miércoles, 12 de diciembre de 2018

Friedrich Engels. Contribución a la crítica del Proyecto de Programa Socialdemócrata de 1891 (debate sobre el Programa de Erfurt)












Friedrich Engels. Contribución a la crítica del Proyecto de Programa Socialdemócrata de 1891[1]




Escrito: Entre el 18 y el 29 de junio de 1891.

Primera edición: Sin el suplemento, en la revista Die Neue Zeit, Bd. 1, Nº 1, 1901-1902 y en forma completa, en ruso, en las Obras de C. Marx y F. Engels, 1ª ed., t. XVI, parte II, 1936.

Digitalización: Juan R. Fajardo, para el MIA, 2001.

Fuente: Marx & Engels, 
Obras Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. III.

Esta edición: Marxists Internet Archive, 2001.

El proyecto actual se distingue muy ventajosamente del programa anterior[2]. Los numerosos restos de una vieja tradición —tanto la específicamente lassalleana, como la socialista vulgar— han sido eliminados en lo fundamental; desde el punto de vista teórico, el proyecto ha sido redactado, en conjunto, sobre la base de la ciencia actual, lo que hace posible discutirlo sobre dicha base.
El proyecto se divide en tres partes:

I. Exposición de los motivos.

II. Reivindicaciones políticas.

 III. Reivindicaciones concernientes a la protección de los obreros.


[2] El trabajo de Marx Crítica del Programa de Gotha, escrito en 1875, consta de observaciones críticas al proyecto del futuro partido obrero unificado de Alemania. El proyecto pecaba de graves errores y hacía concesiones de principio a los lasalleanos. Marx y Engels, a la vez que aprobaban de la creación del partido socialista único de Alemania, se pronunciaban en contra del compromiso ideológico con los lasalleanos y lo sometieron a dura crítica.

Carlos Marx Crítica del programa de Gotha 1875





[1] El trabajo "Contribución a la crítica del programa socialdemócrata de 1891" representa un modelo de lucha intransigente de Engels contra el oportunismo por un programa revolucionario marxista de la socialdemocracia alemana. Sirvió de motivo inmediato para él el proyecto de programa del Partido Socialdemócrata Alemán mandado a Engels. El proyecto había sido redactado por la dirección del partido para el Congreso de Erfurt, en el que había que aprobar un nuevo programa en sustitución del programa de Gotha de 1875. Las observaciones críticas de Engels, así como el trabajo de Marx "Crítica del Programa de Gotha" publicado entonces a insistencia suya (véase el presente tomo, págs. 5-27) ejercieron gran influencia en la marcha sucesiva de la discusión y la elaboración del proyecto de programa.

El programa aprobado en el Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán que se celebró en Erfurt del 14 al 21 de octubre de 1891, fue un gran paso adelante en comparación con el programa de Gotha; fueron eliminados del programa del partido los dogmas lassalleanos reformistas, se formularon de un modo más exacto las reivindicaciones políticas y económicas. El programa ofrecía una argumentación científica de la inevitabilidad del hundimiento del régimen capitalista y su sustitución con el socialista, se indicaba claramente que el proletariado debía conquistar el poder político para llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad.

Al propio tiempo, el
programa de Erfurt padecía de graves deficiencias, de las que la principal era la ausencia de la tesis sobre la dictadura del proletariado como instrumento de transformación socialista de la sociedad. De este modo, la observación más importante de Engels no fue tomada en consideración al ser elaborado el texto definitivo del programa.
La dirección de la socialdemocracia no publicó durante mucho tiempo el trabajo de Engels "Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891"; la obra sólo apareció en la revista "Neue Zeit" en 1901.




I. EXPOSICION DE LOS MOTIVOS EN DIEZ PARRAFOS

Hablando en términos generales, esta parte adolece del defecto de que trata de conciliar dos cosas inconciliables: servir de programa y, a la vez, de comentarios de ese programa. Se tiene miedo de no quedar bastante claro si se escriben fórmulas breves y convincentes, por cuya razón se insertan comentarios que hacen la exposición larga y locuaz. A mi modo de ver, el programa debe ser lo más breve y preciso posible. Poco importa incluso que se encuentre alguna vez una palabra extranjera o una frase cuyo sentido no se capte íntegramente de golpe. En este caso, la lectura pública en las reuniones y explicación escrita en la prensa harán lo necesario, con lo cual, la frase corta y expresiva, una vez comprendida, se graba en la memoria y se convierte en consigna, lo que jamás ocurre con una explicación más larga. No se pueden hacer demasiadas concesiones en aras de la popularidad; no se deben subestimar las facultades intelectuales y el grado de cultura de muchos obreros, ya que han comprendido cosas mucho más difíciles que lo que les puede presentar el programa más conciso y más corto; y si el período de la ley de excepción contra los socialistas [3] hizo más difícil y, en algunos lugares, impidió por entero la propagación de conocimientos universales entre las masas recién conquistadas, bajo la dirección de los viejos, será ahora fácil de recuperar lo perdido, ya que se puede otra vez guardar y leer libremente nuestras publicaciones propagandísticas.


Procuraré exponer de una manera más breve todo ese apartado y, si me resulta, lo adjuntaré a la carta o lo más mandaré más tarde. Por el momento pasaré a los artículos, uno por uno, desde el 1 hasta el 10.

Párrafo 1.- La «separación», etc. BergwerkeGrubenMinen [minas], tres palabras para designar una misma cosa; habría que suprimir dos. Yo dejaría Bergwerke, que es el nombre que se emplea entre nosotros incluso cuando se hallan en la llanura más llana, y designaría todo con la expresión más usual. En cambio, añadiría: «ferrocarriles y otros medios de comunicación».

Párrafo 2.- Aquí yo incluiría: «En las manos de sus acaparadores (o de sus propietarios), los medios de trabajo de la sociedad» y más abajo, «la dependencia.... de los propietarios (o acaparadores) de los medios de trabajo», etc.

La afirmación de que esos señores han hecho de todo eso su «propiedad individual» figura ya en el artículo primero, y aquí se repite con el único fin de introducir la palabra «monopolista». Pero ni una ni otra palabra añade en absoluto al sentido. Y lo que sobra en un programa no hace más que debilitarlo.

«Los medios de trabajo necesarios para la existencia de la sociedad» son siempre precisamente los que existen a la sazón. Antes de inventarse la máquina a vapor se prescindía de ella; ahora eso sería imposible. Por cuanto hoy día todos los medios de trabajo, directa o indirectamente, ya sea por su naturaleza técnica, ya por la división social del trabajo, son todos medios de trabajo sociales, estas últimas tres palabras expresan suficientemente, de una manera clara y sin equívocos, lo que existe en cada momento.

Si el final de este punto ha sido tomado de la exposición de los motivos de los Estatutos de la Internacional, yo preferiría que se tomase enteramente: «miseria social (es el Nº1), degradación intelectual y dependencia política» [*]. La decadencia física entra en el concepto de miseria social, y la dependencia política es un hecho, mientras que la privación de los derechos políticos no es más que una frase declamatoria de valor completamente relativo, por cuya razón no cabe en un programa.

Párrafo 3.- A mi modo de ver, hay que cambiar la primera frase.

«Bajo la dominación de los propietarios individuales».

En primer lugar, lo que se dice a continuación es un hecho económico, que hay que explicar desde el punto de vista económico. Ahora bien, la expresión «dominación de los propietarios individuales» crea la falsa impresión de que es un efecto de la dominación política de esa banda de salteadores. En segundo lugar, los propietarios individuales no incluyen sólo a «los capitalistas y los grandes propietarios de tierras» (¿a qué vienen aquí los «burgueses»? ¿Constituyen una tercera clase de propietarios individuales? ¿Son los grandes propietarios de tierras también «burgueses»? ¿Se puede, una vez que se trata de los grandes propietarios de tierras, hacer caso omiso de los colosales restos de feudalismo, que dejan en Alemania, en toda nuestra porquería política su impronta específicamente reaccionaria?). Los campesinos y los pequeños burgueses son también «propietarios individuales», al menos por el momento; pero no figuran en ninguna parte del programa, por lo cual hay que expresarse de tal manera que no se les incluya en general en la categoría de los propietarios individuales de que se trata.


«La acumulación de los medios de trabajo y de la riqueza producida por los explotados».

La «riqueza» consta: 1) de medios de producción; 2) de medios de consumo. Por eso es contrario a la gramática y a la lógica hablar primero de una parte de la riqueza, y luego no hablar de la otra parte, sino de toda la riqueza, es decir, uniendo la una y la otra con la conjunción y.

«...aumenta...en las manos de los capitalistas con una rapidez creciente».

Y ¿adónde fueron a parar los «grandes propietarios de tierras» y los «burgueses», de los que se acaba de hablar? Si aquí bastan los capitalistas, quiere decir que antes también bastaba con mencionar sólo a estos últimos. De entrar en detalles, sólo los capitalistas no bastan en general.

«El número de proletarios y su miseria crecen más y más»

Afirmar de esa manera tan absoluta no es justo. La organización de los obreros y su resistencia creciente sin cesar levantarán en lo posible cierto dique ante el crecimiento de la miseria. Pero, lo que crece indiscutiblemente es el carácter precario de la existencia. Yo lo añadiría.

Párrafo 4.- La frase:

«La ausencia de plan, que radica en la esencia misma de la producción capitalista privada», requiere una corrección a fondo. Yo conozco una producción capitalista como forma de sociedad, como fase económica, y una producción capitalista privada como fenómeno que se da bajo una u otra forma dentro del cuadro de esta fase. ¿Qué significa, pues, la producción capitalista privada? Producción en manos de un empresario individual; pero ésta es ahora más y más una excepción. La producción capitalista en manos de las sociedades por acciones no es ya una producción privada, sino una producción en beneficio de un gran número de asociados. Y si pasamos de las sociedades por acciones a los trusts, que someten y monopolizan ramas enteras de la industria, no se trata ya sólo de que se acaba aquí la producción privada, sino también la ausencia de plan. Bórrese la palabra «privada», y la frase será, quizá, aceptable.

«La ruina de vastas capas de la población».

En lugar de esta frase declamatoria, que hace creer que nos duele todavía la ruina de los burgueses y los pequeños burgueses, yo aduciría un hecho sencillo: «que, como consecuencia de la ruina de las clases medias urbanas y rurales, los pequeños burgueses y los pequeños campesinos, hacen más ancho (o más profundo) el abismo que media entre los poseedores y los desposeídos».

Las dos frases finales repiten dos veces una misma cosa. En el suplemento al apartado Ie doy un proyecto de enmienda [**].

Párrafo 5.- En lugar de «de las causas» hay que poner «de sus causas»; trátase indudablemente de un error de pluma.

Párrafo 6.- «BergwerkeMinenGruben»: véase observación más arriba Nº1. —"Producción privada": véase observación más arriba. —Yo pondría: «Transformación de la producción capitalista actual, que se practica en beneficio de particulares o de sociedades por acciones, en producción socialista practicada en beneficio de toda la sociedad y con arreglo a un plan trazado de antemano; transformación... sólo a través de la cual se realizará la  emancipación de la clase obrera y, con ello, la emancipación de todos los miembros de la sociedad sin excepción».

Párrafo 7.- Yo diría tal y como se propone en el suplemento al apartado I [***].


Párrafo 8.- En lugar de «con conciencia de clase» [klassen bewusst] abreviatura que en nuestros medios es evidentemente fácil de comprender, yo diría, en aras de facilitar su comprensión y su traducción a los idiomas extranjeros: «con los obreros que han adquirido la conciencia de su situación de clase», o alguna cosa por el estilo.

Párrafo 9.- La frase final: «...y que, por tanto, reúne en una sola mano la fuerza de la explotación económica y de la opresión política».

Párrafo 10.- Después de las palabras «de la dominación de clase» falta «y de las clases mismas». La supresión de las clases es nuestra reivindicación fundamental, sin la cual la supresión de la dominación de clase es una necedad desde el punto de vista económico. En lugar de «por el derecho igual de todos», yo propongo: «por los derechos iguales y los deberes iguales de todos», etc. Los deberes iguales son para nosotros un complemento muy importante de los derechos iguales democrático-burgueses, que los priva de su sentido específicamente burgués.


Yo suprimiría de buena gana la frase final: «En su lucha... son capaces». En virtud de la vaguedad de la expresión «que son capaces de mejorar la situación del pueblo en general» (¿de quién se trata?), puede significar todo: derechos aduaneros protectores y libre cambio, asociaciones corporativas y libertad de oficios, crédito rural, bancos de cambio, vacunación obligatoria y prohibición de vacunación, alcoholismo y antialcoholismo, etc., etc. Lo que se debe decir aquí se dice ya en las frases precedentes; no existe la menor necesidad de subrayar que, al exigir el todo, tratamos también de cada una de sus partes; me parece que eso debilita la impresión. Si la finalidad de la frase es servir de medio de transición a las reivindicaciones particulares, se podría decir, más o menos, lo que sigue: «La socialdemocracia defiende todas las reivindicaciones que la acercan a esa meta». («Medidas e instituciones» debe suprimirse por repetición. Mejor aún sería decir francamente de lo que se trata, a saber: que es necesario recuperar el tiempo perdido por la burguesía; en ese sentido he formulado la frase final del suplemento I [****]. Considero que eso es importante, vistas mis observaciones al apartado siguiente y para argumentar las propuestas que hago ahí.

II. REIVINDICACIONES POLITICAS


Las reivindicaciones políticas del proyecto tienen un gran defecto. No dicen lo que precisamente debían decir. Si todas esas 10 reivindicaciones fuesen satisfechas, tendríamos en nuestras manos más medios para lograr nuestro objetivo político principal, pero no lograríamos ese objetivo. Desde el punto de vista de los derechos que se conceden al pueblo y a su representación, la Constitución del Imperio es una simple copia de la Constitución prusiana de 1850,[4] Constitución en cuyos artículos ha hallado expresión la más extrema reacción, Constitución que concede toda la plenitud de poder al gobierno, mientras que las cámaras no poseen siquiera el derecho de rechazar los impuestos, Constitución con la que, como ha mostrado el período del conflicto constituciona[5], el gobierno podía hacer todo lo que se le antojaba. Los derechos del Reichstag son exactamente los mismos que los de la Cámara prusiana, y precisamente por eso Liebknecht denominó el Reichstag hoja de parra del absolutismo. Sobre la base de esa Constitución y la división en pequeños Estados, que legaliza, partiendo de una alianza entre Prusia y Reuss-Greiz-Schleiz-Lobenstein [6], cuando uno de los aliados tiene tantas millas cuadradas cuantas pulgadas cuadradas posee otro, sobre semejante base es absurdo a todas luces querer llevar a cabo la «transformación de los medios de trabajo en propiedad común».


Pero sería peligroso tocar ese tema. No obstante, sea como fuere, las cosas deben ponerse en marcha. Hasta qué punto eso es necesario lo prueba precisamente ahora el oportunismo que comienza a propagarse en una gran parte de la prensa socialdemócrata. Por temor a un restablecimiento de la ley contra los socialistas o recordando ciertas opiniones emitidas prematuramente en el período de la vigencia de dicha ley, se quiere ahora que el partido reconozca el orden legal actual de Alemania suficiente para el cumplimiento pacífico de todas sus reivindicaciones. Quieren convencer a sí mismos y al partido de que "la sociedad actual se integra en el socialismo", sin preguntarse si con ello no está obligada a rebasar el viejo orden social; si no debe hacer saltar esta vieja envoltura con la misma violencia con que un cangrejo rompe la suya; si, además, no tiene que romper en Alemania las cadenas del régimen político semiabsolutista y, por añadidura, indeciblemente embrollado. Se puede concebir que la vieja sociedad sería capaz de integrarse pacíficamente en la nueva en los países donde la representación popular concentra en sus manos todo el poder, donde se puede hacer por vía constitucional todo lo que se quiera, siempre que uno cuente con la mayoría del pueblo: en las repúblicas democráticas, como Francia y Norteamérica, en monarquías, como Inglaterra, donde la inminente abdicación de la dinastía por una recompensa en metálico se debate a diario en la prensa y donde esta dinastía no puede hacer nada contra la voluntad del pueblo. Pero en Alemania, donde el gobierno es casi omnipotente, donde el Reichstag y todas las demás instituciones representativas carecen de poder efectivo, proclamar en Alemania tales cosas y, además, sin necesidad, significa quitar la hoja de parra al absolutismo y colocarse uno mismo para encubrir la desnudez.


Semejante política sólo puede llevar, en fin de cuentas, al partido a un camino falso. Se plantean en primer plano problemas políticos generales y abstractos, encubriéndose de este modo los problemas concretos más inmediatos, los que se plantean de por sí en el orden del día al ocurrir los primeros grandes acontecimientos, en la primera crisis política. ¿Qué puede resultar de ello, además de que el partido se vea impotente en el momento decisivo, que en los problemas decisivos reine en él la confusión, no exista la unidad, por la simple razón de que estos problemas jamás se han discutido? ¿No volverá a repetirse lo ocurrido en su tiempo con los derechos de aduana, de los que a la sazón se declaró que sólo tenían que ver con la burguesía y que no tocaban para nada el mundo de los trabajadores, en los tiempos en que, por consiguiente, cada uno podía votar como le diese la gana, mientras que ahora muchos caen en el extremo opuesto y, en oposición a los burgueses entregrados al proteccionismo, vuelven a los sofismas económicos de Cobden y Bright, haciendo pasar el más puro manchesterismo [7] por el más puro socialismo? Este olvido de las grandes consideraciones esenciales a cambio de intereses pasajeros del día, este afán de éxitos efímeros y la lucha en torno de ellos sin tener en cuenta las consecuencias ulteriores, este abandono del porvenir del movimiento, que se sacrifica en aras del presente, todo eso puede tener móviles "honestos". Pero eso es y sigue siendo oportunismo, y el oportunismo "honesto" es, quizá, más peligroso que todos los demás.

¿Cuáles son, pues, ahora esos puntos delicados, pero muy esenciales?

Primero.

Está absolutamente fuera de duda que nuestro partido y la clase obrera sólo pueden llegar a la dominación bajo la forma de la república democrática. Esta última es incluso la forma específica de la dictadura del proletariado, como lo ha mostrado ya la Gran Revolución francesa. Es de todo punto inconcebible que nuestros mejores hombres lleguen a ser ministros con un emperador, como, por ejemplo, Miquel. Cierto es que, desde el punto de vista de las leyes, parece que no se permite poner directamente en el programa la reivindicación de la república, aunque, en Francia, eso era posible bajo Luis Felipe, y en Italia lo es incluso ahora. Pero el hecho de que, en Alemania, no se permite siquiera presentar un programa de partido abiertamente republicano prueba hasta qué punto es profunda la ilusión de que en ese país se pueda instaurar por vía idílicamente pacífica la república, y no sólo la república, sino hasta la sociedad comunista.

Por lo demás, se puede incluso, en caso extremo, esquivar el problema de la república. Ahora bien, lo que, a mi juicio, debería y podría figurar en el programa es la reivindicación de la concentración de todo el poder político en manos de la representación del pueblo. Y eso sería, por el momento, suficiente, ya que no se puede ir más allá.

Segundo.

La transformación del régimen político de Alemania. Por una parte, es preciso acabar con la división en pequeños Estados: ¡que se pruebe revolucionar la sociedad mientras existen derechos reservados de Baviera y de Wurtemberg [8] y el mapa de la actual Turingia, por ejemplo, ofrece un aspecto lamentable! Por otra parte, es preciso que deje de existir Prusia, que se desintegre en provincias autónomas, a fin de que deje de gravitar sobre Alemania el espíritu específicamente prusiano. División en pequeños Estados y espíritu específicamente prusiano, tales son los dos lados de la contradicción en que se encuentra hoy Alemania, con la particularidad de que uno de estos lados debe servir constantemente de excusa y de justificación al otro.

¿Qué debe ocupar el lugar de la Alemania actual? A mi juicio, el proletariado no puede utilizar más que la forma de república única e indivisa. La república federal sigue siendo incluso ahora, considerada en conjunto, una necesidad en el inmenso territorio de los Estados Unidos, aunque en el Este comienza ya a ser un obstáculo. Sería un progreso en Inglaterra, donde en dos islas viven cuatro naciones y donde, a despecho de un Parlamento único, existen el uno al lado del otro tres sistemas legislativos distintos. En la pequeña Suiza es ya desde hace mucho tiempo un obstáculo tolerable sólo porque Suiza se contenta con ser un miembro puramente pasivo del sistema europeo de Estados. Para Alemania, una organización federal al estilo suizo sería un regreso considerable. Dos puntos distinguen un Estado federal de un Estado unitario, a saber: cada Estado federado, cada cantón, posee su propia legislación civil y penal, su propia organización judicial; además, a la par que la Cámara del pueblo, existe una Cámara de los representantes de los Estados, en la que cada cantón, grande o pequeño, vota como tal. En cuanto a lo primero, lo hemos superado felizmente y no vamos a ser tan ingenuos como para volver a implantarlo; en cuanto a los segundo, lo tenemos bajo la forma del Consejo federal, del que podríamos prescindir perfectamente, tanto más que nuestro «Estado federal» viene a ser ya la transición al Estado unitario. Y nuestra misión no es hacer que dé marcha atrás la revolución realizada desde arriba en 1866 y 1870, sino, al contrario, lograr que se introduzcan en ella, mediante un movimiento desde abajo, las necesarias adiciones y enmiendas.


Así pues, república unitaria. Pero no en el sentido de la presente República francesa, que no es otra cosa que el Imperio sin emperador [9] fundado en 1798. De 1792 a 1798, cada departamento francés, cada comunidad poseían su completa autonomía administrativa, según el modelo norteamericano, y eso debemos tener también nosotros. Norteamérica y la primera República francesa [10] nos han mostrado y probado cómo se debe organizar esa autonomía y cómo se puede prescindir de la burocracia, y ahora lo muestran aún Australia, el Canadá y las otras colonias inglesas. Semejante autonomía provincial y comunal es mucho más libre que el federalismo suizo, por ejemplo, donde el cantón es, por cierto, muy independiente respecto de la Confederación, pero lo es también respecto del distrito [Bezirk] y de la comunidad. Los gobiernos cantonales nombran a los gobernadores de distritos [Bezirk-statthalter] y los alcaldes, lo que no ocurre en absoluto en los países de habla inglesa y lo que nosotros debemos suprimir con la misma energía que a los consejeros provinciales y gubernamentales [Landrath y Regierungsrat] prusianos.

De todo eso muy poca cosa se podrá incluir en el programa. Y si digo eso es, más que nada, para caracterizar la situación en Alemania, donde no se puede hablar abiertamente de semejantes cosas y para subrayar de este modo hasta qué punto se equivocan los que quieren transformar por vía legal este orden en sociedad comunista. Quiero, además, recordar a la Directiva del partido que existen otros problemas políticos importantes además de la participación directa del pueblo en la legislación y la justicia gratuita, sin las cuales, en fin de cuentas, podemos ir adelante. Visto el estado de inseguridad general, estos problemas pueden adquirir carácter impostergable de un día para otro y ¿qué ocurrirá si no los discutimos de antemano, si no nos ponemos de acuerdo acerca de ellos?


Sin embargo, lo que se puede incluir en el programa y que puede servir de alusión, aunque indirecta, a lo que no se puede decir directamente, es la siguiente reivindicación:

«Administración autónoma completa en la provincia, el distrito y la comunidad a través de funcionarios elegidos sobre la base del sufragio universal. Supresión de todas las autoridades locales y provinciales nombradas por el Estado».

Aquí me resulta más difícil que a ustedes, sobre el terreno, juzgar de si se pueden formular algunas reivindicaciones programáticas más con motivo de los puntos que acabamos de examinar. Pero es deseable que estos problemas se discutan en el partido antes de que sea tarde.

1) No está clara para mí la diferencia entre el «derecho de elección y el derecho de voto», así como entre «elecciones y votación». Caso de que fuese necesaria esa diferenciación, habría que expresarla de una manera más clara o explicar en un comentario que acompañase el proyecto.

2) «Derecho de proposición o de veto del pueblo». ¿A qué se refiere eso? Habría que añadir: para todas las leyes o resoluciones de la representación nacional.

5) La Iglesia se separa completamente del Estado. Para el Estado todas las comunidades religiosas sin excepción son sociedades privadas. Estas pierden toda subvención a costa de los recursos públicos y toda influencia en las escuelas públicas. (Sin embargo, no se les puede prohibir que funden escuelas propias con sus recursos propios y que enseñen allí sus sandeces.)

6) El punto de la «escuela laica» desaparece en ese caso, ya que pertenece al párrafo precedente.

8 y 9) Aquí yo quisiera fijar la atención en lo siguiente: estos puntos exigen la estatificación 1) de la abogacía, 2) del servicio médico, 3) de las farmacias, del trabajo de los dentistas, las comadronas, los hospitales, etc., etc., y a continuación se plantea también la reivindicación de estatificar totalmente los seguros obreros. ¿Se puede confiar todo eso al señor de Caprivi? ¿Concuerda eso con la declaración hecha antes contra todo socialismo de Estado?

10) Yo diría aquí: «Impuestos... progresivos para cubrir todos los gastos en el Estado, los distritos y la comunidad, en la medida en que los impuestos sean necesarios. Supresión de todos los impuestos indirectos, ya sean los del Estado, ya los locales, ya los distintos derechos, etc.». El resto sobra y no es más que un comentario o exposición de motivos que debilita la impresión.


III. REIVINDICACIONES ECONOMICAS


Párrafo 2. En ninguna parte más que en Alemania, el derecho de asociación necesita protección contra el Estado.


La frase final «para reglamentar...» habría que agregarla como artículo 4, redactándolo adecuadamente. Con tal motivo convendría hacer notar que, con las cámaras de trabajo, integradas, en una mitad, por obreros y, en otra, por empresarios, haríamos el primo. Con ese sistema, a lo largo de muchos años la mayoría estaría siempre con los patronos, para lo cual bastaría una oveja sarnosa entre los obreros. Si no se hace la reserva de que, en los casos de litigio, las dos mitades emitirán separadamente su fallo, sería preferible tener una cámara de empresarios y, ademásuna cámara de obreros independiente.

Para terminar, yo pediría que se comparase el proyecto una vez más con el programa francés [11], donde precisamente en el apartado III parece haber algo mejor. Cuanto al programa español [12], desgraciadamente, por falta de tiempo, no puedo encontrarlo; es también muy bueno en muchos aspectos.


SUPLEMENTO AL APARTADO I


1) Suprimir «Gruben» y «Minen» y añadir «ferrocarriles y otros medios de comunicación».

2) En manos de sus acaparadores (o sus propietarios), los medios de trabajo de la sociedad se han convertido en medios de explotación. El avasallamiento económico, determinado por eso, de los obreros por los acaparadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de vida, es la base de todas las formas de esclavitud: miseria social, menoscabo intelectual y dependencia política.


3) Bajo esta explotación, la acumulación de la riqueza producida por los explotados aumenta en las manos de los explotadores —los capitalistas y los grandes propietarios de tierras— con creciente rapidez; la distribución del producto del trabajo entre los explotadores y los explotados se hace cada vez más desigual, crece el número de proletarios y se agrava más y más el carácter precario de su existencia, etc.

4) Tachar «privada» (la producción)... empeoran aún más... como consecuencia de la ruina de las clases medias urbanas y rurales, los pequeños burgueses y los pequeños campesinos, hacen más ancho (o más profundo) el abismo que media entre los poseedores y los desposeídos, erigen en estado normal de la sociedad la inseguridad general y ofrecen la prueba de que la clase de los acaparadores de los medios de trabajo sociales han perdido tanto la misión como la capacidad de ejercer la dirección económica y política.

5) de «sus» causas.

6) ...transformación de la producción capitalista, que se practica en beneficio de particulares o de sociedades por acciones, en producción socialista practicada en beneficio de toda la sociedad y con arreglo a un plan trazado de antemano; transformación para la cual la sociedad capitalista ha creado las condiciones materiales e intelectuales y sólo a través de la cual se realizará la emancipación de la clase obrera y, con ello, la emancipación de todos los miembros de la sociedad sin excepción.

7) La emancipación de la clase obrera sólo puede ser obra de la clase obrera misma. De suyo se entiende que no puede confiar su emancipación a los capitalistas ni a los grandes propietarios de tierras, sus enemigos y explotadores, ni a los pequeños burgueses y pequeños campesinos, agobiados por la competencia de los grandes explotadores y situados ante el dilema: ponerse al lado de estos últimos o al lado de los obreros.

8)...con los obreros que han adquirido la conciencia de su situación de clase, etc.

9)...implanta...y que, por tanto, reúne en una sola mano la fuerza de la explotación económica y de la opresión política del obrero.

10)...de la dominación de clase y de las clases mismas, por los derechos iguales y los deberes iguales de todos sin distinción, etc... ni de origen (borrar el resto). Sin embargo, frena su lucha por... la humanidad el régimen político caduco que reina en Alemania. Debe comenzar por conquistar una arena libre para el movimiento, suprimir los múltiples vestigios del feudalismo y del absolutismo, finalmente, ejecutar el trabajo que los partidos burgueses alemanes no son capaces de llevar a cabo, porque han sido y siguen siendo demasiado pusilánimes para ello. Por eso, debe, al menos en el presente, incluir en su programa las reivindicaciones que la burguesía ha satisfecho ya en otros países civilizados.



_______________________
NOTAS
[*] Véase la presente edición [Marx & Engels, Obras Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974)], t. 2, pág. 14. (N. de la Edit.)
[**] Véase el presente tomo [Marx & Engels, Obras Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. III], pág. 460. (N. de la Edit.)
[***] Véase el presente tomo [Marx & Engels, Obras Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. III], pág. 461. (N. de la Edit.)
[****] Véase el presente tomo [Marx & Engels, Obras Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. III], pág. 461. (N. de la Edit.)

[1] El trabajo "Contribución a la crítica del programa socialdemócrata de 1891" representa un modelo de lucha intransigente de Engels contra el oportunismo por un programa revolucionario marxista de la socialdemocracia alemana. Sirvió de motivo inmediato para él el proyecto de programa del Partido Socialdemócrata Alemán mandado a Engels. El proyecto había sido redactado por la dirección del partido para el Congreso de Erfurt, en el que había que aprobar un nuevo programa en sustitución del programa de Gotha de 1875. Las observaciones críticas de Engels, así como el trabajo de Marx "Crítica del Programa de Gotha" publicado entonces a insistencia suya (véase el presente tomo, págs. 5-27) ejercieron gran influencia en la marcha sucesiva de la discusión y la elaboración del proyecto de programa.

El programa aprobado en el Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán que se celebró en Erfurt del 14 al 21 de octubre de 1891, fue un gran paso adelante en comparación con el programa de Gotha; fueron eliminados del programa del partido los dogmas lassalleanos reformistas, se formularon de un modo más exacto las reivindicaciones políticas y económicas. El programa ofrecía una argumentación científica de la inevitabilidad del hundimiento del régimen capitalista y su sustitución con el socialista, se indicaba claramente que el proletariado debía conquistar el poder político para llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad.

Al propio tiempo, el programa de Erfurt padecía de graves deficiencias, de las que la principal era la ausencia de la tesis sobre la dictadura del proletariado como instrumento de transformación socialista de la sociedad. De este modo, la observación más importante de Engels no fue tomada en consideración al ser elaborado el texto definitivo del programa.
La dirección de la socialdemocracia no publicó durante mucho tiempo el trabajo de Engels "Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891"; la obra sólo apareció en la revista "Neue Zeit" en 1901.

[2] El trabajo de Marx Crítica del Programa de Gotha, escrito en 1875, consta de observaciones crí al proyecto del futuro partido obrero unificado de Alemania. El proyecto pecaba de graves errore y hacía concesiones de principio a los lasalleanos. Marx y Engels, a la vez que aprobaban de la creación del partido socialista único de Alemania, se pronunciaban en contra del compromiso ideológico con los lasalleanos y lo sometieron a dura crítica.

[3] La ley de excepción contra los socialistas fue promulgada en Alemania el 21 de octubre de 1878. En virtud de esta ley fueron prohibidas todas las organizaciones del Partido Socialdemócrata y las organizaciones obreras de masas, suspendida la prensa obrera, confiscadas las publicaciones socialistas y represaliados los socialdemócratas. Bajo la presión del movimiento obrero de masas, la ley fue derogada el 1 de octubre de 1890.
[4] La Constitución de la Confederación Germánica del Norte fue ratificada el 17 de abril de 1867 por el Reichstag (Parlamento) Constituyente de la Confederación y refrendaba el dominio efectivo de Prusia en la Confederación. El rey de Prusia fue declarado presidente de la Confederación y comandante en jefe de las fuerzas armadas federales, se le delegaba la dirección de la política exterior. Los poderes legislativos del Reichctag de la Confederación, que se elegía a base del sufragio universal, eran muy limitados; las leyes aprobadas por él entraban en vigor después de ser ratificadas por el Consejo federal, reaccionario por su composición, y refrendadas por el presidente. La Constitución de la Confederación se hizo después base de la Constitución del Imperio alemán.
Según la Constitución de 1850, en Prusia se conservaba la cámara alta, compuesta preferentemente de representantes de la nobleza feudal («cámara de los señores»), los poderes del landtag (parlamento) eran muy limitados, viéndose éste privado de la iniciativa legislativa. Los ministros los nombraba el rey y eran responsables sólo ante él, el gobierno tenía derecho de crear tribunales especiales para ver las causas de alta traición. La Constitución de 1850 quedó en vigor en Prusia incluso después de la formación del Imperio alemán en 1871.
[5] El llamado conflicto constitucional entre el gobierno prusiano y la mayoría liberal burguesa del landtag surgió en febrero de 1860, cuando ésta se negó a aprobar el proyecto de reorganización del ejército, presentado por el ministro de la guerra von Roon. En marzo de 1862, la mayoría liberal se negó otra vez a aprobar los gastos de guerra, después de lo cual el gobierno disolvió el landtag y convocó nuevas elecciones. A fines de septiembre de 1862 se formó el ministerio contrarrevolucionario de Bismarck, que en octubre del mismo año volvió a disolver el landtag y comenzó a aplicar la reforma militar, gastando medios sin la ratificación del landtag. El conflicto sólo se resolvió en 1866, cuando, después de la victoria de Prusia sobre Austria, la burguesía prusiana capituló ante Bismarck.
[6] Engels agrupa aquí irónicamente bajo una sola denominación a dos Estados «soberanos» enanos que se incorporaron en 1871 al Imperio alemán: Reuss-Greiz y Reuss-Greiz-Schleiz-Lobenstein-Ebersdorf, que pertenecían respectivamente a los príncipes de Reuss de la línea mayor y menor.
[7] Manchesterismo, la escuela de Mánchester: tendencia del pensamiento económico que reflejó los intereses de la burguesía industrial. Los librecambistas, adeptos de esta tendencia, abogaron por la libertad de comercio y la no ingerencia del Estado en la vida económica. El centro de la agitación de los librecambistas estaba en Mánchester, donde los encabezaban Cobden y Bright, dos fabricantes de tejidos.
[8] Progresistas: representantes del partido burgués prusiano formado en junio de 1861. El partido progresista exigía la unificación de Alemania bajo la hegemonía de Prusia, la convocación del Parlamento de toda Alemania y la creación de un ministerio liberal responsable ante la Cámara de diputados.
[9] Se trata de la dictadura de Napoleón Bonaparte, que se proclamó primer cónsul a raíz del golpe de Estado del 18 brumario (el 9 de noviembre) de 1799. Este régimen sustituyó al republicano establecido en Francia el 10 de agosto de 1792. En 1804, en Francia fue establecido oficialmente el Imperio y Napoleón fue proclamado emperador.
[10] La primera República existió en Francia de 1792 a 1799.
[11] Engels alude al programa del Partido Obrero francés aprobado en el Congreso del Havre de noviembre de 1880. En mayo de 1880 Julio Guesde, uno de los dirigentes de los socialistas franceses, vino a Londres, donde en colaboración con Marx, Engels y Lafargue elaboró el texto del programa. La introducción teórica al programa la dictó Marx a Guesde.
[12] El Programa del Partido Socialista Obrero de España fue aprobado en el Congreso de Barcelona en 1888.





 Federico Engels. Una crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891




El programa de Erfurt. Socialdemocracia 1891



F. ENGELS.  CARTA A K. KAUTSKY (23 de febrero de 1891)

Londres, 23 de febrero de 1891


El kautskismo




Karl Kautsky. La lucha de clases (Programa de Erfurt) 1892. 





Carlos Marx Crítica del programa de Gotha 1875






CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA Carlos Marx / CRÍTICA DEL PROGRAMA DE ERFURT Federico Engels






Programa Erfurt



Rosa Luxemburgo. Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia de la socialdemocracia internacional (1916)




El Programa de Erfurt. Reloaded casi 125 años más tarde



La lectura del Programa de Erfurt (1891) sorprende por cuántas de las reivindicaciones que se proponían en favor de la clase obrera son hoy en día una realidad y cuántas de estas conquistas están en peligro, las victorias parciales y los grandes temas que afectan al capital y no se consiguieron

Por José Iglesias Fernández


Get up, stand up, for your rights. Popular


La lectura del Programa de Erfurt (1891) me sorprende y llama la atención en dos dimensiones: una, cuántas de las reivindicaciones que contiene y se proponían en favor de la clase obrera son hoy en día una realidad en muchos Estados de los países desarrollados; dos, así como cuantas de estas conquistas sociales arrancadas al capitalismo están hoy en día en vías de que el sistema las vuelva a fagocitar. Esto nos demuestra que los derechos se ganan mediante las luchas sociales, pero se pierden en la medida que desaparecen. Es decir, de aquel programa de los socialistas alemanes que querían conseguir para la clase obrera grandes conquistas sociales y políticas, distinguimos y evaluamos los dos grupos mencionados:
Dentro del sistema, se han conseguido victorias parciales, tales como:
  • 1) Derecho al sufragio universal.
  • 2) Elección directa del legislativo; del poder jurídico; control de los impuestos.
  • 3) Control de la guerra y la paz por el legislativo.
  • 4) Abolición de leyes que discriminen la mujer.
  • 5) Libertad de expresión y asociación; libertad religiosa pero en lo privado.
  • 6) Secularización del sistema escolar.
  • 7) Libre administración de la justicia y asistencia gratuita.
  • 8) Sanidad pública.
  • 9) Impuestos a la propiedad; abolición de los impuestos indirectos o discriminatorios.
  • 10) Legislación laboral favoreciendo la jornada de ocho horas, la protección infantil, el trabajo nocturno, el descanso semanal, la higiene y las condiciones laborales, libertad de sindicación, seguros y mutualidades.
Siguen sin tocarse los grandes temas que afectan al capitalismo, tales como:
  • a) La propiedad privada permanece intocable y sigue concentrándose en muy pocas empresas o personas.
  • b) La propiedad privada de los medios de producción, intocable y no cuestionada por las organizaciones que dicen representar a los trabajadores, sigue siendo uno de los instrumentos que sostienen el poder de los capitalistas y mantienen en la miseria y la opresión a la clase obrera.
  • c) “El gran aumento de productividad aportado por la actividad humana continua siendo acaparado por los monopolios (industriales y agrícolas)”.
  • d) Las frecuentes crisis sistémicas siguen “agrandado la distancia entre propietarios y no propietarios”.
  • e) La emancipación y transformación social, “no sólo del proletariado, sino de toda la raza humana”, ya no es un objetivo de las clase obrera en sí, y menos de las organizaciones que dicen representarla.
  • f) Desde la Revolución Francesa, con la incorporación de los Derechos del Ciudadano,[1] se han ganado derechos políticos, e incluso los partidos de izquierda han entrado en la casa del amo, pero no por ello han podido disolver la propiedad privada y convertirla en comunitaria.
  • g) La emancipación mundial de la clase trabajadora se ha visto mundialmente torpedeada por visiones nacionalistas, siendo el Partido Socialdemócrata Alemán uno de los primeros en abandonar tal objetivo internacionalista.


Derechos que nunca fueron completos o están en retroceso:
  • 1) El sufragio universal siempre se vio limitado por la ley d’Hont.
  • 2) En la mayoría de países sólo se vota al legislativo; este se encarga, en segundo grado, de elegir el ejecutivo, el judicial y otros poderes administrativos.
  • 5) Libertad de expresión y asociación condicionada; apoyo del Estado a las diversas expresiones religiosas; en España, dominio de los acuerdos establecidos con la Santa Sede.
  • 6) Secularización parcial del sistema escolar; fuerte apoyo económico e ideológico a la “escuela concertada”.
  • 7) La administración de la justicia, especialmente en los altos tribunales, refleja la defensa de los compromisos con los grandes poderes contraídos por el sistema de partidos; y la asistencia legal gratuita comienza a estar muy recortada.
  • 8) Los recortes en la sanidad pública, así como en la educación y otros programas asistenciales, son conocidos; el sepelio nunca fue gratuito.
  • 9) Tendencia a eliminar los impuestos a la propiedad y reducir el de las rentas altas; aumento de los impuestos indirectos o discriminatorios.
  • 10) Endurecimiento de las leyes laborales con tendencia a la implantación del sistema de trabajo que se practica en las zonas francas implantadas por todo el planeta: sin contratos, jornales de miseria, jornadas laborales establecidas por las empresas, explotación del trabajo infantil y femenino, trabajo nocturno cuando sea necesario, descanso semanal regulado, sin higiene ni condiciones laborales, prohibida la sindicación y el derecho de huelga, sin seguros ni mutualidades, precariedad de vida, etc.
Autocrítica, evaluación e interrogantes


Comencemos por algunas preguntas. Si a nivel de Estado español hay, según quien los cuente, 8, 10 o 15 millones de pobres, ¿por qué no se manifiestan y prefieren pasar por los bancos de alimentos y organizaciones dedicadas a la asistencia caritativa? Si hay alrededor de 4,5 millones de trabajadores en paro crónico, y en casi 2 millones de familias, nadie trabaja, ¿por qué no se manifiestan protestando en las calles diariamente contra esta situación? Si la desigualdad puede cuantificarse aproximadamente entre una persona rica por cada noventa pobres, ¿por qué no se manifiestan protestando en las calles diariamente contra esta situación? Tanta injusticia como observamos, tanto <<no hay derecho>> como oímos, apenas tiene repercusión política ni social. Las organizaciones relacionadas directamente con estos colectivos, especialmente las ONGs, ni los organizan, y menos los conciencian para que asuman las movilizaciones. Además, podemos destacar que “hasta hoy predominan los síntomas capitalistas”.[2]


¿Por qué ocurre esta atonía en lo que tendría que ser una constante lucha de clases?, preguntamos. Seguro que cada persona, cada grupo de izquierdas, tiene su explicación. Una de ellas, pienso, pudiera ser que todo esto ocurre porque, debido a que se insistió en que los partidos, los sindicatos y otras <<organizaciones de clase>> tenían que formar la vanguardia de la clase obrera, reducida toda ella a una masa de trabajadores, que serían representados por estas organizaciones en las instituciones políticas capitalistas, y que, como reconoce Kaustky, comentando la redacción que hizo él mismo del Programa de Erfurt, dice que “la transformación socialista de la sociedad debía ser efectuada por un gobierno legitimado por elecciones democráticas”, estas siguen esperando pasivamente la llamada a la movilización. Es más, en el texto se afirma que sin tomar primero el poder político no es posible conseguir el resto de la transformación de la sociedad. [3] Y es que siempre se ha considerado a la clase obrera como sujeto activo, pero dirigido desde una vanguardia ilustrada, como si de una relación pastor-rebaño se tratase. De aquí que piense que todos han querido y quieren mangonear la clase obrera a su antojo. Una manera de decir, como pensaban los socialistas fabianos, que todo lo hacemos para los obreros, pero sin la clase obrera. Y así transcurre la historia de la lucha de clases…


Vamos dejar que Kautsky resuma la validez de su propio programa. Este autor, tiempo más tarde, diría: “el capitalismo parecía haber cambiado totalmente, y en sentido favorable al proletariado, puesto que en la era de prosperidad se elevan los salarios, crece el poder de las organizaciones gremiales y disminuye la desocupación. [Pero], bajo esas circunstancias nació el revisionismo, es decir la opinión de que varios conceptos fundamentales del Capital de Marx, y por consiguiente del programa de Erfurt, eran falsos o habían quedado rezagados”. Mi opinión es que el programa nunca se enfrentó realmente a los fundamentos del capitalismo: propiedad, poder, estado, estructuras verticales y representativas, etc. Aún que por otras razones, el autor nuevamente admitiría que el programa había quedado desfasado, y vuelve a repetir que, “después de la revolución de 1918 ya era también insuficiente el programa de Erfurt. Las reivindicaciones más apremiantes que había formulado estaban satisfechas en gran parte, por lo que resultaba sin objeto”.
La lectura del Programa de Erfurt abre varios interrogantes. En estos momentos del nivel de desarrollo del capitalismo:
  • ¿Quiénes han de ser los sujetos activos colectivos e individuales? ¿Partidos, sindicatos, organizaciones, movimientos sociales, colectivos, etc.)?¿Sigue teniendo sentido hablar de masas de obreros, de ciudadanos, etc.?, ¿Obreros, ecologistas, feministas, antirracistas y antimilitaristas, o todos juntos?
  • ¿Qué alianzas, qué valores mínimos a compartir con los sujetos potencialmente aliados?
  • ¿Cómo organizarse, asamblearia u horizontalmente, o jerárquica y verticalmente?
  • ¿Ámbito local (municipal con posibles federaciones o confederaciones), o de naciones con Estado o en vías de conseguir Estado?
  • ¿Qué derechos se han de reivindicar? ¿Sirve un programa inicial de “mínimos” dentro del sistema, a lo socialdemócrata?, ¿O un programa inicial de “mínimos” contra el sistema, a lo brújula/matriz?
  • ¿Es indispensable establecer un orden de toma del poder: político, económico, social, ciudadano, o hay una dialéctica entre ellos que no se puede separar?
  • ¿Qué papel se le asigna al poder estatal en la transición?, ¿con o sin Estado?
  • ¿Se puede señalar en qué momento se aborda la abolición de la propiedad privada?, ¿debe figurar su abolición desde un principio en el programa como algo prioritario?, ¿propiedad estatal o propiedad comunal?
  • ¿Debe establecerse un punto de llegada en el proceso transformador? Si no, ¿cómo orientarse durante el cambio?
José Iglesias Fernández
Barcelona, 6 enero del 2015.
[1] Artículo sexto. “La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen el derecho de participar personalmente o por medio de sus representantes en su formación. Debe ser la misma para todos, tanto si protege como si castiga. Todos los ciudadanos, al ser iguales ante ella, son igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según su capacidad y sin otra distinción que la de sus virtudes y la de sus talentos”.
[2] Karl Kautsky (coautor). El Programa de Erfurt. En http://www.revistasocialista.com.ar/node/138. Versión inglesa.
[3] “Without political rights, the working class cannot carry on its economic struggles and develop its economic organization. It cannot bring about the transfer of the means of production into the possession of the community without first having obtained political power”.




[2] Karl Kautsky (coautor). El Programa de Erfurt.



Introducción

Cuatro años después de la creación del Imperio Alemán en 1871, bajo el mando del Canciller Otto Von Bismark, diferentes corrientes del movimiento obrero de ese país se unifican en el Partido Socialista de los Trabajadores Alemanes. Ese mismo año de 1875, adoptan el programa votado en la ciudad de Gotha, duramente criticado por Karl Marx y Friedrich Engels en atención a la notoria influencia del pensamiento de Ferdinand Lassalle. Éste proponía una actitud de colaboración con ese estado que entonces comenzaba a erigirse en potencia. Entendía que la acción organizada del movimiento obrero podía influir sobre él y apostaba a la vez a la obtención de concesiones inmediatas en beneficio de las clases trabajadoras.


Ante la profundización de la política represiva del régimen bismarkiano para con los socialistas, a los que proscribió en 1878, y cualquier expresión organizada del movimiento obrero, las posiciones de Gotha apenas pudieron sostenerse y en 1890, con la vuelta a la legalidad de la socialdemocracia alemana, el partido adoptó posiciones con un sentido más radical que las sostenidas hasta entonces.

El programa de Erfurt —por la ciudad en que se realizó la reunión fue así el documento que sintetizó los nuevos parámetros tácticos y estratégicos del partido que, aunque adoptando posiciones netamente marxistas, continuó asumiendo que la transformación socialista de la sociedad debía ser efectuada por un gobierno legitimado por elecciones democráticas.


En octubre de 1891, el Partido Socialdemócrata de Alemania, reunido en congreso nacional, proclamó el nuevo programa, que suplantaba al sancionado en Gotha 16 años antes. Redactado por Karl Kautsky, Eduard Bernstein y August Bebel, y bajo la revisión de Friedrich Engels, el SPD asumía con su promulgación una marcada posición revolucionaria con respecto al estado alemán y centraba su acción en la lucha de clases abierta, mediante la cual el proletariado debía fijarse el objetivo político fundamental de abolir el capitalismo. Cuatro décadas después del Congreso de Erfurt, el número 18 de la Revista Socialista de noviembre de 1931, publicó un artículo escrito especialmente para la publicación por Kautsky, uno de los coautores de aquel histórico programa.


Nacido en Praga el 18 de octubre de 1854, Kautsky se convirtió en miembro del Partido Socialdemócrata Austríaco en 1875. Residió entre 1885 y 1890 en Londres, donde conoció y trabó amistad con Engels, de quien adquirió sólidos conocimientos teóricos sobre la obra de Marx.


Se convirtió así en uno de los principales intelectuales de esa corriente de pensamiento.

Su amplia influencia ideológica hacia el interior de la socialdemocracia alemana y su rol de “heredero” intelectual de Engels lo llevaron a polemizar con figuras como Bernstein, en torno a su marxismo revisionista, y Rosa Luxemburgo, sobre la cuestión de la huelga general revolucionaria, entre otras cuestiones.


Falleció exiliado en Ámsterdam, el 17 de octubre de 1938, en pleno apogeo del régimen nazi en Alemania.

En el texto que reproducimos a continuación, Kautsky repasa el itinerario político, social e intelectual que recorrió el programa de Erfurt.

Rescata su valor histórico, pero a la vez reflexiona a modo de balance acerca de los alcances y límites del marxismo en el contexto de una Europa entonces herida por el avance de los regímenes fascistas.


El programa de Erfurt

En el año en curso cumplirán cuatro decenios desde que la Socialdemocracia de Alemania se dio un nuevo programa, en el congreso nacional de Erfurt (14-20 de octubre de 1891), programa que es de excepcional importancia en la historia del socialismo, puesto que en el orden cronológico de los programas de Partidos Socialistas era el primero que llevara un sello característicamente marxista y que lograra una significación internacional.


Me coloca en situación algo embarazosa el tratar este asunto, puesto que he tenido una activa participación en la elaboración de ese programa.

Pero difícilmente puedo sustraerme a esa obligación.
Quizás no falte quien ponga en tela de juicio la afirmación de que el programa de Erfurt fue el primer programa de partido marxista en la historia de los Partidos Socialistas. Ya en mayo de 1880, Marx había elaborado un programa de partido, conjuntamente con Engels, Lafargue y Guesde, que habían venido a Londres a efectos de confeccionar un programa que pudiera servir para la formación de un Partido Obrero Socialista en Francia. Y en efecto, el congreso socialista del Havre (noviembre de 1880) aceptó ese programa por gran mayoría.


La introducción y los considerandos (“Erwagungen”) del programa proceden totalmente de Marx. Hay al respecto una carta de Engels a Bernstein.


“En mi habitación —dice la carta— y en mi presencia y la de Lafargue, Marx le dictó (a Guesde) los considerandos: no hay emancipación posible para los trabajadores si no en la posesión del instrumento y la materia de su trabajo; y puesto que la posesión individual de los medios de producción es incompatible con los progresos de la técnica económica, sólo queda la posesión colectiva, etc. Esos considerandos son una obra maestra de argumentación impresionante, fácil de explicar a las masas en pocas palabras, y cuya forma concisa me asombró a mí mismo.”

Esto es perfectamente exacto, pero, asimismo, no calificaría yo de marxista al programa de Marx de 1880, puesto que pudo ser aceptado por muchos socialistas no marxistas.


Pero sería ridículo, por otra parte, sostener que Marx no era capaz de expresar su punto de vista en forma definida y acentuada. Si esto último no ocurrió, no deben buscarse las causas de ello en Marx, sino en la situación histórica.


La comprensión del modo de pensar de Marx se hallaba limitada todavía a un número muy reducido de personas. La clase obrera no hubiera comprendido un programa netamente marxista. Pero para Marx tenía más importancia un paso positivo hacia adelante, para el movimiento, que una docena de programas. Consideraba entonces que lo más importante para Francia era la organización de un partido socialista de la clase obrera. Para ello, el programa debía ser de tal índole que, facilitando la propaganda marxista, no ahuyentara a los partidarios de la lucha de clases que no llegaban a entender la doctrina de Marx, pero se mostraban dispuestos a obrar prácticamente en el mismo sentido que ella.


Pasaron todavía varios años antes de que el marxismo consciente se extendiera a más amplios círculos. Baste saber que en 1884, después de la publicación de un artículo mío en el que hablaba de la doctrina de Marx, me escribió Engels que me había anticipado.

Empero, estaba ya en pleno “devenir”. Varios socialistas —teóricos y prácticos—, habían empezado a estudiar y a difundir la doctrina de Marx. Es lo que hacían los ya mencionados Guesde y Lafargue, en Francia; Hyndman y Bax, en Inglaterra; Plejanov y Alxerold, en Rusia; Bernstein y yo, en Alemania. Los marxistas británicos son los que menos éxito obtuvieron. Los mismos socialistas británicos nombrados nunca fueron marxistas muy consecuentes. Son contados hasta hoy los marxistas en Inglaterra, y aun el concepto de éstos difiere a menudo del de sus camaradas continentales.


También en Francia chocó el método marxista con grandes dificultades.

Donde echó las raíces más profundas la teoría del marxismo es entre los intelectuales de Rusia. En las masas, en cambio, la teoría marxista y la práctica de la lucha de clases proletaria contra el desarrollo capitalista, tuvo principalmente influencia en las regiones de habla alemana.

Y este proceso de penetración se efectuó bajo las condiciones más penosas: durante las leyes contra los socialistas, cuando la Socialdemocracia alemana no era todavía marxista. Al mismo tiempo que sostenía su lucha contra la policía, el Partido Socialdemócrata luchaba por la claridad de sus principios. Idéntica tarea se llevaba a cabo en la misma época en Rusia y en Austria, siguiéndose en esta última nación las huellas de Alemania.


Cuando, después de los daños ocasionados por la situación excepcional y por la escisión, se organizó de nuevo el Partido Socialdemócrata austríaco, en el congreso de Hainfeld, de fines de diciembre de 1889, pisaba ya terreno marxista, y tenía por cabeza dirigente a Víctor Adler, marxista consciente y consecuente. Quedó esto demostrado en el programa expuesto por Adler y aceptado por el congreso.


Empero, no era todavía suficientemente acentuado el carácter marxista de las resoluciones de ese congreso, como para hacer época.

Esto era tanto menos posible cuanto que el movimiento austríaco tenía entonces escasa importancia y era poco tenido en cuenta por los demás partidos socialistas.


Otra cosa era la Socialdemocracia alemana. Constituía ésta el parties entre los intelectuales de Rusia. En las masas, en cambio, la teoría marxista y la práctica de la lucha de clases proletaria contra el desarrollo capitalista, tuvo principalmente influencia en las regiones de habla alemana.

Y este proceso de penetración se efectuó bajo las condiciones más penosas: durante las leyes contra los socialistas, cuando la Socialdemocracia alemana no era todavía marxista. Al mismo tiempo que sostenía su lucha contra la policía, el Partido Socialdemócrata luchaba por la claridad de sus principios. Idéntica tarea se llevaba a cabo en la misma época en Rusia y en Austria, siguiéndose en esta última nación las huellas de Alemania.


Otra cosa era la Socialdemocracia alemana. Constituía ésta el partido socialista más importante del mundo. Había logrado un triunfo sobre el canciller de hierro, ante quien temblaba Europa, haciendo anular las leyes de excepción. En el espacio de tres años había duplicado el total de sus votos (763.000 en 1887; 1.427.000 en 1890), y triplicado el número de sus representantes (11 en 1887; 35 en 1890).


Cuando el partido triunfante se dio un nuevo programa, el hecho repercutió en el mundo entero. Y siendo ese programa de carácter netamente marxista, asumió el marxismo la dirección teórica del socialismo internacional.


Once años de distancia hay entre el congreso del Havre, para el cual había bosquejado Marx el programa del partido francés, y el congreso de Erfurt. Había transcurrido un decenio de activa propaganda marxista.


Se notó el resultado en los proyectos de programa elaborados para el congreso de Erfurt. Eran cuatro, y todos más o menos marxistas.


Uno de ellos, presentado por la dirección del Partido, había sido redactado principalmente por Guillermo Liebknecht, y tenía por base la crítica al programa de Gotha, que el mismo Marx había enviado a Liebknecht en 1875. Además, antes de su publicación el proyecto había sido sometido al criterio de Engels, que aceptó la misión de revisarlo minuciosamente. Sus objeciones al primitivo proyecto, encontradas en los papeles de Liebknecht, fueron publicadas en el Neuen Zeit.


J. Stern, de Stuttgart, elaboró un contraproyecto qué, por desgracia, era excesivamente ingenuo en ciertos puntos. Mejor concepto mereció otro proyecto presentado por camaradas de Magdeburgo, entre los cuales figuraba Paul Kampffmeyer. Pero tenía la desventaja de ser excesivamente largo.


Esos proyectos nos movieron, a Bernstein y a mí, a elaborar un proyecto por nuestra parte. Bernstein tomó a su cargo la exposición de nuestras reclamaciones más inmediatas; y yo redacté la introducción teórica del programa. A los efectos de dar los fundamentos, publicamos en el Neuen Zeit una serie de artículos bajo el título: “Bosquejo del nuevo programa del partido”; de los cuatro artículos, tres eran míos y uno de Bernstein. Y como el todo era fruto de una labor común, el proyecto no fue presentado en nombre de ninguno de nosotros, sino como procedente de la “redacción de Neuen Zeit”.


Partía yo de la convicción de que no hay fundamento más sólido ni más claro a los objetivos del desarrollo social de hoy, y por consiguiente Ma nuestro programa, que aquel que el mismo Marx ha puesto al final de su libro El Capital, en el célebre capítulo sobre la “Tendencia histórica de la acumulación primitiva”. Mi bosquejo era una vulgarización de aquella exposición clásica, y a ello atribuyo la aceptación general que hallara.


Engels consideró mi bosquejo como el mejor, y Bebel se adhirió a ese modo de ver. El congreso de Erfurt nombró una comisión de 21 miembros para el estudio de los proyectos. En el seno de la misma propuso Bebel adoptar mi proyecto como base de discusión. Y con sorpresa de mi parte, así se hizo.


La comisión, que además de Bebel y Liebknecht, integrábamos también Schoenlank, Vollmar, Molkenbhur y yo, en sus discusiones muy minuciosas no modificó nada esencial en mi proyecto, limitándose a cambiar la redacción. Por otra parte, la comisión incorporó a mi proyecto algunas cláusulas sacadas de los demás proyectos, y contra las cuales no tenía yo objeción de principios que hacer.


De poco interés sería para la mayoría de los lectores conocer las modificaciones introducidas en mi proyecto. Quien deseara informarse al respecto, podría compararlo como apareció impreso en Neuen Zeít (LX, 2, P. 825, 826), con el texto conocido que fue adoptado finalmente en el programa. Sólo puedo aprovechar la ocasión para advertir que no me pertenece la forma dada al “proyecto de la redacción de Neuen Zeit, de Stuttgart” en el acto de las sesiones del congreso de Erfurt, impreso en las páginas 16 a 18, y que es una inconcebible e increíble chapucería. Me hace decir ese texto que, contrariamente a todos los demás partidos, la Socialdemocracia constituye una masa reaccionaria. No hay de esto una sola palabra en mi proyecto.


La comisión aprobó finalmente, por unanimidad, el proyecto en la forma que se le había dado. Liebkntecht, aunque un tanto mortificado por el rechazo del proyecto de la dirección del Partido, informó ante el congreso del trabajo de la comisión, el que fue aprobado unánimemente y sin debate. No debe achacarse esto a la falta de interés, sino al hecho lamentable de que casi todo el tiempo del congreso fue dedicado a la dilucidación de diferencias internas, que amenazaban la unidad del Partido. Esas diferencias estaban representadas por Vollmar, a la derecha, a quien se reprochaba su socialismo de Estado, y por los “jóvenes”, a la izquierda, a quienes el Partido no parecía ser suficientemente revolucionario. Desde entonces, muchos de estos “jóvenes” se acercaron a los anarquistas; otros observaron una actitud escéptica con respecto al Partido, y algunos pasaron al campo de la burguesía.


Pero la gran mayoría de ellos se amoldaron a la resolución del congreso de Erfurt y fueron excelentes compañeros de Partido.

Por esas absorbentes cuestiones internas, fueron breves los debates sobre el programa del Partido; pero éstos no hubieran traído ningún cambio esencial. En todas las discusiones sobre el programa en la prensa, en las reuniones preliminares, en la comisión del programa y durante las sesiones del congreso, no se opuso una objeción de principio contra el concepto marxista que ese programa representaba.


Tanto más extraño pareció, pues, que unos años más tarde surgieran vivas críticas a toda la estructura marxista, y por consiguiente al programa de Erfurt, o sea el movimiento llamado del revisionismo, dirigido por hombres que habían tomado una activa participación en la elaboración del programa de Erfurt.


Cuando Marx escribió su Capital, dominaba todavía en el sistema de producción capitalista la libre competencia y el librecambio.

Se desenvolvía dentro de un círculo regular.
No estribaba esto en la falta de consistencia de esos compañeros, sino en el cambio de su modo de ver.

Produjese la crisis de 1873, que no fue seguida de una tan rápida reacción económica como otras veces. Tanto duró y tan cruel fue la crisis, que parecía cercano el fin del capitalismo. Pero cuando se la hubo vencido, en los primeros años del noventa, fue reemplazada por una larga era de prosperidad. Pero ésta surgió de una nueva forma del capitalismo. Los kartels habían sustituido a la libre competencia, y en el lugar de la conquista de los mercados por el librecambio se había entronizado la política proteccionista y de las conquistas coloniales.


El capitalismo parecía haber cambiado totalmente, y en sentido favorable al proletariado, puesto que en la era de prosperidad se elevan los salarios, crece el poder de las organizaciones gremiales y disminuye la desocupación. Bajo esas circunstancias nació el revisionismo, es decir la opinión de que varios conceptos fundamentales del Capital de Marx, y por consiguiente del programa de Erfurt, eran falsos o habían quedado rezagados.


Larga fue la lucha entre los críticos y los defensores de la doctrina de Marx. Aún no había terminado cuando llegó a su fin la prolongada era de prosperidad. Tuvimos otras crisis (1901, 1907), hubo de nuevo desocupación y presenciamos de nuevo los demás fenómenos cuya correlación había demostrado Marx en su Capital. Ni los kartels, ni los elevados aranceles, ni la política colonial contrarrestaron las leyes económicas descubiertas por Marx. Y esas leyes continúan.


¡Y cuánto ha acentuado la guerra mundial los efectos más irritantes de la economía capitalista!

“Véase, por ejemplo, estos dos párrafos del programa de Erfurt, que no figuraban en mi proyecto, sino que fueron sacados del proyecto de la dirección del Partido, y que yo acepté complacido con algún cambio de redacción:


Aumenta de continuo el número de los trabajadores, crece el ejército de los trabajadores excedentes, más aguda se hace cada día la oposición entre explotadores y explotados, acentúase la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, que la sociedad moderna separa en dos campos enemigos, lo que es el distintivo común de todos los países industriales.


Se ahonda más todavía el abismo entre los poseedores y los desposeídos debido a las crisis originadas por la esencia del sistema de producción capitalista, crisis que se hacen cada vez más extensas y destructivas y agravan la inseguridad general.”

No había incluido yo estas sentencias en mi proyecto, porque eran una simple repetición de algo ya contenido en el programa, y trataba de lograr la mayor brevedad posible.


Pero nada tenía que objetarles. Sólo la expresión según la cual la sociedad moderna está dividida en dos campos enemigos parecía poco apropiada, por cuanto sería interpretada en sentido estricto por la masa reaccionaria, restando importancia a las oposiciones que existen en el campo burgués. Pero en cierto sentido la sentencia es exacta.


Todas estas sentencias del programa fueron combatidas más tarde por los revisionistas. Fueron consideradas anticuadas. ¡Empero, nunca fueron tan verdaderas, por desgracia, como en el último decenio!


Insensato sería, sin embargo, sostener que nada ha cambiado en el mundo desde la aceptación del programa de Erfurt.

Bien es cierto que el capital y sus tendencias, no obstante algunas alteraciones, sigue siendo en lo esencial tal cual lo describió Marx en su Capital. Pero no es esto sino un aspecto del desarrollo social de hoy. A eso hace mención Marx en su ya mencionado capítulo sobre la tendencia histórica de la acumulación capitalista:


“A medida que disminuye el número de los magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas las ventajas de ese proceso de transformación, se acrecen la miseria, la opresión, la servidumbre, la degeneración, la explotación; pero también la rebelión de la clase trabajadora, cada vez más numerosa y educada, unida y organizada por el propio mecanismo de la producción capitalista.”


Hay, pues, dos tendencias en el seno del sistema capitalista de producción, que determinan su carácter: la capitalista y la proletaria.


Ninguna de las dos tendencias puede obrar libremente, porque en la lucha de clases cada una de ellas choca con la resistencia de la otra.


Hasta hoy predominan los síntomas capitalistas. Estos pudieron ser estudiados exactamente por Marx, y no han cambiado esencialmente desde la aparición del Capital. Esta obra constituye todavía el mejor punto de partida para la comprensión de las tendencias capitalistas.


En cambio, se fortaleció lentamente la rebelión de la clase trabajadora en constante crecimiento contra el capital. Marx no pudo observar más que sus comienzos en el movimiento cartista, en las sociedades gremiales y en las cooperativas, en la lucha por la reducción de la jornada de trabajo en Inglaterra. Marx falleció precisamente cuando empezaba el poderoso impulso del moderno movimiento obrero, amparado por las conquistas democráticas. Bien es cierto que al respecto, ya en el año 1847, en el Manifiesto Comunista, Marx había previsto la magnitud del papel que desempeñaría el proletariado, surgiendo de su profunda miseria. Lo que no podía prever son las formas en que se manifestó esa elevación. Tampoco podía prever las reacciones que traería esa creciente “rebelión de la clase trabajadora” en los Estados democráticos contra las tendencias de la explotación capitalista. No vemos en el Capital los nuevos problemas de la lucha de clase proletaria.


Para su conocimiento debemos estudiar el presente mismo.

En el mismo sentido, después de la revolución de 1918 ya era también insuficiente el programa de Erfurt. Las reivindicaciones más apremiantes que había formulado estaban satisfechas en gran parte, por lo que resultaba sin objeto.


Pero esto no debe hacernos cerrar los ojos sobre el hecho de que los conocimientos fundamentales de los que ha surgido, y la alta meta que anunciaba, hoy todavía son los mismos para el proletariado combatiente que hace cuarenta años. Seguimos siendo lo que éramos, luchadores contra cada privilegio de clase, contra toda forma de explotación y de opresión, sea que afecte una clase, un partido, un sexo o una raza.







Programa d'Erfurt



El kautskismo
























No hay comentarios:

Publicar un comentario