I. La posición leninista
Este texto fue publicado originalmente en la revista
de Maspero, Partisans, París, en el número de enero de 1969. Fue vertido al
castellano por Lina Mari y Carlos María Gutiérrez (traducción que ha sido la
utilizada en esta trascripción) en la obra antológica El desafío de Rosa
Luxemburgo (Buenos Aires, Proceso, 1972), que incluía también textos de
Bertram D. Wolfe, Hannah Arendt, Gilbert Badia, León Trotsky, V.I.Lenin, J.P.
Nettl, John Knief, Michael Löwy y Paul M. Sweezy También se editó en otra
antológica, la de Cuardernos del Pasado y del Presente, con traducción de José
Aricó, (Buenos Aires, 1975) titulada Teoría Marxista del Partido Político
(Problemas de Organización), y que comprendía igualmente textos de Rosa
Luxemburgo, Vladimir Ilich Lenin y George Lukács.
Rosa Luxemburgo Cuestiones organizativas de la
socialdemocracia rusa [¿Leninismo o marxismo?] (1904)
Georg Lukács, Historia y Conciencia de Clase, p. 335
La corriente antiestalinista que se extiende actualmente entre las nuevas
vanguardias, rehabilita a Rosa Luxemburgo como intérprete teórico del
movimiento obrero. La crítica a las burocracias obreras toma de sus obras citas
y referencias.
En realidad, el entusiasmo luxemburguista llega a veces hasta el punto de
triturar y torturar dichas obras tratando de encontrar en ellas una teoría de
la organización como alternativa a la teoría leninista. La coincidencia de las
preocupaciones explica esta tendencia: los trabajos de Rosa Luxemburgo están,
casi todos, escritos bajo el signo de la lucha contra la socialdemocracia
alemana como partido muy burocratizado; la necesidad actual de comprender el
fenómeno de las burocracias obreras, de su fundamento social, de su
cohesión internacional, hace que las tesis luxemburguistas sean la
interpretación más clara, la teoría liberadora de la energía de las masas.
Sin embargo, no se podría encontrar en Rosa Luxemburgo más que una
contraposición parcial a la posición leninista: en ella se mezclan los
altibajos afectivos y las trivialidades, y de ello resulta una arlequinada
confusa, quizás seductoramente fantasiosa, pero que no podría ser tomada por
una teoría de la organización. En un debate en el cual las modas pasajeras
perjudican a veces al rigor político, se hace necesario retornar a los textos.
Así, sin quitar ningún mérito a Rosa Luxemburgo, se le podrá dar su justo
valor.
I. La posición leninista
1.
Carácter de la formación social
Como señala Lukács, la cuestión de la organización se transforma
realmente en un problema de actualidad cuando la misma revolución está a la
orden del día, en el momento en que ella no es ya un simple sueño compensador
sino la finalidad que engloba todas las luchas cotidianas. Así es, justamente
como la concibió Lenin. En sus primeros escritos, de 1894 a 1898,
se dedicó a definir la naturaleza de la inmediata revolución: ¿contra qué formación
social debe combatir? ¿Qué Estado debe ser destruido? ¿Qué clase debe ser vencida?
Para responder a estos interrogantes y provocar el desencadenamiento de
una crisis revolucionaria, Lenin distingue cuidadosamente el nivel teórico del
nivel político, la comprensión teórica de la crisis revolucionaria y su
manifestación política. Si se considera el encadenamiento de las formas de
producción como sistemas teóricamente elaborados que implican una variedad de
formaciones sociales concretas, al pasar de una forma de producción a otra
habrá una discontinuidad pero no una crisis. No pueda haber crisis en un modelo
teórico, sino en una sociedad política donde están en juego fuerzas reales.
La forma de producción capitalista tal como Marx la construyó deduciendo
sus leves a partir de la formación social ingles del siglo XIX no tiene
existencia real. Constituye un objeto abstracto-formal con el cual no coincide
absolutamente con una formación social concreta. Poulantzas considera una
formación social! corno “la superposición específica de distintas formas de
producción puras”, y agrega que “la formación social constituye en sí misma una
unidad compleja en la cual una cierta forma de producción predomina sobre las
demás” [1]. La crisis
revolucionaria que estructura el horizonte de la nueva organización no es
entonces la crisis de una forma de producción, si no la de una formación social
determinada en la cual las contradicciones de la forma de producción se hacen
vivas y se actualizan a través de las fuerzas sociales reales implicadas en
ella. Esta distinción elemental no carece de consecuencias en el debate entre
Lenin y Rosa Luxemburgo.
Lenin se preocupé de definir con precisión la naturaleza y las características
dominantes de la formación social rusa. Hacia 1890 se consagró a su estudio
metódico, hurgando con paciencia en las estadísticas de los zemstvos.
Desde sus primeros trabajos, Lenin definió el punto de referencia del
cual dependerían todas las variables estratégicas y tácticas, en particular su
actitud de principio sobre el problema de la organiza El
desarrollo del capitalismo en Rusia 1899 (y en PDF aquí) es el
testimonio de este enorme trabajo, cuyas consecuencias constituyen para el
futuro el punto de referencia y el fundamento sobre el cual Lenin se basa en
toda oportunidad.
En Quienes
son los amigos del pueblo, de 1894, (en
PDF aquí y aquí)) anterior
a El desarrollo…, están ya firmemente enunciadas: “La
explotación de los trabajadores en Rusia es en todo sentido capitalista,
excepción hecha de los vestigios – en vías de desaparición – de la economía
basada sobre el vasallaje”. Lenin extrae de dichas conclusiones todas sus
consecuencias, en particular el hecho de que es imposible “encontrar en Rusia
una industria, aún a nivel artesanal, que no esté organizada según el modelo
capitalista” [2].
Obras completa de V.I. Lenin
Estas conclusiones sirven desde entonces de base a toda la estrategia política:
es justamente contra una formación social predominantemente capitalista, y no
feudal (aún cuando los vestigios feudales tenían cierta importancia), que
luchan los revolucionarios rusos. En 1894 esto no era evidente en absoluto.
Lenin se preocupó de señalarlo poniéndolo como primer punto del proyecto de
programa del POSDR: “La producción de mercancías en Rusia se desarrolla
aceleradamente, la forma de producción capitalista adquiere allí una
posición cada vez más dominante” [3].
Es si como desde los primeros años de lucha. Lenin definió cuál era el
adversario que había que enfrentar. Esta claridad teórica servirá siempre de
guía a los métodos de análisis y a las decisiones tácticas. Los revolucionarios
rusos combaten el capitalismo: su estrategia en lo que a las alianzas se
refiere, tiene en cuenta el desarrollo desigual de las formas económicas
presentes en la sociedad rusa: pero jamás olvidarán que la crisis que ellos
preparan es la del capitalismo. Los análisis del joven Lenin se encuentran ya
en los orígenes de su interpretación de la revolución rusa, en La
revolución proletaria y el renegado Kautsky (aquí en PDF): “Todo se
desarrolló exactamente como lo habíamos previsto. El curso de la revolución
confirmó la exactitud de nuestro razonamiento. Primero, con todo el
campesinado, contra la monarquía, contra los terratenientes, contra el
feudalismo (y por esto la revolución no pasa de ser burguesa, democrática pero
burguesa). Luego, con el campesinado pobre, con
el semi-proletariado, con todos los explotados, contra
el capitalismo, incluidos los campesinos ricos, los kulaks, los
especuladores; y la revolución se transforma por ello en socialista. Querer
erigir artificialmente una muralla china entre la primera y la segunda, querer
distinguirlas por otro motivo que no sea el grado de
preparación del proletariado, significa desnaturalizar monstruosamente el
marxismo, envilecerlo, sustituirlo por el liberalismo” [4].
De esta manera resulta claro el camino seguido. Teniendo en cuenta que el
objetivo definido es siempre la derrota del capitalismo, forma dominante de la
estructura social rusa, los social-demócratas contraen una alianza con el
campesinado, alianza temporal, con el fin de destruir el
despotismo y liquidar las secuelas del feudalismo. Los distintos programas
agrarios de Lenin se esfuerzan por definir el fundamento correcto de esta
alianza. Pero la lucha contra el feudalismo y la autocracia no constituyen más
que una etapa, no aislada, de la lucha anticapitalista, que es siempre el
objetivo principal.
2.
Definir el sujeto histórico
En El Cenital, Marx señala que el proceso de producción
capitalista considerado en su continuidad o como proceso de reproducción, no
produce sólo mercancías, ni sólo plus-valía, sino que “produce y reproduce
la relación capitalista: por un lado el capitalista, por el otro el
asalariado”. El sistema que se reproduce a sí mismo engendra sus propias crisis
y sus propias contradicciones, y suscita puntos de ruptura que pueden
manifestarse bajo la forma de crisis económicas. Pero una crisis económica no
es forzosamente revolucionaria: puede ser uno de los mecanismos de
autorregulación del sistema, puede tener sólo una función “purgativa”. Después
de la crisis – los stocks aumentados, las empresas arcaicas eliminadas – la
economía capitalista prosigue sobre una base saneada. Lukács insiste sobre este
aspecto de la crisis: “sólo la conciencia del proletariado Puede mostrar cómo
salir de la crisis capitalista. Mientras no se dé esta condición, la crisis
permanece, vuelve a su punto de partida, repite la situación” [5].
La crisis económica de una estructura social eminentemente capitalista,
abre entonces una posibilidad pero no tiene una función decisiva. Constituye el
punto de apoyo desde donde se puedo bosquejar un nuevo sistema, pero
participando todavía de la autorregulación del sistema inicial.
Dicha crisis puede a lo sumo ser el origen de una situación revolucionaria:
pero no se transforma en revolucionaria —es decir, no alcanza ese sentido— sino
por medio de un sujeto que asume la responsabilidad y se encarga del proceso de
transformación social. También sobre este aspecto Lukács se expresa con
claridad, en su réplica a todos los fatalistas que esperan la salvación de
la última crisis del capitalismo: “la diferencia cualitativa
entre la última crisis capitalista, su crisis decisiva, y las
crisis anteriores, no reside en una simple metamorfosis de su extensión o de su
‘profundidad, en resumen, de su cantidad o calidad. Más bien, esta metamorfosis
se manifiesta en el hecho de que el proletariado deja de ser el simple objeto
de la crisis y despliega abiertamente el antagonismo inherente a la sociedad
capitalista” [6].
La crisis afecta entonces a una formación social determinada; pero no se
transforma en una situación revolucionaria sino cuando un sujeto provoca su
desenlace atacando al Estado, blanco estratégico, cerrojo que custodia las
relaciones de producción, convertidas en camisa de fuerza para los sectores
productivos. Una vez determinada la naturaleza de la revolución que se avecina.
Lenin se dedica a definir su sujeto, para desatarla victoriosamente.
A este respecto, Lenin distingue cuidadosamente el sujeto
teórico-histórico de la revolución (el proletariado como clase, que reemplaza
la forma de producción) y su sujeto político-práctico (la vanguardia, que
reemplaza la formación social) que representa, no ya al proletariado “en sí”,
dominado económica, política e ideológicamente, sino el proletariado “para sí”,
consciente del lugar que le corresponde en el proceso de producción y de sus
propios intereses de clase.
Esta es una de las ideas claves de Qué
Hacer, donde Lenin distingue “espontaneidad y
espontaneidad”. En la espontaneidad ve “el elemento embrionario del consciente”;
pero se expresa con poca habilidad sobre los grados de conciencia. Distingue
una espontaneidad confusa y dominada de una espontaneidad liberada y fecundada
por las luchas de la vanguardia una experiencia espontánea de masas que queda
sobre el campo del sistema de una experiencia práctica que extrae su sentido de
la existencia de una vanguardia, Afirma que la conciencia socialdemócrata sólo
ruede llegar a los trabajadores desde afuera, desde los intelectuales revolucionarios
portadores del conocimiento y de la comprensión global del proceso de
producción. Por sus propios medios, la clase obrera no puede llegar sino a la
conciencia “trade-unionista”.
En la crisis revolucionaria están implícitos los dos sujetos. El sujeto teórico porque representa la
condición que posibilita el nuevo orden social y el sostén de la estrategia revolucionaria;
el sujeto político, es decir el
partido, porque es el que elabora y adopta la táctica de dicha
estrategia. Lenin se obligó a la doble tarea de definir el sujeto teórico de la
revolución que preparaba y de proporcionar a ésta el sujeto político capaz de
encarnarla.
Definir y presentar al proletariado como la clase social investida de la
misión histórica revolucionaria, es la preocupación constante de sus primeros
escritos. Al mismo tiempo que caracteriza como capitalista la formación social
rusa, pone en claro, la autonomía del proletariado como clase social, la única
capaz de resolver las contradicciones de una sociedad de ese tipo. Jamás, en
las alianzas o en los proyectos de programa olvida reafirmar el papel
independiente del proletariado. Ya en 1894 dijo: “sólo los burgueses pueden olvidar que detrás de los intereses
solidarios del pueblo entero contra las instituciones medievales y feudales,
existe, en el seno de ese mismo pueblo, un antagonismo profundo e irreductible
entre la burguesía y el proletariado”.
En la misma obra, Lenin plantea como “tesis esencial” que
“Rusia es una sociedad burguesa, que su forma política es un estado clasista, y
que el único medio de poner término a la explotación del trabajador es la lucha
de clases del proletariado”.
Es más, agrega que “el período del desarrollo social de Rusia en que el
liberalismo y el socialismo formaban una unidad indisoluble, ha concluido para
siempre” [7].
Un año más tarde, en “las tareas de los socialdemócratas rusos”, Lenin
recuerda el principio según el cual “sólo son fuertes los que combaten
apoyándose sobre los intereses reales, bien comprendidos, de una clase
determinada”. En nombre de este principio, Lenin compromete a los
socialdemócratas a tener siempre presente que el proletariado es una
clase aparte, que mañana puede encontrarse en una posición
opuesta a la de sus aliados de hoy. Gracias a una definición tan precisa de la
revolución a realizarse y de su sujeto teórico, toda confusión queda excluida
de los programas; en el proyecto de 1899 Lenin propone “sostener al
campesinado…en la medida en que éste es capaz de llevar adelante una lucha
revolucionaria contra los vestigios del vasallaje e general y contra el
absolutismo en particular”. En el mismo proyecto, insiste: “hoy, en la campaña
rusa se entremezclan dos formas esenciales de la lucha de clases:
a) la
lucha de los campesinos contra los terratenientes y los vestigios del vasallaje;
b) la
lucha del naciente proletariado rural contra la burguesía rural.
Para los socialdemócratas, esta segunda lucha es, evidentemente, la
más importante, pero deben por fuerza librar la primera, en la
medida en que no contradiga los intereses del desarrollo social”.
Es esta comprensión sólidamente adquirida, pacientemente elaborada, de la
naturaleza de la formación social rusa y de las clases que en ella están en
juego, la que permite a Lenin en sus Tesis
de abril ( y aquí), interpretar
lo que en realidad está en juego en la crisis revolucionaria de 1917 : “Lo
original de la situación actual en Rusia, es la transición de la
primera etapa de la revolución, que concedió el poder a la burguesía como
comprensión del proletariado, a su segunda etapa, que debe conceder el poder al
proletariado y a las capas más pobres de la clase campesina”.
3.
Construir el sujeto político
Este repaso de la posición leninista podría parecer superfluo si no fuera
que es esta posición la que sostiene toda la teoría leninista de la
organización. Lenin concibe los principios de organización,
refiriéndose siempre a estos análisis. Estos principios definen
cómo debe ser una organización que lucha contra un aparato estatal, burgués y
centralizado, con el propósito de destruirlo. En relación a estos principios,
todo sistema de organización no puede sino constituir una derogación. Los
principios constituyen la estrategia de la organización, cuyo
sistema no es más que la aplicación táctica.
Esto no fue captado por Rosa Luxemburgo; y es debido a ello que su
comprensión de la organización no se sitúa en el mismo nivel: es mucho más
trivial, a veces emocional, con frecuencia infra-teórica. En varias ocasiones
lo ha demostrado la naturaleza misma de las metáforas que utilizó; que revelan
un vitalismo ingenuo, un concepto naturalista de la organización:
“Conteniendo las pulsaciones de un organismo sano, se debilita su cuerpo
y se disminuye su resistencia... Un movimiento obrero tan pletórico de
energía…” [8]
Paralelamente, a la vitalidad natural del movimiento obrero, opone la opacidad académica de sus direcciones: “ninguna fórmula rígida puede bastar...; el puntero de un maestro de escuela...; el ultracentralismo de Lenin aparece como impregnado, no ya de un espíritu positivo y creador, sino del espíritu estéril de un guardián. Toda su inquietud reside en controlar la actividad del partido, pero no en fecundizarla; en restringe el movimiento más que desarrollarlo; en estrangularlo en vez de unificarlo” [9].
En su simplicidad entusiasta, alimentada por la polémica contra la
socialdemocracia alemana, Rosa Luxemburgo llega al extremo de desnaturalizar o
tergiversar los argumentos de Lenin. Como lo demuestra al decirle que si
quiere evitar la influencia perniciosa y disolvente de los intelectuales sobre
el partido, con la fórmula bolchevique conseguirá lo contrario de lo que en
realidad es su objetivo, pues coloca al frente del partido una “coraza
burocrática” compuesta por una “élite intelectual sedienta de poder”. En
realidad, jamás fueron esos los términos del razonamiento de Lenin. Él no se
refirió abstractamente a la influencia nefasta de los intelectuales, sino al
principio de descentralismo organizativo como principio
entorpecedor Los intelectuales no intervienen giro como agentes
privilegiados de esta disolución de la organización que lleva
implícita el principio de descentralismo.
El problema reside en que respecto de este tema Lenin y Rosa
Luxemburgo no hablen el mismo idioma; no obstante, esto no impide que ella se
exprese sobre la organización de tino leninista agitando la bandera
inmaculada de la “libertad” y de la “democracia” contra las posiciones
“extremas” de Lenin. No cabe ninguna duda de que en efecto, la organización
“blanquista” preconizada por Lenin no tendrá ninguna relación con las masas, ya
que el “ultra centralismo” leninista la conducirá al conservadurismo, a la
inhibición. Es más, la centralización acentúa, según Rosa la “escisión entre el
empuje de las masas y las vacilaciones de la socialdemocracia” [10] y por consiguiente : “lo que realmente interesa es mantener
viva en el partido la correcta apreciación política de las formas de lucha que
corresponden a cada circunstancia, el sentido de la relatividad de cada fase de
la lucha y de la necesidad de agravar las tensiones revolucionarias” [11].
Esta crítica la lleva a rechazar el sistema de
organización propuesto por Lenin y a convenir un acuerdo sobre el principio de
organización. Además de que la separación establecida por ella entre
centralismo y democracia, su oposición mecánica, evidencia más un hegelianismo
mal digerido que una dialéctica marxista, Rosa Luxemburgo se confunde lamentablemente
al admitir el principio de organización sin aceptar el sistema. Y esto adolece
de un mismo pecado; es una metafísica empedrada de buenas intenciones La teoría
leninista de la organización tiene justamente la característica de que el
sistema propuesto es necesariamente, lógico con relación al
principio, y de este principio deriva necesariamente este sistema
de organización.
Por lo tanto, es evidente que toda crítica sobre el “sistema” lleva el
sello de un desacuerdo sobre el principio de organización, desacuerdo que
existe entre Rosa Luxemburgo y Lenin. El hecho es que Rosa, lógica consigo
misma, plantea el problema del partido en función de un análisis propio de la
sociedad capitalista. Según ella, el capitalismo se dirige inevitablemente
hacia la catástrofe. Las contradicciones, que se agravan sin cesar, en
beneficio de “una ínfima minoría de la burguesía reinante” [12]hacen que, por una parte, el
proletariado sea espontáneamente revolucionario y por otra que su partido sea
“el punto de reunión organizador” [13] de todas las capas sociales que esta evolución pone
en movimiento contra la burguesía.
Dentro de esta problemática – clase revolucionaria orgánicamente
determinada contra clase reaccionaria –, el partido es el producto de
la crisis revolucionaria y no un elemento necesario, como lo demuestra Lenin,
en el contexto de la formación social capitalista. Es así como esta imagen
simple y trágica del capitalismo conduce a Rosa a sobreestimar el
movimiento de masas y a subestimar la necesidad y el papel del
partido en el sistema capitalista la lleva a abitar un empirismo organizativo
insensato, y a relativizar la cuestión de la organización circunscribiendo las
tesis leninistas al caso particular de Rusia : “en Rusia se trata de una
primera tentativa ; es dudoso que un estatuto Pueda pretender la
infalibilidad : es necesario que antes experimente la prueba de fuego”.
Rosa no comprende que se trata de algo completamente distinto, que Lema
puntualiza con claridad: “la camarada Luxemburgo dice que en mi libro se
manifiesta fuerte y netamente la tendencia hacia un centralismo que no tiene
nada en cuenta. La camarada Luxemburgo presume así que yo defiendo un determinado
sistema de organización contra otro. Pero la realidad es otra. A lo largo de
todo el libro, de la primera a la última página, yo defiendo los principios elementales
de todo sistema de organización del partido, sea cual fuere.
Mi libro analiza la diferencia no entre un sistema y otro de organización, sino
la forma en que se debe sostener, criticar y corregir todo sistema, sin
contravenir a los principios del partido” [14].
Una vez dilucidado el problema de saber cuál es el sujeto teórico de la
revolución – no ya el “pueblo” sino el
proletariado – Lenin consagra toda su energía militante a
proporcionarle el sujeto político indispensable. Sin cesar se esfuerza en
delimitar la vanguardia y en reagruparla en el partido socialdemócrata. Dar al
proletariado el papel motor en la revolución era luchar contra los populistas;
esto significaba comprender la naturaleza de la revolución sin llegar, sin
embargo, a darle los medios. Entre los que entonces admitieron el papel
histórico del proletariado, ninguno comprendió cual era el arma que en la
práctica le era necesaria para “convertirse en lo que es”: una clase.
Contra los economistas, Lenin demuestra que, espontáneamente, el
proletariado no llega a superar el terreno de la lucha económica. Afirma que
“la lucha de los obreros no se transforma en lucha de clases sino cuando todos
los representantes de vanguardia del conjunto de la clase obrera de todo el
país tienen conciencia de formar una sola clase obrera y comienzan a actuar, no
ya contra tal o cual patrón, sino contra la clase capitalista en su totalidad y
contra el gobierno que la sostiene” [15].
Admite que las organizaciones socialdemócratas locales constituyen el
fundamento de toda la actividad del partido, pero si no pasa de ser la actividad
de “artesanos aislados”, no podrá llamarse “socialdemócrata” puesto que no
organizará ni dirigirá la lucha de clase del proletariado.
Contra los mencheviques desde 1903, contra la teoría de la organización
proceso desde 1905, contra los liquidadores en 1907, Lenin defiende siempre
estos principios, siempre la misma idea del partido. Este es el instrumento por
el cual la fracción conciente de la clase obrera tiene acceso en la lucha
política y prepara el enfrentamiento con el Estado burgués centralizado, punto
de apoyo de la estructura social capitalista.
La organización así concebida como sujeto político no es ya una forma pura:
es el crisol de una voluntad política colectiva que se expresa por medio de una
teoría en perpetua evolución y un programa de lucha. La selección de los
militantes y el centralismo constituyen, en esta concepción, dos normas
fundamentales. No por gusto sino por necesidad: una necesidad que no se llega a
comprender sino confrontando la organización con su objetivo: la revolución.
Tomo V (1913-1916) Vladimir Ilich Lenin
La Bancarrota de la II Internacional pág. 97
“ [7] Espartaquistas : miembros
de la "Liga Espartaco", que fue fundada en enero de 1916 durante la
Primera Guerra Mundial bajo la dirección de C. Liebknecht, R. Luxemburgo, F.
Mehring, C. Zetkin, etc. Los espartaquistas realizaron propaganda
revolucionaria entre las masas contra la guerra imperialista, desenmascararon
la política de conquistas del imperialismo alemán y la traición de los líderes
de la socialdemocracia. Pero, los espartaquistas, izquierdistas alemanes no se
desembarazaron de errores de semimencheviques en cuestiones teóricas y
políticas de la mayor importancia. La crítica de los errores de los
izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una
caricatura de marxismo y sobre el " economismo imperialista ", y otros, y por Stalin en su obra Sobre
algunas cuestiones de la historia del bolchevismo (Carta a la Redacción de la
revista "Proletárskaia Revolutsia "). En abril de 1917
los espartaquistas se adhirieron al Partido Socialdemócrata Independiente de
Alemania, centrista, conservando dentro de él su independencia orgánica.
Después de la revolución de noviembre de 1918 en Alemania, los espartaquistas
rompieron con los "independientes" y en diciembre del mismo año
fundaron el Partido Comunista de Alemania. [pág. 19]
León Trotski: ¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!
Rosa Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia
alemana. 1915
II. La
prueba de la organización en la crisis revolucionaria
1. Las
tentativas de definición
En repetidas oportunidades, especialmente en El fracaso de la II
Internacional y en La
enfermedad infantil del comunismo, Lenin se
esforzó en definir la noción de crisis revolucionaria. Enumera los criterios
descriptivos cuya apreciación no deja ser subjetiva; delimita una noción más
que fundar un concepto. Estos criterios los enumera por primera vez en el
fracaso; allí Lenin se empeña en definir los “indicios de
una situación revolucionaria”:
a) la
imposibilidad para las clases dominantes de conservar el poder bajo una forma invariable;...las
bases no quieren vivir más como antes, y las clases altas ya no lo pueden hacer;
b) la
agravación al máximo de las condiciones de angustia y miseria, en que viven las
clases oprimidas;
c) La
acentuación de la actividad de las masas”.
Lenin estimó también “el conjunto de los cambios objetivos que
constituyen una situación revolucionaria”. El impresionismo no está excluido de
la apreciación de una situación revolucionaria así definida, tanto menos que
los criterios enunciados no deben considerarse aisladamente, sino en su
interdependencia pues ellos se condicionan recíprocamente. En La
enfermedad infantil, Lenin insiste más, como segundo criterio, en la
adhesión de las clases medias al proletariado. Esta adhesión no debe
considerarse como un fenómeno en sí, sino en su relación con otros fenómenos necesarios:
la adhesión de las clases intermedias, es tanto o más resuelta cuanto más
determinado se encuentra el proletariado en su lucha. La definición leninista
de la situación revolucionaria hace Intervenir, por lo tanto, un juego de
elementos en interacción compleja y variable, al que no se podría aplicar un
análisis rigurosamente objetivo. La posición de Trotsky en La historia
de la revolución rusa es análoga; allí adopta los criterios leninistas
insistiendo explícitamente sobre “la reciprocidad condicional de las premisas”.
Si la estimación objetiva de una situación revolucionaria no parece
ofrecer demasiadas garantías, la intervención de un último factor, que unifique
los otros y concrete su interacción, disminuye los riesgos. Trotsky considera
esta intervención como la condición última en orden, pero no en importancia,
para la conquista del poder: “el partido revolucionario corno vanguardia y
participe de la clase”. Lenin, por su parte, hace de esta última condición el
punto de diferenciación entre la situación revolucionaria y la crisis
revolucionaria, que solo existe en el caso en que a todos los cambios objetivos
enunciados se agregue un cambio subjetivo, a saber: “la capacidad de la clase
revolucionaria de llevar a cabo acciones de masa lo suficientemente ‘vigorosas
como para debilitar al gobierno, cuya caída no se producirá jamás, aún en época
de crisis, si no se la provoca”.
De esta, manera, la organización revolucionaria supera los tanteos de los
diferentes criterios, los enlaza y unifica, constituyéndo en su punto de
intersección y eliminando la yuxtaposición La debilidad de la clase dominante,
la adhesión de las clases medias, y la impaciencia de las bases,
representan su fuerza. La condición para el éxito de la crisis
no reside ya en uno u otro de los elementos objetivos, sino en el corazón mismo
del sujeto que los sintetiza absorbiéndolos. El nudo de la cuestión no está más
en la diversidad imposible de medir que bosqueja la situación revolucionaria,
sino en la organización que unifica esta diversidad y la supera.
Gracias a la organización, el proletariado deja de ser un dato más, cuyas
variaciones prevé el cálculo burgués de las probabilidades, para convertirse en
una voluntad que se expresa ; no es más un simple objeto en el campo
social ; es un sujeto, un desconocido que hipoteca para siempre los planes
de la clase dominante. Para jugar realmente este papel, la organización
revolucionaria no debe presentarse como una acumulación fluida de individuos,
sino como un cuerpo constituido, coherente, con un peso suficiente como para
quedar atravesado en el camino de la burguesía. Ella deja de ser una simple
pieza que ocupa una casilla vacía en el tablero político; su sola presencia
modifica toda la relación de las fuerzas. Si un simple peón puede hacer esto,
con mayor razón lo podrá hacer un rey.
2. La
crisis revolucionaria como criterio de verdad
La crisis revolucionaria ilumina con una luz nueva la lucha de clases y
vuelve a dar a sus protagonistas su justo valor. Entre los desgarramientos de
la crisis, se vislumbra fugazmente la verdad: “la guerra abate y desgarra
a muchos hombres, y engaña o ilumina a otros, como lo hace por otra parte toda
crisis en la vida de un hombre o en la historia de un pueblo” (Lenin).
a) Para
la organización
Lenin recuerda en toda ocasión que la socialdemocracia es la fusión del movimiento
obrero y del socialismo. “Separado de la socialdemocracia el movimiento obrero
degenera y se aburguesa. Se podría agregar que, separado de las
luchas obreras, el socialismo pierde pié y también se aburguesa; él toma de
ellas el “instinto” de clase revolucionaria. El partido constituye un puente
entre la conciencia incipiente del proletariado y el papel que le está teóricamente asignado.
Él es el intermediario necesario entre el concepto de clase obrera y su
realización práctica, alienada en la sociedad capitalista. Es por esta razón
que “la tarea del partido no es imaginar nuevos métodos de ayuda a los obreros,
sino apoyarlos en las luchas en las que ya están empeñados (…) desarrollar su
conciencia de clase”.
La tarea del partido es atender adecuadamente los dos polos entre los
cuales trabaja: la comprensión teórica del proceso de producción, del papel del
proletariado, es decir, de la revolución, por una parte, y el contacto directo
con las luchas cotidianas de los obreros por la otra. En este doble apoyo, el
partido basa su estrategia. Además de ser “la encarnación visible de la
conciencia de clase del proletariado”, el partido es el testimonio vivo de la
brecha que existe entre el papel teórico del proletariado y su conciencia
mistificada por la ideología dominante.
Así concebida, la organización no es un diamante puro, del mismo modo que
la teoría no es una ciencia pura. La organización absorbe las contradicciones
del sistema en el cual está enraizada. Una prueba de ello es el fenómeno del
oportunismo en la Segunda Internacional. Las tesis de Lenin y de Rosa
Luxemburgo sobre el análisis de las bases sociales de este oportunismo
coinciden ampliamente. Ambos insisten sobre el legalismo parlamentario de los
largos períodos de paz relativa, el cual provoca la aparición de una capa de
representantes profesionales de la clase obrera, con ambiciones ministeriales y
sensibles a los devaneos de la burguesía. Este grupo político se apoya sobre la
aristocracia obrera y la pequeña burguesía intelectual, cebadas con las migajas
de los pillajes coloniales.
Pero Rosa Luxemburgo desarrolla un razonamiento mucho más sutil que hace
a la existencia misma de la organización: el fenómeno del conservadorismo.
Lenin había ya entrevisto este fenómeno en El fracaso, pero
sin llegar a su desarrollo teórico: “Los partidos grandes y
fuertes han tenido miedo de ver sus organizaciones disueltas, sus
cajas saqueadas, sus dirigentes arrestados”. Rosa va mucho más lejos para
captar el problema en toda su amplitud. Ella se remonta a la situación misma de
la organización revolucionaria en la sociedad capitalista: la defensa de los
privilegios o el contagio de las costumbres parlamentarias no bastan para
explicar el oportunismo. Rebusca el origen de las transformaciones de la organización
en una contradicción fundamental que expresa en varias oportunidades, por
ejemplo, en Marxismo
contra Dictadura : “El
movimiento universal del proletariado como lucha por su emancipación integral
es un proceso cuya particularidad reside en que, por primera vez desde que la
sociedad envilecida existe, las masas hacen valer su voluntad conscientemente,
contra todas las clases gobernantes, mientras que en realidad la realización de
esta voluntad no es posible sino excediendo los límites sociales en vigor.
Ahora bien, las masas no pueden adquirir y fortalecer esta voluntad sino por
medio de la lucha contra el orden constituido, es decir, dentro de los límites
de este orden. Por una parte, la masa del pueblo, por la otra, una finalidad
ubicada más allá del orden social existente; por una parte la lucha cotidiana y
por otra parte la revolución, tales los términos de la contradicción”.
En Reforma y Revolución, señala los dos riesgos que
corre el movimiento socialdemócrata: “…entre renunciar a la condición de masa y
renunciar al propósito final, entre recaer al estado de secta y volcarse hacia
el movimiento reformista burgués, entre la anarquía y el oportunismo”.
De esto resulta, en el seno de la organización, revolucionaria, la
existencia de corrientes rivales, una fiel a la revolución, las otras expuestas
a tentaciones sectarias u oportunistas. Es así como la organización
revolucionaria no debe solamente fortificarse para el ataque —puesto que en
esta perspectiva cierta forma de conservadorismo es una de las condiciones para
la estabilidad necesaria—. No puede constituirse en un cuerpo absolutamente
extraño al sistema. En su propio seno libra siempre una lucha permanente contra
las desviaciones oportunistas, es decir, contra la “herencia del capitalismo”.
En sus luchas cotidianas, aún sus victorias son frutos amargos; cada
terreno conquistado “se transforma al mismo tiempo en un bastión contra los
progresos ulteriores de mayor envergadura”.
En realidad la organización no es nunca una hoja inmaculada de acero
templado. Es más bien diferencial. Esta ocupa el lugar que le
corresponde que es el que separa la clase, como sujeto teórico, de su
espontaneidad práctica y dominada. El principio del centralismo democrático es
el signo de esta posición contradictoria de la organización enraizada en el
sistema que debe destruir y superar. El centralismo democrático es la expresión
conciliadora y a la vez contradictoria de la adaptación de la espontaneidad
revolucionaria (de los militantes’ en la red centralizada de la organización.
También es evidente que jamás la cohesión de la organización revolucionaria es
tal como para permitirse atravesar sin dificultad la crisis, como si se tratara
de un cuerpo homogéneo. La crisis revolucionaria no afecta sólo el sistema que
hace bambolear, sino también a la organización que allí se ha constituido. La
crisis es para la organización la hora del gran examen y del ajuste de cuentas.
b) Para
la teoría
Así como la organización no es de acero puro, la teoría no es una ciencia
pura. En los períodos de estancamiento revolucionario aparecen, en el
movimiento obrero, tendencias cientificistas. Sería riesgoso considerar que la
teoría dice la verdad, claramente y excediendo los alcances de la historia.
Lenin se demuestra más prudente después de la insurrección de 1905: “La
práctica, corno siempre supera a la teoría”; lo cual no le
impide recordar constantemente que “la teoría de Marx es poderosa porque supera
a la verdadera” [16].
Entendemos entonces que en “como siempre”... debió precisar:
en época de crisis.
La teoría es también el signo de una diferencia entre la ideología y una
verdad hipotética. Es del orden de la “verdad relativa” que Lenin toma de
Engels. Durante la crisis revolucionaria se revela la ruptura entre ideología y
verdad, hasta allí intrincadamente mezclada y la teoría pasa a ser “el criterio
de la práctica”.
La teoría es entonces una medida posible por esa ruptura entre verdad e ideología;
pero no es la única que puede volver a ligarlas de un salto. Si bien representa
un medio para contener el conservadorismo organizativo una teoría tomada
demasiado seriamente, que pretende forzar a la historia a colocarse en los
moldes que ella misma le destina, no deja de constituir, llevada al extremo, un
peligro.
Este es el motivo por el que Lenin, aún cuando ataca a priori cualquier
problema desde un enfoque teórico no deja sin embargo de recurrir al correctivo
de la imaginación revolucionaria; él encuentra allí otro puente, si bien menos
racional en su arquitectura que el que le proporciona la teoría. Con todo,
entre la ideología y la verdad, el camino de la fantasía corre a veces paralelo
al de la teoría y revela la existencia de atajos no previstos por un trazado
riguroso. Esta es una imagen de Lenin muy diferente a la del pedagogo austero y
frío que se complacía en desairar a Rosa Luxemburgo.
“Es necesario soñar!” “Es necesario soñar” repite Lenin, y traza en pocas
líneas el cuadro burlesco de las barbitas y de los monóculo parlamentarios,
agrediendo a Rosa por esta incongruencia. El evoca a los Martinov y a los
Kritchevsk que lo perseguían con sus ataques: “¿tiene un marxista derecho a soñar?”
Él les responde con una extensa cita sobre la dialéctica fecunda del sueño y la
realidad, para concluir: “de sueños de este tipo hay desgraciadamente demasiado
pocos en nuestra organización!”
Del mismo modo que la crisis revolucionaria es la hora de la verdad para
la organización, así también ella es la hora de la verdad para la teoría. Queda
por saber el porqué.
c) Para
la formación social
Hemos indicado que la crisis revolucionaria no afecta la forma de
producción sino la formación social. Las contradicciones de la estructura de la
forma de producción constituyen el resorte de dicha crisis. El segundo criterio
leninista de la situación revolucionaria demuestra que la crisis es en realidad
la crisis de la formación social. Mediante la adhesión de las capas medias al
proletariado, la estructura social reabsorbe la superposición de las formas de
producción, cuya consecuencia es, justamente, la existencia de esas capas
intermedias. Durante la crisis, la formación social tiende asintóticamente
hacia su forma de producción dominante, que constituye su velada verdad.
En La
acumulación del capital, Rosa
Luxemburgo insiste en que el desarrollo del capitalismo entraña la
desintegración de las clases y capas intermedias. Cuanto más la formación
social capitalista elimina los vestigios del feudalismo, mayor es su tendencia
hacia la forma de producción capitalista —modelo abstracto concebido por Marx—
y más dicha desintegración toma características impetuosas. De la estructura
aparentemente sólida de la sociedad burguesa, se separan capas cada vez más
importantes, desencadenando movimientos que pueden acelerar, por la violencia
con la cual estallan, el hundimiento de la burguesía. La crisis revolucionaria
acelera el proceso, destaca las contradicciones, dejando frente a frente sólo
al proletariado y a la burguesa, al capital y al asalariado, tal como Marx los
había teóricamente distinguido, es decir, como los dos polos necesarios e
irreductiblemente antagónicos de la forma de producción capitalista.
Este es el motivo por el cual, al desencadenarse la crisis, la formación
social tiende a reducirse a su modo de producción dominante.
Una vez estudiadas con precisión las lecciones de 1905, Lenin repite
constantemente que “Los Soviets constituyen un nuevo aparato de Estado”. Ataca
con violencia a Martov, quien acepta los consejos como órganos de combate, pero
sin reconocerles la misión de convertirse en aparato de Estado. Durante la
crisis, se modifican las relaciones entre la vanguardia y los rusos. El
proletariado llega violentamente a tomar con ciencia de su condición. En el
curso de la crisis las masas aprenden en pocas horas más de lo que pudieron
aprender en veinte años. Su espontaneidad dominada y mistificada se transforma
en espontaneidad revolucionaria, fertilizada por la actividad de la vanguardia.
Son los Soviets, “la formación más pujante del Frente Único Obrero” (Trotsky),
y no el partido, los órganos del poder de la clase proletaria. Contrariamente a
lo que creen los ultraizquierdistas, y a diferencia del partido y del
sindicato, los consejos no son una organización permanente de la clase. Su
concreta posibilidad de existencia supera el contexto de la sociedad burguesa,
y su sola presencia significa, de por sí, la lucha por la toma del poder, es
decir, la guerra civil.
La crisis revolucionaria constituye entonces el punto de ruptura donde el
proletariado irrumpe realmente en la historia en su calidad de clase, donde
“las masas toman en sus manos su propio destino” y comienzan a desempeñar el
papel principal. Este es el motivo por el cual durante la crisis revolucionaria
la formación social tiende a coincidir con su modo de producción dominante, y
la organización y la teoría sufren la prueba de la práctica frente al
proletariado que, por primera vez, se conmueve y se expresa como clase.
Sin comprender el carácter específico de la crisis revolucionaria, la teoría de
la organización se extravía y delira. No siempre Rosa Luxemburgo se sustrae a
este delirio.
La crisis actúa como un catalizador por el cual se ponen de manifiesto
las diferencias: “La importancia de las crisis, escribe Lenin, reside en el
hecho de que manifiestan lo que hasta ese momento se mantenía latente,
rechazando todo lo secundario y superficial, sacudiendo el polvo de la
política, poniendo al desnudo las causas verdaderas de la lucha de clases, tal
como ella se despliega en la realidad”. Basta este doble fondo, revelado por la
irrupción violenta de procesos latentes, para dar razón de todas las imágenes y
metáforas marxistas referentes a los trabajos ocultos, entre las cuales “el
viejo topo” es la más célebre. De aquí que la percepción de la sociedad oscila
entre dos alcances. El primero es descriptivo, recuenta y registra los
fenómenos sociales, compara las reivindicaciones y los resultados electorales
de los partidos. El segundo es de orden estratégico; no se limita a alinear las
clases sino que indaga, más allá de las apariencias, en sus conflictos
profundos y decisivos “La estadística, dice Glucksmann, encuentra su clave en
la lucha de clases, pero no a la inversa”. Para proseguir con una expresión
análoga propia de Lenin podemos decir que la política reemplaza a la aritmética
por el álgebra, usa las matemáticas superiores más que las elementales. Los
burócratas se obstinan en repetir que tres es más que dos, pero en su ceguera
electoralista no alcanzan a ver que “en las viejas formaciones del movimiento
socialista se integré una sustancia nueva ; es así como aparece un nuevo
signo, el signo menos, delante de las cifras, mientras los sabios continúan
persuadiéndose que menos tres es más que menos dos” [17].
Esta algebraización en el momento de la lucha de clases
que de por sí da acceso a la estrategia, es característica del campo político.
La crisis revolucionaria se diferencia de la simple crisis económica purgativa
del sistema, en que ella es de orden político. Es dentro de
este orden que se establece sólidamente la teoría leninista de la organización.
III. La
organización como vía, de acceso a la política
1. Los
problemas posteriores a mayo
Las discusiones que sucedieron a los acontecimientos de mayo del 68 se
refieren con frecuencia al problema del partido revolucionario. En su mayor
parte para sugerir innovaciones, proponiendo “un tipo nuevo de partido”, o más
simplemente para denunciar el anacronismo del Partido abandonado a la panoplia
anticuada del bolcheviquismo.
En realidad, so pretexto de la novedad y de la actualidad, se trata de un
viejo problema del movimiento obrero que vuelve a aparecer. ¿Qué dicen hoy los
innovadores en la materia? El editorial de Temps Modernes de
mayo-junio del 68 asigna como única función al aparato del partido “coordinar
las actividades de los dirigentes locales por medio de una red de
comunicaciones e informaciones; elaborar perspectivas generales…“ En cuanto a
Glucksmann, descompuso las diversas funciones del partido (teórica política y
económica). El afirma que un movimiento revolucionario “no tiene
necesidad de organizarse como un segundo aparato de estado, su tarea no
consiste en dirigir sino en coordinar...” La afirmación es, o bien una falacia,
ya que el partido no debe erigirse jamás en aparato de estado, o bien un error,
ya que la clase en lucha debe mirar a la constitución de una dualidad de poder,
a la creación d sus propios órganos de poder centralizado, su propio estado. El
término, mal definido, de movimiento revolucionario, conserva la ambigüedad; se
llega así a una concepción de la organización en la cual son necesarios los
centros, “no para hacer la revolución, sino para coordinarla”, y donde el rol
de los “estados mayores” se esfuma en provecho de los “equipos de trabajo
formados por los especialistas”.
Algunos grupos fundamentan esta renuncia al partido de “tipo leninista”
en el hecho de que la ideología dominante, en escala mundial, no sería más la
de la burguesía, sino la del proletariado. La revolución china, en particular,
habría invertido la relación de fuerzas de modo tal que es el proletariado el
que encierra y asedia a la burguesía [18] en resumen,
la ideología proletaria es ahora la que domina, lo que hace superfluo la
delimitación estricta de la vanguardia. Es la hora del intercambio entre
diversas corrientes de vanguardia que comparten desde el principio una
ideología marxista ambiental. En realidad, todas estas hipótesis renuevan una
problemática de la cual Rossana Rossanda, en su artículo de Temps
Modernes, se revela como lúcida intérprete: “El centro de gravedad se
des plaza de las fuerzas políticas a las fuerzas sociales”.
Una de las sistematizaciones más rigurosas de esta problemática es debida
a Arthur
Rosenberg (Historia
de bolchevismo), para quien la teoría del partido es
función del estado de desarrollo del proletariado. En la época en que el
proletariado estaba débilmente desarrollado, un puñado de intelectuales funda
organizaciones conspirativas reducidas, intérpretes de la conciencia de clase
del proletariado todavía somnoliento. Así es el caso de Marx y Engels, que en
algunas oportunidades consideraron que el partido se limitaba a sus propias
personas físicas. Según Rosenberg, Lenin adopté para Rusia, cuyo proletariado
estaba aún débilmente desarrollado, el mismo tipo de partido. En una etapa
ulterior, el proletariado, desarrollado como consecuencia del auge de la gran
industria, se apropia de la teoría marxista y se compenetra con ella, pero las
organizaciones copian de ella la justificación de su propia existencia y de las
luchas reivindicativas básicas que llevan a cabo; es la época de la II
Internacional. Por último, en un tercer período, el proletariado, educado por
sus luchas, se convierte en clase revolucionaria; el papel del partido se
encuentra disminuido: no pudiendo más pretender la dirección, se contenta con
ser el simple intérprete de las aspiraciones del proletariado.
2. Los
errores del luxernburguismo
a) El
pecado de hegelianismo
En resumen: debido al desarrollo histórico del proletariado, la clase en
sí se transformará progresivamente en la clase para sí ; el sujeto teórico
de la revolución tenderá a coincidir con su sujeto político. Esta tesis se basa
sobre la problemática hegeliana del en sí y del para sí. La definición de Marx
respecto de esta tesis es la que Poulantzas califica como histérico-genética:
masa indiferenciada en sus comienzos, la clase social se organizará como clase
en sí para llegar a clase para sí. Esta problemática comete el error de
concebir la clase como sujeto práctico de la historia. El autodesarrollo
histórico de la conciencia de clase anuló el papel del partido. Ahora bien,
según Poulantzas, “si la clase es realmente un concepto, éste no indica una
realidad que pueda ser ubicada en las estructuras”. Dicho de otra manera, la
política, que es el orden al que pertenece el partido, es irreductible en lo social:
la clase, como concepto, permanece como sujeto teórico y no práctico de la historia;
la mediación del partido, por la cual ella tiene acceso a la política, le sigue
siendo indispensable.
La posición de Rosa Luxemburgo no es clara, su vocabulario y su sintaxis
traicionan con frecuencia al hegelianismo, como lo hace justamente notar Robert
París en su prefacio a la Revolución
Rusa. En el curso
de la historia, el concepto de proletariado, inicialmente alienado, se realiza
progresivamente. Por lo tanto, la revolución se plantea como un sujeto oculto,
y las alternativas de la lucha de clases no son más que sus manifestaciones.
Cada derrota, cada error, cada revés, se interpretan como momentos necesarios
en el proceso de realización del concepto. De aquí resulta, con entera
evidencia, el papel totalmente secundario que juega la organización de vanguardia:
“el único sujeto al cual incumbe hoy el papel directivo es el no
colectivo de la clase obrera, que reclama resueltamente el
derecho de cometer ella misma los errores. .
.
b)
Confusión de lo teórico u lo político
Esta concepción cripto-hegeliana de la historia se manifiesta bajo otro
aspecto. Rosa Luxemburgo señala en La
acumulación del Capital una
depuración progresiva de la formación social que hace visible la forma de
producción. Y constata una polarización creciente de las clases
alrededor de la burguesía y del proletariado. De esta evolución ella deduce
directamente el desarrollo de la conciencia de las clases enfrentadas.
Confunde así el nivel teórico de análisis y el nivel político, al deducir
el segundo del primero: es lo que Lukács llama la sobrestimación del carácter
“orgánico” de las luchas de clases. Si la formación social coincide con la
forma de producción, la política, se disuelve en la teoría, la táctica en las
estanterías. En la época del imperialismo no hay más guerras de liberación nacional;
en la época de la revolución proletaria no hay concesiones hacia el
campesinado. En realidad, allí está la dimensión política que falta a Rosa
Luxemburgo. Ella cree en el “refuerzo creciente de la conciencia de clase
del proletariado” ; existiría una evolución gradual de la conciencia de
clase, durante la cual la autonomía organizativa del partido sólo es necesaria
en un momento dado dentro del proceso de desalienación del proletariado (el
tiempo que este último necesita para percibir el papel histórico que encarna).
A causa de esta confusión de niveles, Rosa Luxemburgo subestima los
factores políticos e ideológicos y su función. No es suficiente que las clases
estén polarizadas al extremo para que sus intereses revolucionarios se expresen
espontáneamente ; ellas pueden permanecer aún mucho tiempo bao el encanto
de la ideología burguesa, cuya función es, precisamente, enmascarar las
relaciones de producción. Sólo la crisis revolucionaria disuelve esta ideología
y pone al descubierto los mecanismos. En la crisis, la ideología burguesa
revela su desnudez; los intentos autojustificativos de la burguesía, y las
tentativas para hipostasiar la historia terminan en el fracaso. En mayo, la
burguesía francesa sólo tiene como disfraz la mediocridad de las ampulosidades
académicas, y la prosa gris y brutalmente reaccionaria de un Papillón. Pero si
ella consigue mantenerse en el poder después de la crisis, se presenta con una
nueva fachada, y vuelve a poner en acción sus mecanismos de seducción
ideológica, que actúan como un disolvente de la cohesión de la clase obrera.
Quienes hoy hacen de los sucesos de mayo un acta de nacimiento (de la
espontaneidad revolucionaria del proletariado que sucede a su espontaneidad
dominada), no hacen más que extrapolar un momento político preciso : el de
la crisis revolucionaria Ellos teorizan su propia sorpresa y su propia
maravilla, tanto más grandes porque no imaginaban la posibilidad de una crisis
semejante. Al hacer esto, dejan el terreno de la política para entrar en el de
la nieta política, posición que los acerca a la de Rosa Luxemburgo.
c) La
teoría de la organización-proceso
La teoría luxemburguesa de la organización-proceso es la consecuencia de
los residuos del hegelianismo y de la confusión de lo teórico con lo político.
Rosa se obstinará, fuera de toda lógica, en plantear la organización como un
producto histórico: “también en el movimiento socialdemócrata, la organización
es un producto histórico de la lucha de clases en el cual la
socialdemocracia simplemente introduce la conciencia política”. En otra
oportunidad ella definió la socialdemocracia como “el movimiento
propio de la clase obrera”. Insistiendo sobre la agresión de las
contradicciones del capitalismo, y confiando en el proletariado y en su espontaneidad
revolucionaria, ella sólo concibe la organización como la confirmación del
estado de desarrollo de la clase, y como el agente susceptible de catalizar su
condensación. En esta perspectiva, la dimensión organizativa no tiene densidad.
Definir la socialdemocracia como el movimiento propio de la clase, revela una
concepción mecanicista más que política. Si los bolcheviques hubieran adoptado
semejante concepción, habrían tenido que esperar la autorización del Congreso
de los Soviets para desencadenar la insurrección. Sin embargo, sólo la
vanguardia organizada podía comprender que la fecha de la insurrección debía
anticiparse al congreso y desencadenarla efectivamente.
Todos los esfuerzos de Lenin en materia de organización están,
precisamente, consagrados a evitar la confusión entre el partido y la clase. En
el ¿Qué
Hacer? él insiste sobre el hecho de que el movimiento
puramente obrero es incapaz de elaborar por sí mismo una ideología
independiente, y que todo empequeñecimiento de la ideología socialista implica
un fortalecimiento de la ideología burguesa ; que “el desarrollo
espontáneo del movimiento obrero termina por subordinarlo a la misma”, lo que
significa “la dominación ideológica de los obreros por la burguesía”. Más
precisamente, en Un
paso adelante, dos pasos atrás (en inglés aquí) toda la
discusión con Martov sobre el párrafo 1 de los estatutos tiene
por finalidad la distinción clara y neta entre clase y partido. La amplia
difusión de la afiliación al partido “comporta una idea de desorganización,la
confusión de la clase y del partido”.
Rosa
Luxemburgo Cuestiones organizativas de la socialdemocracia rusa [¿Leninismo o
marxismo?] (1904)
Más adelante, Lenin retorna la fórmula utilizada por Martov, según la
cual “el partido es el intérprete consciente de un proceso inconsciente”, para
concluir : “esto está bien porque es un error querer que cada huelguista
pueda titularse miembro del partido ; puesto que si cada huelga no fuera
la expresión simple y espontánea de un poderoso instinto de
clase, sino la expresión consciente del proceso que
lleva a la revolución social., entonces nuestro partido se identifica
inmediatamente de un solo golpe, con toda la clase
obrera, y en consecuencia terminaría de un solo golpe con toda la sociedad
burguesa”. Sólo en la crisis revolucionaria el partido y la clase tienden a
fusionarse, porque en ese momento la clase toma parte en forma masiva en la
lucha política. El partido es el instrumento por el cual la clase
revolucionaria mantiene su presencia en el nivel político como
una amenaza permanente para la burguesa y su estado. Pero la crisis
revolucionaria, al abrir el campo político a la clase como tal, transforma
cualitativamente la vida política. Es por ello que las organizaciones ven
llegar a la crisis como su prueba de fuego, y que en la crisis, la práctica
tiene prioridad sobre la teoría.
La política leninista se instaura en esta relación dialéctica entre clase
y partido. Ninguno de los dos términos es reducible al otro. Los que minimizan
el papel de la organización no la conciben sino en función de coyunturas
precisas, del mismo modo que los que proponen normas organizativas diferentes
para los períodos de legalidad e ilegalidad, Lenin la concibió de una manera
diferente, determinando así una continuidad de los principios organizativos
relativos a la tarea del partido : la lucha por el
derrocamiento del estado burgués, punto de apoyo de la formación social
capitalista Este objetivo sitúa también al partido en el orden de lo
político ; es el Estado, como regulador de las relaciones de producción,
lo que está fundamentalmente en juego en la lucha política, En este contexto
invariante, el partido dispone de un margen de adaptación en lo que respecta
a sus tareas inmediatas, pero nunca está definido en relación
a estas, sino siempre en función de su tarea fundamental.
Toda revisión de los principios leninistas de la organización procede, en
uno u otro aspecto, de un deslizamiento fuera del campo político, mientras que
en realidad es sólo en este campo que se arman y se enfrentan los protagonista
de la crisis revolucionaria y donde se encuentra su objetivo : el Estado.
Rosa Luxemburgo ilustra con frecuencia su concepción de la evolución histórica
del proletariado por un pasaje de la inconsciente a lo consiente; “lo inconsciente
precede a lo consciente y la lógica del proceso histórico objetivo precede a la
lógica subjetiva de sus protagonistas”. En realidad, más allá del esquema
simplista del consciente y el inconsciente concebidos como atributos
respectivos del partido y la clase, la problemática leninista alcanza la
reinterpretación freudiana donde la oposición consciente-inconsciente está
sustituida por la oposición “yo coherente” ”elementos rechazados”, en la que el
inconsciente es un atributo común a los dos términos. De esta
manera, en la problemática leninista de la organización no hay un trayecto
continuo del en sí al para sí, del inconsciente al consciente.
El partido no es la clase en pie de guerra, él permanece expuesto a las
incertidumbres, a los balbuceos teóricos y al inconciente. El expresa el hecho
de que en una formación social capitalista, no habría clase “para sí” como
realidad sino sólo como proyecto, si no fuera por la mediación
del partido. Lukács lo destacaba vigorosamente en su artículo sobre Lenin:
“sería forjar vanas ilusiones contrarias a la verdad histórica, imaginar que la
conciencia de la clase, genuina y susceptible de conducir a ésta a la toma del
poder, pueda nacer en el seno del proletariado, sin choques ni regresión, como
si el proletariado pidiera ideológicamente compenetrarse poco a poco de as
vocación revolucionaria según una línea clasista”. Por otra parte,
esta es la razón por la cual la crisis revolucionaria, según la misma Rosa
Luxemburgo, no se produce nunca demasiado pronto y siempre demasiado pronto.
Nunca demasiado pronto porque las premisas económicas y la existencia del
proletariado están necesariamente reunidas; siempre demasiado pronto porque las
premisas políticas y la plena conciencia de sí del proletariado no está nunca
cumplidas totalmente. Así resulta que el partido pueda estar armado para
derrocar al estado burgués, pero esto no le basta para afrontar las
responsabilidades posteriores a la crisis.
3. La
especificidad de lo político
¿En qué consiste para Lenin la lucha política sobre la que insiste incesantemente?
Ante todo, él se empeña en explicar qué no es: “Es inexacto afirmar que la
realización de la libertad política es tan necesaria al proletariado como el
aumento de los salarios... Su necesidad es de otro orden, no es la
misma, es de un orden mucho más complejo”. Este es el
campo del álgebra al que se refirió en un pasaje anterior. Sin cesar, Lenin
lucha contra la reducción del orden político al orden económico, contra todo lo
que pueda restar interés a la lucha de clases.
El corrige la Rabotchaiü Myal para quien “lo político
sigue siempre a lo económico”; él fustiga el Rabotchéje Dielo que
“deduce los objetivos políticos de las luchas económicas”.
Pero más allá de esta posición, Lenin, más que definirlo, habla de lo
político.
En realidad, el terreno político no se forma de golpe, sino que se constituye con la estructuración de las mismas fuerzas políticas. Es por eso que “la expresión más vigorosa, más completa, y la que mejor define la lucha de clases políticas es la lucha de los partidos”. Por medio de esta lucha cuyo objetivo es el Estado, se instaura la especificidad de lo político, que es el punto en que irrumpe la crisis revolucionaria.
Esta especificidad permite definir el sujeto político con mayor precisión
excluyendo todo determinismo riguroso de la economía. Lenin permanece siempre
vigilante al papel original que pueden desempeñar ciertas fuerzas políticas,
sin proporción, a veces, con sus verdaderas bases sociales. Este papel no
depende sólo de las raíces sociales sino también del lugar ocupado en la
estructuración específica del campo político. De esta manera resulta
comprensible, con total ortodoxia leninista y sin recurrir a extrapolaciones
sociológicas, el papel jugado en mayo por los estudiantes. En un artículo
sobre Las
tareas de la juventud revolucionaria, Lenin ya
determinaba que: “La división en clases es con toda seguridad el cimiento más
profundo de la agrupación política; evidentemente es siempre esta división de
clases que al fin de cuentas determina esta agrupación. Pero
éste al fin de cuentas lo establece la lucha política
sola”.
Así resulta que, contrariamente a todo fatalismo, la iniciativa del
sujeto político contribuye al desencadenamiento de una, crisis revolucionaria
cuyo desenlace aún depende en parte de él. La lección correlativa es que la
riqueza de lo político mezcla las cartas: su complejidad hace que el
desencadenamiento, es decir, el pretexto de la crisis, no se da casi nunca
donde se lo espera “lógicamente”. Por esto el partido debe vigilar todo el
horizonte social, “cultivar todos los terrenos, aún los más viejos, los más
estériles, los más corrompidos en apariencia”, convencido de que
“si se cierra una salida, se podrá siempre encontrar otro camino, a veces el
nula imprevisible”.
Estos vuelcos, estas explosiones repentinas, inesperadas, que pueden tomar desprevenida la organización revolucionaria víctima de sus anteojeras y prejuicios, constituye la característica política cuando la crisis revolucionaria aflora donde nadie la prevée. Los sucesos de mayo ilustraron su estructuración específica, ofreciendo una imagen desalienada y sin mutilaciones de la política, una imagen seductora para todos los que la imagina con un rostro austero. Amputada por los partidos tradicionales, truncada por la lucha sindical, política y antiimperialista, política, descuartizada y saqueada no era más que un lamentable títere. Nanterre inició la recomposición del rompecabezas y restituyó a la política su función totalizadora, por la cual la crisis puede herir y minar el conjunto de contradicciones. Cuando la política está hecha trizas, la crisis revolucionaria está dividida, cargada brecha a brecha, dominada frente tras frente.
4.
Estrategia del proletariado y de la burguesía
Para la burguesía, las formas de la dominación política son secundarias
en relación a su dominación económica. El poder político de la burguesía puede
tomar la forma del fascismo, del bonapartismo o de la democracia parlamentaria.
Pero, estratégicamente, ella se sitúa a nivel de lo económico: “la dominación
económica lo es todo para la burguesía, mientras que la forma de dominación
política es una cuestión de último orden”. Mantenerse sobre el terreno de la
lucha económica es intentar derrotar a la burguesía en su propio campo es por
esto que Lenin insiste repetidamente en el ¿Qué hacer?, que
“la política tradeunionista de la clase obrera es precisamente la politica
burguesa de la clase obrera.”
Por el contrario, el lugar estratégico del proletariado es el terreno político.
Las estructuras políticas burguesas concentran y reproducen todas las formas de
esclavitud del proletariado el cual, como lo subraya el Manifiesto, es
la primera clase en la historia dominada bajo todos los aspectos (económico,
ideológico y político), cuando, en la época de su evolución política, la
burguesía ya poseía el poder económico. En consecuencia, las luchas
estratégicas del proletariado en su condición de clase, son luchas políticas.
Que es justamente lo que entrevió Rosa Luxemburgo cuando señaló en varias
oportunidades que no se pueden separar artificialmente las luchas
reivindicativas de las luchas políticas, y que no hay huelga de masas puramente
económica. Con todo, ella no extrae de estas consideraciones todas sus
consecuencias, quedando también con relación a este punto rezagada con respecto
a la comprensión táctica de Lenin. Refiriéndose a su crítica de la sustitución
de la Asamblea Constituyente en el invierno de 1917, Lukács sugiere que ella
concibió la revolución proletaria bajo las formas estructurales de la
revolución burguesa.
Conclusión
Los malentendidos entre Lenin y Rosa Luxemburgo no son simples
escaramuzas aisladas sino que manifiestan la existencia de dos problemáticas
diferentes donde se enfrentan la dialéctica marxista y la dialéctica hegeliana.
Una es política, la otra metapolítica. Para nosotros, aún reconociendo que Rosa
ha contribuido en muchos aspectos al enriquecimiento de la teoría
revolucionaria, únicamente la problemática leninista permite plantear realmente
los problemas de la organización. De aquí resultan para el futuro inmediato dos
puntos fundamentales:
1. No se
puede disociar la elaboración de una estrategia revolucionaria de la estrategia
de la estructuración de una organización revolucionaria. Ambas se condicionan
recíprocamente. La estrategia revolucionaria es la condición de efectividad de
la organización, pero la organización es la condición de existencia de la
estrategia. Si es cierto que la validez de una consigna depende de la relación
de las fuerzas que la sustentan, la existencia de la organización y su
desarrollo transforma las condiciones de formulación de las consignas.
2. Todo
trabajo de organización debe tender a la construcción de un partido. Esto no
significa que la existencia de un partido cuidadosamente organizado deba ser
una condición previa a la lucha revolucionaria. Pero, en virtud de los
principios leninistas, se debe tender a la constitución de ese partido, Sí no
se lo toma como un fin exterior a la práctica inmediata, sino como un horizonte
que orienta y condiciona esta práctica, ningún sistema de organización quedará
suspendido en el vacío sino que tenderá a adaptarse a los principios. Así como
en la lucha revolucionaria, en la estructuración de la organización el
movimiento no lo es todo; el fin que se le asigna vuelve a actuar sobre el
carácter y la evolución del mismo movimiento.
Notes
[1] N. Poulantzas, Pouvoir politique et classes
sociales p. 11. Editorial Masperó (Nota : existe una versión
castellana en Ed. Siglo XXI, México).
[5] Lukács : Histoire et conscience de Classe, p.
101, Ed. de Minuit (Nota : existe una versión castellana en Grijalbo que
fue traducida por Manuel Sacristán).
[18] Cf. el artículo de los militantes de los
C. A. Vincennes-Sorbona : Aprés mai, Ed. Masperó, pp. 21, 23 y
28.
I. La posición leninista
Obras completa de V.I. Lenin
Marx,
Engels y la cuestión del Partido
Rosa
Luxemburgo y la cuestión nacional (primera parte)
Rosa Luxemburgo: Marxismo contra dictadura
Espartaco, 1946.
El
marxismo contra la dictadura (Rosa Luxemburg).
El folleto de Rosa Luxemburg, que reproducimos aquí, fue publicado por el
New Prometheus en 1934 y su impresión se agotó rápidamente. Nos fue
imposible encontrar los originales alemanes o rusos a partir de los cuales se
tradujeron los artículos que publicamos, y nos gustaría agradecer al editor W.
Epstein, quien autorizó esta edición, ya Lucien Laurat, que nos permite la
reproducción de Textos que recogió y prólogo. Aplazamos su deseo al
publicar su prefacio de 1934, que conserva todo su valor y que aumentamos de un
prefacio que subraya la evolución de los hombres y las cosas durante los
acontecimientos políticos y sociales que han trastornado al mundo. En los
últimos años. Sp.
Esta nueva edición, doce años después de la primera,
exige un nuevo prefacio. Los eventos que hemos experimentado desde 1934,
fecha de la primera edición, corroboran en conjunto la tesis central expuesta
por Rosa Luxemburg, según la cual el leninismo y el reformismo [1] , tan
opuestos como se parecen, Tienen esta tendencia común a tratar a los
trabajadores como una masa amasadora. Ambos condujeron a la dictadura de
un "líder" investido con discreción e imponiendo a la masa su
voluntad absoluta, en una palabra, lo que ahora se llama
totalitarismo. Rosa Luxembourg ha discernido las semillas durante más de
cuarenta años, y es en nombre del marxismo que denuncia estas
aberraciones tan fundamentalmente contrarias al espíritu socialista. No
sabemos cómo calificar la obstinación que algunos escritores, desde M. Francois
Mauriac hasta Georges Izard, identifican con el marxismo con el
totalitarismo. Parecen ignorar que todos los grandes teóricos marxistas de
renombre internacional: Kart Kautsky, Emile Vandervelde, Rodolphe Hilferding,
Karl Renner, George Plekhanov (y pasamos por alto) denunciaron a Rosa
Luxembourg la doctrina totalitaria de Lenin como absolutamente contraria a los
principios de la El marxismo.
La publicación de este folleto fue necesaria en 1934 para
proporcionar a los socialistas, comprometidos con la democracia, armas contra
las dos corrientes totalitarias de nuestro tiempo: el revolucionario verboso
infundido con un espíritu dictatorial, y el revisionismo sin principio ni
restricción, que se tradujo en Época por la frase "Orden, autoridad,
nación". El portavoz de la primera corriente, el Sr. Jean Zyromski,
se unió hoy al pliegue del totalitarismo estalinista; el de la otra
tendencia, el Sr. Marcel DATE, evolucionó hacia el totalitarismo
hitleriano. Nada ilustra mejor el parentesco de estos dos extremos que la
aventura de Jacques Doriot. Leninista al cien por cien hasta 1934 (recuerda
el noveno ¡Febrero!) Y líder del Partido Comunista junto con
Maurice Thorez, ciertamente no lo previó, rompiendo con el estalinismo y
poniéndose al servicio de Hitler, que algún día encontraría un acuerdo con su
ex compañero. y rival, ambos trabajando desde 1939 hasta 1941, por la derrota
de la democracia y Francia, ya que sus respectivos jefes habían concluido un
pacto de amistad.
Hay una magnífica continuidad de puntos de vista en
el trabajo de Rosa Luxemburg. Al insistir en la absoluta necesidad de la
actividad propia de las masas trabajadoras en su lucha por el
socialismo y en la reversión de las relaciones entre los líderes y la masa
contra lo que había sucedido en la revolución burguesa, Rosa Luxemburgo niega a
los jefes el derecho de imponer sus puntos de vista a las masas por falsedad,
coerción y terror. A aquellos que deseen insinuar que ella habría cambiado
de opinión al final de su carrera militante, recordaremos su folleto de
septiembre. 1918 sobre la
revolución rusa, donde ella critica amargamente la
supresión de las libertades públicas por parte del bolchevismo y el programa de
Espartaco escrito por ella quince días antes de su muerte, donde encontramos
este pasaje significativo:
"La revolución proletaria no necesita terror
para lograr su objetivo, tiene asesinato en el odio y el horror. No
necesita estos medios de lucha porque no lucha contra individuos, sino contra instituciones,
porque no trae a la arena de ilusiones ingenuas cuya perla debe ser vengada en
el mundo, la sangre. "
El bolchevismo hizo exactamente lo
contrario. Desde la primera edición de este folleto, el terror ha
empeorado en Rusia. Después mencheviques "liquidados" y
eseristas, el terror estalinista ha destruido toda la vieja guardia
leninista. El infame juicio que tuvo lugar a partir de agosto de
1936, costó la vida Zinoviev Kamenev, Tomsky (que logró suicidarse),
Preobrazhensky, Piatakov, Bujarin, Rykov, por nombrar los principales. Y,
en agosto de 1940, el propio Trotsky fue asesinado en la
Ciudad de México. Ya no hay ninguno de los compañeros de Lenin en
armas. El totalitarismo triunfa en todo su horror, la población de Rusia
en su conjunto se reduce a la esclavitud.
No cambiemos las responsabilidades: fue el marxismo
el que denunció desde el principio, ya
en 1904, las semillas de este dañino
desarrollo (el siguiente estudio de Rosa Luxembourg lo
demuestra), y es el mayor marxista del XX. º siglo,
aquellos cuyos nombres hemos citado anteriormente, que creen que el bolchevismo
no tiene nada que ver con el marxismo. Se nos permitirá juzgar que en esta
materia la competencia de Kautsky, Vandervelde, Hilferding, etc. es superior a
la de M. Francois Mauriac y Georges Izard.
A los ojos de Rosa Luxemburg y de todos los
marxistas, es la masa organizada, ilustrada y disciplinada en sí misma en su
organización política la que impulsa la lucha por el socialismo. Rosa
Luxemburg, con razón, sospecha de las masas no organizadas, los seguidores, de
aquellos que se contentan con depositar su papeleta cada cuatro o cinco años en
la urna y que, mientras tanto, pierden interés en la vida pública [ 2] . También ella
culpa a los diputados reformistas [3] por
querer "emanciparse del control e influencia de las organizaciones del
Partido" y "apelar a las masas electorales amorfas y no organizadas". En
este punto, nuevamente, el reformismo y el bolchevismo son hermanos gemelos,
cada uno de los cuales prefiere una masa de seguidores a una masa consciente:
mientras que los "revolucionarios profesionales" del leninismo especulan
sobre esta masa amorfa para dirigirla, a menudo por En medio de consignas
engañosas, en acciones violentas, los reformistas profesionales del
bernsteinismo ven en esta misma masa la materia prima ideada para sus campañas
electorales, durante las cuales no declaran precisamente verdades puras y
profundas.
Las reacciones ciegas de estas masas sin educación,
ya sean insurreccionales o electorales, pueden poner en riesgo a la democracia
y preparar el lecho del totalitarismo: hemos visto en Alemania desde 1932-1933, donde
la embestida de estas masas desesperadas, liderada por los nazis y los
comunistas por su acción a la vez parlamentaria y extraparlamentaria, termina
siendo la razón de la República de Weimar.
Hoy en día, en Francia, sobre la cual todavía se
avecina la amenaza totalitaria, y en otros países europeos, la pregunta surge
bajo una luz diferente a la de Rosa Luxemburgo, que escribió los estudios que
vamos a analizar. leer. El funcionamiento de nuestras instituciones desde
la liberación, y en particular la ley electoral, exime a los diputados del
control de los votantes y hace que las organizaciones de los partidos estén más
o menos liberadas de la voluntad del electorado, a la que el sistema de listas
rígidas no permite designar, él mismo sus representantes. Al observador
superficial le puede parecer que las críticas hechas hoy contra este sistema
expresan preocupaciones similares a las de los berninianos alemanes, los
turatistas italianos y los jauressistas franceses, de que Rosa Luxemburgo lucha
en este folleto. (p.39)
Pero al examinar esta pregunta más de cerca, hay
diferencias significativas entre la situación de entonces y la de hoy. Los
partidos que Rosa Luxemburgo tenía en mente estaban organizados
democráticamente, las tendencias se enfrentaron libremente y sus miembros
podían decidirse por sí mismos y decidir la política a seguir con plena
libertad y con pleno conocimiento de los hechos. Estas condiciones no se
dan en algunos partidos de trabajadores de la Período1944-1946. Incapaces
de expresar su oposición dentro de su partido debido a su estructura
totalitaria, muchos activistas organizados solo pueden expresar su reprobación
en su calidad de votantes: el referéndum del 5 de mayo se
ha manifestado en Francia. La libertad de decisión de la mayoría de los
votantes aparece aquí como un correctivo indispensable para las inclinaciones y
los métodos totalitarios de los partidos.
Por otro lado, en tiempos difíciles, especialmente
después de una guerra, la llegada masiva de novatos a los partidos reduce la
madurez y el nivel intelectual de los partidos: ya se había visto en el momento
de la escisión en Tours (1920) y las consecuencias de
mayo-junio de 1936, y ahora estamos viendo el mismo
fenómeno. Los adherentes de la última hora no adquieren la madurez necesaria
en el momento en que se pegan los sellos en su nueva tarjeta: incluso
organizados, mantienen durante algún tiempo las reacciones ciegas e
irreflexivas que caracterizan a la masa amorfa y no organizada.
Rosa Luxemburgo, con razón, sospechaba de la gran
masa de seguidores no organizados, cuya ignorancia era la base, la contraparte,
incluso la justificación, de las concepciones totalitarias profesadas por los
leninistas y por los reformadores en cuanto a las relaciones entre las masas y
los líderes. Un rebaño ciego e ignorante obviamente necesita un pastor y
un perro, ya sea que se llame Guépéou o Gestapo. Esta desconfianza
mostrada por Rosa Luxembourg con respecto a la masa amorfa todavía está en
orden. Pero hoy hay un hecho nuevo: una gran parte de esta masa
amorfa de seguidores ha dejado de estar desorganizada, se está reclutando en
partidos totalitarios de obediencia fascista o bolchevique. Encerrada y
encerrada, ella sigue ciegamente las consignas más estúpidas y contradictorias,
disfruta de la feliz adoración de un "hijo de la gente" o de un
"padre de la gente", y nunca discute instrucciones dadas.
Este nuevo hecho que Rosa Luxemburg no pudo saber
desde que los precursores de los nazis lo asesinaron en enero de 1919, debería
solicitar toda la atención de los militantes de nuestros días e instarlos a que
lo piensen. En este breve prefacio, simplemente lo señalamos, señalando,
sin embargo, que este análisis debe, ante todo, explicar por qué una
fracción tan grande de las masas populares de nuestros días consienten en
despojarse de toda la dignidad humana postrándose a sí mismos antes”.
jefes En nuestra opinión, la explicación de este fenómeno deberá serlos
cambios en la estructura social del mundo del trabajo en las últimas décadas,
particularmente como resultado de la guerra de 1914, la crisis
de 1929 y la última conflagración mundial.
La observación de la realidad nos obliga así a
afirmar que la dialéctica de la historia ha revertido, en este punto, la
posición de Rosa Luxemburgo en cuanto a las relaciones entre la masa organizada
en los partidos y la masa no organizada. En la medida en que los partidos
tienen una estructura totalitaria y donde sus partidarios aceptan esta
estructura y se adaptan a ella, la masa organizada cae al nivel de la masa
amorfa que permanece en los márgenes de la organización, y las organizaciones
pierden el derecho a reclamar A la preeminencia sobre lo organizado.
⁂
Francia y Europa aún no son inmunes a una nueva
experiencia totalitaria. Después de la derrota del totalitarismo fascista,
otro totalitarismo nos amenaza. Pero la democracia y los partidos que
realmente y sinceramente afirman que no pueden resistir con éxito este otro
peligro totalitario a menos que comiencen extirpando los últimos rastros del
virus totalitario en su propio pecho y prohibiendo cualquier compromiso con
ellos. Los enemigos de la libertad. Y si nos dicen que el Partido
Comunista es "todavía" un partido de los trabajadores, responderemos
que el partido nazi también se llamó a sí mismo "partido de los
trabajadores" y que incluso contó con millones de trabajadores genuinos en
sus filas. Trabajadores genuinos pero mal orientados, como los del Partido
Comunista. Y, sin embargo, ningún partido que afirme que el socialismo
hubiera pensado en considerar la unidad con los nazis. Por otro lado, el Partido
Comunista Alemán ha realizado más de una vez el frente unido
con los hitlerianos ... contra la democracia social en el poder. ¿Lo
habríamos olvidado?
París, junio de 1946.
1. Jump up↑ En
este momento, el término "reformismo" es tan confuso que creemos que
es útil definirlo. El socialismo científico llama al reformismo el sistema
de ideas defendido a fines de siglo por el socialdemócrata Edward Bernstein,
según el cual el capitalismo se transformará automáticamente en un nuevo régimen
social y económico gracias a la acumulación gradual e insensible de reformas a
fines de siglo. la pequeña semana Esta idea implica abandonar el objetivo
socialista y lo que hoy llamamos "reformas estructurales". Si el
movimiento socialista adopta las ideas de Bernstein, debería limitarse a
enmendar y replacer el orden existente en lugar de cambiar sus fundamentos e ir
más allá.
Si bien condenamos el reformismo tal como lo acabamos de definir, el
socialismo científico obviamente no condena la lucha por las reformas, no
importa cuán pequeñas sean, siempre que las circunstancias no permitan la
promoción de reformas a mayor escala que transgredan el marco capitalista. Finalmente,
debe notarse que ningún teórico socialista digno de ese nombre ha descrito
nunca como "reformista" la idea de que esta transformación social no
puede ocurrir de la noche a la mañana y se extenderá por un período bastante
largo.
2. Ir↑ Aquí,
Rosa Luxemburgo fue menos consistente consigo misma: a veces (ver el folleto
sobre la huelga de masas, que data de 1907, y su intervención en el programa
Spartacus - 1 st de enero de 1919) exalta el papel de las
organizaciones no organizadas y las organizaciones recién formadas, que
constituyen la fracción menos ilustrada de la masa proletaria.
Rosa
Luxemburgo. La Huelga de masas, partido político y los sindicatos (1906)
Rosa
Luxemburg. La huelga de masas, el partido político
y los sindicatos. (1906)
y los sindicatos. (1906)
Rosa
Luxemburg. Nuestro Programa y la Situación Política. (Diciembre de 1918)
Rosa
Luxemburgo. El Programa de Espartaco. ¿Qué quiere la Liga Espartaco? Nuestro
programa y la situación política 1918
Rosa
Luxemburgo. Reforma o revolución
REFORMISMO
DE MARXISMO Y LENINISMO
PREFACIO
A LA PRIMERA EDICION
Hay escritos cuya relevancia aumenta a medida que envejecen. Los
tres estudios de Rosa Luxembourg que hemos recopilado en este pequeño volumen
son de este número.
El primero: cuestiones
organizativas de la socialdemocracia rusa , data de
1904; la segunda , esperanzas
decepcionadas (en castellano aquí) se
publicó al mismo tiempo, mientras que la tercera, Libertad
de crítica y ciencia, apareció a fines de 1899, hace treinta y
cinco años.
¿Por qué pensamos que era necesario presentar estas "cosas
viejas" al público socialista de 1934?
En la sociedad actual, derrocada por los terremotos de los últimos veinte
años, un joven ardiente y ansioso está creciendo, devorado por un "mal del
siglo", que recuerda en muchos aspectos al que Alfred de Musset describió
hace cien años. Evolución y síntomas. Este joven no se resigna a expiar
las faltas de sus padres. No es ella quien ha hecho que nuestro mundo sea
tan inhabitable, no es ella quien construyó esta sociedad que hace de su
existencia una cadena ininterrumpida de privación material, decepción
intelectual y sufrimiento moral. Ella quiere "eso cambia" y está
a punto de enfrentarse al asalto de la fortaleza social llamada capitalismo,
ya socavada, pero todavía formidable.
La fracción más consciente de esta juventud ya está agrupada bajo las
banderas socialistas. Ella sabe el propósito que quiere lograr, y muchos
folletos le permiten familiarizarse rápidamente con las ideas esenciales del
socialismo científico. La lección de las cosas en la crisis actual le
facilita la comprensión de los objetos socialistas. Así que ella sabe lo
que ella Quiere, pero ella sabe mucho menos bien cómo debería
quererlo. Este defecto, también lo comparte con la mayoría de los
activistas adultos: las diferencias en los métodos a utilizar están
lejos de ser liquidadas en la Internacional de los Trabajadores.
Las divergencias en los métodos se relacionan sobre todo con la conquista
del poder, la democracia y la dictadura, la legalidad y la violencia; y
estas discusiones son tan fascinantes que muchos socialistas se olvidan de
pensar en un problema aparentemente secundario de un aspecto bastante sobrio y
por lo tanto prohibitivo: la cuestión de la forma de la organización
proletaria.
Muchos socialistas, especialmente los jóvenes, tienden a creer que no hay
conexión entre la doctrina socialista y la organización socialista, que esta
última depende, sin ninguna consideración de la doctrina, de las necesidades
tácticas y estratégicas del momento. . Uno imagina que uno puede apretar
la organización socialista hasta el punto de militarizarla bajo la égida de un
comité oculto y transformar a todo el Partido en un vasto cuartel.
Los artículos de Rosa Luxembourg recopilados en este volumen disuadirán a
quienes lo crean.
Al leerlos, se apreciará que la cuestión de la organización, tan remota
que parece a primera vista de todas las consideraciones de la doctrina, está
íntimamente conectada con la totalidad de las ideas del socialismo científico.
La famosa frase de Marx: "La
emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores" (y aquí) no es una
fórmula simple para la agitación. Contiene la quintaesencia de lo que
distingue al socialismo científico del socialismo utópico: nadie, ni filántropo
ni dictador, no importa cuán excelentes sean sus intenciones, puede ofrecer el
socialismo a los trabajadores en una meseta. Deben conquistarla, y para
conquistarla, el coraje y la valentía no son suficientes, ni la creencia en la
promesa socialista de un programa demagógico (hubo, entre los que llevaron a
Hitler al poder, innumerables personas ¿Quién
tomó en serio el socialismo nacional? El coraje y la
valentía deben unirse, no la creencia y el misticismo. Pero el conocimiento
y la educación. Mientras la gran masa no tenga este conocimiento y
educación, podrán hacer tantas revoluciones como desee, estas revoluciones no
serán socialistas y no conducirán al socialismo, incluso si los socialistas las
dirigen.
El último
"Testamento" de Lenin o Carta al Congreso del Partido Comunista de
Rusia bolchevique (22 dic. 1922 - 4 enero 1923)
¿Quién tomó en serio
el socialismo nacional?
La cuestión de las
nacionalidades o "Autonomización" 31 de diciembre de 1922
Es sobre la base de estas consideraciones, que son el ABC del marxismo,
que Rosa Luxembourg extrae sus conclusiones sobre lo que debe ser la
organización socialista. Esta organización debe poder desarrollar lo más
posible la conciencia socialista de los trabajadores y permitirles aprender de
la experiencia de sus luchas. Esto implica dentro del Partido (todo esto,
por supuesto, también para el movimiento sindical) un máximo de democracia.. Sin
embargo, el movimiento socialista tiene que luchar; La democracia también
debe coexistir con una centralización suficiente de la acción con una
disciplina sin la cual no es posible una acción concertada. Pero la
centralización y la disciplina solo pueden concebirse sobre la base de la
democracia más amplia; sin esta democracia, el primer imbécil podría
coronarse a sí mismo como "líder histórico de la revolución mundial",
nombrar y destituir a los "líderes", al igual que
"histórico", el proletariado de diferentes países, y estos líderes
nacionales nombran a sus líderes. Recorrido por los sub-jefes regionales y
locales sin preocuparse por lo que piensan las primeras partes interesadas: los
trabajadores.
Podemos ver que la democracia defendida por Rosa Luxembourg descansa
sobre una base mucho más sólida que las famosas "grúas metafísicas"
de las que se burlaba Paul Lafargue. Es una condición no
sinusoidal de la eficacia de la lucha de clases proletaria y la
orientación socialista de esta lucha. Dado que esta lucha no puede
volverse más efectiva y tomar una orientación socialista cada vez más
consciente que proporcionalmente al desarrollo intelectual de los trabajadores,
y que este desarrollo intelectual está sujeto a la libertad de crítica y la
discusión más amplia, la democracia demuestra ser Ser la base indispensable de
la organización socialista.
Estas ideas Rosa Luxembourg defiende contra Lenin y el ala reformista de
la socialdemocracia. Así diametralmente opuestos a la concepción de Lenin
y de la Reforma, ambos siguen imbuidos de la idea del socialismo utópico de
querer sustituir la propia acción de los trabajadores, la omnipotencia de una
elite que forma y da forma. Le gusta la masa de trabajadores como "masa
para amasar". Y aquellos que lean atentamente el segundo estudio de
este folleto: Masse
y Chefs (en
castellano aquí) no tendrán
ningún problema en reconocer, a la luz del análisis de Rosa Luxembourg, que las
concepciones leninista y reformistas de las relaciones entre la masa y los
líderes son Muy relacionado con la concepción burguesa.
Hemos pensado que sería útil agregar a los dos estudios citados un
artículo en el que Rosa Luxemburgo define los límites de la
libertad de crítica: la democracia no es sinónimo de anarquía. Aquí
nuevamente, el lector encontrará poderosos argumentos hoy válidos contra el
"neo" que hace treinta y cinco años contra los amigos de Edward
Bernstein.
No basta con afirmar y demostrar científicamente una tesis. Hay que
confrontarlo con la realidad. Desde que Rosa Luxemburg escribió estos
artículos, sus puntos de vista sobre la cuestión organizativa han sido probados
a prueba de fuego; Lenin tuvo la oportunidad de aplicar sus principios
prácticamente en Rusia.
Después de la conquista del poder en octubre de 1917 por el bloque
bolchevique de izquierda y socialista-revolucionario, los principios leninistas
de organización se extendieron desde el Partido hasta los sindicatos, el
movimiento cooperativo, los soviets y el aparato estatal entero. Menos de
un año después de la Revolución de octubre, los izquierdistas socialistas
revolucionarios, aliados del día anterior, sufrieron las mismas persecuciones
que los otros partidos. Es cierto que en esta situación problemática,
donde el régimen recién instalado tuvo que enfrentar las amenazas más
formidables, la invasión del imperialismo alemán y el ataque de las clases
privilegiadas caídas, las medidas de austeridad eran inevitables. En su
folleto sobre la Revolución
Rusa [1], escrito
en septiembre de 1918, Rosa Luxembourg reconoce la legitimidad de las medidas
de defensa tomadas por la Revolución rodeada por sus enemigos. Pero se
levanta contra la supresión de la democracia, estigmatiza la confusión
de ideas y actos.. Si es inevitable y necesario castigar a quienes,
por sus acciones, ponen en peligro al régimen, es inconcebible y pernicioso que
la causa socialista intente triunfar sobre ideas opuestas sofocándolas y
encarcelando a quienes las expresan. Porque el socialismo solo puede ser
el trabajo de una clase de trabajadores lúcidos e iluminados, y los
trabajadores pueden adquirir estas cualidades solo en libertad, que siempre es
"la libertad de quien piensa de otra manera". "No por
fanatismo por" justicia ", sino porque todo lo que es instructivo,
saludable y purificador en la libertad política es eso, y pierde su efectividad
cuando" libertad " se convierte en un privilegio. "
A lo largo de los años, el "privilegio" de la libertad solo se
otorgó a un círculo cada vez más pequeño de personas. La guerra civil
había terminado, la amenaza extranjera había sido evitada, las terribles
sacudidas del comunismo
de guerra y la hambruna de 1921. Nada justificaba las medidas excepcionales
que Rosa Luxemburgo había otorgado en su folleto de septiembre de 1918, la
circunstancia atenuante de la fatalidad histórica. Pero lejos de
aligerarse, la dictadura se fue reduciendo cada vez más en las clases
trabajadoras. En medio de la guerra civil, las diferentes tendencias
socialistas no bolcheviques todavía tenían el derecho precario pero efectivo de
participar en las elecciones soviéticas; Martov, líder de los
mencheviques, fue miembro del Soviet de Petrograd y de la revista The
Communist International.En 1920 incluso publicó un discurso que
pronunció. Desde 1927, incluso los comunistas inconformes que reclaman el
"leninismo", pero que lo interpretan de otra manera que Stalin, se
ven reducidos a elegir entre el exilio, la prisión, incluso la muerte, y la
confesión confesada, y por lo tanto insincera sus "errores y
desviaciones", que se toman en consideración solo si se trata de una dosis
masiva de genuflexiones y elogios a la dirección de la persona del
dictador. Incluso el derecho a guardar silencio no se concede. Deben
humillarse, postrarse ante un hombre, si no quieren exponerse a las peores
persecuciones.
Nadie se asombrará por el hecho de que Rosa Luxemburg, a la luz de lo que
había descubierto en las ideas de Lenin desde 1904, pudo en 1918, apenas diez
meses después de la Revolución de octubre, participar en la crítica despiadada
de la cual Hablamos y cuyas previsiones están ahora confirmadas punto por
punto.
Desde la muerte de Lenin, las tendencias corrosivas del ultra centralismo
dictatorial, de las cuales Rosa Luxemburg había denunciado las semillas en su
artículo de 1904 y los brotes en su folleto de 1918, florecieron por
completo. La guerra de los diadoques terminó con la victoria completa de
uno, que hoy reduce a todos los demás a su misericordia. Las relaciones
entre la masa y los jefes, ¡el jefe! ya que solo hay uno de ellos, son los
que existen entre la "arcilla blanda" y el "impresionante
arquitecto social". Los trabajadores ya no tienen ningún derecho, y
sus innumerables deberes se resumen en el de la obediencia absoluta. El
principio según el cual se puede mentir a la misa para tratarla como a una niña
"a quien se le permite ocultar la verdad" se aplica hoy en la URSS en
general como en la Internacional Comunista.
Obviamente, sería un error descartar la responsabilidad de Lenin por este
desagradable desarrollo en Rusia, por una desastrosa situación económica, por
la aniquilación total de todas las libertades de los trabajadores y, a nivel
internacional, por la quiebra de la llamada Internacional Comunista. Al no
poder detallar aquí en detalle las causas de esta degeneración, nos limitaremos
a observar que la concepción leniniana de la organización es solo la expresión
del atrasado estado económico, social y político de Rusia. Esta concepción
del centralismo dictatorial nunca podría haber encontrado ninguna aplicación
práctica, y mucho menos materializarse en una dictadura tan absoluta, exclusiva
y personal como la que se ha estado librando desde 1928, si no hubiera encontrado
un territorio extremadamente favorable en el mundo. Circunstancias sociales
rusas, especialmente en la falta de madurez de la masa de trabajadores.
Archivo de Stalin.
⁂
En los antiguos países capitalistas, los rígidos principios organizativos
de Lenin nunca han
podido conquistar a la mayoría de los trabajadores organizados. Fue desde
el momento en que se decidió imponerlos por la fuerza a los partidos comunistas
occidentales (1924: "Bolchevización") que comenzó el descenso
irremediable de la Internacional Bolchevique. La clase obrera organizada
de estos países está demasiado interesada en su libertad y autodeterminación
para aceptar el gobierno de un dictador, ya sea que se proclame a sí mismo
"líder de la revolución mundial" o "más adelante " .de
una revolución nacional”. Las tendencias hacia la organización dictatorial
solo se encuentran en esta fracción de las masas populares que todavía no está
suficientemente penetrada por la conciencia socialista: entre los elementos
recientemente proletarizados y desclasificados, entre los "no
organizados" (tan queridos por la CGTU) y en algunos jóvenes, cuyo
conocimiento y conciencia de su dignidad personal aún no están en el apogeo de
su ardor revolucionario. Pero, ¿cuál es el valor de un ardor
revolucionario que no percibe que la libertad es imposible de conquistar si las
personas aceptan ciegamente las órdenes de un "líder", sometiéndose a
su voluntad en lugar de considerarlo como el órgano ejecutivo de su propias
aspiraciones? Con tal estado mental, uno solo puede hacer revoluciones que
conduzcan a la esclavitud.
En el estudio: misa y líderes,
(en castellano aquí) Rosa
Luxemburgo tuvo cuidado de subrayar que la inversión de la relación entre los
líderes y las masas en movimiento socialista, la formación de una masa en
movimiento en sí es un proceso dialéctico, una tendencia Mucho
más que una realidad. Incluso hoy, treinta años después, debemos tener
cuidado de no prestar a esta masa milagrosa las cualidades que no tiene. Es
una masa de humanos que no hay razón para suponer que está
libre de los defectos de los que toda la humanidad es responsable. Y si
los líderes, el fürher y el duci están lejos
de ser superhombres, sería irracional creer que la masa está compuesta solo de
genios.
En la actualidad, la mayor parte de esta masa, una elite separada,
ciertamente no es capaz de lograr un socialismo integral, y aún tendrá muchas
experiencias por recorrer antes de adquirir la madurez necesaria para dirigir o
controlar efectivamente Una economía mixta. Sería traicionar a los
trabajadores y sembrar ilusiones peligrosas para ocultarlos. Tienes que
decirles que hagan algo sobre esta debilidad. Que consienten por el
momento el pensamiento, la realidad de nuestros días lo demuestra bien, que la clase
capitalista es todavía menos capaz que ellos de dirigir algo.
No olvidemos, sin embargo, que la masa ha hecho un inmenso progreso
intelectual a lo largo de medio siglo. Seguirá formando y produciendo una
élite cada vez más numerosa, a condición de que encuentre, gracias a su
organización democrática, todas las posibilidades de un desarrollo
fructífero de su espíritu crítico y su capacidad de juicio. Querer imponer
una doctrina y tácticas determinadas con el pretexto de que aún no es
importante, como lo es la práctica de los leninistas de todos los matices, es
frenar, o incluso detener el proceso de su maduración, rechazarlo en la
oscuridad. Del misticismo y en la abyección del culto a las personas.
Quienes lo hacen pueden imaginar que están construyendo el socialismo
"para las masas". Pero como el socialismo es imposible de lograr
de esta manera, demoran, por el bien de una ilusión estéril, el desarrollo real
que solo puede hacer que los trabajadores sean capaces de edificar el nuevo
mundo.
"Ni Dios, ni César, ni Tribuna" pueden traer, y hasta ahora han
traído felicidad a la humanidad.
Lucien laurat.
Yo
Una tarea original y sin precedentes en la historia del socialismo ha
recaído en la socialdemocracia rusa: la tarea de definir una táctica
socialista, es decir, consistente con la lucha de clases del proletariado, en
un país dominado por Todavía la monarquía absoluta. Cualquier comparación
entre la situación rusa actual y Alemania de 1878-1890, cuando las leyes de
Bismarck contra los socialistas estaban en vigor, se ve afectada por la base
porque tiene en mente al régimen policial y no al régimen político, los obstáculos
que la ausencia de libertades democráticas creadas por el movimiento de
masas solo tiene una importancia relativamente menor: incluso en Rusia, el
movimiento de masas ha logrado derribar las barreras del orden absolutista y
darse a sí mismo su "constitución", Aunque precarios,
"trastornos de la calle". Él podrá perseverar de esta manera
hasta la victoria completa sobre el absolutismo.
La principal dificultad con que se enfrenta la lucha socialista en Rusia
radica en el hecho de que la dominación de clase de la burguesía está
oscurecida por la dominación de la violencia absolutista; lo que
inevitablemente da a la propaganda socialista de la lucha de clases un carácter
abstracto, mientras que la agitación política inmediata es principalmente de
carácter democrático-revolucionario. La ley contra los socialistas en
Alemania tendía a sacar la constitución de la constitución solo a la clase
obrera y en una sociedad burguesa altamente desarrollada, donde los
antagonismos de clase ya habían florecido por completo en las luchas
parlamentarias. Así es como residía el absurdo y la locura de la empresa
bismarckiana. En Rusia, lo contrario es el caso:
Esta circunstancia modifica de una manera particular, no solo la cuestión
del trasplante de la doctrina socialista en suelo ruso, no solo el problema de
la agitación, sino también el de la organización.
En el movimiento socialdemócrata, a diferencia de las viejas experiencias
del socialismo utópico, la organización no es el producto
artificial de la propaganda, sino el producto de la lucha de clases, a la que
la socialdemocracia simplemente da. Conciencia política.
En condiciones normales, es decir, donde la dominación política
plenamente constituida de la burguesía precedió al movimiento socialista, fue
la propia burguesía la que creó en gran medida los rudimentos de la cohesión
política de la clase obrera. "En esta fase, dice el Manifiesto Comunista, la unificación
de las masas trabajadoras no es la consecuencia de su propia agitación por la
unidad, sino el contragolpe de la unificación de la burguesía
". "En Rusia, la socialdemocracia está obligada a proporcionar a
través de su intervención consciente todo un período del proceso histórico y
dirigir al proletariado, como una clase consciente de sus objetivos y decidió
retirarlos de la lucha del estado" “atomizado ", que es la base del
régimen absolutista hacia la forma superior de organización. Esto hace que
el problema de la organización sea particularmente difícil, no tanto por el
hecho de que la socialdemocracia debe proceder a esta organización sin poder
expresar las garantías formales ofrecidas por la democracia burguesa, que
debido a que es necesario Como Dios el Padre, saca esta organización del vacío.
La tarea por la cual la socialdemocracia rusa ha estado luchando durante
varios años consiste en la transición desde el tipo de organización de la fase
preparatoria, donde la propaganda es la principal forma de actividad, los
grupos locales y los pequeños círculos no están relacionados entre sí, la
unidad de una organización más grande, como lo requiere la acción política
concertada en todo el territorio del Estado. Pero como la perfecta
autonomía y el aislamiento habían sido las características más marcadas de la
forma ahora obsoleta de organización, era natural que el lema de la nueva
tendencia que abogaba por una vasta unión fuera el centralismo. La
idea del centralismo fue el motivo dominante detrás de la brillante
campaña de tres años de Iskra .Para culminar en el congreso de
agosto de 1903 que, aunque cuenta como el segundo congreso del Partido
Socialdemócrata, fue efectivamente la asamblea constituyente. La misma
idea se había apoderado de la joven elite de la socialdemocracia en Rusia.
Pero pronto, en el propio congreso y aún más después del
congreso, tuvimos que convencernos de que la fórmula del centralismo era
lejos de abarcar todo el contenido histórico y la originalidad del tipo de
organización que necesita la socialdemocracia. Una vez más, se ha
demostrado que ninguna fórmula rígida puede ser suficiente cuando se trata de
interpretar desde un punto de vista marxista un problema del socialismo, aunque
sea un problema relacionado con la organización del partido. .
El libro del camarada Lenin, uno de los líderes y activistas más
destacados de Iskra: un
paso adelante, dos pasos atrás, es la
exposición sistemática de los puntos de vista de la tendencia ultra
centralista del partido ruso. Este punto de vista, que se expresa con
un vigor y espíritu de consecuencias sin paralelo, es el de un centralismo
despiadado que establece como un principio: por un lado, la selección y la
constitución en un cuerpo separado de revolucionarios activos y en perspectiva
frente a la masa no organizada, aunque revolucionaria que los rodea, y, por
otra parte, una disciplina severa, en cuyo nombre los centros gobernantes del
Partido están directa y resueltamente involucrados en todos los asuntos de las
organizaciones locales del Partido. Basta con decir que, según la tesis de
Lenin, el Comité Central, por ejemplo, tiene el derecho de organizar todos los
comités locales del Partido y, en consecuencia, de nombrar a los miembros
efectivos de todas las organizaciones locales. Ginebra a Lieja y Tomsk a
Irkutsk.
Es precisamente en esta unión del centralismo más riguroso de la
organización y el movimiento socialista de masas que Lenin ve un principio del
marxismo revolucionario, y aporta varios argumentos en apoyo de esta
tesis. Pero tratemos de mirarlo más de cerca.
No se puede dudar de que, en general, una fuerte tendencia hacia la centralización es inherente a la
democracia social. Al crecer en el terreno económico del
capitalismo, que es centralista en su esencia y que lucha en el marco político
de la gran ciudad burguesa, centralizada, la
democracia social es fundamentalmente hostil a cualquier manifestación de
particularismo o federalismo nacional. Su misión es representar, dentro de las fronteras de un Estado, los
intereses comunes del proletariado, como clase, y oponerse a estos intereses
generales a todos los intereses individuales o grupales. La democracia social tiene la tendencia
natural a para unir a todos los grupos de trabajadores en un solo partido,
independientemente de las diferencias nacionales, religiosas o profesionales
entre estos miembros de la misma clase. Ejemplo, el caso en la monarquía
austrohúngara. Desde este punto de vista, no cabe duda de que la
socialdemocracia rusa no debe constituir un conglomerado federado de
innumerables nacionalidades y particularismos locales, sino un partido único
para todo el imperio. Pero es otra cuestión que surge, la del grado de
centralización que puede ser apropiado, teniendo en cuenta las condiciones
actuales dentro de la democracia social unificada y una rusa.
Desde el punto de vista de las tareas formales de la socialdemocracia
como partido de lucha, el centralismo en su organización aparece a primera
vista como una condición de cumplimiento de la cual el poder de combate y la
energía del Partido dependen directamente.
Sin embargo, estas consideraciones de carácter formal, que se aplican a
cualquier partido de acción, son mucho menos importantes que las condiciones
históricas de la lucha proletaria.
En la historia de las sociedades basadas en el antagonismo de las clases,
el movimiento socialista es el primero en explicar, en todas sus fases y en
todo su curso, la organización y la acción directa y autónoma de las masas.
En este sentido, la democracia
socialista crea un tipo de organización totalmente diferente a la de
los movimientos socialistas anteriores, por ejemplo, los movimientos del tipo jacobino-blanquista.
F.
Engels. El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna
Escrito: Por
Engels en junio de 1874
Marx,
Engels y la cuestión del Partido
Lenin parece subestimar este hecho cuando, en el libro citado (página
140), expresa la opinión de que el socialdemócrata revolucionario no sería más
que un jacobino indisolublemente vinculado a la organización del
proletariado que asumió conciencia de sus intereses de
clase. Para Lenin, la diferencia entre el socialismo democrático y el
blanquismo se reduce al hecho de que hay un proletariado organizado y con
conciencia de clase en lugar de un puñado de conspiradores. Olvida que esto
implica una revisión completa de las ideas sobre organización y, en
consecuencia, una concepción completamente diferente de la idea del
centralismo, así como las relaciones recíprocas entre la organización y la
lucha.
El blanquismo no tenía en mente la acción inmediata de la clase obrera y,
por lo tanto, podía prescindir de la organización de las masas. Al
contrario: como las masas populares no debían entrar en escena en el momento de
la revolución, mientras que el trabajo de preparación se refería solo al
pequeño grupo armado para el golpe, el éxito mismo de la trama requería que los
iniciados se inclinaran a Distancia de la misa popular. Pero esto también
era posible y factible porque no existía un contacto íntimo entre la actividad
conspirativa de una organización blanquista y la vida cotidiana de las masas
populares.
Al mismo tiempo, las tácticas, así como las tareas concretas de la
acción, se improvisan libremente por inspiración y sin El contacto con el
terreno de la lucha de clases elemental, se pudo arreglar en sus detalles más
minuciosos y tomó la forma de un plan determinado de antemano. Por
supuesto, se dedujo que los miembros activos de la organización se
transformaron en simples órganos ejecutivos de las órdenes de una voluntad
fijada por adelantado fuera de su propio campo de actividad, en instrumentos de
un Comité Central. De ahí esta segunda particularidad del centralismo conspirativo: la sumisión
absoluta y ciega de las secciones de la Parte a la autoridad central y la
extensión de la autoridad de esta última a la periferia extrema de la
organización.
Radicalmente diferentes son las condiciones de la actividad de la
socialdemocracia. Surge históricamente de la lucha de clases
elemental. Y se mueve en esta contradicción dialéctica que es solo durante
la lucha que el ejército del proletariado es reclutado y que se da cuenta de
los objetivos de esta lucha. La organización, el progreso de la conciencia
y la lucha no son fases particulares, separadas en el tiempo y mecánicamente,
como en el movimiento blanquista, sino en los aspectos contrarios de un mismo
proceso. Por un lado, aparte de los principios generales de la lucha, no
hay una táctica ya elaborada en todos sus detalles y un Comité Central podría
enseñar a sus tropas como en un cuartel. Por otro lado, los altibajos de
la lucha, durante la cual se crea la organización.
Como resultado, el centralismo socialdemócrata no puede basarse en la
obediencia ciega o la subordinación mecánica de los militantes al centro del
Partido. Por otro lado, no puede haber particiones herméticas entre el
núcleo proletario consciente, enmarcado sólidamente en el Partido, y las capas
ambientales del proletariado, ya arrastradas a la lucha de clases y en las que
la conciencia de clase aumenta cada vez día mas El establecimiento del
centralismo sobre estos dos principios; la ciega subordinación de todas
las organizaciones hasta el más mínimo detalle, en relación con el centro, que
solo piensa, trabaja y decide para todos, y la estricta separación del
núcleo organizado del ambiente revolucionario, como lo entiende Lenin, nos
parece una transposición mecánica de los principios organizativos blanquistas
de los círculos conspirativos al movimiento socialista de las masas
trabajadoras. Y nos parece que Lenin define su punto de vista de una
manera más sorprendente de lo que cualquiera de sus oponentes se hubiera
atrevido a hacer, cuando define a su "socialdemócrata-revolucionario"
como un "jacobino" vinculado a la organización del
proletariado que ha tomado conciencia de sus intereses de clase ". En
verdad, la democracia social no está vinculada a la organización de la clase
obrera, es el movimiento propio de la clase obrera. El
centralismo de la socialdemocracia debe por tanto ser Una naturaleza
esencialmente diferente del centralismo blanquista. Solo puede ser la
concentración imperativa de la voluntad de la vanguardia consciente y militante
de la clase obrera con respecto a sus grupos e individuos. Es, por así
decirlo, un "autocentralismo" de la clase dominante del proletariado,
es el gobierno de la mayoría dentro de su propio Partido.
Este análisis del contenido real del centralismo socialdemócrata ya
muestra que las condiciones indispensables para su realización no existen
plenamente en la Rusia actual: la existencia de un contingente bastante grande
de trabajadores ya educados por la lucha política, y el Posibilidad de que
desarrollen su propia acción por influencia directa en la vida pública (en la
prensa del Partido, en congresos públicos, etc.).
Esta última condición no puede realizarse solo en la libertad
política; en cuanto a lo primero, la formación de una vanguardia
proletaria consciente de sus intereses de clase y capaz de orientarse en la
lucha política, es solo en el proceso de eclosión y para acelerarla. Lo que
debe hacerse con todo el trabajo de agitación y organización socialista.
Es aún más sorprendente ver a Lenin profesar la opinión contraria: está
convencido de que todas las condiciones previas para la constitución de un
partido obrero poderoso y fuertemente centralizado ya existen en Rusia. Y
si, en un estallido de optimismo, proclama que ahora "esto ya no es el
proletariado, sino algunos intelectuales de nuestro Partido, que carecen de
autoeducación en el espíritu de organización y disciplina. "(P.145), y si
glorifica la acción educativa de la fábrica, que acostumbra al proletariado
a" disciplina y organización "(p.147), todo esto prueba una vez más.
Es una concepción demasiado mecánica de la organización socialista.
La disciplina que Lenin tiene en vista está inculcada en el proletariado
no solo por la fábrica, sino también por los cuarteles y el burocratismo
actual, en resumen, por todo el mecanismo del estado burgués centralizado.
Es abusar de las palabras y engañarse a uno mismo para designar con el
mismo término "disciplina" dos nociones tan diferentes como, por un
lado, la ausencia de pensamiento y voluntad en un cuerpo con mil manos y mil
piernas, realizar movimientos
automáticos y, por otro lado, la coordinación espontánea de las acciones políticas
conscientes de una comunidad. ¿Qué pueden tener en común la docilidad bien
ordenada de una clase oprimida y el levantamiento organizado de una clase que
lucha por su completa emancipación?
No es a partir de la disciplina impuesta por el estado capitalista al
proletariado (después de haber sustituido simplemente por la autoridad de la
burguesía la de un comité central socialista), es solo por extirpación. La
última raíz de estos hábitos de obediencia y servilismo que la clase obrera
puede adquirir el sentido de una nueva disciplina, de la autodisciplina
libremente consentida por la socialdemocracia.
Se sigue además que el centralismo, en el sentido socialista, no puede
ser una concepción absoluta, aplicable a cualquier fase del movimiento
obrero; más bien, debe considerarse como una tendencia que
se convierte en una realidad a medida que las masas trabajadoras desarrollan y
educan a las masas durante su lucha.
Por supuesto, la ausencia de las condiciones más necesarias para la
completa realización del centralismo en el movimiento ruso puede representar un
gran obstáculo.
Nos parece, sin embargo, que sería un gran error pensar que se podría
sustituir "provisionalmente" el poder absoluto del Comité Central
actuando de alguna manera por "delegación" tácita a la dominación,
aún inalcanzable, de la mayoría de los trabajadores consciente en el Partido, y
reemplazar el control público ejercido por las masas trabajadoras sobre los
órganos del Partido por el control invertido del Comité Central sobre la
actividad del proletariado revolucionario.
La historia misma del movimiento obrero en Rusia nos ofrece muchas
pruebas del valor problemático de un centralismo similar. Un centro
todopoderoso, dotado de un derecho ilimitado de control e interferencia, según
el ideal de Lenin, caería en el absurdo si su competencia se redujera a
funciones puramente técnicas .Como la administración del
fondo, la distribución del trabajo entre propagandistas y agitadores, el
transporte clandestino de material impreso, la circulación de publicaciones
periódicas, carteles circulares. Uno entendería el propósito político de
una institución con tales poderes solo si sus fuerzas estuvieran dedicadas al
desarrollo de una táctica de combate uniforme y si asumiera la iniciativa de
una gran acción revolucionaria. Pero, ¿qué aprendemos de las vicisitudes a
través de las cuales el movimiento socialista en Rusia ha llegado tan
lejos? Las inversiones tácticas más importantes y fructíferas de los
últimos diez años no han sido la invención de algunos líderes y menos órganos
centrales, pero siempre han sido el producto espontáneo del movimiento
efervescente.
Así sucedió con la primera etapa del movimiento verdaderamente proletario
en Rusia, que puede datarse de la huelga general espontánea de San Petersburgo
en 1896, que marca el comienzo de una era de luchas económicas de las masas
trabajadoras. Así fue de nuevo para la segunda fase de la lucha: las
manifestaciones callejeras, cuya señal fue dada por la agitación espontánea de
los estudiantes de San Petersburgo en marzo de 1901. El siguiente punto de
inflexión en las tácticas que se abrieron fondos Fue marcado en 1903 por la
huelga general en Rostov-on-Don: otra explosión espontánea, porque la huelga se
transformó "de sí misma" en manifestaciones políticas con la
agitación en la calle de las grandes reuniones. Populares al aire libre y
discursos públicos, que los revolucionarios más entusiastas se habrían atrevido
a soñar unos años antes.
En todos estos casos, nuestra causa ha hecho un tremendo
progreso. Sin embargo, la iniciativa y la dirección consciente de las
organizaciones socialdemócratas desempeñaron un papel insignificante. Esto
no puede explicarse por el hecho de que estas organizaciones no estaban
especialmente preparadas para tales eventos (aunque esta circunstancia también
podría contar para algo); y menos aún por la ausencia de un aparato
central todopoderoso como defiende Lenin. Por el contrario, es altamente
probable que la existencia de un centro de administración similar solo pueda
aumentar el desorden de los comités locales al acentuar el contraste entre el
ataque impetuoso de la masa y la posición cautelosa de la comunidad social democracia. Se
puede decir, además, que este mismo fenómeno, el papel insignificante de la
iniciativa consciente de los órganos centrales en la elaboración de tácticas,
se observa en Alemania y en todas partes. En líneas generales, las
tácticas de lucha de la socialdemocracia no son, en general,
"inventar"; es el resultado de una serie ininterrumpida de
grandes actos creativos de la lucha de clases, a menudo espontánea, que busca
su camino.
Lo inconsciente precede a lo consciente y la lógica del proceso histórico
objetivo precede a la lógica subjetiva de sus protagonistas. El papel de
los órganos de gobierno del Partido Socialista es en gran medida conservador:
como lo demuestra la experiencia, cada vez que el movimiento obrero conquista
un nuevo territorio, estos órganos lo harán a sus límites más
extremos; pero al mismo tiempo, transformarlo en un bastión contra el
progreso posterior de mayor escala.
La táctica actual de la socialdemocracia alemana se estima universalmente
por su flexibilidad y, al mismo tiempo, por su firmeza. Pero esta táctica
solo denota una admirable adaptación del Partido, en los detalles más
minuciosos de la acción diaria, a las condiciones del sistema parlamentario: el
Partido ha estudiado metódicamente todos los recursos de este campo y sabe cómo
aprovecharla, sin derogar sus principios. Y, sin embargo, la perfección de
esta adaptación ya cierra horizontes más amplios, uno tiende a considerar las
tácticas parlamentarias como inmutables, como las tácticas específicas de la
lucha socialista. Por ejemplo, nos negamos a examinar la cuestión
planteada por Parvus sobre los cambios de tácticas que deben considerarse en el
caso de la abrogación del sufragio universal en Alemania; la
socialdemocracia. Esta inercia se debe, en gran parte, al hecho de que es
muy difícil definir, en el vacío de la especulación abstracta, los contornos y
las formas concretas de las conjunciones políticas que aún no existen y, en
consecuencia, las imaginarias. Lo que importa para la socialdemocracia
obviamente no es la preparación de una orden lista para futuras tácticas, lo
importante es mantener la evaluación histórica correcta de las formas de lucha
correspondientes a cada una. Dado el momento de la lucha y la inevitabilidad
del agravamiento de las tensiones revolucionarias desde el ángulo del objetivo
final de la lucha de clases.
Pero al otorgarle al cuerpo gobernante del partido poderes absolutos de
naturaleza negativa, como Lenin lo quiere, solo refuerza en grado
muy peligroso el conservadurismo naturalmente inherente a este órgano. Si
la táctica del Partido no es el Comité Central, sino todo el Partido donde, aún
mejor, todo el movimiento obrero. Está claro que las secciones y las
federaciones necesitan esta libertad de acción que, por sí sola, permitirá
utilizar todos los recursos de una situación y desarrollar su iniciativa
revolucionaria. El ultra centralismo defendido por Lenin nos parece
impregnado, no con un espíritu positivo y creativo, sino con la mente estéril
del vigilante nocturno. Toda su preocupación tiende a controlar la
actividad del partido, no impregnarla; reducir el movimiento en lugar de
desarrollarlo; para contenerlo, no para unificarlo.
Una experiencia similar sería doblemente arriesgada para la
socialdemocracia rusa en las circunstancias actuales. Es en la víspera de
las batallas decisivas que la revolución entregará al zarismo; se
comprometerá, o más bien: ya está involucrado en una fase de actividad creativa
intensificada en términos de tácticas y, lo cual es evidente en un período
revolucionario, en una fase donde su esfera de influencia es se expandirá y se
moverá espontáneamente y a pasos agigantados. Intentar en un momento así
encadenar la iniciativa del Partido y rodearlo con una red de alambre de púas
es hacer que no pueda realizar las formidables tareas del día.
Todas las consideraciones generales que acabamos de exponer sobre la esencia
del centralismo socialista no son suficientes para elaborar un proyecto de
estatuto apropiado para la organización del Partido Ruso. En última
instancia, un estado de este tipo solo puede ser determinado por las
condiciones bajo las cuales la acción de la Parte tiene lugar en un período
determinado. Y, como en Rusia, es un primer intento de establecer una gran
organización del proletariado, es dudoso que un estado, cualquiera que sea,
pueda pretender de antemano la infalibilidad; Primero debe someterse a la
prueba de fuego.
Pero lo que tenemos derecho a deducir de la idea general que hemos hecho
de la organización de la socialdemocracia es que el espíritu de esta
organización incluye, especialmente al comienzo del movimiento de masas, La
coordinación, la unificación del movimiento, pero de ninguna manera su sumisión
a un reglamento rígido. Y, siempre que el Partido sea penetrado por este
espíritu de movilidad política que debe complementarse con una estricta
fidelidad a los principios y al deseo de unidad, podemos estar seguros de que
la experiencia práctica corregirá las incongruencias de estatus, por muy
desafortunada que sea. su escritura Porque no es la letra, sino el
espíritu vivo del que los militantes activos lo penetran, lo que decide el valor
de esta o aquella forma de organización.
II
Hasta ahora hemos examinado el problema del centralismo desde el punto de
vista de los principios generales de la socialdemocracia y, en parte, desde el
punto de vista de las condiciones particulares de Rusia. Pero el espíritu
de cuartel del ultra centralismo defendido por Lenin y sus amigos no es
producto de errores fortuitos: está vinculado a la lucha contra el oportunismo,
impulsado por Lenin incluso en el terreno más meticuloso. Detalles de la
organización.
Es una pregunta, dice Lenin (p.52), de forzar un arma más o menos afilada
contra el oportunismo. Y el arma debe ser tanto más efectiva como las
raíces del oportunismo son más profundas”.
De la misma manera, Lenin ve en los poderes absolutos que atribuye al
Comité Central y en el muro que erige alrededor del Partido, un dique contra el
oportunismo cuyas manifestaciones específicas, en su opinión, provienen de la
inclinación innata de la Intelectual hacia el autonomismo y la desorganización,
de su aversión a la disciplina estricta y de todo el necesario
"burocratismo" en la vida del Partido.
Según Lenin, no es con el intelectual, permaneció individualista e
inclinado a la anarquía, incluso cuando se ha adherido al socialismo, con quien
se encuentra esta renuencia a someterse a la autoridad absoluta de un comité
central, mientras que el auténtico proletario recurre a su instinto de clase,
una especie de placer con el que se abandona a las garras de una dirección firme
y a todos los rigores de la disciplina despiadada. "El burocratismo
opuesto a la democracia", dice Lenin, "no significa nada más que el
principio organizador de la socialdemocracia revolucionaria opuesta a los
métodos organizacionales oportunistas" (151). Insiste en que el mismo
conflicto entre las tendencias centralizadoras y las tendencias autonomistas es
evidente en todos los países donde el socialismo revolucionario y el reformismo
se oponen. Desde Alemania la cuestión de la autonomía que se otorgará a
los colegios electorales. Esto nos lleva a verificar los paralelos que
establece Lenin.
Comencemos observando que la exaltación de las facultades innatas a las
que se ofrecerían los proletarios con respecto a la organización socialista y
la desconfianza de los intelectuales, no son en sí mismas la expresión de una
mentalidad "marxista revolucionaria". »; Por el contrario,
podría demostrarse fácilmente que estos argumentos son similares al
oportunismo.
El antagonismo entre los elementos puramente proletarios y los
intelectuales no proletarios es el emblema ideológico bajo el cual se unen: el
semi-anarquismo de sindicalistas puros en Francia con su antiguo eslogan:
"Cuidado con los políticos". el sindicalismo Inglés
llena de desconfianza de los "soñadores socialistas", y por último,
si nuestra información es correcta, este "economicismo puro" que
predicó una vez en las filas de la socialdemocracia rusa, el grupo que imprimió
Contrabandea en San Petersburgo la revista Pensée ouvrière .
Sin lugar a dudas, no se puede negar que en la mayoría de los partidos
socialistas en Europa occidental existe un vínculo entre el oportunismo y los
intelectuales, y entre el oportunismo y las tendencias descentralizadoras.
Pero nada es más contrario al espíritu del marxismo, a su método de
pensamiento histórico-dialéctico, que a separar los fenómenos de la base
histórica de la que surgen y hacer esquemas abstractos de alcance
absoluto general.
Al razonar de manera abstracta, solo podemos reconocer que el
"intelectual", al ser un elemento social que proviene de la burguesía
y ajeno al proletariado, puede adherirse al socialismo no en virtud, sino a
pesar de su sentimiento de clase. Es por eso que está más expuesto a las
oscilaciones oportunistas que el proletario que encuentra en su instinto de
clase un punto de apoyo revolucionario muy confiable, siempre que mantenga la
conexión con su entorno de origen, la clase obrera. Sin embargo, la forma
concreta asumida por la inclinación del intelectual hacia el oportunismo, y especialmente
la manera en que esta inclinación se manifiesta en cuestiones relacionadas con
la organización, depende en cada caso del entorno social concreto.
Los fenómenos observados en la vida del socialismo alemán, francés o
italiano, a los que se refiere Lenin, se derivan de una base social claramente
determinada, del parlamentarismo burgués. Y como este parlamentarismo es,
en general, el vivero específico de todas las tendencias oportunistas actuales
del socialismo de Europa occidental, también engendra en particular las
tendencias desorganizadoras del oportunismo.
El parlamentarismo, como lo tenemos en Francia, Italia y Alemania, no
solo hace ilusiones. Conocido del oportunismo actual: la sobrevaloración
de la importancia del trabajo de reforma, la colaboración de clases y partidos,
el desarrollo pacífico, etc. Pero aún así, al separar a los intelectuales
de los trabajadores de las filas del Partido Socialista y al colocarlos, como
parlamentarios, en cierta medida por encima de los trabajadores, el parlamentarismo
crea un terreno fértil para el desarrollo práctico de estas ilusiones. Por
último, el progreso del movimiento obrero hace del parlamentarismo un trampolín
para la carrera política, y es por eso que muchos fracasos ambiciosos y numerosos
del mundo burgués se ven bajo la bandera del Partido Socialista.
Es a todas estas circunstancias que debe atribuirse la tendencia conocida
del intelectual oportunista de los partidos socialistas de Europa occidental a
desorganizar e indisciplina.
Otra fuente bien definida de oportunismo contemporáneo es la existencia
de un movimiento socialista altamente desarrollado y, en consecuencia, una
organización con medios e influencia considerables. Esta organización
constituye un baluarte que protege el movimiento de clase contra las
desviaciones en el sentido del parlamentarismo burgués, el cual, para triunfar,
debe tender a destruir este baluarte y ahogar a la elite activa y consciente
del proletariado en la masa amorfa del "cuerpo electoral". ".
Así nacen las tendencias "autonomistas" y descentralizadoras,
perfectamente adaptadas a ciertos fines políticos; Por lo tanto, es
necesario explicarlos no, como lo hace Lenin, por el carácter distorsionado del
"intelectual", sino por las necesidades del político parlamentario
burgués, no por la psicología del "intelectual", sino por la política
oportunista. .
La situación es bastante diferente en Rusia, bajo el régimen de la
monarquía absoluta, donde el oportunismo en el movimiento obrero es, en
general, el producto, no de la fuerza de la democracia social o de la
desintegración de la sociedad. Burgueses, pero por el contrario el estado
político atrasado de esta sociedad.
El medio en el que se reclutan los intelectuales socialistas en Rusia es
mucho menos burgués y mucho más degradado, en el sentido exacto de este
término, que en Europa occidental. Esta circunstancia, junto con la
inmadurez del movimiento proletario en Rusia, ofrece, es verdad, un campo mucho
más amplio de errores teóricos y oscilaciones oportunistas que van, por un
lado, a la completa negación del La política de las luchas obreras y, por otra
parte, incluso la fe absoluta en la efectividad de los ataques aislados, o
incluso el silencio político, los pantanos del liberalismo y el idealismo
kantiano.
Sin embargo, nos parece que el intelectual ruso, un miembro del Partido
Socialdemócrata, difícilmente puede sentirse atraído por el trabajo de
desorganización, ya que no se favorece tal inclinación, ni por la existencia de
un Parlamento burgués, ni por el estado de ánimo del medio social. El
intelectual occidental a quien vemos ahora profesando el "culto del yo "
y cosquilleando con la moralidad aristocrática a sus inclinaciones socialistas,
es el tipo, no de "intelectualidad burguesa" en general, sino sólo de
una Fase determinada de su desarrollo: el producto de la decadencia
burguesa. Por el contrario, los ensueños utópicos u oportunistas de los
intelectuales rusos, conquistados por la causa socialista, tienden a extenderse
mediante fórmulas teóricas en las que el ego no es exaltado
sino humillado, y la moralidad de la renuncia a la expiación es el principio dominante. Como
la narodniki (o "populistas") de 1875 predicaron la
absorción de intelectuales por parte de la masa campesina, y que los seguidores
de Tolstoy practican el escape de los civilizados hacia la vida de la
"gente simple", los partidarios del "puro economismo" en
Las filas de la socialdemocracia querían que nos inclináramos ante la
"mano cruel" del trabajador.
Se obtiene un resultado completamente diferente cuando, en lugar de
aplicar mecánicamente los esquemas desarrollados en Europa occidental a Rusia,
se realizan esfuerzos para estudiar el problema de la organización en relación
con las condiciones específicas del estado social ruso.
En cualquier caso, es ignorar la naturaleza íntima del oportunismo para
atribuirle, como hace Lenin, una preferencia invariable por una forma
particular de organización, y especialmente por la descentralización.
Ya sea una organización o algo más, el oportunismo conoce solo un
principio: la ausencia de cualquier principio. Elige sus medios de acción
según las circunstancias, siempre que estos medios parezcan capaces de guiarlo
hacia los objetivos que persigue.
Si, con Lenin, definimos el oportunismo como la tendencia a paralizar el
movimiento revolucionario autónomo de la clase obrera y transformarlo en un
instrumento de las ambiciones de los intelectuales burgueses, debemos reconocer
que, en las etapas iniciales del movimiento obrero, este fin se puede lograr más
fácilmente no a través de la descentralización, sino a través de la centralización
riguroso, que entregaría este movimiento de proletarios aún sin educación a
los líderes intelectuales del Comité Central. En los albores del
movimiento socialdemócrata en Alemania, cuando todavía no había un núcleo
sólido de proletarios conscientes o una táctica basada en la experiencia, hemos
visto a los partidarios de los dos tipos opuestos de organización enfrentarse.
: centralismo excesivo que se afirma en la "Unión General de Trabajadores
Alemanes" fundada por Lassalle, y autonomía en el partido constituido en
el Congreso de Eisenach con la participación de W. Liebknecht y
A. Bebel. Aunque las tácticas de los "Eisenachois" eran muy
confusas, desde el punto de vista de los principios, contribuyeron,
infinitamente mejor que la acción de los Lassalianos, a despertar en las masas
trabajadoras el despertar de una nueva conciencia rápida multiplicación de
publicaciones periódicas publicadas en las provincias), el movimiento progresó
rápidamente en extensión, mientras que los Lassallianos, a pesar de todas sus
experiencias con los "dictadores", llevaron a sus fieles de una
desventura a otra.
En general, se puede demostrar fácilmente que cuando la cohesión sigue
siendo débil entre los elementos revolucionarios de la clase trabajadora y que
el movimiento en sí todavía está a tientas, es decir, cuando estamos en
presencia de condiciones tales como aquellas en las que Rusia es ahora (1904),
es precisamente el centralismo despótico y riguroso que caracteriza a los
intelectuales oportunistas. Mientras que en una fase posterior, bajo el
régimen parlamentario y en relación con un partido obrero fuertemente
constituido, las tendencias oportunistas de los intelectuales se expresan por una
inclinación hacia la "descentralización".
Si, desde el punto de vista de Lenin, tememos sobre todo la influencia de
los intelectuales en el movimiento proletario, no podemos concebir ningún
peligro mayor para el Partido Socialista Ruso que los planes organizativos
propuestos por Lenin. Nada podría esclavizar más seguramente un movimiento
obrero, aún tan joven, a una élite intelectual, sedienta de poder, que esta
armadura burocrática donde está inmovilizado para hacer que el autómata sea
maniobrado por un "comité".
Y, por el contrario, no existe una garantía más efectiva contra las
actividades oportunistas y las ambiciones personales que la actividad
revolucionaria autónoma del proletariado, gracias a la cual adquiere un sentido
de responsabilidad política.
De hecho, lo que hoy es solo un fantasma, acechando la imaginación de
Lenin, podría convertirse en una realidad mañana.
No olvidemos que la revolución, de la que estamos seguros de que no puede
durar mucho tiempo en Rusia, no es una revolución proletaria, sino una
revolución burguesa que modifica radicalmente todas las condiciones de la lucha
socialista. Luego, los intelectuales rusos también se impregnarán
rápidamente de la ideología burguesa. Si, en la actualidad, la
socialdemocracia es la única guía de las masas trabajadoras, después de la
revolución veremos, naturalmente, a la burguesía y, en primer lugar, a los
intelectuales burgueses, que buscan hacer del pilar su dominación
parlamentaria. .
El juego de los demagogos burgueses será más fácil, ya que, en la fase
actual de la lucha, la acción espontánea, la iniciativa, el sentido político de
la vanguardia de la clase trabajadora estarán menos desarrollados y más
restringidos por la tutela. Un comité central autoritario.
Y sobre todo, la idea que está en la raíz del excesivo centralismo: el
deseo de bloquear el oportunismo por los artículos de un estatuto, es
radicalmente falsa.
Bajo la impresión de los acontecimientos recientes en los partidos
socialistas de Francia, Italia y Alemania, los socialdemócratas rusos tienden a
ver el oportunismo en general como un Ingrediente extranjero introducido
en el movimiento obrero por representantes del democratismo
burgués. Incluso si así fuera, las sanciones de un estatuto serían
impotentes contra esta intrusión tan oportunista. Dado que el influjo de
reclutas proletarios en el partido de los trabajadores es el resultado de
profundas causas sociales, como el declive económico de la pequeña burguesía,
el colapso del liberalismo burgués, el cese de la democracia burguesa, sería
una ilusión ingenua que detener este flujo tumultuoso por el dique de una
fórmula inscrita en el estatuto.
Los artículos de un reglamento pueden controlar la vida de pequeñas
sectas y cenáculos privados, pero una corriente histórica pasa por las mallas
de los párrafos más sutiles. Además, es un gran error creer que los
intereses de la clase obrera se defienden rechazando los elementos que la
desintegración de las clases burguesas está empujando masivamente hacia el
socialismo. La socialdemocracia siempre ha afirmado que representa, junto
con los intereses de clase del proletariado, la totalidad de las inspiraciones
progresivas de la sociedad contemporánea y los intereses de todos los oprimidos
por la dominación burguesa. Esto no debe entenderse en este sentido
solamente que este conjunto de intereses está incluido idealmente en el
programa socialista. El mismo postulado se traduce en realidad por la
evolución histórica, partido político, el refugio natural de todos los
elementos insatisfechos, y por lo tanto el partido de todo el pueblo contra la
minúscula minoría burguesa que tiene el poder.
Solo que, es necesario que los socialistas siempre sepan cómo subordinar
a los fines supremos de la clase trabajadora todas las angustias, los rencores,
las esperanzas de la multitud abigarrada que les llega. La
socialdemocracia debe abrazar el tumulto de la oposición no proletaria en el
marco de la acción revolucionaria del proletariado y, en una palabra, asimilar
los elementos que vienen a ella.
Esto solo es posible si la socialdemocracia ya es un núcleo proletario
fuerte y políticamente educado, lo suficientemente consciente como para poder,
en lo que va de Alemania, capacitar a los contingentes de superados y
pequeñoburgueses del partido. En este caso, un mayor rigor en la
aplicación del principio de centralización y una disciplina más severa,
formulados explícitamente en los Artículos del Estatuto, pueden ser una
salvaguardia efectiva contra las diferencias oportunistas. Luego, existen
todas las razones para considerar la forma de organización prevista por el
Estatuto como un sistema de defensa dirigido contra el asalto
oportunista; Es así como el socialismo revolucionario francés se defendió
contra la confusión jaurista; y una enmienda similar al estado de la
socialdemocracia alemana sería un paso muy oportuno. Pero incluso en este
caso, uno no debe considerar el estatus como un arma que, de alguna manera,
sería suficiente para sí misma: es solo un medio supremo de coerción para hacer
que la voluntad de la mayoría proletaria sea exigible. Que en realidad
predomina en el partido. Si faltara esta mayoría, las sanciones más
terribles sobre el papel serían ineficaces.
Sin embargo, esta afluencia de elementos burgueses está lejos de ser la
única causa de las corrientes oportunistas que se manifiestan dentro de la
democracia social. Otra fuente se revela en la esencia misma de la lucha
socialista y en las contradicciones inherentes a ella. El movimiento
universal del proletariado hacia su emancipación integral es un proceso cuya
peculiaridad radica en el hecho de que, por primera vez desde que existe la
sociedad civilizada, las masas populares afirman su voluntad conscientemente y
contra todas las clases dominantes, mientras que la realización de esta
voluntad es posible solo más allá de los límites del sistema social en
vigor. Pero las masas pueden adquirir y fortalecer en sí mismas esto solo
en la lucha diaria con el orden constituido, es decir, dentro de los límites de
este orden. Por un lado, las masas populares, por otro lado, una meta
colocada más allá del orden social existente; Por un lado, la lucha
diaria, y por el otro, la revolución, estos son los términos de la
contradicción dialéctica en la que se mueve el movimiento socialista. De
ello se deduce que debe proceder entrelazando constantemente entre dos
escollos: uno es la pérdida de su carácter de masa, y el otro, la renuncia al
objetivo final; la recaída al estado de una secta y la transformación en
un movimiento de reformas burguesas.
Por eso es una ilusión contraria a las enseñanzas de la historia querer
arreglar de una vez por todas la dirección revolucionaria de la lucha
socialista y garantizar para siempre al movimiento obrero cualquier desviación
oportunista. Sin duda, la doctrina de Marx nos proporciona medios
infalibles para denunciar y combatir las manifestaciones típicas del
oportunismo.
Pero el movimiento socialista es un movimiento de masas y los escollos
que aguardan, ya que se trata de productos, no de artificios insidiosos, sino
de condiciones sociales inevitables, es imposible evitar la posibilidad de
oscilaciones oportunistas de antemano. Es solo por el mismo movimiento que
podemos superarlos sin la ayuda, por supuesto, de los recursos ofrecidos por la
doctrina marxista, y solo después de que las diferencias en cuestión hayan
tomado una forma tangible en la acción práctica.
Karl
Marx: El 18 Brumario De Luis Bonaparte (Escrito: Diciembre de 1851 -
marzo de 1852)
Considerado desde este punto de vista, el oportunismo aparece como un
producto del movimiento obrero y como una fase inevitable de su desarrollo
histórico. En particular, en Rusia, donde ayer nació la socialdemocracia y
donde las condiciones políticas en las que se forma el movimiento obrero son
extremadamente anormales, el oportunismo es, en gran medida, el resultado del
inevitable ensayo y error y los intentos de experimentos. En medio de lo cual
la acción socialista se abre paso en un terreno diferente a cualquier otro.
Si esto es así, solo podemos encontrar aún más. Sorprendentemente,
la pretensión de excluir la posibilidad misma de cualquier forma de oportunismo
inscribiendo ciertas palabras en lugar de otras en el estado de la
Parte. Tal intento de exorcizar el oportunismo mediante un trapo de papel
puede ser perjudicial para el punto más alto, no para el oportunismo, sino para
el movimiento socialista como tal. Al detener las pulsaciones de una vida
orgánica saludable, el cuerpo se debilita y se reduce su resistencia, así como
su espíritu combativo, no solo contra el oportunismo, sino también, lo que
también debería tener cierta importancia, contra el orden social
existente Los medios propuestos se vuelven contra la portería.
En este deseo temeroso de establecer la administración fiduciaria de un
Comité Central omnisciente y omnipotente, de preservar un movimiento obrero,
tan prometedor y lleno de savia, de algunos errores, creemos que podemos
discernir los síntomas de este mismo subjetivismo que ya ha ocurrido. Jugó más
de un truco al pensamiento socialista en Rusia [2] . Es
realmente divertido ver las extrañas piruetas que la historia ha hecho al
respetable "sujeto" humano en su propia actividad
histórica. Aplastado y casi reducido a polvo por el absolutismo ruso,
el yo se venga en que, en su pensamiento revolucionario, se
sienta en el trono y se proclama todopoderoso, en forma de un comité de
conspiradores, en nombre de una "Voluntad del Pueblo"
inexistente [3]. Pero el "objeto"
resulta ser el más fuerte y el nudo pronto triunfa porque es
él quien representa la expresión "legítima" de esta fase del proceso
histórico.
Finalmente, vemos en el escenario un hijo aún más legítimo del proceso
histórico: el movimiento obrero ruso; Por primera vez, en la historia
rusa, sienta las bases para la formación de una verdadera voluntad
popular. Pero aquí está el ego. El revolucionario ruso se
apresura a hacer piruetas en su cabeza y, una vez más, se proclama a sí mismo
el líder todopoderoso de la historia, esta vez en la persona de su alteza el
Comité Central del Movimiento Socialdemócrata del Trabajo. El hábil
acróbata ni siquiera se da cuenta de que el único "tema" al que hoy
pertenece el papel del líder es el "yo" colectivo de la clase
trabajadora, que reclama resueltamente el derecho a cometer errores y Aprender
a sí mismo, la dialéctica de la historia. Y finalmente, digámoslo sin
rodeos: los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente
revolucionario son históricamente infinitamente más fructíferos y más valiosos
que la infalibilidad del mejor "Comité Central".
1. Ir↑ artículo
publicado en 1904 en la Iska , órgano de la socialdemocracia
rusa, y la Neue Zeit , la
revista teórica de la socialdemocracia alemana con el título: "Temas de
organización de la socialdemocracia rusa".
2. Saltar
arriba↑ El "método subjetivo" está en la base de las doctrinas
socialistas desarrolladas por Pierre Lavrov y Nicolas Mikhailovsky, maestros
altamente respetados del Partido Socialista Revolucionario.
3. Jump up↑ Sabemos
que el pequeño grupo de conspiradores que, desde 1879 hasta 1883, lucharon
contra el zarismo mediante una serie de ataques y lograron matar a Alejandro II
(en marzo de 1881) fue llamado: el partido de la Voluntad del pueblo "
Una vez más, la actitud de la prensa burguesa en su conjunto ante lo que
está sucediendo en nuestro Partido nos muestra cómo el instinto de clase
triunfa infaliblemente sobre todas las diferencias en la superficie de los
partidos burgueses. Una vez más, los liberales nacionales y el centro
católico, monseñor Oertel, que glorifica el nudo en su Deutsche Tageszeitung y
la Gazette de Voss, están de acuerdo con él. ; Todos
derramaron sus lágrimas de júbilo por las desgracias de la
socialdemocracia. Algunos se regocijan al ver que los socialistas se
"separan"; ¿No se había predicho siempre que la democracia
social, contra la cual todos los remedios de la farmacia burguesa habían
resultado impotentes, terminaría "devorándose a sí misma"? Los
otros están satisfechos con las desventuras experimentadas por algunos
"académicos", miembros del Partido Socialista; Prueba definitiva
(según ellos) del abismo que separa al "hombre cultivado" de la
"masa ciega" y la imposibilidad de cruzar este abismo sin
"romperle el cuello". Y otros no están contentos, porque al
final los socialistas ya no podrán mirar magníficamente el mundo burgués, ya
que la corrupción se ha asentado en el país "como lo hace en el
país". Y con una sola voz, retomamos el coro: ¡es sobre el halo, la
fascinante radiación que rodea al Partido Socialista! Terminado para
siempre.
La comedia de este júbilo está bien interpretada. Tanto que un
periódico del Partido fue capturado y, con un gran suspiro patético, comenzó a
implorar al Partido que se recuperara, aunque solo fuera para dejar de
ofrecerle al adversario. Temas de satisfacción.
Y, sin embargo, es suficiente no ser muy sordo para distinguir en este
concierto estridente y ostensiblemente feliz las notas de una amarga decepción,
una rabia contenida. Precisamente la simpatía que la prensa burguesa nunca
deja de prodigar a los dos o tres "hombres cultos" abusados por una
horda bárbara, y sus indignadas invectivas contra la "misa ciega" que
se atrevió”. El levantamiento contra los académicos ", nos
muestra claramente la herida que el Partido no temía desatar.
Sin duda, los círculos burgueses de hoy pueden considerar como ridículo y
bárbaro exageración el gran ruido que surgió entre los socialistas acerca de
las "insignificancias" que en cualquier partido burgués habríamos
liquidado con un encogimiento de hombros y una mirada. augur. Para estos
círculos, es sin duda grotesco ver a un grupo de tres millones de hombres
adultos moviéndose sobre algunas "faltas de sinceridad", cuyo total
representa, en comparación con la suma de mentiras que un conservador debita en
uno de sus discursos electorales, casi lo que representa la luz de una rata de
bodega en comparación con el sol del mediodía.
¡El conflicto con el
revisionismo ahora ha resultado en preguntas de personas, preguntas humillantes
de personas! No podemos negarlo, nos vemos obligados a admitirlo con
profunda contrición. Aquí estamos: no estamos en la misma situación
conveniente que los liberales nacionales o el centro, los escuderos prusianos o
los demócratas, para quienes la corrupción política y el arte de engañar a las
masas son los fundamentos mismos de su La existencia política, gracias a la
cual las pequeñas infamias individuales desaparecen en la acción general como
una gota de agua en el océano.
Además, un instinto de clase muy seguro se revela en la gran ira de la
burguesía. Este levantamiento de la masa proletaria contra casos aislados
de corrupción entre los "académicos" irrita extremadamente a la
burguesía porque percibe el aspecto más pernicioso, para ellos, del movimiento
obrero moderno, a saber, el cambio radical que el social La democracia ha
traído durante medio siglo la relación entre la "masa" y los
"líderes".
La palabra de Goethe sobre "la odiosa mayoría", que estaría
formada por unos pocos impulsores vigorosos, un buen número de bribones que se
adaptan, los débiles que se dejan asimilar y la "masa" que
"trota" sin saber en lo más mínimo, lo que ella quiere, "esta
palabra por la cual los burgueses desearían caracterizar a la masa socialista,
es solo el esquema clásico de las" mayorías "en los partidos
burgueses. En todas las luchas de clase pasadas que se llevaron a cabo en
beneficio de las minorías, y donde, para hablar con Marx, "todo el
desarrollo tuvo lugar en oposición a la gran masa popular", una de las
condiciones esenciales de La acción fue la inconsciencia de la masa en cuanto a
los verdaderos objetivos, el contenido material y los límites de este
movimiento.
Pero, como Marx
ya escribió en 1845, "con la La profundidad de la acción histórica
aumentará el volumen de la masa involucrada en esta acción. La lucha de
clases del proletariado es la más "profunda" de todas las acciones
históricas que han tenido lugar hasta ahora, abarca todos los estratos
inferiores de la gente, y como existe una sociedad dividida en clases, es
La primera acción que corresponde al interés de
la masa.
Esta es la razón por la cual la inteligencia propia de la masa en cuanto
a sus tareas y medios es para la acción socialista una condición histórica
indispensable, al igual que la inconsciencia de la masa fue anteriormente la
condición de las acciones de las clases dominantes.
Por esto, se suprime la oposición entre los "líderes" y la
mayoría que "trota en su estela", se revierte la relación entre la
masa y los líderes. El único papel de los llamados "líderes" de
la socialdemocracia es iluminar a las masas sobre su misión histórica. La
autoridad y la influencia de los "líderes" en la democracia
socialista solo aumentan en proporción al trabajo educativo que realizan en
esta dirección. En otras palabras, su prestigio e influencia aumentan solo
en la medida en que los líderes destruyen lo que hasta ahora ha sido la base de
cualquier función de los gobernantes: la ceguera de la masa, en la medida en
que se despojan de ellos, su calidad de líderes, en la medida en que hacen de
la masa el líder, y de ellos mismos los órganos ejecutivos, de la acción
consciente de la masa. La "dictadura" de un Bebel, es decir, su
inmenso prestigio e influencia, se basa únicamente en el inmenso esfuerzo que
ha hecho para que la masa sea políticamente importante. Y Bebel recoge los
frutos de este largo esfuerzo hoy que la masa sigue con entusiasmo, en la
medida en que expresa, como hoy, la voluntad y el pensamiento de esta
masa. Sin duda, la transformación de la masa en un "líder"
seguro, consciente y lúcido, la fusión de sueños de Lassalle de la ciencia con
la clase trabajadora, es y puede ser solo un proceso dialéctico, ya que El
movimiento obrero absorbe continuamente nuevos elementos proletarios, así como
desertores de otros estratos sociales. Sin embargo, tales y tales seguirán
siendo él se basa únicamente en el inmenso esfuerzo que ha hecho para que
la masa sea políticamente importante. Y Bebel recoge los frutos de este
largo esfuerzo hoy que la masa sigue con entusiasmo, en la medida en que
expresa, como hoy, la voluntad y el pensamiento de esta masa.
Sin embargo, tales y tales seguirán siendo él es y puede ser
solo un proceso dialéctico, ya que el movimiento obrero absorbe nuevos
elementos proletarios ininterrumpidos, así como desertores de otros estratos
sociales. Sin embargo, tales y tales seguirán siendo el Tendencia dominante
del movimiento socialista: la abolición de los "líderes" y la masa
"dirigida" en el sentido burgués, la abolición de este fundamento
histórico de toda dominación de clase.
Sin embargo, sería un insulto para las criaturas de los antiguos
campeones de la libertad burgueses querer asimilarlos a los "líderes"
de los partidos burgueses de hoy.
El desarrollo de la socialdemocracia ha tenido profundas repercusiones en
las relaciones entre masas y líderes también fuera de la lucha de clases
proletaria, en los propios círculos burgueses. El movimiento de clase de
la burguesía ascendente se basó no solo en la inconsciencia de las masas
populares en cuanto a los verdaderos objetivos de la acción emprendida, sino todavía,
en gran medida, sobre la confusión de los jefes mismos. Ahora que los
verdaderos intereses de las masas han quedado al descubierto, la burguesía solo
puede retener los votos de las personas al ocultar deliberadamente sus propias
aspiraciones de clase y los intereses de las personas que se oponen a
ellas. Los tribunos de las revoluciones burguesas de antaño eran líderes
del pueblo en virtud de una auto-ilusión histórica. Karl
Bachem ("líder" de los católicos), Ernst Bassermann (líder de los
liberales nacionales), Eugene Richter (líder de los demócratas), cuyas
estipendias no cesan de trueno contra la "dictadura" de Bebel, son
representantes del pueblo en virtud de una estafa política.
Ahora, si notamos que, entre todos estos partidos fundados en la
mistificación metódica de la masa, los liberales superan a los demás por la
vehemencia de sus diatribas sobre la "masa ciega" del partido
socialista y sobre la rebelión de la "mano insensible". Contra el
"Espíritu Santo de la Educación Superior", esto nos ofrece una prueba
sorprendente del cambio que ha ocurrido durante medio siglo y en el contexto
histórico y el estado de ánimo de estos caballeros.
Anteriormente, el hegeliano Bruno Bauer, que había roto con el movimiento
radical de 1840, argumentaba contra los "portavoces liberales de la misa
popular" de que el "verdadero enemigo del espíritu" residía
"en la misa y no en otra parte”. Los "portavoces del
liberalismo" de esa época vieron "al verdadero enemigo del
espíritu", no en la misa, que tomó en serio su fraseología
liberal, pero "en otros lugares" y precisamente en el reaccionario
estado prusiano. Hoy, durante mucho tiempo, aliados a la reacción prusiana
contra la masa popular, los "portavoces del liberalismo" ven en esta
masa al "verdadero enemigo del espíritu". Sí, en esta masa que
se ha apartado de ellos con desprecio y que conduce por su propia cuenta la
lucha y contra la reacción prusiana y contra el liberalismo burgués.
¡Son demasiado verdes, las uvas! Desde que la burguesía fue liberada
por sus votantes de las clases populares, que pasaban cada día en mayor número,
bajo la bandera del socialismo, solo alimenta esta esperanza de impulsar a la
clase obrera socialista, a través de El revisionismo, en los surcos de la
política burguesa, para romper la columna vertebral de la lucha de clases y,
por lo tanto, tomar un pequeño desvío para vengarse de las derrotas sufridas en
el teatro de la historia.
Mientras duró esta esperanza, la masa socialista se apareció a la
burguesía, capaz de adquirir "cultura" e "construcción" y
gradualmente transformarse en una fuerza "civilizada". Y ahora
esta misa ha demostrado ser salvaje y brutal hasta el punto de hacer una
tortilla de todos los huevos puestos con tanta precaución por el cuco burgués
en el nido socialista. Sin duda !Este desafortunado "rebaño
ciego" ha sido dirigido por sus líderes y dictadores para cometer este
acto indigno de seres civilizados.
Un toque de comedia no deja de iluminar esta imagen, pero admitimos
fácilmente que el dolor experimentado por los gaiteros entubados esta vez,
razones particularmente serias. Aunque los congresos anteriores han
condenado solo manifestaciones aisladas de revisionismo teórico y práctico en
Dresde y después de Dresde, el Partido no solo ha repetido y reforzado las
convicciones anteriores, sino que ha puesto en evidencia otro aspecto del revisionismo:
examinó su moral política y los vínculos personales con
ciertos círculos burgueses que fluían de esta moral.
Puede ser que el artículo sobre "la moralidad del partido"
(publicado por Georg Bernhard en el Zukunft)de Mr. Harden) es el
resultado de circunstancias fortuitas y de ninguna manera caracteriza la
conducta efectiva de todos los camaradas revisionistas. Pero quien haya
reflexionado sobre los acontecimientos de estos últimos días, no podrá
abstenerse de encontrar en este artículo la expresión adecuada de la moralidad
del revisionismo, como corresponde a sus ideas con una lógica
irresistible. Uno considera a la misa como un niño educado, a quien no se
puede decir todo, a lo que, en su propio interés, incluso tiene derecho a
ocultar la verdad, mientras que los "jefes", hombres de estado
consumados Amasar esta arcilla suave para erigir el templo del futuro según sus
propios grandes proyectos. Todo esto constituye la ética de los partidos
burgueses y del socialismo reformista.
La aplicación práctica de esta forma de considerar las relaciones entre
la masa y sus "líderes" es proporcionada por el jauressism en Francia
y por las fantasías de la facción de Turati en Italia. Las
"federaciones" autónomas y heterogéneas del partido Jauressist, la
moción de Turati en el congreso de Imola, proponiendo abolir el Comité Central
del Partido, todo esto no significa nada más que la disolución de la masa
fuertemente organizada del Partido, por lo que, de director autónomo, esta masa
se transforma en un instrumento dócil de los parlamentarios y se degrada hasta
el estado de esta "masa ciega" que "trota detrás del jefe",
"sin saber en lo más pequeño del mundo lo que quiere". O quién, si lo
sabe, como en el Congreso de Burdeos, no tiene la fuerza para hacer que triunfe. Los
diputados jauresistas incluso tienden a emanciparse del control y la influencia
de las organizaciones del Partido, a las que están endeudados por sus escaños
en el Parlamento y de apelar a las masas electorales amorfas y desorganizadas. Estas
son las condiciones de organización de las relaciones entre la masa y los
jefes, como el artículo de la Zukunft los defiende como una
necesidad psicológica y como un estándar para cualquier movimiento popular.
El borrado de cualquier línea de demarcación en la base, entre la elite
de los proletarios conscientes de la meta y la masa de personas no organizadas,
corresponde, en la cumbre, a la supresión de las particiones entre los
"líderes" del Partido y el medio burgués. El acercamiento entre
parlamentarios socialistas y hombres de letras burguesas en el campo de las
"humanidades".
Bajo los auspicios de la llamada "cultura" o
"humanidades", estos diputados socialdemócratas se reunieron en
agradables noches de invierno con periodistas burgueses para distraerse un poco
de los "problemas profesionales" y la "vulgaridad" del
juego político ". Al igual que en Pericles, todo lo que Atenas cuenta
como eminente en política, arte, filosofía y literatura, para ascender, en
perfecta libertad de espíritu, a los picos supremos de en una cervecería de
Berlín, se ha pensado y refinado el hecho de que los estadistas de la
socialdemocracia se mezclaran con mujeres elegantes y novelistas espirituales
para rodear el moderno Pericles de Maximilian Harden. Durante unas horas
exquisitas, nos olvidamos de la lucha bárbara de la lucha de clases y el fuerte
olor de la plebe, intercambiando palabras sutiles sobre los hechos del día
y las obras de arte. Las cabezas no fueron coronadas con coronas de rosas,
y los vinos Samos y Mytilene fueron reemplazados por la cerveza común de
Munich, pero el verdadero espíritu de la antigua amistad y la cultura más
refinada no flotaron, menos como un halo ligero alrededor de este cenáculo
elegido. Y es con una tolerancia, ya que solo los espíritus superiores
saben cómo degustar y practicar, uno confió opiniones muy independientes y, a
veces, también "información de detectives" sobre compañeros
indeseables. "Todo estaba sucediendo como es costumbre entre las
personas cultivadas", dijo el camarada Heine.[2] .
Y aquí viene el crudo puño del proletario, que carece por completo de
comprensión de la cultura refinada y la era periclástica, para romper
brutalmente todos estos "tiernos lazos de una humanidad
sublime". Dolorosamente arrugados y horrorizados, las antenas que la
sociedad burguesa había avanzado hasta el corazón mismo de nuestro Partido
están obligadas a retirarse apresuradamente. Jastrow, el eminente
economista, lo convierte en una enfermedad, la Gazette de Voss. Los
liberales al servicio de Rudolf Mosse derraman oleadas de insultos; Tantas
formas de confesar la pérdida de queridas esperanzas. La niebla
revisionista se ha disipado, y ante los ojos de la burguesía, llena de rencor y
odio, se levanta, tan inexpugnable y tan sólida como antes, la roca abrupta de
los baluartes proletarios. El enorme abismo se reabrió entre ellos y el
mundo burgués, y en lugar de una penetración pacífica, que los camioneros
de una política traicionera esperaban, es a un asalto muy aleatorio y peligroso
que es necesario pensar.
Ahora la conexión es clara entre los "eventos morales" de los
últimos días y los métodos del reformismo. La alegría de un lado a otro
sobre la brecha que separa el campo del proletariado de la de sus enemigos, el
comercio amistoso establecido por la "crítica libre", las
"efusiones libres" y la "colaboración libre" de los
revisionistas para La prensa burguesa preparó el terreno, desde donde hemos
visto, entre otras curiosas eflorescencias, la conspiración contra
Mehring [3] . Se
había establecido una endosmosis intelectual entre la socialdemocracia y el
mundo burgués, y los jugos venenosos de la descomposición burguesa podían
penetrar libremente en la circulación del cuerpo del partido proletario.
Hinc illæ lacrimæ . Aquí es de
donde provienen las contorsiones de la prensa burguesa, que predice que de
ahora en adelante la democracia social secará la afluencia de las simpatías
"académicas" y "ilustradas". Un periódico liberal
espera que el compañero Göhre (anteriormente pastor protestante) ahora entienda
que se ve obligado a renunciar a su mandato como diputado, "la falta que
cometió" al unirse a la democracia social [4] .
La mentalidad generosa de los liberales evidentemente concibe que uno
puede "equivocarse" al adherirse al socialismo, ya que uno se
equivoca en la Bolsa de Valores al especular con el café en lugar de especular
con el algodón. Estas personas ni siquiera sospechan que, según este
criterio de experto, admiten su hábito de poner la política al mismo nivel que
la prostitución.
Pero si los académicos que vinieron a nosotros con esta mentalidad ahora
decidieron abandonar nuestras filas, podríamos, con toda serenidad, verlos
unirse a las sirenas liberales. Que los que son iguales se unan. Solo
tememos que al querer aprovechar los equilibrios de la "casa rival"
el pobre partido literal no tenga éxito en hacer negocios brillantes, sería sorprendente
que los "académicos" dotados con el espíritu práctico que presupone
nuestro liberal, Ir a prometer una fiesta en bancarrota.
En cuanto a nuestra misión intelectual, que los junkers tiemblan
al vernos incapaces de llenarnos después de que la "mano insensible"
tiene "insurgentes contra los académicos", podemos tranquilizar a
estos hobereaux amantes de la cultura: pronto, y sinSi no les complace, la
acción del socialismo para salvar a la civilización de las garras feudales
prusianas se desarrollará con un vigor reforzado precisamente por la
liquidación del revisionismo. La conexión íntima del movimiento socialista
con el crecimiento intelectual se realiza no gracias a los desertores que
vienen de la burguesía, sino a la elevación de la masa proletaria. Esta
conexión no se basa en ninguna afinidad de nuestro movimiento con la sociedad
burguesa, sino en su oposición a esta sociedad. Su finalidad es
el objetivo final Del socialismo, la restitución de todos los
valores de la civilización a la totalidad de la raza humana. Y cuanto más
aumenta el carácter proletario de la socialdemocracia, más probable es que la
civilización alemana se salve del abrazo de sus fanáticos feudales y que
incluso Alemania se escape del tipo de anquilosis china donde mantenlo
conservador.
Cuanto más urgente es la purga del Partido: es necesario suprimir los
fenómenos de descomposición que se manifestaron durante el último
brillo. Porque "con la profundidad" de esta "acción
histórica", y en cierto sentido, esta es una acción histórica, veremos
crecer el "volumen de la masa", que nos seguirá con confianza porque
nuestra El campamento es el único que lucha por los verdaderos intereses de la
clase obrera bajo un signo impecable.
1. Volver
arriba↑ Extracto de Obras completas de Rosa Luxembourg,
vol.III, pp. 199-206. Este artículo apareció en el Neue Zeit , año XII (1903-1904),
n ° 2, bajo el título: "esperanzas decepcionadas".
3. Jump up↑ Franz
Mehring (1846-1919), el brillante y ferviente codirector del revolucionario Neue
Zeit (y, durante la guerra, Espartacista) se unió al socialismo solo
después de una larga carrera como periodista en las filas del
nacionalismo. Recopilando citas de sus escritos antiguos y sazonándolos
con cuentos escandalosos, los revisionistas intentaron retratar la mejor pluma
del socialismo alemán como un aventurero corrupto.
Friedrich Engels Carta a Franz Mehring (14 de julio de 1893)
[Libro] Carlos Marx Historia de su vida por Franz Mehring
En el conflicto con el oportunismo, está en juego la existencia misma de
la socialdemocracia. "Esas tácticas (la del oportunismo)", dijo
Bebel en Erfurt, "significarían para nuestro Partido exactamente lo
mismo que romper la columna vertebral de un organismo vivo y pedirle que haga
el mismo esfuerzo que 'antes. No toleraré romper la columna vertebral de
la socialdemocracia, reemplazando su principio: la lucha de clases contra las
clases ricas y contra el poder estatal, por una táctica aburrida y la búsqueda
exclusiva de la socialdemocracia los llamados objetivos prácticos”.
Nada debería parecer más justificado que esta resistencia y este
contraataque en respuesta a las pretensiones de oportunismo. Sin embargo,
en los últimos tiempos se han hecho intentos de diversas maneras para desafiar
el derecho del Partido a recurrir a la legítima defensa, y nos gustaría mostrar
cualquier impropiedad con el oportunismo como impropiedad. Y esto sobre
todo en nombre de la libertad de crítica, nos gustaría
convencernos de que debemos dar a todos la libertad de criticar el programa y
las tácticas de nuestro partido; incluso debemos agradecer a quienes, a
través de sus críticas, traen un respiro de renovación a la vida del Partido.
Esta antífona, por la cual ahora intentamos defender a Bernstein, ya la
hemos escuchado hace nueve años.
"¿Dónde está la libertad de opinión de la que te gusta
hablar? Exclamó Georges Vollmar en el congreso de Erfurt, al verse
combatido por Bebel. La independencia de pensamiento es para nosotros de la
mayor importancia. Ahora, solo será posible si, aparte de cualquier
calumnia, cada mentira, cada insulto, recibimos con gratitud y sin distinción
de tendencia, opiniones expresadas por personas que pueden estar equivocadas,
pero que solo tienen en mente la salvación de nuestro Partido. No hablo
por mí mismo, pero de una manera general: es con alegría que debemos dar la
bienvenida a nuevas ideas, ya que refrescan un poco del repertorio anticuado,
la rutina de nuestra propaganda. "
Probablemente no haya otro partido para el cual la crítica libre e
inquebrantable de sus propias fallas sea, tanto como para la socialdemocracia,
una condición de existencia. A medida que debemos avanzar a medida que
avanza la evolución social, la continua modificación de nuestros métodos, de la
lucha y, en consecuencia, la crítica incesante de nuestra herencia teórica, son
las condiciones de nuestro crecimiento. Sin embargo, no hace falta decir
que la autocrítica en nuestro Partido no alcanza su objetivo de servir al
progreso, y solo podemos felicitarnos por ello si se dirige hacia nuestra
lucha. Cualquier crítica que contribuya a hacer que nuestra lucha de
clases sea más vigorosa y consciente para lograr nuestro objetivo final merece
nuestra gratitud. Pero una crítica tendiente a degradar nuestro
movimiento.
¿Qué diríamos si nos ofrecieran "refrescar nuestro repertorio
envejecido" con un toque de agitación antisemita? No es por
expresiones de reconocimiento, sino por "hola! Indignados de que
nuestros compañeros agradecerían tal variación. ¿Pero es el militarismo
defendido por Schippel [2] menos
en flagrante contradicción con nuestro programa que el antisemitismo?
Si damos la bienvenida con igual benevolencia a todas las
"críticas", tanto la que nos mueve hacia nuestra meta como la que nos
aleja de ella, no seríamos un partido de combate, sino una asociación de
personas comunicativas, que, después de haber Embárcate con mucho ruido para una
caminata grandiosa, descubre que no tiene una ruta precisa y que al final
podría acercarse a cualquier parte, e incluso ceder ante los sabios
"consejos" para abandonar la aventura.
Esto es lo que es. Por muy grande que sea nuestra necesidad de
autocrítica, y no importa cuán amplios seamos, debe haber un mínimo de
principios que constituyan nuestra esencia y nuestra
propia existencia, la base de nuestra cooperación como miembros de
nuestra sociedad, un partido. En nuestras propias filas, la "libertad
de crítica" no puede aplicarse a estos principios, pocos y muy generales,
precisamente porque son la condición previa para toda actividad en el Partido
y, por consiguiente, también de cualquier crítica ejercida sobre el lugar de
esta actividad. No tenemos que bloquear nuestros oídos cuando estos mismos
principios son criticados por alguien ajeno a nuestro Partido. Pero
mientras los consideremos como el fundamento de nuestra existencia como
partido, debemos permanecer apegados a él y no dejar que nuestros miembros lo vean
afectado. En este sentido, solo podemos otorgar una libertad: pertenecer o
no a nuestro Partido.
No obligamos a nadie a caminar en nuestras filas, pero si alguien lo hace
voluntariamente, debemos asumir que ha aceptado nuestros principios.
De lo contrario, si cuestionamos todos los días los fundamentos de
nuestro programa y nuestras tácticas, no veríamos por qué los anarquistas, los
"nacional-sociales" (del pastor Naumann), los defensores de la
"reforma moral" no serían admitido en el Partido en nombre de
"libre crítica", ya que no habría nada sólido, intangible o
delimitado en nuestra constitución. Es cierto que entonces dejaríamos de
ser un partido político distinto de los demás partidos por ciertos principios.
Así, la libertad de crítica encuentra sus límites prácticos en nuestra
esencia misma como partido político. Lo que constituye el más limpio de
nosotros: la lucha de clases, no puede ser objeto de una
"crítica libre" en el Partido. No podemos suicidarnos en nombre
de la "libertad de crítica". Pero el oportunismo, como bien dijo
Bebel, tiende a romper nuestra columna vertebral; Por eso destruirnos como
partido de la lucha de clases.
Finalmente, la maniobra suprema de los partidarios de Bernstein consiste
en presentar los problemas en discusión como si fueran "científicos",
complicados y difíciles, que si los compañeros comunes los juzgaran, o incluso
decidieran, demostraría Una presunción increíble. Pero los diseños que
están ocultos bajo esta evocación especiosa de "pobreza mental" son
tan transparentes que no es necesario ser "aprendido" para descubrir
la trama.
Un congreso socialista no tiene que deliberar sobre los problemas puros
de la ciencia y la teoría, sino sobre una serie de cuestiones puramente
prácticas relacionadas con los principios y las tácticas del Partido.
El próximo congreso tendrá que abordar el tema del militarismo y la
milicia [3] . Realmente
tomaría un montón de insolencia para decirles a los trabajadores que en la
discusión de esta pregunta es la "investigación científica" del
camarada Schippel sobre el militarismo.
Si él estuviera en la Fiesta de los ingenuos para aceptar esta forma de
ver las cosas, solo podríamos decir: ¡pobre Stegmuller! (Miembro del
Partido Socialdemócrata de la Dieta de Baden, Stegmuller votó por fondos para
la construcción de iglesias y fue condenado por el Partido). Por lo tanto,
todavía estaría aquí hoy, callado y honrado, si hubiera tenido el ¿La idea de
apoyar sus acciones por un artículo aprendido en el Sozialistische Monatshefte? ¿Quién
se atrevería a ofenderse ante una disertación científica sobre la utilidad de
la arquitectura religiosa? "
De hecho, la campaña de Schippel contra nuestra afirmación de la milicia
no puede ser tratada más desde un punto de vista científico que los votos de
Stegmuller. En su artículo (en "Federico Engels y el sistema de la
milicia" en el Neue Zeit , 1898-1899 año n huesos19
y 20), Schippel simplemente trató de mostrarnos que la milicia popular, cuya
institución siempre ha sido uno de los puntos más importantes de nuestro
programa político, es técnicamente inviable, indeseable por razones políticas, económicamente
costoso, mientras que el militarismo actual es tan indispensable como
beneficioso para el bienestar de la nación. Es un rechazo brutal de toda
acción parlamentaria e incluso de toda la agitación del Partido, que hasta
ahora se ha centrado en la lucha contra el militarismo. Si, bajo el pretexto
de la libertad de la ciencia, se negara al Partido el derecho a pronunciarse
sobre un ataque de este tipo sobre sus principios fundamentales, sería el abuso
más descarado que se haya hecho jamás del nombre de "ciencia". Para
"rellenar los cráneos".
Igual de práctico, y no "científico", son las preguntas
enumeradas en el punto 5 de la agenda del próximo congreso y que se refieren a
las tácticas del Partido.
Es de esperar que las tácticas practicadas en las elecciones a la dieta
bávara no se presenten como una cuestión científica, inaccesible para el juicio
de los delegados. También en la obra de Bernstein, hay dos partes: una,
teórica, donde Bernstein expone su opinión crítica sobre la teoría del valor,
las crisis, la concepción materialista de la historia; y el otro,
práctico, donde trata con sindicatos, cooperativas, políticas coloniales y
actitud hacia el estado actual, así como hacia los partidos burgueses.
La primera parte, obviamente, no es competencia del Congreso del
Partido; nadie ha pensado nunca que el Congreso vote sobre la teoría del
valor o la de las crisis. Pero la segunda parte, las manifestaciones
prácticas de la teoría de Bernstein, desarrolladas en palabra y obra por
Vollmar, Schippel,Heine, etc., esta segunda parte debe ser objeto de una
votación del congreso. La masa del Partido tiene el derecho y el deber de
decidir las tácticas que el Partido debe seguir con respecto al Estado y la
burguesía. Cualquiera que le niegue este derecho afirmaría que le asigna
el papel humillante de un rebaño inconsciente.
De vez en cuando, en nuestro Partido sucede que los militantes de la
base, poco conocidos, son severamente falsificados, incluso excluidos del
Partido, por fallas de las cuales se les hace culpables solo por su educación
insuficiente. ¿Las fallas más serias de camaradas distinguidos deben
quedar impunes porque estos compañeros saben cómo sazonarlos con una salsa
"teórica"? Si fuera así, ¿no se diría que en nuestro Partido
también, los grandes ladrones ahorran a los pequeños?
La libertad de crítica y la santidad de la "investigación
científica" deben permanecer intangibles. Pero precisamente porque la
crítica del grupo de Bernstein ha tenido todo el tiempo y la latitud para
practicar hasta el punto en que su verdadero carácter y tendencias ya no son un
misterio para nadie, ha llegado el momento del Partido, en como cuerpo
político, para tomar una posición en contra de los resultados de esta crítica y
para declarar: esta crítica es una teoría del estancamiento, para la cual no
hay espacio, en nuestras filas.
1. Saltar↑ Extracto
del vol. III de las Obras completas de Rosa Luxemburg
(editadas por Clara Aetkin y Adolph Warski), pp. 173-177. El artículo
forma parte de una serie publicada en el periódico Leipziger Volkszeitung , en septiembre de 1899.
2. Ir↑ Max
Schippel (nacido en 1853), uno de los teóricos de la "revisonnisme"
enSozialistische Monatshelle , apoyó el Congreso de Hamburgo (1897)
la tesis de que el sistema militar prusiano era preferible a la de la
"milicia", incluido en el programa de la fiesta.
3. Jump up↑ Este
fue el congreso anual del Partido Socialdemócrata Alemán que se iba a celebrar
en Hanover en octubre de 1899, y en la agenda del cual apareció (tema 6) la
cuestión de los militares y la sustitución de un Milicia popular en el ejército
permanente.
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