ÍNDICE
Introducción a la edición española 05
Prólogo a la edición alemana 07
I. Los comienzos del movimiento obrero europeo hasta el fracaso de la
revolución de 1848 10
II. La Asociación Internacional de Trabajadores 34
III. La expansión de los partidos obreros nacionales y de los sindicatos
en el continente europeo 53
IV. La época de la II Internacional, hasta el fin de la primera guerra
mundial 65
V. El movimiento obrero europeo entre la revolución rusa y el triunfo del
fascismo en Europa central 90
VI. El movimiento obrero en la época del fascismo 130
VII. El movimiento obrero europeo después de la segunda guerra mundial
159
Orientación bibliográfica 196
Introducción a la edición española
En los últimos años se han publicado en España numerosos estudios,
parciales unos y generales los más, sobré la historia del movimiento obrero
europeo. La inmensa mayoría de ellos han sido traducciones de los clásicos del
marxismo, y escasos los que podríamos calificar de últimas investigaciones
históricas. Pero no es eso lo peor, sino que buena parte de éstas, a excepción
de los estudios de Edward Hallett Carr, son de una “corrección» más que dudosa
y de un variado, por no decir escaso, valor tanto histórico como, sobre todo,
político. Pocas han sido las que escapan de un trasnochado positivismo
historicista, de las más actuales lucubraciones de eso que se ha venido en
llamar filosofía de la historia, o, lo que es peor aún, de un extraño obrerismo
seudorrevolucioiario, que no responde más que al radicalismo pequeño-burgués de
la izquierda cristiana.
Por suerte el trabajo de Abendroth no ha caído en ninguno de estos
«vicios», en gran parte porque el autor no tiene pretensiones ni de erudito ni
mucho menos de pontífice. En efecto, el presente estudio constituye una de las
mejores síntesis políticas de la historia del movimiento obrero europeo.
Porque, si de algo podemos calificar este trabajo es de político. Político,
porque analiza al movimiento proletario como una unidad, sin caer en un estudio
por departamentos estancos nacionales; y porque el análisis superestructural le
permite profundizar y clarificar mejor los aspectos ideológicos y políticos
generales, pese a que aborda con ambigüedad la crisis del movimiento comunista
internacional. Así, el estudio de las distintas corrientes ideológicas que
influyeron en el proletariado europeo viene completado por el análisis político
de las organizaciones obreras. Abendroth explica con claridad la formación de
las principales organizaciones proletarias, sus características específicas,
sus planteamientos tácticos y estratégicos, y sus «prácticas» en las luchas en
pro de la emancipación obrera. Esta síntesis, entre las formulaciones
ideológicas y la táctica política y sindical, entre la teoría y la práctica,
hacen del presente trabajo una obra de apreciable valor didáctico. Y esto es
precisamente lo que se proponía el autor, como explícita claramente en el
prólogo cuando dice que «se ha renunciado adrede al aparato científico, pues
(el libro) aspira a ser un análisis de fácil lectura y no tratado histórico».
Finalmente, hay que señalar al lector que la obra de Abendroth data del
año 1965, lo que significa que estos últimos años, decisivos en muchos
aspectos, no quedan incluidos. Sin embargo, creo que la lectura del libro
completada por unos simples conocimientos actuales darán los suficientes
elementos de juicio al lector como para llegar a una clara comprensión de la
actual situación del movimiento obrero europeo.
BORJA DE RlQUER
PROLOGO
Desde las revoluciones inglesas en el siglo XVII y desde las revoluciones
americana y francesa, el movimiento burgués en favor de la libertad ha
modificado el mundo incesantemente. Sus principios se han convertido en la base
natural de la organización política y del pensamiento de todos los grupos
sociales —incluso allí donde esos principios habían sido primero combatidos
como abstracta utopía y criminal locura no sólo por los gobiernos, sino también
por los ideólogos de los medios sociales aliados con el feudalismo y el
absolutismo. El movimiento obrero ha transmitido esos principios desde el orden
político a la estructura de la sociedad, los ha seguido desarrollando en
conexión con la transformación de la sociedad económica por la revolución
industrial, y, de privilegios de la raza blanca que eran, los ha convertido en
derechos de los hombres de todas las razas, incluso de aquella mayoría que la
expansión colonial del capitalismo industrial había hecho primeramente un nuevo
objeto de explotación. Este movimiento obrero, lo mismo que en otro tiempo el
movimiento burgués por la libertad, fue tratado en un principio por las clases dominantes,
a las cuales tuvo que oponerse, y por sus ideólogos, como una unión de ilusos y
delincuentes.
El movimiento obrero ha pasado por fases en que su realidad actual de
cada caso y su aspiración originaria se distanciaron mutuamente. Y aún no ha
terminado su camino. En los Estados Unidos y en los países del occidente
europeo ha logrado para su clase un bienestar material que todavía hace medio
siglo habría sido considerado por los ideólogos de la clase dominante como un
peligroso sueño cuya realización significaría el fin de la Civilización, al
aliarse «la pereza y la sed de placeres» de las capas inferiores.
En el este de Europa ha desmontado la estructura clasista de la sociedad,
pero vive una fase de despotismo; lo mismo que en otro tiempo, después de 1789,
la revolución burguesa sustrajo en Francia las bases al feudalismo, pero
pareció extinguirse en el imperio de Napoleón. En algunos países capitalistas donde
la clase obrera goza de mayor bienestar material —en EE.UU. y en la República
Federal de Alemania—, el movimiento obrero parece haberse entumecido
actualmente en la autolimitación sindical a una actividad conforme con el
sistema y en una adaptación espiritual a las ideologías de los grupos que siguen
dominando políticamente. ¿No aclamó la burguesía alemana también, después de la
fundación del imperio, en 1871, por razón del auge económico, el estado de los
Hohenzollern, divinizó a Bismarck y olvidó la lucha por el parlamentarismo y la
democracia? ¿No eran y son éstas fases pasajeras de un desarrollo histórico
que, sin embargo, conserva su sentido y su dirección? ¿No sería, por tanto, un vituperable
provincialismo considerar la actual situación de la República Federal de
Alemania como el único resultado y el término de la historia universal?
Sólo la reflexión sobre el proceso histórico total del despliegue del movimiento
obrero puede ayudar a hallar la respuesta. De esta respuesta depende todo
intento de poner en claro la situación de nuestro mundo actual. El movimiento
obrero fue primero un producto de Europa. De ahí la conveniencia de limitar de
momento a Europa esa reflexión, sin perder de vista que las revoluciones de
fuera de Europa intentan hoy día realizar ideas que tienen su origen en el
movimiento obrero europeo.
El presente trabajo pretende colaborar a esa reflexión. Ello determina y
limita su forma y su contenido.
En él se ha renunciado adrede al aparato científico, pues aspira a ser un
análisis de fácil lectura y no un tratado histórico. Esto no impide, sin
embargo, que se base en el aprovechamiento de la bibliografía existente sobre
su temática. No aspira, con todo, a aparentar lo que un breve compendio no
puede ser, es decir: la exposición general histórica de este desarrollo, que, a
Wolfgang Abendroth. Marburgo, enero de 1965
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