La
bibliografía de Carlos Marx, Federico
Engels, V. I. Lenin, León Trotski, Rosa Luxemburgo, Andreu Nin, Victor Serge, John Silas Reed
Las ideas
fundamentales de Marx sobre el poder, pueden resumirse en las conclusiones
siguientes:
1. El Estado es un instrumento de coerción puesto al servicio de la clase
dominante, con objeto de oprimir a las otras clases.
2. Mientras existan clases, existirá el Estado y, por tanto, no se puede”
acordar” ni” decretar” su abolición.
3. El proletariado, si quiere defender sus intereses, ha de luchar por la
conquista del poder, que utilizará para crear una nueva sociedad sin clases.
4. Para quebrantar la resistencia de la burguesía — las clases
explotadoras no han renunciado resignadamente a sus privilegios — y emprender
la organización de la sociedad sobre bases socialistas, el proletariado, al
tomar el poder, tiene necesidad de instaurar, transitoriamente, su dictadura de
clase. Este período de transición entre el capitalismo y el comunismo es
inevitable. Sin él, la emancipación de los trabajadores es imposible.
5.”La clase obrera no puede limitarse a tomar en sus manos la máquina del
Estado y ponerla en marcha tal como es, para sus propios fines” sino que debe
destruirla creando sus propios órganos. (Ejemplo que puede servir de
orientación: la”Commune” de París.)
6. Desaparecidas las clases, el Estado propiamente dicho desaparece
asimismo, para ceder el sitio a instituciones puramente administrativas. ”El
gobierno de los hombres es sustituido por la administración de las cosas.”
7. Es condición indispensable, para que el proletariado pueda cumplir su
misión histórica, que se organice en partido de clase, independiente de los
demás y con una política independiente de clase.
De estas siete condiciones, se desprende que la doctrina política del
marxismo se basa en dos ideas fundamentales: la conquista del poder y la
dictadura del proletariado.
Pasaje:
Por lo que a mí se refiere, no me
cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad
moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores
burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y
algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he
aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a
determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que
la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma
dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una
sociedad sin clases...
Karl
Marx: El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte
Escrito: Diciembre
de 1851 - marzo de 1852
Escrito: Por Engels entre agosto de 1851
y septiembre de 1852.
Extracto del
capítulo XVII. La insurreción La insurrección
como un arte.
Ahora bien,
la insurrección es un arte, lo mismo que la guerra o que cualquier otro arte.
Está sometida a ciertas reglas que, si no se observan, dan al traste con el
partido que las desdeña. Estas reglas, lógica deducción de la naturaleza de los
partidos y de las circunstancias con que uno ha de tratar en cada caso, son tan
claras y simples que la breve experiencia de 1848 las ha dado a conocer de
sobra a los alemanes. La primera es que jamás se debe jugar a la insurrección a
menos se esté completamente preparada para afrontar las consecuencias del
juego. La insurrección es una ecuación con magnitudes muy indeterminadas cuyo
valor puede cambiar cada día; las fuerzas opuestas tienen todas las ventajas de
organización, disciplina y autoridad habitual; si no se les puede oponer
fuerzas superiores, uno será derrotado y aniquilado. La segunda es que, una vez
comenzada la insurrección, hay que obrar con la mayor decisión y pasar a la
ofensiva. La defensiva es la muerte de todo alzamiento armado, que está perdido
antes aún de medir las fuerzas con el enemigo. Hay que atacar por sorpresa al
enemigo mientras sus fuerzas aún están dispersas y preparar nuevos éxitos,
aunque pequeños, pero diarios; mantener en alto la moral que el primer éxito
proporcione; atraer a los elementos vacilantes que siempre se ponen del lado
que ofrece más seguridad; obligar al enemigo a retroceder antes de que pueda
reunir fuerzas; en suma, hay que obrar según las palabras de Danton, el maestro
más grande de la política revolucionaria que se ha conocido: de
l'audace, de l'audace, encore de l'audace![****] ¡Audacia, audacia y una vez más
audacia!
¿Qué debía
hacer, pues, la Asamblea Nacional de Francfort para evitar el seguro fracaso
que la amenazaba? Ante todo, aclarar la situación y convencerse de que no había
otra salida que someterse a los gobiernos incondicionalmente o adoptar la causa
de la insurrección armada sin reservas ni titubeos. Segundo, reconocer
públicamente todas las insurrecciones que ya habían estallado y llamar en todas
partes al pueblo a empuñar las armas en defensa de la representación nacional,
poniendo fuera de la ley a todos los príncipes, ministros y demás personajes
que se atrevieran a oponerse a la soberanía del pueblo representado por sus
mandatarios. Tercero, destituir en el acto al Regente imperial de Alemania y
fundar un Comité Ejecutivo fuerte, activo, que no retrocediera ante
nada, llamar a las tropas rebeldes a Francfort para contar inmediatamente
con su protección, ofreciendo así al propio tiempo un pretexto legal para
extender la sedición, organizar en un cuerpo compacto todas las fuerzas a su
disposición y aprovechar rápidamente, sin tardanza ni titubeos, todo medio
propicio para reforzar su posición y debilitar la de sus adversarios.
Los
virtuosos demócratas de la Asamblea de Francfort hicieron precisamente todo lo
contrario. No contentos con dejar que las cosas transcurriesen según su curso
natural, estos venerables varones fueron tan lejos que, con su oposición,
dejaron que se aplastasen los movimientos insurreccionales que se estaban
preparando. Así obró, por ejemplo, el señor Carlos Vogt en Nuremberg. Toleraron
que se aplastaran las insurrecciones de Sajonia, la Prusia renana y Westfalia
sin más ayuda que la de la protesta póstuma y sentimental contra la insensible
violencia del Gobierno prusiano. Mantuvieron en secreto relaciones diplomáticas
con la insurrección del Sur de Alemania, pero no le concedieron la ayuda de
reconocerla públicamente. Sabían que el Regente del Imperio estaba al lado de
los gobiernos, y a pesar de ello, lo exhortaban, sin hacer él ningún caso, a
oponerse a las intrigas de estos gobiernos. Los ministros del Imperio, todos
viejos conservadores, ridiculizaban por doquier esta impotente Asamblea, y
ellos lo toleraban. Y cuando Guillermo Wolff, diputado de Silesia y uno de los
redactores de "Neue Rheinische Zeitung", los conminó a que la
Asamblea pusiera fuera de la ley al Regente del Imperio[*****], que era, como decía en verdad
Wolff, el primer y mayor traidor del Imperio, ¡esos demócratas revolucionarios
le taparon la boca con unánimes gritos de virtuosa indignación! En suma, que
siguieron hablando, protestando, clamando y perorando, pero nunca con valentía
ni intenciones de actuar; entretanto, las tropas hostiles de los gobiernos se
iban aproximando más y más, y su propio poder ejecutivo, el Regente del
Imperio, se dedicaba tesoneramente a confabularse con los príncipes alemanes
para acelerar la destrucción de la Asamblea. Así, hasta el último vestigio de
consideración perdió esta despreciable Asamblea; los sublevados, que se habían
alzado para defenderla, dejaron de preocuparse por su suerte, y cuando, como
veremos más adelante, se llegó por último a su vergonzoso fin, la Asamblea
feneció sin que nadie se cuidara de su muerte sin pena ni gloria.
Londres,
agosto de 1852
K. Marx.
Carta a LUDWIG KUGELMANN. En Hannover 12 de abril de 1871
Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho Brumario[*], verás que expongo como próxima tentativa de
la revolución francesa no hacer pasar de unas manos a otras la máquina
burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla,
y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular
en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros
heroicos camaradas de París. ¡Qué flexibilidad, qué iniciativa histórica y qué
capacidad de sacrificio tienen estos parisienses! Después de seis meses de
hambre y de ruina, originadas más bien por la traición interior que por el enemigo
exterior, se rebelan bajo las bayonetas prusianas, ¡como si no hubiera guerra
entre Francia y Alemania, como si el enemigo no se hallara a las puertas de
París! ¡La historia no conocía hasta ahora semejante ejemplo de heroísmo! Si
son vencidos, la culpa será, exclusivamente, de su «buen corazón». Se debía
haber emprendido sin demora la ofensiva contra Versalles, en cuanto Vinoy, y
tras él la parte reaccionaria de la Guardia Nacional, huyeron de París. Por
escrúpulos de conciencia se dejó escapar la ocasión. No querían iniciar
la guerra civil, ¡como si el mischievous avorton[**] de Thiers no la hubiese comenzado ya
cuando intentó desarmar a París! El segundo error consiste en que el Comité
Central renunció demasiado pronto a sus poderes, para ceder su puesto a la
Comuna. De nuevo ese escrupuloso «pundonor» llevado al colmo. De cualquier
manera, la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los
lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja sociedad, constituye la proeza
más heroica de nuestro partido desde la época de la insurrección de junio. Que se compare a estos parisienses, prestos a
asaltar el cielo, con los siervos del cielo del sacro Imperio romano
germánico-prusiano, con sus mascaradas antediluvianas, que huelen a cuartel, a
iglesia, a junkers y, sobre todo, a filisteísmo.
A propósito, en la edición oficial de documentos acerca
de los subsidios abonados directamente de la caja de Luis Bonaparte, se indica
que Vogt percibió en agosto de 1859 ¡40.000 francos! Lo he
comunicado a Liebknecht para que haga uso de ello cuando llegue el momento.
Discurso inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores
"La
Primera Internacional" 1.864
En la Comuna de París, fue la primera revolución de la clase obrera, que implantó la dictadura
del proletariado.1871
Extracto:
“La
variedad de interpretaciones a que ha sido sometida la Comuna y la variedad de
intereses que la han interpretado a su favor, demuestran que era una forma
política perfectamente flexible, a diferencia de las formas anteriores de
gobierno que habían sido todas fundamentalmente represivas. He aquí su
verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase
obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora,
la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación económica
del trabajo.”
El primer decreto de la Comuna fue
para suprimir el ejército permanente y sustituirlo por el pueblo armado.
El 1ƒ de abril se acordó que el
sueldo máximo que podría percibir un funcionario de la Comuna, y por tanto los
mismos miembros de ésta, no excedería de 6.000 francos (4.800 marcos). Al día
siguiente, la Comuna decretó la separación de la Iglesia y el Estado y la
supresión de todas las asignaciones estatales para fines religiosos, así como
la transformación de todos los bienes de la Iglesia en propiedad nacional; como
consecuencia de esto, el 8 de abril se ordenó que se eliminasen de las escuelas
todos los símbolos religiosos, imágenes, dogmas, oraciones, en una palabra,
"todo lo que pertenece a la órbita de la conciencia individual", orden que fue aplicándose gradualmente[13]. El día 5, en vista de que las
tropas de Versalles fusilaban diariamente a los combatientes de la Comuna que
capturaban, se dictó un decreto ordenando la detención de rehenes, pero éste
nunca se puso en práctica. El día 6, el 137ƒ Batallón de la Guardia Nacional
sacó a la calle la guillotina y la quemó públicamente en medio de la aclamación
popular. El 12, la Comuna acordó que la Comuna Triunfal de la plaza Vendôme,
fundida con los cañones tomados por Napoleón después de la guerra de 1809, se
demoliese por ser un símbolo de chovinismo e incitación al odio entre naciones.
Esto fue cumplido el 16 de mayo. El 16 de abril, la Comuna ordenó un registro
estadístico de las fábricas cerradas por los patronos y la elaboración de
planes para ponerlas en funcionamiento con los obreros que antes trabajaban en
ellas, organizándolos en sociedades cooperativas, y que se planease también la
agrupación de todas estas cooperativas en una gran unión. El 20, la Comuna
declaró abolido el trabajo nocturno de los panaderos y suprimió también las
bolsas de empleo, que durante el Segundo Imperio eran un monopolio de ciertos
sujetos designados por la policía, explotadores de primera fila de los obreros.
Esas bolsas fueron transferidas a las alcaldías de los veinte arrondissements [distritos] de
París. El 30 de abril, la Comuna ordenó el cierre de las casas de empeño, que
eran una forma de explotación privada a los obreros, y estaban en contradicción
con el derecho de éstos a disponer de sus instrumentos de trabajo. El 5 de
mayo, ordenó la demolición de la Capilla Expiatoria, que se había erigido para
expiar la ejecución de Luis XVI.
“Últimamente las palabras "dictadura del proletariado" han
vuelto a sumir en santo terror al filisteo socialdemócrata. Pues bien,
caballeros, si queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna
de París: he ahí la dictadura del proletariado!”
PRIMER MANIFIESTO del Consejo General de la
Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la Guerra Franco-Prusiana. Escrito: Por
Marx entre el 19 y el 23 de julio de 1870.
Extracto:
Pero los
principios de la Internacional se hallan demasiado difundidos y demasiado
firmemente arraigados entre la clase obrera alemana para temer un desenlace tan
triste. Las voces de los obreros franceses han encontrado eco en Alemania. Una
asamblea obrera de masas celebrada en Brunswick el I6 de julio expresó su
absoluta solidaridad con el manifiesto de París, rechazó con desprecio toda
idea de antagonismo nacional respecto a Francia y cerró sus resoluciones con
estas palabras: "Somos enemigos de todas las guerras, pero sobre todo de
las guerras dinásticas. . . Con profunda pena y gran dolor, nos vemos obligados
a soportar una guerra defensiva como un mal inevitable; pero, al mismo tiempo,
apelamos a toda la clase obrera alemana para que haga imposible la repetición
de una desgracia social tan inmensa, reivindicando para los pueblos mismos la
potestad de decidir sobre la paz y la guerra y haciéndolos dueños de sus
propios destinos".
En Chemnitz, una asamblea de delegados, que representaban a 50.000 obreros de
Sajonia, adoptó por unanimidad la siguiente resolución: "En nombre de la
democracia alemana y especialmente de los obreros que forman el Partido
Socialdemócrata, declaramos que la actual es una guerra exclusivamente
dinástica. . . Nos hallamos felices de estrechar la mano fraternal que nos
tienden los obreros de Francia. . . Atentos a la consigna de la Asociación
Internacional de los Trabajadores: ¡Proletarios de todos los países, uníos! jamás olvidaremos que los obreros de todos los
países son nuestros amigos y los déspotas de todos los
países, nuestros enemigos.”[26]
Medidas adoptadas por la Comuna en LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Escrito: Por Marx en abril-mayo de 1871.
Extracto:
El primer decreto de la Comuna fue
para suprimir el ejército permanente y sustituirlo por el pueblo armado.
La Comuna estaba
formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los
diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo
momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o
representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no había de ser un
organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y
legislativa al mismo tiempo. En vez de continuar siendo un instrumento del
Gobierno central, la policía fue despojada inmediatamente de sus atributos
políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ella y
revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás
ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos
los servidores públicos debían devengar salarios de obreros. Los intereses creados y los gastos de
representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron con los altos
dignatarios mismos. Los cargos públicos dejaron de ser propiedad privada de los
testaferros del Gobierno central. En manos de la Comuna se pusieron no solamente
la administración municipal, sino toda la iniciativa ejercida hasta entonces
por el Estado.
Una vez suprimidos el ejército
permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo
Gobierno, la Comuna tomó medidas inmediatamente para destruir la fuerza
espiritual de represión, el "poder de los curas", decretando la
separación de la Iglesia y el Estado y la expropiación de todas las iglesias
como corporaciones poseedoras. Los curas fueron devueltos al retiro de la vida
privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los
apóstoles. Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente
al pueblo y al mismo tiempo emancipadas de toda intromisión de la Iglesia y del
Estado. Así, no sólo se ponía la enseñanza al alcance de todos, sino que la
propia ciencia se redimía de las trabas a que la tenían sujeta los prejuicios
de clase y el poder del Gobierno.
Los funcionarios judiciales debían
perder aquella fingida independencia que sólo había servido para disfrazar su
abyecta sumisión a los sucesivos gobiernos, ante los cuales iban prestando y
violando, sucesivamente, el juramento de fidelidad. Igual que los demás
funcionarios públicos, los magistrados y los jueces habían de ser funcionarios
electivos, responsables y revocables.
Ese tópico de todas las revoluciones
burguesas, "un gobierno barato", la Comuna lo convirtió en realidad
al destruir las dos grandes fuentes de gastos: el ejército permanente y la
burocracia del Estado. Su sola existencia presuponía la no existencia de la
monarquía que, en Europa al menos, es el lastre normal y el disfraz
indispensable de la dominación de clase La Comuna dotó a la República de una
base de instituciones realmente democráticas. Pero, ni el gobierno barato, ni
la "verdadera República" constituían su meta final, no eran más que
fenómenos concomitantes.
La variedad de interpretaciones a que
ha sido sometida la Comuna y la variedad de intereses que la han interpretado a
su favor, demuestran que era una forma política perfectamente flexible, a
diferencia de las formas anteriores de gobierno que habían sido todas
fundamentalmente represivas. He aquí su verdadero secreto: la Comuna era,
esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase
productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta
que permitía realizar la emancipación económica del trabajo.
Sin esta última condición, el régimen
comunal habría sido una imposibilidad y una impostura. La dominación política
de los productores es incompatible con la perpetuación de su esclavitud social.
Por tanto, la Comuna había de servir de palanca para extirpar los cimientos
económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y, por
consiguiente, la dominación de clase. Emancipado el trabajo, cada hombre
La gran medida
social de la Comuna fue su propia existencia, su labor. Sus medidas concretas
no podían menos de expresar la línea de conducta de un gobierno del pueblo por
el pueblo. Entre ellas se cuentan la abolición del trabajo nocturno para los
obreros panaderos, y la prohibición, bajo penas, de la práctica corriente entre
los patronos de mermar los salarios imponiendo a sus obreros multas bajo los
más diversos pretextos, proceso éste en el que el patrono se adjudica las
funciones de legislador, juez y agente ejecutivo, y, además, se embolsa el
dinero. Otra medida de este género fue la entrega a las asociaciones obreras,
bajo reserva de indemnización, de todos los talleres y fábricas cerrados, lo
mismo si sus respectivos patronos habían huído que si habían optado por parar
el trabajo.
Fuente: LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA
Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Escrito: Por Marx en abril-mayo de 1871.
Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Escrito: Por Marx en abril-mayo de 1871.
Escrito: de julio de 1870 - mayo de 1871
F. Engels. El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna
Escrito: Por
Engels en junio de 1874.
V. I. Lenin. La Guerra de
Guerrillas 30 de septiembre de 1906
Lenin
cita el punto (5. La guerra mundial no sirve ni
para la defensa nacional ni a los intereses económicos o políticos de las masas
populares de ningún país: es única y exclusivamente un engendro de las
rivalidades imperialistas entre las clases capitalistas de diversos países en
lucha por el dominio a escala mundial y por el monopolio en la explotación y la
opresión de las zonas todavía no dominadas por el capital. En esta era de
imperialismo desatado ya no pueden haber guerras nacionales. Los intereses
nacionales sirven únicamente como pretexto para poner a las masas populares al
servicio de su enemigo mortal: el imperialismo.
Junius, que en un
folleto suyo defiende las "tesis" arriba mencionada
Rosa Luxemburgo. Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia
internacional.
Escritos Políticos (1916)
V. I. Lenin. La Guerra de
Guerrillas (30 de septiembre de 1906)
León
Trotsky. HISTORIA DE LA REVOLUCION RUSA Tomo II
Iniciada por él en 1929 y acabada el 29 de junio de 1932.
León Trotsky. HISTORIA DE LA REVOLUCION RUSA
Debate de Rosa Luxemburgo con Lenin, sobre la cuestión nacional y el
derecho de autodeterminación.
“El
año I de la revolución proletaria
-o sea, de la República de los Soviets- empieza el 7 de noviembre de 1917 (el 25 de octubre, según el
antiguo-calendario) y se cierra, como es natural, el 7 de noviembre de 1918, en el momento en que estalla la esperada revolución
alemana.”
Víctor Serge. Represión estalinista
En 1928, Serge fue expulsado del Partido Comunista e inhabilitado para trabajar
para el Gobierno. En los años siguientes, escribió El Año I de la Revolución
rusa (1930),
14 de marzo
de 1937
Pasajes:
Las ideas
fundamentales de Marx sobre el poder, pueden resumirse en las conclusiones
siguientes:
1. El Estado
es un instrumento de coerción puesto al servicio de la clase dominante, con
objeto de oprimir a las otras clases.
2. Mientras
existan clases, existirá el Estado y, por tanto, no se puede” acordar” ni” decretar”
su abolición.
3. El
proletariado, si quiere defender sus intereses, ha de luchar por la conquista
del poder, que utilizará para crear una nueva sociedad sin clases.
4. Para
quebrantar la resistencia de la burguesía — las clases explotadoras no han
renunciado resignadamente a sus privilegios — y emprender la organización de la
sociedad sobre bases socialistas, el proletariado, al tomar el poder, tiene
necesidad de instaurar, transitoriamente, su dictadura de clase. Este período
de transición entre el capitalismo y el comunismo es inevitable. Sin él, la
emancipación de los trabajadores es imposible.
5.”La clase
obrera no puede limitarse a tomar en sus manos la máquina del Estado y ponerla
en marcha tal como es, para sus propios fines” sino que debe destruirla creando
sus propios órganos. (Ejemplo que puede servir de orientación: la”Commune” de
París.)
6.
Desaparecidas las clases, el Estado propiamente dicho desaparece asimismo, para
ceder el sitio a instituciones puramente administrativas. ”El gobierno de los
hombres es sustituido por la administración de las cosas.”
7. Es
condición indispensable, para que el proletariado pueda cumplir su misión
histórica, que se organice en partido de clase, independiente de los demás y con
una política independiente de clase.
De estas
siete condiciones, se desprende que la doctrina política del marxismo se basa
en dos ideas fundamentales: la conquista del poder y la dictadura del
proletariado.
Andrés Nin El problema del poder en la revolución
Escrito: Abril
de 1937.
Andreu Nin.
Los órganos de poder y la revolución española
19 de mayo
de 1937
La situación política y las tareas
del proletariado
Proyecto
de “Tesis políticas”, elaboradas por Nin, para presentarla al Congreso nacional
del POUM, el 19 de junio de 1937. Dicho Congreso no llegó a celebrarse a causa
de la represión.
Víctor Alba. La revolución española en la práctica. Documentos del POUM
Andreu Nin. Las Dictaduras de nuestro tiempo
Escrito: 1930.
La Comuna Asturiana de 1934. La insurrección proletaria y la República
A 83 años de la Alianza Obrera o Frente Único y de la insurrección y la
revolución de octubre de 1934 en Asturias.
Escritos de Andreu Nin y Joaquín Maurín durante la II República. ¿Revolución democrático-burguesa o revolución democrático-socialista?
1934-2014...UHP, habrá otros octubres
V.
I. Lenin. La Guerra de Guerrillas (30 de
septiembre de 1906) y El
Marxismo y la insurrección 26-27 de septiembre de 1917)
Revolución rusa de 1905
“La primera revolución rusa costó al pueblo ruso cerca de 15.000 muertos,
más de 18.000 heridos y 79.000 encarcelados”
Revolución rusa de octubre de 1917
V. I. Lenin. La Guerra de Guerrillas (30 de septiembre de 1906)
Primera
publicación: En Proletari,
núm. 5, 30 de septiembre de 1906.
La cuestión de la acción guerrillera es de sumo interés para nuestro
Partido y para las masas obreras. Ya nos hemos referido de paso a ella más de
una vez, y ahora, tal como lo habíamos prometido, nos proponemos ofrecer una
exposición más completa de nuestras ideas al respecto.
I
Comencemos por el principio. ¿Cuáles son las exigencias fundamentales que
todo marxista debe presentar para el análisis de la cuestión de las formas de
lucha? En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas
del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma determinada de
lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las
"inventa", sino que generaliza, organiza y hace conscientes las
formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el
curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas
abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige que se preste mucha atención a
la lucha de masas en curso que, con el desarrollo del movimiento, el
crecimiento de la conciencia de las masas y la agudización de las crisis
económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos
métodos de defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza categóricamente
ninguna forma de lucha El marxismo no se limita, en ningún caso, a las formas
de lucha posibles y existentes sólo en un momento dado, admitiendo la aparición
inevitable de formas de lucha nuevas, desconocidas de los militantes de un
período dado, al cambiar la coyuntura social. El marxismo, en este sentido,
aprende, si puede decirse así, de la práctica de las masas, lejos de pretender
enseñar a las masas formas de lucha inventadas por "sistematizadores"
de gabinete. Sabemos -- decía, por ejemplo, Kautsky, al examinar las formas de
la revolución social -- que la próxima crisis nos traerá nuevas formas de lucha
que no podemos prever ahora.
En segundo lugar, el marxismo exige que la cuestión de las formas de
lucha sea enfocada históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación
histórica concreta significa no comprender el abecé del materialismo
dialéctico. En los diversos momentos de la evolución económica, según las
diferentes condiciones políticas, cultural-nacionales, costumbrales, etc.,
aparecen en primer plano distintas formas de lucha, y se convierten en las
formas de lucha principales; y, en relación con esto, se modifican a su vez las
formas de lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o no a propósito
de un determinado procedimiento de lucha, sin examinar en detalle la situación
concreta de un movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento, significa
abandonar completamente la posición del marxismo.
Estos son los dos principios teóricos fundamentales que deben guiarnos.
La historia del marxismo en Europa Occidental nos suministra innumerables
ejemplos que confirman lo dicho. La socialdemocracia europea considera, en el
momento actual, el parlamentarismo y el movimiento sindical como las
principales formas de lucha; en el pasado reconocía la insurrección y está
plenamente dispuesta a reconocerla en el porvenir si la situación cambia, pese
a la opinión de los liberales burgueses, como los kadetes1 y
los bezzaglavtsi2 rusos.
La socialdemocracia negaba la huelga general en la década del 70 como panacea
social, como medio para derribar de golpe a la burguesía por la vía no
política, pero admite plenamente la
huelga política de masa (sobre todo, después de la experiencia rusa de
1905) como uno de los procedimientos de lucha, indispensable en ciertas
condiciones. La socialdemocracia, que admitía la lucha de barricadas en la
década del 40 del siglo XIX, y la rechazaba, basándose en datos concretos, a
fines del siglo XIX, se ha declarado plenamente dispuesta a revisar esta última
opinión y a reconocer la conveniencia de la lucha de barricadas después de la
experiencia de Moscú, que ha iniciado según las palabras de Kautsky, una nueva
táctica de las barricadas.
II
Establecidos los principios generales del marxismo, pasemos a la
revolución rusa. Recordemos el desarrollo histórico de las formas de lucha que
ha hecho aparecer. Primero, las huelgas económicas de los obreros (1896-1900),
después, las manifestaciones políticas de obreros y estudiantes (1901-1902),
las revueltas campesinas (1902), el principio de las huelgas políticas de masas
combinadas de diversos modos con las manifestaciones (Rostov 1902, las huelgas
del verano de 1903, el 9 de enero de 1905), la huelga política en toda Rusia
con casos locales de combates de barricadas (octubre de 1905), la lucha masiva
de barricadas y la insurrección armada (diciembre de 1905), la lucha
parlamentaria pacífica (abril-junio de 1906), los alzamientos militares
parciales (junio de 1905-julio de 1906), las sublevaciones parciales de
campesinos (otoño de 1905-otoño de 1906). Tal es el estado de cosas en el otoño
de 1906, desde el punto de vista de las formas de lucha en general. La forma de
lucha con que la autocracia "contesta" es el pogromo de las centurias
negras, comenzando por el de Kishiniov en la primavera de 1903, y terminando
por el de Siedlce en el otoño de 1906. Durante todo este período la
organización de pogromos por las centurias negras y las matanzas de judíos,
estudiantes, revolucionarios, obreros conscientes han ido constantemente en
aumento y se han ido perfeccionando, uniéndose la violencia de la chusma
sobornada a la violencia de las tropas centurionegristas, llegando hasta
utilizar la artillería en aldeas y ciudades, en combinación con expediciones
punitivas, trenes de represión, etc.
Tal es el fondo esencial del cuadro. Sobre este fondo se dibuja --
evidentemente como algo particular, secundario, accesorio -- el fenómeno a cuyo
estudio y apreciación está consagrado el presente artículo. ¿En qué consiste
este fenómeno? ¿Cuáles son sus formas? y ¿cuáles sus causas? ¿Cuándo surgió y
hasta dónde se ha extendido? ¿Cuál su significación en la marcha general de la
revolución? ¿Cuáles son sus relaciones con la lucha de la clase obrera,
organizada y dirigida por la socialdemocracia? Estas son las cuestiones que
debemos abordar ahora, después de haber bosquejado el fondo general del cuadro.
El fenómeno que nos interesa es la lucha armada. Sostienen esta lucha
individuos aislados y pequeños grupos. Unos pertenecen a las organizaciones
revolucionarias otros (la mayoría, en cierta parte de Rusia) no pertenecen a
ninguna organización revolucionaria. La lucha armada persigue dos fines
diferentes, que es preciso distinguir rigurosamente: en primer lugar, esta
lucha se propone la ejecución de personas aisladas, de los jefes y subalternos
de la policía y del ejército; en segundo lugar, la confiscación de fondos
pertenecientes tanto al gobierno como a particulares. Parte de las sumas
confiscadas va al partido, parte está consagrada especialmente al armamento y a
la preparación de la insurrección, parte a la manutención de los que sostienen
la lucha que caracterizamos. Las grandes expropiaciones (la del Cáucaso, de más
de 200.000 rublos; la de Moscú, de 875.000 rubios) estaban destinadas
precisamente a los partidos revolucionarios ante todo; las pequeñas
expropiaciones sirven en primer lugar, e incluso a veces enteramente, al
sostenimiento de los "expropiadores". Esta forma de lucha ha tomado
un amplio desarrollo y extensión, indudablemente, tan sólo en 1906, es decir,
después de la insurrección de diciembre. La agudización de la crisis política
hasta llegar a la lucha armada y, sobre todo, la agravación de la miseria, del
hambre y del paro en las aldeas y en las ciudades han desempeñado un importante
papel entre las causas que han originado la lucha de que tratamos. El mundo de
los vagabundos, el "lumpenproletariat" y los grupos anarquistas han
adoptado esta forma de lucha como la forma principal y hasta exclusiva de lucha
social. Como forma de lucha empleada en "respuesta" por la
autocracia, hay que considerar: el estado de guerra, la movilización de nuevas
tropas, los pogromos de las centurias negras (Siedlce) y los consejos de
guerra.
III
El juicio habitual sobre la lucha que estamos describiendo, se reduce a
lo siguiente: esto es anarquismo, blanquismo, el antiguo terrorismo, actos de
individuos aislados de las masas que desmoralizan a los obreros, que apartan de
ellos a los amplios círculos de la población, desorganizan el movimiento y
perjudican a la revolución. En los hechos comunicados todos los días por los
periódicos se encuentran, sin dificultad, ejemplos para confirmar este juicio.
Pero ¿son convincentes estos ejemplos? Para comprobarlo tomemos el hogar
en que esta forma de lucha está más desarrollada: la región de Letonia. He aquí
en qué términos se lamenta Nóvoie Vremia3 (del
9 y del 12 de septiembre), de la actividad de la socialdemocracia letona. El
Partido Obrero Socialdemócrata Letón (sección del POSDR) publica regularmente
30.000 ejemplares de su periódico; en las columnas de anuncios de éste se
publican listas de confidentes cuya supresión constituye un deber para cada
hombre honrado; los que ayudan a la policía son declarados "enemigos de la
revolución" y deben ser ejecutados, y, además, confiscados sus bienes; se
llama a la población a no dar dinero para el Partido Socialdemócrata más que
contra recibo sellado; en la última rendición de cuentas del Partido figuran,
entre los 48.000 rublos de ingreso del año, 5.600 rublos de la sección de
Libava para la compra de armas, procurados mediante expropiaciones. Como es natural,
Nóvoie Vremia lanza rayos y centellas contra esta "legislación
revolucionaria", contra este "gobierno de terror".
Nadie se atreverá a calificar de anarquismo, de blanquismo, de
terrorismo, estas acciones de los socialdemócratas letones. Pero, ¿por qué?
Porque en este caso es evidente la relación de la nueva forma de lucha con la
insurrección que estalló en diciembre y que madura de nuevo. En lo que
concierne a toda Rusia, esta relación no es tan perceptible, pero existe. La
extensión de la lucha de "guerrillas", precisamente después de
diciembre, su relación con la agravación de la crisis no sólo económica, sino
también política, son innegables. El viejo terrorismo ruso era obra del
intelectual conspirador; ahora, la lucha de guerrillas la mantiene, por regla
general, el obrero combatiente o simplemente el obrero sin trabajo. Blanquismo
y anarquismo se les ocurren fácilmente a gentes que gustan de los clichés, pero
en la atmósfera de insurrección, que de un modo tan evidente existe en la
región de Letonia, es indudable que estas etiquetas aprendidas de memoria no
tienen ningún valor.
El ejemplo de los letones demuestra perfectamente que el método, tan
común entre nosotros, de analizar la guerra de guerrillas al margen de las
condiciones de una insurrección, es incorrecto, anticientífico y antihistórico.
Hay que tener en cuenta esta atmósfera insurreccional, reflexionar sobre las
particularidades del período transitorio entre los grandes actos de la
insurrección, comprender qué formas de lucha surgen necesariamente como
consecuencia de ello y no salir del paso con un surtido de palabras aprendidas
de memoria, que son empleadas lo mismo por los kadetes y por la gente de Nóvoie
Vremia : ¡anarquismo, pillaje, rufianismo!
Las operaciones de guerrillas, se dice, desorganizan nuestro trabajo.
Apliquemos este razonamiento a la situación creada después de diciembre de
1905, a la época de los pogromos de las centurias negras y de la ley marcial.
¿Qué es lo que desorganiza más el movimiento en dicha época: la falta de
resistencia o bien la lucha organizada de los guerrilleros? Comparad la Rusia
Central con sus confines del Oeste, con Polonia y la región de Letonia. La
lucha de guerrillas ha adquirido indudablemente mucha más difusión y desarrollo
en esos confines occidentales. Y es no menos innegable que el movimiento
revolucionario en general y el movimiento socialdemócrata en particular, están
más desorganizados en la Rusia Central que en las regiones del Oeste.
Evidentemente, ni siquiera se nos ocurre la idea de deducir que si los
movimientos socialdemócratas polaco y letón están menos desorganizados es
gracias a la guerra de guerrillas. No. La única conclusión que se desprende de
ello es que no puede imputarse a la guerra de guerrillas el estado de desorganización
del movimiento obrero socialdemócrata en la Rusia de 1906.
Se invocan frecuentemente las particularidades de las condiciones
nacionales, lo cual revela manifiestamente la debilidad de la argumentación
corriente. Si se trata de las condiciones nacionales, es que no se trata de
anarquismo, de blanquismo, de terrorismo -- pecados comunes a toda Rusia e
incluso específicamente rusos --, sino de algo diferente. ¡Analizad este algo
diferente de un modo concreto, señores! Veréis entonces que la opresión o el
antagonismo nacionales no explican nada, pues siempre han existido en los
confines occidentales, mientras que la lucha de guerrillas ha sido engendrada
solamente por el período histórico actual. Hay
muchos sitios en que existen la opresión y los antagonismos nacionales,
pero no la lucha de guerrillas, que se desarrolla a veces sin que se dé la opresión nacional. Un análisis
concreto de la cuestión muestra que no es del yugo nacional de lo que se trata,
sino de las condiciones de la insurrección. La lucha de guerrillas es una forma
inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya
realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o menos
considerables entre "grandes batallas" de la guerra civil.
No son las acciones de guerrillas las que desorganizan el movimiento,
sino la debilidad del Partido, que no sabe tomar en sus manos tales acciones.
Por eso, entre nosotros, los rusos, los anatemas lanzados habitualmente contra
las acciones de guerrillas, coinciden con acciones de guerrillas clandestinas,
accidentales, no organizadas, que realmente desorganizan al Partido. Incapaces
de comprender cuáles son las condiciones históricas que engendran esta lucha,
somos igualmente incapaces de contrarrestar sus aspectos perjudiciales. La
lucha no por eso deja de continuarse, pues la provocan potentes factores
económicos y políticos. No tenemos fuerza para suprimir estos factores ni esta
lucha. Nuestras quejas contra la lucha de guerrillas son quejas contra la
debilidad de nuestro Partido en materia de insurrección.
Lo que hemos dicho de la desorganización se aplica también a la
desmoralización. No es la guerra de guerrillas lo que desmoraliza, sino el
carácter inorganizado, desordenado, sin partido de las acciones de guerrillas.
De esta evidentísima desmoralización no nos salvaremos ni un ápice condenando o
maldiciendo las acciones de guerrillas; pues estas condenaciones y maldiciones
son absolutamente impotentes para detener un fenómeno provocado por causas
económicas y políticas profundas. Se nos objetará que si somos incapaces de
detener un fenómeno anormal y desmoralizador, esto no es razón para que el
Partido adopte procedimientos de lucha anormales y desmoralizadores. Pero tal
objeción sería puramente liberal-burguesa y no marxista, pues un marxista no
puede considerar en general anormal y desmoralizador la guerra civil o la guerra de guerrillas, como una de sus
formas. Un marxista se basa en la lucha de clases y no en la paz social. En
ciertos períodos de crisis económicas y políticas agudas, la lucha de clases,
al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir, en lucha
armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está
obligado a tomar posición por la guerra civil. Toda condenación moral de ésta
es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo.
En una época de guerra civil, el ideal del Partido del proletariado es un
partido de combate. Esto es absolutamente incontrovertible. Estamos
completamente dispuestos a conceder que, desde el punto de vista de la guerra
civil se puede demostrar, y se demuestra, la inconveniencia de unas u otras
formas de guerra civil en uno u otro momento. Admitimos plenamente la crítica
de las diversas formas de guerra civil desde el punto de vista de la
conveniencia militar y estamos incondicionalmente de acuerdo en que, en esta
cuestión, el voto decisivo corresponde a los militantes activos
socialdemócratas de cada localidad. Pero, en nombre de los principios del
marxismo, exigimos absolutamente que nadie intente sustraerse al análisis de
las condiciones de la guerra civil con frases triviales y rutinarias sobre el
anarquismo, el blanquismo y el terrorismo; que no se haga de los procedimientos
insensatos empleados en la guerra de guerrillas en un cierto momento por cierta
organización del Partido Socialista Polaco, un espantajo en la cuestión de la
participación de la socialdemocracia en la guerra de guerrillas en general.
El argumento de que la guerra de guerrillas desorganiza el movimiento
debe ser apreciado de manera crítica. Toda forma nueva de lucha, que trae
aparejada consigo nuevos peligros y nuevos sacrificios,
"desorganiza", indefectiblemente, las organizaciones no preparadas
para esta nueva forma de lucha. Nuestros antiguos círculos de propagandistas se
desorganizaron al recurrir a los métodos de agitación. Nuestros comités se
desorganizaron al recurrir a las demostraciones. En toda guerra, cualquier
operación lleva un cierto desorden a las filas de los combatientes. De esto no
puede deducirse que no hay que combatir. De esto es preciso deducir que hay que
aprender a combatir. Y nada más.
Cuando veo a socialdemócratas que declaran arrogante y presuntuosamente:
nosotros no somos anarquistas, ni ladrones, ni bandidos; estamos por encima de
todo eso, rechazamos la guerra de guerrillas, me pregunto: ¿comprenden esas
gentes lo que dicen? En todo el país se libran encuentros armados y choques
entre el gobierno centurionegrista y la población. Es un fenómeno absolutamente
inevitable en la fase actual de desarrollo de la revolución. Espontáneamente,
sin organización -- y, precisamente por eso, en formas a menudo poco
afortunadas y malas --, la población reacciona también mediante colisiones y
ataques armados. Estoy de acuerdo en que, a causa de la debilidad o de la falta
de preparación de nuestra organización, podemos renunciar, en una localidad y
en un momento dado, a colocar esta lucha espontánea bajo la dirección del
Partido. Estoy de acuerdo en que esta cuestión debe ser resuelta por los militantes
locales activos, en que no es cosa fácil reajustar el trabajo de organizaciones
débiles y no preparadas. Pero cuando veo que un teórico o que un publicista de
la socialdemocracia, no lamenta esta falta de preparación, sino que repite con
orgullosa suficiencia y entusiasmo narcisista las frases aprendidas en su
primera juventud sobre el anarquismo, el blanquismo y el terrorismo, me causa
una gran pena el ver rebajar así la doctrina más revolucionaria del mundo.
Se dice que la guerra de guerrillas aproxima al proletariado consciente a
la categoría de los vagabundos borrachines y degradados. Es cierto. Pero de
esto sólo se desprende que el partido del proletariado no puede nunca
considerar la guerra de guerrillas como el único, ni siquiera como el principal
procedimiento de lucha; que este procedimiento debe estar subordinado a los
otros, debe ser proporcionado a los procedimientos esenciales de lucha,
ennoblecido por la influencia educadora y organizadora del socialismo. Sin esta
última condición, todos, absolutamente todos los procedimientos de lucha, en la
sociedad burguesa, aproximan al proletariado a las diversas capas no
proletarias, situadas por encima o por debajo de él, y, abandonados al curso
espontáneo de los acontecimientos, se desgastan, se pervierten, se prostituyen.
Las huelgas, abandonadas al censo espontáneo de los acontecimientos, degeneran
en Alliances, en acuerdos entre obreros y patronos contra los consumidores. El
parlamento degenera en un burdel, donde una banda de politicastros burgueses
comercia al por mayor y al por menor con la "libertad popular", el
"liberalismo", la "democracia", el republicanismo, el
anticlericalismo, el socialismo y demás mercancías de fácil colocación. La
prensa se transforma en alcahueta barata, en instrumento de corrupción de las
masas, de adulación grosera de los bajos instintos de la muchedumbre, etc.,
etc. La socialdemocracia no conoce procedimientos de lucha universales que
separen al proletariado con una muralla china de las capas situadas un poco más
arriba o un poco más abajo de él. La socialdemocracia emplea, en diversas
épocas, diversos procedimientos, rodeando siempre su aplicación de condiciones
ideológicas y de organización rigurosamente determinadas*.
IV
Las formas de lucha de la revolución rusa, comparadas con las
revoluciones burguesas de Europa, se distinguen por su extraordinaria variedad.
Kautsky lo había previsto en parte cuando decía en 1902 que la futura
revolución (tal vez con excepción de Rusia, añadía) sería no tanto una lucha
del pueblo contra el gobierno, como una lucha entre dos partes del pueblo. En
Rusia vemos que esta segunda lucha toma indudablemente un desarrollo más
extenso que en las revoluciones burguesas de Occidente. Los enemigos de nuestra
revolución son poco numerosos entre el pueblo, pero se organizan más y más a
medida que la lucha se agudiza y reciben apoyo de las capas reaccionarias de la
burguesía. Es, pues, completamente natural e inevitable que en una época
semejante, en una época de huelgas políticas en escala nacional, la
insurrección no puede adoptar la antigua forma de actos aislados, limitados a
un lapso de tiempo muy breve y a una zona muy reducida. Es completamente
natural e inevitable que la insurrección tome formas más elevadas y complejas
de una guerra civil prolongada y que abarca a todo el país, es decir, de una
lucha armada entre dos partes del pueblo. Semejante guerra no puede concebirse
más que como una serie de pocas grandes batallas, separadas unas de otras por
intervalos relativamente considerables y una gran cantidad de pequeños
encuentros librados durante estos intervalos. Si esto es así -- y lo es sin
duda --, la socialdemocracia debe sin falta plantearse la tarea de constituir
organizaciones que sean lo más aptas posibles para dirigir a las masas en estas
grandes batallas y, en lo posible, en estos pequeños encuentros. La
socialdemocracia debe proponerse, en la época en que la lucha de clases se
agudiza hasta llegar a la guerra civil, no solamente tomar parte en esta guerra
civil, sino también desempeñar la función dirigente en ella. La
socialdemocracia debe educar y preparar a sus organizaciones para que realmente
sean capaces de actuar como una parte beligerante, no dejando pasar ninguna
ocasión de asestar un golpe a las fuerzas del adversario.
Esta es -- no es posible negarlo -- una tarea difícil, que no se puede
resolver de golpe. Lo mismo que todo el pueblo se reeduca y se instruye en la
lucha en el curso de la guerra civil, nuestras organizaciones deben ser
educadas, deben ser reorganizadas sobre la base de lo que enseña la
experiencia, a fin de estar a la altura de su misión.
No tenemos la menor pretensión de imponer a los militantes activos una
forma de lucha cualquiera inventada por nosotros, ni siquiera resolver, desde
nuestro gabinete, la cuestión del papel que una u otra forma de guerra de
guerrillas puede desempeñar en el curso general de la guerra civil en Rusia.
Lejos de nosotros la idea de ver en la apreciación concreta hecha de una u otra
acción de guerrillas una cuestión de tendencia en la socialdemocracia. Pero
consideramos que constituye para nosotros un deber contribuir en la medida de
nuestras fuerzas a la justa apreciación teórica de las formas nuevas de lucha
que la vida hace aparecer; que debemos combatir sin cuartel la rutina y los
prejuicios que impiden a los obreros conscientes plantear como conviene esta
nueva y difícil cuestión y abordar como es debido su solución.
* Se acusa
frecuentemente a los socialdemócratas bolcheviques de asumir una actitud
irreflexiva y parcial frente a las acciones de guerrillas. Por esto no será
superfluo recordar que en el proyecto de resolución sobre las acciones de
guerrillas (Nƒ 2 de Partinie Izvestia4 e informe de Lenin acerca del Congreso5) el
sector de bolcheviques que las defiende ha puesto las condiciones siguientes
para su aprobación: no son toleradas en absoluto las "expropiaciones"
de bienes privados; las "expropiaciones" de bienes del Estado no son
recomendadas; sólo son toleradas a condición de que se hagan bajo el control
del Partido y de que los recursos sean destinados a las necesidades de la
insurrección. Las acciones de guerrillas que revisten la forma de actos
terroristas son recomendadas contra los opresores gubernamentales y los
elementos activos de las "centurias negras", pero con las condiciones
siguientes: 1) tener en cuenta el estado de ánimo de las grandes masas; 2)
tomar en consideración las condiciones del movimiento obrero local; 3)
preocuparse de no gastar inútilmente las fuerzas del proletariado. La
diferencia práctica entre este proyecto y la resolución adoptada en el Congreso
de Unificación6 consiste,
exclusivamente, en que las "expropiaciones" de bienes del Estado no
han sido admitidas.
NOTAS
1 Kadetes ("Los demócratas
constitucionalistas"): principal partido burgués de Rusia; partido de la
burguesía monárquica liberal, se constituyó en octubre de 1905. Su lider fue P.
Miliukov. Encubriéndose con falsas apariencias de democratismo, se llamaron a
sí mismo el partido de la "libertad del pueblo", se esforzaban por
atraer a su lado a los campesinos. Aspiraban a conservar el zarismo como una
monarquía constitucional. Más tarde, el partido constitucional demócrata se
convirtió en un partido burgués del imperialismo. Después de la victoria de la
Revolución Socialista de Octubre, los kadetes organizaron complots y
sublevaciones contrarrevolucionarias para derrocar la República Soviética.
2 Bezzaglavtsi : organizadores y colaboradores de la revista Bez Zaglavia ("Sin Titulo"), editada en Petersburgo en 1906 por S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova, V. I. Bogucharski y otros. Los Bezzglavtsi se declaraban abiertamente partidarios del revisionismo, apoyaban a los mencheviques y liberales, y actuaban contra la política independiente del proletariado. Lenin llamó a los Bezzaglavtsi kadetes tipo menchevique, o sea, mencheviques tipo kadete.
3 Nóvoie Vremia ("Tiempos Nuevos"): diario que se publicó en Petersburgo desde 1868 hasta 1917. Primero fue liberal moderado, y desde 1876, se trasformó en vocero de los círculos reaccionarios de la nobleza y la burocracia, luchó no solamente contra el movimiento revolucionario, sino también contra el de la burguesía liberal. A partir de 1905 se convirtió en órgano de los centurionegristas. Lenin lo llamaba "modelo de periódico venal". Después de la Revolución Democrático burguesa de Febrero apoyó sin reservas la política contrarrevolucionaria del gobierno provisional burgués y desató una furiosa campaña contra los bolcheviques. Fue clausurado el 8 de noviembre de 1917 por el Comité Militar Revolucionario adjunto al Soviet de Petrogrado.
4 Partinie Izvestia ("Noticias del Partido"): periódico clandestino del CC Unificado del POSDR, se publicó en Petersburgo en vísperas del IV Congreso (de Unificación) del Partido. Sólo aparecieron dos números: el 20 de febrero y el 2 de abril de 1906. La redacción estaba integrada por los redactores del periódico bolchevique (Proletari) y por igual número de redactores de la nueva Iskra menchevique. Representaban a los bolcheviques Lenin, Lunacharski y otros.
En Partinie Izvestia se incluyeron dos artículos de Lenin: "La situación actual en Rusia y la táctica del partido obrero " y "La revolución rusa y las tareas del proletariado ", con la firma Bolchevique. (V. I. Lenin, Obras Completas, t. X.) Después del Congreso, Partinie Izvestia dejó de aparecer.
5 Se alude al "Informe sobre el Congreso de Unificación del POSDR" -- Carta a los obreros de Petersburgo. (V. I. Lenin, Obras Completas, t. X.)
Índice: V. I. Lenin, Obras Completas, Tomo X.)
Informe sobre el Congreso de Unificación del POSDR" (Carta a los
obreros de Petersburgo) pág. 315- 381
Capítulo V.I La insurrección armada pág. 364
V. I. Lenin, Obras Completas, Tomo X.)
Informe sobre el Congreso de Unificación del POSDR" (Carta a los
obreros de Petersburgo) pág. 315- 381
Capítulo V.I La insurrección armada pág. 364
6 El IV Congreso (de Unificación) del POSDR se realizo en Estocolmo entre el 23 de abril y 8 de mayo de 1906.
Asistieron al Congreso 112 delegados con derecho a voto, en representación de 57 organizaciones locales del POSDR, y 22 delegados con voz pero sin voto. Las organizaciones nacionales también estuvieron representadas: tres delegados por la socialdemocracia de Polonia y Lituania, tres por el Bund, tres por el partido obrero socialdemócrata de Letonia, un delegado del Partido Obrero Socialdemócrata de Ucrania y uno del Partido Obrero de Finlandia. Además, asistió un representante del Partido Obrero Socialdemócrata de Bulgaria. De los delegados, 46 eran bolcheviques y 62 mencheviques. El Congreso analizó los siguientes principales problemas: problema agrario; apreciación de la situación actual y de las tareas de clase del proletariado; la actitud hacia la Duma del Estado; problema organizativo. La discusión de cada problema provocaba áspera lucha entre bolcheviques y mencheviques. Lenin presentó informes e intervino acerca del problema agrario, de la situación en ese momento, de la táctica respecto a la elección en la Duma, la insurrección armada y otros problemas.
La superioridad numérica de los mencheviques, aunque mezquina, determinó el carácter de las resoluciones: con respecto a muchos problemas el Congreso tomó resoluciones mencheviques (resoluciones sobre el problema agrario, la actitud hacia la Duma, etc.). En lo que se refiere a los estatutos, el Congreso adoptó la formulación de Lenin para el artículo 1. Se aprobó una resolución sobre la unificación con la socialdemocracia de Polonia y de Lituania y con el Partido Obrero Socialdemócrata de Letonia, que se incorporaron al POSDR como organizaciones territoriales. Asimismo el Congreso prejuzgó la cuestión de Bund de formar parte de POSDR.
Integraban el Comité Central, elegido en el Congreso, tres bolcheviques y siete mencheviques. La Redacción del Órgano Central estaba compuesta sólo por mencheviques.
El análisis detallado de la labor del Congreso aparece en el artículo "Informe sobre el Congreso de Unificación del POSDR". (V. I. Lenin, Obras Completes, t. X.) "El momento actual y el Congreso de Unificación del Partido Obrero" y "Prólogo del autor al primer tomo". (J. Stalin, Obras, t. I.)
V. I.
Lenin El Marxismo y la insurrección
Escrita: El 13-14 (26-27) de septiembre
de 1917.
Primera
publicación: En Proletárskaya,
núm. 2, 1921.
Entre las más malignas y tal vez más difundidas tergiversaciones del
marxismo por los partidos "socialistas" dominantes, se encuentra la
mentira oportunista de que la preparación de la insurrección, y en general,
considerar la insurrección como un arte, es "blanquismo".
Bernstein, dirigente del oportunismo, se ganó ya una triste celebridad
acusando al marxismo de blanquismo, y, en realidad, con su griterío acerca del
blanquismo, los oportunistas de hoy no renuevan ni "enriquecen" en lo
más mínimo las pobres "ideas" de Bernstein.
¡Acusar a los marxistas de blanquismo, porque conciben la insurrección
como un arte! ¿Es posible una más flagrante distorsión de la verdad, cuando
ningún marxista niega que fue el propio Marx quien se pronunció del modo más
concreto, más claro y más irrefutable acerca de este problema diciendo
precisamente que la
insurrección es un arte, que hay que tratarla como tal
arte, que es necesario conquistar un primer triunfo y seguir
luego avanzando de triunfo en triunfo, sin interrumpir la ofensiva contra
el enemigo, aprovechándose de su confusión, etc., etc.?
Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conjuración,
no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La
insurrección debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Esto
en segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en
la historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia
del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los
enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de
la revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, previas al
planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente
diferencian el marxismo del blanquismo.
Pero, si se dan estas condiciones, negarse a tratar la insurrección como
un arte equivale a traicionar el marxismo y a traicionar la
revolución.
Para demostrar que el momento actual es precisamente el momento en que el
Partido está obligado a reconocer que la insurrección ha sido
puesta al orden del día por la marcha objetiva de los acontecimientos y que la
insurrección debe ser considerada como un arte, para demostrarlo, acaso sea lo
mejor emplear el método comparativo y trazar un paralelo entre las jornadas del
3 y 4 de julio2 y las de
septiembre.
El 3 y 4 de julio se podía, sin faltar a la verdad, plantear el problema
así: lo justo era tomar el Poder,
pues, de no hacerlo, los enemigos nos acusarán igualmente de insurrectos y nos
tratarán como a tales. Pero de aquí no se podía hacer la conclusión de que
hubiera sido conveniente tomar el Poder en aquel entonces, pues a la sazón no
existían las condiciones objetivas necesarias para que la insurrección pudiera
triunfar.
1) No teníamos todavía con nosotros a la clase que es la vanguardia de la
revolución.
No contábamos todavía con la mayoría de los obreros y soldados de las
capitales. Hoy tenemos ya la mayoría en ambos Soviets3. Es
fruto, sólo de la historia de julio y agosto, de la
experiencia de las "represalias" contra los bolcheviques y de la
experiencia de la kornilovada.
2) No existía entonces un ascenso revolucionario de todo el pueblo. Hoy
existe, después de la kornilovada. Así lo demuestra el estado de las provincias
y la toma del Poder por los Soviets en muchos lugares.
3) Entonces, las vacilaciones no habían cobrado todavía proporciones de
serio alcance político general en las filas de nuestros enemigos y en las de la
pequeña burguesía indecisa. Hoy, esas vacilaciones son gigantescas: nuestro
principal enemigo, el imperialismo de la Entente y el imperialismo mundial (ya
que los "aliados" se encuentran a la cabeza de éste) empieza a
vacilar entre la guerra hasta el triunfo final y una paz separada dirigida
contra Rusia. Y nuestros demócratas pequeñoburgueses, que ya han perdido,
evidentemente, la mayoría en el pueblo, vacilan también de un modo
extraordinario, habiendo renunciado al bloque, es decir, a la coalición con los
kadetes.
4) Por eso, en los días 3 y 4 de julio, la insurrección habría sido un
error: no habríamos podido mantenernos en el Poder ni física ni políticamente.
No habríamos podido mantenernos físicamente, pues aunque por momentos teníamos
a Petersburgo en nuestras manos, nuestros obreros y soldados no estaban
dispuestos entonces a batirse y a morir por Petersburgo: les
faltaba todavía el "ensañamiento", el odio hirviente tanto contra
los Kerenski, como contra los Tsereteli y los Chernov. Nuestros
hombres no estaban todavía templados por las persecuciones contra los
bolcheviques, en que participaron los eseristas y mencheviques.
Políticamente, los días 3 y 4 de julio no habríamos podido sostenernos en
el Poder, pues, antes de la kornílovada, el ejército y las provincias podían
marchar y habrían marchado sobre Petersburgo.
Hoy, el panorama es completamente distinto.
Hoy, tenemos con nosotros a la mayoría de la clase que es la vanguardia
de la revolución, la vanguardia del pueblo, la clase capaz de arrastrar detrás
de sí a las masas.
Tenemos con nosotros a la mayoría del pueblo, pues la dimisión de Chernov
no es, ni mucho menos, el único indicio, pero sí el más claro y el más
palpable, de que los campesinos no obtendrán la tierra del
bloque de los eseristas (ni de los propios eseristas), y éste es el quid del carácter popular de la revolución.
Estamos en la situación ventajosa de un partido que sabe firmemente cuál
es su camino en medio de las más inauditas vacilaciones, tanto de todo
el imperialismo como de todo el bloque de los mencheviques y
eseristas.
Nuestro triunfo es seguro, pues el pueblo está ya al borde de
la desesperación y nosotros señalamos al pueblo entero la verdadera salida: le
hemos demostrado, "en los días de la kornilovada", el valor de
nuestra dirección y, después, hemos propuesto una transacción
a los bloquistas, transacción que éstos han rechazado sin que
por ello hayan terminado sus vacilaciones.
Sería el más grande de los errores creer que la transacción propuesta por
nosotros, no ha sido rechazada todavía, que la Conferencia
Democrática4 puede
aceptarla todavía. La transacción era una oferta hecha de partido a
partidos. No podía hacerse de otro modo. Los partidos la
rechazaron. La Conferencia Democrática es sólo una conferencia, y
nada más. No hay que olvidar una cosa: la mayoría del pueblo
revolucionario, los campesinos pobres, irritados, no tienen representación en
ella. Trátase de una conferencia de la minoría del pueblo; no se
debe olvidar esta verdad evidente. Sería el más grande de los errores, el mayor
de los cretinismos parlamentarios,
que nosotros considerásemos la Conferencia Democrática como un parlamento, pues
aun suponiendo que se hubiese proclamado parlamento permanente y soberano de la
revolución, igualmente no resolvería nada: la solución
está fuera de ella, está en los barrios obreros de Petersburgo y de
Moscú.
Contamos con todas las premisas objetivas para una insurrección
triunfante. Contamos con las excepcionales ventajas de una situación en que
sólo nuestro triunfo en la insurrección pondrá fin a unas vacilaciones que
agotan al pueblo y que son la cosa más penosa del mundo; en que sólo nuestro
triunfo en la insurrección dará inmediatamente la tierra a los campesinos; en
que sólo nuestro triunfo en la insurrección hará fracasar todas esas maniobras
de paz por separado, dirigidas contra la revolución, y las hará fracasar
mediante la oferta franca de una paz más completa, más justa y más próxima, una
paz en beneficio de la revolución.
Por último, nuestro Partido es el único que, si triunfa en la
insurrección, puede salvar a Petersburgo, pues si nuestra
oferta de paz es rechazada y no se nos concede ni siquiera un armisticio, nos
convertiremos en "defensistas", nos pondremos a la cabeza de
los partidos de guerra, nos convertiremos en el partido "de guerra
" más encarnizado de todos los partidos y libraremos una
guerra verdaderamente revolucionaria. Despojaremos a los capitalistas de todo
el pan y de todas las botas. No les dejaremos más que migajas y los calzaremos
con alpargatas. Y enviaremos al frente todo el pan y todo el calzado.
Y, así, salvaremos a Petersburgo.
En Rusia, son todavía inmensamente grandes los recursos tanto materiales
como morales con que contaría una guerra verdaderamente revolucionaria: hay un
99 por 100 de probabilidades de que los alemanes nos concederán, por lo menos,
un armisticio. Y, en las condiciones actuales, obtener un armisticio equivale
ya a triunfar sobre el mundo entero.
* * *
Luego de haber reconocido la absoluta necesidad de la insurrección de los
obreros de Petersburgo y de Moscú para salvar la revolución y para salvar a Rusia
de un reparto "separado" por los imperialistas de ambas coaliciones,
debemos: primero, adaptar nuestra táctica política en la Conferencia
Democrática a las condiciones de la insurrección creciente; segundo, debemos
demostrar que no sólo de palabra aceptamos la
idea de Marx de que es necesario considerar la insurrección como un
arte.
Inmediatamente debemos unir en la Conferencia Democrática la minoría
bolchevique, sin preocuparnos del número ni dejarnos llevar del temor de que
los vacilantes continúen en el campo de los vacilantes; allí, son
más útiles a la causa de la revolución que en el campo de los luchadores firmes
y decididos.
Debemos redactar una breve declaración de los bolcheviques, subrayando
con energía la inoportunidad de los largos discursos y la inoportunidad de los
"discursos" en general, la necesidad de proceder a una acción inmediata
para salvar a la revolución, la absoluta necesidad de romper totalmente con la
burguesía, de destituir íntegramente al actual gobierno, de romper de una
manera absoluta con los imperialistas anglo-franceses, que están preparando el
reparto "separado" de Rusia, la
necesidad del paso inmediato de todo el Poder a manos de la democracia revolucionaria, con el
proletariado revolucionario a la cabeza.
Nuestra declaración deberá formular esta conclusión en la forma más breve
y tajante y de acuerdo con los proyectos programáticos: paz a los pueblos,
tierra a los campesinos, confiscación de las ganancias escandalosas, poner fin
al escandaloso sabotaje de la producción por los capitalistas.
Cuanto más breve y tajante sea la declaración, mejor. En ella deben
señalarse claramente dos puntos de extraordinaria importancia: el pueblo está
agotado por tantas vacilaciones, que está harto de la indecisión de los
eseristas y mencheviques; y que nosotros rompemos definitivamente con
esos partidos porque han traicionado a la revolución.
Una cosa más: la oferta inmediata de una paz sin anexiones, la inmediata ruptura
con los imperialistas aliados, con todos los imperialistas, o bien obtendremos
en seguida un armisticio, o bien el paso de todo el proletariado revolucionario
a la posición de la defensa, y toda la democracia revolucionaria, dirigida por
él, dará comienzo a una guerra verdaderamente justa, verdaderamente
revolucionaria.
Después de dar lectura a esta declaración y de reclamar resoluciones y no
palabras, acciones y no resoluciones escritas, debemos lanzar todo nuestro
grupo a las fábricas y a los cuarteles: allí está su lugar, allí
está el pulso de la vida, allí está la fuente de salvación de nuestra
revolución y allí está el motor de la Conferencia Democrática.
Allí debemos exponer, en discursos fogosos y apasionados, nuestro
programa y plantear el problema así: o la aceptación íntegra del
programa por la Conferencia, o la insurrección. No hay término medio. No es
posible esperar. La revolución se hunde.
Si planteamos el problema de ese modo y concentramos todo nuestro grupo
en las fábricas y los cuarteles, estaremos en condiciones de determinar
el momento justo para iniciar la insurrección.
Y para enfocar la insurrección al estilo marxista, es decir, como un
arte, debemos, al mismo tiempo, sin perder un minuto, organizar un Estado
Mayor de los destacamentos de la insurrección, distribuir las fuerzas,
enviar los regimientos de confianza contra los puntos más importantes, cercar
el Teatro de Alejandro y ocupar la Fortaleza de Pedro y Pablo, arrestar el
Estado Mayor y al gobierno, enviar contra los cadetes militares y contra la
"división salvaje", aquellas tropas dispuestas a morir antes de dejar
que el enemigo se abra paso hacia los centros de la ciudad; debemos movilizar a
los obreros armados, haciéndoles un llamamiento para que se lancen a una desesperada
lucha final; ocupar inmediatamente el telégrafo y la telefónica, instalar nuestro Estado
Mayor de la insurrección en la central telefónica y conectarlo por teléfono con
todas las fábricas, todos los regimientos y todos los puntos de la lucha armada,
etc.
Todo esto, naturalmente, a título de ilustración, como ejemplo de que en
el momento actual no se puede ser fiel al marxismo, a la revolución, sin
considerar la insurrección como un arte.
NOTAS
1. "EI
marxismo y la insurrección": carta que escribió Lenin al CC del Partido
para preparar la insurrección armada por el Poder. El 15 (28) de septiembre de
1917, el CC del Partido discutió esta carta y la otra titulada Los bolcheviques
deben tomar el Poder. (Obras Completas, t. XXVI.) Kámenev, adversario de la
orientación del Partido de la revolución socialista, propuso su proyecto de
resolución en contra de las directivas de Lenin sobre la insurrección armada
expuestas en estas históricas cartas. J. Stalin dio respuesta al ataque traidor
de Kámenev y el CC rechazó el proyecto de Kámenev. Las cartas de Lenin fueron
enviadas por el CC a las más grandes organizaciones del Partido bolchevique
según la proposición de Stalin.
2. Lenin se refiere a la manifestación del 3-4 (16-17) de julio de 1917 en Petrogrado. El 3 (16) de julio comenzaron manifestaciones espontáneas contra el gobierno provisional en el barrio Viborg. El primero en salir a la calle fue el 1.er regimiento de ametralladoras. A él se unieron otras unidades y los obreros de fábricas y talleres. La manifestación amenazaba transformarse en una acción armada contra el gobierno provisional.
El Partido bolchevique estaba en ese momento en contra de una acción armada, por considerar que la crisis revolucionaria no había madurado aún y que el ejército y el interior del país no estaban preparados todavía para apoyar el levantamiento en la capital. El CC, reunido el 3 (16) de julio a las 4 de la tarde junto con el Comité de Petrogrado y la Organización Militar del POSDR (b) resolvió abstenerse de manifestar. Idéntica resolución adoptó la II conferencia de bolcheviques de la ciudad de Petrogrado que se realizaba al mismo tiempo. Los delegados de la conferencia se encaminaron a los talleres y distritos para disuadir a las masas de la manifestación, pero ésta ya había comenzado y resultó imposible detenerla.
Teniendo en cuenta el estado de ánimo de las masas, el CC junto con el Comité de Petrogrado y la Organización Militar, muy avanzada la noche del 3 (16) de julio, adoptó la resolución de participar en la manifestación para conferirle un carácter pacífico y organizado. Lenin no se encontraba en aquel entonces en Petrogrado. Después de haber sido informado de los acontecimientos llegó a Petrogrado en la mañana del 4 (17) de julio. Más de 500.000 personas tomaron parte en la manifestación del día 4, realizada bajo la consigna de los bolcheviques "¡Todo el Poder a los soviets!"
Con el consentimiento del Comité Ejecutivo Central en manos de los mencheviques y socialistas revolucionarios fueron lanzados, contra los obreros y soldados que manifestaban pacíficamente, destacamentos de junkers y oficiales que abrieron fuego sobre los manifestantes. Habían sido llamadas tropas contrarrevolucionarias del frente para sofocar el movimiento revolucionario.
En la noche del 4 (17) de julio el CC de los bolcheviques tomó la resolución de suspender las manifestaciones. Ya avanzada la noche Lenin llegó a la Redacción de Pravda para revisar los materiales del número a publicarse, y media hora después de su partida la redacción fue asaltada por un destacamento de junkers y cosacos.
Los mencheviques y los socialistas revolucionarios resultaron, de hecho, cómplices de la matanza. Una vez reprimida la manifestación, ellos se lanzaron, de concierto con la burguesía, contra el Partido bolchevique. Los periódicos bolcheviques Pravda, Soldátskaia Pravda y otros, fueron clausurados por el gobierno provisional. Empezaron las detenciones en masa, allanamientos y pogroms. Las tropas revolucionarias de la guarnición de Petrogrado fueron retiradas de la capital y enviadas al frente.
Después de las jornadas de julio el Poder en el país pasó por completo a manos del gobierno provisional contrarrevolucionario, en el cual los soviets no fueron más que un apéndice impotente. Terminó la dualidad del Poder. Tocó a su fin el período pacífico de la revolución. Ante los bolcheviques se planteó la tarea de preparar la insurrección armada para derrocar al gobierno provisional.
3. Se alude a la transformación de los soviets en manos bolcheviques: de Petrogrado -- 31 de agosto (13 de septiembre) y de Moscú -- 5 (18) de septiembre de 1917.
4. La Conferencia Democrática de toda Rusia: convocada por los mencheviques y eseristas para debilitar el creciente movimiento revolucionario en el país, transcurrió del 14 al 22 de septiembre (27 de septiembre a 5 de octubre) de 1917 en Petrogrado. Asistieron a ella los representantes de los diferentes partidos pequeñoburgueses, de los soviets conciliadores, sindicatos, zemstvo, círculos comerciales e industriales y de unidades militares.
La Conferencia Democrática tomó la resolución de formar el Anteparlamento (Consejo Provisional de la República). Utilizando éste, los mencheviques y eseristas trataban de desviar el país del camino revolucionario de los soviets para seguir el burgués y constitucional. El CC del Partido bolchevique insistió categóricamente en el boicot al Anteparlamento. Únicamente los capitulacionistas Kámenev y Zinoviev exigían que el proletariado rechazara su actividad preparatoria para la insurrección armada y permaneciera en el Anteparlamento. Los bolcheviques desenmascararon las acciones traidoras del Anteparlamento llamando a las masas a preparar la insurrección armada. Para una apreciación sobre el Anteparlamento véase los artículos de Lenin "Los héroes del fraude y los errores de los bolcheviques" y "Del diario de un publicista". (Obras Completas, t. XXVI.)
Lenin Tomo VII (1917-1918)
Del diario de un publicista pág. 64
Del diario de un publicista pág.375
V. I.
Lenin. El programa militar de la revolución proletaria
Escrito: En septiembre de 1916.
En Holanda,
Escandinavia y Suiza, entre los socialdemócratas revolucionarios, que luchan
contra esa mentira socialchovinista de la "defensa de la patria" en
la actual guerra imperialista, suenan voces en favor de la sustitución del
antiguo punto del programa mínimo socialdemócrata: "milicia" o
"armamento del pueblo", por uno nuevo: "desarme".
Jugend-Internationale ha abierto una discusión sobre este problema, y en su
número 3 ha publicado un editorial en favor del desarme. En las últimas tesis
de R. Grimm [1] encontramos también, por desgracia,
concesiones a la idea del "desarme". Se ha abierto una discusión en
las revistas Neues Leben [2] y Vorbote [El Precursor].
Examinemos la posición de los defensores del desarme.
I
Como
argumento fundamental se aduce que la reivindicación del desarme es la
expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo
militarismo y contra toda guerra.
Pero
precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental
de los partidarios del desarme.
Los
socialistas, si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.
En primer
lugar, los socialistas nunca han sido ni
podrán ser enemigos de las guerras revolucionarias. La burguesía de las
"grandes" potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies a
cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es
una guerra reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de
una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que
esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por
su liberación? En el 5ƒ punto de las
tesis del grupo "La internacional", leemos: "En la época de este
imperialismo desenfrenado ya no puede haber guerras nacionales de ninguna
clase" -- esto es evidentemente erróneo.
La historia
del siglo XX, siglo del "imperialismo desenfrenado", está llena de
guerras coloniales. Pero lo que nosotros, los europeos, opresores imperialistas
de la mayoría de los pueblos del mundo, con el repugnante chovinismo europeo
que nos es peculiar, llamamos "guerras coloniales", son a menudo
guerras nacionales o insurrecciones nacionales de esos pueblos oprimidos. Una
de las características esenciales del imperialismo consiste, precisamente, en
que acelera el desarrollo del capitalismo en los países más atrasados,
ampliando y recrudeciendo así la lucha contra la opresión nacional. Esto es un
hecho. Y de él se deduce inevitablemente que en muchos casos el imperialismo
tiene que engendrar guerras nacionales. Junius,
que en un folleto suyo defiende las "tesis" arriba mencionadas, dice
que en la época imperialista toda guerra nacional contra una de las grandes
potencias imperialistas conduce a la intervención de otra gran potencia,
también imperialista, que compite con la primera, y que, de este modo, toda
guerra nacional se convierte en guerra imperialista. Mas también este argumento
es falso.
“Lenin
cita el punto 5 (5. La guerra mundial no sirve ni para la defensa
nacional ni a los intereses económicos o políticos de las masas populares de
ningún país: es única y exclusivamente un engendro de las rivalidades
imperialistas entre las clases capitalistas de diversos países en lucha por el
dominio a escala mundial y por el monopolio en la explotación y la opresión de
las zonas todavía no dominadas por el capital. En esta era de imperialismo
desatado ya no pueden haber guerras nacionales. Los intereses nacionales sirven
únicamente como pretexto para poner a las masas populares al servicio de su
enemigo mortal: el imperialismo.
Junius, que en un folleto suyo defiende las
"tesis" arriba mencionada
Rosa
Luxemburgo. Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia internacional.
Escritos
Políticos (1916)
Eso puede
suceder, pero no siempre sucede así. Muchas guerras coloniales, entre 1900 y 1914, no siguieron
este camino. Y sería sencillamente ridículo decir que, por ejemplo, después de
la guerra actual, si termina por un agotamiento extremo de los países
beligerantes, "no puede" haber "ninguna" guerra nacional,
progresiva, revolucionaria, por parte de China, pongamos por caso, en unión de
la India, Persia, Siam, etc., contra las grandes potencias.
Negar toda
posibilidad de guerras nacionales bajo el imperialismo es teóricamente falso,
erróneo a todas luces desde el punto de vista histórico, y equivalente, en la
práctica, al chovinismo europeo. ¡Nosotros, que pertenecemos a naciones que
oprimen a centenares de millones de personas en Europa, en África, en Asia,
etc., tenemos que decir a los pueblos oprimidos que su guerra contra
"nuestras" naciones es "imposible"!
En segundo
lugar, las guerras civiles también son guerras. Quien admita la lucha de clases
no puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases
representan la continuación, el desarrollo y el recrudecimiento -- naturales y
en determinadas circunstancias inevitables -- de la lucha de clases. Todas las
grandes revoluciones lo confirman. Negar las guerras civiles u olvidarlas sería
caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución socialista.
En tercer
lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye en modo alguno, de golpe,
todas las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del
capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países.
De otro modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí
la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar
simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o en varios países,
mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o
preburgueses. Esto no sólo habrá de provocar rozamientos, sino incluso la
tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al
proletariado triunfante del Estado socialista. En tales casos, la guerra sería,
de nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el
socialismo, por liberar de la burguesía a los otros pueblos. Engels tenía
completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882,[3] reconocía directamente la posibilidad de
"guerras defensivas" del socialismo ya triunfante. Se refería
precisamente a la defensa del proletariado triunfante contra la burguesía de
los demás países.
Sólo cuando
hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la
burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras.
Y desde un punto de vista científico sería completamente erróneo y
antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que tiene precísamente más
importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía, que es lo más
difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes
"sociales" y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un
futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los socialdemócratas
revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni reflexionar en la
encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello
porvenir.
No debemos
consentir que se nos engañe con palabras. Por ejemplo: a muchos les es odiosa
la idea de la "defensa de la patria", porque los oportunistas francos
y los kautskianos en cubren y velan con ella las mentiras de la burguesía en la
actual guerra de rapiña. Esto es un hecho. Pero de él no se deduce que debamos
olvidar en el sentido de las consignas políticas. Aceptar la "defensa de la patria" en la guerra actual
equivaldría a considerarla "justa", adecuada a los intereses del
proletariado, y nada más, absolutamente nada más, porque la invasión no
está descartada en ninguna guerra. Sería sencillamente una necedad negar la
"defensa de la patria" por parte de los pueblos oprimidos en su
guerra contra las grandes potencias imperialistas o por parte del proletariado
victorioso en su guerra contra cualquier Galliffet de un Estado burgués.
Desde el
punto de vista teórico sería totalmente erróneo olvidar que toda guerra no es más que la continuación
de la política por otros medios. La actual guerra imperialista es la
continuación de la política imperialista de dos grupos de gran des potencias, y
esa política es originada y nutrida por el con junto de las relaciones de la
época imperialista. Pero esta misma época ha de originar y nutrir también,
inevitablemente, la política de lucha contra la opresión nacional y de lucha del proletariado contra la burguesía,
y por ello mismo, la posibilidad y la inevitabilidad, en primer lugar, de las
insurrecciones y guerras nacionales revolucionarias; en segundo lugar, de las
guerras e insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en tercer lugar,
de la fusión de los dos tipos de guerras revolucionarias, etc.
II
A lo dicho
hay que añadir la siguiente consideración general. Una clase oprimida que no
aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida
sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos
convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que
vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida
que la lucha de clases. En toda sociedad de clases -- ya se funde en la
esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado --, la
clase opresora está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también
la milicia actual -- incluso en las repúblicas burguesas más democráticas,
como, por ejemplo, en Suiza --, representan el armamento de la burguesía contra
el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad
de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército
contra los huelguistas en todos los países capitalistas.
El armamento
de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables,
fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante
semejante hecho se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen
la "reivindicación" del "desarme"! Esto equivale a
renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de
toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la
burguesía. Esta es la única táctica posible para una clase revolucionaria,
táctica que se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo
capitalista, y que es prescrita por este desarrollo. Sólo después de haber
desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin traicionar su misión
histórica universal, convertir en chatarra toda clase de armas en general, y
así lo hará indudablemente el proletariado, pero sólo entonces; de ningún modo
antes.
Si la guerra
actual despierta entre los reaccionarios socialistas cristianos y entre los
jeremias pequeños burgueses sólo susto y horror, sólo repugnancia hacia todo
empleo de las armas, hacia la sangre, la muerte, etc., nosotros, en cambio,
debemos decir: la sociedad capitalista ha sido y es siempre un horror sin fin.
Y si ahora la guerra actual, la más reaccionaria de todas las guerras, prepara
a esa sociedad un fin con horror, no tenemos ningún motivo para entregarnos a
la desesperación. Y en una época en que, a la vista de todo el mundo, se esta
preparando por la misma burguesía la única guerra legítima y revolucionaria, a
saber: la guerra civil contra la
burguesía imperialista, la "reivindicación" del desarme, o mejor
dicho, la ilusión del desarme es única y exclusivamente, por su significado
objetivo, una prueba de desesperación.
Al que diga
que esto es una teoría al margen de la vida, le recordaremos dos hechos de
carácter histórico universal: el papel de los trusts y del trabajo de las
mujeres en las fábricas, por un lado, y la Comuna de 1871 y la insurrección de
diciembre de 1905 en Rusia, por el otro.
El propósito
de la burguesía es desarrollar trusts, empujar a niños y mujeres a las
fábricas, donde los tortura, los pervierte y los condena a la extrema miseria.
Nosotros no "exigimos" semejante desarrollo, no lo
"apoyamos", luchamos contra él. Pero ¿cómo luchamos? Sabemos que los
trusts y el trabajo de las mujeres en las fábricas son progresistas. No
queremos volver atrás, a los oficios artesanos, al capitalismo premonopolista,
al trabajo doméstico de la mujer. ¡Adelante, a través de los trusts, etc., y
más allá de ellos, hacia el socialismo!
Este
razonamiento, con las correspondientes modificaciones, es también aplicable a
la actual militarización del pueblo. Hoy la burguesía imperialista no sólo
militariza a todo el pueblo, sino también a la juventud. Mañana tal vez empiece
a militarizar a las mujeres. Nosotros debemos decir ante esto: ¡tanto mejor!
¡Adelante, rápidamente! Cuanto más rápidamente, tanto más cerca se estará de la
insurrección armada contra el capitalismo. ¿Cómo pueden los socialdemócratas
dejarse intimidar por la militarización de la juventud, etc., si no olvidan el
ejemplo de la Comuna? Eso no es una "teoría al margen de la vida", no
es una ilusión, sino un hecho. Y sería en verdad gravísimo que los
socialdemócratas, pese a todos los hechos económicos y políticos, comenzaran a
dudar de que la época imperialista y las guerras imperialistas deben conducir
inevitablemente a la repetición de tales hechos.
Cierto
observador burgués de la Comuna escribía en mayo de 1871 en un periódico inglés:
"¡Si la nación francesa estuviera formada sólo por mujeres, qué nación tan
horrible sería!" Mujeres y niños hasta de trece años lucharon en los días
de la Comuna al lado de los hombres. Y no podrá suceder de otro modo en las
futuras batallas por el derrocamiento de la burguesía. Las mujeres proletarias
no contemplarán pasivamente cómo la burguesía, bien armada, ametralla a los
obreros, mal armados o inermes. Tomarán las armas, como en 1871, y de las
asustadas naciones de ahora, o mejor dicho, del actual movimiento obrero,
desorganizado más por los oportunistas que por los gobiernos, surgirá
indudablemente, tarde o temprano, pero de un modo absolutamente indudable, la
unión internacional de las "horribles naciones" del proletariado
revolucionario.
La militarización
penetra ahora toda la vida social. El imperialismo es una lucha encarnizada de
las grandes potencias por el reparto y la redistribución del mundo, y por ello
tiene que concluir inevitablemente a un reforzamiento de la militarización en
todos los países, incluso en los neutrales y pequeños. ¿¿Con qué harán frente a
esto las mujeres proletarias?? ¿Se limitarán a maldecir toda guerra y todo lo
militar, se limitarán a exigir el desarme? Nunca se conformarán con papel tan
vergonzoso las mujeres de una clase oprimida que sea verdaderamente
revolucionaria. Les dirán a sus hijos: "Pronto serás grande. Te darán un
fusil. Tómalo y aprende bien a manejar las armas. Es una ciencia imprescindible
para los proletarios, y no para disparar contra tus hermanos, los obreros de
otros países, como sucede en la guerra actual, y como te aconsejan que lo hagas
los traidores al socialismo, sino para luchar contra la burguesía de tu propio
país, para poner fin a la explotación, a la miseria y a las guerras, no con
buenos deseos, sino venciendo a la burguesía y desarmándola".
De renunciar
a esta propaganda, precisamente a esta propaganda, en relación con la guerra
actual, mejor es no decir más palabras solemnes sobre la socialdemocracia
revolucionaria internacional, sobre la revolución socialista, sobre la guerra
contra la guerra.
III
Los
partidarios del desarme se pronuncian contra el punto del programa referente al
"armamento del pueblo", entre otras razones, porque, según dicen,
esta reivindicación conduce más fácilmente a las concesiones al oportunismo. Ya
hemos examinado más arriba lo más importante: la relación entre el desarme y la
lucha de clases y la revolución social. Examinaremos ahora qué relación guarda
la reivindicación del desarme con el oportunismo. Una de las razones más
importantes de que esta reivindicación sea inadmisible consiste precisamente en
que ella, y las ilusiones a que da origen, debilitan y enervan inevitablemente
nuestra lucha contra el oportunismo.
No cabe duda
de que esta lucha es el principal problema inmediato de la Internacional. Una
lucha contra el imperialismo que no esté indisolublemente ligada a la lucha
contra el oportunismo es una frase vacía o un engaño. Uno de los principales defectos
de Zimmerwald y de Kienthal,[4] una de las principales causas del
posible fracaso de estos gérmenes de la III Internacional, consiste
precisamente en que ni siquiera se ha planteado francamente el problema de la
lucha contra el opor tunismo, sin hablar ya de una solución de este problema
que señale la necesidad de romper con los oportunistas. El oportunismo triunfó,
temporalmente, en el seno del movimiento obrero europeo. En todos los países
más importantes han aparecido dos matices fundamentales del oportunismo:
primero, el socialimperialismo franco, cínico, y por ello menos peligroso, de
los Plejánov, los Scheidemann, los Legien, los Albert Thomas y los Sembat, los
Vandervelde, los Hyndman, los Henderson, etc.; segundo, el encubierto,
kautskiano: Kautsky-Haase y el "Grupo Socialdemócrata del Trabajo"[5] en Alemania; Longuet, Pressemane, Mayeras, etc., en
Francia Ramsay McDonald y otros jefes del "Partido Laborista
Independiente", en Inglaterra; Mártov, Chjeídse, etc., en Rusia; Treves y
otros reformistas llamados de izquierda, en Italia.
El
oportunismo franco esta directa y abiertamente contra la revolución y contra
los movimientos y explosiones revolucionarias que se están iniciando, y ha
establecido una alianza directa con los gobiernos, por muy diversas que sean
las formas de esta alianza, desde la participación en los ministerios hasta la
participación en los comités de la industria armamentista (en Rusia)[6].
Los oportunistas encubiertos, los kautskianos, son mucho más nocivos y
peligrosos para el movimiento obrero porque la defensa que hacen de la alianza
con los primeros la encubren con palabrejas "marxistas" y consignas
pacifistas que suenan plausiblemente. La lucha contra estas dos formas del
oportunismo dominante debe ser desarrollada en todos los terrenos de la
política proletaria: parlamento, sindicatos, huelgas, en la cuestión militar,
etc. La particularidad principal que distingue a estas dos formas del
oportunismo dominante consiste en que el problema concreto de la relación entre
la guerra actual y la revolución y otros problemas concretos de la revolución
se silencian y se encubren, o se tratan con la mirada puesta en las
prohibiciones policíacas. Y eso a pesar de que antes de la guerra se había
señalado infinidad de veces, tanto en forma no oficial como con carácter
oficial en el Manifiesto de Basilea, la relación que guardaba precisamente esa
guerra inminente con la revolución proletaria. Mas el defecto principal de la
reivindicación del desarme consiste precisamente en que se pasan por alto todos
los problemas concretos de la revolución. ¿O es que los partidarios del desarme
están a favor de un tipo completamente nuevo de revolución sin armas?
Prosigamos.
En modo alguno estamos contra la lucha por las reformas. No queremos desconocer
la triste posibilidad de que la humanidad -- en el peor de los casos -- pase
todavía por una segunda guerra imperialista, si la revolución no surge de la
guerra actual, a pesar de las numerosas explosiones de efervescencia y
descontento de las masas y a pesar de nuestros esfuerzos. Nosotros somos
partidarios de un programa de reformas que también debe ser dirigido contra los
oportunistas. Los oportunistas no harían sino alegrarse en el caso de que les
dejásemos por entero la lucha por las reformas y nos eleváramos a las nubes de
un vago "desarme", para huir de una realidad lamentable. El
"desarme" es precisamente la huida frente a una realidad detestable,
y en modo alguno la lucha contra ella.
En semejante
programa nosotros diríamos aproximadamente: "La consigna y el reconocimiento de la defensa de la patria en la guerra
imperialista de 1914-1916 no sirven más que para corromper el movimiento obrero
con mentiras burguesas". Esa respuesta concreta a cuestiones concretas
sería teóricamente más justa, mucho más útil para el proletariado y más
insoportable para los oportunistas que la reivindicación del desarme y la
renuncia a "toda" defensa de la patria. Y podríamos añadir: "La
burguesía de todas las grandes potencias imperialistas, de Inglaterra, Francia,
Alemania, Austria, Rusia, Italia, el Japón y los Estados Unidos, es hoy hasta
tal punto reaccionaria y está tan penetrada de la tendencia a la dominación
mundial, que toda guerra por parte de la burguesía de estos países no puede ser
más que reaccionaria. El proletariado no sólo debe oponerse a toda guerra de
este tipo, sino que debe desear la derrota de 'su' gobierno en tales guerras y
utilizar esa derrota para una insurrección revolucionaria, si fracasa la
insurrección destinada a impedir la guerra".
En lo que se
refiere a la milicia, deberíamos decir: no somos partidarios de la milicia
burguesa, sino únicamente de una milicia proletaria. Por eso, "ni un
céntimo, ni un hombre", no sólo para el ejército regular, sino tampoco
para la milicia burguesa, incluso en países como los Estados Unidos o Suiza,
Noruega, etc. Tanto más cuanto que en los países republicanos más libres (por
ejemplo, en Suiza) observamos una prusificación cada vez mayor de la milicia,
sobre todo en 1907 y 1911, y que se la prostituye, movilizándola contra los
huelguistas. Nosotros podemos exigir que los oficiales sean elegidos por el
pueblo, que sea abolida toda justicia militar, que los obreros extranjeros
tengan los mismos derechos que los obreros nacionales (punto de especial importancia
para los Estados imperialistas que, como Suiza, explotan cada vez en mayor
número y cada vez con mayor descaro a obreros extranjeros, sin otorgarles
derechos). Y además, que cada cien habitantes de un país, por ejemplo, tengan
derecho a formar asociaciones libres para aprender el manejo de las armas,
eligiendo libremente instructores retribuidos por el Estado, etc. Sólo en tales
condiciones podría el proletariado aprender el manejo de las armas
efectivamente para sí, y no para sus esclavizadores, y los intereses del
proletariado exigen absolutamente ese aprendizaje. La revolución rusa ha
demostrado que todo éxito, incluso un éxito parcial, del movimiento
revolucionario -- por ejemplo, la conquista de una ciudad, un poblado fabril,
una parte del ejército -- obligará inevitablemente al proletariado vencedor a
poner en práctica precisamente ese programa.
Por último,
contra el oportunismo no se puede luchar, naturalmente, sólo con programas,
sino vigilando sin descanso para que se los ponga en práctica de una manera
efectiva. El mayor error, el error fatal de la fracasada II Internacional,
consistió en que sus palabras no correspondían a sus hechos, en que se
inculcaba la costumbre de recurrir a la hipocresía y a una desvergonzada fraseología
revolucionaria (véase la actitud de hoy de Kautsky y Cía. ante el Manifiesto de
Basilea). El desarme como idea social -- es decir, como idea engendrada por
determinado ambiente social, como idea capaz de actuar sobre determinado medio
social, y no como simple extravagancia de un individuo -- tiene su origen,
evidentemente, en las condiciones particulares de vida, "tranquilas"
excepcionalmente, de algunos Estados pequeños, que durante un periodo bastante
largo han estado al margen del sangriento camino mundial de las guerras, y que
confían poder seguir apartados de él. Para convencerse de ello basta
reflexionar, por ejemplo, en los argu mentos de los partidarios del desarme en
Noruega: "Somos un país pequeño, nuestro ejército es pequeño, nada podemos
hacer contra las grandes potencias" (y por ello nada pueden hacer tampoco
si se les impone por la fuerza una alianza imperialista con uno u otro grupo de
grandes potencias) . . . , "queremos seguir en paz en nuestro apartado
rinconcito y proseguir nuestra política pueblerina, exigir el desarme,
tribunales de arbitraje obligatorios, una neutralidad permanente, etc."
(¿"permanente", como la de Bélgica?).
La mezquina
aspiración de los pequeños Estados a quedarse al margen, el deseo
pequeñoburgues de estar lo más lejos posible de las grandes batallas de la
historia mundial, de aprovechar su situación relativamente monopolista para
seguir en una pasividad acorchada, tal es la situación social objetiva que
puede asegurar cierto éxito y cierta difusión a la idea del desarme en algunos
pequeños Estados. Claro que semejante aspiración es reaccionaria y descansa
toda ella en ilusiones, pues el imperialismo, de uno u otro modo, arrastra a
los pequeños Estados a la vorágine de la economía mundial y de la política
mundial.
En Suiza,
por ejemplo, su situación imperialista prescribe objetivamente dos líneas del
movimiento obrero: los oportunistas, en alianza con la burguesía, aspiran a
hacer de Suiza una unión monopolista republicano-democrática, a fin de obtener
ganancias con los turistas de la burguesía imperialista y de aprovechar del
modo más lucrativo y más tranquilo posible esta "tranquila" situación
monopolista.
Los
verdaderos socialdemócratas de Suiza aspiran a utilizar la relativa libertad
del país y su situación "internacional" para ayudar a la estrecha
alianza de los elementos revolucionarios de los partidos obreros europeos a
alcanzar la victoria. En Suiza no se habla, gracias a Dios, un "idioma
propio", sino tres idiomas universales, los tres, precisamente, que se hablan
en los países beligerantes que limitan con ella.
Si los
20.000 miembros del Partido suizo contribuyeran semanalmente con dos céntimos
como "impuesto extraordinario de guerra", obtendríamos al año 20.000
francos, cantidad más que suficiente para imprimir periódicamente y difundir en
tres idiomas, entre los obreros y soldados de los países beligerantes, a pesar
de las prohibiciones de los Estados Mayores Generales, todo cuanto diga la
verdad sobre la indignación que comienza a cundir entre los obreros, sobre su
fraternización en las trincheras, sobre sus esperanzas de utilizar
revolucionariamente las armas contra la burguesía imperialista de sus "propios"
países, etc.
Nada de esto
es nuevo. Precisamente es lo que hacen los mejores periódicos, como La
Sentinelle, Volksrecht y Berner Tagwacht,[7] pero,
por desgracia, en medida insuficiente. Sólo semejante actividad puede hacer de
la magnífica resolución del Congreso de Aarau algo más que una mera resolución
magnífica.
La cuestión
que ahora nos interesa se plantea en la forma siguiente: corresponde la
reivindicación del desarme a la tendencia revolucionaria entre los
socialdemócratas suizos? Es evidente que no. El "desarme" es, objetivamente,
el programa más nacional, el más específicamente nacional de los pequeños
Estados, pero en manera alguna el programa internacional de la socialdemocracia
revolucionaria internacional.
Firmado: N.
Lenin
NOTAS
*El artículo "El programa militar de la revolución
proletaria " fue escrito en alemán en septiembre de 1916 para la prensa de
los socialdemócratas escandinavos de izquierda, que durante la Primera Guerra Mundial
se manifestaron en contra del punto del programa socialdemócrata relativo al
"armamento del pueblo" y lanzaron la errónea consigna del
"desarme". En diciembre de 1916 el artículo, redactado de nuevo, fue
publicado en la Recopilación del Socialdemócrata, t. II, con el título de
"La consigna del 'desarme'" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t.
XXIII). En abril de 1917, poco antes de salir para Rusia, Lenin entregó el
texto en alemán del artículo a la redacción de la revista Jugend-Internationale
; el artículo fue publicado el mismo año en sus núms. 9 y 10.
Jugend-Internationale órgano de la Liga Internacional de las Organizaciones
Socialistas de la Juventud, adherida a la izquierda de Zimmerwald, se publicó
desde septiembre de 1915 hasta mayo de 1918 en Zurich. Lenin emite su juicio
acerca de esta revista en la nota "La Internacional de la Juventud"
(véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII).
[1] Se alude a las tesis sobre la cuestión militar
escritas por R. Grimm (uno de los lideres del Partido Socialdemócrata de Suiza)
en el verano de 1916 con motivo de la preparación del Congreso Extraordinario
del mismo Partido. Este Congreso, cuya celebración había sido señalada para
febrero de 1917, tenía que resolver la cuestión de la actitud de los
socialistas suizos ante la guerra.
[2] Neues Leben (Vida Nueva ) órgano del Partido Socialdemócrata
de Suiza; se publicó en Berna desde enero de 1915 hasta diciembre de 1917. La
revista difundia los puntos de vista de los zimmerwaldianos de derecha; desde
comienzos de 1917 adopto la posición socialchovinista.
[4] Se alude a las Conferencias Socialistas
Internacionales celebradas por los internacionalistas en Zimmerwald y Kienthal
(Suiza).
La Primera Conferencia Socialista Internacional se celebró del 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald. En la Conferencia se enfrentaron los internacionalistas revolucionarios, encabezador por Lenin, y la mayoría kautskiana. Lenin formó con los internacionalistas de izquierda el grupo de izquierda de Zimmerwald, en el que sólo el Partido Bolchevique mantuvo una posición acertada y consecuentemente internacionalista contra la guerra.
La Primera Conferencia Socialista Internacional se celebró del 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald. En la Conferencia se enfrentaron los internacionalistas revolucionarios, encabezador por Lenin, y la mayoría kautskiana. Lenin formó con los internacionalistas de izquierda el grupo de izquierda de Zimmerwald, en el que sólo el Partido Bolchevique mantuvo una posición acertada y consecuentemente internacionalista contra la guerra.
La Conferencia aprobó un manifiesto en el que se calificaba de imperialista la guerra mundial; asimismo condenó la conducta de los "socialistas" que votaron por los créditos de guerra y tomaron parte en los gobiernos burgueses, y llamo a los obreros de Europa a desarrollar la lucha contra la guerra y por la conclusión de un tratado de paz sin anexiones ni contribuciones.
La Conferencia aprobó también una resolución de simpatía a las víctimas de la guerra y eligió una Comisión Socialista Internacional.
Acerca de la significación de la Conferencia de Zimmerwald, véanse los artículos de Lenin "El primer paso" y "Los marxistas revolucionarios en la Conferencia Socialista Internacional del 5 al 8 de septiembre de 1915" (V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXI).
La Segunda Conferencia Socialista Internacional se celebró en Kienthal del 24 al 30 de abril de 1916. En esta Conferencia el ala izquierda actuó más unida y fue más fuerte que en la Conferencia de Zimmerwald. Gracias a los esfuerzos de Lenin, la Conferencia aprobó una resolución que criticaba el socialpacifismo y la actividad oportunista del Buró Ejecutivo Socialista Internacional. El manifiesto y las resoluciones aprobados en Kienthal fueron un nuevo paso en el desarrollo del movimiento internacional contra la guerra.
Las Conferencias de Zimmerwald y de Kienthal contribuyeron a destacar y agrupar a los elementos internacionalistas, pero no formularon abiertamente el problema de la lucha contra el oportunismo, no adoptaron una posición consecuentemente internacionalista y no aceptaron las tesis fundamentales de la política de los bolcheviques: transformación de la guerra imperialista en guerra civil, derrota del gobierno propio en la guerra y organización de la III Internacional.
[5] Grupo Socialdemocrata del Trabajo
(Arbeitsgemeinschaft: Comunidad del Trabajo): organización de los centristas
alemanes, fundada en marzo de 1916 por los diputados al Reichstag que se habían
separado de la fracción socialdemócrata del Reichstag. Este grupo fue el núcleo
fundamental del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, organización
centrista constituida en 1917 que justificaba a los social chovinistas abiertos
y propugnaba el mantenimiento de la unidad con ellos.
[6] Los comités de la industria armamentista fueron
creados en 1915 en Rusia por la gran burguesía imperialista. Tratando de
someter a los obreros a su influencia y de inculcarles ideas defensistas, la
burguesía ideó la organización de "grupos obreros" anejos a esos
comités. A la burguesía le convenía que en esos grupos hubiese representantes
de los obreros, encargados de hacer propaganda entre las masas obreras en favor
de una mayor productividad del trabajo en las fábricas de materiales militares.
Los mencheviques participaron activamente en esta empresa seudopatriótica de la
burguesía. Los bolcheviques declararon el boicot a los comités de la industria
armamentista y lo aplicaron eficazmente con el apoyo de la mayoría de los
obreros.
[7] La Sentinelle, órgano de la
organización socialdemócrata suiza del cantón de Neuchatel (Suiza francesa),
fundado en Chaux de Fonds en 1884. En los primeros años de la Primera Guerra
Mundial, el periódico mantuvo una posición internacionalista. El 13 de
noviembre de 1914, en el núm. 265 del periódico fue publicado, en forma
abreviada, el Manifiesto del C.C. del P.O.S.D.R. "La guerra y la
socialdemocracia de Rusia" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXI).
Volksrecht (El Derecho del Pueblo), órgano del Partido Social demócrata de Suiza y de la organización socialdemócrata del cantón de Zurich. Se publica en Zurich desde 1898. Durante la Primera Guerra Mundial el periódico presentó artículos de los Zimmerwaldianos de izquierda. En el aparecieron también artículos de Lenin, como por ejemplo, "Doce breves tesis sobre la defensa hecha por G. Greulich de la defensa de la patria", "Sobre las tareas del P.O.S.D.R. en la revolución rusa", "Las maniobras de los chovinistas republicanos". Más tarde el periódico adoptó una posición anticomunista y antidemocrática.
Berner Tagwacht (El Centinela de Berna), órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza, publicado desde 1893 en Berna. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial el periódico insertó artículos de K. Liebknecht, de F. Mehring y de otros socialdemócratas de izquierda. A partir de 1917 apoyó abiertamente a los socialchovinistas y más tarde adoptó una posición anticomunista y antidemocrática.
Nota.13 La Liga de la Paz y la Libertad, organización
pacifista burguesa, fue fundada en 1867 en Suiza por un grupo de
pequeñoburgueses republicanos y liberales (V. Hugo y G. Garibaldi así como
otros tomaron parte activa en sus actividades). De 1867 a 1868, Bakunin
participó en su trabajo. Al comienzo, la Liga trató de utilizar el movimiento
obrero para sus propios fines. Difundía entre las masas la ilusión de que la
creación de unos "Estados Unidos de Europa" permitiría poner
fin a las guerras, y desviaba así al proletariado de la lucha de clases. Carlos
Marx Crítica del programa de Gotha 1875
Debate de Rosa Luxemburgo con Lenin, sobre la cuestión nacional y el
derecho de autodeterminación.
Cretinismo
parlamentario: Un término aplicado por primera vez por Marx a
aquellos parlamentarios que piensan que toda la historia se decide por
mociones, votos y puntos de debate parlamentario
El Espacio de Encuentro Comunista ante la oleada electoral
35 Webs y blogs en español imprescindibles para la clase trabajadora
Terror Blanco en España, nombre que designa en la historiografía no española
a la represión franquista.
Terror Blanco en Rusia: periodo de violencia de masas y atrocidades
contrarrevolucionarias perpetradas por el Ejército Blanco y los oponentes al gobierno soviético, durante la Guerra Civil Rusa.
Terror Rojo (Rusia): en la Rusia Soviética previa a la formación de la Unión
Soviética existió una campaña de arrestos y ejecuciones masivas conducida por
las fuerzas bolcheviques inmediatamente después de la
Revolución de Octubre, entre 1918 y 1922;
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