domingo, 1 de octubre de 2017

Algunas notas sobre la represión del POUM en la zona republicana



Pepe Gutiérrez

Fundado en septiembre de 1935 como producto de la fusión de dos grupos comunistas disidentes, el Bloque Obrero y Campesino, animado por Joaquín Maurín y pedro Bonet, y la Izquierda Comunista, de Andreu Nin y Juan Andrade, el primero más numeroso y el segundo de mayor solidez teórica, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) pasó a ser el partido comunista disidente más importante de los años treinta. Aparte de su propio prestigio -no hay que olvidar que entre sus dirigentes se encontraban los principales animadores de los primeros tiempos del comunismo hispano-, el POUM mantenía vínculos muy potentes con la izquierda del PSOE y con la CNT-FAl, porque concretaba quizás con mayor coherencia una alternativa que era muy sentida por estas formaciones: la de superar el cuadro de la revolución democrática-republicana por una opción socialista basada en la alianza obrero-campesina, una alternativa que ellos mismos llamaban de “democracia obrera”. En el orden internacional, el POUM estaba relacionado con varios grupos de izquierda en una pequeña internacional llamada el Buró de Londres (1), y mantenía amplias conexiones con la corriente internacional que personificaba León Trotsky lo que le valdría ser indebidamente calificado de “trotskista” que si corresponde si acaso a la gente que había  formado parte el grupo de Nin.

 (1) El Buró de Londres lo formaban varios partidos los más conocidos eran el Independent Labour Party y el Partido Obrero y Campesino francés que animaban Marceau Pivert y Daniel Guerin. Se trataba de grupos que había colaborado con el “trotskismo” al menos hasta 1934, y que se diferenciaron de esta corriente en temas como el Frente Popular. Desapareció cuando estalló la II Guerra Mundial.

      El nacimiento del POUM coincidió con el del PSUC -de hecho, los componentes de una y otra unificación habían valorado muy seriamente una unificación conjunta (2)–  y con el giro de la política del Komintern hacia los frentes populares. Un año antes habían comenzado en Moscú los famosos “procesos” con los que Stalin buscaba un doble efecto: de una parte yugular toda oposición interior, en primer lugar del “trotskysmo”, pero también de ex estalinistas como Kirov que habían intentado formar un bloque oposicionista para sustituirle; y por otro, demostrar que el bolchevismo había dejado de existir, que ni la URSS ni el Komintern tenían ya una voluntad revolucionaria y que, por  tanto, era posible una política de pactos honorables con las demás potencias, sin excluir las de signo fascista con las que pactaron unos y otros en diversas fases (3).
 (2) Este término se puede considerar correcto solamente en el sentido que define una corriente comunista adversa al estalinismo, pero ha sido aplicado al POUM tanto por sus enemigos como por historiadores profesionales poco rigurosos. Aunque existían notables coincidencias históricas y programáticas entre el POUM y Trotsky, no menos importantes fueron las diferencias, y sus relaciones fueron bastante tormentosas.

 (3) Stalin no desdeñó llegar a un acuerdo con Hitler y con Mussolini antes de la guerra civil española. Sin ir más lejos, el PCI buscó en 1938 una “reconciliación nacional” que se vio frustrada por la intransigencia fascista. Ver al respecto el libro de Paolo Spriano-militante del PCI-, Storia del Partido Comunista italiano (Ed. Einaudi, Torino, 1970). En cuanto a las “democracias”, no hay más que ver el inicial entusiasmo de Churchill con Mussolini o de las complicidades de conservadores británicos y norteamericanos con Franco, por no hablar de la línea general que pasaba por tratar de desviar a Hitler contra la URSS. Éste se convirtió en un enemigo cuando atacó Gran Bretaña.



      Ni el POUM ni el PSUC podían quedar, cada uno a su manera, al margen de este contexto histórico. Para el jefe absoluto de la URSS –y del Komintern- José Stalin, el POUM era culpable por otras dos razones obvias: seguía defendiendo la legitimidad de la revolución de Octubre como algo actual y el honor de los bolcheviques aniquilados, y traducía este criterio en una propuesta revolucionaria que se situaba en la negación de sus planes en España. Esta contradicción no la podía dirimir el estalinismo en el terreno del debate político. Sus métodos fueron los ya probados en la “lucha contra el trotskismo”: la calumnia sistemática, la represión y el asesinato… Con su actuación escribieron algo así como un segundo capítulo de los “procesos de Moscú” (4), sin el cual es imposible comprender el desarrollo político de la zona republicana e incluso las razones últimas de su derrota.
(4) Ver entre otros: Andrés Suárez (Ignacio Iglesias), El proceso contra el POUM (Ruedo Ibérico, París, 1974) y Julián Gorkin, El proceso de Moscú en Barcelona (Ed. Aymá, Barcelona. 1974); El proceso de 1938 contra el POUM (Fundación Andreu Nin, s/f, con textos de Carmen Grimau, Francecs del Cabo y Wilebaldo Solano; El proceso del POUM. Documentos judiciales y policiales, presentación y notas de Víctor Alba y Marisa Ardevol (Lerna, Barcelona, 1989); Wilebaldo Solano, El POUM en la historia (Libros de la Catarata/Fundación Andrés Nin, Madrid, 1998).




     “Espías franquistas



     La relación de víctimas del estalinismo en España supera ampliamente todas las existentes fuera de la URSS (5). A los casos más conocidos como los de Andreu Nin y Camilo Berneri (6), hay que añadir otros que no lo son tantos como los de Kurt Landau, Marc Rhein, Hans Freund, Erwin Wolf y Alfredo Martínez, muertos a la manera de Nin. En el ejército, durante el período de instrucción del proceso contra el POUM, fueron fusilados después de juicios expeditivos por consejos de guerra montados por el aparato paralelo del PCE: Marciano Mena, Jaime Trepat, Juan Hervás, José M.ª Arenillas…(7) Hubo igualmente muchas víctimas anónimas, y naturalmente, una persecución sistemática cuya radicalidad lo testimonia una”pintada” que ha recordado Mika Etchebéhère: “Si coges un fascista, detenlo; si coges un trotskista, mátalo”.

(5) Para una visión de conjunto, ver  Pierre Broué, Los procesos de Moscú (Ed. Anagrama, Barcelona, 1975), y sobre todo Les procés de Moscou dans le monde (n.º especial de los Cahiers León Trotsky editados en París, julio-septiembre de 1979), y por J. Archa Getty&Oleg V. Naumov, La lógica del terror  (Crítica, Barcelona, 2001), en la que se ofrece el siguiente subtítulo: Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939, con el que se implica a las víctimas en su propio exterminio. Se puede asegurar que semejante amalgama únicamente se ofrece en relación al comunismo, como si hubiera sido la única corriente ideológica que unifica a víctimas y verdugos, algo que, por citar un solo ejemplo, a nadie se le ocurre hacer en relación a la historia católica, y no será por falta de ejemplos.

 (6) Sobre el primero se pueden consultar las respectivas biografías de Pelai Pagés (Zero-ZYX, Madrid, 1974) y Francesc Bonamusa (Anagrama, Barcelona, 1977), la antología Los problemas de la revolución española (Ruedo Ibérico, París, 1971), con prólogo de Juan Andrade, o el libro citado de Wilebaldo Solano, El POUM en la historia cuyo subtítulo es Andreu Nin y la revolución española, sobre el segundo la edición de sus escritos sobre España (Ed. Tusquest, col. Acracia, Barcelona, 1978) prologada y anotada por Carlos M.ª Rama.

 (7) Kurt Landau fue dirigente del comunismo y del trotskysmo en su país natal, Austria; Theim era hijo del dirigente menchevique Abramovicth, y pertenecía al socialismo de izquierdas; Freund y Wolf eran cuadros del movimiento trotskista; Martínez era un dirigente anarcosindicalista; Mena era uno de los responsables del POUM en Lleida, y Arenillas fue un teórico y militante poumista de Euzkadi, autor de unas notables reflexiones sobre La cuestión nacional en Euzkadi, editadas por Fontamara. De todos ellos se puede encontrar una mayor información en la página web de la Fundación Andrés Nin.






     Esta actividad represiva fue producto de la labor con junta del aparato estalinista internacional establecido en España,  del PCE-PSUC, sobre todo por el segundo que, después de un tiempo de hesitación, fue empleado por Palmiro Togliatti, uno de los cerebros del aparato de “kominterianos”, de los cuadros de confianza de Stalin destacado en España, como ejemplo de celo antitrotskista para el primero.

     Entre estos “cuadros de confianza” se destacaba un grupo que iba desde los diplomáticos como Antonov-Ovseenko, Rosenberg o Halkiss (8) hasta el extenso sector de los “expertos” de la GPU dirigidos por Orlov, sin olvidar a los cuadros políticos orgánicos entre los que destacaron el argentino Victorio Codovilla, S. Minev, Ernö Geroe, el propio Togliatti alias Ercoli y el siniestro Carlos Contreras, alias de Vittorio Vidali (9). Todos ellos permanecían instalados en España rigurosamente al frente de una maquinaria orientada hacia una introducción en profundo en el seno del apara to estatal republicano -ejército, policía, justicia, etc.-, con el apoyo o con la aquiescencia de los demás partidos, que se encontraban en lo fundamental identificados con los supuestos básicos del estalinismo, oponer a Franco una “democracia” a la manera occidental, con la paradoja de que estas, por más que podían “agradecer” el esfuerzo noskeriano en la represión de la revolución, no podían por menos que considerar el pacto con la URSS como un “pacto con el Diablo”, según la expresión de Wiston Churchill (10).

 (8) Ovseenko había pertenecido a la Oposición de Izquierdas entre 1923 y 1928. Rosenberg era un diplomático de carrera que comenzó su oficio en Berlín bajo las órdenes de un destacado oposicionista, Joffe. Ambos, como la mayor parte del personal soviético en España, fueron asesinados al regresar a la URSS. Aunque poco conocido, los investigadores consideran que Haikiss era agente de la GPU.


   (9) Codovilla fue durante varias décadas el principal dirigente del PC argentino; Minev, conocido como Stepanov (entre varios seudónimos más) era un veterano comunista búlgaro; Geroe fue uno de los dirigentes húngaros más odiados durante la crisis de 1936 y fue defenestrado por Moscú; Togliatti ha dejado un amplio testimonio escrito (La guerra de España. Ed. Crítica, Barcelona, 1979) sobre su intervención en la política española y sería más tarde una de las cabezas del “revisionismo”; en unas conversaciones posteriores a la muerte de Stalin, justificó su actuación arguyendo que de actuar de otra forma hubiera sido asesinado; Vidali, principal dirigente del PCI en Trieste, se encuentra siempre entre los nombres que surgen con relación a la muerte de Mella,  Nin, Trotsky, el líder trotskista cubano Sandalio Junco, el anarquista itanorteamericano Carlos Tresca…

  (10) Los comunistas han encontrado una de las justificaciones de la derrota republicana en la “traición” de las democracias occidentales que con la no-intervención facilitaron que las potencias fascistas pudieran inclinar a favor de Franco la balanza militar. Resultaría cómico, si no fuera dramático, que un partido hecho a imagen de la experiencia de Octubre no considerara la actuación de estas democracias contra la URSS…Para las clases dominantes de Occidente nunca hubo la menor duda en la opción entre Franco y una República cuya “normalización”  tuvo que ser impuesta unos aliados a los que odiaban especialmente, y sobre los que no tardarían en atribuirle toda clase de estigmas.

      De cara al proceso contra el POUM, acusado de ser el centro de la “quinta columna”,  este equipo trabajó para crear un tribunal contra el espionaje y la alta traición compuesto por cinco jueces, tres militares y dos civiles nombrados directamente por el Gobierno. En las actas de acusación se citan “actos hostiles contra la República”, “propaganda de falsas noticias”, “formulación de juicios desfavorables a la marcha de las operaciones de guerra o al crédito y a la autoridad de la República”, “actos o manifestaciones tendentes a debilitar la moral pública ya desmoralizar al ejército o debilitar la disciplina colectiva”. Bajo el cuadro del orden legal republicano, la actuación de fondo se orienta hacia los métodos puestos en práctica en Moscú. Los acusados serán acusados en definitiva “espías franquistas”, y así lo viene predicando con vehemencia la prensa comunista oficial. Solamente décadas más tarde se intentará justificar todo este proceso con argumentos políticos según los cuales el POUM quería “saltar” por encima de la etapa democrática, hacer una revolución contraria al pacto republicano, etc (11).

 (11) Esta era la razón de fondo y es la que, finalmente, han asumido los dirigentes comunistas oficiales que  han tratado la cuestión y que tuvieron sus implicaciones como es el caso notorio de Santiago Carrillo quien por cierto, tiene sus propias páginas en esta historia, comenzando por el hecho de que fue un efímero simpatizante trotskista hasta que fue invitado a viajar a la URSS. Reconocido esto, tratarán de adjudicar las responsabilidades a otros, a Stalin que habría intervenido al margen del PCE (sic) y a la irresponsabilidad revolucionaria del POUM… Como si el PCE no hubiera actuado en consecuencia a unas premisas políticas que exigían la liquidación del POUM, lo mismo que la de la nosckiana socialdemocracia alemana de 1918 exigía el fin del “espartakismo”. Este esquema está desarrollado minuciosamente por Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo en Queridos camaradas. La Internacional Comunista y España, 1919-1939 (Planeta, Barcelona, 1999).

Pierre Broué.  Acerca de “Queridos camaradas”
1 Libro reseñado: Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, Queridos camaradas: la Internacional Comunista y España, 1919-1939, Planeta. Barcelona, 1999.


Elorza analiza en un ensayo la relación de Stalin con el PCE

Madrid 12 MAY 1999




       El engranaje policiaco


      No obstante, el objetivo de descalificar, aislar y aniquilar al POUM no pudo desarrollarse al margen de la evolución política que tuvo lugar en el campo republicano. Resultaba imposible en los primeros meses de una revolución inoportuna” (12). El signo de aquellos momentos era el de una revolución que embriagaba incluso a los militantes de base del PCE-PSUC. Comenzó a ser una necesidad inherente a la  “normalización” del Estado republicano, como lo fue el fin de Largo Caballero, que representaba un compromiso entre la revolución y los sectores interesados en la reconstrucción de una democracia liberal. Cuando dicha “normalización” había avanzado lo suficiente, el descabezamiento del POUM fue también un golpe contra sus aliados potenciales, la izquierda socialista y la CNT-FAI.

(12) Como la define muy bien Fernando Claudín en su obra La crisis del movimiento comunista internacional (Ed. Ruedo Ibérico).


       No se trataba por lo tanto de ningún capítulo más entre un presunto “ajuste de cuentas” entre Stalin y Trotsky, ni parte de un acto improvisado derivado del curso de la contienda. Aun que se trató de una decisión de Stalin desde los primeros días de la guerra, no se planteó claramente hasta finales de 1936. El 27 de diciembre de 1936, el cónsul general de la URSS en Barcelona, Antonov Ovseenko, marca la señal de la campaña de calumnias que va a ocupar un lugar privilegiado en la prensa del PSUC con una nota en la que se dice que La Batalla, órgano central del POUM, “está vendida a la prensa fascista internacional”. En esta época todavía se habla de los “trotskistas del POUM”, intentando ampliar la brecha de unas diferencias reales existentes en el interior de este partido (13). Apenas un mes después el periódico del PCUS, Pravda, realiza un salto cualitativo al proclamar abiertamente: “Ya ha comenzado en Cataluña la eliminación de los trotskistas y de los anarcosindicalistas”. Más prudente, Ovseenko matizará después, “trotskistas e incontrolados”, diferenciando entre el equipo dirigente de la CNT-FAI y tendencias como la que expresaban “Los amigos de Durruti”.

(13) En el POUM habla un sector, representado por Juan Portela, favorable a un mayor entendimiento con el gobierno frentepopulista. Ver al respecto los textos añadidos a la edición de Pierre Broué de los escritos de Trotsky sobre La revolución española (II t., Ed. Fontanella, Barcelona, 1976), así como la obra citada de Elorza&Bizcarrondo.

La Revolución española. Volumen I 1930-1936 Leon Trotsky



La Revolución española. Volumen II 1936-1940  Leon Trotsky



      El salto definitivo lo dictaminará la provocación de mayo del 37 en Barcelona, que iniciada por dirigentes del PSUC trata de reducir los reductos de influencia revolucionaria (14). El “armisticio” auspiciado por Federica Montseny y García Oliver no es respetado y cuando todavía no han concluido los ecos del enfrentamiento, se desencadena una potente campaña internacional en la que tanto desde la prensa comunista oficial como, a otro nivel pero reproduciendo a veces los mismos argumentos, desde los periódicos de la izquierda liberal y socialdemócrata, se acusa al POUM de “haber fomentado una insurrección” con la ayuda “de la policía secreta italiana y alemana” (15). En este contexto, el PCE provoca una crisis que hace caer a Largo Caballero, al que sucede Juan Negrín, un socialista de derecha, completamente identificado con los fines de la política estalinista en España y con los métodos que le corresponden, la ayuda soviética y la posibilidad de un “entente” con las democracias liberales de Occidente sé contraponen rotundamente a la “fiebre” revolucionaria correspondiente a la movilización obrera contra la sublevación, y a las tentativas autogestionarias nacidas espontáneamente en las jornadas de julio de 1936.. El programa de liberación social desaparece dé la zona republicana, es más pasa a ser sinónimo de complicidad con el enemigo.

 (14) La controversia sobre Mayo del 37, después de la documentación facilitada por Manuel Cruells (Els fets de maig, Barcelona 1937, Ed. Juventud, 1969) Miquel  Amorós (La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti, Virus, Barcelona, 2003)  y otros, no se plantea sobre la indiscutible provocación del PSUC a través del antiguo bloquista Rodríguez Salas, que actuó al margen -al menos oficialmente- del Gobierno central y de la Generalitat. Se plantea sobre su interpretación política y pone en un aprieto a todos los historiadores que intentan ser rigurosos y están identificados con la opción antirrevolucionaria en el campo re publicano.

    (15) Cf. Andrés Suárez, o.c., pp., 137-148.

    (16) ldem, p.83.


     El miércoles 16 de junio de 1936 se inicia lo que Ignacio Iglesias ha llamado “el golpe estalinista contra el POUM” (16). Nin es secuestrado en su despacho y, horas más tarde, los demás dirigentes poumistas son detenidos y encarcela dos. La Cárcel Modelo se llena de “trotskistas” ante la estupefacción de un desconocido llamado Eric Blair, luego conocido como George Orwell, y de muchos otros testigos. El ambiente ya se venía venir desde hacía tiempo, y diversos analistas internacionales -entre ellos Víctor Serge, Louis Fischer o el propio Trotsky-, venían advirtiendo de la proyección del “gran terror” estalinista en la zona republicana. Desde hacía tiempo un agente de la GPU el “capitán” León Narvicth, que se había presentado en Barcelona como un “simpatizante” del POUM y de la oposición rusa Y que había buscado la familiaridad de Nin, prepara el terreno para la rápida intervención estalinista y las acusaciones ulteriores. No se trata de un hombre solo, detrás se encuentran unos “servicios paralelos” que funcionan bajo la cobertura del “Grupo de Información” o “departamento especial de información del Estado” vinculado con el Ministerio del interior. Este organismo, aunque fue creado por el “consenso” de toda la izquierda, terminó siendo hegemonizado por la GPU. Cuando a finales de 1937 el Gobierno crea el Servicio de Inteligencia Militar, la hegemonía hace tiempo que es total. En estos servicios trabajan no menos de seis mil personas, y cuentan con cárceles y campos de trabajo propios.


     Esta primera parte de la “operación” contra el POUM resulta completamente exitosa. Pero no va a ser así con la segunda: la que enfoca con el objetivo destruir moralmente los “hitlero-trotskistas” como ya se había hecho con los viejos bolcheviques en Moscú, La pieza clave para este montaje es sin duda Andreu Nin, Igual que en Moscú, se emplean falsos policías, hábiles provocadores, Ia amalgama con fascistas auténticos la fabricación de documentos falsos y por supuesto, la tortura en sus aspectos más refinados. Con todo, la operación se salda en buena medida con un fracaso. Revolucionario probado, Nin no se encuentra en el punto final de un proceso de desintegración moral y política como los viejos bolcheviques, y su integridad le lleva a una muerte presumiblemente horrorosa, ya que de haber muerto de un tiro su cadáver habría aparecido bajo un pretexto perfectamente asequible en el curso de la guerra.


      La declaración efectuada por el propio Nin demuestra que se negó en rotundo a  claudicar, renegando de toda su rica y valerosa vida de militante revolucionario. Tampoco claudicarán sus compañeros y el “proceso de Moscú” en España no tendrá lugar tal como se pretendió escenificar.  Los dirigentes del POUM se defienden con integridad y el juicio no será un “aquelarre” de autoacusaciones sino un mero montaje en el que de un lado está el orden establecido y de otro unos revolucionarios que lo critican.


    Las “pruebas” contra el POUM


    Este drama que enfrenta -a unos como perseguidos y a otros como perseguidores- a una misma familia política, surgida a principios de los años veinte con el objetivo de derrocar el sistema capitalista y construir el socialismo, es seguramente una de las claves más complejas de la guerra civil, la que más se eleva al absurdo y por lo tanto, la más inasequible para una interpretación sencilla, de hecho todo, comenzando por el lenguaje –como observará Orwell- será transtornado: las revolucionarios serán perseguidos en nombre de una revolución. Esto explica que durante varias décadas los historiadores tiendan a vadear los hechos que definen la situación, y que sólo muy tardíamente -después del XX. Congreso del PCUS y de la desestalinización- serían tratado con una mayor seriedad. Un autor como Burnett BuIlotten pudo hablar de todo ello con un título muy significativo: El gran camuflage (17).
 (17) Quizás el primer estudio riguroso que se hizo de esta dimensión (la revoIución social de 1936-1937 en el campo republicano) fue el de Bolloten, que su apareció en inglés en 1961 y que en España conoció una traducción no autorizada por el autor con el título de La gran traición (Ed. Caralt). El libro iba precedido por un prólogo de Manuel Fraga lribarne en el que intentaba descalificar a José Bergamín por su complicidad en la represión antitrotskista. Una edición revisada y ampliada aparecería en 1980 con el título de La revolución española (Ed. Grijalbo), y una década más tarde, otra todavía más completa en Alianza; La guerra civil española (Revolución y contrarrevolución en España). Otras obras importantes que insisten sobre este extremo son las Pierre Broué y Emile Teminé, La guerra y la revolución en España (FCE, México), y la de Carlos M.ª Rama La crisis española del siglo XX (ídem).


     Mientras que, en líneas generales, se puede decir que el POUM fue coherente con los principios políticos que dieron lugar a la revolución de Octubre -revolución socialista en un país capitalista subdesarrollado en el que la burguesía es totalmente incapaz de encabezar una revolución democrática- y a la Tercera Internacional, en el desarrollo del comunismo oficial es fácil detectar importantes rectificaciones y anomalías derivadas de los diferentes giros operados por la política exterior soviética.

     Recordemos que el PCE entró en el período republicano como un radical opositor a la República que definía no como oligárquica sino como fascista. Después de quedar drásticamente disminuido como grupo, comienza a recobrar su vigor inicial en los acontecimientos de Asturias de 1934, en los que todavía sus aspiraciones son rotundamente clasistas y socialistas. Sin embargo, entre 1935 y 1936, opera un giro de 180 grados: el PCE se desplaza a la extrema derecha del movimiento obrero, sobrepasando en sus planteamientos las posiciones de la derecha socialista.


     Paradójicamente, este giro espectacular sigue revistiéndose de los símbolos y emblemas de la revolución de Octubre y del primer Estado obrero (de una economía planificada en función de los intereses de la mayoría trabajadora) de la historia. El prestigio de estos símbolos y emblemas se había ampliado extraordinariamente durante el proceso de radicalización de los movimientos de masas durante los últimos años de la República a través del cine, la literatura, etc. El PCE se vale igualmente de la solidaridad de la URSS, y actúa con una voluntad y disciplina que se sobrepone a los métodos más abiertos tradicionales de socialistas y anarquistas. Consigue arraigarse entre los sectores colindantes del movimiento obrero -pequeña burguesía, intelectuales, burocracia republicana, etc-, y aparece como el defensor más consecuente del ala derecha del campo republicano, como el que puede actuar con mayor legitimidad. Ellos representaban eran el (omnipotente) marxismo leninismo (Dolores Ibarruri),  el Octubre institucional, a la URSS, la única garantía para el pueblo de izquierdas frente a las crisis económicas que demuestran la irracionalidad del capitalismo (crack de 1929), y sobre todo ante el ascenso del nazi-fascismo. Solo una minoría llega a entrever por ejemplo que la victoria de Hitler fue de hecho auspiciada por la “guerra civil” entre comunistas y socialdemócratas alemanes.



     Esta coherencia antirrevolucionaria no encontró su contrapunto entre la izquierda republicana, carente de rigor teórico y de perspectiva histórica para analizar un fenómeno en trance. El ala “caballerista” del PSOE que se había sorprendido del auge del fascismo, se adaptó total a una situación de compromiso entre la revolución y la reconstrucción del Estado tradicional, y cuando esta reconstrucción se hizo fuerte, fueron desplazados por su derecha, por Prieto y Besteiro que nunca se habían cuestionado el pacto republicano-socialista. Al igual que la CNT-FAI, aceptaron las exigencias que acompañaron la ayuda militar soviética (“Ellos nos dan tanques, Vds., no nos dan nada”, respondió Prieto a una delegación laborista de izquierdas que fue a interceder por Nin). La CNT-FAI trató de salvaguardar sus zonas autogestionarias entrando en el engranaje gubernamental. Su idea de la revolución no iba acompañada por su extensión en la administración del Estado; se olvidaron de éste hasta que actuó en contra ellos desmantelando las colectivizaciones. Tanto “caballeristas” como confederales creyeron que era posible una coexistencia entre la revolución y la dinámica institucionalista de la derecha republicana y el estalinismo. Para los dirigentes de la CNT -con excepciones como la de CamiIlo Berneri- todo se trataba de un simple ajuste de cuentas entre “autoritarios”, y tuvieron que aprender a distinguir cuando era ya tarde.


   De esta manera, mientras que el PCE pudo actuar como la punta de lanza de un bloque moderado, el POUM no tuvo los recursos para imponer una línea alternativa de defensa de la revolución con el bloque que surgido de la formidable repuesta obrera a la sublevación y que, al menos teóricamente, coincidía con la premisa de que hacer la revolución era el mejor camino para ganarla guerra (18). Cuando comenzó la “operación” de acoso y derribo, los poumistas se encontraron bastante aislados. Eran un asunto menor al lado de la “ayuda” soviética, cuyo alcance simbólico era mucho mayor de lo que realmente significó.

(18) Aunque este es un tema propio de la teoría militar y política, es útil subrayar que la estrategia de “primero la guerra y después la revolución” es completamente excepcional, única en toda la historia de las luchas sociales y militares desde los tiempos de la guerra de los campesinos en Alemania hasta los recientes acontecimientos en Centroamérica pasando por las revoluciones francesas, rusas, china, vietnamita, cubana, etcétera. Una brillante aproximación teórica a la cuestión militar la ofrece Joaquín Maurín en su último libro antes de la guerra, Revolución y contrarrevolución en España (Ruedo Ibérico, París, 1967)


    La “operación antitrotskista” aseguraba apoyarse en unas pruebas “irrefutables”. Así, en noviembre de 1937, Francisco Antón afirmaba en una sesión del CC del PCE: “Las pruebas de muestran que existía un plan perfectamente combinado entre el POUM y los fascistas”. En abril de 1937, la policía madrileña dice haber descubierto un “complot falangista” y entre los documentos aprehendidos se encuentra uno en el que se dice que los falangistas pueden encontrar una colaboración con “N” (por cierto, un argumento muy aparecido al de la inicial D con que se montó la condena del capitán Dreyfus). La campaña cobra entonces proporciones dantescas y cubre todo el bloque izquierdista internacional, con la excepción de algunos pequeños grupos socialistas independientes que ya se habían movilizado contra los montajes de Stalin en Moscú. De hecho, la “irrefutabilidad” de las pruebas sólo convencen a los convencidos. Jaume Miratvilles, comisario de la Generalitat, e Irujo, ministro de Justicia republicano, estiman que se trata de una grosera falsificación. Las demás “pruebas” aportadas serán todavía más débiles.


    Así, a pesar de todo el montaje, el proceso contra el POUM no logra imponerse a la manera de Moscú. Durante más de un año, concreta mente desde junio de 1937 hasta octubre de 1938, los dirigentes del POUM -Juan Andrade, Jordi Arquer, Julián Gorkín, etc- no podrán ser juzgados. Se han discutido mucho las razones de este aplazamiento, pero la más verosímil es la que gira alrededor de los siguientes puntos:


1. La penetración estalinista en el Estado republicano, con ser muy importante no resultó ser lo suficiente como para que las autoridades dejaran pasar por buenas unas pruebas que no ofrecían la menor verosimilitud para la justicia.

   2. Como prolongación de una amplia campaña que había movilizado a organizaciones radicales e intelectuales Izquierdistas disidentes, etc- contra los “procesos de Moscú”, se desarrolló una amplia campaña internacional que convenció a las autoridades republicanas del desprestigio que podía significar para su causa seguir más adelante.

    3. Esta resistencia tuvo igualmente una significativa traducción en el Estado español, en primer lugar entre la propia militancia poumista y después en las filas anarcosindicalistas y socialistas de izquierdas, afectadas aunque fuera en menor grado por la política represiva del estalinismo.


Cuando el montaje judicial se puso en marcha se tuvo que juzgar a unos disidentes -algo poco convincente en una democracia- y no a unos espías vendidos a Franco y a Hitler. La acusación contra los dirigentes del POUM se centraba en argumentos propios del arsenal liberal convencional contra la izquierda militante del tipo “ataques al parlamento de la República del que (el POUM) preconiza incluso la supresión … campañas contra el Frente Popular…difamación constante de los hombres que han formado los diferentes gobiernos de España… diatriba inflamada contra los partidos del Frente Popular… deseo constante de dividir las dos grandes centrales obreras, la CNT y la UGT…” Acusaciones que eran extensibles a la mayor parte de la izquierda revolucionaria que se había movilizado contra Franco, y  al propio PCE de las vísperas, y que ahora lo eran contra la mayoría de la CNT y buena parte del PSOE.


     Ciertamente, el POUM había criticado la política del bloque moderado, pero nunca descalificó a sus componentes personalmente, sus propuestas no se centraban en la supresión del Parlamento por la fuerza sino en su sustitución por parlamento que respondiera a las fuerzas que estaban combatiendo…También defendía la existencia de milicias obreras armadas en la retaguardia surgidas de la lucha contra los golpistas. El socialismo figuraba como objetivo de la mayor parte de partidos republicanos, y era un programa que el POUM preconizaba concretarlo como expresión de la propia lucha.   De hecho, estas acusaciones eran complementarias a las fundamentales de “quintacolumnismo”, de ahí que la campaña fuera acompañada más que por una escenificación en los tribunales por la acción directa como la puesta en práctica por un André Marty en las Brigadas internacionales, unos métodos que hablaban por sí mismos y sobre los que ofrece su testimonio un partidario del gobierno como Ernest Hemingway en su célebre novela, ¿Por quién doblan las campanas?


      Una prolongación imprevista



Este breve cuadro quedaría incompleto sino tratáramos una imprevista prolongación.


     Después de su actuación como actor principal en la operación descrita, León Narvicth pudo seguir actuando con impunidad hasta que fue descubierto casualmente por Juan Andrade. Contemplando en prisión una fotografía del estado mayor del Quinto Regimiento, Andrade descubrió la presencia de Narvicth. El 10 de febrero de 1938, un comando formado por cuatro militantes del POUM acababa con el provocador. Esta acción fue el pretexto para la puesta en escena de un nuevo montaje en el que comparecieron como acusados varios militantes del grupo trotskista de Barcelona, en particular dos de sus dirigentes más cualificados: Gregorio Munis y Adolfo Carlini, que sé reconocen abiertamente como amigos de Trotsky.


      El acta de acusación se basaba en las declaraciones arrebatadas por el terror del joven italiano Luigi Zanon, hijo de un fascista y simpatizante de la Cuarta Internacional. Fueron inculpados de “actividades contrarias. a los Intereses de la Republica” y de “preparar el asesinato de personalidades políticas de la República”. Los acusados se confesaron militantes revolucionarios y ajenos al atentado. Fueron condenados apenas de prisión, pero el montaje tampoco pudo escenificarse. El 26 de enero de 1939 las tropas franquistas entraban en Barcelona y en tanto que los verdugos pudieron huir libremente, las víctimas tuvieron previamente que fugarse de la cárcel.


     Apenas un año después, el 20 de agosto de 1940, un antiguo militante del PSUC, Ramón Mercader, conocido entonces como Jacques Monard, cumplía brutalmente un lejano sueño de Stalin: la muerte de León Trotsky. Este era una especie de “último acto” de una impresionante maquinación criminal en la que fueran sacrificados millares de “trotskistas” rusos, algunos de los cuadros más notorios del movimiento “trotskista” internacional, y que se tradujo en España en la operación contra el POUM y los “trotskistas” que acabaría enfermando la atmósfera de la zona republicana, y que significaría una herida gangrenosa en el historial del ideal revolucionario.

    NOTAS
   (1) El Buró de Londres lo formaban varios partidos los más conocidos eran el Independent Labour Party y el Partido Obrero y Campesino francés que animaban Marceau Pivert y Daniel Guerin. Se trataba de grupos que había colaborado con el “trotskismo” al menos hasta 1934, y que se diferenciaron de esta corriente en temas como el Frente Popular. Desapareció cuando estalló la II Guerra Mundial.
    (2) Este término se puede considerar correcto solamente en el sentido que define una corriente comunista adversa al estalinismo, pero ha sido aplicado al POUM tanto por sus enemigos como por historiadores profesionales poco rigurosos. Aunque existían notables coincidencias históricas y programáticas entre el POUM y Trotsky, no menos importantes fueron las diferencias, y sus relaciones fueron bastante tormentosas.
   (3) Stalin no desdeñó llegar a un acuerdo con Hitler y con Mussolini antes de la guerra civil española. Sin ir más lejos, el PCI buscó en 1938 una “reconciliación nacional” que se vio frustrada por la intransigencia fascista. Ver al respecto el libro de Paolo Spriano-militante del PCI-, Storia del Partido Comunista italiano (Ed. Einaudi, Torino, 1970). En cuanto a las “democracias”, no hay más que ver el inicial entusiasmo de Churchill con Mussolini o de las complicidades de conservadores británicos y norteamericanos con Franco, por no hablar de la línea general que pasaba por tratar de desviar a Hitler contra la URSS. Éste se convirtió en un enemigo cuando atacó Gran Bretaña.
    (4) Ver entre otros: Andrés Suárez (Ignacio Iglesias), El proceso contra el POUM (Ruedo Ibérico, París, 1974) y Julián Gorkin, El proceso de Moscú en Barcelona (Ed. Aymá, Barcelona. 1974); El proceso de 1938 contra el POUM (Fundación Andreu Nin, s/f, con textos de Carmen Grimau, Francecs del Cabo y Wilebaldo Solano; El proceso del POUM. Documentos judiciales y policiales, presentación y notas de Víctor Alba y Marisa Ardevol (Lerna, Barcelona, 1989); Wilebaldo Solano, El POUM en la historia (Libros de la Catarata/Fundación Andrés Nin, Madrid, 1998).
     (5) Para una visión de conjunto, ver  Pierre Broué, Los procesos de Moscú (Ed. Anagrama, Barcelona, 1975), y sobre todo Les procés de Moscou dans le monde (n.º especial de los Cahiers León Trotsky editados en París, julio-septiembre de 1979), y por J. Archa Getty&Oleg V. Naumov, La lógica del terror  (Crítica, Barcelona, 2001), en la que se ofrece el siguiente subtítulo: Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939, con el que se implica a las víctimas en su propio exterminio. Se puede asegurar que semejante amalgama únicamente se ofrece en relación al comunismo, como si hubiera sido la única corriente ideológica que unifica a víctimas y verdugos, algo que, por citar un solo ejemplo, a nadie se le ocurre hacer en relación a la historia católica, y no será por falta de ejemplos.
    (6) Sobre el primero se pueden consultar las respectivas biografías de Pelai Pagés (Zero-ZYX, Madrid, 1974) y Francesc Bonamusa (Anagrama, Barcelona, 1977), la antología Los problemas de la revolución española (Ruedo Ibérico, París, 1971), con prólogo de Juan Andrade, o el libro citado de Wilebaldo Solano, El POUM en la historia cuyo subtítulo es Andreu Nin y la revolución española, sobre el segundo la edición de sus escritos sobre España (Ed. Tusquest, col. Acracia, Barcelona, 1978) prologada y anotada por Carlos M.ª Rama.
    (7) Kurt Landau fue dirigente del comunismo y del trotskysmo en su país natal, Austria; Theim era hijo del dirigente menchevique Abramovicth, y pertenecía al socialismo de izquierdas; Freund y Wolf eran cuadros del movimiento trotskista; Martínez era un dirigente anarcosindicalista; Mena era uno de los responsables del POUM en Lleida, y Arenillas fue un teórico y militante poumista de Euzkadi, autor de unas notables reflexiones sobre La cuestión nacional en Euzkadi, editadas por Fontamara. De todos ellos se puede encontrar una mayor información en la página web de la Fundación Andrés Nin.
     (8) Ovseenko había pertenecido a la Oposición de Izquierdas entre 1923 y 1928. Rosenberg era un diplomático de carrera que comenzó su oficio en Berlín bajo las órdenes de un destacado oposicionista, Joffe. Ambos, como la mayor parte del personal soviético en España, fueron asesinados al regresar a la URSS. Aunque poco conocido, los investigadores consideran que Haikiss era agente de la GPU.
    (9) Codovilla fue durante varias décadas el principal dirigente del PC argentino; Minev, conocido como Stepanov (entre varios seudónimos más) era un veterano comunista búlgaro; Geroe fue uno de los dirigentes húngaros más odiados durante la crisis de 1936 y fue defenestrado por Moscú; Togliatti ha dejado un amplio testimonio escrito (La guerra de España. Ed. Crítica, Barcelona, 1979) sobre su intervención en la política española y sería más tarde una de las cabezas del “revisionismo”; en unas conversaciones posteriores a la muerte de Stalin, justificó su actuación arguyendo que de actuar de otra forma hubiera sido asesinado; Vidali, principal dirigente del PCI en Trieste, se encuentra siempre entre los nombres que surgen con relación a la muerte de Mella,  Nin, Trotsky, el líder trotskista cubano Sandalio Junco, el anarquista itanorteamericano Carlos Tresca…
    (10) Los comunistas han encontrado una de las justificaciones de la derrota republicana en la “traición” de las democracias occidentales que con la no-intervención facilitaron que las potencias fascistas pudieran inclinar a favor de Franco la balanza militar. Resultaría cómico, si no fuera dramático, que un partido hecho a imagen de la experiencia de Octubre no considerara la actuación de estas democracias contra la URSS…Para las clases dominantes de Occidente nunca hubo la menor duda en la opción entre Franco y una República cuya “normalización”  tuvo que ser impuesta unos aliados a los que odiaban especialmente, y sobre los que no tardarían en atribuirle toda clase de estigmas.
    (11) Esta era la razón de fondo y es la que, finalmente, han asumido los dirigentes comunistas oficiales que  han tratado la cuestión y que tuvieron sus implicaciones como es el caso notorio de Santiago Carrillo quien por cierto, tiene sus propias páginas en esta historia, comenzando por el hecho de que fue un efímero simpatizante trotskista hasta que fue invitado a viajar a la URSS. Reconocido esto, tratarán de adjudicar las responsabilidades a otros, a Stalin que habría intervenido al margen del PCE (sic) y a la irresponsabilidad revolucionaria del POUM… Como si el PCE no hubiera actuado en consecuencia a unas premisas políticas que exigían la liquidación del POUM, lo mismo que la de la nosckiana socialdemocracia alemana de 1918 exigía el fin del “espartakismo”. Este esquema está desarrollado minuciosamente por Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo en Queridos camaradas. La Internacional Comunista y España, 1919-1939 (Planeta, Barcelona, 1999).
    (12) Como la define muy bien Fernando Claudín en su obra La crisis del movimiento comunista internacional (Ed. Ruedo Ibérico).
    (13) En el POUM habla un sector, representado por Juan Portela, favorable a un mayor entendimiento con el gobierno frentepopulista. Ver al respecto los textos añadidos a la edición de Pierre Broué de los escritos de Trotsky sobre La revolución española (II t., Ed. Fontanella, Barcelona, 1976), así como la obra citada de Elorza&Bizcarrondo.
    (14) La controversia sobre Mayo del 37, después de la documentación facilitada por Manuel Cruells (Els fets de maig, Barcelona 1937, Ed. Juventud, 1969) Miquel  Amorós (La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti, Virus, Barcelona, 2003)  y otros, no se plantea sobre la indiscutible provocación del PSUC a través del antiguo bloquista Rodríguez Salas, que actuó al margen -al menos oficialmente- del Gobierno central y de la Generalitat. Se plantea sobre su interpretación política y pone en un aprieto a todos los historiadores que intentan ser rigurosos y están identificados con la opción antirrevolucionaria en el campo re publicano.
    (15) Cf. Andrés Suárez, o.c., pp., 137-148.
    (16) ldem, p.83.
    (17) Quizás el primer estudio riguroso que se hizo de esta dimensión (la revoIución social de 1936-1937 en el campo republicano) fue el de Bolloten, que su apareció en inglés en 1961 y que en España conoció una traducción no autorizada por el autor con el título de La gran traición (Ed. Caralt). El libro iba precedido por un prólogo de Manuel Fraga lribarne en el que intentaba descalificar a José Bergamín por su complicidad en la represión antitrotskista. Una edición revisada y ampliada aparecería en 1980 con el título de La revolución española (Ed. Grijalbo), y una década más tarde, otra todavía más completa en Alianza; La guerra civil española (Revolución y contrarrevolución en España). Otras obras importantes que insisten sobre este extremo son las Pierre Broué y Emile Teminé, La guerra y la revolución en España (FCE, México), y la de Carlos M.ª Rama La crisis española del siglo XX (ídem).
    (18) Aunque este es un tema propio de la teoría militar y política, es útil subrayar que la estrategia de “primero la guerra y después la revolución” es completamente excepcional, única en toda la historia de las luchas sociales y militares desde los tiempos de la guerra de los campesinos en Alemania hasta los recientes acontecimientos en Centroamérica pasando por las revoluciones francesas, rusas, china, vietnamita, cubana, etcétera. Una brillante aproximación teórica a la cuestión militar la ofrece Joaquín Maurín en su último libro antes de la guerra, Revolución y contrarrevolución en España (Ruedo Ibérico, París, 1967)

Edición digital de la Fundación Andreu Nin,  junio 2005






El terror estalinista en Barcelona 1938 (Agustín Guillamón)





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