Declaración política de la
Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas (PDLD)
Una Santa Alianza bélica
vuelve a hacer sonar los tambores de la guerra y la agresión imperialista en
Oriente Medio.
Esa Santa Alianza aparecía
inicialmente conformada por el gendarme USA, con el Premio Nobel de la paz,
Barack Obama, la Francia del “socialista” Hollande, el islamista
Erdoğan, el sátrapa absolutista de Arabia Saudí, Abdalá bin
Abdelaziz (con intereses en la región geoestratégicamente coincidentes con Israel)
y los “amantes de la paz” de Al Qaeda. El régimen sionista israelí de Simón
Peres y de Benjamín Netanyahu aporta apoyo logístico y practica un
terrorismo solapado (que incluye hacer la vista gorda en los Altos del Golán
con los terroristas de Al Qaeda). La Gran Bretaña del conservador Cameron se
había caído de la lista por el revolcón recibido contra la intervención en la
Cámara de los Comunes.
En la cumbre del G-20 en
Rusia se han sumado nuevos apoyos, que está por ver si se concretan en una
incorporación militar al bando agresor. España, cuyo gobierno necesita de todas
las tácticas de distracción posibles tras el escándalo de financiación
irregular del PP, ha dicho sí a la operación bélica prevista por Obama. Junto a
España, también Canadá, Australia, Japón, Italia, Corea del Sur y Gran Bretaña,
que no aclara si respetará la decisión de su Parlamento de no intervenir
militarmente, han dado su “placet” a una operación de castigo a Siria, a pesar
de afirmar que el conflicto en ese país “no tiene solución militar”. Una
cínica postura de un grupo de países que dicen pretender una “solución
política pacífica”
24 horas después, la púdica
UE al completo, de naciones con soberanía ficticia, se pliega, una vez
más, al chantaje imperial norteamericano, sumándose a lo que antes fue una
raquítica y extremista Santa Alianza de cruzados de la guerra. Ya sólo falta
contar las horas en las que una mayoría de países de la ONU consumarán su
indecente acuerdo, al margen de lo que dicte la Asamblea o el Consejo de Seguridad.
Es necesario señalar el
creciente militarismo de países como Alemania o Japón que, a través de
coaliciones militares internacionales, o de aspiraciones propias vuelven a
incorporarse a la carrera armamentista y belicista.
No por archiconocida y
archirepetida ha dejado de funcionar la táctica de la intoxicación, del
servilismo mediático, de la mentira, mezclada con la amenaza y la vaga promesa
de compensación a la fidelidad inquebrantable.
Los sondeos de opinión
revelan que la mayoría de las poblaciones de USA, Francia, Gran Bretaña y
Turquía y otros muchos países de vergonzante sumisión al “dictac” USA son
contrarias a la intervención militar en Siria, intervención que, sin
declaración formal de guerra, se viene produciendo desde hace tiempo por parte de
Israel (bombardeos), comandos británicos, jordanos y asesores militares USA,
acompañados por yihadistas fundamentalistas procedentes de diversos países
árabes y musulmanes.
Si las armas de
“destrucción masiva” fueron, en el caso de la invasión a Irak, la gran mentira
inventada por la administración USA de George Bush jr. , ahora la adjudicación
de la matanza con gas sarín sobre población siria, adjudicada por los
mentideros políticos del imperialismo al Ejército sirio, es una mentira aún más
indecente. Son muchas las pruebas de que este criminal atentado fue realizado
por la insurgencia terrorista siria. Según la periodista freelance Dale
Gavlak , de Asociated Press, las armas químicas estaban
en poder de los rebeldes sirios y les fueron facilitadas por el régimen alauí,
principal suministrador, junto con Israel, de armas a los terroristas
sirios.. Otros medios, como el diario
Público, confirman, por otras vías, la misma información. La propia ONU
apunta a su uso por parte de los insurgentes.
No nos creemos la versión
del yihadista entrevistado de que fue al manipular dichas armas químicas, de
forma involuntaria, cuando explotó el túnel en el que éstas se encontraban. En
política, y la guerra para von Clausewitz no era otra cosa que la continuación
de ésta última por otros medios, es siempre relevante preguntarse la máxima
latina “Quid prodest?” (“¿a quién es útil?” o “¿a quién
beneficia?”). Evidentemente, la muerte por armas químicas de cientos de
personas en Siria y la atribución de ésta al ejército sirio beneficia, en
primer lugar, a los insurgentes y, en segundo y de forma muy directa e
inmediata, a la coalición agresora y a los intereses de la mayoría de los
componentes (especialmente USA, Israel y Arabia Saudí) en la zona.
No puede olvidarse que la
brutal masacre se ha producido cuando era ya un hecho público y notorio que los
terroristas yihadistas estaban perdiendo la guerra, con la consiguiente
debilidad de las posiciones de los partidos de oposición beligerantes, aliados
de estos últimos en la guerra, en una eventual reedición de las
negociaciones de Ginebra, a pesar del entrenamiento y apoyo militar y logístico
que estaban recibiendo en los últimos meses en Jordania por parte de
instructores y comandos norteamericanos, israelíes y jordanos.
No, no son ciertos los
argumentos de los halcones de la guerra de pretender reequilibrar la
correlación de fuerzas en el conflicto armado y crear un corredor humanitario
en las zonas controladas por los rebeldes. Para eso no hacen falta los 60 días
previstos de bombardeos continuos, dada la más que abrumadora superioridad
bélica de la previsible coalición militar agresora.
El objetivo primero de la
eventual intervención del imperialismo es derrocar al régimen del Partido Baaz,
más allá del derrocamiento del Presidente Al Assad. Tenemos la experiencia de
cómo fue desarticulado el partido hermano en Irak y sus consecuencias de un
Estado que sólo existe sobre el papel, sostenido por los restos de las fuerzas
USA que aún continúan allí y por más de 100.000 mercenarios de empresas
contratistas de la Administración USA.
Sabemos muy bien para qué
sirvieron los bombardeos del “pasillo humanitario” de la coalición
guerrera sobre la Libia del coronel Gadhafi. Hoy, casi dos años después de la
toma del poder por los insurgentes, es difícil saber quién manda, de verdad,
en Libia, más allá del proclamado Congreso General de la Nación, que
sustituyó al Consejo Nacional de Transición. Aún no se han celebrado elecciones
libres, reina el caos y los enfrentamientos tribales continúan, siendo
acallados en la prensa internacional. En enero de este año, el presidente
del nuevo Parlamento Libio escapó “in extremis” a un intento de
asesinato y Al Qaeda del Magreb Islámico es hoy aún más fuerte que en el
proceso insurgente contra Gadhafi, exportando, junto con otros países,
criminales al servicio de la rebelión Siria.
La primavera árabe está
trayendo el otoño de los Estados menos islamizados del mundo musulmán, el
vendaval del fundamentalismo, el caos, las guerras, la creciente precipitación
de sus sociedades hacia Estados fallidos. La constatación por parte de la
Administración USA de que difícilmente podrán ampliar su influencia en el Norte
de África y en Oriente Medio por las vías diplomática, económica y de la
presión y el chantaje sobre los gobiernos, ha dado nuevos bríos a los antiguos
halcones, rescatados por el Premio Nobel de la Paz, Obama. Mediante el dinero,
la provisión de armas a los grupos rebeldes fundamentalistas –ya no está en el
primer lugar de la agenda de Washington la lucha contra el fundamentalismo
islámico más extremo. Ahora son sus aliados, cuando en el pasado lo eran de
forma tácita, sirviendo a los intereses de la casa Blanca-, USA busca su mejor
opción, chapucera pero eficaz, de provocar un rosario de Estados fallidos en el
mundo musulmán y Árabe, inmersos en enfrentamientos internos y guerras civiles
que, al menos, los neutralice como enemigos.
Llamamos la atención sobre
este hecho. Los Estados fallidos son una estrategia no declarada en la fase
actual de la crisis capitalista mundial por los poderos lobbistas y fundaciones
liberales que manejan los hilos detrás del Pentágono y de la Casa Blanca. Los
Estados fueron durante un tiempo un freno a la expansión de lo que se llama la
globalización y hoy se van rompiendo por su parte más débil: los países
débilmente estructurados por abrigar dentro de sí conflictos interétnicos o
interreligiosos.
La nueva era de crisis de
los Estados, inaugurada en centro-África, y estimulada por las grandes
multinacionales que provocan el expolio de las materias primas de esos países,
seguida luego por la ex Yugoslavia (los servicios secretos alemanes y
norteamericanos saben mucho de cómo sucedió aquello), en Somalia y en estado
aún larvario en Centroamérica, fueron los primeros indicios de algo que aún no
ha saltado con toda su fuerza al debate de los “expertos políticos” pero está
ahí.
No negamos que existen en
Siria conflictos interétnicos (kurdos, árabes, armenios, turcos), ni que el
islam no es la simplista unidad religiosa que nos empeñamos en ver (alauíes,
chiíes, suníes, ismalíes, además de drusos y cristianos de distintas
confesiones), ni que es la minoría alauí la que gobierna. Pero esa no es la
cuestión relevante en la situación siria.
La cuestión de verdad
importante es que, en el marco de la estrategia de incentivación de los Estados
fallidos por parte del imperialismo y el capitalismo, Siria es uno de los
países más laicos del mundo musulmán, que el Baaz tiene alianzas políticas con
partidos laicos, progresistas y de izquierda, que la situación de la mujer
siria es infinitamente más positiva que la de las mujeres afganas del Gobierno
títere de Karzai, aunque ahora USA, bajo cuerda, esté dispuesta a entregarle su
administración a los talibanes con los que está buscando el diálogo.
En definitiva, que esta
agresión anunciada a Siria por parte del Imperialismo es una gran mascarada de
los poderes económicos mundiales en un país rico en petróleo, el gas natural,
el fosfato y oro, entre otros recursos naturales, envuelto en una mentira de
supuesto humanitarismo hacia la población civil, auténtica víctima de la guerra
que asola el país y que recibirá, junto con el ejército y la destrucción del
país, el fuego amigo de sus “salvadores” durante al menos 60 días para que, una
vez destruido el país y su administración, el imperialismo tenga las manos
libres para practicar su rapiña, como ha hecho tras anteriores guerras.
Por todo esto, llamamos a
la movilización de nuestra sociedad para que llegue alto y claro, a los oídos
de los agresores el grito de
NO A LA GUERRA
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