La audiencia a la que va dirigida este
texto no necesita que aportemos un repaso retrospectivo de los orígenes de la
crisis económica. Tampoco buscan soluciones a ella en recetas keynesianas o en
la vuelta a unos tiempos idílicos de capitalismo “amable”. Baste decir que
escribimos para aquellos que saben que el problema es el capitalismo y que su
solución exige su derribo y la construcción de una sociedad socialista.
Sin
embargo, si el contexto económico no requiere de aclaraciones especiales, sí
vemos necesario precisar la visión del contexto político que nos lleva a
ponernos manos a la obra.
El estallido de la
última crisis ha derrumbado en Europa los últimos restos del espejismo de
Estado del Bienestar que inició su desmonte en los años 70. En los países del
sur hemos vivido el problema con mayor intensidad al no partir de los mismos
niveles de desarrollo que los del norte. La pérdida de la ilusión de ser (o
llegar a ser) clase media y de que los hijos vivirán mejor que los padres
desubica, a la vez que “indigna”, a amplias capas de la sociedad que no
encuentran un sentido político en el que encajar su futuro.
El riesgo de que la
mayoría de esos sectores tomase conciencia de su ubicación real en la
estructura social y se reconociera a sí misma como clase trabajadora fue
rápidamente atajado por el sistema. En algunos países ha bastado con la
irrupción de la “tecnocracia”. En otros países con una tradición más combativa
y con resistencias recientes más firmes eso no era suficiente: ocuparon el
espacio con actores nuevos que arrastraron a los desubicados a un redil
controlable. Tanto en Grecia como en España se puso en marcha el mismo
mecanismo: la creación de formaciones populistas y ciudadanistas, que renuncian
a la ideología, que niegan la clase, que afirman que el capitalismo puede
funcionar si se le hacen unos ajustes, que hacen de la “democracia” una
solución fetiche en sí misma.
Es hora de
desenmascarar el mito de una clase media no patrimonial, ni propietaria de
empresas o negocios, y que cree no ser trabajadora sólo porque unos sueldos más
elevados que la media les permitieron acceder durante los años de crecimiento
económico a unos niveles de consumo superiores al resto de asalariados. Esa
falacia se cae cuando la crisis capitalista les ha resituado en un descenso de
niveles de vida, han perdido sus puestos de trabajo o se han enfrentado a la
abolición de muchos de sus derechos laborales. Pero es necesario dar, más allá
de la testarudez de los hechos, la batalla ideológica por explicar cuál es la
auténtica naturaleza de la relación capital-trabajo.
La lucha frente a
esta maniobra no ha sido firme sino muy débil en lo ideológico y reformista en
lo político. Las organizaciones de la izquierda institucional se han limitado
durante décadas a denunciar las políticas del gobierno de turno, proponiéndose
como alternativas gestoras de unas tímidas reformas que aliviasen las
condiciones de sobreexplotación y prometiendo una salida progresista de la
crisis. Nada que rompiese con los límites de la legalidad del sistema político
y económico. Tampoco las diversas organizaciones comunistas revolucionarias,
algunas de largo recorrido, han logrado conformarse en espacios de
aglutinación de nuestra clase y de respuesta al capital. Cuentan con unos
militantes imprescindibles, pero no consiguen la capacidad de crecimiento y
acumulación de fuerzas que el momento demanda.
En esta situación,
cuando los marxistas deberíamos haber conquistado una posición clave en las
aspiraciones y la confianza de los desposeídos, nuestra situación es muy débil:
no tenemos respuesta coordinada, no tenemos voz para llevarla a la calle y ni
siquiera tenemos unidad de acción para superar esta situación. En unos
pocos años, paradójicamente cuando más necesario es, el marxismo puede quedar
fuera de la experiencia vital de las nuevas generaciones de jóvenes.
Estamos convencidos de que en estos
momentos hay gran cantidad de personas de identidad comunista que han
abandonado las organizaciones en las que ya no creen sin por ello renunciar a
sus convicciones. Marxistas que se niegan a continuar tapándose la nariz para
participar en proyectos que ven vacíos de antemano. Exmilitantes con la
suficiente formación y sentido crítico como para sentirse incómodos en
asambleas en las que todo se está constantemente comenzando de cero y en las
que se huye de la más mínima organización que multiplique las fuerzas y dote de
estrategia a la lucha.
Creemos que juntos
somos mucho más de lo que imaginamos. Por eso nos animamos a escribir este
llamamiento. Partimos de la confianza en el compromiso de quienes nos negamos a
aceptar como horizonte la falsedad de un “capitalismo de rostro humano”,
desmentido por la cotidiana realidad en cada minuto de nuestras vidas, y que
aspiramos a una sociedad emancipada de la opresión de clase. Confiamos también
en su sentido de la responsabilidad para continuar el combate. Nuestra unidad
es necesaria para movilizar a los trabajadores en la búsqueda de la alternativa
al capitalismo.
Llamamos a todas
aquellas personas, colectivos y organizaciones que saben que la salida de esta
situación no está en limar las aristas del capital, sino en acabar con él; es
decir, en la lucha por una sociedad sin explotadores ni explotados, en la lucha
por una sociedad socialista. Planteamos la necesidad de una herramienta
colectiva que nos permita la unidad de acción y un debate sobre las bases del
marxismo, entendido éste en un sentido amplio que incorpore las aportaciones
del leninismo y de otras corrientes que han enriquecido la teoría de la praxis.
No pretendemos hacer
discursos grandilocuentes, estamos convencidos de la responsabilidad que
afrontamos todos y todas. Proponemos ya un primer paso. Tenemos la necesidad de
un espacio de encuentro común, en el que se puedan sentir cómodos todos los
comunistas, tanto los que provienen de organizaciones como los que no. Será
necesaria una buena dosis de generosidad, actitud y mente abiertas y voluntad
unitaria para echar abajo los muros que aparentemente nos separan; unos
obstáculos que muchas veces han sido erigidos por nosotros mismos. Debemos
dejar respirar al marxismo como teoría viva y transformadora para que refuerce
su condición de terreno fértil en el que se promueve el debate, la reflexión y
la práctica, sin llaves secretas que dan la razón a unos elegidos. Un lugar
donde analizar entre camaradas la nueva realidad, en el que la teoría dé
respuesta a la lucha y sus formas y en el que construir la unidad de acción
necesaria para alcanzar el éxito. Un espacio que, desde su nacimiento, se sepa
parte de la lucha internacional contra el capital.
Ratificamos como una
sola voz las últimas palabras de Rosa Luxemburgo:
“¡YO FUI,
YO SOY, YO SERÉ!”
Convocatoria
del encuentro:
SÁBADO,
26 DE SEPTIEMBRE, 11:30 A 14 HORAS.
C.A.U.M.
C/ ATOCHA, 20 – 1º IZDA.
Puedes
descargar el llamamiento aquí.
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