Desde la página 29
Copiado del
libro, Juan Andrade, La revolución española día a día. Edita:
Editorial Nueva era y publicaciones trazo. Primera
edición: mayo 1979.
Prólogo y
notas: Pelai Pagés (NOTAS POLITICAS DIARIAS)
Columna publicada en La Batalla del 4 de diciembre de 1936
Una de las
reivindicaciones que siempre ha defendido la clase trabajadora con más tesón ha
sido el derecho de expresión, de crítica, de libre examen, que dicen los
anarquistas. Es en sí esta facultad un derecho humano y progresivo. La
burguesía triunfó sobre el feudalismo utilizando la libre expresión, y la clase
trabajadora conquistó la victoria en Rusia, usando el derecho de opinión,
siempre que las circunstancias lo permitían.
En toda la
campaña que de una manera sistemática viene desarrollándose contra nosotros, se
pone al descubierto exclusivamente, el deseo de impedirnos la expresión libre
de nuestros puntos de vista. No se nos quiere permitir ser discrepantes en las
concepciones, aunque en la acción contra el enemigo común estemos dispuestos a
mostrarnos disciplinados y a aceptar todas las decisiones mayoritarias (1).
Se nos
quiere exigir un total acatamiento a puntos de vista que no son los nuestros, y
que ni siquiera se nos ha permitido discutir antes de imponérnoslos con
carácter obligatorio. Aceptar esto por nuestra parte, revelaría completa
inconsciencia y demostraría que ningún aprecio sentimos por nuestro propio
ideario. Por eso, a pesar de todos los inconvenientes y desventajas,
defenderemos siempre como un gran tesoro el derecho a discrepar.
De la
revolución rusa hemos aprendido dos grandes enseñanzas: cómo se hace una
revolución en la época del imperialismo, y cómo la misma revolución puede
degenerar bajo la influencia de tendencias extrañas a los intereses
revolucionarios del proletariado. Son dos experiencias que, educados en Marx y
Lenin, debemos tener siempre en cuenta para nuestra actuación en todos los
países. Sin embargo, el querer sacar las deducciones precisas del curso de la
revolución rusa para nuestra revolución, es precisamente el derecho que
reiteradamente viene negándonos, y los que da lugar a que por resistirnos a
ellos se nos califique con los peores epítetos políticos y hasta personales.
El triunfo
de la revolución rusa fue posible porque Lenin y Trotsky llevaron a los últimos
extremos su intransigencia contra toda clase de oportunistas, porque impulsaron
la revolución desde el primer momento hacia el socialismo, porque se opusieron
a todo compromiso con las clases enemigas o intermedias, porque representaron
en todo momento los sentimientos y los intereses de las masas obreras y
campesinas. Con este criterio, con esta orientación, seguida en todo momento,
fue posible el triunfo del proletariado en Rusia en 1917. Siguiendo esta misma
táctica, el proletariado español logrará de una manera total su triunfo en el
actual movimiento. Los que oficialmente usufructúan la representación de la
revolución rusa, son precisamente los que en 1936 se oponen a que el
proletariado español siga el mismo camino (2).
Las
revoluciones, como el ejemplo de la francesa y la rusa lo demuestran, pueden
degenerar políticamente. El medio más eficaz para evitarlo, es señalar
francamente desde un comienzo, los fallos que se vayan observando y las falsas
orientaciones en la realización de los objetivos. Rusia ha sufrido una
fundamental degeneración burocrática, que pone en peligro las esencias
revolucionarias. Independientemente de la orientación falsa que a nuestro
juicio ha adoptado desde el punto de vista político, existe, como prueba
sangrante, el hecho de que día tras día, bajo el pretexto de complots en que
nadie completamente cuerdo puede creer, se fusile a la vieja guardia
bolchevique, principalmente a aquellos jefes del partido de los tiempos
heroicos de lucha contra el zarismo, que dirigieron el partido ruso juntamente
con Lenin (3).
Es una
obligación no ya sólo moral, sino política, elevar la voz contra semejantes
hechos. El proletariado es una clase internacional, y para la clase trabajadora
de ningún país es ajeno lo que sucede en los otros. Los deberes de solidaridad
nos obligan a opinar. Pero hay también otro motivo fundamental para que no
renunciemos a la crítica: el interés en encauzar en sentido positivamente
revolucionario, nuestro actual movimiento.
El derecho a
discrepar es una garantía del porvenir. Si hoy decimos con toda franqueza lo
que opinamos sobre el desarrollo de los acontecimientos, evitaremos desde el
primer momento, que el curso de la revolución sea deformado por los que tienen
interés en falsear las aspiraciones revolucionarias de las masas, es por lo que
bajo mil pretextos engañosos tratan de negarnos toda facultad discrepante. Y
porque nosotros comprendemos muy conscientemente nuestras obligaciones hacia el
proletariado, nos negamos intransigentemente a someternos. La cosa es bastante
clara.
Notas
de Pelai Pagès
(1) Cabe recordar que la campaña contra el POUM se había
iniciado por parte del PCE y del PSUC a finales de noviembre de 1936. El 28 de
noviembre de 1936 Antonov Ovseenko, el cónsul soviético en Barcelona, había
publicado en Treball, órgano del PSUC, una nota de prensa en la que
se acusaba a La Batalla de estar colaborando con una campaña
de prensa lanzada por el fascismo internacional.
(2) Se refiere al PCE-PSUC e indirectamente también al
gobierno de Stalin.
(3) El primer juicio y fusilamiento contra la vieja
guardia bolchevique tuvo lugar en Moscú en agosto de 1936. Entre otros fueron
fusilados Kámenev y Zinoviev. El POUM había adoptado su posición contra este
proceso en una “Resolución del Comité Ejecutivo del POUM sobre el proceso y el
fusilamiento, en Moscú, de 16 bolcheviques de la Revolución de octubre”,
publicado en La Batalla, 28 de agosto de 1936.
Resolución
del Comité Ejecutivo del POUM en los procesos de Moscú (28 de agosto de 1936)
Edición
digital de la Fundación Andreu Nin, diciembre 2002
PROBLEMAS
DE LA REVOLUCIÓN Y DEL MOVIMIENTO OBRERO
Lenin y la
guerra 285
Marxistas
revolucionarios y anarquistas en la Revolución Española 293
Ante la
eventualidad de un nuevo frenazo a la revolución
Desde la
página 21
Primera
campaña de difamaciones y calumnias, en la que se identificaba al POUM con el
fascismo internacional, se intensificó desde finales de 1936 y en los primeros
meses de 1937
España
Traicionada (Stalin y la guerra civil) Ronald Radosh, Mary R. Haberck (eds).
Primera parte.
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