(“Ermattung oder Kampf?” Die
Neue Zeit, año XXVIII, volumen 2, 1910)
I
Debido al trabajo de agitación oral al que tuve que dedicarme, respondo
con bastante retraso al camarada Kautsky, Pero si mi artículo acerca de la
huelga de masas y mi trabajo agitativo de abril no hubiesen conseguido nada más
que abrir el partido a una discusión profunda sobre los problemas de táctica, y
lograr también que la prohibición de la discusión sobre la huelga de masas se
rompa en nuestro órgano teórico Neue Zeit, yo podría darme ampliamente por
satisfecha. Pues se trataba en primer término de oponerme al incomprensible
intento de suprimir la discusión pública en la prensa partidaria de problemas
que conmueven en lo más profundo el interés de los más vastos sectores
partidarios. En este sentido debe quedar claro que con el fundamento de que la
discusión sobre la huelga de masas era indeseable en la prensa partidaria, mi
artículo sobre el tema no sólo había sido rechazado por nuestro órgano central
Vorwärts, sino también por la redacción de Neue Zeit, quien primero lo había
aceptado y compuesto para su impresión para luego devolvérmelo.
Lo equivocado de dicho intento sólo puede apreciarse si se toma en
consideración que no se trata de una discusión desencadenada arbitrariamente,
de la ocurrencia de una persona aislada, tal como la presenta el camarada Kautsky al iniciar su trabajo con la frase:
“La camarada Luxemburg ha puesto en
discusión el tema de la huelga de masas en su artículo publicado en nuestro
órgano partidario de Dortmund.” 1 Antes que yo hubiese aparecido en
primera línea con mi artículo, el problema de la huelga de masas estaba a la
orden del día en una serie de centros y publicaciones partidarias de
importancia.
1 Ver en nuestro sello hermano, Alejandría Proletaria, “¿Y ahora qué?” en la serie de Karl
Kautsky. NdE.
Los camaradas de Halle, de la zona de agitación de Hessen-Nassau, habían
planteado formalmente a la dirección del partido la necesidad de poner en
discusión la huelga general. Los camaradas de Königsberg, Essen, Breslau,
Bremen, habían decidido organizar conferencias y debates sobre la huelga de
masas. En Kiel y Fráncfort del Meno se habían efectuado con buen éxito huelgas
de masas demostrativas de medio día de duración. El camarada Pokorny de la liga
minera, había mostrado la perspectiva de la huelga de masas en una asamblea
pública en Essen y expresado la esperanza de que los mineros tuvieran el papel
de vanguardia en las grandes luchas políticas que se avecinaban; inclusive
nuestros representantes en la cámara de representantes de Prusia habían
amenazado con la huelga de masas.
El hecho de que mi artículo haya sido reproducido por casi toda la-prensa
partidaria de Prusia y aun por algunas publicaciones de fuera de Prusia,
muestra hasta qué punto la discusión de la huelga de masas se correspondía con
el estado de ánimo y las necesidades de conjunto de los camaradas del partido.
Más aún, se agrega a ello que en Kiel, en Bremen, en Fráncfort del Meno, en la
zona industrial de Renania-Westfalia y el 1º de mayo en Colonia, en las
dieciséis grandes asambleas que celebré en abril en Silesia, la consigna de la
huelga de masas desencadenó una entusiasta aceptación en todas partes sin
excepción. En la actualidad, como lo pude comprobar, sólo hay otra consigna que
produce en las masas partidarias de Alemania una aceptación tan fervorosa: es
la sólida reafirmación de nuestra posición republicana, una consigna que
lamentablemente tampoco puede aparecer públicamente ni en Vorwärts ni en Die
Neue Zeit. Pero también en este caso una parte de nuestra prensa provincial,
desde el Dortmunder Arbeiterzeitung hasta el Breslauer Volkswacht, cumplen con
su deber.
Nunca como hasta ahora existió un ánimo de lucha tan fuerte en las más
amplias masas del partido, una voluntad tan decidida de llevar hasta el triunfo
la lucha ya iniciada por el derecho del sufragio, a través de la presión de las
masas en la calle si fuera necesario, y un tenso interés por la idea de la
huelga de masas. Sólo una publicación partidaria no ha sido afectada hasta el
presente por esa disposición que reina en el país: nuestro órgano central, el
Vorwärts, que hasta el día de hoy no ha tomado nota ni con una palabra del
debate sobre la huelga de masas que se desarrolla en toda la prensa partidaria.
Hay por lo tanto una masa de afiliados que ignora por completo ese debate: los camaradas
de Berlín, que a través de Vorwärts deberían ser informados sobre el estado de
ánimo y la vida espiritual del partido en el país. El órgano central pone tanto
entusiasmo en el estricto cumplimiento de las directivas impartidas que borra
toda mención sobre la huelga de masas da las crónicas sobre las asambleas que
se realizan en Berlín. Incluso, significativamente, del despacho que publicó
Vorwärts sobre el acto de masas de Fráncfort del 17 de abril, que apareció sin
“correcciones” en otras publicaciones partidarias, se borró cuidadosamente la
frase: “La oradora suscitó una tumultuosa adhesión de los reunidos con su
propagandización de la huelga de masas.” Seguramente el camarada Kautsky
también recogió del Vorwäts su información sobre los puntos de vista de los
círculos del partido, dado que bajo las actuales circunstancias considera
posible impedir la discusión abierta sobre la huelga de masas.
No es la primera vez por cierto que se trata de impedir la consideración
pública de este problema, y creo que lo infructuoso de cada uno de esos
intentos debería haber demostrado lo inútil de la empresa. El congreso de los
sindicatos de Colonia ya en 1905 había prohibido la “propagandización de la
huelga de masas” en Alemania. La conferencia preparatoria de los camaradas
alemanes del partido, realizada en Austria en 1904, previa al congreso
partidario de Salzburgo, había decidido igualmente que la consigna de la huelga
de masas no debería ser analizada ni mencionada en ese congreso. Pero ambas
decisiones fracasaron simplemente porque la socialdemocracia no es una secta
constituida por un puñado de alumnos obedientes, sino un movimiento de masas en
el que las cuestiones que lo agitan interiormente se hacen públicas, aunque
haya quienes las quieren silenciar.
Lo que en algunos casos debe preocupamos no es el intento en sí de
impedir la discusión del problema (a mi entender prohibiciones de esa índole
deben ser enfrentadas, no con desencanto, sino con apacible serenidad de
ánimo), sino la concepción general de la huelga de masas que está en la base de
ese intento. Pues si uno escucha los argumentos con los que se fundamenta lo
perjudicial que sería en este momento la discusión pública de la huelga de
masas, podría creerse que han desaparecido sin dejar rastros las enseñanzas de
la revolución rusa. Todo el rico tesoro de las experiencias de ese período,
fundamentales para la valoración de la huelga de masas y de la táctica de lucha
proletaria, parecen haber sido olvidadas. Es como si todavía nos encontráramos
en los hermosos tiempos de los debates con Domela Nieuwenhuis y Cornelissen.
“Si esto [la discusión de la huelga de masas, dice el camarada Kautsky] se hace
públicamente, significaría comunicarle al adversario los puntos débiles de
nuestra posición. Toda la discusión sería tan conveniente como realizar un
consejo de guerra acerca de la oportunidad de dar una batalla el enemigo, tan
cerca de él, que éste pudiera escucharnos.”
Según esto la huelga de masas sería entonces un golpe planeado
cuidadosamente, elaborado en secreto por el “consejo de guerra” de la
socialdemocracia (es decir por la dirección del partido y la comisión general
de los sindicatos) en un cuarto cerrado, y con el cual se pretendería
sorprender al enemigo, en este caso la sociedad burguesa. Ya en 1906 dirigí
contra esta concepción mi folleto sobre la huelga de masas escrito
por encargo de los camaradas de Hamburgo, y aquí sólo puedo repetirlo:
“Hoy día están en el mismo terreno de una concepción abstracta,
ahistórica, tanto los que próximamente quieren desencadenar en Alemania la
huelga de masas a través de una decisión de la dirección tomada para un día
preciso del calendario, como también aquellos, que al igual que los
participantes del congreso sindical de Colonia, desean eliminar de la superficie
de la tierra el problema de la huelga de masas a través de la prohibición de su
propagandización. Las dos orientaciones parten de la idea común, puramente
anarquista, que la huelga de masas es simplemente un medio de lucha técnico,
que puede ser “decidido” o también “prohibido” a voluntad, de acuerdo con el
mejor conocimiento y conciencia, una suerte de cortaplumas que se puede tener
guardado en el bolsillo, “por lo que pudiera suceder”, cerrado y preparado, o
que por una simple decisión se pudiera abrir y utilizar.”
A los temores del camarada Kautsky, nacidos de esta concepción, que la
discusión pública de la huelga de masas revelaría “los puntos débiles” de
nuestra posición al enemigo, no tengo mejor forma de contestarles que con las
palabras del camarada Pannekoek, que ya ha aclarado en la Bremer Bürgerzeitung
la mayoría de los puntos débiles de la posición kautskiana:
“Hasta qué punto conduce al error esta comparación con el campo de las
técnicas de guerra [escribió Pannekoek] lo demuestra el hecho de que el partido
nunca procedió de otro modo que mediante la discusión en forma totalmente
pública de sus puntos fuertes y sus puntos débiles. No podría haber sido de otra
forma, pues la socialdemocracia no es un grupo pequeño y cerrado sino un
movimiento de masas. Ahí los planes secretos no valen nada. La fuerza y la
debilidad no pueden ser aumentadas ni reducidas a través del secreto ya que
dependen de las condiciones políticas y sociales generales, que a su vez no
pueden ser encubiertas. ¿Cómo podríamos revelarle así al enemigo nuestras
debilidades? Las conoce tan bien como nosotros. Y si no las conoce, si se deja
engañar sobre nuestra fuerza y la suya propia, entonces esto también se
fundamenta en condiciones histórico-sociales necesarias, en las que el secreto
táctico nada puede cambiar.”
Pero el camarada Kautsky señala además otros efectos perjudiciales del
debate público: “[...] yo lamentaría mucho” escribe, “que el artículo de la
camarada Luxemburg tuviera el efecto de encender en la prensa partidaria una
discusión en la que una de las partes explicitaría sus razones para considerar
a la huelga de masas como carente de perspectiva en lo inmediato. Tenga o no razón,
un análisis de este tipo no estimularía para nada la acción”. Ahora bien, este
es un punto de vista que me resulta totalmente incomprensible y que la
socialdemocracia hasta ahora nunca mantuvo. Nunca hemos buscado “estimular la
acción” por medio de ilusiones y el ocultamiento ante las masas del verdadero
estado de cosas. Si los oponentes de la huelga de masas tienen razón con sus
argumentos acerca de la falta de perspectivas de una acción de ese tipo,
entonces es muy saludable y necesario escuchar esos fundamentos y aceptarlos.
Si no tienen razón, es igualmente saludable y necesario que sus argumentos sean
reconocidos públicamente como carentes de base. En estas circunstancias la
evaluación más cuidadosa sólo puede ser de utilidad y aportar al propio
esclarecimiento del partido, llamar nuestra atención sobre las debilidades de
nuestro movimiento y descubrir las tareas prácticas más urgentes de agitación o
de organización.
Pero si lo que el camarada Kautsky tenía en vista era el peligro de que,
como consecuencia de mi agitación escrita y verbal, los dirigentes sindicales
fuesen alertados y apuntaran sus cañones contra la idea de la huelga de masas,
entonces en mi opinión en este miedo se esconde una sobrestimación del poder de
los dirigentes, que a su vez sólo puede explicarse como producto de una concepción
mecánica de la huelga de masas, que es vista como un plan sorpresivo y
comandado por el “estado mayor”. En realidad, los dirigentes sindicales no
tienen ningún poder para impedir un movimiento de huelga de masas si éste es el
resultado de las condiciones, de la agudización de la lucha, del estado de
ánimo de las masas proletarias. Si en situaciones de tales características los
dirigentes sindicales se ponen en contra de las aspiraciones de la masa, lo que
está perdido no es el estado de ánimo de la masa sino la autoridad de los
dirigentes sindicales. En realidad, hoy existe en los trabajadores un ánimo de
lucha tan vivaz que la aparición pública de los estados mayores sindicales en
actitud frenadora sólo tendría como resultado el despertar de la crítica y la
protesta dentro de las propias filas de afiliados sindicales. Desde el punto de
vista del “estímulo para la acción”, nada sería más deseable que los dirigentes
sindicales aparecieran por fin públicamente con sus “cañones”, para que sus
argumentos pudieran ser observados atentamente a la luz del día, lo cual
permitiría comprobar hasta qué punto los líderes han quedado por detrás de las
masas tanto en sus sentimientos como en sus pensamientos. Que el camarada
Kautsky haya evitado a los dirigentes sindicales esta penosa labor al oponerse
primero personalmente a la discusión pública para aparecer luego abiertamente
en dicha discusión cuando aquello resultó inútil, tratando en cuanto teórico de
la posición radical de desviar el interés por la huelga de masas hacia las
próximas elecciones para el Reichstag, debe haber producido seguramente viva
satisfacción en la comisión general de los sindicatos. Pero me parece dudoso
que su actitud política fuera coherente con el objetivo de “estimular la
acción”.
¿Qué es entonces lo que realmente impulsó al camarada Kautsky a hacer su
llamado de advertencia? ¿Cuáles eran los peligros de los que se trataba de
salvar al partido? ¿Hubo alguien que pensara, por ventura, dar de hoy para
mañana la orden de una huelga de masas, o existía el peligro que en el partido
se despertasen ilusiones infundadas sobre el efecto milagroso de la huelga de
masas, llevando: irresponsablemente a las masas a una acción en la que
esperaran encontrar de un golpe las soluciones para todas las cuestiones? No he
podido detectar nada parecido ni en las asambleas ni en la prensa; yo, por mi
parte, creo no haber dejado al respecto ningún lugar a dudas.
“Una huelga de masas “prefabricada” por una simple resolución del
partido, emitida una buena mañana como un escopetazo [escribí], es simplemente
una fantasía pueril, una quimera anarquista. Pero una huelga de masas que sea
el producto de demostraciones de masas imponentes de trabajadores, de varios
meses de duración y que va creciendo hasta colocar a un partido de tres
millones ante el dilema de avanzar a cualquier precio o dejar morir a la acción
de masas iniciada; una huelga de masas de tales características, nacida, de la
necesidad interna y de la decisión de las masas que se han despertado; y al mismo
tiempo de la situación política agudizada, lleva en sí misma su justificación y
al mismo tiempo la garantía de su eficacia.
“Evidentemente, la huelga de masas no es un medio capaz de hacer
milagros, que asegura el éxito bajo cualquier circunstancia. Sobre todo, la
huelga de masas no debe ser contemplada como el único medio mecánico utilizable
para la presión política, que puede ser empleado artificiosa y asépticamente,
según una receta preestablecida. La huelga de masas no es más que la forma
exterior de la acción, que tiene su desarrollo interno, su lógica, su
agudización, sus consecuencias, en íntima relación con la situación política y
con su desarrollo ulterior. La huelga de masas, particularmente como una corta
y única huelga demostrativa, no es por cierto la última palabra de la campaña política
iniciada. Pero sí es, en cambio, en el actual estado de cosas, su palabra
inicial. Y si bien resulta imposible planificar con lápiz y papel el desarrollo
ulterior, los éxitos inmediatos, los costos y sacrificios de dicha campaña,
como si se tratase de la contabilidad de los costos de una operación de bolsa,
no por ello deja de haber situaciones en las que el deber político de un
partido, dirigente de millones, es plantear con decisión aquella consigna que
es la única que permite impulsar hacia adelante la lucha por él iniciada.”
Y para terminar, decía yo con absoluta claridad cuál era, a mí entender,
el punto fundamental:
“Sin embargo, no debe esperarse en modo alguno que un buen día, desde la
dirección superior del movimiento, desde el comité central del partido y de la
comisión general de los sindicatos, emane la “orden” para la huelga de masas.
Los cuerpos que tienen la responsabilidad de conducir a millones de hombres son
por naturaleza reticentes en las resoluciones que otros deben llevar a la
práctica. Por ello la decisión de una inminente acción de masas únicamente debe
partir de la masa misma. La liberación de
la clase trabajadora debe ser obra únicamente de la clase trabajadora misma
(aquí) (esta frase del Manifiesto Comunista, indicadora del
camino, tiene también validez en lo particular; también en el interior del
partido de clase del proletariado cualquier movimiento grande, decisivo, debe
surgir del convencimiento y de la decisión de la masa de militantes y no de la
iniciativa de un puñado de dirigentes. La decisión de llevar al triunfo la
presente lucha por los derechos electorales en Prusia, apelando según los
términos del congreso partidario prusiano a todos los medios, es decir
inclusive a la huelga de masas, únicamente puede realizarse con las más amplias
capas del partido. A los camaradas del partido y de los sindicatos en cada
ciudad y en cada distrito les corresponde tomar posición frente al problema de
la situación actual y expresar su opinión y su voluntad en forma clara y
abierta, para que la opinión de la masa trabajadora organizada pueda hacerse
escuchar como un todo. Y si esto ocurre, entonces también nuestros dirigentes
estarán a la altura de las circunstancias, como hasta ahora lo estuvieron
siempre.”
Es decir, que el principal objetivo perseguido era que las masas se
ocuparan del problema de la huelga de masas y tomaran posición frente a ella.
Si la huelga de masas era posible, adecuada, necesaria, surgiría de la
situación y de la posición de las masas. La actuación del camarada Kautsky, por
el contrario, desde el punto de vista de una concepción marxista aparece como
realmente peculiar. El camarada Kautsky fundamenta toda su teoría de la
“estrategia de desgaste” en el hecho de que no ahora, pero después de las
elecciones del Reichstag del próximo año, podríamos encontrarnos en una
situación donde estemos obligados a aplicar la huelga de masas. Más adelante
acepta que “por un hecho imprevisto, como una masacre después de una
manifestación callejera”, puede hacerse necesaria la huelga de masas en forma
totalmente espontánea. Incluso llega a escribir: “Desde la existencia del
Imperio Alemán las contradicciones sociales, políticas e internacionales nunca
estuvieron tan tensas como ahora [...], nada más fácil que pensar en sorpresas
que todavía antes de las próximas elecciones para el Reichstag lleven a grandes
descargas y catástrofes en las que el proletariado se vea impelido a la utilización
de todas sus fuerzas y medios de lucha. En esas condiciones una huelga de masas
bien podría estar en situación de barrer con el régimen existente.”
Pero esto es así aunque sólo exista una única posibilidad de que la
huelga de masas sea utilizada en Alemania en el futuro próximo, entonces va de
suyo que es nuestro deber explicitar también esta eventualidad ante las masas,
despertar ya ahora la simpatía por esta acción en los más amplios círculos del
proletariado, para que la masa trabajadora no se vea sorprendida, para que no
entre en acción ciegamente, por razones afectivas, sino con plena conciencia,
bajo la segura convicción de su propia fuerza y, en lo posible, en imponentes
conjuntos masivos. Se trata que la masa misma esté madura para todas las
eventualidades, que ella misma determine sus acciones, y no que espere de
arriba la señal de batuta “en el momento apropiado”, “confiando en su
magistrado, que piadosa y amorosamente guarda al estado a través de un actuar
clemente, ilustre y sabio”, mientras que a la masa partidaria lo que siempre le
corresponde es “callarse la boca”. La concepción marxista consiste precisamente
en la consideración de la masa y de su conciencia como factores determinantes
de todas las acciones políticas de la socialdemocracia. En el espíritu de esta
concepción también las huelgas de masas políticas (como toda la lucha por el
derecho del sufragio) no es finalmente otra cosa que un medio de
esclarecimiento de clases y la organización de las capas más amplias del
proletariado. Desde el punto de vista de la doctrina marxista resulta un enigma
absoluto que se pueda pensar en la posibilidad de la realización de acciones de
ese tipo en un futuro próximo y que, simultáneamente, se prohíba a la masa que
tome en consideración ese problema, como si se tratara de impedirle que juegue
con fuego; pero tampoco la moderna o. antigua estrategia de la guerra permite
explicarnos ese enigma.
II
En estrecha relación con esta idea de la huelga de masas, en cuanto
acción que se rige por las decisiones de un comando de la huelga general,
también está la cuidadosa diferenciación que realiza el camarada Kautsky entre
las distintas formas de huelgas: huelgas
demostrativas, huelgas coercitivas, huelgas económicas, huelgas políticas.
El camarada Kautsky exige que se las diferencie estrictamente, pues ante una
falta de claridad de la propaganda, las masas podrían entendernos mal y en
lugar de una huelga demostrativa planificada, podrían efectuar sin quererlo una
“huelga coercitiva” inapropiada; la mezcla de exigencias económicas (e
inclusive una movilización por la jomada de ocho horas) con el movimiento por
los derechos del sufragio, sólo podría perjudicarlas.
Ahora bien, esta división estricta y esquemática de la huelga de masas, con
tipos y subtipos, pueden tener sentido en el papel y bastar también para la
vida parlamentaria. Pero apenas comienzan las grandes acciones de masa y los
períodos políticos tormentosos, la clasificación es descompaginada totalmente
por la vida misma, por ejemplo, este fue el caso de Rusia, donde las huelgas
demostrativas y las huelgas combativas se alternaban continuamente, y donde el
incesante y multifacético efecto de la acción económica y política constituía
justamente lo característico de esa lucha revolucionaria y la fuente de su
fuerza interna. El camarada Kautsky descarta ciertamente el ejemplo de Rusia
porque “allí entonces reinaba la revolución”. Dado que los acontecimientos
rusos caen bajo el rubro “revolución”, las enseñanzas de las luchas rusas no
pueden tener validez para otros países. Pero a medida que también en Alemania
nos acercamos a épocas de tormentosos enfrentamientos del proletariado con la
reacción dominante, tanto más válidas resultan para nuestras condiciones las
manifestaciones de una situación revolucionaria.
Pero nosotros ni siquiera necesitamos mirar hacia Rusia para entender lo
inadecuado de ese esquema tan exangüe. Pues lo mismo nos demuestra la historia
de la lucha por los derechos del sufragio en Bélgica, donde no hubo ni una
guerra ni una revolución. El camarada Kautsky opina que “hasta el momento la
vida ha sido tan pedante” como para mantener rigurosamente diferenciadas la
lucha económica y la política, que por lo menos, “en las luchas de Europa
occidental por el derecho del sufragio el momento económico y el momento
político hasta ahora se han mantenido estrictamente separados”. El camarada
Kautsky se encuentra en un error.
El movimiento belga por el derecho del sufragio se inició en 1886,
precisamente a partir de todo un torrente de luchas económicas. En su comienzo
fue una elemental huelga de mineros la que dio la señal para el levantamiento.
A la huelga de los mineros le siguieron otras huelgas prácticamente en todas
las ciudades y ramas de la producción, en las que las exigencias salariales
estaban en primer plano. De estas luchas puramente gremiales nació en Bélgica
el movimiento de masas por el derecho del sufragio universal. A la exigencia
salarial pronto se le acopló en todas partes la exigencia del derecho electoral,
y utilizando la gran agitación por la lucha económica, la joven
socialdemocracia belga pudo organizar el 15 de agosto de 1886 en Bruselas su
primera demostración de masas en favor del sufragio universal. Volvió a ocurrir
lo mismo más tarde. La gran huelga de masas política del año 1891, que arrancó
del gobierno un proyecto sobre derechos del sufragio, se produjo en relación
con la lucha por la jomada de ocho horas, en particular debido al impulso
inmediato de la fiesta de mayo, y fue el efecto de una serie de acciones
sindicales. Nuevamente una gran huelga salarial de los mineros, a la que
siguieron huelgas en las siderurgias y acerías, y luego paros de los
carpinteros de obra, trabajadores portuarios, y otros; a partir de los
dirigentes partidarios belgas de esa época, se llevó a cabo la primera huelga
por el derecho del sufragio, que también fue la que obtuvo el primer éxito.
Después que las concesiones que hizo el gobierno permitieran la finalización de
esta huelga de masas política, los mineros en Charleroi continuaron todavía su
huelga para obtener una reducción de la jornada de trabajo y un aumento de
salario. A todo lo largo del año 1892 se mantuvo en la industria belga una
crisis larvada que generó una gran agitación en la masa trabajadora, varias
huelgas para oponerse a reducciones salariales, y a fin de ese año a un
importante desempleo. El 3 de noviembre de 1892, el día de la apertura de las
cámaras, el partido organizó en todas las fábricas de Bruselas una huelga
demostrativa de masas. Y en diciembre de ese mismo año la socialdemocracia
belga hizo suyo el problema del desempleo y realizó imponentes manifestaciones
de desocupados.
De esta manera, en una interacción alternada, de huelgas demostrativas y
huelgas “coercitivas”, de acción económica y acción política, se fue preparando
la siguiente huelga de masas por el derecho del sufragio y el combate decisivo
del año 1893. Si el camarada Kautsky trata ahora cuidadosamente de empequeñecer
también este triunfo, al señalar que “hasta hoy Bélgica no posee el derecho del
sufragio universal”, este hecho por todos conocido sería sólo un argumento en
contra de quien recomendase la huelga de masas política como un milagroso
remedio curalotodo que, por ejemplo, según la receta anarquista, permitiría la
obtención de todos los triunfos de un solo golpe. Sin embargo, por ahora de lo
único que se trata es de si la huelga de masas fue o no un medio excelente para
permitir al proletariado belga el acceso al parlamento y para conquistar desde
el vamos, en la primera elección, un quinto de todos los mandatos y de si en
este movimiento por el derecho del sufragio las luchas económicas no han
desempeñado un papel de primer plano, constituyendo el punto de partida y la
base de la huelga de masas política.
Pero también nuestras propias experiencias pasadas contradicen la
suposición del camarada Kautsky. En estos momentos tenemos la gran lucha del
gremio de la construcción. Según el esquema consignado, nosotros deberíamos
separar estrictamente esta lucha económica de nuestro movimiento por el derecho
del sufragio, y probablemente habría que haber evitado estad lucha por
perjudicial a los intereses de dicho movimiento. En realidad esa división es
imposible de realizar y sería probablemente la mayor estupidez que podríamos
cometer. Por el contrario, en cada asamblea por el derecho del sufragio se
llega a hablar naturalmente del lock-out en la construcción, los obreros en
paro constituyen una parte de nuestro público en cada asamblea y manifestación,
y por el efecto de la impresión que produce la brutalidad del capital en el
gremio de la construcción, toda palabra de crítica a las condiciones imperantes
despierta un eco más vivo en las masas. En una palabra, la prueba de fuerza en
el gremio de la construcción ayuda a elevar el ánimo de combatividad por el
derecho del sufragio, y a la inversa, la simpatía general, la agitación
generalizada de las masas en la lucha por el derecho electoral, beneficia a los
obreros de la construcción.
En la práctica nosotros ya hemos cometido un pecado de este tipo contra
el esquema expuesto, al unir la lucha por el derecho del voto con la fiesta del
de mayo, es decir, con la lucha por la jornada de ocho horas, al convertir
directamente la fiesta del 1º de mayo en una demostración por el derecho del
voto. Lo cierto es que todo el mundo comprende que este nexo era una exigencia
muy simple de la táctica socialdemócrata, y que nuestra lucha en Prusia por el
derecho del voto adquiere su marco adecuado como lucha de clases proletaria,
justamente por su unión con las consignas del 1º de mayo del socialismo
internacional.
Aquí es donde reside precisamente el punto principal de la cuestión. Si
nosotros queremos llevar nuestro movimiento prusiano por el derecho del
sufragio sólo como una lucha constitucional política en el sentido del
liberalismo burgués y en alianza con el mismo, entonces es correcta la
separación estricta de este movimiento de todas las luchas económicas contra el
capitalismo. Pero entonces la huelga de masas estrictamente política también
está condenada al fracaso desde un comienzo como medida parcial, como lo
muestra el destino de las huelgas de masas belgas del año 1902, que por otra
parte quizás puedan explicarle al camarada Kautsky por qué, “por otra parte,
hasta hoy Bélgica no posee el derecho del sufragio universal”. Si por el
contrario queremos conducir la lucha por el derecho del sufragio en el sentido
de una táctica proletaria, es decir, como un aspecto parcial de nuestra lucha
de clases socialista general, si queremos fundamentarla en una crítica amplia
de las relaciones de clase económicas y políticas generales, y basarla
únicamente en la fuerza propia y en la acción de clase del proletariado,
entonces resulta claro que una “separación estricta” de los intereses
económicos y las luchas del proletariado se contradice con los fines,
resultando inclusive imposible. Así habría que paralizar artificialmente la
fuerza y el ímpetu del movimiento por el derecho del sufragio, empobrecer su
contenido, si no quisiéramos incorporar al mismo todo aquello que toca los
intereses vitales de las masas trabajadoras, todo lo que vive en el corazón de
estas masas.
El camarada Kautsky habla justamente aquí con las palabras de aquella
concepción pedante, estrecha, del movimiento por el derecho del sufragio, que
ya nos ha dañado: cuando en los años 1908 y 1909 vivimos el primer huracán de
manifestaciones en el movimiento por el derecho del sufragio, la masa
trabajadora acababa de comenzar a sentir los horrores de la crisis económica.
En Berlín reinaba un desempleo terrible que se manifestaba en agitadas
asambleas de desocupados. En lugar de dirigir este movimiento de desocupados
hacia el remolino de la lucha por el derecho del sufragio, en lugar de unir el
reclamo de pan y trabajo con la exigencia de un derecho del sufragio
igualitario, por el contrario se separó estrictamente la cuestión de los
desocupados de la cuestión del derecho del voto y el Vorwärts se tomó el máximo
trabajo en alejar públicamente a los desocupados del movimiento por los
derechos electorales. Según el esquema del camarada Kautsky, esto fue una sabia
maniobra de estrategia de desgaste; según mi concepción fue una violación del
deber más elemental de una táctica verdaderamente proletaria, y uno de los
medios más eficaces para paralizar rápidamente el movimiento de manifestaciones
de esa época.
Cuando el camarada Kautsky apoya nuevamente la separación estricta del
movimiento por el derecho del sufragio de las grandes luchas económicas de
masas sustenta a nivel teórico precisamente aquel espíritu del partido, a
partir del cual se explica la inclinación de los círculos directivos a realizar
en lo posible sólo demostraciones con gente organizada, aquel espíritu que considera
a todo el movimiento por el derecho del sufragio como una maniobra efectuada
bajo un comando severo de las instancias superiores de acuerdo con planes y
directivas exactas, en lugar de ver en el mismo un gran movimiento histórico de
masas, fragmento de la gran lucha de clases que se nutre de todo aquello que
constituye la actual contradicción entre el proletariado y el estado clasista
dominante.
En una palabra, el camarada Kautsky fundamenta teóricamente los
prejuicios y las limitaciones de la concepción de nuestros círculos dirigentes,
que sin necesidad de su aporte ya se interponen en el camino de toda acción
política de masas de cierta envergadura y audacia en Alemania, y cuya
superación es una exigencia de los intereses más urgentes del actual movimiento
por los derechos electorales.
III
Consideremos el problema fundamental.
El camarada Kautsky trata de analizar el problema de si hoy en Alemania
se puede pensar en una huelga de masas, a partir de una teoría general sobre
estrategias. La estrategia del asalto directo habría sido la adecuada para las
clases revolucionarias hasta la Comuna de París; pero desde ese momento habría
tomado su lugar la estrategia de desgaste. A esta estrategia de desgaste la
socialdemocracia alemana debería agradecer todo su crecimiento y los brillantes
éxitos logrados hasta el presente, y nosotros no tendríamos ningún motivo para
abandonar ahora esta estrategia triunfante con una huelga de masas, pasando así
a la estrategia del asalto directo. Las consideraciones del camarada Kautsky
sobre las dos estrategias y las ventajas de la estrategia de desgaste son
obviamente los pilares fundamentales de su argumentación. De este modo el
camarada Kautsky da a su posición la máxima autoridad al identificar
directamente su estrategia de desgaste con el testamento político de Friedrich Engels.
Lamentablemente toda la argumentación sólo se basa en una nueva palabra, una
etiqueta nueva para cosas viejas y bien conocidas. Pero si este nombre nuevo y
mistificador es dejado de lado, la discusión ya tiene poco que ver entonces con
Friedrich Engels. ¿Qué es lo que hay de concreto detrás de esa supuesta “estrategia
de desgaste”, que el camarada Kautsky alaba tanto y a la que la
socialdemocracia alemana debe los más brillantes éxitos logrados hasta el
momento? La utilización de los medios parlamentarios del estado burgués para la
lucha de clases cotidiana, para el esclarecimiento, la reunión y la
organización del proletariado. Pero para esta “nueva estrategia” las bases ya
estaban echadas en Alemania no desde la Comuna
de París, (y aquí) sino desde casi un decenio antes, a
través de la agitación de Lassalle que, como dice Engels, no era más que un
ejecutor de las directivas del Manifiesto Comunista. Esta táctica la recomienda
y de hecho la fundamenta Friedrich Engels en su famosa “Introducción” a Las luchas de clases en Francia. Pero en
lugar de construir esquemas generales sobre estrategias como el camarada
Kautsky, Engels dice muy claramente en qué consiste la táctica que él
recomienda, pero más particularmente, contra qué otra táctica está ella
dirigida, “Hasta aquella fecha [1848] todas las revoluciones se habían reducido
a la sustitución de una determinada dominación de clase por otra; pero todas
las clases dominantes anteriores sólo eran pequeñas minorías, comparadas con la
masa del pueblo dominada, una minoría dominante era derribada, y otra minoría
empuñaba en su tugar el timón del estado y amoldaba a sus intereses las
instituciones estatales.” Como todas estas transformaciones eran en realidad
revoluciones de minorías, las mismas se llevaban a cabo utilizando el factor
sorpresa. En 1848 se esperaba poder iniciar una transformación socialista
siguiendo el mismo camino del golpe de mano a cargo de una minoría
revolucionaria.
“La historia [dice Engels] nos ha dado un mentís a nosotros y a cuantos
pensaban de un modo parecido. Ha puesto de manifiesto que, por aquel entonces,
el estadio del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar
maduro para poder eliminar la producción capitalista”, que era imposible, “en
1848, conquistar la transformación social simplemente por sorpresa”. Se hizo
claro que sólo se podrían lograr las condiciones objetivas para la
transformación socialista en el largo proceso de desarrollo de la sociedad
burguesa, y la preparación del proletariado para su misión en esta
transformación sería el resultado de una lucha de clases cotidiana larga y
tenaz. “La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por
pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha
pasado. Allí donde se trate de una transformación completa de la organización
social tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber
comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida.
Esto nos lo ha enseñado la historia de los últimos cincuenta años. Y para que
las masas comprendan lo que hay que hacer, hace falta una labor larga y
perseverante. Esta labor es precisamente la que estamos realizando ahora, y con
un éxito que sume en la desesperación a nuestros adversarios.” Y aquí Engels
hace resaltar como el arma más apropiada en este sentido la utilización del
derecho del sufragio universal: “Con esta exitosa utilización del derecho del
sufragio universal había entrado a tener vigencia una forma de lucha del
proletariado totalmente nueva que se fue desarrollando rápidamente.”.
Por el otro lado, Engels muestra cómo también habían empeorado las
condiciones internacionales para las posibilidades de sorpresas revolucionarias
del viejo cuño. “Pues también aquí las condiciones de la lucha se habían
modificado considerablemente. La rebelión de viejo estilo, la lucha de calles
con barricadas, que hasta 1848 daba la definición final en todas partes, había
envejecido considerablemente.” Después que Engels aclara el aspecto
técnico-militar de la lucha de barricadas en las condiciones modernas, dice:
“Mantener en marcha ininterrumpidamente este incremento [el ele la
socialdemocracia alemana como se da gracias al aprovechamiento del derecho del
sufragio universal], hasta que desborde por sí mismo el sistema de gobierno
actual... Tal es nuestra tarea principal. Y sólo hay un medio para poder
contener momentáneamente el crecimiento constante de las fuerzas socialistas de
combate en Alemania e incluso para llevarlo a un retroceso pasajero: un choque
en gran escala con las tropas, una sangría como la de 1871 en París.” De ahí
que la burguesía busque desesperadamente inducirnos a ello. Pruebas: el
proyecto de golpe de estado.
Este es el “testamento político” de Friedrich
Engels, tal como se lo publicó hace quince años en el momento en que aparecía
el proyecto carcelario. Explícita y claramente critica al socialismo utópico
premarxiano, que creía posible llegar al objetivo final por medio de una lucha
de barricadas, y le contrapone la moderna lucha cotidiana socialdemócrata, que
aprovecha sobre todo el parlamentarismo.
Y ahora pregunto: ¿Qué tiene que ver este “testamento” de Engels con la
situación actual y con nuestro debate sobre la huelga de masas? ¿Es que por
ventura alguien ha pensado en la introducción sorpresiva del socialismo a
través de la huelga de masas? ¿O es que a alguien se le ha ocurrido trabajar en
la dirección de una lucha de barricadas, de “un choque en gran escala con las
tropas”? ¿O, finalmente, pensó quizás alguna persona en agitar en contra de la
utilización del derecho del sufragio universal, o contra el aprovechamiento del
parlamentarismo?.
Está claro: cuando el camarada Kautsky saca a relucir el “testamento” de
Engels en contra de la utilización de la consigna de la huelga de masas en la
actual lucha por el derecho del sufragio universal en Prusia, nuevamente libra
un combate imaginario y exitoso contra el fantasma anarquista de la huelga de
masas, y son evidentemente los sonidos congelados de la trompeta de Dómela
Nieuwenhuis los que bruscamente lo han espantado lanzándolo a su cruzada 2
. Por otra parte, en la medida en que critica la táctica envejecida de las
sorpresas, el “testamento” de Engels se vuelve en todo caso contra el camarada
Kautsky mismo, que considera a la huelga de masas como un golpe sorpresivo
planificado secretamente por el “consejo de guerra”.
2 Quizás sea
interesante conocer la posición de los anarquistas actuales en Alemania frente
a la huelga de masas. En su última conferencia en Halle durante las fiestas dé
Pascuas (parece ser que en Alemania todavía, existen algunas docenas de
anarquistas de este tipo) según la crónica del Berliner Tageblatt han
elucubrado la siguiente maravilla: De acuerdo con la posición predominante en
el anarquismo, una huelga puramente demostrativa es absolutamente desestimable.
Pero una huelga de masas política emprendida seriamente, en la que el trabajo
no se debería retomar hasta haber alcanzado la meta fijada, significaría la
iniciación de la gran revolución. Pero en las actuales condiciones ésta sería
una desgracia para todo el proletariado, pues las clases dominantes no duermen
[...] De todos modos, seguramente no habría muchas posibilidades de llegar a
tanto: a la socialdemocracia le falta el material humano para una huelga de
masas, pues la comisión general no está de acuerdo con la huelga de masas en
serio, y el partido no puede hacer nada por cambiar esta situación. […] La
totalidad de los delegados comprendía que en el momento actual, una huelga de
masas, en serio, sólo llevaría a un empeoramiento de la situación social del
proletariado, mientras que una huelga demostrativa está en contradicción con
los fundamentos del anarquismo. Vemos aquí el razonamiento anarquista típico:
la huelga de masas es una huelga única muy grande, la “gran revolución”; su
realización depende de que la “comisión general” sea “favorable” o no a ella, y
a partir de una concepción de tal tipo se llega a decir hoy que la huelga de
masas constituiría “una desgracia” para el proletariado
Lo poco que la “estrategia de desgaste” defendida por el camarada Kautsky
tiene que ver realmente con el “testamento político” de Engels lo demuestra una
circunstancia graciosa. Simultáneamente con el camarada Kautsky, en los
Sozialistischen Monatsheften, Bernstein aparece oponiéndose a la consigna de la
huelga de masas en la actual situación. Con los mismos argumentos y en algunos
lugares coincidiendo casi palabra con palabra con el camarada Kautsky,
Bernstein quiere demostrar la estricta separación entre huelga demostrativa y
“huelga coercitiva”, así como entre huelga gremial y huelga política, y se
descarga contra los “jugadores” que ahora arrojan a las masas la peligrosa
consigna de una “huelga coercitiva”. Una táctica de este tipo no es adecuada
para “los representantes del movimiento de la clase obrera, que lleva en sí la
convicción de su ascenso social, pero para la que la actividad organizada
incesante ha demostrado ser, en Alemania, el medio más seguro de este ascenso”.
¿Correr el riesgo de una huelga de masas? “Para ello realmente no habría
motivos dado que el movimiento obrero alemán ha avanzado, quizás lenta pero
constante y seguramente, en el camino por él visualizado”. Bernstein, no
Engels, defiende aquí la “estrategia de desgaste” del camarada Kautsky. Esta
estrategia de desgaste representa sin embargo algo totalmente distinto del
contenido del testamento de Engels.
La huelga de masas tal como se la debate actualmente en la lucha por el
derecho del sufragio en Prusia, no fue pensada por nadie en contraposición al
parlamentarismo, sino como su complemento, incluso como un medio de conquistar
derechos parlamentarios. No como una cosa contrapuesta con la tarea cotidiana
de adoctrinamiento, esclarecimiento y organización de las masas proletarias.
Como el camarada Kautsky, opone la huelga de masas así concebida con nuestra
vieja y probada táctica del parlamentarismo, en realidad lo único que hace es
recomendar por ahora y para la situación actual nada más que parlamentarismo;
se contrapone entonces no con el socialismo utópico de las barricadas, como
hacía Engels, sino contra la acción de masas socialdemócratas del proletariado
para la conquista y el ejercicio de sus derechos políticos.
En los hechos, el camarada Kautsky (este es el pilar fundamental de su
estrategia de desgaste) nos remite con insistencia a las próximas elecciones
para el Reichstag. De estas elecciones para el Reichstag deben esperarse todas
las soluciones. Con toda seguridad ellas aportarán un triunfo extraordinario,
crearán una situación totalmente nueva, dándonos una base más amplia para la
lucha; por sí solas pueden producir las condiciones en las que podamos pensar
en una “estrategia de derrota”, es decir simplemente en una acción de masas;
determinarán una “catástrofe de todo el sistema gubernamental imperante”; es
por ello que ahora nos ponen “en el bolsillo la llave para esa importante
situación histórica” En una palabra, el cielo de las próximas elecciones para
el Reichstag se presenta tan lleno de regalos que seríamos imperdonablemente
irresponsables si pensáramos ahora en una huelga de masas, frente a la
perspectiva de un triunfo futuro mediante la boleta electoral, de un triunfo
tan seguro que ya lo “tenemos en el bolsillo”.
Yo no creo que sea bueno y conveniente pintar al partido en tan
brillantes colores nuestro próximo triunfo en las elecciones del Reichstag.
Pienso más bien que sería más aconsejable prepararnos para las elecciones como
siempre con todo entusiasmo y energía, pero sin crear expectativas exageradas.
Si triunfamos, la medida de ese triunfo ya la iremos a experimentar. Saborear los
triunfos futuros por adelantado no está en el modo de ser de los partidos
revolucionarios serios, y yo comparto el punto de vista del camarada Anton Pannekoek que sostiene que sería
mejor ni mencionar siquiera perspectivas tan fantásticas como la duplicación de
nuestro número de votos.
Pero ante todo; ¿qué tiene que ver nuestro futuro triunfo en las
elecciones para el Reichstag con la cuestión de la lucha actual por el derecho
del sufragio en Prusia? El camarada Kautsky opina que si las elecciones para el
Reichstag no tienen lugar se crearía “una situación totalmente nueva”. No queda
claro en qué consistiría esta nueva situación. Si no vivimos con la esperanza
fantástica de que pronto tendremos la mayoría de los mandatos, si nos
mantenemos con los pies en la tierra tomando incluso como perspectiva el
supuesto de un crecimiento de nuestro bloque hasta unos 125 integrantes, ello
no significará ningún cambio total de la situación política. En el Reichstag
seguimos siendo una minoría que se enfrenta con una cerrada mayoría
reaccionaria; no creo que el camarada Kautsky piense que nuestro triunfo
electoral pueda tener un efecto tan tremendo sobre la reacción prusiana que
obligue a ésta a concedernos espontáneamente el derecho del sufragio igualitario
en Prusia. Hay una sola cosa que puede constituir la situación “totalmente
nueva”: el golpe de estado, la eliminación del derecho del sufragio para el
Reichstag. Entonces, sostiene el camarada Kautsky, hemos de proceder con todos
los medios, incluso con la huelga de masas. La “estrategia de desgaste”, que
hoy se contrapone a una acción de las masas mayor, está enlazada con una
especulación de golpe de estado que será el que nos capacite para la
realización de acciones mayores. Ahora bien, este pronóstico especulativo tiene
en común con todas las especulaciones de este tipo que se trata de música
futurista. Si el golpe de estado no se produce sino que continúa este avance de
curso zigzagueante (y el camarada Kautsky mismo debe reconocer que este es el
resultado más probable de las elecciones para el Reichstag) entonces se
derrumba toda la combinación, relacionada con la “situación nueva” y nuestras
grandes acciones. Obviamente si no buscamos aguzar nuestra táctica en base a
las elecciones para el Reichstag y el golpe de estado, si no queremos
planificar en base a ciertas combinaciones futuras, entonces podrá dejarnos
bastante fríos la cuestión da si conquistaremos más o menos mandatos en las
próximas elecciones, y si con ello el golpe de estado se producirá o no. Si
simplemente en cada momento del presente cumplimos con nuestro deber, si
realizamos en cada instante la máxima agitación y esclarecimiento de las masas,
poniéndonos a la altura de las circunstancias y sus exigencias, saldaremos
favorablemente nuestras cuentas en cualquier desarrollo ulterior de los
acontecimientos. Si, por el contrario, hacemos como el camarada Kautsky, que
quiere fundamentar toda una “estrategia de desgaste” para hoy en la perspectiva
de las grandes acciones de la “estrategia del asalto directo” del año próximo,
dependiendo éste, además, de un eventual golpe de estado, entonces nuestra
“estrategia” adquiere un cierto parecido con la de los demócratas
pequeñoburgueses franceses, que Marx caracterizó tan genialmente en El dieciocho Brumario; de las cosas a medias y
las derrotas del presente se solían consolar con la esperanza de grandes
acciones en la próxima coyuntura. “Se consuelan del 13 de junio con la profunda
exclamación: ¡Pero si alguien se atreve a tocar el sufragio universal, entonces
van a ver! Entonces demostraremos quiénes somos. Nous verrons.”
IV
Por otra parte la protesta del camarada Kautsky en nombre de la
“estrategia de desgaste”, que pone todas sus esperanzas en las próximas
elecciones para el Reichstag, llega bastante tarde. No debería haber dirigido
su llamado de advertencia contra la actual discusión sobre la huelga de masas,
sino antes todavía contra las manifestaciones callejeras, inclusive contra todo
el movimiento por el derecho del sufragio en Prusia, que fue impulsado por el
congreso partidario prusiano de enero. En este congreso se formuló ya con
insistencia el punto de vista directriz de toda la campaña por el derecho del
voto, es decir que la reforma del sistema electoral prusiano no se podría
lograr por medios parlamentarios (ni a través de la actividad dentro del
parlamento, ni por medio de elecciones para el parlamento), sino única y
exclusivamente a través de la agudización de las acciones de masa a lo largo
del país. “Se trata de convocar a una movilización del pueblo en la mayor
escala posible”, declaró allí el informante, que fue aplaudido vivamente, “si
no, los que han sido despojados de sus derechos se verán lamentablemente
engañados y estafados. Y lo que es peor aún, nosotros mismos tendríamos que
culparnos de que el pueblo fuera trampeado de ese modo.
En el congreso partidario ya habían sido presentadas cinco mociones (de
Bratislava, Berlín, Spandau-Osthavelland, Fráncfort del Meno y Magderburgo)
pidiendo el empleo de medidas más agudas, manifestaciones callejeras y huelgas
de masas. La resolución que posteriormente tuvo aceptación unánime plantea la
perspectiva de la utilización en la lucha por los derechos del sufragio de
“todos los medios al alcance”, y el informante hizo sobre esto el siguiente
comentario en su discurso: “Mi resolución ha tomado distancias explícitamente
para no mencionar las manifestaciones callejeras o la huelga de masas política.
Pero esta resolución debe representar (deseo que el congreso partidario también
lo interprete así) que estamos decididos a utilizar todos los medios a nuestro
alcance.” El momento en que se aplicarán estos medios depende siempre “del
grado de entusiasmo desencadenado en las masas por nuestro esclarecimiento y agitación.
Tenemos que poner el peso principal en la obligación de trabajar ante todo para
este enardecimiento de las masas en la lucha por los derechos de sufragio”.
Es así como desde un principio las manifestaciones que se produjeron
desde el congreso partidario estaban pensadas en relación con la consigna de
una eventual huelga de masas, como medio para alcanzar ese grado de
“enardecimiento de las masas” en el que se aplicarían los medios más agudos.
Estas manifestaciones, por lo tanto, se apartaban ya bastante del marco de la
“estrategia de desgaste” hacia el terreno de la “estrategia del asalto directo”
y conducían rectamente hacia esta última.
Y aquí se puede agregar otro argumento: si a la “estrategia de desgaste”
pertenece el evitar toda posibilidad de choque con la fuerza militar de acuerdo
con el espíritu del testamento engelsiano del año 1895, entonces las
manifestaciones callejeras por sí mismas, aún más que la huelga de masas,
constituyen ya una ruptura con dicha “estrategia”. Tanto más extraño es
entonces que el camarada Kautsky, por su parte, apruebe las demostraciones, que
reconozca incluso la necesidad de “continuar con el empleo especialmente [de]
las manifestaciones callejeras, no debilitar esta acción, por el contrario
darle forma cada vez más poderosa”. Pero quiere manifestaciones con
crecimiento, sin agudización. Las manifestaciones tienen que ser “cada vez más
poderosas”, pero no deben avanzar “a cualquier precio”, no deben “debilitarse”,
pero no tienen que agudizarse. En una palabra: las manifestaciones no deben
avanzar ni retroceder.
Pero esto es una concepción puramente teórica de las manifestaciones, de
las acciones de masas, que toma muy poco en cuenta a realidad viviente. Cuando
llamamos a salir a las calles en manifestación a grandes masas proletarias,
cuando les explicamos que la situación tiene características tales que la meta
sólo y únicamente puede ser alcanzada por su propia acción multitudinaria y no
por acciones parlamentarias, cuando las demostraciones callejeras son cada vez más
poderosas y el espíritu, el ánimo de lucha crece cada vez más, así como
inevitablemente se agudizan los conflictos con el poder de estado y aumentan
las posibilidades de choque con la policía y el ejército, entonces en las masas
mismas nace espontáneamente la pregunta: ¿y ahora qué? Pues las manifestaciones
por sí mismas no traen la solución, son el comienzo, no el final de la acción
de masas. Al mismo tiempo, por sí mismas, llevan a una agudización de la
situación. Y cuando el movimiento de masas por nosotros desencadenado reclama
nuevas directivas, nuevas perspectivas, entonces tenemos que enseñarle estas
nuevas perspectivas, y si por una u otra razón no estamos en condiciones de
hacerlo, el movimiento de manifestaciones también, a la larga o a la corta, se
derrumba, tiene que derrumbarse.
El camarada Kautsky discute esto. Para ello se refiere a Austria:
“La lucha por los derechos del sufragio ha durado allí más de una docena
de años; ya en 1894 los camaradas austríacos evaluaron la utilización de la
huelga de masas, y sin embargo lograron mantener su excelente movimiento de
masas en acción hasta 1905 sin ninguna aceleración ni agudización… Los
camaradas de Austria nunca sobrepasaron en su lucha por el derecho del sufragio
las demostraciones callejeras, y a pesar de ello su ímpetu no desapareció, su
acción no sufrió ningún colapso.”
El camarada Kautsky se equivoca en relación con los hechos de Austria,
como se equivoca con los derechos de la lucha por el derecho del sufragio en
Bélgica.
Los camaradas de Austria tuvieron tan poco éxito en mantener en acción
“su excelente movimiento de masas” por el término de una docena de años, que
por el contrario este movimiento de masas desde 1897 hasta 1905, es decir
durante unos ocho años, estuvo en total abatimiento. Sobre esto tenemos un
testimonio de confianza: son la totalidad de los congresos del partido de los
camaradas austríacos de dicha época. Pues desde 1898 hasta 1905 las quejas
sobre el derrumbe de la acción de masas, sobre el abatimiento de la lucha por
el derecho del sufragio, constituyen la nota dominante de todos los congresos
partidarios. Ya en el congreso de Linz de 1898 el camarada Winarsky criticaba
que en el informe sobre la táctica partidaria “no se dice casi nada sobre el
derecho del sufragio universal” y expresaba: “Contra este bastión habría que
emprender un nuevo ataque.” Las mismas requisitorias y quejas se hicieron
escuchar en el congreso partidario de Brünn en 1899. En el congreso de Graz en
el año 1900, Ernmerling comprueba: “Desde el año 1897 hemos frenado totalmente la
lucha por el derecho del sufragio universal.” Skaret plantea “que hoy es
nuestra responsabilidad la de hacer del congreso del partido un movimiento por
el derecho de sufragio”. Pölzer informa: “Los camaradas dicen: desde que
tenemos a la quinta curia es como si los generales estuviesen hipnotizados, ya
nada se mueve. Pienso entonces que en todas partes hay que realizar asambleas
demostrativas por el derecho del sufragio universal.” Bartel explica: “En el
manifiesto de la representación partidaria y de la Liga se lanzó un tímido
llamado a la lucha electoral. Pero no pasó nada, y nosotros nos encontramos en
el mismo lugar que antes del Manifiesto.” Todos los oradores se manifestaron en
el mismo sentido. Las mismas quejas se repiten en el congreso partidario de
1901 en Viena, en Aussig en 1902 y otra vez en Viena en 1903. Por fin en el
congreso partidario de Salzburgo en 1904 hubo una tormenta de descontento por
la parálisis del movimiento por el derecho del sufragio. Pölzer exclamó: “Me
pregunto, ¿qué es lo que va a suceder? Camaradas, esto no puede continuar así.
Si nosotros efectuamos amenazas tenemos que cumplirlas, se trata de actuar con
toda la fuerza, pues ya hace mucho que sólo estamos amenazando.” Schuhmeier
comprueba: “No puede negarse que en nuestras filas ha decaído el ánimo, que el
fuego del entusiasmo por la lucha ha cedido.” Tan grande era la depresión
general, tan bajo el espíritu, que Schuhmeier en Salzburgo (apenas un año antes
del triunfante huracán de noviembre de 1905) pudo decir: “Hoy estoy convencido
que nos encontramos más lejos que nunca del derecho del sufragio universal.”
Freundlich comprueba que “en las masas existe una desesperanza y una falta de
interés frente a la vida política de dimensiones no observadas hasta entonces”.
Pernerstorfer piensa que ni se podrían llevar a cabo manifestaciones
callejeras: se pide “que salgamos a la calle, que llamemos a los camaradas del
partido a iniciar un tipo de manifestaciones como ya se las hiciera alguna vez,
pero nosotros opinamos con toda seriedad que con una acción de este tipo
sufriríamos en el presente un fiasco”. Winarsky dice expresamente: “Hemos
esperado siete años, y creo que finalmente es necesario terminar con este
tiempo de espera en función de los intereses del partido.”
Es decir, que el cuadro del “excelente movimiento de masas” que fuera
mantenido en marcha durante doce años en Austria y del espíritu que no cejó, es
bastante pobre. Obviamente, la culpa no era de la dirección partidaria. La
causa verdadera la demostró exhaustivamente Adler ya en Linz: “Nos exigen [que
se ponga en marcha un movimiento por el derecho del sufragio] evidentemente un
movimiento que se exprese con la misma decisión de los que teníamos hace varios
años. Ante esto les declaro: hoy no podemos hacer esto, quizás tengamos que
hacerlo mañana, no lo sé. Pero que hoy no podemos hacerlo eso está claro.
Movimientos de tales características no son puestos en marcha porque uno quiera
hacerlos, un movimiento así debe darse como una necesidad interna de las
condiciones reales.” Y desde ese momento hubo de repetirse lo mismo en cada
congreso partidario, pues el “mañana” en el que se torna posible otra vez el
movimiento de masas por el derecho del sufragio en Austria, recién se dio en el
año 1905, cuando bajo la impresión inmediata de las triunfantes huelgas de
masas en Rusia, que habían forzado el manifiesto constitucional del 30 de
octubre, los camaradas reunidos en el congreso partidario interrumpieron las
deliberaciones para salir a la calle, decididos a “hablar en ruso”, como diez
años antes habían estado decididos a “hablar en belga”.
El proletariado austríaco impuso en realidad la reforma electoral a
través de las dos impetuosas arremetidas del movimiento de masas, realizadas
una al comienzo de los años noventa por el estímulo de la huelga de masas belga
y otra en 1905 por el impulso de la huelga de masas rusa. Sin embargo el
camarada Kautsky rechaza para Prusia tanto el ejemplo belga como el ruso, para
indicarnos como modelo a aquel período intermedio de ocho años en Austria, en
el que en realidad, como acción de masas, el movimiento por el derecho del
sufragio estaba totalmente abatido. Y en ambos casos, tanto con la imposición
de la curia de Taaff del derecho del sufragio universal como en la conquista de
la última reforma electoral, el movimiento de masas en Austria estuvo
estrechamente ligado a la decisión de una huelga de masas. Como el camarada
Kautsky debe saber, en el año 1905 se habían hecho serios preparativos para la
huelga de masas. En ambos casos no se llegó a concretar porque el gobierno,
inclinado a la reforma electoral, hizo rápidamente concesiones. Vale la pena
señalar que también en Austria apareció reiteradas veces la consigna de la
huelga de masas, cuando en el triste período intermedio se buscaban medios para
revitalizar el movimiento. Tanto en Graz como en Salzburgo el debate sobre el
movimiento por el derecho del sufragio se transformó en un debate sobre la
huelga de masas. Pues los camaradas sentían lo que Rosel había expresado
Salzburgo: “Un movimiento por el derecho electoral sólo puede ser lanzado
cuando se está decidido a poner el máximo esfuerzo en su realización.” Está
claro que la decisión por sí sola no basta, dado que ni una huelga de masas ni
las movilizaciones pueden ser creadas artificialmente de la nada, cuando la
situación política y el estado de ánimo de las masas no han sufrido un
desarrollo progresivo. Pero tampoco hay que hacerse ilusiones con la situación
inversa, con la idea de que un movimiento de masas, de movilizaciones, podría
ser mantenido activo durante años sin que haya una progresión ni la decisión de
luchar hasta el máximo.
Hasta qué grado esto es improbable lo demuestra el desarrollo que ha
seguido hasta el presente nuestro propio movimiento por el derecho del sufragio
en Prusia. Es un hecho conocido que hace dos años fue interrumpido el
movimiento de demostraciones que había comenzado poco tiempo antes, a pesar que
el espíritu de la masa proletaria no estaba decayendo de ningún modo. En
ciertos aspectos este año revela rasgos semejantes. En cada movilización
importante que se organizaba en Berlín se sentía con toda claridad que la misma
se emprendía con el íntimo pensamiento: “¡Esta es la última!” Después de la
extraordinaria manifestación del Tiergarten del 6 marzo (que frente a la del 12
de febrero significó un gran paso adelante), el estado de ánimo de las masas en
Berlín estaba tan alto que, para el partido, si realmente estaba interesado en
producir movilizaciones “progresivamente más poderosas”, resultaba un deber
aprovechar la primera ocasión adecuada para organizar nueva demostración
todavía más eficaz. Una oportunidad de este tipo, y brillante por añadidura, se
presentó el 18 de marzo, o por lo menos el domingo siguiente al 18 de marzo. En
lugar de ello, y para salir del paso, el 15 de marzo se ordenaron aquellas tres
docenas de reuniones en Berlín que, dado el estado de ánimo de masas y de lo
ocurrido el 6 de marzo, significaron un lamentable retroceso. El. 18 de marzo
de ese año, el aniversario de la revolución alemana y de la Comuna de París,
fecha que para el movimiento de masas había adquirido un significado y una
actualidad mayor que en ninguno de los años anteriores y que podía ser
brillantemente utilizado para sacudir a las masas, para trazar un panorama político
retrospectivo y un análisis histórico, para criticar sin piedad a los partidos
burgueses, en Berlín no fue ni siquiera celebrado. Ni una demostración ni una
reunión masiva, ni un escrito recordatorio, sólo un opaco artículo en el
Vörwarts y ni una línea en la Neue Zeit. Esa fue la forma en que se aprovechó
esa extraordinaria oportunidad y el brillante estado de ánimo de las masas para
“darle forma cada vez más poderosa a las demostraciones”. En verdad, es
totalmente lógico que esto ocurra si las movilizaciones no se plantean con una
decisión clara de impulsar cada vez más adelante al movimiento, sin retroceder
ante las consecuencias de una manifestación impetuosa.
Las reuniones del 15 de marzo en Berlín, que borraron al 18 de marzo,
fueron lisa y llanamente un paso atrás, medido en términos del estado de ánimo
de las masas en Berlín y de los camaradas en provincia. Allí donde los
camaradas aprovecharon en la medida de las posibilidades el 18 de marzo y donde
la consigna de la huelga de masas se hacía cada vez más intensa, si el espíritu
y la decisión no hubieran sido tan grandes, con seguridad no hubiéramos tenido
la demostración del 10 de abril. Hasta qué punto esto es exacto lo demuestra
una circunstancia más. Apenas habríamos obtenido el gran triunfo del 10 de
abril en Berlín sobre la reacción al imponer el derecho a las manifestaciones
callejeras, dando un nuevo paso adelante que sobrepasó el 6 de marzo, pero que
sin duda fue también su resultado; Desde entonces se le planteaba al partido el
nítido deber de aprovechar al máximo el derecho a la calle recién conquistado,
si en alguna medida quería seguir conduciendo adelante a las movilizaciones y
“darles forma cada vez más poderosa”. La siguiente oportunidad para ello fue él
1° de mayo. Pero ahí nos encontramos con un hecho extraño: mientras que en todo
el país y también en los pueblos más pequeños se realizaron, de un modo u otro,
demostraciones callejeras, mientras que en los centros urbanos mayores (en
Dortmund, en Colonia, en Magderburgo, en Fráncfort del Meno, en Solingen, en
Kiel, Stettin, Hamburgo Lübeck) las manifestaciones callejeras del 1° de mayó
sobrepasaron todas las anteriores por su envergadura y su combatividad y
constituían un paso adelante real, en Berlín, por el contrario, ni desde el
punto de vista del movimiento por el derecho del sufragio ni en relación con la
conmemoración de esa fecha, tuvo lugar manifestación alguna en las calles, ni
permitida ni prohibida, ni el menor intento de manifestación. Todo lo que se
hizo fue un sinnúmero de reuniones, en las que se desperdigó otra vez más el
magnífico ánimo de lucha de la masa trabajadora berlinesa.
Mientras que el tratamiento parlamentario del proyecto de derecho del
sufragio (las idas y vueltas entre la cámara alta y la cámara de diputados) se
prolongará todavía durante un mes y dará oportunidad para la realización de
movilizaciones en las que el estado de ánimo de las masas no muestra la más
mínima señal de decaimiento, parecería que nosotros nos encamináramos hacia una
hermosa “pausa veraniega” donde son otras las cosas que nos preocupan (el
camarada Kautsky nos señala precisamente las próximas elecciones para el
Reichstag), en la que el movimiento de demostraciones es puesto a dormir
tranquila pero seguramente. Esta es la inevitable lógica de las cosas. El
partido es colocado ante un dilema no por mi agitación culpable, como opina el
camarada Kautsky; sino por las condiciones objetivas: o se quiere desencadenar
un “movimiento popular de gran estilo”, llevar a la realidad la consigna: “No
nos demos reposo en Prusia”, hacer que las manifestaciones resulten cada vez
más poderosas, para lo que hay que enfrentar la cosa con decisión, ir hasta el
límite, no esquivar la agudización de, la situación que pueda resultar, y
aprovechar todos los conflictos económicos importantes para el movimiento
político. Pero también, hay que poner en el orden del día la consigna de la
huelga de masas, volverla popular entre las masas, pues sólo de este modo se
mantendrá a la larga la confianza de las masas, su ánimo de lucha y valor. O se
pretende realizar un par de manifestaciones como breves desfiles de acuerdo con
el programa y la consigna, para luego retroceder ante una agudización de la
lucha y finalmente retirarse por más de un año a la bien acreditada preparación
de las elecciones para el Reichstag. Pero si de esto se trata sería mejor
entonces no hablar de un “movimiento popular de gran estilo”, anunciar en el
congreso del partido el empleo de “todos los medios a nuestra disposición”,
escenificar en el Vörwarts de enero un ensordecedor ruido de sables y amenazar
incluso en el parlamento con una huelga de masas. Entonces tampoco hay que
engañarse pensando que mantendremos las movilizaciones a lo largo del tiempo,
dándoles formas cada vez más poderosas. Pues así corremos el riesgo de
parecernos a la descripción de la democracia francesa que hace Marx en El
dieciocho Brumario: “Las amenazas revolucionarias de los pequeñoburgueses y de
sus representantes democráticos no son más que intentos de intimidar al
adversario. Y cuando se ven metidos en un atolladero, cuando se han
comprometido ya lo bastante para verse obligados a ejecutar sus amenazas, lo
hacen de un modo equívoco, evitando, sobre todo, los medios que llevan al fin
propuesto y acechan todos los pretextos para sucumbir. Tan pronto como hay que
romper el fuego, la estrepitosa obertura que anunció la lucha se pierde en un
pusilánime refunfuñar… y la acción se derrumba lamentablemente, como un globo
lleno de aire al que se pincha con una aguja.”
V
¿Cuál es el cuadro general de la situación? Por primera vez tenemos
finalmente en Alemania un movimiento de masas activo, por primera vez hemos
superado las formas puras de la lucha parlamentaria y hemos logrado poner en
movimiento al Aqueronte. A la inversa de lo que sucedió en Austria durante casi
un decenio, nosotros no tenemos que afrontar la dura tarea de generar una
acción de masas en medio de la apatía general usando todas nuestras fuerzas,
sino que tenemos ante nosotros la tarea satisfactoria y natural de aprovechar el
exaltado estado de ánimo de las masas deseosas de lucha dando la consigna
política para transformarlo en esclarecimiento político y social, para avanzar
al frente de las masas indicándoles el camino del ascenso. A partir de esta
situación la consigna de la huelga de masas aparece del modo más natural en
primera línea, y es deber del partido discutirla abierta y claramente como un
medio que tarde o temprano deberá ser utilizado como resultado del creciente
movimiento de demostraciones y la tenaz resistencia de la reacción. No se trata
de ordenar súbitamente, de hoy para mañana, una huelga de masas en Prusia, o
“llamar” a una huelga de masas para la semana próxima, sino de aclararle a las
masas histórica, económica y políticamente en relación con una crítica a todos
los partidos burgueses y un esclarecimiento sobre la situación global de Prusia
y Alemania, que no puede confiar en los aliados burgueses y la acción
parlamentaría, sino que sólo pueden contar consigo mismas, con la propia y
decidida acción de clase. La consigna de la huelga de masas aparece así, no
como un medio sutilmente pensado, patentado para la obtención de triunfos, sino
como la formulación, el resumen de las enseñanzas políticas e históricas de las
condiciones actuales en Alemania.
Una agitación de este tipo ofrece la posibilidad de esclarecer con
nitidez toda la situación política, el agrupamiento de clases y partidos en
Alemania, incrementar la madurez política de las masas, despertar su sensación
de fuerza, su entusiasmo por la lucha, apelar a su idealismo, mostrar al proletariado
nuevos horizontes. El debate de la huelga de masas se convierte así en un medio
extraordinario para sacudir a capas indiferentes del proletariado, atraer hacia
nosotros a simpatizantes proletarios de los partidos burgueses, en particular
del centro, preparar a las masas para todas las eventualidades de la situación
y, por fin, trabajar en forma preparatoria de la manera más eficaz para las
elecciones del Reichstag.
Si el camarada Kautsky abre una campaña contra esta agitación, declara
peligrosa la discusión sobre la huelga de masas y trata de orientar todo el
movimiento por el derecho del sufragio hacia las futuras elecciones para el
Reichstag como única meta, entonces está tratando simplemente de reducir a los
viejos y gastados carriles del parlamentarismo puro el movimiento partidario ya
satisfactoriamente encaminado por nuevos caminos.
Pero el camarada Kautsky no hace más que echar agua al mar cuando nos
predica en Alemania el valor de la acción parlamentaria. Hace ya decenios que
hemos organizado nuestra vida partidaria con las elecciones para el Reichstag
como acción principal, y nuestra táctica es influenciada más que
suficientemente por la preocupación por las elecciones parlamentarias. Con una
mención a las próximas elecciones para el Reichstag se censuran periódicas
discusiones sobre la táctica. Por respeto a las elecciones para el Reichstag en
el año 1907 se siguió la política totalmente equivocada del Vörwarts de dirigir
todos los proyectiles contra el liberalismo, dejando al centro fuera del juego
porque parlamentariamente estaba en la oposición. Sólo porque nuestra prensa provincial,
más precisamente la de la circunscripción occidental, no siguió este ejemplo y
combatió sin miramientos al centro, logramos afirmar nuestra posición. Mientras
que en cada elección para el Reichstag resulta lo más natural que en todo el
país se despliegue una agitación incansable, que todos los oradores sean
puestos a trabajar, que en cada ciudad y en cada población se realicen
numerosas asambleas, ahora, durante el movimiento por el derecho del sufragio
la dirección de nuestro partido concentra su atención en las elecciones para el
Reichstag y no se realiza nada de ello. La agitación desarrollada en reuniones
y volantes es la menor posible. Este año, por razones parlamentarias, no se
aprovechó, entre otras cosas, la fecha del 18 de marzo: la asamblea decidida
para el 15 de marzo en Berlín debía relacionarse con tercera lectura en la
cámara de representantes de Prusia, en vez de vincularla con la revolución.
Finalmente, la agitación republicana, por consideración hacia el
parlamentarismo y por costumbre parlamentaria, es dejada de lado justamente
ahora, cuando sería más urgente que nunca.
¿Pero realmente necesitábamos en Alemania, precisamente ahora, una mayor
agudización de toda nuestra táctica con vistas a las elecciones del Reichstag,
una fascinación aún mayor de las masas con las elecciones parlamentarias?
Yo creo que no. Ciertos “peligros” contra los que había que proceder,
sólo podían existir en la imaginación de aquellos que no se pueden desprender
de las ideas anarquistas sobre la huelga de masas. El verdadero efecto de la
salida a escena del camarada Kautsky es, por lo tanto, el de dar una pantalla
teórica para los elementos del partido y los sindicatos que se sienten
incómodos frente al ascenso del movimiento de masas, que quieren mantener las
masas sofrenadas y retirarse lo más pronto posible a los viejos y conocidos
carriles de la actividad cotidiana parlamentaria y sindical. Al tranquilizar la
conciencia de estos elementos bajo la invocación de Engels y el marxismo, el
camarada Kautsky ha dado simultáneamente los medios para quebrar el espinazo
durante el próximo período del movimiento de demostraciones que quisiera
fortalecer cada vez más.
Pero está claro que ahora, a la inversa, las nuevas perspectivas del
movimiento electoral requieren justamente la continuación y un desarrollo más
poderoso de la acción de masas. El fracaso parlamentario del proyecto electoral
significa la bancarrota del gobierno así como del bloque conservador-clerical.
La acción de los adversarios se ha quedado sin argumentos, la acción del
proletariado por consiguiente tiene que ser tanto más apremiante. El enemigo se
encuentra en retirada, a nosotros nos corresponde la ofensiva. Lo que
necesitamos no son consoladoras esperanzas de una grandiosa revancha dentro de
un año y medio en la urna electoral, sino dar ahora mismo golpe tras golpe,
nada de desgaste sino lucha en toda la línea. Y repito: si la masa de miembros
del partido comprende esto y lo siente así, entonces también nuestros
dirigentes estarán a la altura de las circunstancias. “Es la masa la que lo
hace.”
Para terminar, una pequeña reminiscencia histórica, que no deja de tener
paralelos adecuados con la actualidad. El camarada Kautsky rechaza para Prusia
los ejemplos de otros países, donde en los últimos tiempos se pusiera en juego
la huelga de masas. Rusia no sirve de ejemplo, Bélgica tampoco, ni aún Austria.
En realidad, “en relación con la situación actual en Prusia no resulta
pertinente remitirse a los ejemplos de otros países”. Pero el camarada Kautsky
mismo, para encontrar el modelo adecuado a nuestra táctica, se remite a los
antiguos romanos y a Aníbal. Allí encuentra el ejemplo del cual se debe nutrir
el proletariado alemán, en Fabio el Indeciso con su supuestamente triunfante
“estrategia de desgaste”. No me parece conveniente recurrir a algo tan lejano
como los antiguos romanos, pero dado que el camarada Kautsky lo hace, quiero
ciertamente dejar constancia de que aquí tampoco los hechos se corresponden
totalmente. La fábula de la estrategia necesaria y triunfante del Cunctator [el
Indeciso] ya fue destruida por Mommsen, al demostrar que desde el comienzo la
“utilización natural y correcta” de la fuerza de combate romana hubiera sido un
ataque resuelto y que la actitud irresoluta de Fabio, que Mommsen llama el
“metódico no hacer nada”, no era la manifestación de un plan estratégico
profundo y dictado por las circunstancias, sino la consecuencia de toda la
política conservadora y senil del senado. “Quinto Fabio [dice Mommsen] era un
hombre de edad avanzada, de una prudencia y firmeza que a no pocos parecía
indecisión y testarudez; un entusiasta admirador de los viejos tiempos, de la
omnipotencia política del senado y de la dirección del cónsul, esperaba la
salvación del estado, oraciones y sacrificios mediante, a partir de una
conducción metódica de la guerra.” En otra parte dice: “Lo que debe haber
faltado es un estadista de primera línea, que dominara la relación entre las
distintas situaciones; en todas partes sucedía demasiado o demasiado poco.
Entonces comenzó la guerra, en la que se había dejado al enemigo elegir momento
y lugar, y junto con una bien fundada y satisfactoria sensación de superioridad
militar, faltaba todo criterio sobre los objetivos y el desarrollo de las
próximas operaciones.” El ataque en España y África era el primer mandato de la
táctica, “sólo que se dejó pasar por alto no sólo el mandato de los beneficios
sino también del honor”. Que por esta hesitación los aliados españoles de Roma
resultaron sacrificados por segunda vez era tan fácil de prever como el haber evitado
la indecisión. “Así como del lado romano era sabio comportarse defensivamente y
esperar el éxito principal en base a la interrupción de los medios de
subsistencia del enemigo, fue extraño un método de defensa y hambreamiento por
el cual el enemigo devastó sin obstáculos toda la Italia central, bajo los ojos
de un ejército romano que lo igualaba en número, avituallándose abundantemente
para el invierno a través de un aprovechamiento organizado que se realizó en
gran escala.” Finalmente, en lo que respecta al ejército romano, no se podía
decir que el mismo obligaba a su jefe a esta conducción; es cierto que en parte
estaba compuesto por la guardia territorial llamada bajo banderas, pero su
núcleo eran las legiones de Arminum acostumbradas al servicio militar, y que
lejos de estar desanimadas por las últimas derrotas, se sentían resentidas por
la tarea poco honrosa que les adjudicaba su jefe de campaña, el “lacayo de
Aníbal”, exigiendo abiertamente ser conducidas frente al enemigo. En las
asambleas de ciudadanos se llegó a las intervenciones más vehementes contra el
viejo testarudo. Mommsen sigue en el mismo tono durante bastante espacio. “No
fue el Indeciso quien salvó a Roma [dice claramente] sino la sólida unión de su
confederación y quizás no en menor grado el odio nacionalista con que los
occidentales recibieron al hombre fenicio.” Esto era tan público, que
finalmente también “la mayoría del senado, a pesar que los últimos
acontecimientos daban al sistema de indecisión de Fabio una cuasi legitimación,
estaba decidido a alejar a esta conducción de la guerra, que llevaba al estado
de desastre lenta pero seguramente.” 3
Esta es la realidad de la triunfante “estrategia de desgaste" de
Fabio Cunctator. En realidad es una leyenda que se recita en nuestros
bachilleratos a los estudiantes para entrenarlos en el espíritu conservador y
advertirlos contra la “precipitación” y los “revoltosos”, para inculcarles como
sentido de la historia universal el lema bajo el cual marcha la reserva
territorial: “lentamente, siempre adelante” Que esta leyenda deba servir para
el proletariado revolucionario en la situación actual, sería uno de los lances
más sorprendentes e inesperados del destino.
Sea como fuere, la presencia del noble Quinto Fabio, que según los
sacrificios rituales y las oraciones esperaba la salvación del estado a partir
de una conducción bélica metódica, esa presencia, según parece, está
ampliamente representada en el más alto cenáculo de nuestro partido y los
sindicatos. Hasta ahora, que yo sepa, no hemos padecido de una falta de
decisión ni de juveniles desbordes y precipitaciones a nivel de la conducción
partidaria. Como lo dijera el camarada Adler en el congreso partidario
austroalemán de Graz: “El látigo siempre hace bien, y debo confesar que las
expresiones del congreso partidario, que se quejan de que suceda demasiado
poco, me son mucho más simpáticas que aquellas que aconsejan sabiduría y
reflexión. De la reflexión ya nos ocupamos nosotros, quizás en medida
desmesurada. Como freno no las necesitamos.”
Así, creo yo, son también las cosas entre nosotros. Que el camarada
Kautsky preste su pluma y su conocimiento histórico para el apoyo a la
estrategia del Cunctator es, cuando menos, un derroche. Como freno, camarada
Kautsky, no lo necesitamos.
Rosa Luxemburg. ¿Y después qué? marzo de 1910(redactado en febrero)
Rosa Luxemburg. Teoría y práctica [Una polémica contra la teoría del camarada
Kautsky de la huelga de masas] (1910)
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