Por Antonio Marín Segovia, Marat, Nicolás García Pedrajas, Vigne
Los blogueros comunistas que firmamos este artículo, comprometidos con el
proceso que se abre el sábado 26 de Septiembre en Madrid para la creación de un
espacio de encuentro comunista con vocación permanente, somos conscientes de
los desafíos que dicha convocatoria ha de afrontar.
Nuestra aportación mediante este texto no es la de presentarnos como
representantes del grupo promotor de dicho encuentro sino la de meras voces
ocasionales que, siendo miembros del citado grupo, quieren contribuir a la
necesaria reflexión que ha de producirse antes, durante y después de la
mencionada fecha.
Entre esos desafíos no se encuentra el éxito en número de asistentes a la
reunión del sábado 26 de Septiembre. Sabemos desde hace días que el interés que
ha suscitado y la conciencia entre amplios sectores de comunistas del Estado
español de la necesidad de una
propuesta como ésta ha impulsado a muchos de ellos a
confirmar su asistencia.
Pero el proyecto de crear un espacio de encuentro comunista, algo nuevo
porque no nace impulsado por partidos de este pensamiento, sino desde la base y
en gran medida por quienes hoy no están en un partido pero creen en la
necesidad de que los comunistas sin y con carné se organicen, piensen, debatan,
elaboren, mantengan entre sí relaciones de fraternidad y trabajen
colectivamente con la clase trabajadora en defensa de sus intereses, del
derribo del capitalismo y de la construcción de una sociedad socialista, carece
de antecedentes similares y de carta de navegación ya construida sino que ha de
ser desarrollada entre tod@s nosotr@s.
El que entre quienes promovemos está convocatoria haya tanto quienes en
el pasado militaron en alguna organización comunista, como quienes no lo han
hecho nunca pero se sienten tales, como de personas que aún mantienen vínculos
partidarios comunistas diversos, creemos que puede tener las virtudes de que
ninguna organización en particular pretenda apropiarse de esta iniciativa y de
que pongamos todo el esfuerzo para evitar cualquier tentación sectaria.
De igual modo, que la propuesta tomase inicialmente forma entre
comunistas madrileños es algo puramente circunstancial, ya que fue en Madrid
donde nació, en un primer momento, la convicción de la necesidad de este
proyecto. Esto ha dejado a día de hoy de ser así y comunistas de distintas
tierras del Estado español han hecho suya la iniciativa y se han incorporado al
grupo promotor. Es de desear que en otros territorios que aún no lo han hecho
vayan conformándose grupos de naturaleza hermana a este. Somos conscientes de
que hay muchas personas con dificultades de desplazarse a Madrid y de que
existen lugares en los que conformar grupos de comunistas conscientes es
particularmente difícil. Sabemos que el grupo promotor estudia el modo que dé
respuesta a esas aspiraciones. De momento, el ritmo de los tiempos y las
capacidades humanas, siempre limitadas, sugiere que quienes se sientan aislados
en sus territorios aporten al menos un apoyo difusor de la convocatoria y de los textos que
la han secundado y avalado y se pongan en contacto con el equipo que coordina
el proyecto (encuentrocomunista@yahoo.es).
Todo lo anterior plantea, en nuestra opinión diversos retos de distinta
naturaleza; unos de tipo interno (propios del proceso), otros de tipo externo
(cómo llegar a nuestra clase y abrir paso de nuevo al discurso comunista, en
gran medida desaparecido durante todo este período de la crisis capitalista).
Retos de
naturaleza interna
El primero de ellos tiene que ver con el modo en que quienes asistamos a
dicha jornada, motor de arranque de un trabajo posterior que ha de ir
construyéndose de modo progresivo y trabajoso, llegamos a la misma. Si lo
hacemos en clave de asistir a un acto-mitin de afirmación comunista habremos
fracasado desde el minuto 1. Este acto no puede ser concebido como una liturgia
en la que los “sacerdotes” oficiantes declaman las bondades de la ideología
comunista y los fieles asistentes aplauden y repiten fervorosamente partes del
mantra ritual. El marxismo que nos une, como visión laica de la política,
requiere de nosotros que abordemos esa reunión como una actividad de trabajo,
reflexión y propuesta colectiva por parte de quienes asistamos a la misma:
convocantes y convocados.
Otro desafío es el de comprender, asumir, interiorizar y definir bien
entre tod@s qué es eso del espacio de encuentro comunista que queremos
construir, cómo lo entendemos, qué implicaciones puede tener, en qué puede
ayudar a devolver las ideas comunistas al protagonismo necesario y hoy perdido,
de qué modo puede abrir paso a una nueva cultura de cooperación, apoyo mutuo y
habituación a trabajar y luchar juntos los comunistas tengamos o no carné de
partidos marxistas preexistentes.
Y a la vez creemos que debiéramos sortear el riesgo de confundir la
defensa de nuestra ideología con el ideologismo reduccionista que calma los
ánimos pero que no construye, que se encierra en sí mismo, que no llega a
quienes debemos hacer comprensible nuestro proyecto de sociedad, que nos
pudiera dividir (centrarnos en lo que nos une, apartar de momento lo que nos
separe e impida avanzar) y que no extrae del marxismo todo su potencial
emancipador de la explotación y la alienación humanas ayer, hoy y mañana.
En el lado opuesto está también la cuestión de diferenciar lo que dice
ser comunista de lo que realmente lo es. No nos sirven las propuestas
constituyentes, ni la interpretación de que la historia se cambia desde las
instituciones burguesas, ni el lenguaje postmoderno y claudicante que renuncia
al hilo rojo de nuestra identidad compuesto por conceptos como clase, lucha de
clases, destrucción, que no reforma, del capitalismo o dictadura del
proletariado, por citar sólo algunos ejemplos. No creemos compatible declararse
comunista y seguir los modelos de las nuevas formaciones socialdemócratas
europeas y españolas. No nos sirve tampoco el electoralismo, ni el ciudadanismo
ni las apelaciones a conceptos amorfos como “la gente” o a mitos como el
supuesto 99% contra el 1%, pretendiendo que ignoremos que la explotación
capitalista tiene entre ese 99% su porcentaje de delegados de clases medias
patrimoniales y empresariales que no necesitan ser grandes plutócratas para
oprimir a la clase trabajadora.
Tenemos también por delante la necesidad de evitar caer en los vicios que
se han ido instalando en la cultura política de muchas personas durante estos
años: el ciberactivismo (con sus foros de entretenimiento y de debate por el
debate) y las adhesiones de aluvión. La lucha está en la calle, la
transformación social se hace en el mundo real y ello exige altos grados de
compromiso y esfuerzo personales, incluso en la formación política de los
militantes. No se trata de hacer bulto, de ser muchos sino de cualificarnos, de
capacitarnos, de dedicarle tiempo y trabajo a la militancia y a la lucha de
clases.
Debemos también abordar el reto de señalar a modo de apunte (una primera
jornada no da para más) dónde están las palancas transformadoras de una lucha
anticapitalista, y no sólo antineoliberal, hoy y de detectar que
reivindicaciones conectan con las necesidades reales de nuestra clase. Ese
primer apunte ha de servirnos de pivote y base inicial para un desarrollo
analítico y propositivo posterior. Y, muy importante, es fundamental que
entendamos que el acto del 26 de Septiembre no es una convocatoria
circunstancial sino el inicio de un camino y de una tarea de largo recorrido,
si existe voluntad colectiva para ello, por delante.
Retos de
naturaleza externa
Hacer llegar nuestro discurso a nuestra clase exige tanto una capacidad
didáctica y un mensaje sencillo y comprensible como un compromiso activo con
sus necesidades y problemas, así como una presencia en sus principales luchas.
De nada nos serviría convertirnos en un grupo de propagandistas si no
experimentamos y vivimos con la clase trabajadora su propia realidad y somos
instrumento que contribuya y refuerce su autoorganización.
Debemos ser capaces de ser ejemplo útil que lleve a que los sectores
oprimidos y golpeados por la crisis del capital sientan que los comunistas
somos gente distinta, una fuerza que sea percibida como algo completamente
diferente y ajeno a los partidos burgueses del sistema o a los reformismos que
sólo quieren actuar como paliativos de los peores efectos de la crisis pero sin
cambiar nada esencial de las causas ni del sistema que la ha creado.
De nada nos serviría reunir en torno a nosotros a unas decenas o
centenares de militantes conscientes y luchadores si no somos capaces de
traspasar el círculo inmediato de los ya convencidos para actuar como semilla
de conciencia política entre nuestra clase, despertar de la misma, acumulación
de fuerzas y rebelión. L@s trabajador@s deben llegar a ver en nosotros los
comunistas el puño con el que ellos mismos golpean sobre sus enemigos de clase.
Ello va a exigirnos que seamos capaces de afirmarnos en nuestra
identidad, que a la vez seamos abiertos en la relación con amplios sectores de
la clase trabajadora menos consciente, que contemplemos el marxismo como teoría
para iluminar nuestra tarea y no como farola a la que abrazarnos y, algo muy
importante, que seamos conscientes de que las ideas no viven sin organización y
que el coordinarnos y organizarnos del modo más eficaz y, a la vez, útil en
relación con el tiempo que vivimos, es una necesidad imperiosa a la que
tendremos que responder en un segundo encuentro.
Dar respuesta positiva a todos estos retos no es garantía infalible de
éxito pero nos acercará, seguramente, un poco más a él. Ese es el gran desafío
que se abre ante nosotros el mismo día 26 de Septiembre y a partir de él.
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