martes, 10 de septiembre de 2013

Ante la inminente agresión imperialista a Siria




Publicado el por PDLD

Declaración política de la Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas (PDLD)

Una Santa Alianza bélica vuelve a hacer sonar los tambores de la guerra y la agresión imperialista en Oriente Medio.

Esa Santa Alianza aparecía inicialmente conformada por el gendarme USA, con el Premio Nobel de la paz, Barack Obama, la Francia del “socialista” Hollande, el islamista  Erdoğan,  el sátrapa absolutista de Arabia Saudí, Abdalá bin Abdelaziz (con intereses en la región geoestratégicamente coincidentes con Israel) y los “amantes de la paz” de Al Qaeda. El régimen sionista israelí de Simón Peres y de Benjamín Netanyahu  aporta apoyo logístico y practica un terrorismo solapado (que incluye hacer la vista gorda en los Altos del Golán con los terroristas de Al Qaeda). La Gran Bretaña del conservador Cameron se había caído de la lista por el revolcón recibido contra la intervención en la Cámara de los Comunes.

En la cumbre del G-20 en Rusia se han sumado nuevos apoyos, que está por ver si se concretan en una incorporación militar al bando agresor. España, cuyo gobierno necesita de todas las tácticas de distracción posibles tras el escándalo de financiación irregular del PP, ha dicho sí a la operación bélica prevista por Obama. Junto a España, también Canadá, Australia, Japón, Italia, Corea del Sur y Gran Bretaña, que no aclara si respetará la decisión de su Parlamento de no intervenir militarmente, han dado su “placet” a una operación de castigo a Siria, a pesar de afirmar que el conflicto en ese país “no tiene solución militar”. Una cínica postura de un grupo de países que dicen pretender una “solución política pacífica”

24 horas después, la púdica UE al completo,  de naciones con soberanía ficticia, se pliega, una vez más, al chantaje imperial norteamericano, sumándose a lo que antes fue una raquítica y extremista Santa Alianza de cruzados de la guerra. Ya sólo falta contar las horas en las que una mayoría de países de la ONU consumarán su indecente acuerdo, al margen de lo que dicte la Asamblea o el Consejo de Seguridad.

Es necesario señalar el creciente militarismo de países como Alemania o Japón que, a través de coaliciones militares internacionales, o de aspiraciones propias vuelven a incorporarse a la carrera armamentista y belicista.

No por archiconocida y archirepetida ha dejado de funcionar la táctica de la intoxicación, del servilismo mediático, de la mentira, mezclada con la amenaza y la vaga promesa de compensación a la fidelidad inquebrantable.

Los sondeos de opinión revelan que la mayoría de las poblaciones de USA, Francia, Gran Bretaña y Turquía y otros muchos países de vergonzante sumisión al “dictac” USA son contrarias a la intervención militar en Siria, intervención que, sin declaración formal de guerra, se viene produciendo desde hace tiempo por parte de Israel (bombardeos), comandos británicos, jordanos y asesores militares USA, acompañados por yihadistas fundamentalistas procedentes de diversos países árabes y musulmanes.

Si las armas de “destrucción masiva” fueron, en el caso de la invasión a Irak, la gran mentira inventada por la administración USA de George Bush jr. , ahora la adjudicación de la matanza con gas sarín sobre población siria, adjudicada por los mentideros políticos del imperialismo al Ejército sirio, es una mentira aún más indecente. Son muchas las pruebas de que este criminal atentado fue realizado por la insurgencia terrorista siria. Según la periodista freelance Dale  Gavlak , de Asociated Press, las armas químicas estaban en poder de los rebeldes sirios y les fueron facilitadas por el régimen alauí, principal suministrador, junto  con Israel, de armas a los terroristas sirios.. Otros medios, como el diario Público, confirman, por otras vías, la misma información.  La propia ONU apunta a su uso por parte de los insurgentes.

No nos creemos la versión del yihadista entrevistado de que fue al manipular dichas armas químicas, de forma involuntaria, cuando explotó el túnel en el que éstas se encontraban. En política, y la guerra para von Clausewitz no era otra cosa que la continuación de ésta última por otros medios, es siempre relevante preguntarse la máxima latina “Quid prodest?”  (“¿a quién es útil?” o “¿a quién beneficia?”). Evidentemente,  la muerte por armas químicas de cientos de personas en Siria y la atribución de ésta al ejército sirio beneficia, en primer lugar, a los insurgentes y, en segundo y de forma muy directa e inmediata, a la coalición agresora y a los intereses de la mayoría de los componentes (especialmente USA, Israel y Arabia Saudí) en la zona.

No puede olvidarse que la brutal masacre se ha producido cuando era ya un hecho público y notorio que los terroristas yihadistas estaban perdiendo la guerra, con la consiguiente debilidad de las posiciones de los partidos de oposición beligerantes, aliados de estos últimos en la guerra, en una eventual  reedición de las negociaciones de Ginebra, a pesar del entrenamiento y apoyo militar y logístico que estaban recibiendo en los últimos meses en Jordania por parte de instructores y comandos  norteamericanos, israelíes y jordanos.

No, no son ciertos los argumentos de los halcones de la guerra de pretender reequilibrar la correlación de fuerzas en el conflicto armado y crear un corredor humanitario en las zonas controladas por los rebeldes. Para eso no hacen falta los 60 días previstos de bombardeos continuos, dada la más que abrumadora superioridad bélica de la previsible coalición militar agresora.

El objetivo primero de la eventual intervención del imperialismo es derrocar al régimen del Partido Baaz, más allá del derrocamiento del Presidente Al Assad. Tenemos la experiencia de cómo fue desarticulado el partido hermano en Irak y sus consecuencias de un Estado que sólo existe sobre el papel, sostenido por los restos de las fuerzas USA que aún continúan allí y por más de 100.000 mercenarios de empresas contratistas de la Administración USA.

Sabemos muy bien para qué sirvieron  los bombardeos del “pasillo humanitario” de la coalición guerrera sobre la Libia del coronel Gadhafi. Hoy, casi dos años después de la toma del poder por los insurgentes, es difícil saber quién manda, de verdad,  en Libia, más allá del proclamado Congreso General de la Nación, que sustituyó al Consejo Nacional de Transición. Aún no se han celebrado elecciones libres, reina el caos y los enfrentamientos tribales continúan, siendo acallados en la prensa internacional.  En enero de este año, el presidente del nuevo Parlamento Libio escapó “in extremis”  a un intento de asesinato y Al Qaeda del Magreb Islámico es hoy aún más fuerte que en el proceso insurgente contra Gadhafi, exportando, junto con otros países, criminales al servicio de la rebelión Siria.

La primavera árabe está trayendo el otoño de los Estados menos islamizados del mundo musulmán, el vendaval del fundamentalismo, el caos, las guerras, la creciente precipitación de sus sociedades hacia Estados fallidos. La constatación por parte de la Administración USA de que difícilmente podrán ampliar su influencia en el Norte de África y en Oriente Medio por las vías diplomática, económica y de la presión y el chantaje sobre los gobiernos, ha dado nuevos bríos a los antiguos halcones, rescatados por el Premio Nobel de la Paz, Obama. Mediante el dinero, la provisión de armas a los grupos rebeldes fundamentalistas –ya no está en el primer lugar de la agenda de Washington la lucha contra el fundamentalismo islámico más extremo. Ahora son sus aliados, cuando en el pasado lo eran de forma tácita, sirviendo a los intereses de la casa Blanca-, USA busca su mejor opción, chapucera pero eficaz, de provocar un rosario de Estados fallidos en el mundo musulmán y Árabe, inmersos en enfrentamientos internos y guerras civiles que, al menos, los neutralice como enemigos.

Llamamos la atención sobre este hecho. Los Estados fallidos son una estrategia no declarada en la fase actual de la crisis capitalista mundial por los poderos lobbistas y fundaciones liberales que manejan los hilos detrás del Pentágono y de la Casa Blanca. Los Estados fueron durante un tiempo un freno a la expansión de lo que se llama la globalización y hoy se van rompiendo por su parte más débil: los países débilmente estructurados por abrigar dentro de sí conflictos interétnicos o interreligiosos.

La nueva era de crisis de los Estados, inaugurada en centro-África, y estimulada por las grandes multinacionales que provocan el expolio de las materias primas de esos países, seguida luego por la ex Yugoslavia (los servicios secretos alemanes y norteamericanos saben mucho de cómo sucedió aquello), en Somalia y en estado aún larvario en Centroamérica, fueron los primeros indicios de algo que aún no ha saltado con toda su fuerza al debate de los “expertos políticos” pero está ahí.

No negamos que existen en Siria conflictos interétnicos (kurdos, árabes, armenios, turcos), ni que el islam no es la simplista unidad religiosa que nos empeñamos en ver (alauíes, chiíes, suníes, ismalíes, además de drusos y cristianos de distintas confesiones), ni que es la minoría alauí la que gobierna. Pero esa no es la cuestión relevante en la situación siria.

La cuestión de verdad importante es que, en el marco de la estrategia de incentivación de los Estados fallidos por parte del imperialismo y el capitalismo, Siria es uno de los países más laicos del mundo musulmán, que el Baaz tiene alianzas políticas con partidos laicos, progresistas y de izquierda, que la situación de la mujer siria es infinitamente más positiva que la de las mujeres afganas del Gobierno títere de Karzai, aunque ahora USA, bajo cuerda, esté dispuesta a entregarle su administración a los talibanes con los que está buscando el diálogo.

En definitiva, que esta agresión anunciada a Siria por parte del Imperialismo es una gran mascarada de los poderes económicos mundiales en un país rico en petróleo, el gas natural, el fosfato y oro, entre otros recursos naturales, envuelto en una mentira de supuesto humanitarismo hacia la población civil, auténtica víctima de la guerra que asola el país y que recibirá, junto con el ejército y la destrucción del país, el fuego amigo de sus “salvadores” durante al menos 60 días para que, una vez destruido el país y su administración, el imperialismo tenga las manos libres para practicar su rapiña, como ha hecho tras anteriores guerras.

Por todo esto, llamamos a la movilización de nuestra sociedad para que llegue alto y claro, a los oídos de los agresores el grito de

NO A LA GUERRA

 


 

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