Este
ensayo ha sido publicado en el libro Contra el estalinismo, Editorial Laertes,
2001.
Desde la página 29 del libro
“Solo un
pensamiento libre y vivo puede mantener viva la acción”
Julián Gorkin (1946)
Julián Gorkin (1946)
La
revolución bolchevique es la matriz de la experiencia y del pensamiento
político de Julián Gómez, conocido como Julián Gorkin. Como tantos jóvenes
radicales de los años veinte (tenía 19 años al iniciarse dicha década) fue
intensamente marcado por la que se presentaba como la primera revolución
socialista de nuestro tiempo.
La
influencia de la revolución sobre la izquierda española resultó visible tanto
entre los sectores anarquistas como entre los socialistas. A pesar de ello, el
nacimiento del comunismo en España presentó desde sus inicios síntomas de
raquitismo. El sectarismo político y organizativo de la Internacional Comunista
consiguió enajenarse rápidamente las simpatías de las organizaciones de la CNT
y del PSOE-UGT. Ello hizo posible que la difusa y extendida atracción por la
obra revolucionaria de Lenin en los medios obreros organizados no tuviera
una expresión política al nivel de dicha simpatía. Por otra parte, la Dictadura
de Primo de Rivera iba a suponer muy pronto la clandestinidad de la joven
organización comunista y su aislamiento, tanto en el exilio como en España, de
los principales sectores obreros radicales, que se seguirían agrupando
alrededor de sus organizaciones anarquistas y socialistas.
A pesar de
ello, el impacto popular generado por la revolución rusa alimentaría a lo largo
de los años veinte el acercamiento de grupos de jóvenes, y de algunos
intelectuales, hacia la organización comunista. Julián Gorkin formó parte de
esa primera generación, la cual produjo personalidades esenciales de la
izquierda española, que en los años treinta evolucionarían hacia el socialismo
revolucionario antiestalinista. Ese es el caso de Andreu Nin, Joaquín Maurín o Juan Andrade y, también, de Gorkin
Julián Gorkin ha contado con mucha viveza en sus memorias de los años
veinte (El revolucionario profesional-Testimonio de un hombre de acción)
cómo pasó en su exilio francés a convertirse en un revolucionario
profesional al servicio de la Internacional Comunista y las actividades que le
fueron encomendadas. Como él mismo explica, también formó parte de la primera
hornada de oposicionistas, aquellos que rompieron con la Komintern a lo largo de
aquella década, tanto por rechazo a determinadas tácticas, como por la
desmoralización derivada del ascenso de Stalin y, por encima de todo, por la
temprana comprensión de los negativos efectos del dominio ruso sobre la
Internacional.
Al regresar
a España, tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, Gorkin va a
convertirse, durante la República, en miembro del Bloque Obrero y Campesino y,
a partir de 1935, en dirigente del POUM. Por lo tanto, su trayectoria militante
le condujo desde el comunismo oficial a las nuevas organizaciones
revolucionarias independientes surgidas en los años treinta.
La
experiencia directa de la revolución española de 1936 será determinante en la
posterior evolución antiestalinista de Gorkin. Si ya los Procesos de Moscú le
habían revelado el siniestro significado del poder estalinista, durante la
guerra civil vivirá personalmente las consecuencias de las acciones tanto del
PCE como de la propia Internacional Comunista.
La
experiencia española
La reflexión
sobre el papel del estalinismo en la revolución constituye la aportación más
significativa de Gorkin a la comprensión del período de la guerra civil. Ya en
1939 Gorkin, aún dirigente del POUM, considera que su partido ha minusvalorando
la agresividad del estalinismo y ello les hizo no ser lo suficientemente firmes
en la crisis de mayo de 1937 y extraer todas las consecuencias de la situación (1). A partir de su obra Caníbales
políticos (1940) va a emprender un novedoso análisis sobre la
actuación y las metas del estalinismo en España. Ello dará lugar, muy
especialmente, a su trabajo España, ensayo de democracia popular (1961),
donde propone una consistente interpretación de la política comunista,
cuyas variables fundamentales se centran en la dependencia del PCE-PSUC respecto
de los intereses de la diplomacia del Kremlin y en su intento de conquistar el
Estado republicano a través de una infiltración persistente en las
instituciones fundamentales del aparato administrativo hasta el punto de que
detrás de la fachada democrático-republicana hubiera un auténtico control
estalinista del poder.
Entre la
izquierda no comunista ha tenido una cierta influencia la tesis trotskista
sobre el carácter contrarrevolucionario (burgués) del PCE en la guerra civil,
según la cual éste habría sido un elemento conservador que, apoyándose en los
sectores asustados por la revolución, habría intentado rescatar las viejas
instituciones republicanas, poniéndolas al servicio de una restauración
capitalista. Gorkin va a poner de manifiesto que esa tesis, a pesar de ser
congruente con algunos hechos, es incapaz de explicar los más importantes. Para
él sería una simplificación inaceptable limitar el papel de los comunistas a su
oposición al movimiento revolucionario ya que supondría desconocer una realidad
mucho más compleja.
El eje
central de la tesis de Gorkin supone que el estalinismo realizó una auténtica
conquista del Estado republicano, a partir de la caída del Gobierno Largo
Caballero en mayo de 1937. El debate de fondo sobre la retaguardia republicana
no sería, por tanto, si resultaba preciso o no constituir un ejército regular o
si los sectores moderados debían ser respetados. La habilidad estalinista fue
utilizar esos pretextos para fortalecer su influencia en el Estado, conseguir
apoyos y preparar las condiciones de la aniquilación o sometimiento de las
restantes fuerzas políticas republicanas. Apoderarse del Ejército, de la
policía y de los medios de comunicación, mientras se mantiene una apariencia de
pluralidad es una fase del dominio estalinista que se observa en la España
republicana y que, posteriormente, tendrá expresión en toda la Europa del este
bajo la fantasmal fórmula de las democracias populares. Para Gorkin ello
constituye algo característico del estalinismo, “un sistema perfecto de infiltración
y conquista de los resortes del poder”. ¿Tesis de guerra fría? Es posible, pero
en cualquier caso una descripción ajustada y exacta de lo que sucedió no sólo
en España (en grado de tentativa pues el proyecto no pudo completarse) sino de
forma efectiva en media Europa a instancia de la política de Stalin a partir de
1945.
Puede ser
correcto decir que la visión de Gorkin sobre la guerra española se
alimenta de la situación de la guerra fría, pero sería mucho más exacto
considerar que muchas de las líneas de la política rusa durante el período de
los años cuarenta y cincuenta tuvieron en España su primera prueba. Del mismo
modo que la política de No Intervención de las potencias democráticas dejó las
manos libres a Hitler y Stalin en su actuación en España, podemos señalar que
en el bando republicano la pasividad política de los socialistas y anarquistas
crearon las bases para el dominio comunista de la República española a partir
de mayo de 1937.
La tesis de
Gorkin se vió fuertemente reforzada por las conclusiones de la obra clásica del
historiador Burnett Bolloten (2),
convertida en referencia inexcusable para la comprensión de las luchas
políticas en la España republicana durante los años de la guerra y la
revolución. Bolloten proporciona una evidencia apabullante sobre la creciente
infiltración y dominio comunista durante los gobiernos de Negrín. De esta
manera, la anomalía esencial de la República española durante la guerra civil
consistió en que los comunistas estalinianos, consiguieran hacerse con el
control político de las instituciones republicanas frente a las fuerzas
hegemónicas de la izquierda, los socialistas, los anarquistas y los
republicanos moderados. No estaban en lo cierto quienes acusaban al PCE de
querer hacer retroceder la revolución hasta antes del 19 de julio. “Sería más exacto decir que, tras la fachada
de las instituciones democráticas, pretendían convertir la revolución popular
en un Estado policial de un solo partido totalitario” (3).
Stalin había
apostado por la derrota de la revolución social y democrática española,
aislando a socialistas y anarquistas, mientras se intentaba el exterminio del
POUM. Esa brutal persecución contra sus adversarios políticos, empezó por el
más débil: el POUM, secuestrando y asesinando a Andreu Nin y a otros militantes
de la izquierda antiestalinista. Las cárceles empezaron a llenarse de
militantes del POUM, pero también de anarquistas y de miembros de la izquierda
socialista. Así, hasta mayo de 1937, el doble poder en la España republicana
fue realmente un triple poder entre las organizaciones obreras, las viejas
instituciones republicanas y el ascendente poder estalinista. Finalmente, en la
etapa Negrín, se llega a un auténtico doble poder entre los estalinistas y las
organizaciones obreras y de izquierda no comunistas.
La lectura
en clave totalitaria de la guerra civil española permite extraer
enseñanzas universales de la experiencia española. Gorkin destacaría en
muchas de sus obras, por ejemplo en De Lenin a Malenkov -¿Coexistencia
o guerra permanente?-El destino del siglo XX- (1954) que cualquier
análisis equilibrado de la realidad histórica lleva a comprender que los
partidos comunistas no tenían por objeto fundamental conservar el orden burgués,
sino favorecer los intereses del centro directivo moscovita del imperialismo
ruso, sin dudar en acometer la lucha por el poder político, en sus manos,
cuando se daban las condiciones y Moscú así lo ordenara. En definitiva, el
estalinismo tenía una línea política independiente, y una estrategia autónoma,
opuesta a los intereses de la burguesía, y una relación compleja con el
movimiento obrero, al que pretendía utilizar como instrumento para fortalecer
su poder burocrático expansivo.
Gorkin en
Méjico: la respuesta programática al totalitarismo
La derrota
de la revolución española, el cruel asesinato de Andreu Nin, la persecución del
POUM y de sus militantes, el exilio, etc. Esos son los hechos que determinan la
nueva trayectoria de Gorkin a partir de 1939. El tribuno revolucionario va a
convertirse en un incansable combatiente contra el estalinismo. Ello le hará
objeto de toda clase de ataques, desde las agresiones físicas que sufrió en México
hasta el inagotable rencor con que le van a tratar durante décadas los
historiadores e intelectuales próximos al comunismo oficial (4).
En el
pensamiento antitotalitario del exiliado Julián Gorkin hay que trazar
claramente dos etapas. La primera de ellas es la etapa mexicana, marcada por la
influencia de Víctor Serge y por el intento de promover una renovación profunda
del socialismo revolucionario. Esta fase poco conocida de la obra de Gorkin, se
refleja en diversos ensayos de reflexión programática en los que se apuntan
algunos de los ejes del establecimiento de un nuevo socialismo. Dichos textos
programáticos se encuentran recogidos en un libro de 1944 (Los problemas del
socialismo en nuestro tiempo, escrito conjuntamente con Víctor Serge,
Marceau Pivert y Paul Chevalier) y otro de 1946, escrito por Gorkin poco antes
de regresar a Francia (Europa ante el socialismo o ante la muerte). Las
conclusiones más significativas de ambos textos se han incluido en la tercera
parte del presente libro.
La comunidad
intelectual, personal y política entre Serge y Gorkin, que coincidieron en el
exilio mejicano, fue muy intensa. Para los revolucionarios antiestalinistas de
los años treinta Víctor Serge es una enorme figura de referencia (5). Por ello, no cabe duda de que la
influencia intelectual de Serge y su fuerte relación de amistad, fue
determinante en la evolución de Gorkin y en el abandono definitivo por éste de
las ambigüedades de origen trotskista sobre el estalinismo y en su aceptación
del concepto de totalitarismo como clave para la comprensión de la Rusia
estalinista (6). La muerte de Serge,
a finales de 1947, constituye para Gorkin una fuerte conmoción y la pérdida de
su principal punto de referencia política (léase el texto dedicado a la muerte de Serge en el libro Contra
el estalinismo).
Serge, como
él mismo señala en sus Memorias de un revolucionario, estuvo
entre los primeros que, en los primeros años treinta, definieron al estado
soviético como un estado totalitario. En un documento tan importante como la
carta-testamento que, desde su prisión soviética, dirige a Magdeleine y Maurice
Paz, a Jacques Mesnil y a Marcel Martinet, cuando nada asegura que conserve la
vida y la libertad, Serge afirma que los gérmenes reaccionarios,
deshumanizadores y estatalistas del socialismo han producido una floración, la
monstruosa creación del comunismo estalinista: totalitario, castocrático,
absoluto y embriagado de su poder. Así pues, en el campo del socialismo
revolucionario fue Víctor Serge el primero que utilizó el concepto de
totalitarismo. Gorkin va a recoger y desarrollar las propuestas de Serge, que
tienen una enorme influencia en sus ideas y en sus y actividades posteriores.
Tanto Serge
como Gorkin ven dibujarse al final de la segunda guerra mundial un panorama
inédito en el cual el conflicto entre los vencedores, por un lado las
democracias capitalistas y, por el otro, el totalitarismo soviético,
determinará el nuevo orden internacional. La apuesta por una tercera izquierda,
independiente del capitalismo y del totalitarismo, basada en el proyecto
revolucionario del socialismo, pero también en la democracia y del humanismo,
constituye la indistinguible propuesta de Serge y de Gorkin durante los años
cuarenta.
En los
textos programáticos de 1944 y de 1946, Gorkin nos proporciona una relación de
temas esenciales para el replanteamiento del socialismo revolucionario en la
nueva etapa histórica. En primer lugar, encontramos un rechazo radical de la
identidad comunista, entendiendo que el estalinismo la ha pervertido
absolutamente, ya que la revolución rusa ha devenido en un “monstruoso totalitarismo con proyecciones
imperialistas internacionales” (1946). En segundo lugar, la visión de que
la burocracia se ha constituido en una clase explotadora y opresora.
La
separación programática del bolchevismo resulta notoria en el rechazo de la fórmula
de dictadura del proletariado, proponiendo en su lugar la de democracia obrera
y socialista. Asimismo esa separación se manifiesta en la denuncia del partido
único que, para Gorkin, lleva en sí los gérmenes y los peligros del
totalitarismo. El alejamiento del bolchevismo, se expresa, sobre todo, en la
exigencia de que medios y fines sean congruentes con la ética “socialista y
humana” más estricta.
Por otra
parte, los partidos comunistas, “por sus
métodos y por sus fines, exclusivamente al servicio de la potencia
nacionalista, imperialista y totalitaria rusa, constituyen un cuerpo extraño en
el movimiento obrero internacional” (1946). Para Gorkin los partidos
comunistas se han convertido en la prolongación quintacolumnista del
imperialismo ruso para ir ganando posiciones y están al servicio del
establecimiento de un orden totalitario en Europa y en el resto del mundo. La
conclusión es la incompatibilidad tajante y absoluta con el comunismo: “Una auténtica democracia socialista, viva e
independiente, no puede tolerar en su seno, bajo ningún pretexto, a los
elementos comunistas tales como son en la actualidad. Sus métodos habituales
-la división, la corrupción, la deslealtad, la mentira, la calumnia, el
terrorismo político, el pensamiento dirigido, la dictadura del aparato
burocrático, el jesuítico principio de que el fin justifica los medios- son
absolutamente incompatibles con los métodos democráticos y libertarios del
socialismo”(1946).
El rechazo
de la identidad comunista toma la forma de una propuesta de nueva identidad, la
denominación militante como socialistas revolucionarios y socialistas
libertarios. Esa referencia, o la de socialistas democráticos y libertarios,
que utiliza en otras ocasiones, debe permitir también la diferenciación
respecto a la socialdemocracia.
La nueva
propuesta programática, contenida en esos textos de los años cuarenta, consiste
en una democracia socialista, basada en el pensamiento libre, en la libertad
(según la fórmula de Rosa Luxemburgo, es decir, la de quienes no piensan como
nosotros) y en el combate contra cualquier forma de totalitarismo socialista.
El socialismo de Gorkin, como el de Serge, debe estar comprometido con los
derechos humanos en cualquier momento de su historia y tiene por consiguiente
un contenido netamente humanista. Por otra parte se apunta la necesidad de un
bloque social más amplio alrededor del socialismo, que incluya a las clases
intermedias técnico-intelectuales aunque preservando la idea de independencia
de la clase obrera. La perspectiva que se abriría para el socialismo europeo es
la de una fuerza capaz de desarrollar una unidad de los pueblos frente al
conflicto entre el mundo capitalista-imperialista y el estalinista-totalitario.
Ese internacionalismo (“los socialistas no tenemos patria, sino países donde
luchar por el progreso social y humano”, 1946) explica la temprana
apuesta europeísta de Gorkin y otros poumistas.
Gorkin tiene
ya la convicción en 1946 de que “un régimen de democracia burguesa es siempre
superior a cualquier totalitarismo, sea el que fuere” a pesar de que la
democracia capitalista haya sido incapaz de aunar libertad e igualdad.
Gorkin
durante la guerra fría
La segunda
etapa del pensamiento antitotalitario de Gorkin está marcada por la guerra
fría. Las elaboraciones de Gorkin y Serge en los años cuarenta son importantes
porque reflejan con notable anticipación las consecuencias del conflicto que se
iba a desarrollar entre el Occidente capitalista y democrático y la Rusia
totalitaria. Puede incluso considerarse que sus análisis mejicanos constituyen
una temprana evaluación del nuevo orden mundial que nacía de la Segunda Guerra
Mundial.
Gorkin,
tanto en el terreno de la experiencia como de las ideas, llevó a cabo una
incansable actividad de denuncia del totalitarismo soviético. Al mismo tiempo,
la evolución de su antiestalinismo le llevó a una conclusión fundamental: la
imposibilidad en ese contexto mundial del surgimiento de esa izquierda
revolucionaria independiente que él y Serge habían buscado. Para Gorkin, entre
el imperialismo ruso, agresivo y totalitario, y las democracias occidentales,
hay que optar sin duda por éstas últimas, abandonando cualquier tipo de
complacencia con cualquier tiranía pretendidamente socialista. En este sentido,
Gorkin deja de creer en la posibilidad de construir un tercer espacio,
considerando que en la nueva etapa histórica lo esencial es combatir la
agresividad soviética y preservar la posibilidad de la democracia, aún
recortada o limitada como ocurre en el mundo capitalista. Para él, ese es el
valor esencial de la izquierda, sin la cual toda su mera existencia carecería
de sentido. Así, durante la guerra fría
Gorkin asume completamente la tesis de la defensa del mundo libre frente al
totalitarismo. Ello le aleja radicalmente de la izquierda revolucionaria de
la época, que seguía alimentando la ilusión de que, a pesar de sus formas
totalitarias, había una esencia progresista en los, curiosamente, llamados
estados obreros (concepto absurdo desde el punto de vista lógico, que
compatibiliza intelectualmente el socialismo con la realidad del Gulag).
Finalmente, Gorkin efectúa una reconsideración del papel de la socialdemocracia
durante la segunda mitad del siglo, considerándola como referente de las
fuerzas que quieren el progreso social y, al mismo tiempo, entienden la
incompatibilidad de la izquierda con el totalitarismo.
El principal intento de sistematización del pensamiento de Gorkin durante la guerra fría se encuentra en el libro Marx, ayer y hoy (La revolución y la contrarrevolución de nuestro tiempo), incorporado íntegramente en esta edición, donde fundamenta su anticomunismo radical desde las posiciones del socialismo democrático. Sus tesis son fundamentalmente antibolcheviques, considerando que el pensamiento de Lenin supuso una traición al programa socialista. Al mismo tiempo, Gorkin reivindica la obra de Marx, rechazando la identidad entre marxismo y leninismo.
Así pues, la principal novedad del análisis de Gorkin es ese radical antileninismo, que contrasta con la suavidad con que en los años cuarenta (a pesar de rechazar las ideas de dictadura del proletariado y de partido único) separaba leninismo y estalinismo. Ahora, Gorkin considera que el leninismo es la antesala del estalinismo y que sus concepciones éticas y políticas deben ser rechazadas radicalmente. Ello se apoya es la excepcionalidad de la experiencia rusa, considerada el resultado de la caída catastrófica del zarismo en la etapa final de la primera guerra mundial, mientras que el bolchevismo la convirtió en norma para el resto del mundo.
Cuadernos
del Congreso por la Libertad de la Cultura
En los años
cincuenta y sesenta Gorkin no es un teórico sino un singular combatiente
anticomunista que va a desarrollar incansablemente numerosas actividades;
además de dirigir, fruto de sus relaciones con el Congreso por la Libertad de
la Cultura, durante una década la importante revista Cuadernos,
que fue un hito de las publicaciones de la izquierda democrática y
anticomunista durante la guerra fría. Esta publicación aún no ha sido objeto
del estudio que merece por la calidad de quienes escribieron en ella y por la
especial significación del esfuerzo.
Entre los
principales ejemplos de la naturaleza de sus actividades podemos destacar su
colaboración con Valentín González (El Campesino), realizando la
trascripción de su testimonio y contribuyendo a los esfuerzos de difundir la
pavorosa realidad del régimen concentracionario en la Unión Soviética,
colaborando en los años cincuenta con los esfuerzos de David Rousset y otros
activistas para unir la denuncia de los campos de concentración nazis y estalinistas.
También contribuyó a la publicación de las obras de otros dos importantes
dirigentes del Partido Comunista de España: Jesús Hernández (que fue ministro de Instrucción Pública en el gobierno
presidido por Negrín) y Enrique Castro Delgado (miembro del
Comité Central del PCE durante la guerra civil y Jefe de Operaciones de la
Junta de Madrid). Los testimonios de estos ex dirigentes comunistas son de una
enorme importancia, nunca reconocida por los historiadores cercanos al PCE,
para dar a conocer la dirección extranjera de la actividad de los comunistas
españoles o hechos como el asesinato de Andreu Nin. Indudablemente estas
actividades de Gorkin exasperaron a los exiliados comunistas o filocomunistas,
que le denunciaron como agente de la CIA, e intentaron por todos los medios
desacreditarle, como medio de desactivar sus denuncias de los crímenes y
miserias de la política comunista durante la guerra española.
Ya en los
años sesenta Gorkin da un importante giro a su actividad intentando dinamizar
la oposición antifranquista no comunista. En esa nueva etapa de su
actividad, aún insuficientemente conocida, que pasó por la revista Mañana,
el intento de hacer confluir a la oposición no comunista del exilio y del
interior, incluyendo por su importante papel en la preparación de la
Conferencia de Munich y su ingreso en el PSOE.
En Gorkin,
actividad y pensamiento antitotalitario estuvieron siempre unidos. Julián
Gorkin no llegó a ver la caída del muro de Berlín y el derrumbamiento de los
regímenes totalitarios europeos. Pero su trayectoria es indispensable para
entender esa época y, hay que decirlo, con todas las distancias que se quieran
mantener con algunas de sus actitudes o de sus actividades, una contribución
fundamental para comprender a la izquierda democrática y anticomunista de la
segunda mitad del siglo pasado.
Desde la
década de los veinte hasta su muerte fue un luchador incansable, un
polemista y un antiestalinista de primera fila, un hombre de acción, un
militante. No en vano subtítuló sus recuerdos (que desgraciadamente sólo
alcanzan hasta el final de los años veinte) con el evocador Testimonio de un
hombre de acción, de resonancias barojianas (7). Hemos de decir que algo de aviranetiano tiene Julián Gorkin,
personaje fascinante, incansable, siempre activo, siempre en lucha, hombre de
firmes convicciones políticas y personales y una de las figuras esenciales de
la izquierda antiestalinista española.
Madrid, 15
de septiembre de 2001
Notas
(1) Ver el
texto de Julián Gorkin en La experiencia española,
primer balance de los dirigentes del POUM tras la derrota, disponible en la
página web de la Fundación Andreu Nin.
(2) Burnett
Bolloten, La guerra civil española: revolución y contrarrevolución,
Madrid, Alianza Editorial, 1989.
(3)
Bolloten, op. cit, p.392.
(4) Esa aversión
a Gorkin se sigue manifestando todavía. Pongamos como ejemplo las maliciosas, y
bastante absurdas, interpretaciones y sugerencias que Antonio Elorza y Marta
Bizcarrondo dedican a sus declaraciones en el juicio contra el POUM en su
obra Queridos camaradas -La Internacional Comunista y España 1919-1939- (Planeta,
1999). También reseñemos la reciente inclusión en el libro editado por Paul
Preston de un texto de Herbert Rutledge Southworth, “El gran camuflaje: Julián
Gorkin, Burnett Bolloten y la guerra civil española” (La República asediada,
Península, 1999) donde el ataque a Bolloten se fundamenta en sus
relaciones con Gorkin y en las supuestas conexiones de éste con los servicios
norteamericanos.
(5)
“Víctor Serge es el tipo perfecto del escritor revolucionario”, había escrito
Julián Gorkin en 1931 (Prefacio a las obras de Serge: Lenin 1917-
Petrogrado en peligro- La Ocrana, Ediciones Ulises).
(6) Sobre
las dificultades de la aceptación entre la izquierda del concepto de
totalitarismo puede verse mi texto “Izquierda y totalitarismo” (incluido
en La izquierda a la intemperie, José Manuel Roca (ed.), Madrid,
Libros de la catarata, 1997).
(7)
Recordemos que Pío Baroja título su magistral serie de veintidós novelas sobre
el activista liberal decimonónico Eugenio de Aviraneta, Memorias de un
hombre de acción.
[Libro]
Julián Gorkin. Contra el estalinismo. Editorial Laertes. Primera edición 2001
Índice
Experiencia
y pensamiento anti-totalitario en Julián Gorkin (Juan Manuel Vera) 29
Capítulo
1. Testimonios de un hombre de acción
Mi ruptura
con Moscú 45
Capítulo
2. Los comunistas contra la revolución española
Los métodos
de Stalin en España y las jornadas de
Mayo 172
Evasión tras
la caída de Cataluña 234
Capítulo
3. Por un nuevo socialismo
Por un
reagrupamiento socialista: algunos enunciados
programáticos 276
BIBLIOGRAFIA
DE JULIÁN GORKIN 365
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