Traducido de Against the Current, n° 12/13 (enero-abril) y 14/15 (mayo-junio 1988), Los Ángeles, California, EEUU, por Anabella Lacreu. Publicado con permiso de la autora. Revisión técnica y referencias bibliográficas en español de Horacio Tarcus por cuya gentileza y la de la revista El Rodaballo se reproduce esta versión castellana. La autora forma parte del consejo editorial de Critique. A Journal of Soviet Studies and Socialist Theory, publicado en Gran Bretaña. Este artículo está basado en una conferencia que ofreció en el Oberlin College en 1987. Susan Weissman es autora del libro Victor Serge: The Course is Set on Hope.
La Revolución Rusa de Octubre de 1917 abrió una nueva época; un inmenso
país rompía con el mundo capitalista, mientras los socialistas de todas partes
del globo observaban con esperanza y entusiasmo el desarrollo de la primera
sociedad que comenzaba su transición hacia el socialismo. Los revolucionarios
de todo el mundo se congregaron hacia la Rusia Roja, “dejando el vacío y
entrando en el reino de la voluntad... donde la vida comienza de nuevo”
(1). Uno de ellos era Víctor Serge.
¿Quién
era Víctor Serge?
Víctor
Serge, comunista disidente, anteriormente anarquista, a la izquierda de la Oposición
de Izquierda, representa uno de los agujeros negros en la
historia política soviética. Las teorías acerca del desarrollo, ricas y
acaloradamente discutidas en la década de 1920 en la Unión Soviética,
acompañadas por divisiones dentro del Partido Comunista, fueron suprimidas, tal
como todos sus líderes y seguidores fueron reprimidos en las brutales purgas de
los años 30.
¿Por
qué estudiar a Serge? Hay cuatro razones claves:
1. La
historia bolchevique ha sido falsificada y suprimida; Serge escribió para
corregir el registro y para proveer de lecciones a los revolucionarios. Pero su
experiencia de vida única y sus escritos revolucionarios son un desafío
elocuente para las nociones ortodoxas de la Unión Soviética. Veinte años antes
del discurso secreto de Khrushchev sobre los crímenes de Stalin, Víctor Serge
trataba de alertar al mundo acerca de lo que ocurría en la Rusia de Stalin. Sus
palabras cayeron en gran medida en oídos sordos. Las ideas de Víctor Serge —su
antipatía hacia el Occidente capitalista y tanto como al Estado soviético—
aseguraron su marginalidad. Su vida y sus trabajos constituyen una impugnación
de la vía tomada por Stalin así como representan una alternativa al
bujarinismo, tanto el de los tiempos de Serge como en su encarnación posterior
en la perestroika de Gorbachov.
2. Es
virtualmente imposible entender los problemas de la Unión Soviética sin
examinar su historia; particularmente, el fracaso de alternativas a las
políticas de Stalin y cómo sus políticas dieron forma a las relaciones de
producción que se desarrollaron en la Unión Soviética. Los trabajos de Serge
constituyen un valorable y olvidado aporte a la literatura existente, que
arroja luz sobre este capítulo formativo de la historia política soviética.
3.
Serge escribió como un local, con un punto de vista
particular: como opositor de izquierda, un consistente anti-estalinista, quien
como veremos, no vio una línea de continuidad entre el temprano bolchevismo y
el estalinismo, sino precisamente lo contrario. Esta cuestión particular,
“Estalinismo versus Bolchevismo”, es la que más divisiones ha producido dentro
de los estudios soviéticos y es el problema interpretativo esencial que tiene
que ver con el completo desarrollo político e histórico soviético desde la
revolución.
4. La
experiencia política de Serge, no lo llevó a renunciar al socialismo una vez
que Stalin había triunfado, sino a introducir en el mismo una declaración de
los derechos del hombre, enriqueciendo las metas socialistas. Se opuso al
sistema de partido único, declarando tan pronto como en 1918, y nuevamente en
1923, que un gobierno de coalición, aunque lleno de peligros, siempre hubiese
sido menos peligroso que la dictadura del secretariado de Stalin y la policía
secreta. Serge criticó a la Nueva Economía Política (NEP) por traer nuevamente
la desigualdad y la miseria mientras que no revitalizaba la democracia y el
sistema multipartidario. Las propuestas de Serge para una reforma económica
incluían la democracia de los trabajadores y un comunismo de asociaciones en
lugar de planes rígidos antidemocráticos y verticalistas.
Finalmente,
diría que leer el cuerpo de trabajos de Serge sobre la Unión Soviética,
incluyendo sus memorias, historias y novelas, es indispensable para todo aquel
que quiera sentir la atmósfera de las décadas de 1920 y de 1930 dentro de la
Unión Soviética y del movimiento comunista; es también un testimonio de su
logro literario, su agudeza política y su persistente honestidad.
El viaje
político de Serge a Rusia
Víctor
Serge vivió desde 1890 a 1947. Fue políticamente activo en siete países,
participó en tres revoluciones, pasó más de diez años en cautiverio, publicó
más de cuarenta libros y dejó miles de páginas de manuscritos no publicados,
correspondencia y artículos. Nació en un exilio político, murió en otro, y su
vida transcurrió en una suerte de oposición política permanente. Como
socialista se opuso al capitalismo; con sus inclinaciones anarquistas, se opuso
a ciertas prácticas bolcheviques; como marxista revolucionario no arrepentido,
se opuso al fascismo y a la Guerra Fría del capitalismo.
La
obra de Serge es la del testigo/participante. Escribió desde la profundidad
interior de la experiencia revolucionaria soviética como actor político y como
víctima de la degeneración de la revolución. Como local, conoció
los hombres y mujeres que hicieron la revolución y aquellos que la destruyeron.
Escribió sobre ellos en sus trabajos políticos y los encarnó en sus novelas.
Serge
no era un relator objetivo desapasionado, sino un opositor de izquierda
ardiente, cuya mirada política da forma a su exposición. Escribió con el ojo
del novelista para el detalle penetrante, apuntando a las cuestiones
esenciales, subrayando contradicciones, las cuales con frecuencia dejaba
irresueltas.
Serge
no era un teórico original; no hay algo así como sergismo. Su
escritura es apasionada, honesta y a veces poética; pero permanece siempre
crítica y conserva su fidelidad a las ideas de la generación revolucionaria de
los bolcheviques.
Su
legado escrito incluye siete novelas, dos volúmenes de poesía, tres nouveles,
una colección de relatos cortos; más de treinta trabajos y panfletos de
historia y política, incluyendo biografías de Lenin, Stalin y Trotsky. También
está su autobiografía, diarios o memorias personales y artículos periodísticos
y ensayos sobre una variedad de temas. Aunque nació en Bélgica y escribió en
francés, Serge es sin duda más ruso que ningún otro.
Nacido
de una pareja rusa exiliada que pertenecía a la organización Voluntad del Pueblo,
que fue responsable del asesinato del zar Alejandro II (1881), Serge creció en
Bélgica en la extrema pobreza, “a mitad de camino alrededor del mundo,
porque mis padres, en busca del sustento diario y de buenas bibliotecas,
cambiaban entre Londres (el Museo Británico), París, Suiza y Bélgica”.
Serge aprendió tempranamente lo que se volvería su credo: “pensarás,
lucharás y tendrás hambre” (2). Su hermano menor no pudo desarrollarse con
su dieta de pan rancio remojado en café azucarado, y murió de inanición a los
nueve años.
Sin
una educación formal (su padre despreciaba la “estúpida educación burguesa
para los pobres”), Serge sin embargo, heredó la pasión de sus padres por el
conocimiento, embebió sus conversaciones y se educó explorando enciclopedias y
visitando museos, bibliotecas e iglesias. Para Serge, el aprendizaje no estaba
separado de la vida, sino que era la vida misma.
Serge
fue atraído por la política activa desde su juventud, uniéndose a la
organización socialista Jeunes-Gardes Socialistes en Bélgica, a los quince años
de edad, en 1905. Se mudó a Francia y se volvió un anarquista individualista,
experimentó estilos de vida alternativos, incluyendo el vegetarianismo, se
asoció con la desacreditada banda de anarquistas Bonnot, cuyas causas idealistas
los condujeron a llevar a cabo revolucionarias expropiaciones de bancos,
acompañadas frecuentemente por tiroteos y muertes.
Serge
repudió la violencia y la locura de las hazañas de la banda Bonnot, aunque
simpatizaba con sus causas. Como editor de L'Anarchie, Serge ya
estaba evolucionando políticamente, cambiando la orientación del periódico
desde el individualismo hacia la acción social. Sin embargo, cuando la ley lo
atrapó con la banda Bonnot, Serge se rehusó a romper la solidaridad con sus camaradas
condenándolos, y terminó con una sentencia de prisión por cinco años, una
experiencia tan insoportable, que él llamó la “pesadilla interna”, de la cual
sólo pudo liberarse relatándola en Los hombres en la cárcel. Esta
novela, como las otras, desdibuja las líneas entre realidad y ficción; sus
novelas sirven como testimonio en forma de ficción de sus experiencias y
percepciones de la realidad social.
Con su
liberación y expulsión de Francia, Serge fue a Barcelona y se sumergió en la
lucha callejera sindicalista insurreccional de julio de 1917. Pero estaba
políticamente desilusionado del anarquismo, al que encontró evidentemente no
preparado para el poder. Disgustado con la socialdemocracia europea, tenía
puesta su mira en la Rusia revolucionaria, el país de sus raíces y de su
idioma, que lo atraía como un imán.
Serge
parte hacia Rusia vía Francia, pero queda apresado detrás del alambre de púas
de un campo de prisioneros francés, acusado de ser un bolchevique. Allí Serge
languideció, apenas escapa de la mortal epidemia de gripe española de 1918,
estudia marxismo y sigue los sucesos de la revolución con prisioneros
bolcheviques durante quince meses (3). Luego del Armisticio, Serge es liberado
en un intercambio de prisioneros y en febrero de 1919 se encuentra en la
revolucionaria Petrogrado.
Describe
su nunca vista tierra de origen como “...un mundo congelado hasta la
muerte...una metrópolis de frío, de hambre, de odio, de sufrimiento...”
(4). Serge consiguió llegar en el medio de la contrarrevolución, la hambruna y
la enfermedad, a una ciudad expectante de una revolución mundial que los
salvaría.
En la
Rusia revolucionaria: la experiencia de Serge
Luego
de unos pocos meses de intensa observación, participación y discusión con las
distintas tendencias revolucionarias de Rusia, Serge se unió a los
bolcheviques. Había llegado a Rusia como un revolucionario fogueado provisto de
“un método crítico, escrúpulo y convicción” y treinta años de
experiencia como socialista, anarquista y sindicalista.
Como
hombre de práctica revolucionaria, sus posiciones políticas emanaban del
análisis concreto de situaciones reales. Las experiencias de Serge dominaron el
desarrollo de su mirada política. La situación en Rusia era grave (5), y Serge
juzgó que los bolcheviques no sólo tenían la visión, sino también la voluntad
necesaria para llevar adelante la revolución. Su fidelidad hacia los
bolcheviques se basaba en lo que él veía como la exactitud de sus posiciones
políticas, aunque fue siempre crítico de sus excesos autoritarios.
Serge
se arrojó a la lucha para la defensa de la revolución y comenzó la construcción
del socialismo. Fue tirador durante la Guerra Civil, intimó con el máximo
liderazgo bolchevique y colaboró con Zinoviev en el primer congreso de la Internacional
Comunista. Se convirtió en comisario a cargo de los archivos zaristas secretos
de policía, y luego de indagar en los registros de la Okhrana, escribió un
artículo en el Boletín Comunista en 1921, que se convirtió en el libro Lo que todo
revolucionario debe saber sobre la represión (7).
Al
mismo tiempo, Serge tradujo al francés las obras de Lenin, Trotsky y Zinoviev,
trabó amistad con poetas, escritores, anarquistas y social revolucionarios,
mezclándose en el variado medio político social y literario. Perteneció a “la
última sociedad de libre pensamiento” y fue probablemente su único miembro
comunista. Esta era la Sociedad Filosófica Libre liderada por el novelista
simbolista Andrei Bely. Como un bolchevique afirmado pero crítico, Serge
desarrollaba su marxismo.
El
sello marxista de Serge fue impreso con un espíritu anarquista y un compromiso
primario con el carácter internacional del socialismo. Su marxismo era
profundamente humanístico, preocupado por los problemas del desarrollo personal
y de la libertad individual en el todo social. Su interés central por la
condición de vida de las masas siempre implicó que Serge considerara a la
democracia como un componente integral del desarrollo socialista.
Este
espíritu crítico no pertenecía solamente a Serge. La historia temprana de los
bolcheviques estaba caracterizada por el debate vivo, con miembros situados en
diferentes partes de cada posición. Esto se comprueba leyendo las minutas del
Comité Central Bolchevique, así como el libro de Robert Daniel, La
conciencia de la revolución (8) .
Uno de
los que Serge llamó mitos tendenciosos de la historiografía de la Revolución
Rusa, es el de que el objetivo inmediato de los bolcheviques era establecer el
monopolio del poder de Estado (9). Serge escribió que la verdad era precisamente
lo opuesto: los bolcheviques tenían mucho temor a quedar aislados en
el poder.
Los
socialrevolucionarios de izquierda participaron en el gobierno con los
bolcheviques desde noviembre de 1917 hasta julio de 1918. Se rehusaron a
reconocer, junto con un buen tercio de conocidos bolcheviques, los términos de
la paz con Alemania asentados en el tratado de Brest-Litovsk. El 6 de julio
iniciaron una revuelta en Moscú, proclamando su intención de gobernar por sí
mismos y de “reabrir la guerra contra el imperialismo alemán”. Fueron
derrotados y desde allí en adelante, los bolcheviques gobernaron solos. Serge
observó que “mientras que sus responsabilidades aumentaban, su mentalidad
cambiaba”.
Los
socialrevolucionarios de izquierda no fueron los únicos críticos tempranos en
el interior de la revolución. Argumentando contra la “paz de la vergüenza”,
Preobrazhensky y Bujarin, luego situados en lados opuestos en los debates
acerca de la industrialización, se unieron a otros, para publicar las Tesis de
los comunistas de izquierda en 1918 (10). También llamaron la atención acerca
de la creciente burocratización de la industria que privaría al proletariado
del control sobre la vida política y económica, llevando a un aumento de la dependencia
de especialistas burgueses y métodos capitalistas de organización del trabajo,
como trabajo a destajo y taylorismo.
Serge
apoyaba a Lenin en el tema de Brest-Litovsk, aunque simpatizaba con la actitud
antiburocrática de los comunistas de izquierda. Consideraba que los
bolcheviques habían sido obligados a aceptar los términos de la paz por el
avance alemán en el frente, y escribió enérgicamente sobre las consecuencias de
este tratado: pérdida de una enorme región de Ucrania, el sacrificio de la revolución
finlandesa, que fue ahogada en sangre en 1918 (11).
Serge
afirmó en su Retrato de Stalin, que el error más grave cometido por
los bolcheviques fue el establecimiento de la Cheka (Comisión extraordinaria
para la represión de la contrarrevolución, la especulación, el espionaje y la
deserción), la fuerza de seguridad creada para proteger la revolución de los
contrarrevolucionarios. La consideró como una forma de inquisición (12).
Escribiendo
en 1939, Serge dijo que la revolución bolchevique se autoprovocó la muerte con
la creación de la Cheka, instrumento del Terror Rojo, precursor del GPU, la
NKVD, y la KGB, los cuales exterminaron la generación revolucionaria de
bolcheviques. De esta manera, Serge marcó el comienzo de la degeneración de la
Revolución Rusa, varios años antes de lo que señalaban los datos más comunes de
1921 (Kronstadt y la prohibición de las facciones), 1924 (muerte de Lenin),
1927 (derrota de la Oposición) o 1929 (colectivización forzada y liquidación de
los kulaks) (13).
En
1919-20, Serge aún no era públicamente crítico de la Cheka. Bajo las
condiciones impuestas por la Guerra Civil, esto parecía ser una trágica
necesidad. Serge estaba trabajando en el Comintern y utilizaba sus oficios para
interceder, cuando podía, en favor de las víctimas de la Cheka. (p.43)
Estos
eran los primeros días de la revolución, y Serge creía que
ciertas características del bolchevismo, con las cuales compartía un punto de
vista común, le daban una innata superioridad sobre los partidos rivales.
Aquellas eran la convicción marxista, su visión de la hegemonía del
proletariado en el proceso revolucionario, el internacionalismo intransigente y
el intento de unificar pensamiento y acción (14).
Serge
también acordaba con Lenin en el problema de la industria. Los bolcheviques
creían que el socialismo era imposible en semejante contexto de atraso, pero
que una socialización gradual de Rusia sería un ejemplo para la clase
trabajadora europea. Así, Lenin defendía no una
nacionalización de los medios de producción, sino el control de los
trabajadores sobre los mismos. La Guerra Civil cambió todo, e hizo de la
nacionalización, un imperativo para la defensa.
El
internacionalismo intransigente de los bolcheviques se basaba en su creencia en
la pronta revolución en Europa. Lenin llegó a decir que en términos del
socialismo mundial, una revolución en Alemania, un país capitalista avanzado,
era más importante que la Revolución Rusa. Si era necesario, la Revolución Rusa
sería sacrificada por el éxito de la primera revolución en un país capitalista
avanzado.
Serge
compartía este análisis, pero era menos optimista respecto a una revolución
exitosa en Occidente. Escribió que los bolcheviques se equivocaban sobre la
inminencia de la revolución europea, subestimando el oportunismo parlamentario
de los mediocres líderes del movimiento socialista europeo.
No
obstante, Serge entendió que el solo cambio de la Rusia aislada, no
sobreviviría sin la extensión de la revolución hacia Europa Occidental. Estaba
convencido de que la Rusia revolucionaria en medio del hambre, el aislamiento y
la destrucción, colapsaría si se la dejaba sola. Preparado para trasladar la
teoría a la práctica, Serge se arrojó sinceramente en defensa de la política y
se ofreció como voluntario para ir a Alemania a colaborar en preparar la
insurrección trabajando en el Comintern. También confesó que estaba disgustado
por la creciente burocratización del partido bolchevique y su contra-terror
(15) y sicológicamente exhausto; un cambio de escenario y una nueva
actividad serían bienvenidos.
En
Alemania, Serge editó la versión francesa del periódico del Comintern, International
Press Correspondence o Inprecorr. Con el fracaso de la
revolución alemana de 1923, Serge se dirigió a Viena, donde continuó su trabajo
en el Comintern acompañado por camaradas como Georg Lukács y Antonio Gramsci.
Acerca de su vida en ese momento, (1923) escribió:
“Para
todo lo que vivíamos era para la actividad integrada a la historia; éramos
intercambiables; podíamos ver inmediatamente la repercusión de los asuntos en
Rusia sobre los asuntos en Alemania y en los Balcanes; nos sentíamos ligados a
nuestros camaradas, quienes, en búsqueda de los mismos fines que nosotros,
perecían o alcanzaban algún éxito en la otra punta de Europa. Ninguno de
nosotros tenía, en el sentido burgués de la palabra, alguna existencia
personal: cambiábamos nuestros nombres, nuestros puestos y nuestros trabajos,
de acuerdo a las necesidades del Partido; teníamos suficiente con vivir sin
premuras materiales reales, y no estábamos interesados en hacer dinero, seguir
una carrera, dejar una herencia literaria o un nombre detrás nuestro; solamente
estábamos interesados en el difícil trabajo de alcanzar el socialismo”
(16).
El
fracaso de la revolución alemana dejó a los bolcheviques aislados y en
desorden. La derrota abrió el camino no sólo para Hitler, sino también para
Stalin —y una facción bolchevique oculta. Durante su residencia en Europa
Occidental, Serge observó ansiosamente las crecientes luchas interpartidarias
locales y se declaró a favor del Nuevo Curso propuesto por la
Oposición de Izquierda en 1923. A finales de 1925, solicitó regresar a la URSS
para participar en la lucha dentro del partido bolchevique.
Crítica
del uso del terror, de la burocratización del partido y del estado, de la
ampliación de los privilegios que distanciaban a la burocracia de la población
y de los objetivos de la revolución, la Oposición de Izquierda de León Trotsky
y otros, consideraba a la burocracia enraizada en las nuevas condiciones de la
dirigencia soviética.
Dado
que la clase trabajadora revolucionaria originaria había sido ampliamente
diezmada durante la Guerra Civil y la intervención extranjera y la nueva clase
trabajadora había sido extraída de un campesinado semi-analfabeto, la Oposición
de Izquierda consideró que era necesario para el Estado soviético promover una
industrialización gradual y temprana, como precondición para la regeneración de
la conciencia de clase del recientemente formado proletariado, que apenas tenía
un pie afuera del campo.
La
horrible situación de la industria y la agricultura después de la Guerra Civil,
implicaba que los bolcheviques estuvieran rodeados por un campesinado
crecientemente hostil. Preobrazhensky consideraba que la industrialización
triunfaría sobre ellos, transformando a los campesinos en una nueva clase
trabajadora cuyos hábitos y educación estarían acordes a las necesidades de una
industria genuinamente socialista; la expansión industrial aseguraría que una
porción en aumento de la población sería agrupada alrededor de relaciones de
producción colectivas, las cuales servirían para generar una conciencia
proletaria entre la masa de población, en oposición a la conciencia
pequeño-burguesa del campesinado (17). Esta nueva clase trabajadora creada del
proceso de industrialización, teóricamente actuaría como una garantía contra
los excesos burocráticos y las medidas anti-democráticas.
Serge
estaba ansioso por el crecimiento del campesino rico, del burócrata y la
debilidad de la industria bajo la NEP; se estaba desarrollando una situación
crítica y necesitaba medidas urgentes: él estaba completamente de acuerdo con
el programa de la Oposición de Izquierda.
El
partido estaba inmerso en el debate sobre la industrialización. Sin la
esperanza de la solidaridad internacional de socialistas alemanes exitosos
construyendo fábricas en la Rusia revolucionaria, la acumulación debía ser
obtenida desde el interior.
Preobrazhensky
(el principal economista de la Oposición de Izquierda) afirmaba que la “acumulación
socialista primitiva” tendría que provenir del sector campesino privado,
pero tenía que ser una relación recíproca; una mayor productividad
en la industria aportaría productos de venta a los campesinos, y una revolución
en las técnicas agrícolas sólo sería posible con más maquinaria rural, producto
de una mayor productividad de la clase trabajadora.
En
suma, la Oposición de Izquierda argumentaba que el problema sólo podría
superarse humanamente, con la ayuda material de revoluciones victoriosas en los
países capitalistas avanzados.
Bujarin
llegó con el programa opuesto, desarrollando en su teoría la doctrina de Stalin
de “el socialismo en un solo país”. Afirmaba que era necesario
incrementar las concesiones en beneficio de los campesinos, a fin de estimular
el crecimiento.
Stalin, a
mitad de camino entre las dos posiciones, estaba celoso de la potencial
influencia de Trotsky, y quería minar su autoridad. Por lo tanto, para alejar a
Trotsky como fuerza política, patrocinó el mínimo de apoyo a la industria de
Bujarin y aumentó las concesiones al sector privado. Así, la acumulación
industrial no comenzó sistemáticamente hasta más tarde, cuando la NEP procedió
con rapidez. Esto implicó que tanto el clima político como la situación
económica se deterioraran hasta llegar al punto de crisis.
Durante
el período de 1923-26, Stalin agrupó a los distintos departamentos del partido
con su gente, produciendo como resultado el congreso del partido y los debates
predeterminados. Como vocero de la Oposición de Izquierda de la organización
del partido en Leningrado, para Serge fue imposible pronunciar un discurso sin
ser espantado a gritos por la cohorte de Stalin. Esto significaba que si
Trotsky y sus seguidores pretendían tener audiencia para su programa político
alternativo, tendrían que haberla obtenido afuera del partido, algo que ni él,
ni los demás dentro de la Oposición de Izquierda, estaban preparados para
hacer.
Hacia
1927-28, la combinación entre la falta de una política industrial y el
crecimiento del sector privado en la agricultura, llevaron a una crisis de
grano. El bajo precio ofrecido a los campesinos por el grano, unido a precios
altos para productos industriales escasos, fue un poderoso desaliento para que
los campesinos produjeran más de lo que necesitaban para su subsistencia.
Luego, una serie de cosechas pobres amenazaron los planes de exportación del
Estado y el abastecimiento de víveres. Los campesinos boicotearon las requisas
de grano, y Stalin respondió ordenando medidas extraordinarias para
recolectarlo. Soldados del Ejército Rojo comenzaron a extraer el grano de los
campesinos a punta de armas.
El
problema del camino seguir era ahora, inevitable. Proceder ampliando la NEP y
el sector privado, hubiese retrotraído hacia el capitalismo, a la sujeción al
capital internacional y al mundo del mercado; instituir un control genuino de
la industria por los trabajadores y un planeamiento democrático, haría de la
estructura burocrática, algo superfluo. Cualquier alternativa implicaba que
Stalin y la burocracia perderían poder.
Tal
como Serge (y otros opositores de izquierda) explicaron claramente, ninguna
opción era realista para una burocracia, cuya razón de ser, era mantener su
posición privilegiada en el poder (18). Ellos actuaban para maximizar su propio
interés personal. En consecuencia, Stalin tomó el único camino posible para él:
eliminar el desafío del campesinado, del partido y de la clase trabajadora, sin
construir el capitalismo ni el socialismo. Ni plan, ni mercado. El terreno
quedó para la sociedad dirigente por medio de mandatos burocráticos, rápida
industrialización con planes quinquenales (p. 45)
administrados desde arriba hacia abajo, y colectivización forzosa.
Al
mismo tiempo, la política del Comintern se convirtió en un sello de goma para
las directivas de Stalin, que lógicamente emanaban de la política de “el
socialismo en un sólo país”. Serge escribió una serie de artículos que
fueron publicados en el periódico francés Clarte, cuestionando la política
de Stalin de forzar al Partido Comunista chino a entrar en el Kuomintang de
Chiang-Kai-Shek, llevando a la decapitación de la revolución china en 1927 y a
la subsecuente masacre de los comunistas chinos. Estos artículos sellaron el
destino de Serge. Fue expulsado del partido, uniéndose a la ahora honorable
lista de los opositores expulsados. Luego fue arrestado y retenido por siete u
ocho semanas en 1928. En el momento de su liberación, estuvo cerca de la muerte
a causa de una oclusión intestinal. Mientras estuvo preso, se negó
denodadamente a cooperar o a confesar algo. Esto salvó su vida en 1936, cuando
se revisaron los archivos en busca de ofensas admitidas, antes de que fuera
liberado.
Aunque
Serge sobrevivió a la prisión y a la enfermedad, sufrió una muerte política. La
actividad política abierta ahora le estaba vedada, obligándolo a cambiar el
activismo político por la pluma. Se comprometió con la escritura, y delineó en
su mente una serie de novelas documentales sobre “aquellos tiempos inolvidables”,
con el objeto de preservar las ideas, experiencias y la memoria de los hombres
y mujeres con los que había compartido la lucha.
Durante
el período de 1928-1933, Serge sobrevivió en precaria libertad, viviendo de sus
escritos, los cuales enviaba a Francia para publicar. También trabajó como
traductor al francés de obras de Lenin, para el Instituto Lenin. Las
traducciones eran revisadas línea por línea “por expertos cuya tarea
consistía en descubrir un probable sabotaje en la intención de los punto y
comas” (19). Serge vivió un tiempo en el campo con Panait Istrati, el
escritor rumano, y viajó lo suficiente como para observar de cerca los efectos
de las políticas de Stalin.
Serge
comenzó a escribir sobre las consecuencias de la industrialización y
colectivización, la creación y consolidación del sistema stalinista. En 1929,
Panait Istrati publicó bajo su nombre la obra de Serge, Soviets
1929 (20). En los cuatro años siguientes, Serge publicó en Francia y
España su historia monumental, El
año uno de la Revolución Rusa; tres novelas: Los hombres en la
cárcel, El nacimiento de nuestra fuerza y Ciudad
ganada. Ninguno de estos libros fue publicado jamás en la Unión Soviética.
Serge
experimentó directamente la campaña de terror de Stalin: fue arrestado en 1933,
retenido en confinamiento solitario por ocho días en la infame Lubianka, sujeto
a implacables interrogatorios nocturnos. Luego fue deportado a Orenburgo, donde
estuvo cerca de la muerte por inanición junto a su hijo Vlady (21). En esta
etapa, escribió otros cuatro libros que fueron subsecuentemente confiscados por
el régimen soviético, cuando Serge es expulsado de la Unión Soviética en 1936,
y a pesar de los intentos de su familia, académicos y políticos por liberarlos,
nunca fueron recuperados (22).
Estos
libros incluyen dos novelas: una sobre el movimiento anarquista francés, Hombres
Perdidos, otra sobre el comunismo de guerra de 1920, El Tormento.
Esta segunda novela, que Serge describió como la que daba noticia de “la
grandeza de la revolución”, forma una secuencia de su Ciudad ganada.
El tercer manuscrito era un libro de poemas que reconstruyó una vez en el
exilio, y el cuarto, su historia, El año dos de la Revolución Rusa.
Serge dijo que él nunca había tenido el lujo de tomarse tanto tiempo en pulir
sus escritos, como lo tuvo con estos libros, lo cual hace que su pérdida sea
mucho más trágica.
Serge
ya era conocido en Francia y España por sus panfletos y artículos políticos; la
publicación de su historia y tres novelas en los años 1930-32, lo afirmó como
un escritor revolucionario serio. Su reputación en Occidente lo salvó del
olvido y de la muerte, un destino que no compartieron muchos escritores rusos
que no tuvieron tal seguimiento internacional.
Una
campaña en beneficio de Serge, fue emprendida por los intelectuales parisinos
comunistas “amigos de la Unión Soviética” Romain Rolland y André
Malraux. Aparentemente, Rolland intercedió en su favor ante Stalin cuando
visitó Moscú.
En
abril de 1936, apenas unos meses antes del primer Juicio de Moscú, Serge fue
apartado de Orenburgo, puesto en un tren, pero aliviado de sus
valijas cargadas con manuscritos y recuerdos personales y expulsado de la Unión
Soviética junto a su familia. Se encontraba entonces desprovisto de su
ciudadanía soviética, lo cual lo hacía un hombre sin país, en la Europa
Occidental cuyo cielo ya se estaba oscureciendo con el fascismo y la guerra.
Entre
1936 y 1940, Serge vivió una existencia precaria en Bruselas y París, haciendo
campañas contra la persecución de sus camaradas dejados atrás, en el gulagde
Stalin. Políticamente activo en grupos no estalinistas y en la Cuarta
Internacional de Trotsky, Serge observó el drama de la Guerra Civil española, el
oportunismo del Frente Popular, y el declive y última derrota de la izquierda
europea.
Una
campaña comunista de difamación le impidió publicar en todas, menos en las más
pequeñas revistas de extrema izquierda de Francia (23). A pesar de la dureza
económica y el peligro constante tanto del GPU como de los nazis, Serge
continuó escribiendo profusamente. En Europa produce Medianoche en el
siglo, una novela sobre la resistencia de la Oposición a Stalin dentro del
gulag, tradujo La
revolución traicionada de Trotsky, y analiza los efectos políticos
económicos y sociales de las políticas de Stalin en De Lenin a Stalin,
escrito en un período de quince días en 1936, Destino de una revolución (1937)
y Retrato de Stalin(1939).
Publica
también varios opúsculos sobre los Juicios de Moscú y realiza una campaña
pública por el reconocimiento de los crímenes de Stalin contra la generación
revolucionaria de bolcheviques, la cual cae en gran medida en oídos sordos en
Francia. Allí, la realidad del fascismo y la imminencia de la guerra, cegó
muchos ojos para lo que estaba ocurriendo en la Unión Soviética (24).
No
obstante, Serge continuó su batalla, permaneciendo en París hasta 1940,
viviendo en el sur de la ciudad, mientras los nazis invadían el norte. Sin un
centavo, voló a Marsella, donde pasó meses luchando por una visa para salir de
la pesadilla, rastreado por la Gestapo. Estados Unidos se negó a admitirlo.
Pero a último momento, México, el último refugio de Trotsky, ofreció recibir a
Serge y a su familia.
Nadie
publicaba ahora a Serge —una casa editorial se arruinó luego de publicar
su Hitler contra Stalin. Políticamente aislado y privado de su
medio de vida, Serge escribió, produciendo más que nada para el cajón del
escritorio, algunos de sus mejores trabajos: Memorias
de un revolucionario; El caso
Tulayev, que es sin duda la novela más refinada acerca de las purgas;
su novela sobre la experiencia de la derrota y el exilio, llamada Los
años sin perdón, y una extensa colección de ensayos, correspondencia y
artículos sobre la Segunda Guerra Mundial, el futuro del socialismo, el
fascismo, la cuestión judía, sicología, literatura, y la evolución y naturaleza
del sistema soviético.
El fin
de la guerra encontró a Serge en débiles condiciones físicas y la cabeza llena
de proyectos de escritura. Intentó regresar a Europa, pero fue detenido por un
ataque fatal al corazón en noviembre de 1947. Murió apenas había llamado a un
taxi, antes de que pudiera decirle al chofer adonde ir. Sus ropas estaban
raídas, tenía agujeros en sus zapatos; el chofer pensó que había levantado a un
indigente.
Serge
dejó tras él una vida de lucha, de compromiso con la verdad, no importa lo
inconfortable que fuera, “una revolución victoriosa y un número tan elevado
de masacres como para inspirar cierto vértigo”, y una cierta confianza,
proveniente de su inteligencia crítica, en las posibilidades del futuro.
Burocracia
y no planificación
La
contribución de Serge a nuestra comprensión del sistema que Stalin creó en la
década de 1930, sigue siendo relevante en la actualidad, no sólo porque los
mismos cuestionamientos, tal como plan vs. Mercado, están siendo reexaminados,
sino también porque el período que Serge describió fue aquel en el cual se
formaron las relaciones de clase en la Unión Soviética. Si se quiere entender
que fue la Unión Soviética, se debe regresar al período que analizó Serge.
El
sistema de Stalin tuvo una lógica y una dinámica determinadas, que afectó la
vida de millones. Más aún, las relaciones particulares que se establecieron
entre el régimen y el trabajador bajo las condiciones vertiginosas de la
industrialización y la colectivización forzosa, se convirtieron en caracteres
permanentes y reproducibles del sistema.
Las
principales características de estas relaciones fueron:
1) El plan
democrático fue excluido como posibilidad, y en su lugar, se aplicaron planes
que eran “documentos de orden” lanzados desde el centro sin una
información precisa para evaluar las posibilidades reales de llevarlos a cabo.
2) Como las
necesidades de los trabajadores no fueron tenidas en cuenta, los trabajadores o
encargados de implementar los planes, adaptaron las instrucciones según sus
propias necesidades; esto implicó que los planes, forzados sobre los
trabajadores, se cayeran o se resquebrajaran ante las respuestas
individualistas de los mismos al sistema, afectando a la siguiente cadena de la
economía; como las provisiones se interrumpieron, los trabajadores
implementaron nuevos cambios en las instrucciones para adaptarlas a sus propias
necesidades.
Como
consecuencia, cuanto más se esforzaba el centro por centralizar, por mantener
un estricto control sobre los hechos económicos, menos control tenían en
realidad, como trabajadores, que en corto plazo, cuidaron de sus propios
intereses y los administradores mentían para aparecer bien en los papeles. Esta
forma de planificación se convirtió en anti-planificación: en lugar de una
organización racional de la producción, se creó un sistema anárquico,
irracional y costoso.
Los
resultados fueron, una información desconfiable y una forma de sabotaje
atomizado e involuntario. Los trabajadores se quebraron porque sus intereses no
eran los mismos que los de los planificadores —mientras que bajo un planeamiento
socialista genuino, no habría antagonismo, porque los planificadores y los
implementadores serían uno y lo mismo.
La
consecuencia última, fue que la planificación stalinista (como finalmente la
llamó Serge -(25)-) —la distribución y movilización de recursos sin un input
democrático— no pudo garantizar una correspondencia reconocible entre los
resultados de las instrucciones y las instrucciones mismas (26). Mientras cada
uno falsificaba información según sus propias conveniencias, se creó un sistema
altamente ineficiente y derrochador (27). De acuerdo a Serge: “hay
desorden, pánico, terror...resistencia pasiva, atomizada donde la hay... todas
las estadísticas, todos los balances, todas las cifras son falsas porque nadie
nunca se anima a decir la verdad...” (28).
Los
métodos empleados fueron la causa de que los trabajadores se volvieran hostiles
a la industrialización y se resistieran no de manera colectiva, sino atomizada
e individualizada, produciendo pobremente o a destiempo. Lo que comenzó como
una respuesta a tiempos críticos en momentos de extrema escasez de mano de
obra, se transformó en una forma de protesta contra el sistema (29). En el
corazón de la máquina de terror de Stalin, la élite ganó control político sobre
la población a través de la fuerza, pero no sobre los hechos económicos, a
pesar de su duro intento (30).
Sin
teorizar, Serge ilustró gráficamente los dilemas básicos de las relaciones de
este régimen de trabajadores. Empezó con la colectivización forzosa de la
agricultura, pensada para romper la resistencia colectiva del campesinado, que
se había rebelado contra las medidas burocráticas que le habían sido impuestas.
Para destruir esa resistencia, Stalin declaró la guerra a los rebeldes, que
fueron llamados “kulaks, señalados como enemigos del pueblo... a ser
liquidados como clase” (31).
Serge
señaló que nunca se intentó una colectivización completa. El plan que había
sido desarrollado desde 1925-26, sólo previó la colectivización como la
cantidad de tierra que podía ser abastecida con maquinaria agrícola (32). El
punto central de la colectivización era que la producción agrícola sería industrializada y
proveería una alternativa atractiva para las pequeñas granjas campesinas.
El koljoz (granja colectiva) sin tractores, no tenía sentido.
La colectivización total no fue prevista ni planeada; como consecuencia de
ello, debían crearse grandes fábricas para producir maquinaria agrícola,
utilizando recursos destinados a otros sectores, en detrimento de los mismos.
Como
Serge observó, la colectivización produjo escasez de materias primas,
hostilidad, una agricultura arruinada, y destruyó el plan para la industria.
Como los campesinos hostiles acopiaron grano y destruyeron su ganado, la
producción total agrícola, decayó; Stalin exigió cuotas más altas y extrajo
hasta el último grano de Ucrania para las ciudades y la exportación,
ocasionando una hambruna organizada desde el estado, que mató a siete millones
de campesinos en 1932-33 (33). Serge observó correctamente que la colectivización
produjo anarquía más que planificación: dijo que “En lugar de aplicar un
patrón político, Stalin se redujo a improvisaciones” (34).
La
industrialización de Stalin, burocrática y precipitadamente pensada, tuvo
implicancias de largo alcance para el futuro crecimiento y la calidad de los
productos. La industrialización fue financiada por medio de una presión extrema
sobre la clase trabajadora, produciendo condiciones intolerables, que Serge
catalogó en Destino de una revolución. Dijo que la “industrialización
es dirigida como una marcha a través de un territorio conquistado”.
La
intensificación del trabajo, implicó que el trabajador para producir la
cantidad correspondiente, tuvo que dejar de lado la calidad. Esto es
corroborado por Rakovsky, Andrew Smith (35) y otros observadores. Los productos
defectuosos elaborados en un punto, entraron en circulación como medios de
producción de futuros productos que también serían imperfectos (36) ,
resultando que todas las fábricas se erigieran con materiales de construcción
defectuosos y se equiparan con maquinarias hechas de metal defectuoso. Fue
realmente, una forma costosa de industrializar y altamente destructiva, tanto
para la maquinaria como para el pueblo (37).
Serge
describió las constantes caídas de la maquinaria, como consecuencia del mal
uso; ¡no había tiempo, ya que Stalin exigía completar el plan quinquenal en
cuatro o incluso en tres años! Preciados recursos, cuya necesidad se sentía en
todas partes, tuvieron que ser empleados en forma creciente para reparar la
maquinaria exhausta. Los repuestos eran escasos, y con frecuencia se perdían
durante la distribución, deteniendo la producción. Serge observó que la
respuesta de Stalin a cada problema, era exprimir más a los trabajadores;
hacerlos trabajar más duramente, consumir menos; retrasar su paga, cortar sus
salarios.
Esto
produjo una alta tasa de renovación de la fuerza de trabajo con un impacto
negativo sobre la producción. Citando estadísticas oficiales, Serge notó que en
Ucrania, fábricas enteras fueron transferidas en tres meses, porque los
trabajadores se mudaban en busca de comida, casa y mejores condiciones de
trabajo. “Viajas porque dondequiera que estés te sientes mal” (38).
En Soviets
1929, Serge señala el alto costo de la producción: la falta de coordinación
implicó que en algunos lugares se crearan fábricas enteras, pero inútiles,
porque no había usinas para alimentarlas, y en otros lugares, se construían
usinas, pero quedaban esperando la creación de las fábricas. En los papeles y en
las estadísticas de crecimiento, podría parecer correcto, pero en ambas
instancias la construcción fue inútil y ruinosa (39).
En
otras áreas, las fábricas quedaron en un 30% sin construir (no se puede
utilizar sólo un 70% de una fábrica) o en otros ejemplos, Serge describe
fábricas que producían en un 50, 60 o incluso 100% productos defectuosos, que
de todas maneras, entraban frecuentemente en circulación (40). Serge culpó al
sistema burocrático por la producción costosa y destructiva, y lamentó que el propio
interés de la burocracia fuera la única lógica del sistema, primando sobre las
necesidades de la agricultura, la industria y la población (41).
En
alusión a estos problemas, y obviamente en conocimiento del análisis opositor
de Rakovsky, expresado en su artículo, “En el congreso y en el campo” (ver nota
35), Serge no presentó una teoría completa. En su lugar, examinó los efectos de
estas vastas fuerzas sobre la gente común, observando la vida en la ciudad, en
el campo y en la fábrica.
Analizó
las horrendas condiciones de los trabajadores, que morían por inanición
mientras trabajaban, de las mujeres forzadas a la prostitución luego del
trabajo para poder alimentar a sus hijos, de los ancianos a quienes se les
negaba la carta de racionamiento porque no trabajaban (por ser demasiado
viejos), de bandas de niños errantes que habían sido arrastrados por sus padres
hacia campos de trabajo, de campesinos muertos por la hambruna organizada por
el Estado de 1932-33. Contrastó esta situación con el lujoso modo de vida de
los parvenus, que apenas escondían el cinismo de un sistema llamado
a sí mismo socialista, mientras que producía desigualdades más emparentadas con
el capitalismo.
Mientras
que Serge mostraba el crecimiento económico —a pesar de la industrialización de
Stalin— porque la fuerza de trabajo industrial se expandió y se introdujo
maquinaria donde no existía previamente, —sin mencionar los esfuerzos de un
verdadero sector de trabajo esclavo en los campos (42) — se hacía la pregunta
esencial pertinente a este crecimiento: ¿crecimiento en beneficio de quiénes?
¿Qué clase de crecimiento? (43). Y describió lo que pasó con este crecimiento:
pillaje, sabotaje, miseria, hambre, leyes migratorias, represión y terror. De
acuerdo a Serge, los métodos de Stalin eran anti-socialistas, pero justificados
oficialmente por el uso de un “marxismo amoral y vulgar”.
Serge
analizó la draconiana legislación sobre el trabajo y los distintos esquemas
empleados para acelerar la producción y exprimir más a los trabajadores, como
el trabajo-shock (undarnichestvo), “competencia
socialista” y stajanovismo. Señaló que estos esquemas fueron
sentenciados porque eran básicamente un fraude, equipados por administradores y
trabajadores oportunistas en complicidad para ganar privilegios para ellos
mismos.
Cuando
los trabajadores se resistieron, como inevitablemente lo hicieron, Serge
transmitió la de alguna manera contradictoria respuesta del régimen a la
resistencia, mostrando gráficamente lo que pasaba con aquellos que se atrevían
a desafiar colectivamente su situación. La juventud era con frecuencia la más
militante, y hay evidencias de huelgas.
Serge
describió la huelga de la planta textil de Ivanovo-Voznessensk en abril de
1931, donde los trabajadores tenían un sólo slogan para expresar sus demandas:
“¡Tenemos hambre!” Las autoridades acusaron a los líderes locales, se enviaron
víveres, se reanudó el trabajo y luego comenzó la purga silenciosamente. Los
trotskistas que había entre los huelguistas fueron tiroteados y no se dijo
ninguna palabra, salvo en el extranjero (44).
Con
este sólo episodio, Serge expresó la contradicción básica de un régimen que
evidentemente le temía al proletariado, porque le había usurpado su poder
político. El mismo patrón de respuestas del sistema a las huelgas, pudo ser
visto posteriormente.
Lo que
mostraban las huelgas era que el régimen tenía que lidiar con la resistencia
organizada de la juventud y un sector de trabajadores más viejos, que de alguna
manera habían sobrevivido a la guerra civil, a la NEP y a las hambrunas, y que
conservaban cierta memoria colectiva engendrada en las ideas del marxismo, de
los días de la Revolución.
Serge
señaló que Stalin luchó contra los trabajadores, contra los campesinos y
decapitó al partido. El régimen también tuvo que hacer frente a los resultados
de su política —planes incompletos, alta rotación de la fuerza de trabajo,
alcoholismo, en medio de una extrema escasez— mientras se preparaba para la
guerra. Serge centró el problema de manera simple y enérgica: no se podía
depender de una fuerza de trabajo desnutrida, mal alimentada, llevando una
existencia infeliz, para obtener un buen trabajo. Lo que la sociedad
capitalista había aprendido de la experiencia de la esclavitud, se había
perdido con los estalinistas (45).
Serge
contestó a sus propios interrogantes sobre la naturaleza del crecimiento
económico con ejemplos de trabajadores sometidos a condiciones inhumanas, sin
recibir pago suficiente como para superar el hambre, con trabajo esclavo
comprometido en la construcción en los campos, y campesinos cuya resistencia se
encontró con la deportación y expropiación. La situación llevó a la
desmoralización de la clase trabajadora, junto a un sentido de futilidad.
Centrándose
en la omnipresencia de la policía secreta, apostada en cada establecimiento,
Serge evocó la vida de los ciudadanos comunes bajo esas condiciones:
“Cercado
por la policía, por la pobreza, por mentiras...[el] trabajador está preocupado
por obtener, sellar, chequear y reinscribirse en la carta de racionamiento la
cual es negada a la mitad de los trabajadores por distintos pretextos; su
esposa corre de un negocio vacío a otro, haciendo la cola en las filas de las
puertas de las pescaderías durante la tarde para reñir a la mañana siguiente
por una ración de pescado salado... expuesta a ser espiada en la
tienda...volviendo a casa para contar quién fue arrestado la noche anterior“
(46) .
Serge
reveló como las condiciones de coerción física y de intimidación en un contexto
de escasez y apuro, dejaron a la población sin nada en qué pensar, salvo en su
propia supervivencia, en su propio interés. El estilo de Serge es acumular
ejemplos concretos; el proceso de atomización de la población es empíricamente
demostrado pero no teóricamente argumentado.
La
ruptura sangrienta
Stalin
sólo podía reforzar sus métodos barriendo toda oposición. Serge observó que el
sistema era altamente inestable, que descansaba sólo en la fuerza bruta. Las
purgas, al ser no planificadas y provenir de una dinámica interna puesta en
movimiento por los métodos de Stalin de industrialización y de gobierno,
crearon nuevas relaciones sociales. Ninguno de los problemas básicos de la
sociedad se resolvieron al terminar las purgas sangrientas, pero millones
pagaron con sus vidas. Se rompieron todas las formas de resistencia colectiva,
y cualquier resistencia residual fue atomizada, puesto que la población
abatida, sólo se interesaba por su subsistencia, no en política.
Luego
de los exultantes primeros diez años de la revolución, vino lo que Serge llamó
los diez años negros, de 1927 a 1937. Estos últimos años constituyen la lucha
de la generación revolucionaria contra el gobierno totalitario y la guerra del
régimen contra su propio pueblo, en la forma de industrialización, hambre,
deportación y ejecución. Los fundadores de la revolución, que favorecieron la
industrialización temprana, la colectivización gradual, el planeamiento
democrático, el internacionalismo militante, la democratización del partido y
de la sociedad, y que lucharon contra la burocratización, pasaron “desde el
poder, a la prisión, a la deportación y la muerte”.
Serge
lo llamó “la contrarevolución de Stalin”, la toma de poder más
sangrienta de la historia, en la cual la resistencia de la generación revolucionaria
fue tan tenaz, que se hizo necesario para el régimen eliminarla enteramente,
para consolidarse. En sus palabras:
“Los
bolcheviques murieron por decenas de miles, los veteranos de la guerra civil
por cientos de miles y los ciudadanos soviéticos manchados por los ideales
censurados, por millones. Una docena de compañeros de Lenin y Trotsky, pudieron
limpiar su honor mediante un acto supremo de devoción al partido, antes de ser
fusilados. Miles más fueron fusilados en los sótanos. La mayor concentración de
campos en la historia fue establecida para vigilar la eliminación física de una
gran masa de sentenciados “(47).
El
nuevo Estado, al cual Serge llamó Estado policial burocrático, fue “reaccionario
en todas las formas importantes con respecto a los ideales de la revolución. Un
marxismo de slogans muertos, nacido en las oficinas, tomó el lugar del marxismo
crítico de los hombres pensantes”. Más aún, Stalin pudo “retener las
almas de la oposición a través de su patriotismo de partido el cual él usó para
dividirlas y devorarlas”. El culto al líder había nacido, losparvenus burocráticos
del sistema totalitario emergente, cotorreaban las palabras del líder y
celebraban la teoría del socialismo en un sólo país.
Reafirmando
su compromiso con la política de la Oposición de Izquierda pero con ciertas
modificaciones hacia el final de su vida, Serge nunca definió sistemáticamente
la naturaleza de clase del Estado soviético, llamándolo finalmente, “totalitarismo
burocrático con inclinación colectivista”; esto es, describió sus
características, analizó sus dilemas; pero no fue preciso acerca de su
naturaleza de clase.
Esto
puede atribuirse en parte al método de análisis de Serge, y en parte, a la
naturaleza contradictoria del organismo que se estaba formando. Consideraba a
la burocracia alternativamente, una casta y una clase; acordaba en que existía
explotación, pero no llamaba capitalista al régimen (48). Afirmó que la URSS
necesitaría una nueva revolución —y se lamentaba de que sin ella, la burocracia
llegaría a un acuerdo con el capitalismo para explotar en conjunto, a los
trabajadores soviéticos (49).
Serge
desarrolló ideas revisionistas sobre el rol de la tecnocracia
y tuvo unas nociones heréticas sobre el partido: aunque
afirmaba que “por desgracia necesitamos un marco organizacional”, nos
advertía sobre una saludable desconfianza hacia la centralización, la
disciplina y la ideología dirigida (50).
Pesimista
porque la URSS había creado un “universo de campo de concentración”,
había bloqueado el socialismo y ayudado a crear el nazismo, Serge fue, de todas
maneras, más optimista que nunca hacia el final de su vida, acerca de que la
única solución era el socialismo, que podía poner a la economía al servicio de
sus productores libremente asociados. Aunque los mencheviques alrededor del
nuevo líder, muchos [ex] trotskystas y los así llamados centristas pidieron a
Serge que se pasara hacia la socialdemocracia y abandonara el marxismo, Serge
se situó en la transformación socialista de la sociedad capitalista y en la
abolición del gobierno de la burguesía.
Escribió
que la revolución debe ser más que sólo proletaria, esto es, debe ser
socialista en el sentido humanista, “más precisamente, socializar a través
de medios democráticos libertarios” (51). Para Serge, era vital que la
revolución prestara atención al problema de la libertad. Era un
internacionalista intransigente, un revolucionario comprometido lo más posible
con la libertad personal dentro del proceso revolucionario.
A
diferencia de muchos otros antiguos revolucionarios, cuyo “dios les había
fallado”, Serge no veía al stalinismo como el efecto natural del leninismo,
sino como una corrupción del mismo. Argumentaba que el pensamiento bolchevique
contenía semillas que crecieron bajo Stalin, pero que también había muchas
otras semillas que podrían haber florecido en una nueva democracia, si hubiese
existido el contexto para su germinación (52).
Para
Serge, el estalinismo representaba la destrucción de los ideales de la
revolución. Luego de todo esto, la cuestión que surge, es acerca de la
relevancia de las ideas de Serge. He mostrado cómo sus descripciones y análisis
señalan los dilemas y problemas que indican las características fundamentales
del sistema soviético: una producción ruinosa, una burocracia que no tiene un
control total sobre la clase trabajadora, puesto que los trabajadores se hacen
cómplices de los administradores para hacer al sistema tolerable para ellos
mismos.
Los
elementos de la crítica de Serge, aunque incompletos y no exentos de contradicciones
internas, nos proveen de prerrequisitos esenciales para la comprensión de lo
que fue la Unión Soviética así como de valiosos elementos para recuperar la
dimensiones democrática, humanista y revolucionaria del socialismo.
Notas
(1) Víctor Serge, Memoirs of Revolutionary,
London-New York, Writers-Readers, 1987, p. 67.
(2)
Serge, Memoirs, pp. 2-3.
(3) Según
las Memoirs (pp. 63-66) y Birth of Our Power (pp.
199-208), estudiaron La guerra civil en Francia de Marx, se
mantuvieron informados de los eventos de Rusia y examinaron todas las
cuestiones con que se enfrentaban los bolcheviques.
(4)
Serge, Memoirs, p. 71.
(5) Su
visión de la Rusia revolucionaria es retratada sin compromiso en el último
capítulo de Birth of Our Power, y en la novela Conquered
City.
(6) Serge
organizó la administración del Comité Ejecutivo del Comintern en Petrogrado,
creando desde el principio la organización que iba a ser la sede de la
revolución mundial.
(7) El libro
fue reeditado por la policía francesa como un documento educativo interno
durante los eventos de 1968.
(8) Los
debates fueron apasionados y comprometidos; en las minutas encontramos que todo
miembro del Comité Central amenazó con renunciar al menos una vez, en el
transcurso de las diferentes discusiones; esto es, todo miembro excepto Stalin,
quien nunca amenazó con la renuncia.
(9) Ver
“Trente Ans Aprés La Revolution Russe” en: La Revolution Proletarienne,
nov. 1947, una retrospectiva que escribió Serge en el treinta aniversario de la
Revolución.
(10) Ver
“Tesis de los comunistas de izquierda (1918)” publicado en el primer número del
periódico editado en Moscú, Kommunist, el 20 de abril de 1918,
traducido y publicado como panfleto por Critique (Glasgow,
1977).
(11) Ver Year One of the Russian Revolution,
New York, Holt & Rhinehart, 1973, pp. 182-191.
(12) Víctor Serge, Portrait de Staline,
París, Bernard Grasset Ediciones, 1940, pp. 57-58.
(13) Pero de
acuerdo a Serge, el Thermidor sólo se realizó en noviembre de 1927,
irónicamente en el décimo aniversario de la Revolución de Octubre. Esto
coincidió con la derrota de la Oposición dentro del partido y la subsecuente
expulsión, arresto y deportación de sus miembros; y el sacrificio del
proletariado chino por el prestigio y el poder de Stalin. Ver Serge, Memoirs,
pp. 215-243.
(14) Serge,
“Trente Ans”, p. 7.
(15) Para
Serge, las equivocaciones y los errores del poder fueron expuestos en el manejo
de la rebelión de Kronstadt de 1921. Los marinos protestaban contra el régimen
económico del Comunismo de Guerra y la dictadura del partido; pero de acuerdo a
Serge, se rebelaron sólo por la brutalidad con la cual Kalinin se negó a
escucharlos. Creía que los bolcheviques hacían lo correcto en luchar por
mantener el poder, pero su error fue “entrar en pánico ante la revuelta de
Kronstadt, la cuál podrían haber manejado... con persuación y comprensión”. No
obstante, Serge se declaró a favor del partido, en contra de las “ilusiones
infantiles” de los trabajadores opositores de Kronstadt. Ver Víctor Serge, Memoirs,
pp. 124-132; “Trente Ans”; y New International, julio, 1938 y
febrero, 1939.
(16) Serge, Memoirs, p. 177.
(17) Ver Evgenii Preobrazhensky, O Morali, pp. 05-7,
citado en Donald Filtzer, Soviet Workers and Stalinist Industralization,
New York, M.E. Sharpe, Inc., pp. 18, 276n.
(18) Ver inter alia Víctor
Serge, Destiny of a Revolution y From Lenin to Stalin.
También, León
Trotsky, La revolución traicionada, entre otros trabajos.
(19)
Serge, Memoirs, p. 273.
(20) Istrati
publicó el libro como la segunda parte de su triología, Vers L`Autre
Flamme. Utilizó su nombre para proporcionarle una mayor audiencia y para
proteger a Serge, quien todavía se encontraba a lo largo de la Unión Soviética.
(21) Las
experiencias de Serge en la deportación son captadas en su novela Medianoche
en el siglo, soberbiamente traducida por Richard Greeman [al inglés]. En
Orenburgo, se unieron a Serge unos treinta miembros de la Oposición de
Izquierda. Muchas de las reuniones y conversaciones de la Oposición, son
registradas en la novela.
(22)
Probando los límites de la glasnot, he escrito a Gorbachov, a
varias agencias y publicaciones soviéticas de primera línea, para recuperar
estos manuscritos. Hasta la fecha no ha habido respuesta.
(23) Con una
notable excepción: La Wallonie belga, proveyó a Serge de una
plataforma entre 1936-40.
(24) Serge
también fue activo en la Oposición de Izquierda Internacional, participó en el
congreso de la Cuarta Internacional de Trotsky, y con el inicio de la Guerra
Civil española, se unió al POUM, lo cual fue una de las causas de su ruptura
con Trotsky y con la Cuarta Internacional.
(25) La
reflexión de Serge sobre los problemas que surgirían bajo el sistema de
producción estalinista, era particularmente inteligente y notable para su
perspectiva en ese momento. Actualmente han surgido análisis más completos
sobre las relaciones de producción de los años 30, y aunque Serge no podía
haber sabido cómo se darían las cosas, él comprendió la situación más
claramente que la mayoría.
(26) Ver el
debate sobre “socialismo de mercado” en Critique, 14.
(27) Para un
examen completo de la relación que se desarrolló entre el régimen soviético y
su clase trabajadora, la naturaleza destructiva de la economía soviética, ver
Hillel Tickin, Critique, 1, (1973) y Critique, 6,
(1976). Para el análisis de las implicancias de la organización social y
económica soviética en la formación de las relaciones de clase en el período de
los primeros tres planes quinquenales, ver Donald Filtzer, cit.
(28) Víctor Serge, Rusia, Twenty Years After,
pp. 297-298.
(29) La
demanda de trabajo era tan alta, que durante el primer plan quinquenal, la
fuerza de trabajo virtualmente se duplicó. Los trabajadores eran concientes de
esta escasez, y la utilizaron para obtener ventajas. Si un trabajador era
despedido por alguna infracción y no era arrestado, sabía que podía encontrar
empleo en otro lado. Los administradores comenzaron a acopiar trabajadores del
mismo modo en que los consumidores acopian azúcar en tiempos de escasez. Esto
llevó a un cierto choque entre administradores y trabajadores en cuanto al
ritmo y a las reglas del trabajo. Así, la escasez de mano de obra proporcionó a
los trabajadores una suerte de protección que les permitió determinar
parcialmente la forma de trabajo; o como Ticktin dice, ganaron una cierta
medida de control sobre su propio proceso de trabajo. La contracara de esta
relativa independencia de los trabajadores es la caída de la eficiencia, lo
cual llevó a contratar más mano de obra, acentuando más aun el problema de su escasez,
incluso donde había una aparente sobrecarga de trabajadores. Ver también
Filtzer, pp. 152-178.
(30) El
análisis de Serge sobre este período, coincide con el de algunos opositores de
izquierda, sobre todo Rakovsky y Trotsky, cuyos trabajos él complementa y
populariza, y con los mencheviques de izquierda, agrupados alrrededor del
periódico Sotsialisticheskii Vestnik. Trabajando en forma
independiente en uno y otro lado, en condiciones de represión y
clandestinidad, surgió una corriente de pensamiento a fines de los años
20 y principios de los 30, que cuestionaba la naturaleza del crecimiento
económico y el estado caótico del planeamiento, o más bien, la inexistencia de
planificación socialista. Ellos la llamaron besplannovost. El trabajo de Serge
sobre el problema de la planificación, muestra alguna identificación y simpatía
con esta corriente. Esta postura es examinada en el epílogo al artículo de
Rakovsky, publicado en Critique, 13, pp. 553-54 y en Filtzer, p.
39.
(31) Serge,V; Destiny of a Revolution, p.
163.
(32) Trotsky
afirmó que una clase entera no podía ser eliminada por métodos administrativos,
sino sólo a través de un cambio en la tecnología y en el modo de producción.
“No era más probable crear una agricultura mecanizada a gran escala con arados
de madera y campesinos a caballo, que crear un barco sumando botes de pesca”.
“Es imposible construir hoy koljozy sin los tractores del futuro”. Byulleten
Oppositsii IX, (1930), 3, 7. Citado en Richard Day, “León Trotsky
sobre los problemas de Smychka y la colectivización forzada”, Critique,
13, 1981.
(33) Serge, Destiny of a Revolution, p.
170. Ver también Bohdan Krawchenko, “El hambre en Ucrania en 1933”, Critique,
17 (1986) 137-147, y Robert Conquest, Harvest of Sorrow, Oxford
University Press, 1986.
(34) Serge, Destiny of a Revolution, p.
163.
(35) Ver el
importante artículo de Krhistian Rakovsky, “El plan quinquenal en crisis”,
originalmente publicado como “En el congreso y en el campo” (Na s`ezde i v
strane), Byulleten`oppozitsii, 25/26 (1931), 9-32. Traducido y
publicado en Critique, 13 (1981), 13-54. También, Andrew
Smith, I was a Soviet Worker, 1937.
(36)
Rakovsky.
(37) Serge
dedica un capítulo entero a este tema, en su Soviets 1929, titulado
“Le gaspillage buereaucratique dans l'industrie”, 47-60.
(38) Serge, Destiny of a Revolution, p.
172.
(39) El
concepto de despilfarro como característico del desarrollo económico soviético
es desplegado teóricamente por Ticktin en “La política económica de la Unión
Soviética”, Critique, 1 (1973). Observa cómo el gasto anuló
parcialmente los resultados de la producción, mientras que en los papeles se
mostraba un crecimiento aparente. Este crecimiento se convirtió en “no
crecimiento”, en tanto no podía ser aplicado provechosamente para para crear
medios de consumo o medios de producción. Es entonces la producción, la que no
provee de una base productiva para una futura expansión, o produce una base
defectuosa para una futura expansión también defectuosa.
(40) Soviets 1929, pp. 48-52.
(41) Serge, Soviets 1929, pp. 56-57; Destiny
of a Revolution; y From Lenin to Stalin.
(42) Serge
estimó que había más de 15 millones en el sector de trabajo forzado. Ver Destiny
of a Revolution y Carnets, 189. Para estas cifras se basó
en el libro de David Dallin, Forced Labor in Soviet Russia, en
conversaciones con Trotsky, correspondencia de los campos, etc.
(43)
Manuscritos, sin publicar ni fechar. Archivo de Serge, México.
(44) Sotsialisticheskii
Vestnik describe la misma huelga.
(45) Serge, Destiny of a Revolution, pp.
163-178.
(46) Serge, Destiny of a Revolution, p.
185.
(47) Serge,
“Trente ans apres...”.
(48) Como
Trotsky, Serge observó que la burocracia estaba ligada a la revolución y a la
preservación de la propiedad colectiva, y a una economía dirigida, aunque no
planificada. Ver Destiny of a Revolution.
(49) Serge,
manuscritos no publicados, sin fechar, archivos, México.
(50) Serge,
“Trente ans apres...”, p. 23.
(51)
Manuscritos no publicados, (sin titular, sin fechar), archivos, México.
(52) Serge
expresó este pensamiento en varios ensayos: ver por ejemplo, su carta a Sidney
Hook, del 19 de julio de 1943, “Marxism et Democratie”.
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