El populismo
de izquierdas se mueve a golpe de coyuntura, mediante mensajes radicales
inconexos pero sin horizontes ideológicos que tracen una estrategia política
coherente a medio y largo plazo.
Su terreno
propicio reside en un anticapitalismo de discurso puntual, vestido de truenos
muy sonoros vacíos de convicciones sólidas y contenido real.
Ese nuevo
populismo no es más que la vieja socialdemocracia adaptada a los tiempos
posmodernos de la crisis y el caos permanente. Por esa razón resulta necesaria
una reivindicación consecuente del concepto comunista: para dar la batalla
ideológica de una forma más o menos organizada al sistema imperante en la
globalidad neoliberal con objetivos claros y concretos de alcance
internacional. Sin la unión de diversas fuerzas representativas de la clase
trabajadora en todo el mundo, la lucha será ineficaz y meramente testimonial.
Ahora mismo,
la clase trabajadora no tiene conciencia de sí. La inmensa mayoría de la población
se encuadra dentro de las denominadas sociológicamente clases medias, un
espacio amorfo donde cabe todo y en el cual se diluyen las capacidades y
energías políticas del pueblo
llano.
El momento
actual, plagado de contradicciones ideológicas, tiene como motivo fundamental y
causa preponderante para la situación a la deriva de la izquierda en su
conjunto la ausencia de un sujeto político que otorgue consistencia plena a sus
programas de acción social.
Decir que no
existe sujeto actuante es una evidencia más que manifiesta al haber desertado
de sus funciones históricas la antigua clase trabajadora, tanto por razones
internas como externas: el capitalismo subvencionado de los estados del
bienestar creó unas elites sindicales abocadas al pacto como única meta
política, mientras que la propaganda capitalista vendía su producto de progreso
constante como la panacea de todos los males inherentes al régimen.
A través del
consumo masivo de fetiches materiales e inmateriales la clase trabajadora ha
ido olvidando sus horizontes ideológicos y sus reivindicaciones por una
sociedad de iguales sin explotadores ni explotados.
Ganar unas
elecciones generales no es vencer al capitalismo ni deshacer de cuajo las
contradicciones de clase. Véase el ejemplo de Syriza: mucho ruido mediático
para pocas nueces políticas. Y ahora, otra vez a aliarse con la derecha o el
bipartidismo clásico.
El populismo
de izquierdas nos ofrece más de lo mismo con ropajes muy chics que van de la
sofisticación intelectual a la campechanía popular para llegar a diferentes
esferas ambientales o nichos particulares de la sociedad actual.
Los votos
son importantes, sin embargo lo esencial sería saber reunir voluntades
concienciadas de cuáles son las colosales fuerzas reaccionarias que hay que
enfrentar y adónde se pretende llegar en el impulso político contra la derecha
y las castas dominantes.
Los atajos
en política siempre han terminado dándose de bruces con las estructuras
capitalistas y la cultura cotidiana que le ofrece cobijo ideológico. Nunca hay
que olvidar que los votos en las democracias occidentales son veleidosos y
coyunturales, prisioneros de las directrices emanadas de los principales medios
de comunicación. La masa se mueve mejor a través de emociones inmediatas y
siguiendo las consignas fáciles de los gurús e iconos más populares del
momento.
Pensar, así
a lo bruto e ilusionado, que el monárquico PSOE más la heterogénea amalgama de
Podemos, con el concurso parcial de las huestes rosas de IU, pueden reformar el
capitalismo español de un modo radical y socialista es creer en el misterio de
la santísima trinidad.
¿Qué sujeto
político llevará a cabo la transformación de las estructuras estatales,
incluidos el ejército y la policía? ¿Los parados? ¿Los inmigrantes? ¿Los
activistas de cualquier noble causa? ¿Los trabajadores en precario? ¿Los
intelectuales mediáticos posmodernos? ¿Las personas desencantadas o las
abstencionistas recurrentes? ¿La burguesía ilustrada de oenegé biempensante y
solidaria?
Una mezcla
tan variopinta y con intereses a veces contrapuestos no toma cuerpo de la noche
a la mañana ni se convierte en sujeto político por arte de magia. Las mayorías
electorales sin base ideológica fuerte suelen evaporarse en un santiamén: lo
que dura duro el populismo de miras cortas.
¡Qué fácil sería
hacer la revolución con eslóganes creativos y música alternativa de cantautor
underground de buen rollo! Que los empresarios cesaran en sus roles y
menesteres habituales y los mercados saltaran por los aires a voluntad propia.
Como en el cuento tradicional del flautista de Hamelin, que todas las ratas y
contradicciones capitalistas (¡y también las castas!) siguieran la melodía de
la armonía populista de izquierdas y se autoinmolaran en el ancho río de la
fraternidad, la solidaridad y la libertad. Demasiado bonito para que fuese
cierto. ¿O no?
Que bonito es decir que la revolución se hace desde despachos y a medida de los tiempos, cuando es todo lo contrario, bueno, seguid así que vais de culo y sin remedio, compañerxs, yo seguiré al pie de los MMSS.
ResponderEliminarMira Juan, te he dicho por Facebook, que eres un trotskista reaccionario, que defiende la invasión imperialista en libia y en Siria, además eres de la secta de los podemitas. Espero que no opine más, porque es mi blog y no es Facebook https://www.facebook.com/juanantonio.gilabertgil
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