Stanley G. Payne
En la vasta
bibliografía de la guerra de España de 1936 a 1939, sobre la que se han escrito
miles de libros, la cuestión más turbia y controvertida ha sido determinar
cuáles fueron exactamente el papel y la política de la Unión Soviética. Poco
después de concluir el conflicto, Walter Krivitsky, el más importante
desertor de la NKVD -policía política estalinista- de la época, escribió lo
siguiente: «La historia de la
intervención soviética sigue siendo el principal misterio de la Guerra Civil
española». Hace apenas tres años, el historiador británico Gerald Howson
observó que esta cuestión «ha provocado más preguntas, confusiones y agrias
controversias que cualquier otro tema de la historia de la Guerra Civil de
España».
La derrota
de Alemania e Italia en la II Guerra Mundial, las dos potencias que
intervinieron en el bando de Franco, trajo como consecuencia la total apertura
de los archivos de estos países, pero el triunfo y la larga vida de la Unión
Soviética significaron que hasta los años 90 sus archivos sólo podían ser
consultados por el reducido número de historiadores soviéticos considerados
afines a la línea del partido, a quienes concedieron un acceso limitado a los
fondos. Por tanto, el papel de los soviéticos en la guerra española continuó
siendo motivo de controversia entre los historiadores que sólo podían consultar
los archivos de España y de otros países occidentales.
El velo
comenzó a apartarse lentamente tras la disolución de la Unión Soviética en
1991, cuando los investigadores occidentales pudieron por primera vez acceder
directamente a los archivos soviéticos. Las oportunidades fueron mayores a
principios y mediados de los años 90. Más recientemente, dado el creciente
nacionalismo de la segunda Administración de Yeltsin y del actual Gobierno de
Putin, se ha vuelto a restringir a los historiadores extranjeros el acceso a
estos documentos.
Los tres
fondos que quedaron más disponibles para los especialistas extranjeros fueron
los archivos de la Internacional Comunista y del Ejército Rojo, y algunos
archivos secundarios relacionados con asuntos culturales. Los archivos del
Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética y del NKVD/MVD/KGB -los
dos últimos, Ministerio del Interior y policía secreta soviética- siempre han
sido considerados más confidenciales, sobre todo los de la Presidencia del
Gobierno. Sólo un reducido número de historiadores rusos obtuvieron
autorización para estudiar el lichny arkhiv Stalina (el archivo personal de
Stalin), principalmente a principios de los años 90.
Uno de los
proyectos más importantes de esa década reunió a un grupo de historiadores y de
expertos políticos de países occidentales en los que la Internacional Comunista
había tenido un papel activo, para recabar sistemáticamente los principales
documentos de los archivos del Comintern. En este proyecto España estuvo
representada por Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, quienes ofrecen un
importante análisis de la política del Comintern y del PCE en su impresionante
estudio Queridos camaradas. La Internacional Comunista y España. 1919-1939
(1999). Se trata del libro más original publicado en mucho tiempo sobre
cualquier aspecto de la Guerra Civil.
Los
documentos soviéticos también han sido utilizados para estudiar otros temas. El
historiador británico Gerald Howson publicó en 1998 Arms for Spain: The Untold
Story of the Spanish Civil War, que pronto apareció en español Armas para España: la historia no contada de la Guerra Civil
española. Su libro ofrece una amplia descripción de los
esfuerzos de la República para obtener armas en el exterior, y utiliza
documentos soviéticos recientemente desclasificados para cuantificar el
armamento soviético enviado a España, punto que ha sido siempre objeto de muchas
conjeturas y polémicas. Si bien esta relación no puede considerarse definitiva,
y los datos necesitan ser corroborados por otras investigaciones sistemáticas
de los archivos soviéticos, representa sin embargo un gran paso adelante.
Posteriormente
se han llevado a cabo otros estudios, entre los que figuran sendas tesis
doctorales completadas el año pasado por dos jóvenes especialistas. En
Wisconsin, Daniel Kowalsky ha terminado recientemente su tesis The Soviet Union
and the Spanish Republic: Diplomatic, Cultural and Military Relations,
1936-1939, estudio de tres importantes aspectos -diplomáticos, culturales y
militares- de las relaciones entre la República española y la Unión Soviética
para el que se ha empleado una amplia selección de documentos soviéticos,
mientras que en Alemania Frank Schauff ha completado por su parte una
investigación sobre las relaciones entre el Comintern y España durante la
Guerra Civil. Es probable que ambos estudios se publiquen dentro de poco
tiempo.
Este verano
ha aparecido en Estados Unidos uno de los proyectos más sorprendentes e
importantes basados en los archivos soviéticos, Spain Betrayed (España
traicionada), la edición de más de 500 páginas de documentos relacionados
con la Guerra Civil española. El libro es una amplia muestra representativa de
algunos de los más importantes fondos documentales soviéticos, especialmente de
los archivos del Ejército Rojo y del Comintern, aunque también incluye
documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores. La documentación fue fotocopiada
de los originales de los antiguos archivos soviéticos a mediados de los años 90
por la joven historiadora de Yale Mary Habeck, y el volumen publicado ha sido
coeditado por otro historiador estadounidense, Ronald Radosh, y el renombrado
experto y editor ruso Grigory Sivostianov. Juntos han presentado, anotado y
contextualizado cuidadosamente las fuentes, proporcionando así por primera vez
un amplio panorama documental de la participación soviética en España.
Esta
documentación hasta ahora inédita confirma algunas interpretaciones clásicas de
la intervención soviética, y también presenta datos que ofrecen una nueva
perspectiva sobre una serie de problemas. Se ha dicho con frecuencia, por
ejemplo, que el Gobierno de Giral sólo acudió a la Unión Soviética en busca de
ayuda militar una vez que Francia anunció su política de no intervención,
aunque uno de los primeros documentos presentados en este libro es la primera
petición de ayuda que envió Giral a la Unión Soviética con fecha del 25 de
julio de 1936, varios días antes del anuncio de la posición francesa.
La política
de Stalin en España fue atrevida y cautelosa a la vez. La Unión Soviética había
mantenido durante 15 años su propio partido político en España, el PCE, que
para 1936, si bien no dejaba de ser una organización relativamente pequeña,
había alcanzado por fin una importancia considerable. Aunque el espectro del
comunismo atemorizaba a millones de españoles conservadores, en la primavera de
1936 la política soviética había convertido al PCE en el más moderado partido
revolucionario de España, al menos en lo concerniente a sus tácticas
inmediatas.
La política
de los soviéticos y del Comintern buscaba evitar el estallido de una guerra
civil, pues eran conscientes de que la situación existente, el monopolio
político de la izquierda, les resultaba mucho más útil, y en segundo lugar
entendían que una guerra civil en España complicaría inevitablemente la nueva
política soviética de seguridad colectiva contra Alemania, cuyo objetivo era
obtener el apoyo de Francia y de Gran Bretaña. Transcurrieron dos meses antes
de que Stalin decidiera lanzar una gran intervención militar, decisión que no
fue ratificada por el Politburó soviético hasta el 29 de septiembre. (El
teniente coronel Yuri Rybalkin, historiador ruso especializado en cuestiones
militares, ha señalado que el momento en que se tomó esta decisión coincidió
con el primer envío de la mayor parte de las reservas de oro del Banco de
España, que fueron trasladadas de Madrid a Cartagena, lo que parecía garantizar
el pago de la ayuda militar exterior).
El volumen
recién publicado contiene una excelente selección de informes de los numerosos
asesores militares soviéticos que participaron en el adiestramiento y la
dirección del nuevo Ejército Popular de la República. Esta organización, que
adoptó como insignias la estrella roja y el saludo con el puño en alto (el
rotfront inventado por el Partido Comunista alemán en 1927) y que contó con la
participación de los omnipresentes comisarios políticos, pronto adquirió un aspecto
soviético. Salvo algunas excepciones, los asesores soviéticos no dieron una
buena calificación a los republicanos. Sus informes a Moscú hablan largo y
tendido de las divisiones políticas, la indisciplina y la falta de organización
del Ejército Popular. También demuestran que en la época de Stalin los
oficiales soviéticos intercambiaban la misma retórica que emitían al exterior
como propaganda política. Los fracasos republicanos no se consideraban errores
humanos, o producto de la inexperiencia, la falta de instrucción militar o la
precipitación; en la mayoría de los casos se atribuían siniestramente a la obra
de traidores, agentes fascistas y trotskistas.
El libro
también ofrece una serie de informes reveladores sobre las Brigadas
Internacionales. Los voluntarios extranjeros, comunistas en su mayoría,
reclutados en distintos países por el Comintern, gozaron de enorme publicidad y
se convirtieron en una de las leyendas más perdurables de la guerra, la del
grupo de voluntarios idealistas de todas partes del mundo que lucharon por la
democracia y en contra del fascismo. La realidad fue algo distinta. Como ha
escrito el novelista estadounidense William Herrick, veterano de la Brigada
Abraham Lincoln: «Sí, fuimos a España para combatir el fascismo, pero la democracia
no era nuestro objetivo». Los brigadas fueron lanzadas a las más duras
batallas, a menudo como fuerza de choque, y sufrieron un excepcional número de
bajas.
Los
documentos soviéticos revelan que muy pronto, en el verano de 1937, las
unidades de voluntarios extranjeros comenzaron a sufrir graves problemas de
indisciplina y de baja moral. El idealismo comunista no excluía las graves
actitudes racistas de las brigadas hacia los españoles e incluso entre sus
mismas filas, lo que daba lugar a intensas fricciones étnicas. Para esta época
ya era necesario completar las brigadas con un gran número de reclutas
españoles, hasta el punto de que la mayoría de las unidades sólo tenían de
internacional el nombre. El desaparecido historiador ruso M. T. Meshcheryakov
ya había llamado la atención sobre algunos de estos problemas en un artículo
sobre las Brigadas Internacionales publicado en Rusia justo antes de la
disolución de la Unión Soviética.
Otros
documentos de Spain Betrayed arrojan luz sobre la idea soviética del «nuevo
tipo de república democrática» o «república
popular», términos con los que bautizaron a la República Española durante
la guerra, así como sobre la postura soviética ante la revolución en la zona
republicana.
La política
comunista hacia otros partidos republicanos, particularmente hacia los
anarquistas y el POUM -Partido Obrero de Unificación Marxista-, ya ha sido
estudiada a partir de fuentes españolas, pero esta nueva documentación permite
un mayor esclarecimiento de las intenciones y los cálculos comunistas,
particularmente de los que precedieron los «sucesos de mayo de 1937 en
Barcelona». Casi todos los historiadores están de acuerdo en que la Unión
Soviética alcanzó su mayor poder e influencia en España durante los tres
gobiernos de Juan Negrín (1937-1939), aunque existe una gran polémica sobre el
verdadero alcance de la alianza entre Negrín y los comunistas. Los documentos
presentados en este volumen arrojan suficiente luz sobre la cuestión. Como era
de esperar, ponen de manifiesto que los soviéticos estaban bastante satisfechos
con la extrema receptividad y cooperación de Negrín. No obstante, la
satisfacción no era total, ya que los asesores del Comintern y de la Unión
Soviética se quejaban de que el primer ministro republicano no siempre promovía
todas sus iniciativas. Lo criticaban también por ceder a menudo ante su propio
partido, el socialista, y por no mostrar interés en tomar personalmente el
control del partido ni en forzar su fusión con los comunistas, requisito de la
estrategia de la «república popular».
Si bien las
intenciones políticas de Negrín no eran de orientación soviética, lo cierto es
que tampoco eran democráticas. Los informes soviéticos enviados a finales de
1938 analizan la propuesta de Negrín de crear una especie de frente o «partido único» en la zona republicana y
su promesa de que, tras la victoria del bando republicano, no volvería al
«parlamentarismo» ni al «libre juego de partidos» de la Segunda República, sino
que implantaría un sistema de izquierda totalitario y nacionalizaría la
industria.
La
intervención soviética fue sorprendentemente rentable. Stalin se apropió de
todo el oro español depositado en Moscú como pago por la ayuda soviética,
cobrada a un precio excepcionalmente elevado, de modo que el Gobierno soviético
obtuvo importantes beneficios en la operación. Poco más de 3.000 militares y
efectivos soviéticos prestaron servicio en España, cifra que apenas supera la
de los 2.800 ciudadanos estadounidenses que se presentaron como voluntarios en
las dos brigadas internacionales norteamericanas. Sólo unos 200 soviéticos
murieron en la guerra, mientras que los norteamericanos, que participaron en
las más duras batallas, sufrieron un número de bajas al menos tres veces mayor.
No obstante,
la política soviética fracasó tanto en el plano nacional español como en el
ámbito internacional. Stalin tenía miedo de enviar suficiente ayuda militar
para permitir el triunfo del bando republicano, por tanto la incipiente República Popular apenas pudo
desarrollarse antes de su defunción. Además, el espectáculo de una intervención
armada soviética en Europa Occidental para ayudar a la revolución española
habría minado la política de seguridad colectiva de Stalin con respecto a Gran
Bretaña y Francia. El dictador que más provecho sacó de la guerra en España no
fue Stalin sino Hitler, ya que el objetivo del líder nazi no era tanto
contribuir a una rápida victoria de Franco, sino prolongar lo más posible el
conflicto español para desviar la atención del desarme y la expansión de
Alemania en Europa Central, disuadir a los países democráticos, crear
divisiones internas en Francia e involucrar a Mussolini en los planes alemanes.
En todos estos aspectos Hitler obtuvo un gran éxito. Más tarde, menos de cinco
meses después del final de la guerra española, Hitler y Stalin se pondrían de
acuerdo para lanzar el bombazo diplomático del siglo, lo que puso fin a la
política «antifascista» soviética.
Los editores
de Spain Betrayed han reunido una sorprendente selección de
fuentes originales que permitirán el esclarecimiento de la política soviética
durante la Guerra Civil, lo que supone un gran avance en la siempre creciente
bibliografía del conflicto. Este tesoro de documentos también se pondrá a
disposición del lector español el próximo año, cuando la editorial Planeta
publique la edición española del libro [1] . El volumen parece destinado a una
larga vida como una de las pocas publicaciones indispensables sobre la guerra
española, el conflicto civil que se convirtió en uno de las grandes
acontecimientos internacionales del siglo pasado.
[1] El libro
se ha publicado por Editorial Planeta en septiembre del año 2002 con el
título España traicionada (Stalin y la guerra civil española)
Edición
digital de la Fundación Andreu Nin, enero 2003
España
Traicionada (Stalin y la guerra civil) Ronald Radosh, Mary R. Haberck (eds).
La apertura
de los archivos soviéticos y la guerra civil española
España
Traicionada (Stalin y la guerra civil) Ronald Radosh, Mary R. Haberck (eds).
Primera parte.
Stalin en la
guerra civil española
Stanley G. Payne
ResponderEliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Stanley_G._Payne
Una manipulación de la Historia al servicio del franquismo: el caso de Stanley G. Payne
ResponderEliminarhttp://www.cronicapopular.es/2016/03/una-manipulacion-de-la-historia-al-servicio-del-franquismo-el-caso-de-stanley-g-payne/
Memoria histórica y Andrés Nin
ResponderEliminarSTANLEY G. PAYNE, Profesor emérito de la Universidad de Wisconsin
23/03/2008
Si Nin fue mártir y héroe de la extrema izquierda revolucionaria, no lo fue de la democracia. El objetivo del POUM era la creación de un sistema revolucionario totalitario inspirado por la primera Unión Soviética de Lenin. Stalin meramente «perfeccionó» el sistema leninista, que ya empezó como terrorista y totalitario. Eso es lo que el POUM buscaba para España, y durante el primer año de la guerra participó en toda clase de actos violentos, vandálicos y asesinos. Los soviéticos trataron a Nin más o menos del mismo modo que los poumistas ya habían tratado a miles de españoles y pensaron tratar a todo el país, si milagrosamente se hubieran apoderado del gobierno de España. Esta fue la triste realidad de la Guerra Civil, y, más allá de las criminales circunstancias de su muerte, eso es la verdadera «memoria» que la historia nos enseña sobre el caso y la carrera política de Andrés Nin.
https://www.abc.es/opinion/abci-memoria-historica-y-andres-200803230300-1641739483708_noticia.html
La asociación de las fosas dice que "sólo estamos para las familias de republicanos"
ResponderEliminar008-03-26
26-03-2008
https://www.libertaddigital.com/sociedad/la-asociacion-de-las-fosas-dice-que-solo-estamos-para-las-familias-de-republicanos-1276326573/
DENAES entrega mañana sus premios 'Españoles Ejemplares' al historiador Payne, Campofrío y la piloto María de Villota
ResponderEliminar28/01/2013
https://www.europapress.es/nacional/noticia-denaes-entrega-manana-premios-espanoles-ejemplares-historiador-payne-campofrio-piloto-maria-villota-20130128175308.html
Real Decreto 1123/2009, de 6 de julio, por el que se concede la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica al señor Stanley G. Payne, Historiador norteamericano.
ResponderEliminarhttps://web.archive.org/web/20111119004800/http://www.boe.es/aeboe/consultas/bases_datos/doc.php?id=BOE-A-2009-11220
https://web.archive.org/web/20190322052357/https://www.boe.es/boe/dias/2009/07/07/pdfs/BOE-A-2009-11220.pdf