Así entramos en la planificación de alto nivel, donde
decidimos cómo repartir el producto anual neto entre inversión, servicios
públicos y consumo; reparto que da pie a explicar estos conceptos y las
posibilidades de jugar con ellos según queramos orientar nuestra economía. Pasa
igual con la duración de la jornada laboral o la edad de jubilación, factores
que afectan al volumen de la fuerza de trabajo de que se dispone en un momento
dado para resolver el trabajo social deseado. En este punto ya se enfrentan los
participantes con las primeras decisiones difíciles, pues comprueban que todas
las variables están relacionadas y que, por ejemplo, sacrificar la partida de
inversión para conseguir una jornada laboral más corta supone renunciar a los
planes de crecimiento que permitirían el desarrollo que deseábamos para el año
próximo. Se rompe así la falsa ilusión de una liberación del capitalismo para
hacer cada uno -el individuo o su grupo- “lo que le dé la gana” (problema
planteado en Kliman 2006) y se introduce el concepto de plan colectivo y
democrático.
En el
aspecto técnico de la planificación, Nieto se remite a los trabajos de
Cockshott y Cottrell, dos académicos galeses que llevan treinta años
defendiendo la viabilidad de la planificación económica socialista apoyada en
la capacidad de cálculo y las comunicaciones actuales. Aunque su trabajo tiene
un fuerte componente matemático, tienen la rara habilidad de escribir para la
divulgación entre la gente normal, y no solo para que les entiendan otros
intelectuales. Frente al mecanismo ciego del mercado, sus modelos permiten
planificar de acuerdo a los medios materiales con los que se cuenta al empezar,
a las horas de trabajo disponibles socialmente e, incluso, con respecto a
variables tales como la minimización del impacto ambiental. No solo eso, la planificación
potenciada por la técnica actual tiene además una característica que desmonta
un tópico en su contra: durante la duración del período cubierto por el plan se
están recibiendo señales continuas de las preferencias de los consumidores, lo
que permite reaccionar sobre la marcha y hacer ajustes dinámicos y finos de la
producción para adaptar la previsión a la demanda real.
Además, los textos de Cockshott y Cottrell tienen un añadido muy interesante, y
es que se apoyan continuamente en ejemplos de problemas reales de la economía
soviética para investigar cuál podría ser su causa más probable y comprobar si
su propuesta los evitaría. Consiguen hacerlo de una forma bastante ecuánime,
explicando qué problemas se debían a los medios de la época, qué figuras se
dieron cuenta -en muchos casos técnicos, matemáticos o economistas anónimos-,
cómo intentaron solucionarlos y con qué resultados, etc. En cualquier caso, y
dado que es un tema que mucha gente tiene ganas de tratar, en las sesiones que
se realizaron hubo que recordar en varias ocasiones a los participantes que el
objetivo era explorar posibles modelos de comunismo futuro, intentando buscar
el balanceo que permitiera aprender del pasado sin quedarse en él. No en vano,
Marx solo vivió la experiencia de la Comuna de París, de la cual extrajo
numerosas enseñanzas; nosotros partimos de un conjunto de experiencias mucho
más amplio y complejo, con modelos muy distintos como los de la URSS,
Yugoslavia, China, etc.
Uno de los problemas que más preocupa a los economistas marxistas, y que ha
sido constatado en la práctica, es el del incremento de la productividad y de
la innovación. El capitalismo no tiene que hacer nada especial para favorecer
esta carrera, está implícita en la lógica que lo gobierna: la competencia entre
capitalistas les lleva a intentar reducir costes aplicando tecnología
ahorradora de trabajo. En el capitalismo y en el comunismo la clase beneficiada
será distinta, pero el interés en estas dos variables es igual de vital. El
ahorro en tiempo de trabajo del capitalista incrementa su beneficio privado al
vender más, mientras condena a más trabajadores al desempleo. En la sociedad
comunista el trabajo cada vez más automatizado redundaría, según la decisión de
la sociedad, en mayor tiempo libre para los trabajadores (rebaja de la jornada
laboral o de la edad de jubilación), en más artículos de consumo o en desviar
los recursos para aumentar la disponibilidad de otros bienes o nivelar el
desarrollo de otras regiones.
Este interés por el incremento de la productividad, el ahorro de tiempo de
trabajo y el fomento de la innovación es el que lleva a Diego Guerrero a
presentar una propuesta en la que el plan global deja más libertad a los
niveles de decisión inferiores: los representados por empresas y trabajadores.
Para ello, comienza aclarando determinados conceptos que parecen,
equivocadamente, asociados al capitalismo, como es el concepto de empresa.
Guerrero nos presenta un sistema en el que las empresas socialistas se pueden
crear o quebrar (siendo sus trabajadores reubicados en otras empresas) y están
en continua innovación por diferenciarse unas de otras en la producción al
menor coste en horas de trabajo. Un sistema en el que hay inversión disponible
para aquellas ideas que superan un estudio de viabilidad y proponen nuevas
líneas de productos con demanda social potencial o para tecnologías que ahorran
trabajo. Guerrero se apoya en la medición y remuneración de costes en horas de
trabajo -de lo que hablaremos luego- para explicar porqué su sistema no
desarrolla el mercado ni la explotación. En cualquier caso, esta propuesta no
es sustitutiva de la defendida por Nieto, Cockshott y Cottrell, sino que la
corrige en varios aspectos y aboga por un balanceo distinto de la
planificación.
Antes de abandonar el tema de la planificación hagamos una precisión. Nunca
debemos olvidar que el cometido de la planificación es el de proporcionar las
herramientas con las que evaluar la viabilidad de los objetivos que,
democráticamente, queremos marcarnos y, tras su aprobación, disponer los
recursos necesarios y medir el cumplimiento. La planificación no es un fin en
sí misma. En concreto, no es tarea de la planificación ni del cuerpo técnico
que ayuda a desarrollarla el plantear ellos mismos los objetivos que hay que
perseguir. Los objetivos son decisión democrática de toda la ciudadanía, o sea,
de los trabajadores, “pues en el comunismo se identifican trabajador
y ciudadano” (Guerrero). Si no, caeríamos en un sistema en el que “el
socialismo es reducido a ingeniería social por un Poder situado por encima de
la sociedad. Una vez más, no se trata de negar que el socialismo efectivo
requiera una planificación global […]; pero la reducción del
socialismo a la producción planificada es algo totalmente diferente.” (Draper,
2016; énfasis en el original). Si no supiéramos establecer y defender esta
distinción acabaríamos bajo el control de una burocracia o de una tecnocracia.
El caso de la productividad y la innovación es uno los múltiples problemas que
los asistentes plantean durante la sesión. En algunos casos las preguntas se
exponen con un poco de vergüenza, pues pueden parecer tópicos, como la pregunta
de qué hacemos con los que no quieran trabajar. Sin embargo, un economista
marxista de renombre como Kliman no menosprecia la pregunta: “El problema del
fingimiento del tiempo y esfuerzo de trabajo es muy difícil de resolver.”
(Kliman 2006). En conjunto, entre todos los autores se aportan muchos enfoques
con los que abordar estos problemas y otros, muchas veces dando la vuelta al
argumento y demostrando que algunas de estas dudas surgen de trasladar
tramposamente al comunismo la forma de pensar del capitalismo.
Antes de terminar este repaso, no queremos dejar de subrayar dos puntos comunes
a todas las propuestas presentadas.
Todos los autores incluyen en sus textos algún desarrollo sobre el tránsito de
una sociedad capitalista a una comunista. Todos siguen el enfoque marxista de
la caracterización del Estado actual como un Estado de clase, cuya superación
requiere de la ruptura revolucionaria. Kliman (2004) lo hace desde un punto de
vista más filosófico, planteando la imposibilidad teórica de un socialismo que
se geste poco a poco dentro de un capitalismo que siempre tiene ambición
global. Por su parte, tanto Nieto como Guerrero explican además las fases en
que tradicionalmente se divide ese postcapitalismo: a) la fase de
inestabilidad sería una fase -necesariamente corta- en la que las
fuerzas de las antiguas clases aún combaten abiertamente contra la nueva
sociedad; en ella los trabajadores tendrán que elegir de forma táctica a quién
se combate y con quién se establecen alianzas temporales; b) el comunismo
de transición es la fase que tradicionalmente se ha llamado con el
nombre de socialismo (paso previo al comunismo),
una fase en la que el comunismo como tal aún no se da, pues sigue activo el
conflicto con los restos materiales y mentales de la antigua sociedad; y c) la
anterior fase de transición debe dar lugar a un desarrollo de los medios de
producción y a una interiorización del nuevo sistema que posibiliten la llegada
al comunismo puro. Las características definitivas de ese sistema
comunista final dependerá en gran medida de lo que aprendan y experimenten
aquellos a los que les toque ponerlo en marcha; por lo que respecta a nuestro
ámbito de acción, los modelos que aquí presentamos se enmarcan dentro de la
fase b, la de comunismo de transición o socialismo. Además de
contar con la explicación detallada que ofrecen los textos de la bibliografía,
recordamos que los escritos en los que Marx y Engels caracterizan el Estado
burgués sí son abundantes y explícitos. Se puede encontrar una recopilación en la
sección de formación del EEC.
Por último, señalar un elemento que, pese a estar presente en el breve párrafo
de Marx que todo el mundo menciona, no ha podido ser puesto en práctica todavía
en ninguna experiencia real que se haya denominado socialista. Y es un elemento
que todos los autores aquí recogidos incluyen en sus propuestas actuales. Nos
estamos refiriendo a realizar la contabilidad social, la planificación y el
pago a los trabajadores en horas de trabajo, no en dinero. Cuando tuvieron
lugar las primeras discusiones de los economistas soviéticos en los años 20 del
siglo pasado, la cuestión se despachaba en segundos: para los medios técnicos
de aquella época la idea era de ciencia ficción. En su lugar, se siguió
manejando el dinero y, mientras la planificación se centraba en materias primas
y bienes de producción, se llevó a cabo en especie. Hoy en día, la computación
y las comunicaciones permitirían por primera vez realizar esa propuesta a una
escala global. La lista de implicaciones, incertidumbres y posibilidades se desgrana
en los textos recomendados y no vamos a resumirla aquí, pero ya el hecho de
eliminar el fetichismo del dinero y sacar a la superficie que lo que aporto y
recibo de la sociedad es tiempo de trabajo, mío y de otros, abre vías que a
cualquier marxista le gustaría explorar.
Una vez hecha esta exposición genérica y abierta, creemos que queda patente que
no tienen sentido las críticas que acusan de vanguardismo a la propuesta de
iniciar ya la reflexión y el debate sobre la futura sociedad comunista (recogidas
en Kliman 2004). Dejar a la espontaneidad del día después de la revolución el
comenzar a pensar sobre cómo organizar la economía no es antivanguardismo,
sería más bien crear el caldo de cultivo para que en ese momento se desarrollen
el oportunismo, el caudillismo o la vuelta al mercado. Este momento es tan
bueno como cualquier otro para “empezar a desarrollar el necesario análisis
comparativo entre la sociedad capitalista y la postcapitalista, o comunista,
puesto que una comprensión de las diferencias básicas que resultan de dicha
comparación es uno de los bagajes más importantes que debe conocer cualquier
ciudadano interesado en la superación efectiva del capitalismo, al menos si
quiere contribuir a la construcción social positiva sabiendo hacia dónde se
dirigen sus esfuerzos y los de sus iguales, en vez de hacerlo a ciegas”
(Guerrero, 2007)
Comisión de Formación del EEC. Septiembre de 2018.
Bibliografía
Los textos están listados -y enlazados si ha sido posible- en la página web del
monográfico salvo
mención en contra. Además, muchas de las obras aquí recogidas tienen a su vez
una extensa bibliografía que permite ampliar mucho las lecturas, aunque gran parte
de ese otro material suele estar en inglés.
Draper,
Hal. El socialismo desde abajo. 2016. Maia ediciones. No incluido
en el monográfico.
Guerrero,
Diego. 2007. Valores, precios y mercados en el postcapitalismo.
Guerrero, Diego. Valores,
precios y mercado en el postcapitalismo. Una interpretación económica del
comunismo en Marx. Parte 1 y parte 2. Revista Laberinto, nº 25, 26 y
27. 2007- 2008
Kliman,
Andrew. 2004. Alternativas al Capitalismo: ¿Qué Ocurre Tras la
Revolución?.
-
2006. No solo con la política.
Nieto, Maxi;
Catalá, Lluís. 2016. Reabriendo el debate sobre
la planificación socialista de la economía.
Lecturas
básicas
Las citas de
Marx
Como se
explica en la introducción, Marx no dejó textos completos que delinearan una
propuesta de modelo de economía y sociedad comunistas. En la propia
introducción y en los textos de los autores recomendados encontrarás los
motivos que pudieron llevar a Marx a actuar así. No obstante, también
encontrarás varios autores que defienden que es posible encontrar información
dispersa en toda su obra, en muchos casos como reverso de su crítica a la
economía política -es decir, de su crítica al capitalismo-.
Aún así, hay
unos párrafos en dos obras importantes en los que Marx sí que se muestra
explícito al respecto. En varios de los documentos recomendados veremos las
grandes implicaciones de estos pequeños extractos cuando se ponen a la luz de
la obra completa del autor. Algunos de los autores también tratarán de evaluar
si las experiencias de socialismo que se han dado en el mundo desde principios
del siglo XX tuvieron la capacidad y la voluntad de ajustarse a los criterios
esbozados en estos párrafos.
Marx, Karl. El capital, libro
I, capítulo 1. 1867. Traducción de Pedro Scaron. Editorial Siglo XXI.
Accesible en versión electrónica de la
UCM.
El siguiente
fragmento de El capital se da en el contexto de un repaso a los medios de
producción anteriores al capitalismo, como vislumbre de una alternativa futura
a este:
"Imaginémonos
finalmente [...] una asociación de hombres libres que trabajen con medios de
producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo
individuales como una fuerza de trabajo social. [...] El producto todo de la
asociación es un producto social. Una parte de éste presta servicios de nuevo
como medios de producción. No deja de ser social. Pero los miembros de la
asociación consumen otra parte en calidad de medios de subsistencia. Es
necesario, pues, distribuirla entre los mismos. El tipo de esa distribución
variará con el tipo particular del propio organismo social de producción y
según el correspondiente nivel histórico de desarrollo de los productores.
[...] supongamos que la participación de cada productor en los medios
de subsistencia esté determinada por su tiempo de trabajo. Por consiguiente, el
tiempo de trabajo desempeñaría un papel doble. Su distribución, socialmente
planificada, regulará la proporción adecuada entre las varias funciones
laborales y las diversas necesidades. Por otra parte, el tiempo de trabajo
servirá a la vez como medida de la participación individual del productor en el
trabajo común, y también, por ende, de la parte individualmente consumible del
producto común. Las relaciones sociales de los hombres con sus trabajos y
con los productos de éstos, siguen siendo aquí diáfanamente sencillas, tanto en
lo que respecta a la producción como en lo que atañe a la distribución.
[...] La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso material
de producción, sólo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de
hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control planificado
y consciente. Para ello, sin embargo, se requiere una base material de la
sociedad o una serie de condiciones materiales de existencia, que son a su vez,
ellas mismas, el producto natural de una prolongada y penosa historia.
evolutiva." (énfasis añadido)
Ocho años
más tarde, Marx realiza en este texto una crítica del programa del naciente
partido obrero unificado de Alemania. Ante las propuestas confusas o suavizadas
del sector lassalleano, Marx opta por esbozar en un párrafo los grandes rasgos
de una contabilidad social basada en el tiempo de trabajo, pero no en el valor.
Es muy recomendable leer el texto completo, pues solo siguiendo la crítica que
va construyendo Marx alrededor del texto original se alcanza a comprender la
radicalidad de su propuesta.
"el
productor individual obtiene de la sociedad —después de hechas las obligadas
deducciones— exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la
sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social
de trabajo se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo
individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada
social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le
entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo
(después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono
saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la
cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la
sociedad bajo una forma, la recibe de ésta bajo otra distinta."
Los trabajos
actuales
Nieto, Maxi. Catalá,
Lluis. Reabriendo el debate sobre
la planificación socialista de la economía. 2016. Revista de economía crítica,
nº 21.
Se puede
decir que es una suerte contar en nuestro idioma con uno de los pocos estudioso
que, a nivel internacional, ha asumido la tarea de investigar y defender en
nuestros días la planificación socialista. Maxi Nieto publicó en 2015 el
libro Cómo funciona la economía
capitalista (Ed. Escolar y Mayo, 2015). Incluía
un apéndice en el que sintentizaba las ideas de Marx sobre la sociedad y
economía comunista, analizaba a la luz de ellas los socialismos
"reales" y las supuestas alternativas socialdemócratas del pasado
siglo y, por último, presentaba una nueva propuesta que aprende de los errores
del pasado y aprovecha las nuevas posibilidades técnicas. El artículo que aquí
enlazamos es un resumen de ese apéndice centrado en el último de los tres
puntos -y quizás un poco suavizado para una difusión académica o generalista-.
En palabras de Nieto: "Hemos indicado ya en qué sentido el análisis de Marx del funcionamiento del modo de producción capitalista [...] es un análisis que proporciona también los fundamentos para desarrollar una alternativa emancipadora que, sobre las bases de la propiedad colectiva de las condiciones de producción, sea capaz de hacer realidad el autogobierno de la sociedad, o como apunta el Manifiesto, 'la conquista de la democracia'. Pero para que el comunismo marxista no devenga mera especulación utópica, el reto que se le plantea en el contexto de las sociedades complejas actuales es demostrar que se trata de una alternativa no solo deseable [...] sino también institucionalmente viable, explicando cómo podría funcionar otro sistema de producción y asignación de recursos sin repetir los errores de experiencias pasadas." (Ciber-comunismo, 2018, Ed. Trotta. Énfasis en el original.)
La propuesta de Nieto se declara seguidora en el aspecto técnico del trabajo de Cockshott y Cottrell (ver siguiente texto recomendado), y se encarga de presentar para la discusión colectiva un "marco social y político de individuos libres e iguales, sin servidumbres ni opresiones de ningún tipo y donde nadie disponga de mayor capacidad de decisión que ningún otro [...]. La clave institucional de este proyecto liberador es la propiedad social [...] sobre los medios de producción, pues solo sobre la base de una producción altamente socializada es posible dominar el mecanismo económico de asignación [...] así como disponer colectivamente del excedente social, todo lo cual ha de permitir regular de manera consciente el proceso económico global mediante un plan." (ibid.)
Cottrell, Allin. Cockshott,
Paul. Computadores y democracia
económica. Revista de
economía institucional, vol 10, nº 19.
Cockshott
(economista) y Cottrell (economista e informático) merecen nuestro
reconocimiento a su perseverancia. Desde la segunda mitad de los años 80 vienen
defendiendo de forma regular y actualizada las posibilidades y virtudes de la
planificación socialista aliada con los avances de la computación y las
comunicaciones. Hacer esto en la época de Gorbachov ya era ir a contracorriente,
pero haber mantenido y mejorado este discurso durante todas estas décadas de
apisonadora neoliberal y descrédito del socialismo es digno de respeto.
Tienen el
mérito de escribir sobre temas difíciles -como son la economía, las matemáticas
y la computación- de una forma divulgativa. Además, un aliciente en su obra es
que hacen un análisis equilibrado y constructivo de la experiencia de la Unión
Soviética. Exponen con franqueza los problemas que allí se daban, lo que es
imprescindible para poder avanzar, pero también evalúan siempre los progresos y
las limitaciones materiales o técnicas, lo que permite comprender por qué algo
puede no funcionar en un momento o en una forma dada, sin que ello implique una
imposibilidad intrínseca.
El texto que
aquí presentamos sirve para introducirse en su propuesta. Si se desea
profundizar, su primer libro publicado sobre el tema fue el famoso Hacia
un nuevo socialismo, que se publicó por primera vez en 1993 (disponible en castellano por cortesía de la Universidad
de Glasgow).
Guerrero, Diego. Valores,
precios y mercado en el postcapitalismo. Una interpretación económica del
comunismo en Marx. Parte 1 y parte 2. Revista Laberinto, nº 25, 26 y 27.
Ya incluímos
a Diego Guerrero en la lista de autores recomendados cuando hablamos de El
capital y la ley del valor. Este texto que presentamos ahora en dos partes
tiene un tono más técnico que divulgativo, pero aún así hemos considerado
conveniente incluirlo por dos motivos. Primero, porque en su introducción abre
el debate general por vías más ámplias que las normalmente aceptadas cuando se
habla de socialismo. En segundo lugar, porque se centra en uno de los aspectos
más importantes -y, sin embargo, minusvalorado- cuando se piensa en la sociedad
comunista: la importancia de la búsqueda de la productividad y de la innovación
(no confundir con el productivismo).
Guerrero
entra en un terreno que podría parecer provocador: el papel de las empresas en
el socialismo. Y lo hace con todo el cuidado de que su planteamiento no se
confunda con el socialismo de mercado, el modelo yugoslavo ni la convivencia
del mercado con el plan. En realidad, en lo que está haciendo hincapie es en la
máxima descentralización de la planificación tal y como se ha presentado en los
textos de los autores anteriores. Así, en palabras de Guerrero: "En
nuestra opinión, lo que se mantiene y debe mantener en la fase C-I [fase
de transición del capitalismo al comunismo. N.del.E] no es el mercado
sino una forma descentralizada de gestión de la demanda y de la planificación,
que no es sino un «sistema de decisión descentralizada» que debe ser compatible
con el sistema de decisión centralizada en que consiste la clásica
planificación. Pero como son evidentes los parecidos entre esa
descentralización y el mercado, algo que de entrada no es fácil de aceptar por los
marxistas mayoritarios, hay que explicar por qué razón lo que proponemos no es
encontrar un nombre con el fin de disfrazar una oculta defensa del
mercado."
Bibliografía
ampliada
Kliman, Andrew. Dos textos publicados
en su página web: Alternativas al capitalismo (2004) y No sólo con la política (2006) y traducidos por
nosotros mismos. En cada uno de los textos puedes encontrar el enlace al
original en inglés.
En estos dos
artículos, el economista Andrew Kliman no propone un modelo concreto de
economía y sociedad comunista, sino que intenta argumentar la necesidad y la
forma de abrir la discusión. Bajo su punto de vista, la negativa de los
comunistas a iniciar este debate -una negativa que analiza y critica- deja a la
sociedad sin motivo por el que luchar, sin modelo de sociedad por la que
reemplazar la actual. Pero, desde su perspectiva materialista, a Kliman no le
vale cualquier propuesta. No minimiza la dificultad de la tarea, y plantea unos
requerimientos específicos que cualquier modelo a discutir debiera superar. No
se trata ya de dejar a un lado idealismos o utopías, sino de construir una
sociedad sin clases ni explotación que se sustente a largo plazo sin
inestabilidades internas que la hagan volver al capitalismo. En su opinión
-como en el caso del resto de autores-, la crítica de Marx al capitalismo nos
da una base sólida para comenzar la discusión.
Lebowitz, Michael. Lecciones de la autogestión
yugoslava. 2004.
Ponencia para el Encuentro Mundial de Solidaridad con la Revolución Bolivariana
en Caracas.
En los
textos del resto de los autores se hace un análisis crítico de los problemas
económicos y sociales que se desarrollaron en la Unión Soviética a medida que
el sistema de planificación burocrático debía pasar de la producción de bienes
primarios a la producción de bienes de consumo. En la antigua Yugoslavia se
ensayó un sistema muy diferente que dio lugar a otro tipo de problemas no menos
serios. Dado que esta experiencia no aparece explicada en ninguno de los
textos, enlazamos a un breve guión de Lebowitz que presenta de manera muy
resumida las características y la evolución del modelo yugoslavo.
Cottrell, Allin. Nieto,
Maxi. Ciber-comunismo. 2018. Ed. Trotta.
Este libro
de reciente aparición supone ya una colaboración directa entre Nieto y
Cottrell. No hay mucho material nuevo. En lo referente a la fundamentación
política y económica, Nieto pone en limpio la propuesta que realizó en el
apéndice de su libro de 2015. En la parte de la propuesta técnica, no se
vuelven a repetir las explicaciones detalladas que aparecen en Hacia un
nuevo socialismo o en el artículo Computadores y democracia
económica, pero sí se hace mención a tecnologías de reciente aparición que
no hacen sino reforzar la viabilidad de la planificación que Cockshott y
Cottrell ya veían factible hace treinta años. Donde el libro sí que aporta
novedades es en la potente respuesta que ambos autores dedican a la escuela de
economía austriaca, que desde los años veinte del pasado siglo intenta
demostrar que la planificación económica no es apta para gestionar una economía
avanzada.
Si lees los
textos de Kliman o de Maxi Nieto, te darás cuenta de la importancia que juega
el análisis del papel del Estado como soporte del capitalismo. Ambos autores
argumentan que la nueva sociedad debe surgir necesariamente de bases
revolucionarias, pues no es posible una transición gradual del capitalismo al
comunismo. No en vano el fragmento más explícito de Marx aparece en un texto,
la Crítica al programa de Gotha, en el que se cuestiona un programa
de partido que quiere navegar entre dos aguas. En la sección de nuestra web que
dedicamos a formación sobre la teoría del estado en el marxismo podrás
encontrar los textos clave sobre el tema.
Guerrero,
Diego. Valores, precios y mercado en el postcapitalismo. Una
interpretación económica del comunismo en Marx. Parte
1 y parte
2. Revista Laberinto, nº 25, 26 y 27. 2007- 2008
“Recuérdese
que este sistema distributivo no es el que corresponde a la sociedad C-II que
tenía en mente Marx en famosa crítica del programa de Gotha, sino a la sociedad
C-I, una sociedad comunista que se organiza a partir de las condiciones
capitalistas de las cuales ha nacido y en la que no se ha sobrepasado todavía
«el estrecho horizonte del derecho burgués». Para decirlo con las palabras de
Marx: si estuviéramos en C-II la norma imperante sería «De cada cual, según su capacidad, a cada cual, según sus necesidades»,
pero en C-I todavía regirá una norma inferior, menos desarrollada, que reza así:
«De cada cual según su capacidad, a cada
cual según su trabajo» (Marx, 1875).”
Rosa
Luxemburgo. La socialización de la Sociedad o ¿Cuál es el bolchevismo?
(Diciembre de 1918)
“El concepto de valor intrínseco de Marx”: Andrew Kliman
Andrew Kliman
La caída de
la tasa de ganancias y el fracaso de la producción capitalista. Entrevista
07/04/2013
David Harvey y Andrew Kliman.
Un debate entre dos modos de entender
la teoría de las crisis y el alcance y la vigencia de la ley del descenso
tendencial de la tasa de ganancia de K. Marx
Índice de
contenidos
Un debate entre dos modos de entender la
teoría de las crisis y el alcance y la vigencia de la ley del descenso
tendencial de la tasa de ganancia de K. Marx…
1
Teoría de la
crisis y la caída de la tasa de ganancia, por David Harvey… 2
Harvey
contra Marx sobre las crisis del capitalismo, parte 1: malinterpretando a Marx,
por Andrew Kliman….19
Harvey
contra Marx sobre las crisis del capitalismo, parte 2: malinterpretando la
rentabilidad, por Andrew Kliman… 27
La
naturaleza del capital – una respuesta a Andrew Kliman, por David Harvey… 34
Harvey
contra Marx sobre las crisis del capitalismo, parte 3: una réplica, por Andrew
Kliman. … 40
V. I.
LENIN. EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN
Karl Marx “Glosas Marginales Al Tratado de Economía Política de Adolph
Wagner”
Karl Marx y Friedrich Engels: Manuscritos económicos y filosóficos de
1844. Los Cuadernos de París 1844.Los Anales franco-alemanes. En defensa de la
libertad(Los artículos de La Gaceta Renana 1842-1843). Escritos de Juventud
1835-1844. Nueva Gaceta Renana (1848-1849). Elementos Fundamentales para la
Crítica de la Economía Política de Karl Marx. (1857-1858) Grundrisse Tomo 1,2 y
3. Contribución a la Contribución a la Crítica de la Economía Política
1858-1859 y bibliografía complementaria.
K. Marx, El Capital
TOMO I "El proceso de producción del
capital"
TOMO II "El proceso de circulación del capital"
TOMO III "El proceso global de la producción
capitalista"
Carlos Marx, Teoría sobre la plusvalía Tomo I
Carlos Marx, Teoría sobre la plusvalía Tomo II
[1861-1863] Karl Marx. Teorías sobre la plusvalía III
Carlos Marx “Teorías sobré la plusvalía”
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