Robots, automatización y trabajo
asalariado (parte I)
Índice del
contenido
¿Por qué hablamos de robots y de automatización?
Si la automatización ya existía, ¿por qué se habla tanto de ella ahora?
¿Cuántas tareas se pueden automatizar?
¿Por qué se automatiza?
¿De qué depende que la automatización avance más o menos rápido?
Ojo, la descualificación es al menos tan importante como el desempleo
La subsunción real del trabajo al capital
Bibliografía (para las tres partes)
Robots, automatización y trabajo
asalariado (parte II)
Índice del contenido
Los optimistas históricos (y los que solo les interesa la parte llena del
vaso)
¿Pueden aparecer otros tipos de trabajo que compensen las perdidas
provocadas por la automatización?
La vía legislativa: ¿fuente de soluciones o punta de lanza de la amenaza?
Bibliografía (para las tres partes)
https://cronicadeclase.wordpress.com/2019/07/31/robots-automatizacion-y-trabajo-asalariado-parte-ii/
Robots, automatización y trabajo
asalariado (parte III)
Índice del
contenido
Los límites a la revalorización del capital
La necesidad y la inevitabilidad de la lucha de los trabajadores
El socialismo como único marco alternativo de relación con el trabajo
Bibliografía (para las tres partes)
ROBOTS, AUTOMATIZACIÓN Y TRABAJO
ASALARIADO, por Duval («Crónica de clase») – PARTE 1 de 2
ROBOTS,
AUTOMATIZACIÓN Y TRABAJO ASALARIADO, por Duval («Crónica de clase») – PARTE 2
de 2
Ampliación de la bibliografía,
informes, libros, artículos y enlaces de apoyo (para las tres partes)
Bibliografía
(para las tres partes)
Qué
informes hemos tomado como referencia para las cifras
En los
diez últimos años se han publicado muchos trabajos académicos, divulgativos y
formadores de opinión sobre los posibles efectos de la automatización sobre el
empleo. Algunos de ellos postulan nuevas metodologías y algunos las combinan,
corrigiéndose así unos a otros en proporciones nada desdeñables.
Nuestro
interés no está en la demagogia o el alarmismo, así que hemos optado por dar
preferencia a los trabajos que ofrecen cifras más moderadas, o que presentan
varios escenarios de distinta intensidad. También nos han interesado
especialmente aquellos que brindan soluciones o consejos a los poderes
públicos, pues creemos que una función nada desdeñable de estos trabajos está
más volcada en crear opinión que en presentar datos neutros.
Informes:
– Comisión Europea; Report of the high-Level expert
group on The Impact of the Digital Transformation on EU Labour Markets;
Abril 2019
Informe
final del Grupo de expertos de alto nivel sobre el impacto de la transformación
digital en los mercados laborales de la UE
Grupo de
expertos de alto nivel sobre el impacto de la transformación digital en los mercados
laborales de la UE
Informe «Jobs lost, jobs
gained: Workforce transitions in a time of automation» (McKinsey Global
Institute)
Informe
completo
Informe «A future that works: Automation,
employment, and productivity» (McKinsey Global Institute)
Fecha de publicación: Enero de 2017
El informe analiza las tecnologías de automatización y sus efectos
potenciales. La automatización de tareas puede ayudar a las empresas a mejorar
su rendimiento reduciendo los errores, mejorando la calidad y la velocidad y,
en algunos casos, obteniendo resultados que van más alla de las capacidades
humanas. La automatización contribuye también a la productividad, como ha
ocurrido históricamente. En un momento de escaso crecimiento de la
productividad, estas tecnologías pueden dar el impulso necesario al crecimiento
económico y a la prosperidad, además de contrarrestar el impacto del
decreciente porcentaje de la población en edad de trabajar en muchos países. El
modelo de escenario planteado en el informe estima que la automatización podría
aumentar la productividad global entre un 0,8 y un 1,4% anualmente
Aprovechar la automatización para un futuro que funcione
La
digitalización empuja al mercado de trabajo a una mayor desigualdad salarial
800
millones de trabajadores serán sustituidos por robots en 2030
Fuente:
Un tercio de los trabajadores estadounidenses podrían estar desempleados
para 2030 debido a la automatización
Un nuevo estudio de la firma de consultoría, McKinsey Global Institute
(MGI), revela que hasta un tercio de los trabajadores de los Estados Unidos y
800 millones de trabajadores en todo el mundo podrían perder sus empleos como
resultado de la automatización para 2030.
El nuevo informe, titulado "Empleos perdidos, trabajos ganados: transiciones de
la fuerza laboral en un momento de automatización", se basa
en investigaciones
anteriores de MGI publicadas en enero de 2017.
La firma consultora ahora estima que entre 400 y 800 millones de personas en
todo el mundo podrían estar desplazado por la automatización y necesita
encontrar nuevo trabajo. El informe sugiere que hasta 375 millones de
trabajadores o el 14% de la fuerza laboral global tendrán que cambiar de categoría
ocupacional como resultado de la automatización inteligente.
Aprovechar
la automatización para un futuro que funcione
12 de enero
de 2017
MCKINSEY
GLOBAL INSTITUTE
UN FUTURO
QUE FUNCIONA: AUTOMATIZACIÓN, EMPLEO Y PRODUCTIVIDAD
ENERO, 2017
RESUMEN
EJECUTIVO
– ; Where machines could replace humans – and
where they can’t (yet); Octubre 2016; https://public.tableau.com/en-us/s/gallery/where-machines-could-replace-humans
– Nedelkoska, Ljubica; Quintini, Glenda; OCDE –
Automation, skills use and training; 2018
– World Economic Forum; The Future of Work
Report 2018
El
Informe del Futuro del Empleo 2018
– Unión General de
Trabajadores; Impacto de la automatización en el empleo en España,
24 de octubre de 2018.
Este documento de la UGT nos parece útil porque reúne un extenso listado de
informes de organizaciones internacionales, creadores de opinión y grupos de
presión del capital. Sin embargo, a nuestro parecer se limita a resumir sus
puntos de vista y recomendaciones, sin oponerles la necesaria crítica.
Libros,
artículos y enlaces de apoyo:
– Astarita,
Rolando; Plusvalía relativa e
inflación; 2016.
Aquí se puede consultar qué es la plusvalía extraordinaria que obtiene un
capitalista cuando es el primero en adoptar una tecnología.
Revista: En
defensa del marxismo
En Defensa
del Marxismo, Nº 43, febrero de 2015
Diccionario
de economía política
Borísov,
Zhamin y Makárova
PLUSVALÍA
RELATIVA
PLUSVALÍA
EXTRAORDINARIA
PLUSVALÍA
RELATIVA
VALOR DE
USO
"El Capital", Karl Marx. Traducciones en castellano
descargables, on-line y en papel. Cuestiones básicas sobre el marxismo: El
capital y la ley del valor
Karl Marx: El Capital, El Capital (libro I- Capítulo VI inédito)
Resultados del proceso inmediato de producción, Los Grundrisse, Teorías sobre
plusvalía (Tomo IV de El Capital) y bibliografía complementaria
–
Cibcom.org; Ciber-comunismo; Sitio web dedicado al estudio de la planificación socialista desde la
perspectiva de las tecnologías actuales. https://cibcom.org/
Reabriendo el debate sobre la planificación socialista de la
economía. Maxi Nieto – Lluís Catalá
– Engels,
Friedrick; La situación de la clase obrera en Inglaterra; 1845; disponible en
marxists.org: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/index.htm
Federico
Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra
Federico
Engels Prefacio a la segunda edición alemana de 1892 de La situación de la
clase obrera en Inglaterra
– Gobierno
de España; Agenda del Cambio; Febrero 2019; http://www.mineco.gob.es/stfls/mineco/ministerio/ficheros/190208_agenda_del_cambio.pdf
–; Las
luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/index.htm
Karl Marx
Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850
Karl
Marx: El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte
– ; El
dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. En este libro Marx retoma los
acontecimientos de 1848 y continúa el análisis hasta finales de 1851. Como
señaló Engels en un prólogo elaborado unos años más tarde, “Fue precisamente
Marx el primero que descubrió […] la ley según la cual todas las luchas
históricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el
filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no son, en realidad, mas
que la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales”. Un
indispensable. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
– Nieto
Fernández, Maxi; Cómo funciona la economía capitalista; Escolar y
Mayo editores, 2015
Maxi Nieto Ferrández: “Cómo funciona la economía capitalista: una
introducción a la teoría del valor-trabajo de Marx”
– Polanyi,
Karl; La gran transformación; Fondo de Cultura Económica, 2003
Karl Polanyi.
La gran transformación. Critica del liberalismo económico
La gran
transformación
Karl Polanyi
LA GRAN TRANSFORMACIÓN
Critica del
liberalismo económico
ROBOTS, AUTOMATIZACIÓN Y TRABAJO
ASALARIADO (PARTE I)
¿Por qué
hablamos de robots y de automatización?
La palabra
robot es una palabra engañosa. Por un lado, nos hace pensar en artefactos
técnicos muy complejos, alejando de nuestra mente soluciones menos
espectaculares pero que ofrecen un servicio totalmente equivalente. Por otro
lado, arrastran nuestra imaginación a un futuro siempre remoto, haciéndonos
perder de vista lo que ocurre ahora o puede ocurrir en breve.
Veámoslo con
un ejemplo. Imaginemos que llegamos a la recepción de un hotel y un robot con
aspecto humano de cintura para arriba, con cabeza, cara y brazos, nos da la
bienvenida, nos hace las preguntas habituales, le explicamos nuestras
preferencias de servicios, planta y vistas, nos solicita el DNI y nos da la
tarjeta magnética de nuestra habitación. ¿Futurista? Imaginemos ahora que el
robot no tiene cuerpo, sino que vemos una cara generada por ordenador
manteniendo con nosotros la misma conversación desde una pantalla, nos solicita
que pongamos nosotros mismos el DNI sobre un pequeño escáner, y hace aparecer
de una ranura del mostrador la tarjeta magnética que abrirá nuestra habitación.
¿A que ya no es tan futurista? Imaginemos, por último, que ni siquiera hay
pantalla, no hay un rostro que hable. La voz sale de uno de esos altavoces
inteligentes como los que venden Google o Amazon, el cual también sirve para
que el mecanismo pueda oírnos a nosotros; la llave para abrir la habitación
queda activada en la app del hotel que hemos instalado en nuestro móvil. De
pronto todos los elementos técnicos necesarios son absolutamente actuales, son
tecnologías casi de uso doméstico y podrían ponerse en marcha hoy día. Ya no
hay nada futurista en la propuesta. Las tres soluciones eliminan un puesto de
trabajo y las tres soluciones son funcionalmente equivalentes. Tanto la
solución actual prestada por un humano como las alternativas expuestas terminan
dando el mismo servicio al cliente. Sin embargo, desde el punto de vista
empresarial, cualquiera de las tres alternativas técnicas consigue automatizar
una tarea que hasta ahora precisaba de un trabajador. Así pues, la
automatización es el concepto en el que debemos centrar nuestro análisis. Si
esa automatización requiere de un robot con apariencia más o menos humana, eso
dependerá de la tarea que queramos automatizar.
Si miramos
desde esta perspectiva, nos podemos dar cuenta de que la automatización no es
nada nuevo, lleva con nosotros varios decenios. En la agricultura hay multitud
de procesos automatizados, desde riegos programados hasta máquinas que hacen
vibrar varios árboles a la vez durante la recogida, capturando ellas mismas los
frutos que caen. En la industria no hay mucho que explicar, pues durante mucho
tiempo fue el campo de actuación más propicio a la automatización. En ella fue
donde aparecieron hace mucho los primeros robots tal y como entendemos el
término: brazos robots que sueldan, mecanismos que recogen piezas muy pesadas o
diminutas, los mueven de forma autónoma entre puntos concretos y los depositan
o ensamblan en su ubicación deseada, etc. Por último, en el sector servicios la
automatización nos rodea por todos lados en nuestra vida diaria: sacamos e
ingresamos dinero en cajeros automáticos, compramos los billetes del metro en
máquinas que han sustituido a las taquillas, desayunamos con un café y un bollo
obtenidos de máquinas expendedoras disponibles en nuestras empresas o en espacios
públicos, pasamos nosotros mismos nuestra compra por cajas de auto-pago a la
salida del supermercado, etc.
Si la
automatización ya existía, ¿por qué se habla tanto de ella ahora?
Hay varios
factores técnicos, mecánicos, de costes, etc., que hacen que la automatización
que hemos conocido hasta ahora pueda dar el salto a un nuevo nivel. Son
factores tales como los avances en baterías ligeras y potentes, la
miniaturización y abaratamiento de procesadores, sensores y motores, la
disponibilidad universal de comunicaciones inalámbricas, el menor consumo
eléctrico de todos estos componentes, etc.
Sin embargo,
la concurrencia de todos estos cambios acumulativos podrían explicar un
crecimiento lineal de los usos de la automatización. En realidad, la revolución
que realmente propiciará que los campos de acción de la automatización se
multipliquen exponencialmente tiene lugar cuando añadimos la inteligencia
artificial a los ingredientes anteriores.
Cuando
hablamos de inteligencia artificial entramos en una zona engañosa como la que
habíamos definido anteriormente para los robots. Hay que entender que la
inteligencia artificial no requiere que un ordenador se pregunte por su propia
consciencia ni que se plantee rebelarse contra la especie humana. En realidad,
está avanzando en paralelo en varios frentes de investigación más o menos
independientes. En una de sus variantes solo requiere que un humano pueda
interaccionar con una máquina en un contexto muy concreto y que esta máquina dé
respuestas y soluciones válidas en ese contexto. Si volvemos al ejemplo de la
máquina recepcionista de hotel, sería suficiente con que esa máquina supiera
responder a cuestiones sobre desayunos -puede que debiera saber algo sobre
alergias alimentarias-, acerca de preferencias sobre vistas a la calle o sobre
las intensidades del aire acondicionado, sobre restaurantes o monumentos de la
ciudad, o sobre los datos que pueden ir en una factura y cosas por el estilo.
No sería necesario que pudiera hablar sobre amor, filosofía, política o religión,
que jugara al ajedrez ni que se planteara crear Skynet. Siendo más ambiciosos,
desde un punto de vista comercial estaría bien que pudiera distinguir matices
tales como el enojo en la forma de hablar del cliente; es decir, que tuviera
cierta inteligencia emocional.
En otra
variante de uso de la inteligencia artificial ni siquiera es necesaria la
comunicación con un humano. Basta con que la máquina pueda tomar decisiones
autónomas tras analizar diferentes parámetros de un entorno relativamente cambiante,
lo cual puede incluir la detección o interacción con otros cuerpos fijos o
móviles o incluso el reconocimiento por visión artificial de esos objetos.
Pues bien,
ya existen sistemas de inteligencia artificial que son viables dentro de estas
limitaciones. Y son tanto más efectivos cuanto más acotado sea su cometido. Es
decir, es más fácil conseguir una inteligencia artificial preparada para
responder acertadamente el tipo de preguntas más o menos limitado que pueden
darse en la recepción de un hotel que las preguntas de ámbito totalmente
general que un usuario de Google puede consultar en Internet. O, por poner un
ejemplo del segundo grupo, es mucho más fácil la conducción autónoma de un
convoy de metro a través de su trazado predefinido que la de un taxi por las
imprevisibles calles de una ciudad.
Así pues, la
automatización combinada con la inteligencia artificial está preparada para dar
un salto cualitativo que la va a llevar a multiplicar el número de tareas que
podrá asumir. En los próximos años veremos cómo sale del ámbito restringido de
dar a elegir entre ocho tipos de café pulsando un botón u otro en la máquina de
la oficina, a ámbitos insospechados como el de atender una cafetería al
completo.
¿Cuántas
tareas se pueden automatizar?
En un informe
de 2017, el McKinsey Global Institute (MGI) estima que seis de
cada diez empleos tienen un 30% de tareas que son automatizables con
tecnologías ya existentes. Esto quiere decir que es difícil hacer desaparecer
una actividad al completo sustituyendo a todos sus trabajadores por máquinas,
pero es fácil quitar hasta un tercio de las tareas humanas que se realizan en
muchos puestos de trabajo. O sea que, en esos sectores, siete personas ayudadas
por automatismos podrían hacer el trabajo de diez. En peor situación se
encontrarían sólo uno de cada veinte empleos, aquellos que se dan en sectores
donde todo el trabajo es automatizable por completo. De media, y en un
escenario de automatización moderada, el MGI estima que un 15% de las horas de
trabajo mundiales pueden ser automatizadas hasta 2030. Si la implantación no
fuera tan moderada y se pudiera usar toda la capacidad de automatización
asociada tan solo a la tecnología disponible hoy día -algo que con toda
probabilidad no ocurrirá-, en España se podría automatizar el 48% del trabajo,
o el equivalente a casi ocho millones setecientos mil empleos.
También
puede causar sorpresa qué tipos de tareas pueden ser las más afectadas. En la
etapa anterior, la automatización había quedado asociada a trabajos físicamente
repetitivos, donde la cadena de montaje o los robots de movimientos programados
habían llegado a sustituir a miles y miles de trabajadores industriales. Pero
ahora, al añadirse la inteligencia artificial, el escenario cambia por
completo, apareciendo dos amplísimos grupos de tareas donde la aplicación de la
automatización se va a cebar en los próximos años.
Por un lado,
están las tareas repetitivas en entornos irregulares. Si anteriormente el robot
necesitaba encontrar y dejar las cosas en sitios fijos, así como las rutas
programadas y libres, ahora puede tener aplicación allí donde el entorno no
está tan controlado. Es el caso real de gigantescos camiones sin conductor que hacen una y otra vez el
viaje entre la mina donde los cargan y la planta de procesamiento donde
descargan, todo ello por pistas sin asfaltar. Ocupaciones menos complejas que
esta se pueden encontrar en todos los sectores: en la industria, la agricultura
y en los servicios.
Por otro
lado, y esto puede sorprender más, el otro gran grupo de trabajos más afectados
serán los que requieren de una interacción rutinaria con clientes y los
trabajos intelectuales y repetitivos de cualificación media. Hablamos de
trabajos tan diversos como el Call Center de cualquier empresa, la atención
directa al público, las tareas de papeleo y contabilidad o incluso del
asesoramiento legal del tipo Legálitas o los chequeos periódicos de salud. En
todos estos trabajos los empleados pueden ser sustituidos en una proporción
alta, o incluso mayoritaria, por automatismos en forma de software, dejando un
retén de trabajadores para los casos donde la máquina no pueda llegar. Si hay
quien piense que estos sectores exigen trabajadores humanos, puede fijarse en
que la banca ha prescindido en diez años de crisis de un treinta por ciento de
los empleados que tenía en 2008, un proceso que no ha concluido todavía y que, por ahora,
solo ha contado con la tecnología Internet de la ola anterior, sin incorporar
las novedades de las que hablamos aquí. Según el Foro Económico Mundial,
en un informe elaborado en 2018 a partir de encuestas a empresas, se prevé que
en una fecha tan temprana como 2022 ya se habrá producido un incremento de
automatización apreciable en tareas tan humanas como la comunicación y la interacción,
la coordinación, el desarrollo, la gestión, el asesoramiento y la toma de
decisiones.
De todas
formas, dado que cada país tiene una composición distinta de sectores
productivos y parte de un nivel tecnológico diferente, la incidencia en cada
uno puede ser muy distinta. Por eso, si cruzamos los tipos de tareas más
automatizables con el perfil productivo de España, el informe del MGI refleja
cómo el potencial de automatización se ceba en unos cuantos sectores de gran
impacto en nuestra economía: la manufactura, con el equivalente a un millón y
medio de empleos automatizables; el comercio, con más de un millón; y la
agricultura y la hostelería, con más de ochocientos mil puestos de trabajo
equivalentes cada uno.
¿Por qué
se automatiza?
Hasta ahora hemos
hablado de máquinas y de trabajo humano, dando por sentada una relación
aparentemente natural y eterna: la ciencia y la tecnología realizan avances,
esos avances mejoran las máquinas y las máquinas mejores absorben trabajo que
anteriormente hacían las personas. Como las personas tienen que vender su
fuerza de trabajo a cambio de dinero para sobrevivir, la falta de trabajo acaba
provocando, de forma casi natural, paro y miseria.
En realidad,
esta secuencia de acontecimientos no es ni natural ni eterna. Es una secuencia
natural sólo desde la lógica del modo de producción capitalista en el que está
inserta. No es ni mucho menos eterna, pues el modo de producción capitalista
tuvo un principio y no hay motivo para pensar que no tendrá un final. Lo importante
es constatar que todos los procesos que hemos expuesto no se producen en el
aire, sino en este contexto material e histórico, con lo que debemos comenzar a
analizar esta nueva ola de avances tecnológicos desde el punto de vista de la
lógica capitalista. Solo al final dedicaremos un pequeño apartado para ver un
posible planteamiento alternativo si el modelo social de producción fuera
distinto.
Un
capitalista invierte en medios tecnológicos con el objeto de que cada unidad de
los bienes o servicios que produce incorpore menos trabajo total que las
unidades de la competencia. Es decir, cuando invierte en tecnología tiene que
calcular que la suma del valor empleado en medios de
producción y el generado por sus propios trabajadores baje en cada
unidad de producto. Él no lo hace por el mero hecho de vender más
barato, sino por las consecuencias que él espera que se deriven de ello: si es
el primero en aplicar esa tecnología, conseguirá inicialmente un beneficio extraordinario frente a sus competidores; en
el caso de que ya se le hayan adelantado otros, lo tendrá que hacer
obligatoriamente para no ser desbancado por ellos. Pero al final de estos
procesos, cuando todos hayan incorporado la nueva tecnología, el resultado
conjunto logrado sin pretenderlo es que desaparecen los beneficios
extraordinarios y cada producto ha quedado abaratado. Es lo que se llama un
aumento de la productividad. Y es un proceso sin fin, los capitalistas tienen
que volver a empezar desde el punto en el que se quedaron la vez anterior.
Recordemos
ahora que el capitalista utilizaba dos ingredientes para producir sus
mercancías: por un lado la tecnología (máquinas, herramientas, etc., fabricadas
anteriormente por otros) y por otro lado el trabajo vivo de sus propios
trabajadores. Si su intención es que cada unidad de producto final baje de
valor y para ello ha aumentado la inversión en tecnología, solo se pueden dar
dos escenarios:
- Si no se espera que la mejora
tecnológica provoque un aumento de ventas del producto, a la fuerza tiene
que haber menos trabajo actual en cada una de las unidades producidas. Es
decir, desde el punto de vista de sus trabajadores, la inversión en
tecnología se ha hecho para ahorrar en salarios, y alguno de ellos será
despedido.
- Si, como consecuencia de la
bajada de precios, el producto se vende más, puede ser compatible -al
menos temporalmente- la inversión realizada en tecnología con el
mantenimiento de los puestos de trabajo. Pero no olvidemos que tras esta
inversión tecnológica vendrá otra…, y otra. Tarde o temprano llegaremos al
punto en que sobrarán trabajadores incluso para la producción ampliada.
Así pues,
los procesos de mejoras tecnológicas se plantean desde el interés inmediato del
capitalista. No se trata de que ese capitalista concreto sea egoísta o
desprendido, justo o injusto; se trata de que, si no sigue esos pasos, será
expulsado del mercado porque no podrá competir. Así, el cambio tecnológico -y
en nuestro caso concreto la automatización y la inteligencia artificial- tiene
una motivación y unas consecuencias inevitablemente marcados por la lógica
capitalista. No los podemos analizar desde otro punto de vista mientras sigamos
en este sistema de producción.
Ahora que
estamos situados en un contexto material e histórico podemos profundizar
nuestro análisis.
¿De qué
depende que la automatización avance más o menos rápido?
De acuerdo a
los factores expuestos, podemos ver que no hay una regla única que explique a
qué velocidad se va a implantar la automatización en cualquier país y en
cualquier sector. Lo que sí podemos analizar son los factores que se mezclan en
cada caso.
Como ya
hemos explicado, el primer factor que hay que tener en cuenta es que la
tecnología que haya que aplicar tenga un coste que permita abaratar cada bien o
servicio producido con ella en una proporción que compense la inversión. Por
eso, muchas tecnologías aparecen una primera vez y no triunfan, y unos años más
tarde, cuando se han abaratado, consiguen implantarse. En el tipo de
automatizaciones que estamos viendo aquí, ese punto se puede considerar
superado. Los elementos físicos, electrónicos, de comunicaciones y de software
de los que estamos hablando son del mismo tipo de los usados en los teléfonos
inteligentes, y sabemos que su producción e interconexión masiva y barata ya es
una realidad desde hace tiempo.
El otro
factor importante es el nivel de salarios. Si los salarios en un país o en un
sector son bajos, el capitalista puede sentirse menos motivado a invertir en
tecnología, pues podrá competir con los productos o servicios de otros países
de salarios más altos aunque estos ya hayan mejorado la tecnología. Pero este
truco solo funciona temporalmente. Es el que ha permitido, por ejemplo, que los
empresarios españoles recuperaran beneficios en los últimos años gracias a las
bajadas de salarios directos, indirectos y diferidos provocadas por las
reformas laborales, de pensiones y de recorte de protecciones sociales de
Zapatero y Rajoy. Pero con eso no basta: si los capitalistas de otros países
siguen invirtiendo en tecnología, tarde o temprano los productos de empresas
españolas no podrían competir con los de las alemanas sin que nuestros salarios
bajaran al nivel de Europa del Este (y eso sin tener en cuenta que los
empresarios alemanes también explotan cada vez más a sus trabajadores). Así
pues, ir por detrás en inversión tecnológica no es una opción cualquiera a
elegir entre otras, sino un problema permanente de productividad que encuadra a
España como país de segunda división dentro del capitalismo.
Además de
los factores expuestos, que podrían hacer pensar que la inversión tecnológica
subiría o bajaría según un ritmo constante o acompasado entre sectores, también
debemos tener en cuenta otros factores que dependen del momento concreto por el
que atraviesa el capitalismo. Algo muy a tener en cuenta en el contexto de
crisis global que se arrastra desde 2008.
Y es que no
podemos olvidar nunca el primer ingrediente necesario para que se produzca la
inversión en tecnología, que no es ni más ni menos que la perspectiva de
obtener beneficios. Un capitalista no invertirá si no espera que la venta de lo
producido le reporte un beneficio sobre la inversión realizada. Así explicado
puede parecer algo obvio, pero no lo es. Hay muchos economistas que buscan
otras mil maneras de explicar por qué la economía capitalista se detiene
periódicamente, como lleva ocurriendo desde 2007: unos echan la culpa a que se
ha cortado el crédito, otros echan en falta que los bancos centrales inyecten
dinero, otros a que no hay compradores, etc. Para nosotros (y para muchos
economistas), y tal como hemos explicado anteriormente en otros artículos, el primer síntoma de que se
vislumbra una crisis en el horizonte no es que baje la inversión, sino que los
beneficios comienzan a menguar (incluso con inversión y consumo todavía
crecientes). Eso es lo que más temprano que tarde hará bajar la inversión y
provocará la entrada en una crisis capitalista, una crisis que se prolongará
hasta que la combinación de destrucción de capitales y de bajada de salarios
vuelva a sentar las condiciones para un nuevo ciclo alcista. En ese momento, cuando
haya aliciente para volver a aumentar las inversiones, será cuando se ponga de
manifiesto con toda su potencia lo que la automatización puede dar de sí.
Esto es lo
que explica que en los últimos años se haya contenido el ritmo de crecimiento
de la productividad en todo occidente: la inversión tecnológica no era un
aliciente en sí misma para la clase capitalista cuando no esperaban un
incremento de beneficios próximo. Esto ha afectado fundamentalmente a las
pequeñas y medianas empresas, que precisamente son las que forman la mayor
parte del tejido económico español.
Pero este
parón no ha afectado tanto a los grandes capitales que buscan desesperadamente
nuevos espacios de extracción de beneficios. Como decíamos atrás, uno de los
elementos que hacen salir de la crisis es la destrucción de capitales, un
proceso al que los capitales supervivientes no asisten pasivos. Así, podemos
ver cómo en la última crisis se ha producido una auténtica revolución dentro
del capitalismo, una revolución en el que la base tecnológica ha jugado un
papel importante. Si en un primer momento los pequeños empresarios fueron
prácticamente barridos de los centros de las grandes ciudades por las cadenas
supertecnificadas,
ahora son las empresas de venta por Internet las que intentan arrasar con las
anteriores. Durante los últimos años hemos
podido comprobar cómo los grandes capitales ya existentes han invertido para
aumentar su tasa de ganancia: las eléctricas con los contadores inteligentes,
los bancos y la banca online, Inditex y el control de inventario, la gran
distribución y el auge de los centros logísticos. Por otro lado, nos
encontramos a los nuevos actores que han entrado respaldados por grandes
inversores multinacionales ávidos de beneficios, todos ellos con la
característica común de apoyarse en la tecnología para entrar en negocios que
hasta ahora estaban en manos de pequeños empresarios o autónomos: Uber,
Deliveroo, Glovo, AirBnb, etc.
Por último,
no queremos cerrar este apartado sin reconocer la posibilidad de que
determinadas empresas, o incluso sectores productivos enteros, jueguen a
simular momentáneamente una importancia excesiva de los beneficios esperados de
determinadas tecnologías que aún no están maduras, algo que se puede hacer con
el objetivo de aparecer más atractivo a la hora de buscar inversores, con la
intención de posicionarse en mercados emergentes, o como forma de desviar la
atención de la explotación del trabajo más clásica y descarada. Es el caso, por
ejemplo, de Amazon, una empresa que
reúne en sus centros logísticos los elementos de explotación
tradicionales de una cadena de montaje hipertecnificada y, sin embargo, suele aparecer en las noticias
por iniciativas casi publicitarias como la del reparto con drones, que todos los años es una promesa
inmediata. En cualquier caso, este ejemplo real de Amazon nos debe servir para
entrenar y afinar nuestra mirada de clase: es verdad que la empresa puede estar
interesada en señalarnos al dron que sacan de paseo cuando quieren salir en la
prensa, pero nosotros debemos mirar más atrás, a ese trabajador que pasa a toda
prisa con un dispositivo atado al brazo que mide el tiempo que ha tardado en
recoger una lista de paquetes de sus estanterías o el que ha pasado en el baño.
Debemos guardar las distancias con la propaganda empresarial y sus grandes
eslóganes como Revolución Industrial 4.0, pero en ningún caso
podemos permitirnos minusvalorar la que se nos viene encima.
Ojo, la
descualificación es al menos tan importante como el desempleo
Como podemos
ver en la bibliografía, el aviso de la nueva ola de automatización que viene ha
sido dado por analistas económicos, consultoras, gobiernos e instituciones
internacionales. No para que alguien lo pare; muy al contrario, el objetivo de
fondo de todos los informes es solicitar la flexibilidad legal que permita
llevar hasta sus últimos términos las posibilidades de la automatización. Todos
avisan del desempleo que esto va a generar, aunque todos también se encargan de
añadir una serie de razones muy vagas o supuestos ejemplos históricos que
podrían jugar como contrapeso.
Por nuestra
parte, dando por seguro el desempleo que se va a provocar, más adelante
analizaremos la fiabilidad de los factores contrarrestantes que se invocan.
Pero no podemos cerrar la lista de consecuencias para los trabajadores de la
automatización y de la inteligencia artificial sin poner sobre la mesa un
fenómeno al que ninguno de los informes llama por su nombre: la
descualificación de la fuerza de trabajo.
La
descualificación de la fuerza de trabajo ocurre cuando la preparación y la
experiencia de los trabajadores pierden fuerza para aportar valor a lo que
producen. Esto tiene dos consecuencias de gran importancia para el capital: por
un lado, a un trabajador menos cualificado ha costado menos producirlo (menos
estudios previos a la vida laboral, menos años de práctica hasta alcanzar el
pleno rendimiento, etc); por otro lado, y como consecuencia de lo anterior, el
poder de negociación salarial de un trabajador menos cualificado es mucho menor,
pues el empresario tiene más fácil encontrar o formar a otro para que trabaje
por menos dinero. Ambas cosas se traducen para el capitalista en dinero
contante y sonante: la primera supone menos impuestos para educación y para
mantener a los jóvenes antes de que comiencen a producir, es decir, menos
salarios indirectos; la segunda supone, sencillamente, salarios directos más
bajos. Para los trabajadores, ahonda en su dificultad para negociar el valor de
su fuerza de trabajo: si ya vimos que el desempleo puede dejar a muchos fuera,
ahora nos encontramos con que la descualificación baja la remuneración y
empeora las condiciones laborales de los que consiguen mantenerse activos.
La
descualificación no es en absoluto un fenómeno nuevo, y siempre ha sido uno de
los efectos buscados por la automatización. En el siglo XIX, la máquina de
vapor comienza a mover dispositivos que imitan los movimientos que hacen los
brazos de las personas cuando utilizar determinadas herramientas. De este modo,
las máquinas, capaces de hacer movimientos repetitivos con mucha precisión y
rapidez, terminan con el trabajo de personas que tenían profesiones muy
variadas, desde los tejedores hasta los fabricantes de agujas. Este proceso no
ha parado nunca: hoy día un robot industrial es capaz de realizar una soldadura
con la calidad para la que una persona requiere años de experiencia.
Sin embargo,
cuando añadimos la inteligencia artificial, las comunicaciones y la información
distribuida al arsenal de recursos de la máquina, el ámbito de la
descualificación se amplía a tareas que hace veinte años no hubiéramos
imaginado.
Y ya están
aquí. Los negocios de venta por Internet serían sencillamente ruinosos si el
reparto de paquetería dependiera de la formación, experiencia e intuición ganada
durante años por los miles de conductores y repartidores de los cuales depende.
La condición previa para este modelo de negocio es que el reparto lo pueda
realizar cualquiera, siguiendo en la pantalla de una tablet el
plan de entrega trazado por un ordenador que ha tenido en cuenta la mejor ruta
entre los puntos de entrega, la información viva del tráfico y que incluso es
capaz de reaccionar en caliente si comienza a llover o si ha ocurrido un
accidente en uno de los tramos previstos. Otro ejemplo: en los últimos años,
las tareas de mantenimiento de los propios sistemas que automatizan la
producción también han bajado los requerimientos de experiencia óptima del
personal a su cargo. Así, líneas de producción, máquinas de autoservicio o
centros de cálculo son capaces de informar automáticamente cuando tienen una
avería (o incluso antes de que esta se produzca), indicando en la incidencia el
componente que tiene problemas. El personal que acude a atender la avería sabe
de antemano la pieza afectada y ante la menor duda se limita a cambiarla. Si el
problema se complica, unos pocos especialistas -que pueden estar ubicados en el
extranjero- apoyan por teléfono al técnico de campo menos experimentado (y
normalmente subcontratado).
E incluso en
las profesiones que podríamos considerar más especializadas también avanza la
descualificación. El análisis de radiografías,
ecografías o escáneres médicos está tan desarrollado que los colegios profesionales ya se ponen a
la defensiva. Será en
vano. Tarde o temprano una compañía de seguros privada ofrecerá un seguro
médico más barato con atención y diagnósticos semiautomatizados. Tareas que
antes atendían médicos irán cayendo en manos de trabajadores técnicos con más
preparación en ofimática que en medicina. Una plantilla reducida de doctores
actuará sólo en los momentos más críticos o cuando la máquina solicite
puntualmente ayuda. Progresivamente, menos personal de formación prolongada
será necesario para prestar el mismo número de servicios que antes necesitaba
de un mayor número de trabajadores expertos.
La
subsunción real del trabajo al capital
¿Subsun qué?
La subsunción del trabajo al capital quiere significar cómo, en el capitalismo,
el trabajo deja de ser una actividad que las personas controlan y que les
enriquece intelectual y vitalmente, para pasar a ser una actividad sin sentido
a la que tienen que adaptarse según las necesidades, los ritmos y las pautas
del capital.
Cuando Marx
acuña el concepto en El capital, se da cuenta del salto cualitativo
que supone la gran industria frente a la manufactura, y cómo el obrero del
siglo XIX ha sido desposeído del conocimiento de su oficio, un conocimiento que
ha sido implementado en forma de máquinas que imitan los movimientos de los
antiguos expertos, o los mejoran en función de las capacidades de la
ingeniería. El nuevo trabajador ya no es más que un mero apéndice encargado de
mantener estas máquinas, alimentarlas de consumibles y retirarles el producto
generado. Frente a la antigua herramienta que él manejaba, el trabajador
tampoco marca el ritmo del trabajo según los límites de sus necesidades ni de
su salud física o mental, sino que debe adaptarse al ritmo que marca la
máquina, que debe producir lo máximo posible para beneficio del capitalista
antes de quedar desbancada por otra máquina mejor y más rápida.
Como es
costumbre en sus críticos, la mayoría intenta hacer ver que Marx se estaba
refiriendo a una situación concreta, y que las fábricas del siglo XIX pasaron a
la historia junto con las razones que justificaban el análisis del autor.
Cuando hacen esto dejan en evidencia su propia incapacidad (o falta de interés)
para llegar a conocer la realidad. Y es que, operando justo al contrario de
como señalan sus críticos, el análisis de Marx pretende encontrar las leyes de
funcionamiento del modo de producción capitalista, y no hace sino verificar,
utilizando los ejemplos de su tiempo, la aplicabilidad de ese análisis. Si
utilizamos el método de análisis marxista nos daremos cuenta de que el proceso
de subsunción del trabajo al capital no desapareció con las fábricas del XIX,
sino que se extendió y se reforzó en la cadena de montaje del siglo XX y en
los call centers, en los centros logísticos o en las factorías de
software del siglo XXI.
Solo cuando
tomamos conciencia de este hecho, es cuando podemos comprender que todos los
supuestos progresos con que nos quieren justificar el peaje del paro y la
precariedad, son en realidad tan efímeros como las necesidades momentáneas del
capital. Y, como consecuencia de ello, la descualificación forma parte de un
proceso con más implicaciones.
Si nos
hicieron creer que la educación y el crecimiento intelectual de la sociedad era
un mérito y un objetivo creciente del capitalismo, ahora resulta que no.
Alcanzado el punto en que la tecnología hace innecesaria la especialización
humana masiva, nos encontramos con que la formación universitaria generalizada
deja de interesar. La Formación Profesional se convierte en el nivel formativo
medio deseado por empresarios y autoridades, los cinco años de formación universitaria
se convierten en tres, se retiran los medios materiales a cualquier estudio o
rama que no contribuya a los intereses productivos inmediatos y, por último,
las especializaciones se infantilizan hasta el nivel de provocar sonrojo leer
la lista de grados ofertados por las universidades.
En el
documento “El impacto de la
transformación digital en los mercados laborales de la Unión Europea” el “Grupo de Expertos de Alto
Nivel” formado a
instancias de la Comisión Europea lo deja bien claro. Considera demostrado por
la experiencia que el mercado no reclama los perfiles de formación prolongada
antes de la entrada en el mundo laboral. Razona que la formación general es
innecesaria, y opta por dotar a los trabajadores del conjunto de “habilidades”
necesarias en cada momento y sector. Cuando dichas habilidades sean superadas
por un mercado en permanente evolución, reclama que los trabajadores puedan
disponer de cursillos de adaptación que les permita adquirir la siguiente
“habilidad” que el sistema espera de ellos.
De este
planteamiento formativo se deduce cuál es la relación que el “Grupo de Expertos
de Alto Nivel” espera que se establezca entre los trabajadores y el trabajo.
Entiende al trabajador no como una persona que ha elegido una profesión que le
va a llenar y en la cual va a crecer durante su vida laboral, sino como un peón
que asume desarrollar en cualquier momento la siguiente habilidad que el
capital necesita cubrir. Con toda la sinceridad que se pueden permitir los
“Expertos de Alto Nivel”, el grupo reconoce que este mecanismo no pretende
garantizar la estabilidad laboral, y da una serie de recomendaciones a los
legisladores para intentar evitar que cada vez que la “habilidad” de un
trabajador deja de ser necesaria, éste caiga en la indigencia más absoluta. Por
supuesto, las ayudas van ligadas a que el trabajador consiga adquirir en un
tiempo limitado otra “habilidad” más apetecible para el mercado. De esta manera
la amenaza del paro y de la precariedad no solo pasan a ser permanentes, sino
que además se convierten implícitamente en una consecuencia de la incapacidad
personal del trabajador para satisfacer los requerimientos momentáneos de un
capitalismo que solo nos necesita en los cambiantes huecos que deja la
automatización.
Ahora que ya
conocemos al grupo de expertos de la Unión Europea, vamos a discutir otro de
los temas que tratan en su informe antes de abandonar este apartado. Dice su
texto: “los datos de los trabajadores alimentan de forma creciente los
algoritmos de inteligencia artificial que contribuyen al capital intangible de
las empresas […] Desde el momento que la inteligencia artificial reemplaza
algunas de las tareas que realizan los trabajadores utilizando algoritmos de
aprendizaje alimentados por los datos que suministran ellos mismos dentro de la
empresa, los trabajadores y los consumidores contribuyen, sin remuneración, al
stock de capital intangible de la empresa que, en algún momento, reemplazará su
trabajo manual o intelectual”.
Utilicemos
un ejemplo práctico para ver de qué están hablando. Si un empleado del centro
de atención telefónica de una empresa mantiene una conversación con un cliente
en la que le ayuda a contratar un producto o a resolver un problema, esa
conversación puede ser grabada y suministrada a un sistema de inteligencia
artificial para que la analice y aprenda de ella. De esa manera, un sistema así
puede aprender de miles de conversaciones, incluso seleccionando las que hayan
dado lugar a resultados mejores o a ventas mayores y, a la larga, reemplazar a
los trabajadores de los que aprendía. Ya conocemos asistentes virtuales de los
bancos que nos atienden con preguntas sencillas. Esos asistentes se basan en el
mismo principio y, con el tiempo, sus capacidades irán creciendo y su proceso
de aprendizaje se irá abaratando para llegar a sectores con menos capital
disponible de inversión que los bancos.
Nos
interesaba sacar este ejemplo porque, de repente, en boca de los expertos
europeos en digitalización del año 2019 encontramos el mismo argumento del que
partió Marx hace ciento cincuenta años cuando explicaba que la maquinaria de la
gran industria había aprehendido en forma mecánica lo que antes era un
conocimiento de los trabajadores. Ahora, siglo y medio más tarde, la máquina
física ha sido reemplazada por algoritmos (programas de ordenador), el trabajo
desempeñado por el trabajador es intelectual y no repetitivo, y el capital fijo
de la empresa se convierte en intangible, y no se ve directamente en máquinas
de vapor. Sin embargo, el resultado final es exactamente el mismo. Esto
demuestra que Marx realizaba un análisis independiente de las características
físicas concretas del trabajo, y que el factor determinante es que ese trabajo
fuera trabajo asalariado dentro del modo de producción capitalista. Por eso las
conclusiones a las que llega son tan actuales y relevantes para quien quiera
entender el mundo a día de hoy.
Concluimos
aquí la primera parte de este artículo, donde hemos visto cómo la
automatización y la inteligencia artificial pueden revolucionar el panorama
laboral en los próximos años, añadiendo nuevos niveles de desempleo y
precariedad al mundo del trabajo. En la segunda parte veremos qué factores se
esgrimen como contrarrestantes desde diferentes frentes e intentaremos valorar
la validez de estos planteamientos.
por Duval
para Crónica de Clase
Bibliografía
(para las tres partes)
Qué
informes hemos tomado como referencia para las cifras
En los
diez últimos años se han publicado muchos trabajos académicos, divulgativos y
formadores de opinión sobre los posibles efectos de la automatización sobre el
empleo. Algunos de ellos postulan nuevas metodologías y algunos las combinan,
corrigiéndose así unos a otros en proporciones nada desdeñables.
Nuestro
interés no está en la demagogia o el alarmismo, así que hemos optado por dar
preferencia a los trabajos que ofrecen cifras más moderadas, o que presentan
varios escenarios de distinta intensidad. También nos han interesado
especialmente aquellos que brindan soluciones o consejos a los poderes
públicos, pues creemos que una función nada desdeñable de estos trabajos está
más volcada en crear opinión que en presentar datos neutros.
Informes:
– Comisión Europea; Report of the high-Level expert
group on The Impact of the Digital Transformation on EU Labour Markets;
Abril 2019
– McKinsey Global Institute; Jobs lost, jobs
gained: workforce transitions in a time of automation; Diciembre 2017
– ; A future that works; Enero 2017
– ; Where machines could replace humans – and
where they can’t (yet); Octubre 2016; https://public.tableau.com/en-us/s/gallery/where-machines-could-replace-humans
– Nedelkoska, Ljubica; Quintini, Glenda; OCDE –
Automation, skills use and training; 2018
– World Economic Forum; The Future of Work
Report 2018; 2018
– Unión
General de Trabajadores; Impacto de la automatización en el empleo en
España, 2018. Este documento de la UGT nos parece útil porque reúne un
extenso listado de informes de organizaciones internacionales, creadores de
opinión y grupos de presión del capital. Sin embargo, a nuestro parecer se
limita a resumir sus puntos de vista y recomendaciones, sin oponerles la
necesaria crítica.
Libros,
artículos y enlaces de apoyo:
Revista En
defensa del marxismo
– Astarita,
Rolando; Plusvalía relativa e inflación; 2016. Aquí se puede consultar qué
es la plusvalía extraordinaria que obtiene un capitalista cuando es el primero
en adoptar una tecnología.
– Cibcom.org;
Ciber-comunismo; Sitio web dedicado al estudio de la planificación socialista
desde la perspectiva de las tecnologías actuales. https://cibcom.org/
– Engels,
Friedrick; La situación de la clase obrera en Inglaterra; 1845; disponible en
marxists.org: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/index.htm
– Gobierno
de España; Agenda del Cambio; Febrero 2019; http://www.mineco.gob.es/stfls/mineco/ministerio/ficheros/190208_agenda_del_cambio.pdf
– Marx,
Karl; El Capital, libro primero; Ed. Siglo XXI, 2017
– Nieto
Fernández, Maxi; Cómo funciona la economía capitalista; 2015
– Polanyi,
Karl; La gran transformación; Fondo de Cultura Económica, 2003
ROBOTS, AUTOMATIZACIÓN Y TRABAJO
ASALARIADO (PARTE II)
Los
optimistas históricos (y los que solo les interesa la parte llena del vaso)
Ya
informamos en la primera parte del
artículo de que
los documentos elaborados por organizaciones internacionales y empresas
consultoras no eran precisamente textos escritos con la intención de
tranquilizar. En los informes más benignos y en las condiciones más favorables,
la estimación del impacto en el empleo de la nueva ola de automatización
reforzada por la inteligencia artificial se compensa gracias a un trasvase de
la actividad entre sectores u ocupaciones, lo que devuelve el nivel de empleo
global a los niveles actuales, aunque con muchos trabajadores expulsados
permanentemente del mercado laboral al no poder adaptarse al cambio
tecnológico. Sin embargo, los informes que recogen escenarios de automatización
masiva o muy rápida pintan las cosas mucho peor, sin atreverse a dar cifras
concretas del paro posible. Más adelante -cuando manejemos más datos- podremos
hacernos una idea del interés que puedan tener estas organizaciones en levantar
la voz sobre un tema tan polémico. Pero antes de llegar a ese punto tenemos que
valorar los factores que, según estos informes, pueden jugar a favor de la
creación de puestos de trabajo, contrarrestando en distintos niveles el
desempleo provocado por las nuevas tecnologías.
Por nuestra
parte, no queremos negar que los cambios tecnológicos pueden abrir puertas a
nuevas fuentes de empleo o a nuevas necesidades que el mercado se prestará
gustoso a cubrir. Pero decir esa generalidad es como no decir nada. Nos están
planteando la certeza de una pérdida en el número de horas laborales necesarias
a nivel mundial en los trabajos actuales, así como de una pérdida de
cualificación -y por tanto de nivel de vida- de quien conserve su empleo. Ante
una amenaza así, no nos puede valer el deseo o la mera hipótesis de que los
problemas podrían tener soluciones espontáneas, o de que lo que hay que hacer
es tirarse de cabeza sin saber a qué profundidad está el fondo. Por eso los
trabajadores tenemos la necesidad de analizar la fiabilidad de los factores
contrarrestantes que se invocan y las supuestas soluciones que nos ofrecen para
poder evaluar de forma autónoma la amenaza que tenemos ante nosotros y la
respuesta que debemos organizar.
Desde este
punto de vista, no vamos a entrar ni siquiera a evaluar las posturas que
prefieren no pensar, aquellas a las que les basta con el convencimiento de que
el capitalismo y/o la tecnología siempre consiguen encontrar una vía de salida
a cualquier problema. Es increíble comprobar qué cantidad de gente -incluyendo
economistas- se conforman con esta simpleza.
En el primer
escalón en que se presentan argumentos se sitúan aquellos que defienden que la
situación actual es comparable a la ocurrida en otros cambios de etapa dentro
del capitalismo o en los momentos de transición hacia él, y que la “resolución”
del problema en aquellas ocasiones es una prueba de que ahora puede ocurrir lo
mismo, incluso de que habría que valorar si existe una enseñanza de aquel
entonces que podamos aprovechar. Con este planteamiento, la mayoría de los
informes sobre el tema destacan la relevancia del momento que estamos viviendo
(al que llaman la Revolución Industrial 4.0), y buscan los ejemplos con los que
comparar entre los momentos clave del desarrollo capitalista.
Así, en el
informe del McKinsey Global Institute (MGI) se
mencionan dos casos que a la institución le parecen representativos (y que se
citan brevemente en el texto de la OCDE): uno es el paso de la sociedad
agrícola a la industrial que tuvo lugar en el despegue del modo de producción
capitalista (el Foro Económico Mundial coincide en esta misma comparación); el
otro ejemplo se corresponde con la transición desde la etapa industrial a la
etapa de los servicios, una transición interna dentro del capitalismo que
empezó hace unos cincuenta años y que es difícil dar por concluida.
· “En un informe en 2017 la consultora McKinsey Global Institute (MGI, con
la participación de expertos del departamento de Economía de Oxford y el Banco
Mundial), el 14% de la fuerza laboral
mundial se quedará sin trabajo durante la década de 2030 (Ver informe).
· Informes más recientes son más optimistas, el Foro Económico Mundial
(WEF) en su informe de 2018 (Ver informe) vaticina que la creación de
nuevos empleos cubrirá en parte la destrucción del empleo por la automatización,
aunque los nuevos empleos requerirán de un mayor grado de especialización.”
El
Informe del Futuro del Empleo 2018
El problema
con ambas comparaciones es que no se sabe muy bien qué quieren reflejar. Si lo
que queremos dejar como moraleja final es que esas transiciones del pasado
implicaron el cambio en el modo de vida de cientos de millones de personas, que
supusieron alteraciones traumáticas en la organización social y laboral, que se
transformaron por completo los patrones de producción y consumo, y que aún así
salimos vivos de ambas, pues es verdad. Pero tomar una foto al principio y otra
al final de un proceso que dura medio siglo o más no nos sirve de nada. Durante
la transición de la agricultura a la industria se vivieron las terribles
desposesiones forzadas y las leyes de pobres que cuenta Karl Polanyi en La gran transformación, o Marx en el capítulo de la
acumulación primitiva de El capital; una vez el capitalismo asentado se
vivieron también las tremendas condiciones laborales que relatan los
inspectores de fábrica y que recoge Marx en el mismo libro, o que Engels expuso
en La situación de la clase
obrera en Inglaterra, libro éste último que acepta como fuente el MGI. Decir que un proceso
tan traumático, que en algunas sociedades se extendió a lo largo de un siglo
antes de llegar a un punto de estabilidad social, valió la pena porque al final
del mismo había subido el consumo de carne per cápita, parece una conclusión
muy fácil de sacar desde la distancia que da el tiempo. Habría que preguntar a
los trabajadores que entran ahora al mercado laboral si desean un infierno de
vida laboral para sí mismos y sus hijos, antes de que sus nietos puedan
levantar cabeza (si las condiciones lo permiten entonces). A ver cuántos
trabajadores consideran aceptable una revolución productiva así.
Pero aun sin
ser un ejemplo que podamos considerar tranquilizador, la realidad es que no lo
consideramos un ejemplo válido. La transición de la agricultura a la industria
supuso el despegue del modo de producción capitalista. La esencia de ese
momento fue que los trabajadores eran reclamados masivamente, primero en la
manufactura y luego en la industria recién nacida, y debían ser arrebatados a
un sector agrícola donde estaban sobrando debido a mejoras en la productividad.
Es decir, es un momento en el que el trabajo asalariado comienza a subir desde
cero, un momento en el que la producción de valor está reemplazando como
objetivo a la producción de valores de uso. Sin embargo, lo que en estos
momentos llaman cuarta revolución industrial tiene en común con ese momento
solo el nombre que ellos mismos le han puesto. De lo que hablamos ahora es de
que el trabajo asalariado supone los únicos ingresos vitales de más del ochenta
por ciento de la población en las sociedades capitalistas avanzadas, y de que
determinados avances tecnológicos ponen en cuestión que la fuerza de trabajo de
toda esa gente siga siendo rentable (necesaria lo
es siempre, como única fuente de plusvalía que es).
Así pues, si
el cambio de la agricultura a la industria no nos parece un ejemplo ni
tranquilizador ni adecuado, vamos a echar un vistazo a la segunda etapa que
proponen como ejemplo: la de la transición de la industria a los servicios.
Además, tiene la ventaja de que nos resulta mucho más cercana en el tiempo. De
hecho, esa etapa la hemos vivido cualquiera de nosotros que tenga más de
cuarenta años, y podemos decir que estamos experimentando ahora sus últimos
coletazos antes de entrar en la nueva espiral que nos propone la
automatización. Y el argumento con el que se propone el ejemplo vuelve a ser el
mismo: en este tiempo se han reemplazado millones de empleos en la industria
por empleos en el sector servicios, ¡y aquí estamos! Pero, a diferencia del
otro ejemplo, donde ponernos a discutir sobre los cambios en las condiciones de
vida de hace dos siglos puede ser algo difícil de seguir para mucha gente, no
ocurre lo mismo en este caso, donde el lector tiene la experiencia directa de
poder comparar el trabajo con el que él empezó o el que tenía su padre con los
que ahora se pueden encontrar. ¿Estamos seguros de que el trabajador
metalúrgico norteamericano de los años setenta está contento con que la
industria se haya ido de su país y su hijo sea conductor de Uber? ¿Está
convencido el trabajador alemán empleado en Thyssen hace cuarenta años de que
su hija necesite ahora dos mini-jobs para llegar a fin de mes?
Desde la España que vivió la reconversión industrial antes de entrar en la Unión Europea,
¿están conformes los antiguos trabajadores de las empresas del desarrollismo
industrial de que sus nietos sean repartidores de Deliveroo o camareros de
verano en Ibiza? Creemos sinceramente que este ejemplo que nos plantean los
propios defensores de la nueva revolución tecnológica no demuestra en absoluto
lo que ellos pretenden, y en realidad solo sirve para situarnos ante las
contradicciones del capitalismo: el número de puestos de trabajo no tiene que ver
con la calidad del mismo, igual que la facilidad de acceso a determinados
bienes materiales propios de una época y un nivel tecnológico no tiene que ver
con la calidad de vida de las personas tomando en consideración criterios de
bienestar y seguridad más amplios.
“La incorporación a la Comunidad Económica Europea (1986) obligó a un proceso culminante de desmantelamiento industrial
denominado como reconversión industrial durante el mandato de Felipe González a partir de 1986.1, El día que Felipe González envió los tanques contra los obreros.”
¿Pueden
aparecer otros tipos de trabajo que compensen las perdidas provocadas por la
automatización?
Volvamos a
descartar de nuevo los mensajes que se repiten sin aportar razones. Así que ni
oír hablar del típico ¡pero alguien tendrá que hacer los robots!
Primero, los
robots ya se están haciendo. Si no nos damos cuenta es porque no nos vamos a
encontrar con una nave con el cartel de “fábrica de robots” en la que entren
tres mil obreros por turno. Los automatismos vienen de las mismas factorías
donde se producen los teléfonos inteligentes que todos llevamos en el bolsillo,
los drones con los que nos divertimos o los equipos de autoservicio en los que
sacamos dinero, seleccionamos nuestra hamburguesa o compramos el tique del
metro. Están controlados por programas de ordenador que pueden desarrollar y
mantener pequeños grupos de informáticos en un tiempo récord. El hardware suele
venir de fuera, el software puede estar desarrollado o personalizado aquí,
aunque también ha podido ser desarrollado en la India. Se fabrican, al igual
que el resto de productos, en cadenas de montaje, con lo cual su producción
puede ser altamente automatizable; es decir, la fabricación de automatismos es
un proceso tan automatizable como cualquier otro. Así que no podemos esperar un
aumento del empleo debido a la automatización porque la automatización ya está
aquí y apenas deja rastro.
Y es que,
como vimos en la primera parte del artículo, precisamente esta es una de las
razones de que la automatización se pueda extender. En ese momento analizamos
cómo el capitalista, buscando una ganancia extraordinaria, solo invierte
capital en tecnología -trabajo muerto o que ha tomado forma en máquinas- si la
suma de éste con el capital gastado en salarios -trabajo vivo- hace descender
el valor de cada producto. Y llegamos a ese punto porque la propia tecnología
no es más que mercancía producida por un capital anterior sujeto al mismo
proceso. El resultado acumulado es que el contenido de trabajo vivo neto de
todas las fases descenderá a medio plazo en las ramas de producción ya
existentes, incluso si el abaratamiento inicial de la producción hace
incrementar su consumo.
Y nos damos
cuenta de ello cuando vemos cómo los estudios de las organizaciones
capitalistas son incapaces de convencer de que el propio proceso de
automatización pueda compensar la pérdida de empleos que él mismo genera.
Si tomamos,
por ejemplo, el informe de McKinsey veremos que el panorama de pérdida de
empleos que dibujan es desolador. Sin embargo, ofrecen una lista de nuevas
actividades que pueden despegar hasta 2030 y que, según ellos, puede compensar
e incluso superar a los empleos perdidos.
¿Y cuales
son esas actividades? ¿la fabricación de automatismos y robots, la programación
de software? Nada de eso. Según la consultora, los factores que deben compensar
la sangría de trabajo que se va a producir con la automatización son, de mayor
a menor: 1) el poder de compra creciente de los consumidores con salarios en
ascenso en las economías emergentes, 2) el negocio de los
cuidados a las personas mayores, 3) el mayor gasto doméstico en tecnología, 4)
la construcción y mejora de edificios, 5) la inversión en obras públicas y, por
último, 6) la transición energética. Seguramente el lector se mostrará tan
sorprendido como el que firma este artículo. ¿Por qué estos factores van a
hacer crecer el empleo justo ahora? ¿Dónde se van a gastar sus salarios los
trabajadores de China o India, en España? ¿Por qué de pronto se va a generar
tal volumen de trabajo en cuidar de unos mayores a los que actualmente queremos
quitar las pensiones? ¿De qué forma va a crecer la construcción en momento tan
oportuno? ¿Va a aceptar la clase capitalista en general el incremento de
impuestos necesario para financiar las obras públicas que beneficien solo a un
grupo de ellos? ¿En qué se diferencia el mayor consumo en tecnología del que ya
se viene sucediendo durante los últimos veinte años? ¿Qué impide que casi
cualquiera de estos factores no se hayan desarrollado en los años anteriores,
cuando tan necesarios hubieran sido en medio de la crisis, y lo vayan a hacer
justo ahora?
Admitámoslo.
Estos factores no son más que una recopilación inconexa de ideas bien sonantes
con la que intentar justificar que se va a poder compensar el desempleo que
anuncian. No se menciona ningún factor nuevo objetivo -y no se intenta aportar
ninguno que proceda de la propia automatización- que haga pensar que estos
sectores vayan a representar de repente una fuente de beneficios que estimulen
la inversión y el empleo. De hecho, tampoco se intentan resolver las
contradicciones que parecen derivarse de los propios estudios: si el trabajo en
las cadenas de montaje de los países asiáticos va a ser uno de los más
afectados por la automatización, ¿va a haber realmente una subida del poder
adquisitivo entre los trabajadores de Asia, o al final va a haber más desempleo
neto?
Tampoco
resulta convincente la forma en la que se estudia la relación entre el grado de
cualificación o estudios y la probabilidad de verse afectado por la automatización.
En este aspecto, el análisis más concienzudo es el que realiza la OCDE en su
documento Automation, skills use and training. Si el documento se lee en la dirección propuesta por
los autores, parecería que el nivel de estudios de los trabajadores de un país
marca la pauta del número de tareas que son automatizables. Así, al
concentrarse las tareas más rutinarias en los trabajadores de menor nivel de
estudios, también se ceba en ellos el posible desempleo causado por la
tecnología. El resultado final parecería ser que la ineptitud de la gente para
progresar en los estudios causa su ruina y la de su país. Por supuesto, los
documentos del nivel que estamos comentando se cuidan mucho de expresar así el
problema, pero es muy frecuente ver en columnas de periódico o en televisión
cómo los portavoces del capital con menos necesidad de guardar las formas
presentan el nivel medio de formación
social como un fracaso que parte del individuo.
En realidad,
si se lee la secuencia de acontecimientos recogida en los informes al revés,
todo tiene más sentido, y no hay que recurrir a un hipotético gen de la torpeza
académica para explicar la situación de una economía nacional. Y es que, en
efecto, es la ubicación empresarial de un país en las cadenas globales de valor
la que marca el perfil de estudios que se espera de su clase trabajadora. El
Estado y el sistema educativo no hacen sino proveer (o escatimar) los medios
para regular el flujo y la cualificación de los jóvenes que salen de cada nivel
educativo según las necesidades empresariales. Así, el fracaso escolar no
demuestra más que la falta de interés del capital nacional en invertir en
salarios indirectos (los que cubren la etapa previa a la entrada al mundo
laboral). Si nos atenemos a los datos, España es un país importador de mano de
obra sin ninguna cualificación y exportador de técnicos medios y altamente
cualificados. Es decir, si tuviéramos que medir la disponibilidad de las clases
sociales para aportar al estado de desarrollo de su economía, podríamos decir
que la clase trabajadora española está demasiado preparada para el nivel de sus
capitalistas. Este es el desajuste real que se intenta cubrir con la promoción
de los grados medios y superior de Formación Profesional en detrimento de la
enseñanza universitaria. Un enfoque contrario al que los estudios que
analizamos pronostican para las economías avanzadas, donde la formación
universitaria del nivel del grado debería incrementar su porcentaje en la
fuerza de trabajo.
Según esta
argumentación, nos parece -una vez más- un brindis al sol el informe de COTEC La
reinvención digital: una oportunidad para España, un refrito traducido al castellano
de varios documentos de McKinsey relativos a tecnología, en el que se
pone el énfasis en los “pronósticos” más optimistas tomados de aquí y de allá.
Según las conclusiones de los autores-recopiladores, si el gobierno fomentara
la educación técnico-digital de toda una generación, se podría aprovechar la
oportunidad única que se da en estos momentos y convertir a España en una
potencia en las tecnologías emergentes. Pero según el informe hay que hacerlo
muy rápido, antes de que se den cuenta otros países y lo hagan antes que
nosotros. Si el plan propuesto por COTEC puede parecer excesivamente “simple”
-por decirlo suavemente- tampoco podemos ser muy duros con ellos, los portavoces
de la progresía hacen lo mismo cuando afirman que convertirían a España en el
mayor productor de tecnología asociada a las energías renovables por mera
decisión administrativa.
La vía
legislativa: ¿fuente de soluciones o punta de lanza de la amenaza?
Podemos ver
que el panorama que se presenta da mucho miedo. Estamos inmersos en una ola de
automatización de nuevo cuño en la que la incorporación de la inteligencia
artificial puede multiplicar el tipo de actividades laborales en las que la
máquina sustituya en mayor o menor grado a los humanos. Hemos visto que la
amenaza no ha pasado inadvertida, ya que las propias organizaciones del capital
se han encargado de divulgar la noticia.
El problema
parece desbordar la capacidad de reacción de las organizaciones sindicales, que
bastante tienen con permanecer calladitas y mantener su preciado papel como
“interlocutores sociales” en medio de la situación de debilidad en la que las
han colocado los diez años de crisis y la multiplicación del trabajo precario
no sindicado.
Incapaces de
enfrentar un planteamiento de clase -mucho menos una respuesta-, prácticamente
asumen la situación en los términos planteados por los representantes de la
burguesía, y su única aportación independiente al debate pasa por volverse
hacia el legislador y reclamar un “impuesto a los robots”. En nuestra opinión, el impuesto a los robots es una
petición desafortunada en varios aspectos. Por un lado, porque parece
corroborar el discurso del capital, reclamando un impuesto por “desposesión”
del trabajo en lugar de exigir una mayor retribución en función de una mayor
explotación, que es lo que en realidad está ocurriendo. Por otro lado,
intentando ser dialogante con el capital, en realidad se es idealista, cosa que
ocurre cuando se solicita un “pacto” en unos términos que la otra parte no
puede cumplir. Como decíamos unos párrafos atrás, el objetivo de la automatización es obtener una plusvalía
extraordinaria al reducir el valor de cada unidad de producto generada en el
proceso de producción capitalista. Para ello, la inversión en
tecnología debe verse compensada con un ajuste en la inversión en mano de obra
de acuerdo a la producción, incrementada o no. Es decir, el gasto en salarios
sería la variable que habría que ajustar de una forma o de otra, y esto debe
cumplirse sea cual sea la forma que demos al salario. Por eso, para
el capital no sería una opción que, tras bajar el número de nóminas que tiene
que pagar a final de mes, le apliquen posteriormente un incremento de
impuestos, lo que no sería más que hacerle pagar salarios indirectos. Y lo que
es más importante: el capital puede hacer efectivo su bloqueo a dicha
imposición huyendo del país en el que se siga tal política. Estaría bien que
los ingeniosos promotores del “impuesto a los robots” explicaran porqué no han
solicitado hasta ahora impuestos a las cadena de montaje, a los atornilladores
autónomos, a la pintura con pistola, a las pantallas de auto-pedido de las
hamburgueserías o a las máquinas expendedoras del metro.
Sin embargo,
si desde el lado de los trabajadores la respuesta parece débil e improvisada,
la gestión de la situación desde las filas del capital revela una intención de
confrontación de mucho más largo alcance. De hecho, la aparente inconveniencia
de que sean ellos mismos los que ponen sobre la mesa la gravedad de la
situación que se avecina hace pensar que su intención es ir a por todas en un
ataque en varios frentes. La amenaza del cambio tecnológico va a ser utilizada
como un medio para quebrar la resistencia entre las “filas enemigas” y defender
la aplicación de reformas excepcionales, una práctica a la que están acostumbrados
con los ciclos crisis-ajuste-crisis consustanciales al capitalismo y que ahora
van a intentar utilizar incluso adelantándose a la crisis.
Y es que
todos los informes que advierten sobre los “retos” a los que se enfrenta la
sociedad a partir de los nuevos avances tecnológicos incluyen la misma serie de
consejos a los legisladores, y en la mayoría de los casos coinciden en todos:
1.
Eliminar
de la legislación cualquier obstáculo que pueda frenar el tipo de cambio
tecnológico que está por venir.
2.
Incorporar
en la legislación laboral la máxima flexibilidad a la hora de contratar y
prescindir de trabajadores según los ritmos del cambio tecnológico.
3.
Dar
carta de naturaleza a las empresas de contratación de trabajadores autónomos
por Internet.
4.
Adaptar
los tipos y duración, así como las especialidades, de la educación posterior a
la secundaria a las necesidades productivas cambiantes.
5.
Cerrar
todas las protecciones sociales del nuevo trabajador flexible en un paquete de
mínimos, llámese “renta básica” o “mochila austriaca” según sea usted
progre o liberal.
6.
Crear
un nuevo tipo de educación privada que gestione la formación de los
trabajadores ya en activo cada vez que se queden sin trabajo y necesiten
conocer un nuevo tipo de tecnología. El costo de dicha formación deberá
cargarse -al menos en parte- contra el paquete social del trabajador.
Quizás se
podría pensar que una cosa son las demandas de los grupos de presión
empresariales (por mucho que se disfracen de estudios científicos) y otra muy
distinta lo que la clase trabajadora permita. Puede haber incluso quien espere
un papel de arbitraje por parte de los gobiernos. Pero a estas alturas ya
deberíamos saber que el formato de los documentos tipo “estudio” es la manera
en la que los gobiernos se van armando de justificaciones con las que,
finalmente, hacer aparecer como científico, inevitable e incluso socialmente
demandado el aplicar una serie de políticas que no reflejan más que los
intereses de una clase concreta. En un momento dado, es el propio ejecutivo el
que acaba solicitando el informe definitivo a un grupo de “expertos
independientes” que rematan el proceso con la entrega de un documento que no es
más que un refrito de lo que previamente habían dicho los grupos de presión.
Estos grupos de expertos oficiales responden a los mismos intereses globales
que las consultoras que lanzan los estudios iniciales. Ya hemos visto como la
Comisión Europea convoca sus propios grupos según lo requiera un interés
candente del mercado. Pero un invento aparentemente español como es la Autoridad Independiente de
Responsabilidad Fiscal (la famosa AIReF que tantos informes firma últimamente) no es más que la
sucursal en nuestro país de la Red IFIS (Red de Instituciones Fiscales
Independientes de la UE).
Así, en un
momento dado, un gobierno no tiene más que recoger este guion elaborado desde
las consultoras, las organizaciones internacionales o los grupos de expertos, y
lanzarlo como plan de acción propio avalado por la supuesta imparcialidad del
estudio científico. Si en su momento el “No Hay Alternativa” de Margaret
Thatcher necesitaba hacer patente la victoria aplastante de una clase sobre
otra, una vez cautiva y desarmada la ideología roja el “no hay alternativa científica” de los expertos se dirige de forma
aparentemente neutra a la ciudadanía. Nos encontramos así con que se legislan
los intereses de una clase -algo por otro lado consustancial al estado burgués-
pero la otra clase lo percibe como expresión de lo inevitable o, peor, como una
expresión de intereses comunes.
Desde esta
perspectiva podemos entender la presentación por parte del gobierno del PSOE
del documento “Agenda del Cambio” en pleno período preelectoral. En
un intermedio entre los “viernes sociales” en los que daban azucarillos a los
trabajadores, el ejecutivo presenta este importante documento que establece una
clarísima hoja de ruta dirigida al capital. Ante el silencio cómplice de sus
supuestos socios de izquierdas, el recado a la patronal pasa sin levantar
ningún debate público.
Pues bien,
en su “Agenda del Cambio” el gobierno de Pedro Sánchez hace
suyas de forma explícita las medidas 4, 5 y 6 expuestas más arriba, mientras
que las tres primeras de la lista no pueden quedar descartadas, ya que está por
ver cómo llevarán adelante la reforma del Estatuto de los Trabajadores y de las
modalidades de contratación que prometen. No se entienda con esto que la
“Agenda del Cambio” es una mera hoja de ruta de la automatización, el documento
recoge otros ataques tan importantes como la reforma de las pensiones o la
disciplina fiscal; pero está claro que las demandas de los grupos de presión
han llegado a su destino.
Alguien
habrá podido observar que en un artículo sobre cambio tecnológico y trabajo
asalariado se hace poca mención a empresas como Uber, Deliveroo, etc. La
realidad es que estas empresas no son sino la punta de lanza de un intento de
cambio en la legislación laboral que va a afectar a sectores y profesiones que
no imaginamos. Esto tiene que ver con el tercer punto de la lista y, por su
importancia, hemos preferido un artículo independiente en el futuro.
Aquí
cerramos la segunda parte del artículo, que quedará concluido en una tercera de próxima
aparición. En ella
abandonaremos los informes económicos burgueses y defenderemos un análisis
económico y político propio.
por Duval
para Crónica de Clase
Bibliografía
(para las tres partes)
Qué
informes hemos tomado como referencia para las cifras
En los
diez últimos años se han publicado muchos trabajos académicos, divulgativos y
formadores de opinión sobre los posibles efectos de la automatización sobre el
empleo. Algunos de ellos postulan nuevas metodologías y algunos las combinan,
corrigiéndose así unos a otros en proporciones nada desdeñables.
Nuestro
interés no está en la demagogia o el alarmismo, así que hemos optado por dar
preferencia a los trabajos que ofrecen cifras más moderadas, o que presentan
varios escenarios de distinta intensidad. También nos han interesado
especialmente aquellos que brindan soluciones o consejos a los poderes
públicos, pues creemos que una función nada desdeñable de estos trabajos está
más volcada en crear opinión que en presentar datos neutros.
Informes:
– Comisión Europea; Report of the high-Level expert
group on The Impact of the Digital Transformation on EU Labour Markets;
Abril 2019
– McKinsey Global Institute; Jobs lost, jobs
gained: workforce transitions in a time of automation; Diciembre 2017
– ; A future that works; Enero 2017
– ; Where machines could replace humans – and
where they can’t (yet); Octubre 2016; https://public.tableau.com/en-us/s/gallery/where-machines-could-replace-humans
– Nedelkoska, Ljubica; Quintini, Glenda; OCDE –
Automation, skills use and training; 2018
– World Economic Forum; The Future of Work
Report 2018; 2018
– Unión
General de Trabajadores; Impacto de la automatización en el empleo en
España, 2018. Este documento de la UGT nos parece útil porque reúne un
extenso listado de informes de organizaciones internacionales, creadores de
opinión y grupos de presión del capital. Sin embargo, a nuestro parecer se
limita a resumir sus puntos de vista y recomendaciones, sin oponerles la
necesaria crítica.
Libros,
artículos y enlaces de apoyo:
– Astarita,
Rolando; Plusvalía relativa e inflación; 2016. Aquí se puede consultar qué
es la plusvalía extraordinaria que obtiene un capitalista cuando es el primero
en adoptar una tecnología.
–
Cibcom.org; Ciber-comunismo; Sitio web dedicado al estudio de la planificación
socialista desde la perspectiva de las tecnologías actuales. https://cibcom.org/
– Engels,
Friedrick; La situación de la clase obrera en Inglaterra; 1845; disponible en
marxists.org: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/index.htm
– Gobierno
de España; Agenda del Cambio; Febrero 2019; http://www.mineco.gob.es/stfls/mineco/ministerio/ficheros/190208_agenda_del_cambio.pdf
– Marx,
Karl; El Capital, libro primero; Ed. Siglo XXI, 2017
– Nieto
Fernández, Maxi; Cómo funciona la economía capitalista; Escolar y
Mayo editores, 2015
– Polanyi, Karl; La
gran transformación; Fondo de Cultura Económica, 2003
https://cronicadeclase.wordpress.com/2019/07/31/robots-automatizacion-y-trabajo-asalariado-parte-ii/
ROBOTS, AUTOMATIZACIÓN Y TRABAJO
ASALARIADO (PARTE III)
Los
límites a la revalorización del capital
Hasta este
momento hemos estado siguiendo el hilo argumental de los encargados de
publicitar la automatización; hemos expuesto sus advertencias (parte I) y sus soluciones (parte II) y les hemos hecho una crítica desde
el punto de vista de los intereses de los asalariados.
Pero antes
de terminar este artículo vamos a intentar averiguar si la teoría marxista pone
límites o no a la progresiva sustitución de trabajo humano por máquinas y, en
caso de haberlos, en qué punto podríamos encontrarnos en la actualidad.
Desde la
perspectiva marxista existen dos fuerzas contradictorias operando en la
transformación de trabajo humano en tecnología. Una de ellas es la del interés
inmediato del capitalista, que es la que hemos esbozado varias veces en las dos
partes anteriores de este texto. La segunda se deriva de la anterior, pero
juega en contra de la obtención de beneficios. Dado que opera a un ritmo más
lento que la anterior y además se puede ver retrasada por factores internos al
propio proceso y por situaciones o eventos externos, es más difícil de
identificar. Veamos ambas fuerzas brevemente.
Como
decíamos, por un lado está el efecto inmediato buscado por el capitalista.
Según lo expusimos en la parte I y II, cuando se invierte en medios
tecnológicos es para conseguir que cada unidad de producto baje de valor. Para
que ello ocurra, la nueva tecnología debe permitir aumentar la producción que
genera cada trabajador, pero solo de tal forma que la parte de capital inicial
que se invierte en tecnología (o trabajo muerto) por unidad de producto sea
inferior al capital invertido en salarios (trabajo vivo) que desplaza. También
explicamos cómo el primer capitalista que aplica la nueva técnica no persigue
la bajada del valor del producto por sí misma, sino en función de que eso le
permite obtener un beneficio extraordinario mientras los demás productores se
ponen a su altura. El proceso completo se cierra, además, con un efecto
adicional a largo plazo que beneficia a todos los capitalistas: cuando los
productos que forman parte del consumo de los trabajadores van bajando debido a
la incorporación de estas mejoras técnicas, a largo plazo esos trabajadores
podrán vivir con un sueldo inferior, pues todo lo que necesitan comprar para
reproducirse habrá bajado de precio. Ahora bien, dado que trabajan el mismo
número de horas, las horas que ya no trabajan para su reproducción son horas de
más que obtiene el capitalista. Es lo que se conoce como el aumento de la plusvalía relativa.
Pero por
otro lado se produce un proceso en dirección contraria que dificulta nuevas
subidas de beneficios posteriores. Con el paso del tiempo, la proporción de
tecnología (la inversión en máquinas) va aumentando en cada producto a costa
del trabajo añadido por los trabajadores (la inversión en salarios). Sin
embargo, solo el trabajo vivo de los trabajadores produce valor,
y por tanto solo él puede ser fuente de beneficios, ya que la parte
correspondiente a las máquinas no hace más que trasladarse sin incremento al
valor del producto final. Así pues, desde este segundo enfoque, el proceso es a
largo plazo suicida para el capital, ya que está reduciendo de forma progresiva
precisamente el componente de la inversión que crea valor nuevo.
Hay varios
factores que intervienen para que estos dos movimientos opuestos se puedan
reajustar durante años o décadas sin que el beneficio llegue a ser cero. Por
ejemplo, el abaratamiento de los productos puede hacer que crezca su consumo,
con lo que se compensa la proporción descendente de nuevo valor en cada unidad
producida con la venta de muchas más unidades. O puede ocurrir que los
productos que se abaratan sean a su vez la maquinaria que necesita otro
capitalista, algo que hace que la inversión necesaria en tecnología no crezca a
un ritmo insostenible. Por último, también ocurre un alivio del problema cuando
el número de inversores en cada sector se va reduciendo debido a que cada vez
hace falta una inversión mayor en maquinaria para poder competir. De esta
manera, el capital se concentra en empresas más grandes que pueden optar a
optimizar la producción y acceder a mercados ampliados.
Y si los
factores contrarrestantes que hemos enumerado hasta ahora actúan desde dentro
-desde el mismo nivel que la fuerza básica a la que frenan-, también pueden
aparecer otros factores que ocasionalmente echan una mano desde fuera. Es lo
que ocurrió, por ejemplo, cuando la incorporación en los últimos cuarenta años
de los más de mil millones de trabajadores de China, India y del este de Europa
al mercado mundial consiguió aumentar la masa de beneficios sin necesidad de
nuevas tecnologías.
Pero lo
importante es que, a largo plazo y superados los efectos de estos factores
contrarrestantes y alteraciones ocasionales, el proceso de conversión de
trabajo vivo en tecnología sigue actuando poquito a poco, haciendo más difícil
sucesivamente que el inversor pueda incrementar su ganancia al mismo ritmo que
su inversión. Esto es lo que se conoce con el nombre de descenso tendencial de
la tasa de ganancia.
Pues bien,
cuando tenemos en cuenta el descenso tendencial de la tasa de ganancia se
explican gran parte de los preocupantes fenómenos económicos que hemos
observado en la economía en las últimas décadas. Por ejemplo, entendemos que la
crisis que se desató en los años setenta del pasado siglo no fue más que el
primer aviso de este fenómeno, después de que la destrucción de la Segunda
Guerra Mundial pusiera el contador a cero tras la Gran Depresión de 1929 e
impulsara un período de crecimiento sostenido. Tras los años setenta, para
poder compensar el efecto del descenso tendencial de la tasa de ganancia han
hecho falta varios reajustes del sistema capitalista cuyo efecto era más o
menos temporal, requiriendo siempre de nuevos ajustes posteriores. Podemos
incluir en este apartado las bajadas de salarios (directos e indirectos)
introducidos por el neoliberalismo a principios de los ochenta, la eclosión del
capital financiero, la incorporación del Europa del Este, China e India al
mercado mundial, o los incrementos de productividad debidos a los ordenadores y
a Internet, etc.
En cualquier
caso, cada uno de estos factores era absorbido insaciablemente por el sistema,
y en cuestión de una década se pasaba su efecto, requiriéndose del siguiente.
Los más de diez años transcurridos desde la gran crisis de 2008 ponen de
manifiesto la ausencia de factores nuevos que sacrificar a mayor gloria del
mercado, con lo que los bajos tipos de interés y la presión a la baja sobre
salarios y condiciones laborales han sido el único respirador que ha mantenido
con vida al maltrecho mercado durante estos diez años de parón.
Ahora
podemos entender en qué contexto y con qué perspectivas aparece la nueva ola de
automatización enriquecida con la inteligencia artificial. En ningún caso se
busca una mejora en las condiciones de vida o una revolución que ponga en
marcha de una vez por todas el motor del mercado. No se busca más que echar una
nueva paletada de carbón a la caldera de la productividad, un revivir las
llamas que permita aumentar todo lo posible la masa de ganancias, sin tener una
idea clara de si esa paletada va a permitir renquear cinco años con un
desempleo alto o si va a provocar una revitalización brillante antes de
estallar en la forma de una nueva burbuja.
Lo único que
podemos dar por seguro es que estas mejoras debidas a la nueva automatización
se convertirán en el nuevo estándar de producción social, reduciendo las horas
de trabajo socialmente necesario para que el sistema se reproduzca en cada
ciclo. Si durante unos años estas mejoras insuflan un poco de aliento y
permiten un pico de trabajo momentáneo, ese efecto será absorbido a medio
plazo, con lo que el resultado neto será peor que el actual: menos personas
trabajando menos tiempo serán suficientes para producir todo lo que el sistema
puede consumir. Al mismo tiempo, una inversión creciente en maquinaria
incrementará el capital mínimo necesario para obtener un beneficio
proporcionalmente más difícil de conseguir. Esto acentuará la situación, ya
detectable hoy día, de que el capital se quede bloqueado al no saber a dónde
acudir a invertirse con el beneficio mínimo esperado. Se produce así la
paradoja de capital inactivo y gente desempleada que no consigue vender su
fuerza de trabajo ni actuar como consumidores.
Antes de
cerrar este análisis, no queremos abandonar la sección sin intentar aclarar un
nuevo malentendido que se difunde incluso desde posiciones progresistas. Nos
estamos refiriendo a la afirmación, muy extendida a raíz de esta nueva ola
tecnológica, de que el “el capital ya no necesita
el trabajo humano”.
Si seguimos la argumentación mantenida hasta ahora, veremos que esta afirmación
no hace sino poner de manifiesto la incapacidad del reformismo para poder
explicar lo que está pasando a nuestro alrededor y, como consecuencia
inmediata, su imposibilidad de aportar soluciones.
De lo dicho
hasta ahora es fácil deducir que nosotros no pensamos que el capital necesite
el trabajo humano ni más ni menos que antes, sino que somos mucho más rotundos:
el capital no tendría razón de ser sin
trabajo humano vivo, ya que es la única fuente de creación de valor. La
fracción de trabajo humano que un capitalista arrebata a sus asalariados es la
materia que compone el plusvalor que eleva su capital, y el capital solo es
capital si puede crecer. Si no hay trabajo asalariado, no hay plustrabajo, y
sin él no hay plusvalía, con lo que las posesiones del capitalista no serían
nada más que hierros oxidándose, algoritmos sin ejecutarse, terabytes de datos
ocupando discos duros y dinero devaluándose. Y que quede claro, cuando hablamos
de trabajo nos referimos, como no, a trabajo en una fábrica, sí, pero también
en un invernadero, en un centro logístico o en el departamento de sistemas de
la información de un banco. Lo mismo que por trabajo asalariado no nos
limitamos a la definición del mismo que este mes decidan aplicar los jueces de
lo laboral: partimos del concepto general de que asalariada es cualquier
persona que no sea propietaria de los medios de producción que utiliza para
trabajar. Y en esta definición entran los trabajadores por cuenta ajena, los
falsos autónomos, los raiders o cualquier otra categoría con
la que la picaresca patronal pretenda reducir su gasto en salarios directos o
cotizaciones sociales.
Tal y como
hemos explicado, no hay que confundir la proporción más pequeña de trabajo
humano vivo en cada producto con que no sea precisamente esa proporción la que
supone el beneficio del capitalista. La dificultad del capital para sostener
sus beneficios se complementa con la necesidad de una mayor explotación, que a
su vez se manifiesta en los menores salarios y la mayor precariedad que tiene
que soportar la clase trabajadora. A diferencia del discurso reformista, el
análisis marxista no necesita recurrir a la aparición sorpresiva de unos
malvados ideólogos neoliberales o de una casta especial de capitalistas financieros
para explicar los males de los trabajadores (ni nos basta con su desaparición
para liberarnos). El capitalismo productor de bienes y servicios que tanto
parecen añorar los reformistas, lleva dentro de sí la semilla que, a la larga,
hace necesarias esas nuevas manifestaciones que tanto les horroriza, así como
la agudización de nuestra explotación.
La
necesidad y la inevitabilidad de la lucha de los trabajadores
Hasta este
momento hemos analizado desde una perspectiva crítica los informes elaborados
por los distintos organismos que hemos utilizado como base. Hemos afirmado que
su enfoque es ideológico y de clase, el nuestro también. Nosotros no lo
escondemos, ellos sí. Pero ante los argumentos utilizados por su parte hemos
intentado buscar si existe un soporte o no, y ver si nuestra teoría da una
explicación más plausible que la aportada por ellos. Sin embargo, hay un
aspecto en el que las afirmaciones que hacen no pueden ser consideradas más que
mentiras. Y ello ocurre cada vez que entran a explicar las mejoras asentadas
por la lucha de los trabajadores en las legislaciones laborales.
La primera
mitad del siglo XIX supuso un incremento de la productividad mientras los
salarios reales bajaban. Eran los momentos más crudos de las fábricas inglesas
que relata Engels en La situación de la clase
obrera en Inglaterra. Sin
embargo, según el MGI, en 1850 se produjo un cambio de tendencia en un tiempo
“de reformas substanciales, incluyendo el derecho a la sindicación,
limitaciones al trabajo infantil, la introducción de centros de enseñanza media
públicos […] y la extensión del derecho al voto a los trabajadores sin tierra”.
El MGI no explica que en 1848 se produjo una violenta reacción revolucionaria a
lo largo de toda Europa que solo terminó con la matanza de más de 3000?
trabajadores durante las jornadas de junio en
París (ver
bibliografía de Marx y Hobsbawm). Los historiadores coinciden en señalar esa
erupción paneuropea como la primera manifestación de un movimiento obrero
organizado. Es decir, el período de 50 años de bajada de salarios no termina
por una política altruista de “reformas”, sino por la presión de la lucha de
clases, por primera vez organizada.
Vuelve a
repetirse la interpretación tendenciosa cuando se entra a hablar de la
instauración de la jornada de ocho horas, una sección que, en su documento,
encabezan con una cita extemporánea de Keynes del año 1930 y finalizan con la
afirmación de que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sancionó la
jornada de ocho horas que hoy conocemos al convertirla en un estándar
internacional. No menciona el informe que la reclamación de la jornada de ocho
horas Limitación de la jornada
laboral. ya figura
entre las demandas de la Primera Internacional en 1866 , y que el “estándar”
de la OIT solo se establece en 1919, dos años
después de que la Unión Soviética hubiera establecido esa jornada laboral a los
cuatro días del triunfo de la Revolución de Octubre y el mismo año en que el
capital había vuelto a aplastar con sangre otra revolución, esta vez la
Revolución Espartaquista en Alemania.
“3.
Limitación de la jornada laboral.
Una
condición preliminar, sin la cual todos los intentos de mejora y emancipación
deben resultar abortivos, es la limitación de la jornada laboral.
Es necesario
para restaurar la salud y las energías físicas de la clase trabajadora, es
decir, el gran cuerpo de cada nación, así como para asegurarles la posibilidad
de desarrollo intelectual, relaciones sociales, acción social y política.
Proponemos
8 horas de trabajo como límite legal de la
jornada laboral. Esta limitación, generalmente reclamada por los
trabajadores de los Estados Unidos de América '40, el voto del Congreso la
elevará a la plataforma común de las clases trabajadoras en todo el mundo.
Para la
información de los miembros continentales, cuya experiencia en el derecho de
fábrica es relativamente corta, agregamos que todas las restricciones legales
fallarán y serán incumplidas por Capital si no se cumple el período
del día durante el cual deben tomarse las 8 horas de trabajo.
fijo. La duración de ese período debe determinarse por las 8 horas de
trabajo y las pausas adicionales para las comidas. Por ejemplo, si las
diferentes interrupciones para las comidas ascienden a una hora, el
período legal del día debe abarcar 9 horas, por ejemplo, de 7 a.m. a 4 p.m., o
de 8 a.m. a 5 p.m., etc. El trabajo nocturno debe ser excepcionalmente
permitido. , en comercios o sucursales de oficios especificados por la
ley. La tendencia debe ser suprimir todo el trabajo nocturno.
Este párrafo
se refiere solo a personas adultas, hombres o mujeres, estos últimos, sin
embargo, se excluyen rigurosamente de todo trabajo nocturno, y todo
tipo de trabajo perjudicial para la delicadeza del sexo, o exponer sus cuerpos
a agencias venenosas y nocivas. Por personas adultas entendemos a todas
las personas que han alcanzado o pasado la edad de 18 años.
Por último,
el informe tiene la desfachatez de afirmar que la jornada laboral sigue
descendiendo como consecuencia de la automatización y del cambio de la sociedad
industrial a la sociedad de los servicios. Solo después de soltar esa
propaganda, el informe pasa a reconocer que en ese “descenso” de la jornada
laboral están teniendo en cuenta los contratos a tiempo parcial, y que no todos
los trabajadores que se rigen por ellos los han solicitado. De hecho, alrededor de un millón y
medio de personas declaran
trabajar a tiempo parcial en nuestro país solo por no poder encontrar un
trabajo a jornada completa. Según los informes de los portavoces del capital
están disfrutando de más tiempo libre.
El capital
puede incrementar la plusvalía de dos formas. La primera es muy sencilla, basta
con hacernos trabajar más horas o con más intensidad. Este método se puede
aplicar con más facilidad cuando el miedo a perder el empleo es más alto. Es lo
que ha estado ocurriendo durante los años de la crisis, y es el método barato
(sin necesidad de invertir en tecnología) con el que las reformas de Zapatero y
Rajoy han contribuido para sacar al capitalismo español de la crisis. Todos
sabemos que este mecanismo irá fraguando en su interior las luchas para que esa
sobreexplotación manifiesta se detenga.
La otra
forma es la que hemos estado estudiando en este mismo artículo y que hemos
identificado como incremento de la plusvalía relativa. Cuando el capital invierte en
tecnología es para incrementar la producción por trabajador. Este aumento de
productividad es más difícil de percibir, ya que los trabajadores que conservan
su puesto de trabajo trabajan las mismas horas aunque produzcan más (sí que
pueden darse cuenta de que menos compañeros producen tanto como la anterior
plantilla más grande). Con el paso del tiempo, la bajada progresiva de todos
los productos de consumo del mercado hará parecer a los trabajadores que sus
sueldos rinden lo mismo -o más- aunque no les hayan subido el salario en varios
años. Si el trabajador no reacciona de forma organizada, todo el incremento de
la productividad se lo habrá llevado el empresario.
Cuando los
trabajadores de la Europa de 1850 o del mundo a principios del siglo XX se
enfrentaron organizados al capitalismo, consiguieron que este les restaurara
parte de la productividad de la que se había estado apropiando en solitario en
los períodos anteriores. Es decir, tanto frente a la sobreexplotación evidente
como frente a los incrementos de la productividad perdidos, la única respuesta
de la clase trabajadora es la confrontación. Mientras esta no tenga lugar se
irán perdiendo posiciones. Como hemos visto al dar la vuelta a los ejemplos
trucados que nos presentaban los documentos que estamos analizando, la
credibilidad de la amenaza es fundamental para que el capital ceda. Un ejemplo
cercano y relativamente reciente lo tenemos en nuestro país: nunca hemos tenido una
legislación laboral más favorable a los trabajadores que la Ley de Relaciones Laborales
de 1976, una ley arrancada a un criminal como
Arias Navarro en un momento en que los sindicatos estaban ilegalizados. Pero
para ello fue necesario que el sistema sintiera la amenaza, y no sin que antes
respondiera con los asesinatos de Vitoria y de Basauri.
La amenaza
actual de la automatización es muy grande. Los propios informes del capital así
lo afirman. Y si lo hacen con tanto descaro es porque no temen una contestación
al nivel que se merece, algo fácil de constatar con solo leer el texto de
análisis de la UGT, que se limita a atestiguar lo que afirman los voceros del
capital sin llevar a cabo un análisis crítico de clase.
Desde el
campo de la reivindicación sindical no tiene ningún sentido tratar de explicar
al capital cómo podría conseguir compatibilizar su necesidad de beneficios con
nuestra necesidad de supervivencia. Mucho menos enarbolando recomendaciones
tales como el impuesto a los robots, la tasa Tobin, la emisión ilimitada de
moneda o
cualquier otra ocurrencia que prenda entre aquellos que todo lo arreglan con
paños calientes. Lo que sí debemos tener claro es que no nos pueden valer las
propuestas del capital. No nos vale con que nos ofrezcan unos estudios con los
que “ser empleables”, ni másteres disponibles solo para quienes puedan
pagárselos; queremos educación universitaria pública y gratuita hasta el último
año que se pueda cursar. Rechazamos
totalmente la mochila austriaca o la Renta Básica; queremos servicios
públicos y protecciones sociales garantizados mientras estemos estudiando,
cuando estemos enfermos o cuando nos quedemos sin empleo. No queremos que la
formación de actualización durante nuestra vida laboral nos la tengamos que
pagar nosotros mismos para ser rentables al siguiente capitalista; queremos que
la formación necesaria durante la vida laboral sea, o bien pagada por el
empresario, o tan gratuita y pública como la que exijimos antes de empezar a
trabajar. No aceptamos recortes en las pensiones ni pactos en Toledo; ninguna
pensión puede ser inferior al salario mínimo. No aceptamos que el trabajo sea
un bien escaso; la duración de la vida y de la jornada laboral se ajustará para
que haya trabajo para todos.
En el
terreno de las luchas concretas va a hacer falta una atención especial a la
posible expulsión del mercado laboral de un porcentaje alto de los trabajadores
y trabajadoras con un nivel de estudios inferior a la Formación Profesional. Un
problema que se acrecienta día a día cuando el nivel de fracaso educativo (no
de fracaso escolar) se sitúa por encima de la media de los países capitalistas
avanzados. En este sentido, no hay que olvidar la lucha por una enseñanza pública,
de calidad, en todos los niveles académicos y con ingresos garantizados para el
estudiante. Una educación que debe prestar atención también a aquellos que se
quieren volver a incorporar más allá de la edad de enseñanza obligatoria.
El
socialismo como único marco alternativo de relación con el trabajo
La sección
anterior comenzaba explicando ciertas mentiras habituales con las que los
portavoces del capitalismo intentan embellecer su pasado, disfrazando como
concesiones de este modo de producción lo que no son más que derechos
arrancados por los trabajadores con grandes sacrificios. Unos derechos que, con
mucha frecuencia, se desdibujan con el paso del tiempo o que directamente
llegan a perderse cuando la correlación de fuerzas o el castigo de la crisis
hace retroceder a la clase trabajadora.
Pero la
tergiversación del pasado tiene su proyección en las mentiras sobre el futuro.
Los informes sobre la automatización -que no escatiman adjetivos sobre lo dura
que puede llegar a ser la transición- no se olvidan nunca de recordar que el
sacrificio tendrá su premio, pues la automatización de las tareas de menos
valor añadido nos dejarán más tiempo para disfrutar de nuestras familias o para
abordar trabajos mucho más gratificantes y creativos.
En realidad
esto no ocurre así. Y podemos afirmar eso no porque lo demuestre el pasado,
sino porque las reglas internas del capitalismo imposibilitan que esto ocurra.
Si se consiguió mejorar las condiciones de explotación en los veinte años que
siguieron a la Segunda Guerra Mundial, fue por la combinación excepcional de
dos factores: 1) porque el capital podía (la facilidad del crecimiento de los
beneficios empresariales fruto de la reconstrucción de la posguerra) y 2) por
la fuerza de la que hacían gala los trabajadores (el nivel de conciencia, la
organización partisana y el poder de los PCs respaldados por la URSS). Cuando
los beneficios empezaron a menguar en la segunda mitad de los sesenta, el
armisticio se rompió: la crisis del petróleo sirvió como detonante, y el cambio a
las llamadas políticas neoliberales fue la respuesta de contraataque del
capital. Un nombre, el de políticas neoliberales, que da apariencia de sistema
de pensamiento a lo que no es más que una colección de teorías y de prácticas
encaminadas a aumentar la explotación en extensión (tanto en territorios como
en sectores) y en intensidad (incremento de la plusvalía absoluta). Desde entonces, la necesidad de
que el capital crezca -algo que es el único motor del sistema- ha hecho
necesario que los trabajadores vayamos perdiendo una tras otra lo que nunca
dejaron de ser concesiones temporales.
Así, tras un
paréntesis que no llegó a tres décadas, volvieron a actuar a pleno rendimiento
dos fuerzas que son incompatibles con cualquier mejora en las condiciones de
vida generalizadas.
Por un lado,
el mantenimiento de los beneficios absorbe todo el aumento de la productividad
posible, lo que da lugar a que los salarios reales se estanquen, mientras que
los salarios indirectos y diferidos -en forma de prestaciones sociales y
pensiones- retroceden a pasos agigantados. Por otro lado, solo la demanda
solvente es tenida en cuenta. Ello quiere decir que, habiendo un porcentaje muy
alto de trabajadores deseando entrar al mercado laboral o trabajando en
precario, no se cuenta con su participación como trabajadores ni como
consumidores, ya que satisfacer sus necesidades no generaría los beneficios
mínimos que justificarían la inversión de un capitalista. De esta forma se
explica una situación tan frecuente en nuestros días: la convivencia de bolsas
de paro o subempleo con capitales ociosos que no encuentran lo que ellos
consideran inversiones suficientemente rentables.
Así pues, el
capitalismo crea expectativas que es incapaz de cumplir. En el terreno político,
se presentó como adalid de la democracia sin adjetivos, solo para acabar
demostrando que no tenía nada más que ofrecer que la democracia burguesa; una
democracia vacía cuando solo unos pocos son propietarios de los medios de
producción y la inmensa mayoría depende para sobrevivir de la venta de su
fuerza de trabajo. En palabras de Maxi
Nieto: “Dado que la independencia material del individuo es condición de
su libertad, en ausencia de aquella para esa mayoría de la población que
necesita vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, se imponen nuevas
servidumbres de clase en sustitución de las feudales. De ese modo, el derecho y
el Estado de todos los ciudadanos que proclama la teoría política moderna,
resulta ser en la práctica el derecho y el Estado de una determinada clase.
Pero aparte de esta obstrucción material, el principio democrático también se
encuentra formalmente violado en los marcos jurídico-políticos actuales por
todo tipo de fraudes y restricciones a las libertades y derechos. Esto obedece
a la posición defensiva de la burguesía como nueva clase dominante frente al
movimiento obrero; en el extremo, cuando la seguridad de la burguesía como
clase no resulta compatible con el mantenimiento de ciertas libertades
democráticas, procede a suspenderlas transitoriamente hasta que logre
recomponer las bases de su dominio.”
Y si el
capitalismo defrauda las propias expectativas políticas que él mismo crea,
también lo hace con las expectativas materiales. Esto es algo que queda oculto
en el discurso de los publicistas de la automatización, al realizar su análisis
sin ninguna referencia a un contexto histórico o social, dando a entender que
las sombras del progreso tecnológico son consecuencias inevitables del mismo y
no la forma de manifestarse éste dentro de unas relaciones de producción
determinadas. Volviendo a Nieto: “Ciertamente el capital impulsa el
desarrollo de las fuerzas productivas —promueve la tecnificación del proceso
productivo y eleva la productividad general del trabajo—, pero lo hace de forma
anárquica, a través de expansiones y crisis recurrentes, con un inmenso
desperdicio de recursos materiales y humanos, y todo ello además sobre la base
de la explotación del trabajo, de un modo, en definitiva, que impide el control
social de esas fuerzas y la orientación del desarrollo económico hacia
objetivos democráticamente establecidos, pues son las necesidades humanas las
que se subordinan en todo momento a la lógica ciega de la valorización y la
acumulación compulsiva.”
En ningún
momento hemos pretendido en este trabajo estar en contra de los avances
productivos, pero sí que afirmamos que dichos avances no son en modo alguno
garantía de una vida mejor para los trabajadores dentro del capitalismo.
A corto y a medio plazo pueden ser el disparador de una nueva ola de paro y
precariedad y, a largo plazo, suponer una vuelta de tuerca adicional a la
dificultad para obtener beneficios, provocando así la siguiente ronda de crisis
y sobreexplotación. Por eso mismo no podemos más que catalogar como publicidad,
ignorancia o engaño a aquellos discursos que afirman que los avances
tecnológicos abren el camino hacia un capitalismo mejor, ya vengan esos
discursos del liberalismo, del reformismo o del utopismo conciliador que nunca ha dejado de
existir -si es
que no son la misma cosa-.
El
socialismo se presenta así como la única posibilidad de hacer valer las
promesas que la burguesía gusta de evocar cuando necesita del apoyo momentáneo
de los que solo disponen de su fuerza de trabajo física e intelectual. Pero
hacerlas efectivas requiere precisamente de la pérdida de los privilegios de
clase de los capitalistas, algo que sólo podrá ocurrir como desposesión y nunca
como renuncia, como superación del sistema y no como evolución del mismo. Hemos
visto cómo el capitalismo incuba en su interior fuerzas contradictorias que,
mientras le hacen extenderse y profundizar su dominio, le hacen cada vez más incapaz
de satisfacer las expectativas que podría generar. No es fácil saber cómo y
cuándo podrían alcanzar un punto de ruptura esas contradicciones materiales y
sociales y, por desgracia, no hay ninguna ley que establezca que, en ese
momento, el cambio deba ir dirigido hacia al socialismo o se desborde en la
dirección de la reacción.
Desde esta
perspectiva es fundamental volver a pensar en el socialismo, a resituarlo como
objetivo e ideal de los trabajadores. La historia del siglo XX llevó a que la
clase trabajadora volcara sus esperanzas en un socialismo realmente existente,
sin percibir en qué momento lo “realmente existente” se impuso sobre la esencia
del socialismo. Curiosamente la lección se entendió al revés, y las sucesivas
escaramuzas progresistas mantuvieron precisamente los componentes ajenos al socialismo
y descartaron a este como causa de la derrota. Nos encontramos así con los
socialismos de mercado, el socialismo del siglo XXI, los altermundismos, etc.
como supuestos herederos cada vez más deformados de algo que nunca fue. En esta
situación es aconsejable volver a pensar desde los orígenes, no para comenzar
desde cero, sino para volver a empezar con todo un siglo de avances,
experiencias y retrocesos en los que contrastar lo que hacemos. El socialismo
siempre fue sinónimo de democracia, humanismo, conocimiento y progreso, y desde
esos ejes sí es posible articular un mundo en el que los avances tecnológicos
-mediados por su respeto a los límites del planeta- sean utilizados para que
todos y todas trabajemos menos y vivamos mejor.
por Duval
para Crónica de Clase
Bibliografía
(para las tres partes)
Qué
informes hemos tomado como referencia para las cifras
En los
diez últimos años se han publicado muchos trabajos académicos, divulgativos y
formadores de opinión sobre los posibles efectos de la automatización sobre el
empleo. Algunos de ellos postulan nuevas metodologías y algunos las combinan,
corrigiéndose así unos a otros en proporciones nada desdeñables.
Nuestro
interés no está en la demagogia o el alarmismo, así que hemos optado por dar
preferencia a los trabajos que ofrecen cifras más moderadas, o que presentan
varios escenarios de distinta intensidad. También nos han interesado
especialmente aquellos que brindan soluciones o consejos a los poderes
públicos, pues creemos que una función nada desdeñable de estos trabajos está
más volcada en crear opinión que en presentar datos neutros.
Informes:
– Comisión Europea; Report of the high-Level expert
group on The Impact of the Digital Transformation on EU Labour Markets;
Abril 2019
– McKinsey Global Institute; Jobs lost, jobs
gained: workforce transitions in a time of automation; Diciembre 2017
– ; A future that works; Enero 2017
– ; Where machines could replace humans – and
where they can’t (yet); Octubre 2016; https://public.tableau.com/en-us/s/gallery/where-machines-could-replace-humans
– Nedelkoska, Ljubica; Quintini, Glenda; OCDE –
Automation, skills use and training; 2018
– World Economic Forum; The Future of Work
Report 2018; 2018
– Unión
General de Trabajadores; Impacto de la automatización en el empleo en
España, 2018. Este documento de la UGT nos parece útil porque reúne un
extenso listado de informes de organizaciones internacionales, creadores de opinión
y grupos de presión del capital. Sin embargo, a nuestro parecer se limita a
resumir sus puntos de vista y recomendaciones, sin oponerles la necesaria
crítica.
Libros,
artículos y enlaces de apoyo:
– Astarita,
Rolando; Plusvalía relativa e inflación; 2016. Aquí se puede consultar qué
es la plusvalía extraordinaria que obtiene un capitalista cuando es el primero
en adoptar una tecnología.
–
Cibcom.org; Ciber-comunismo; Sitio web dedicado al estudio de la planificación
socialista desde la perspectiva de las tecnologías actuales. https://cibcom.org/
– Engels,
Friedrick; La situación de la clase obrera en Inglaterra; 1845; disponible en
marxists.org: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/index.htm
– Gobierno
de España; Agenda del Cambio; Febrero 2019; http://www.mineco.gob.es/stfls/mineco/ministerio/ficheros/190208_agenda_del_cambio.pdf
– Marx,
Karl; El Capital, libro primero; Ed. Siglo XXI, 2017
– ; Las
luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/index.htm
– ; El
dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. En este libro Marx retoma los
acontecimientos de 1848 y continúa el análisis hasta finales de 1851. Como
señaló Engels en un prólogo elaborado unos años más tarde, “Fue precisamente
Marx el primero que descubrió […] la ley según la cual todas las luchas
históricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el
filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no son, en realidad, mas
que la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales”. Un
indispensable. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
– Marx, Karl
y Engels Friedrich; El Capital, libro tercero; Ed. Siglo XXI, 2017
– Nieto
Fernández, Maxi; Cómo funciona la economía capitalista; Escolar y
Mayo editores, 2015
– Polanyi,
Karl; La gran transformación; Fondo de Cultura Económica, 2003
1919 fecha
histórica de las conquistas de la lucha de la clase obrera en España. La
jornada de 8 horas y el Retiro Obrero. Las contrarreformas laborales durante el
gobierno de Adolfo Suárez González, los gobiernos de Felipe González, José
María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy Brey
“3.
Limitación de la jornada laboral.
Una
condición preliminar, sin la cual todos los intentos de mejora y emancipación
deben resultar abortivos, es la limitación de la jornada laboral.
Es necesario
para restaurar la salud y las energías físicas de la clase trabajadora, es
decir, el gran cuerpo de cada nación, así como para asegurarles la posibilidad
de desarrollo intelectual, relaciones sociales, acción social y política.
Proponemos
8 horas de trabajo como límite legal de la
jornada laboral. Esta limitación, generalmente reclamada por los
trabajadores de los Estados Unidos de América '40, el voto del Congreso la
elevará a la plataforma común de las clases trabajadoras en todo el mundo.
Para la
información de los miembros continentales, cuya experiencia en el derecho de
fábrica es relativamente corta, agregamos que todas las restricciones legales
fallarán y serán incumplidas por Capital si no se cumple el período
del día durante el cual deben tomarse las 8 horas de trabajo.
fijo. La duración de ese período debe determinarse por las 8 horas de
trabajo y las pausas adicionales para las comidas. Por ejemplo, si las
diferentes interrupciones para las comidas ascienden a una hora ,
el período legal del día debe abarcar 9 horas, por ejemplo, de 7 a.m. a 4 p.m.,
o de 8 a.m. a 5 p.m., etc. El trabajo nocturno debe ser excepcionalmente
permitido. , en comercios o sucursales de oficios especificados por la
ley. La tendencia debe ser suprimir todo el trabajo nocturno.
Este párrafo
se refiere solo a personas adultas, hombres o mujeres, estos últimos, sin
embargo, se excluyen rigurosamente de todo trabajo nocturno ,
y todo tipo de trabajo perjudicial para la delicadeza del sexo, o exponer sus
cuerpos a agencias venenosas y nocivas. Por personas adultas entendemos a
todas las personas que han alcanzado o pasado la edad de 18 años.
El
hundimiento del engranaje de la Transición: de aquellos polvos vienen estos
lodos
Donde
dije digo digo Diego. ¿Derogación de la reforma laboral?:”de entrada, no”.
(Vídeo)
Pedro
Sánchez, la mochila austriaca o el arte del engaño.
Informe
de COESPE sobre a Mochila Austríaca, por Victoria Portas Mariño
Ingreso mínimo vital y mochila austriaca, asistencialismo envenenado
LO QUE NO
TE CUENTAN LOS “PROGRES” CUANDO HABLAN DE LA RENTA BÁSICA UNIVERSAL
Alfredo
Grimaldos. Claves de la Transición 1973-1986 (para adultos) De la muerte de
Carrero Blanco al referéndum de la OTAN
“La clase
obrera está desarmada, necesita reconstruir su organización política”
Entrevista a Tita Barahona
Extinción
planetaria, dominación ideológica y empobrecimiento de la clase trabajadora con
la transición ecológica o Green New Dea (Nuevo Acuerdo o Pacto Verde)
Extinction
Rebellion: Cuando el capitalismo se viste de verde (vídeo). El nuevo socialismo
burgués o conservador.
El Primero de Mayo de 1890: Los
orígenes de una celebración
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2013/04/el-primero-de-mayo-de-1890-los-origenes.html
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2013/04/el-primero-de-mayo-de-1890-los-origenes.html
Juan
Andrade. El primero de mayo a través del movimiento obrero (1 de mayo de 1937)
1º de
Mayo: sobran los motivos para la lucha
Rosa
Luxemburgo cuestiona el derecho de autodeterminación de las naciones de Lenin.
Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional (primera parte)
Rosa Luxemburgo La cuestión nacional (1909) (segunda parte)
Georges Haupt Los marxistas frente a la cuestión nacional: La historia
del problema. Rosa Luxemburgo La cuestión nacional (tercera parte)
Rosa Luxemburgo En defensa de la nacionalidad (1900). Lenin El orgullo
nacional de los rusos 1914. Rosa Luxemburgo La cuestión nacional (cuarta
parte)
Rosa Luxemburgo: La memoria del "Proletariado" 1903. Rosa
Luxemburgo La cuestión nacional (quinta parte)
Rosa Luxemburgo: La acrobacia programática de los socialpatriotas
(1902). Rosa Luxemburgo: La cuestión
nacional (sexta parte)
Carlos Marx, Federico Engels y Rosa Luxemburgo LOS NACIONALISMOS CONTRA
EL PROLETARIADO
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