Uno de los aspectos más olvidados –o negados-
de la tradición socialista (basada en el marxismo) es que los diputados y
dirigentes del partido obrero mantenían una actitud de marcada distancia con
respecto al Estado. Por eso, en tiempos de la Segunda Internacional, por
ejemplo, los líderes del ala izquierda de la socialdemocracia constantemente
marcaban las diferencias insuperables que los separaban de los partidos
defensores del sistema capitalista, y del constitucionalismo burgués.
Pues bien, un “incidente secundario”, ocurrido
en el Congreso del Partido Socialdemócrata de Alemania (septiembre de 1910)
sirve para ilustrar esa actitud (y la opuesta). Lenin lo comenta en una nota
que lleva por título “Dos mundos”, publicada en noviembre de 1910 (Obras Completas, t. 16, pp. 302-311, ed. Cartago).
Ocurrió que un líder del ala derecha del
Partido, delegado de Baden, de apellido Frank, se quejó porque un ministro del
gobierno alemán había afirmado que no existía igualdad de derechos entre los
socialdemócratas y los partidos burgueses. En respuesta a la queja de Frank, el
líder del ala izquierda del Partido, Bebel, explicó que, dado que el ministro
era representante del régimen estatal y social existente, y dado que su misión
era defender este régimen de los ataques de los socialistas, incluso con la
fuerza si fuera necesario, “tiene toda la razón desde su punto de vista”.
En este punto Lenin reproduce el fuerte cruce:
“Frank interrumpió a Bebel, gritando:
‘¡Inaudito!’. Bebel prosiguió, contestándole: ‘Yo lo encuentro muy natural’.
Frank volvió a exclamar: ‘¡Inaudito!’”. Lenin entonces se pregunta ¿Por qué
Frank se enojó tanto? Y responde: “Porque está saturado de fe en la
‘legalidad burguesa’ en la ‘igualdad de derechos’ burguesa, y no comprende los
límites históricos de esa legalidad, no comprende que toda esa legalidad
inevitablemente debe volar hecha añicos cuando se trata del fundamental y
principal problema de la conservación de la propiedad burguesa. Frank está
saturado de ilusiones constitucionalistas pequeñoburguesas;… cree en el valor
absoluto, en el poder absoluto de la constitución burguesa… y se siente
sinceramente ultrajado porque un ministro constitucional no quiere admitir su
‘igualdad de derechos’, la de Frank, como hombre del Parlamento, como hombre que
actúa en estricta conformidad con la ley” (p. 304).
En cambio Bebel, observa Lenin, “traslada el
problema del terreno de la democracia burguesa, al terreno real de la lucha de
clases”. Luego: “¿Es posible sentirse ‘ofendido’ porque a nosotros, enemigos de
todo régimen burgués, un defensor de ese régimen no nos conceda igualdad de
derechos sobre la base de la ley burguesa? ¡La sola suposición de que esto
pudiera ofenderme, mostraría ya la inestabilidad de mis convicciones
socialistas! (ibid., pp. 304-5). Agrega Lenin:
“Dos mundos de ideas: por una parte, el punto
de vista de la lucha proletaria de clase, que en determinados períodos
históricos puede desenvolverse sobre la base de la legalidad burguesa, pero
que inevitablemente lleva a un desenlace, a un choque directo, al
dilema de ‘hacer añicos’ al Estado burgués, o ser aniquilado y aplastado. Por
otra parte, el punto de vista del reformista, del pequeño burgués al que los
árboles impiden ver el bosque, al que el oropel de la legalidad constitucional
impide ver la enconada lucha de clases y que en un rincón perdido de algún
pequeño país olvida los grandes problemas históricos del presente” (p. 305).
Un “incidente secundario”, que sintetiza en sí
mismo dos enfoques opuestos, el reformista-oportunista, y el revolucionario. En
épocas de extendido cretinismo parlamentario, me parece útil y necesario
rescatar estas tradiciones.
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V. I. Lenin. El imperialismo y la escisión del
socialismo. 1916
Ernest Mandel. Rosa Luxemburg y la socialdemocracia
alemana
Vladimir Ilich Lenin. La enfermedad infantil del
“izquierdismo” en el comunismo. 1920
Franz Pfempfert. La Enfermedad Infantil de Lenin. .
.y la Tercera Internacional
Paul mattick. Luxemburgo contra Lenin (1935)
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