V. I.
LENIN
LA
ENFERMEDAD INFANTIL DEL "IZQUIERDISMO" EN EL COMUNISMO
¿DEBE PARTICIPARSE EN LOS PARLAMENTOS BURGUESES?
Los comunistas
"de izquierda" alemanes, con el mayor desprecio -- y la mayor
ligereza --, responden a esta pregunta negativamente. ¿Sus argumentos? En la
cita que hemos reproducido más arriba leemos:
". . . rechazar
del modo más categórico todo retorno a los métodos de lucha parlamentarios, los
cuales han caducado ya histórica y políticamente. . ."
Esto está dicho en un
tono ridículo, de puro presuntuoso, y es una falsedad evidente.
¡"Retorno" al parlamentarismo! ¿Existe ya acaso en Alemania una
República Soviética? Parece ser que no. ¿Cómo puede hablarse entonces de
"retorno"? ¿No es esto una frase vacía?
El parlamentarismo
"ha caducado históricamente". Esto es cierto desde el punto de vista
de la propaganda. Pero nadie ignora que de ahí a su superación práctica hay
una distancia inmensa. Hace ya algunas décadas que podía decirse, con entera justicia,
que el capitalismo había "caducado históricamente", lo cual no
impide, ni mucho menos, que nos veamos precisados a sostener una lucha muy
prolongada y muy tenaz sobre el terreno del capitalismo. El
parlamentarismo "ha caducado históricamente" desde un punto de vista histórico
universal, es decir, la época del parlamentarismo burgués
ha terminado, la época de la dictadura del proletariado ha
empezado. Esto es indiscutible, pero en la historia universal se
cuenta por décadas. Aquí diez o veinte
años más o menos no tienen importancia, desde el punto de vista de la historia
universal son una pequeñez, imposible de apreciar ni aproximadamente. Pero,
precisamente por eso, remitirse en una cuestión de política práctica a la
escala de la historia universal, es la aberración teórica más escandalosa.
¿Ha "caducado
políticamente" el parlamentarismo? Esto es ya otra cuestión. Si fuese
cierto, la posición de los "izquierdistas" sería sólida. Pero hay que
probarlo por medio de un análisis serio, y los "izquierdistas" ni
siquiera saben abordarlo. El análisis contenido en las "Tesis sobre el
parlamentarismo", publicadas en el número 1 del "Boletín de la
Oficina Provisional de Amsterdam de la Internacional Comunista"
("Bulletin of the Provisional Bureau in Amsterdam of the Communist
International", February[16] 1920),
y que expresan claramente las tendencias específicamente izquierdistas de los
holandeses o las tendencias de izquierda específicamente holandesas, como
veremos, no vale tampoco un comino.
En primer lugar, los comunistas "de izquierda"
alemanes, como se sabe, ya en enero de 1919 consideraban el parlamentarismo
como "políticamente caduco", contra la
opinión de dirigentes políticos tan eminentes como Rosa Luxemburgo y Carlos
Liebknecht. Como es sabido, los "izquierdistas" se
equivocaron. Este hecho basta para destruir de golpe y radicalmente la tesis
según la cual el parlamentarismo "ha caducado políticamente". Los
"izquierdistas" tienen el deber de demostrar por qué ese error
indiscutible de entonces ha dejado de serlo hoy. Pero no aportan la menor
sombra de prueba, ni pueden aportarla. La actitud de un partido político ante
sus errores es una de las pruebas más importantes y más fieles de la seriedad
de ese partido y del cumplimiento efectivo de
sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras.
Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar
la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corre
girlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es en lo que
consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la
clase, primero, y, después, a las masas. Como no cumplen esa
obligación suya, como no ponen toda la atención, todo el celo y cuidados
necesarios para estudiar su error manifiesto, los "izquierdistas" de
Alemania (y de Holanda) muestran que no son el partido de una clase,
sino un círculo, que no son el partido de las masas, sino un grupo
de intelectuales y un reducido número de obreros que imitan los peores rasgos
de los intelectualoides.
En segundo lugar, en el mismo folleto del grupo "de
izquierda" de Francfort, del que hemos dado citas detalladas más arriba,
leemos:
". . . los millones de obreros que siguen todavía la
política del centro" (del Partido Católico del "Centro")
"son contrarrevolucionarios. Los proletarios del campo forman las legiones
de los ejércitos contrarrevolucionarios" (pág. 3 del folleto citado).
Como se ve, todo esto está dicho con un énfasis y una
exageración excesivos. Pero el hecho fundamental aquí referido es indiscutible,
y su reconocimiento por los "izquierdistas" atestigua con particular
evidencia su error. En efecto, ¡¿cómo se puede decir que el
"parlamentarismo ha caducado políticamente", si "millones"
y "legiones" de proletarios son todavía, no sólo
partidarios del parlamentarismo en general, sino hasta francamente
"contrarrevolucionarios"?!
Es evidente que el parlamentarismo en Alemania no ha
caducado aún políticamente. Es evidente que los
"izquierdistas" de Alemania han tomado su deseo, su ideal
político por una realidad objetiva. Este es el más peligroso de los errores
para los revolucionarios. En Rusia, donde el yugo profundamente salvaje y cruel
del zarismo engendró, durante un período sumamente prolongado y en formas
particularmente variadas, revolucionarios de todos los matices, revolucionarios
de una abnegación, de un entusiasmo, de un heroísmo, de una fuerza de voluntad
asombrosos, en Rusia, hemos podido observar muy de cerca, estudiar con mucha
atención, conocer a la perfección este error de los revolucionarios, y por esto
lo apreciamos con especial claridad en los demás. Naturalmente, para los
comunistas de Alemania el parlamentarismo "ha caducado
políticamente", pero se trata precisamente de no creer
que lo que ha caducado para nosotros haya caducado para
la clase, para la masa.Una vez más, vemos aquí que los
"izquierdistas" no saben razonar, no saben conducirse como partido de
clase, como partido de masas. Vuestro deber consiste en no
descender hasta el nivel de las masas, hasta el nivel de los sectores atrasados
de la clase. Esto es indiscutible. Tenéis el deber de de cirles la amarga
verdad, de decirles que sus prejuicios democrático-burgueses y parlamentarios
son eso, prejuicios, pero al mismo tiempo, debéis observar serenamente el
estado real de conciencia y de preparación de la clase entera
(y no sólo de su vanguardia comunista), de toda la masa trabajadora
entera (y no sólo de sus individuos avanzados).
Aunque no fuesen "millones" y
"legiones", sino una simple minoría bastante
importante de obreros industriales, la que siguiese a los curas católicos, y de
obreros agrícolas, la que siguiera a los terratenientes y campesinos ricos (Gross-bauern ),
podría asegurarse ya sin dudar que el parlamentarismo en
Alemania no había caducado todavía políticamente,
que la participación en las elecciones parlamentarias y la lucha en la tribuna
parlamentaria es obligatoria para el partido del proletariado
revolucionario, precisamente para educar a los elementos
atrasados de su clase, precisamente para despertar e ilustrar a la masa aldeana
analfabeta, ignorante y embrutecida. Mientras no tengáis fuerza para disolver
el parlamento burgués y cualquiera otra institución reaccionaria, estáis obligados a
trabajar en el interior de dichas instituciones, precisamente porque
hay todavía en ellas obreros idiotizados por el clero y por la vida en los
rincones más perdidos del campo. De lo contrario, corréis el riesgo de
convertiros en simples charlatanes.
En tercer lugar, los comunistas "de izquierda"
nos colman de elogios a nosotros, los bolcheviques. A veces dan ganas de
decirles: ¡alabadnos menos, pero compenetraos más con nuestra táctica,
familiarizaos más con ella! Participamos, de septiembre a noviembre de 1917, en
las elecciones al parlamento burgués de Rusia, a la Asamblea Constituyente.
¿Era acertada nuestra táctica o no? Si no lo era, hay que decirlo claramente y
demostrarlo: es indispensable para elaborar la táctica justa del comunismo
internacional. Si lo era, deben sacarse de ello las conclusiones que se
imponen. Naturalmente, no se trata, ni mucho menos, de equiparar las
condiciones de Rusia a las de la Europa occidental. Pero especialmente con
respecto al significado de la idea de que el "parlamentarismo ha caducado
políticamente", hay que tener cuidadosamente en cuenta nuestra
experiencia, pues si no se toma en consideración una experiencia concreta,
estas ideas se convierten con excesiva facilidad en frases vacías. ¿Acaso no
teníamos nosotros, los bolcheviques rusos, en aquel período, de septiembre a
noviembre de 1917, más derecho que cualesquiera otros
comunistas de Occidente a considerar que el parlamentarismo había caducado
políticamente en Rusia? Lo teníamos, naturalmente, pues no se trata de si los
parlamentos burgueses llevan mucho tiempo de existencia o existen desde hace
poco, sino del grado de preparación (ideológica, política,
práctica) de las grandes masas trabajadoras para aceptar el régimen soviético y
disolver o admitir la disolución del parlamento democráticoburgués. Que en
Rusia, de septiembre a noviembre de 1917, la clase obrera de las ciudades, los
soldados y los campesinos estaban, en virtud de una serie de condiciones
específicas, excepcionalmente dispuestos a aceptar el régimen soviético y a
disolver el parlamento burgués más democrático, es un hecho histórico
absolutamente indiscutible y plenamente demostrado. Y no obstante, los
bolcheviques no boicotearon la Asamblea Constituyente, sino
que participaron en las elecciones tanto antes como despué s de
la conquista del Poder político por el proletariado. Que dichas elecciones han
dado resultados políticos extraordinariamente valiosos (y excepcionalmente
útiles para el proletariado), es un hecho que creo haber demostrado en el
artículo citado más arriba, donde analizo detalladamente los resultados de las
elecciones a la Asamblea Constituyente de Rusia.
La conclusión que de ello se deriva es absolutamente
indiscutible: está probado que, aun unas semanas antes del triunfo de la
República Soviética, aun después de este triunfo, la
participación en un parlamento democráticoburgués, no sólo no perjudica al
proletariado revolucionario, sino que le facilita la posibilidad de hacer
ver a las masas atrasadas por qué semejantes parlamentos merecen ser
disueltos, facilita el éxito de su disolución, facilita la
"eliminación política" del parlamentarismo burgués. No tener en
cuenta esta experiencia y pretender al mismo tiempo pertenecer a la Internacional Comunista,
que debe elaborar internacionalmente su táctica (no una
táctica estrecha o exclusivamente nacional, sino precisamente una táctica
internacional), significa incurrir en el más profundo de los errores y
precisamente apartarse de hecho del internacionalismo, aunque éste sea
proclamado de palabra.
Consideremos ahora los argumentos "izquierdistas
específicamente holandeses" en favor de la no participación en los
parlamentos. He aquí la tesis 4, una de las más importantes tesis
"holandesas" citadas más arriba, traducida del inglés:
"Cuando el sistema capitalista de producción es
destrozado y la sociedad atraviesa un período revolucionario, la acción
parlamentaria pierde poco a poco su valor, en comparación con la acción de las
propias masas. Cuando en estas condiciones el parlamento se convierte en el
centro y el órgano de la contrarrevolución, y, por otra parte, la clase obrera
crea los instrumentos de su Poder en forma de Soviets, puede resultar incluso
necesario renunciar a toda participación en la acción parlamentaria".
La primera frase es evidentemente falsa, pues la acción de
las masas, por ejemplo, una gran huelga, es siempre más
importante que la acción parlamentaria, y no sólo durante la revolución o en
una situación revolucionaria. Este argumento, de indudable inconsistencia
histórica y políticamente falso, muestra sólo, con particular evidencia, que
los autores no tienen para nada en cuenta ni la experiencia de toda Europa (de
Francia en vísperas de las revoluciones de 1848 y 1870, de Alemania entre 1878
y 1890, etc.) ni de Rusia (véase más arriba) sobre la importancia de la combinaciónde
la lucha legal con la ilegal. Esta cuestión tiene una importancia inmensa,
tanto de un modo general como de un modo especial, porque en todos los
países civilizados y adelantados se acerca a grandes pasos la época en que
dicha combinación será -- y lo es ya en parte -- cada vez más obligatoria para
el partido del proletariado revolucionario, a consecuencia de la maduración y
de la proximidad de la guerra civil del proletariado con la burguesía, a
consecuencia de las feroces persecuciones de los comunistas por los gobiernos
republicanos y, en general, por los gobiernos burgueses, que violan
constantemente la legalidad (como ejemplo de ello basta citar a los Estados
Unidos), etc. Esta cuestión esencial es absolutamente incomprendida por los
holandeses y los izquierdistas en general.
La segunda frase es, en primer término, falsa
históricamente. Los bolcheviques hemos actuado en los parlamentos más contrarrevolucionarios,
y la experiencia ha demostrado que semejante participación ha sido, no sólo
útil, sino necesaria para el partido del proletariado revolucionario,
precisamente después de la primera revolución burguesa en Rusia (1905) para
preparar la segunda revolución burguesa (febrero de 1917) y luego la revolución
socialista (octubre de 1917). En segundo lugar, dicha frase es de un ilogismo
sorprendente. De que el parlamento se convierta en el órgano y
"centro" (aunque dicho sea de paso, no ha sido nunca ni ha podido ser
en realidad el "centro") de la contrarrevolución y de que los obreros
creen los instrumentos de su Poder en forma de Soviets, se sigue que los
trabajadores deben prepararse ideológica, política y técnicamente para la lucha
de los Soviets contra el parlamento, para la disolución del parlamento por los
Soviets. Pero de esto no se deduce en modo alguno que semejante disolución sea
obstaculizada, o no sea facilitada por
la presencia de una oposición sovietista en el interior de un parlamento
contrarrevolucionario. Jamás hemos notado durante nuestra lucha victoriosa
contra Denikin y Kolchak que la existencia de una oposición proletaria,
sovietista, en sus dominios, haya sido indiferente para nuestros triunfos.
Sabemos perfectamente que la disolución de la Constituyente, llevada a cabo por
nosotros el 5 de enero de 1918, lejos de ser dificultada, fue facilitada por la
presencia dentro de la Constituyente contrarrevolucionaria que disolvíamos,
tanto de una oposición sovietista consecuente, la bolchevique, como también de
una oposición sovietista inconsecuente, la de los socialrevolucionarios de
izquierda. Los autores de la tesis se han embrollado completamente y han
olvidado la experiencia de una serie de revoluciones, si no de todas, experiencia
que acredita los servicios especiales prestados, en tiempo de revolución, por
la combinación de la acción de masas fuera del parlamento
reaccionario y de una oposición simpatizante de la revolución (o mejor aun, que
la defienda francamente) dentro del parlamento. Los holandeses y los
"izquierdistas" en general razonan aquí como unos doctrinarios de la
revolución que nunca han tomado parte en una revolución verdadera, o que jamás
han reflexionado sobre la historia de las revoluciones o que toman ingenuamente
la "negación" subjetiva de una cierta institución reaccionaria, por
su destrucción efectiva mediante el conjunto de fuerzas de una serie de
factores objetivos.
El medio más seguro de desacreditar una nueva idea política
(y no solamente política) y perjudicarla, consiste en llevarla hasta el
absurdo, so pretexto de defenderla. Pues toda verdad, si se la obliga a
"sobrepasar los límites" (como decía Dietzgen padre), si se exagera,
si se extiende más allá de los limites
dentro de los cuales es realmente aplicable, puede ser llevada al absurdo, y,
en las condiciones señaladas, se convierte infaliblemente en absurdo. Tal es el
mal servicio que prestan los izquierdistas de Holanda y Alemania a la nueva
verdad de la superioridad del Poder soviético sobre los parlamentos
democráticoburgueses. Indudablemente, quien de un modo general siguiera sosteniendo
la vieja afirmación de que abstenerse de participar en los parlamentos
burgueses es inadmisible en todas las circunstancias, estaria en un error. No
puedo intentar formular aquí las condiciones en que es útil el boicot, porque
el objeto de este artículo es más modesto: se reduce sólo a analizar la
experiencia rusa en relación con algunas cuestiones actuales de táctica
comunista internacional. La experiencia rusa nos da una aplicación feliz y
acertada (1905) y otra equivocada (1906) del boicot por los bolcheviques.
Analizando el primer caso, vemos: los bolcheviques consiguieron impedir
la convocatoria del parlamento reaccionario por el Poder reaccionario,
en un momento en que la acción revolucionaria extraparlamentaria de las masas
(particularmente las huelgas) crecía con excepcional rapidez, en que no había
ni un solo sector del proletariado y de la clase campesina que pudiera sostener
de ningún modo el Poder reaccionario, en que la influencia del proletariado
revolucionario sobre la masa atrasada estaba asegurada por la lucha
huelguistica y el movimiento agrario. Es por completo evidente que esta experiencia
es inaplicable a las condiciones actuales europeas. Y es también evidente -- en
virtud de los argumentos expuestos más arriba -- que la defensa, aunque
condicional, de la renuncia a participar en los parlamentos, hecha por los
holandeses y los "izquierdistas", es radicalmente falsa y nociva para
la causa del proletariado revolucionario.
En Europa occidental y América, el parlamento se ha hecho
extraordinariamente odioso a la vanguardia revolucionaria de la clase obrera.
Es indiscutible. Y se comprende perfectamente, pues es difícil imaginarse algo
más vil, más abyecto, más traidor que la conducta de la inmensa mayoría de los
diputados socialistas y socialdemócratas en el parlamento durante la guerra y
después de la misma. Pero seria no sólo irrazonable, sino francamente criminal
dejarse llevar por estos sentimientos al decidir la cuestión de cómo se
debe luchar contra el mal universalmente reconocido. En muchos países de la
Europa occidental el sentimiento revolucionario puede decirse que es todavía
una "novedad", una "rareza" esperada demasiado tiempo, en
vano, con impaciencia, y por esto se deja con tanta facilidad que este
sentimiento predomine. Naturalmente, sin un estado de espíritu revolucionario
de las masas, sin condiciones favorables para el desarrollo de dicho estado de
espíritu, la táctica revolucionaria no se trocará en acción; pero a nosotros,
en Rusia, una larga, dura y sangrienta experiencia nos ha convencido de que con
el sentimiento revolucionario solo, es imposible crear una táctica
revolucionaria. La táctica debe ser elaborada teniendo en cuenta, serenamente,
y de un modo estrictamente objetivo, todas las fuerzas de clase
del Estado de que se trate (y de los Estados que le rodean y de todos los
Estados en escala mundial), así como la experiencia de los movimientos
revolucionarios. Manifestar el "espíritu revolucionario" sólo con
injurias al oportunismo parlamentario, únicamente condenando la participación
en los parlamentos, resulta facilísimo; pero precisamente porque es facilísimo
no es la solución de un problema difícil, de un problema dificilísimo. Es mucho
más difícil en los parlamentos occidentales que en Rusia crear una fracción
parlamentaria verdaderamente revolucionaria.
Desde luego. Pero esto no es sino un reflejo parcial de la verdad general
de que a Rusia, en la situación histórica concreta, extraordinariamente
original del año 1917, le fue fácil comenzar la revolución socialista; en
cambio, continuarla y llevarla a término, le será a Rusia más
difícil que a los países europeos. Ya a comienzos de 1918 hube de indicar esta
circunstancia, y la experiencia de los dos años transcurridos desde entonces ha
venido a confirmar la exactitud de aquella indicación. Condiciones específicas
como fueron: 1) la posibilidad de hacer coincidir la revolución soviética con
la terminación, gracias a ella, de la guerra imperialista, que había extenuado
hasta lo indecible a los obreros y campesinos; 2) la posibilidad de aprovechar
durante cierto tiempo la lucha a muerte en que estaban enzarzados los dos
grupos mundiales más poderosos de tiburones imperialistas, grupos que no podían
unirse contra el enemigo soviético; 3) la posibilidad de soportar una guerra
civil relativamente larga, en parte por la gigantesca extensión del país y sus
exiguos medios de comunicación; 4) la existencia de un movimiento
revolucionario democráticoburgués de los campesinos, tan profundo, que el partido
del proletariado hizo suyas las reivindicaciones revolucionarias del partido de
los campesinos (del partido socialrevolucionario, profundamente hostil, en su
mayoría, al bolchevismo), realizándolas inmediatamente, gracias a la conquista
del Poder político por el proletariado; condiciones específicas como éstas no
existen ahora en la Europa occidental, y la repetición de estas condiciones o
de condiciones análogas no es muy fácil. He aquí por qué, entre otras cosas --
pasando por alto una serie de otros motivos , le es más difícil a la Europa
occidental que a nosotros comenzar la revolución socialista.
Tratar de "esquivar" esta dificultad, "saltando" por encima
del arduo problema de utilizar los parlamentos
reaccionarios para fines revolucionarios, es puro infantilismo. ¿Queréis crear
una sociedad nueva? ¡Y teméis la dificultad de crear una buena fracción
parlamentaria de comunistas convencidos, abnegados, heroicos, en un parlamento
reaccionario! ¿Acaso no es esto infantilismo? Si C. Liebknecht en Alemania y Z.
Höglund en Suecia han sabido hasta sin el apoyo de la masa desde abajo, dar un
ejemplo de la utilización realmente revolucionaria de los parlamentos
reaccionarios, ¡¿cómo un partido revolucionario de masas, que crece rápidamente
con las desilusiones y la irritación de estas últimas, características de la
postguerra, no puede forjar una fracción comunista en los
peores parlamentos?! Precisamente porque las masas atrasadas de obreros, y más
aún las de pequeños agricultores, están más imbuidas en Europa occidental que
en Rusia de prejuicios democráticoburgueses y parlamentarios, precisamente por
esto únicamente en el seno de instituciones como los
parlamentos burgueses pueden (y deben) los comunistas sostener una lucha
prolongada, tenaz, sin retroceder ante ninguna dificultad para denunciar,
desvanecer y superar dichos prejuicios.
Los comunistas "de izquierda" de Alemania se
quejan de los malos "jefes" de su partido y caen en la desesperación,
llegando hasta incurrir en la ridiculez de "negar" a los "
jefes". Pero en circunstancias que obligan a menudo a mantener a estos
últimos en la clandestinidad, la formación de
"jefes" buenos, seguros, probados, con autoridad, es particularmente
difícil y triunfar de semejantes dificultades es imposible sin
la combinación del trabajo legal con el ilegal, sin hacer pasar a los
" jefes ", entre otras pruebas, también por
la del parlamento. La crítica -- la más violenta, más implacable, más
intransigente -- debe dirigirse no contra el parlamentarismo o la acción
parlamentaria, sino contra los jefes que no saben y aún más contra los que no
quieren -- utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna
parlamentaria a la manera revolucionaria, a la manera comunista. Sólo esta
crítica -- unida, naturalmente, a la expulsión de los jefes incapaces y a su
sustitución por otros más capaces -- constituirá un trabajo revolucionario útil
y fecundo que educará a la vez a los "jefes" para que sean dignos de
la clase obrera y de las masas trabajadoras, y a las masas para que aprendan a
orientarse como es debido en la situación política y a comprender los
problemas, a menudo sumamente complejos y embrollados, que resultan de
semejante situación*.
* He tenido demasiado pocas posibilidades de conocer el
comunismo "de izquierda" de Italia. Indudablemente el camarada
Bordiga y su fracción de "comunistas abstencionistas" cometen un
error al defender la no participación en el parlamento. Pero hay un punto en
que me parece que tiene razón, por lo que yo puedo juzgar ateniéndome a dos
números de su periódico "Il Soviet" (núms. 3 y 4 del 18. I. y del 1.
II. 1920), a cuatro números de la excelente revista del camarada Serrati
"Comunismo" (núms. 1-4. 1. X. 30. XI. 1919) y a distintos números de
periódicos burgueses italianos que he podido ver. Precisamente el carnarada
Bordiga y su fracción tienen razón cuando atacan a Turad y sus partidarios, que
están en un partido que reconoce el Poder de los Soviets y la dictadura del
proletariado, que siguen siendo miembros del parlamento y
prosiguen su vieja y perjudicial política oportunista. En efecto, al consentir
esto, el camarada Serrati y todo el Partido Socialista Italiano [17] incurren
en un error tan preñado de amenazas y peligros como en Hungría, donde los
señores Turati húngaros sabotearon desde el interior el Partido y el Poder de
los Soviets. Esa actitud errónea. Inconsecuente, que se distingue por su falta
de carácter, con respecto a los parlamentarios oportunistas, de una parte,
engendra el comunismo "de izquierda", y de otra, justtifica basta
cierto punto su existencia. El camarada Serrati es evidente que no
tiene razón al acusar de "inconsecuencia" al diputado Turati
("Comunismo", núm. 3), porque el único inconsecuente es el Parddo
Socialista Italiano, que tolera en su seno a oportunistas parlamentarios como
Turati y compañía
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