domingo, 7 de julio de 2013

Una mirada crítica de la historia de la transición española.




El título del artículo es (El 15-J. Una mirada crítica)

 

 

Le he añadido las leyes y documentos que hace referencia, algunos libros y artículos que están relacionados con el tema

Por Víctor Arrogante   Martes, 18 de junio de 2013

 

El 15 de junio se ha cumplido treinta y seis años desde la celebración de las primeras elecciones generales tras la muerte de Franco. Fueron elecciones «democráticas» en cuanto que se desarrollaron en un nuevo clima, tras el referéndum celebrado el 15 de diciembre de 1976.

La pregunta era: « ¿Aprueba el Proyecto de Ley para la Reforma Política?». El 94,17% de los votantes (del 77,8% de los votos contabilizados) dijo que sí. El censo estaba constituido por 22.644.290 electores. 

El resultado constituyó una «voladura controlada del régimen» según el profesor Pérez Royo. El referéndum, significó la aceptación y el comienzo de la «Transición» a la democracia. Un proceso lleno de ilusión y esperanza. También la desrazón y el miedo se hicieron notar; tanto por el vacío que el dictador dejaba tras su muerte, como por el terror a una nueva contienda bélica.

La mayoría de la gente no teníamos desarrolladas ni la cultura ni el criterio político, ni en cuestiones generales ni respecto a los hechos que se sucedían vertiginosamente. Salíamos de una dictadura en la que no se permitía pensar; solo obedecer las consignas del dictador y la de los que mantenían el «régimen».

El resultado de aquellas elecciones fue ilustrativo de lo que sucedía. Lo que no habían previsto los diseñadores del proceso, lo corrigió la ley electoral D´hondt. Se presentaron más de ochenta partidos o agrupaciones electorales. Hubo un 21,17% de abstención y consiguieron escaño doce candidaturas. Ganó Adolfo Suárez, como heredero del «régimen» con su UCD (6.310.691 votos, 166 escaños), seguido, con una diferencia de un millón de votos, por el PSOE de Felipe González (5.371.866 / 118). El PCE, con Santiago Carrillo a la cabeza, consiguió ser la tercera fuerza política (1.709.890 / 19), seguido de cerca por AP, liderado por Manuel Fraga (1.504771 / 16). Daba comienzo la etapa democrática y sin anunciarlo unas Cortes constituyentes. Fui testigo, y de alguna forma protagonista, de la «Transición» que comenzaba. No puedo arrepentirme de lo que hice convencido, pero visto en perspectiva histórica y con lo visto y aprendido, si ser crítico con los resultados de todo aquello. En su forma fue un pacto desde el franquismo hacia la democracia, aunque no todos los que participaron fueran demócratas.

La oposición al «régimen» no pidió que se dirimieran responsabilidades por los crímenes cometidos, por los derechos pisoteados durante la dictadura, ni por el origen del régimen que terminaba; y no hablamos de la guerra civil, sino de la represión y muertes producidas durante la dictadura. Los responsables y autores, asesinos, siguieron en la calle formando parte del tejido social. Sobre esos rescoldos se fundó la democracia. La «Transición» fue una ley de punto final: No solo impidió juzgar y castigar a los culpables, autores y defensores de la dictadura y su represión, sino que hoy sigue impidiendo investigar los casos de los miles de desaparecidos y enterrados en las cunetas de nuestros caminos y carreteras.

La «Transición» puso como jefe de Estado a un rey, que durante veinte años apoyó voluntariamente a Franco que lo nombró como sucesor; que nunca renegó del juramento a los «principios generales del movimiento», ni denunciado las penas de muerte que su protector firmó hasta el final de sus días. Fue una reforma sin ruptura, construida sobre el poder franquista intacto. Hubo un gran debate en las alturas sobre «ruptura o reforma», pero al final, quienes defendían la ruptura reformaron y los reformistas retornaron al lugar de donde venían. En el 15-J, la gente, tradicionalmente desinformada, votó, como vota casi siempre, a los que más salen en televisión, en la prensa, a la voz del poder, o a quienes provocan menos miedo. Los partidos políticos, hasta entonces en la clandestinidad, fueron llamados a participar en la «Transición» y terminaron aceptando lo que nunca habían defendido: la monarquía, la bandera que había ondeado el dictador y las condiciones que impusieron los vencedores de la guerra. Clandestinos y legales, comunistas y socialistas, franquistas y falangistas, fueron amnistiados por los delitos cometidos durante los cuarenta años de Franco. No se pidieron responsabilidades ni investigación por los muertos del franquismo, ni por los presos ni marginados, ni represaliados, ni por los condenados a trabajos forzados y desaparecidos por decenas de miles.

Ningún programa electoral prometió derribar lo que el franquismo había construido. Ningún partido en el gobierno desde entonces, ni socialistas ni populares, ha extirpado el veneno que nos inoculó la dictadura. Si no se hizo en su momento, tendrá que ser mediante un largo proceso, que no es de un día, ni de un año, quizás ni en un siglo; ni siquiera con la muerte de las víctimas de la dictadura, ni los protagonistas de la «Transición». Ningún partido ha revisado la ley de amnistía, que permite seguir en el poder a los delincuentes políticos y económicos, que se enriquecieron a costa de los represaliados y desaparecidos y que han campado a sus anchas. Poco se ha hecho para conseguir la separación de la iglesia y el Estado, condición indispensable para que la democracia lo sea realmente. No se ha cambiado la ley electoral que maltrata a la izquierda, beneficia a la derecha, o a los grandes partidos. Poco se ha hecho para garantizar y blindar constitucionalmente la escuela pública y laica, ni la sanidad pública, ni los derechos sociales. Todo para los poderosos; los de antes, que son los de ahora.

Hoy, el poder económico, financiero y territorial, está en manos de los ricos industriales, banqueros y corruptos; la justicia sin tocar o reformada a imagen de la derecha reaccionaria. Se siente la mano de hierro que no permite ningún avance social, sino todo lo contrario: que no permite la lucha contra el fraude y la corrupción, ni contra la manipulación de la información, ni para erradicar la imposición de doctrinas aprendidas durante el franquismo. Diariamente tenemos ejemplos de ello. En el proceso hacia la democracia la Agencia Central de Inteligencia «CIA» estuvo cerca. Podríamos afirmar que la «Transición» se diseñó en un despacho desde Langley. Alfredo Grimaldos en su libro «Claves de la Transición 1973-1986, para adultos», dice: «El franquismo no es una dictadura que finaliza con el dictador, sino una estructura de poder específica que integra a la nueva monarquía». Para Grimaldos, la «Transición fue una «metáfora de un interrogatorio policial» donde son los propios franquistas quienes diseñan el cambio y se reparten los papeles en la obra que ellos mismos dirigen.

La imagen oficial de este periodo se ha construido «sobre el silencio, la ocultación, el olvido y la falsificación del pasado». Hoy conocemos por el diario Público, como el entonces sucesor de Franco, Juan Carlos, se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran apuesta para controlar España. Mucho ha cambiado la sociedad española desde el 15-J. Ni todo ha estado mal hecho, ni todo ha sido una maravilla. El pasado es la historia, el futuro no existe y el presente es efímero y cruel, como siempre para los más desfavorecidos socialmente. El «Sistema» actual, respetó las ruinas del franquismo, y se construyó sobre la dictadura y sus miserias. Algunos dicen que lo sucedido pertenece a un capítulo de la historia, que no hay que recordar. Para ellos es mejor el olvido: el futuro, miremos el futuro, hacia el futuro… Demasiados errores hemos cometido pensando en el futuro. Ahora toca hacerlo bien pensado en el presente; y para no caer en los mismos errores, hay que abrir un Proceso Constituyente que rompa ataduras con ese pasado que algunos recordamos, otros quieren ocultar y muchos conocer.

Nota: Algunos de los argumentos de este artículo, están contextualizados de una conversación entre los dos protagonistas de la novela «Música de cámara» de Rosa Regás.

Fuente



 

 














 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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