Al artículo le he añadido algunos enlaces
30-01-2014
Animados por el continuo apoyo de EE.UU. y de Europa,
esos fanáticos representan el sueño de una Ucrania libre de rusos, de judíos y
de otros "indeseables"
Paramilitares fascistas en Maidan; Ucrania
La violencia en las calles de Ucrania es mucho más
que una expresión de cólera popular contra un gobierno. En realidad, es solo el
último ejemplo del aumento de la forma más insidiosa de fascismo que Europa
haya visto desde la caída del Tercer Reich.
En los últimos meses ha habido protestas regulares
de la oposición política ucraniana y sus partidarios –protestas que han tenido
lugar ostensiblemente como reacción ante la negativa del presidente ucraniano
Yanukovich de firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea que fue visto
por muchos observadores políticos como el primer paso hacia la integración
europea. Las manifestaciones siguieron siendo relativamente pacíficas hasta el
17 de enero cuando algunos manifestantes armados de garrotes, cascos y bombas
improvisadas desencadenaron una violencia brutal contra la policía, atacaron
edificios gubernamentales, golpearon a todo el que sospecharan de simpatías
hacia el Gobierno, y en general causaron estragos en las calles de Kiev. ¿Pero
quiénes son estos violentos extremistas y cuál es su ideología?
La formación política conocida como “Pravy Sektor”
es esencialmente una organización que representa a una serie de grupos
derechistas (léase fascistas) ultranacionalistas que incluyen partidarios del
partido “Svoboda” (Libertad), “Patriotas de Ucrania, Asamblea Nacional
Ucraniana – Autodefensa Nacional Ucraniana (UNA-UNOS) y “Trizub”. Todas estas
organizaciones comparten una ideología común que es vehementemente antirrusa,
antiinmigrantes, y antijudía, entre otras cosas. Además comparten una
reverencia común hacia la denominada “Organización de Nacionalistas Ucranianos”
dirigida por Stepan Bandera, los infames colaboracionistas nazis que
combatieron activamente contra la Unión Soviética y participaron en algunas de
las peores atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial.
Mientras las fuerzas políticas ucranianas,
oposición y Gobierno, siguen negociando, una batalla muy diferente tiene lugar
en las calles. Utilizando la intimidación y la fuerza bruta más típicas de los
“camisas pardas” de Hitler o los “camisas negras” de Mussolini que de un
movimiento político contemporáneo, esos grupos han logrado convertir un
conflicto por la política económica y la orientación política del país en una
lucha existencial por la supervivencia misma de la nación que
esos “nacionalistas” pretenden amar entrañablemente. Las imágenes de Kiev
ardiendo, de calles de Lviv repletas de matones y otros ejemplos escalofriantes
del caos en el país, ilustran más allá de toda duda que la negociación política
con la oposición en la Maidan (la plaza central de Kiev y centro de las
protestas) ya no es el tema central. Más bien, es el problema del fascismo
ucraniano y de si debe apoyarse o rechazarse.
Por su parte, EE.UU. se ha puesto fuertemente de
parte de la oposición, sin preocuparse de su carácter político. A principios de
diciembre algunos miembros del establishment estadounidense como John
McCain y Victoria Nuland aparecieron en la Maidan apoyando a los
manifestantes. Sin embargo, a medida que el carácter de la oposición se hizo
obvio en los últimos días, la clase gobernante en EE.UU. y Occidente y su
maquinaria mediática han hecho poco para condenar el brote fascista. En su
lugar, sus representantes se han reunido con los de Pravy Sektor y consideraron
que no “constituían una amenaza”. En otras palabras, EE.UU. y sus aliados han
dado su aprobación tácita a la continuación y proliferación de la violencia en
nombre de su objetivo final: el cambio de régimen.
En un intento de arrancar a Ucrania de la esfera de
influencia rusa, la alianza EE.UU.-UE-OTAN se ha aliado, y no es la primera
vez, con los fascistas. Por cierto, durante décadas, millones de
latinoamericanos han sido desaparecidos o asesinados por fuerzas fascistas
paramilitares armadas y apoyadas por EE.UU. Los muyahidines de Afganistán, que
posteriormente se convirtieron en al Qaida, también reaccionarios ideológicos
extremos, fueron creados y financiados por EE.UU. con el propósito de
desestabilizar Rusia. Y por cierto, existe la dolorosa realidad de Libia y, más
recientemente Siria, donde EE.UU. y sus aliados financian y apoyan a yihadistas
extremistas contra un Gobierno que se ha negado a alinearse con EE.UU. e
Israel. Existe un patrón inquietante que nunca ha pasado desapercibido a los
observadores políticos atentos: EE.UU. siempre hace causa común con extremistas
derechistas y fascistas para obtener ventajas geopolíticas.
La situación de Ucrania es muy inquietante porque
representa una conflagración política que fácilmente podría desgarrar el país
menos de 25 años después de su independencia de la Unión Soviética. Sin
embargo, existe otro aspecto igualmente inquietante respecto al ascenso del
fascismo en ese país, que no está solo.
La
amenaza fascista en todo el continente
Ucrania y el ascenso del extremismo derechista no
pueden verse, y menos todavía comprenderse, como un hecho aislado. Más bien,
deben examinarse como parte de una creciente tendencia en toda Europa (y por
cierto en el mundo), una tendencia que amenaza los fundamentos mismos de la
democracia.
En Grecia, la salvaje austeridad impuesta por la
troika (FMI, BCE y la Comisión Europea) ha paralizado la economía del país,
conduciendo a una depresión tan mala, sino peor, como la Gran Depresión en
EE.UU. Ante este trasfondo de colapso económico, el partido Amanecer Dorado ha
crecido hasta convertirse en el tercer partido político más popular del país.
Adoptando una ideología de odio, Amanecer Dorado –en efecto un partido nazi que
promueve chovinismo antijudío, antiinmigrantes y antimujeres– es una fuerza
política vista por el Gobierno de Atenas como una seria amenaza para el tejido
mismo de la sociedad. Esta amenaza ha llevado al Gobierno a arrestar a la
dirigencia del partido después de que un nazi de Amanecer Dorado apuñalase a un
rapero antifascista. Atenas ha lanzado una investigación del partido, aunque
los resultados de esta investigación y del proceso siguen siendo algo confusos.
Lo que convierte Amanecer Dorado en una amenaza tan
insidiosa es el hecho de que, a pesar de su ideología central de nazismo, su
retórica contra la UE y la austeridad atrae a muchas personas en una
Grecia económicamente devastada. Como muchos movimientos fascistas del siglo
XX, Amanecer Dorado presenta como chivos expiatorios a inmigrantes, musulmanes
y africanos primordialmente, por muchos de los problemas enfrentados por los
griegos. En circunstancias económicas calamitosas, un odio irracional semejante
se vuelve atractivo; una respuesta a la pregunta de cómo resolver los problemas
de la sociedad. Por cierto, a pesar de que los dirigentes de Amanecer Dorado
están presos, otros miembros del partido continúan en el Parlamento
y siguen siendo candidatos a puestos importantes, incluyendo el de alcalde
de Atenas. Aunque una victoria electoral es poco probable, otro resultado
positivo en las elecciones haría mucho más difícil la erradicación del fascismo
en Grecia.
Si se tratara de un fenómeno limitado a Grecia y
Ucrania, no constituiría una tendencia continental. Lamentablemente, sin
embargo, vemos el ascenso de partidos políticos similares, aunque algo menos
abiertamente fascistas, en toda Europa. En España el gobernante Partido Popular
pro austeridad actúa para imponer leyes draconianas que limitan las
manifestaciones y la libertad de la expresión y aprueba tácticas policiales
represivas. En Francia, el Partido Frente Nacional de Marine Le Pen, que
vehementemente culpa a inmigrantes musulmanes y africanos, obtuvo casi el 20%
de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. De la misma
manera, el Partido por la Libertad de Holanda –que promueve políticas
antimusulmanas y contra los inmigrantes– ha crecido hasta convertirse en la
tercera fuerza del Parlamento. En toda Escandinavia los partidos
ultranacionalistas, que otrora actuaban en total irrelevancia y oscuridad, son
ahora protagonistas significativos en las elecciones. Esas tendencias son
preocupantes, por no decir otra cosa peor.
También hay que señalar que, más allá de Europa,
existe una serie de formaciones políticas cuasi fascistas que, de una u otra
manera, son apoyadas por EE.UU. Los golpes derechistas que derrocaron a los
gobiernos de Paraguay y Honduras fueron tácita y/o abiertamente apoyados por
Washington en su esfuerzo aparentemente interminable de suprimir a la izquierda
en Latinoamérica. Por cierto, también hay que recordar que el movimiento de
protesta en Rusia fue encabezado por Alexei Navalny y sus seguidores
nacionalistas que son partidarios de una virulenta ideología antimusulmana y
racista que considera a los inmigrantes del Cáucaso ruso y de las exrrepúblicas
soviéticas inferiores a los “rusos europeos”. Estos y otros ejemplos comienzan
a pintar un retrato muy desagradable de una política exterior de EE.UU. que
intenta utilizar las dificultades económicas y la agitación política para
ampliar la hegemonía de EE.UU. en todo el mundo.
En Ucrania, el “Pravy Sektor” ha llevado la lucha de
la mesa de negociaciones a la calles en un intento de realizar el sueño de
Stepan Bandera, una Ucrania libre de Rusia, de judíos y de otros “indeseables”
desde su punto de vista. Animados por el continuo apoyo de EE.UU. y de Europa,
esos fanáticos representan una amenaza más seria para la democracia que la que
podría llegar a significar Yanukovich y el Gobierno pro ruso. Si Europa y
EE.UU. no reconocen esta amenaza en su inicio podría ser demasiado tarde cuando
lo hagan.
Eric Draitser es fundador de StopImperialism.com. Es
un analista geopolítico independiente residente en la Ciudad de Nueva York.
Para contactos: ericdraitser@gmail.com.
Ucrania
y el renacimiento del fascismo
La amenaza en el continente europeo
Ucrania y el fascismo: Una amenaza en todo el continente
europeo
31/1/2014
x Eric Draitser ::
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Animados por el
continuo apoyo de EE.UU. y de Europa, esos fanáticos representan el sueño de
una Ucrania libre de rusos, de judíos y de otros "indeseables"
La violencia
en las calles de Ucrania es mucho más que una expresión de cólera popular
contra un gobierno. En realidad, es solo el último ejemplo del aumento de la
forma más insidiosa de fascismo que Europa haya visto desde la caída del Tercer
Reich.
En los
últimos meses ha habido protestas regulares de la oposición política ucraniana
y sus partidarios –protestas que han tenido lugar ostensiblemente como reacción
ante la negativa del presidente ucraniano Yanukovich de firmar un acuerdo
comercial con la Unión Europea que fue visto por muchos observadores políticos
como el primer paso hacia la integración europea. Las manifestaciones siguieron
siendo relativamente pacíficas hasta el 17 de enero cuando algunos
manifestantes armados de garrotes, cascos y bombas improvisadas desencadenaron
una violencia brutal contra la policía, atacaron edificios gubernamentales,
golpearon a todo el que sospecharan de simpatías hacia el Gobierno, y en
general causaron estragos en las calles de Kiev. ¿Pero quiénes son estos
violentos extremistas y cuál es su ideología?
La formación
política conocida como “Pravy Sektor” es esencialmente una organización que
representa a una serie de grupos derechistas (léase fascistas)
ultranacionalistas que incluyen partidarios del partido “Svoboda” (Libertad),
“Patriotas de Ucrania, Asamblea Nacional Ucraniana – Autodefensa Nacional
Ucraniana (UNA-UNOS) y “Trizub”. Todas estas organizaciones comparten una
ideología común que es vehementemente antirrusa, antiinmigrantes, y antijudía,
entre otras cosas. Además comparten una reverencia común hacia la denominada
“Organización de Nacionalistas Ucranianos” dirigida por Stepan Bandera, los
infames colaboracionistas nazis que combatieron activamente contra la Unión
Soviética y participaron en algunas de las peores atrocidades cometidas durante
la Segunda Guerra Mundial.
Mientras las
fuerzas políticas ucranianas, oposición y Gobierno, siguen negociando, una
batalla muy diferente tiene lugar en las calles. Utilizando la intimidación y
la fuerza bruta más típicas de los “camisas pardas” de Hitler o los “camisas
negras” de Mussolini que de un movimiento político contemporáneo, esos grupos
han logrado convertir un conflicto por la política económica y la orientación
política del país en una lucha existencial por la supervivencia misma de la
nación que esos “nacionalistas” pretenden amar entrañablemente. Las imágenes de
Kiev ardiendo, de calles de Lviv repletas de matones y otros ejemplos
escalofriantes del caos en el país, ilustran más allá de toda duda que la
negociación política con la oposición en la Maidan (la plaza central de Kiev y
centro de las protestas) ya no es el tema central. Más bien, es el problema del
fascismo ucraniano y de si debe apoyarse o rechazarse.
Por su
parte, EE.UU. se ha puesto fuertemente de parte de la oposición, sin
preocuparse de su carácter político. A principios de diciembre algunos miembros
del establishment estadounidense como John McCain y Victoria Nuland aparecieron
en la Maidan apoyando a los manifestantes. Sin embargo, a medida que el
carácter de la oposición se hizo obvio en los últimos días, la clase gobernante
en EE.UU. y Occidente y su maquinaria mediática han hecho poco para condenar el
brote fascista. En su lugar, sus representantes se han reunido con los de Pravy
Sektor y consideraron que no “constituían una amenaza”. En otras palabras,
EE.UU. y sus aliados han dado su aprobación tácita a la continuación y
proliferación de la violencia en nombre de su objetivo final: el cambio de
régimen.
En un
intento de arrancar a Ucrania de la esfera de influencia rusa, la alianza
EE.UU.-UE-OTAN se ha aliado, y no es la primera vez, con los fascistas. Por
cierto, durante décadas, millones de latinoamericanos han sido desaparecidos o
asesinados por fuerzas fascistas paramilitares armadas y apoyadas por EE.UU.
Los muyahidines de Afganistán, que posteriormente se convirtieron en al Qaida,
también reaccionarios ideológicos extremos, fueron creados y financiados por
EE.UU. con el propósito de desestabilizar Rusia. Y por cierto, existe la
dolorosa realidad de Libia y, más recientemente Siria, donde EE.UU. y sus
aliados financian y apoyan a yihadistas extremistas contra un Gobierno que se
ha negado a alinearse con EE.UU. e Israel. Existe un patrón inquietante que
nunca ha pasado desapercibido a los observadores políticos atentos: EE.UU. siempre
hace causa común con extremistas derechistas y fascistas para obtener ventajas
geopolíticas.
La situación
de Ucrania es muy inquietante porque representa una conflagración política que
fácilmente podría desgarrar el país menos de 25 años después de su
independencia de la Unión Soviética. Sin embargo, existe otro aspecto
igualmente inquietante respecto al ascenso del fascismo en ese país, que no
está solo.
La
amenaza fascista en todo el continente
Ucrania y el
ascenso del extremismo derechista no pueden verse, y menos todavía
comprenderse, como un hecho aislado. Más bien, deben examinarse como parte de
una creciente tendencia en toda Europa (y por cierto en el mundo), una
tendencia que amenaza los fundamentos mismos de la democracia.
En Grecia,
la salvaje austeridad impuesta por la troika (FMI, BCE y la Comisión Europea)
ha paralizado la economía del país, conduciendo a una depresión tan mala, sino
peor, como la Gran Depresión en EE.UU. Ante este trasfondo de colapso
económico, el partido Amanecer Dorado ha crecido hasta convertirse en el tercer
partido político más popular del país. Adoptando una ideología de odio,
Amanecer Dorado –en efecto un partido nazi que promueve chovinismo antijudío,
antiinmigrantes y antimujeres– es una fuerza política vista por el Gobierno de
Atenas como una seria amenaza para el tejido mismo de la sociedad. Esta amenaza
ha llevado al Gobierno a arrestar a la dirigencia del partido después de que un
nazi de Amanecer Dorado apuñalase a un rapero antifascista. Atenas ha lanzado una
investigación del partido, aunque los resultados de esta investigación y del
proceso siguen siendo algo confusos.
Lo que
convierte Amanecer Dorado en una amenaza tan insidiosa es el hecho de que, a
pesar de su ideología central de nazismo, su retórica contra la UE y la
austeridad atrae a muchas personas en una Grecia económicamente devastada. Como
muchos movimientos fascistas del siglo XX, Amanecer Dorado presenta como chivos
expiatorios a inmigrantes, musulmanes y africanos primordialmente, por muchos de
los problemas enfrentados por los griegos. En circunstancias económicas
calamitosas, un odio irracional semejante se vuelve atractivo; una respuesta a
la pregunta de cómo resolver los problemas de la sociedad. Por cierto, a pesar
de que los dirigentes de Amanecer Dorado están presos, otros miembros del
partido continúan en el Parlamento y siguen siendo candidatos a puestos
importantes, incluyendo el de alcalde de Atenas. Aunque una victoria electoral
es poco probable, otro resultado positivo en las elecciones haría mucho más
difícil la erradicación del fascismo en Grecia.
Si se
tratara de un fenómeno limitado a Grecia y Ucrania, no constituiría una
tendencia continental. Lamentablemente, sin embargo, vemos el ascenso de
partidos políticos similares, aunque algo menos abiertamente fascistas, en toda
Europa. En España el gobernante Partido Popular pro austeridad actúa para
imponer leyes draconianas que limitan las manifestaciones y la libertad de la
expresión y aprueba tácticas policiales represivas. En Francia, el Partido
Frente Nacional de Marine Le Pen, que vehementemente culpa a inmigrantes
musulmanes y africanos, obtuvo casi el 20% de los votos en la primera vuelta de
las elecciones presidenciales. De la misma manera, el Partido por la Libertad
de Holanda –que promueve políticas antimusulmanas y contra los inmigrantes– ha
crecido hasta convertirse en la tercera fuerza del Parlamento. En toda
Escandinavia los partidos ultranacionalistas, que otrora actuaban en total
irrelevancia y oscuridad, son ahora protagonistas significativos en las
elecciones. Esas tendencias son preocupantes, por no decir otra cosa peor.
También hay
que señalar que, más allá de Europa, existe una serie de formaciones políticas
cuasi fascistas que, de una u otra manera, son apoyadas por EE.UU. Los golpes
derechistas que derrocaron a los gobiernos de Paraguay y Honduras fueron tácita
y/o abiertamente apoyados por Washington en su esfuerzo aparentemente
interminable de suprimir a la izquierda en Latinoamérica. Por cierto, también
hay que recordar que el movimiento de protesta en Rusia fue encabezado por
Alexei Navalny y sus seguidores nacionalistas que son partidarios de una
virulenta ideología antimusulmana y racista que considera a los inmigrantes del
Cáucaso ruso y de las exrrepúblicas soviéticas inferiores a los “rusos
europeos”. Estos y otros ejemplos comienzan a pintar un retrato muy
desagradable de una política exterior de EE.UU. que intenta utilizar las
dificultades económicas y la agitación política para ampliar la hegemonía de
EE.UU. en todo el mundo.
En Ucrania,
el “Pravy Sektor” ha llevado la lucha de la mesa de negociaciones a la calles
en un intento de realizar el sueño de Stepan Bandera, una Ucrania libre de
Rusia, de judíos y de otros “indeseables” desde su punto de vista. Animados por
el continuo apoyo de EE.UU. y de Europa, esos fanáticos representan una amenaza
más seria para la democracia que la que podría llegar a significar Yanukovich y
el Gobierno pro ruso. Si Europa y EE.UU. no reconocen esta amenaza en su inicio
podría ser demasiado tarde cuando lo hagan.
* Eric
Draitser es fundador de StopImperialism.com.
CounterPunch. Traducido para Rebelión por Germán Leyens
CounterPunch. Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Canvas Belgrado: Una ONG de EEUU detrás de las protestas
violentas en Kiev
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