7 de marzo
de 2022
Hoy como ayer, la guerra es un elemento crucial para
la reproducción del sistema capitalista
El pasado 5
de marzo se cumplían 151 años del nacimiento de la revolucionaria marxista Rosa
Luxemburgo. La vida de Luxemburgo nacida en la Polonia rusa, estuvo
por entero entregada a la revolución socialista. Es una figura gigante de la
historia del siglo XX y, particularmente, de la historia del socialismo. Son
muchos los hitos reseñables en su biografía y su obra. Entre ellos, Tita
Barahona destaca en este artículo "su
lucha denodada contra la guerra y el militarismo" (...).
Por Tita
Barahona, de la redacción Canarias- Semanal
La vida de
Rosa Luxemburgo (1870-1919), nacida en la Polonia rusa, estuvo por entero
entregada a la revolución socialista y, desde su temprano ingreso en las
organizaciones obreras, a los 17 años, hasta el momento de su muerte, llevó a
cabo una enorme actividad al servicio del proletariado. Es una figura gigante
de la historia del siglo XX y, particularmente, de la historia del socialismo.
Son muchos
los hitos reseñables en su biografía y su obra. Entre ellos destacaremos su
lucha denodada contra la guerra y el militarismo. El tiempo ha dado la razón a
Rosa Luxemburgo y sus camaradas espartaquistas: la primera guerra mundial fue
un desastre para el movimiento socialista y una desgracia para toda la
población europea por la destrucción y muerte que provocó, a niveles
desconocidos hasta entonces. Doce millones de personas se dejaron la vida en
este conflicto. Hoy, cuando la guerra, con nuevas formas y variables, sigue siendo
una forma de expansión y explotación capitalista, el discurso y la praxis
anti-belicista de Rosa Luxemburgo es, con más motivo si cabe, toda una lección
para quienes aspiramos a construir un mundo sin desigualdad y violencia.
Rosa
Luxemburgo sabía que al capitalismo le es imprescindible el militarismo, porque
éste juega una triple función dentro
del sistema: a) Defender los
intereses “nacionales” en latente o
abierto conflicto con otras burguesías;
b) como medio de inversión del capital acumulado (lo que hoy denominamos
complejo militar-industrial); y c)
Como instrumento de dominación o conservación del sistema capitalista, es
decir: como fuerza represiva.
A modo de
contextualización histórica, debemos señalar que, hacia 1894, el Imperio alemán
del Káiser Guillermo II se había convertido en una potencia colonial, con
territorios anexionados en África, Asia, Oceanía y la Polinesia. En esta década
final del siglo XIX, el Partido Social-Demócrata de Alemania (SPD) era la más
importante formación política de la izquierda marxista, pero con una lucha
interna entre los revisionistas, encabezados por Eduard Bernstein y apegados a
la estrategia parlamentaria; y los marxistas “ortodoxos”, cuyas principales figuras
eran Karl Kautsky y Rosa Luxemburgo, partidarios de la vía revolucionaria para
alcanzar el socialismo. El libro de Rosa, Reforma o Revolución se dirigió precisamente
contra las tesis reformistas de los bernstianos
Entre 1900 y
1914, el SPD mantenía una línea teórica marxista, pero iban ganando terreno los
revisionistas, formándose una tendencia minoritaria de “izquierda socialista”
encabezada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.
En el
Congreso de la Internacional Socialista, celebrado en París en
1900, Rosa Luxemburgo participó en varias comisiones y fue ponente del debate acerca del militarismo.
Allí desarrolló su tesis de que los choques armados entre las potencias
imperialistas devendrían en formidables coyunturas revolucionarias (diecisiete
años más tarde, la Revolución rusa sería prueba irrefutable de su tesis).
En esos años
iníciales del siglo XX, el capitalismo daba pasos muy rápidos en su desarrollo,
especialmente en Estados Unidos y Alemania. Empezaban a dibujarse antagonismos
entre las potencias capitalistas europeas (Gran Bretaña, Francia, Rusia,
Alemania...), que habrían de resolverse por las armas. En este Congreso de la
Internacional en París, Rosa consideraba necesario intensificar la acción de
todos los partidos socialistas contra el militarismo y su proyección
imperialista. Proponía que los socialistas presentes en los parlamentos votasen
en contra de todos los presupuestos militares o navales y contra cualquier
forma de gasto en aventuras coloniales. También recomendaba la intensificación
de manifestaciones populares contra la guerra en los diversos países en los que
hubiera movimiento obrero organizado. Su propuesta fue aprobada por unanimidad.
En 1905,
Rosa entraba a formar parte de la redacción de Worwäerts, el órgano oficial de
la Socialdemocracia alemana, mientras en el Imperio ruso se producía una
verdadera oleada de huelgas revolucionarias, en las que ella participó durante
algunos meses. De esa experiencia surgió su libro La huelga en masa el Partido y los sindicatos,
documento importantísimo para conocer su teoría sobre la huelga general (llamada
de masas en Alemania).
Durante
estos sucesos revolucionarios de 1905-06, Rosa Luxemburgo realizó una actividad
clandestina en Varsovia, donde los socialdemócratas polacos actuaban en
estrecha relación con el movimiento obrero ruso. Rosa siempre concibió la
emancipación del proletariado polaco como parte de la emancipación del
proletariado oprimido por los zares. Su agitación duró unos tres meses, pues
fue detenida e internada en la prisión de Pawiak, desde donde, discretamente,
hacía salir los artículos que escribía.
En 1907 Rosa
Luxemburgo tuvo una participación notable en el Congreso de la Internacional de
Stuttgart, pues en el debate sobre la guerra presentó, junto con Lenin y
Martov, la conocida enmienda revolucionaria a las conclusiones del Congreso
sobre la eventualidad de un conflicto armado entre las potencias. Desde este
congreso, y hasta 1914, el problema del militarismo y la actitud que deberían
adoptar los socialistas ante la guerra fue el tema principal de discusión en
las reuniones de la II Internacional. La enmienda propuesta y aprobada decía:
“Si existe la amenaza de que la
guerra estalle, es obligación de la clase trabajadora de los países y los
Estados, y obligación de sus representantes parlamentarios, con la ayuda de la
Oficina de la Internacional como poder activo y coordinador, hacer toda clase
de esfuerzos para evitar la guerra por todos los medios que le parezcan más
apropiados (…) En el caso de que, a pesar de esto, estalle la guerra, es su
obligación intervenir a fin de ponerle término en seguida, y con toda su fuerza
aprovechar la crisis económica y política creada por la guerra para agitar a
los estratos más profundos del pueblo y precipitar la caída de la dominación
capitalista”.
En 1910, en
el Congreso de la Internacional de Copenhague, aunque el tema de las
cooperativas obreras de consumo se había previsto como el más importante, acabó
imponiéndose el de la guerra. Se trataba ahora de perfilar y concretar la forma
de realizar la resolución antimilitarista del Congreso anterior. Mas si
entonces fue difícil llegar a una resolución unánime, ahora sería imposible
establecer el acuerdo sobre las medidas concretas para ejecutarlo. Las
resoluciones fueron teóricamente fuertes pero efectivamente débiles, pues sólo
se agregó que los diputados socialistas deberían negarse a votar los créditos
de guerra y pedir una limitación al 50 por cien de los gastos militares, así
como una enérgica reducción en lo tocante a los armamentos navales (instrumento
de guerra por antonomasia de la primera época colonialista).
Entre 1910 y
1914, Rosa Luxemburgo actuó dentro del SPD en su ala izquierda, donde las
figuras más caracterizadas eran, además de Rosa y Karl
Liebknecht, Clara Zetkin, Georg
Ledebour, Leo Jogiches -compañero íntimo de Rosa- y Frank Mehring. Este grupo estaba en franca minoría
y en disconformidad con el partido; porque aquella fabulosa maquinaria humana
en que se había convertido el SPD sólo se orientaba prácticamente a organizar
elecciones y obtener el mayor número de actas en los municipios y en el
Parlamento (en 1912, la socialdemocracia llevó al Reichtag 110 diputados).
Es por ello
que, ante el planteamiento de cada huelga, Rosa Luxemburgo y los suyos chocaban
con las cautelas de los dirigentes socialdemócratas mayoritarios, siempre
temerosos de un retroceso electoral, y de la mayor parte de los dirigentes
sindicales, más temerosos aún de lesionar su aparato o de ver reducido el
número de sus cuantiosos cotizantes, si adoptaban una postura radical. Toda esa
prudencia culminaría en hacer de la
Socialdemocracia un agente contrarrevolucionario en 1919, y es una gran
lección sobre la que los socialistas de todos los tiempos no pueden por menos
de meditar.
Todavía en
1912, cuando ya los antagonismos entre las potencias europeas hacían presagiar
el choque bélico, la Internacional celebró su último Congreso, antes de la
guerra, en Basilea. No tenía otro punto del orden del día que el problema de la
inminencia de la guerra, y fue concebido como una colosal manifestación
pacifista del socialismo internacional. Se entonó el canto de la fraternidad
universal, el deseo de no llegar jamás a una lucha fratricida entre las clases
trabajadoras del continente. Pero sería el canto del cisne de la II Internacional.
En 1913,
cuando diversos incidentes entre las potencias hacían sonar tambores de guerra,
Rosa Luxemburgo levantaba enérgicamente su voz en un memorable mitin celebrado
en Frankfurt del Main, pidiendo a los soldados que se negasen a combatir. Fue
procesada por ello y condenada al año siguiente a doce meses de prisión, si
bien se dejó suspendida la pena en atención a sus precarias condiciones de
salud.
¿Qué
solución cabía si los obreros se dejaban alistar y acudían a combatir contra
los trabajadores de otros países? ¿Habrían de restarles apoyo sus camaradas
desde la retaguardia? Evidentemente, si se incurre en el mito patriotero de defender el sistema establecido so pretexto
de defender la nación amenazada, ya no queda salida coherente. Por ello Rosa
propondrá en las vísperas inmediatas de la guerra paralizar los preparativos
bélicos de los gobiernos mediante la huelga general: antes la insurrección y el
paro en masa que ir a la guerra imperialista.
Pero la
mayoría de los dirigentes de la Internacional no estaban por esa oposición
definitiva y absoluta al empeño bélico. Esto ocurría también en la mayoría de
la Socialdemocracia alemana. Al llegar la gran crisis de 1914, los Partidos de
la Internacional en su mayoría, empezando por el SPD, traicionaron los acuerdos
alcanzados en las Conferencias de la Internacional. Decidieron cooperar con el
Estado burgués votando a favor de los créditos de guerra. Sabemos por fuentes
contemporáneas que, cuando le llegaron a Rosa estas noticias, cayó en una profunda
depresión. Esto habría sido el fin de su vida política; pero no fue así: la
política era para ella una exigencia racional, que se imponía como imperativo
moral en su existencia, ocupando todo el tiempo y el esfuerzo posibles.
Cuando ya se
habían prohibido las manifestaciones obreras e incluso los mítines en locales
cerrados, Rosa Luxemburgo y Liebknecht consiguieron poner en la calle al
proletariado berlinés en demanda de la paz. Pero operaron con eficacia los
resortes policíacos del Estado y se impuso el militarismo del Kaiser y de la
clase que representaba. La guerra estalló el 4 de agosto de 1914. Sin embargo,
el grupo de izquierda prosiguió su agitación, cada vez más perseguido por la
policía.
En mayo de
1915, Rosa Luxemburgo y Frank Mherning ponían en circulación la revista “La
Internacional”, órgano de expresión del grupo, que pronto fue suprimida, pero
les dio nombre, ya que desde entonces se les empezó a llamar Grupo
Internacional. Celebró su primera reunión el 1 de enero de 1916, asistiendo
delegados de las diversas regiones alemanas. Acordaron publicar un periódico
clandestino con el título “Spartakus”, y el grupo pasó a tomar esta
denominación: Liga Espartaco. No cesaron en su propaganda clandestina contra la
guerra, hasta que Rosa fue detenida el 10 de julio de 1916. No volvería a pisar
la calle hasta la derrota del ejército alemán tres años después.
Rosa
Luxemburgo salía de la cárcel el 9 de noviembre de 1918. Inmediatamente se
incorporó a la riada revolucionaria que ya anegaba Alemania. Desde agosto, el
ejército estaba en crisis, y con el otoño se iban desplomando los frentes y se
extendía la desmoralización total en las trincheras germánicas. El Káiser
Guillermo II había salido el 29 de octubre de Berlín para refugiarse en el
Cuartel General, pues la capital se había transformado en un hervidero de
manifestaciones obreras incontrolables. El mismo día en que Rosa salía de la
cárcel, el socialdemócrata Scheidemann proclamaba la República desde un balcón
del Parlamento.
En ese
momento culminante, en que la burguesía se encontraba atemorizada, a la
expectativa, desprovista de su instrumento militar defensivo, la Socialdemocracia entendió que su misión
se limitaba a desmontar la monarquía imperial, sustituyéndola por una república
democrática que garantizase en la letra de su Constitución las libertades
formales. Con ese programa, al que se agregaron algunas reformas sociales, Federico
Ebert ocupaba la presidencia de la República (4 de febrero
de 1919- 28 de febrero de 1925), formaba
un gabinete socialdemócrata moderado y pedía al pueblo que abandonase la calle,
reintegrándose a sus casas y ocupaciones.
Pero los
socialistas de izquierda, agrupados en la Liga Espartaco, no eran de la misma opinión e incitaron a las
masas a la revolución proletaria. Rosa Luxemburgo fue uno de sus portavoces a
través de “Bandera Roja”, periódico que salió desde el 18 de
noviembre. En la proclama redactada por Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Franz
Mehring y Clara Zetkin, afirmaban: “Ha
pasado la hora de los manifiestos vacíos, de las resoluciones platónicas y las
palabras tonantes. Para la Internacional ha sonado la hora de la acción”.
En diciembre
hubo choques armados entre los seguidores del gobierno de
Ebert y los espartaquistas. El gobierno confió la represión de los
insurrectos al socialdemócrata moderado Noske y reorganizaba una fuerza militar
en la que permitió la integración de los oficiales del antiguo ejército
monárquico.
El primero
de enero de 1919, la Liga Espartaco se definía como Partido Comunista Alemán e invitaba al
proletariado revolucionario a unirse a la nueva organización. El gobierno, por
su parte, seguía en su línea de convocar elecciones generales para unas
Constituyentes. El proceso culminaría con el establecimiento de la república
parlamentaria -Constitución de Weimar- que desembocaría ulteriormente en la
dictadura hitleriana ¿Fue acaso viable la
democracia liberal en aquella encrucijada de la historia?
Gobierno
socialdemócrata y espartaquistas lucharon encarnizadamente en las calles de
Berlín, a veces edificio por edificio, durante los primeros días del año. Al
fin se impuso el gobierno. El día 13 había sido sofocada la insurrección
espartaquista. Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo fueron detenidos juntos por
los militares. Se les condujo a un hotel, ocupado por oficiales del antiguo
ejército, y allí fueron interrogados. Liebknecht salió primero escoltado por un
capitán y varios soldados. Al pisar la acera, el centinela le asestó un
formidable golpe en la cabeza con la culata del fusil. Le metieron en un
automóvil, que salió disparado hacia Tiergarten. En el camino, le ordenaron que
bajara y le acribillaron a tiros.
Rosa
Luxemburgo corrió suerte pareja. Después de maltratarla hasta privarla del
conocimiento, la metieron en un automóvil y allí le pegaron un tiro. El teniente Kurt Vogel ordenó que arrojaran su
cadáver al Spree, en las proximidades del Puente Cornelio. Para que no flotase,
le ataron un cuerpo pesado. Por esta circunstancia, no fueron hallados los
restos de la revolucionaria hasta pasadas varias semanas. Las muertes de Rosa y
Karl provocaron una auténtica conmoción en el movimiento socialista y comunista
a nivel mundial.
Desde
entonces, todos los años, en Berlín, se recuerda a Rosa -la Rosa Roja, como se
la conocía- y a Karl. Sirvan estas líneas como otro tributo más a su memoria
imborrable.
https://canarias-semanal.org/art/26676/el-legado-anti-militarista-de-rosa-luxemburgo
Leo Jogiches: Una carta de prisión a Sophie Liebknecht del 7
de septiembre de 1918
Rosa Luxemburgo: Cartas de Amor
[Libro] Carlos Marx Historia de su vida por Franz Mehring
Rosa
Luxemburg y el derecho de autodeterminación. Una revisión crítica en el
centenario de su muerte.
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/12/rosa-luxemburg-y-el-derecho-de.html
Bolívar
Echeverría. Rosa Luxemburgo: espontaneidad revolucionaria e internacionalismo.
Obras escogidas de Rosa Luxemburgo.
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/08/bolivar-echeverria-rosa-luxemburgo.html
Rosa
Luxemburgo: Guerra a la guerra
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2018/10/rosa-luxemburgo-guerra-la-guerra.html
Rosa
Luxemburgo. El Programa de Espartaco. ¿Qué quiere la Liga Espartaco? Nuestro
programa y la situación política 1918
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/10/rosa-luxemburgo-el-programa-de.html
Rosa
Luxemburg . ¿Qué quiere la Liga Espartaco? Programa del Partido Comunista
alemán
Escrito: 14
de diciembre de 1918.
https://www.marxists.org/espanol/luxem/1918/12/14.htm
Rosa
Luxemburgo. Discurso ante el congreso de formación del Partido Comunista Alemán
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/11/rosa-luxemburgo-discurso-ante-el.html
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