13-05-2014
América Latina ha sufrido a lo largo del último medio siglo la terrible
influencia de EEUU que ha utilizado su fuerza militar, política y económica
para convertir a sus países en patios traseros pobres esquilmados por el
imperio. Cuando un país ha intentado tomar la riendas de su destino (Chile,
Argentina, Uruguay, Nicaragua, Honduras,…), el gigante norteamericano ha
cercenado con un golpe militar (sus dictaduras) al gobierno elegido
democráticamente. Difícilmente se puede entender que la potencia del Norte,
“paladín de la democracia”, haya ocasionado tanto daño a sus vecinos
latinoamericanos, a no ser por su avaricia para apropiarse de sus recursos
naturales y su cultura con la inestimable colaboración de las oligarquías que
controlaban la vida de los ciudadanos de esas naciones.
Pero los tiempos están cambiando. Algunos países de América Latina, poco
a poco, están consiguiendo alejarse de la dominación de las políticas norteamericanas,
de los tentáculos sangrantes de sus grandes multinacionales y de los organismos
financieros internacionales (FMI, BM).
Venezuela es un ejemplo de ello. Los cambios sociales y políticos
realizados por el PSUV (partido de H. Chávez y N. Maduro) en los últimos 15
años han sido fundamentales para situarlo entre los países más avanzados de
Latinoamérica. Lógicamente tanto las nacionalizaciones de importantes sectores
de su economía, como la organización social comunitaria, el desarrollo de un
cierto estado de bienestar (sanidad, educación, dependencia, paro, vivienda…) y
la salida de la órbita e influencia de los poderes económicos y políticos
internacionales (EEUU, FMI,…), creando alternativas con organizaciones propias
(ALBA, UNASUR, CELAC) para el desarrollo económico, político y cultural de
América Latina, ha llevado tanto a la oligarquía venezolana como al gigante del
norte (EEUU) a intentar por medios ilícitos (golpe de estado, huelgas salvajes,
terrorismo callejero) recuperar el Gobierno que las urnas les ha negado en las
últimas cuatro elecciones generales y en las tres regionales y municipales.
A pesar de ser el país del mundo que ha tenido más procesos electorales
(17 en década y media) y que ha sido el más vigilado por observadores internacionales
(OEA, UE,…), que han ratificado la limpieza de los resultados, desde bastantes
medios de comunicación occidentales y en boca de políticos de derechas se ha
tachado antes a Chávez y, ahora, a Maduro de dictadores. Mienten para dañar los
importantes cambios políticos y sociales de Venezuela y olvidan el
comportamiento democrático de una sociedad bastante madura que ha asumido un
enorme protagonismo en el desarrollo de su país.
Los avances políticos, sociales y económicos han sido posibles por la recuperación
(nacionalización) por parte del Gobierno Bolivariano de los enormes recursos
naturales y económicos del país (petróleo, gas, agua, cemento, banca, reforma
agraria,…) que han posibilitado:
- El
debilitamiento de la riqueza en manos de la oligarquía venezolana y
grandes multinacionales extranjeras.
- La
inversión de importantes medios económicos en campañas (misiones) para
desarrollar la calidad de vida y el acceso a bienes y servicios (sanidad,
educación, vivienda…) que estaban vetados para la inmensa mayoría de la
población venezolana:
- Se
ha fortalecido la democracia con la participación de los ciudadanos en
organizaciones comunales.
- Se
ha incrementado el gasto social hasta un 60 %.
- Se
ha reducido la pobreza desde el 48,6 al 27,8 %.
- Se
ha acabado con el analfabetismo, según ha declarado la UNESCO.
- La
atención primaria y gratuita de los servicios de salud se ha extendido
al 95 % de la población. El Gobierno destina el 9 % del PIB a sanidad.
- Se
ha implantado el salario mínimo más elevado de Latinoamérica (636
dólares mensuales).
- Se
ha propiciado el acceso a la tecnología con la implantación gratuita a
internet para todos los ciudadanos.
- Se
ha aumentado la cooperación de los países latinoamericanos con la
creación de organismos supranacionales de cooperación social, política
y económica: ALBA, UNASUR, CELAC.
Pero, claro está, el gobierno democrático de Venezuela es un “mal
ejemplo” que hay que erradicar porque se ha convertido en un modelo peligroso
para otros muchos países por implantar una economía social, controlada desde el
poder democrático (ejecutivo, legislativo y judicial), por mejorar las
condiciones de vida de la inmensa mayoría de su población, por no aceptar las
injerencias de otros gobiernos (EEUU) y el control económico de los organismo
internacionales (FMI. BM…) y por disminuir el poder y la influencia de la
oligarquía venezolana en la sociedad.
Después de las últimas elecciones generales (14-Abril-2013) ha habido un
incremento de la propaganda de guerra contra el Presidente elegido, Nicolás
Maduro. Washington ha decidido que ha llegado el momento de acabar con el
Gobierno Bolivariano. Y desde el 12 de Febrero de 2014 (rebelión terrorista
mediante la guarimba).se ha movilizado todo su arsenal desestabilizador
-desde los paramilitares colombianos que infiltran en Venezuela para perpetrar
actos de terrorismo hasta el sabotaje económico y financiero y la utilización
de las redes sociales en internet-.
En los últimos tres meses, la violencia se ha recrudecido. Los actos
vandálicos realizados por elementos encapuchados perfectamente organizados,
apoyados económica y logísticamente por la oligarquía venezolana, la extrema
derecha y la CIA ha utilizado barreras metálicas erizadas de clavos para
interrumpir la circulación de los vehículos, ocasionando así numerosos
accidentes. En lugar de manifestarse pacíficamente, los guarimberos cortan las
vías en las alcaldías opositoras, impiden por la fuerza el paso a los vecinos y
los secuestran en sus hogares, los asfixian quemando basura y destruyen árboles,
señalizaciones, edificios públicos, instalaciones eléctricas y telefónicas,
transportes colectivos y de alimentos. Los terroristas recurren a la amenaza,
la agresión física y al asesinato con disparos en la cabeza y tiros por la
espalda. Disponen de arsenales distribuidos estratégicamente para el
abastecimiento todo tipo de artefactos incendiarios y armas para perpetrar los
atentados, algunos de los cuales han sido descubiertos por el Gobierno. Ya han
asesinado a 39 ciudadanos.
Esta oleada terrorista de los últimos meses ha sido neutralizada por las
fuerzas de seguridad del Estado con el apoyo de la inmensa mayoría de los
ciudadanos. Aunque los medios de comunicación occidentales, teledirigidos por
la CNN (utilizada por la CIA) quieren presentar a los manifestantes como
jóvenes estudiantes, se ha demostrado que de los 1.529 detenidos en el primer
mes de violencia, sólo un tercio eran estudiantes. La mayoría son mercenarios,
bien equipados y entrenados, pagados por los sectores más radicales de la
derecha venezolana y la CIA. Aunque controlada por ahora, la violencia
terrorista continuará, pues su objetivo fundamental es sembrar el caos y la
desestabilización y así propiciar un golpe de estado o una intervención
extranjera.
La comisión de cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas –Unasur-
(Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú,
Surinam, Uruguay y Venezuela), que participó los días 25 y 26 de marzo en la
Conferencia Nacional de Paz, promovida por el Ejecutivo venezolano, en la que
participaron algunos partidos de la oposición instó a deponer todas las
acciones violentas en Venezuela, condenó cualquier tentativa de ruptura del
orden constitucional de este país y manifestó su compromiso con el respeto a
los derechos humanos.
El Gobierno venezolano debe responder con diálogo, pero con firmeza a
esta situación, y poner a todos estos terroristas y sus aliados en manos de la
justicia para que el país siga la senda del progreso y estabilidad democrática.
Venezuela es hoy el punto de mira de una gigantesca operación para acabar con
los gobiernos democráticos progresistas de América Latina. Si cae Venezuela
¿cuál será el siguiente? Por ello, hay que apoyar al Gobierno de Nicolás Maduro
y su proyecto bolivariano. Seguro que el pueblo venezolano sabrá defender su
constitución y su estado democrático.
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