Friedrich Engels. Contribución a la crítica
del Proyecto de Programa Socialdemócrata de 1891[1]
Escrito: Entre
el 18 y el 29 de junio de 1891.
Primera edición: Sin el suplemento, en la revista Die Neue Zeit, Bd. 1, Nº 1, 1901-1902 y en forma completa, en ruso, en las Obras de C. Marx y F. Engels, 1ª ed., t. XVI, parte II, 1936.
Digitalización: Juan R. Fajardo, para el MIA, 2001.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2001.
El proyecto actual se distingue muy
ventajosamente del programa anterior[2]. Los
numerosos restos de una vieja tradición —tanto la específicamente lassalleana,
como la socialista vulgar— han sido eliminados en lo fundamental; desde el
punto de vista teórico, el proyecto ha sido redactado, en conjunto, sobre la
base de la ciencia actual, lo que hace posible discutirlo sobre dicha base.
El proyecto se divide en tres partes:
I. Exposición de los motivos.
II. Reivindicaciones políticas.
III.
Reivindicaciones concernientes a la protección de los obreros.
[2] El trabajo de Marx Crítica del Programa de Gotha, escrito
en 1875, consta de observaciones críticas al proyecto del futuro partido obrero
unificado de Alemania. El proyecto pecaba de graves errores y hacía concesiones
de principio a los lasalleanos. Marx y Engels, a la vez que aprobaban de la
creación del partido socialista único de Alemania, se pronunciaban en contra
del compromiso ideológico con los lasalleanos y lo sometieron a dura crítica.
[1] El trabajo "Contribución a la crítica del programa
socialdemócrata de 1891" representa un modelo de lucha intransigente de
Engels contra el oportunismo por un programa revolucionario marxista de la
socialdemocracia alemana. Sirvió de motivo inmediato para él el proyecto de
programa del Partido Socialdemócrata Alemán mandado a Engels. El proyecto había
sido redactado por la dirección del partido para el Congreso de Erfurt, en el
que había que aprobar un nuevo programa en sustitución del programa de Gotha de
1875. Las observaciones críticas de Engels, así como el trabajo de Marx
"Crítica del Programa de Gotha" publicado entonces a insistencia suya
(véase el presente tomo, págs. 5-27) ejercieron gran influencia en la marcha
sucesiva de la discusión y la elaboración del proyecto de programa.
El programa aprobado en el Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán que se celebró en Erfurt del 14 al 21 de octubre de 1891, fue un gran paso adelante en comparación con el programa de Gotha; fueron eliminados del programa del partido los dogmas lassalleanos reformistas, se formularon de un modo más exacto las reivindicaciones políticas y económicas. El programa ofrecía una argumentación científica de la inevitabilidad del hundimiento del régimen capitalista y su sustitución con el socialista, se indicaba claramente que el proletariado debía conquistar el poder político para llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad.
Al propio tiempo, el programa de Erfurt padecía de graves deficiencias, de las que la principal era la ausencia de la tesis sobre la dictadura del proletariado como instrumento de transformación socialista de la sociedad. De este modo, la observación más importante de Engels no fue tomada en consideración al ser elaborado el texto definitivo del programa.
La dirección de la socialdemocracia no publicó durante mucho tiempo el trabajo de Engels "Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891"; la obra sólo apareció en la revista "Neue Zeit" en 1901.
I. EXPOSICION DE LOS MOTIVOS EN DIEZ PARRAFOS
Hablando en términos generales, esta parte
adolece del defecto de que trata de conciliar dos cosas inconciliables: servir
de programa y, a la vez, de comentarios de ese programa. Se
tiene miedo de no quedar bastante claro si se escriben fórmulas breves y
convincentes, por cuya razón se insertan comentarios que hacen la exposición
larga y locuaz. A mi modo de ver, el programa debe ser lo más breve y preciso
posible. Poco importa incluso que se encuentre alguna vez una palabra
extranjera o una frase cuyo sentido no se capte íntegramente de golpe. En este
caso, la lectura pública en las reuniones y explicación escrita en la prensa
harán lo necesario, con lo cual, la frase corta y expresiva, una vez
comprendida, se graba en la memoria y se convierte en consigna, lo que jamás
ocurre con una explicación más larga. No se pueden hacer demasiadas concesiones
en aras de la popularidad; no se deben subestimar las facultades intelectuales
y el grado de cultura de muchos obreros, ya que han comprendido cosas mucho más
difíciles que lo que les puede presentar el programa más conciso y más corto; y
si el período de la ley de excepción contra los socialistas [3] hizo más difícil y, en algunos lugares, impidió
por entero la propagación de conocimientos universales entre las masas recién
conquistadas, bajo la dirección de los viejos, será ahora fácil de recuperar lo
perdido, ya que se puede otra vez guardar y leer libremente nuestras publicaciones
propagandísticas.
Procuraré exponer de una manera más breve todo
ese apartado y, si me resulta, lo adjuntaré a la carta o lo más mandaré más
tarde. Por el momento pasaré a los artículos, uno por uno, desde el 1 hasta el
10.
Párrafo 1.- La «separación»,
etc. Bergwerke, Gruben, Minen [minas],
tres palabras para designar una misma cosa; habría que suprimir dos. Yo
dejaría Bergwerke, que es el nombre que se emplea entre nosotros
incluso cuando se hallan en la llanura más llana, y designaría todo con la
expresión más usual. En cambio, añadiría: «ferrocarriles y otros medios
de comunicación».
Párrafo 2.- Aquí
yo incluiría: «En las manos de sus acaparadores (o de sus
propietarios), los medios de trabajo de la sociedad» y más
abajo, «la dependencia.... de los propietarios (o
acaparadores) de los medios de trabajo», etc.
La afirmación de que esos señores han hecho de
todo eso su «propiedad individual» figura ya en el artículo
primero, y aquí se repite con el único fin de introducir la palabra «monopolista».
Pero ni una ni otra palabra añade en absoluto al sentido. Y lo que sobra en un
programa no hace más que debilitarlo.
«Los medios de trabajo necesarios para
la existencia de la sociedad» son siempre precisamente los que
existen a la sazón. Antes de inventarse la máquina a vapor se prescindía de
ella; ahora eso sería imposible. Por cuanto hoy día todos los medios de
trabajo, directa o indirectamente, ya sea por su naturaleza técnica, ya por la
división social del trabajo, son todos medios de trabajo sociales,
estas últimas tres palabras expresan suficientemente, de una manera clara y sin
equívocos, lo que existe en cada momento.
Si el final de este punto ha sido tomado de la
exposición de los motivos de los Estatutos de la Internacional, yo preferiría que
se tomase enteramente: «miseria social (es el Nº1), degradación
intelectual y dependencia política» [*]. La
decadencia física entra en el concepto de miseria social, y la dependencia política
es un hecho, mientras que la privación de los derechos políticos no
es más que una frase declamatoria de valor completamente relativo,
por cuya razón no cabe en un programa.
Párrafo 3.- A mi
modo de ver, hay que cambiar la primera frase.
«Bajo la dominación de
los propietarios individuales».
En primer lugar, lo que se dice a continuación
es un hecho económico, que hay que explicar desde el punto de vista económico.
Ahora bien, la expresión «dominación de los propietarios
individuales» crea la falsa impresión de que es un efecto de la
dominación política de esa banda de salteadores. En segundo
lugar, los propietarios individuales no incluyen sólo a «los capitalistas y los
grandes propietarios de tierras» (¿a qué vienen aquí los «burgueses»?
¿Constituyen una tercera clase de propietarios individuales? ¿Son los grandes
propietarios de tierras también «burgueses»? ¿Se puede, una vez que se trata de
los grandes propietarios de tierras, hacer caso omiso de los colosales restos
de feudalismo, que dejan en Alemania, en toda nuestra porquería política su
impronta específicamente reaccionaria?). Los campesinos y
los pequeños burgueses son también «propietarios
individuales», al menos por el momento; pero no figuran en ninguna parte del
programa, por lo cual hay que expresarse de tal manera que no se les incluya en
general en la categoría de los propietarios individuales de que se trata.
«La acumulación de los medios de trabajo y de
la riqueza producida por los explotados».
La «riqueza» consta: 1) de medios de
producción; 2) de medios de consumo. Por eso es contrario a la gramática y a la
lógica hablar primero de una parte de la riqueza, y luego no
hablar de la otra parte, sino de toda la riqueza, es decir, uniendo la una y la
otra con la conjunción y.
«...aumenta...en las manos de los capitalistas con
una rapidez creciente».
Y ¿adónde fueron a parar los «grandes
propietarios de tierras» y los «burgueses», de los que se acaba de hablar? Si
aquí bastan los capitalistas, quiere decir que antes también bastaba con
mencionar sólo a estos últimos. De entrar en detalles, sólo los capitalistas no
bastan en general.
«El número de proletarios y su miseria crecen
más y más»
Afirmar de esa manera tan absoluta no es
justo. La organización de los obreros y su resistencia creciente sin cesar
levantarán en lo posible cierto dique ante el crecimiento de la miseria.
Pero, lo que crece indiscutiblemente es el carácter precario de la
existencia. Yo lo añadiría.
Párrafo 4.- La
frase:
«La ausencia de plan, que radica en la esencia
misma de la producción capitalista privada», requiere una corrección a fondo.
Yo conozco una producción capitalista como forma de sociedad, como fase
económica, y una producción capitalista privada como fenómeno que
se da bajo una u otra forma dentro del cuadro de esta fase. ¿Qué significa,
pues, la producción capitalista privada? Producción en manos de un
empresario individual; pero ésta es ahora más y más una excepción.
La producción capitalista en manos de las sociedades por acciones no
es ya una producción privada, sino una producción en beneficio de
un gran número de asociados. Y si pasamos de las sociedades por acciones a los
trusts, que someten y monopolizan ramas enteras de la industria, no se trata ya
sólo de que se acaba aquí la producción privada, sino también
la ausencia de plan. Bórrese la palabra «privada», y la frase será,
quizá, aceptable.
«La ruina de vastas capas de la población».
En lugar de esta frase declamatoria, que hace
creer que nos duele todavía la ruina de los burgueses y los pequeños burgueses,
yo aduciría un hecho sencillo: «que, como consecuencia de la ruina de las
clases medias urbanas y rurales, los pequeños burgueses y los pequeños
campesinos, hacen más ancho (o más profundo) el abismo que media entre los poseedores
y los desposeídos».
Las dos frases finales repiten dos veces una
misma cosa. En el suplemento al apartado Ie doy un proyecto de enmienda [**].
Párrafo 5.- En
lugar de «de las causas» hay que poner «de sus causas»;
trátase indudablemente de un error de pluma.
Párrafo 6.- «Bergwerke, Minen, Gruben»:
véase observación más arriba Nº1. —"Producción privada":
véase observación más arriba. —Yo pondría: «Transformación de la producción
capitalista actual, que se practica en beneficio de particulares o de
sociedades por acciones, en producción socialista practicada en beneficio de
toda la sociedad y con arreglo a un plan trazado de antemano; transformación...
sólo a través de la cual se realizará la emancipación de la clase obrera
y, con ello, la emancipación de todos los miembros de la sociedad sin
excepción».
Párrafo 7.- Yo
diría tal y como se propone en el suplemento al apartado I [***].
Párrafo 8.- En
lugar de «con conciencia de clase» [klassen bewusst] abreviatura que en
nuestros medios es evidentemente fácil de comprender, yo diría, en aras de
facilitar su comprensión y su traducción a los idiomas extranjeros: «con los
obreros que han adquirido la conciencia de su situación de clase», o alguna
cosa por el estilo.
Párrafo 9.- La
frase final: «...y que, por tanto, reúne en una sola mano la fuerza de la
explotación económica y de la opresión política».
Párrafo 10.-
Después de las palabras «de la dominación de clase» falta «y de las clases
mismas». La supresión de las clases es nuestra reivindicación fundamental, sin
la cual la supresión de la dominación de clase es una necedad desde el punto de
vista económico. En lugar de «por el derecho igual de todos», yo propongo: «por
los derechos iguales y los deberes iguales de todos», etc.
Los deberes iguales son para nosotros un complemento muy
importante de los derechos iguales democrático-burgueses, que
los priva de su sentido específicamente burgués.
Yo suprimiría de buena gana la frase final:
«En su lucha... son capaces». En virtud de la vaguedad de la expresión «que son
capaces de mejorar la situación del pueblo en general» (¿de
quién se trata?), puede significar todo: derechos aduaneros protectores y libre
cambio, asociaciones corporativas y libertad de oficios, crédito rural, bancos
de cambio, vacunación obligatoria y prohibición de vacunación, alcoholismo y
antialcoholismo, etc., etc. Lo que se debe decir aquí se dice
ya en las frases precedentes; no existe la menor necesidad de subrayar que, al
exigir el todo, tratamos también de cada una de sus partes; me parece que eso
debilita la impresión. Si la finalidad de la frase es servir de medio de
transición a las reivindicaciones particulares, se podría decir, más o menos,
lo que sigue: «La socialdemocracia defiende todas las reivindicaciones que
la acercan a esa meta». («Medidas e instituciones» debe suprimirse por
repetición. Mejor aún sería decir francamente de lo que se trata, a saber: que
es necesario recuperar el tiempo perdido por la burguesía; en ese sentido he
formulado la frase final del suplemento I [****].
Considero que eso es importante, vistas mis observaciones al apartado siguiente
y para argumentar las propuestas que hago ahí.
II. REIVINDICACIONES POLITICAS
Las reivindicaciones políticas del proyecto
tienen un gran defecto. No dicen lo que precisamente debían
decir. Si todas esas 10 reivindicaciones fuesen satisfechas, tendríamos en
nuestras manos más medios para lograr nuestro objetivo político principal, pero
no lograríamos ese objetivo. Desde el punto de vista de los derechos que se
conceden al pueblo y a su representación, la Constitución del Imperio es una
simple copia de la Constitución prusiana de 1850,[4] Constitución
en cuyos artículos ha hallado expresión la más extrema reacción, Constitución
que concede toda la plenitud de poder al gobierno, mientras que las cámaras no
poseen siquiera el derecho de rechazar los impuestos, Constitución con la que,
como ha mostrado el período del conflicto constitucional [5],
el gobierno podía hacer todo lo que se le antojaba. Los derechos del Reichstag
son exactamente los mismos que los de la Cámara prusiana, y precisamente por
eso Liebknecht denominó el Reichstag hoja de parra del absolutismo. Sobre la
base de esa Constitución y la división en pequeños Estados, que legaliza,
partiendo de una alianza entre Prusia y Reuss-Greiz-Schleiz-Lobenstein [6],
cuando uno de los aliados tiene tantas millas cuadradas cuantas pulgadas
cuadradas posee otro, sobre semejante base es absurdo a todas luces querer
llevar a cabo la «transformación de los medios de trabajo en propiedad común».
Pero sería peligroso tocar ese tema. No
obstante, sea como fuere, las cosas deben ponerse en marcha. Hasta qué punto
eso es necesario lo prueba precisamente ahora el oportunismo que comienza a
propagarse en una gran parte de la prensa socialdemócrata. Por temor a un
restablecimiento de la ley contra los socialistas o recordando ciertas
opiniones emitidas prematuramente en el período de la vigencia de dicha ley, se
quiere ahora que el partido reconozca el orden legal actual de Alemania
suficiente para el cumplimiento pacífico de todas sus reivindicaciones. Quieren
convencer a sí mismos y al partido de que "la sociedad actual se integra
en el socialismo", sin preguntarse si con ello no está obligada a rebasar
el viejo orden social; si no debe hacer saltar esta vieja envoltura con la
misma violencia con que un cangrejo rompe la suya; si, además, no tiene que
romper en Alemania las cadenas del régimen político semiabsolutista y, por
añadidura, indeciblemente embrollado. Se puede concebir que la vieja sociedad
sería capaz de integrarse pacíficamente en la nueva en los países donde la
representación popular concentra en sus manos todo el poder, donde se puede
hacer por vía constitucional todo lo que se quiera, siempre que uno cuente con
la mayoría del pueblo: en las repúblicas democráticas, como Francia y
Norteamérica, en monarquías, como Inglaterra, donde la inminente abdicación de
la dinastía por una recompensa en metálico se debate a diario en la prensa y
donde esta dinastía no puede hacer nada contra la voluntad del pueblo. Pero en
Alemania, donde el gobierno es casi omnipotente, donde el Reichstag y todas las
demás instituciones representativas carecen de poder efectivo, proclamar en
Alemania tales cosas y, además, sin necesidad, significa quitar la hoja de parra
al absolutismo y colocarse uno mismo para encubrir la desnudez.
Semejante política sólo puede llevar, en fin
de cuentas, al partido a un camino falso. Se plantean en primer plano problemas
políticos generales y abstractos, encubriéndose de este modo los problemas
concretos más inmediatos, los que se plantean de por sí en el orden del día al
ocurrir los primeros grandes acontecimientos, en la primera crisis política.
¿Qué puede resultar de ello, además de que el partido se vea impotente en el
momento decisivo, que en los problemas decisivos reine en él la confusión, no
exista la unidad, por la simple razón de que estos problemas jamás se han
discutido? ¿No volverá a repetirse lo ocurrido en su tiempo con los derechos de
aduana, de los que a la sazón se declaró que sólo tenían que ver con la
burguesía y que no tocaban para nada el mundo de los trabajadores, en los
tiempos en que, por consiguiente, cada uno podía votar como le diese la gana,
mientras que ahora muchos caen en el extremo opuesto y, en oposición a los
burgueses entregrados al proteccionismo, vuelven a los sofismas económicos de
Cobden y Bright, haciendo pasar el más puro manchesterismo [7] por
el más puro socialismo? Este olvido de las grandes consideraciones esenciales a
cambio de intereses pasajeros del día, este afán de éxitos efímeros y la lucha
en torno de ellos sin tener en cuenta las consecuencias ulteriores, este
abandono del porvenir del movimiento, que se sacrifica en aras del presente,
todo eso puede tener móviles "honestos". Pero eso es y sigue siendo
oportunismo, y el oportunismo "honesto" es, quizá, más peligroso que
todos los demás.
¿Cuáles son, pues, ahora esos puntos
delicados, pero muy esenciales?
Primero.
Está absolutamente fuera de duda que nuestro
partido y la clase obrera sólo pueden llegar a la dominación bajo la forma de
la república democrática. Esta última es incluso la forma específica de la
dictadura del proletariado, como lo ha mostrado ya la Gran Revolución francesa.
Es de todo punto inconcebible que nuestros mejores hombres lleguen a ser
ministros con un emperador, como, por ejemplo, Miquel. Cierto es que, desde el
punto de vista de las leyes, parece que no se permite poner directamente en el
programa la reivindicación de la república, aunque, en Francia, eso era posible
bajo Luis Felipe, y en Italia lo es incluso ahora. Pero el hecho de que, en
Alemania, no se permite siquiera presentar un programa de partido abiertamente
republicano prueba hasta qué punto es profunda la ilusión de que en ese país se
pueda instaurar por vía idílicamente pacífica la república, y no sólo la
república, sino hasta la sociedad comunista.
Por lo demás, se puede incluso, en caso
extremo, esquivar el problema de la república. Ahora bien, lo que, a mi juicio,
debería y podría figurar en el programa es la reivindicación de la concentración
de todo el poder político en manos de la representación del pueblo. Y eso
sería, por el momento, suficiente, ya que no se puede ir más allá.
Segundo.
La transformación del régimen político de
Alemania. Por una parte, es preciso acabar con la división en pequeños Estados:
¡que se pruebe revolucionar la sociedad mientras existen derechos reservados de
Baviera y de Wurtemberg [8] y el mapa de la actual Turingia, por ejemplo,
ofrece un aspecto lamentable! Por otra parte, es preciso que deje de existir
Prusia, que se desintegre en provincias autónomas, a fin de que deje de
gravitar sobre Alemania el espíritu específicamente prusiano. División en
pequeños Estados y espíritu específicamente prusiano, tales son los dos lados
de la contradicción en que se encuentra hoy Alemania, con la particularidad de
que uno de estos lados debe servir constantemente de excusa y de justificación
al otro.
¿Qué debe ocupar el lugar de la Alemania
actual? A mi juicio, el proletariado no puede utilizar más que la forma de
república única e indivisa. La república federal sigue siendo incluso
ahora, considerada en conjunto, una necesidad en el inmenso territorio de los
Estados Unidos, aunque en el Este comienza ya a ser un obstáculo. Sería un
progreso en Inglaterra, donde en dos islas viven cuatro naciones y donde, a
despecho de un Parlamento único, existen el uno al lado del otro tres sistemas
legislativos distintos. En la pequeña Suiza es ya desde hace mucho tiempo un
obstáculo tolerable sólo porque Suiza se contenta con ser un miembro puramente
pasivo del sistema europeo de Estados. Para Alemania, una organización federal
al estilo suizo sería un regreso considerable. Dos puntos distinguen un Estado
federal de un Estado unitario, a saber: cada Estado federado, cada cantón,
posee su propia legislación civil y penal, su propia organización judicial;
además, a la par que la Cámara del pueblo, existe una Cámara de los
representantes de los Estados, en la que cada cantón, grande o pequeño, vota
como tal. En cuanto a lo primero, lo hemos superado felizmente y no vamos a ser
tan ingenuos como para volver a implantarlo; en cuanto a los segundo, lo
tenemos bajo la forma del Consejo federal, del que podríamos prescindir
perfectamente, tanto más que nuestro «Estado federal» viene a ser ya la
transición al Estado unitario. Y nuestra misión no es hacer que dé marcha atrás
la revolución realizada desde arriba en 1866 y 1870, sino, al contrario, lograr
que se introduzcan en ella, mediante un movimiento desde abajo, las necesarias
adiciones y enmiendas.
Así pues, república unitaria. Pero no en el
sentido de la presente República francesa, que no es otra cosa que el Imperio
sin emperador [9] fundado
en 1798. De 1792 a 1798, cada departamento francés, cada comunidad poseían su
completa autonomía administrativa, según el modelo norteamericano, y eso
debemos tener también nosotros. Norteamérica y la primera República
francesa [10] nos
han mostrado y probado cómo se debe organizar esa autonomía y cómo se puede
prescindir de la burocracia, y ahora lo muestran aún Australia, el Canadá y las
otras colonias inglesas. Semejante autonomía provincial y comunal es mucho más
libre que el federalismo suizo, por ejemplo, donde el cantón es, por cierto,
muy independiente respecto de la Confederación, pero lo es también respecto del
distrito [Bezirk] y de la comunidad. Los gobiernos cantonales nombran a
los gobernadores de distritos [Bezirk-statthalter] y los alcaldes, lo
que no ocurre en absoluto en los países de habla inglesa y lo que nosotros
debemos suprimir con la misma energía que a los consejeros provinciales y
gubernamentales [Landrath y Regierungsrat] prusianos.
De todo eso muy poca cosa se podrá incluir en
el programa. Y si digo eso es, más que nada, para caracterizar la situación en
Alemania, donde no se puede hablar abiertamente de semejantes cosas y para
subrayar de este modo hasta qué punto se equivocan los que quieren
transformar por vía legal este orden en sociedad comunista. Quiero, además,
recordar a la Directiva del partido que existen otros problemas políticos
importantes además de la participación directa del pueblo en la legislación y
la justicia gratuita, sin las cuales, en fin de cuentas, podemos ir adelante.
Visto el estado de inseguridad general, estos problemas pueden adquirir
carácter impostergable de un día para otro y ¿qué ocurrirá si no los discutimos
de antemano, si no nos ponemos de acuerdo acerca de ellos?
Sin embargo, lo que se puede incluir en el
programa y que puede servir de alusión, aunque indirecta, a lo que no se puede
decir directamente, es la siguiente reivindicación:
«Administración autónoma completa en la
provincia, el distrito y la comunidad a través de funcionarios elegidos sobre
la base del sufragio universal. Supresión de todas las autoridades locales y
provinciales nombradas por el Estado».
Aquí me resulta más difícil que a ustedes,
sobre el terreno, juzgar de si se pueden formular algunas reivindicaciones
programáticas más con motivo de los puntos que acabamos de examinar. Pero es
deseable que estos problemas se discutan en el partido antes de que sea tarde.
1) No está clara para mí la diferencia entre
el «derecho de elección y el derecho de voto», así como entre «elecciones y
votación». Caso de que fuese necesaria esa diferenciación, habría que
expresarla de una manera más clara o explicar en un comentario que acompañase
el proyecto.
2) «Derecho de proposición o de veto del
pueblo». ¿A qué se refiere eso? Habría que añadir: para todas las leyes
o resoluciones de la representación nacional.
5) La Iglesia se separa completamente del
Estado. Para el Estado todas las comunidades religiosas sin excepción son
sociedades privadas. Estas pierden toda subvención a costa de los recursos
públicos y toda influencia en las escuelas públicas. (Sin embargo, no se les
puede prohibir que funden escuelas propias con sus
recursos propios y que enseñen allí sus sandeces.)
6) El punto de la «escuela laica» desaparece
en ese caso, ya que pertenece al párrafo precedente.
8 y 9) Aquí yo quisiera fijar la atención en
lo siguiente: estos puntos exigen la estatificación 1) de la abogacía,
2) del servicio médico, 3) de las farmacias, del trabajo de
los dentistas, las comadronas, los hospitales, etc., etc., y a continuación
se plantea también la reivindicación de estatificar totalmente los seguros
obreros. ¿Se puede confiar todo eso al señor de Caprivi? ¿Concuerda eso con la
declaración hecha antes contra todo socialismo de Estado?
10) Yo diría aquí: «Impuestos... progresivos
para cubrir todos los gastos en el Estado, los distritos y la comunidad, en la
medida en que los impuestos sean necesarios. Supresión de todos los impuestos
indirectos, ya sean los del Estado, ya los locales, ya los distintos derechos,
etc.». El resto sobra y no es más que un comentario o exposición de motivos que
debilita la impresión.
III. REIVINDICACIONES ECONOMICAS
Párrafo 2. En
ninguna parte más que en Alemania, el derecho de asociación necesita protección
contra el Estado.
La frase final «para reglamentar...» habría
que agregarla como artículo 4, redactándolo adecuadamente. Con tal
motivo convendría hacer notar que, con las cámaras de trabajo, integradas, en
una mitad, por obreros y, en otra, por empresarios, haríamos el primo. Con ese
sistema, a lo largo de muchos años la mayoría estaría siempre con los patronos,
para lo cual bastaría una oveja sarnosa entre los obreros. Si no se hace la
reserva de que, en los casos de litigio, las dos mitades emitirán
separadamente su fallo, sería preferible tener una cámara de
empresarios y, además, una cámara de obreros independiente.
Para terminar, yo pediría que se comparase el
proyecto una vez más con el programa francés [11], donde precisamente en el apartado III parece
haber algo mejor. Cuanto al programa español [12],
desgraciadamente, por falta de tiempo, no puedo encontrarlo; es también muy
bueno en muchos aspectos.
SUPLEMENTO AL APARTADO I
1) Suprimir «Gruben» y «Minen» y
añadir «ferrocarriles y otros medios de comunicación».
2) En manos de sus acaparadores (o sus
propietarios), los medios de trabajo de la sociedad se han convertido en medios
de explotación. El avasallamiento económico, determinado por eso, de los
obreros por los acaparadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes
de vida, es la base de todas las formas de esclavitud: miseria social,
menoscabo intelectual y dependencia política.
3) Bajo esta explotación, la acumulación de la
riqueza producida por los explotados aumenta en las manos de los explotadores
—los capitalistas y los grandes propietarios de tierras— con creciente rapidez;
la distribución del producto del trabajo entre los explotadores y los
explotados se hace cada vez más desigual, crece el número de proletarios y se
agrava más y más el carácter precario de su existencia, etc.
4) Tachar «privada» (la producción)...
empeoran aún más... como consecuencia de la ruina de las clases medias urbanas
y rurales, los pequeños burgueses y los pequeños campesinos, hacen más ancho (o
más profundo) el abismo que media entre los poseedores y los desposeídos,
erigen en estado normal de la sociedad la inseguridad general y ofrecen la
prueba de que la clase de los acaparadores de los medios de trabajo sociales
han perdido tanto la misión como la capacidad de ejercer la dirección económica
y política.
5) de «sus» causas.
6) ...transformación de la producción
capitalista, que se practica en beneficio de particulares o de sociedades por
acciones, en producción socialista practicada en beneficio de toda la sociedad
y con arreglo a un plan trazado de antemano; transformación para la cual la
sociedad capitalista ha creado las condiciones materiales e intelectuales y
sólo a través de la cual se realizará la emancipación de la clase obrera y, con
ello, la emancipación de todos los miembros de la sociedad sin excepción.
7) La emancipación de la clase obrera sólo
puede ser obra de la clase obrera misma. De suyo se entiende que no puede
confiar su emancipación a los capitalistas ni a los grandes propietarios de
tierras, sus enemigos y explotadores, ni a los pequeños burgueses y pequeños campesinos,
agobiados por la competencia de los grandes explotadores y situados ante el
dilema: ponerse al lado de estos últimos o al lado de los obreros.
8)...con los obreros que han adquirido la
conciencia de su situación de clase, etc.
9)...implanta...y que, por tanto, reúne en una
sola mano la fuerza de la explotación económica y de la opresión política del
obrero.
10)...de la dominación de clase y de las
clases mismas, por los derechos iguales y los deberes iguales de todos sin
distinción, etc... ni de origen (borrar el resto). Sin embargo, frena su lucha
por... la humanidad el régimen político caduco que reina en Alemania. Debe
comenzar por conquistar una arena libre para el movimiento, suprimir los
múltiples vestigios del feudalismo y del absolutismo, finalmente, ejecutar el
trabajo que los partidos burgueses alemanes no son capaces de llevar a cabo,
porque han sido y siguen siendo demasiado pusilánimes para ello. Por eso, debe,
al menos en el presente, incluir en su programa las reivindicaciones que la
burguesía ha satisfecho ya en otros países civilizados.
_______________________
NOTAS
[*] Véase la presente edición [Marx & Engels, Obras
Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974)], t. 2, pág. 14. (N. de la Edit.)
[**] Véase el presente tomo [Marx & Engels, Obras
Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. III], pág. 460. (N. de la Edit.)
[***] Véase el presente tomo [Marx & Engels, Obras
Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. III],
pág. 461. (N. de la Edit.)
[****] Véase el presente tomo [Marx & Engels, Obras
Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. III],
pág. 461. (N. de la Edit.)
[1] El trabajo
"Contribución a la crítica del programa socialdemócrata de 1891"
representa un modelo de lucha intransigente de Engels contra el oportunismo por
un programa revolucionario marxista de la socialdemocracia alemana. Sirvió de
motivo inmediato para él el proyecto de programa del Partido Socialdemócrata
Alemán mandado a Engels. El proyecto había sido redactado por la dirección del
partido para el Congreso de Erfurt, en el que había que aprobar un nuevo
programa en sustitución del programa de Gotha de 1875. Las observaciones
críticas de Engels, así como el trabajo de Marx "Crítica del Programa de
Gotha" publicado entonces a insistencia suya (véase el presente tomo,
págs. 5-27) ejercieron gran influencia en la marcha sucesiva de la discusión y
la elaboración del proyecto de programa.
El programa aprobado en el Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán que se celebró en Erfurt del 14 al 21 de octubre de 1891, fue un gran paso adelante en comparación con el programa de Gotha; fueron eliminados del programa del partido los dogmas lassalleanos reformistas, se formularon de un modo más exacto las reivindicaciones políticas y económicas. El programa ofrecía una argumentación científica de la inevitabilidad del hundimiento del régimen capitalista y su sustitución con el socialista, se indicaba claramente que el proletariado debía conquistar el poder político para llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad.
Al propio tiempo, el programa de Erfurt padecía de graves deficiencias, de las que la principal era la ausencia de la tesis sobre la dictadura del proletariado como instrumento de transformación socialista de la sociedad. De este modo, la observación más importante de Engels no fue tomada en consideración al ser elaborado el texto definitivo del programa.
La dirección de la socialdemocracia no publicó durante mucho tiempo el trabajo de Engels "Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891"; la obra sólo apareció en la revista "Neue Zeit" en 1901.
[2] El trabajo de
Marx Crítica del Programa de Gotha, escrito en 1875, consta de
observaciones crí al proyecto del futuro partido obrero unificado de Alemania.
El proyecto pecaba de graves errore y hacía concesiones de principio a los
lasalleanos. Marx y Engels, a la vez que aprobaban de la creación del partido
socialista único de Alemania, se pronunciaban en contra del compromiso
ideológico con los lasalleanos y lo sometieron a dura crítica.
[3] La ley de excepción contra los socialistas fue
promulgada en Alemania el 21 de octubre de 1878. En virtud de esta ley fueron
prohibidas todas las organizaciones del Partido Socialdemócrata y las
organizaciones obreras de masas, suspendida la prensa obrera, confiscadas las
publicaciones socialistas y represaliados los socialdemócratas. Bajo la presión
del movimiento obrero de masas, la ley fue derogada el 1 de octubre de 1890.
[4] La Constitución de la Confederación Germánica del Norte fue
ratificada el 17 de abril de 1867 por el Reichstag (Parlamento) Constituyente
de la Confederación y refrendaba el dominio efectivo de Prusia en la
Confederación. El rey de Prusia fue declarado presidente de la Confederación y
comandante en jefe de las fuerzas armadas federales, se le delegaba la
dirección de la política exterior. Los poderes legislativos del Reichctag de la
Confederación, que se elegía a base del sufragio universal, eran muy limitados;
las leyes aprobadas por él entraban en vigor después de ser ratificadas por el
Consejo federal, reaccionario por su composición, y refrendadas por el
presidente. La Constitución de la Confederación se hizo después base de la
Constitución del Imperio alemán.
Según la Constitución de 1850, en Prusia se conservaba la cámara alta, compuesta preferentemente de representantes de la nobleza feudal («cámara de los señores»), los poderes del landtag (parlamento) eran muy limitados, viéndose éste privado de la iniciativa legislativa. Los ministros los nombraba el rey y eran responsables sólo ante él, el gobierno tenía derecho de crear tribunales especiales para ver las causas de alta traición. La Constitución de 1850 quedó en vigor en Prusia incluso después de la formación del Imperio alemán en 1871.
Según la Constitución de 1850, en Prusia se conservaba la cámara alta, compuesta preferentemente de representantes de la nobleza feudal («cámara de los señores»), los poderes del landtag (parlamento) eran muy limitados, viéndose éste privado de la iniciativa legislativa. Los ministros los nombraba el rey y eran responsables sólo ante él, el gobierno tenía derecho de crear tribunales especiales para ver las causas de alta traición. La Constitución de 1850 quedó en vigor en Prusia incluso después de la formación del Imperio alemán en 1871.
[5] El llamado conflicto constitucional entre el
gobierno prusiano y la mayoría liberal burguesa del landtag surgió en febrero
de 1860, cuando ésta se negó a aprobar el proyecto de reorganización del
ejército, presentado por el ministro de la guerra von Roon. En marzo de 1862,
la mayoría liberal se negó otra vez a aprobar los gastos de guerra, después de
lo cual el gobierno disolvió el landtag y convocó nuevas elecciones. A fines de
septiembre de 1862 se formó el ministerio contrarrevolucionario de Bismarck,
que en octubre del mismo año volvió a disolver el landtag y comenzó a aplicar
la reforma militar, gastando medios sin la ratificación del landtag. El
conflicto sólo se resolvió en 1866, cuando, después de la victoria de Prusia
sobre Austria, la burguesía prusiana capituló ante Bismarck.
[6] Engels agrupa aquí irónicamente bajo una sola denominación a dos
Estados «soberanos» enanos que se incorporaron en 1871 al Imperio alemán:
Reuss-Greiz y Reuss-Greiz-Schleiz-Lobenstein-Ebersdorf, que pertenecían
respectivamente a los príncipes de Reuss de la línea mayor y menor.
[7] Manchesterismo, la escuela de Mánchester:
tendencia del pensamiento económico que reflejó los intereses de la burguesía
industrial. Los librecambistas, adeptos de esta tendencia, abogaron por la
libertad de comercio y la no ingerencia del Estado en la vida económica. El
centro de la agitación de los librecambistas estaba en Mánchester, donde los
encabezaban Cobden y Bright, dos fabricantes de tejidos.
[8] Progresistas: representantes del partido burgués prusiano
formado en junio de 1861. El partido progresista exigía la unificación de
Alemania bajo la hegemonía de Prusia, la convocación del Parlamento de toda
Alemania y la creación de un ministerio liberal responsable ante la Cámara de
diputados.
[9] Se trata de la dictadura de Napoleón Bonaparte, que se proclamó
primer cónsul a raíz del golpe de Estado del 18 brumario (el 9 de noviembre) de
1799. Este régimen sustituyó al republicano establecido en Francia el 10 de
agosto de 1792. En 1804, en Francia fue establecido oficialmente el Imperio y
Napoleón fue proclamado emperador.
[11] Engels alude al programa del Partido Obrero francés aprobado en
el Congreso del Havre de noviembre de 1880. En mayo de 1880 Julio Guesde, uno
de los dirigentes de los socialistas franceses, vino a Londres, donde en
colaboración con Marx, Engels y Lafargue elaboró el texto del programa. La
introducción teórica al programa la dictó Marx a Guesde.
[12] El Programa del Partido Socialista Obrero de España fue aprobado
en el Congreso de Barcelona en 1888.
Federico Engels. Una crítica del
proyecto de programa socialdemócrata de 1891
El programa de Erfurt. Socialdemocracia 1891
F. ENGELS. CARTA
A K. KAUTSKY (23 de febrero de 1891)
Londres, 23 de febrero de 1891
El kautskismo
Karl Kautsky. La lucha de clases (Programa de
Erfurt) 1892.
Carlos Marx Crítica del programa de Gotha 1875
CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA Carlos Marx /
CRÍTICA DEL PROGRAMA DE ERFURT Federico Engels
Programa Erfurt
Rosa
Luxemburgo. Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia de la
socialdemocracia internacional (1916)
El Programa
de Erfurt. Reloaded casi 125 años más tarde
La
lectura del Programa de Erfurt (1891) sorprende por cuántas de las reivindicaciones
que se proponían en favor de la clase obrera son hoy en día una realidad y
cuántas de estas conquistas están en peligro, las victorias parciales y los
grandes temas que afectan al capital y no se consiguieron
Por José Iglesias Fernández
Get up, stand up, for your rights. Popular
La lectura
del Programa de Erfurt (1891) me sorprende y llama la atención
en dos dimensiones: una, cuántas de las reivindicaciones que
contiene y se proponían en favor de la clase obrera son hoy en día una realidad
en muchos Estados de los países desarrollados; dos, así como
cuantas de estas conquistas sociales arrancadas al capitalismo están hoy en día
en vías de que el sistema las vuelva a fagocitar. Esto nos demuestra que los
derechos se ganan mediante las luchas sociales, pero se pierden en la medida
que desaparecen. Es decir, de aquel programa de los socialistas alemanes que
querían conseguir para la clase obrera grandes conquistas sociales y políticas,
distinguimos y evaluamos los dos grupos mencionados:
Dentro
del sistema, se han conseguido victorias parciales, tales como:
- 1) Derecho al sufragio
universal.
- 2) Elección directa del
legislativo; del poder jurídico; control de los impuestos.
- 3) Control de la guerra y la paz
por el legislativo.
- 4) Abolición de leyes que
discriminen la mujer.
- 5) Libertad de expresión y
asociación; libertad religiosa pero en lo privado.
- 6) Secularización del sistema
escolar.
- 7) Libre administración de la
justicia y asistencia gratuita.
- 8) Sanidad pública.
- 9) Impuestos a la propiedad; abolición
de los impuestos indirectos o discriminatorios.
- 10) Legislación laboral
favoreciendo la jornada de ocho horas, la protección infantil, el trabajo
nocturno, el descanso semanal, la higiene y las condiciones laborales,
libertad de sindicación, seguros y mutualidades.
Siguen
sin tocarse los grandes temas que afectan al capitalismo, tales como:
- a) La propiedad privada
permanece intocable y sigue concentrándose en muy pocas empresas o
personas.
- b) La propiedad privada de los
medios de producción, intocable y no cuestionada por las organizaciones
que dicen representar a los trabajadores, sigue siendo uno de los
instrumentos que sostienen el poder de los capitalistas y mantienen en la
miseria y la opresión a la clase obrera.
- c) “El gran aumento de productividad
aportado por la actividad humana continua siendo acaparado por los
monopolios (industriales y agrícolas)”.
- d) Las frecuentes crisis
sistémicas siguen “agrandado la distancia entre propietarios y no
propietarios”.
- e) La emancipación y
transformación social, “no sólo del proletariado, sino de toda la raza
humana”, ya no es un objetivo de las clase obrera en sí, y
menos de las organizaciones que dicen representarla.
- f) Desde la Revolución Francesa,
con la incorporación de los Derechos del Ciudadano,[1] se
han ganado derechos políticos, e incluso los partidos de izquierda
han entrado en la casa del amo, pero no por ello han podido disolver
la propiedad privada y convertirla en comunitaria.
- g) La emancipación mundial de la
clase trabajadora se ha visto mundialmente torpedeada por visiones
nacionalistas, siendo el Partido Socialdemócrata Alemán uno de los
primeros en abandonar tal objetivo internacionalista.
Derechos
que nunca fueron completos o están en retroceso:
- 1) El sufragio universal siempre
se vio limitado por la ley d’Hont.
- 2) En la mayoría de países sólo
se vota al legislativo; este se encarga, en segundo grado, de elegir el
ejecutivo, el judicial y otros poderes administrativos.
- 5) Libertad de expresión y
asociación condicionada; apoyo del Estado a las diversas expresiones
religiosas; en España, dominio de los acuerdos establecidos con la Santa
Sede.
- 6) Secularización parcial del
sistema escolar; fuerte apoyo económico e ideológico a la “escuela
concertada”.
- 7) La administración de la
justicia, especialmente en los altos tribunales, refleja la defensa de los
compromisos con los grandes poderes contraídos por el sistema de partidos;
y la asistencia legal gratuita comienza a estar muy recortada.
- 8) Los recortes en la sanidad
pública, así como en la educación y otros programas asistenciales, son
conocidos; el sepelio nunca fue gratuito.
- 9) Tendencia a eliminar los
impuestos a la propiedad y reducir el de las rentas altas; aumento de los
impuestos indirectos o discriminatorios.
- 10) Endurecimiento de las leyes
laborales con tendencia a la implantación del sistema de trabajo que se
practica en las zonas francas implantadas por todo el
planeta: sin contratos, jornales de miseria, jornadas laborales
establecidas por las empresas, explotación del trabajo infantil y
femenino, trabajo nocturno cuando sea necesario, descanso semanal
regulado, sin higiene ni condiciones laborales, prohibida la sindicación y
el derecho de huelga, sin seguros ni mutualidades, precariedad de vida,
etc.
Autocrítica,
evaluación e interrogantes
Comencemos
por algunas preguntas. Si a nivel de Estado español hay, según quien los
cuente, 8, 10 o 15 millones de pobres, ¿por qué no se manifiestan y
prefieren pasar por los bancos de alimentos y organizaciones dedicadas a la
asistencia caritativa? Si hay alrededor de 4,5 millones de trabajadores
en paro crónico, y en casi 2 millones de familias, nadie trabaja,
¿por qué no se manifiestan protestando en las calles diariamente contra esta
situación? Si la desigualdad puede cuantificarse
aproximadamente entre una persona rica por cada noventa pobres, ¿por qué no se
manifiestan protestando en las calles diariamente contra esta situación? Tanta
injusticia como observamos, tanto <<no hay derecho>> como oímos,
apenas tiene repercusión política ni social. Las organizaciones relacionadas
directamente con estos colectivos, especialmente las ONGs, ni los organizan, y
menos los conciencian para que asuman las movilizaciones. Además, podemos
destacar que “hasta hoy predominan los síntomas capitalistas”.[2]
¿Por qué
ocurre esta atonía en lo que tendría que ser una constante lucha de clases?,
preguntamos. Seguro que cada persona, cada grupo de izquierdas, tiene su
explicación. Una de ellas, pienso, pudiera ser que todo esto ocurre porque,
debido a que se insistió en que los partidos, los sindicatos y otras
<<organizaciones de clase>> tenían que formar la vanguardia de la
clase obrera, reducida toda ella a una masa de trabajadores, que serían
representados por estas organizaciones en las instituciones políticas
capitalistas, y que, como reconoce Kaustky, comentando la redacción
que hizo él mismo del Programa de Erfurt, dice que “la
transformación socialista de la sociedad debía ser efectuada por un gobierno
legitimado por elecciones democráticas”, estas siguen esperando pasivamente la
llamada a la movilización. Es más, en el texto se afirma que sin tomar primero
el poder político no es posible conseguir el resto de la transformación de la
sociedad. [3] Y
es que siempre se ha considerado a la clase obrera como sujeto activo, pero
dirigido desde una vanguardia ilustrada, como si de una relación pastor-rebaño
se tratase. De aquí que piense que todos han querido y quieren mangonear la
clase obrera a su antojo. Una manera de decir, como pensaban los socialistas
fabianos, que todo lo hacemos para los obreros, pero sin la clase obrera. Y así
transcurre la historia de la lucha de clases…
Vamos dejar
que Kautsky resuma la validez de su propio programa. Este autor,
tiempo más tarde, diría: “el capitalismo parecía haber cambiado totalmente, y
en sentido favorable al proletariado, puesto que en la era de prosperidad se
elevan los salarios, crece el poder de las organizaciones gremiales y disminuye
la desocupación. [Pero], bajo esas circunstancias nació el revisionismo,
es decir la opinión de que varios conceptos fundamentales del Capital de Marx,
y por consiguiente del programa de Erfurt, eran falsos o habían quedado
rezagados”. Mi opinión es que el programa nunca se enfrentó realmente a los
fundamentos del capitalismo: propiedad, poder, estado, estructuras verticales y
representativas, etc. Aún que por otras razones, el autor nuevamente admitiría
que el programa había quedado desfasado, y vuelve a repetir que, “después de la
revolución de 1918 ya era también insuficiente el programa de Erfurt. Las
reivindicaciones más apremiantes que había formulado estaban satisfechas en
gran parte, por lo que resultaba sin objeto”.
La lectura
del Programa de Erfurt abre varios interrogantes. En estos
momentos del nivel de desarrollo del capitalismo:
- ¿Quiénes han de ser los sujetos
activos colectivos e individuales? ¿Partidos, sindicatos, organizaciones,
movimientos sociales, colectivos, etc.)?¿Sigue teniendo sentido hablar
de masas de obreros, de ciudadanos, etc.?, ¿Obreros,
ecologistas, feministas, antirracistas y antimilitaristas, o todos juntos?
- ¿Qué alianzas, qué valores
mínimos a compartir con los sujetos potencialmente aliados?
- ¿Cómo organizarse, asamblearia u
horizontalmente, o jerárquica y verticalmente?
- ¿Ámbito local (municipal con
posibles federaciones o confederaciones), o de naciones con Estado o en
vías de conseguir Estado?
- ¿Qué derechos se han de
reivindicar? ¿Sirve un programa inicial de “mínimos” dentro del
sistema, a lo socialdemócrata?, ¿O un programa inicial de
“mínimos” contra el sistema, a lo brújula/matriz?
- ¿Es indispensable establecer un
orden de toma del poder: político, económico, social, ciudadano, o hay una
dialéctica entre ellos que no se puede separar?
- ¿Qué papel se le asigna al poder
estatal en la transición?, ¿con o sin Estado?
- ¿Se puede señalar en qué momento
se aborda la abolición de la propiedad privada?, ¿debe figurar su
abolición desde un principio en el programa como algo prioritario?,
¿propiedad estatal o propiedad comunal?
- ¿Debe establecerse un punto de
llegada en el proceso transformador? Si no, ¿cómo orientarse durante el
cambio?
José
Iglesias Fernández
Barcelona,
6 enero del 2015.
[1] Artículo sexto. “La ley
es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen el derecho
de participar personalmente o por medio de sus representantes en su formación.
Debe ser la misma para todos, tanto si protege como si castiga. Todos los
ciudadanos, al ser iguales ante ella, son igualmente admisibles a todas las
dignidades, puestos y empleos públicos, según su capacidad y sin otra
distinción que la de sus virtudes y la de sus talentos”.
[2] Karl Kautsky (coautor). El
Programa de Erfurt. En http://www.revistasocialista.com.ar/node/138.
Versión inglesa.
[3] “Without political rights, the
working class cannot carry on its economic struggles and develop its economic
organization. It cannot bring about the transfer of the means of production
into the possession of the community without first having obtained political
power”.
[2] Karl Kautsky (coautor). El Programa de
Erfurt.
En http://www.revistasocialista.com.ar/node/138.
Versión inglesa.
Introducción
Cuatro años
después de la creación del Imperio Alemán en 1871, bajo el mando del Canciller
Otto Von Bismark, diferentes corrientes del movimiento obrero de ese país se
unifican en el Partido Socialista de los Trabajadores Alemanes. Ese mismo año
de 1875, adoptan el programa votado en la ciudad de Gotha, duramente criticado
por Karl Marx y Friedrich Engels en atención a la notoria influencia del
pensamiento de Ferdinand Lassalle. Éste proponía una actitud de colaboración
con ese estado que entonces comenzaba a erigirse en potencia. Entendía que la
acción organizada del movimiento obrero podía influir sobre él y apostaba a la
vez a la obtención de concesiones inmediatas en beneficio de las clases
trabajadoras.
Ante la
profundización de la política represiva del régimen bismarkiano para con los
socialistas, a los que proscribió en 1878, y cualquier expresión organizada del
movimiento obrero, las posiciones de Gotha apenas pudieron sostenerse y en
1890, con la vuelta a la legalidad de la socialdemocracia alemana, el partido
adoptó posiciones con un sentido más radical que las sostenidas hasta entonces.
El programa
de Erfurt —por la ciudad en que se realizó la reunión fue así el documento que
sintetizó los nuevos parámetros tácticos y estratégicos del partido que, aunque
adoptando posiciones netamente marxistas, continuó asumiendo que la
transformación socialista de la sociedad debía ser efectuada por un gobierno
legitimado por elecciones democráticas.
En octubre
de 1891, el Partido Socialdemócrata de Alemania, reunido en congreso nacional,
proclamó el nuevo programa, que suplantaba al sancionado en Gotha 16 años
antes. Redactado por Karl Kautsky, Eduard Bernstein y August Bebel, y bajo la
revisión de Friedrich Engels, el SPD asumía con su promulgación una marcada
posición revolucionaria con respecto al estado alemán y centraba su acción en
la lucha de clases abierta, mediante la cual el proletariado debía fijarse el
objetivo político fundamental de abolir el capitalismo. Cuatro décadas después
del Congreso de Erfurt, el número 18 de la Revista Socialista de noviembre de
1931, publicó un artículo escrito especialmente para la publicación por
Kautsky, uno de los coautores de aquel histórico programa.
Nacido en
Praga el 18 de octubre de 1854, Kautsky se convirtió en miembro del Partido
Socialdemócrata Austríaco en 1875. Residió entre 1885 y 1890 en Londres, donde
conoció y trabó amistad con Engels, de quien adquirió sólidos conocimientos
teóricos sobre la obra de Marx.
Se convirtió
así en uno de los principales intelectuales de esa corriente de pensamiento.
Su amplia
influencia ideológica hacia el interior de la socialdemocracia alemana y su rol
de “heredero” intelectual de Engels lo llevaron a polemizar con figuras como
Bernstein, en torno a su marxismo revisionista, y Rosa Luxemburgo, sobre la
cuestión de la huelga general revolucionaria, entre otras cuestiones.
Falleció
exiliado en Ámsterdam, el 17 de octubre de 1938, en pleno apogeo del régimen
nazi en Alemania.
En el texto
que reproducimos a continuación, Kautsky repasa el itinerario político, social
e intelectual que recorrió el programa de Erfurt.
Rescata su
valor histórico, pero a la vez reflexiona a modo de balance acerca de los
alcances y límites del marxismo en el contexto de una Europa entonces herida
por el avance de los regímenes fascistas.
El
programa de Erfurt
En el año en
curso cumplirán cuatro decenios desde que la Socialdemocracia de Alemania se
dio un nuevo programa, en el congreso nacional de Erfurt (14-20 de octubre de
1891), programa que es de excepcional importancia en la historia del
socialismo, puesto que en el orden cronológico de los programas de Partidos
Socialistas era el primero que llevara un sello característicamente marxista y
que lograra una significación internacional.
Me coloca en
situación algo embarazosa el tratar este asunto, puesto que he tenido una
activa participación en la elaboración de ese programa.
Pero
difícilmente puedo sustraerme a esa obligación.
Quizás no
falte quien ponga en tela de juicio la afirmación de que el programa de Erfurt
fue el primer programa de partido marxista en la historia de los Partidos
Socialistas. Ya en mayo de 1880, Marx había elaborado un programa de partido,
conjuntamente con Engels, Lafargue y Guesde, que habían venido a Londres a efectos
de confeccionar un programa que pudiera servir para la formación de un Partido
Obrero Socialista en Francia. Y en efecto, el congreso socialista del Havre
(noviembre de 1880) aceptó ese programa por gran mayoría.
La
introducción y los considerandos (“Erwagungen”) del programa proceden
totalmente de Marx. Hay al respecto una carta de Engels a Bernstein.
“En mi
habitación —dice la carta— y en mi presencia y la de Lafargue, Marx le dictó (a
Guesde) los considerandos: no hay emancipación posible para los trabajadores si
no en la posesión del instrumento y la materia de su trabajo; y puesto que la
posesión individual de los medios de producción es incompatible con los
progresos de la técnica económica, sólo queda la posesión colectiva, etc. Esos
considerandos son una obra maestra de argumentación impresionante, fácil de
explicar a las masas en pocas palabras, y cuya forma concisa me asombró a mí
mismo.”
Esto es
perfectamente exacto, pero, asimismo, no calificaría yo de marxista al programa
de Marx de 1880, puesto que pudo ser aceptado por muchos socialistas no
marxistas.
Pero sería
ridículo, por otra parte, sostener que Marx no era capaz de expresar su punto
de vista en forma definida y acentuada. Si esto último no ocurrió, no deben
buscarse las causas de ello en Marx, sino en la situación histórica.
La
comprensión del modo de pensar de Marx se hallaba limitada todavía a un número
muy reducido de personas. La clase obrera no hubiera comprendido un programa
netamente marxista. Pero para Marx tenía más importancia un paso positivo hacia
adelante, para el movimiento, que una docena de programas. Consideraba entonces
que lo más importante para Francia era la organización de un partido socialista
de la clase obrera. Para ello, el programa debía ser de tal índole que,
facilitando la propaganda marxista, no ahuyentara a los partidarios de la lucha
de clases que no llegaban a entender la doctrina de Marx, pero se mostraban
dispuestos a obrar prácticamente en el mismo sentido que ella.
Pasaron
todavía varios años antes de que el marxismo consciente se extendiera a más
amplios círculos. Baste saber que en 1884, después de la publicación de un
artículo mío en el que hablaba de la doctrina de Marx, me escribió Engels que
me había anticipado.
Empero,
estaba ya en pleno “devenir”. Varios socialistas —teóricos y prácticos—, habían
empezado a estudiar y a difundir la doctrina de Marx. Es lo que hacían los ya
mencionados Guesde y Lafargue, en Francia; Hyndman y Bax, en Inglaterra;
Plejanov y Alxerold, en Rusia; Bernstein y yo, en Alemania. Los marxistas
británicos son los que menos éxito obtuvieron. Los mismos socialistas
británicos nombrados nunca fueron marxistas muy consecuentes. Son contados
hasta hoy los marxistas en Inglaterra, y aun el concepto de éstos difiere a
menudo del de sus camaradas continentales.
También en
Francia chocó el método marxista con grandes dificultades.
Donde echó
las raíces más profundas la teoría del marxismo es entre los intelectuales de
Rusia. En las masas, en cambio, la teoría marxista y la práctica de la lucha de
clases proletaria contra el desarrollo capitalista, tuvo principalmente
influencia en las regiones de habla alemana.
Y este
proceso de penetración se efectuó bajo las condiciones más penosas: durante las
leyes contra los socialistas, cuando la Socialdemocracia alemana no era todavía
marxista. Al mismo tiempo que sostenía su lucha contra la policía, el Partido
Socialdemócrata luchaba por la claridad de sus principios. Idéntica tarea se
llevaba a cabo en la misma época en Rusia y en Austria, siguiéndose en esta
última nación las huellas de Alemania.
Cuando,
después de los daños ocasionados por la situación excepcional y por la
escisión, se organizó de nuevo el Partido Socialdemócrata austríaco, en el
congreso de Hainfeld, de fines de diciembre de 1889, pisaba ya terreno
marxista, y tenía por cabeza dirigente a Víctor Adler, marxista consciente y consecuente. Quedó esto demostrado en
el programa expuesto por Adler y aceptado por el congreso.
Empero, no
era todavía suficientemente acentuado el carácter marxista de las resoluciones
de ese congreso, como para hacer época.
Esto era
tanto menos posible cuanto que el movimiento austríaco tenía entonces escasa
importancia y era poco tenido en cuenta por los demás partidos socialistas.
Otra cosa
era la Socialdemocracia alemana. Constituía ésta el parties entre los
intelectuales de Rusia. En las masas, en cambio, la teoría marxista y la
práctica de la lucha de clases proletaria contra el desarrollo capitalista,
tuvo principalmente influencia en las regiones de habla alemana.
Y este
proceso de penetración se efectuó bajo las condiciones más penosas: durante las
leyes contra los socialistas, cuando la Socialdemocracia alemana no era todavía
marxista. Al mismo tiempo que sostenía su lucha contra la policía, el Partido
Socialdemócrata luchaba por la claridad de sus principios. Idéntica tarea se
llevaba a cabo en la misma época en Rusia y en Austria, siguiéndose en esta
última nación las huellas de Alemania.
Otra cosa
era la Socialdemocracia alemana. Constituía ésta el partido socialista más
importante del mundo. Había logrado un triunfo sobre el canciller de hierro,
ante quien temblaba Europa, haciendo anular las leyes de excepción. En el
espacio de tres años había duplicado el total de sus votos (763.000 en 1887;
1.427.000 en 1890), y triplicado el número de sus representantes (11 en 1887;
35 en 1890).
Cuando el
partido triunfante se dio un nuevo programa, el hecho repercutió en el mundo
entero. Y siendo ese programa de carácter netamente marxista, asumió el
marxismo la dirección teórica del socialismo internacional.
Once años de
distancia hay entre el congreso del Havre, para el cual había bosquejado Marx
el programa del partido francés, y el congreso de Erfurt. Había transcurrido un
decenio de activa propaganda marxista.
Se notó el
resultado en los proyectos de programa elaborados para el congreso de Erfurt.
Eran cuatro, y todos más o menos marxistas.
Uno de
ellos, presentado por la dirección del Partido, había sido redactado
principalmente por Guillermo Liebknecht, y tenía por base la crítica al
programa de Gotha, que el mismo Marx había enviado a Liebknecht en 1875.
Además, antes de su publicación el proyecto había sido sometido al criterio de
Engels, que aceptó la misión de revisarlo minuciosamente. Sus objeciones al
primitivo proyecto, encontradas en los papeles de Liebknecht, fueron publicadas
en el Neuen Zeit.
J. Stern, de
Stuttgart, elaboró un contraproyecto qué, por desgracia, era excesivamente
ingenuo en ciertos puntos. Mejor concepto mereció otro proyecto presentado por
camaradas de Magdeburgo, entre los cuales figuraba Paul Kampffmeyer. Pero tenía
la desventaja de ser excesivamente largo.
Esos
proyectos nos movieron, a Bernstein y a mí, a elaborar un proyecto por nuestra
parte. Bernstein tomó a su cargo la exposición de nuestras reclamaciones más
inmediatas; y yo redacté la introducción teórica del programa. A los efectos de
dar los fundamentos, publicamos en el Neuen Zeit una serie de artículos bajo el
título: “Bosquejo del nuevo programa del partido”; de los cuatro artículos,
tres eran míos y uno de Bernstein. Y como el todo era fruto de una labor común,
el proyecto no fue presentado en nombre de ninguno de nosotros, sino como
procedente de la “redacción de Neuen Zeit”.
Partía yo de
la convicción de que no hay fundamento más sólido ni más claro a los objetivos
del desarrollo social de hoy, y por consiguiente Ma nuestro programa, que aquel
que el mismo Marx ha puesto al final de su libro El Capital, en el célebre
capítulo sobre la “Tendencia histórica de la acumulación primitiva”. Mi
bosquejo era una vulgarización de aquella exposición clásica, y a ello atribuyo
la aceptación general que hallara.
Engels
consideró mi bosquejo como el mejor, y Bebel se adhirió a ese modo de ver. El
congreso de Erfurt nombró una comisión de 21 miembros para el estudio de los
proyectos. En el seno de la misma propuso Bebel adoptar mi proyecto como base
de discusión. Y con sorpresa de mi parte, así se hizo.
La comisión,
que además de Bebel y Liebknecht, integrábamos también Schoenlank, Vollmar,
Molkenbhur y yo, en sus discusiones muy minuciosas no modificó nada esencial en
mi proyecto, limitándose a cambiar la redacción. Por otra parte, la comisión
incorporó a mi proyecto algunas cláusulas sacadas de los demás proyectos, y
contra las cuales no tenía yo objeción de principios que hacer.
De poco
interés sería para la mayoría de los lectores conocer las modificaciones
introducidas en mi proyecto. Quien deseara informarse al respecto, podría
compararlo como apareció impreso en Neuen Zeít (LX, 2, P. 825, 826), con el
texto conocido que fue adoptado finalmente en el programa. Sólo puedo
aprovechar la ocasión para advertir que no me pertenece la forma dada al
“proyecto de la redacción de Neuen Zeit, de Stuttgart” en el acto de las
sesiones del congreso de Erfurt, impreso en las páginas 16 a 18, y que es una
inconcebible e increíble chapucería. Me hace decir ese texto que,
contrariamente a todos los demás partidos, la Socialdemocracia constituye una
masa reaccionaria. No hay de esto una sola palabra en mi proyecto.
La comisión
aprobó finalmente, por unanimidad, el proyecto en la forma que se le había
dado. Liebkntecht, aunque un tanto mortificado por el rechazo del proyecto de
la dirección del Partido, informó ante el congreso del trabajo de la comisión,
el que fue aprobado unánimemente y sin debate. No debe achacarse esto a la
falta de interés, sino al hecho lamentable de que casi todo el tiempo del
congreso fue dedicado a la dilucidación de diferencias internas, que amenazaban
la unidad del Partido. Esas diferencias estaban representadas por Vollmar, a la
derecha, a quien se reprochaba su socialismo de Estado, y por los “jóvenes”, a
la izquierda, a quienes el Partido no parecía ser suficientemente
revolucionario. Desde entonces, muchos de estos “jóvenes” se acercaron a los
anarquistas; otros observaron una actitud escéptica con respecto al Partido, y
algunos pasaron al campo de la burguesía.
Pero la gran
mayoría de ellos se amoldaron a la resolución del congreso de Erfurt y fueron
excelentes compañeros de Partido.
Por esas
absorbentes cuestiones internas, fueron breves los debates sobre el programa
del Partido; pero éstos no hubieran traído ningún cambio esencial. En todas las
discusiones sobre el programa en la prensa, en las reuniones preliminares, en
la comisión del programa y durante las sesiones del congreso, no se opuso una
objeción de principio contra el concepto marxista que ese programa
representaba.
Tanto más
extraño pareció, pues, que unos años más tarde surgieran vivas críticas a toda
la estructura marxista, y por consiguiente al programa de Erfurt, o sea el
movimiento llamado del revisionismo, dirigido por hombres que habían tomado una
activa participación en la elaboración del programa de Erfurt.
Cuando Marx
escribió su Capital, dominaba todavía en el sistema de producción capitalista
la libre competencia y el librecambio.
Se
desenvolvía dentro de un círculo regular.
No estribaba
esto en la falta de consistencia de esos compañeros, sino en el cambio de su
modo de ver.
Produjese la
crisis de 1873, que no fue seguida de una tan rápida reacción económica como
otras veces. Tanto duró y tan cruel fue la crisis, que parecía cercano el fin
del capitalismo. Pero cuando se la hubo vencido, en los primeros años del
noventa, fue reemplazada por una larga era de prosperidad. Pero ésta surgió de
una nueva forma del capitalismo. Los kartels habían sustituido a la libre
competencia, y en el lugar de la conquista de los mercados por el librecambio
se había entronizado la política proteccionista y de las conquistas coloniales.
El
capitalismo parecía haber cambiado totalmente, y en sentido favorable al
proletariado, puesto que en la era de prosperidad se elevan los salarios, crece
el poder de las organizaciones gremiales y disminuye la desocupación. Bajo esas
circunstancias nació el revisionismo, es decir la opinión de que varios
conceptos fundamentales del Capital de Marx, y por consiguiente del programa de
Erfurt, eran falsos o habían quedado rezagados.
Larga fue la
lucha entre los críticos y los defensores de la doctrina de Marx. Aún no había
terminado cuando llegó a su fin la prolongada era de prosperidad. Tuvimos otras
crisis (1901, 1907), hubo de nuevo desocupación y presenciamos de nuevo los
demás fenómenos cuya correlación había demostrado Marx en su Capital. Ni los
kartels, ni los elevados aranceles, ni la política colonial contrarrestaron las
leyes económicas descubiertas por Marx. Y esas leyes continúan.
¡Y cuánto ha
acentuado la guerra mundial los efectos más irritantes de la economía
capitalista!
“Véase, por
ejemplo, estos dos párrafos del programa de Erfurt, que no figuraban en mi
proyecto, sino que fueron sacados del proyecto de la dirección del Partido, y
que yo acepté complacido con algún cambio de redacción:
Aumenta de
continuo el número de los trabajadores, crece el ejército de los trabajadores
excedentes, más aguda se hace cada día la oposición entre explotadores y explotados,
acentúase la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, que la
sociedad moderna separa en dos campos enemigos, lo que es el distintivo común
de todos los países industriales.
Se ahonda
más todavía el abismo entre los poseedores y los desposeídos debido a las
crisis originadas por la esencia del sistema de producción capitalista, crisis
que se hacen cada vez más extensas y destructivas y agravan la inseguridad
general.”
No había
incluido yo estas sentencias en mi proyecto, porque eran una simple repetición
de algo ya contenido en el programa, y trataba de lograr la mayor brevedad
posible.
Pero nada
tenía que objetarles. Sólo la expresión según la cual la sociedad moderna está
dividida en dos campos enemigos parecía poco apropiada, por cuanto sería
interpretada en sentido estricto por la masa reaccionaria, restando importancia
a las oposiciones que existen en el campo burgués. Pero en cierto sentido la
sentencia es exacta.
Todas estas
sentencias del programa fueron combatidas más tarde por los revisionistas.
Fueron consideradas anticuadas. ¡Empero, nunca fueron tan verdaderas, por
desgracia, como en el último decenio!
Insensato
sería, sin embargo, sostener que nada ha cambiado en el mundo desde la
aceptación del programa de Erfurt.
Bien es
cierto que el capital y sus tendencias, no obstante algunas alteraciones, sigue
siendo en lo esencial tal cual lo describió Marx en su Capital. Pero no es esto
sino un aspecto del desarrollo social de hoy. A eso hace mención Marx en su ya
mencionado capítulo sobre la tendencia histórica de la acumulación capitalista:
“A medida
que disminuye el número de los magnates del capital, que usurpan y monopolizan
todas las ventajas de ese proceso de transformación, se acrecen la miseria, la
opresión, la servidumbre, la degeneración, la explotación; pero también la
rebelión de la clase trabajadora, cada vez más numerosa y educada, unida y
organizada por el propio mecanismo de la producción capitalista.”
Hay, pues,
dos tendencias en el seno del sistema capitalista de producción, que determinan
su carácter: la capitalista y la proletaria.
Ninguna de
las dos tendencias puede obrar libremente, porque en la lucha de clases cada
una de ellas choca con la resistencia de la otra.
Hasta hoy
predominan los síntomas capitalistas. Estos pudieron ser estudiados exactamente
por Marx, y no han cambiado esencialmente desde la aparición del Capital. Esta
obra constituye todavía el mejor punto de partida para la comprensión de las
tendencias capitalistas.
En cambio,
se fortaleció lentamente la rebelión de la clase trabajadora en constante
crecimiento contra el capital. Marx no pudo observar más que sus comienzos en
el movimiento cartista, en las sociedades gremiales y en las cooperativas, en
la lucha por la reducción de la jornada de trabajo en Inglaterra. Marx falleció
precisamente cuando empezaba el poderoso impulso del moderno movimiento obrero,
amparado por las conquistas democráticas. Bien es cierto que al respecto, ya en
el año 1847, en el Manifiesto Comunista, Marx había previsto la magnitud del
papel que desempeñaría el proletariado, surgiendo de su profunda miseria. Lo
que no podía prever son las formas en que se manifestó esa elevación. Tampoco
podía prever las reacciones que traería esa creciente “rebelión de la clase
trabajadora” en los Estados democráticos contra las tendencias de la
explotación capitalista. No vemos en el Capital los nuevos problemas de la
lucha de clase proletaria.
Para su
conocimiento debemos estudiar el presente mismo.
En el mismo
sentido, después de la revolución de 1918 ya era también insuficiente el
programa de Erfurt. Las reivindicaciones más apremiantes que había formulado
estaban satisfechas en gran parte, por lo que resultaba sin objeto.
Pero esto no
debe hacernos cerrar los ojos sobre el hecho de que los conocimientos
fundamentales de los que ha surgido, y la alta meta que anunciaba, hoy todavía
son los mismos para el proletariado combatiente que hace cuarenta años.
Seguimos siendo lo que éramos, luchadores contra cada privilegio de clase,
contra toda forma de explotación y de opresión, sea que afecte una clase, un
partido, un sexo o una raza.
Programa
d'Erfurt
El
kautskismo
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