jueves, 26 de octubre de 2017

Juan Manuel Vera. Experiencia y pensamiento anti-totalitario en Julián Gorkin



Este ensayo ha sido publicado en el libro Contra el estalinismo, Editorial Laertes, 2001.

Desde la página 29 del libro


“Solo un pensamiento libre y vivo puede mantener viva la acción”
                            Julián Gorkin (1946) 

La revolución bolchevique es la matriz de la experiencia y del pensamiento político de Julián Gómez, conocido como Julián Gorkin. Como tantos jóvenes radicales de los años veinte (tenía 19 años al iniciarse dicha década) fue intensamente marcado por la que se presentaba como la primera revolución socialista de nuestro tiempo.


La influencia de la revolución sobre la izquierda española resultó visible tanto entre los sectores anarquistas como entre los socialistas. A pesar de ello, el nacimiento del comunismo en España presentó desde sus inicios síntomas de raquitismo. El sectarismo político y organizativo de la Internacional Comunista consiguió enajenarse rápidamente las simpatías de las organizaciones de la CNT y del PSOE-UGT. Ello hizo posible que la difusa y extendida atracción por la obra  revolucionaria de Lenin en los medios obreros organizados no tuviera una expresión política al nivel de dicha simpatía. Por otra parte, la Dictadura de Primo de Rivera iba a suponer muy pronto la clandestinidad de la joven organización comunista y su aislamiento, tanto en el exilio como en España, de los principales sectores obreros radicales, que se seguirían agrupando alrededor de sus organizaciones anarquistas y socialistas.


A pesar de ello, el impacto popular generado por la revolución rusa alimentaría a lo largo de los años veinte el acercamiento de grupos de jóvenes, y de algunos intelectuales, hacia la organización comunista. Julián Gorkin formó parte de esa primera generación, la cual produjo personalidades esenciales de la izquierda española, que en los años treinta evolucionarían hacia el socialismo revolucionario antiestalinista. Ese es el caso de Andreu Nin, Joaquín Maurín o Juan Andrade y, también, de Gorkin



Julián Gorkin ha contado con mucha viveza en sus memorias de los años veinte (El revolucionario profesional-Testimonio de un hombre de acción) cómo pasó en su  exilio francés a convertirse en un revolucionario profesional al servicio de la Internacional Comunista y las actividades que le fueron encomendadas. Como él mismo explica, también formó parte de la primera hornada de oposicionistas, aquellos que rompieron con la Komintern a lo largo de aquella década, tanto por rechazo a determinadas tácticas, como por la desmoralización derivada del ascenso de Stalin y, por encima de todo, por la temprana comprensión de los negativos efectos del dominio ruso sobre la Internacional.


Al regresar a España, tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, Gorkin va a convertirse, durante la República, en miembro del Bloque Obrero y Campesino y, a partir de 1935, en dirigente del POUM. Por lo tanto, su trayectoria militante le condujo desde el comunismo oficial a las nuevas organizaciones revolucionarias independientes surgidas en los años treinta.

La experiencia directa de la revolución española de 1936 será determinante en la posterior evolución antiestalinista de Gorkin. Si ya los Procesos de Moscú le habían revelado el siniestro significado del poder estalinista, durante la guerra civil vivirá personalmente las consecuencias de las acciones tanto del PCE como de la propia Internacional Comunista.

La experiencia española


La reflexión sobre el papel del estalinismo en la revolución constituye la aportación más significativa de Gorkin a la comprensión del período de la guerra civil. Ya en 1939 Gorkin, aún dirigente del POUM, considera que su partido ha minusvalorando la agresividad del estalinismo y ello les hizo no ser lo suficientemente firmes en la crisis de mayo de 1937 y extraer todas las consecuencias de la situación (1). A partir de su obra Caníbales políticos (1940) va a emprender un novedoso análisis sobre la actuación y las metas del estalinismo en España. Ello dará lugar, muy especialmente, a su trabajo España, ensayo de democracia popular (1961), donde  propone una consistente interpretación de la política comunista, cuyas variables fundamentales se centran en la dependencia del PCE-PSUC respecto de los intereses de la diplomacia del Kremlin y en su intento de conquistar el Estado republicano a través de una infiltración persistente en las instituciones fundamentales del aparato administrativo hasta el punto de que detrás de la fachada democrático-republicana hubiera un auténtico control estalinista del poder.


Entre la izquierda no comunista ha tenido una cierta influencia la tesis trotskista sobre el carácter contrarrevolucionario (burgués) del PCE en la guerra civil, según la cual éste habría sido un elemento conservador que, apoyándose en los sectores asustados por la revolución, habría intentado rescatar las viejas instituciones republicanas, poniéndolas al servicio de una restauración capitalista. Gorkin va a poner de manifiesto que esa tesis, a pesar de ser congruente con algunos hechos, es incapaz de explicar los más importantes. Para él sería una simplificación inaceptable limitar el papel de los comunistas a su oposición al movimiento revolucionario ya que supondría desconocer una realidad mucho más compleja.


El eje central de la tesis de Gorkin supone que el estalinismo realizó una auténtica conquista del Estado republicano, a partir de la caída del Gobierno Largo Caballero en mayo de 1937. El debate de fondo sobre la retaguardia republicana no sería, por tanto, si resultaba preciso o no constituir un ejército regular o si los sectores moderados debían ser respetados. La habilidad estalinista fue utilizar esos pretextos para fortalecer su influencia en el Estado, conseguir apoyos y preparar las condiciones de la aniquilación o sometimiento de las restantes fuerzas políticas republicanas. Apoderarse del Ejército, de la policía y de los medios de comunicación, mientras se mantiene una apariencia de pluralidad es una fase del dominio estalinista que se observa en la España republicana y que, posteriormente, tendrá expresión en toda la Europa del este bajo la fantasmal fórmula de las democracias populares. Para Gorkin ello constituye algo característico del estalinismo, “un sistema perfecto de infiltración y conquista de los resortes del poder”. ¿Tesis de guerra fría? Es posible, pero en cualquier caso una descripción ajustada y exacta de lo que sucedió no sólo en España (en grado de tentativa pues el proyecto no pudo completarse) sino de forma efectiva en media Europa a instancia de la política de Stalin a partir de 1945.


Puede ser correcto decir que la visión de Gorkin sobre la guerra española  se alimenta de la situación de la guerra fría, pero sería mucho más exacto considerar que muchas de las líneas de la política rusa durante el período de los años cuarenta y cincuenta tuvieron en España su primera prueba. Del mismo modo que la política de No Intervención de las potencias democráticas dejó las manos libres a Hitler y Stalin en su actuación en España, podemos señalar que en el bando republicano la pasividad política de los socialistas y anarquistas crearon las bases para el dominio comunista de la República española a partir de mayo de 1937.



La tesis de Gorkin se vió fuertemente reforzada por las conclusiones de la obra clásica del historiador Burnett Bolloten (2), convertida en referencia inexcusable para la comprensión de las luchas políticas en la España republicana durante los años de la guerra y la revolución. Bolloten proporciona una evidencia apabullante sobre la creciente infiltración y dominio comunista durante los gobiernos de Negrín. De esta manera, la anomalía esencial de la República española durante la guerra civil consistió en que los comunistas estalinianos, consiguieran hacerse con el control político de las instituciones republicanas frente a las fuerzas hegemónicas de la izquierda, los socialistas, los anarquistas y los republicanos moderados. No estaban en lo cierto quienes acusaban al PCE de querer hacer retroceder la revolución hasta antes del 19 de julio. “Sería más exacto decir que, tras la fachada de las instituciones democráticas, pretendían convertir la revolución popular en un Estado policial de un solo partido totalitario(3).


Stalin había apostado por la derrota de la revolución social y democrática española, aislando a socialistas y anarquistas, mientras se intentaba el exterminio del POUM. Esa brutal persecución contra sus adversarios políticos, empezó por el más débil: el POUM, secuestrando y asesinando a Andreu Nin y a otros militantes de la izquierda antiestalinista. Las cárceles empezaron a llenarse de militantes del POUM, pero también de anarquistas y de miembros de la izquierda socialista. Así, hasta mayo de 1937, el doble poder en la España republicana fue realmente un triple poder entre las organizaciones obreras, las viejas instituciones republicanas y el ascendente poder estalinista. Finalmente, en la etapa Negrín, se llega a un auténtico doble poder entre los estalinistas y las organizaciones obreras y de izquierda no comunistas.


La lectura en clave totalitaria de la guerra civil española permite extraer enseñanzas  universales de la experiencia española. Gorkin destacaría en muchas de sus obras, por ejemplo en De Lenin a Malenkov -¿Coexistencia o guerra permanente?-El destino del siglo XX- (1954) que cualquier análisis equilibrado de la realidad histórica lleva a comprender que los partidos comunistas no tenían por objeto fundamental conservar el orden burgués, sino favorecer los intereses del centro directivo moscovita del imperialismo ruso, sin dudar en acometer la lucha por el poder político, en sus manos, cuando se daban las condiciones y Moscú así lo ordenara. En definitiva, el estalinismo tenía una línea política independiente, y una estrategia autónoma, opuesta a los intereses de la burguesía, y una relación compleja con el movimiento obrero, al que pretendía utilizar como instrumento para fortalecer su poder burocrático expansivo.


Gorkin en Méjico: la respuesta programática al totalitarismo


La derrota de la revolución española, el cruel asesinato de Andreu Nin, la persecución del POUM y de sus militantes, el exilio, etc. Esos son los hechos que determinan la nueva trayectoria de Gorkin a partir de 1939. El tribuno revolucionario va a convertirse en un incansable combatiente contra el estalinismo. Ello le hará objeto de toda clase de ataques, desde las agresiones físicas que sufrió en México hasta el inagotable rencor con que le van a tratar durante décadas los historiadores e intelectuales próximos al comunismo oficial (4).

En el pensamiento antitotalitario del exiliado Julián Gorkin hay que trazar claramente dos etapas. La primera de ellas es la etapa mexicana, marcada por la influencia de Víctor Serge y por el intento de promover una renovación profunda del socialismo revolucionario. Esta fase poco conocida de la obra de Gorkin, se refleja en diversos ensayos de reflexión programática en los que se apuntan algunos de los ejes del establecimiento de un nuevo socialismo. Dichos textos programáticos se encuentran recogidos en un libro de 1944 (Los problemas del socialismo en nuestro tiempo, escrito conjuntamente con Víctor Serge, Marceau Pivert y Paul Chevalier) y otro de 1946, escrito por Gorkin poco antes de regresar a Francia (Europa ante el socialismo o ante la muerte). Las conclusiones más significativas de ambos textos se han incluido en la tercera parte del presente libro.


La comunidad intelectual, personal y política entre Serge y Gorkin, que coincidieron en el exilio mejicano, fue muy intensa. Para los revolucionarios antiestalinistas de los años treinta Víctor Serge es una enorme figura de referencia (5). Por ello, no cabe duda de que la influencia intelectual de Serge y su fuerte relación de amistad, fue determinante en la evolución de Gorkin y en el abandono definitivo por éste de las ambigüedades de origen trotskista sobre el estalinismo y en su aceptación del concepto de totalitarismo como clave para la comprensión de la Rusia estalinista (6). La muerte de Serge, a finales de 1947, constituye para Gorkin una fuerte conmoción y la pérdida de su principal punto de referencia política (léase el texto dedicado a la muerte de Serge en el libro Contra el estalinismo).

Serge, como él mismo señala en sus Memorias de un revolucionario, estuvo entre los primeros que, en los primeros años treinta, definieron al estado soviético como un estado totalitario. En un documento tan importante como la carta-testamento que, desde su prisión soviética, dirige a Magdeleine y Maurice Paz, a Jacques Mesnil y a Marcel Martinet, cuando nada asegura que conserve la vida y la libertad, Serge afirma que los gérmenes reaccionarios, deshumanizadores y estatalistas del socialismo han producido una floración, la monstruosa creación del comunismo estalinista: totalitario, castocrático, absoluto y embriagado de su poder. Así pues, en el campo del socialismo revolucionario fue Víctor Serge el primero que utilizó el concepto de totalitarismo. Gorkin va a recoger y desarrollar las propuestas de Serge, que tienen una enorme influencia en sus ideas y en sus y actividades posteriores.


Tanto Serge como Gorkin ven dibujarse al final de la segunda guerra mundial un panorama inédito en el cual el conflicto entre los vencedores, por un lado las democracias capitalistas y, por el otro, el totalitarismo soviético, determinará el nuevo orden internacional. La apuesta por una tercera izquierda, independiente del capitalismo y del totalitarismo, basada en el proyecto revolucionario del socialismo, pero también en la democracia y del humanismo, constituye la indistinguible propuesta de Serge y de Gorkin durante los años cuarenta.


En los textos programáticos de 1944 y de 1946, Gorkin nos proporciona una relación de temas esenciales para el replanteamiento del socialismo revolucionario en la nueva etapa histórica. En primer lugar, encontramos un rechazo radical de la identidad comunista, entendiendo que el estalinismo la ha pervertido absolutamente, ya que la revolución rusa ha devenido en un “monstruoso totalitarismo con proyecciones imperialistas internacionales” (1946). En segundo lugar, la visión de que la burocracia se ha constituido en una clase explotadora y opresora.


La separación programática del bolchevismo resulta notoria en el rechazo de la fórmula de dictadura del proletariado, proponiendo en su lugar la de democracia obrera y socialista. Asimismo esa separación se manifiesta en la denuncia del partido único que, para Gorkin, lleva en sí los gérmenes y los peligros del totalitarismo. El alejamiento del bolchevismo, se expresa, sobre todo, en la exigencia de que medios y fines sean congruentes con la ética “socialista y humana” más estricta.


Por otra parte, los partidos comunistas, “por sus métodos y por sus fines, exclusivamente al servicio de la potencia nacionalista, imperialista y totalitaria rusa, constituyen un cuerpo extraño en el movimiento obrero internacional” (1946). Para Gorkin los partidos comunistas se han convertido en la prolongación quintacolumnista del imperialismo ruso para ir ganando posiciones y están al servicio del establecimiento de un orden totalitario en Europa y en el resto del mundo. La conclusión es la incompatibilidad tajante y absoluta con el comunismo: “Una auténtica democracia socialista, viva e independiente, no puede tolerar en su seno, bajo ningún pretexto, a los elementos comunistas tales como son en la actualidad. Sus métodos habituales -la división, la corrupción, la deslealtad, la mentira, la calumnia, el terrorismo político, el pensamiento dirigido, la dictadura del aparato burocrático, el jesuítico principio de que el fin justifica los medios- son absolutamente incompatibles con los métodos democráticos y libertarios del socialismo”(1946).


El rechazo de la identidad comunista toma la forma de una propuesta de nueva identidad, la denominación militante como socialistas revolucionarios y socialistas libertarios. Esa referencia, o la de socialistas democráticos y libertarios, que utiliza en otras ocasiones, debe permitir también la diferenciación respecto a la socialdemocracia.


La nueva propuesta programática, contenida en esos textos de los años cuarenta, consiste en una democracia socialista, basada en el pensamiento libre, en la libertad (según la fórmula de Rosa Luxemburgo, es decir, la de quienes no piensan como nosotros) y en el combate contra cualquier forma de totalitarismo socialista. El socialismo de Gorkin, como el de Serge, debe estar comprometido con los derechos humanos en cualquier momento de su historia y tiene por consiguiente un contenido netamente humanista. Por otra parte se apunta la necesidad de un bloque social más amplio alrededor del socialismo, que incluya a las clases intermedias técnico-intelectuales aunque preservando la idea de independencia de la clase obrera. La perspectiva que se abriría para el socialismo europeo es la de una fuerza capaz de desarrollar una unidad de los pueblos frente al conflicto entre el mundo capitalista-imperialista y el estalinista-totalitario. Ese internacionalismo (“los socialistas no tenemos patria, sino países donde luchar por el progreso social y humano”, 1946)  explica la temprana apuesta europeísta de Gorkin y otros poumistas.


Gorkin tiene ya la convicción en 1946 de que “un régimen de democracia burguesa es siempre superior a cualquier totalitarismo, sea el que fuere” a pesar de que la democracia  capitalista haya sido incapaz de aunar libertad e igualdad.


Gorkin durante la guerra fría


La segunda etapa del pensamiento antitotalitario de Gorkin está marcada por la guerra fría. Las elaboraciones de Gorkin y Serge en los años cuarenta son importantes porque reflejan con notable anticipación las consecuencias del conflicto que se iba a desarrollar entre el Occidente capitalista y democrático y la Rusia totalitaria. Puede incluso considerarse que sus análisis mejicanos constituyen una temprana evaluación del nuevo orden mundial que nacía de la Segunda Guerra Mundial.

Gorkin, tanto en el terreno de la experiencia como de las ideas, llevó a cabo una incansable actividad de denuncia del totalitarismo soviético. Al mismo tiempo, la evolución de su antiestalinismo le llevó a una conclusión fundamental: la imposibilidad en ese contexto mundial del surgimiento de esa izquierda revolucionaria independiente que él y Serge habían buscado. Para Gorkin, entre el imperialismo ruso, agresivo y totalitario, y las democracias occidentales, hay que optar sin duda por éstas últimas, abandonando cualquier tipo de complacencia con cualquier tiranía pretendidamente socialista. En este sentido, Gorkin deja de creer en la posibilidad de construir un tercer espacio, considerando que en la nueva etapa histórica lo esencial es combatir la agresividad soviética y preservar la posibilidad de la democracia, aún recortada o limitada como ocurre en el mundo capitalista. Para él, ese es el valor esencial de la izquierda, sin la cual toda su mera existencia carecería de sentido. Así, durante la guerra fría Gorkin asume completamente la tesis de la defensa del mundo libre frente al totalitarismo. Ello le aleja radicalmente de la izquierda revolucionaria de la época, que seguía alimentando la ilusión de que, a pesar de sus formas totalitarias, había una esencia progresista en los, curiosamente, llamados estados obreros (concepto absurdo desde el punto de vista  lógico, que compatibiliza intelectualmente el socialismo con la realidad del Gulag). Finalmente, Gorkin efectúa una reconsideración del papel de la socialdemocracia durante la segunda mitad del siglo, considerándola como referente de las fuerzas que quieren el progreso social y, al mismo tiempo, entienden la incompatibilidad de la izquierda con el totalitarismo. 

 
El principal intento de sistematización del pensamiento de Gorkin durante la guerra fría se encuentra en el libro Marx, ayer y hoy (La revolución y la contrarrevolución de nuestro tiempo), incorporado íntegramente en esta edición, donde fundamenta su anticomunismo radical desde las posiciones del socialismo democrático. Sus tesis son fundamentalmente antibolcheviques, considerando que el pensamiento de Lenin supuso una traición al programa socialista. Al mismo tiempo, Gorkin reivindica la obra de Marx, rechazando la identidad entre marxismo y leninismo. 


 
Así pues, la principal novedad del análisis de Gorkin es ese radical antileninismo, que contrasta con la suavidad con que en los años cuarenta (a pesar de rechazar las ideas de dictadura del proletariado y de partido único) separaba leninismo y estalinismo. Ahora, Gorkin considera que el leninismo es la antesala del estalinismo y que sus concepciones éticas y políticas deben ser rechazadas radicalmente. Ello se apoya es la excepcionalidad de la experiencia rusa, considerada el resultado de la caída catastrófica del zarismo en la etapa final de la primera guerra mundial, mientras que el bolchevismo la convirtió en norma para el resto del mundo.

Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura

En los años cincuenta y sesenta Gorkin no es un teórico sino un singular combatiente anticomunista que va a desarrollar incansablemente numerosas actividades; además de dirigir, fruto de sus relaciones con el Congreso por la Libertad de la Cultura, durante una década la importante revista Cuadernos, que fue un hito de las publicaciones de la izquierda democrática y anticomunista durante la guerra fría. Esta publicación aún no ha sido objeto del estudio que merece por la calidad de quienes escribieron en ella y por la especial significación del esfuerzo.

Entre los principales ejemplos de la naturaleza de sus actividades podemos destacar su colaboración con Valentín González (El Campesino), realizando la trascripción de su testimonio y contribuyendo a los esfuerzos de difundir la pavorosa realidad del régimen concentracionario en la Unión Soviética, colaborando en los años cincuenta con los esfuerzos de David Rousset y otros activistas para unir la denuncia de los campos de concentración nazis y estalinistas. También contribuyó a la publicación de las obras de otros dos importantes dirigentes del Partido Comunista de España: Jesús Hernández (que fue ministro de Instrucción Pública en el gobierno presidido por Negrín) y Enrique Castro Delgado (miembro del Comité Central del PCE durante la guerra civil y Jefe de Operaciones de la Junta de Madrid). Los testimonios de estos ex dirigentes comunistas son de una enorme importancia, nunca reconocida por los historiadores cercanos al PCE, para dar a conocer la dirección extranjera de la actividad de los comunistas españoles o hechos como el asesinato de Andreu Nin. Indudablemente estas actividades de Gorkin exasperaron a los exiliados comunistas o filocomunistas, que le denunciaron como agente de la CIA, e intentaron por todos los medios desacreditarle, como medio de desactivar sus denuncias de los crímenes y miserias de la política comunista durante la guerra española.


Ya en los años sesenta Gorkin da un importante giro a su actividad intentando dinamizar la  oposición antifranquista no comunista. En esa nueva etapa de su actividad, aún insuficientemente conocida, que pasó por la revista Mañana, el intento de hacer confluir a la oposición no comunista del exilio y del interior, incluyendo por su importante papel en la preparación de la Conferencia de Munich y su ingreso en el PSOE.


En Gorkin, actividad y pensamiento antitotalitario estuvieron siempre unidos. Julián Gorkin no llegó a ver la caída del muro de Berlín y el derrumbamiento de los regímenes totalitarios europeos. Pero su trayectoria es indispensable para entender esa época y, hay que decirlo, con todas las distancias que se quieran mantener con algunas de sus actitudes o de sus actividades, una contribución fundamental para comprender a la izquierda democrática y anticomunista de la segunda mitad del siglo pasado.

Desde la década de los  veinte hasta su muerte fue un luchador incansable, un polemista y un antiestalinista de primera fila, un hombre de acción, un militante. No en vano subtítuló sus recuerdos (que desgraciadamente sólo alcanzan hasta el final de los años veinte) con el evocador Testimonio de un hombre de acción, de resonancias barojianas (7). Hemos de decir que algo de aviranetiano tiene Julián Gorkin, personaje fascinante, incansable, siempre activo, siempre en lucha, hombre de firmes convicciones políticas y personales y una de las figuras esenciales de la izquierda antiestalinista española.
Madrid, 15 de septiembre de 2001

Notas

(1) Ver el texto de Julián Gorkin  en La experiencia española, primer balance de los dirigentes del POUM tras la derrota, disponible en la página web de la Fundación Andreu Nin.

(2) Burnett Bolloten, La guerra civil española: revolución y contrarrevolución, Madrid, Alianza Editorial, 1989.

(3) Bolloten,  op. cit, p.392.

(4) Esa aversión a Gorkin se sigue manifestando todavía. Pongamos como ejemplo las maliciosas, y bastante absurdas, interpretaciones y sugerencias que Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo dedican a sus declaraciones en el juicio contra el POUM en su obra Queridos camaradas -La Internacional Comunista y España 1919-1939- (Planeta, 1999). También reseñemos la reciente inclusión en el libro editado por Paul Preston de un texto de Herbert Rutledge Southworth, “El gran camuflaje: Julián Gorkin, Burnett Bolloten y la guerra civil española” (La República asediada, Península, 1999) donde el ataque a Bolloten se fundamenta en sus  relaciones con Gorkin y en las supuestas conexiones de éste con los servicios norteamericanos.

(5)  “Víctor Serge es el tipo perfecto del escritor revolucionario”, había escrito Julián Gorkin en 1931 (Prefacio a las obras de Serge: Lenin 1917- Petrogrado en peligro- La Ocrana, Ediciones Ulises).

(6) Sobre las  dificultades de la aceptación entre la izquierda del concepto de totalitarismo puede verse mi texto “Izquierda y totalitarismo” (incluido en La izquierda a la intemperie, José Manuel Roca (ed.), Madrid, Libros de la catarata, 1997).

(7) Recordemos que Pío Baroja título su magistral serie de veintidós novelas sobre el activista liberal decimonónico Eugenio de Aviraneta, Memorias de un hombre de acción.
  




[Libro] Julián Gorkin. Contra el estalinismo. Editorial Laertes. Primera edición 2001

Índice


Julián Gorkin, la vida de un luchador (Marc Ferri Ramírez)                                    

Experiencia y pensamiento anti-totalitario en Julián Gorkin (Juan Manuel Vera)  29

Capítulo 1. Testimonios de un hombre de acción

Mi ruptura con Moscú      45
                                                                                 


La muerte en México de Víctor Serge          106                                                              


Capítulo 2. Los comunistas contra la revolución española

España, primer ensayo de democracia popular..          141                                                   

Los métodos de Stalin en España y las jornadas de Mayo          172                              


Evasión tras la caída de Cataluña       234                                                                

Capítulo 3. Por un nuevo socialismo



Por un reagrupamiento socialista: algunos enunciados programáticos           276    


BIBLIOGRAFIA DE JULIÁN GORKIN   365



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