03-11-2009 Manuel
Sutherland CEPRID
Ante la
copia de métodos burgueses de gobierno (control social), vuelven a la palestra
Tres planteamientos expresados en el título de este escrito, que se constituyen
como elementos de política realmente revolucionaria que darían un vuelco total
al proceso bolivariano, cuya intención general, está orientada a la negación de
la lucha de clases y a la conciliación de las mismas. Dichos avances, son el
anatema de la burocracia e “intelectualidad” más abyecta, que suele aplaudir
como focas en circo, cualquier novedosa ocurrencia del gobierno Bolivariano
como: El trueque o el Banco Popular (Proudhon). Tres expresiones legítimas del
desarrollo superior de la lucha de clases, son frecuentemente estigmatizadas
por quienes blandiendo blasones rojos, argumentan la imposibilidad de mayor
velocidad. Tres resultados y a la vez conquistas teóricas llevadas a la praxis
en decenas de revoluciones e intentos, son aborrecidas por quienes tras
bambalinas, apuestan a nada que cambie y a la más exasperante ralentización del
ya gradual Proceso venezolano. ¿Pero por qué sucede eso?, ¿Cómo se vadean las
urgentes tareas en aras de una altisonante unidad y de un metafísico confiar en
una gradualidad, que nos entregué la sociedad del bienestar, que la historia se
empeña en demostrar que por la vía de las reformas sería imposible?
Las
nacionalizaciones (sin indemnización) o expropiación en el seno del Estado
Obrero
Recuerdo
aquella cita de Lenin, al final de su libro Imperialismo, Fase superior del
Capitalismo, en la cuál nos trae un apotegma de Saint Simón (1760-1865), donde
se revela la necesidad de ordenar el caos capitalista, construir un ente que de
manera Central organice la producción, distribución y consumo para satisfacer
las necesidades estructurales de la población. Todo ello, es evidentemente
perentorio, en aras de aprovechar los recursos y las fuerzas de trabajo
empleadas en lo que realmente amerita la población, eliminando el gasto en
armas, drogas, prostíbulos, casinos y los millonarios subsidios a la
ineficiente burguesía criolla. Pero, ¿si esto es tan evidente, porqué no
llevarlo a cabo? Fácil, por la Propiedad privada de los medios de Producción, que
permite el usufructo del trabajo ajeno y autoriza a la burguesía a dirigir la
producción de los bienes materiales, que garantizan la existencia de la vida.
Esa dirección general de la producción por el empresariado, está hecha única y
exclusivamente para generar ganancias, las más altas posibles en el menor
tiempo posible. Por ello, surgen los fenómenos (que el gobierno achaca a la
“maldad” o falta de nacionalismo de los empresarios criollos, como si no
hubiera burguesía extranjera que hace lo mismo) de desabastecimiento,
inflación, acaparamiento y la tan fementida especulación, que el chavismo sueña
con solucionar con regulaciones, cuando no entiende que todo comercio es
especulación, y que la ganancia que ellos llaman “exorbitante”, es la búsqueda
perenne y natural de todo empresario. Así, que empeñarse en la necesidad de
conservar la propiedad privada, es la piedra de tranca que impide todo avance
cualitativo en la estructura social venezolana.
Por lo
anteriormente expuesto, es menester acabar con la anarquía en la decisión
económica, que permite que se produzcan millones de mercancías inútiles, que
jamás realizarán su valor, y que acarrean inmensas pérdidas de trabajo humano.
Sin embargo, para lograrlo es imposible emprender un quimérico proceso de reeducación
y refinamiento de la burguesía nacional, como lo hace el gobierno. No hay forma
de Planificar conscientemente todo lo que óptimamente se debe y requiere
producir, para satisfacer las necesidades sociales, si el modo de producción
capitalista sigue vigente en país (el 70% del PIB, fue producido por el sector
privado en el 2008).
La
imposibilidad de programar, se entiende a simple vista, en la manera en que
cada agente económico actúa de forma libérrima frente al mercado, y por ende,
puede destinar su capital (plusvalía enteramente extraída a la Clase Obrera) a
los negocios que virtualmente le dé la gana, en el momento que le dé la gana.
Así, cuando se puede requerir inversiones en el agro o en el área de la
manufactura, el empresario decide jugar a la ruleta de la bolsa de valores o
invertirlo en importar películas pornográficas (muy en sintonía con el porno
ejército de USA). De esa forma, se denotan las distorsiones económicas que la
mano invisible de manera mágica, no logra equilibrar, y el caos se avecina con
una pingüe cantidad de quiebras y de bares repletos de despechos monetarios.
Así, la nacionalización sin indemnización, o premio a al burguesía por explotar
y expoliar al pueblo, es una tarea inaplazable de cualquier gobierno
ligeramente sensible al hambre y al atraso del nuestro.
La
revolución no tiene nada que ver con las reformas y cambios sucesivos
Algunos
dicen que no es necesaria una revolución socialista, es decir, un cambio
realmente drástico donde una clase destruya los cimientos políticos y el poder
económico de otra. Abiertamente comentan, que: “poco a poco, iremos arreglando
las cositas que halla que acomodar”. Una visión así, sólo proviene de quien se
está beneficiando del sistema, y sólo aboga por su sostenimiento (reformismo).
Ellos, plantean ligeros cambios que no cuestionen la esencia explotadora y
opresiva del sistema, estando en los puestos de poder, para mantener la
opresión y explotación (reformismo). Tratar de modernizar los aparatos del
estado burgués y no destruir todas las relaciones sociales que en el se
sustentan es reformismo. Creer que el Estado hecho por y para los capitalistas,
es neutro o un aparato útil para la transformación (es reformismo). Creer que
se pueden cambiar las mentes, las formas del pensamiento e inducir a la
solidaridad y a la cooperación dentro de una sociedad capitalista, donde la
avaricia y la destrucción de los competidores es un valor que se desarrolla en
los centros de deformación ideológica (escuelas, liceos, universidades,
televisión, prensa etc.) no es más que reformismo.
Pero las
reformas tienen un fin claramente antirrevolucionario. Las mismas, son
planteadas para atenuar la lucha de clases y frenar los intentos de
emancipación de una clase oprimida. Las reformas son concesiones que en
momentos de peligro la burguesía se ve obligada a ceder, para evitar un mal
superior: la revolución socialista. En la revolución perderían su dineraria
autoridad de mandar, explotar y humillar a millones, es decir, se les expropia
el capital que fue producido por los trabajadores y que ellos expropian a
diario.
Las
reformas, como agregación o sumatoria, no conducen a la revolución, ni una
acumulación de reformas produce la revolución, por el contrario, tienden a
atenuar el espíritu de transformación del sistema, y a convertir a una densa
capa de los administradores de ese bodrio, en fríos y estólidos burócratas.
Tampoco la acumulación de buenas reformas resulta en revolución. Las mejores
reformas apenas podrían medran el poder de la burguesía, pero la burguesía como
clase dominante busca compensaciones y ejerce presiones para seguir
fortaleciéndose de cualquier forma, y su robustecimiento radica en su próximo
regreso al poder político, donde ajustará cuentas con quienes cuestionaron su
proceder (el fascismo en Chile, luego de las concesiones “democrático
burguesas” de Allende, causó la muerte a cientos de miles, y el atraso en el
proceso revolucionario de toda América latina)
¿Podemos
cambiar con reformas nuestra conciencia capitalista?
Creer que se
pueden hacer ligeros cambios y poco a poco ir “concientizando” a las masas,
para luego hacer avanzar al “proceso” a instancias superiores, se equivocan de
plano. La mayoría de las gentes (gentes, por decir algo) que insinúan tamaño
despropósito, saben de antemano que pretender cambiar la mentalidad capitalista
(ellos la llaman Consumista) sin derrotar el capitalismo, es una falacia del
tamaño del Empire State (usando un ejemplo muy capitalista). En su fementido
“error”, creen que las bases pueden dejar de ser reproductores de plusvalía
ideológica (Ludovico Silva) mientras a diario van a centros de-formación
ideológica, en los cuales se les inocula la fraseología hueca y reaccionaria de
la “normalidad” del sistema, del salario justo, de la “sana” competencia, la
empresa con responsabilidad social etc.
No sólo es
eso, los trabajadores al llegar al trabajo tienen jefes que los pisotean y al
salir del laburo, ven que la sociedad premia a los explotadores con fortunas
aptas para comprar: amor (sexo), amistad (adulación), respeto (miedo) y cultura
(libros que jamás serán abiertos). Mientras quienes se afanan y no se
aprovechan del trabajo de nadie (OJO: obreros, no empresarios Bolivarianos),
tienen como recompensa la miseria. ¿Más?, los mal llamados medios de
comunicación, mejor denominados como: aparatos de propaganda ideológica,
realizan la labor de machacar la falsa conciencia, irrigando dosis de
de-formación filosófica capitalista, que los conmina a ser “buenos” esclavos, a
trabajar para otros con gusto, a soñar en explotar a otros, o aprovecharse
sexual y emotivamente de los demás y solidificar el egoísmo que sólo ve
soluciones a sus problemas dentro de sí mismo. Esta metafísica burguesa, hace
confundir a las masas, disfrazando que el conflicto es social y que su salida
estructural radica en transformar estructuralmente TODO EL SISTEMA capitalista.
Pensar lo contrario es reformismo.
¿Es
revolucionario ser “progresistas o insultar a EEUU y querer al Pueblo?
La
revolución no son pasitos que se dan hacia algo mejor, esbozado de manera difusa
y chapucera. La revolución tiene enemigos, además de los tránsfugas, esquiroles
y reformistas. ¿Quiénes son?, la burguesía, los terratenientes y los políticos
que detrás del progresismo niegan la revolución. La burguesía, no es sólo la
Gente que vive del trabajo que realizan otros, contratados bajo relaciones
salariales formales. También hay burgueses informales, legales o ilegales
(burgueses de la droga, casinos, burdeles etc.) Todos ellos, se esfuerzan
denodamente en acumular riquezas que crecen de forma inversamente proporcional
a la pobreza que generan. Todos ellos, más que nunca y 24 horas al día, hacen
denodados arrestos de profundizar la lumpenización del pueblo más pobre,
sometiéndolo a procesos de depauperación intelectual, material y espiritual.
Los
Patroncitos organizan el trabajo, según sea vayan distribuyendo el capital por
determinada actividad, por ello, controlan: ¡qué, cómo, cuándo y dónde se
producirán la totalidad de bienes que debemos consumir para poder sobrevivir¡
Esa elite, cada vez más reducida, direcciona todos los procesos productivos,
mediante su posesión cada vez más concentrada y centralizada del capital,
entendida en este caso, como la totalidad de medios de producción que sirven
para producir los bienes y servicios que consumimos.
Por tanto,
si ellos lo tienen todo, de que sirve ocupar el estado (una construcción suya
apta para administrar sus intereses de clases y defenderlos ante cualquier
sublevación de los oprimidos) si no se hará la revolución. El pueblo se cansa y
obstina. Su apoyo no es incondicional, no es un chorro que se abre y cierra en
cada elección (o única forma alienada de participación política), los problemas
acuciantes ya pocos se los endilgan al pasado; la pobreza, el hambre y la
lumpenización profunda que la burguesía en sus diversos roles ejerce sobre la
población, impedirá avances sólidos de las bases, si sus relaciones sociales
son abiertamente capitalistas, antagónicas y hostiles.
¡Expropiar
o no Expropiar, he ahí un dilema, de quienes de socialismo nada saben¡
Sólo
arrebatándoles el capital, que es nuestro, que fue producido por la clase
trabajadora y expropiado por los patrones, se podrá re-organizar el trabajo,
para evitar la miseria, la desocupación, la infelicidad y esa sensación de
desasosiego que generan la explotación y las diferencias de clase que con las
reformas, generalmente se acentúan. El entusiasmo de las bases populares por el
socialismo no es eterno, se extingue si no hay medidas socialistas que
revolucionen el des-orden anárquico burgués. La gente se cansa de esperar y es
imposible comprar con asistencias, dádivas y clientelismo a toda la clase
obrera. O se hace la revolución, o el papel que se ejerce es el de cerrar las
vías hacia ellas, el de contener el descontento, la rabia y canalizarlo por la
vía institucional burguesa, fortaleciendo a la clase que disfruta y sobrevive
gracias a la indigencia. Sin expropiación no habrá revolución, y sin ella, lo
que queda es la barbarie.
* Manuel
Sutherland es Coordinador de Formación de la Asociación Latinoamericana de
Economía Política Marxista (ALEM)
Programa 20
- Escuela de cuadros - El estado y la revolución, Parte I (Lenin)
Publicado
el 28/01/2013
En este
programa tratamos los capítulo 1 de "El estado y la revolución", el
importante texto que V.I. Lenin escribió en 1917. Puedes leerlo: http://www.marxists.org/espanol/lenin... ESCUELA
DE CUADROS JUEVES Y SÁBADOS, 8PM CATIA TVe, CANAL 41, CARACAS http://www.catiatve.org/spip.php?rubr...
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