El 16 de
julio de 1936, gran parte del cuerpo de oficiales del ejército español se alzó
en armas contra el gobierno legítimamente elegido del Frente Popular. El golpe
de Estado de los generales rebeldes no triunfó inmediatamente, sino que inició
una guerra civil, un combate en el que simpatías y la solidaridad de millones
de personas en todo el mundo se pusieron de un lado de otro. España, un país
que se había visto durante siglos relegado a un papel secundario en la
historia, se encontró de repente convertido en centro de la atención mundial.
Sobre ella se concentró la política exterior de otros países y también el deseo
de muchos voluntarios idealistas de acudir en ayuda de la República amenazada.
Desde aquel momento, la guerra civil española se convirtió en algo más que un
capítulo de la historia, en una alegoría de la necesidad de responder cuando
las fuerzas de la tiranía intentan aplastar movimiento progresistas tendentes a
la democracia, el cambio social y la libertad.
La importancia actual de la guerra
civil española
La lucha por
salvar a la República española se convirtió, de hecho, en materia de leyenda.
Una vez que miles de bravos jóvenes, la mayoría de ellos organizados por los
partidos comunistas de Occidente, se precipitaron hacia España para unirse a la
batalla en defensa de la República, era inevitable que España llegara a ser
símbolo de lo que más tarde se llamaría << la buena guerra>>, esto es, ese tipo de guerra en la que la
gente honrada pretende derrotar a los poderosos enemigos de la democracia. El
nuevo enemigo era, en este caso, el fascismo, el flagelo con que amenazaban al
mundo Hitler, desde Alemania, y Mussolini, desde Italia. España estaba
destinada a ser el primer país en el que se iba a enfrentar las tres grandes
ideologías y sistemas políticos del siglo XX: democracia, fascismo y comunismo.
Según la
convincente leyenda que nació con la derrota de la República y que se ha
mantenido hasta hoy, Joseph Stalin y la Unión Soviética se pusieron al frente
del esfuerzo para detener al fascismo en España. La Internacional Comunista
(Comintern) dio a sus cuadros de todo el mundo la orden de reclutar
inmediatamente voluntarios de los partidos comunistas nacionales para formar
unidades militares que fueran a luchar junto al ejército republicano. Para esos
jóvenes idealistas voluntarios, el conflicto español era una noble cruzada
contra Hitler y Mussolini, y su marioneta española, Franco. Muchos años
después, los voluntarios se describían a sí mismos, orgullosamente, como
<<antifascistas de primera hora>>,
aquellos que supieron por adelantado lo que el resto de Occidente no entendió
hasta la entrada de Estados Unidos en la segunda guerra mundial. Los
supervivientes de las Brigadas Internacionales definieron el esfuerzo por
salvar la República como una de las más nobles y desinteresadas iniciativas del
movimiento comunista internacional, bajo la égida de la Unión Soviética. La
historia puede haber probado que Stalin fue uno de los peores tiranos y
asesinos del siglo XX, pero en España, según esa leyenda, se puso del lado
bueno y movilizó a su débil país y a sus aliados internacionales para salvar
una república democrática.
Es esa
presentación del significado de la guerra la que llevó al periodista e
historiador Paul Johnson a comentar acertadamente que << no ha habido ningún episodio en los años
treinta sobre el que se dijeran más mentiras que éste, y sólo muy recientemente
han comenzado los historiadores a excavar en la montaña de falsedades bajo la
que estuvo enterrado durante toda una generación>>. (1) De hecho, incluso cuando Johnson
escribió esas palabras en la década de los ochenta estaba claro que para muchos
intelectuales la guerra civil española era un motivo de celebración más que un
territorio que explorar. Alfred Kaizin, uno de los críticos literarios estadounidenses más
distinguidos, definió la guerra civil española como << la herida que no sana>>, y declaró
a continuación que << los que
destruyeron la República española serán siempre mis enemigos>>. (2) Para la gente de esa generación, la
de España fue su guerra, la única
causa noble que no podían dejar que escapara. El periodista Murray Kempton
explicaba las raíces de esa convicción tan leal; provenía de <<un pequeño
segmento de mi generación- escribía Kempton- que se sentía personalmente
comprometido con la revolución>>. (3).
Como Vietnam para los jóvenes hombres y mujeres de la Nueva Izquierda en la
década de los sesenta, España, para quienes se hicieron adultos en los treinta,
era un acontecimiento histórico que no precisaba ser reevaluado, que debía
servir para siempre como fuente inagotable de inspiración.
La verdad,
evidentemente, no es tan simple. La guerra civil española tuvo lugar porque las
elecciones de febrero de 1936 pusieron de manifiesto un país dividido; la
irresponsable actitud de sectores de ultraizquierda alimentó los propósitos de
los generales insurgentes. Una vez estalló la guerra civil, ambos bandos fueron
responsables de indecibles atrocidades. La intervención de Alemania e Italia
impidió la derrota de Franco, incluso cuando la ayuda militar soviética
concedió a la República medios para contrarrestar el avance inicial de las
fuerzas de Franco.
El problema
fue que la Unión Soviética exigió un alto precio a la República española por la
concesión de esa ayuda militar. El historiador británico Gerald Howson ha
suministrado abrumadoras pruebas que muestran hasta qué punto Stalin estafó a
la República española. A partir de la amplia investigación de Howson, ya no se
puede volver a afirmar que la Unión Soviética fue el baluarte de la lucha
contra Franco. Por el contrario, Stalin defraudó a la República varios cientos
de millones de dólares en su venta de armas mediante una hábil manipulación
contable. Los soviéticos alteraron el precio de sus armas- cañones, aviones y
tanques-, a fin de quedarse con las reservas de oro de España. Lo hicieron del
siguiente modo: el tipo oficial de cambio era de 5´3 rublos por dólar, pero los
rusos crearon un tipo de cambio especial que les resultaba más favorable para
las armas que vendían a los españoles. Así, el tipo de cambio de 2´5 rublos por
dólar para una ametralladora Maxim hacía que esa arma resultara casi dos veces
más cara de lo que lo habría sido comprándola con oro en otro mercado. Por sólo
dos aviones, Stalin recibió más de cincuenta millones de dólares de la
República. Por añadidura, muchas de las armas suministradas eran antiguas e
inútiles, y fueron entregadas con frecuencia sin municiones. Como escribe
Howson, de todos los << timos,
estafas, fraudes y traiciones que los republicanos tuvieron que aguantar, eses
comportamiento trapacero de Stalin y los altos funcionarios de la nomenklatura soviética es con seguridad el más
repugnante, el más pérfido y el menos defendible>>. Cabía esperar
algo así de los enemigos de la
República; pero, como escribe Howson, al defraudar al gobierno republicano
español millones de dólares, <<manipulando
secretamente los tipos de cambio al establecer los precios para los artículos
que les estaban suministrado>>, los soviéticos << traicionaban cuanto decían defender>>.
(4)
Por otra
parte, el precio político que pagaron los republicanos por la ayuda soviética
fue el factor determinante de su derrota final. A cambio de la ayuda militar,
Stalin exigió la transformación de la República en un prototipo de las llamadas
democracias populares que se iban a establecer tras la
segunda guerra mundial en el centro y este de Europa. Además de generales y
pertrechos, Stalin envió la policía secreta soviética (la NKVD) y la
inteligencia militar (el GRU). El GRU estableció prisiones secretas, llevó a
cabo asesinatos y secuestros, y funcionó con sus propias reglas y leyes,
independientemente del gobierno republicano. Hace ya años, uno de los primeros
desertores soviéticos de la NKVD, Walter Krivitsky, aseguraba que <<parecía que la Unión Soviética tenía cogida
a la España leal por el gaznate, como si ya fuera un dominio soviético>>.
(5) Durante años, el informe de Krivitsky fue considerado
poco fiable, sospechoso por provenir de un desertor; pero con el paso de las
décadas, los historiadores han llegado al convencimiento de que sus
contundentes afirmaciones eran esencialmente correctas. (6) El historiador británico E.H.Carr, cuyas simpatías estuvieron
siempre de parte de la Unión Soviética, escribió en su último libro, publicado
póstumamente, que la República española se había convertido en << lo que
sus enemigos afirmaban de ella, la marioneta de Moscú>>. (7)
Las obras
más recientes sobre la guerra civil dejan claro, por tanto, que la Unión
Soviética, que controlaba la participación de los voluntarios izquierdistas
europeos en la guerra, tenía motivos heterogéneos, si no del todo siniestros,
para ayudar a los republicanos. Esa opinión tampoco es nueva: muchos autores
expusieron hace ya tiempo que la Unión Soviética, actuando en gran medida a
través de la Comintern y de la policía secreta, manipulaba
para sus propios fines a la República española. Subsistía, no obstante, la
dificultad de aportar las pruebas de esas alegaciones sobre las intenciones
soviéticas durante la guerra. Hasta ahora dependíamos de unos pocos documentos
que habían hecho públicos miembros de la Comintern, alguna documentación d los
archivos españoles y las memorias de los participantes. Aunque muchos se
referían al papel soviético, faltaban pruebas directas que cubrieran la
intervención de la URSS en España. En 1991 y 1992 comenzaron a abrirse archivos
soviéticos hasta entonces cerrado, con
lo que se hizo posible investigar de nuevo aquel período. Por primera vez, todo
un conjunto de registros dedicados a la guerra civil española salieron a la luz
en los archivos militares del Estado ruso. La búsqueda en eses y otros
depósitos de Moscú, dio a conocer un nuevo lote de importantes documentos de la
Comintern, del Politburó y de los servicios de
espionaje.
La
importancia de ese nuevo material es enorme. Ahora disponemos, por primera vez,
de pruebas que demuestran lo que muchos habían sospechado desde el comienzo de
la guerra civil española: que Stalin prendió, desde un principio, controlar los
acontecimientos en España y manipular o impedir la extensión de la revolución
social allí iniciada. Por medio de funcionarios militares, de los servicios de
inteligencia y del Comintern, Moscú intentó dominar y dirigir la economía, el
gobierno y las Fuerzas Armadas española. Evidentemente, a Stalin no le fue
fácil hacer que prevaleciera su criterio, y tuvo que afrontar la oposición de
gobernantes como el jefe de gobierno Francisco Largo Caballero y otros miembros
más moderados del Frente Popular. A los consejeros soviéticos enviados a Madrid
les resultó más difícil de lo que esperaban imponer su voluntad a la República
española; pero empleando la potencial ayuda como chantaje virtual, esos hombres
consiguieron, finalmente, poner en práctica casi todas las decisiones
importantes que dictaba Moscú y apartar del poder a los españoles que trataron
de oponerse.
Algunos
historiadores contemporáneos han intentado contradecir esas conclusiones. El
historiador británico Tin Rees, por ejemplo, ha argumentado que, en realidad,
la Comintern, y por tanto la Unión Soviética, era<<incapaz de conseguir un elevado nivel de control sobre el PCE [Partido
Comunista de España] y, por consiguiente, sobre los acontecimientos en los que
mediara>>. Está de acuerdo con la evolución política general de la
República tal como la han delineado la mayoría de historiadores, pero defiende
con energía que los soviéticos no ejercían ningún tipo de << dirección
central>> y que el PCE actuaba por su cuenta, buscando simplemente el
respaldo de la Comintern para sus decisiones. El análisis de Rees se asemeja al
de los historiadores revisionistas del comunismo americano, para quienes el PCA
estaba compuesto por militantes que respondían a las condiciones locales y no
hacían mucho caso de las instrucciones que les llegaban de la Unión Soviética y
de la Comintern. La afirmaciones de Rees sobre <<la ausencia de mando
impositivo de la Comintern>> queda rebatida por el material documental
contenido en estas páginas. Mediante el flujo regular de los documentos MASK, (8), ahora descodificados, cruzados
entre la Comintern y el PCE en el verano de 1936, y a la intervención sobre el
terreno de los funcionarios soviéticos y agentes de la Comintern, la influencia
y el control soviético sobre el partido comunista español era casi total. La
afirmación de Rees, por ejemplo, de que la brutalidad mostrada por los cuadros
del PCE en la <<campaña para liquidar al POUM se debía más a sentimientos
autóctono que al dedicado de Moscú>> es ya, a la luz de la enorme
cantidad de pruebas en contrario, simplemente indefendible. (9)
Hasta la
aparición de este nuevo material de archivo, los autores que escribían sobre la
guerra civil española tendían a caer en dos grupos, los que seguían la
interpretación de Rees y los opuestos a ella. Para percibir mejor el contraste
podemos tomar como ejemplo la obra de dos autores: el distinguido historiador
británico Paul Preston, (London School of Economics)
autor de muchos libros y artículos sobre la guerra, cuya obra más conocida, publicada en 1986.
Es La guerra civil española: 1936-1939, (10) y el historiador y periodista Burnett Bolloten, quien de joven cubrió la guerra para
la prensa estadounidense y luego dedicó el resto de su vida a un profundo
estudio académico sobre el papel de los comunistas en España. La obra clásica
sobre el papel de los comunistas en España. La obra clásica de Belloten, completada
poco antes de su muerte, apareció en 1991 bajo el título La guerra civil española: revolución y contrarrevolución. (11) Examinando esas dos obras históricas, los lectores pueden
comprobar inmediatamente que sus autores, pese a respetar las normas académicas
tradicionales de presentación, se vuelca sobre el tema desde puntos de vista
preestablecidos. Preston, en la edición revisada más reciente de su importante
obra sobre la guerra, deja claras sus simpatías desde el comienzo, cuando
dedica su libro a <<los hombres y
mujeres de la Brigadas Internacionales que lucharon y
murieron combatiendo al fascismo en España>>, y manifiesta abiertamente su afinidad con la
versión comunista de los acontecimientos. No por eso su obra deja gran valor, pues
refleja un profundo conocimiento de las investigaciones más reciente sobre la
guerra. Cuando analiza la política exterior de Stalin y sus razones para la
intervención en el conflicto, Preston respalda el consenso histórico de que
<<Stalin ayudó a la República
española, no pasa acelerar su victoria, sino más bien para prolongar su
existencia lo suficiente como para mantener a Hitler ocupado en una costosa
aventura>>. (12)
Cuando
Preston se vuelca sobre la política interna e la República, sin embargo, su
inclinación en favor de los moderados del Frente Popular le lleva a calumniar a
gente que avala una interpretación diferente. Una de las cuestiones centrales
que dividían a la República y a los oponentes a Franco era si había que hacer
la guerra para preservar una república de clase media o para desencadenar una
revolución social; de ahí se derivó la tensa pugna entre los comunistas y los
socialistas moderados, por un lado, y los anarquistas y los revolucionarios del
POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), por otro. Preston, sin embargo,
escribe que ese debate fue propiciado durante la guerra fría de <<difundir la idea de que fue la asfixia
estalinista de la revolución lo que llevó a la victoria de Franco>>, y
denuncia además, sin pruebas, que las obras que defiende ese punto de vista<< fueron patrocinadas por el Congreso
por la Libertad de la Cultura, financiado por la CIA para propagar esa idea>>,
de lo que se derivó <<una alianza
poco santa entre anarquistas, trotskistas e impulsores de la guerra fría>>.
La retórica en la que se embarca este historiador muestra un notable parecido
con las insidias y ataques lanzados por la Unión Soviética y el PCE contra sus
enemigos ideológicos en lo más crudo de la guerra civil. Cuando menos, esa
acusación tiende a suspender los análisis y el debate, desacreditando las
interpretaciones contrarias como armas de la guerra fría, y elude la cuestión
de si responden o no a la verdad. (13)
La apertura de los archivos
soviéticos y la guerra civil española por Stanley G.
Payne
Bolloten, en
cambio, ha escrito el informe más completo hasta el momento de cómo los
comunistas fueron alcanzando la hegemonía en la República. A diferencia de
otros investigadores, sostenía que en España se había iniciado una revolución
social, que como dice Stanley Payne en la introducción a la gran obra de
Belloten, era verdaderamente <<pluralista>> y profunda. Mientras
que desde fuera se veían los acontecimientos como <<una pugna entre democracia y fascismo>>, Bolloten (y Stanley
Payne) los entendía como algo de mayor sustancia, una guerra vinculada a la
revolución que estalló dentro de la zona republicana. El propósito de los
comunistas, según las tesis que Bolloten desarrolla con todo detalle, era el de
ir ampliando gradualmente su poder y ganar influencia sobre el ejército, la
policía y el aparato político. Esa tesis central de su obra- cuya primera
versión apareció en 1961- llevó a algunos a decir que Bolloten intentaba,
<<de algún modo, impugnar o manchar la causa republicana>>. Como
indica Stanley Payne, aunque Bolloten refuta la acusación franquista de que ya
en 1936 existía un complot comunista para derrotar a la República, se le llegó
a acusar de haber escrito su obra por encargo de la CIA, precisamente la
acusación que Preston todavía repite. (14)
Si esa
discusión indica algo, es que la Guerra civil Española sigue siendo hasta hoy
una cuestión muy cargada. Es historia, pero para quienes la escriben y para
quienes mantienen un vínculo político o romántico con aquellos acontecimientos
se trata de algo todavía vital y por lo que vale la pena luchar. Hay una
cuestión primordial que los historiadores enfocan de forma diferente, según sus
simpatías políticas. ¿Acertaron los comunistas y la Unión Soviética al mantener
que la única salida era ganar primero la guerra, o bien el POUM y los
anarquistas tenían razón cuando afirmaban que la única forma de ganar la guerra
era desarrollando una auténtica revolución social? Los historiadores responden
a esta pregunta de dos formas. En primer lugar, veamos de nuevo lo que dice
Preston: <<La cuestión tenía que
ver, en definitiva, con la primera otorgada a la guerra o la revolución. En el
planteamiento defendido por Partido Comunista, el ala derecha del Partido
Socialista y los políticos republicanos burgueses, había que ganar primero la
guerra si es que se quería dar a la revolución cualquier posibilidad de
triunfar más tarde. Para la anarcosindicalista CNT, el más o menos trotskista POUM y el ala izquierda del PSOE, la
revolución proletaria era en sí misma la condición esencial para la derrota del
fascismo. Después de 1939, los republicanos españoles se hundieron en amargas
polémicas. La posición avanzada por los comunistas y sus aliados era que en la
guerra civil española se había enfrentado el fascismo y una república popular
democrática y antifascista. Según esa opinión, los movimientos revolucionarios
populares era un estorbo que no sólo obstaculizaba la tarea central [….], sino
que también amenazaba con descargar sobre la cabeza de la República una alianza
de las democracias conservadoras de Occidente con las potencias del Eje. La
posición contraria era [que] sólo una revolución proletaria a gran escala
podría destruir el capitalismo que engendraba el fascismo>> (15)
La
explicación que da Preston de las diferencias entre el planteamiento que hacían
de la guerra los comunistas españoles y el que hacían los revolucionarios está
escrita de tal modo que el lector solamente puede llegar a una conclusión: que
la única posición sensata era la adoptada por Moscú y el Partido Comunista de
España. Aunque admite que los comunistas eludían el dilema planteado por el
hecho de que el arma principal de la República, el <<entusiasmo popular>>, tendía a desvanecerse en la medida en
que aquélla parecía defender únicamente los intereses de la clase media
acomodada, objeta que las fuerzas revolucionarias ignoraban la situación
internacional y el poderío militar convencional de las fuerzas franquistas.
Presto reconoce que, cuando la República perdió al final la guerra, fue fácil
para las fuerzas revolucionarias derrotadas- el POUM, los anarquistas y los trotskistas- argumentar que si la
República no se hubiera plegado a la estrategia comunista sus tropas podrían
haber vencido. Sostiene, sin embargo, que las pruebas demuestran que los
comunistas estaban acertado, y apunta a la <<indiscutible percepción de los comunistas de que una vez que el
alzamiento se había convertido en una guerra civil, la primera prioridad tenía
que ser la de ganar la guerra>>. (16)
Otros
investigadores han puesto en cuestión ese planteamiento. Robert Alexander, por
ejemplo, se enfrenta directamente a eses análisis: <<Cabe pocas dudas de que eses incansable esfuerzo por establecer en la
España republicana una réplica de la Unión Soviética estalinista socavó en gran
medida la moral de quienes luchaban y trabajaban por la causa republicana.
Crear una situación en la que gran número de oficiales y soldados republicanos
temían más a los estalinistas que tenían cerca que a los soldados de Franco,
que estaban al otro lado de las trincheras, no estimulaba precisamente la
voluntad de aquellos soldados de luchar contra los rebeldes. Dado que la
mayoría de los miembros de las fuerzas republicanas eran obreros y campesinos
que habían participado en un grado u otro en la revolución al principio de la
guerra, el afán estalinista de aplazar esa revolución no podía sino contribuir
negativamente el esfuerzo de guerra. Del mismo modo, esos esfuerzos planteaban
dudas cada vez más turbadoras a los obreros y campesinos de la retaguardia
sobre si valían la pena sus sacrificios en aquella lucha >>. (17)
La presente
colección de documentos ofrece nuevos y a veces sorprendente datos que arrojan
luz sobre esos otros aspectos controvertido de la Guerra civil Española. Los
archivos confirman por lo general la visión de los acontecimientos defendida
por el grupo de historiadores que incluye especialistas destacados como Víctor Alba , Antony Beevor, Burnett Bolloten, Pierre Broué y Emile
Térmime, E.H.Carr,
Gabriel Jackson, Stanley y Stephen Schwrtz. Durante muchos años, trabajando
independientemente, esos investigadores han estudiado las equivocas maniobras
de la Unión Soviética en la República española durante la guerra civil. Que
nuestros descubrimientos apoyen los resultados de su investigación sólo ahonda
nuestro respeto por quienes consiguieron tanto sin tener acceso a la
información de la que ahora disponemos.
Los
documentos que ofrecemos también arrojan luz sobre muchos episodios discutidos
de la guerra. Esto se refiere, por ejemplo, al momento de la petición
republicana de ayuda a la Unión Soviética; la guerra civil dentro de la guerra
civil(los acontecimientos de mayo de 1937 en Barcelona); el ascenso y caída de
las Brigadas Internacionales; el funcionamiento internó de la Comintern y su
influencia en España, y muchas otras cosas. Los lectores encontrarán numerosos
documentos que detallan la implicación de los principales dirigentes
soviéticos, incluidos Voroshilov y Stalin, así como de importantes figuras de la Comintern,
en el desarrollo de los acontecimientos en la República española. Los
documentos incluidos aquí cubren todo el espectro de la intervención política
diplomática, militar y económica de los soviéticos en España. Nos muestran lo
que pensaban los dirigentes soviéticos sobre su implicación, cómo entendían su
papel en la guerra y qué futuro preparaban para España.
El aspecto
más importante de estas pruebas documentales no es tanto el de las
revelaciones, sino más bien la comprensión más completa de la participación
soviética y de la Comintern en la guerra y la política de la República española
que proporcionan esos documentos. Como algunos historiadores sospechaban desde
hacía tiempo, queda demostrado que los consejeros de Moscú intentaban de hecho sovietizar España y convertirla en lo
que habría sido una de las primeras democracias populares, con una economía, ejército y
estructura política de tipo estalinista. Pero los documentos revelan también
una incompetencia hasta ahora desconocida por parte de muchos consejeros
soviéticos, cuando trataban de influir y, en definitiva, controlar el gobierno
republicano. Del mismo modo, los discursos e informes de los funcionarios de la
Comintern, aunque demuestra su deseo de establecer un control total sobre el
Partido Comunista de España, también revelan los problemas que se encontraron.
A fin de cuentas, los documentos sugieren que los soviéticos consiguieron tanto
en España, no gracias a una abrumadora eficiencia, sino más bien porque eran
más competentes y estaban más unidos que sus desdichados oponentes.
De algún
modo, pues, este volumen se incorpora a un campo más amplio de trabajo, que se
ha ido haciendo público a finales del siglo XX: obras que intentan dar sentido
al papel que desempeñaron en él el comunismo y la Unión Soviética. Dos libros
recientemente publicados establecen en particular la misma conexión entre el
significado del comunismo y la guerra civil española que se plantea en este
volumen. Ambos han despertado gran interés, sobre todo en Francia, donde el
movimiento comunista goza de un prestigio ganado en la Resistencia durante la
segunda mundial. Uno de ellos, El libro negro del comunismo:
crímenes, terror, represión, editado por Stéphne Courtois y un grupo de distinguidos autores
de izquierda, intentaba un análisis a escala mundial del efecto del comunismo
en diferentes países, presentado una convincente semblanza del fenómeno como
intrínsecamente <<malvado>>. El otro, del desaparecido historiador
francés François Furet, El pasado de una ilusión: ensayo sobre la idea comunista en el
siglo XX, es un
extenso y pormenorizado estudio de ese gran historiador de la Revolución
francesa, miembro en otro tiempo del partido comunista, que aquilata el impacto
del comunismo en todo Occidente y en su vida intelectual.
Las
provocadoras consideraciones sobre las relaciones entre el comunismo y la
guerra civil española que ofrecen esos libros se ven confirmadas por los
documentos recogidos en este volumen. En un breve pero profundo y excepcional
resumen de la tempestuosa cronología de la República, Furert ofrece una sobria
evaluación del propósito de Stalin, que era, según escribe, <<poner a la España republicana bajo la égida
soviética y convertirla en un “amigo de la URSS”, expresión que implica dejar
en su lugar a la burguesía mientras fuera pro soviética>>. Como
explica Furet, eses objetivo era tanto defensivo como ofensivo, y podía servir
<<bien como base para negociones en
caso de un retroceso, o como una oportunidad para llevar adelante una
revolución al estilo soviético del tipo de las que tuvieron lugar en Europa
central y oriental después de la segunda guerra mundial>>. Furet
observa que aunque la presión ejercida por los comunistas pudo unificar la
organización militar, también destruyó los fundamentos del auténtico
antifascismo español. Con el aplazamiento de la revolución popular, la
destrucción del POUM, el enfrentamiento con las alas
prietista y caballerista del partido socialista, <<la llama de la República española se había extinguido>>.
Furet insiste en que el pacto de no-intervención era una farsa; para él, la
política occidental permitió a los soviéticos chantajear con mayor facilidad a
los republicanos. Pero la lógica antifascista en Moscú era falsa; su versión
del antifascismo <<llegaba hasta
matar la energía republicana con el pretexto de organizarla, del mismo modo que
comprometía la causa republicana pretendiendo defenderla>>. Las
concepciones soviéticas de la solidaridad y el antifascismo <<ocultaban
siempre la aspiración al poder y la confiscación de la libertad>>. (18) Stéphne Courtois y Jean-Louis
Panne ofrecen un análisis parecido en su ensayo El libro negro del comunismo. El objetivo de los comunistas, según
escribe, <<consistían en ocupar más
y más puestos en el gobierno republicano para dirigir su política de acuerdo
con los intereses de la Unión Soviética>>. Su ensayo, no obstante, se
concentra deliberadamente en los feos detalles de la brutalidad de la NKVD en
España, durante su prolongado esfuerzo por aniquilar a todos los elementos
designados como <<contrarrevolucionarios>>,
especialmente a los anarquistas y a la dirección del POUM. Mostrándose de
acuerdo con Furet, concluyen que <<la
intervención de Moscú pretendía únicamente promover los intereses soviéticos,
arguyendo que era esencial para luchar contra el fascismo>> El
verdadero objetivo de Stalin <<era
tomar el control sobre el destino de la República. A eses fin, la liquidación
de la oposición de izquierda a los comunistas-socialistas, anarcosindicalistas,
POUMistas y trotskistas- no era menos importante que la derrota militar de
Franco>>.(19)
Reconforta
comprobar que se va haciendo realidad la esperanza de Paul Johnson de que las
mentiras y la ofuscación que rodea la historia de la guerra civil española
salgan, por fin, a la luz del día. Esperemos que nuestro libro forme parte de
este proceso y se una a los Furet y Courtois, así como a los Víctor Alba,
Stephen Schwartz y Rober Alexader. Al proporcionar a la siguiente generación de
investigadores los instrumentos necesarios para examinar el papel de la Unión
Soviética y del comunismo en España, los documentos ofrecidos en este libro
ayudarán a refrenar la tendencia a convertir aquel conflicto en una leyenda de
los tiempos modernos. Tal vez fuera cierto, como escribía Furet, que <<la historia de la
guerra civil española fue cubierta con un manto de silencio y mentiras que se
mantuvo durante todo el siglo XX>> (20), pero gracias al material que
hemos encontrado en los archivos de Moscú, así como a las obras pioneras de los
autores que hemos citado, en el nuevo siglo ese ocultamiento ya no es posible.
(1) Paul Johnson, Moder Times: The World from the Twenties to the Eighties, Nueva York,
Harper and Row, 1981. Pp. 321-340
(4) Gerald Howson, Arms for Spain: The Untold Story of
the Spanish Civil War, Londres John
Albermarle, 1998 pp. 146-152, 251 [ Armas para España: la
historia no contada de la Guerra civil Española, Barcelona, Península, 2000];
cf Neal Ascherson, <<How Moscow Robbed Spain of Its Gold in the Civil
War>>, Observer, Londres, 27 de septiembre de 1998
(6) Veáse
por ejemplo, Burnett Bolloten, The Spanish Revolution: The Left and the
Struggle for Power During the Civil War, Chapel Hill, University of North
Carolina Press, 1979, p. 110 [La Revolución Española, Barcelona, Grijalbo
Mondadori, 1979]; Howson, Arms for Spain, pp. 208-217; Hugh Thomas, The Spanish
Civil War Londres, Eyer and Spottiswood, 1961, p.263 [La Guerra civil Española
(1036-1939), Barcelona, Grijalbo Mondadori, 10º ed., 1999]; cf. Thomas The
Spanish Cvil War, ed. Rev.,
Londres, Penguin, 1965, p. 337, en la que escribe que << el testimonio de
Krivitsky debe darse por bueno en general>>.
(7) E.H.
Carr, The Comintern and the Spanish Civil War, Nueva York, Pantheon, 1984, pp. 31,
44.
(8) Los documentos MASK eran los
mensajes secretos codificados descifrados por el servicio secreto británico
durante los años de la guerra, equivalentes a los documentos de Verona
descodificados por los estadounidenses. Aquí aparecen tal como fueron recibidos
y transmitidos por la inteligencia británica a la Nacional Security Agency.
(9) Tim
Rees, <<The Highpoint of Comintern Influence. The Communist Party and the
Civil War in Spain>>, en Tim Rees y Andrew Thorpe, eds., International
Communism and the Communist International. 1919-43, (Manchester, Inglaterra,
Manchester University Pres, 1998, pp. 144-165.
(10)
Paul Preston, The Spanish Civil War: 1936-39, Londres, Weidenfield and
Nicolson, 1986 [La guerra civil Española. Barcelona, Plaza Janés, 1987].
(11) Burnett Bolloten, The Spanish Civil War. Revolution and Counterrevolution,
Chapel Hill, University of North Caralina Press, 1991 [La Guerra civil Española: revolución y contrarrevolución, Madrid, Alianza
Editorial, 1997]
(12) Paul Preston, A Concise History of Spanish Civil
War, Londres, Fontana, 1996, p.108.
(13) Ibid., 4.Preston se manifiesta
resueltamente conforme con la argumentación del PCE, cuando escribe (p.173):
<< Contra todo queda en pie la
indiscutible apreciación de los comunistas, los republicanos burgueses y los
socialistas moderados de que una vez que el alzamiento se había convertido en
una guerra civil, la primera prioridad tenía que ser ganarla.>>
(14)
Stanley G. Payne, << Prólogo>> a Bolloten, The Spanish Civil War,
pp.XI-XIV.
(15)
Preston, A Concise History of the Spanish Civil War, pp. 171, 172
(16)
Ibid, p.173.
(17)
Robert Alexander, The Anarchists in Spanish Civil War, Londres, Janus, 1999,
pp. 1.028, 1029.
(18) Francois Furet, The
Passing of an Illusion: The Idea of Communism in the Twentieth Century Chicago,
University of Chicago Press, 1999, pp. 245-265 [Le Passé dúne illusion: Essai
sur lídée communiste au XXe siècle, París, Robert Laffon Calmann- Lévy, 1995; El pasado de una
ilusión: ensayo sobe la idea comunista en el siglo XX, Madrid, Fondo de Cultura
Económica de España, 1995.
(19) Stéphane
Courtois y Jean-Loui Panne, <<The Shadow of the NKVD in Spain>>, en
Stéphane Courtois et al., The Book of Communism: Crimes, Terror, Represssion,
Cambridge, Harvard University Press, 1999, pp. 333-352 [Le livre noir du communism:
Crimes, terreur, repression, París, Robert Laffont, 1997; El libro negro del
comunismo, Barcelona, Editorial Planeta, 1998.
(20)
Furet The Passing of Illusión- p.261
Índice
Agradecimientos
9
Introducción
11
Trasfondo
histórico 25
Notas sobre
los documentos 31
Abreviaturas
y acrónimos 33
CAPÍTULO
UNO.1936 35
Moscú y la
Comintern montan la escena 35
Primeras
maniobras políticas 49
Intervienen
los soviéticos 53
Los
consejeros inician su trabajo 56
Ilya Ehrenburg 58
André Marty 67
Vladimir Gorev 93
Vladimir
Antonov- Ovseenko 109
Iosif Ratner
125
Artur
Stashevsky 129
Los
consejeros y las purgas 134
Los
soviéticos instan a los catalanes a mantenerse firmes 137
La guerra
civil española y el espionaje 140
Las Brigadas
Internacionales 145
CAPÍTULO
DOS. 1937 149
El comienzo
de un nuevo año 149
Luchas
internas entre facciones 165
Se agrava el
conflicto interno 197
Barcelona:
guerra civil dentro de la guerra civil 220
El gobierno
Negrín y la guerra contra el POUM 262
El declive
de las Brigadas Internacionales 290
El GRU, los
consejeros soviéticos y el control del ejército republicano 320
El año toca
a su fin 440
CAPÍTULO
TRES. 1938-1939
497
Armas para
España 497
La
desintegración de las Brigadas Internacionales 507
El problema
de Negrín 581
Resumen
final y una nota a pie de páginas 585
Notas
599
Índice
onomástico 615
Walter
Germanovich Krivitsky. La mano de Stalin sobre España.
Julio
Álvarez del Vayo
Víctor Alba.
Sobre el frente único proletario, documentos complementarios.
[El marxismo
en España (1919-1939)] Historia del BOC y del POUM
El fascismo
y el papel de la Internacional Comunista y el PCE durante la Guerra Civil
española
Marcel
Rosenberg
The Spanish Civil War, the Soviet Union, and
Communism.
Stanley G. Payne
Reiner
Tosstorff. Andreu Nin como líder del POUM.
Vida, obra y
muerte de Andreu Nin
Notas de lectura
del libro (El POUM: Revolución en la Guerra Civil Española) de Wilebaldo Solano
Indalecio
Prieto El destino del oro del Banco de España
Prólogo o
introducción de Pelai Pagés, del [libro] La Revolución Española, día a día
(1936-1937) de Juan Andrade
Algunos
capítulos del [Libro] El POUM en la historia (Andreu Nin y la revolución
española)
Primera
campaña de difamaciones y calumnias, en la que se identificaba al POUM con el
fascismo internacional, se intensificó desde finales de 1936 y en los primeros
meses de 1937
George
Orwell explica en una carta de 1944 que revela por qué había Escribir 1984
Timothy
Garton Ash y Bernard Crick ,los voceros del capital, los que han difundido, lo
de George Orwell era anticomunista, chivato, agente de la CIA , entre otros, los mismos descalificativos utilizan los
estalinistas, entre otros muchos es, Albert Escusa, y el que afirma que George Orwel plagió la obra de Nosotros los
rojos de Yevgueni Zamiatin y que era anticomunista, chivato, agente de la CIA.
Orwell y la
polémica con el estalinismo
José Ignacio
Torreblanca y Timothy Garton Ash entre otros, son voceros y lacayos de los
capitalistas (George Soros)
Timothy
Garton Ash
La UE
encarga artículos sobre la crisis a Soros y Garton Ash
Como
los médicos, pero menos
Creación
acelerada de un Consejo Europeo de Relaciones Exteriores
24 DE
OCTUBRE DE 2007
George
Orwell delató a 38 simpatizantes comunistas en los años de la guerra fría
Bernard Crick
Crick nació
en Inglaterra y se educó en la Whitgift
School , University College London y la London School of Economics (LSE) para su doctorado (1950-52). Comenzó
a enseñar en Harvard y enseñó en McGill antes de regresar a Gran Bretaña y
la LSE en 1956, donde enseñó durante 11 años.
El proceso
contra el POUM (Un episodio de la Revolución española)
El terror
estalinista en Barcelona 1938 (Agustín Guillamón)
El POUM en
la ilegalidad bajo Negrín
Joaquín
Maurin. No soy un trotskista, pero... 1 de mayo de 1936.
Discurso de
Andrés Nin en la reunión de la Juventud Comunista Ibérica, Gran Premio,
Barcelona, 30 de enero de 1937
Juan
Andrade. España en poder del estalinismo
Notas de
lectura del libro (El POUM: Revolución en la Guerra Civil Española) de Wilebaldo
Solano
Juan Andrade
Apuntes para una historia del PCE
Guy Hermet:
Los comunistas en España
Como se
gestó la pinza, entre Julio Anguita y José María Aznar. El lado fascista de
Julio Anguita y de Pablo Iglesias.
Julio
Anguita, elogiado en la CIA
La CIA
desvela que Santiago Carrillo defendió la permanencia de las bases de EEUU en
España en 1975
El origen
del concepto de Frente Popular o Frente interclasista
Frente
Popular o Frente Único Proletario y el Populismo de Podemos
Reiner
Tosstorff . Nin y la Internacional Sindical Roja: un esbozo
Los casos de
uso de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en el extranjero, 1798-2015. Instances
of Use of United States Armed Forces Abroad, 1798-2015.
"El Gran Engaño. Las izquierdas y su lucha por el poder en la zona republicana" (The Grand Camouflage)
ResponderEliminarBurnett Bolloten
https://es.wikipedia.org/wiki/Burnett_Bolloten
El gran engaño
http://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Burnett%20Bolloten%20-%20El%20gran%20camuflaje.pdf