Pepe
Gutiérrez
Fundado en
septiembre de 1935 como producto de la fusión de dos grupos comunistas
disidentes, el Bloque Obrero y Campesino, animado por Joaquín Maurín y pedro
Bonet, y la Izquierda Comunista, de Andreu Nin y Juan Andrade, el primero más
numeroso y el segundo de mayor solidez teórica, el Partido Obrero de
Unificación Marxista (POUM) pasó a ser el partido comunista disidente más
importante de los años treinta. Aparte de su propio prestigio -no hay que
olvidar que entre sus dirigentes se encontraban los principales animadores de
los primeros tiempos del comunismo hispano-, el POUM mantenía vínculos muy
potentes con la izquierda del PSOE y con la CNT-FAl, porque concretaba quizás con
mayor coherencia una alternativa que era muy sentida por estas formaciones: la
de superar el cuadro de la revolución democrática-republicana por una opción
socialista basada en la alianza obrero-campesina, una alternativa que ellos
mismos llamaban de “democracia obrera”. En el orden internacional, el POUM
estaba relacionado con varios grupos de izquierda en una pequeña internacional
llamada el Buró de Londres (1), y mantenía amplias conexiones con la corriente
internacional que personificaba León Trotsky lo que le valdría ser
indebidamente calificado de “trotskista”
que si corresponde si acaso a la gente que había formado parte el grupo
de Nin.
(1) El
Buró de Londres lo formaban varios partidos los más conocidos eran el
Independent Labour Party y el Partido Obrero y Campesino francés que animaban
Marceau Pivert y Daniel Guerin. Se trataba de grupos que había colaborado con
el “trotskismo” al menos hasta 1934, y que se diferenciaron de esta corriente
en temas como el Frente Popular. Desapareció cuando estalló la II Guerra
Mundial.
El nacimiento del POUM coincidió con el del PSUC -de hecho, los componentes de
una y otra unificación habían valorado muy seriamente una unificación conjunta (2)– y con el giro de la política del Komintern hacia los
frentes populares. Un año antes habían comenzado en Moscú los famosos
“procesos” con los que Stalin buscaba un doble efecto: de una parte yugular
toda oposición interior, en primer lugar del “trotskysmo”, pero también de ex estalinistas como Kirov que habían
intentado formar un bloque oposicionista para sustituirle; y por otro,
demostrar que el bolchevismo había dejado de existir, que ni la URSS ni el
Komintern tenían ya una voluntad revolucionaria y que, por tanto, era posible una política de pactos
honorables con las demás potencias, sin excluir las de signo fascista con las
que pactaron unos y otros en diversas fases (3).
(2)
Este término se puede
considerar correcto solamente en el sentido que define una corriente comunista
adversa al estalinismo, pero ha sido aplicado al POUM tanto por sus enemigos
como por historiadores profesionales poco rigurosos. Aunque existían notables
coincidencias históricas y programáticas entre el POUM y Trotsky, no menos
importantes fueron las diferencias, y sus relaciones fueron bastante
tormentosas.
(3)
Stalin no desdeñó llegar
a un acuerdo con Hitler y con Mussolini antes de la guerra civil española. Sin
ir más lejos, el PCI buscó en 1938 una “reconciliación nacional” que se vio
frustrada por la intransigencia fascista. Ver al respecto el libro de Paolo
Spriano-militante del PCI-, Storia del Partido Comunista italiano (Ed.
Einaudi, Torino, 1970). En cuanto a las “democracias”, no hay más que ver el
inicial entusiasmo de Churchill con Mussolini o de las complicidades de
conservadores británicos y norteamericanos con Franco, por no hablar de la
línea general que pasaba por tratar de desviar a Hitler contra la URSS. Éste se
convirtió en un enemigo cuando atacó Gran Bretaña.
Ni el POUM ni el PSUC podían quedar, cada uno a su manera, al margen de este
contexto histórico. Para el jefe absoluto de la URSS –y del Komintern- José
Stalin, el POUM era culpable por otras dos razones obvias: seguía defendiendo
la legitimidad de la revolución de Octubre como algo actual y el honor de los
bolcheviques aniquilados, y traducía este criterio en una propuesta
revolucionaria que se situaba en la negación de sus planes en España. Esta
contradicción no la podía dirimir el estalinismo en el terreno del debate
político. Sus métodos fueron los ya probados en la “lucha contra el trotskismo”: la calumnia sistemática, la represión
y el asesinato… Con su actuación escribieron algo así como un segundo capítulo
de los “procesos de Moscú” (4), sin el cual es imposible comprender el desarrollo político
de la zona republicana e incluso las razones últimas de su derrota.
(4)
Ver entre otros: Andrés
Suárez (Ignacio Iglesias), El proceso contra el POUM (Ruedo
Ibérico, París, 1974) y Julián Gorkin, El proceso de Moscú en Barcelona (Ed.
Aymá, Barcelona. 1974); El proceso de 1938 contra el POUM (Fundación Andreu
Nin, s/f, con textos de Carmen Grimau, Francecs del Cabo y Wilebaldo Solano; El
proceso del POUM. Documentos judiciales y policiales, presentación y notas de
Víctor Alba y Marisa Ardevol (Lerna, Barcelona, 1989); Wilebaldo Solano, El
POUM en la historia (Libros de la Catarata/Fundación Andrés Nin, Madrid, 1998).
“Espías franquistas”
La relación de víctimas del estalinismo en España supera ampliamente todas las
existentes fuera de la URSS (5). A los casos más conocidos como los de Andreu Nin y Camilo
Berneri (6), hay que añadir otros que no lo son
tantos como los de Kurt Landau, Marc Rhein, Hans Freund, Erwin Wolf y Alfredo
Martínez, muertos a la manera de Nin. En el ejército, durante el período de
instrucción del proceso contra el POUM, fueron fusilados después de juicios
expeditivos por consejos de guerra montados por el aparato paralelo del PCE:
Marciano Mena, Jaime Trepat, Juan Hervás, José M.ª Arenillas…(7) Hubo igualmente muchas víctimas anónimas, y
naturalmente, una persecución sistemática cuya radicalidad lo testimonia una”pintada” que ha recordado Mika
Etchebéhère: “Si coges un fascista, detenlo; si coges un trotskista, mátalo”.
(5)
Para una visión de
conjunto, ver Pierre Broué, Los
procesos de Moscú (Ed. Anagrama, Barcelona, 1975), y sobre
todo Les procés de Moscou dans le monde (n.º especial de los
Cahiers León Trotsky editados en París, julio-septiembre de 1979), y por J.
Archa Getty&Oleg V. Naumov, La lógica del terror
(Crítica, Barcelona, 2001), en la que se ofrece el siguiente subtítulo: Stalin
y la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939, con el que se implica
a las víctimas en su propio exterminio. Se puede asegurar que semejante
amalgama únicamente se ofrece en relación al comunismo, como si hubiera sido la
única corriente ideológica que unifica a víctimas y verdugos, algo que, por
citar un solo ejemplo, a nadie se le ocurre hacer en relación a la historia
católica, y no será por falta de ejemplos.
(6)
Sobre el primero se
pueden consultar las respectivas biografías de Pelai Pagés (Zero-ZYX, Madrid,
1974) y Francesc Bonamusa (Anagrama, Barcelona, 1977), la antología Los
problemas de la revolución española (Ruedo Ibérico, París, 1971), con
prólogo de Juan Andrade, o el libro citado de Wilebaldo Solano, El POUM
en la historia cuyo subtítulo es Andreu Nin y la revolución
española, sobre el segundo la edición de sus escritos sobre España (Ed.
Tusquest, col. Acracia, Barcelona, 1978) prologada y anotada por Carlos M.ª
Rama.
(7)
Kurt Landau fue
dirigente del comunismo y del trotskysmo en su país natal, Austria; Theim era
hijo del dirigente menchevique Abramovicth, y pertenecía al socialismo de
izquierdas; Freund y Wolf eran cuadros del movimiento trotskista; Martínez era
un dirigente anarcosindicalista; Mena era uno de los responsables del POUM en
Lleida, y Arenillas fue un teórico y militante poumista de Euzkadi, autor de
unas notables reflexiones sobre La cuestión nacional en Euzkadi, editadas
por Fontamara. De todos ellos se puede encontrar una mayor información en la
página web de la Fundación Andrés Nin.
Esta actividad represiva fue producto de la labor con junta del aparato
estalinista internacional establecido en España, del PCE-PSUC, sobre todo
por el segundo que, después de un tiempo de hesitación, fue empleado por
Palmiro Togliatti, uno de los cerebros del aparato de “kominterianos”, de los cuadros de confianza de Stalin destacado en
España, como ejemplo de celo antitrotskista para el primero.
Entre estos “cuadros de confianza” se
destacaba un grupo que iba desde los diplomáticos como Antonov-Ovseenko,
Rosenberg o Halkiss (8) hasta el extenso sector de los “expertos” de la GPU dirigidos por Orlov, sin olvidar a los cuadros
políticos orgánicos entre los que destacaron el argentino Victorio Codovilla,
S. Minev, Ernö Geroe, el propio Togliatti alias Ercoli y el siniestro Carlos
Contreras, alias de Vittorio Vidali (9). Todos ellos permanecían instalados en España rigurosamente
al frente de una maquinaria orientada hacia una introducción en profundo en el
seno del apara to estatal republicano -ejército, policía, justicia, etc.-, con
el apoyo o con la aquiescencia de los demás partidos, que se encontraban en lo
fundamental identificados con los supuestos básicos del estalinismo, oponer a
Franco una “democracia” a la manera
occidental, con la paradoja de que estas, por más que podían “agradecer” el esfuerzo noskeriano en la
represión de la revolución, no podían por menos que considerar el pacto con la
URSS como un “pacto con el Diablo”,
según la expresión de Wiston Churchill (10).
(8)
Ovseenko había
pertenecido a la Oposición de Izquierdas entre 1923 y 1928. Rosenberg era un
diplomático de carrera que comenzó su oficio en Berlín bajo las órdenes de un
destacado oposicionista, Joffe. Ambos, como la mayor parte del personal
soviético en España, fueron asesinados al regresar a la URSS. Aunque poco
conocido, los investigadores consideran que Haikiss era agente de la GPU.
(9)
Codovilla fue durante
varias décadas el principal dirigente del PC argentino; Minev, conocido como
Stepanov (entre varios seudónimos más) era un veterano comunista búlgaro; Geroe
fue uno de los dirigentes húngaros más odiados durante la crisis de 1936 y fue
defenestrado por Moscú; Togliatti ha dejado un amplio testimonio escrito (La guerra de España.
Ed. Crítica, Barcelona, 1979) sobre su intervención en la política española y
sería más tarde una de las cabezas del “revisionismo”; en unas conversaciones
posteriores a la muerte de Stalin, justificó su actuación arguyendo que de
actuar de otra forma hubiera sido asesinado; Vidali, principal dirigente del
PCI en Trieste, se encuentra siempre entre los nombres que surgen con relación
a la muerte de Mella, Nin, Trotsky, el líder trotskista cubano Sandalio
Junco, el anarquista itanorteamericano Carlos Tresca…
(10) Los comunistas han encontrado una de las
justificaciones de la derrota republicana en la “traición” de las democracias
occidentales que con la no-intervención facilitaron que las potencias fascistas
pudieran inclinar a favor de Franco la balanza militar. Resultaría cómico, si
no fuera dramático, que un partido hecho a imagen de la experiencia de Octubre
no considerara la actuación de estas democracias contra la URSS…Para las clases
dominantes de Occidente nunca hubo la menor duda en la opción entre Franco y
una República cuya “normalización” tuvo que ser impuesta unos aliados a
los que odiaban especialmente, y sobre los que no tardarían en atribuirle toda
clase de estigmas.
De cara al proceso contra el POUM, acusado de ser el centro de la “quinta
columna”, este equipo trabajó para crear un
tribunal contra el espionaje y la alta traición compuesto por cinco jueces,
tres militares y dos civiles nombrados directamente por el Gobierno. En las
actas de acusación se citan “actos hostiles contra la República”, “propaganda de falsas noticias”, “formulación de juicios desfavorables a la
marcha de las operaciones de guerra o al crédito y a la autoridad de la
República”, “actos o manifestaciones
tendentes a debilitar la moral pública ya desmoralizar al ejército o debilitar
la disciplina colectiva”. Bajo el cuadro del orden legal republicano, la
actuación de fondo se orienta hacia los métodos puestos en práctica en Moscú.
Los acusados serán acusados en definitiva “espías
franquistas”, y así lo viene predicando con vehemencia la prensa comunista
oficial. Solamente décadas más tarde se intentará justificar todo este proceso
con argumentos políticos según los cuales el POUM quería “saltar” por encima de la etapa democrática, hacer una revolución
contraria al pacto republicano, etc (11).
(11)
Esta era la razón de
fondo y es la que, finalmente, han asumido los dirigentes comunistas oficiales
que han tratado la cuestión y que tuvieron sus implicaciones como es el
caso notorio de Santiago Carrillo quien por cierto, tiene sus propias páginas
en esta historia, comenzando por el hecho de que fue un efímero simpatizante
trotskista hasta que fue invitado a viajar a la URSS. Reconocido esto, tratarán
de adjudicar las responsabilidades a otros, a Stalin que habría intervenido al
margen del PCE (sic) y a la irresponsabilidad revolucionaria del POUM… Como si
el PCE no hubiera actuado en consecuencia a unas premisas políticas que exigían
la liquidación del POUM, lo mismo que la de la nosckiana socialdemocracia
alemana de 1918 exigía el fin del “espartakismo”. Este esquema está
desarrollado minuciosamente por Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo en Queridos
camaradas. La Internacional Comunista y España, 1919-1939 (Planeta,
Barcelona, 1999).
Pierre
Broué. Acerca de “Queridos camaradas”
1 Libro
reseñado: Antonio Elorza
y Marta Bizcarrondo,
Queridos camaradas: la Internacional Comunista y España, 1919-1939, Planeta.
Barcelona, 1999.
Elorza analiza en un ensayo la relación de Stalin con el PCE
Madrid 12 MAY 1999
El
engranaje policiaco
No obstante, el objetivo de descalificar, aislar y aniquilar al POUM no pudo
desarrollarse al margen de la evolución política que tuvo lugar en el campo
republicano. Resultaba imposible en los primeros meses de una revolución inoportuna” (12). El signo de aquellos momentos era el de una revolución que
embriagaba incluso a los militantes de base del PCE-PSUC. Comenzó a ser una
necesidad inherente a la “normalización”
del Estado republicano, como lo fue el fin de Largo Caballero, que
representaba un compromiso entre la revolución y los sectores interesados en la
reconstrucción de una democracia liberal. Cuando dicha “normalización” había avanzado lo suficiente, el descabezamiento
del POUM fue también un golpe contra sus aliados potenciales, la izquierda
socialista y la CNT-FAI.
(12)
Como la define muy bien
Fernando Claudín en su obra La crisis del
movimiento comunista internacional (Ed. Ruedo Ibérico).
No se trataba por lo tanto de ningún capítulo más entre un presunto “ajuste de
cuentas” entre Stalin y Trotsky, ni parte de un acto improvisado derivado del
curso de la contienda. Aun que se trató de una decisión de Stalin desde los
primeros días de la guerra, no se planteó claramente hasta finales de 1936. El
27 de diciembre de 1936, el cónsul general de la URSS en Barcelona, Antonov
Ovseenko, marca la señal de la campaña de calumnias que va a ocupar un lugar
privilegiado en la prensa del PSUC con una nota en la que se dice que La
Batalla, órgano central del POUM, “está
vendida a la prensa fascista internacional”. En esta época todavía se habla
de los “trotskistas del POUM”,
intentando ampliar la brecha de unas diferencias reales existentes en el
interior de este partido (13). Apenas un mes después el periódico del PCUS, Pravda,
realiza un salto cualitativo al proclamar abiertamente: “Ya ha comenzado en Cataluña la eliminación de los trotskistas y de los
anarcosindicalistas”. Más prudente, Ovseenko matizará después, “trotskistas e incontrolados”,
diferenciando entre el equipo dirigente de la CNT-FAI y tendencias como la que
expresaban “Los amigos de Durruti”.
(13)
En el POUM habla un
sector, representado por Juan Portela, favorable a un mayor entendimiento con
el gobierno frentepopulista. Ver al respecto los textos añadidos a la edición
de Pierre
Broué de los escritos de Trotsky sobre La revolución española (II
t., Ed. Fontanella, Barcelona, 1976), así como la obra citada de
Elorza&Bizcarrondo.
La
Revolución española. Volumen I 1930-1936 Leon Trotsky
La
Revolución española. Volumen II 1936-1940
Leon Trotsky
El salto definitivo lo dictaminará la provocación de mayo del 37 en Barcelona,
que iniciada por dirigentes del PSUC trata de reducir los reductos de
influencia revolucionaria (14). El “armisticio”
auspiciado por Federica Montseny y García Oliver no es respetado y cuando
todavía no han concluido los ecos del enfrentamiento, se desencadena una
potente campaña internacional en la que tanto desde la prensa comunista oficial
como, a otro nivel pero reproduciendo a veces los mismos argumentos, desde los
periódicos de la izquierda liberal y socialdemócrata, se acusa al POUM de “haber fomentado una insurrección” con la
ayuda “de la policía secreta italiana y
alemana” (15). En este contexto, el PCE provoca
una crisis que hace caer a Largo Caballero, al que sucede Juan Negrín, un
socialista de derecha, completamente identificado con los fines de la política
estalinista en España y con los métodos que le corresponden, la ayuda soviética
y la posibilidad de un “entente” con
las democracias liberales de Occidente sé contraponen rotundamente a la “fiebre” revolucionaria correspondiente a
la movilización obrera contra la sublevación, y a las tentativas
autogestionarias nacidas espontáneamente en las jornadas de julio de 1936.. El
programa de liberación social desaparece dé la zona republicana, es más pasa a
ser sinónimo de complicidad con el enemigo.
(14) La controversia sobre Mayo del 37, después de la
documentación facilitada por Manuel Cruells (Els fets de maig, Barcelona
1937, Ed. Juventud, 1969) Miquel Amorós (La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y
Los Amigos de Durruti, Virus,
Barcelona, 2003) y otros, no se plantea sobre
la indiscutible provocación del PSUC a través del antiguo bloquista Rodríguez
Salas, que actuó al margen -al menos oficialmente- del Gobierno central y de la
Generalitat. Se plantea sobre su interpretación política y pone en un aprieto a
todos los historiadores que intentan ser rigurosos y están identificados con la
opción antirrevolucionaria en el campo re publicano.
(15)
Cf. Andrés Suárez, o.c., pp., 137-148.
(16)
ldem, p.83.
El miércoles 16 de junio de 1936 se inicia lo que Ignacio Iglesias ha llamado “el golpe estalinista contra el POUM” (16). Nin es secuestrado en su despacho y, horas más tarde, los
demás dirigentes poumistas son detenidos y encarcela dos. La Cárcel Modelo se
llena de “trotskistas” ante la
estupefacción de un desconocido llamado Eric Blair, luego conocido como George
Orwell, y de muchos otros testigos. El ambiente ya se venía venir desde hacía
tiempo, y diversos analistas internacionales -entre ellos Víctor Serge, Louis
Fischer o el propio Trotsky-, venían advirtiendo de la proyección del “gran terror” estalinista en la zona
republicana. Desde hacía tiempo un agente de la GPU el “capitán” León Narvicth,
que se había presentado en Barcelona como un “simpatizante” del POUM y de la oposición rusa Y que había buscado
la familiaridad de Nin, prepara el terreno para la rápida intervención
estalinista y las acusaciones ulteriores. No se trata de un hombre solo, detrás
se encuentran unos “servicios paralelos”
que funcionan bajo la cobertura del “Grupo
de Información” o “departamento
especial de información del Estado” vinculado con el Ministerio del
interior. Este organismo, aunque fue creado por el “consenso” de toda la izquierda, terminó siendo hegemonizado por la
GPU. Cuando a finales de 1937 el Gobierno crea el Servicio de Inteligencia
Militar, la hegemonía hace tiempo que es total. En estos servicios trabajan no
menos de seis mil personas, y cuentan con cárceles y campos de trabajo propios.
Esta primera parte de la “operación”
contra el POUM resulta completamente exitosa. Pero no va a ser así con la
segunda: la que enfoca con el objetivo destruir moralmente los “hitlero-trotskistas” como ya se había
hecho con los viejos bolcheviques en Moscú, La pieza clave para este montaje es
sin duda Andreu Nin, Igual que en Moscú, se emplean falsos policías, hábiles
provocadores, Ia amalgama con fascistas auténticos la fabricación de documentos
falsos y por supuesto, la tortura en sus aspectos más refinados. Con todo, la
operación se salda en buena medida con un fracaso. Revolucionario probado, Nin
no se encuentra en el punto final de un proceso de desintegración moral y
política como los viejos bolcheviques, y su integridad le lleva a una muerte
presumiblemente horrorosa, ya que de haber muerto de un tiro su cadáver habría
aparecido bajo un pretexto perfectamente asequible en el curso de la guerra.
La declaración efectuada por el propio Nin demuestra que se
negó en rotundo a claudicar, renegando de toda su rica
y valerosa vida de militante revolucionario. Tampoco claudicarán sus compañeros
y el “proceso de Moscú” en España no
tendrá lugar tal como se pretendió escenificar. Los dirigentes del POUM
se defienden con integridad y el juicio no será un “aquelarre” de autoacusaciones sino un mero montaje en el que de un
lado está el orden establecido y de otro unos revolucionarios que lo critican.
Las
“pruebas” contra el POUM
Este drama que enfrenta -a unos como perseguidos y a otros como perseguidores-
a una misma familia política, surgida a principios de los años veinte con el
objetivo de derrocar el sistema capitalista y construir el socialismo, es
seguramente una de las claves más complejas de la guerra civil, la que más se
eleva al absurdo y por lo tanto, la más inasequible para una interpretación
sencilla, de hecho todo, comenzando por el lenguaje –como observará Orwell-
será transtornado: las revolucionarios serán perseguidos en nombre de una
revolución. Esto explica que durante varias décadas los historiadores tiendan a
vadear los hechos que definen la situación, y que sólo muy tardíamente -después
del XX. Congreso del PCUS y de la desestalinización- serían tratado con una
mayor seriedad. Un autor como Burnett BuIlotten pudo hablar de todo ello con un
título muy significativo: El gran camuflage (17).
(17) Quizás el primer estudio riguroso que se hizo de
esta dimensión (la revoIución social de 1936-1937 en el campo republicano) fue
el de Bolloten, que su apareció en inglés en 1961 y que en España conoció una traducción
no autorizada por el autor con el título de La gran traición (Ed.
Caralt). El libro iba precedido por un prólogo de Manuel Fraga lribarne en el
que intentaba descalificar a José Bergamín por su complicidad en la represión
antitrotskista. Una edición revisada y ampliada aparecería en 1980 con el
título de La revolución española (Ed. Grijalbo), y una década
más tarde, otra todavía más completa en Alianza; La guerra civil española (Revolución y contrarrevolución en
España). Otras obras importantes que insisten
sobre este extremo son las Pierre Broué y Emile Teminé, La guerra y la
revolución en España (FCE, México), y la de
Carlos M.ª Rama La crisis española del siglo XX (ídem).
"El Gran Engaño. Las izquierdas y su lucha por el poder en la zona republicana" (The Grand Camouflage)
Mientras que, en líneas generales, se puede decir que el POUM fue coherente con
los principios políticos que dieron lugar a la revolución de Octubre
-revolución socialista en un país capitalista subdesarrollado en el que la
burguesía es totalmente incapaz de encabezar una revolución democrática- y a la
Tercera Internacional, en el desarrollo del comunismo oficial es fácil detectar
importantes rectificaciones y anomalías derivadas de los diferentes giros
operados por la política exterior soviética.
Recordemos que el PCE entró en el período republicano como un radical opositor
a la República que definía no como oligárquica sino como fascista. Después de
quedar drásticamente disminuido como grupo, comienza a recobrar su vigor
inicial en los acontecimientos de Asturias de 1934, en los que todavía sus
aspiraciones son rotundamente clasistas y socialistas. Sin embargo, entre 1935
y 1936, opera un giro de 180 grados: el PCE se desplaza a la extrema derecha
del movimiento obrero, sobrepasando en sus planteamientos las posiciones de la
derecha socialista.
Paradójicamente, este giro espectacular sigue revistiéndose de los símbolos y
emblemas de la revolución de Octubre y del primer Estado obrero (de una
economía planificada en función de los intereses de la mayoría trabajadora) de
la historia. El prestigio de estos símbolos y emblemas se había ampliado
extraordinariamente durante el proceso de radicalización de los movimientos de
masas durante los últimos años de la República a través del cine, la
literatura, etc. El PCE se vale igualmente de la solidaridad de la URSS, y
actúa con una voluntad y disciplina que se sobrepone a los métodos más abiertos
tradicionales de socialistas y anarquistas. Consigue arraigarse entre los
sectores colindantes del movimiento obrero -pequeña burguesía, intelectuales,
burocracia republicana, etc-, y aparece como el defensor más consecuente del
ala derecha del campo republicano, como el que puede actuar con mayor
legitimidad. Ellos representaban eran el (omnipotente) marxismo leninismo (Dolores Ibarruri), el Octubre
institucional, a la URSS, la única garantía para el pueblo de izquierdas frente
a las crisis económicas que demuestran la irracionalidad del capitalismo (crack
de 1929), y sobre todo ante el ascenso del nazi-fascismo. Solo una minoría
llega a entrever por ejemplo que la victoria de Hitler fue de hecho auspiciada
por la “guerra civil” entre
comunistas y socialdemócratas alemanes.
Esta coherencia antirrevolucionaria no encontró su contrapunto entre la
izquierda republicana, carente de rigor teórico y de perspectiva histórica para
analizar un fenómeno en trance. El ala “caballerista” del PSOE que se había
sorprendido del auge del fascismo, se adaptó total a una situación de
compromiso entre la revolución y la reconstrucción del Estado tradicional, y
cuando esta reconstrucción se hizo fuerte, fueron desplazados por su derecha,
por Prieto y Besteiro que nunca se habían cuestionado el pacto
republicano-socialista. Al igual que la CNT-FAI, aceptaron las exigencias que
acompañaron la ayuda militar soviética (“Ellos nos dan tanques, Vds., no nos
dan nada”, respondió Prieto a una delegación laborista de izquierdas que fue a
interceder por Nin). La CNT-FAI trató de salvaguardar sus zonas
autogestionarias entrando en el engranaje gubernamental. Su idea de la
revolución no iba acompañada por su extensión en la administración del Estado;
se olvidaron de éste hasta que actuó en contra ellos desmantelando las
colectivizaciones. Tanto “caballeristas” como confederales creyeron que era
posible una coexistencia entre la revolución y la dinámica institucionalista de
la derecha republicana y el estalinismo. Para los dirigentes de la CNT -con
excepciones como la de CamiIlo Berneri- todo se trataba de un simple ajuste de
cuentas entre “autoritarios”, y tuvieron que aprender a distinguir cuando era
ya tarde.
De esta manera, mientras que el PCE pudo actuar como la punta de lanza de un
bloque moderado, el POUM no tuvo los recursos para imponer una línea
alternativa de defensa de la revolución con el bloque que surgido de la
formidable repuesta obrera a la sublevación y que, al menos teóricamente,
coincidía con la premisa de que hacer la revolución era el mejor camino para
ganarla guerra (18). Cuando comenzó la “operación”
de acoso y derribo, los poumistas se encontraron bastante aislados. Eran un
asunto menor al lado de la “ayuda”
soviética, cuyo alcance simbólico era mucho mayor de lo que realmente
significó.
(18)
Aunque este es un tema
propio de la teoría militar y política, es útil subrayar que la estrategia de
“primero la guerra y después la revolución” es completamente excepcional, única
en toda la historia de las luchas sociales y militares desde los tiempos de la
guerra de los campesinos en Alemania hasta los recientes acontecimientos en
Centroamérica pasando por las revoluciones francesas, rusas, china, vietnamita,
cubana, etcétera. Una brillante aproximación teórica a la cuestión militar la
ofrece Joaquín Maurín en su último libro antes de la guerra, Revolución y contrarrevolución en España (Ruedo
Ibérico, París, 1967)
La “operación antitrotskista”
aseguraba apoyarse en unas pruebas “irrefutables”. Así, en noviembre de 1937,
Francisco Antón afirmaba en una sesión del CC del PCE: “Las pruebas de muestran que existía un plan perfectamente combinado
entre el POUM y los fascistas”. En abril de 1937, la policía madrileña dice
haber descubierto un “complot falangista” y entre los documentos aprehendidos
se encuentra uno en el que se dice que los falangistas pueden encontrar una
colaboración con “N” (por cierto, un argumento muy aparecido al de la inicial D
con que se montó la condena del capitán Dreyfus). La campaña cobra entonces
proporciones dantescas y cubre todo el bloque izquierdista internacional, con
la excepción de algunos pequeños grupos socialistas independientes que ya se
habían movilizado contra los montajes de Stalin en Moscú. De hecho, la
“irrefutabilidad” de las pruebas sólo convencen a los convencidos. Jaume
Miratvilles, comisario de la Generalitat, e Irujo, ministro de Justicia
republicano, estiman que se trata de una grosera falsificación. Las demás “pruebas” aportadas serán todavía más
débiles.
Así, a pesar de todo el montaje, el proceso contra el POUM no logra imponerse a
la manera de Moscú. Durante más de un año, concreta mente desde junio de 1937
hasta octubre de 1938, los dirigentes del
POUM -Juan Andrade, Jordi Arquer, Julián Gorkín, etc- no podrán ser juzgados.
Se han discutido mucho las razones de este aplazamiento, pero la más verosímil
es la que gira alrededor de los siguientes puntos:
1. La
penetración estalinista en el Estado republicano, con ser muy importante no
resultó ser lo suficiente como para que las autoridades dejaran pasar por
buenas unas pruebas que no ofrecían la menor verosimilitud para la justicia.
2. Como prolongación de una amplia campaña que había movilizado a
organizaciones radicales e intelectuales Izquierdistas disidentes, etc- contra
los “procesos de Moscú”, se desarrolló una amplia campaña internacional que
convenció a las autoridades republicanas del desprestigio que podía significar
para su causa seguir más adelante.
3. Esta resistencia tuvo igualmente una significativa traducción en el Estado
español, en primer lugar entre la propia militancia poumista y después en las
filas anarcosindicalistas y socialistas de izquierdas, afectadas aunque fuera
en menor grado por la política represiva del estalinismo.
Cuando el
montaje judicial se puso en marcha se tuvo que juzgar a unos disidentes -algo
poco convincente en una democracia- y no a unos espías vendidos a Franco y a
Hitler. La acusación contra los dirigentes del POUM se centraba en argumentos
propios del arsenal liberal convencional contra la izquierda militante del tipo
“ataques al parlamento de la República
del que (el POUM) preconiza incluso la supresión … campañas contra el Frente
Popular…difamación constante de los hombres que han formado los diferentes
gobiernos de España… diatriba inflamada contra los partidos del Frente Popular…
deseo constante de dividir las dos grandes centrales obreras, la CNT y la UGT…”
Acusaciones que eran extensibles a la mayor parte de la izquierda
revolucionaria que se había movilizado contra Franco, y al propio PCE de
las vísperas, y que ahora lo eran contra la mayoría de la CNT y buena parte del
PSOE.
Ciertamente, el POUM había criticado la política del bloque moderado, pero
nunca descalificó a sus componentes personalmente, sus propuestas no se
centraban en la supresión del Parlamento por la fuerza sino en su sustitución
por parlamento que respondiera a las fuerzas que estaban combatiendo…También
defendía la existencia de milicias obreras armadas en la retaguardia surgidas
de la lucha contra los golpistas. El socialismo figuraba como objetivo de la
mayor parte de partidos republicanos, y era un programa que el POUM preconizaba
concretarlo como expresión de la propia lucha. De hecho, estas
acusaciones eran complementarias a las fundamentales de “quintacolumnismo”, de
ahí que la campaña fuera acompañada más que por una escenificación en los
tribunales por la acción directa como la puesta en práctica por un André Marty
en las Brigadas internacionales, unos métodos que hablaban por sí mismos y
sobre los que ofrece su testimonio un partidario del gobierno como Ernest
Hemingway en su célebre novela, ¿Por quién doblan las campanas?
Una
prolongación imprevista
Este breve
cuadro quedaría incompleto sino tratáramos una imprevista prolongación.
Después de su actuación como actor principal en la operación descrita, León
Narvicth pudo seguir actuando con impunidad hasta que fue descubierto
casualmente por Juan Andrade. Contemplando en prisión una fotografía del estado
mayor del Quinto Regimiento, Andrade descubrió la presencia de Narvicth. El 10
de febrero de 1938, un comando formado por cuatro militantes del POUM acababa
con el provocador. Esta acción fue el pretexto para la puesta en escena de un
nuevo montaje en el que comparecieron como acusados varios militantes del grupo
trotskista de Barcelona, en particular dos de sus dirigentes más cualificados:
Gregorio Munis y Adolfo Carlini, que sé reconocen abiertamente como amigos de
Trotsky.
El acta de acusación se basaba en las declaraciones arrebatadas por el terror
del joven italiano Luigi Zanon, hijo de un fascista y simpatizante de la Cuarta
Internacional. Fueron inculpados de “actividades contrarias. a los Intereses de
la Republica” y de “preparar el asesinato de personalidades políticas de la
República”. Los acusados se confesaron militantes revolucionarios y ajenos al
atentado. Fueron condenados apenas de prisión, pero el montaje tampoco pudo
escenificarse. El 26 de enero de 1939 las tropas franquistas entraban en
Barcelona y en tanto que los verdugos pudieron huir libremente, las víctimas
tuvieron previamente que fugarse de la cárcel.
Apenas un año después, el 20 de agosto de 1940, un antiguo militante del PSUC,
Ramón Mercader, conocido entonces como Jacques Monard, cumplía brutalmente un
lejano sueño de Stalin: la muerte de León Trotsky. Este era una especie de “último acto” de una impresionante
maquinación criminal en la que fueran sacrificados millares de “trotskistas”
rusos, algunos de los cuadros más notorios del movimiento “trotskista”
internacional, y que se tradujo en España en la operación contra el POUM y los
“trotskistas” que acabaría enfermando la atmósfera de la zona republicana, y
que significaría una herida gangrenosa en el historial del ideal
revolucionario.
NOTAS
(1) El Buró de Londres lo formaban varios partidos los más
conocidos eran el Independent Labour Party y el Partido Obrero y Campesino
francés que animaban Marceau Pivert y Daniel Guerin. Se trataba de grupos que
había colaborado con el “trotskismo” al menos hasta 1934, y que se
diferenciaron de esta corriente en temas como el Frente Popular. Desapareció
cuando estalló la II Guerra Mundial.
(2) Este término se puede considerar correcto solamente en el
sentido que define una corriente comunista adversa al estalinismo, pero ha sido
aplicado al POUM tanto por sus enemigos como por historiadores profesionales
poco rigurosos. Aunque existían notables coincidencias históricas y programáticas
entre el POUM y Trotsky, no menos importantes fueron las diferencias, y sus
relaciones fueron bastante tormentosas.
(3) Stalin no desdeñó llegar a un acuerdo con Hitler y con
Mussolini antes de la guerra civil española. Sin ir más lejos, el PCI buscó en
1938 una “reconciliación nacional” que se vio frustrada por la intransigencia
fascista. Ver al respecto el libro de Paolo Spriano-militante del PCI-, Storia
del Partido Comunista italiano (Ed. Einaudi, Torino, 1970). En cuanto
a las “democracias”, no hay más que ver el inicial entusiasmo de Churchill con
Mussolini o de las complicidades de conservadores británicos y norteamericanos
con Franco, por no hablar de la línea general que pasaba por tratar de desviar
a Hitler contra la URSS. Éste se convirtió en un enemigo cuando atacó Gran
Bretaña.
(4) Ver entre otros: Andrés Suárez (Ignacio Iglesias), El
proceso contra el POUM (Ruedo Ibérico, París, 1974) y Julián
Gorkin, El proceso de Moscú en Barcelona (Ed. Aymá, Barcelona.
1974); El proceso de 1938 contra el POUM (Fundación Andreu
Nin, s/f, con textos de Carmen Grimau, Francecs del Cabo y Wilebaldo
Solano; El proceso del POUM. Documentos judiciales y policiales,
presentación y notas de Víctor Alba y Marisa Ardevol (Lerna, Barcelona, 1989);
Wilebaldo Solano, El POUM en la historia (Libros de la
Catarata/Fundación Andrés Nin, Madrid, 1998).
(5) Para una visión de conjunto, ver Pierre Broué, Los
procesos de Moscú (Ed. Anagrama, Barcelona, 1975), y sobre todo Les
procés de Moscou dans le monde (n.º especial de los Cahiers León
Trotsky editados en París, julio-septiembre de 1979), y por J. Archa
Getty&Oleg V. Naumov, La lógica del terror (Crítica,
Barcelona, 2001), en la que se ofrece el siguiente subtítulo: Stalin y
la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939, con el que se implica a
las víctimas en su propio exterminio. Se puede asegurar que semejante amalgama
únicamente se ofrece en relación al comunismo, como si hubiera sido la única
corriente ideológica que unifica a víctimas y verdugos, algo que, por citar un
solo ejemplo, a nadie se le ocurre hacer en relación a la historia católica, y
no será por falta de ejemplos.
(6) Sobre el primero se pueden consultar las respectivas
biografías de Pelai Pagés (Zero-ZYX, Madrid, 1974) y Francesc Bonamusa
(Anagrama, Barcelona, 1977), la antología Los problemas de la
revolución española (Ruedo Ibérico, París, 1971), con prólogo de Juan
Andrade, o el libro citado de Wilebaldo Solano, El POUM en la historia cuyo
subtítulo es Andreu Nin y la revolución española, sobre el segundo
la edición de sus escritos sobre España (Ed. Tusquest, col. Acracia, Barcelona,
1978) prologada y anotada por Carlos M.ª Rama.
(7) Kurt Landau fue dirigente del comunismo y del trotskysmo en
su país natal, Austria; Theim era hijo del dirigente menchevique Abramovicth, y
pertenecía al socialismo de izquierdas; Freund y Wolf eran cuadros del
movimiento trotskista; Martínez era un dirigente anarcosindicalista; Mena era
uno de los responsables del POUM en Lleida, y Arenillas fue un teórico y
militante poumista de Euzkadi, autor de unas notables reflexiones sobre La
cuestión nacional en Euzkadi, editadas por Fontamara. De todos ellos se
puede encontrar una mayor información en la página web de la Fundación Andrés
Nin.
(8) Ovseenko había pertenecido a la Oposición de Izquierdas
entre 1923 y 1928. Rosenberg era un diplomático de carrera que comenzó su
oficio en Berlín bajo las órdenes de un destacado oposicionista, Joffe. Ambos,
como la mayor parte del personal soviético en España, fueron asesinados al
regresar a la URSS. Aunque poco conocido, los investigadores consideran que
Haikiss era agente de la GPU.
(9) Codovilla fue durante varias décadas el principal
dirigente del PC argentino; Minev, conocido como Stepanov (entre varios seudónimos
más) era un veterano comunista búlgaro; Geroe fue uno de los dirigentes
húngaros más odiados durante la crisis de 1936 y fue defenestrado por Moscú;
Togliatti ha dejado un amplio testimonio escrito (La guerra de España.
Ed. Crítica, Barcelona, 1979) sobre su intervención en la política española y
sería más tarde una de las cabezas del “revisionismo”; en unas conversaciones
posteriores a la muerte de Stalin, justificó su actuación arguyendo que de
actuar de otra forma hubiera sido asesinado; Vidali, principal dirigente del
PCI en Trieste, se encuentra siempre entre los nombres que surgen con relación
a la muerte de Mella, Nin, Trotsky, el líder trotskista cubano Sandalio
Junco, el anarquista itanorteamericano Carlos Tresca…
(10) Los comunistas han encontrado una de las justificaciones
de la derrota republicana en la “traición” de las democracias occidentales que
con la no-intervención facilitaron que las potencias fascistas pudieran
inclinar a favor de Franco la balanza militar. Resultaría cómico, si no fuera
dramático, que un partido hecho a imagen de la experiencia de Octubre no
considerara la actuación de estas democracias contra la URSS…Para las clases
dominantes de Occidente nunca hubo la menor duda en la opción entre Franco y
una República cuya “normalización” tuvo que ser impuesta unos aliados a
los que odiaban especialmente, y sobre los que no tardarían en atribuirle toda
clase de estigmas.
(11) Esta era la razón de fondo y es la que, finalmente, han
asumido los dirigentes comunistas oficiales que han tratado la cuestión y
que tuvieron sus implicaciones como es el caso notorio de Santiago Carrillo
quien por cierto, tiene sus propias páginas en esta historia, comenzando por el
hecho de que fue un efímero simpatizante trotskista hasta que fue invitado a
viajar a la URSS. Reconocido esto, tratarán de adjudicar las responsabilidades
a otros, a Stalin que habría intervenido al margen del PCE (sic) y a la
irresponsabilidad revolucionaria del POUM… Como si el PCE no hubiera actuado en
consecuencia a unas premisas políticas que exigían la liquidación del POUM, lo
mismo que la de la nosckiana socialdemocracia alemana de 1918 exigía el fin del
“espartakismo”. Este esquema está desarrollado minuciosamente por Antonio
Elorza y Marta Bizcarrondo en Queridos camaradas. La Internacional
Comunista y España, 1919-1939 (Planeta, Barcelona, 1999).
(12) Como la define muy bien Fernando Claudín en su obra La
crisis del movimiento comunista internacional (Ed. Ruedo Ibérico).
(13) En el POUM habla un sector, representado por Juan Portela,
favorable a un mayor entendimiento con el gobierno frentepopulista. Ver al
respecto los textos añadidos a la edición de Pierre Broué de los escritos de
Trotsky sobre La revolución española (II t., Ed. Fontanella,
Barcelona, 1976), así como la obra citada de Elorza&Bizcarrondo.
(14) La controversia sobre Mayo del 37, después de la
documentación facilitada por Manuel Cruells (Els fets de maig, Barcelona
1937, Ed. Juventud, 1969) Miquel Amorós (La revolución traicionada. La
verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti, Virus, Barcelona,
2003) y otros, no se plantea sobre la indiscutible provocación del PSUC a
través del antiguo bloquista Rodríguez Salas, que actuó al margen -al menos
oficialmente- del Gobierno central y de la Generalitat. Se plantea sobre su
interpretación política y pone en un aprieto a todos los historiadores que
intentan ser rigurosos y están identificados con la opción antirrevolucionaria
en el campo re publicano.
(17) Quizás el primer estudio riguroso que se hizo de esta
dimensión (la revoIución social de 1936-1937 en el campo republicano) fue el de
Bolloten, que su apareció en inglés en 1961 y que en España conoció una traducción
no autorizada por el autor con el título de La gran traición (Ed.
Caralt). El libro iba precedido por un prólogo de Manuel Fraga lribarne en el
que intentaba descalificar a José Bergamín por su complicidad en la represión
antitrotskista. Una edición revisada y ampliada aparecería en 1980 con el
título de La revolución española (Ed. Grijalbo), y una década
más tarde, otra todavía más completa en Alianza; La guerra civil
española (Revolución y contrarrevolución en España). Otras obras
importantes que insisten sobre este extremo son las Pierre Broué y Emile
Teminé, La guerra y la revolución en España (FCE, México), y
la de Carlos M.ª Rama La crisis española del siglo XX (ídem).
(18) Aunque este es un tema propio de la teoría militar y
política, es útil subrayar que la estrategia de “primero la guerra y después la
revolución” es completamente excepcional, única en toda la historia de las
luchas sociales y militares desde los tiempos de la guerra de los campesinos en
Alemania hasta los recientes acontecimientos en Centroamérica pasando por las
revoluciones francesas, rusas, china, vietnamita, cubana, etcétera. Una
brillante aproximación teórica a la cuestión militar la ofrece Joaquín Maurín
en su último libro antes de la guerra, Revolución y contrarrevolución
en España (Ruedo Ibérico, París, 1967)
Edición
digital de la Fundación Andreu Nin, junio 2005
El terror
estalinista en Barcelona 1938 (Agustín Guillamón)
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