NOTA DEL
EDITOR DE ESTE BLOG: Le he añadido algunos enlaces al artículo y también los
resultados en las elecciones europeas.
El poder de la extrema derecha en Europa. Partidos europeos con diputados
o eurodiputados. 27de octubre 2013
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Ignacio Ramonet
09-05-2014
Una cosa es segura: las elecciones europeas de finales de mayo se
traducirán en un aumento notable del voto de extrema derecha. Y por la
incorporación al Parlamento Europeo de un número considerable de nuevos
diputados ultraderechistas. Actualmente, estos se concentran en dos grupos: el
Movimiento por la Europa de las Libertades y de la Democracia (MELD) y la
Alianza Europea de los Movimientos Nacionales (AEMN). Entre ambos suman 47
eurodiputados, apenas el 6% de los 766 euroescaños (1). ¿Cuántos serán después
del 25 de mayo? ¿El doble? ¿Suficientes para bloquear las decisiones del
Parlamento Europeo y, por consiguiente, el funcionamiento de la Unión Europea
(UE)? (2).
Lo cierto es que, desde hace varios años y en particular desde que se agudizaron
la crisis de la democracia participativa, el desastre social y la desconfianza
hacia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de la UE se traducen en
una irresistible subida de las extremas derechas. Las recientes encuestas de
opinión confirman que, en los comicios europeos que se avecinan, podría
aumentar considerablemente el número de los representantes de los partidos
ultras: Partido
por la Independencia del Reino Unido, UKIP (Reino Unido) (3); Partido
de la Libertad, FPÖ (Austria); Jobbik
(Hungría); Amanecer
Dorado (Grecia); Liga
Norte (Italia); Verdaderos
Finlandeses (Finlandia); Vlaams
Belang (Bélgica); Partido
de la Libertad, PVV (Países Bajos); Partido
del Pueblo Danés, DF (Dinamarca); Demócratas
de Suecia, DS (Suecia); Partido
Nacional Eslovaco, SNS
(Eslovaquia); Partido
del Orden y la Justicia, TT (Lituania); Ataka
(Bulgaria); Partido
de la Gran Rumanía, PRM (Rumanía); y Partido
Nacional-Demócrata, NPD (Alemania).
En España, donde la extrema derecha estuvo en el poder más tiempo que en
ningún otro país europeo (de 1939 a 1975), esta corriente tiene hoy poca
representatividad. En las elecciones de 2009 al Parlamento Europeo sólo obtuvo
69.164 votos (0,43% de los sufragios válidos). Aunque, normalmente, alrededor
del 2% de los españoles se declara de extrema derecha, lo cual equivale a unos
650.000 ciudadanos. En enero pasado, unos disidentes del Partido Popular (PP,
conservador) fundaron Vox, un partido situado a “la derecha de la derecha” que,
con jerga franquista, rechaza el “Estado partitocrático”, defiende
el patriotismo y exige “el fin del Estado de las
autonomías” y la prohibición del aborto.
Herederas de la extrema derecha tradicional, cuatro otras formaciones
ultras –Democracia Nacional, La Falange, Alianza Nacional y Nudo Patriota
Español– reunidas en la plataforma “La España en Marcha”, firmaron un acuerdo,
en diciembre de 2013, para presentarse a las elecciones europeas. Aspiran a
conseguir un eurodiputado.
Pero el movimiento de extrema derecha más importante de España es Plataforma
per Catalunya (PxC), que cuenta con 67 concejales. Su líder, Josep Anglada,
define a PxC como “un partido identitario, transversal y de fuerte contenido
social” pero con una dura posición antiinmigrantes: “En España –afirma Anglada–
aumenta día a día la inseguridad ciudadana, y gran parte de ese aumento de la
inseguridad y del crimen es culpa de los inmigrantes. Defendemos que cada
pueblo tiene el derecho a vivir según sus costumbres e identidad en sus propios
países. Precisamente por eso, nos oponemos a la llegada de inmigración islámica
o de cualquier otro lugar extraeuropeo.”
En cuanto a Francia, en los comicios municipales de marzo pasado, el Frente
Nacional (FN), presidido por Marine Le Pen, ganó las alcadías de una docena
de grandes ciudades (entre ellas Béziers, Hénin-Beaumont y Fréjus). Y, a escala
nacional, consiguió más de 1.600 escaños de concejales. Un hecho sin
precedentes. Aunque lo más insólito está quizás por venir. Las encuestas
indican que, en los comicios del 25 de mayo, el FN obtendría entre el 20% y el
25% de los votos (4). Lo cual, de confirmarse, lo convertiría en el primer
partido de Francia, por delante de la conservadora Unión por un Movimiento
Popular (UMP), y muy por delante del Partido Socialista del presidente François
Hollande. Una auténtica bomba.
El rechazo de la UE y la salida del euro son dos de
los grandes temas comunes de las extremas derechas europeas. Y, en
este momento, encuentran un eco muy favorable en el ánimo de tantos europeos
violentamente golpeados por la crisis. Una crisis que Bruselas ha agravado con
el Pacto de Estabilidad (5) y sus crueles políticas de austeridad y de
recortes, causa de enormes desastres sociales. Hay 26 millones de desempleados,
y el porcentaje de jóvenes de menos de 25 años en paro alcanza cifras
espeluznantes (61,5% en Grecia, 56% en España, 52% en Portugal). Exasperados,
muchos ciudadanos repudian la UE (6). Crece el euroescepticismo, la eurofobia.
Y eso conduce en muchos casos a la convergencia con los partidos ultras.
Pero hay que decir también que la extrema derecha europea ha cambiado.
Durante mucho tiempo se prevalió de las ideologías nazi-fascistas de los años
1930, con su parafernalia nostálgica y siniestra (uniformes paramilitares,
saludo romano, odio antisemita, violencia racista...). Esos aspectos –que aún
persisten, por ejemplo, en el Jobbik húngaro y el Amanecer Dorado griego– han
ido desapareciendo progresivamente. En su lugar han ido surgiendo movimientos
menos “infrecuentables” porque han aprendido a disimular esas facetas detestables,
responsables de sus constantes fracasos electorales. Atrás quedó el
antisemitismo que caracterizaba a la extrema derecha. En su lugar, los nuevos ultras han puesto el énfasis en la cultura, la
identidad y los valores, de cara al incremento de la inmigración y la “amenaza”
percibida del islam.
Con la intención de “desdiabolizar” su imagen, ahora abandonan también la
ideología del odio y adoptan un discurso variopinto y radical de rechazo del
sistema, de crítica (más o menos) argumentada de la inmigración (en particular
musulmana y rumano-gitana) y de defensa de los “blancos pobres”. Su
objetivo declarado es alcanzar el poder. Usan intensivamente Internet y las
redes sociales para convocar manifestaciones y reclutar nuevos miembros. Y sus
argumentos, como hemos dicho, cada vez encuentran mayor eco en los millones de
europeos destrozados por el paro masivo y las políticas de austeridad.
En Francia, por ejemplo, Marine Le Pen ataca con mayor radicalidad que
cualquier dirigente político de la izquierda al “capitalismo
salvaje”, a la “Europa ultraliberal”, a
los “destrozos de la globalización” y al “imperialismo económico de Estados Unidos” (7). Sus
discursos seducen a amplios fragmentos de las clases
sociales trabajadoras azotadas por la desindustrialización y las
deslocalizaciones, que aplauden a la líder del FN cuando declara, citando a un
ex secretario general del Partido Comunista francés, que “hay que detener la
inmigración; si no, se condenará a más trabajadores al paro”. O cuando defiende
el “proteccionismo selectivo” y exige que se ponga freno al libre cambio porque
este “obliga a competir a los trabajadores franceses con todos los trabajadores
del planeta”. O cuando reclama la “pertenencia nacional” en materia de acceso a
los servicios de la seguridad social que, según ella, “deben estar reservados a
las familias en las cuales por lo menos uno de los padres sea francés o
europeo”. Todos estos argumentos encuentran apoyo y simpatía en las áreas
sociales más castigadas por el desastre industrial, donde durante decenios el
voto a las izquierdas era la norma (8).
Pero el nuevo discurso de la extrema derecha tiene un alcance que va más
allá de las víctimas directas de la crisis. Toca de alguna manera ese
“desarraigo identitario” que muchos europeos sienten confusamente. Responde al
sentimiento de “desestabilización existencial” de innumerables ciudadanos
golpeados por el doble mazazo de la globalización y de una UE que no cesa de
ampliarse.
Tantas certidumbres (en materia de familia, de sociedad, de nación, de
religión, de trabajo) han vacilado estos últimos tiempos, que mucha gente
pierde pie. En particular las clases medias, garantes hasta ahora del
equilibrio político de las sociedades europeas, las cuales están viendo cómo su
situación se desmorona sin remedio. Corren peligro de desclasamiento. De caer
en el tobogán que las conduce a reintegrar las clases pobres, de donde pensaban
(por el credo en el Progreso) haber salido para siempre. Viven en estado de
pánico.
Ni la derecha liberal ni las izquierdas han sabido responder a todas
estas nuevas angustias. Y el vacío lo han llenado las extremas derechas. Como
afirma Dominique Reynié, especialista de los nuevos populismos en Europa: “Las
extremas derechas han sido las únicas que han tomado en cuenta el desarraigo de
las poblaciones afectadas por la erosión de su patrimonio material –paro, poder
adquisitivo– y de su patrimonio inmaterial, es decir su estilo de vida
amenazado por la globalización, la inmigración y la Unión Europea” (9).
Mientras las izquierdas europeas consagraban, en los últimos dos
decenios, toda su atención y su energía a –legítimas–
cuestiones societales (divorcio, matrimonio homosexual,
aborto, derechos de los inmigrantes, ecología), al mismo tiempo unas
capas de la población trabajadora y campesina eran abandonadas a su –mala–
suerte. Sin tan siquiera unas palabras de compasión. Sacrificadas en nombre de
los “imperativos” de la construcción europea y de la globalización. A esas
capas huérfanas, la extrema derecha ha sabido hablarles, identificar sus
desdichas y prometerles soluciones. No sin demagogia.
Pero con eficacia.
Consecuencia: la Unión Europea se dispone a lidiar con la extrema derecha
más poderosa que el Viejo Continente haya conocido desde la década de 1930.
Sabemos cómo acabó aquello. ¿Qué esperan los demócratas para despertar?
(1) En las elecciones europeas de 2009, los partidos de extrema derecha
obtuvieron el 6,6% de los votos.
(2) Las encuestas más serias indican que, después del 25 de mayo, el
número de eurodiputados de extrema derecha pasaría de 47
a 71. Léase “Élections européennes 2014: vers ??une?? extrême droite
européenne?”, Fundación Robert Schuman, http://www.robert-schuman.eu/fr/questions-d-europe/0309-elections-europeennes-2014-vers-une-extreme-droite-europeenne
(3) Un sondeo realizado por la firma YouGov el 6 de abril de 2014 en el
Reino Unido le atribuye al Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP)
un 40% de las intenciones de voto y al menos 20 diputados europeos.
(4) Según un barómetro de imagen del FN realizado en febrero de 2014 por
el Instituto TNS Sofres, el número de franceses que se adhieren a las ideas del
FN es del 34%.
(5) El
Pacto de Estabilidad y de Crecimiento prohíbe a los gobiernos europeos de
la zona euro realizar un déficit presupuestario superior al 3% del PIB.
(6) El último estudio Eurobarómetro, publicado en diciembre de 2013,
revela que sólo el 31% de los europeos tiene una imagen positiva de la UE
(frente al 48% en marzo de 2008).
(7) Léase “Nouveaux visages des extrêmes droites”, Manière de
voir, n.°134, París, abril-mayo de 2014.
(8) Según un sondeo publicado por el diario Le Monde, la
imagen de la presidenta del FN recibe cada vez más opiniones favorables: el 56%
de los encuestados cree que “entiende los problemas cotidianos de los
franceses” y el 40%, que "tiene nuevas ideas para resolver los problemas
de Francia".
(9) Dominique
Reynié, Populismes: la pente fatale, Plon, París, 2011.
El
populismo: la pendiente resbaladiza
¿Por qué
sube la extrema derecha en Europa?
09-05-2014
El auge
de la extrema derecha en Europa, por países
Preocupante avance de la extrema derecha en Francia, Holanda, Dinamarca,
Reino Unido y Grecia
El Frente Nacional se convierte en la primera fuerza política francesa
La extrema derecha gana también en Dinamarca con el 23,1% de los votos
Elecciones al Parlamento Europeo de 2014
Resultados de las elecciones al Parlamento Europeo de 2014
Elecciones al Parlamento Europeo de 2014 (España)
Elecciones
europeas 2014
Andalucía
Elecciones
europeas 2014 comparativa
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