viernes, 6 de octubre de 2017

Juan Andrade. España en poder del estalinismo



España en poder del estalinismo


Texto incluido en la recopilación de escritos de Juan Andrade Notas sobre la guerra civil (Actuación del POUM), Ediciones libertarias, Madrid, 1986.

El PC logró recoger desde el principio de la guerra, y se hizo el intérprete, a la opinión más conservadora de la zona republica del país, ante la que representaba y se ofrecía como el único partido que deseaba garantizar el "orden", con un sentido de la disciplina y de la organización, que combatía y contrarrestaba los "excesos", las posiciones socialistas que luchaban contra el "caos anarcosindicalista”. Era el partido del orden republicano-burgués contra las aspiraciones revolucionarias socialistas, como ahora, más de treinta años después, es el partido de la "reconciliación nacional”, frente al espíritu radical de las nuevas generaciones. Todos los elementos más reaccionarios, e incluso fascistas desamparados, se incorporaban al PC porque encontraban en él una garantía de salvaguardia. Dado que poseían una "instrucción", llegaban los fascistas emboscados a obtener empleos burocráticos importantes, desde donde servían mejor al gobierno militar de Burgos. Su poder gubernamental y administrativo comenzó a sentirse más, llegando a ser omnímodo, al encontrarse la España antifascista aislada internacionalmente, pudiendo contar sólo con la ayuda material de la URSS, y cuando militares extranjeros más experimentados que los españoles, obedeciendo disciplinadamente las órdenes de Moscú, lograron orientar su acción hacia la colonización estalinista de todo el territorio republicano. Alternando su penetración en los restos del aparato del Estado burgués, a través de arribistas que hacían su política con consignas de organización que correspondían en abstracto a las necesidades reales para la eficacia de la guerra, pero que prácticamente tenían otro propósito, llegaron a abolir todo régimen de democracia interna de las organizaciones obreras y de expresión libre de la opinión, para establecer únicamente, y por primera vez, esas especies de concentraciones plebiscitarias de masas perfectamente orientadas en la línea del partido, que se hacían pasar por "la opinión emanante y directa de la totalidad del pueblo español”. Bajo el lema de la unidad se llevaban a cabo" ¡'acciones de masas", para imponer desde el exterior -incluso a "su gobierno" en el que eran nominalmente minoritarios- la política de Stalin y coaccionar a socialistas y anarcosindicalistas, que frente a ellos no tenían ninguna reacción definitiva, ninguna política definida ni ninguna comprensión del proceso revolucionario. La corrupción y el engaño desempeñan un gran papel en su táctica.


España fue pues el primer campo de maniobras donde un partido comunista, en plena decadencia estalinista, aplicó los métodos que después de la segunda guerra mundial habían de dar, a otros partidos comunistas de Europa, el éxito que obtuvieron para la imposición de las actuales “democracias populares”. Aunque sin gran tradición en el movimiento, sin gran fuerza numérica, sin dirigentes que gozaran de autoridad, amparado únicamente en el prestigio de la revolución rusa, el PC español disponía ya, sin embargo, del tipo de organización jerarquizada que les permite realizar los cambios más fundamentales de orientación y táctica, sin el menor contratiempo ni oposición interior. Al comenzar la guerra civil disponía de poca influencia efectiva con respecto a los socialistas y anarcosindicalistas, pero se alimentó al poco tiempo con la fuerza que le aportaron los socialistas, directa o indirectamente, y todos los elementos pequeñoburgueses en masa.


El poderío alcanzado por los comunistas a los pocos meses de comenzada la guerra fue debido fundamentalmente al apoyo material soviético, aunque en regiones como la asturiana y la vasca, donde el aparato y la ayuda aportados por Rusia no fueron considerables, se conservó hasta su caída en poder de los facciosos la misma relación de fuerzas obreras de julio de 1936, y los comunistas en manera alguna fueron el factor decisivo ni llegaron a imponerse.

También es forzoso reconocer que contribuyeron otras circunstancias que ayudaron a los comunistas a lograr su influencia sobre la opinión general. No fue la menor la beligerancia total, incluso en plano de igualdad con su propio partido, que a partir de 1936 comenzó a concederles Largo Caballero. El Partido Socialista, ya desde antes de la revolución de Asturias de 1934 y bajo la dirección del propio Largo Caballero, se había hecho el intérprete de un revolucionarismo verbal muy genérico, que encontraba un gran eco entre todas las masas obreras y campesinas del país. El PC aparecía casi como un mero satélite, como una especie de pariente pobre de la socialdemocracia española radicalizada, que en palabras iba mucho más lejos que los estalinistas. Las Juventudes Socialistas, que se aprovechaban de esta orientación de su partido para darle una expresión aún más jacobina, llegaron incluso a proponer que el PC ingresase en el socialista, puesto que, según ellos, sus aspiraciones revolucionarias de clase no tenían ya razón de ser para un partido aparte, dado que eran las mismas de la socialdemocracia hispánica renovada. (Poco tiempo después las cosas cambiaron rápidamente: el PC iba a plantear el mismo problema pero en sentido inverso, es decir, la formación de un partido obrero único, pero dominado por él).


En mayo de 1937, los estalinistas decidieron emprender resueltamente la ofensiva para eliminar del gobierno a un hombre molesto. Su prensa comenzó una campaña de acusaciones, principalmente calificándole de inepto, tomando sobre todo como base la derrota de Málaga, de la que hacía responsable injustamente al general Asensio, y al mismo tiempo porque el hombre, Largo Caballero, se oponía a la hegemonía y despotismo comunista. También había estado resistiendo a todas las
presiones de los representantes diplomáticos de la Unión Soviética para que ejerciera medidas represivas contra el POUM, y fue ésta, precisamente, la causa por la que Largo Caballero abandonó para siempre la presidencia del gobierno.


Los miembros comunistas presentaron en el consejo de ministros una proposición para que el POUM fuera disuelto y declarado fuera de la ley. Largo Caballero, a pesar de que nosotros le habíamos combatido políticamente de una manera constante, se opuso rotundamente a este deseo estalinista alegando que él nunca ejercería la represión contra una organización obrera. No encontró apoyo resuelto ni siquiera en los miembros de su propio partido ni entre los republicanos moderados. La obsesión de obtener armas rusas era más determinante que toda consideración política o de conciencia y les convertía en verdaderos títeres manejados por Moscú. Estimándose en minoría, presentó su dimisión como jefe del gobierno el 15 de mayo de 1937.

Largo Caballero pasó de la inmensa popularidad a su total anulación política que culminó el 21 de octubre de 1937 con una disposición de arresto en su domicilio y la prohibición de trasladarse fuera de él. El Partido Comunista había logrado imponer totalmente su hegemonía y poder decisivo, y hacer aceptar como figura señera a la oportunista “Pasionaria”, con la complicidad o la neutralidad de los otros sectores antifascistas.


El Partido Comunista se asimiló la mayor parte de los militares profesionales republicanos. Para éstos sólo se ofrecían dos caminos: servir al partido y obtener ascensos o no hacerlo y quedar rezagados a pesar de todos los méritos e incluso algo más grave, el de ser denunciados como agentes de los fascistas y perder la vida (1). En esta perspectiva, el sometimiento de los intelectuales pequeño-burgueses no ofrecía gran dificultad puesto que se llegaba provisionalmente a compensarles. Desde el poeta exquisito y católico José Bergamín (2), que había permanecido hasta entonces en el Olimpo y que descendía ahora de él para firmar una petición de pena de muerte contra “los fascistas” del POUM, hasta el más minúsculo y venal periodista, todos los intelectuales se dejaban seducir por "la eficacia de la política comunista", la aceptaban y justificaban y eran remunerados.


El desarrollo de esta situación política era evidente sobre todo para la minoría del POUM que habiendo formado parte del PC en el pasado lo había abandonado precisamente porque no aceptaba esta negación de los principios básicos del socialismo y esta imposibilidad de convivencia. La ayuda internacional en combatientes era sólo canalizada por los comunistas, casi en todos los casos.


Jamás se había desencadenado hasta entonces, aparte la Unión Soviética, una campaña mayor de infamias y calumnias, nunca tampoco se habían puesto en servicio tantos medios materiales para acabar con un partido obrero a sangre y fuego.


Una gran parte de la alta burocracia del mundo estalinista de entonces, desde Tito a Togliatti, de Martí a Kadar, de Geroe a Luigi Longo, además de generales y coroneles rusos con nombres españoles, se establecieron desde entonces en España para cumplir los designios de Stalin y reducir el alcance de la revolución española estrictamente a las conveniencias de la Política exterior rusa de entonces.
 
Notas

(1) En febrero de 1938, desde la cárcel de Valencia, el general Asensio escribió un pequeño folleto, que probablemente circuló clandestinamente porque no lleva indicaciones de imprenta ni de editor, en el que se defiende de todas cuantas acusaciones era objeto. De ese folleto transcribimos la siguiente Dedicatoria: “A los valientes milicianos, compañeros de armas, que en Málaga, en el Guadarrama y en el Valle del Tajo fueron conducidos tantas veces por mí al  combate contra los traidores y los extranjeros invasores y a cuantos han dado su sangre por defender la República, legítima, fuerte e indestructible como régimen político emanado del pueblo español”.


(2) El fascismo no podía encargar a simples agentes para que abriesen la lucha contra el Frente Popular Español, el gobierno republicano y el Ejército. El POUM, fundado por Joaquín Maurín con un puñado de aventureros (Nin, Gorkin, Andrade, etc.), expulsados del Partido Comunista Español, reunía para los estados mayores fascistas un conjunto de condiciones especialmente ventajosas, porque teniendo la apariencia de un partido revolucionario tenía la posibilidad de infiltrar sus hombres en las organizaciones de trabajadores, en los periódicos, en los sindicatos antifascistas, para descomponer el Frente Popular” (...)


Los acontecimientos de mayo de 1937 en Barcelona mostraron que el POUM y sus dirigentes no eran un partido minúsculo que traicionaba. El análisis de estos acontecimientos demostró además que no se trataba de un partido, sino de una organización de espionaje y de colaboración con el enemigo, no de una simple organización de convivencia con el enemigo sino enteramente en sus manos, parte integrante de la organización fascista internacional en España”(...)


La guerra española ha dado al trotskysmo internacional, al servicio de Franco, su figura exacta: la del caballo de Troya. El lector de este libro sacará él mismo las consecuencias, es decir las verdades que en razón de su evidencia manifiesta no son susceptibles de ser deformadas o mentirosamente transformadas. Incluso por la pluma mágica y engañosa del pirata Trotsky, jefe visible de estas organizaciones de espionaje y falsificación revolucionaria, al servicio del fascismo internacional”.
José Bergamín, prólogo a la edición francesa  del libro Espionaje en España, de Max Rieger, Paris,1938, Editions Denoël.

[Observación de la Fundación Andreu Nin: Al contrastar los párrafos anteriores con la edición en Barcelona de Espionaje en España (Ediciones Unidad, 1938) se observa que el primero de los párrafos no figura en dicha edición española, probablemente para evitar las referencias directas a los dirigentes del POUM. Sobre los párrafos segundo y tercero se ha mantenido la versión que figura en el libro de Juan Andrade].
 

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, mayo 2002




Juan Andrade. El derecho a discrepar es una garantía de porvenir



Primera campaña de difamaciones y calumnias, en la que se identificaba al POUM con el fascismo internacional, se intensificó desde finales de 1936 y en los primeros meses de 1937



España Traicionada (Stalin y la guerra civil) Ronald Radosh, Mary R. Haberck (eds). Primera parte.


Algunas notas sobre la represión del POUM en la zona republicana


Andrés Nin 1937 Declaración Final a la Policía (21 de junio de 1937) y otros documentos.


Extracto (capítulos 48 y 49) del libro La Guerra Civil Española – Revolución y Contrarrevolución por Burnett Bolloten


Juan Andrade El asesinato de Andrès Nin: sus causas, sus autores, junio de 1939


Cartas desde la cárcel de los presos del POUM al Gobierno republicano. Sentencia al POUM. 29 de Octubre de 1938


Tras el triunfo electoral A todos los trabajadores! 16 de febrero de 1936




No hay comentarios:

Publicar un comentario