lunes, 21 de abril de 2014

El mundo de Víctor Serge y el nuestro. De Petrogrado a Orenburgo.



Susan C. Weissman         http://www.suziweissman.com/


Traducido de Against the Current, n° 12/13 (enero-abril) y 14/15 (mayo-junio 1988), Los Ángeles, California, EEUU, por Anabella Lacreu. Publicado con permiso de la autora. Revisión técnica y referencias bibliográficas en español de Horacio Tarcus por cuya gentileza y la de la revista El Rodaballo se reproduce esta versión castellana. La autora forma parte del consejo editorial de Critique. A Journal of Soviet Studies and Socialist Theory, publicado en Gran Bretaña. Este artículo está basado en una conferencia que ofreció en el Oberlin College en 1987.
Susan Weissman es autora del libro Victor Serge: The Course is Set on Hope


 
 La Revolución Rusa de Octubre de 1917 abrió una nueva época; un inmenso país rompía con el mundo capitalista, mientras los socialistas de todas partes del globo observaban con esperanza y entusiasmo el desarrollo de la primera sociedad que comenzaba su transición hacia el socialismo. Los revolucionarios de todo el mundo se congregaron hacia la Rusia Roja, “dejando el vacío y entrando en el reino de la voluntad... donde la vida comienza de nuevo” (1). Uno de ellos era Víctor Serge. 


 
¿Quién era Víctor Serge?


 Víctor Serge, comunista disidente, anteriormente anarquista, a la izquierda de la Oposición de Izquierda, representa uno de los agujeros negros en la historia política soviética. Las teorías acerca del desarrollo, ricas y acaloradamente discutidas en la década de 1920 en la Unión Soviética, acompañadas por divisiones dentro del Partido Comunista, fueron suprimidas, tal como todos sus líderes y seguidores fueron reprimidos en las brutales purgas de los años 30.

 ¿Por qué estudiar a Serge? Hay cuatro razones claves:


 1. La historia bolchevique ha sido falsificada y suprimida; Serge escribió para corregir el registro y para proveer de lecciones a los revolucionarios. Pero su experiencia de vida única y sus escritos revolucionarios son un desafío elocuente para las nociones ortodoxas de la Unión Soviética. Veinte años antes del discurso secreto de Khrushchev sobre los crímenes de Stalin, Víctor Serge trataba de alertar al mundo acerca de lo que ocurría en la Rusia de Stalin. Sus palabras cayeron en gran medida en oídos sordos. Las ideas de Víctor Serge —su antipatía hacia el Occidente capitalista y tanto como al Estado soviético— aseguraron su marginalidad. Su vida y sus trabajos constituyen una impugnación de la vía tomada por Stalin así como representan una alternativa al bujarinismo, tanto el de los tiempos de Serge como en su encarnación posterior en la perestroika de Gorbachov.



 2. Es virtualmente imposible entender los problemas de la Unión Soviética sin examinar su historia; particularmente, el fracaso de alternativas a las políticas de Stalin y cómo sus políticas dieron forma a las relaciones de producción que se desarrollaron en la Unión Soviética. Los trabajos de Serge constituyen un valorable y olvidado aporte a la literatura existente, que arroja luz sobre este capítulo formativo de la historia política soviética.


 3. Serge escribió como un local, con un punto de vista particular: como opositor de izquierda, un consistente anti-estalinista, quien como veremos, no vio una línea de continuidad entre el temprano bolchevismo y el estalinismo, sino precisamente lo contrario. Esta cuestión particular, “Estalinismo versus Bolchevismo”, es la que más divisiones ha producido dentro de los estudios soviéticos y es el problema interpretativo esencial que tiene que ver con el completo desarrollo político e histórico soviético desde la revolución.


 4. La experiencia política de Serge, no lo llevó a renunciar al socialismo una vez que Stalin había triunfado, sino a introducir en el mismo una declaración de los derechos del hombre, enriqueciendo las metas socialistas. Se opuso al sistema de partido único, declarando tan pronto como en 1918, y nuevamente en 1923, que un gobierno de coalición, aunque lleno de peligros, siempre hubiese sido menos peligroso que la dictadura del secretariado de Stalin y la policía secreta. Serge criticó a la Nueva Economía Política (NEP) por traer nuevamente la desigualdad y la miseria mientras que no revitalizaba la democracia y el sistema multipartidario. Las propuestas de Serge para una reforma económica incluían la democracia de los trabajadores y un comunismo de asociaciones en lugar de planes rígidos antidemocráticos y verticalistas.


 Finalmente, diría que leer el cuerpo de trabajos de Serge sobre la Unión Soviética, incluyendo sus memorias, historias y novelas, es indispensable para todo aquel que quiera sentir la atmósfera de las décadas de 1920 y de 1930 dentro de la Unión Soviética y del movimiento comunista; es también un testimonio de su logro literario, su agudeza política y su persistente honestidad. 

 
El viaje político de Serge a Rusia

 Víctor Serge vivió desde 1890 a 1947. Fue políticamente activo en siete países, participó en tres revoluciones, pasó más de diez años en cautiverio, publicó más de cuarenta libros y dejó miles de páginas de manuscritos no publicados, correspondencia y artículos. Nació en un exilio político, murió en otro, y su vida transcurrió en una suerte de oposición política permanente. Como socialista se opuso al capitalismo; con sus inclinaciones anarquistas, se opuso a ciertas prácticas bolcheviques; como marxista revolucionario no arrepentido, se opuso al fascismo y a la Guerra Fría del capitalismo.


 La obra de Serge es la del testigo/participante. Escribió desde la profundidad interior de la experiencia revolucionaria soviética como actor político y como víctima de la degeneración de la revolución. Como local, conoció los hombres y mujeres que hicieron la revolución y aquellos que la destruyeron. Escribió sobre ellos en sus trabajos políticos y los encarnó en sus novelas.


 Serge no era un relator objetivo desapasionado, sino un opositor de izquierda ardiente, cuya mirada política da forma a su exposición. Escribió con el ojo del novelista para el detalle penetrante, apuntando a las cuestiones esenciales, subrayando contradicciones, las cuales con frecuencia dejaba irresueltas.


 Serge no era un teórico original; no hay algo así como sergismo. Su escritura es apasionada, honesta y a veces poética; pero permanece siempre crítica y conserva su fidelidad a las ideas de la generación revolucionaria de los bolcheviques.


 Su legado escrito incluye siete novelas, dos volúmenes de poesía, tres nouveles, una colección de relatos cortos; más de treinta trabajos y panfletos de historia y política, incluyendo biografías de Lenin, Stalin y Trotsky. También está su autobiografía, diarios o memorias personales y artículos periodísticos y ensayos sobre una variedad de temas. Aunque nació en Bélgica y escribió en francés, Serge es sin duda más ruso que ningún otro.


 Nacido de una pareja rusa exiliada que pertenecía a la organización Voluntad del Pueblo, que fue responsable del asesinato del zar Alejandro II (1881), Serge creció en Bélgica en la extrema pobreza, “a mitad de camino alrededor del mundo, porque mis padres, en busca del sustento diario y de buenas bibliotecas, cambiaban entre Londres (el Museo Británico), París, Suiza y Bélgica”. Serge aprendió tempranamente lo que se volvería su credo: “pensarás, lucharás y tendrás hambre” (2). Su hermano menor no pudo desarrollarse con su dieta de pan rancio remojado en café azucarado, y murió de inanición a los nueve años.


 Sin una educación formal (su padre despreciaba la “estúpida educación burguesa para los pobres”), Serge sin embargo, heredó la pasión de sus padres por el conocimiento, embebió sus conversaciones y se educó explorando enciclopedias y visitando museos, bibliotecas e iglesias. Para Serge, el aprendizaje no estaba separado de la vida, sino que era la vida misma.


 Serge fue atraído por la política activa desde su juventud, uniéndose a la organización socialista Jeunes-Gardes Socialistes en Bélgica, a los quince años de edad, en 1905. Se mudó a Francia y se volvió un anarquista individualista, experimentó estilos de vida alternativos, incluyendo el vegetarianismo, se asoció con la desacreditada banda de anarquistas Bonnot, cuyas causas idealistas los condujeron a llevar a cabo revolucionarias expropiaciones de bancos, acompañadas frecuentemente por tiroteos y muertes.


 Serge repudió la violencia y la locura de las hazañas de la banda Bonnot, aunque simpatizaba con sus causas. Como editor de L'Anarchie, Serge ya estaba evolucionando políticamente, cambiando la orientación del periódico desde el individualismo hacia la acción social. Sin embargo, cuando la ley lo atrapó con la banda Bonnot, Serge se rehusó a romper la solidaridad con sus camaradas condenándolos, y terminó con una sentencia de prisión por cinco años, una experiencia tan insoportable, que él llamó la “pesadilla interna”, de la cual sólo pudo liberarse relatándola en Los hombres en la cárcel. Esta novela, como las otras, desdibuja las líneas entre realidad y ficción; sus novelas sirven como testimonio en forma de ficción de sus experiencias y percepciones de la realidad social.


 Con su liberación y expulsión de Francia, Serge fue a Barcelona y se sumergió en la lucha callejera sindicalista insurreccional de julio de 1917. Pero estaba políticamente desilusionado del anarquismo, al que encontró evidentemente no preparado para el poder. Disgustado con la socialdemocracia europea, tenía puesta su mira en la Rusia revolucionaria, el país de sus raíces y de su idioma, que lo atraía como un imán.


 Serge parte hacia Rusia vía Francia, pero queda apresado detrás del alambre de púas de un campo de prisioneros francés, acusado de ser un bolchevique. Allí Serge languideció, apenas escapa de la mortal epidemia de gripe española de 1918, estudia marxismo y sigue los sucesos de la revolución con prisioneros bolcheviques durante quince meses (3). Luego del Armisticio, Serge es liberado en un intercambio de prisioneros y en febrero de 1919 se encuentra en la revolucionaria Petrogrado.


 Describe su nunca vista tierra de origen como “...un mundo congelado hasta la muerte...una metrópolis de frío, de hambre, de odio, de sufrimiento...” (4). Serge consiguió llegar en el medio de la contrarrevolución, la hambruna y la enfermedad, a una ciudad expectante de una revolución mundial que los salvaría.
 
En la Rusia revolucionaria: la experiencia de Serge


 Luego de unos pocos meses de intensa observación, participación y discusión con las distintas tendencias revolucionarias de Rusia, Serge se unió a los bolcheviques. Había llegado a Rusia como un revolucionario fogueado provisto de “un método crítico, escrúpulo y convicción” y treinta años de experiencia como socialista, anarquista y sindicalista.


  Como hombre de práctica revolucionaria, sus posiciones políticas emanaban del análisis concreto de situaciones reales. Las experiencias de Serge dominaron el desarrollo de su mirada política. La situación en Rusia era grave (5), y Serge juzgó que los bolcheviques no sólo tenían la visión, sino también la voluntad necesaria para llevar adelante la revolución. Su fidelidad hacia los bolcheviques se basaba en lo que él veía como la exactitud de sus posiciones políticas, aunque fue siempre crítico de sus excesos autoritarios.


 Serge se arrojó a la lucha para la defensa de la revolución y comenzó la construcción del socialismo. Fue tirador durante la Guerra Civil, intimó con el máximo liderazgo bolchevique y colaboró con Zinoviev en el primer congreso de la Internacional Comunista. Se convirtió en comisario a cargo de los archivos zaristas secretos de policía, y luego de indagar en los registros de la Okhrana, escribió un artículo en el Boletín Comunista en 1921, que se convirtió en el libro Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión (7).



 Al mismo tiempo, Serge tradujo al francés las obras de Lenin, Trotsky y Zinoviev, trabó amistad con poetas, escritores, anarquistas y social revolucionarios, mezclándose en el variado medio político social y literario. Perteneció a “la última sociedad de libre pensamiento” y fue probablemente su único miembro comunista. Esta era la Sociedad Filosófica Libre liderada por el novelista simbolista Andrei Bely. Como un bolchevique afirmado pero crítico, Serge desarrollaba su marxismo.


 El sello marxista de Serge fue impreso con un espíritu anarquista y un compromiso primario con el carácter internacional del socialismo. Su marxismo era profundamente humanístico, preocupado por los problemas del desarrollo personal y de la libertad individual en el todo social. Su interés central por la condición de vida de las masas siempre implicó que Serge considerara a la democracia como un componente integral del desarrollo socialista.


 Este espíritu crítico no pertenecía solamente a Serge. La historia temprana de los bolcheviques estaba caracterizada por el debate vivo, con miembros situados en diferentes partes de cada posición. Esto se comprueba leyendo las minutas del Comité Central Bolchevique, así como el libro de Robert Daniel, La conciencia de la revolución (8) .


 Uno de los que Serge llamó mitos tendenciosos de la historiografía de la Revolución Rusa, es el de que el objetivo inmediato de los bolcheviques era establecer el monopolio del poder de Estado (9).  Serge escribió que la verdad era precisamente lo opuesto: los bolcheviques tenían mucho temor a quedar aislados en el poder.


 Los socialrevolucionarios de izquierda participaron en el gobierno con los bolcheviques desde noviembre de 1917 hasta julio de 1918. Se rehusaron a reconocer, junto con un buen tercio de conocidos bolcheviques, los términos de la paz con Alemania asentados en el tratado de Brest-Litovsk. El 6 de julio iniciaron una revuelta en Moscú, proclamando su intención de gobernar por sí mismos y de “reabrir la guerra contra el imperialismo alemán”. Fueron derrotados y desde allí en adelante, los bolcheviques gobernaron solos. Serge observó que “mientras que sus responsabilidades aumentaban, su mentalidad cambiaba”.


 Los socialrevolucionarios de izquierda no fueron los únicos críticos tempranos en el interior de la revolución. Argumentando contra la “paz de la vergüenza”, Preobrazhensky y Bujarin, luego situados en lados opuestos en los debates acerca de la industrialización, se unieron a otros, para publicar las Tesis de los comunistas de izquierda en 1918 (10). También llamaron la atención acerca de la creciente burocratización de la industria que privaría al proletariado del control sobre la vida política y económica, llevando a un aumento de la dependencia de especialistas burgueses y métodos capitalistas de organización del trabajo, como trabajo a destajo y taylorismo.


 Serge apoyaba a Lenin en el tema de Brest-Litovsk, aunque simpatizaba con la actitud antiburocrática de los comunistas de izquierda. Consideraba que los bolcheviques habían sido obligados a aceptar los términos de la paz por el avance alemán en el frente, y escribió enérgicamente sobre las consecuencias de este tratado: pérdida de una enorme región de Ucrania, el sacrificio de la revolución finlandesa, que fue ahogada en sangre en 1918 (11).


 Serge afirmó en su Retrato de Stalin, que el error más grave cometido por los bolcheviques fue el establecimiento de la Cheka (Comisión extraordinaria para la represión de la contrarrevolución, la especulación, el espionaje y la deserción), la fuerza de seguridad creada para proteger la revolución de los contrarrevolucionarios. La consideró como una forma de inquisición (12).


 Escribiendo en 1939, Serge dijo que la revolución bolchevique se autoprovocó la muerte con la creación de la Cheka, instrumento del Terror Rojo, precursor del GPU, la NKVD, y la KGB, los cuales exterminaron la generación revolucionaria de bolcheviques. De esta manera, Serge marcó el comienzo de la degeneración de la Revolución Rusa, varios años antes de lo que señalaban los datos más comunes de 1921 (Kronstadt y la prohibición de las facciones), 1924 (muerte de Lenin), 1927 (derrota de la Oposición) o 1929 (colectivización forzada y liquidación de los kulaks) (13).


 En 1919-20, Serge aún no era públicamente crítico de la Cheka. Bajo las condiciones impuestas por la Guerra Civil, esto parecía ser una trágica necesidad. Serge estaba trabajando en el Comintern y utilizaba sus oficios para interceder, cuando podía, en favor de las víctimas de la Cheka. (p.43)


 Estos eran los primeros días de la revolución, y Serge creía que ciertas características del bolchevismo, con las cuales compartía un punto de vista común, le daban una innata superioridad sobre los partidos rivales. Aquellas eran la convicción marxista, su visión de la hegemonía del proletariado en el proceso revolucionario, el internacionalismo intransigente y el intento de unificar pensamiento y acción (14).


 Serge también acordaba con Lenin en el problema de la industria. Los bolcheviques creían que el socialismo era imposible en semejante contexto de atraso, pero que una socialización gradual de Rusia sería un ejemplo para la clase trabajadora europea. Así, Lenin defendía no una nacionalización de los medios de producción, sino el control de los trabajadores sobre los mismos. La Guerra Civil cambió todo, e hizo de la nacionalización, un imperativo para la defensa.


 El internacionalismo intransigente de los bolcheviques se basaba en su creencia en la pronta revolución en Europa. Lenin llegó a decir que en términos del socialismo mundial, una revolución en Alemania, un país capitalista avanzado, era más importante que la Revolución Rusa. Si era necesario, la Revolución Rusa sería sacrificada por el éxito de la primera revolución en un país capitalista avanzado.


 Serge compartía este análisis, pero era menos optimista respecto a una revolución exitosa en Occidente. Escribió que los bolcheviques se equivocaban sobre la inminencia de la revolución europea, subestimando el oportunismo parlamentario de los mediocres líderes del movimiento socialista europeo.


 No obstante, Serge entendió que el solo cambio de la Rusia  aislada, no sobreviviría sin la extensión de la revolución hacia Europa Occidental. Estaba convencido de que la Rusia revolucionaria en medio del hambre, el aislamiento y la destrucción, colapsaría si se la dejaba sola. Preparado para trasladar la teoría a la práctica, Serge se arrojó sinceramente en defensa de la política y se ofreció como voluntario para ir a Alemania a colaborar en preparar la insurrección trabajando en el Comintern. También confesó que estaba disgustado por la creciente burocratización del partido bolchevique y su contra-terror (15)  y sicológicamente exhausto; un cambio de escenario y una nueva actividad serían bienvenidos.


 En Alemania, Serge editó la versión francesa del periódico del Comintern, International Press Correspondence o Inprecorr. Con el fracaso de la revolución alemana de 1923, Serge se dirigió a Viena, donde continuó su trabajo en el Comintern acompañado por camaradas como Georg Lukács y Antonio Gramsci. Acerca de su vida en ese momento, (1923) escribió:


Para todo lo que vivíamos era para la actividad integrada a la historia; éramos intercambiables; podíamos ver inmediatamente la repercusión de los asuntos en Rusia sobre los asuntos en Alemania y en los Balcanes; nos sentíamos ligados a nuestros camaradas, quienes, en búsqueda de los mismos fines que nosotros, perecían o alcanzaban algún éxito en la otra punta de Europa. Ninguno de nosotros tenía, en el sentido burgués de la palabra, alguna existencia personal: cambiábamos nuestros nombres, nuestros puestos y nuestros trabajos, de acuerdo a las necesidades del Partido; teníamos suficiente con vivir sin premuras materiales reales, y no estábamos interesados en hacer dinero, seguir una carrera, dejar una herencia literaria o un nombre detrás nuestro; solamente estábamos interesados en el difícil trabajo de alcanzar el socialismo” (16).


 El fracaso de la revolución alemana dejó a los bolcheviques aislados y en desorden. La derrota abrió el camino no sólo para Hitler, sino también para Stalin —y una facción bolchevique oculta. Durante su residencia en Europa Occidental, Serge observó ansiosamente las crecientes luchas interpartidarias locales y se declaró a favor del Nuevo Curso propuesto por la Oposición de Izquierda en 1923. A finales de 1925, solicitó regresar a la URSS para participar en la lucha dentro del partido bolchevique.


 Crítica del uso del terror, de la burocratización del partido y del estado, de la ampliación de los privilegios que distanciaban a la burocracia de la población y de los objetivos de la revolución, la Oposición de Izquierda de León Trotsky y otros, consideraba a la burocracia enraizada en las nuevas condiciones de la dirigencia soviética.


 Dado que la clase trabajadora revolucionaria originaria había sido ampliamente diezmada durante la Guerra Civil y la intervención extranjera y la nueva clase trabajadora había sido extraída de un campesinado semi-analfabeto, la Oposición de Izquierda consideró que era necesario para el Estado soviético promover una industrialización gradual y temprana, como precondición para la regeneración de la conciencia de clase del recientemente formado proletariado, que apenas tenía un pie afuera del campo.


 La horrible situación de la industria y la agricultura después de la Guerra Civil, implicaba que los bolcheviques estuvieran rodeados por un campesinado crecientemente hostil. Preobrazhensky consideraba que la industrialización triunfaría sobre ellos, transformando a los campesinos en una nueva clase trabajadora cuyos hábitos y educación estarían acordes a las necesidades de una industria genuinamente socialista; la expansión industrial aseguraría que una porción en aumento de la población sería agrupada alrededor de relaciones de producción colectivas, las cuales servirían para generar una conciencia proletaria entre la masa de población, en oposición a la conciencia pequeño-burguesa del campesinado (17). Esta nueva clase trabajadora creada del proceso de industrialización, teóricamente actuaría como una garantía contra los excesos burocráticos y las medidas anti-democráticas.


 Serge estaba ansioso por el crecimiento del campesino rico, del burócrata y la debilidad de la industria bajo la NEP; se estaba desarrollando una situación crítica y necesitaba medidas urgentes: él estaba completamente de acuerdo con el programa de la Oposición de Izquierda.


 El partido estaba inmerso en el debate sobre la industrialización. Sin la esperanza de la solidaridad internacional de socialistas alemanes exitosos construyendo fábricas en la Rusia revolucionaria, la acumulación debía ser obtenida desde el interior.


 Preobrazhensky (el principal economista de la Oposición de Izquierda) afirmaba que la “acumulación socialista primitiva” tendría que provenir del sector campesino privado, pero tenía que ser una relación recíproca; una mayor productividad en la industria aportaría productos de venta a los campesinos, y una revolución en las técnicas agrícolas sólo sería posible con más maquinaria rural, producto de una mayor productividad de la clase trabajadora.


 En suma, la Oposición de Izquierda argumentaba que el problema sólo podría superarse humanamente, con la ayuda material de revoluciones victoriosas en los países capitalistas avanzados.


 Bujarin llegó con el programa opuesto, desarrollando en su teoría la doctrina de Stalin de “el socialismo en un solo país”. Afirmaba que era necesario incrementar las concesiones en beneficio de los campesinos, a fin de estimular el crecimiento.


Stalin, a mitad de camino entre las dos posiciones, estaba celoso de la potencial influencia de Trotsky, y quería minar su autoridad. Por lo tanto, para alejar a Trotsky como fuerza política, patrocinó el mínimo de apoyo a la industria de Bujarin y aumentó las concesiones al sector privado. Así, la acumulación industrial no comenzó sistemáticamente hasta más tarde, cuando la NEP procedió con rapidez. Esto implicó que tanto el clima político como la situación económica se deterioraran hasta llegar al punto de crisis.


 Durante el período de 1923-26, Stalin agrupó a los distintos departamentos del partido con su gente, produciendo como resultado el congreso del partido y los debates predeterminados. Como vocero de la Oposición de Izquierda de la organización del partido en Leningrado, para Serge fue imposible pronunciar un discurso sin ser espantado a gritos por la cohorte de Stalin. Esto significaba que si Trotsky y sus seguidores pretendían tener audiencia para su programa político alternativo, tendrían que haberla obtenido afuera del partido, algo que ni él, ni los demás dentro de la Oposición de Izquierda, estaban preparados para hacer.


 Hacia 1927-28, la combinación entre la falta de una política industrial y el crecimiento del sector privado en la agricultura, llevaron a una crisis de grano. El bajo precio ofrecido a los campesinos por el grano, unido a precios altos para productos industriales escasos, fue un poderoso desaliento para que los campesinos produjeran más de lo que necesitaban para su subsistencia. Luego, una serie de cosechas pobres amenazaron los planes de exportación del Estado y el abastecimiento de víveres. Los campesinos boicotearon las requisas de grano, y Stalin respondió ordenando medidas extraordinarias para recolectarlo. Soldados del Ejército Rojo comenzaron a extraer el grano de los campesinos a punta de armas.


 El problema del camino seguir era ahora, inevitable. Proceder ampliando la NEP y el sector privado, hubiese retrotraído hacia el capitalismo, a la sujeción al capital internacional y al mundo del mercado; instituir un control genuino de la industria por los trabajadores y un planeamiento democrático, haría de la estructura burocrática, algo superfluo. Cualquier alternativa implicaba que Stalin y la burocracia perderían poder.


 Tal como Serge (y otros opositores de izquierda) explicaron claramente, ninguna opción era realista para una burocracia, cuya razón de ser, era mantener su posición privilegiada en el poder (18). Ellos actuaban para maximizar su propio interés personal. En consecuencia, Stalin tomó el único camino posible para él: eliminar el desafío del campesinado, del partido y de la clase trabajadora, sin construir el capitalismo ni el socialismo. Ni plan, ni mercado. El terreno quedó para la sociedad dirigente por medio de mandatos burocráticos, rápida industrialización con planes quinquenales (p. 45) administrados desde arriba hacia abajo, y colectivización forzosa.


 Al mismo tiempo, la política del Comintern se convirtió en un sello de goma para las directivas de Stalin, que lógicamente emanaban de la política de “el socialismo en un sólo país”. Serge escribió una serie de artículos que fueron publicados en el periódico francés Clarte, cuestionando la política de Stalin de forzar al Partido Comunista chino a entrar en el Kuomintang de Chiang-Kai-Shek, llevando a la decapitación de la revolución china en 1927 y a la subsecuente masacre de los comunistas chinos. Estos artículos sellaron el destino de Serge. Fue expulsado del partido, uniéndose a la ahora honorable lista de los opositores expulsados. Luego fue arrestado y retenido por siete u ocho semanas en 1928. En el momento de su liberación, estuvo cerca de la muerte a causa de una oclusión intestinal. Mientras estuvo preso, se negó denodadamente a cooperar o a confesar algo. Esto salvó su vida en 1936, cuando se revisaron los archivos en busca de ofensas admitidas, antes de que fuera liberado.


 Aunque Serge sobrevivió a la prisión y a la enfermedad, sufrió una muerte política. La actividad política abierta ahora le estaba vedada, obligándolo a cambiar el activismo político por la pluma. Se comprometió con la escritura, y delineó en su mente  una serie de novelas documentales sobre “aquellos tiempos inolvidables”, con el objeto de preservar las ideas, experiencias y la memoria de los hombres y mujeres con los que había compartido la lucha.


 Durante el período de 1928-1933, Serge sobrevivió en precaria libertad, viviendo de sus escritos, los cuales enviaba a Francia para publicar. También trabajó como traductor al francés de obras de Lenin, para el Instituto Lenin. Las traducciones eran revisadas línea por línea “por expertos cuya tarea consistía en descubrir un probable sabotaje en la intención de los punto y comas” (19). Serge vivió un tiempo en el campo con Panait Istrati, el escritor rumano, y viajó lo suficiente como para observar de cerca los efectos de las políticas de Stalin.


 Serge comenzó a escribir sobre las consecuencias de la industrialización y colectivización, la creación y consolidación del sistema stalinista. En 1929, Panait Istrati publicó bajo su nombre la obra de Serge, Soviets 1929 (20). En los cuatro años siguientes, Serge publicó en Francia y España su historia monumentalEl año uno de la Revolución Rusa; tres novelas: Los hombres en la cárcelEl nacimiento de nuestra fuerza y Ciudad ganada. Ninguno de estos libros fue publicado jamás en la Unión Soviética.


 Serge experimentó directamente la campaña de terror de Stalin: fue arrestado en 1933, retenido en confinamiento solitario por ocho días en la infame Lubianka, sujeto a implacables interrogatorios nocturnos. Luego fue deportado a Orenburgo, donde estuvo cerca de la muerte por inanición junto a su hijo Vlady (21). En esta etapa, escribió otros cuatro libros que fueron subsecuentemente confiscados por el régimen soviético, cuando Serge es expulsado de la Unión Soviética en 1936, y a pesar de los intentos de su familia, académicos y políticos por liberarlos, nunca fueron recuperados (22).


 Estos libros incluyen dos novelas: una sobre el movimiento anarquista francés, Hombres Perdidos, otra sobre el comunismo de guerra de 1920, El Tormento. Esta segunda novela, que Serge describió como la que daba noticia de “la grandeza de la revolución”, forma una secuencia de su Ciudad ganada. El tercer manuscrito era un libro de poemas que reconstruyó una vez en el exilio, y el cuarto, su historia, El año dos de la Revolución Rusa. Serge dijo que él nunca había tenido el lujo de tomarse tanto tiempo en pulir sus escritos, como lo tuvo con estos libros, lo cual hace que su pérdida sea mucho más trágica.


 Serge ya era conocido en Francia y España por sus panfletos y artículos políticos; la publicación de su historia y tres novelas en los años 1930-32, lo afirmó como un escritor revolucionario serio. Su reputación en Occidente lo salvó del olvido y de la muerte, un destino que no compartieron muchos escritores rusos que no tuvieron tal seguimiento internacional.


 Una campaña en beneficio de Serge, fue emprendida por los intelectuales parisinos comunistas “amigos de la Unión Soviética” Romain Rolland y André Malraux. Aparentemente, Rolland intercedió en su favor ante Stalin cuando visitó Moscú.


 En abril de 1936, apenas unos meses antes del primer Juicio de Moscú, Serge fue apartado de Orenburgo, puesto en un tren, pero aliviado de sus valijas cargadas con manuscritos y recuerdos personales y expulsado de la Unión Soviética junto a su familia. Se encontraba entonces desprovisto de su ciudadanía soviética, lo cual lo hacía un hombre sin país, en la Europa Occidental cuyo cielo ya se estaba oscureciendo con el fascismo y la guerra.


 Entre 1936 y 1940, Serge vivió una existencia precaria en Bruselas y París, haciendo campañas contra la persecución de sus camaradas dejados atrás, en el gulagde Stalin. Políticamente activo en grupos no estalinistas y en la Cuarta Internacional de Trotsky, Serge observó el drama de la Guerra Civil española, el oportunismo del Frente Popular, y el declive y última derrota de la izquierda europea.


 Una campaña comunista de difamación le impidió publicar en todas, menos en las más pequeñas revistas de extrema izquierda de Francia (23). A pesar de la dureza económica y el peligro constante tanto del GPU como de los nazis, Serge continuó escribiendo profusamente. En Europa produce Medianoche en el siglo, una novela sobre la resistencia de la Oposición a Stalin dentro del gulag, tradujo La revolución traicionada de Trotsky, y analiza los efectos políticos económicos y sociales de las políticas de Stalin en De Lenin a Stalin, escrito en un período de quince días en 1936, Destino de una revolución (1937) y Retrato de Stalin(1939).


 Publica también varios opúsculos sobre los Juicios de Moscú y realiza una campaña pública por el reconocimiento de los crímenes de Stalin contra la generación revolucionaria de bolcheviques, la cual cae en gran medida en oídos sordos en Francia. Allí, la realidad del fascismo y la imminencia de la guerra, cegó muchos ojos para lo que estaba ocurriendo en la Unión Soviética (24).


 No obstante, Serge continuó su batalla, permaneciendo en París hasta 1940, viviendo en el sur de la ciudad, mientras los nazis invadían el norte. Sin un centavo, voló a Marsella, donde pasó meses luchando por una visa para salir de la pesadilla, rastreado por la Gestapo. Estados Unidos se negó a admitirlo. Pero a último momento, México, el último refugio de Trotsky, ofreció recibir a Serge y a su familia.


 Nadie publicaba ahora a Serge —una casa editorial se arruinó luego de publicar su Hitler contra Stalin. Políticamente aislado y privado de su medio de vida, Serge escribió, produciendo más que nada para el cajón del escritorio, algunos de sus mejores trabajos: Memorias de un revolucionarioEl caso Tulayev, que es sin duda la novela más refinada acerca de las purgas; su novela sobre la experiencia de la derrota y el exilio, llamada Los años sin perdón, y una extensa colección de ensayos, correspondencia y artículos sobre la Segunda Guerra Mundial, el futuro del socialismo, el fascismo, la cuestión judía, sicología, literatura, y la evolución y naturaleza del sistema soviético.


 El fin de la guerra encontró a Serge en débiles condiciones físicas y la cabeza llena de proyectos de escritura. Intentó regresar a Europa, pero fue detenido por un ataque fatal al corazón en noviembre de 1947. Murió apenas había llamado a un taxi, antes de que pudiera decirle al chofer adonde ir. Sus ropas estaban raídas, tenía agujeros en sus zapatos; el chofer pensó que había levantado a un indigente.


 Serge dejó tras él una vida de lucha, de compromiso con la verdad, no importa lo inconfortable que fuera, “una revolución victoriosa y un número tan elevado de masacres como para inspirar cierto vértigo”, y una cierta confianza, proveniente de su inteligencia crítica, en las posibilidades del futuro. 


 
Burocracia y no planificación
 

 La contribución de Serge a nuestra comprensión del sistema que Stalin creó en la década de 1930, sigue siendo relevante en la actualidad, no sólo porque los mismos cuestionamientos, tal como plan vs. Mercado, están siendo reexaminados, sino también porque el período que Serge describió fue aquel en el cual se formaron las relaciones de clase en la Unión Soviética. Si se quiere entender que fue la Unión Soviética, se debe regresar al período que analizó Serge.


 El sistema de Stalin tuvo una lógica y una dinámica determinadas, que afectó la vida de millones. Más aún, las relaciones particulares que se establecieron entre el régimen y el trabajador bajo las condiciones vertiginosas de la industrialización y la colectivización forzosa, se convirtieron en caracteres permanentes y reproducibles del sistema.


 Las principales características de estas relaciones fueron:


1) El plan democrático fue excluido como posibilidad, y en su lugar, se aplicaron planes que eran “documentos de orden” lanzados desde el centro sin una información precisa para evaluar las posibilidades reales de llevarlos a cabo.


2) Como las necesidades de los trabajadores no fueron tenidas en cuenta, los trabajadores o encargados de implementar los planes, adaptaron las instrucciones según sus propias necesidades; esto implicó que los planes, forzados sobre los trabajadores, se cayeran o se resquebrajaran ante las respuestas individualistas de los mismos al sistema, afectando a la siguiente cadena de la economía; como las provisiones se interrumpieron, los trabajadores implementaron nuevos cambios en las instrucciones para adaptarlas a sus propias necesidades.


 Como consecuencia, cuanto más se esforzaba el centro por centralizar, por mantener un estricto control sobre los hechos económicos, menos control tenían en realidad, como trabajadores, que en corto plazo, cuidaron de sus propios intereses y los administradores mentían para aparecer bien en los papeles. Esta forma de planificación se convirtió en anti-planificación: en lugar de una organización racional de la producción, se creó un sistema anárquico, irracional y costoso.


 Los resultados fueron, una información desconfiable y una forma de sabotaje atomizado e involuntario. Los trabajadores se quebraron porque sus intereses no eran los mismos que los de los planificadores —mientras que bajo un planeamiento socialista genuino, no habría antagonismo, porque los planificadores y los implementadores serían uno y lo mismo.


 La consecuencia última, fue que la planificación stalinista (como finalmente la llamó Serge -(25)-) —la distribución y movilización de recursos sin un input democrático— no pudo garantizar una correspondencia reconocible entre los resultados de las instrucciones y las instrucciones mismas (26). Mientras cada uno falsificaba información según sus propias conveniencias, se creó un sistema altamente ineficiente y derrochador (27). De acuerdo a Serge:  “hay desorden, pánico, terror...resistencia pasiva, atomizada donde la hay... todas las estadísticas, todos los balances, todas las cifras son falsas porque nadie nunca se anima a decir la verdad...” (28).


 Los métodos empleados fueron la causa de que los trabajadores se volvieran hostiles a la industrialización y se resistieran no de manera colectiva, sino atomizada e individualizada, produciendo pobremente o a destiempo. Lo que comenzó como una respuesta a tiempos críticos en momentos de extrema escasez de mano de obra, se transformó en una forma de protesta contra el sistema (29). En el corazón de la máquina de terror de Stalin, la élite ganó control político sobre la población a través de la fuerza, pero no sobre los hechos económicos, a pesar de su duro intento (30).


 Sin teorizar, Serge ilustró gráficamente los dilemas básicos de las relaciones de este régimen de trabajadores. Empezó con la colectivización forzosa de la agricultura, pensada para romper la resistencia colectiva del campesinado, que se había rebelado contra las medidas burocráticas que le habían sido impuestas. Para destruir esa resistencia, Stalin declaró la guerra a los rebeldes, que fueron llamados “kulaks, señalados como enemigos del pueblo... a ser liquidados como clase” (31).


 Serge señaló que nunca se intentó una colectivización completa. El plan que había sido desarrollado desde 1925-26, sólo previó la colectivización como la cantidad de tierra que podía ser abastecida con maquinaria agrícola (32). El punto central de la colectivización era que la producción agrícola sería industrializada y proveería una alternativa atractiva para las pequeñas granjas campesinas. El koljoz (granja colectiva) sin tractores, no tenía sentido. La colectivización total no fue prevista ni planeada; como consecuencia de ello, debían crearse grandes fábricas para producir maquinaria agrícola, utilizando recursos destinados a otros sectores, en detrimento de los mismos.


 Como Serge observó, la colectivización produjo escasez de materias primas, hostilidad, una agricultura arruinada, y destruyó el plan para la industria. Como los campesinos hostiles acopiaron grano y destruyeron su ganado, la producción total agrícola, decayó; Stalin exigió cuotas más altas y extrajo hasta el último grano de Ucrania para las ciudades y la exportación, ocasionando una hambruna organizada desde el estado, que mató a siete millones de campesinos en 1932-33 (33). Serge observó correctamente que la colectivización produjo anarquía más que planificación: dijo que “En lugar de aplicar un patrón político, Stalin se redujo a improvisaciones” (34).


 La industrialización de Stalin, burocrática y precipitadamente pensada, tuvo implicancias de largo alcance para el futuro crecimiento y la calidad de los productos. La industrialización fue financiada por medio de una presión extrema sobre la clase trabajadora, produciendo condiciones intolerables, que Serge catalogó en Destino de una revolución. Dijo que la “industrialización es dirigida como una marcha a través de un territorio conquistado”.


 La intensificación del trabajo, implicó que el trabajador para producir la cantidad correspondiente, tuvo que dejar de lado la calidad. Esto es corroborado por Rakovsky, Andrew Smith (35) y otros observadores. Los productos defectuosos elaborados en un punto, entraron en circulación como medios de producción de futuros productos que también serían imperfectos (36) , resultando que todas las fábricas se erigieran con materiales de construcción defectuosos y se equiparan con maquinarias hechas de metal defectuoso. Fue realmente, una forma costosa de industrializar y altamente destructiva, tanto para la maquinaria como para el pueblo (37).


 Serge describió las constantes caídas de la maquinaria, como consecuencia del mal uso; ¡no había tiempo, ya que Stalin exigía completar el plan quinquenal en cuatro o incluso en tres años! Preciados recursos, cuya necesidad se sentía en todas partes, tuvieron que ser empleados en forma creciente para reparar la maquinaria exhausta. Los repuestos eran escasos, y con frecuencia se perdían durante la distribución, deteniendo la producción. Serge observó que la respuesta de Stalin a cada problema, era exprimir más a los trabajadores; hacerlos trabajar más duramente, consumir menos; retrasar su paga, cortar sus salarios.


 Esto produjo una alta tasa de renovación de la fuerza de trabajo con un impacto negativo sobre la producción. Citando estadísticas oficiales, Serge notó que en Ucrania, fábricas enteras fueron transferidas en tres meses, porque los trabajadores se mudaban en busca de comida, casa y mejores condiciones de trabajo. “Viajas porque dondequiera que estés te sientes mal” (38).


 En Soviets 1929, Serge señala el alto costo de la producción: la falta de coordinación implicó que en algunos lugares se crearan fábricas enteras, pero inútiles, porque no había usinas para alimentarlas, y en otros lugares, se construían usinas, pero quedaban esperando la creación de las fábricas. En los papeles y en las estadísticas de crecimiento, podría parecer correcto, pero en ambas instancias la construcción fue inútil y ruinosa (39).


 En otras áreas, las fábricas quedaron en un 30% sin construir (no se puede utilizar sólo un 70% de una fábrica) o en otros ejemplos, Serge describe fábricas que producían en un 50, 60 o incluso 100% productos defectuosos, que de todas maneras, entraban frecuentemente en circulación (40). Serge culpó al sistema burocrático por la producción costosa y destructiva, y lamentó que el propio interés de la burocracia fuera la única lógica del sistema, primando sobre las necesidades de la agricultura, la industria y la población (41).


 En alusión a estos problemas, y obviamente en conocimiento del análisis opositor de Rakovsky, expresado en su artículo, “En el congreso y en el campo” (ver nota 35), Serge no presentó una teoría completa. En su lugar, examinó los efectos de estas vastas fuerzas sobre la gente común, observando la vida en la ciudad, en el campo y en la fábrica.


 Analizó las horrendas condiciones de los trabajadores, que morían por inanición mientras trabajaban, de las mujeres forzadas a la prostitución luego del trabajo para poder alimentar a sus hijos, de los ancianos a quienes se les negaba la carta de racionamiento porque no trabajaban (por ser demasiado viejos), de bandas de niños errantes que habían sido arrastrados por sus padres hacia campos de trabajo, de campesinos muertos por la hambruna organizada por el Estado de 1932-33. Contrastó esta situación con el lujoso modo de vida de los parvenus, que apenas escondían el cinismo de un sistema llamado a sí mismo socialista, mientras que producía desigualdades más emparentadas con el capitalismo.


 Mientras que Serge mostraba el crecimiento económico —a pesar de la industrialización de Stalin— porque la fuerza de trabajo industrial se expandió y se introdujo maquinaria donde no existía previamente, —sin mencionar los esfuerzos de un verdadero sector de trabajo esclavo en los campos (42) — se hacía la pregunta esencial pertinente a este crecimiento: ¿crecimiento en beneficio de quiénes? ¿Qué clase de crecimiento? (43). Y describió lo que pasó con este crecimiento: pillaje, sabotaje, miseria, hambre, leyes migratorias, represión y terror. De acuerdo a Serge, los métodos de Stalin eran anti-socialistas, pero justificados oficialmente por el uso de un “marxismo amoral y vulgar”.


 Serge analizó la draconiana legislación sobre el trabajo y los distintos esquemas empleados para acelerar la producción y exprimir más a los trabajadores, como el trabajo-shock (undarnichestvo), “competencia socialista” y stajanovismo. Señaló que estos esquemas fueron sentenciados porque eran básicamente un fraude, equipados por administradores y trabajadores oportunistas en complicidad para ganar privilegios para ellos mismos.


 Cuando los trabajadores se resistieron, como inevitablemente lo hicieron, Serge transmitió la de alguna manera contradictoria respuesta del régimen a la resistencia, mostrando gráficamente lo que pasaba con aquellos que se atrevían a desafiar colectivamente su situación. La juventud era con frecuencia la más militante, y hay evidencias de huelgas.


 Serge describió la huelga de la planta textil de Ivanovo-Voznessensk en abril de 1931, donde los trabajadores tenían un sólo slogan para expresar sus demandas: “¡Tenemos hambre!” Las autoridades acusaron a los líderes locales, se enviaron víveres, se reanudó el trabajo y luego comenzó la purga silenciosamente. Los trotskistas que había entre los huelguistas fueron tiroteados y no se dijo ninguna palabra, salvo en el extranjero (44).


 Con este sólo episodio, Serge expresó la contradicción básica de un régimen que evidentemente le temía al proletariado, porque le había usurpado su poder político. El mismo patrón de respuestas del sistema a las huelgas, pudo ser visto posteriormente.


 Lo que mostraban las huelgas era que el régimen tenía que lidiar con la resistencia organizada de la juventud y un sector de trabajadores más viejos, que de alguna manera habían sobrevivido a la guerra civil, a la NEP y a las hambrunas, y que conservaban cierta memoria colectiva engendrada en las ideas del marxismo, de los días de la Revolución.


 Serge señaló que Stalin luchó contra los trabajadores, contra los campesinos y decapitó al partido. El régimen también tuvo que hacer frente a los resultados de su política —planes incompletos, alta rotación de la fuerza de trabajo, alcoholismo, en medio de una extrema escasez— mientras se preparaba para la guerra. Serge centró el problema de manera simple y enérgica: no se podía depender de una fuerza de trabajo desnutrida, mal alimentada, llevando una existencia infeliz, para obtener un buen trabajo. Lo que la sociedad capitalista había aprendido de la experiencia de la esclavitud, se había perdido con los estalinistas (45).


 Serge contestó a sus propios interrogantes sobre la naturaleza del crecimiento económico con ejemplos de trabajadores sometidos a condiciones inhumanas, sin recibir pago suficiente como para superar el hambre, con trabajo esclavo comprometido en la construcción en los campos, y campesinos cuya resistencia se encontró con la deportación y expropiación. La situación llevó a la desmoralización de la clase trabajadora, junto a un sentido de futilidad.


 Centrándose en la omnipresencia de la policía secreta, apostada en cada establecimiento, Serge evocó la vida de los ciudadanos comunes bajo esas condiciones:


 “Cercado por la policía, por la pobreza, por mentiras...[el] trabajador está preocupado por obtener, sellar, chequear y reinscribirse en la carta de racionamiento la cual es negada a la mitad de los trabajadores por distintos pretextos; su esposa corre de un negocio vacío a otro, haciendo la cola en las filas de las puertas de las pescaderías durante la tarde para reñir a la mañana siguiente por una ración de pescado salado... expuesta a ser espiada en la tienda...volviendo a casa para contar quién fue arrestado la noche anterior“ (46) .


 Serge reveló como las condiciones de coerción física y de intimidación en un contexto de escasez y apuro, dejaron a la población sin nada en qué pensar, salvo en su propia supervivencia, en su propio interés. El estilo de Serge es acumular ejemplos concretos; el proceso de atomización de la población es empíricamente demostrado pero no teóricamente argumentado. 

 
La ruptura sangrienta


 Stalin sólo podía reforzar sus métodos barriendo toda oposición. Serge observó que el sistema era altamente inestable, que descansaba sólo en la fuerza bruta. Las purgas, al ser no planificadas y provenir de una dinámica interna puesta en movimiento por los métodos de Stalin de industrialización y de gobierno, crearon nuevas relaciones sociales. Ninguno de los problemas básicos de la sociedad se resolvieron al terminar las purgas sangrientas, pero millones pagaron con sus vidas. Se rompieron todas las formas de resistencia colectiva, y cualquier resistencia residual fue atomizada, puesto que la población abatida, sólo se interesaba por su subsistencia, no en política.


 Luego de los exultantes primeros diez años de la revolución, vino lo que Serge llamó los diez años negros, de 1927 a 1937. Estos últimos años constituyen la lucha de la generación revolucionaria contra el gobierno totalitario y la guerra del régimen contra su propio pueblo, en la forma de industrialización, hambre, deportación y ejecución. Los fundadores de la revolución, que favorecieron la industrialización temprana, la colectivización gradual, el planeamiento democrático, el internacionalismo militante, la democratización del partido y de la sociedad, y que lucharon contra la burocratización, pasaron “desde el poder, a la prisión, a la deportación y la muerte”.


 Serge lo llamó “la contrarevolución de Stalin”, la toma de poder más sangrienta de la historia, en la cual la resistencia de la generación revolucionaria fue tan tenaz, que se hizo necesario para el régimen eliminarla enteramente, para consolidarse. En sus palabras:


 “Los bolcheviques murieron por decenas de miles, los veteranos de la guerra civil por cientos de miles y los ciudadanos soviéticos manchados por los ideales censurados, por millones. Una docena de compañeros de Lenin y Trotsky, pudieron limpiar su honor mediante un acto supremo de devoción al partido, antes de ser fusilados. Miles más fueron fusilados en los sótanos. La mayor concentración de campos en la historia fue establecida para vigilar la eliminación física de una gran masa de sentenciados “(47).


 El nuevo Estado, al cual Serge llamó Estado policial burocrático, fue “reaccionario en todas las formas importantes con respecto a los ideales de la revolución. Un marxismo de slogans muertos, nacido en las oficinas, tomó el lugar del marxismo crítico de los hombres pensantes”. Más aún, Stalin pudo “retener las almas de la oposición a través de su patriotismo de partido el cual él usó para dividirlas y devorarlas”. El culto al líder había nacido, losparvenus burocráticos del sistema totalitario emergente, cotorreaban las palabras del líder y celebraban la teoría del socialismo en un sólo país.


 Reafirmando su compromiso con la política de la Oposición de Izquierda pero con ciertas modificaciones hacia el final de su vida, Serge nunca definió sistemáticamente la naturaleza de clase del Estado soviético, llamándolo finalmente, “totalitarismo burocrático con inclinación colectivista”; esto es, describió sus características, analizó sus dilemas; pero no fue preciso acerca de su naturaleza de clase.


 Esto puede atribuirse en parte al método de análisis de Serge, y en parte, a la naturaleza contradictoria del organismo que se estaba formando. Consideraba a la burocracia alternativamente, una casta y una clase; acordaba en que existía explotación, pero no llamaba capitalista al régimen (48). Afirmó que la URSS necesitaría una nueva revolución —y se lamentaba de que sin ella, la burocracia llegaría a un acuerdo con el capitalismo para explotar en conjunto, a los trabajadores soviéticos (49).


 Serge desarrolló ideas revisionistas sobre el rol de la tecnocracia y tuvo unas nociones heréticas sobre el partido: aunque afirmaba que “por desgracia necesitamos un marco organizacional”, nos advertía sobre una saludable desconfianza hacia la centralización, la disciplina y la ideología dirigida (50).


 Pesimista porque la URSS había creado un “universo de campo de concentración”, había bloqueado el socialismo y ayudado a crear el nazismo, Serge fue, de todas maneras, más optimista que nunca hacia el final de su vida, acerca de que la única solución era el socialismo, que podía poner a la economía al servicio de sus productores libremente asociados. Aunque los mencheviques alrededor del nuevo líder, muchos [ex] trotskystas y los así llamados centristas pidieron a Serge que se pasara hacia la socialdemocracia y abandonara el marxismo, Serge se situó en la transformación socialista de la sociedad capitalista y en la abolición del gobierno de la burguesía.


 Escribió que la revolución debe ser más que sólo proletaria, esto es, debe ser socialista en el sentido humanista, “más precisamente, socializar a través de medios democráticos libertarios” (51). Para Serge, era vital que la revolución prestara atención al problema de la libertad. Era un internacionalista intransigente, un revolucionario comprometido lo más posible con la libertad personal dentro del proceso revolucionario.


 A diferencia de muchos otros antiguos revolucionarios, cuyo “dios les había fallado”, Serge no veía al stalinismo como el efecto natural del leninismo, sino como una corrupción del mismo. Argumentaba que el pensamiento bolchevique contenía semillas que crecieron bajo Stalin, pero que también había muchas otras semillas que podrían haber florecido en una nueva democracia, si hubiese existido el contexto para su germinación (52).


 Para Serge, el estalinismo representaba la destrucción de los ideales de la revolución. Luego de todo esto, la cuestión que surge, es acerca de la relevancia de las ideas de Serge. He mostrado cómo sus descripciones y análisis señalan los dilemas y problemas que indican las características fundamentales del sistema soviético: una producción ruinosa, una burocracia que no tiene un control total sobre la clase trabajadora, puesto que los trabajadores se hacen cómplices de los administradores para hacer al sistema tolerable para ellos mismos.


 Los elementos de la crítica de Serge, aunque incompletos y no exentos de contradicciones internas, nos proveen de prerrequisitos esenciales para la comprensión de lo que fue la Unión Soviética así como de valiosos elementos para recuperar la dimensiones democrática, humanista y revolucionaria del socialismo.
 
Notas
(1) Víctor Serge, Memoirs of Revolutionary, London-New York, Writers-Readers, 1987, p. 67.
(2) Serge, Memoirs, pp. 2-3.
(3) Según las Memoirs (pp. 63-66) y Birth of Our Power (pp. 199-208), estudiaron La guerra civil en Francia de Marx, se mantuvieron informados de los eventos de Rusia y examinaron todas las cuestiones con que se enfrentaban los bolcheviques.
(4) Serge, Memoirs, p. 71.
(5) Su visión de la Rusia revolucionaria es retratada sin compromiso en el último capítulo de Birth of Our Power, y en la novela Conquered City.
(6) Serge organizó la administración del Comité Ejecutivo del Comintern en Petrogrado, creando desde el principio la organización que iba a ser la sede de la revolución mundial.
(7) El libro fue reeditado por la policía francesa como un documento educativo interno durante los eventos de 1968.
(8) Los debates fueron apasionados y comprometidos; en las minutas encontramos que todo miembro del Comité Central amenazó con renunciar al menos una vez, en el transcurso de las diferentes discusiones; esto es, todo miembro excepto Stalin, quien nunca amenazó con la renuncia.
(9) Ver “Trente Ans Aprés La Revolution Russe” en: La Revolution Proletarienne, nov. 1947, una retrospectiva que escribió Serge en el treinta aniversario de la Revolución.

(10) Ver “Tesis de los comunistas de izquierda (1918)” publicado en el primer número del periódico editado en Moscú, Kommunist, el 20 de abril de 1918, traducido y publicado como panfleto por Critique (Glasgow, 1977).
(11) Ver Year One of the Russian Revolution, New York, Holt & Rhinehart, 1973, pp. 182-191.
 (12) Víctor Serge, Portrait de Staline, París, Bernard Grasset Ediciones, 1940, pp. 57-58.
(13) Pero de acuerdo a Serge, el Thermidor sólo se realizó en noviembre de 1927, irónicamente en el décimo aniversario de la Revolución de Octubre. Esto coincidió con la derrota de la Oposición dentro del partido y la subsecuente expulsión, arresto y deportación de sus miembros; y el sacrificio del proletariado chino por el prestigio y el poder de Stalin. Ver Serge, Memoirs, pp. 215-243.
(14) Serge, “Trente Ans”, p. 7.
(15) Para Serge, las equivocaciones y los errores del poder fueron expuestos en el manejo de la rebelión de Kronstadt de 1921. Los marinos protestaban contra el régimen económico del Comunismo de Guerra y la dictadura del partido; pero de acuerdo a Serge, se rebelaron sólo por la brutalidad con la cual Kalinin se negó a escucharlos. Creía que los bolcheviques hacían lo correcto en luchar por mantener el poder, pero su error fue “entrar en pánico ante la revuelta de Kronstadt, la cuál podrían haber manejado... con persuación y comprensión”. No obstante, Serge se declaró a favor del partido, en contra de las “ilusiones infantiles” de los trabajadores opositores de Kronstadt. Ver Víctor Serge, Memoirs, pp. 124-132; “Trente Ans”; y New International, julio, 1938 y febrero, 1939.
(16) Serge, Memoirs, p. 177.
(17) Ver Evgenii Preobrazhensky, O Morali, pp. 05-7, citado en Donald Filtzer, Soviet Workers and Stalinist Industralization, New York, M.E. Sharpe, Inc., pp. 18, 276n.
(18) Ver inter alia Víctor Serge, Destiny of a Revolution y From Lenin to Stalin. También, León Trotsky, La revolución traicionada, entre otros trabajos.
(19) Serge, Memoirs, p. 273.
(20) Istrati publicó el libro como la segunda parte de su triología, Vers L`Autre Flamme. Utilizó su nombre para proporcionarle una mayor audiencia y para proteger a Serge, quien todavía se encontraba a lo largo de la Unión Soviética.
(21) Las experiencias de Serge en la deportación son captadas en su novela Medianoche en el siglo, soberbiamente traducida por Richard Greeman [al inglés]. En Orenburgo, se unieron a Serge unos treinta miembros de la Oposición de Izquierda. Muchas de las reuniones y conversaciones de la Oposición, son registradas en la novela.
(22) Probando los límites de la glasnot, he escrito a Gorbachov, a varias agencias y publicaciones soviéticas de primera línea, para recuperar estos manuscritos. Hasta la fecha no ha habido respuesta.
(23) Con una notable excepción: La Wallonie belga, proveyó a Serge de una plataforma entre 1936-40.
(24) Serge también fue activo en la Oposición de Izquierda Internacional, participó en el congreso de la Cuarta Internacional de Trotsky, y con el inicio de la Guerra Civil española, se unió al POUM, lo cual fue una de las causas de su ruptura con Trotsky y con la Cuarta Internacional.
(25) La reflexión de Serge sobre los problemas que surgirían bajo el sistema de producción estalinista, era particularmente inteligente y notable para su perspectiva en ese momento. Actualmente han surgido análisis más completos sobre las relaciones de producción de los años 30, y aunque Serge no podía haber sabido cómo se darían las cosas, él comprendió la situación más claramente que la mayoría.
(26) Ver el debate sobre “socialismo de mercado” en Critique, 14.
(27) Para un examen completo de la relación que se desarrolló entre el régimen soviético y su clase trabajadora, la naturaleza destructiva de la economía soviética, ver Hillel Tickin, Critique, 1, (1973) y Critique, 6, (1976). Para el análisis de las implicancias de la organización social y económica soviética en la formación de las relaciones de clase en el período de los primeros tres planes quinquenales, ver Donald Filtzer, cit.
(28) Víctor Serge, Rusia, Twenty Years After, pp. 297-298.
(29) La demanda de trabajo era tan alta, que durante el primer plan quinquenal, la fuerza de trabajo virtualmente se duplicó. Los trabajadores eran concientes de esta escasez, y la utilizaron para obtener ventajas. Si un trabajador era despedido por alguna infracción y no era arrestado, sabía que podía encontrar empleo en otro lado. Los administradores comenzaron a acopiar trabajadores del mismo modo en que los consumidores acopian azúcar en tiempos de escasez. Esto llevó a un cierto choque entre administradores y trabajadores en cuanto al ritmo y a las reglas del trabajo. Así, la escasez de mano de obra proporcionó a los trabajadores una suerte de protección que les permitió determinar parcialmente la forma de trabajo; o como Ticktin dice, ganaron una cierta medida de control sobre su propio proceso de trabajo. La contracara de esta relativa independencia de los trabajadores es la caída de la eficiencia, lo cual llevó a contratar más mano de obra, acentuando más aun el problema de su escasez, incluso donde había una aparente sobrecarga de trabajadores. Ver también Filtzer, pp. 152-178.
(30) El análisis de Serge sobre este período, coincide con el de algunos opositores de izquierda, sobre todo Rakovsky y Trotsky, cuyos trabajos él complementa y populariza, y con los mencheviques de izquierda, agrupados alrrededor del periódico Sotsialisticheskii Vestnik. Trabajando en forma independiente en uno y otro lado, en condiciones de represión y clandestinidad,  surgió una corriente de pensamiento a fines de los años 20 y principios de los 30, que cuestionaba la naturaleza del crecimiento económico y el estado caótico del planeamiento, o más bien, la inexistencia de planificación socialista. Ellos la llamaron besplannovost. El trabajo de Serge sobre el problema de la planificación, muestra alguna identificación y simpatía con esta corriente. Esta postura es examinada en el epílogo al artículo de Rakovsky, publicado en Critique, 13, pp. 553-54 y en Filtzer, p. 39.
(31) Serge,V; Destiny of a Revolution, p. 163.
(32) Trotsky afirmó que una clase entera no podía ser eliminada por métodos administrativos, sino sólo a través de un cambio en la tecnología y en el modo de producción. “No era más probable crear una agricultura mecanizada a gran escala con arados de madera y campesinos a caballo, que crear un barco sumando botes de pesca”. “Es imposible construir hoy koljozy sin los tractores del futuro”. Byulleten Oppositsii IX, (1930), 3, 7. Citado en Richard Day, “León Trotsky sobre los problemas de Smychka y la colectivización forzada”, Critique, 13, 1981.
(33) Serge, Destiny of a Revolution, p. 170. Ver también Bohdan Krawchenko, “El hambre en Ucrania en 1933”, Critique, 17 (1986) 137-147, y Robert Conquest, Harvest of Sorrow, Oxford University Press, 1986.
(34) Serge, Destiny of a Revolution, p. 163.
(35) Ver el importante artículo de Krhistian Rakovsky, “El plan quinquenal en crisis”, originalmente publicado como “En el congreso y en el campo” (Na s`ezde i v strane), Byulleten`oppozitsii, 25/26 (1931), 9-32. Traducido y publicado en Critique, 13 (1981), 13-54. También, Andrew Smith, I was a Soviet Worker, 1937.
(36) Rakovsky.
(37) Serge dedica un capítulo entero a este tema, en su Soviets 1929, titulado “Le gaspillage buereaucratique dans l'industrie”, 47-60.
(38) Serge, Destiny of a Revolution, p. 172.
(39) El concepto de despilfarro como característico del desarrollo económico soviético es desplegado teóricamente por Ticktin en “La política económica de la Unión Soviética”, Critique, 1 (1973). Observa cómo el gasto anuló parcialmente los resultados de la producción, mientras que en los papeles se mostraba un crecimiento aparente. Este crecimiento se convirtió en “no crecimiento”, en tanto no podía ser aplicado provechosamente para para crear medios de consumo o medios de producción. Es entonces la producción, la que no provee de una base productiva para una futura expansión, o produce una base defectuosa para una futura expansión también defectuosa.
(40) Soviets 1929, pp. 48-52.
(41) Serge, Soviets 1929, pp. 56-57; Destiny of a Revolution; y From Lenin to Stalin.
(42) Serge estimó que había más de 15 millones en el sector de trabajo forzado. Ver Destiny of a Revolution y Carnets, 189. Para estas cifras se basó en el libro de David Dallin, Forced Labor in Soviet Russia, en conversaciones con Trotsky, correspondencia de los campos, etc.
(43) Manuscritos, sin publicar ni fechar. Archivo de Serge, México.
(44) Sotsialisticheskii Vestnik describe la misma huelga.
(45) Serge, Destiny of a Revolution, pp. 163-178.
(46) Serge, Destiny of a Revolution, p. 185.
(47) Serge, “Trente ans apres...”.
(48) Como Trotsky, Serge observó que la burocracia estaba ligada a la revolución y a la preservación de la propiedad colectiva, y a una economía dirigida, aunque no planificada. Ver Destiny of a Revolution.
(49) Serge, manuscritos no publicados, sin fechar, archivos, México.
(50) Serge, “Trente ans apres...”, p. 23.
(51) Manuscritos no publicados, (sin titular, sin fechar), archivos, México.
(52) Serge expresó este pensamiento en varios ensayos: ver por ejemplo, su carta a Sidney Hook, del 19 de julio de 1943, “Marxism et Democratie”.
  










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