viernes, 6 de octubre de 2017

Juan Andrade. El derecho a discrepar es una garantía de porvenir



Desde la página 29


Prólogo y notas: Pelai Pagés (NOTAS POLITICAS DIARIAS)




Columna publicada en La Batalla del 4 de diciembre de 1936

Una de las reivindicaciones que siempre ha defendido la clase trabajadora con más tesón ha sido el derecho de expresión, de crítica, de libre examen, que dicen los anarquistas. Es en sí esta facultad un derecho humano y progresivo. La burguesía triunfó sobre el feudalismo utilizando la libre expresión, y la clase trabajadora conquistó la victoria en Rusia, usando el derecho de opinión, siempre que las circunstancias lo permitían.

En toda la campaña que de una manera sistemática viene desarrollándose contra nosotros, se pone al descubierto exclusivamente, el deseo de impedirnos la expresión libre de nuestros puntos de vista. No se nos quiere permitir ser discrepantes en las concepciones, aunque en la acción contra el enemigo común estemos dispuestos a mostrarnos disciplinados y a aceptar todas las decisiones mayoritarias (1).


Se nos quiere exigir un total acatamiento a puntos de vista que no son los nuestros, y que ni siquiera se nos ha permitido discutir antes de imponérnoslos con carácter obligatorio. Aceptar esto por nuestra parte, revelaría completa inconsciencia y demostraría que ningún aprecio sentimos por nuestro propio ideario. Por eso, a pesar de todos los inconvenientes y desventajas, defenderemos siempre como un gran tesoro el derecho a discrepar.


De la revolución rusa hemos aprendido dos grandes enseñanzas: cómo se hace una revolución en la época del imperialismo, y cómo la misma revolución puede degenerar bajo la influencia de tendencias extrañas a los intereses revolucionarios del proletariado. Son dos experiencias que, educados en Marx y Lenin, debemos tener siempre en cuenta para nuestra actuación en todos los países. Sin embargo, el querer sacar las deducciones precisas del curso de la revolución rusa para nuestra revolución, es precisamente el derecho que reiteradamente viene negándonos, y los que da lugar a que por resistirnos a ellos se nos califique con los peores epítetos políticos y hasta personales.

El triunfo de la revolución rusa fue posible porque Lenin y Trotsky llevaron a los últimos extremos su intransigencia contra toda clase de oportunistas, porque impulsaron la revolución desde el primer momento hacia el socialismo, porque se opusieron a todo compromiso con las clases enemigas o intermedias, porque representaron en todo momento los sentimientos y los intereses de las masas obreras y campesinas. Con este criterio, con esta orientación, seguida en todo momento, fue posible el triunfo del proletariado en Rusia en 1917. Siguiendo esta misma táctica, el proletariado español logrará de una manera total su triunfo en el actual movimiento. Los que oficialmente usufructúan la representación de la revolución rusa, son precisamente los que en 1936 se oponen a que el proletariado español siga el mismo camino (2).


Las revoluciones, como el ejemplo de la francesa y la rusa lo demuestran, pueden degenerar políticamente. El medio más eficaz para evitarlo, es señalar francamente desde un comienzo, los fallos que se vayan observando y las falsas orientaciones en la realización de los objetivos. Rusia ha sufrido una fundamental degeneración burocrática, que pone en peligro las esencias revolucionarias. Independientemente de la orientación falsa que a nuestro juicio ha adoptado desde el punto de vista político, existe, como prueba sangrante, el hecho de que día tras día, bajo el pretexto de complots en que nadie completamente cuerdo puede creer, se fusile a la vieja guardia bolchevique, principalmente a aquellos jefes del partido de los tiempos heroicos de lucha contra el zarismo, que dirigieron el partido ruso juntamente con Lenin (3).


Es una obligación no ya sólo moral, sino política, elevar la voz contra semejantes hechos. El proletariado es una clase internacional, y para la clase trabajadora de ningún país es ajeno lo que sucede en los otros. Los deberes de solidaridad nos obligan a opinar. Pero hay también otro motivo fundamental para que no renunciemos a la crítica: el interés en encauzar en sentido positivamente revolucionario, nuestro actual movimiento.


El derecho a discrepar es una garantía del porvenir. Si hoy decimos con toda franqueza lo que opinamos sobre el desarrollo de los acontecimientos, evitaremos desde el primer momento, que el curso de la revolución sea deformado por los que tienen interés en falsear las aspiraciones revolucionarias de las masas, es por lo que bajo mil pretextos engañosos tratan de negarnos toda facultad discrepante. Y porque nosotros comprendemos muy conscientemente nuestras obligaciones hacia el proletariado, nos negamos intransigentemente a someternos. La cosa es bastante clara.
 
Notas de Pelai Pagès
 
(1) Cabe recordar que la campaña contra el POUM se había iniciado por parte del PCE y del PSUC a finales de noviembre de 1936. El 28 de noviembre de 1936 Antonov Ovseenko, el cónsul soviético en Barcelona, había publicado en Treball, órgano del PSUC, una nota de prensa en la que se acusaba a La Batalla de estar colaborando con una campaña de prensa lanzada por el fascismo internacional.

(2) Se refiere al PCE-PSUC e indirectamente también al gobierno de Stalin.


(3) El primer juicio y fusilamiento contra la vieja guardia bolchevique tuvo lugar en Moscú en agosto de 1936. Entre otros fueron fusilados Kámenev y Zinoviev. El POUM había adoptado su posición contra este proceso en una “Resolución del Comité Ejecutivo del POUM sobre el proceso y el fusilamiento, en Moscú, de 16 bolcheviques de la Revolución de octubre”, publicado en La Batalla, 28 de agosto de 1936. 


Resolución del Comité Ejecutivo del POUM en los procesos de Moscú (28 de agosto de 1936)


 
Edición digital de la Fundación Andreu Nin, diciembre  2002


PROBLEMAS DE LA REVOLUCIÓN Y DEL MOVIMIENTO OBRERO

Lenin y la guerra  285


Marxistas revolucionarios y anarquistas en la Revolución Española 293





Ante la eventualidad de un nuevo frenazo a la revolución   
Desde la página  21



Primera campaña de difamaciones y calumnias, en la que se identificaba al POUM con el fascismo internacional, se intensificó desde finales de 1936 y en los primeros meses de 1937



España Traicionada (Stalin y la guerra civil) Ronald Radosh, Mary R. Haberck (eds). Primera parte.




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