Este texto está incluido en el libro El POUM en la
historia. Andreu Nin y la revolución española de Wilebaldo Solano
Estos otros
textos están incluido en el libro
El presente texto fue escrito en septiembre de 1985 para presentar una
visión de la Juventud
Comunista Ibérica (JCI) en el coloquio que se celebró
en la Universidad de Barcelona con motivo del 50º aniversario de la fundación
del POUM en octubre de 1985. Es un texto incluido en el libro El
POUM en la historia. La historia de las juventudes del POUM es uno de
los capítulos menos conocidos de su historia y, por tanto, resulta
especialmente importante la publicación del presente trabajo de Wilebaldo
Solano, que fue secretario general de la JCI durante la guerra civil y
representante de la JCI en el comité ejecutivo del POUM en el mismo periodo. En
este trabajo se efectúa un acercamiento al papel que desempeñó la JCI en el
contexto de la revolución española y de la represión estalinista tras los
sucesos de mayo de 1937. Las notas al presente texto han sido redactadas por la
Fundación Andreu Nin.
CÓMO SE
FORJA UNA JUVENTUD REVOLUCIONARIA
Es un hecho bastante conocido que, en los primeros años del
siglo XX, los partidos políticos españoles, socialistas, republicanos y
conservadores, comenzaron a desdoblarse dando lugar al nacimiento de
organizaciones juveniles específicas. Al principio, tales organizaciones eran
meras secciones de sus partidos respectivos, pero con el tiempo fueron
conquistando una personalidad y una autonomía que les permitió afirmarse y
desempeñar un papel y unas funciones bastante importantes. Especialmente a
partir de 1917, año del triunfo de la revolución rusa y de la gran crisis del
sistema político instalado con la Restauración de la monarquía, que culminó en
la huelga general de agosto, en la que la clase trabajadora española se reveló
como la principal fuerza de oposición al régimen dominante.
Las Juventudes Socialistas de España se formaron en
1903-1906, más tarde que en los principales países europeos, pero participaron
en el I Congreso de la Internacional Juvenil Socialista que se celebró en
Stuttgart a fines de agosto de 1907 por iniciativa de una comisión animada por
Karl Liebknecht y Henri de Man. Y luego, en el período comprendido entre su
fundación y el movimiento revolucionario de 1917, progresaron sensiblemente, se
consolidaron y se diferenciaron en varias ocasiones de la política del PSOE. No
está de más recordar que en 1908 se organizaron las Juventudes Radicales y en
1909 las Juventudes Mauristas, las cuales, cada una en su medio, atrajeron a
amplios sectores de la joven generación de la época.
Todo esto introdujo un nuevo factor en la vida política del
país: la presencia de la juventud organizada en las luchas sociales y
políticas. El ascenso del movimiento obrero entre 1917 y 1923 fue acompañado
del ascenso de las organizaciones juveniles que se reclamaban del socialismo o
del anarcosindicalismo. Durante la primera guerra mundial, un importante sector
de las Juventudes Socialistas se pronunció por las tesis internacionalistas de
Karl Liebknecht, opositor a los créditos militares. Más tarde, ese mismo sector
dio su adhesión a la Conferencia de Zimmerwald (1915) (1). La influencia
de la revolución rusa en el movimiento socialista y anarcosindicalista español
fue considerable: de la propia CNT surgió una tendencia sindicalista-comunista
y el 15 de abril de 1920 las Juventudes Socialistas de España se convirtieron
en el primer Partido Comunista español.
En el curso del proceso político que se abrió en 1930 con la
caída de la dictadura de Primo de Rivera y la proclamación de la II República
el 14 de abril de 1931, los estudiantes de la FUE (Federación Universitaria
Escolar) (2) y la juventud obrera se destacaron por su presencia
militante en todas las luchas del momento. Pero ni las Juventudes Socialistas
se habían repuesto de las consecuencias de la escisión de 1920, ni las
Juventudes Comunistas (creadas en 1921) representaban una fuerza apreciable.
Sin embargo, las condiciones de libertad conquistadas por la República iban a
determinar una progresión acelerada de las organizaciones juveniles, de las que
habían sobrevivido a la dictadura y de las que se fundaron al calor de la nueva
situación política creada en el país. Una de estas nuevas organizaciones fue la
Juventud Comunista Ibérica (JCI).
Durante la dictadura de Primo de Rivera, el Partido
Comunista quedó reducido muy pronto a la ilegalidad. Mientras se toleraba la
actividad del PSOE, de la UGT y de las Juventudes Socialistas, los militantes
del PC fueron perseguidos y encarcelados. Hombres como Joaquín
Maurín, Juan Andrade, Pedro
Bonet y David Rey pasaron largos años en las prisiones. A principios de 1923,
el PC estaba completamente desarticulado, y fueran precisamente los presos de
la Modelo de Barcelona los que pidieron que se formara una nueva dirección con
militantes exiliados. La Internacional Comunista confió esta misión a Andrés
Nin, quien se trasladó a París, donde fue detenido y expulsado de Francia. Más
tarde, José Bullejos, Manuel Adame y Gabriel León Trilla constituyeron la nueva
dirección y estalló en el PC una crisis que provocó, por una parte, la
formación de la Oposición de Izquierda y de la Agrupación Comunista de Madrid
y, por otra, la ruptura de la Federación Comunista Catalano-Balear con la
Internacional Comunista.
Los
orígenes de la JCI
En 1930, tras seis años de experiencia en el Partido Comunista, el
grupo de La Batalla (es decir, la Federación Catalano-balear),
convencido de que el proceso de degeneración de la Internacional Comunista bajo
la dirección de Stalin y los métodos burocráticos de Moscú no permitían crear
el partido que se necesitaba, revisó su orientación. Como, por lo demás, estaba
en desacuerdo con la política que se quería imponer en España al PC, optó por
fusionarse con el Partit Comunista Catalá para crear el Bloque Obrero y
Campesino (BOC). No obstante, se mantuvo la Federación Comunista como
organización de cuadros y no tardó en surgir paralelamente una pequeña
organización de Juventudes Comunistas.
El primer comité de las Juventudes Comunistas Independientes fue
constituido el 5 de julio de 1931 en Barcelona con Liberto Estartús, muy
conocido por su actuación en la Universidad de Barcelona a fines de la
dictadura, Zahmer, Durán, Corominas y Gomila. El primer congreso de las
Juventudes Comunistas se celebró en 1932, después del congreso de la
Federación, y con él se inició una nueva etapa de la organización juvenil. Se
eligió un comité central en el que figuraban Germinal
Vidal , Lorenzo Masferrer, Francisco Gelada y otros jóvenes militantes de las
comarcas catalanas.
Las Juventudes Comunistas entraron en una fase de franco
desarrollo que se tradujo en el fortalecimiento de la organización de Barcelona
y la creación de secciones en las grandes ciudades industriales de Cataluña, la
formación de grupos de choque [GABOCS] para proteger los
mítines y manifestaciones, una intensa acción sindical, la penetración en la
Universidad y en la Escuela Industrial (lo que hizo posible la organización
ulterior de la primera Asociación de Estudiantes Revolucionarios) y en la
fundación y el crecimiento de la Unión Deportiva Obrera, que compitió en
numerosas manifestaciones deportivas de entonces. En el II congreso, celebrado
en 1933, se aprobaron varias tesis y resoluciones sobre los problemas
políticos, sindicales y estudiantiles y se observó que la organización seguía
creciendo y ampliando su radio de influencia. Las tesis de organización
aprobadas incluían el cambio del nombre de la Juventud. Para establecer una
neta distinción con la Unión de Juventudes Comunistas y para afirmar la
política de expansión peninsular que habían iniciado el Bloque y la Federación
se decidió adoptar el nombre de Juventud Comunista Ibérica. Germinal
Vidal , obrero del puerto de Barcelona que había demostrado tener cualidades
de animador y organizador fue elegido secretario general. El congreso se colocó
bajo el signo de la lucha contra el fascismo y por el frente único obrero.
La toma del poder por Hitler en Alemania tuvo repercusiones
enormes en España. El BOC y sus juventudes se habían distinguido por sus
campañas apasionadas en favor del frente
único obrero contra Hitler y, por lo tanto, habían denunciado la política
de Stalín y del PC alemán inspirada en la tesis grotesca de que "la socialdemocracia y el fascismo eran
hermanos gemelos". Cuando se crearon los primeros campos de
concentración en Alemania y se inició la represión contra las organizaciones
obreras y contra los judíos, todos los medios y recursos del BOC y de su
Juventud fueron movilizados para denunciar los actos de la barbarie hitleriana
y para despertar en la conciencia de los trabajadores la idea matriz de la
lucha contra el fascismo. Las cosas llegaron hasta tal punto que Hitler
solicitó del gobierno de la República española la suspensión de La
Batalla. La JCI estuvo en primera línea en esta lucha y sus grupos
de choque impidieron que la colonia alemana de Barcelona, que era
importante, rica y agresiva pudiera realizar ciertas manifestaciones nazis.
La política de frente único comenzó a cobrar mayor sentido a fines
de 1933 y comienzos de 1934. Pero el frente único tenía que cristalizar bajo
una fórmula que correspondiera a las modalidades del movimiento obrero y del
país. Laboriosamente, a través de distintas batallas de frente único -contra el
paro forzoso, contra la patronal mercantil,etc.-, el BOC abrió la vía a la Alianza
Obrera, que se constituyó en diciembre de 1933 con las siguientes
organizaciones: UGT (J.Vila Cuenca), Sindicatos de Oposición (Angel Pestaña),
Federación Socialista de Barcelona (PSOE, Rafael Vidiella), Federación
Sindicalista Libertaria (Juan López), Unió Socialista de Catalunya (Martínez
Cuenca), Unió de Rabassaires (José Calvet), Sindicatos expulsados de la CNT (
F. Aguilar), Bloque Obrero y Campesino (Joaquín Maurín) e Izquierda Comunista
(Andrés Nin). La Alianza Obrera de Asturias se organizó en marzo de 1934
contando con el concurso de la CNT.
1934 fue un año trascendental en España. En definitiva fue el año
de la rectificación del movimiento obrero, de la cristalizacion de los
esfuerzos en favor del frente único, de la Alianza Obrera y de la revolución de
Octubre. En la rectificación del movimiento obrero hay que comprender, en
primer término, la evolución hacia la izquierda del Partido Socialista y la
transformación de las Juventudes Socialistas en una organización que se
acercaba a las posiciones del marxismo revolucionario.
La JCI, Octubre y las
Juventudes Socialistas
El papel de la Juventud Comunista Ibérica en este período
merecería un estudio especial que, como se comprenderá, no cabe en el marco de
este trabajo. Por consiguiente, no queda otro remedio que tratar de analizar
los grandes rasgos y los momentos culminantes de una actividad y de una
política que se desarrollaron en consonancia con las del BOC y de la Alianza
Obrera. El I congreso de la JCI se reunió en marzo de 1934, prácticamente en
una fase política nueva, con cuadros que se habían forjado en los años 31, 32 y
33 y con nuevos militantes que vivían intensamente el período de rectificación
del movimiento obrero, de lucha contra el fascismo interior e internacional y por
la Alianza Obrera. La Juventud había crecido y se había extendido a Castellón,
Valencia y otros lugares de la península. El problema del frente único con las
demás organizaciones juveniles obreras y la preparación política y militar para
los acontecimientos que se avecinaban estuvieron en el centro de los debates.
Al comité ejecutivo, que se nombró tras la elección del comité central (G.Vidal
como secretario general, L.Masferrer, M.Pedrola, W.Solano, L.Roc y F.Gelada) se
le confiaron las relaciones con las Juventudes Socialistas, Comunistas y
Libertarias con vistas a crear la Alianza Obrera Juvenil, la publicación de un
semanario y la intervención activa en los acontecimientos políticos en curso.
El BOC había tenido la audacia de lanzar, con muchos esfuerzos y
sacrificios, un diario obrero en Barcelona, Adelante. El
diario tuvo mucho éxito, aunque no pudo mantenerse por mucho tiempo. Pero lo
cierto es que fue en Adelante donde Largo Caballero, de visita
en Barcelona, publicó unas declaraciones hechas a Maurín en las que concluía
que frente a la alianza Lerroux-Gil Robles y la amenaza reaccionaria, no había
"solución parlamentaria" y
"la clase trabajadora ha de
prepararse para ir a la toma violenta del poder político y económico" (3)
. El 5 de marzo, por iniciativa de las Juventudes Socialistas y de la Izquierda
Comunista, se formaba en Madrid la Alianza Obrera. Ciertamente, la Alianza de
Madrid no iba más allá de las organizaciones del Partido y de las Juventudes
Socialistas, de la ICE y de algunos grupos sindicales. Comprendía menos
organizaciones que la de Cataluña. Pero se trataba de Madrid, del PSOE y sus
Juventudes, lo que anunciaba la extensión de la Alianza a otras regiones de
España.
A fines de septiembre de 1934, una delegación de las Juventudes
Socialistas, compuesta por Carlos Hernández Zancajo y Santiago Carrillo,
presidente y secretario de las JJSS, fue a Barcelona para efectuar
conversaciones con el BOC y la JCI. Poco tiempo antes, sendas delegaciones de
las Juventudes Socialistas y Comunistas oficiales habían tenido una
controversia pública, de la que éstas últimas no habían salido muy airosamente,
y habían celebrado un gran mitin en un estadio de Madrid. En Barcelona,
Hernández Zancajo y Carrillo tuvieron una entrevista con Maurín y una larga
reunión con una delegación del CE de la JCI formada por F.Vidal, W.Solano,
L.Masferrer y M.Pedrola. Durante la discusión, que fue interesante y positiva,
ya que se establecieron las modalidades de una colaboración regular entre ambas
organizaciones, Carrillo propuso que las JCI se fusionaran con las JJSS. Los
representantes de la JCI se quedaran bastante sorprendidos de la proposición y
respondieron que antes de vislumbrar una fusión era necesario aclarar infinidad
de cuestiones políticas y que el problema no podía plantearse sólo en el
dominio de las Juventudes. Al día siguiente, la JCI y el BOC movilizaron sus
fuerzas para dar relieve a un mitin de las Juventudes Socialistas en el Palacio
de la Metalurgia y, gracias a ello, el acto tuvo un cierto éxito, pues la
influencia del PSOE y de las JJSS era bastante limitada en Cataluña. Hernández
Zancajo y Carrillo reconocieron esta debilidad y dijeron que por ello mismo sus
relaciones con el BOC y la JCI presentaban un gran interés para todos. Fuera
como fuera, la verdad es que se inició una colaboración que duró hasta que en
Moscú se establecieron las bases de la unificación de las Juventudes
Socialistas y Comunistas.
Los acontecimientos de octubre de 1934, y principalmente el
fracaso del movimiento revolucionario en Madrid y en otras ciudades donde el
PSOE era potente, determinaron que el BOC y la Izquierda Comunista sometieran a
una crítica severa las vacilaciones y las inconsecuencias políticas del PSOE y
las JJSS. Por lo que se refiere a Cataluña, tampoco los resultados estuvieron a
la altura de las esperanzas. Pero importa destacar aquí que la JCI, en el marco
de la Alianza Obrera, intervino activamente en la acción contra el Instituto de
San Isidro (4), en la organización de las grandes manifestaciones y de
la huelga general (la primera realmente importante en Cataluña sin la
participación de la CNT) y que algunos de sus militantes fueron protagonistas,
tras la rendición de los escamots (5) y de la
Generalitat, de la última resistencia armada en La Rabassada, San Cugat y
Sabadell, como se destaca en el libro que escribió sobre los acontecimientos el
periodista Angel Estivill (6). En Asturias, los militantes del BOC y de
la Izquierda Comunista ocuparon sus puestos en el combate y Manuel Grossi tuvo
un papel destacado en la dirección de la Alianza Obrera.
La represión organizada por el gobierno Lerroux-Gil Robles no
impidió que la JCI prosiguiera sus tareas en la clandestinidad, ayudara a sus
presos, mantuviera una estrecha relación con los jóvenes militantes asturianos
que simpatizaban con ella y animara la Alianza Obrera Juvenil, que se había
constituido en Cataluña en vísperas de octubre con las Juventudes Socialistas,
las Juventudes Comunistas y la Juventud Comunista Ibérica (Lina Odena, Martínez,
Pedrola y Solano). Como la resistencia a la represión fue más potente en
Cataluña que en otros lugares de la península, muchos militantes destacados se
refugiaron en Barcelona, como Jesús Rozado Díaz, secretario general de las
Juventudes Comunistas, y algunos socialistas asturianos y madrileños, lo que
hizo que la capital catalana se convirtiera en un centro de relaciones
múltiples. En cuanto se conquistaron algunos espacios de libertad, volvieron a
reaparecer los periódicos obreros legales y comenzaron las campañas por la
libertad de los presos.
El fracaso del movimiento de Octubre -pese a la combatividad y al
heroísmo de la Comuna asturiana y al impulso que supuso la acción, más
limitada, de la Alianza Obrera en Cataluña- y la represión subsiguiente no
supuso la desmoralización de los trabajadores ni la de la nueva generación
revolucionaria, ni el fin de las esperanzas. Al contrario. Nadie analizó mejor
la situación que Joaquín
Maurin en Hacia la segunda revolución (7), título
que era ya un programa y una perspectiva. Recordando lo que había sucedido
después del fracaso del movimiento de 1917, es decir, que el movimiento obrero,
lejos de sentirse vencido "se desarrolló durante los años 1918-1919 de una manera
impetuosa" (8), anunció que entrábamos en
una situación parecida: la siembra de Octubre daría sus frutos y ahora el
problema iba a plantearse entre revolución
y contrarrevolución, entre socialismo y fascismo.
En la primavera de 1935, tras un período de reflexión y de crítica
en las organizaciones políticas y sindicales y juveniles, el movimiento obrero
pasó de nueva a la ofensiva. A despecho de todas las restricciones y de la
censura de prensa mantenida por el gobierno, la Alianza 0brera, que había
demostrado su eficacia en Asturias y en Cataluña, fue reorganizada y en su
seno, y fuera de ella, se abrió un proceso de unificación que se generalizó en
todos los dominios. El BOC sacó sus conclusiones de Octubre y fijó en un
folleto, que se difundió ampliamente, los objetivos que imponía la nueva
situación para marchar hacia adelante: frente único (Alianza Obrera),
unificación de los sindicatos en una sola central sindical, unificación de los
marxistas revolucionarios en un solo partido.
En la práctica, este proceso fue
perturbado por la introducción en España de las nociones de Frente Popular y de
partido único del proletariado aprobadas en el VII congreso de la Internacional Comunista y en el VII de la
Internacional Juvenil Comunista, en los
que se concretó en el viraje desde la teoría del socialfascismo a
la política de subordinación a la burguesía democrática en nombre de la lucha
contra el fascismo, expresión evidente del cambio que se había operado en
la estrategia del Kremlin y en la política exterior de la URSS (9). Pese
a todo, el proceso de unificación avanzó con la reunificación de la CNT en el
congreso de Zaragoza, la unificación de las Juventudes Socialistas y Comunistas
y la resistencia de los socialistas -principalmente de la izquierda de
Caballero- a integrarse en el partido único que preconizaba Moscú y que
anticipaban, a su manera, las JSU. En Cataluña, el proceso de unificación
política iniciado en la Alianza Obrera llevó a una neta diferenciación entre
las organizaciones que se reclamaban del marxismo revolucionario y los grupos
reformistas que se acercaban al estalinismo atraídos por la política de Frente
Popular. Los primeros, que poseían secciones e influencia en varias
nacionalidades y regiones de España, es decir, la Izquierda Comunista y el
Bloque Obrero y Campesino formaron un partido marxista revolucionario
peninsular. Los segundos crearon más tarde, en condiciones bastante equívocas,
el PSUC, mediante la fusión de la Unió Socialista de Catalunya, la Federacíón
Catalana del PSOE, el pequeño Partit Català Proletari y el Partit Comunista de
Catalunya, organización que no tardó en adherirse a la Internacional Comunista
y en caer bajo la dependencia del Partido Comunista de España.
En la perspectiva histórica, lo más asombroso de este proceso es
que el estalinismo, a través de un partido que carecía de prestigio y de
fuerzas importantes, lograra absorber al potente movimiento de las Juventudes
Socialistas, ejercer una fuerte influencia en una parte del Partido Socialista
e imponer en el PSUC tan rápidamente la política y los
métodos de Moscú. Mas, naturalmente, lo que a primera vista aparece como un
enigma histórico tiene sus causas y sus explicaciones.
El viraje estalinista de 1935 y las unificaciones
Durante un largo período, el comprendido entre la visita de
Largo Caballero a Barcelona, la constitución de la Alianza Obrera y el viaje de
Zancajo y Carrillo a Cataluña y el otoño de 1935, el BOC, la Izquierda
Comunista y la JCI mantuvieron excelentes relaciones con las Juventudes
Socialistas. La Batalla y los libros y folletos del Servicio
de Publicaciones del BOC se difundían ampliamente en todas las secciones de las
JJSS. Según ha reconocido Claudín en su libro sobre Carrillo, "entre la aparición de Octubre, Segunda Etapa y el VII
Congreso de la IC, hay un breve período de coqueteo de Santiago Carrillo y de
los otros dirigentes de la juventud socialista con los líderes del trotskismo
español o próximos a él. Valoran los escritos de Nin, Andrade, Maurín, en los
que aprecian un nivel teórico marxista superior al de los dirigentes del PCE"
(10). Pues bien, aparte de que ese período no fue tan breve, Carrillo
escribió sus artículos contra Prieto y tuvo
una polémica con Maurín (en La Batalla y en Claridad de
Madrid) (11), hubo otras polémicas menos conocidas
como la que mantuvieron Nin y Solano con Leoncio Pérez en semanarios de las
JJSS y en La Batalla, las Ediciones de L'Hora publicaron El Partido Socialista y la conquista del poder, libro de Serrano Poncela inspirado en Hacia la segunda revolución de
Maurín, se colaboró durante meses en la Alianza Obrera y en la Alianza Obrera
Juvenil y, al principio, se defendieron posiciones parecidas ante el viraje del
VII congreso de la Internacional Comunista, la política de Frente Popular del
PCE y, por último, Carrillo propuso al BOC y a la JCI que ingresaran en el
Partido Socialista para ayudarles a "bolchevizarlo".
De todo esto ha surgido la tesis, defendida por ciertos militantes
y algunos historiadores, según la cual si el BOC,la ICE y la JCI hubieran
ingresado en el Partido y las Juventudes Socialistas, las cosas hubiesen
seguido un rumbo completamente diferente. Salvo raras excepciones, nadie pensó
en el seno de las organizaciones que se fusionaron para crear el POUM que esa
fuera la mejor perspectiva política. De todos modos, los que así piensan olvidan
los resultados obtenidos por los militantes revolucionarios, trotskistas u
otros, que en los años 1934-35 ingresaron en determinados partidos socialistas
de Europa o los Estados Unidos con el propósito de radicalizarlos y crearse una
base política más amplia. Y olvidan igualmente que desde el VII congreso de la
Internacional Comunista, los delegados y los emisarios de Moscú (Codovila,
Duclos, Raymond Guyot y otros) ejercieron una presión continua sobre los
animadores de las JJSS y de la Izquierda Socialista. Claudín ha explicado todo
el proceso de lo que él llama "la seducción de la IC" en el libro
citado anteriormente (12), proceso en el que Vittorio Codovila cubrió un
papel capital, y, luego la visita a Moscú de Carrillo (febrero de 1936),
con Trifón Medrano, dirigente de las JC españolas; las entrevistas de Santiago
Carrillo, Federico Melchor y José Laín (dirigente de las JJSS exiliado
temporalmente en Moscú) con Dimitri Manuilski
[secretario general de la Internacional Comunista], Mijail Wolf y Kosarev, en
las que los jefes de la IC y de la IJC les explicaron "el papel contrarrevolucionario del
trotskismo" (al parecer convenciéndoles) y la necesidad de fusionar
las juventudes sobre la base de la nueva política de las internacionales
estalinistas (que también aceptaron).
Detalle pintoresco: Claudín relata que Carrillo se quedó
maravillado ante la frase de Manuilski sobre la relación con los católicos:
"ir hacia el comunismo con la hoz y
el martillo en una mano y la cruz en la otra" (13), por lo que
sin duda decidió utilizarla mucho después, engañando así a no pocos ingenuos
que creyeron que se trataba de una genialidad suya, cuando en
realidad era una de las tantas fórmulas inventadas en el Kremlin. Mas lo
esencial fue que las delegaciones firmaron en Moscú, con la IJC, unas bases de
unificación que echaban por tierra toda la política defendida por Carrillo y
sus colegas desde el V congreso de las Juventudes Socialistas. Para dar una
satisfacción a Carrillo y a los suyos, en el acuerdo de Moscú se decía que
"la fusión se hará sobre la base de
las Juventudes Socialistas y éstas mantendrán las actuales relaciones con el
Partido Socialista". Según Claudín, el hecho de realizar la
unificación en el marco de la JS y de mantener las relaciones existentes entre
ésta y el PSOE tenía como finalidad facilitar la mencionada lucha contra los
besteiristas y los prietistas dentro del PSOE, para llegar a su bolchevización
y, al mismo tiempo, cerrar las puertas del futuro partido unificado a toda
penetración trotskista" (14).
A su regreso a Madrid, Carrillo, que, siempre según Claudín, quedó
fascinado por Manuilski y demás dirigentes rusos, se apresuró a imponer la
nueva línea. Hernández Zancajo y Serrano Poncela formularon objeciones que no
prevalecieron. El viraje estaba tomado y bien tomado. Era abril de 1936.
El 18 de julio sorprendió a Carrillo en París, con Trifón Medrano y José Laín,
y en compañía de Raymond Guyot, secretario de la Internacional Juvenil
Comunista. Así, el viraje de Carrillo y su equipo fue tan rápido que muchos no
se dieron cuenta de su significación exacta y tardaron bastante tiempo en
convencerse de lo que había sucedido realmente. En La Batalla y
en La Nueva Era, Enrique Rodríguez y el autor de este libro (15)
desarrollamos una crítica minuciosa del viraje descubriendo su significación
profunda. El Kremlin había ganado una batalla que le iba a permitir consolidar sus
fuerzas y aumentar su influencia en vísperas de la insurrección
militar-fascista. El objetivo siguiente era la dominación del Partido
Socialista y la neutralización de lo que ellos llamaban el trotskismo.
El POUM se había fundado a fines de septiembre de 1935. En el
congreso de unificación, al examinarse el problema de las Juventudes, se optó
por mantener el nombre de la Juventud Comunista Ibérica (que era ya muy
conocido) y que los jóvenes de la Izquierda Comunista se integraran en la
organización juvenil existente. Después de la elección del CC y del CE
del nuevo partido se designó a Germinal Vidal (secretario general), Miguel
Pedrola, Ignacio
Iglesias (procedente de la ICE), Francesc Gelada y a mí para constituir el comité
ejecutivo de la JCI.
La JCI hizo un esfuerzo tan grande para construir el nuevo partido
-sobre todo en Barcelona, donde hubo que neutralizar la oposición de una
tendencia, dirigida por Colomer, Estartús y Estivill, que practicaba una
política derrotista- que descuidó relativamente las tareas juveniles. Sus
propios dirigentes fueron requeridos por el partido para las nuevas tareas que
se presentaban cada día, como la organización de la FOUS (Federación Obrera de
Unidad Sindical), la colaboración en La Nueva Era o la
participación en la campaña electoral de enero-febrero de 1936. Así las cosas,
algunos compañeros se plantearon la cuestión de saber si era realmente
necesaria una organización juvenil antes de la revolución, si no había que dar
una preferencia absoluta a la construcción del partido. Maurín insistía en la
importancia que tenía la JCI y daba ideas para crear al fin un periódico de los
jóvenes. Por otra parte, en Valencia, en Galicia, en las comarcas de Cataluña,
la JCI se extendía. En vísperas de las jornadas de julio, Josep Rovira fue
nombrado delegado del CE del Partido en el CE de la JCI. También él estimaba
que la JCI tenía que fortalecerse y extenderse y pensaba sobre todo en la preparación
militar de los jóvenes.
El 19 de julio de 1936 fue el día de la gran movilización de
los militantes de la JCI. En Barcelona, los grupos de choque, en guardia desde
hacía unos días, entraron en juego en la batalla contra los militares, animados
por Rovira, Grossi, Vidal, Roc y tantos otros militantes. Germinal Vidal cayó
en la Plaza de la Universidad. Tres días después, salían las primeras columnas
para el frente de Aragón. Como era lógico, los militantes de la JCI encuadraron
las primeras unidades. Pedrola, Roc y Gelada salieron con los expedicionarios.
Yo fuí enviado a Valencia como delegado del comité ejecutivo del POUM y para
fundar un periódico.
En consecuencia, el CE de la JCI, como tantos otros comités y organismos
fue desorganizado por los acontecimientos. Pero, naturalmente, eran los
acontecimientos los que mandaban e imponían cambios urgentes en aquellos
momentos decisivos. La gran batalla había comenzado y había que ganarla.
JUVENTUD,
REVOLUCION Y GUERRA CIVIL
A comienzos del mes de septiembre de 1936, en pleno ascenso
revolucionario, los jóvenes militantes y simpatizantes del POUM se encontraban,
en su mayoría, en los frentes de Aragón, de Levante o del Centro. Los cuadros
de la JCI asumían responsabilidades militares mandando centurias o banderas, en
las cercanías de Huesca y de Zaragoza, en las proximidades de Teruel, en el
cerco de Oviedo, en las ruinas de la catedral de Sigüenza o en las columnas que
trataban de contener el avance de las tropas franquistas hacia Madrid. Algunos
habían participado ya en la liberación de Ibiza y otros habían caído en la
desgraciada expedición de Mallorca.
Sin embargo, miles de jóvenes afluían a nuestros locales para
alistarse en las milicias o solicitar el ingreso en la Juventud Comunista
Ibérica, sobre todo en las ciudades y pueblos donde ésta tenía una cierta
tradición y un prestigio evidente. En pocas semanas surgieron grupos o
secciones de la JCI en los frentes y en las ciudades y pueblos. El hecho
político más espectacular fue el lanzamiento en Lérida, fortaleza del POUM, de
un diario, Combat, que fue el primer diario para la juventud publicado en
España y el segundo en el mundo (después del órgano del Komsomol (16)
ruso).
En tales condiciones, varios militantes de la JCI que se
encontraban en Barcelona tras haber cumplido diversas misiones políticas o
militares en las primeras semanas de la revolución, plantearon al CE del POUM
la necesidad de reestructurar el movimiento juvenil para efectuar una amplia
tarea de reclutamiento militar y político. Un comité provisional quedó
encargado de convocar rápidamente una conferencia en Barcelona. Esta se reunió
el 14 de septiembre en el número 4 de la Rambla de los Estudios, un edificio
incautado a un conocido aristócrata catalán, situado en pleno centro de
Barcelona. Participaron en ella unos cincuenta delegados procedentes de
Cataluña, de Levante y de Madrid. Jesús Estarán, secretario de la JCI de
Lérida, presidió los debates. Después de evocar la memoria de Germinal
Vidal, héroe de los combates del 19 de julio en Barcelona, y de Miguel Pedrola,
muerto en el frente de Huesca, y de los demás militantes caídos en los últimos
combates contra el fascismo, yo presenté un extenso informe sobre la marcha del
proceso revolucionario y el desarrollo de la guerra y expliqué las tareas que
se imponían a una organización como la JCI. A continuación, numerosos delegados
describieron los progresos realizados en sus localidades, pese a que -como dijo
uno de ellos- "los militantes más
antiguos y mejor preparados se encuentran en los frentes".
En el curso de un largo debate y después de los informes de
Enrique Ariño sobre los problemas de organización y de Pedro Pagés [Víctor
Alba] sobre las tareas de prensa y propaganda (próxima publicación del
semanario Juventud Comunista), Enrique Rodríguez dio cuenta de las
perspectivas de la JCI en Madrid y su región y E. Mauricio informó sobre la
tragedia de Llerena (donde muchos militantes del POUM fueron asesinados por las
tropas de Queipo de Llano) y la lucha de los trabajadores de Extremadura. La
conferencia reclamó la rápida aparición de Juventud Comunista como
órgano central de la JCI, la extensión del movimiento iniciado con la
Agrupación de Estudiantes Comunistas de Barcelona, la creación de una
Federación de Pioneros a base de los grupos ya existentes y eligió un CE
formado por W. Solano (secretario general), E. Ariño (organización), P. Pagés
(prensa y propaganda) y L. Roc y F. Gelada (cuestiones militares).
El primer número de Juventud Comunista apareció
el 17 de septiembre en Barcelona, a cuatro páginas en gran formato, y bien
ilustrado con fotos, dibujos y caricaturas. Poco después, a comienzos de
octubre, la JCI de Madrid lanzó La Antorcha, también semanario, a
ocho páginas en pequeño formato, que provocó en seguida las iras de los
dirigentes de las JSU. Acció, semanario de la JCI de Tarragona,
vino a ampliar la prensa juvenil. Pero también surgió Juventud Roja en
Castellón, como órgano de la JCI de Valencia. Por su parte, el CE, muy preocupado
por los problemas de educación de la nueva generación, anunció la publicación
de una revista teórica, Generación Roja, que salió mucho más tarde de lo
previsto. En este conjunto hay que destacar El Pionero Rojo, que
fue una innovación interesante en el dominio de la prensa infantil.
Los objetivos políticos y militares de la JCI
Tras la conferencia de septiembre, la JCI concentró su
acción en los siguientes objetivos orgánicos, militares, políticos e
internacionales:
Objetivos orgánicos: ampliar y consolidar las posiciones conquistadas
en Cataluña, ya bastante importantes, puesto que la JCI era la primera
organización política de la juventud; proseguir la política de expansión
peninsular iniciada por el BOC y que la rebelión franquista había frustrado en
Galicia, Andalucía y Extremadura, reforzando la acción en Madrid y en Valencia;
dedicar una atención especial a la educación socialista de la nueva generación;
integrar en la organización a las muchachas trabajadoras y desarrollar las
organizaciones de estudiantes y de pioneros.
Objetivos militares: intensificar el reclutamiento de milicianos y
crear varias columnas para fortalecer la División
Lenin (luego 29ª División) y las demás unidades militares y contribuir a la
defensa de Madrid; dar una preparación militar a los jóvenes y formar cuadros
militares (de ahí la conferencia militar de Lérida); demostrar prácticamente
que la victoria militar era la preocupación fundamental de los defensores de la
revolución socialista, razón por la cual éstos no separaban la guerra de la revolución o la revolución de la guerra.
Objetivos políticos: apoyar entre la juventud la política del POUM:
Unidad Obrera, Gobierno Obrero, Revolución Socialista, como se proclamaba en el
editorial de Juventud Comunista del 24 de septiembre; Asamblea
Constituyente de los comités obreros, campesinos y de combatientes; Frente de
la Juventud Trabajadora Revolucionaria para ganar la guerra y proseguir la
transformación radical de la sociedad.
Objetivos internacionales: crear un
movimiento internacional de defensa de la revolución española y ligarla a la
lucha contra la guerra y el fascismo que se organizaba en Europa; hacer del
Buró Internacional de las Juventudes Revolucionarias un instrumento de esta política
e intensificar las relaciones con todas las organizaciones juveniles
independientes con vistas a la creación de una Internacional Revolucionaria de la Juventud.
Estos objetivos, esquemáticamente resumidos, eran muy
ambiciosos y su realización dependía del ascenso del proceso revolucionario y
de una orientación de la guerra capaz de reducir la base social del franquismo
y llevar la lucha al interior del campo enemigo. Estaban en el marco
general de la política del POUM, pero habían sido concebidos y pensados por una
organización de militantes muy jóvenes (que contaban entre quince y veintitrés
años), convencidos, todos ellos, de que se estaba librando una gran batalla en
Europa y de que su revolución no sólo significaba liquidar el atraso secular de
España y dar un salto prodigioso hacia una nueva sociedad, sino aportar también
una contribución decisiva a la lucha contra el fascismo y a la renovacíón
socialista en el mundo.
Durante los primeros meses, la JCI desarrolló sus
actividades (formación de milicias, desarrollo de la organización, conferencias
y manifestaciones, difusión de la prensa y las publicaciones, formación de
militantes, relaciones internacionales) sin problemas mayores con las otras organizaciones.
Las polémicas sobre el sentido de la guerra y de la revolución y el problema
del poder eran bastante apasionadas; pero el propio Carrillo ha recordado en
algunas ocasiones que los poumistas y los comunistas del PCE aparecieron juntos
en el Comité de Milicias de Cataluña, en el Comité Ejecutivo Popular de
Valencia, en el Consejo de la Generalitat y en muchos otros organismos
derivados de éstos. Del mismo modo que estuvieron juntos en el famoso Comité
Obrero de Lérida y en centenares de comités y comisiones locales, comarcales o
regionales creados en el país.
Pero esta situación no iba a durar mucho tiempo. A mediados
de agosto del 36, en el cénit de la efervescencia revolucionaria, cuando todo
parecía posible en el país y España se había convertido en el símbolo más puro
y más eficaz de la resistencia al fascismo internacional, llegaron hasta
nosotros las primeras informaciones sobre la ofensiva de Stalin y su aparato
burocrático contra la vieja guardia bolchevique, y en particular el proceso y
la ejecución de Kamenev y Zinoviev. La reacción del POUM y la JCI -que, por
cierto, habían criticado ya la política de "no intervención" en España que Moscú sostenía en aquel
entonces- fue inmediata. El CE del POUM publicó una declaración el 28 de agosto de
1936 como editorial de La Batalla en la que se decía:
"Somos socialistas revolucionarios, marxistas. En nombre del socialismo y
de la clase obrera revolucionaria protestamos enérgicamente contra el
monstruoso crimen que acaba de perpetrarse en Moscú".
A partir de ese momento, la situación se modificó
radicalmente. Como el POUM y la JCI no se contentaron con una declaración, sino
que siguieron informando (solos, porque el resto de la prensa, incluso
socialista y anarquista guardaba un silencio escandaloso) sobre los terribles
acontecimientos que finalmente fueron condenados en el propio Kremlin veinte
años después, los dirigentes del PCE, del PSUC y de las JSU comenzaron una
vasta campaña de injurias y calumnias contra los militantes y las
organizaciones poumistas, que duró hasta el fin de la guerra civil y se
prolongó en el mundo entero, durante largos años, con una tenacidad asombrosa,
hasta que Jruschov liquidó de un solo golpe, en el XX Congreso del PCUS,
la infalibilidad sangrienta de Stalin y el furor cainita de sus acólitos y sus
escribas.
La ofensiva estalinista comenzó en Madrid
La campaña de los estalinistas adquirió características
mucho más graves en Madrid, donde el POUM, en posición minoritaria, comenzaba a
inquietar a los dirigentes de las JSU (Carrillo, Melchor, Cazorla y demás
trabajaban ya por cuenta del PCE, en el que no tardaron en ingresar en
secreto). En efecto, el 11 de octubre se celebró en el Teatro María Isabel un
mitin de la JCI que tuvo mucho éxito y que fue algo así como la coronación de
unos meses de intenso trabajo durante los cuales el POUM y la JCI habían organizado
varias unidades militares que combatían en el frente de Guadalajara, en la
Sierra y en otros lugares; animaban una radio muy potente, que podía captarse
en toda la península, poseían un diario, El Combatiente Rojo, y dos
semanarios, POUM y La Antorcha (órgano de la JCI)
y eran unas organizaciones en pleno crecimiento. El mitin de la JCI en Madrid
(en el que participamos Emilio García, Eugenio Fernández Granell, Enrique
Rodríguez y yo) sacó de sus casillas a los dirigentes de las JSU, que tuvieron
la osadía de decir que mientras los jóvenes unificados luchaban en los frentes,
la JCI fomentaba una escisión en la capital. La Antorcha replicó
enseguida explicando que la JCI no era una nueva creación y dando una excelente
información sobre los recientes combates de Sigüenza y de Monte Aragón y
Estrecho Quinto (frente de Huesca), donde los militantes de la JCI acababan de
desempeñar un papel de primera importancia (justamente, unos días antes, el
órgano de las JSU había saludado con entusiasmo la toma de Monte Aragón y
Estrecho Quinto sin precisar qué fuerzas habían realizado la operación) y
publicando protestas indignadas de los jóvenes de la Columna Motorizada del
POUM de Madrid, que había perdido a sus mejores elementos en los combates de
Sigüenza, luchando con el Batallón Pasionaria y otras unidades de la UGT y de
la CNT.
Cuando el avance de las tropas de Franco colocaba a Madrid
en una situación crítica y exigía un esfuerzo supremo de defensa, Carrillo y
Cazorla optaron por distraer una parte de sus fuerzas para consagrarlas a la
lucha contra el POUM. EL 22 de octubre, la respuesta a una proposición de
controversia pública fue el asalto a uno de los locales de la JCI por un grupo
de las JSU y diversas tentativas de impedir la publicación de la prensa del
POUM. Al constituirse la Junta de Defensa de Madrid, Rosenberg, embajador ruso,
puso su veto a la presencia del POUM. EL socialista Albar explicó a Enrique
Rodríguez, dirigente del POUM: "El
embajador Rosenberg ha puesto su veto a vuestra presencia. Es injusto, claro
está, pero comprendednos: la URSS es poderosa; entre privarnos del apoyo del
POUM y privarnos de la ayuda de la URSS, hemos elegido"(17). Delegados por el CE del POUM,
Andrade y Gorkín volvieron a la carga para entrar en la Junta, más ninguna
organización se atrevió a oponerse al veto de Moscú. Unos días después, el 27
de noviembre, Antonov-Ovseenko, cónsul de la URSS en
Barcelona, lanzó una nota calumniosa contra La Batalla, nota que
fue la señal de una operación destinada a eliminar a Andreu Nin del Consell de
la Generalitat de Cataluña. En cuanto los estalinistas lograran su
objetivo, Pravda, que llevaba a cabo una violenta campaña de
justificación de los procesos de Moscú y de la represión contra los comunistas
oposicionistas rusos, escribió el 17 de diciembre: "En Cataluña, la
eliminación de los trotskistas y de los anarcosindicalistas ha comenzado ya;
será llevada a cabo con la misma energía que en la URSS" (18).
El escritor revolucionario Víctor Serge, que se encontraba
exiliado en Bruselas, comprendió en seguida lo que significaban las amenazas
de Pravda y se dirigió al CE del POUM para advertirle y
ponerle en guardia. Pero los militantes del POUM y la JCI estaban demasiado seguros
de su fuerza y de su prestigio entre la clase trabajadora y, aunque no salían
de su asombro ante los graves acontecimientos de Moscú, no podían imaginar que
en plena guerra contra Franco se intentara eliminar por la violencia a las
organizaciones revolucionarias. Ni siquiera la incautación de la radio del POUM
en Madrid (esa radio que era un gran aliento para los combatientes y molestaba
muchísimo a los franquistas y en la que, entre tantos otros, el gran poeta León
Felipe había expresado su solidaridad con el pueblo en lucha a su retorno de
América) y la suspensión de El Combatiente Rojo y La
Antorcha les permitieron apreciar justamente los peligros que se
cernían sobre ellos. "Los dirigentes
estalinistas -se decían- nos atacan cobardemente en nuestro sector más débil,
mas no se atreverán con nosotros en Cataluña, en Valencia o en el frente de
Aragón...". Pero se trataba de ilusiones que iban a ser desmentidas de
un modo dramático en los meses venideros.
El problema del poder y de los órganos de poder era la
cuestión central en julio de 1936 en Cataluña. El POUM y la JCI se pronunciaron
desde el primer momento por la formación de un gobierno obrero, es decir,
integrado por representantes de todas las organizaciones obreras y apoyado en
los comités revolucionarios que habían surgido por doquier. Pero los dirigentes
de la CNT, organización mayoritaria en aquel momento, a los que Lluís Companys
[el presidente de la Generalitat] había dicho que estaba dispuesto a retirarse (19),
dejaron en pie el gobierno de la Generalitat y adoptaron la fórmula de doblarlo con
un Comité de Milicias Antifascistas. Este organismo se creó tras un compromiso
fundado en el predominio de las organizaciones sindicales (dando así a la UGT
una representación que no correspondía en absoluto a sus fuerzas reales) y la
presencia minoritaria de los partidos políticos. El compromiso y la fórmula se
inspiraba en la idea de disminuir al POUM, que era "más peligroso" y favorecer al PSUC, que apenas se había
constituido y que, por el momento, no inquietaba ni a la Esquerra [ERC] ni a la
CNT. Los militantes del POUM y de la JCI no sintieron la menor satisfacción y
consideraron que se había producido un retroceso grave. Por eso jamás
comprendieron la exaltación del Comité de Milicias por parte de ciertos
comentaristas extranjeros que, en su afán de medirlo todo por el patrón de la
revolución rusa, lo transformaron en una especie de soviet. Es cierto que se creó
al principio una suerte de dualidad entre la Generalitat y el Comité de
Milicias. Sin embargo, no es casual que los mismos que lo imaginaron al
concluir el compromiso de julio, esto es, la CNT y la Generalitat, pusieran fin
a semejante dualidad creando las condiciones de su disolución e integrándose en
el Consell de la Generalitat constituido el 26 de septiembre de 1936.
Así, en lugar de pasar del Comité de Milicias a un gobierno
representativo del nuevo estado de cosas que se había creado en Cataluña, se
produjo un nuevo retroceso y la CNT anarcosindicalista -hecho nuevo en la historia
del movimiento anarquista- y el POUM entraron en el nuevo Consell de la
Generalitat. El POUM puso dos condiciones a su participación: una mayoría obrera en el Consell y un
programa socialista. Después de la formación del Consell, Nin declaró que
se trataba de un gobierno, fruto de una situación transitoria, que
agrupaba a todas las organizaciones obreras de Cataluña. Todo el problema
residía en saber cómo se iba a salir de "esa situación transitoria",
es decir, si el proceso revolucionario iba a seguir un curso ascendente (y no
sólo en Cataluña) o si las fuerzas agrupadas tras el estalinismo iban a "hacer refluir la revolución proletaria al
recinto democrático-burgués, del que no debía haber salido" (20). La disyuntiva se
resolvió con la eliminación de Nin del Consell de la Generalitat, bajo la
presión directa de Moscú, como hemos visto más arriba, el 17 de diciembre de
1936, anticipo de la operación contra Largo Caballero unos meses más tarde, en
mayo de 1937 y, una vez más, tras exigir la eliminación del POUM de la vida
política española. Se explica perfectamente que en unas declaraciones
relativamente recientes hechas a la profesora francesa Lily Marcou, Carrillo
dijera que es claro que si los republicanos hubieran ganado la guerra, habría
sido el primer ejemplo de una democracia popular (21). A mejor entendedor...
La participación del POUM en el Consell de la Generalitat
tampoco entusiasmó a los militantes de la JCI. El estado de espíritu de los
jóvenes se reflejó en varios artículos de Roc y mios en Juventud
Comunista, en los que se venía a explicar la profunda insatisfacción de la
JCI y se ponía en guardia a la opinión ante la política del PSUC y de las JSU.
Sin embargo, la JCI se inclinó democráticamente ante las decisiones del partido
y saludó todas las medidas progresivas que Nin pudo establecer por decreto: tribunales populares, legislación sobre el
matrimonio y las reivindicaciones de la mujer y, sobre todo, la concesión de los
derechos jurídicos y políticos a los jóvenes a partir de los dieciocho años,
reivindicación común de todas las organizaciones de la juventud trabajadora.
A este propósito, vale la pena recordar que Juventud, órgano de las
JSU se felicitó del decreto sobre la mayoría de edad a los dieciocho años, pero
se las arregló para no citar ni siquiera el nombre de Nin.
Después de la eliminación del POUM del Consell de la
Generalitat de Cataluña, las Juventudes Socialistas Unificadas celebraron una
conferencia en Valencia en el curso de la cual, Carrillo (que ya era miembro
del PCE, aunque lo ocultara, por razones comprensibles) pronunció un discurso
(que según Claudín fue revisado por Mijail Wolf, secretario de la IJC ) (22)
destinado a precisar mejor la línea estalinista del "Frente de toda la
juventud" y a liquidar los resabios izquierdistas que persistían en la
organización. Era a mediados de enero de 1937. Las conclusiones de la
conferencia fueron que estábamos en presencia de una "guerra por la
independencia de la patria", que las reivindicaciones revolucionarias
y socialistas constituían un obstáculo a la "unidad de toda la
juventud", que los dirigentes del POUM eran "agentes de Franco y de
Mola" y que había que ir hacia la creación de una "Alianza Nacional de
la Juventud Española" sin distinción de clases ni de tendencias. Juventud
Comunista publicó una serie de artículos analizando las nuevas
posiciones de las JSU y opuso su política de guerra y revolución, de defensa de
las conquistas revolucionarias de julio de 1936 y de movilización en favor de
un Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria. Como la nueva línea
estalinista de Carrillo suscitó un fuerte descontento en las Juventudes
Libertarias y en el propio seno de las JSU, dando lugar al surgimiento de
tendencias oposicionistas, la crítica de la JCI encontró un eco que antes no
hubiera podido alcanzar.
El
Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria
A principios de enero de 1937, el CE de la JCI dio a conocer
un documento político en el que, a continuación de un breve análisis del
desarrollo de la guerra y la revolución, enunciaba unas bases para constituir un Frente de la Juventud Trabajadora
Revolucionaria. Tales bases aparecían clasificadas en tres capítulos
designados así: liquidar las supervivencias
del pasado burgués, ganar la guerra, realizar la revolución. De un modo
general, se proponía la movilización general de la juventud a través del Frente
a realizar, con los objetivos de impulsar
el esfuerzo militar y la organización de un ejército revolucionario, de
disolver los Parlamentos que ya no correspondían a nada y elegir una Asamblea
de delegados de los comités obreros, campesinos y de combatientes, depurar los
aparatos administrativos y judiciales, romper con la Sociedad de Naciones y la
diplomacia secreta, defender todas las libertades y especialmente la libertad
de crítica y condenar las campañas de injurias y calumnias en el movimiento
obrero. Este documento fue aprobado en una importante reunión del CC
ampliado de la JCI (en realidad una conferencia, puesto que se discutieron
muchos documentos políticos y participaron representantes de toda la
organización y de distintos frentes militares), que se celebró en enero de 1937
en el local del Paseo de Gracia, con la participación de Nin.
La campaña de la JCI no tardó en dar sus frutos, mucho más
prometedores de lo que se podía imaginar en un período de retroceso. El 4 de
febrero de 1937, la JCI convocó un gran mitin en el Gran Price de Barcelona, en
el que participaron Pilar Santiago, Josep Pallach, Enrique Rodríguez,
J.Estarán, L.Roc, F. Gelada, F. Sander (Buró Internacional de las Juventudes
Revolucionarlas), Andreu Nin
(23) y Wilebaldo Solano. Más de 8.000 jóvenes trabajadores se
movilizaron para asistir al acto y manifestarse en las calles de Barcelona
hasta las Ramblas. Poco después, el Frente de la Juventud Trabajadora
Revolucionaria se presentaba en una gran concentración en la Plaza de Cataluña.
Cerca de 50.000 personas aclamaron a los diversos oradores (Alfredo Martínez y
Fidel Miró, de las Juventudes Libertarias; Wilebaldo Solano, de la JCI, y
representantes de las Juventudes Cooperativistas, de los Estudiantes Comunistas
y de las jóvenes de Mujeres Libres) y se manifestaron por las Ramblas, hasta el
Palacio de la Generalitat, donde una delegación presentó reivindicaciones a
Companys.
"No hay que dar ni un paso atrás por el camino de la
contrarrevolución y de la derrota", proclamó Fidel Miró en nombre de los
jóvenes libertarios. En mi intervención señalé que "el Frente viene a defender las conquistas del 19 de julio y a unir a
toda la juventud trabajadora para ganar la guerra y hacer la revolución
socialista". El Frente se constituyó oficialmente el 20 de febrero. A
decir verdad, en una atmósfera que comenzaba a estar bastante enrarecida a
causa de la política dominante, el mitin de la Plaza de Cataluña levantó una
saludable brisa de renovación que se extendió por toda Cataluña, cruzó el Ebro
y llegó hasta Valencia y Madrid.
Los dirigentes de los partidos políticos y de las
organizaciones sindicales no salían de su asombro. El Frente prosiguió su
campaña realizando mítines en las grandes ciudades de Cataluña en un clima de
simpatía creciente. Desde Valencia y desde Madrid llegaban invitaciones para
organizar actos parecidos. La prensa cenetista o socialista de izquierda
saludaba el acontecimiento, especialmente Castilla Libre y CNT.
Los jóvenes libertarios de toda España exigían que se siguiera el ejemplo de
Cataluña. En La Batalla del 25 de febrero, Juan Andrade
escribía que "El Frente de la Juventud Revolucionaria supone la primera
tendencia concreta y seria para revitalizar el sentido profundo de nuestra
guerra civil. Marca el camino de la necesaria conjunción revolucionaria para
defender y extender las conquistas adquiridas. El ejemplo de los jóvenes debe
servir inmediatamente de estímulo a los adultos, que, precisamente por tener
una mayor experiencia de la vida militante, deben ser también más capaces de
comprender las circunstancias y los peligros" (24).
Como era de suponer, el PCE, el PSUC y las JSU no tardaron
en pasar a la contraofensiva, utilizando como siempre el chantaje de la ayuda
rusa. Hubo presiones cerca de la CNT para que las Juventudes Libertarias se
retiraran del Frente. Por otra parte, en Madrid y en Valencia, las JSU hicieron
lo posible y lo imposible para que no fuera imitado el ejemplo de Cataluña. Sin
embargo, pese a todas las presiones, el Frente se mantuvo firme gracias a que
en Cataluña se había formado una red de comités locales de enlace
JCI-Juventudes Libertarias. Y estos comités resistieron eficazmente a todas las
presiones y realizaron numerosas tareas prácticas, entre las que no hay que
olvidar el sostén moral y material a los que combatían en los frentes y la
protección contra las discriminaciones y exclusiones de los mandos estalinistas
y una intensa campaña contra los enchufistas, los especuladores y los
traficantes del mercado negro.
El objetivo esencial del Frente de la Juventud Trabajadora
Revolucionaria era -y no podía ser otro- provocar un cambio en el rumbo de los
acontecimientos que condujera a un frente de la CNT, la FAI, el POUM y la
izquierda socialista. Pero lo que parecía relativamente fácil en el dominio de
la juventud, donde predominaba el entusiasmo y la pasión por la transformación
revolucionaria y donde contaban menos los intereses creados, los cálculos
políticos y el oportunismo, resultaba sumamente complicado en el terreno de las
organizaciones adultas, paralizadas con suma frecuencia por estrategias
contradictorias, tácticas de circunstancia y la presión del aparato del Estado
controlado por los dirigentes estalinistas. Así pues, el Frente Obrero Revolucionario
no pasó de ser una consigna, incluso durante las Jornadas de Mayo. Un proyecto
revolucionario que no avanza, que se estanca, está condenado al retroceso y a
la liquidación. Y eso pasó finalmente con el Frente de la Juventud Trabajadora
Revolucionaria, que se dislocó -paradójicamente- en un Pleno de las Juventudes
Libertarias de Cataluña reunido a fines de mayo del 37, donde la tendencia de
Miró fue derrotada tontamente por los apolíticos, que por
principio rechazaban todo tipo de alianza...Aunque más tarde no fueron tan
categóricamente apolíticos con los dirigentes de las JSU.
El 3 de mayo, los estalinistas pasarán al ataque contra la
clase obrera de Cataluña mediante el asalto policiaco a la Telefónica.
Barcelona se cubrió enseguida de barricadas. Los trabajadores se declararon en
huelga y tomaron las armas para demostrar su fuerza y poner coto a la política
del PSUC estalinista. Aquella misma noche, una delegación del POUM y la JCI se
entrevistó con el comité de Cataluña de la CNT para examinar la situación y
sugerir una solución política susceptible de canalizar la rebelión de los
trabajadores de Barcelona. No repetiremos aquí lo que ocurrió en aquella
reunión puesto que se ha explicado ya en diversos lugares. Los militantes de la
JCI estaban, como era lógico, en las barricadas y, allí donde fue posible,
establecieron una relación directa con las Juventudes Libertarias. El CE de la
JCI estaba reunido permanentemente en su sede de la parte alta del Paseo de
Gracia, cerca de la Diagonal. El local de la sección del POUM de Gracia,
situado muy cerca, casi en la confluencia de la calle de Córcega y de la
Diagonal constituía, de cierta manera, una posición avanzada. Toda la zona
comprendida entre dicho local y la entrada de la calle Mayor de Gracia estaba
defendida por las barricadas del POUM y de la JCI.
El comité de defensa de la CNT de Gracia no tardó en
presentarse en el local central de la JCI. A partir de ese momento se formó una
especie de comité de enlace que en el espacio de unas horas obtuvo el control
de Gracia y de una parte del norte de Barcelona. Las fuerzas de la Guardia
Nacional Republicana (ex-Guardia Civil) de Gracia entregaron las armas y hasta
Estat Catalá de la barriada se sumó al movimiento. Los alumnos de la Escuela de
Guerra, situada en el sector, entre los que había bastantes militantes de la
JCI y de las JJLL se pusieron a la disposición del comité del sector. El día 5,
sumando todas las fuerzas disponibles, se preparó una columna de intervención
que no llegó a ponerse en marcha.
Ante la gravedad de la situación, una delegación del CE de
la JCI (Ariño y yo) nos trasladamos, sorteando las barricadas amigas y
enemigas, al centro de Barcelona, al local de la Plaza del Arco del Teatro,
donde estaba reunido el CE del POUM. Gracias a ese contacto pudimos tener una
información más completa de la situación real, que no era precisamente la que
nosotros imaginábamos desde lo alto del Paseo de Gracia, donde la radio y el
teléfono no nos aseguraban la información que necesitábamos. Nin estaba muy
preocupado y no veía la posibilidad de dar una salida positiva a la situación.
Andrade y Bonet explicaron que se habían establecido relaciones con los
"Amigos de Durruti" (25) y que éstos no eran muy representativos ni
ofrecían garantías de responsabilidad. El movimiento estaba en manos de los comités
de defensa de la CNT de las barriadas y distritos y, éstos, al final, se
inclinarían ante las directivas del comité nacional de la CNT, que fue lo que
sucedió en fin de cuentas cuando García Oliver y Federica Montseny hicieron sus
llamamientos a la conciliación y al repliegue desde la radio de la Generalitat.
Por otra parte, el clima político en Madrid y en Valencia no era tan favorable
como algunos suponían a la rebelión de Barcelona. Los dirigentes del PCE y de
las JSU habían lanzado una campaña en la que mezclaban la "criminal acción de los anarquistas y los
poumistas" con las "tentativas
separatistas". En el Madrid sitiado por las tropas de Franco no
resultaba fácil comprender las jornadas de Barcelona y los estalinistas
aprovechaban la circunstancia para aumentar la confusión levantado el fantasma
clásico del separatismo.
Es evidente que un poder revolucionario auténtico en
Cataluña habría podido hacer frente a una campaña de esa naturaleza abriendo
otras perspectivas y otras esperanzas. Pero la dirección de la CNT-FAI buscaba
un compromiso ventajoso después de "haber
enseñado los dientes" a los estalinistas, como decía uno de los
líderes anarquistas catalanes. Y el POUM no podía ofrecer una alternativa
política eficaz con sus solas fuerzas, las militares, las políticas y las que
presupongan sus apoyos internacionales. En tales condiciones, el CE de la JCI,
que había reunido, junto con la CNT, medios suficientes para intervenir en una
acción eficiente, decidió seguir las instrucciones que Nin nos había comunicado
por teléfono y organizó el repliegue en el norte de Barcelona, repliegue que el
comité de defensa de la CNT de Gracia ya había efectuado.
Sin interrumpir sus principales actividades, la JCI organizó
la protección de sus locales, tomó las medidas necesarias para afrontar una
situación de clandestinidad, siguió publicando Juventud Comunista (La Batalla fue suspendida el 27
de mayo por el delegado especial del gobierno de Valencia en Barcelona, que
comenzaba a operar como un clásico gobernador general, haciendo caso omiso de
la Generalitat y sus autoridades), preparó la reunión del Buró Internacional de
las Juventudes Revolucionarias del 9 de mayo, continuó combatiendo la campaña
estalinista y denunciando los primeros asesinatos y las primeras desapariciones
y hasta reunió a su comité central ampliado a comienzos de junio en su local
del Paseo de Gracia.
La personalidad de la JCI
En esta reunión de junio, a la que asistieron delegados de
toda España y de los combatientes de varios frentes, se decidió convocar el
congreso de la JCI para el 14 de agosto, es decir, dos meses después del
congreso del POUM, previsto para el 19 de junio. Por otra parte, luego de
un análisis de la situación política general y del movimiento juvenil, se hizo
un balance de las Jornadas de Mayo y de sus consecuencias y se tomaron ,entre
otras muchas, las siguientes decisiones: aprobar la política del CE durante las
Jornadas de Mayo, mantener el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria
donde no había sido disuelto, trabajar por la extensión del Frente a todo el
país, combatir la política de las JSU sin hacerse demasiadas ilusiones sobre la
oposición Gregori-Tundidor e invitando a los adversarios de Carrillo a pronunciarse claramente por el marxismo
revolucionario, intensificar el trabajo político en el frente y en todas
las unidades militares, crear "grupos juveniles de unidad sindical".
El número 38 de Juventud Comunista (10 de junio), que iba a
ser el último puesto que el 39, preparado con especial interés dadas las
circunstancias, fue confiscado por la policía en el atardecer del 16 de junio,
daba una extensa información sobre la reunión y sus decisiones. Los tres
últimos números de Juventud Comunista fueron publicados con
seis páginas para dar a conocer ciertas informaciones del POUM y llenar en
parte el vacío que dejaba la suspensión de La Batalla.
Antes de terminar este capítulo quizás convenga precisar un
poco la fisonomía particular de la JCI y sus relaciones con el POUM. Según los
estatutos y una resolución del CC ampliado del POUM de finales de diciembre de
1936, la Juventud dependería política y orgánicamente del partido. Más, en
realidad, y pese a la vigencia en el POUM del centralismo democrático (26)
(que centralizaba poco y dejaba una libertad a las secciones que parecía
excesiva), la JCI gozó de una amplia autonomía. Hay que añadir que esta
autonomía fue ganada sin esfuerzos ni conflictos, con una naturalidad
impresionante.
El comité ejecutivo de la JCI fue un equipo en el que reinó
la cohesión, la camaradería y el orgullo de llenar una misión importante. Hubo,
como es natural en cualquier organización, pequeños problemas y diferencias de
temperamento y de sensibilidad. Pero nadie se prestó a las políticas de clan o
de grupo. Y por eso se logró que ciertas diferencias y tensiones surgidas en
las secciones del POUM de Madrid y de Valencía no dividieran a los jóvenes
militantes. Formé parte, a título de delegado de la JCI, del CE del POUM y
asistí a todas sus reuniones. En cambio, jamás se necesitó un delegado del CE
del POUM en el CE de la JCI durante el periodo revolucionario y de
clandestinidad. Esto quiere decir que los dirigentes del POUM tenían una gran
confianza en los animadores de la JCI. Confianza que se nos expresó en muchas
ocasiones y, en particular en una carta muy emotiva que Juan Andrade, Julián
Gorkin, Pedro Bonet y David Rey nos enviaron desde la cárcel de Valencia a
fines de 1937 y que quizás se encuentre un día en algún archivo policiaco.
Confianza que nos manifestó personalmente Andrés Nin en las largas
conversaciones que tuvimos con él cuando se presentaba en nuestro local del
Paseo de Gracia, donde, según decía y repetía, se "encontraba mejor que en ninguna otra parte". Por lo demás, Nin
intervino en casi todas las reuniones y actos importantes de la JCI.
Algunos historiadores (Payne, Broué y otros) y ciertas
organizaciones políticas de Europa y América han presentado a la JCI, en sus
libros o en sus documentos políticos, como la tendencia más "extremista" o más avanzada del
campo revolucionario. Dejaremos la calificación de "extremista" por su carácter peyorativo y porque se funda en el
tono radical de algunas de los textos políticos de la JCI y, en determinados
casos, en el afán de justificar las posiciones estalinistas más extremistas.
Para Tuñon de Lara, que ha defendido siempre el
estalinismo más obtuso, resulta finalmente que éramos "ultraextremistas" y no "agentes de Franco", como él había
dicho en otros tiempos de su furor extremista. Tampoco vale la pena tomarse en
serio esta nueva y singular denominación.
En lo que se refiere a los juicios políticos dignos de
consideración, hay que aclarar que la JCI estuvo ligada estrechamente al POUM,
compartiendo sus posiciones capitales y su acción política, pero que como es
natural en todo colectivo político, y más aún en una organización de jóvenes
que combatían con frecuencia en primera línea, en ciertos momentos cruciales
(julio del 36 y creación del Comité de Milicias, participación en el Consell de
la Generalitat, disolución de los comités, Jornadas de Mayo, Frente de la
Juventud Trabajadora Revolucionaria, clandestinidad bajo el estalinismo) se
destacó con algunas reservas y críticas profundamente sentidas por los
militantes, o con posiciones originales y una estrategia ofensiva que
confirieron un relieve especial a su personalidad específica. En fin, con razón
o sin ella, la JCI lamentó ciertas carencias de la dirección del POUM y expresó
con frecuencia el deseo de que el Partido desarrollara una política más
coherente y menos defensiva. Ahora bien, sería injusto no tener presente que el
POUM era menos homogéneo que su Juventud y que las responsabilidades que
tuvieron que afrontar sus dirigentes fueron siempre más delicadas y más graves
que las que tuvo que asumir -asumió hasta el fin- el equipo dirigente de la
JCI.
LA LUCHA CLANDESTINA BAJO EL REGIMEN DE NEGRIN
La mayoría de los historiadores -incluso los mejor
informados y documentados- hablan tranquilamente en sus libros de la "liquidación del POUM" o de la
"supresión del POUM" al
referirse al golpe policiaco-estaliniano del 16 de junio de 1937, que, como se
sabe, tuvo grandes repercusiones en España y en el mundo, sobre todo a causa de
la desaparición y el asesinato de Andreu Nin. Pues bien, esto es absolutamente
falso y debe ser desmentido explicando qué sucedió realmente. Aunque en
condiciones tan complejas como difíciles, el POUM y la JCI prosiguieron sus
actividades en la clandestinidad con una perseverancia y una tenacidad que han
sorprendido a los escasos investigadores que se han tomado la molestia de
estudiar ese período. Los mejores testimonios de ello son -aparte de los
protagonistas de los hechos- las publicaciones clandestinas que aparecieron
regularmente, impresas, hasta abril de 1938 (Juventud Obrera, La
Batalla y varios folletos, entre ellos La represión y el proceso contra el POUM, escrito por Ignacio Iglesias con el
seudónimo de Andrés Suárez (27)) y, luego, tras la
detención del segundo CE del POUM y de varios dirigentes y militantes de la
JCI, con menor regularidad y en peores condiciones. A estas publicaciones
podríamos añadir multitud de manifiestos, boletines y hojas de información y
propaganda.
Antes de ir más lejos, quizás convenga rebatir otra leyenda
muy corriente e igualmente falsa: la que ha tendido a acreditar la idea de que
el golpe del 16 de junio de 1937, organizado por la GPU y realizado con el
concurso de los dirigentes del PCE, del PSUC y de las JSU, cogió al POUM y a la
JCI completamente desprevenidos. Pues tampoco fue así. Desde las Jornadas de
Mayo en Barcelona, el POUM y la JCI adoptaron toda una serie de medidas en
previsión de una posible acción represiva. Los ficheros y la documentación
política fueron retirados de los locales y trasladados a lugares que se
suponían seguros. Todo el sistema de organización fue revisado y las reuniones
de célula y de sección se celebraban en casas particulares o en locales de
organizaciones sindicales, culturales o deportivas. Cuando se supo que Alfredo
Martínez, dirigente de las Juventudes Libertarias y secretario del Frente de la
Juventud Trabajadora Revolucionaria, había sido asesinado, al igual que otros
jóvenes anarquistas, se extremaron las medidas de protección de los militantes
más significados. La caída de Largo Caballero aumentó las inquietudes. Pero lo
que ocurrió fue que las precauciones mencionadas, bastante rígidas al
principio, fueron sensiblenente atenuadas durante la primera quincena de junio,
al ver que el gobierno de Negrín no tomaba nuevas medidas de excepción. Muchos
militantes pensaban que los estalinistas no se atreverían a pasar al ataque
contra el POUM por temor a las reacciones de la CNT, de la izquierda socialista
de Caballero y del movimiento obrero internacional, que tenía sus ojos fijos en
España.
El
golpe del 16 de junio de 1937 contra el POUM
La última reunión del CE del POUM tuvo lugar en el Instituto
Maurín (Palacio de la Virreina) el 16 de junio por la mañana, con la asistencia
de Nin, Andrade, Gorkin, Gironella, Bonet, Arquer y yo. Como el congreso del POUM
tenía que comenzar sus sesiones tres días después, el 19, en el Teatro
Poliorama y en presencia de delegaciones de 26 países, en la reunión se habló
de su organización y surgió en seguida el interrogante: "¿Podremos
celebrar nuestro Congreso?". De todas formas, se decidió que Gorkin
compareciera ante el Tribunal Popular el día 18 y aprovechara el proceso de que
era objeto, bajo el pretexto de un manifiesto publicado en La Batalla del
lº de mayo, para rebatir las calumnias estalinistas y defender las posiciones
del POUM. Terminada la reunión, Nin decidió pasar un momento por el local
central del POUM. Desde luego no se imaginaba que pudieran detenerle en dicho
lugar, en plenas Ramblas, y por eso no hizo caso de la advertencia que le
susurró un oficial cuando se dirigía a su despacho. Por la tarde, la noticia de
la detención de Nin corrió como un reguero de pólvora, mientras la policía
detenía también a Gorkin, Andrade, Bonet, Arquer y Rey. Decididamente, el golpe
estaba bien preparado y tendía a impedir el congreso del POUM y la conferencia
internacional de organizaciones socialistas y comunistas independientes que
tenía que celebrarse un mes después, el 19 de julio, coincidiendo con el
aniversario de la revolución.
A primeras horas de la tarde, el CE de la JCI, que tampoco
se reunía desde mayo en su local central del Paseo de Gracia, tuvo una reunión
extraordinaria para examinar la situación. Entre otras cosas se decidió
completar el dispositivo de clandestinidad, denunciar espectacularmente la
detención de Nin en el número de Juventud Comunista que se
estaba compaginando en la imprenta de Baños Nuevos y que, como La
Batalla estaba suspendida, tenía que ser un número especial de ocho
páginas, con importantes materiales del POUM y de la JCI. Me trasladé a la
imprenta, concluyó la compaginación después de introducir las últimas
informaciones y de cambiar los titulares más importantes. Todo estaba preparado
para tirar el periódico y sacarlo rápidamente de la imprenta. Era vital dar una
información inmediata sobre las detenciones de Nin, Andrade, Gorkin, Bonet,
Rey, Arquer...Pero la policía se presentó hacia las ocho de la tarde y se
incautó en seguida de las formas (28) de Juventud
Comunista y detuvo a Escuder, redactor-jefe de La Batalla.
Yo pude escapar por una puerta de los talleres gracias a la ayuda diligente de
los tipógrafos y los maquinistas de Baños Nuevos.
Desde hacía algunos días, varios miembros del CE de la JCI
pasaban las noches en una pequeña torre de una casa de Bertrán y Musitu,
incautada por el POUM para los servicios de sanidad militar. La abandonaron en
la mañana del 17 de junio. Aquel mismo día lograron ponerse en relación con
los supervivientes del CE del POUM y con el comité local (CL)
de Barcelona. En una reunión que se celebró poco después, se decidió constituir
un nuevo CE del POUM para organizar la defensa del partido frente a la
represión desencadenada. Fuimos designados Molins i Fábrega, Gironella, Rodes,
Martí (secretario del CL de Barcelona) y yo. En esta primera reunión, se descartó
la idea de fusionar los comités del partido y de la juventud; se nombró una
delegación (Gironella y Rodes) que se trasladó al frente de Aragón para asegurar
el enlace con la 29ª División, la unidad militar más importante animada y
mandada por militantes del POUM, donde Rovira, Aymerich y Grossí se disponían a
nombrar un nuevo CE del POUM, creyendo que todo había quedado desorganizado en
Barcelona. Unos días después, Rovira fue detenido en el frente, lo que provocó
un verdadero escándalo. Mas no tardó en ser liberado por orden de Prieto,
ministro de Defensa Nacional, lo que facilitó su incorporación al CE
clandestino. Gironella fue detenido muy pronto y conducido a la Cárcel Modelo
de Barcelona, donde pudo comprobar que había un gran número de presos políticos,
poumistas y anarquistas principalmente.
El CE que dirigió el partido hasta abril de 1938 estuvo
formado por Rodes, Rovira, Solano, Molins, Arquer, Farré Gassó, Martí y Buiria.
Molins fue enviado a París en septiembre, a fin de dirigir la delegación del
partido en el extranjero y de animar la campaña internacional en defensa del
POUM, de sus presos y de sus perseguidos y de informar sobre el desarrollo
político de los acontecimientos en España. I.Iglesias, J.Pascual, P. Vigués y
J. Comabella fueron los colaboradores más activos en las tareas de prensa y
propaganda. El segundo CE del POUM mantuvo la organización en la clandestinidad
y las relaciones con la mayor parte de las organizaciones obreras y
antifranquistas (CNT, FAI, Juventudes Libertarias, Esquerra catalana, izquierda
socialista de Caballero, Hernández Zancajo y Araquistain. Lluís Companys
recibió a varias delegaciones del POUM y la JCI en el Palacio de la
Generalitat. El día en que recibió a Rodes y Solano, dio orden a la radio de
que informara de la entrevista y la radio anunció que "el Presidente de la Generalitat había
recibido a una delegación del POUM", lo que provocó las iras de toda
la prensa estalinista.
Durante todo el período de clandestinidad, el POUM y la JCI
aseguraron, en el marco de sus posibilidades, el contacto con los militantes
que se encontraban en los frentes. El contacto, la información y la protección.
Al hablar de protección nos referimos a las iniciativas tendentes a obtener que
los militantes más conocidos, y en particular los oficiales y jefes de la 29ª
División, disuelta por el gobierno Negrín bajo la presión de la Embajada rusa y
del PCE, fueran destinados o incorporados a unidades militares mandadas por
anarcosindicalistas o socialistas de izquierda, al objeto de evitar que fuesen
detenidos o asesinados, como sucedió con Hervás, Trepat, Miró y Xuriguera,
animadores de la Escuela Nueva Unificada en Cataluña, o fusilados
ignominiosamente como Marciano Mena, comisario del castillo de Lérida, o José
Cullares, combatiente de la JCI. Esta labor de relación del CE con los frentes
fue asumida por un equipo de militantes dirigido por el metalúrgico madrileño
Alberto Aranda, que corrió riesgos enormes y dio pruebas de una audacia
extraordinaria. Por lo demás, millares de militantes del POUM prosiguieron la
guerra contra Franco hasta el fin, participando en las batallas del Jarama y
del Ebro, luchando en El Pardo y en las trincheras de la Moncloa, en los
frentes de Levante, Andalucía y Extremadura, en las últimas batallas defensivas
de Cataluña y de Levante.
Pero volvamos a la JCI. Juventud Obrera fue
la primera publicación clandestina. El número 1 salió a comienzos de julio, a
ocho páginas en pequeño formato, ilustrado con fotos y dibujos, lo que no era
fácil en aquellos tiempos, en las condiciones forzosamente precarias impuestas
por las dificultades de aprovisionamiento y de clandestinidad. El semanario
inició su tarea con la denuncia del asesinato de Nin y el secuestro de varios
dirigentes del POUM -que, como es sabido, fueron trasladados de Barcelona a
Valencia, de Valencia a una checa de Madrid y nuevamente de Madrid a Valencia,
en condiciones singulares, bajo la vigilancia de los agentes de la GPU- y el
asalto y saqueo de los locales del POUM, donde los policías robaron documentos
y archivos y destruyeron los libros de la Editorial Marxista, que dirigía
Andrade.
Juventud Obrera se publicó desde principios
de julio de 1937 hasta abril de 1938 con una regularidad sorprendente, merced
al trabajo de todo un equipo en el que se destacó por su intrepidez y por su
sentido de la organización Antonio Trave, un joven marsellés de origen español
que fue a Barcelona para asistir a la Olimpiada Popular de julio del 36 y se
incorporó a las milicias del POUM e ingresó en la JCI. Cada día resultaba más
difícil encontrar papel e impresores dispuestos a correr riesgos. Trave
resolvía siempre todas las dificultades técnicas y en más de una ocasión logró
servirse del papel de Treball, órgano del PSUC. El equipo de
redacción era, más o menos, el de Juventud Comunista, es decir,
Solano, Roc, Solé, Panadés (que escribía una crónica humorística que tenía
mucho éxito), reforzado por la frecuente colaboración de Ignacio Iglesias,
Pedro Pagés, Josep Pallach y otros. En un cierto sentido, el periódico estaba
mejor hecho que Juventud Comunista. Sus redactores eran muy jóvenes
pero habían madurado, escribían con menos precipitación que antes y hasta
mejor. Los acontecimientos y la experiencia de la política estalinista en
particular les habían sometido a un verdadero choque. Estaban sumidos en un
profundo proceso de reflexión, mas esto no les impedía conservar el entusiasmo
político y la agresividad crítica y polémica frente a Carrillo y al equipo de
las JSU, que reclamaban todos los días, en sus discursos y artículos, la
supresión de Juventud Obrera.
Sirviéndose de Juventud Obrera como arma política
fundamental, la JCI centró sus actividades en los siguientes dominios: defensa
de la Juventud del POUM contra la calumnia y la represión estalinistas; apoyo
constante a la lucha militar contra Franco, en la que participaban sus mejores
militantes; política de relaciones con las Juventudes Libertarias y con la
tendencia caballerista de la JSU con la esperanza de preservar las conquistas
revolucionarias de julio destruidas o amenazadas por el gobierno Negrín, y de
llegar a reconstituir el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria;
acción permanente para alimentar y estimular la campaña internacional por la
liberación de los presos del POUM y la JCI y de otras organizaciones; por el
cese de la represión y contra toda tentativa de reproducir en España los
procesos de brujería de Moscú; crítica de la política de Negrín, del PCE y de
las JSU, que, por su carácter regresivo, suscitaba el descontento por doquier y
favorecía así los designios de Franco.
La JCI estaba formada por muchachos y muchachas muy jóvenes,
de quince a dieciocho años, en su mayoría obreros y campesinos. Fueron ellos
los que pintaron las paredes de muchas ciudades con los famosos "Gobierno Negrín: ¿Dónde está Nin?", a los que el aparato
estalinista contestaba "en Salamanca o en Berlín", infamia que
han lamentado en estos últimos años hasta ciertos dirigentes del PCE y del
PSUC. Y eran ellos los que, afrontando peligros y dificultades sin cuento,
difundían nuestra prensa, nuestros folletos y nuestros manifiestos. En una
situación en que los fracasos militares se combinaban con los retrocesos
políticos, los militantes de la JCI dieron pruebas de un entusiasmo y de una
abnegación indiscutibles y confiaron siempre en la posibilidad de cambiar la
relación de fuerzas y de restablecer el espíritu revolucionario de julio del
36. Por eso, la JCI se renovó constantemente, reclutando jóvenes durante todo
el período de clandestinidad.
Juventud Obrera, radicalmente libre en su
quehacer clandestino, informaba sobre todo lo que silenciaban o censuraban los
periódicos legales: el recorte sistemático y creciente de la autonomía de
Cataluña desde las Jornadas de Mayo, la prepotencia insolente de los funcionarios
de Negrín y de los comisarios del PCE cuando el gobierno central se instaló en
Barcelona, el descontento en las JSU de Carrillo y la aparición de la oposición
Gregori-Tundidor, el ostracismo y las posiciones de Largo Caballero tras su
discurso de octubre de 1937 en Madrid, el proselitismo autoritario y terrorista
de los estalinistas en el ejército, la administración y los sindicatos; la
aparición de una capa de especuladores y de nuevos ricos que se beneficiaba de
la penuria de la población, impuesta por una política de abastecimientos
catastrófica; la lucha de ideas en el movimiento obrero internacional en torno
a los problemas de la España en lucha, la represión estalinista en la URSS y
los resultados de la Comisión de Encuesta sobre los procesos de Moscú; la
destitución, retorno a la URSS y desaparición de Antonov-Ovseenko (gracias a un
breve artículo, luminoso y profético de Victor Serge); la salida en el
extranjero de libros como Retour d'URSS de André Gide, La
Révolution trahié de Trotsky o de Destin d´une Révolution de
Victor Serge, que ningún editor se atrevía a publicar bajo el gobierno
Negrín...
Esta labor pudo ser realizada gracias a la comunicación
constante entre el POUM y la JCI y la delegación en París animada por Narcis
Molins i Fábrega (un correo excepcional fue establecido con el precioso
concurso de los pescadores del POUM de La Escala). Molins abrió una oficina de
información, creó una agencia de prensa y organizó, con la ayuda de militantes
españoles y franceses, una campaña internacional en defensa del POUM y sus
militantes encarcelados que resultó de una eficacia extraordinaria. Varias
delegaciones internacionales visitaron España y exigieron del gobierno Negrín
el respeto de las libertades democráticas conculcadas y garantías precisas
sobre los presos del POUM. La desaparición y el asesinato de Nin, ex-dirigente
de la Internacional Sindical Roja y de la Oposición de Izquierda, provocaron
una fuerte emoción en el movimiento obrero internacional, incluso en varios
partidos y juventudes de la Internacional Socialista.
La presión internacional, cada vez más insistente, determinó
que Azaña y Prieto, y con ellos varios ministros republicanos y socialistas que
durante bastante tiempo habían cedido incalificablemente a las exigencias del
Kremlin y de sus representantes en España, se opusieran a las medidas
expeditivas que preconizaba la prensa estalinista y trataran de evitar una
repetición en España de los procesos de Moscú. Cierto, los dirigentes del POUM
fueron procesados y sometidos al Tribunal Central Especial de Espionaje y Alta
Traición -lo que en sí era tan absurdo como infamante-, mas fueron trasladados
de Valencia a Barcelona e instalados en la Prisión del Estado, que era un
centro de reclusión especial que dependía directamente del Ministerio de
Justicia y de su titular, el socialista asturiano Ramón González Peña,
condenado a muerte en octubre de 1934.
La actividad del POUM y la JCI, las relaciones políticas que
éstos mantenían con la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias, la simpatía
hacia los poumistas perseguidos que manifestaban periódicos como Castilla
Libre y CNT de Madrid, en artículos políticos
vibrantes de indignación, y ciertos oposicionistas de las JSU de Valencia,
Madrid y Asturias provocaron la alarma en el aparato de consejeros extranjeros
del PCE (Geroe, Stepanov, Codovila, Togliatti). A fines de diciembre de 1937, Francisco Antón presentó ante el CC del PCE
un extenso informe sobre la actividad ilegal del trotskismo, informe en el que,
por cierto, cometió la imprudencia de decir que había que combatir la
influencia nefasta de la JCI... en el seno de las JSU. El temor a la prensa
clandestina, que decía verdades como puños y se multiplicaba rápidamente
(aparte de las publicaciones poumistas salían periódicos como El amigo
del pueblo, Libertad, Liberación), hizo que
comisarios de policía estalinistas autorizaran "a todo el mundo" a
denunciar a los obreros que repartiesen hojas ilegales y que el propio
Comorera, rememorando los tiempos del famoso "Delateu!", incitara en
un discurso a los militantes del PSUC y de las JSU a impedir por todos los
medios la circulación de esa misma prensa. Pero todo esto no dio grandes
resultados. En el fondo, muchos de los que colaboraban, cada día más a
regañadientes, con la política de Negrín y del PCE -a quienes temían y
menospreciaban por sus métodos proselitistas e inquisitoriales- no veían con
malos ojos esa prensa clandestina que decía con frecuencia lo que ellos
murmuraban en los pasillos de la Generalitat y de los ministerios.
Juventud Obrera resultaba especialmente
intolerable porque, aparte de informar sobre hechos monstruosos como la condena
a seis años de cárcel de una joven obrera que había colocado un pasquín
clandestino, publicaba artículos en los que se decían cosas como las
siguientes: "Celebramos el XX
aniversario de la Revolución Rusa combatiendo en los frentes contra el
franquismo y luchando en la retaguardia en defensa de la Revolución perseguida
y acorralada por los representantes en España del estalinismo soviético, que,
aprovechando la ayuda que Rusia nos presta -y que pagamos larga y
generosamente- han entronizado en nuestro país un Estado policiaco y
contrarrevolucionario que se ha fijado como uno de sus objetivos fundamentales
el aniquilamiento de la vanguardia revolucionaria... El triunfo de la
Revolución Socialista en España ejercería una influencia formidable sobre el
proletariado y la juventud soviéticos. La victoria en España ayudaría al
proletariado ruso a liberarse de la dictadura estalinista y a restaurar la
democracia obrera en la URSS...".
El golpe policiaco del 19 de abril de 1938 y la Prisión del
Estado
Después de algunos meses de vacilaciones, la policía
estalinista dio un nuevo golpe contra el POUM y la JCI, comenzando por asaltar
un local clandestino de la Vía Layetana disimulado como oficina jurídica del
abogado Rafael Font i Ferrán. Allí y en otros lugares fuimos detenidos José
Rodes, Jordi Arquer, Juan Farré Gasó, Enrique Ariño, Antonio Trave, María
Teresa Andrade, Natalia Bonet, Oltrá Picó y yo. Tras unos días de aislamiento y
de interrogatorios en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía, todos
nosotros (salvo María Teresa Andrade y Natalia Bonet, recluidas en la Cárcel de
Mujeres) fuimos trasladados a la Prisión del Estado de Les Corts, donde nos
reunimos con Juan Andrade, Pedro Bonet, Julián Gorkin y los demás, y fuimos
colocados también a disposición del Tribunal Central Especial de Espionaje y
Alta Traición. El 3 de mayo de 1938, Miguel de Mora, juez del proceso del POUM,
dictó auto de procesamiento de los detenidos, los cuales nos negamos a firmar
la comunicación con gran escándalo del magistrado. Ya muy cerca del primer
proceso del POUM, que tuvo lugar a fines de octubre, el juez Mora preparaba
tranquilamente otro proceso, que no llegó a celebrarse a causa de la ocupación
de Barcelona por las tropas de Franco.
La Prisión del Estado de Barcelona era un viejo convento de
monjas del barrio de Las Corts, situado en la calle Deu i Mata. Todo un
departamento de celdas, en las que se podía leer todavía "Piensa que Dios
te mira" fue asignado a los militantes del POUM y la JCI allí
concentrados: Bonet, Andrade, David Rey, Escuder, Arquer, Gironella, Farré
Gassó, Indigeta, Oltra Picó, Rodes, Solano, Ariño, Trave, Aguilar. En medio de
todo, aquello era también, a su manera, un acontecimiento. González Peña,
ministro de Justicia, confió la dirección de la prisión a un militante
socialista asturiano llamado Vicente de Vicente y escogió a los guardias de
asalto que vigilaban el convento. Después de la desaparición de Andreu Nin,
Kurt Landau, Alfredo Martínez y tantos otros, todas las precauciones eran
pocas.
El régimen de la Prisión del Estado era bastante liberal:
las celdas no se cerraban nunca y los detenidos podían pasear por una gran
terraza desde la que se veía un espléndido jardín y se divisaba una gran parte
de Barcelona y el castillo de Montjuich. En otros departamentos se
encontraban presos de Estado de otro tipo: algunos falangistas
como Golfín (29), el ex-ministro de la CEDA Luis Lucia (30), varios
diputados de derechas y, además, los generales Asensio, Martínez Cabrera y
Martínez Monje, colaboradores de Largo Caballero en la Presidencia del Gobierno
antes de la crisis de mayo, y el coronel Villalba, ex-jefe del frente de Aragón,
todos ellos víctimas de las intrigas estalinistas para controlar los mandos
militares.
Los presos del POUM y la JCI sólo manteníamos alguna
relación con los jefes militares -que fueron liberados muy pronto y volvieron a
las fuerzas armadas- y consagrábamos el tiempo de que disponíamos a la lectura,
la reflexión en común, los contactos con las organizaciones clandestinas y la
preparación de su defensa ante el proceso que se acercaba. Los azares de la
represión y el temor de algunos ministros, en particular de González Peña, a
una tentativa de secuestro o de agresión, determinaron que se concentrara en la
Prisión del Estado a los dirigentes más conocidos del POUM y de la JCI. Como el
tiempo disponible y el régimen carcelario lo permitían hubo allí numerosas
discusiones y charlas, se dieron conferencias y se organizaron debates sobre la
experiencia revolucionaria, la situación política y militar, las perspectivas,
la URSS y el estalinismo. Desgraciadamente, operando muy a la española,
no se tomaron actas detalladas de estas reuniones, ni siquiera notas más o
menos precisas. Todo quedó en la memoria de los que lo vivieron y, que yo sepa,
no se han hecho muchas evocaciones de aquella confrontación permanente, de
aquel choque de ideas que en algunas momentos fue de un alto nivel.
Tampoco se han encontrado rastros de los documentos que allí
se escribieron y en particular de los boletines que se prepararon para
denunciar los excesos del estalinismo, los aspectos más odiosos de la
represión, y para comentar el curso de los acontecimientos políticos. Estos
boletines salían sin problemas de la prisión y eran mecanografiados por Olga
Nin y distribuidos por un grupo de militantes en el exterior.
A fines de octubre se celebró el proceso contra
el POUM, con los resultados que todo el mundo conoce y que
han sido comentados ampliamente en numerosos libros (31). A
este respecto, cabe precisar dos cosas: el equipo que asumió la dirección
clandestina del POUM y de la JCI después del golpe policiaco del 19 de abril
(Rovira, Roc, Solé) se consagró muy especialmente a los preparativos del
proceso colaborando con Vicente Rodríguez Revilla, un abogado inteligente y
leal que no se dejó amedrentar por las amenazas estalinistas (ciertos
periódicos del PCE llegaron a escribir que no se puede ser abogado del pueblo y
defensor de sus enemigos) y preparando la intervención ante el tribunal de
testigos como Francisco Largo Caballero, Federica Montseny, Josep Tarradellas,
Julián Zugazagoitia y Luis Araquistain. Los militantes del POUM tuvieron que
hacer denodados esfuerzos para dar publicidad a la sentencia del tribunal, cosa
que no fue nada fácil porque el gobierno Negrin prohibió su publicación. Así,
en circunstancias muy desagradables y muy duras, el POUM y la JCI ganaron una
batalla importante que pertenece ya a la historia, resistiendo en la Prisión
del Estado, ante el tribunal y los acusadores, y en la lucha clandestina de
todos los días.
La antevíspera de la entrada de las tropas de Franco en
Barcelona, González Peña, ministro de Justicia, reservó un camión protegido por
guardias de asalto para evacuar a Cadaqués a los militantes del POUM y la JCI
detenidos en la Prisión del Estado de Barcelona. El viaje, lleno de peripecias,
fue interminable. En Cadaqués, los presos reclamaron su libertad a Negrín y
González Peña, que vacilaron y no se atrevieron a decretarla en Figueras. En
vista de ello, se liberaron ellos mismos sin que sus guardianes pusieran la
menor resistencia.
La campaña internacional en defensa de los presos del POUM
había resultado mucho más eficaz de lo que muchos imaginaban o preveían. Los
presos habían recobrado la libertad al pie de los Pirineos, en medio de las
tropas que se retiraban, de los organismos oficiales que se descomponían y de
la población que quería escapar a las represalias franquistas. La libertad
llegaba en circunstancias amargas e iba a ser seguida del exilio. Al otro lado
de la frontera, en plena montaña, un grupo de militantes del Partido Socialista
Obrero y Campesino (PSOP) de Marceau Pivert, encabezado por el escritor Daniel
Guerin, esperaba a los presos del POUM para conducirlos hasta París. El
encuentro probó que la solidaridad internacional podía manifestarse con tanta
simplicidad como grandeza. Mientras tanto, en España, los militantes del POUM y
de la JCI iban a pasar casi sin solución de continuidad de la clandestinidad
estalinista a la clandestinidad franquista.
EL FRENTE DE LUCHA INTERNACIONAL
La Juventud Comunista Ibérica, consecuente con su profundo
internacionalismo, mantuvo siempre relaciones bastante regulares con numerosas
organizaciones juveniles comunistas y socialistas independientes de diversos
países, y en particular de Europa y América. A partir de julio de 1936, esas
relaciones se extendieron y se diversificaron; entre otras razones porque la
JCI hizo un llamamiento a la solidaridad de la juventud trabajadora de todos
los países con la revolución española y porque comenzaron a llegar a nuestro
país emisarios de muchas organizaciones juveniles revolucionarias y jóvenes que
querían participar en la lucha contra el fascismo.
A mediados de octubre quedó constituido en Barcelona un
Secretariado del Buró Internacional de las Juventudes Revolucionarias,
organismo [creado en 1934] que tenía su sede en Oslo y que reagrupaba a organizaciones
como la Juventud Laborista Independiente de Inglaterra, la Juventud del SAP
alemán, la Juventud Socialista (Maximalista) de Italia y la Juventud Leninista
de Holanda. Este Secretariado se fijó como objetivo dar un nuevo impulso al
Buró de Oslo, acelerar el reagrupamiento de las organizaciones juveniles
independientes de las dos Internacionales existentes y llevar a cabo una gran
campaña mundial de apoyo a la revolución española.
EI Congreso de Bruselas y el Buró de Oslo
El Buró Internacional de la Unidad Socialista Revolucionaria
(llamado también Buró de Londres (25) ) había convocado un
"congreso contra la guerra, el fascismo y la unión sagrada" para
principios de noviembre en Bruselas. Aprovechando esa circunstancia, el Buró de
Oslo convocó, a su vez, una reunión extraordinaria de sus organizaciones, que
se celebró en la capital belga los días 1 y 2 de noviembre de 1936. Como era
casi inevitable, tanto el Congreso Contra la Guerra como la reunión del Buró de
Oslo se transformaron prácticamente en comicios consagrados a analizar el
proceso revolucionario español, a denunciar la política de no
intervención [en la guerra española] de Inglaterra y Francia y a
organizar la solidaridad política con el POUM y la JCI y con la lucha de los
trabajadores de España contra Franco. Hecho notable a destacar: algunos
delegados de la izquierda socialista francesa intentaron explicar la
política de Léon Blum con respecto a España -nadie la justificó, claro está- y
ello suscitó un movimiento de repulsa general.
A la reunión del Buró de Oslo asistieron representantes de
la JCI, de la Juventud Socialista (Maximalista) de Italia, Juventud Socialista
Revolucionaria de Suecia, Juventud del SAP alemán, Juventud Leninista de
Holanda y observadores de las Juventudes Socialistas del Sena (Francia) y de la
oposición en la Joven Guardia Socialista de Bélgica. Los debates se
concentraron casi exclusivamente en la situación española y, tras una
apasionada discusión, se decidió trasladar el Buró de Oslo a Barcelona y nombrar
un comité ejecutivo integrado por Wilebaldo Solano (secretario general), Fritz
Sander (su nombre real era Peter Blachstein y después de la guerra mundial fue
diputado socialista y embajador de Alemania Federal en Belgrado), G. Martini
(G. Bogomi, diputado socialista en el Parlamento italiano en los años 60) y Bob
Smilie, dirigente de la Juventud Laborista Independiente de Gran Bretaña
(asesinado por los estalinistas en la cárcel de Valencia, en 1937). Este
traslado fue completado con el nombramiento de un comité central formado por
dos representantes de cada organización afiliada y la creación de tres
secretariados en Oslo, París y Londres.
Naturalmente, el congreso y la reunión del Buró de las
Juventudes en Bruselas permitieron extender la influencia de la JCI e
intensificar el movimiento internacional de solidaridad con la revolución
española. Sin embargo, apenas instalado en Barcelona, el Buró entró en un
período de crisis que le paralizó en gran parte hasta mayo de 1937. La crisis
fue provocada por la actitud de Fritz Sander, representante alemán, el cual,
sin facilitar grandes explicaciones políticas puso freno a las numerosas
actividades que se habían comenzado (edición de una revista en varios idiomas,
preparación de actos públicos en París, Londres, Estocolmo, Madrid, etc;
contactos con organizaciones juveniles próximas políticamente con vistas a
obtener su adhesión; relaciones con la Internacional Juvenil Socialista y
ciertas secciones de ésta que apoyaban la política del POUM y la JCI) bajo el pretexto
de que no se tenía con él la consideración debida. En realidad, la JCI y su CE
extremaban la solidaridad con los militantes alemanes e italianos, precisamente
porque eran exiliados de países sometidos a dictaduras fascistas. Por eso
mismo, eran invitados a todas las actividades de la JCI y participaban incluso
en casi todos los actos públicos, como puede comprobarse consultando Juventud
Comunista o La Batalla.
Ante semejante situación y en espera de aclarar las causas
de la misteriosa crisis, el CE de la JCI asumió muchas de las responsabilidades
que incumbían al Buró Internacional con la colaboración de compañeros italianos
y franceses que tampoco comprendían la actitud del representante de la Juventud
del SAP alemán. Mas no se necesitó mucho tiempo para que las cosas comenzaran a
esclarecerse: el SAP alemán y su Juventud estaban sumidos en una crisis
bastante grave y sus animadores oscilaban entre las posiciones del POUM y la
JCI sobre la revolución y la guerra civil y una política estalinizante favorable
al Frente Popular que trataban de organizar los dirigentes del Partido
Comunista alemán desde febrero de 1936, esos mismos dirigentes que habían
preconizado en las horas cruciales de Alemania una política irresponsable,
opuesta al frente único contra Hitler, poniendo en juego concepciones tan
delirantes como el socialfascismo de la socialdemocracia.
Las oscilaciones de Willy Brandt
La crisis del SAP alemán, con sus repercusiones en España y
en el movimiento obrero europeo de entonces (1936-37), ha sido objeto de
diversos estudios (en ensayos, comunicaciones o libros) en estos últimos años,
a causa del relieve y la notoriedad de Willy Brandt durante un largo periodo,
primero como alcalde de Berlín, luego como canciller de la República Federal de
Alemania y, recientemente, como presidente de la socialdemocracia alemana y de
la Internacional Socialista. Todos esos estudios se basan en los documentos del
"archivo Willy Brandt", depositado en la Fundación Ebert.
Desgraciadamente, el POUM y la JCI no han podido ofrecer
algo equivalente a los historiadores porque una parte considerable de sus
archivos fue confiscada por los equipos de policías del PCE, del PSUC y de las
JSU en los locales y los domicilios particulares de los poumistas entre el 16 y
el 20 de junio de 1937. Por consiguiente, sólo se puede arrojar un poco de luz
sobre la crisis del SAP y sus consecuencias para el POUM confrontando los
documentos de Brandt con las informaciones de la prensa del POUM y la JCI y con
los recuerdos de los militantes que vivieron los acontecimientos.
De esta confrontación puede deducirse lo siguiente: el SAP y
su Juventud tuvieron una política y una práctica ambiguas desde el principio.
Si bien no participaron en la primera reunión frentepopulista organizada por el
PC alemán el 2 de febrero de 1936 en París y hasta sostuvieron que el viraje de
éste respondía a la nueva orientación de la política exterior de Stalin en
perjuicio del desarrollo de la lucha de clases internacional, se felicitaron
del cambio y entraron en una fase de colaboración con los
dirigentes estalinistas alemanes y de distanciamiento del POUM. Por lo demás,
no tardaron en manifestarse dos tendencias en el seno del SAP: la de J. Walcher
y Willy Brandt que, pese a los procesos de Moscú y a la política del Kremlin en
España y en otros lugares, vislumbraba la participación en el Frente Popular; y
la de Walter Fabian y E. Ackerknecht, que sostenía la política del POUM y
terminó formando un nuevo grupo, "Neuer Weg" (Nuevo Camino). A este
segundo grupo pertenecía Fritz Sander, representante de la Juventud del SAP en
el Buró de las Juventudes Revolucionarias.
Willy Brandt hizo un viaje a España a fines de abril de
1937. Era entonces secretario general de la SJV (Juventud del SAP) y,
como tal, se proponía asistir a la reunión del Buró Internacional de las
Juventudes Revolucionarias convocada para comienzos de mayo. A su llegada a
Barcelona se presentó en el local central de la JCI, en el Paseo de Gracia,
donde tuvo una larga entrevista conmigo, en calidad de secretario de la JCI y
del Buró Internacional. Se interesó mucho por las tareas de este último, pero
habló muy poco de la crisis del SAP y de las divergencias con la JCI. El asalto
a la Telefónica y las Jornadas de Mayo obligaron a aplazar la reunión del Buró
de Juventudes. La reunión de éste se celebró el 9 de mayo en el local central
de la JCI. Las circunstancias eran muy especiales. Ya se había iniciado la
represión contra las organizaciones revolucionarias y contra los militantes
extranjeros. En Barcelona el clima era muy tenso y todo el mundo estaba muy
inquieto a propósito del futuro inmediato.
En el archivo de Willy Brandt existe un protokoll [acta]
de la reunión del Buró Internacional del 9 de mayo, redactado sin duda por el
propio secretario de la Juventud del SAP. Pues bien, este documento, aunque muy
breve en lo que respecta a la discusión política -en la que Brandt fue mucho
menos explícito que en el informe que iba a redactar poco después- registra el
enfrentamiento entre Willy Brandt y la mayoría del Buró (Smilie, Solano,
Martini, Sander). Y consigna también el principio de ruptura con el Buró,
determinado esencialmente porque éste había condenado la política del SAP y de
su Juventud con relación al Frente Popular alemán y había admitido en su seno a
la Juventud Socialista Revolucionaria de Alemania (escisión del SAP).
El Buró Internacional de las Juventudes Revolucionarias
nombró un nuevo comité ejecutivo, compuesto por Solano (presidente), Martini
(secretario general) y Fritz Sander, encargado de la prensa y de las
publicaciones. Sin embargo, el Buró, que consideró como muy grave que el SAP y
su Juventud formaran parte de un organismo dirigido por los estalinistas
alemanes en el momento en que se intensificaba la gran campaña contra el POUM,
no adoptó medida alguna de exclusión y decidió convocar la prevista Conferencia
Internacional de las Juventudes Revolucionarias para mediados de julio en
Barcelona.
En junio de 1937, después de su viaje a España y de su
participación en la reunión del Buró Internacional de las Juventudes
Revolucionarias del 9 de mayo, Willy Brandt redactó un informe destinado al SAP
y titulado "Un año de guerra y
de revolución en España". En este informe -utilizado en varias
ocasiones por la prensa derechista de Alemania Federal- Brandt, después de
afirmar que la guerra civil española era "una guerra revolucionaria", el "acontecimiento más importante en la historia del movimiento obrero
internacional desde la Revolución Rusa, "la primera batalla abierta contra el fascismo internacional",
"un anticipo del gran enfrentamiento mundial, que ha de venir
irremisiblemente entre progreso y reacción, entre fascismo y socialismo",
repetía, casi copiaba, los análisis del POUM y de la JCI, hasta el punto de
escribir esto: "Los trabajadores no pueden contentarse con la conquista de
las reformas democráticas. Tienen que luchar por la realización socialista de
la Revolución. Los elementos de la revolución democrática y de la revolución
socialista se hacen inseparables. Por eso decimos que la Revolución Española
tiene un carácter democrático-socialista". No obstante, más adelante,
analizando lo que él llamaba el "doble carácter de la guerra",
explicaba: "Es equivocado y lleva a consecuencias antisocialistas ver sólo
la guerra de independencia y negar la guerra por la transformación social, como
lo hace el Partido Comunista. Es igualmente equivocado ver sólo la lucha de
clases y olvidar la guerra por la liberación del yugo del bloque fascista e
imperialista, como lo hacía una parte de los anarquistas y, mayoritariamente,
el POUM". Por último, después de recoger la teoría de la "guerra por
la independencia", invento de los consejeros rusos del PC de España,
entrando en la célebre polémica sobre la guerra y la revolución, concluía así:
"Nosotros decimos también primero ganar la guerra. Pero añadimos: y salvar
las conquistas revolucionarias. Se puede vencer sin llevar a cabo la
revolución. Pero, en fin de cuentas, no se puede vencer si se ahoga la
revolución". Como se observará, todas estas fórmulas descubrían la
ambigüedad en que se movía Willy Brandt.
La campaña internacional en defensa del POUM y
la JCI
La ruptura de la Juventud del SAP con el Buró Internacional
de las Juventudes Revolucionarias se produjo en noviembre de 1937, en la fase
más dura de la represión estalinista y motivó una larga y apasionada resolución
del CE de la JCI, publicada el 30 de noviembre en el número 18 de Juventud
Obrera, semanario clandestino. En dicha resolución se analizaba todo el
proceso que se había desarrollado entre la conferencia de Bruselas, la reunión
del 9 de mayo del 37 en Barcelona y la ruptura final. Digamos, sin embargo,
que, pese a esta ruptura, los militantes exiliados del SAP alemán en París, y
Willy Brandt personalmente, siguieron denunciando las campañas estalinistas
contra el POUM y la JCI y colaborando en ciertos organismos de ayuda hasta el
fin de la guerra civil. Esta actitud, que reflejaba la persistencia del SAP en
sus tremendas ambigüedades, se confirmó al propio tiempo que se iba
descomponiendo el Comité de Frente Popular alemán de París, como consecuencia
del alejamiento de los intelectuales y los grupos políticos que no querían ser
manipulados por los dirigentes estalinistas germanos. La expulsión de Willy
Münzenberg (33), gran organizador de la propaganda del Komintern, del PC
de Alemania aceleró el proceso de disgregación.
A partir de junio de 1937, la represión estalinista se
ensañó especialmente con los militantes extranjeros que colaboraban con el POUM
o luchaban en las unidades militares dirigidas por poumistas. El escritor
italiano Camillo Berneri y otros desaparecieron los primeros días. Kurt Landau,
ex-dirigente del PC de Austria, colaborador regular y eficiente en la prensa
del POUM fue detenido en septiembre y desapareció para siempre. Su compañera,
Katia Landau, detenida también, se declaró en huelga de hambre en los calabozos
de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, donde se presentó un día el
ministro de Justicia, Manuel de Irujo, para pedirle que depusiera su actitud
(digamos, entre paréntesis, que Irujo fue el ministro que más hizo para tratar
de descubrir el paradero de Nin).
Fritz Sander fue detenido también, aunque no Willy Brandt,
quien logró salir de Barcelona en condiciones que desconocemos. Ante esta
situación, el CE de la JCI decidió sugerir al Buró Internacional su traslado a
París, donde en principio podía actuar en la legalidad y donde comenzaba a
organizarse la campaña internacional en defensa del POUM y la JCI y la denuncia
del asesinato de Andrés Nin y de tantos otros militantes. Martini y Sander
lograron atravesar la frontera, casi en los mismos días en que la cruzó George
Orwell, e instalarse en París. El Buró Internacional de las Juventudes
Revolucionarias inició así una nueva etapa. El 5 de octubre, el Buró publicó un
manifiesto dirigido a la juventud trabajadora de todos los países reclamando la
solidaridad con los que luchaban contra Franco y tenían que hacer frente al
mismo tiempo a la represión, que en el caso de los militantes extranjeros y de
combatientes como el comandante Kopp, uno de los jefes militares de la 29ª
División, se tradujo en secuestros y torturas en las prisiones y checas
particulares montadas por la GPU (Santa Úrsula, Córcega, Valmajor,etc) con la
colaboración de polizontes del PSUC y de las JSU.
El manifiesto del Buró Internacional de las Juventudes
Revolucionarias iba firmado por la siguientes organizaciones: Juventud
Socialista italiana, Juventud Socialista Revolucionaria de Alemania, Juventud
Laborista Independiente de Inglaterra, Federación Autónoma de Juventudes
Socialistas de Francia, Juventud Leninista de Holanda, Juventud Socialista
Unitaria de Rumanía, Juventud Archiomarxista de Grecia, Juventud Socialista
Revolucionaria de Suecia, Juventud Revolucionaria de Dinamarca y JCI.
Esta lista de firmas daba una idea de los progresos que se habían realizado en
1937 en la tarea de reagrupamiento de las juventudes socialistas y comunistas
independientes. Representaban la culminación de una labor en la que la JCI
había intervenido con todas sus fuerzas.
La conmoción suscitada en el mundo por el asesinato de Nin y
la represión contra el POUM llegó a alcanzar tal amplitud que hasta
organizaciones afiliadas a la Internacional Juvenil Socialista se incorporaron
al movimiento de protesta, creando así problemas muy enojosos a la dirección de
las Juventudes Socialistas Unificadas y al gobierno Negrín. Por ejemplo, en
octubre de 1937, las Juventudes Socialistas de los Estados Unidos se dirigieron
a la Internacional Juvenil Socialista, que tenía su sede en Praga, diciendo:
"No nos ocupamos especialmente de
las medidas que el gobierno ha tomado contra el POUM. Políticamente, no estamos
de acuerdo con el POUM, no creemos que tenga razón siempre; nos interesamos
también por la persecución de los anarquistas, de los socialistas de izquierda
de Caballero y de los poumistas que lleva a cabo el Partido Comunista.
Prestamos atención a una situación en la que el PC, recurriendo al chantaje de
las armas enviadas por la URSS, por medio de crímenes y asesinatos y
sirviéndose de las posiciones gubernamentales para fines particulares, intenta
colocar a la clase trabajadora bajo el control del PC".
Como esta actitud era compartida por otras organizaciones y
de un modo muy firme por las Juventudes Socialistas de Austria, Erich
Ollenhauer, secretario de la Internacional Juvenil Socialista, envió una
circular a todas sus secciones dando cuenta de que había remitido la
documentación de las JS de los Estados Unidos a todas las organizaciones
afiliadas y que, al propio tiempo, había pedido un informe a las...Juventudes
Socialistas Unificadas de España. Aunque Ollenhauer y sus colegas no
hicieran uso de los medios de que disponían -el oportunismo no les permitía
afrontar la verdad-, nos consta que bajo la presión de las secciones más
activas de la IJS, intervinieron repetidamente contra la represión estalinista
en España.
Para concluir, diremos que la campaña internacional en
defensa del POUM y de las libertades democráticas en la España gobernada por el
equipo de Negrín contribuyó poderosamente a limitar la acción represiva del
estalinismo y permitió salvar a centenares de militantes revolucionarios y
evitar que se repitieran en España los horribles procesos de Moscú, que, por
suerte, fueron condenados posteriormente en el propio Kremlin y pertenecen hoy
a una de las páginas más negras de los tiempos de Stalin.
Notas
de la Fundación Andreu Nin
(1) En septiembre de 1915 se celebró en la localidad suiza de Zimmerwald
una conferencia internacional para coordinar el movimiento de oposición
revolucionaria contra la guerra. Asistieron cerca de 40 delegados, tanto de
países beligerantes como neutrales. Se dibujaron dos posiciones, una de ellas,
la llamada "izquierda de Zimmerwald" (origen de la IC) y otra de
carácter pacifista, aprobándose un "Manifiesto a los proletarios de
Europa". En esta línea se celebraron otras conferencias, como la impulsada
por la Secretaría Internacional de Mujeres Socialistas (1915), la organizada
por Münzenberg de la Internacional Juvenil Socialista (1915) y la de Kienthal
(1916).
(2) La FUE se creó en 1927 como organización de la juventud
universitaria, dentro de una línea izquierdista-liberal.
(3) Estas declaraciones fueron ampliamente difundidas en la prensa. Un
extracto de las mismas puede consultarse en Historia de la Segunda
República (1931-1939), tomo tercero, Madrid, Ediciones Giner, 1985, p.73.
(4) El Institut Agrícola Catalá de San Isidre, ligado a los grandes
propietarios de tierras y dirigido primero por la LLiga y luego por sectores
más extremistas, organizó una campaña para anular la Ley de Contratos de
Cultivos, aprobada en abril de 1934 por el Parlamento de Cataluña, que tendía a
dar satisfacción a las reivindicaciones de la Unió de Rabassaires. Sobre las
raíces del conflicto rabassaire resulta de interés el artículo de Maurín
"El problema agrario en Cataluña", publicado en el nº 4 de Leviatán, agosto
de 1934 (recogido en la antología de esta revista, a cargo de Paul Preston,
Madrid, Turner, 1976).
(5) Grupos de choque uniformados de los independentistas de Estat Català
ligados al sector más derechista liderado por Josep Dencàs. Sobre éste afirmaba
Joaquín Maurín que "todo su trabajo de organización y toda su
actividad política tendían hacia un objetivo final: un fascismo catalán. Su
declaración de guerra a los anarcosindicalistas, sus escamots de camisas verdes
regimentados, todo esto tenía un común denominador: el nacionalsocialismo
catalán" (Revolución y contrarrevolución en España, París, Ruedo
Ibérico, 1966, p.135). Los escamots participaron en el complot de Prats de
Molló de 1926 y durante los años treinta combinaron su extremismo nacionalista
con los choques con las organizaciones obreras.
(6) Angel Estivill, Sis d´octubre l´ensulsiada dels Jacobins,
Barcelona, Edicions L´Hora, 1935.
(7) Este libro fue reeditado con el título de Revolución y contrarrevolución en España,
o.c..
(8) J.Maurín, Revolución y contrarrevolución en España,
o.c., p.188.
(9) Desde 1928 hasta el VII congreso de la IC (1935) los partidos
comunistas estalinizados sostenían la teoría de que la socialdemocracia y el
fascismo eran hermanos gemelos. León Trotsky condenó abiertamente las
consecuencias de esa orientación, particularmente trágicas en Alemania, donde
la política comunista favoreció el acceso de Hitler al poder. Los adversarios
de la teoría del socialfascismo propugnaron políticas de frente único de las
organizaciones obreras contra el fascismo.
La IC aprobó en su VII Congreso una nueva orientación, la táctica
del frente Popular, rompiendo con el ultraizquierdismo anterior, para permitir
a la URSS encontrar aliados en el exterior contra Hitler y permitir, en el
interior de cada país, alianzas amplias frente a los movimientos fascistas cada
vez más poderosos. El Frente Popular consistía en una coalición de los partidos
comunistas y socialistas con la izquierda burguesa, sobre la base de un
programa de reformas que daba respuesta a las aspiraciones unitarias del
movimiento obrero y no cuestionaba el sistema capitalista. Los dos ejemplos
típicos, pese a sus diferencias de génesis y evolución, fueron el Frente
Popular francés, primero, y el español, después.
(10) Fernando Claudín, Santiago Carrillo (Crónica de un
secretario general), Barcelona, Planeta, 1983, p.31.
(11) Esa correspondencia polémica entre Carrillo y Maurín puede
consultarse en la antología de textos elaborada por Víctor Alba (La revolución española en la práctica,
Madrid, Ediciones Júcar, 1977, p.52 y ss.).
(12) Fernando Claudín, o.c., pp.30-35.
(13) Fernando Claudín, o.c., p.37.
(14) Fernando Claudín, o.c., p.39.
(15) Wilebaldo Solano, "Crítica de la unificación de las Juventudes
Socialistas y Comunistas", La Nueva Era, Segunda época, número
5, Barcelona, junio 1936 (texto incluido en la recopilación de Víctor
Alba, La Nueva Era. Antología de una revista revolucionaria 1930.1936,
Madrid, Ediciones Júcar, 1977, p.308 y ss.).
(16) Komsomol es el acrónimo en ruso de la Unión de Juventudes Comunistas
Soviéticas.
(17) Pierre Broué y Emile Témime, La revolución y la
guerra de España, tomo I, Madrid, FCE, 1977 (2ª
reimpresión), p.275.
(18) Pierre Broué y Emile Témime, o.c., p.276.
(19) García Oliver da cuenta en sus memorias de la entrevista celebrada
por una delegación de la CNT, de la cual él formaba parte, con Companys el 20
de julio de 1936. En dicha entrevista les habría dicho que "ahora, dueños de la ciudad y de Cataluña,
podíamos optar por admitir su colaboración o por enviarlo a su casa" (Juan García Oliver, El eco de los pasos,
Barcelona, Ruedo Ibérico, 1978, pp.176-177). Ese episodio se refiere en
numerosas obras sobre la revolución española, por ejemplo, en Hans Magnus
Enzensberger, El corto verano de la anarquía, Barcelona, Anagrama,
1998.
(20) Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista,
tomo I, Ruedo Ibérico, Barcelona, 1978, p. 191.
(21) Le Communisme
malgré tout (Entretiens avec Lilly Marcou), Ed. PUF, París,
1984.
(22) Fernando Claudín, Santiago Carrillo (Crónica de un
secretario general), o.c., p.50.
(23) La intervención de Nin está recogida en
A.Nin, Los problemas de la revolución española,
Barcelona, Ruedo Ibérico, 1977, p.185 y ss.
(24) Juan Andrade, La revolución española día a día,
Barcelona, Nueva Era y Publicaciones Trazo, 1979, p.162.
(25) Grupo anarquista radical creado oficialmente en Barcelona en
marzo de 1937 para combatir la política de la CNT y la FAI que consideraban contrarrevolucionaria.
Su secretario era Felix Martínez y el vicesecretario Jaime Balius. Según
algunos historiadores agrupaba alrededor de cuatro mil militantes. Durante las
Jornadas de Mayo se opuso, junto al pequeño y fraccionado grupo trotskista de
los Bolcheviques Leninistas, al alto el fuego ordenado por la CNT y la FAI
(pueden consultarse los manifiestos y octavillas de los "Amigos de
Durruti" en el libro de Frank Mintz y Miguel Peciña, Los Amigos de
Durruti, los trotsquistas y los sucesos de mayo, Madrid, Campo Abierto
Ediciones, 1978).
(26) En la teoría de la organización defendida por Lenin a partir
de 1903, el partido de vanguardia (netamente separado de la clase obrera) debe
regirse por reglas que aseguren la centralización política de sus actuaciones
tras el objetivo revolucionario. Para ello, las minorías quedan vinculadas por
las posiciones mayoritarias y deben defenderlas. Las reglas formales del
centralismo democrático incluyen el derecho de los miembros del partido a la
información de las divergencias en el seno de la dirección, el derecho de
revisión periódica de las decisiones de la mayoría y el derecho a la formación
de tendencias. Los adversarios de la tesis leninista siempre argumentaron que
la centralización acababa ahogando la democracia interna del partido. La
versión estalinista del centralismo democrático acentuaba la centralización,
suprimiendo los controles democráticos en el seno de los partidos.
(27) Reeditado en París por Ruedo Ibérico en 1974. Andrés Suárez
era el seudónimo de Ignacio Iglesias.
(28) En el sistema tipográfico las formas son el
conjunto de páginas con los tipos ya ordenados, dispuestos dentro de marcos de
hierro. Su colocación es la fase inmediatamente anterior a la de impresión.
(29) Se trata de Javier Fernández Golfín, el falangista detenido al que
se le había ocupado por la policía un plano milimétrico de Madrid, en cuyo
dorso, escrito en tinta simpático y cifrado en parte, se encontrarían las
pruebas de la implicación del POUM en el espionaje para Franco.
(30) Luis Lucia fue dirigente de la Derecha Regional Valenciana y
fundador con Gil Robles de la CEDA, de cuya ala menos reaccionaria formó parte.
En 1935 fue ministro de Comunicaciones. El 18 de julio de 1936 se puso al lado
de la autoridad republicana de forma pública, lo que no impidió su detención y
encarcelamiento. En vísperas de la entrada franquista en Barcelona consiguió
evadirse. Su postura pública de lealtad a la República le supuso al acabar la
guerra una condena a muerte, conmutada por la de confinamiento en Mallorca.
Falleció en 1943.
(31) Los documentos judiciales y policiales pueden consultarse en El proceso del POUM (junio de 1937-octubre
de 1938), Barcelona, Lerna, 1989.
(32) El Buró de Londres se fundó en París en febrero de 1935 por partidos
que estaban al margen de la II y III Internacional. La mayoría de los
participantes había acudido a la conferencia de agosto de 1933 en la que habían
decidido no secundar el llamamiento de la Oposición de Izquierda Internacional
para la construcción de una nueva internacional. Entre sus integrantes, tanto
fundadores como incorporados posteriormente, destacaban el SAP alemán, el ILP
británico, el RSAP holandés, el PSOP francés, el Partido Laborista noruego y el
POUM.
(33) Willi Münzenberg (1889-1940) fue, en su juventud, uno de los
dirigentes de la Internacional Juvenil Comunista. Después se integró en el
aparato de la IC, con la que rompió en 1937, al oponerse a la línea
frentepopulista. Murió en circunstancias extrañas durante la ocupación alemana
de Francia.
Edición
digital de la Fundación Andreu Nin, 2000
Wilebaldo Solano. Andreu Nin y León Trotsky.
El POUM en la historia. Andreu Nin y la revolución española
ÍNDICE
PRÓLOGO (Wilebaldo Solano)
I. EL
PARTIDO OBRERO DE UNIFICACIÓN MARXISTA Y LA JUVENTUD COMUNISTA IBÉRICA
2. La política revolucionaria del POUM.
3. La Juventud Comunista Ibérica en la revolución y la guerra de
España.
6. Un período capital en la historia del POUM: el primer año de exilio en
Francia.
II.
ANDREU NIN EN SU TIEMPO
2. Recuerdos de Andreu Nin.
3. El último día con Andreu Nin.
|
El
último día con Andrés Nin
|
III.
VIDAS PARALELAS
Andreu
Nin y Joaquín Maurín
|
2. Andreu Nin y León Trotsky.
|
Andreu
Nin y León Trotsky
|
Andreu Nin y León Trotsky.
3. Andreu Nin y Víctor Serge.
IV.
RECUERDOS MILITANTES
1. El ejemplo de Sneevliet. Henk Sneevliet
2. En memoria de Narcis Molins i Fábrega. Narcis Molins i Fábrega
3. Recuerdo de Josep Rovira. Josep Rovira
4. El último adiós a Aquilino Moral. Aquilino Moral
5. Semblanza de Juan Andrade
6. En memoria de Enrique Rodríguez. Enrique Rodríguez "Quique"
7. A la memoria de Enric Panadés. Enric Panadés
8. En recuerdo de José Grimalt. José Grimalt
9. Homenaje a Claude Bourdet. Claude Bourdet
10. Los nuestros: Alberto Aranda. Alberto Aranda
11. Adiós a Pilar Santiago. Pilar Santiago
APÉNDICE
DOCUMENTAL
1. El estalinismo y el POUM (extracto del informe de Luigi Longo de
1939).
2. Tres documentos de León Trotsky.
3. Cartas desde la cárcel de los presos del POUM al gobierno.
— Carta de 14 de julio de 1938.
— Carta de 22 de julio de 1938.
— Carta de 19 de enero de 1939.
4. Editorial de Treball sobre Andreu Nin (diciembre de
1989).
NOTAS (al
final de cada capítulo) E ÍNDICE ONOMÁSTICO
Cartas desde la cárcel de los presos del POUM al Gobierno republicano.
Sentencia al POUM. 29 de Octubre de 1938
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/09/cartas-desde-la-carcel-de-los-presos.html
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/09/cartas-desde-la-carcel-de-los-presos.html
Juan
Andrade. Nuestro partido expondrá hoy, la verdad revolucionaria al proletariado
Está incluido:
Texto del mitin pronunciado en el Teatro Olympia de Barcelona, el 27 de
diciembre de 1936. “La Batalla”, núm. 128, 29 de diciembre de 1936
Juan
Andrade. El PSUC pone las cartas boca arriba
20 de diciembre de 1936
El terror estalinista en Barcelona 1938 (Agustín Guillamón)
Reiner
Tosstorff. Andreu Nin como líder del POUM.
Wilebaldo
Solano. 80 aniversario de su fundación: el POUM en la historia
A 83 años de
la Alianza Obrera o Frente Único y de la insurrección y la revolución de
octubre de 1934 en Asturias.
Wilebaldo
Solano. Andreu Nin y León Trotsky.
Libro Juan Andrade, La revolución española día a día. Edita: Editorial Nueva era y publicaciones trazo.
ÍNDICE
INTRODUCCION 7
NOTAS
POLITICA DIARIAS
La verdad
significación de la reunión del parlamento 19
A pesar de
la revolución persiste la vieja burocracia 23
El mando
único y el control político de las milicias combatientes 25
Se ha
reunido el Parlamento del 16 de febrero 27
Para los
militantes comunistas sólo deberes sin derechos. 31
La unidad
sindical es ahora más posible que nunca 33
El problema
de los evacuados y el problema de estos 35
El
antifascismo genérico encubre la confusión política 37
La
significación del mitin del Gran Price 39
Sobre las
alusiones frecuentes a un gobierno fuerte 41
Sigue
planteado el problema del mando único 43
Los
camaradas extranjeros en la Revolución Española 45
El “calumnia
que algo queda”, o una táctica desacreditada. 49
La propuesta
de armisticio y el deseo de estrangular nuestra revolución 51
La actitud
de la CNT es la solución de la crisis 53
Acerca del
carácter y la significación del nuevo consejo de la Generalidad 55
La crisis de
la Generalidad y el movimiento revolucionario internacional
57
¿Es que las
fracciones obreras renuncian a la libertad de crítica? 59
Sobre la
educación política de los nuevos adherentes a las organizaciones
obreras 61
No se trata
de un prurito sino de un problema político 63
Llevar la
guerra hasta el fin significa ultimar la revolución social 65
La prensa
debe estar, exclusivamente, al servicio de los intereses
revolucionarios 67
Hay una
táctica para arrebatar al proletariado el control de la Revolución 71
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Lenin y
el Leninismo
La
composición social de los dirigentes fascistas 269
Solidaridad
criminal 271
Burócratas
satisfechos 273
La crisis
periódicas de la Generalidad 275
Se liquida
la Internacional de Lenin 277
NOTAS
279
PROBLEMAS
DE LA REVOLUCION Y DEL MOVIMIENTO OBRERO
Lenin y la
guerra 285
Marxistas revolucionarios
y anarquistas en la Revolución Española 293
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