Sábado, 19 de Enero de 2013 02:00
Harto y cansado acaba uno de los
discursos seudoizquierdistas que pretenden revestir de crítica al nacionalismo
lo que en esencia no es más que una defensa a ultranza de la única nación que
reconocen como válida y con derecho a decidir: España.
Son dogmáticos, antimarxistas, antidialécticos. Se quedaron en el siglo XIX
y de ahí no pasan. Abordan sus análisis de la cuestión nacional con una
sobradez y unas ganas de dar lecciones que desafía toda lógica discursiva. Abusan
de su concepción preconcebida del nacionalismo y la convierten en una verdad de
validez universal. Pero no nos engañan.
De entrada, cometen exactamente el mismo error que dicen criticar. Asumen
una visión única de la realidad y canalizan a través de ella todo su discurso.
No admiten luchas entre contrarios ni análisis de lo concreto. Simplemente
equiparan en un mismo marco de actuación, de pensamiento y de acción a todo
aquello cuanto huela a nacionalismo. En su delirio, equiparan el patriotismo del
obrero con consciencia nacional y de clase con el patriotismo de la burguesía.
A Chávez con Capriles, a Fidel con Gloria Estefan. Al nacionalismo del PNV con
el de la Izquierda abertzale, al de CiU con el de las CUP, al del Partido
Andalucista con el del SAT. Para ellos, todos son lo mismo.
Dicen no entender que se quieran construir nuevos estados, pero acaban
remitiendo al estado español como marco de acción para la lucha revolucionaria,
como único ámbito posible para poder entender la lucha del obrero, organizado,
como lucha de clases dentro del estado español. Federalistas, se dicen.
Las luchas de liberación nacional son para ellos válidas en Argelia,
Palestina o el Congo, pero se convierten en nacionalismo burgués si se mueven
dentro de los ámbitos del estado español. Si Cuba o Venezuela abrazan su
bandera nacional para defenderse del imperialismo, para combatir al capitalismo
internacional, son ejemplo para la izquierda, pero si se hace desde Catalunya,
Euskal Herria, Galiza, Canarias o Andalucía pasa automáticamente a ser todo lo
contrario: ejemplo de lo que no debe ser la izquierda. Porque ellos lo valen.
Tejen complejos discursos sobre la naturaleza humana y remiten al
internacionalismo proletario como justificador de todos sus planteamientos.
Como si el internacionalismo, aquello de la unidad de todos los proletarios del
mundo, anulara el hecho de poder tomar un determinado territorio nacional,
aunque no estuviese reconocido como estado, como marco de lucha. Como si por
sentirse miembro de una determinada nación le impidiese a uno luchar, dentro de
ella, contra las imposiciones de la burguesía, nacional e internacional, en
dicho territorio. Como si no se pudiese a una misma vez levantar la bandera
nacional y atacar con ella a la burguesía patria.
Sus análisis son genéricos, todo lo contrario de lo que debe ser un
correcto análisis marxista, que debe ir, antes que nada, a lo concreto, sin
asumir prejuicios previos que puedan condicionar la forma de acercar el
materialismo dialéctico a la realidad concreta de una determinado pueblo y su
lucha por la liberación nacional, con la consecuente lucha de clases que,
también a nivel interno, ello implica. Otorgan, porque sí, el liderazgo de
tales procesos a la burguesía y arrebatan a la clases trabajadoras toda capacidad
de liderar y hacer suyo el movimiento, sin más justificación que sus propios
prejuicios antinacionalistas, su propio españolismo.
Dicen reconocer el derecho a decidir de los pueblos, pero se oponen a que
tales pueblos puedan ejercer, de facto, tal derecho, no solo mediante las
urnas, sino en el día a día de la lucha de clases, en las movilizaciones
populares y los conflictos sociales y políticos del momento. Abordan la
cuestión nacional, en definitiva, sobre sus propios marcos mentales y no sobre
la realidad social.
Los obreros del mundo deben caminar todos juntos de la mano, defender un
mismo proyecto de sociedad y un mismo modelo de mundo. Pero eso no será posible
hasta que cada pueblo, cada nación, tenga capacidad para decidir libremente su
futuro. Nunca será posible unir donde lo que se pretende es otorgar a unos
pueblos más derechos que a otros. Donde lo que se quiere es anular los
movimientos populares que alzan banderas nacionalistas mediante la imposición
de una bandera estatal en nombre de una supuesta lucha de clases colectiva que
ni es igual ni se da de la misma manera en cada territorio. No por casualidad
hoy en día las filas de la izquierda nacionalista en Catalunya o Euskal Herria
está repleta de hijos de emigrantes de otras partes del estado, ni la burguesía
andaluza es principalmente de ascendencia no andaluza. Pero ellos no lo
entienden.
Si la unidad proletaria es eso: que yo tenga que renunciar a luchar por
defender los derechos nacionales de Andalucía, bajo un proyecto socialista y
revolucionario, en nombre de una supuesta unidad de la clase trabajadora en el
marco global del estado español, conmigo que no cuenten. En lo concreto, España
es el rostro que para Andalucía asume el imperialismo y el capitalismo. Nunca
renunciaré a levantar mi bandera blanca y verde en contra de esa España. Porque
sin salir de ella, Andalucía no tiene futuro y aquí solo gana la burguesía. Si
quieren unidad, que respeten nuestros derechos a sentirnos parte de la tierra
que nos vio nacer y a defenderla desde lo concreto de la realidad de nuestra
tierra. Si no lo aceptan, no son nuestros aliados de clase, son nuestros
enemigos.
Aliados de clase son quienes no miran qué bandera levantas, sino el
proyecto de sociedad que defiendes, la ideología que te acompaña y, sobre todo,
los enemigos a los que, con tu nacionalismo, combates. Y con la nuestra estamos
hartos de darle en la cabeza a la Duquesa de Alba, esa española. Como a la
burguesía andaluza y a todo lo que huela a capitalismo en Andalucía, empezando,
claro, por las diversas formas de España, monárquicas o republicanas, que nos
ha tocado sufrir durante estos últimos cinco siglos de historia. A la de la
conquista de Granada y a la de Casas Viejas. A la de los Reyes Católicos y a la
de Azaña. Nunca ninguna quiso liberar a Andalucía del capitalismo. Todo lo
contrario. Todas ellas nos condenaron, en sus proyectos estatales, a ser
colonia del imperialismo.
Nuestros aliados de clase están en la ocupación de Somonte, como lo estaban
en las ocupaciones de tierras en la República, se hicieran o no se hicieran con
una bandera andaluza. Nuestros aliados de clases marchan por las carreteras
reivindicando soberanía y acabar con la explotación del hombre por el hombre,
incluso cuando, aceptando que alcemos nuestras banderas, llevan su bandera
republicana o su roja y negra anarquista. Esos son nuestros aliados de clase.
Los que pretenden decirnos cómo debemos sentirnos, qué banderas debemos o no
debemos alzar, los que se atreven a darnos lecciones y nos tratan como si solo
ellos conocieran la verdad, esos, por supuesto, no son nuestros aliados de
clase, son cómplices del españolismo, son, por ende, nuestros enemigos.
Dejen ya de revestir su españolismo de
marxismo, que ya los tenemos muy calados.
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Fuente:
Artículos
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Manuel Delgado Cabeza.
Conferencia sobre la economía andaluza del día 12 de abril en la sede del SAT
Los
marxistas y la cuestión nacional
K.
Marx & F. Engels
Manifiesto
del Partido Comunista (1848)
BURGUESES Y
PROLETARIOS
Por su forma,
aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía
empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país
ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía.
II
PROLETARIOS Y COMUNISTAS
PROLETARIOS Y COMUNISTAS
Ya el propio desarrollo de la burguesía, el librecambio, el mercado
mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial, con las
condiciones de vida que engendra, se encargan de borrar más y más las
diferencias y antagonismos nacionales.
El triunfo del proletariado acabará de hacerlos desaparecer. La
acción conjunta de los proletarios, a lo menos en las naciones civilizadas, es
una de las condiciones primordiales de su emancipación. En la medida y a
la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros,
desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras.
Con el antagonismo de las clases en el seno de cada nación, se borrará la
hostilidad de las naciones entre sí.
Lenin en
artículo Sobre el folleto de Junius (octubre 1.916)
Cita: Texto Junius (pág. 78 y 79)
“Socialismo reconoce a cada pueblo el derecho a la independencia
y a la libertad a disponer libremente de su destino”; el “socialismo
Internacional reconoce el derecho de las naciones libres, independientes e
iguales; pero sólo él puede crear esas naciones, solo él puede llevar a la
practica el derecho de las naciones a la autodeterminación
Contradice lo que
criticaba Lenin a Rosa Luxemburgo en su obra
El derecho de las naciones a la autodeterminación V. I.
Lenin
Esta obra critica la posición de los anarquistas, los
reformistas y fundamentalmente a Rosa
Luxemburgo como representante del
partico comunista de Alemania, el llama Liga Espartaquista y algo no en concreto a Antón
Pannekoek como representante del partido comunista de Holanda.
Lo más importante que aporta la obra de Lenin, es saber
diferenciar entre nacionalidad opresora y nacionalidad oprimida.
Andreu Nin Las
organizaciones obreras internacionales
Capítulo primero
LOS ORÍGENES DE LA
ORGANIZACIÓN OBRERA INTERNACIONAL
El movimiento obrero y el internacionalismo
En la etapa actual de
evolución del capitalismo, la economía sobrepasa las fronteras nacionales y
forma un todo único mundial. La existencia de una economía nacional aislada, sin
ninguna relación de dependencia con las demás, bastándose a sí misma, es hoy
absolutamente inconcebible, tanto si se trata de un país capitalista como de un
en que la clase obrera haya tomado el Poder y construya los cimientos de una
sociedad socialista, como es el caso la U.R.S.S.
El capitalismo es internacional, pero la burguesía no es
internacionalista, pues el régimen económico en que se apoya se basa no la
solidaridad, sino en el antagonismo de los intereses; no en el bien social,
sino en el beneficio particular; no en el afán de satisfacer las necesidades de
la sociedad, sino en la concurrencia.
El movimiento obrero, por el contrario, es profunda y
esencialmente internacionalista. El proletariado está sujeto a un mismo sistema
de explotación inicua en todos los países. Sus intereses no son antagónico,
sino solidarios. ^^^ Las condiciones de existencia de la vida sociedad- decía
el Manifiesto Comunista- aparecen destruidas en las condiciones de existencia
del proletariado. El proletariado no tiene propiedades; sus relaciones de
familia no tienen nada de común con las de la familia burguesa. El trabajo
industrial moderno, que implica la sumisión del obrero por el capital, tanto en
Francia como en Inglaterra, en América como en Alemania, quita al proletariado
todo carácter nacional. ^^
^^ Los obreros no tiene patria- afirma el histórico documento- .
Nadie puede quitarle lo que no poseen. Como el proletariado de cada país ha de
conquistar, en primer lugar, el poder político, erigirse en clase directora de
la nación, constituir él mismo la nación, es todavía “nacional” en este
sentido, aunque de ningún modo lo sea en el sentido burgués de la palabra. Las
divisiones y los antagonismos nacionales de los pueblos van desapareciendo ya
cada día más con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el
mercado mundial, con la uniformidad de la producción industrial y de las
condiciones de existencia que le corresponden. El predominio del proletariado
hará desaparecer estas diferencias aún más rápidamente. La acción común de los
proletariados de los distintos países, al menos en los civilizados, es una de
las primeras condiciones de su emancipación. Abolid la explotación del hombre por el hombre y aboliréis la
explotación de una nación por otra^^
Han transcurrido ya más de ochenta años desde que Marx y Engels
escribieran el Manifiesto. Desde entonces, el proceso de desarrollo mundial del
capitalismo ha ido avanzando a pasos gigantesco en el sentido indicado por los
fundadores del Socialismo científico hasta llegar a la etapa monopolista
actual, la última de su evolución. El capitalismo destruye las barreras
nacionales, pero en vez de derivar, como lo pretenden los reformistas a lo
Kaustsky, en una especie de ^^ Superinimperialismo^^ que tienda a destruir la concurrencia y a menguar
las posibilidades de crisis, se caracteriza por exacerbación inaudita de las
condiciones y de los antagonismo internos, por la aparición de crisis, cada vez
más frecuentes, frecuentes, profundas y generales, y por una violencia cada día
mayor de la lucha de clases.
Con el desarrollo del
capitalismo, se ha ido desarrollando paralelamente la conciencia de clase del
proletariado, y con ella, el sentimiento
de solidaridad internacional. El tóxico nacionalista, administrado tenazmente por
la burguesía con los medios podemos que le proporciona su posición económica
privilegiada (la Prensa, el cine, la radio, la escuela, etc.) y la preciosa
colaboración de la burocracia reformista, envenena todavía a una parte de la
clase obrera; pero es indudable que, en comparación con la época en que
apareció el Manifiesto Comunista, el sentimiento internacionalista del
proletariado es infinitamente más intenso. En éste, como en otros aspectos, la
clase obrera se ha ido emancipando de los prejuicios del pasado a costa de
sacrificios inmensos, de una experiencia sangrienta y dolorosa, que culminó en
la abominable matanza de 1.914-1.918.
El grado de tensión
extrema a que llegado los antagonismos imperialistas y que amenazan con
provocar una hecatombe todavía más monstruosa que la de 1.914, colocarán
nuevamente al proletariado ante una situación de inmensa responsabilidad
histórica. Los hechos no tardarán en evidenciar si la clase ha superado ya
definitivamente sus prejuicios nacionales, derribando el sistema capitalista
antes de que la burguesía provoque una nueva carnicería mundial, o si será
precisa otra trágica experiencia.
En todo caso, se puede afirmar rotundamente que el prejuicio
nacional ejerce una influencia cada vez más atenuada sobre el proletariado, y
que el sentimiento de la solidaridad de clase que une a los trabajadores de
todo el mundo va arraigando firmemente en la conciencia de los explotados.
J. Stalin
EL MARXISMO Y LA CUESTIÓN NACIONAL
Esta obra de Stalin casi todos los marxistas lo tienen como
mejor obra sobre la cuestión nacional, considero demasiado estricta y
dogmática, según Stalin la nación que no
cumpla las 5 rasgos de la cuestión nacional
(basta con que falte aunque sólo sea uno de estos
rasgos, para que la nación deje de serlo Por esta regla de tres Andalucía no tiene derecho a ser
Nación ni las naciones latinoamericanas y muchas otras
Citas del texto:
¿Qué es
una nación?
Una nación
es, ante todo, una comunidad, una determinada comunidad de hombres.
1º la comunidad
de idioma como uno de los rasgos característicos de la nación
2º la comunidad
de territorio como uno de los rasgos característicos de la nación.
3º la comunidad
de vida económica, la ligazón económica
como una de las particularidades características de la nación.
4º la comunidad
de psicología, reflejada en la comunidad de cultura, como uno de
los rasgos característicos de la nación.
Con esto,
hemos señalado todos los rasgos distintivos de una nación.
Nación
es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base
de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología,
manifestada ésta en la comunidad de cultura.
Es necesario subrayar que ninguno
de los rasgos indicados, tomado aisladamente, es suficiente para definir la
nación. Más aún: basta con que falte aunque sólo sea uno de estos rasgos, para
que la nación deje de serlo.http://www.marxists.org/espanol/stalin/1910s/vie1913.htm
Andreu Nin
Los movimientos de emancipación nacional
El problema de las
nacionalidades en Euzkadi José Luis Arenillas Artículo publicado
en la revista Comunismo, nº 38, septiembre de 1934.
George Haupt. Los marxistas frente a la
cuestión nacional del problema. Libro de 73 páginas
Georges
Haupt Rosa Luxemburgo y la cuestión
nacional
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